Capítulo 2

─ No estoy segura.

Bianca, nos escuchó y se interpuso entre nosotros. Sus ojos estaban entrecerrados y su mano estaba ligeramente doblada.

─ Pero, Elpine.

─ ¿Si, hermana?

─ ¿Un joyero te vendió esta pulsera?

─ Uh… Tal vez.

─ ¿Cuento cuesta?

─ ¿Qué?

Las pupilas de Elpine empezaron a temblar como si se sintiera ansioso.

─ ¿Cuál es el precio de esta preciosa joya que le compraste a ese joyero? Si la compraste, debes de conocer su precio.

─ ¿Oh? Hum.

De repente todo se volvió extraño, Elpine comenzó a entrar en pánico y mirándola… entendió la verdad de inmediato.

Esa pulsera debe ser un poco más barata de lo que pensaba.

Dios, también me gustaría tener algo así. Me gustó el regalo.

─ Basta, hermana. Es de muy mala educación preguntar el precio delante de la persona que compro el regalo — Le dije a Bianca.

─ Ugh, soy una gran muchacha, no te metas.

Casi respondí cuando la puerta del comedor se abrió y alguien entró corriendo.

Era el mayordomo, estaba parado sosteniendo una bandeja con un gesto preocupado y sin dudarlo, camino hacia mi padre.

Esa bandeja plateada contenía una lista de cartas que debían revisarse de inmediato.

Cuando mi padre vio las cartas, se limpio la boca con una servilleta y frunció el ceño.

─ Parece que va a empezar antes de lo esperado.

Fue entonces cuando parpadee.

─ ¿En serio? — Dijo mi madre muy sorprendida — ¿No iba hacer la asistencia hasta la una?

─ Eso pensaba, pero parece que hay mucho que ver, deberías ir conmigo, creo que el Marqués Dame ya ha llegado al palacio imperial.

─ Entiendo — Murmuró mi madre.

Ante las palabras de mis padres, todos nos quedamos en silencio.

¿Qué estaba pasando?

─ Padre, ¿A dónde vas?

De repente, todos en la habitación me miraron.

¿Dije algo malo?

La incredulidad en los ojos de todos se sintió como una puñalada.

¿Qué estaba pasando?

Elpine frunció el ceño.

─ Al palacio imperial — Respondió mi padre.

─ ¡¿Qué?!

Mi boca se abrió, ¿Al palacio?

Salte de mi asiento.

─ ¿Por qué?

Bianca se rio, se levantó de su asiento y se puso el abrigo con ayuda de la criada que estaba detrás de ella.

Entonces note muchas cosas, todos estaban vestidos elegantemente desde esta mañana.

¡Pensé que solo querían disfrazarse!

─ Ira tú también debes venir con nosotros.

─ ¿Qué? ¿Por qué? ¿Por qué debería ir?

─ Oh, ¿De verdad no sabes que día es? — La incredulidad de mi padre me desconcertó.

─ No lo sé, ¿Qué día es?

─ Es una emergencia — Murmuró Elpine.

─ ¿Qué?

Me di la vuelta y grite:

─ ¡¿Qué quieres decir?!

─ Tengo que irme ahora — Elpine se rascó la mejilla.

─ Es la coronación, el día en que el príncipe Rubellus será el decimocuarto emperador de la Jihad.

─ ¡¿Qué?!

Salte de mi asiento nuevamente.

¡¿El emperador?!

¡El emperador!

No, por supuesto que era un príncipe y sería un procedimiento obvio para poder convertirse en el emperador. Por supuesto, era difícil y hoy es su gran coronación… ¡Ah!

─ ¡No! ¡No voy!

─ ¿Qué quieres decir? ¡La coronación es hoy! Toda la aristocracia del país ha estado esperando, en la capital, este día durante una semana.

¡Oh! ¡Entonces es por eso que había tanta gente en la capital!

─ ¡No! ¡No! ¡No voy! ¡No voy!

¡Yo no voy! ¡Yo no voy! Es que demonios, ¿Por qué debería ir?

─ Oh, papá, ¿Es que acaso no le dijiste nada? — Le preguntó Bianca con una sonrisa hacia mi padre.

¡Cierra la boca!

─ Irá, cariño, te lo dije hace tres meses.

¡¿Tres meses?!

Haces tres meses… ¿Cuándo ocurrió?

─ Fue en la mañana del día de la caza.

─ De ninguna manera…

Estuve apunto de negarlo y de repente de forma borrosa, recordé. Fue un día en una temprana mañana, mi padre menciono algo sobre este tema de la coronación.

Creo que le pregunté a dónde iba y me dijo que cuando llegara el momento, tendría que ir con él.

Estaba atónita y Elpine lo supo pues puso sus manos sobre mis hombros en un intento de consolarme.

─ Irá, despierta, no puedes evitar esto, tienes que ir.

─ Pero, hermano…

─ Tú tienes que ir.

Elpine me abrazo con firmeza mientras mi padre se dirigía a la puerta.

─ Escucha Irá, tienes que ir. Somos ciudadanos antes de ser hombres y mujeres. No olvides la obligación de la lealtad.

Los ojos de mi padre brillaron. Cada vez que habla de este país, veo el orgullo en sus ojos.

Lo conocía muy bien y se que esto le encanta.

Y también se, que no puedo vencer a mi padre.

─ Está bien — Susurré débilmente y sacudí mi falda con incomodidad.

Elpine acaricio mi mejilla como si quiera agradecerme en silencio.

Lo sabía, acaba de cavar mi propia mi tumba.

***

Soy Irá Waldenbiston, hija de una de las familias más prestigiosas del imperio. Antes, era una mujer pequeña que conocía la vergüenza y no…

Una mujer que lucha por mantenerse dentro del carruaje.

─ Realmente no quiero ir.

─ Oh, eres una desgracia. Llevamos media hora en la misma situación, me estoy cansando, si sigues así estarás en el carruaje con Bianca.

Lenniebonne Delion, apodada Lennie, la única hija del conde de Delion, futuro conde Delion y mi amiga.

Ella era la mejor persona que había conocido, desde niña hacía negocios como si fuera una adulta, por eso su padre muy orgulloso le dio todo, desde la herencia familiar, hasta su título.

Lennie era tan inteligente que se aseguro de que si alguna vez se casaba, su marido no heredaría nada, así que se las arregló para mantener alejados a los pretendientes malintencionados, que solo la querían por su riqueza. Ella quería a alguien que la quisiera por lo que era y no por su posición y su dinero.

Además tuvo la suerte de tener un padre compresivo y la ley de sucesiones, que otorgaba a las mujeres el derecho de votar y heredar títulos al mismo tiempo.

─ ¿Por qué tengo que ir?, Esto será vergonzoso — Me queje.

─ Has pasado la mayor parte de tu vida en el palacio ¿Y ahora te niegas a ir?

Empecé a golpear el cojín que tenía a mi lado.

─ ¡No eres un bebé! ¡Deja de hacer eso!

Lennie abrió la ventanilla del carruaje molesta. Atreves de la ventana abierta se veía la calle.

Toda la ciudad estaba muy colorida. Los rostros de la gente que llenaban las calles se encontraban con gestos de alegría.

Había personas tocando flautas, trompetas y personas con globos esparcidos por todo el lugar.

Ha pasado mucho tiempo desde que visite está animada ciudad. Todo precia muy tranquilo, hasta que un hombre que había pasado por nuestro carruaje levanto las manos y grito.

─ ¡Viva el emperador!

─ ¡Viva!

─ ¡Viva el emperador!

─ ¡Emperador Rubellus!

¡Oh mierda!

Tan pronto como escuche su nombre, cerré la ventana. Lennie y yo nos miramos en silencio

─…..

─ Por qué… ¡Bah! No voy a preguntar.

Ella me miró por un momento, luego se encogió levemente de hombros.

Mientras me acomodaba en mi asiento, colapsando por los nervios, no importaba cuánto trate de mantener la calma, era imposible no sentirme inquieta. El carruaje avanzo y pronto llego al palacio.

Los portadores y los guardias estaban parados frente a la puerta, verificando la identidad y posición de las personas en la entrada.

─ Puedes entrar.

Después de examinarnos, el guardia nos dejó pasar.

El carruaje comenzó a moverse nuevamente, más allá de la puerta del palacio, hasta que lentamente se colocó en la línea con los otros carruajes.

« Sonríe, Irá, eso es todo lo que te queda ahora, tu sonrisa. »

Traducción: Jenny

Corrección: Yua