Schubert, Franz - Der König in Thule (El rey de Tule) D 367

Franz Schubert:

Der König in Thule,

El Rey de Tule

D 367

 Texto: Johann Wolfgang von Goethe

(Canción de Margarita en el primer Fausto)

Traducción: Saúl Botero-Restrepo

 

Es war ein Konig in Thule

gar treu bis an das Grab,

dem sterbend seine Buhle

einen goldnen Becher gab.

 

Es ging ihm nichts darüber,

er leert’ ihn jeden Schmaus;

die Augen gingen ihm über

so oft er trank daraus.

 

Und als er kam zu sterben,

zählt’ er seine Städt’ im Reich,

gönnt alles seinen Erben,

den Becher nicht zugleich.

 

Er saß beim Königsmahle,

die Ritter um ihm her,

auf hohem Vätersaale,

dort auf dem Schloß am Meer.

 

Dort stand der alte Zecher,

trank letzte Lebensglut,

und warf den heil’gen Becher

hinunter in die Flut.

 

Er sah ihn stürzen, trinken

und sinken tief ins Meer.

Die Augen täten ihn sinken;

trank nie einen Tropfen mehr. 

Hubo una vez en Tule un rey,

que hasta la tumba fue fiel,

al que su amada al morir,

su copa de oro dejó.

 

Nada le era más querido,

la usaba en los banquetes

y los ojos se le aguaban

cada vez que la bebía.

 

Y cuando ya iba a morir,

las ciudades de su reino

y todo legó en herencia,

mas no la copa querida.

 

Se sentó a la mesa real

entre sus caballeros,

en la alta sala ancestral

del castillo junto al mar.

 

De pie el viejo bebedor

el último sorbo apuró

y lanzó la sacra copa 

al oleaje abismal.

 

Él la vio caer, hundirse,

hasta perderse en el mar.

Cerró los ojos entonces,

para ya no beber más.

Comentario del pianista y musicólogo Graham Johnson

en la grabación del sello Hyperion

He aquí una musicalización que le habría gustado a Goethe, si hubiera tenido ocasión de que la interpretaran en su presencia. Fue incluida en la selección de canciones de Schubert enviadas al poeta en 1816. Parece haber sido inspirada por la canción de Zelter de 1812, escrita en la menor, en forma deliberadamente arcaica y con un toque modal para representar el mundo gótico de Fausto y la simplicidad de Margarita, que es quien la canta en la primera parte de la obra, mientras reflexiona sobre su encuentro con Fausto (escena VIII).

La versión de Schubert eclipsa, desde luego, a la de Zelter. El vienés de diecinueve años derrota al serio y viejo berlinés, pero no en forma tan rotunda que no podamos admirar el homenaje que en cierto modo le hace. El texto estrófico está musicalizado, más o menos re menor, la tonalidad de la muerte, pero hay una ambigüedad armónica que disfraza y oscurece la tonalidad verdadera. Por ejemplo, la frase inicial de ocho compases comienza en la subdominante y termina en la dominante con la sensible sin sostenido. Quizás por analogía con el hecho de que cuando los reyes van a morir nadie lo cree, ni se habla abiertamente de ello. La melodía es extraordinariamente simple, triste e hipnóticamente bella. Es como una canción folklórica intemporal recogida fresca en los campos de la imaginación de Schubert.

Como toda obra de arte de sustancia tan simple, constituye una perpetua incógnita, pues la canción puede ser interpretada de muchas maneras. Desde el punto de vista del contexto original, Margarita no es una artista, ella solo susurra una vieja balada.

Der König in Thule se refiere al último y desesperado lazo de un hombre con el amor, en este caso un objeto de valor sentimental que no puede ser llevado más allá de la tumba. La canción es vista aquí como una lección de constancia, de la amarga soledad del desamparo y de la inutilidad de la prosperidad y el poder cuando el amor ya no es parte de la vida.

El Erlkönig era un interludio del signspiel Die Fiescherin, ¿pero quién osaría cantar el Erlkönig con el espíritu flemático de su contexto original, una cantinela mientras se remiendan redes a la orilla del mar? 

NT: Hay también un comentario importante en el libro de Fischer-Dieskau, Los Lieder de Schubert, Alianza Editorial, aunque la traducción española está plagada de errores.