[39] Aceite de mente, aceite refrescante

Cuando Lin Yao escuchó la respiración agitada de Guan Ze y finalmente dejó escapar el último gemido en su oído, el deseo de llegar a la cima brotó de las manos de Guan Ze. No pudo reprimir su voz, y todo su cuerpo era como si hubiera experimentado una descarga eléctrica, sus músculos estaban tensos y los espasmos en la parte inferior de su abdomen le hicieron sentir un placer extremo.

—Maldita...sea... —Guan Ze todavía sostenía la mano atada de Lin Yao, así que usó sus últimas fuerzas para enderezar la cintura y retorció sus manos con fuerza. Se acostó en la cama y solo podía respirar pesadamente, con los ojos cerrados. Que era más poderoso que tirar de un fuelle. 

Guan Ze se recostó lentamente encima de él, con su respiración algo caótica alrededor de sus oídos y sus manos acariciando suavemente su cintura y piernas. Después de un rato, finalmente soltó las manos que habían estado presionadas sobre su cabeza: —Eres muy enérgico. 

Lin Yao no habló, el dormitorio estaba bastante silencioso. Podía escuchar claramente su respiración y la de Guan Ze, que aún no se había calmado por completo. Así como también, los latidos del corazón, que eran como tambores. Pero no se sabía de quién de los dos prevenía. 

—Mis manos —Lin Yao dijo esto, después de jadear durante mucho tiempo.

Guan Ze se enderezó y se quitó el cinturón de la mano: —¿Te duelen las manos? 

—No lo sé, maldita sea, probablemente esté arruinado —Lin Yao frunció el ceño, con las manos aún levantadas sobre su cabeza. Aunque ya no estaban atadas, sus dos brazos estaban tan entumecidos que no podía moverlos: —Tú eres un maldito loco...

Guan Ze sonrió levemente y frotó suavemente sus brazos una y otra vez, luego le pellizcó la muñeca y dijo: —Está roja. 

—Duele, probablemente se peló mi piel —Lin Yao hizo un gran esfuerzo para levantar su mano frente a su cara y mirarla. Su muñeca estaba roja e hinchada, y en algunos lugares donde se había frotado más fuerte, se podían ver pequeños puntos con brotes de sangre. 

Miró fijamente sus manos por un momento, el tsunami en su mente retrocedió lentamente, y las escenas anteriores comenzaron a reproducirse incontrolablemente, la respiración entrecortada de Guan Ze, su mirada algo salvaje, la colisión de sus cuerpos...de repente, la respiración de Lin Yao se tensó, una sensación indescriptible lo invadió, sintió que su rostro se encendía de golpe, chisporroteando como si estuviera friéndose, listo para comer con solo espolvorear un poco de comino. 

Rápidamente cerró los ojos y giró el rostro hacia un lado. Maldita sea, Lin Yao, ¿de verdad hiciste esto?

¿Y aún no has terminado? 

¡No puedo creerlo!

Lin Yao tragó saliva y estaba tan avergonzado que no se atrevió a abrir los ojos, sin importar nada más. 

—¿Qué pasa? —Guan Ze le tocó el rostro. 

Lin Yao quería girarse de lado, cuando de repente se dio cuenta de que sus piernas aún estaban abiertas y pegadas al costado de Guan Ze. ¡Maldición! Rápidamente intentó sentarse, luchando por moverse, pero apenas lo hizo, sintió que algo no iba bien. Sin importarle ya la vergüenza, golpeó la cama y gritó: —¡Papel!

—Ve a lavarte directamente —Guan Ze se rió, apoyándose en la cama mientras sacaba unos pañuelos de papel de la mesita de noche y levantaba sus piernas: —Déjame ayudarte...

—¡No! ¡Lo haré yo mismo! —Lin Yao le arrebató los pañuelos de la mano a Guan Ze, se encogió con una velocidad sin precedentes y luego tiró de la colcha más cercana para cubrirse completamente, tanto la cabeza como el cuerpo. Desde debajo de la colcha gritó: —¡Ve tú primero a lavarte!

—Tú...—Guan Ze miró el bulto formado por la colcha, y con algo de resignación extendió la mano para darle unas palmaditas: —Está bien, iré a lavarme.

Sintiendo que Guan Ze se bajaba de la cama, Lin Yao agudizó el oído y escuchó el sonido de él caminando lentamente hacia el baño y cerrando la puerta. Finalmente se relajó y exhaló un largo suspiro.

Se limpió descuidadamente con el papel, rodeado por todas partes del agradable aroma de Guan Ze. Estaba en las sábanas, en la colcha, en todas partes. Pegó su rostro a la colcha, inhalando profundamente. Los dolores y placeres que su cuerpo había experimentado antes volvieron a surgir y se sintió un poco mareado, así que apartó la colcha y se sentó.

Limpiarse o no, a estas alturas no importaba mucho. La colcha, las sábanas, dondequiera que tocara, todo se sentía húmedo y pegajoso.

—Ah...  —Lin Yao suspiró, sentado en la cama, quedándose algo perdido. 

Hasta que Guan Ze salió del baño, regresó a la realidad. 

Guan Ze estaba como siempre, con una toalla descuidadamente envuelta alrededor de su cintura. Lin Yao pensó que, al nivel que estaba atada, un soplido bastaría para que la toalla se cayera.

—Ve a lavarte —dijo Guan Ze sentándose en el borde de la cama y abrazándolo para darle un beso: —¿En qué estás pensando?

—Tendrás que cambiar las sábanas y la funda del edredón. —Lin Yao saltó de la cama y se metió en el baño con la cabeza gacha.

—Si te sientes incómodo en alguna parte, dímelo —Guan Ze lo siguió y golpeó la puerta: —¿Me escuchaste? 

—Mm —Lin Yao respondió.

El baño de Guan Ze era muy grande, con paredes negras y una bañera circular completamente negra que se veía muy atractiva. Mientras Lin Yao se duchaba con agua caliente, no pudo evitar fantasear de nuevo sobre ellos dos revolcándose en la bañera, pero rápidamente se detuvo. Antes, cuando no tenía nada que hacer y dejaba volar su imaginación, siempre se veía a sí mismo encima de Guan Ze haciendo esto y aquello, pero ahora, al cerrar los ojos, lo que veía constantemente era a Guan Ze sujetándole las manos y los hombros, y su rostro mirándolo desde arriba.

¡Si tienes tan buena imaginación, serás atacado fácilmente!

Lin Yao se duchó un rato. La sensación de entumecimiento que recorría su cuerpo, como si le hubieran inyectado un anestésico de placer, comenzó a desaparecer lentamente. Y las sensaciones reales de ciertas partes de su cuerpo comenzaron a aflorar.

Las muñecas le dolían mucho, especialmente después de la ducha de agua caliente. Tenían una sensación de ardor, así que las revisó cuidadosamente, pero no vio ninguna herida, solo marcas de roce. No podía creerlo, ¿Cuánta fuerza habría tenido que usar para que sus muñecas quedaran así? Solo recordaba haber girado las muñecas un par de veces...

Había otra parte de su cuerpo que ardía aún más que las muñecas, lo que lo frustraba aún más.

Se sentó en el inodoro, pero no pudo aguantar y se levantó de nuevo. No se sentía bien.

Se paró un rato y luego se sentó de nuevo. Después de levantarse y sentarse una docena de veces, finalmente no pudo soportarlo más y golpeó la puerta del baño: —¡Guan Ze!

—Aquí —La voz de Guan Ze llegó de inmediato desde el otro lado de la puerta.

—¿Estás en la puerta? —Lin Yao se sobresaltó.

—Sí, he estado aquí todo el tiempo —la voz de Guan Ze sonó suave desde el otro lado de la puerta: —¿Qué pasa?

—Yo...—Lin Yao dudó un poco, abrió un poco la rendija de la puerta y miró con un ojo: —Un poco... ¿Tienes algún aceite de menta o aceite refrescante en casa?

—No —Guan Ze frunció el ceño: —¿Qué estás pensando? Usar eso te hará sentir peor.

Lin Yao se sintió algo desanimado y ya no le importaba guardar las apariencias: —¿Qué hacemos entonces? ¿Por qué no me consigues algo de hielo? Siento como si me hubieran metido un petardo recién explotado en el trasero.

Guan Ze estaba muy preocupado por el estado de Lin Yao y estaba pensando en salir a comprarle algunas medicinas, pero al escuchar esto casi no pudo contener la risa. Levantó la mano para cubrirse la cara: —Déjame ver, ¿está roto?

—No, si estuviera roto ya te habría golpeado. ¿Crees que podría aguantar hasta ahora? —Lin Yao se apoyó contra la pared.

—Entonces espérame un momento —Guan Ze extendió la mano por la rendija de la puerta y le pellizcó la cara: —Voy a comprar medicina.

—¿Qué medicina? —Lin Yao asomó la cabeza: —¿Dónde vas a comprar medicina? ¿Cómo le vas a explicar a la gente qué medicina necesitas?

—Tú no te preocupes por eso —Guan Ze lo empujó de regreso al baño: —Date prisa y lávate antes de que te resfríes.

Después de bañarse, Lin Yao se sentía un poco débil en todo el cuerpo. Descuidadamente se puso el pijama del baño de Guan Ze y salió. Deambuló sin rumbo por la casa dando un par de vueltas, pasando por el dormitorio, el estudio, la habitación de invitados, la cocina y el balcón.

Mirando la decoración de la casa, Guan Ze parecía ser una persona con mucho estilo. Muchos detalles estaban dispuestos de manera muy agradable: flores, plantas, varios cojines y pequeñas mantas tiradas casualmente junto a las ventanas. Lo único que a Lin Yao le pareció diferente fue que en la casa de Guan Ze no había fotos, ni una sola. En la casa de Lin Yao había muchas fotos, de él solo, de toda la familia, con Lin Zong. Varios pasillos de su casa estaban llenos de paredes con fotos, y había una pared especialmente dedicada por su madre para las fotos de él y Lin Zong, desde que eran bebés de un mes hasta ahora.

Lin Yao se acurrucó en el sillón circular junto a la ventana del estudio. Se necesitaba cultivar mucha soledad y aislamiento para formar una apariencia exterior de calma imperturbable.

De pronto escuchó el sonido de la puerta, Lin Yao se mantuvo sentado en el sillón sin moverse. Escuchó la voz de Guan Ze proveniente de la sala de estar: —¿Lin Yao?

—Aquí —respondió Lin Yao. El ángulo del sillón era bastante adecuado, lo que hacía que le doliera menos el trasero, por ende, no quería moverse: —En tu estudio. 

—Mm, quédate ahí —Guan Ze no entró de inmediato. Lin Yao lo escuchó quitarse el abrigo, cambiarse de zapatos, servirse un vaso de agua y luego entró. 

—¿Qué medicina compraste? —Lin Yao vio una pequeña bolsa en su mano. 

—Antiinflamatorios, analgésicos, para untar o tomar, hay de todo —Guan Ze puso la bolsa en la mesita auxiliar a su lado, tomó la medicina y leyó las instrucciones: —¿Todavía te sientes incómodo?

—Mm, pero un poco mejor —Lin Yao casualmente sacó una botella de la bolsa sin mirarla con atención: —¿Esto es para untar? ¿Cuánto tiempo lleva aplicarse una botella tan grande?

Guan Ze colocó un pequeño ungüento sobre su pierna y le arrebató la botella de la mano: —Esto es lubricante. El tiempo para aplicarlo depende la frecuencia con la que lo usemos. 

—Mi... —Lin Yao quiso maldecir, pero no lo dijo: —¡Aún tienes tiempo para comprar esto! ¡Tienes una cara jodidamente grande!

—Solo pregunté. Deberíamos haber usado lubricante, así no te habría incomodado tanto. La loción para el cuerpo no lubrica tan bien —Guan Ze acarició su cabeza y dijo: —Ve a ponerte un poco de medicina, te sentirás mejor, ¿Quieres que te ayude?

—No es necesario —dijo Lin Yao mientras se levantaba y miraba el pequeño tubo de ungüento. Dio un par de pasos hacia el baño cuando de repente se detuvo, se dio la vuelta y miró fijamente a Guan Ze: —¿Dijiste que preguntaste? ¿A quién le preguntaste?

—A la chica de la farmacia —respondió Guan Ze mientras sacaba dos pastillas antiinflamatorias y se las metía en la boca a Lin Yao, entregándole un vaso.

Lin Yao bebió un poco de agua para tragar las pastillas y continuó mirándolo fijamente: —¿Le preguntaste a alguien sobre este tipo de cosas? ¿Y a una chica joven?

—Todos los vendedores en las farmacias son chicas jóvenes, no hay hombres mayores —dijo Guan Ze, con una mirada tranquila.

—Guan Ze, eres la persona más tranquila que he visto en mi vida —Lin Yao se dio la vuelta y salió: —¡Nunca había visto algo así! ¿Cómo es posible que consultes a una chica en una farmacia mientras compras medicamentos? ¿acaso la chica no te tomó por un acosador? ¿Cómo te atreviste a hablarle así? realmente no sé qué decirte, ¿En qué farmacia la consultaste? Dime para poder evitar pasar contigo por delante de una farmacia. Mi cara puede ser grande cuando quiero, pero también puede ser pequeña y delicada cuando la situación lo requiere...

Lin Yao se aplicó la medicina en el baño y luego se quedó de pie durante unos minutos, sintiendo que efectivamente se sentía mejor. Luego abrió la puerta y salió.

Guan Ze estaba parado afuera, esperándolo. Lin Yao se sobresaltó, pero la preocupación sincera en los ojos de Guan Ze lo hizo sentir a gusto. Nunca había sentido algo así, era completamente diferente a la preocupación de sus padres o de Lin Zong, lo que le hizo sentir un impulso de tumbarse en el suelo y mover la cola de un lado a otro sobre la alfombra.

—¿Te sientes mejor? —preguntó Guan Ze, acercándose y abrazándolo, preguntándole al oído. 

—Mm, un poco fresco, pero mejor que antes —respondió Lin Yao, cerrando los ojos y apoyando la barbilla en el hombro de Guan Ze.

A Lin Yao le gustaba que Guan Ze lo abrazara. Los abrazos de Guan Ze siempre eran sinceros, no solo lo rodeaba con los brazos, sino que lo apretaba con fuerza arriba y abajo, haciéndolo sentir cerca de él. Estos abrazos le daban a Lin Yao una sensación especial de seguridad, tanto que no quería moverse cuando estaba apoyado en Guan Ze. 

—Lo siento —murmuró Guan Ze frotando su cintura: —no pensé bien, me dejé llevar por la emoción.

—Dejaré esta cuenta pendiente para cobrártela después, poco a poco —dijo Lin Yao frotándose contra su cuello.

—Lin Yao. 

—¿Mm?

—No regreses esta noche. 

Cuando Lin Yao llamó a su madre y le dijo que no volvería después de trabajar horas extras por la noche, tartamudeó varias veces como un ladrón, lo que hizo que Guan Ze se sintiera ansioso por él.

Después de finalmente terminar la llamada, Guan Ze se sentó en el sofá y suspiró: —Nunca has mentido desde que eras niño, ¿verdad?

—Nunca he mentido tanto, siempre he sido bastante honesto, no como mi hermano que miente tanto que él mismo se cree que es sincero, y cuando lo descubren, se comporta como si tuviera amnesia y se sintiera profundamente preocupado —Lin Yao se rió tontamente dos veces, se tumbó en el sofá y apoyó la cabeza en las piernas de Guan Ze.

Guan Ze sonrió sin decir nada y encendió la televisión. Los dos vieron las noticias locales en silencio durante un rato. Lin Yao miraba distraídamente la lámpara del techo mientras Guan Ze le masajeaba la muñeca suavemente.

Este sentimiento es muy bueno, Lin Yao lo estaba disfrutando mucho. Siempre había soñado con poder quedarse en casa tranquilamente con la persona que le gustaba, sin hacer nada, simplemente acurrucados en el sofá viendo la televisión, conversando de vez en cuando, y sin sentirse incómodos si incluso no hablaban. 

No imaginaba que llegaría un día así con Guan Ze. Ahora, simplemente yacía sobre las piernas de Guan Ze, mirándolo a la barbilla limpia y sexy, y su corazón se sentía como si se fuera a derretir como un algodón de azúcar, dulce y suave.

—Guan Ze —se dio la vuelta y lo abrazó por la cintura, con la punta de la nariz apoyada en el abdomen de Guan Ze: —¿qué sientes?

—¿Qué siento? —Guan Ze bajó la cabeza y sopló su oído. 

—Oye... —todo el cuerpo de Lin Yao se volvió crujiente de repente y sentir que se iba a desvanecer, así que levantó la ropa de Guan Ze y lamió su abdomen: —¿Cómo te sientes después de hacerlo?

—Muy genial —Guan Ze colocó sus piernas sobre la mesa de café y respondió con simpleza. 

—¿Nada más? —Lin Yao estaba insatisfecho y se volvió para mirar nuevamente la televisión. 

—¿Qué quieres oír? te dijo algo y me volverás a llamar viejo gángster —Guan Ze estaba feliz y tomó un trozo de chocolate de un pequeño estante que estaba junto a él y lo llevó hacia su boca. 

—Ahora que lo pienso, podría considerar eliminar la palabra "viejo" —Lin Yao levantó la pernera del pijama de Guan Ze y acarició con sus manos sus piernas. 

—Nunca he sentido...este sentimiento —Guan Ze rodeó su pecho con sus manos y la metió dentro de su ropa, tocando la parte inferior de su abdomen. Bajando la cabeza y diciendo casi en un susurro: —Estoy muy excitado, con querer verte luchar, y me gusta especialmente sus gemidos cuando no puedes soportarlo más. No estaba dispuesto a follarte en serio esta vez por temor a lastimarte y que sientas dolor, pero para la próxima vez haré que supliques piedad. 

—Ya fue suficiente —Lin Yao se sonrojó instantáneamente. No esperaba que Guan Ze lo dijera tan abiertamente y estas palabras, le dieron ganas de izar su bandera nuevamente. Así que apretó los dientes y susurró: —Realmente fuiste capaz de decirlo. 

—Para actuar como un gángster, tienes que actuar como yo —Guan Ze sonrió, pellizcó su barbilla y giró su rostro hacia él, besándolo su mejilla: —Entiendes, lo tuyo a lo más se le puede llamar travesura.

Lin Yao agitó la mano. No podía pensar en nada que pudiera refutar efectivamente las palabras de Guan Ze, por lo que solo pudo mirar sus piernas y morder el chocolate en su boca. 

Sin embargo, cuando su mirada recorrió las piernas de Guan Ze hasta llegar a sus tobillos, se quedó atónito por un momento y luego saltó bruscamente. Si Guan Ze no hubiera reaccionado lo suficientemente rápido y se hubiera apartado, le habría dado un cabezazo. 

—¿Qué pasa? ¿No puedes cambiar ese mal hábito? Si paso más tiempo contigo, acabaré teniendo los reflejos de un soldado de las fuerzas especiales —Guan Ze lo miró.

—¡Maldita sea! —Lin Yao señaló con el dedo su tobillo izquierdo y gritó: —¡¿Qué es eso?!

—Un tatuaje —Guan Ze lo miró con indiferencia: —¿Te parece extraño?

—¡Es un tatuaje en el tobillo! ¡Una flor! ¡Viejo desvergonzado! ¿No tienes vergüenza? ¿Todavía te tatúas una flor en el tobillo? ¿A quién se la vas a mostrar? —Lin Yao miró el tobillo izquierdo de Guan Ze durante un rato más. Era una rosa negra muy pequeña pero exquisitamente tatuada. No pudo evitar añadir otra frase: —Realmente descubrí que eres muy...

—¿Muy qué? —Guan Ze se rió: —Nadie puede verlo. 

—¡Yo lo he visto! —exclamó Lin Yao mientras extendía la mano para tocarlo. De esa manera, el tobillo de Guan Ze se veía especialmente sexy. 

—¿No eres el único que lo ha visto? —Guan Ze acarició su oreja. 

—Con un desvergonzado como tú —Lin Yao le apartó la mano de un golpe y señaló la rosa negra: —¡estás destinado a ser la esposa! ¿Te queda claro?

—Entendido —Guan Ze asintió con la cabeza, muy cooperativo.

Lin Yao vaciló por un momento, saltó del sofá, se sentó a horcajadas sobre Guan Ze y se sentó en su regazo, abrazando su cuello y susurró: —Esposa, déjame estar arriba la próxima vez. 

Guan Ze sonrió, no diciendo nada y tiró del cuello de su pijama hacia ambos lados. Después de lamer su pecho, Lin Yao inmediatamente contuvo la respiración y se sintió un poco confundido mientras se sostenía en el respaldo del sofá con sus manos. 

—Bien —Guan Ze levantó la comisura de su boca: —Me gustaría ver cómo reaccionas tan rápido a un simple toque.

—¡No puedo matarte! —Lin Yao golpeó el sofá con sus palmas. 

Guan Ze abrazó su cintura con fuerza y ​​​mordió su barbilla Justo cuando estaba a punto de tocarlo un par de veces más, sonó su teléfono. Y el tono de la llamada, lo deprimió un poco. 

—Contesta el teléfono —Lin Yao saltó hacia un lado y se reclinó en el sofá. El tono de la llamada le recordó algo; la última vez se olvidó de preguntar si había un tono de llamada especial para el número de Ning Juan. 

Guan Ze se colocó de pie de mala gana, tomó el teléfono que estaba sobre el zapatero y respondió la llamada: —Hola. 

—¿Estás en casa? —preguntó Ning Juan con su tono habitual, pero su voz sonaba un poco cansada.

—Mm, estoy en casa —respondió Guan Ze mirando la hora. Ya era tarde y Ning Juan no lo había llamado tan tarde desde que regresó a China. 

—¿Quieres bajar o subo yo?

—¿Ahora? —Guan Ze se sorprendió y miró a Lin Yao, que estaba acurrucado en el sofá: —¿Qué pasa?

—Quiero hablar contigo, ¿es conveniente? —Ning Juan parecía un poco decepcionada.

—Yo... —Excepto por cuestiones emocionales, Guan Ze casi nunca ha rechazado ningunas de las peticiones de Ning Juan, pero en lo que estaba pensando ahora es en cómo decirle a Ning Juan que no quería bajar. No quería que Ning Juan tuviera ideas, pero estaba aún menos dispuesto en dejar solo a Lin Yao en casa y más después de hacerlo en la cama, y salir corriendo a ver a Ning Juan. 

Lin Yao estaba seguro de que la otra persona al otro lado del teléfono, era Ning Juan. Ella era la única persona que podía hacer dudar a Guan Ze. 

Lin Yao no estaba particularmente preocupado por la relación entre Guan Ze y Ning Juan, pero no quería permanecer pasivo en esta situación para siempre. 

Se levantó del sofá, se acercó a Guan Ze, lo abrazó por la cintura y le susurró al oído: —Que sea otro día. 

Guan Ze acarició suavemente su espalda y dijo al teléfono: —Hoy es un inconveniente, te llamaré mañana.