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Unos minutos antes…
“¡Carajo, van a explotar!” Pensó Bryan desesperado mientras daba una orden mental a sus dos criaturas para que estuviesen alertas.
Y es que, atrapado en el medio de aquella jaula formada por el enjambre de elementales explosivos no parecía haber escape posible.
Atrapado en medio de aquella jaula formada por el enjambre de elementales explosivos, la posibilidad de escapar parecía nula. Afortunadamente, no hacía mucho que había estado luchando contra el Zombi Élite de Fuego, y la Esencia Mágica todavía fluía con fuerza en su sistema nervioso. Sus sentidos se agudizaron de inmediato al entrar en un estado de concentración extrema, en el que el tiempo pareció detenerse. Solo gracias a ello logró formular el mejor plan posible antes de volverse hacia la única vía por la que podía salir de aquella trampa mortal: el túnel por el que acababa de salir.
La Ejecución del Enjambre Ígneo abarcaba un territorio extenso, pero aún había una posibilidad de que pudiera escapar en aquella dirección. Sin embargo, quedaba un problema.
Los Zombis Elementales, aunque mucho más rápidos y poderosos que cualquier otra Criatura Oscura semejante, no alcanzarían a huir a tiempo. Bryan tampoco estaba seguro del alcance de la explosión que desataría aquella magia ni de si podrían resistirla.
Sin tiempo para conjurar, Bryan se giró y golpeó con ambas palmas a sus dos Zombis Elementales con toda la fuerza que pudo reunir, lanzándolos hacia el túnel. Acto seguido, dio un pisotón en el suelo y desató todo su poder para utilizar el Paso Sombrío.
Estaba corriendo un riesgo enorme. Bryan no conocía el terreno con precisión y tampoco contaba con la ayuda de los Generales Espectrales para orientarse. En circunstancias semejantes, utilizar el Paso Sombrío podía ser terriblemente peligroso, quizás incluso fatal. Pero no tenía opción.
Su visión se desenfocó y los contornos de la realidad convirtiéndose en una vorágine de sombras alargadas conforme su percepción se redujo. En ese momento apenas podía distinguir lo que tenía delante, pero sintió claramente cómo, a sus espaldas, los cientos de pájaros comenzaban a expulsar oleadas de calor que culminarían en una explosión devastadora.
“¡Rápido!” Gritó en su interior.
De repente, vio unas sombras frente a él: las siluetas de sus dos Zombis, todavía retrocediendo por el impacto de su golpe. En un parpadeo, ya estaba sobre ellos. En un acto reflejo, estiró ambos brazos y los atrapó por el pecho con una fuerza brutal, arrastrándolos consigo en su embestida vertiginosa.
El túnel estaba cerca, pero las rocas y paredes pasaban a su lado como espectros oscuros, amenazando con despedazarlo si cometía el más mínimo error. Cada fracción de segundo contaba.
“¡Más rápido!” Se urgió a sí mismo, exprimiendo hasta el último vestigio de energía en su cuerpo. El aire ardía contra su piel, y la presión en sus oídos se intensificó hasta volverse insoportable. Sentía que su cuerpo apenas respondía, como si estuviera al borde de desintegrarse por la velocidad. Pero no podía frenar. En ese momento suplicó a todos los dioses para que lo ayudasen a ingresar en el túnel en lugar de estrellarse contra las paredes rocosas.
La diosa fortuna resultó estar de su lado: Bryan logró introducirse en el pasillo descendente excavado por Crisaor justo antes de la explosión, atravesando la entrada con la fuerza de un proyectil y deslizándose varios metros bajo tierra. Pero la velocidad que lo había salvado ahora se convertía en su peor enemigo.
Bastaba un error de apenas medio grado en su trayectoria para provocar una catástrofe.
Las paredes del túnel pasaban a su lado como líneas deformadas, y su mente apenas podía procesar los detalles a su alrededor. No tuvo oportunidad de reaccionar cuando una saliente rocosa surgió de la nada.
No supo en qué momento se estrelló. Solo un impacto demoledor. De repente, la oscuridad lo envolvió y el mundo comenzó a dar vueltas en un torbellino de caos y vértigo.
Ni siquiera alcanzó a registrar el dolor de su piel desgarrada o de sus huesos fracturándose… O mejor dicho, no tuvo tiempo de sentirlo, porque en ese instante, la devastadora onda expansiva de la Ejecución del Enjambre Ígneo lo engulló y lo lanzó con una violencia inhumana hacia el interior del túnel.
Ese realmente pudo haber sido su final: herido y sepultado bajo los escombros. Pero, afortunadamente, no estaba solo.
Las Criaturas Oscuras finalmente comprendieron lo que ocurriría y entraron en acción. Aunque aún era empujado por Bryan, el Zombi Élite de Tierra comenzó a derrumbar el túnel a medida que avanzaban, con la esperanza de bloquear la onda expansiva. Sin embargo, pronto se dio cuenta de que no lo lograría a tiempo. Fue entonces cuando el Zombi Élite de Fuego se preparó para soltar su grito de calor. Tal vez había intuido instintivamente que una explosión desatada en el momento preciso podía contrarrestar otra que ocurría en simultáneo, aunque lo más probable era que simplemente intentara ayudar a su hermano a sellar el túnel.
Fuera cual fuese su intención, la maniobra definitivamente los ayudaría. Solo había un problema: el cuerpo de Bryan estaba inconsciente justo frente a ellos, vulnerable y expuesto, moviéndose por pura inercia.
El desenlace pudo haber sido desastroso, pero el Zombi Élite de Tierra no había desperdiciado su tiempo en el Inframundo: ahora era mucho más inteligente. Sin dudarlo, extendiendo su larga lengua y la envolvió alrededor de la cintura de Bryan, tirando de él con brusquedad para colocarlo detrás de ambos zombis, justo un tiempo para evitar que la onda de calor lo golpease de lleno.
A pesar de la rapidez con la que escaparon, el derrumbe controlado y la explosión de calor, el impacto del Funeral del Enjambre Ígneo los sacudió con una violencia indescriptible.
Desde el interior del túnel, el estruendo fue ensordecedor, como si el cielo mismo estuviera cayendo sobre ellos. Un aluvión de explosiones sacudió la tierra sin tregua. Bryan despertó justo a tiempo para sentir cómo su propio cuerpo era sacudido como una hoja en mitad de un huracán subterráneo. El túnel gemía y crujía, temblando con cada nueva detonación. La presión en sus oídos se volvió insoportable; por un instante, creyó que sus tímpanos iban a reventar justo antes de volver a desmayarse.
Lo único que los salvó fue el poder del Zombi Élite de Tierra, que alcanzó a ponerse de pie en el momento preciso. Bajo su poder, las paredes vibraban como si estuvieran vivas, compactándose para contrarrestar las ondas expansiva, dejando escapar estruendosos crujidos antes de que toneladas de roca comenzaran a desmoronarse a su alrededor.
Luego, el silencio.
Un silencio sofocante, muerto, como si la tierra misma hubiera quedado sorda tras la catástrofe.
De este modo permanecieron enterrados bajo tierra por un largo tiempo, hasta que finalmente Bryan despertó.
Todavía aturdido y adolorido, ordenó al Zombi Élite de Tierra que encontrara un camino alternativo para escapar de aquel lugar.
Afortunadamente, la misma explosión que casi los había matado también había ablandado el terreno, lo que les permitió salir con relativa facilidad. Sin embargo, no quedaron ilesos. Bryan en particular sufría el dolor de tener varias costillas rotas, partes de su armadura estaban destrozadas y su cuerpo entero estaba cubierto de tierra, dándole un aspecto lamentable. Encima la parte de su cintura que había entrado en contacto con la lengua del Zombi Élite de Tierra tenía rastros de ácido que en ese momento estaba corroyendo su cinturón.
“Completamente humillante.” Pensó Bryan con furia contenida, lanzándole una mirada de odio al zombi mientras se quitaba los pantalones y sacaba una nueva prenda para vestirse. Sin embargo, al final decidió no expresar su descontento. Después de todo, la criatura le había salvado la vida.
Además, sabía que su atacante debía de ser un mago formidable. Por ello, su primer instinto fue huir de inmediato. Ni siquiera se atrevió a invocar Apariciones ni a conjurar Revelar Vida para rastrearlo, pues eso podría delatar su posición. Pero entonces, el destino le jugó una nueva carta: divisó a lo lejos al grupo de Cabiria… y su mente se llenó por completo de intenciones asesinas.
“¡Mataré a esa maldita bruja!” Pensó, sin darse cuenta de lo irracional que estaba siendo.
Al menos, algo bueno había surgido de todo este desastre: el Zombi Élite de Fuego ahora parecía mucho más dispuesto a cumplir sus órdenes. Quizás lo había impresionado su velocidad, o tal vez entendió que su creador intentó salvarlo. Fuera cual fuese la razón, esa nueva actitud permitió que la emboscada saliera a la perfección.
******
Bryan se lanzó al ataque, irrumpiendo como una sombra letal. En un solo movimiento, atravesó la cabeza de un Caballero de la Tierra desprevenido que luchaba por aferrarse al borde de la trampa de arena. Sin perder el ritmo, usó su mano libre para sujetarlo con firmeza.
- Asimilación Vital. -
Rápidamente, el conjuro de Magia Demoníaca consumió la energía de su víctima antes de que su corazón dejara de latir por completo. Al instante, las heridas de Bryan se cerraron y el dolor se desvaneció como si nunca hubiera existido.
El ataque, brutal y despiadado, no dejó ni siquiera las cenizas de su enemigo, pues el cuerpo del Caballero de la Tierra se desintegró en un parpadeo. El horror se apoderó del grupo de Cabiria. Sus rostros palidecieron y sus miradas reflejaron un terror absoluto ante aquella magia impía, aterradora… y lo peor de todo: completamente desconocida para ellos. Ni siquiera la Gran Maga parecía comprender lo que acababa de presenciar.
- Oh, no lloren por su amigo. - Dijo Bryan con una sonrisa diabólica, sintiendo cómo el poder recorría cada fibra de su ser.
Y antes de que alguno de ellos pudiera reaccionar, agregó con una voz cargada de malicia:
- ¡Lo salvé del destino de ver lo que pienso hacer con ustedes! -
Por un instante, el silencio se mantuvo entre ambos bandos, cargado de una tensión sofocante. Pero entonces, uno de los Caballeros de la Tierra desenvainó su espada con un movimiento decidido y lo apuntó hacia Bryan con desafío. Su cuerpo entero se iluminó con un Aura de Batalla abrasadora.
- ¡Itálico miserable! ¡Antes de lágrimas, prefiero honrar a mi compañero derramando tu sangre en su honor y luego alimentaré a mis perros con tu cadáver! -
Sus palabras fueron como un hechizo que hizo ascender la voluntad de sus aliados. Al instante, los tres Caballeros restantes desenvainaron sus armas: una espada, un hacha y una lanza. El aire se cargó de hostilidad.
Mientras tanto, Cabiria se elevó varios metros con Levitación y, con un gesto ágil, sacó un cetro majestuoso de su Anillo Espacial. Su mirada se clavó en Bryan con frialdad mientras ordenaba:
- Rodéenlo y corten sus vías de escape. Pero cuidado que es más fuerte de lo que parece a pesar de ser un mago. ¡La mejor estrategia es abrumarlo! -
- No hay problema. - Dijo uno de los caballeros, mirando a Bryan con una sonrisa despectiva y añadió con seguridad: - ¡Lo superamos en número! -
Pero en lugar de mostrarse intimidado, Bryan levantó una ceja con una sonrisa divertida y dirigió su mirada directamente al Caballero que acababa de hablar.
- ¿Quién está en “inferioridad numérica”? - Preguntó el aludido, con una sonrisa desafiante.
En ese mismo instante, la tierra tembló y un agujero se abrió a unos metros frente al nigromante, desatando una densa nube de polvo que bloqueó la visión de sus oponentes.
Naturalmente, los Caballeros no se dejarían sorprender tan fácilmente. Uno de ellos desató un pulso de Aura de Batalla, disipando la nube en un instante. Pero lo que nadie esperaba era que, al despejarse la vista, el Zombi Élite de Fuego ya estaba allí, con las fauces abiertas, listo para desatar una brutal onda de calor.
Aunque la energía que cubría sus cuerpos impidió que sufrieran heridas graves, su defensa estaba reducida porque anteriormente se habían quitado sus armaduras. Por eso no pudieron resistir la embestida y fueron arrojados hacia atrás por la fuerza calorífica.
Cuando lograron reincorporarse, la situación ya había cambiado drásticamente: Cinco Caballeros del Mal los observaban en silencio, junto con un pelotón de cincuenta Guerreros Zombis, dos Abominaciones y los Zombis Elementales de Fuego y Tierra. Todos aguardaban con ansias el combate.
- Esa alabarda me resulta familiar. ¿Eres Khaal'Qtza? - Pregunto Bryan con un tono curioso al fijarse en el Caballero del Mal más grande entre todos ellos.
El aludido no respondió, pero golpeó su arma contra el enorme escudo de torre que llevaba para indicar que en efecto se trataba de la misma entidad que Bryan había invocado en el Colegio de Magos para obtener el grado de Archimago.
- Excelente, excelente… - Murmuró Bryan asintiendo.
Pero entonces, su expresión se tornó sombría y su voz resonó con furia:
- ¡Maten a estos perros! -
Las Criaturas Oscuras rugieron al unísono y se lanzaron a la carga.
Al mismo tiempo, Bryan fijó su mirada en Cabiria. Sin dudarlo, dio un potente pisotón y, con un impulso explosivo, se elevó en su dirección.
Sabía que se estaba enfrentando a una Gran Maga de Fuego, pero no estaba demasiado preocupado porque su reciente lucha contra Elena Teia aún estaba fresca en su memoria. Es cierto que la Archimaga de Helénica era mucho más joven, pero gracias a su capacidad única para fusionarse con esa Fénix, se convirtió temporalmente en una Cuasi Suprema, una entidad de un poder superior al de una Gran Maga como Cabiria.
A pesar de todo, Bryan había vencido en esa lucha, y eso que en aquel momento no tenía consigo a su espada mágica, el Desgarrador Sombrío.
Por eso eligió un ataque frontal, aprovechando al máximo la fuerza sobrehumana de su cuerpo para lanzar un golpe letal. Quizás la Gran Maga intentaría defenderse con llamas, pero incluso el fuego necesitaba un instante antes de causar daño.
Bryan sabía que podía matarla en menos de un par de segundos.
Sin embargo, cuando estuvo lo bastante cerca como para ver el blanco de sus ojos, notó que Cabiria chasqueaba los dedos. Instintivamente retrocedió y protegió su rostro con ambos brazos. Un instante después, una oleada de aire abrasador lo golpeó con tal fuerza que lo lanzó varios metros hasta estrellarlo contra las ramas de un árbol.
“¡Es como la explosión de calor de mi Zombi de Fuego, pero mucho más potente y extensa!” Pensó Bryan, agradeciendo haber reaccionado a tiempo. De otro modo, sus ojos habrían sufrido daños graves.
Cuando levantó la vista, vio a la Gran Maga flotando a gran altura, observándolo con una sonrisa. Simultáneamente aparecieron varias llamas con forma de orbe a su alrededor.
“Mierda.”
Sabiendo lo que se avecinaba, Bryan se lanzó de inmediato entre los árboles, buscando mantenerse cubierto mientras avanzaba, buscando reducir la distancia. Apenas unos segundos después, una lluvia de bolas de fuego descendió con un poder destructivo abrumador. Cabiria no le apuntaba directamente, sino que arrasaba el follaje, eliminando cualquier posible refugio.
Pero aquello solo fue el inicio. Tras la primera oleada, Bryan notó que tres Elementales de Fuego en forma de pájaro lo perseguían. Eran más grandes que las del Funeral del Enjambre Ígneo, pero mucho más rápidas y precisas. Detrás de ellas, como si fueran rastreadores guía, comenzaron a caer otros conjuros ofensivos, cada vez más certeros.
- ¡Tengo que acabar con esto rápido! - Exclamó Bryan, acelerando aún más.
Con mucha habilidad, consiguió esquivar una serie de explosiones que hicieron saltar astillas de madera y fragmentos de roca a su alrededor. Entonces, convencido de que ya estaba lo suficientemente cerca, dio un pisotón en el suelo y se impulsó hacia arriba con una fuerza brutal.
Al mismo tiempo, conjuró un enjambre de Gárgolas para ocultar su silueta en el aire y, desde las sombras de sus propias invocaciones, preparó varios conjuros de Lanzas de Hueso contra la Gran Maga.
Pero entonces, cuando sus ojos finalmente se enfocaron en ella... no podía creer lo que veía.
La anciana estaba levantando su báculo y alrededor de todo su cuerpo se arremolinó un torbellino de energía calórica pura, tan intensa que distorsionaba el aire a su alrededor. No eran llamas exactamente, sino algo mucho peor.
Bryan se quedó quieto y dejó que los cientos de Gárgolas volaran solas hacia su objetivo… solo para verlas arder por completo en cuestión de segundos. Sus Lanzas de Hueso sufrieron el mismo destino, desintegrándose antes de acercarse. Era una prueba innegable de que la temperatura alrededor de Cabiria era una de las más elevadas jamás generadas por magia.
Cabiria lo miraba con desdén. Tenía la expresión de alguien que sabía que su enemigo no poseía nada capaz de dañarla.
- ¿Recuerdas el Pergamino Antiguo que usé cuando nos conocimos para abrir el dominio del Ifrit? - Preguntó con una sonrisa condescendiente: - Contenía un conjuro de Magia Espacial. Como no dominó ese elemento, tuve que gastar cuatro veces más poder del necesario para activarlo. También me guardé muchos trucos porque sabía que necesitaría otro para escapar y luego salir con la vida del Bosque Oscuro. Lo que intento decirte, mocoso insolente, es que no tienes ni idea de lo que soy capaz de hacer. -
Frente a ella, la energía comenzó a transformarse en algo que brillaba como el fuego, pero su naturaleza era extraña: a la vez líquida e incandescente, con una superficie que fluctuaba como metal derretido. Al principio eran solo unas gotas o quizá fragmentos, pero comenzaron a multiplicarse a una velocidad aterradora.
Bryan vaciló un instante, pero finalmente decidió lanzar una Bola de Fuego Glacial Místico en su variante púrpura. Pero, por primera vez, contempló con alarma cómo el frío cedía ante el calor. Su llama congelante desapareció en cuanto tocó la sustancia.
- Creíste que tenías ventaja por alejarme de esos Caballeros de la Tierra? ¡Nada más lejos de la verdad! - Dijo Cabiria, soltando una carcajada: - Esos inútiles no son mis escoltas, sino mis vigilantes. Espías de mi patria enviados para informar de mis movimientos. Matarlos me quedaría mal, ¿entiendes? Pero gracias a que me diste una excusa para alejarme de ellos… ahora puedo desatar todo mi poder sin preocuparme por las consecuencias. -
Mientras Cabiria se burlaba, aquella sustancia seguía tomando forma. Tonos dorados y anaranjados danzaban en su interior, entremezclándose con destellos de azul y violeta que chisporroteaban en los bordes como relámpagos atrapados.
- El fuego ordinario se apaga con el tiempo… - Prosiguió explicando Cabiria, con una sonrisa maliciosa mientras moldeaba su conjuro: - Pero al fusionarlo con la Quintaesencia, es posible exaltarlo más allá del mundo físico. Se convierte en un ser hambriento que devora todo sin piedad. ¡No hay magia ni carne que pueda resistirlo! -
Finalmente, aquella sustancia adoptó la forma de un remolino de energía en flujo constante, con Cabiria en su centro. Su era resplandor tan intenso que Bryan no podía mirarlo directamente. Se movía de un modo imposible, a la vez como agua y roca líquida.
Solo había visto algo parecido una vez… en un documental sobre los movimientos del sol.
- ¡El Quinto Estado del Fuego! - Exclamó Cabiria, extrayendo un fragmento de aquella sustancia.
- ¡Carajo, es Plasma! - Gritó Bryan, dándose media vuelta.
El plasma es el cuarto estado de la materia, una sustancia tan caliente que los átomos se descomponen en un mar de electrones y núcleos, generando un flujo de energía radiante y extremadamente destructivo.
En teoría, un torbellino de plasma en un ambiente con atmósfera quemaría el aire circundante, ionizándolo y desatando reacciones en cadena peligrosísimas. Bryan no tenía idea de cómo Cabiria podía controlar aquella cosa. Quizás lo mantenía dentro de un campo mágico que evitaba la dispersión de energía o tal vez la Quintaesencia tenía algo que ver.
Fuera como fuese, no había nada que pudiera hacer contra eso. Incluso si usaba todo el poder de su Esencia Mágica para generar fuego congelante, no tenía garantía de que consiguiese superar aquel calor. Pero lo peor de todo era que, incluso si de algún modo lograba hacerlo y Cabiria perdía el control de esa energía...
No era imposible que toda la zona se convirtiera en un mar de llamas.
Además, estaba muy ocupado sobreviviendo.
- ¡Muere! - Gritó Cabiria, agitando su cetro.
En respuesta, una lluvia de gotas de plasma trazó estelas de luz en el aire y voló hacia Bryan, quien apenas consiguió esquivarlas con su velocidad y reflejos. Todo lo que tocaban quedaba fundido o pulverizado en micro explosiones. El humo de un incendio generalizado comenzó a envolverlo todo, dificultando cada vez más sus movimientos. El cielo se llenó de rastros ardientes que cruzaban el aire como meteoros en plena tormenta.
“¡Maldita sea! ¡El Ígneo Concatenado no es nada en comparación a esto!”
Y no se equivocaba. Helena Teia, en su estado de Cuasi Suprema, poseía un poder muy superior al de un Gran Mago, pero su experiencia y años de vida palidecían ante los de Cabiria. Su comprensión de las leyes que regían la Magia de Fuego era mucho más refinada. Al crear una nube de plasma incandescente, podía defenderse y atacar al mismo tiempo con una precisión aterradora.
“No puedo seguir a la defensiva.”
Bryan sujetó el Desgarrador Sombrío y comenzó a imbuirlo con todo el poder de su Fuego Glacial Místico púrpura. Su intención era atacar a Cabiria por la espalda, aprovechando alguna abertura en su defensa. El problema era que estaba demasiado lejos y ya no contaba con sus Espectros Oscuros para vigilar los ángulos fuera de su campo de visión. Tendría que confiar completamente en su espada.
Sin embargo, en ese momento escuchó un estruendo. Al volverse, vio algo parecido a una nube acercándose por el horizonte… pero se movía demasiado rápido y, lo más extraño, contra el viento.
“¡Criaturas Mágicas!”
Existía una razón por la que nunca era seguro volar demasiado tiempo sobre el Bosque Oscuro. Bryan sonrió mientras entornaba los ojos, sin dejar de esquivar en ningún momento. Así, pudo distinguir con claridad un grupo de veinte Arpías acercándose a toda prisa, cada una con un brillo asesino en la mirada. Era evidente que habían decidido devorar a Cabiria, ya fuera por la inmensa energía mágica que irradiaba o por el brillo hipnótico del Quinto Estado del Fuego.
En cualquier caso, aquello era una bendición para Bryan. Una vez que las Arpías elegían a su presa, su naturaleza obsesiva las obligaba a perseguirla hasta las últimas consecuencias.
- Gusanos insignificantes. - Murmuró la Gran Maga, en cuanto notó a aquellas bestias.
Cabiria agitó su cetro con un movimiento sutil, y al instante, una nueva oleada de gotas incandescentes salió disparada en todas direcciones. La energía ardiente surcó el aire como una lluvia de estrellas fugaces, dejando estelas luminosas tras de sí. Pero las Arpías no eran criaturas torpes ni presas fáciles. Con una destreza inhumana, viraban en el aire con elegancia aterradora, esquivando la mayoría de los proyectiles sin esfuerzo. Solo unas pocas, aquellas que habían sido demasiado confiadas o se encontraban mal posicionadas, fueron alcanzadas. Sus cuerpos se estallaron en una lluvia de cenizas y plumas calcinadas, pero el resto del enjambre siguió su curso con una agresividad aún mayor, cerrando rápidamente la distancia con la Gran Maga.
Cabiria chasqueó la lengua, irritada por la resistencia de aquellas bestias. No era un problema de poder, sino de eficiencia. La Gran Maga decidió que no podía perder más tiempo jugando a cazar insectos uno por uno. Alzó su báculo con ambas manos acumuló una cantidad abrumadora de plasma alrededor de la punta. La sustancia fluctuaba entre el líquido y el fuego sólido, retorciéndose como si poseyera vida propia. Luego, con un brusco golpe del cetro, desató aquella energía en un torrente abrasador que avanzó en línea recta, un caudal incandescente que fluctuaba en intensidad como si se tratase de una tormenta solar canalizada.
El haz de plasma obligó a las Arpías a reagruparse. Al principio intentaron esquivar individualmente, pero al ver que la luz ardiente se extendía y se curvaba para seguirlas, comenzaron a volar más juntas, intentando encontrar huecos entre los destellos para no quedar atrapadas. El aire se llenó de chillidos y ráfagas de viento caótico provocadas por los bruscos cambios de dirección de las bestias. Cabiria sonrió al notar el efecto de su táctica. El flujo de fuego las empujaba justo a donde ella quería.
Cuando finalmente el enjambre se agrupó lo suficiente, la Gran Maga dejó de canalizar la corriente y extendió una mano hacia la masa de criaturas. En un instante, el Quinto Estado del Fuego cambió de forma una vez más. La corriente brillante se contrajo y giró sobre sí misma, concentrándose en una esfera densa que flotaba sobre su palma. Luego, con una expresión de absoluta autoridad, Cabiria agitó los dedos y el plasma se estalló en una ola expansiva que se extendió en todas direcciones como una explosión silenciosa.
El cielo se iluminó con un resplandor cegador. La oleada ardiente alcanzó a las Arpías antes de que pudieran reaccionar, devorando sus cuerpos en cuestión de segundos. No hubo gritos, solo la fugaz imagen de sus siluetas desintegrándose en la luz. Las pocas que lograron reaccionar a tiempo se vieron atrapadas por las ráfagas residuales de calor, cayendo en espirales humeantes hasta perderse en la profundidad del bosque. Cuando el resplandor se disipó, solo quedó la Gran Maga, flotando sobre un aire distorsionado por el calor residual, con su cetro aún resplandeciente entre sus manos.
Cabiria exhaló con satisfacción al ver las cenizas de las Arpías dispersarse en el aire. No quedaba rastro de aquellas molestas bestias, salvo un leve fulgor incandescente en el cielo. Sin embargo, en su prisa por destruirlas, lamentó haber desperdiciado materiales valiosos. Las garras, los corazones y las plumas de las Arpías tenían propiedades mágicas que podían haber sido aprovechadas, pero ahora todo estaba carbonizado, reducido a un polvo inútil. Chasqueó la lengua con molestia, pero no tuvo mucho tiempo para lamentarse.
En ese momento, un destello púrpura a su derecha la obligó a girarse. Bryan descendía como un proyectil, envuelto en una corriente feroz de fuego congelante, con su Desgarrador Sombrío brillando con un resplandor helado. La espada vibraba con una intensidad aterradora, completamente saturada con el poder de su portador.
Cabiria reaccionó al instante, elevando su báculo y desatando un chorro de plasma en su dirección. La columna de fuego ardiente rugió hacia Bryan, pero el guerrero no titubeó. Con un giro preciso, lanzó una oleada de su llama púrpura concentrada y magnificada. La energía helada impactó contra el plasma y, por primera vez, consiguió abrirse paso, dividiéndolo en estelas erráticas que se disiparon en el aire.
Aprovechando el momento, Bryan hizo algo inesperado: con un movimiento seco, arrojó su espada directamente contra Cabiria. La Gran Maga reaccionó velozmente, inclinando el cuerpo para esquivarla y la hoja negra pasó a su lado con un silbido mortal, pero ella no se preocupó. Lo que sí le inquietó fue lo que ocurrió después. En el mismo instante en que la espada pasó de largo, una densa nube de Niebla Negra surgió de la nada, envolviendo todo el espacio abajo suyo con una oscuridad impenetrable.
Al mismo tiempo, desde las sombras, estallaron múltiples bolas de fuego púrpura, directamente contra la Gran Maga.
Cabiria no podía ver a Bryan, pero sabía que seguía allí, oculto entre la bruma. Sin perder la calma, levantó su mano libre y expandió el Quinto Estado del Fuego, creando un muro incandescente que bloqueó cada una de las llamas congelantes. Luego, con movimientos precisos, comenzó a lanzar ráfagas de plasma hacia la nube oscura, disparando a ciegas para obligar a su enemigo a moverse. Bryan logró esquivar por poco, pero algunas de las descargas estuvieron cerca de alcanzarlo.
La Gran Maga sonrió con desdén.
- ¿De verdad creíste que una simple niebla me detendría, mocoso? - Cabiria chasqueó los dedos y sus ojos comenzaron a brillar con un resplandor rojizo: - ¡Clarividencia Ígnea! -
De inmediato, su visión cambió. A través de la nube oscura, pudo ver las siluetas difusas de los árboles, los restos ardientes de las Arpías y, más importante aún, la figura de Bryan, resplandeciente con su propio calor corporal. La niebla ya no era un obstáculo. Cabiria alzó su cetro con malicia, lista para terminar el combate con el siguiente ataque.
Pero entonces, desde las profundidades de la Niebla Negra emergió un nuevo terror. Un sonido gutural, húmedo y reptante estremeció el aire cuando la Sierpe del Abismo tomó forma. Su cuerpo, tan largo como una anaconda descomunal, flotaba con un movimiento sinuoso, como si nadara en el aire mismo. La colosal mandíbula que la caracterizaba estaba bien abierta para devorar el corazón de Cabiria.
La Gran Maga reaccionó con velocidad, dirigiendo un torrente de plasma incandescente hacia la criatura. La energía la alcanzó de lleno, quemando su carne abisal y aparentemente destruyéndola en cuestión de segundos. Sin embargo, en el mismo instante en que la Sierpe parecía haber sido destruida, su carne ennegrecida se reconstituyó con una velocidad absurda. El cuerpo carbonizado se regeneró de inmediato, como si la magia de Cabiria no hubiese tenido efecto alguno. La bestia se abalanzó sobre ella otra vez, forzándola a retroceder.
Cabiria frunció el ceño, irritada. Con cada nueva embestida, la criatura regeneraba las partes calcinadas antes de que pudiera darle el golpe final. No podía permitir que un engendro de ese calibre siguiera rondando. Con una expresión furiosa, la Gran Manga canalizó una cantidad masiva del Quinto Estado del Fuego, de manera que cubriese completamente a la Sierpe del Abismo. Esta vez, el impacto fue devastador. Durante un segundo, la criatura se retorció con espasmos violentos, pero entonces su forma se desintegró por completo, como si nunca hubiese existido.
Cabiria dejó escapar un suspiro de alivio, pero su instinto la alertó. Algo iba mal. Fue entonces cuando sintió un peligro repentino detrás de ella. Sin previo aviso, el Desgarrador Sombrío reapareció, volando en su dirección como un proyectil traicionero. Bryan había calculado cada movimiento con precisión, dejando que la atención de la Gran Maga se fijase en él para que no notase cuando su espada regresara a su mano… pero no antes de intentar atravesarla por la espalda. Al mismo tiempo, desde el frente, Bryan disparó una ráfaga de Fuego Glacial Místico, forzándola a elegir entre dos amenazas mortales. Además, como la mayoría del plasma fue enviado lejos por Cabiria para destruir a la Sierpe del Abismo, existían muchos agujeros en su defensa.
“¡Jaque mate!” Pensó Bryan eufórico.
Lamentablemente, cuando las cosas parecen salir perfectamente es cuando existe un mayor riesgo de que todo vaya mal. Y esta Gran Maga en particular era el ejemplo textual de aquel proverbio de nuestro mundo que dice: Más sabe el diablo por viejo que por diablo.
Resulta que la túnica de Cabiria ocultaba un secreto: una antigua runa bordada con magia ancestral en su espalda, precisamente para defenderla en caso de un ataque sorpresa.
En el instante en que el peligro se volvió inminente, la runa se activó, enviando una advertencia luminosa a su portadora. Sin perder un segundo, Cabiria expandió su poder y se envolvió en una esfera de plasma ardiente. El Desgarrador Sombrío chocó contra la barrera incandescente y fue repelido con violencia, girando en el aire como si hubiera golpeado una muralla infranqueable. Bryan, atrapado en su propia ofensiva, se vio obligado a esquivar para no ser consumido por el resplandor devastador. Cabiria sonrió con arrogancia dentro de su escudo de fuego, lista para devolver el ataque.
- Adiós, necromante. - Susurró.
Bryan aún estaba en pleno vuelo y apenas acababa de detenerse, así que no tenía medios para esquivar a tiempo. Pensó en conjurar un Escudo de Hueso, pero sabía que no sería suficiente. Mientras tanto, Cabiria había reunido a su alrededor una enorme cantidad de plasma incandescente, moldeándolo en lo que parecía ser una afilada lanza con la que lo golpearía con todo su poder. Para empeorar las cosas, la prudente Gran Maga se había asegurado de reforzar primero su defensa, impidiendo cualquier intento de ataque suicida.
“Solo me queda intentar la Repulsión Sanguinaria y luego quemar una gota de Esencia de Sangre para contraatacar.” Se dijo Bryan, preparándose para ejecutar lo que probablemente sería uno de sus movimientos más arriesgados hasta el momento.
Justo entonces, un orbe resplandeciente salió disparado desde la espesura del bosque en dirección a Cabiria. La Gran Maga detectó la amenaza y se preparó para defenderse, pero la esfera de magma se detuvo a unos metros en el aire.
- ¡Esto es…! - Murmuró, la anciana.
Lo que ocurrió a continuación fue como si un vórtice de energía hubiese comenzado a devorar todo el calor circundante. En cuestión de segundos, el plasma del Quinto Estado del Fuego fue absorbido con una velocidad impresionante, desvaneciendo tanto la barrera defensiva como la formidable lanza que Cabiria había estado preparando. Al ver esto, Bryan reaccionó al instante e intentó atacar, pero la Gran Maga se alejó con rapidez, desatando una ráfaga de aire abrasador para cubrir su retirada.
Mientras tanto, el orbe resplandeció con intensidad, como si hubiese alcanzado su límite de absorción, y regresó volando junto a su amo. Bryan siguió su trayectoria con la mirada hasta que finalmente se posó sobre el Zombi Élite de Fuego, que lo observaba desde el suelo junto a su hermano y los Caballeros del Mal. A sus pies yacían los cuerpos sin vida de los tres Caballeros de la Tierra de Tiro.
“No sabía que este tipo podía absorber el poder de la Magia de Fuego.” Pensó Bryan mientras descendía rápidamente para evaluar el estado de sus criaturas. El Zombi Élite de Tierra presentaba algunos cortes en su cuerpo, pero nada grave. Los Caballeros del Mal tenían muescas en sus armas y grietas en sus escudos, pero parecían en condiciones de seguir combatiendo. En cuanto a los Zombis y Abominaciones, no quedaba ninguno.
- Pero esto quiere decir que no necesito estar presente para enfrentar a enemigos del nivel de Clark Ascher… ¡Eso es excelente! - Exclamó Bryan con una sonrisa de satisfacción.
En ese momento sintió que una energía abrasadora se aproximaba y vio que Cabiria se acercaba levitando lentamente. Bryan tensó los músculos, preparándose para la inminente batalla. Sin embargo, en el último instante, percibió que la mirada de la Gran Maga no estaba puesta en él. Sus ojos ardían con una mezcla de reconocimiento y avidez, clavándose en el orbe flotante sobre el hombro del Zombi Élite de Fuego. Su respiración se tornó entrecortada, y por primera vez en todo el combate, su expresión mostró un atisbo de locura.
- ¡El Corazón de la Primera Llama! - Exclamó con voz temblorosa, incapaz de apartar la vista del orbe resplandeciente.
Era como si hubiera descubierto la respuesta a toda su existencia, la clave que le permitiría alcanzar la grandeza. Sus pupilas dilatadas reflejaban la desesperación de quien ha perseguido algo durante toda su vida y, de repente, lo encuentra al alcance de la mano. Giró el rostro hacia Bryan con una mezcla de súplica y exigencia.
- ¡Dame ahora mismo ese tesoro! ¡Es mío! ¡Sólo puede pertenecerme a mí! -
Bryan no estaba seguro de cómo responderle y todavía no decía nada, cuando de pronto el rostro de Cabiria se tornó sombrío. Sus labios se separaron en un gesto de incredulidad y, con un movimiento brusco, sacó de su Anillo Espacial un artefacto dorado con forma de compás. Sus manos temblaban mientras la aguja de la reliquia giraba en círculos erráticos, incapaz de marcar una dirección clara.
- ¡No! ¡No! - Murmuró la anciana con creciente desesperación. Sus dedos apretaban el objeto con tanta fuerza que parecía querer triturarlo.
De pronto, su rostro perdió todo rastro de altivez. Sus cejas se fruncieron en un gesto crujiente y sus labios se contrajeron en una mueca de horror.
- ¡No es posible! -
Los mecanismos del compás se detuvieron de golpe, y en ese instante, Cabiria supo la verdad. Su boca se abrió en un grito de furia desgarradora mientras señalaba con un dedo tembloroso al Zombi Élite de Fuego.
- ¡Mi tesoro se ha fusionado con esa inmunda criatura oscura! -
El aire alrededor de Cabiria vibró con un calor sofocante. Su pecho se agitaba como si estuviese a punto de colapsar bajo el peso de su propia rabia. Las venas de su cuello se marcaron con un tono violáceo, y por un momento pareció que su corazón iba a estallar de pura indignación. Respiró con dificultad, su cuerpo sacudido por espasmos de furia impotente.
Luego, la desesperación se desvaneció, reemplazada por un odio absoluto. Sus manos se alzaron, y en sus palmas surgieron llamas que fluctuaban de manera errática, como si respondieran al caos de su mente.
- ¡Voy a destruirlos a todos! - Rugió con una rabia brutal y levantó una mano hacia el cielo mientras expulsaba todo su poder antes de recitar:
- ¡Dominio Incandescente! -
¡Dominio Incandescente!
Hola amigos. Soy Acabcor de Perú, y hoy es miércoles 12 de Marzo del 2025.
Hoy en día, Rusia ha rechazado el acuerdo de cese al fuego porque, somos sinceros, está ganando. No tiene sentido que otros países actúen como si “le estuvieran haciendo un favor”. Ahora bien, no soy pro-Ruso, más bien todo lo contrario: considero que Rusia es un enemigo del Perú porque respalda a lo peor de la izquierda en América Latina. Pero eso no me impide ver la realidad:
Ucrania, antes de la guerra, era un país militarmente más débil que Perú. Así que debió escoger sus broncas con mas cuidado. Esto no es una cuestión de justicia o injusticia, sino de Realpolitik , como dirían los alemanes. Uno no desafía a la tercera potencia militar del mundo cuando comparte frontera con ella. El gobierno ucraniano apostó con quién debía ser leal y perdió, esa es la verdad.
Eso no significa que ignore el sufrimiento humano. Me entristece profundamente pensar en las miles de muertos, personas que pudieron haber tenido un futuro brillante, pero que hoy solo son el dolor de sus familias. Sin embargo, engañarse nunca es la solución.
Los anoréxicos se ven en el espejo y juran que están gordos, así que adelgazan y ponen en riesgo su vida, llegando incluso a morir de hambre. Uno no los ayuda fingiendo que su delirio es cierto y negándoles la comida, sino intentando que entiendan que tienen un problema.
Los anoréxicos se miran al espejo y creen que están gordos, poniendo en riesgo su vida al dejar de comer. No los ayudas fingiendo que su delirio es real, sino haciéndoles ver la verdad. Lo mismo ocurre con Ucrania. Me indignaba ver a los “medios de desinformación” vendiendo este conflicto como una guerra que podía terminar con la derrota de Rusia. ¡Eso nunca iba a suceder, ni siquiera con ayuda de EE.UU.! Tres años y 270.000 millones de euros después, Ucrania debe retirarse. Es así de sencillo.
Sé que puedo parecer intransigente. No lo veo así. Creo en mis certezas y las defendiendo porque, como dice el lema: “Si no te levantas por nada, cualquier cosa te derribará” . He visto demasiadas personas callar lo que realmente piensan por miedo al qué dirán, y el resultado ha sido el auge del wokeismo, las izquierdas y el Progresismo infiltrando todos los aspectos de la vida. Estos pensamientos de autocomplacencia —“todo está bien mientras nadie se ofenda”— han destruido países enteros. Ya es suficiente.
No soy intransigente en el sentido de negarme a cambiar de opinión. Si mañana me demuestras, con lógica, que estoy equivocado, aceptaré mi error y defenderé la verdad. Pero si se me dice que no debo hablar porque alguien podría sentirse ofendido, la cosa cambia.
Uno no puede hablar de algo importante sin correr el riesgo de ofender a alguien. La verdad, por su propia naturaleza, suele ser ofensiva en el sentido de que duele escucharla, pero es necesario hacerlo. Creo sinceramente que, para que podamos pensar por nosotros mismos, tenemos inevitablemente que arriesgarnos a ser ofensivos. Y nadie lo entiende mejor que un periodista, el cual no hace sus preguntas pensando en no lastimar a nadie, sino que escarba hasta llegar a la verdad, aunque para ello deba incomodar.
Por eso, aunque me conmueva, creo que lo mejor para Ucrania es pactar cuanto antes, mientras aún tiene algo parecido a un país. Es doloroso, pero es la realidad.
Bueno, ahora sí, hablemos del capítulo.
Gente, no tienen idea de lo que me ha costado escribir este capítulo. Tenía muchas ideas en la cabeza, pero ninguna lograba plasmarse correctamente en palabras, mucho menos en un texto coherente. Ha sido uno de esos momentos en los que reafirmo mi creencia de que la inteligencia artificial nunca superará a la humana. No porque me considere un genio, sino porque hay algo profundamente complejo en expresar los conceptos del interior del alma en un relato que todos puedan disfrutas.
Y no importa que tanto programes una IA, jamás llegará a tener un alma.
La primera parte es una persecución a gran velocidad, y espero haber logrado transmitir ese dinamismo extremo y la sensación de urgencia de alguien que lucha desesperadamente por aferrarse a la vida. En mi mente, la palabra “velocidad” brillaba sin cesar, y quería que el resultado evocara la intensidad de una persecución al estilo anime.
El breve enfrentamiento con los Caballeros de la Tierra y los diálogos de Bryan con ellos están inspirados en el capítulo 2 de Solo Leveling, especialmente en el combate del protagonista contra los elfos de hielo.
Fiel a mi costumbre, me propuse que la lucha contra Cabiria fuera épica, sí, pero también distinta al enfrentamiento contra la otra maga de fuego de la historia, Helena Teia. Era fundamental mostrar el poder de Cabiria sin desmerecer a Helena, por lo que opté por inspirar sus habilidades en fenómenos propios de la física avanzada. De este modo, transmití la idea de que Cabiria, al poseer un conocimiento superior, puede controlar poderes que están fuera del alcance de Helena, a pesar de que esta última tiene una mayor cantidad de magia durante la fusión.
El problema era que no podía usar la radiación, ya que ese dominio pertenece a los magos de la luz, así que experimenté con varias ideas. Al principio, consideré que Cabiria controlara la termodinámica o la dilatación térmica, pero finalmente me decidí por el plasma. Me recordaba a las erupciones solares y las erupciones solares, y además, me pareció más creíble que nuestro protagonista entendiera su funcionamiento.
Pero déjame saber tu opinión en los comentarios: ¿Qué te pareció el capítulo? ¿Te gustó la idea de que Cabiria pudiese controlar el plasma? ¿Se entendió todo el combate? ¿Hubo alguna incoherencia? ¿Qué te pareció el final? ¿Cómo crees que será el Dominio Incandescente?
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¡Nos vemos en el siguiente capítulo!