Schubert, Franz - Paz vobiscum (La paz sea con vosotros) D 551
Franz Schubert (1797-1828)
Paz vobiscum D 551
La paz sea con vosotros
Texto: Franz Adolf Friedrich von Schober (1796-1882)
Traducción: Saúl Botero-Restrepo
"Der Friede sei mit euch!"
Das war dein Abschiedssegen.
Und so vom Kreis der Gläubigen umkniet,
vom Siegesstrahl der Gottheit angeglüht,
flogst du dem ew'gen Heimatland entgegen.
Und Friede kam in ihre treuen Herzen,
und lohnte sie in ihren größten Schmerzen,
und stärkte sie in ihrem Martertod.
Ich glaube dich, du großer Gott!
"Der Friede sei mit euch!"
So lacht die erste Blume
des jungen Frühlings uns vertraulich an,
wenn sie, mit allen Reizen angetan,
sich bildet in der Schöpfung Heiligtume.
Wen sollte auch nicht Friede da umschweben,
wo Erd' und Himmel rings um sich beleben,
und alles aufsteht aus des Winters Tod?
Ich hoff' auf dich, du starker Gott!
"Der Friede sei mit euch!"
Rufst du im Rosenglühen
des Himmels uns an jedem Abend zu,
wenn alle Wesen zur ersehnten Ruh'
vom harten Gang des schwülen Tages ziehen;
und Berg und Tal und Strom und Meereswogen,
vom weichen Hauch des Nebels überflogen,
noch schöner werden unter 'm milden Rot.
Ich liebe dich, du guter Gott!
“¡La paz sea con vosotros!”
Fue esta la bendición en su partida.
Y del grupo de los creyentes, que estaba de rodillas,
iluminado por el resplandor de la Divinidad triunfante,
volaste hacia la eterna patria.
La paz entró en sus fieles corazones,
los ayudó en sus grandes dolores
y los fortaleció en el martirio.
¡Creo en ti, gran Dios!
“¡La paz sea con vosotros!”
Así nos sonríe confiada la primera flor
de la joven primavera,
cuando revestida con todos sus encantos
aparece en el santuario de la creación.
¿Quién no siente flotar la paz
si a su alrededor la Tierra y el cielo lo confortan
y todo resucita de la muerte invernal?
¡En ti espero, Dios fuerte!
“¡La paz sea con vosotros!”
Nos llamas en el fulgor rosa
del cielo cada tarde,
cuando todos los seres al anhelado descanso
del duro trabajo del pesado día van,
y la montaña, el valle, el río y las olas marinas,
sobrevolados por el leve soplo de la bruma,
son aún más bellos bajo el suave resplandor rojizo.
¡Te amo, bondadoso Dios!
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