295 Nueva Mansión y Crédito Ilimitado

Era de noche cuando finalmente llegaron. La casa elegida por Cándido, que debía servir de residencia a Bryan, estaba situada a la derecha de la Vía Augusta, la gran avenida que dividía en dos el distrito aristocrático, entre patio y jardín. Una parte de la fachada estaba elegantemente oculta detrás de una frondosa isla de vegetación que se levantaba en medio del patio, y alrededor de la misma, como si fuesen brazos, se abrían dos avenidas que, prolongándose a derecha e izquierda, conducían a los vehículos desde la verja hasta una doble escalinata que tenía en cada escalón un jarrón de porcelana lleno de flores.

Aquella casa, aislada en el centro de un gran espacio, tenía además de la entrada principal otra que daba a la calle de Livia, un poco menos transitada y por eso preferida por los aristócratas que no deseaban ser vistos cuando transitaban.

Alegoría a la Mansión de Bryan

- Llama y anúnciame. - Ordenó Bryan a Chester en cuanto el coche se detuvo.

El ladrón se precipitó a la portezuela y la abrió para que Bryan bajase, luego corrió a llamar a la puerta, hasta que finalmente un viejo portero abrió.

- ¿Qué quieren? - preguntó.

- Es su nuevo amo, buen hombre - dijo Chester sonriendo.

Y enseñó al portero la carta de presentación que Cándido le había entregado como prueba del traspaso de la propiedad a Bryan, junto con el manojo de llaves para las puertas.

- ¿Han vendido la casa entonces? - Preguntó el portero: - ¿Y es este señor quien viene a vivir en ella? -

- Sí, amigo. Yo soy el Barón Bryan el Necromante. - Dijo Bryan sonriendo: - Y trataré de que no tenga usted que echar de menos a su antiguo amo. -

- ¡Oh, Noble Señor! - Saludó el portero: - No le echaré mucho de menos, pues le veíamos muy raramente. Hace más de cinco años que no viene y creo que ha hecho bien vendiendo una casa que no le producía nada. -

- ¡Gracias! Traiga luz, buen hombre. -

- ¿Acompaño al señor? -

- No, no se moleste. Chester me alumbrará. -

Y Bryan acompañó aquellas palabras con una dádiva de dos monedas de oro que provocaron una explosión de bendiciones y suspiros en el viejo hombre.

- ¡Ah, señor! - Dijo el portero tras buscar inútilmente en el borde de la chimenea y en las repisas adyacentes: - No tengo velas aquí. -

- Coja uno de los faroles del coche, Chester, y enséñeme las habitaciones. - Dijo Bryan, que simplemente pedía esto para mantener las apariencias, pues realmente no necesitaba ningún tipo de iluminación.

El ladrón obedeció sin rechistar.

Comenzaron a recorrer una amplia planta baja. Y tras caminar por un largo pasillo, acabaron llegando a un Gran Salón con las paredes cubiertas de estuco blanco y decoraciones con pan de oro, en el cual cabían fácilmente unas mil personas. También poseía un sanitario con varios retretes y dos habitaciones adosadas, que seguramente servían para guardar mesas, sillas o lo que se necesitase. Los magníficos ventanales con larguísimas cortinas dejaban pasar la luz de la luna y normalmente este enorme cuarto estaría iluminado por cuatro enormes lámparas colgantes que en ese momento estaban apagadas.

No había ningún criado, se encontraban en la penumbra, la casa estaba desierta y ambos estaban completamente solos. Entonces el ladrón pensó que ese era el mejor momento para conversar, ahora que su joven señor todavía no estaba inmerso en asuntos urgentes. Durante todo ese tiempo Chester estuvo trabajando mucho para servirle y durante el último año se deslomó aprendiendo todo lo que pudo con los Asturias con la esperanza de convertirse en su fiel seguidor.

Así que decidió arriesgarse.

- Amo Bryan. - Dijo entonces Chester con cierta duda: - Creo que he probado serle de utilidad. Ahora que usted es un Sol Oscuro, puede ascenderme dentro de la Orden y solicitar que sea su asistente exclusivo… -

- Vaya mármol más feo en esta antecámara. - Comentó Bryan por toda respuesta señalando uno de los detalles en el suelo: - Supongo que me quitarán todo eso. -

- Naturalmente. - Respondió Chéster sin comprender, pero hizo una reverencia como le habían enseñado: - Solo quería decir que… -

- Las ventanas no me gustan. Quiero cristales hermosos, pero unos que reflejen la luz hacia afuera bien, para que no puedan vernos desde el exterior. -

- ¿No le gusta esta mansión? -

- Es perfecta para que yo viva en ella. - Explicó Bryan sin mirarlo: - Pero ahora que voy a usarla tengo que adaptarla. Necesitamos flores en jarrones finos. Muchos de ellos. Algún día traeré aquí a mis mujeres para que vivan conmigo, así que tiene que tener un toque femenino. Quiero al mejor decorador de Itálica trabajando aquí a tiempo completo. -

- Amo Bryan. - Insistió Chester, tratando de volver al tema que le interesaba: - He estado esforzándome… -

- Necesito saber cuáles son las defensas mágicas de este lugar para que cuando coloque las mías, ninguna entre en conflicto con la otra. -

- Tengo una nota del Maestre Cándido al respecto. Se la entregué junto con los títulos de propiedad. - Respondió el ladrón cada vez más frustrado: - Pero amo… -

- Este lugar apesta a su dueño anterior. Quiero nuevos sirvientes. Nuevo decorado. Cuadros y esculturas con mi rostro y los de mis seres queridos deben adornar estas paredes. -

- ¡Amo Bryan! - Exclamó el ladrón incapaz de contenerse y entonces abrió los ojos asustado, porque se dio cuenta de que había subido la voz más de lo que deseaba: - ¡Perdóname, amo! Es solo que… pensé que le había servido bien… Pero en vista de que no dice nada, supongo que todavía no estoy listo. Por favor le ruego que me perdone. -

Bryan finalmente se dio la vuelta y no se veía enojado o sorprendido. Aun así, había una gran intensidad en su mirada que provocó un escalofrío en el corazón de Chéster, como si estuviese siendo observado por una antigua y peligrosa bestia de un mundo desaparecido.

- Cándido te ordenó que me espiaras, ¿verdad? - Susurró entonces.

Fue como si cien cuchillos se clavasen en el corazón del ladrón, el cual, como él mismo había admitido alguna vez, no era el de un valiente. Así que comenzó a temblar sin poder evitarlo.

- Por supuesto que lo hizo, sería un estúpido si no usase la mejor carta que tiene para tratar de vigilarme. - Respondió Bryan por el ladrón antes de que este pudiese decir algo: - En el momento en que me convertí en Barón me volví un jugador y tiene que saber cómo me estoy moviendo en el tablero. Eso no me molesta. Lo que quiero saber ahora es lo siguiente: Si Cándido te ordena una cosa y yo te ordeno otra… ¿A quién vas a obedecer? -

Chester abrió los ojos por la sorpresa. Quería decir que le obedecería a él, pero el miedo no le dejaba pensar con claridad. En ese mismo instante Bryan estaba esperando una respuesta. Tenía que abrir la boca, pero su interior se había convertido en un mar de dudas y no parecía recordar cómo se articulaban las palabras.

Por fortuna Bryan sonrió y entonces toda esa terrible presión desapareció como si fuese una ilusión.

- Si, me has servido bien Chéster. - Dijo Bryan finalmente con una curiosa entonación, como si recitase un poema: - Has hecho todo lo que he pedido e incluso más que eso. Por eso voy a darte otra oportunidad. -

- ¿Otra prueba? - Preguntó Chéster y los hombros se le vinieron abajo.

- No, ese día en el Bosque de la Academia se acabaron las pruebas. - Explicó Bryan mirándolo muy en serio: - Estábamos solos, yo era más débil que nunca y tú lo sabías. Ese fue el mejor momento que tuviste para traicionarme, pero no lo hiciste.

Lo que quiero hacer es darte una última oportunidad de echarte atrás. -

- ¿Echarme atrás? -

Bryan asintió y explicó: - Has hecho todo lo que te pedí. ¿Pero esta es realmente la vida que quieres? ¿No prefieres llevar una existencia decente? Te daré una bolsa llena de oro y te buscaré un puesto de aprendiz con un flechero o un herborista en la orilla del este. ¿Quieres continuar en el Manto Oscuro? Te ascenderé al máximo grado de la división de la Estrella Oscura (porque darte más rango te pondría en peligro). ¿Quieres un oficio como sirviente de una familia prestigiosa? Hablaré con Emily y me aseguraré de que tengas un lugar fijo hasta el día de tu muerte en la preminente casa de los Asturias. ¿Deseas un negocio propio? Ya sabes que Phoebe Bootz es mi amante, así que lo tendrás sin problema.

O quizá quieras otra cosa. ¿Venganza sobre alguien más? ¿Quieres notoriedad? ¿Deseas una casa propia? ¿Un oficio? ¿Mujer e hijos? Dímelo y te lo concederé.

Pero si vienes conmigo. Si realmente quieres servirme, entonces debes estar listo para renunciar a todo lo demás. Porque si te conviertes en mi mano derecha, entonces tu vida dará un giro de 180° y no volverás a ser el mismo. Serás diferente. Siempre.

No intento asustarte. Bueno, a lo mejor sí. Pero no exagero, no te miento. Yo no tengo idea de cómo darles felicidad a otros, tampoco puedo dar seguridad o tranquilidad. Lo único que puedo garantizarte es que a mi lado tendrás poder y disfrutarás de la victoria. Nada más. Si vienes conmigo, tendrás eso a manos llenas, pero no puedo asegurarte otra cosa.

En cambio, si te haces aprendiz del flechero o del herborista, podrías tener una vida tranquila y completa, quizá incluso llena de amor. Por favor, Chester. Acepta. Podría ser tu última oportunidad de ser feliz. -

- ¿Feliz? - Preguntó Chester y se quedó en silencio. Bryan esperó pacientemente hasta que finalmente el ladrón levantó la mirada con una fuerte determinación: - Hace mucho que me rendí con ser feliz. No podría serlo, aunque tuviese todo el dinero del mundo. Porque lo que me impide vivir es el terror que tengo de ser tragado por este mundo que abusa de los débiles y únicamente teme a los fuertes.

Pero usted, amo Bryan, no tiene miedo. Comenzó siendo, y discúlpeme por decirlo, mucho peor que yo, un mero esclavo. Pero ahora la gente lo teme a usted. Su nombre se pronuncia en voz baja y sobrecogida. ¡Yo quiero ser parte de eso, aunque sea indirectamente! -

El juramento de Chester

- Ponte de rodillas. - Ordenó entonces Bryan mientras extendía una mano y preparaba la Esencia Mágica para realizar la Pseudo Asimilación, el contrato mágico vinculante que le permitía entregar su poder a otros y fortalecerlos, pero al mismo tiempo los ataba completamente: - Si vienes conmigo, por los dioses del vacío que me pertenecerás del todo. Tendrás parte en la gloria que obtenga, pero también sufrirás mi ruina si el destino acaba conmigo. ¿Estás seguro de seguir este camino? - Le advirtió Bryan por última vez.

- Lo estoy, amo Bryan. - Respondió Chéster.

- Entonces desde este momento eres mi mano derecha. - Dijo Bryan realizando el conjuro y cuando este estuvo terminado, añadió: - Y lo serás hasta que mueras o encuentre a alguien mejor que tú. -

- Pero ¡¿qué es esto, amo Bryan?! - Exclamó Chester levantándose sorprendido, pues claramente sentía que una diminuta sustancia en su interior estaba trabajando para aliviar sus dolencias y enfermedades, tal como sucedió con el propio Bryan aquel primer día en que despertó después de su primera muerte.

- Eso no es nada. - Respondió Bryan sonriendo: - Lo que experimentas ahora es apenas una mejora superficial. Nunca en tu vida has entrenado, por eso te tomará mucho adquirir los auténticos beneficios. Pero el día llegará. -

- ¿Es esta la habilidad única que sólo usted posee? - Preguntó Chester eufórico al comprender el significado de esas palabras: - ¿Yo también podré volar? -

- Quizá. - Le dijo Bryan, pues, aunque la Pseudo Asimilación permitía compartir 3 poderes con el sirviente elegido, no estaba muy seguro de que el Arte del Noveno Diagrama Celeste estuviese incluido. Pero no era el momento de pensar en ello.  Así que volvió a hablar con Chester poniendo mucho énfasis en cada palabra: - Mientras me sirvas bien, tendrás mucha más autoridad y poder del que nunca has soñado. Pero si me fallas o me traicionas… ¡No vivirás lo suficiente para arrepentirte! -

El ladrón tragó saliva y comprendió que Bryan hablaba bastante en serio. Así que volvió a arrodillarse para jurar: - Por mi vida, que siempre te serviré y jamás te traicionaré. -

- Eso espero. - Le advirtió Bryan severamente: - Ahora tengo trabajo para ti. -

- ¿A quién desea que espíe? - Preguntó Chéster muy animado, pues se sentía capaz de hacer cualquier cosa en ese momento.

- Olvídate de eso. Tus días de arrastrarte por ahí para espiar han terminado. - Aclaró Bryan categóricamente mientras le entregaba un fajo de Letras de Cambio con un valor de casi cien mil monedas de oro: - A partir de este momento eres mi Asistente Personal, así que tu deber es controlar a todos aquellos bajo mi mando que no sean combatientes. ¿Necesitas información? Consíguete espías propios y crea una red. ¿No sabes cómo hacer algo? Contrata a alguien que lo sepa. Y también encárgate de seleccionar a todo mi personal. Naturalmente puedes despedirlos cuando se te dé la gana.

Esto es lo que quiero de ti.

Primero: Cuando yo te anuncie que estoy dirigiéndome oficialmente a un lugar, tú tienes que estar ahí días antes y enterarte absolutamente de todo. Si quiero caballos, espero que sepas quién tiene los mejores. Si tengo necesidad de esclavos tu ya tienes que saber dónde puedo conseguirlos. Si deseo un alojamiento, ya debes tener reservado el mejor. Ahora mismo tengo muchos negocios prósperos a mi nombre y el dinero no es problema. Puedes gastarlo, aunque no te perdonaré que lo hagas inútilmente. ¿Entendido? -

- ¡Sí, amo Bryan! -

- Segundo: Cuanto más espléndido yo sea, más prestigio tendrás tú por servirme. Así que naturalmente pensaré muy mal de ti, mi mano derecha, si descubro que entre mis nuevas posesiones tengo algo que sea menos que lo mejor. - Dijo Bryan y señaló los alrededores con un gesto dramático: - Esta casa puede ser muy lujosa para un plebeyo, pero es tan solo una residencia más para los aristócratas. Lo que significa que es una pocilga para mí.

Recuerda que para el éxito de mis planes futuros tengo que poder pararme junto a las familias más prestigiosas y ellos deben pelearse por estar a mi lado. Por eso tanto mi hogar como mis cosas deben estar a la altura. No olvides que la gente de este mundo cree que uno es en esencia lo que aparenta. ¿Recuerdas el carruaje en el que vinimos? -

- Si. -

- Más vale que sea la última vez que tengo que alquilar un carro en Itálica.  El día de mañana quiero que el mejor carruaje y los mejores caballos de toda esta ciudad sean de mi propiedad exclusiva. Da igual si nunca lo uso. ¡Lo quiero ver en mis establos! -

- Escucho y obedezco! - Asintió Chester.

- También te encargarás de todos los cambios en la mansión que te he señalado anteriormente y asegúrate de que el decorador se esmere. - Añadió Bryan: - Pero antes cómprate ropa nueva, de la mejor calidad. Mi sirviente personal nunca debe ser confundido con un plebeyo común. -

- Sí, amo. -

- Tercero: Lo más importante para mí es la eficiencia de los que me sirven y como mi mano derecha es tu deber asegurarte de que se me obedezca con la rapidez del rayo. Las reverencias me importan un pepino, porque quien quiere rendirme homenaje puede hacerlo con su puntualidad.

Nunca quiero escuchar a mi cochero gritar para que abran la verja, porque mis servidores deben estar siempre atentos a mi llegada. Jamás debo estar en la posición de esperar a nadie y mis instrucciones se deben cumplir a la perfección. ¿Entendido? -

- He comprendido. - Asintió Chester sonriendo.

- Tú no estás para vigilar que se lave la ropa, se limpie o controlar a los criados. En estos días debes buscarme un mayordomo profesional que se encargue de cuidar esta mansión y dirigirlo todo. Debe ser discreto, inteligente y detallista. ¡Hazlo cuanto antes! -

- No te fallaré, amo Bryan. - Dijo Chester entusiasmado.

- Entonces retírate. - Ordenó Bryan y el ladrón se marchó sin decir una palabra.

*****

Una vez que estuvo solo, Bryan continuó explorando en solitario, memorizando la disposición de los ambientes y confirmando el funcionamiento de las defensas. El pergamino que Chester le había señalado revelaba que todo el terreno estaba rodeado por una barrera que avisaba inmediatamente si alguien ingresaba a la propiedad por un lugar que no fuese la puerta. Las paredes y ventanas poseían encantamientos de resistencia que podía bloquear la bola de fuego de un Archimago. También había una serie de talismanes de bronce que servían para espantar a los malos espíritus. El resto era un conjunto de matrices defensivas que era necesario controlar desde el interior para que funcionasen.

Bryan suspiró mientras trataba de pensar en qué tipo de magias podría agregar él para defender su residencia. No podía usar algo como la Matriz del Escenario de Masacre, pues llamaría demasiado la atención y la población lo vería como una amenaza. Necesitaba algo más sutil pero todavía no estaba seguro de qué hacer.

En cuanto a las propias instalaciones, todo era bastante satisfactorio. Su mansión tenía un salón de juegos, una biblioteca, un salón común bellamente amueblado, un comedor magnífico con vista al jardín y un largo estudio que también servía como sala de trofeos, donde se destacaba una gran mesa de una madera negra y dura que Bryan no conocía y que lo dejó fascinado.

Si construyeran un barco solo con esta madera, seguro que se hundiría en el agua.” Pensó mientras pasaba su mano sobre la superficie pulida: “Me pregunto cómo la tallaron de un modo tan bello.

La cocina también era bastante grande, así como el fogón y el área para el lavado de ropas. Naturalmente también había varias habitaciones para alojar a trescientos sirvientes.

En cierto momento se topó con un artefacto curioso, que resultó ser una compleja caldera de hierro con varias tuberías que llevaban el vapor hacia otro lugar. Esto lo desconcertó porque su presencia no tenía mucho sentido, dado que la mansión tenía por lo menos diez chimeneas para combatir el frío, las cuales había visto en su camino. Entonces tuvo un presentimiento y subió al segundo piso, donde se encontró un gran baño privado tan impresionante, que Bryan pensó que valdría la pena volver a pelear contra otro Vlad Cerrón solamente para poder usarlo.

El enorme baño era suavemente iluminado por un espléndido candelabro lleno de cristales resplandecientes y toda la superficie del piso y las paredes estaba cubierta de bellísimos azulejos, incluyendo lo que parecía una piscina vacía en forma rectangular que se destacaba orgullosa en el centro de la habitación. Por los bordes de la piscina había unos veinte grifos de oro, cada uno de los cuales tenía en la llave una joya de diferente color. El baño además poseía varios espacios separados en donde uno podía recibir masajes, ducharse o disfrutar de un relajante sauna. Y de las ventanas colgaban largas cortinas de lino blanco.

Baño en la mansión de Bryan

Se nota que el dueño anterior puso casi todo el dinero en este lugar.” Pensó Bryan mientras avanzaba mirando a su alrededor. En un rincón vio un montón de toallas blancas muy mullidas, y en la pared un único cuadro con marco dorado que representaba una sirena de piel blanca con cabellera pelirroja, profundamente dormida sobre una roca. Entonces no pudo contenerse más y se arrodilló para abrir unos cuantos grifos.

De inmediato se dio cuenta de que el agua llevaba incorporados diferentes tipos de sustancias alquímicas. Uno de los grifos expulsó burbujas de color rosa y azul del tamaño de calabazas; otro vertió una espuma blanca como la nieve y tan espesa que Bryan pensó que podría soportar su peso si hacia la prueba; de un tercero salió una neblina de color púrpura muy perfumada que flotaba por la superficie del agua.

Bryan se divirtió un rato abriendo y cerrando los grifos, disfrutando especialmente de uno cuyo chorro rebotaba por la superficie del agua formando grandes arcos. Luego, cuando la profunda piscina estuvo llena con agua, espuma y burbujas (lo que, considerando su tamaño, llevó un tiempo muy corto), Bryan cerró todos los grifos, se quitó la ropa y se metió en el agua.

La piscina era tan profunda que apenas llegaba con los pies al fondo y decidió hacer un par de largos antes de volver a la orilla. Además, la sensación de nadar en un agua caliente llena de espuma, mientras por todas partes emanaban vapores de diferentes colores, era extremadamente agradable. De modo que se quedó ahí hasta que desaparecieron casi todas las burbujas.

Una vez que terminó, decidió ver el resto de su mansión y descubrió que el segundo piso estaba destinado a las habitaciones privadas para los familiares. Había quince dormitorios sin contar con el principal. Todos ellos eran lo bastante grandes como para contener cuatro veces al que tenía en la Academia Babilonia y los techos eran muy altos. Además, el arquitecto se aseguró de que todos tuviesen conexión con otros ambientes, como una sala para tomar el té, un cuarto de costura, un estudio de música donde se destacaba un hermoso piano. A todos se llegaba por pasillos alfombrados casi ininterrumpidos, pero además poseía pequeños pasadizos para que los sirvientes se desplazasen sin ser vistos.

Naturalmente cada uno de los dormitorios poseía uno de los hermosos balcones de bronce y madera tallada que daban a los jardines.

Un detalle curioso era que algunas secciones de la pared exterior de la mansión estaban acondicionadas para tener creciendo hiedras, parras, enredaderas y lianas que apenas dejaban ver los ladrillos de las paredes, y entre ellas bajaban chorros de agua, como pequeños arroyos de montaña que caían desde la última terraza.

Gracias a esto, las personas podían disfrutar de una merienda exquisita en el balcón de su habitación, mientras sus ojos apreciaban la hermosa vista panorámica y sus oídos eran acariciados tanto por el burbujeo del agua como el canto de los pájaros que anidaban entre los árboles y volaban entre las flores de las enredaderas, los cuales llenaban de sonido la habitación entera cuando uno habría la ventana.

Esto podría ser un problema.” Pensó Bryan un poco preocupado mientras admiraba la vista: “El sonido es hermoso y relajante, pero hay veces en que uno quiere silencio en su propia habitación y después de un tiempo hasta el canto de los pájaros puede llegar a ser un incordio.

Afortunadamente los arquitectos ya habían pensado en eso. Porque cuando Bryan cerró las ventanas descubrió que estas tenían una propiedad insonorizante. De hecho, todas las paredes parecían diseñadas para evitar que el ruido se filtrase.

- Qué curioso. - Se dijo Bryan, pero no dejaba de ser útil así que decidió dejarlo así.

En cuanto al mobiliario y la disposición de los propios dormitorios se podía ver que era bastante lujoso, pero muchas de las decoraciones no coincidían con lo que Bryan había visto en las habitaciones de Phoebe, como si estuviese desactualizado. De modo que tomó nota de encargarle a Chester asegurarse de que el decorador trabajase especialmente en mejorarlo. Aun así, la estructura básica era bastante satisfactoria y tenía todo lo necesario para una vida de comodidad.

Habitaciones de la mansión

Todas las habitaciones tenían un baño propio, con inodoros de cerámica, lavatorios de mármol y una hermosa tina de bronce dorado en la que cabían hasta dos personas sentadas, aunque estas tenían únicamente dos grifos para el agua fría o caliente. Tampoco tenían algún encantamiento especialmente complejo. Su pequeño tamaño revelaba que estas tinas servían únicamente para el aseo más general, algo que podría haberse visto como un error de diseño, si no fuese porque en esa misma planta se encontraba el enorme y lujoso baño con piscina en el que Bryan acababa de estar. En cambio, el arquitecto se esmeró en volver acogedores a estos pequeños aseos en lugar de poner mucho énfasis en el lujo, algo que Bryan consideraba acertado.

Finalmente, en cada dormitorio había una habitación secundaria, bastante pequeña y humilde, cuyas puertas podrían haberse confundido con las de un armario, de no tener las rejillas para el paso constante del aire. Bryan no entendió su propósito durante un buen tiempo hasta que se dio cuenta de que eran las estancias para las esclavas privadas de la persona que fuese dueño del cuarto, las cuales debían estar siempre ahí para atender sus necesidades en caso de que a su amo le diese ganas de un bocadillo nocturno, requiriese abrir las ventanas en medio de la noche o simplemente ayuda para vestirse.

Cuando Bryan estaba por salir reparó en un par de puertas a ambos extremos. Para su sorpresa descubrió que conectaban hasta tres de las quince habitaciones con la consiguiente, de modo que los habitantes podían entrar directamente en el cuarto de su vecino en cualquier momento. La puerta que separaba a ambas estancias tenía dos cerraduras diferentes, de modo que el dueño de la habitación podía elegir bloquear el acceso a voluntad. Pero además el Señor de la mansión podía cerrar estos accesos con una llave maestra.

- En cualquier caso, tendré que poner especial atención a quiénes ocupan cada dormitorio para asegurarme de que se lleven bien. - Asintió Bryan antes de retirarse para ver la habitación principal, la cual naturalmente sería la suya.

Cuando abrió la puerta, lo primero que llamó su atención, dejando de lado que era el cuarto más grande de todos, fue un hermoso dosel de cedro con visillos púrpuras y bordes dorados.

Concepto de la habitación principal

Detrás se encontraba una enorme cama bastante alta, en donde fácilmente podrían dormir juntas una veintena de personas. La base del colchón era una placa de piedra de granito pulido bastante alta, que estaba recubierta con una plancha gruesa de madera. La superficie estaba completamente cubierta con almohadones. Además, toda la cama estaba tapada con un brillante cobertor de hilos dorados.

Junto al lecho se veía un velador con una jarra, varias copas y una bandeja de plata para colocar dátiles, higos o uvas pasas. Unos pebeteros mantenían cálido el ambiente y al mismo tiempo perfumaban la estancia. También había muchas lámparas de aceite que creaban juegos de sombras en las paredes de estuco blanco, pero lo que más le encantó fue levantar la mirada hacia el techo y descubrir que estaba cubierto con una magnífica red de artesones de madera finamente labrada, que generaba hermosos efectos de claroscuro.

Artesonado del Techo de Bryan

Magnífico.” Pensó Bryan sonriendo asombrado: “Casi lamento que la cama tenga un cobertor, porque preferiría dormirme mirando esta obra de arte.

El resto de su habitación se parecía a las otras, salvo por la presencia de una impresionante caja fuerte empotrada en una pared. También había una pequeña puerta que al principio parecía ser de madera, pero resultó ser en realidad de hierro, el cual había sido pintado hábilmente para disimular.

Cuando Bryan se acercó, notó que también tenía muchos cerrojos y mecanismos de seguridad. Naturalmente esto le pareció extraño, así que decidió revisarla y se tomó el tiempo de buscar las cinco llaves que necesitaba en el gran manojo que Chéster le había entregado, solamente para poder abrir esta puerta.

En cuanto vio lo que había en el interior se arrepintió. Se trataba de un cuarto especialmente diseñado para guardar una serie de equipos “exóticos” de naturaleza sexual. Aparentemente el anterior dueño tenía preferencias bastante únicas, algunas de las cuales eran imposibles de adivinar hasta para el propio Bryan, que en su mundo original había sido un veterano pervertido. Pero incluían mesas con cadenas y mecanismos de diversa índole… que parecían incluir tanto a mujeres como a hombres.

El cuarto secreto

¡No gracias! Si alguna vez Emily o Phoebe ven este lugar… van a pedir mi castración.” Se dijo Bryan muy acertadamente e inmediatamente lo redujo todo a cenizas con una bola de Fuego Glacial Místico. Luego se quedó mirando la habitación vacía y tuvo una inspiración: “Este lugar podría ser perfecto para colocar mi Matriz de Trasporte Portátil

De manera que buscó hasta encontrar un armario para los sirvientes, que escondía varios trapos y escobas. Así fue como, en completa incoherencia con lo que había conversado con Chester, la primera acción de Bryan como aristócrata en su nueva y flamante mansión… fue la de barrer, trapear y secar el cuarto secreto.

Una vez que terminó, armó la Matriz de Transporte Portátil, cerró la puerta con todas las llaves y se dirigió al Cementerio de la Muerte, donde se dedicó a guardar muchas cosas que cargaba en su Anillo Espacial.

*****

Mientras esperaba noticias sobre sus barriles de pólvora, Bryan se mantuvo entrenando en el Cementerio de la Muerte durante los siguientes días con el objetivo de perfeccionar su dominio de la Magia Almática. Y es que para el duelo contra Vlad Cerrón había forzado el uso del hechizo Mesmerismo sin primero dominar adecuadamente el conjuro previo de Control Paranormal, algo que en su momento le costó un pequeño retroceso mágico que casi lo deja ciego.

Así que, después de vaciar su Anillo Espacial, se dedicó completamente a esto hasta que consiguió usar adecuadamente los brazos espectrales con los que podía aferrar cosas usando únicamente su alma. Esta magia no servía para detener la carga de un oponente rodeado con magia poderosa o Aura de Batalla. Pero si tomaba desprevenido a su adversario, podría sujetarlo del cuello o arrojarlo bastante lejos.

Además, siempre podía usarla para arrojarles objetos.

Quizá el número de Brazos aumentarán conforme lo hace mi poder.” Pensó Bryan.

Su mano derecha estaba extendida hacia un libro flotante y aparentemente no había nada entre el objeto y el propio Bryan. Pero si concentraba su magia necromántica en sus ojos, podía ver claramente como el fantasma de una extremidad, la cual nacía de su propio antebrazo, se estaba alargando como un tentáculo para sujetar el libro.

“¿O quizá lo que cambie sea el número de formas que puede adoptar?” Se preguntaba Bryan. Después de todo el brazo espectral era unas tres veces más largo que el suyo y no parecía moverse con articulaciones, sino como una serpiente. De ahí que le recordase más a un tentáculo que a otra cosa. Por lo tanto, no parecía imposible que pudiese adoptar otras formas. Sin embargo, habría que esperar para saberlo, porque en ese momento otra preocupación ocupaba la mente de Bryan.

¿Qué pasaría si alguien intentaba cortar este brazo fantasmal?

De modo que comenzó a hacer experimentos, primero con una de sus dagas y luego con el Desgarrador Sombrío. Descubrió que sus brazos espectrales no solamente eran invisibles, sino que parecían hechos de una sustancia similar al humo. Y cuando los atravesaba con sus armas estos se deformaban un instante antes de volver a adoptar su forma original, sin que en ningún momento dejasen de sujetar el objeto en cuestión.

Esto lo llenó de alivio y también le dio una idea. Bryan invocó a uno de sus Espectros Oscuros y confirmó que podía sujetar a la criatura con Control Paranormal, incluso en su estado Etéreo. Una propiedad bastante útil. Aunque también significaba que la naturaleza de su brazo espectral era parecida a la de sus criaturas demoníacas, así que era posible que los ataques que pudiesen lastimar a sus Espectros Oscuros también podrían destruir su Control Paranormal.

Esto requiere más experimentos, pero no me atrevo a hacer esto todavía. La Magia Almática deriva de mi propia alma y podría lastimarla seriamente si no tengo cuidado.” Se dijo Bryan luego de meditarlo un poco: “Pasemos al siguiente asunto.”

La verdadera magia que Bryan deseaba dominar era Memento Mori, pues se trataba de un ataque poderoso que tenía un rango muy amplio, así que podía servirle mucho para la defensa de Valderán. Pero primero tenía que dominar Llamada del Vacío, una magia que desaparecía cadáveres, enviándolos directamente hacia el inframundo. Honestamente a Bryan no le parecía remotamente útil. Aun así, era algo que tenía que hacer, así que decidió intentarlo con algunos trozos de carne que tenía guardados en su Anillo Espacial.

Al principio pensó que sería fácil, pero se dio con la desagradable sorpresa de que la magia no funcionaba por más que lo intentaba. Era como si estuviese bloqueado y no pudiese hacer nada al respecto.

Maldita sea, es lo mismo que me sucedía antes de encontrarme con el Jötunn.” Se dijo Bryan frustrado después de varios intentos inútiles: “En ese momento sentí que algo se liberaba dentro de mi alma cuando me disculpé con mis padres. ¿Se trata de algo similar?

Llamada del Vacío requería cubrir la carne objetivo con el Alma para después abrir la puerta del Inframundo, igual que cuando se enviaba a una Criatura Oscura de regreso. El principio era parecido al de Control Paranormal, solo que, en lugar de concentrarla en una extremidad espectral, había que expandirla como si fuese una red muy fina que rodease el cadáver como una neblina.

Solo que por más que lo intentaba, Bryan no conseguía ni siquiera dispersar su alma. Y no es que pudiese ir en busca de otra criatura divina cuyo encuentro le permitiese superar un trauma del pasado. Bueno, quizá si pudiese hacerlo. Pero realmente prefería encontrar otro modo de superar este problema sin arriesgar su existencia. Entonces se puso a pensar y recordó algo en las memorias de Chu Can Lan.

Ya se encontraba a punto de superar el Reino Sanguinario, tras el cual seguiría el Reino de los Demonios Separados. Una vez que llegase ahí obtendría habilidades relacionadas con expandir su conciencia para ver distintas realidades. Dado que la mente y el alma eran esencialmente lo mismo, quizá le convendría complementar nuevamente sus poderes demoníacos con los necrománticos para superar este problema.

Bueno, necesito de una masacre más para superar el límite.” Pensó Bryan suspirando antes de finalmente rendirse: “Será mejor que lo deje por ahora.

De modo que se dirigió al Gran Salón para regresar a su mansión en Itálica.

En esos días había regresado por lo menos un par de horas cada día para asegurarse de que nadie encontrase su cuarto oculto y también para darle instrucciones a Chester, así como confirmar que sus órdenes estaban siendo obedecidas. El ex ladrón, ahora su Asistente Personal, estaba demostrando ser un prodigio a su propia manera, porque no solamente le consiguió todo lo que pidió, sino que incluso lo hizo con el mejor precio. Tal fue el caso de los caballos y su nuevo caballerizo, que conducían su carruaje negro con decoraciones de plata, diseñado especialmente para él en uno de los talleres que le pertenecían.

Chester además se había encargado de llenar la mansión de personal de servicio. Un total de 120 personas ya estaban trabajando en la limpieza y el mantenimiento de su mansión. Eventualmente su número aumentaría hasta llegar a un total de 250, según Chester.

Todos ellos eran trabajadores derivados de la Familia Asturias o el Gremio Mercante de Bootz, así que sus credenciales eran las mejores. Sobre todo, las de su nuevo mayordomo llamado Vincent, quien de momento estaba demostrando tener grandes habilidades controlando al resto de sirvientes y organizando las actividades. Aunque todavía quedaba algo de tiempo para juzgar su desempeño.

Durante esos días muchos visitantes de la baja aristocracia habían enviado regalos para congraciarse con él, a pesar de que esto era un poco inapropiado. Y es que Bryan todavía no había hecho su entrada oficial a la alta sociedad.

La tradición mandaba que antes de recibir visitas oficiales el nuevo aristócrata tenía que dar su primer banquete, presentándose frente a los notables de Itálica. Pero esto era imposible en este momento en que aún estaban decorando la nueva residencia.

Pese a saber esto, con la tensa situación política y una guerra civil en el horizonte, no faltaban los desesperados que deseaban aprovechar cualquier oportunidad de captar en su facción al nuevo Barón, incluso si para eso tenían que saltarse la etiqueta.

Por supuesto la orden de Bryan había sido tajante: Aceptarían los regalos para no desairar a quienes lo enviaban, pero a cualquiera que desease hablar con él se le debía despedir inmediatamente, pues no deseaba ver a nadie.

A través de un Espectro Oscuro, Bryan pudo observar personalmente como el mayordomo Vincent había seguido sus órdenes al pie de la letra y en todo momento usó un lenguaje cortés con todos los que venían a visitarlo, rechazándolos, pero sin ofender a ninguno, tal como se esperaba de un profesional en el servicio.

Pero ese mismo día, hacia las dos de la tarde, un calesín tirado por dos magníficos caballos se detuvo ante la puerta de la mansión de Bryan. Entonces un hombre de cincuenta a cincuenta y cinco años pero que trataba de aparentar cuarenta, asomó la cabeza por la ventanilla en cuya puertezuela había pintada una corona de Conde, el cual era un título para la Media Aristocracia y un rango por encima del suyo.

Conde Mondego

Movido por la curiosidad, Bryan movilizó a su Espectro Oscuro más cerca para confirmar la apariencia del sujeto y vio que estaba vestido de chaqué azul con botones de seda del mismo color, atravesado por una enorme cadena de oro. En fin, alguien que descaradamente parecía gritar que tenía dinero.

Entonces el desconocido Conde envió a un sirviente a preguntar al portero si el Barón Bryan estaba en casa. Mientras tanto el aristócrata se quedó observando el exterior de la mansión, con una atención tan minuciosa que era casi impertinente. Sus ojos barrieron varias veces la fachada renovada, lo que podía verse del jardín y la librea de algunos criados que se veían yendo y viniendo.

Bryan se dio cuenta de que la mirada de este hombre era vívida, pero parecía el tipo de persona que era más astuta que inteligente. Tenía los labios tan finos que, en vez de sobresalir, le entraban en la boca. Además, sus orejas eran tan grandes que le daban a su rostro un aspecto casi repelente para cualquier fisonomista. Pero los magníficos caballos que lucía su calesín, más el enorme diamante que llevaba en la camisa, seguramente lo hacían muy recomendable a los ojos de la plebe.

El sirviente golpeó en la ventanilla del portero y preguntó:

- ¿Vive aquí el señor Barón, Bryan el Necromante? -

- Aquí vive su señoría - Respondió el portero: - Pero… -

El portero consultó a Vincent con la mirada. El mayordomo se mantenía oculto de la vista, pero cada vez que alguien tocaba la puerta ahí estaba él, firme como un soldado, vigilando atentamente al portero para asegurarse de que este diese las respuestas que le había instruido a dar en estos casos, dependiendo de la señal que le hiciese.

Vincent hizo una seña negativa.

- ¿Pero…? - Preguntó el sirviente.

- Pero su Señoría no está disponible - Respondió el portero.

- En ese caso, aquí tiene la tarjeta de mi amo, su Ilustrísima el señor Conde Mondego, dueño la Casa Bancaria de Mondego. - Dijo el sirviente extendiendo una cartulina dorada: - Désela al Barón Bryan y dígale que, de camino al Senado, mi amo se ha desviado para tener el honor de verlo. -

De inmediato el mayordomo Vincent le hizo un gesto.

- Yo no hablo a su Señoría - Dijo el portero rápidamente y recordando la frase que le tocaba repetir: - El mayordomo le dará el recado. -

Bryan sonrió por la atención al detalle. Antes no se hubiese dado cuenta, pero luego de estudiar mucho con Emily y Lawrence había aprendido que un auténtico aristócrata siempre mantenía las formas para mostrar respeto a otros, pero también para hacerse respetar.  Era de muy mal gusto que el sirviente hubiese asumido que el mensaje le llegaría a Bryan directamente, como si este no tuviese sirvientes o fuese alguien de fácil acceso, igual que un simple tendero que está deseoso de recibir a cualquiera y en cualquier momento.

Ahora bien, lo justo hubiese sido que el sirviente recibiese una reprimenda por su descuido, la cual llegaría al Conde Mondego e iniciaría un conflicto entre dos aristócratas, todo por la descuidada lengua del mensajero. Pero el mayordomo había sido hábil al instruir a los sirvientes, así que la respuesta fue política y amable, pero transmitió correctamente el mensaje: “El Barón Bryan no carece de siervos ni tampoco está desesperado por recibir a otros nobles por más que estos vengan a buscarlo.

El sirviente volvió al coche.

- ¿Qué? - Preguntó el conde Mondego.

El chico, un tanto avergonzado de la lección que acababa de recibir, dio a su amo la respuesta que el portero le había dado.

- ¡Hombre! - Dijo Mondego: - No ha pasado ni un mes desde que adquirió el título, ¿pero ya se cree un príncipe al que hay que tratar de “señoría” y sólo el mayordomo puede hablarle? No importa, puesto que su Alteza quiere que lo investigue, tendré que verlo para saber si podemos darle algún uso. -

Y el Conde Mondego se echó en la testera del coche gritando a su cochero, como para que pudiera oírsele del otro lado de la calzada:

- ¡Al Senado! -

Desde su cuarto, Bryan había observado todo a través de su Espectro Oscuro y rápidamente descubrió muchas cosas de ese personaje, sobre todo su verdadera naturaleza. Pero también adivinó de parte de quién venía.

- Tiberio Claudio sabe que somos irreconciliables, así que nunca enviaría a alguien a reclutarme, solo a espiarme o asesinarme. Y como dijo “su Alteza” solo puede venir de parte de los príncipes. Tiene que ser un lacayo de Lucio Augusto Máximo, el hermano de Lawrence que vio aquella vez en el Jardín de las Delicias. - Susurró Bryan sonriendo maléficamente mientras recibía las imágenes de su criatura, que en ese momento estaba siguiendo al Conde Mondego y continuó haciéndolo hasta llegar al límite de su alcance: - Decididamente es feo el hombre ese. ¿Cómo no reconocer en él con tan solo una ojeada a un buitre codicioso con forma humana? -

Entonces se inclinó para tocar la campana y una hermosa sirvienta abrió la puerta de su habitación con expresión de sorpresa, pues en ningún momento había visto al señor de la casa cuando vino a limpiar, pero de algún modo ahora se encontraba ahí. Sin embargo, hizo una reverencia profesional y esperó instrucciones sin hacer preguntas innecesarias.

- Llame a Chester. - Ordenó Bryan.

En el mismo instante entró su nuevo asistente.

- ¿Mandaba llamar su señoría? - Dijo Chester inclinándose.

- Sí, señor - Contestó Bryan y preguntó: - ¿Ha visto usted los caballos que acaban de detenerse delante de la puerta? -

- Desde luego, Amo Bryan, y muy hermosos que eran. -

- Y si yo le pedí los dos caballos más hermosos de la capital. - Dijo Bryan mirándolo fijamente y frunciendo el entrecejo: - ¿Cómo es que hay en Itálica otros dos caballos tan hermosos como los míos y no están en mis caballerizas? -

Chéster bajó la cabeza ante el fruncimiento de cejas y el tono severo de aquella voz.

- Señor Barón - Dijo Chester: - los caballos de que usted me habla no estaban a la venta. -

Bryan se encogió de hombros:

- Sepa, señor Chester, que todo está siempre en venta para quien sabe ponerle precio.

- El Conde Mondego pagó dieciséis mil monedas de plata por ellos, mi Señor Bryan. -

- ¿Y qué? Había que ofrecerle treinta y dos mil. Es codicioso y un hombre así nunca pierde ocasión de doblar su capital. -

- ¡¿Habla en serio, su Señoría?! - Preguntó un sorprendido Chester levantando la mirada.

Pero inmediatamente se arrepintió, porque Bryan miró al ex ladrón como quien se asombra de que osen hacerle una pregunta. Chéster entendió que acababa de cometer un grave error y que estaba en la cuerda floja, pero sabía que en ese momento no debía hacer otra cosa que bajar la cabeza con un gesto leal o provocaría la ira de Bryan.

- Esta tarde tengo que hacer una visita. Quiero que para entonces esos dos caballos estén enganchados a mi coche con arreos nuevos. -

Eso era una prueba que su nuevo amo le estaba poniendo para corregir su anterior desliz demostrando su valía. Si no tenía éxito, habría consecuencias.

Y Chéster lo comprendió perfectamente, así que se retiró inclinándose, aceptando tácitamente el juicio de Bryan.

Cerca de la puerta se detuvo:

- ¿A qué hora piensa su señoría hacer esa visita? - Preguntó.

- A las cinco - Dijo Bryan.

- Me permitiré hacer observar a su señoría que son las dos. - Se atrevió a decir el antiguo ladrón.

- Ya lo sé - Se limitó a responder Bryan como si no le importase: - Puedes marcharte. Al bajar, mándame al ayuda de cámara. -

Y se dio la vuelta.

Chéster tragó saliva, pero reunió su resolución y abandonó rápidamente el cuarto.

- Lo siento por ti, Chéster. - Susurró Bryan sonriendo en cuanto supo que estaba solo: - Pero ahora eres mi sirviente, la mano derecha de un señor de la oscuridad que comanda los poderes demoníacos y necrománticos. Si ni siquiera puedes hacer esto, luego de compartirte mi poder y darte los recursos, entonces es que no valías la pena desde el principio. -

Entonces entró el mayordomo Vincent y Bryan conversó con él largo y tendido, mientras dos bellas esclavas le preparaban un baño, para luego vestirlo con su túnica de gala de Archimago.

*****

A las cinco Bryan dio tres golpes en el timbre. Un golpe llamaba a la sirvienta, dos a Vincent y tres a Chester.

El ex ladrón ingresó. Se notaba que estaba sudoroso, como si acabase de correr una auténtica maratón.

- ¡Los caballos! - Dijo Bryan.

- Están en el coche, su señoría. - Replicó Chester: - ¿Acompañaré a mi Señor Bryan?

- No. El cochero, Vincent y un sirviente, eso es todo. -

Bryan bajó a la entrada y vio, enganchados a su coche, los caballos que había admirado por la mañana en el coche del Conde Mondego.

Al pasar junto a ellos les echó una ojeada.

- Son hermosos, en efecto. - Dijo Bryan admirado: - Y ha hecho usted bien en comprarlos, Chester. Sólo que con un poco de retraso. -

- Su Señoría. - Dijo Chester dudando: - Me he visto mal para conseguirlos y debo admitir que han costado muy caros. -

- ¿Son por eso menos hermosos? - Preguntó Bryan encogiéndose de hombros.

- Si mi Amo está satisfecho, todo está bien. -

- Me alegro que nos entendamos. - Dijo Bryan con una sonrisa llena de significado.

Chéster bajó la mirada y preguntó: - ¿Adónde va su Señoría? -

- A casa del señor Conde Mondego. -

Aquella conversación tenía lugar en lo alto de la escalinata. Chester dio un paso para bajar el primer escalón.

- Un momento, señor - Dijo Bryan deteniéndolo y le entregó un libro: - Esta es una lista con todas las propiedades que yo poseo. Léala y memorícela. -

- Entendido, mi Amo. - Dijo Chester recibiendo el cuadernillo.

- Solamente Phoebe y Emily conocen esta lista. - Añadió Bryan antes de bajar los escalones y subió al coche, que, llevado al trote de aquel magnífico tiro de caballos tordos, no se detuvo hasta la puerta de la mansión del Conde Mondego.

Chester abrió los ojos por la sorpresa mientras recibía el cuaderno y entonces sonrió. Las dos mujeres eran las amantes de su Amo, las personas en las que é más confiaba, nada menos que el mismísimo centro de su círculo más íntimo.

Y ahora Chester tenía información que sólo manejaba ese círculo de confianza.

- Gracias, su señoría. - Dijo inclinándose profundamente hacia el coche que se alejaba: - Me aseguraré de que nunca se arrepienta. -

*****

El Conde Mondego estaba en su mansión reunido con sus “amigos”, los cuales no dejaban de darle cumplidos con la esperanza de obtener presupuestos para sus futuras gestiones, cuando le anunciaron la llegada del Barón Bryan.

- Señores. - Dijo dirigiéndose a sus colegas, varios de los cuales eran honorables miembros de la Cámara de Comercio: - Perdónenme si les dejo de esta manera, pero figúrense que su Alteza me ha ordenado conversar con el nuevo Barón Bryan que tanto asombro ha provocado en la plebe tras su duelo con Vlad Cerrón.

Como comprenderán, la curiosidad se ha apoderado de mí y todavía me tiene en vilo. Pasé esta mañana por casa del supuesto Barón y me dijeron que “su señoría” no estaba disponible. ¿Qué les parece? ¿No son maneras de alteza o de mujer bonita las que se da ese necromante?

Hay que decir que la casa, situada en el distrito aristocrático y suya, según me he informado, me pareció apropiada. - Continuó Mondego riendo con su ruin risita. - Pero dudo mucho que tenga el capital para mantenerla. Por eso tengo prisa por ver a ese hombre. Creo que si le ofrezco suficiente dinero bailará en la palma de la mano de su Alteza Lucio Augusto en muy poco tiempo. -

Terminadas aquellas palabras con un énfasis que dilató las aletas de la nariz del Conde Mondego, dejó a sus huéspedes y pasó a un salón blanco y dorado que daba mucho que hablar en Itálica. Era allí adonde había ordenado que introdujeran al visitante para deslumbrarlo de entrada.

Por supuesto, antes de ingresar hizo una señal secreta para advertir a sus defensores que estuviesen preparados por si acaso y estos asintieron desde sus escondites.

Estaba Bryan de pie contemplando unos cuadros de batalla y gestas épicas, los cuales en realidad eran copias que le habían colado a Mondego por originales y que, pese a ser copias, desentonaban enormemente con las acuarelas de todos los colores que llenaban los techos.

Al oír el ruido que hizo Mondego al entrar, Bryan se volvió.

Mondego saludó ligeramente con la cabeza e hizo seña a Bryan de que se sentara en un sillón de madera dorada tapizado de satén blanco brochado de oro.

Bryan se sentó con una expresión tranquila y relajada, aunque por dentro estaba bastante alerta, pues sintió que una poderosa magia se había activado muy cerca de él en el momento en que su anfitrión entró en la habitación. Sin embargo, eligió pretender no haberse dado cuenta de nada.

- ¿Tengo el honor de dirigirme al señor Bryan? -

- ¿Y yo - respondió el aludido: - a su ilustrísima Conde Mondego, caballero de la Legión de Honor y Senador de Itálica, dueño de la Casa Bancaria de Mondego? -

Bryan acababa de repetir a la perfección todos los títulos que había visto en la tarjeta del Conde Mondego y este sintió una punzada de incomodidad que le hizo morderse los labios, pues pese a tener un rango superior en la aristocracia no había empleado los correctos modales en su primer intercambio con este joven, quedando como una persona vulgar.

- Debo disculparme, señor Barón. - Dijo el Conde Mondego: - Por no haberle dado desde el primer momento el título por el que me ha sido usted anunciado, pero, como usted viene de un origen… popular, pensé que de ese modo se sentiría más cómodo. -

- Pierda cuidado, ilustrísima. - Respondió Bryan con una gran sonrisa: - Los hombres de alcurnia como usted pueden darse el lujo de olvidar llamar a otro inferior como Barón mientras conserva la costumbre de hacerse llamar Conde. -

El Conde Mondego sintió el golpe oculto en las palabras del joven, pero consiguió digerirlo porque recordó las intenciones del Príncipe: Ganarse a Bryan para su facción.

Y para eso pensaba usar el dinero.

- Pasemos al asunto por el que pasé a visitarlo. - Dijo Mondego sonriendo: - Como usted sabrá o quizá no, un grupo de Senadores hemos obtenido una alianza con la Cámara de Comercio para la creación de un banco imperial. -

- ¿Se refiere a la iniciativa mostrada por el Barón Cameron? - Preguntó Bryan alzando una ceja: - Tenía entendido que actualmente se encontraba en problemas. -

- No, no es nada tan prosaico. - Respondió Mondego con tono burlón: - Ese fue un tonto intento de un lacayo de Tiberio Claudio, que trató de morder más de lo que podía tragar. Me refiero a un auténtico Banco para las fortunas más ilustres de Itálica. Un capital al cual mi amo, el Príncipe Lucio, desea darle acceso a través de mi querida Casa de Mondego. -

- Ya veo, quiere ofrecerme un préstamo. -

- ¡Exactamente! ¿No tiene pronto que organizar su primera gala para ingresar en la alta sociedad? ¡A nosotros nos encantaría ofrecerle un crédito para eso! -

Hijo de puta, ¿me está tomando por un mendigo?” Pensó Bryan, pero no permitió que su enojo se mostrase en su expresión. Afortunadamente el plan de este sujeto, que seguramente sería complicado para un habitante del continente Vathýs, era completamente trasparente para alguien como él. Y es que en el mundo de donde provenía Bryan la trampa de los créditos, hipotecas y préstamos a largo plazo eran mucho más complicados y, sobre todo, desarrollados en comparación.

En efecto, Mondego ahora pensaba ofrecerle dinero de ese banco que la facción del príncipe había formado. Luego lo ataría con los intereses, como cualquier banco habría hecho con las tarjetas de crédito. Incluso estaba copiando la estrategia de presentarlo como si quisiese hacerle un favor.

Pero sí existía un problema tan delicado como inusitado: En su mundo, rechazar un préstamo era tan fácil como decir “no”. Pero esta Casa Bancaria de Mondego tenía detrás de sí a poderosos aliados. Así que, si Bryan lo rechazaba directamente, estaría declarándole la guerra al Primer Príncipe.

Y no era el momento de hacer nuevos enemigos.

- Si usted acepta, podríamos entregarle ahora mismo una serie de fondos que… -

- ¡Acepto, por supuesto! La merced del Primer Príncipe sólo puede ser agradecida y nunca despreciada. - Lo cortó Bryan con una sonrisa llena de alegría: - Además, hay muchas refacciones que deseo hacer en mi casa. -

Te tengo.” Pensó Mondego riendo por dentro: “Era de esperar que mordiese el anzuelo. Después de todo, no era más que un plebeyo hasta hace un par de días.

- ¡Ha tomado usted una buena decisión, señor Barón! - Dijo Mondego alegremente y sacando un cuaderno: - Entonces, ¿qué tipo de monto desea como préstamo inicial? -

- No perdamos el tiempo, ilustrísima. - Contestó Bryan sonriendo: - Ahora mismo deme un crédito ilimitado. -

- ¿Crédito ilimitado? - Preguntó Mondego pensando que había escuchado mal.

- Exactamente. -

- Me temo que no entiendo a qué se refiere con eso. -

- Bueno, ilustrísima, ¿y qué encuentra usted de incomprensible en eso? ¿o acaso he comprendido mal el ofrecimiento que me ha hecho? Por favor discúlpeme si es el caso. -

-  No, nos alegra prestarle fondos. Sólo que la palabra ilimitado… -

- ¿Acaso he pronunciado mal? Me disculpo de veras, pero sabrá que hasta hace poco era un plebeyo y quizá mi vocabulario todavía lo refleja. - Dijo Bryan con un gesto que parecía auténticamente arrepentido y humilde.

- ¡Oh, sí, Barón Bryan! ¡Nos encantaría que fuese miembro de nuestro Banco! - Exclamó el Conde Mondego asustado de perder a la persona que el Príncipe le había ordenado captar a toda costa: - Y no hay nada que decir en lo que toca a la sintaxis, pero no es lo mismo en lo que toca a la contabilidad. El sentido de la palabra ilimitado, en materia de finanzas, es tan vago como, bueno… -

- Como ilimitado, ¿no es cierto? - Dijo Bryan sonriendo.

- Eso es precisamente, Barón Bryan, lo que quería decir. Pues lo vago es lo dudoso y, como dice el sabio, en la duda, abstente. -

- Discúlpeme usted, ilustrísima. - Respondió Bryan con una reverencia: - Pero su ofrecimiento de dinero fue tan generoso que olvidé que quizá, dado que recién están comenzando a formar este Banco, no tendría los fondos suficientes. -

La expresión de Mondego se quebró por un momento. Que un ex liberto insinuase en su presencia que existía la posibilidad de que no tuviese dinero para prestarle era un insulto mortal para su orgullo. De modo que su tono fue un poco grave cuando respondió: - Cuida tus palabras, Barón Bryan. Nadie ha contado todavía mi caja. -

- Entonces, ilustrísima. - Replicó fríamente Bryan: - Parece que seré yo el primero. -

- ¿Quién le dice tal cosa? -

- Las explicaciones que usted me pide, Conde Mondego. Y que más bien parecen vacilaciones completamente fuera de lugar. Sobre todo, justo después de que acaba de ofrecer prestarme dinero… -

Mondego se mordió los labios. Era la segunda vez que aquel joven le ganaba y ahora había sido en su propio terreno. Su cortesía burlona era sólo fingida y rayaba en ese límite tan cercano a la impertinencia. Bryan en cambio sonreía con la mejor gana del mundo y adoptaba, cuando lo deseaba, una cierta expresión ingenua que le sentaba muy bien.

- En fin, señor Barón. - Dijo Mondego tras un momento de silencio: - Voy a tratar de hacerme entender rogándole que fije usted mismo la suma que quisiera que le prestásemos. -

- Pero, ilustrísima. - Repuso Bryan decidido a no perder ni un centímetro del terreno en la discusión: - Si estoy pidiéndole un crédito ilimitado, es porque no sé precisamente qué cantidades necesitaré. -

El Conde Mondego pensó que por fin había llegado su momento. Se retrepó en el sillón y con una sonrisa pesada y orgullosa dijo: - ¡Oh, Barón Bryan! No le dé miedo pedir. Así podrá convencerse de que la cifra que la Casa Bancaria de Mondego tiene al servicio del Príncipe Lucio, aunque limitada, puede satisfacer las mayores exigencias. Aunque pidiera usted un millón de monedas de oro… -

- ¿Cómo dice? - Preguntó Bryan como si no hubiese escuchado.

- Dije un millón. - Repitió Mondego con el aplomo de la necedad.

- ¿Y qué haría yo con un millón? - Replicó Bryan con condescendencia: - ¡Por los divinos, ilustrísima! Si sólo necesitara un millón, nunca pensaría en pedir un crédito por semejante miseria. ¿Un millón? Pero si siempre llevo un millón en la cartera o en el maletín de viaje. -

Y Bryan sacó en ese momento dos Letras de Cambio del Gremio Mercante de Bootz por un valor de quinientas mil monedas de oro cada una, pagaderos al portador.

Este era en verdad el mejor modo de atacar a un hombre como el avaro Conde Mondego. El mazazo surtió efecto: Primero titubeó y sintió vértigo, después miró a Bryan con ojos atontados y sus pupilas dilatadas. Con temblor manifiesto revisó cada una de las Letras de Cambio, verificando la autenticidad de las firmas con una minuciosidad que hubiera sido insultante para Bryan si no hubiera tenido en cuenta el tipo de hombre con el que estaba tratando.

Después ocurrió exactamente lo que Bryan esperaba, por la expresión del Conde comenzó a desfilar la misma gama de emociones que tantas veces había visto en sus propios ojos frente al espejo durante su antigua vida en su mundo original. Sobre todo, cuando miraba los anuncios de los millonarios y soñaba con ser uno de ellos: Primero el anhelo, luego la frustración y finalmente la envidia más evidente.

Naturalmente el Conde Mondego seguía siento un aristócrata y rápidamente se recompuso con gran habilidad, fingiendo una sonrisa. Pero Bryan había visto su verdadera cara durante la centésima de segundo que se reveló, gracias a sus reflejos sobrehumanos, y se regocijó por dentro al darse cuenta de que su plan improvisado estaba dando resultado.

- ¡Oh, joven amigo! Estas firmas valen muchos millones - Dijo Mondego olvidándose de la misión que el Príncipe le había encomendado y levantándose como para saludar al poder del oro personificado en el hombre que tenía delante: - ¡Perdóneme, señor Barón, pero, aun dejando de desconfiar, puede uno seguir asombrado!

- ¡Oh, no es una casa como la suya la que se asombrará así! - Dijo Bryan con toda cortesía y volvió a guardar las Letras de Cambio: - Entonces, podrá usted prestarme algún dinero ahora que ha visto estas firmas, ¿no? -

- ¡Pero por supuesto que sí! - Respondió Mondego casi babeando al pensar en los intereses que podría cobrarle a Bryan en el futuro ahora que sabía de su inmensa fortuna.

- Pues bien, ilustrísima. - Dijo Bryan alegremente: - Ahora que nos entendemos… porque ya nos entendemos, ¿no es cierto? -

Mondego hizo un gesto afirmativo con la cabeza.

- Y ya no le queda a usted ningún recelo… ¿Cierto, ilustrísima? - Continuó sondeándolo Bryan sin dejar de sonreír.

- ¡Oh, señor Barón! - Exclamó el Mondego: - Nunca los he tenido. -

- No, no, todo lo que quería usted era una prueba. Pues bien - Repitió Bryan: - Ahora que ya nos entendemos, ahora que ya no tiene usted ningún recelo, fijemos, si le parece bien, una suma total para el primer año: seis millones, por ejemplo. -

¡Fijemos seis millones para el primer año!

- Seis millones. ¡Sea! - Dijo Mondego sofocado.

- Si necesito más. - Añadió Bryan maquinalmente: - Le pediré más. Pero sólo pienso quedarme poco tiempo en Itálica, porque mis deberes me reclamarán pronto en Valderán, así que no creo que sobrepase esa cantidad… En fin, ya veremos… Para empezar, sírvase hacerme llegar quinientas mil monedas de oro mañana. Estaré en casa hasta mediodía, pero, por si no estoy, dejaré un recibo a mi mayordomo. -

- El dinero estará en su casa mañana a las diez de la mañana, señor Barón. - Repuso el Conde Mondego: - ¿Desea usted oro, joyas o plata?

- Oro y plata, por favor: mitad y mitad. -

Y Bryan se levantó.

- Debo confesarle algo, señor Barón. - Dijo Mondego: - Creí tener una idea exacta de todas las grandes fortunas en el Imperio, y sin embargo la suya, que me parece considerable, confieso desconocerla del todo. ¿Es reciente? -

Bryan se imaginó el templo de los troles, el tesoro de los Elfos Oscuros y el monumento a Ascanio y casi se le escapa una risa sarcástica. Pero entonces notó un brillo especial en la mirada de Mondego y supo al instante que esa pregunta en realidad ocultaba una intensión.

Así que decidió confirmarle todas sus sospechas.

- No, señor - Respondió Bryan finalmente: - Al contrario, es muy antigua. Era una especie de tesoro de familia al que estaba prohibido tocar y cuyos intereses acumulados han triplicado el capital. Por eso no es extraño que no la conozca. Pero dentro de muy poco la conocerá mejor. -

Y Bryan acompañó sus palabras con una de aquellas sonrisas pálidas que tanto miedo daban a Lawrence.

El Conde Mondego guardo un silencio enigmático por unos segundos, pero finalmente volvió a hablar sonriendo:  - Cuando he entrado estaba mirando mis cuadros, le pido permiso para enseñarle mi galería: todo cuadros antiguos, todo obras maestras garantizadas, pues a mí no me gustan los modernos. -

- Tiene usted razón, señor, pues todos en general tienen un defecto: el de no haber tenido tiempo de envejecer. - Contesto Bryan mientras adoptaba una actitud de interés por las pinturas que le iban a mostrar. Mientras tanto decidió hacer una prueba y se llevó la mano hacia uno de sus bolsillos, como si fuese a sacar un arma, pero inmediatamente escuchó un leve rose de metal contra metal. Alguien estaba desenvainando una espada. De modo que inmediatamente corrigió su postura como si fuese una simple coincidencia, pero ya había confirmado su teoría.

Tiene guardias profesionales vigilándolo” Pensó Bryan mientras miraba de reojo hacia una de las paredes. “Asesinarlo podría ser difícil.

- Si no es insolente de mi parte, ¿podría hacer una pregunta a su ilustrísima? -

- Diga usted, señor Barón. -

- Desde mi último duelo contra Vlad Cerrón he tenido malos sueños sobre ser atacado sorpresivamente. Y en este lugar, viendo tantos cuadros invaluables… - Hizo una pausa para que su sarcasmo no se notase: - Temo que algún asaltador ruin se atreva a intentar un golpe sorpresa. -

- ¡Despreocúpese, usted! ¡Pocos lugares hay que sean más seguros que mi residencia! ¿nunca ha escuchado hablar del Escudo de Aegis? - Dijo el Conde Mondego mirándolo con una sonrisa ufana y condescendiente.

- ¿El Escudo de Aegis? -

El Conde Mondego chasqueó los dedos y una puerta secreta se abrió en la pared, revelando la existencia de pasadizos detrás de cada muro. De su interior emergieron diez poderosos guardias, cada uno de ellos era un Caballero de la Tierra o un combatiente de poder equivalente. Pero además salieron nada menos que dos Archimagos Espaciales, sosteniendo cada uno un extraño artefacto dorado, el cual estaba generando una especie de barrera mágica.

Escudo de Aegis

Esa es la fuente del poder que sentí cuando Mondego entró.

Cuando Bryan lo miró usando sus sentidos mágicos, casi tuvo que cerrar los ojos por la cantidad de energía, la cual resplandecía como un segundo sol en la habitación.

- Esta es una reliquia de la Familia Imperial, nada menos que el Escudo de Aegis. - Explicó el Conde Mondego con orgullo: - ¿Conoce el conjuro conocido como Maestro Eco? Este artefacto de tiempos legendarios puede generar una barrera mucho más poderosa, la cual cubre perfectamente al objetivo, encerrándolo en una burbuja donde cualquier poder sobrenatural es completamente neutralizado. Además, su efecto es tan fuerte que ni siquiera Cyrano Constantino podría sobrepasarlo. -

- ¡Oh, es impresionante! ¡Gracias por permitirme ver semejante tesoro! - Dijo Bryan con una expresión llena de asombro, aunque por dentro pensaba: “Mierda, esto complicará las cosas.” Y luego añadió: - ¿Puedo hacer una prueba? -

El Conde Mondego asintió.

Entonces Bryan trató de hacer un conjuro, pero, aunque su Fuerza Mental se reunió, la magia no alcanzó a salir de su cuerpo, como si su piel estuviese cubierta por una capa impermeable que no podía sentir.

- ¡Maravilloso en verdad! ¡Ahora veo que la facción del Primer Príncipe es verdaderamente superior! ¿Pero no debería estar este tesoro en posesión de su majestad? -

- Esto es solo una muestra de lo mucho que su Alteza Lucio confía en mí. - Respondió Mondego con una sonrisa presuntuosa: - Pero tampoco sería práctico que se lo llevase, porque este artefacto no puede ser operado por nadie más que estos dos Archimagos Espaciales, que fueron reconocidos por este objeto.

Además, su poder no funciona fuera de Itálica, aunque muchos han tratado de comprender el motivo sin éxito. Por eso no tendría sentido sacarlo de la capital. -

- ¿Y estos Archimagos no corren peligro al usar este objeto divino? - Preguntó Bryan.

- Por supuesto que no. ¡Ambos son increíbles combatientes! Pero no se preocupe, señor Barón. Incluso si fuesen atacados por sorpresa, para eso tengo a estos mercenarios especialistas en defensa. - Dijo el Conde Mondego señalando a los diez Caballeros de la Tierra: - El nombre de su grupo es “Caparazón de Dragón” precisamente porque son los mejores guardaespaldas del Imperio Itálico y nunca han permitido que muera uno de sus clientes. Todos ellos han sido contratados exclusivamente para velar por mi familia. Con ellos aquí, más el escudo de Aegis, es imposible que alguien se atreva a intentar algo violento en las proximidades.

Y por supuesto… no importa de quién se trate. Nadie que nos deba dinero podrá hacer algo para defenderse si decidimos ir a buscarlo un día, señor Barón. -

- Le agradezco infinitamente por dejarme ver esto. - Exclamó Bryan fingiendo que no se daba cuenta de la amenaza implícita en las palabras del Conde Mondego.

Si, muchas gracias por revelarme toda esta información.

Los guardias y los Archimagos que llevaban el Escudo de Aegis se retiraron aparentemente, pero Bryan los escuchó claramente en los pasillos secretos detrás de las paredes, vigilando cada uno de sus movimientos. Sin embargo, pretendió ser ignorante de ello y escuchó con mucha atención la ridícula perorata de Mondego sobre los cuadros falsos que pensaba eran verdaderos.

Pero cuando el Conde se encontraba señalando una escena de carga de caballería, que en realidad era un tema mitológico y no uno histórico como él pensaba, se escuchó un estruendo seguido por el griterío de una mujer histérica.

Condesa Lorena de Mondego

Poco después las puertas dobles se abrieron de golpe y la señora Condesa Lorena de Mondego ingresó hecha una furia, seguida por una corte de aterrorizadas sirvientas. Aunque al ver que su marido estaba con alguien a su lado, vaciló unos momentos antes de continuar.

- ¡Señora Condesa! - Se apresuró a saludarla Mondego antes de que su mujer comenzase un escándalo: - Permíteme presentarte al señor Barón, Bryan el Necromante, que me recomendó su Alteza el Primer Príncipe. -

En el instante que la Condesa escuchó que se trataba de un Barón, sus ojos mostraron una expresión claramente despectiva. Después de todo se trataba de un aristócrata con un grado inferior al suyo. Ella ya estaba abriendo la boca para seguir peleando con su marido, cuando reparó en el rostro del joven y vio lo atractivo que era. Entonces pareció reparar en algo y exclamó: - ¡¿Acaso es el Señor Barón que tan famoso se ha hecho en Itálica como campeón de la Arena al derrotar a ese traidor de Vlad Cerrón?! -

- ¡Oh, señora! - Respondió Bryan con una sonrisa encantadora: - Oír semejante cumplido de una dama tan hermosa es tan halagador como inmerecido. Semejante pequeñez no es digna de llamar la atención de una mujer tan ilustre como la Condesa de Mondego. -

Sus palabras no eran un simple cumplido, pues la Condesa aún podía presumir de ser una mujer atractiva a sus treinta y nueve años. Pero Bryan había notado el desagradable brillo lujurioso en su mirada y decidió aprovecharlo.

Por su parte el Conde parecía demasiado aliviado de haber contenido la irracionalidad de su esposa y aprovechó para añadir apresuradamente: - El señor Barón aún no ha sido presentado en sociedad, pero ya tiene pensado gastarse seis millones de monedas de oro en tan solo un año. Esto promete una serie de bailes, cenas y festines hasta la medianoche, en las que espero que el señor Bryan no nos olvide, como tampoco lo haremos nosotros en nuestras pequeñas fiestas. -

Aunque la presentación fue tan groseramente elogiosa, era cosa tan rara que un hombre anunciase que gastaría en un año la fortuna de un príncipe, que la señora Lorena de Mondego dirigió a Bryan una mirada llena de un renovado interés.

- ¿Y cuándo hará usted su entrada, señor? -

- Primero tengo que hacer un encargo del Emperador en la frontera. - Respondió Bryan inclinándose: - Pero espero poder anunciarme en cuanto termine el invierno. -

- ¡Me parece maravilloso! - Dijo la Condesa sonriendo ante el gesto: - Hace bien en retrasar su presentación lo más posible. Este año Itálica ha sido insoportable por culpa de ese desastre militar. No hay ni bailes, ni saraos, ni fiestas. Por toda distracción no nos quedan más que unas miserables carreras de caballos en el Circo Imperial. ¿Va usted a correr caballos, señor Barón? -

- Yo, señora. - Dijo Bryan: - Haré todo lo que se hace en Itálica, si tengo suerte de encontrar a alguien que me informe convenientemente de las buenas costumbres en la capital. -

- ¿Le gustan a usted los caballos, señor Barón? -

- Si bien mis orígenes pueden ser humildes, cualquier hombre sabe apreciar lo que es bueno para el corazón. Y yo por mi parte valoro dos cosas: la nobleza de los caballos y la belleza de las mujeres. -

- ¡Ah, señor Barón! - Dijo la Condesa dándose por aludida: - Debería haber tenido la galantería de poner a las mujeres en primer lugar. -

- Ya ve, señora, que tengo razón en decir que me gustaría tener un preceptor que pueda guiarme en las costumbres de Itálica. -

- Lo cual me recuerda. - Dijo la Condesa volviéndose a su marido: - ¿Es cierto? -

- ¿Qué, señora? - Preguntó Mondego visiblemente agitado.

La condesa se volvió para sujetar por los cabellos a una de las criadas y la arrojó a los pies del Conde sin ninguna piedad, mientras la señalaba: - Lo que me dice esta muchacha… -

- ¿Qué te dice? -

- Dice que en el momento en que mi cochero ha ido a enganchar mis caballos a mi coche, no los ha encontrado en las caballerizas. ¡Pregunto qué significa esto! -

- Mujer- Dijo Mondego: - Escucha… -

- ¡Oh! Te escucho, pues siento curiosidad por saber lo que vas a decirme. Haré que este noble joven sea nuestro testigo y empezaré contándole lo que sucede. Señor Barón -continuó la Condesa mirando a Bryan: - El señor Conde Mondego tiene diez caballos en las caballerizas. Entre estos diez caballos hay dos que me pertenecen, dos caballos estupendos, los dos caballos más hermosos de Itálica.

Pues bien, en el momento en que una amiga mía me pide prestado el coche, y se lo dejo para ir mañana de paseo al bosque, ¡los dos caballos no aparecen! El señor Mondego habrá encontrado cómo ganar con ellos un poco de oro y los habrá vendido.

¡Oh, qué raza más baja la de los negociantes! -

- Escuchame, mujer - Respondió Mondego: - Los caballos eran demasiado impetuosos, apenas si tenían cuatro años y me hacían temer por ti horriblemente. -

- ¡Oh, señor! - Dijo la Condesa: - Bien sabes que desde hace un mes tengo a mi servicio al mejor cochero de la capital… ¡A no ser que lo hayas vendido con los caballos! -

- Querida, te conseguiré otros iguales, más hermosos incluso, si los hay, pero caballos mansos, tranquilos y que no me inspiren semejante terror. -

La Condesa encogió los hombros con una expresión de profundo desprecio.

Mondego no pareció percibir aquel gesto más que conyugal y, volviéndose a mirar a Bryan, dijo: - Verdaderamente siento no haberle conocido antes, señor Barón. ¿Está usted contratando a su personal de servicio? -

- Sí, claro. - Respondió Bryan.

- Le hubiese ofrecido esos caballos a usted. Imagínese que deseaba tanto deshacerme de ellos que los he vendido por una miseria. ¡Es que son caballos para un joven! -

- Muchas gracias, ilustrísima. - Dijo Bryan: - De hecho, esta misma mañana he comprado unos bastante buenos y no demasiado caros. -

Entonces señaló hacia la ventana, desde donde se podía ver su carruaje. Algunos criados que también gustaban de los caballos se acercaron disimuladamente a mirar. Pero no el Conde Mondego, que estaba concentrado en su iracunda esposa.

- Fíjate, mujer. - Le dijo en voz baja: - Que vinieron a ofrecerme un precio exorbitante por aquellos caballos. No sé quién es el loco que está arruinándose y me mandó esta mañana a su Asistente Personal, pero el hecho es que gané dieciséis mil monedas de plata por ellos. No me pongas mala cara y te daré cuatro mil y dos mil a nuestra hija. -

La señora Mondego lanzó a su marido una mirada mortífera.

- ¡Oh, por los divinos! - Exclamó de pronto una criada.

- ¿Qué pasa? - Preguntó la Condesa irritada.

La criada tragó saliva por el miedo y se arrepintió inmediatamente de haber hablado, pero su señora la estaba mirando, así que tuvo que responder: - Pues que no me engaño: esos son sus caballos, sus propios caballos enganchados al coche del Barón. -

- ¡¿Mis caballos tordos?! - Exclamó la señora Mondego.

Uno de los caballos tordos de la Condesa comprados por Bryan

Y se precipitó a la ventana.

- En efecto, esos son - Dijo finalmente.

Mondego estaba estupefacto.

- ¿Es posible? - Se preguntó Bryan en voz alta fingiendo asombro.

- ¡Es increíble! - Murmuró el Conde.

La Condesa extendió la mano y llamó con su dedo a uno de sus criados, al cual dijo dos palabras al oído. Luego este se acercó a su vez a Bryan.

- La Condesa le pregunta en cuánto le ha vendido su marido los caballos. -

- Pues no sé bien - Respondió Bryan encogiéndose de hombros: - Es una sorpresa que me ha dado mi Asistente y que… me ha costado cincuenta mil monedas de plata, creo. -

El sirviente fue a llevar la respuesta a la Condesa.

Mondego estaba tan pálido y desconcertado, que Bryan puso cara de apiadarse de él.

- Ya ve, ilustrísima. - Le dijo en voz baja: - Cuán ingratas son las mujeres: esa deferencia suya no ha afectado en nada a la condesa, aunque ingratas no es la palabra que debería decir, sino locas. Pero ¿qué quiere usted? Siempre desea uno lo que perjudica. Por eso créame, Conde, que lo más simple es dejarlas que hagan lo que se les meta en la cabeza; si se la rompen, al menos sólo podrán culparse a sí mismas. -

Mondego no respondió nada, pues veía que se le venía encima una escena desastrosa. Ya el ceño de la señora condesa se había fruncido y presagiaba tormenta. Los sirvientes también presintieron el desastre inminente, así que escaparon por la puerta más cercana. Bryan, que no deseaba molestar quedándose más tiempo, saludó a la señora Lorena de Mondego y se fue, dejando al Conde a la cólera de su mujer.

*****

Poco después el Conde Mondego salió apresuradamente al jardín trasero de su mansión, tratando por todos los medios de aliviar la mejilla donde la cachetada de su mujer lo había alcanzado. Aunque nada de esto bastaba para aliviar la ira de la condesa, que en ese momento estaba rompiendo cosas en el interior de la alcoba nupcial.

- ¡Esa mujer es una arpía! ¡Si no fuera por el dinero de su dote ningún hombre debería casarse con ella! - Maldijo el Conde.

- ¡Pero este día fue un éxito! - Dijo uno de los sirvientes de confianza del Conde, que se había acercado rápidamente con toallas frías: - ¡El Barón Bryan va a solicitar un préstamo enorme! - Y añadió con una sonrisa lisonjera: - ¿Debo enviar un mensaje a su Alteza comunicándole que Bryan ha pedido prestado seis millones? -

- ¡No seas estúpido! - Gritó el Conde volteándose repentinamente y arrojándole una bofetada que hizo que el sorprendido criado se cayese al suelo: - ¡No dirás nada! No, espera, incluso ese loco de las batallas podría sospechar si guardo silencio durante mucho tiempo…. ¡Le dirás que Bryan piensa solicitar un millón en un año, pero ni un centavo más! -

- ¿Por qué? - Preguntó el criado confundido.

El Conde Mondego lo miró iracundo, pero ese sirviente era la única persona en la que confiaba. Era bueno con los números. También era ambicioso. Y no podía traicionarlo porque, después de todo, tenía en su poder a sus hijos, así que por eso podía permitirse usarlo de confidente: - ¿Sabes por qué elegí servir al Primer Príncipe? -

El criado parpadeó antes de responder: - Lo dijo anteriormente, ilustrísima. El Primer Príncipe solamente está interesado en la guerra y no le interesan los asuntos financieros. Así que le ha dado a usted todo el poder sobre su tesoro. -

Lucio Augusto es un príncipe obsesionado con la guerra.

- Exacto. Aunque tampoco es que tenga carta blanca, porque la inteligencia le alcanza para darse cuenta de que es muy importante enlazar nuestros destinos, de modo que lo ha dispuesto todo de tal forma que, si él cae o se arruina, toda mi fortuna se perderá con él. Aun así, sigue siendo un excelente negocio, porque cuando Lucio llegue al poder podré enriquecerme todo lo que quiera usando el erario público. - Admitió el Conde luego de mirar a los alrededores para ver que nadie estuviese escuchando: - Pero si existiese la posibilidad de hacerme rico y además de forma completamente independiente… -

- ¿Qué quiere decir? -

- ¡Piensa un poco, imbécil! ¿Cómo es posible que un recién nombrado Barón tenga tanto dinero como para pedir un préstamo ilimitado?! - Espetó Mondego y luego preguntó: - ¿Me trajiste lo que te pedí? -

- Si. - Contestó el sirviente sacando un rollo de pergamino que llevaba oculto entre sus ropas: - Es un documento de los espías del Primer Príncipe… en el Manto Oscuro. -

- Antes de la última purga que hizo el Gran Señor Amyes. - Dijo el Conde: - Nos las arreglamos para extraer un poco de información antes de que mataran a nuestros informantes… ¡Aquí está! Lee esto. - Le tendió el documento al sirviente.

- Dice: Se sospecha que un tal Bryan es responsable de localizar un monumento que podría ser la tumba de Ascanio Ítalo o por lo menos un templo en su nombre. Regresó recuperando un documento de valor incalculable que entregó a los Grandes Maestres, pero no se encontró nada más en ese lugar… ¡No puede ser! ¡¿Acaso usted cree?! -

- Ese maldito encontró un tesoro en ese lugar y de algún modo consiguió ocultarlo. ¡Ese es el origen de esa fortuna! - Exclamó Mondego con un gesto de odio: - De otro modo, ¿cómo podría un inferior como él haber conseguido semejante riqueza? ¡¿Pero cómo se atreve a tener más dinero que yo, el Conde Mondego?! -

- ¡Podríamos denunciarlo y hacer que lo arresten! -

- Por eso tú eres un sirviente y yo soy el Amo. - Se burló Mondego: - Si hacemos lo que propones, el tesoro acabará en manos del Emperador o de uno de sus hijos y yo no conseguiré nada. En cambio, si juego bien mis cartas… ¡Todo será para mí! -

- Es usted brillante amo. - Dijo el sirviente haciendo una reverencia.

- Por ahora fingiremos ser amigos de Bryan y retrasaremos el cobro de los intereses. - Decidió Mondego: - Pronto partirá a la ciudad de Valderán y se volverá inaccesible. Pero en algún momento tiene que volver para presentarse ante la Alta Sociedad en la capital y entonces seguramente traerá consigo ese tesoro para poder comprar la buena voluntad de los patéticos nobles que aún lo rechacen… ¡Ahí nos apoderaremos de esa riqueza! -

- Mi amo. - Dijo el sirviente dudando: - ¿Estará todo bien? ¡Ese Bryan derrotó a Vlad Cerrón! ¿Y si consigue resistir o llama la atención con sus poderes? -

- No seas tonto. - Respondió Mondego: - Con el Escudo de Aegis y los mercenarios de Caparazón de Dragón… ¿Quién puede resistirse? Te digo que será fácil matarlo. Todo es cuestión de esperar el momento oportuno para que nadie más se entere. -

En ese momento los ruidos de cosas siendo arrojadas contra las paredes se silenciaron, prueba de que la señora condesa finalmente se había quedado sin energía. De modo que amo y sirviente sonrieron maliciosamente antes de volver a ingresar.

*****

A unas diez cuadras de la mansión, sentado en su carruaje, Bryan también estaba sonriendo.

Naturalmente había escuchado todo a través del Espectro Oscuro que decidió dejar flotando en los alrededores de la mansión del Conde Mondego, luego de haber visto florecer tan claramente la codicia que él mismo acababa de sembrar en el corazón de ese hombre.

Y celebraba que su plan estuviese funcionando tan bien.

Si idiota, préstame todo el dinero que quieras pensando que puedes robarme. ¿Pero sabes cuál es el problema de deberle a una “Casa Familiar” en lugar de a una “empresa”? ¡Que cuando la familia sea destruida las deudas desaparecen con ella!

En efecto, Bryan estaba pensando con miras a la próxima Guerra Civil. En ese momento pensaba ponerse del lado de Lawrence y destruir tanto a la facción de Lucio como a la de Antonio. ¿Quién se atrevería a cobrarle entonces? De modo que pensaba pedir y pedir prestado al Conde Mondego durante ese año, para así incrementar aún más su fortuna.

Porque, si su enemigo quería darle dinero ¿quién era él para rechazarlo?

La merced del Primer Príncipe sólo puede ser agradecida y nunca despreciada.” Se dijo Bryan maliciosamente: “Y en cuanto a tu plan de asesinarme para quedarte con mi tesoro, bueno, aunque ese formidable Escudo de Aegis fuese diez veces más poderoso, aún no sería suficiente para protegerte de mí.

En ese momento un mensajero enviado por Chester llegó junto al carro y le alcanzó una nota con un mensaje.

- Phoebe es realmente inigualable. - Susurró después de leerlo: - Los barriles de pólvora ya están listos y sellados. ¡Entonces es tiempo de que me dedique a eso! En cuanto al juego con el Conde Mondego, tendrá que esperar por ahora. - Y ordenó a su cochero: - ¡A casa! -

En cuanto llegó a su mansión se cambió de ropa para ir disfrazado al Gremio Mercante de Bootz. Los doscientos barriles no entraron en su Anillo Espacial a pesar de haberlo vaciado, pero Phoebe le prestó uno que todavía no estaba vendido y así consiguió meter todo el cargamento junto con los últimos ingredientes mágicos que la hermosa espadachina había conseguido para él después de muchas dificultades.

Cuando todo estuvo listo, Bryan regresó a su casa y una vez ahí, dio unas nuevas instrucciones a Chester relacionadas con el dinero que llegaría al día siguiente, así como las precauciones que tenía que tener.

Finalmente le dio a su nuevo Asistente Personal una orden que lo hizo abrir los ojos sorprendido y casi derrama lágrimas por la frustración que sintió. Pero habiendo aprendido que no debía cuestionar la voluntad de su señor, simplemente hizo una reverencia y aseguró que las cumpliría.

Entonces Bryan usó la Matriz de Transporte para viajar al Cementerio de la Muerte.

Dos horas después la condesa Lorena Mondego recibía una carta encantadora del Barón Bryan en la que le decía que, no deseando dar sus primeros pasos en la Alta Sociedad de Itálica disgustando a una mujer tan bonita, le suplicaba que volviera a tomar sus caballos.

Tenían los mismos arreos que ella había visto por la mañana, sólo que en medio de cada una de sus orejas Chester había mandado engarzar un hermoso diamante.

También el Conde Mondego recibió una carta, en la que Bryan le pedía permiso para consentir a la condesa aquel capricho de millonario, rogándole además que disculpara la manera algo excéntrica de devolverle los caballos.

Así fue como mismo el hombre que Mondego planeaba robar y asesinar, terminó apoderándose de la paz de su matrimonio, sin que el codicioso Conde lo notase.

La sonrisa maligna de Bryan

Nota del Traductor

Hola amigos, soy acabcor de Perú, donde elegimos reír en lugar de llorar ante las locuras que nos presenta la vida. 

Es miércoles 14 de junio del 2023.

Hace poco Xbox y Microsoft sus nuevos juegos y la verdad es que ninguno me gustó a excepción de Starfield de Bethesda. Aunque me dio mucha risa que lo presentaran como “El mejor juego que habían desarrollado”, cuando la empresa Bethesda los estuvo trabajando en el duran casi 20 años y lo único que hizo Microsoft fue comprar la empresa hace unos años.

Últimamente meten protagonistas mujeres hasta por las puras, pero si están bien desarrolladas no debería ser un problema. El demérito es que muy raras veces lo son, tanto en el cine como en los juegos.

Si pienso en una protagonista mujer fuete mi primer referente es Sarah Connor de Terminator 2, en Ellen Ripley y por supuesto Eowyn de The Lord of The Rings, esas eran grandes protagonistas que cualquiera puede amar, apoyar y seguir sin problemas. ¿Por qué? Porque son creíbles, evolucionan, no pretenden ser fuertes, sino que lo son. Y esta fuerza se muestra durante la superación de muchos obstáculos y defectos que ellas tienen, para finalmente obtener el triunfo que es tanto una victoria como una redención.

En cambio, las protagonistas mujeres últimamente son… bueno, son Androides. Nunca aprenden nada, lo hacen todo bien, siempre tienen razón, no luchan para conseguir nada, no superan ningún defecto propio y por eso no tienen redención.

Pero creo que lo peor es que no tienen ninguna personalidad y yo creo que esto es hecho así apropósito para que el espectador pueda proyectar sobre ella su propia personalidad. Así pues, no son realmente personajes, sino tabulas razas.

Antes algunos se quejaban por la exagerada sexualización de los personajes femeninos o, por el contrario, la exaltación de sus cualidades maternales y tiernas. A mí nunca me molestó, pero quizá algo de razón tenían. Les concedo eso. El problema es que ahora se han ido al otro extremo y los únicos rasgos que exageran son la violencia, la irracionalidad, la confianza excesiva, la vulgaridad y la falta de empatía por otros. En pocas palabras, las cualidades que antes repudiaban en personajes masculinos, generalmente los villanos.

¿Qué tan triste es eso? Yo recuerdo el juego Tenchu II para Playstation 1, donde jugabas con dos ninjas, uno masculino y una kunoichi, cada uno tenía sus propias misiones y también distintos estilos de pelea. El hombre era mejor con la Katana y los ataques directos, mientras que la mujer se enfocaba en la velocidad y ataques en distintos ángulos con sus espadas cortas duales. Era un juego perfectamente balanceado que habré jugado miles de veces por lo bien que estaba hecho.

Ahora hay muchos que dicen que la gente rechaza los personajes femeninos. Yo creo que es lo contrario. Extrañamos los personajes verdaderamente femeninos, pero actualmente no hay muchos. Porque la de Assassin's Creed Odyssey o Valhalla… ¿En serio? De entrada, si son asesinas, ¿Por qué demonios irían a campos de batalla para pelear directamente con hombres claramente más fuertes, a plena luz del día? Lo entendería si peleasen de un modo único, al estilo de Black Widow, que permite compensar sus debilidades físicas con agilidad, pero, ¿peleas cuerpo a cuerpo? Todos sabemos que esa pelea terminaría en segundos en la vida real y no a favor de ella.

En cambio, en Cyberpunk puedo creerlo porque son robots, hay una trama que favorece este tipo de desarrollo y la acción se desarrolla como debe ser. Es creíble y al mismo tiempo fantástico. Lo mismo sucede en Horizon con Aloy, que aprovecha inteligentemente la tecnología a su alcance y además tiene una historia interesante que me hace querer saber más del personaje, genera empatía con sus luchas, con la superación de sus debilidades intrínsecas, tanto emocionales como físicas.

En fin, esa es mi opinión, pero creo que los últimos fracasos de películas con este tipo de mujeres irreales, engreídas y sobre todo desprovistas de carácter deberían fomentar un cambio en la industria de videojuegos también para que no caigan en la trampa de Disney, que está perdiendo millones gracias a las secuelas de Star Wars, pues nadie quiere comprar ni los juguetes, ni ir al Disney World o visitar el Hotel de Star Wars. ¿Qué opinas tú?

En fin, ahora hablemos de los cambios.

Bueno, toda la trama de este capítulo es completamente nueva. En el original Bryan se dedica a ir y venir varias veces entre el Valle del Sol y su Mansión, haciendo escala en el Cementerio de la Muerte. Pero estos viajes están tan poco descritos que casi parecen inmediatos, una especie de “Viaje Rápido” de videojuego que no tiene sentido. Es decir, sabemos que puede volar, pero tampoco debería ser Superman. Y realmente lo fuera, ¿para qué se molesta en ir al Cementerio? ¿Por qué no va directamente?

Tanto la descripción de la Mansión como las interacciones con los sirvientes están fuertemente inspiradas en el libro del Conde de Montecristo. Aunque cambié los nombre de las calles en francés por otros latinos. La Vía Augusta y la calle de Livia son referencias al primer emperador de Roma y a su esposa.

La parte de Chester y su juramente tienen dos fuentes principales: Por un lado, escenas de la Serie Gotham, cuya primera y segunda temporada me encantaron (aunque luego se hizo tediosa). Pero la segunda y principal es evidentemente un guiño a Star Wars, ya que si uno es fan seguramente reconocerá la portada de la novela de James Luceno, Darth Plagueis, que modifiqué un poco para adaptarla a las necesidades de nuestros personajes. De hecho, quería que toda la escena se pareciese al juramento de lealtad de los Señores de lo Sith, espero que me haya quedado bien.

Cabe agregar que, en el original, Chester no recibe Esencia Mágica ni nada, pero me pareció un poco inapropiado que el ladrón no obtenga nada por sus servicios. Hace un montón de cosas, muchas de las cuales yo he agregado para darle relevancia a su personaje, pero en la novela no recibe más que algunos cargos… los cuales probablemente podría haber conseguido sirviendo a alguien más y con menos riesgos para su vida.

Por cierto, todavía no se qué poderes le daré, pero estoy pensando que al final sea una especie de visir o ministro de Bryan, así que deben ser útiles, pero no muy poderosos.

La siguiente parte destacable es la del baño y básicamente quería hacerlo muy espectacular porque será el escenario de más de un encuentro pasional entre el protagonista y sus múltiples amantes. Para la descripción usé el que aparece en Harry Potter y el Cáliz de Fuego, la versión de la novela. Sin embargo, esto me enfrentó con mi viejo enemigo: El hecho de que casi no hay imágenes de baños de fantasía lujosos. No me quedó más remedio que encontrar una foto real y modificarla lo más posible en Photoshop, usando tutoriales. Ustedes dirán si quedó bien.

Luego estaba la descripción de los cuartos, que fue difícil pero tanto como la del baño. Algo con lo que me empeñé bastante fue con los balcones. La cama de nuestro protagonista tenía que ser muy grande por razones obvias. Además, sí o si quería agregar un techo artesonado para Bryan porque me encantan personalmente y es una de las cosas que más me gustan del arte mudéjar. Eso me complicó mucho las cosas porque no había imágenes, pero al final conseguí una que luego alteré apenas en Photoshop.

Originalmente en la novela nos dicen que toda las mansiones tienen un cuarto secreto y Bryan simplemente se dirige a ese lugar. Pero si todo el mundo sabe de la existencia del cuarto, porque se da a entender que Cándido ya lo conoce, no tiene sentido que Bryan lo use para guardar su matriz.

Al principio iba a colocar una bóveda o algo así, pero la verdad es que para ese momento estaba muy agotado mentalmente y no quería seguir describiendo la casa, así que decidí simplificar las cosas, volviéndolo algo que el protagonista pudiese destrozar rápidamente. Y como dicho cuarto estaba en la habitación, decidí hacerlo un cuarto pervertido para dar a entender que el anterior dueño era un aristócrata depravado, y uno en el mal sentido (bueno, tampoco es que haya un buen sentido), para que ningún lector lamente que Bryan no haya conservado alguno de esos artefactos para probarlos con sus damas.

La siguiente parte es la del Conde Mondego. Y antes de que se rían de su apellido les diré que Mondego es un apellido portugués que viene del latín MONDAECUS, derivado de Mundo, no tiene nada que ver con ciertas vísceras.

En fin, toda esta parte de Mondego está inspirado en el Conde Montecristo, solo que con un personaje llamado Danglars. Lo fui construyendo de un modo medio improvisado, pero me pareció que un villano no violento sería interesante de leer. Naturalmente quería darle una carta de triunfo, lo cual me llevó a inventarme el Escudo de Aegis, inspirado en la palabra égida que significa panoplia, armadura o escudo. La imagen son dos aparatos de los Protos de Starcraft editadas en Photoshop.

Algunos de nuestros lectores son banqueros. Pido disculpas de ante mano si la estafa que Mondego intenta hacer no es coherente con el sistema crediticio.

La condesa en cambio está pensada para ser una mujer madura atractiva, aunque algo loca y ciertamente interesada, pero que podría terminar siendo bastante deseable para muchos personajes masculinos. Solo espero que los 39 años sea una edad aceptable, porque esa era la edad que tenía Mónica Bellucci cuando hizo Matriz Recargado en el 2003 y es en ella en quien estaba pensando cuando me imaginaba al personaje. Ahora tiene 53 años… y la verdad es que aún sigue siendo conservando su atractivo.

Las imágenes fueron bastante difíciles de conseguir, en especial las de la mansión de Bryan. Esto se debió en gran parte a que primero hice la descripción, lo cual dificultaba mucho encontrar una que calzara.

Pero por favor déjame saber tu opinión en los comentarios: ¿Qué les pareció la descripción de la mansión de Bryan? ¿Les pareció buena la escena con Chester? ¿Les gustó que le diese podres al ladrón, aunque sea en una versión degradada? ¿Qué opinan del baño? ¿Quedó bien? ¿Qué les pareció las habitaciones principales? ¿Les dio risa el cuarto “xxx” y la reacción de Bryan al descubrirlo? ¿Qué opinan del Conde Mondego como sub villano? ¿Qué les pareció la trama con el banquero maligno? ¿Les gustó esta subtrama y el escudo de Aegis? ¿Creen que Bryan debería seducir a la condesa Mondego? ¿Cómo les gustaría que Bryan dispusiese al final de este enemigo?

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