337 Horda de Zombis en Etolia

Campamento de Helénica, 1 hora antes de que la batalla iniciase.

Las mañanas en Etolia solían ser frías, especialmente tras la temporada de lluvias, pero aquella amanecía con una atmósfera gélida que incluso parecía calar hasta los huesos. La razón era evidente: la sombra de una batalla inminente se cernía sobre ellos, una batalla en la que la muerte podía acechar en cada esquina, reclamando tanto a extraños como a seres queridos. El cuerpo se daba cuenta instintivamente de que muy pronto estaría en peligro y agudizaba los cinco sentidos al máximo. Seguramente era por esto que cosas como la baja temperatura se sentían con mayor intensidad

Ameles era un hombre de origen humilde, pero destacaba como corredor de fondo y en su juventud tuvo la gran fortuna de que un aristócrata generoso le enseñase equitación. Este conjunto de habilidades le valió el título de heraldo en la ciudad de Helénica, encargado de transmitir mensajes oficiales. Su nueva posición le proporcionaba un salario decente y elevaba su estatus social; sin embargo, el haber pasado de ser un ciudadano de tercera a segunda clase también significaba que debía combatir en la guerra.

Su delgada constitución, ideal para largas distancias a pie o a caballo, lo hacía un combatiente poco intimidante, por lo que se le asignó el rol de explorador en la batalla. Ameles se sentía aliviado de no enfrentarse directamente en el combate. Observar desde lejos las formidables filas de hoplitas micénicos le causaba gran incomodidad. Años atrás, en un viaje oficial a Micénica, se extravió y sin querer llegó a un valle donde se entrenaban jóvenes hoplitas. Allí, tuvo que huir de lobos feroces y osos salvajes tan imponentes como árboles. Pero la verdadera amenaza no era la fauna, sino los grupos de jóvenes micénicos enmascarados que se divertían cazando seres humanos de los pueblos sometidos por su ciudad. Cuando atraparon a Ameles, la mayoría de los encapuchados querían asesinarlo, pero uno de ellos logró persuadir a los demás de que matar a un heraldo era un sacrilegio severamente castigado por los dioses y con consecuencias potencialmente desastrosas para ellos en el futuro.

- No vuelvas a pisar estas tierras. - Le advirtió torvamente el joven encapuchado después de conducirlo de regreso al sendero que lo llevaría a Micénica: - No son para los extranjeros, ni siquiera si son heraldos. -

Desde aquel incidente, Ameles se convirtió en el tipo de heraldo que jamás se apartaba de los caminos establecidos; prefería cabalgar toda la noche, sin pausa ni sustento, antes que arriesgarse a explorar atajos desconocidos.

Si, a Ameles no le gustaban los micénicos. Pero, para ser justos, tampoco encontraba agradable la compañía de sus compatriotas helénicos. En realidad, a Ameles no le caía bien nadie. Era un misántropo que apenas trataba con su familia y, a sus treinta años, no se había molestado en buscar esposa ni tenía intención de hacerlo.

Ameles se dirigió hacia su caballo asignado. No se parecía a los imponentes corceles de guerra que usaban los caballeros, altos, elegantes y musculosos, capaces de embestir con fuerza y atacar a los enemigos. No, el caballo de Ameles era rápido, pero sobre todo resistente, más adecuado para viajes largos. Bellota tenía un porte ligero, tamaño mediano y patas cortas que le proporcionaban estabilidad en terrenos planos o irregulares, perfecto para moverse en Etolia. Al principio, algunos mercenarios de la caballería se burlaron de Ameles al verlo montado en lo que consideraban "un perro grande", pero Bellota les demostró su valía cuando tuvieron que explorar terrenos difíciles, subiendo por riscos empinados con agilidad y soltura que otros animales no podían igualar.

- Muy bien, el perro puede correr. - Comentó uno de ellos con ironía cuando Ameles regresó, pero después de ese episodio, nadie volvió a burlarse de Bellota.

Después de ajustar la silla en su caballo, Ameles se puso su armadura ligera y tomó una jabalina barata que era la única arma que consiguió comprar. Luego, agarró la corneta hecha de cuerno de toro, indispensable para dar la alarma. Finalmente, completó su rutina ajustándose los cordones de sus botas, meticulosamente fabricadas con piel de animales jóvenes y cosidas con esmero para evitar llagas en los pies. Estas valían veinte monedas de plata, un precio que requeriría a un artesano especializado trabajar un mes para poder adquirirlas, pero a Ameles se las pagaba la ciudad.

Satisfecho con su equipo, Ameles montó sobre Bellota y aguardó la señal para partir. No estaba del todo contento con su asignación de vigilar el extremo del campo de batalla frente al Monte Ida, puesto que la sombra de la montaña contribuía al frío intenso de la mañana. Sin embargo, prefería eso a enfrentarse directamente en el combate sangriento, así que no se quejó demasiado.

Sólo espero que la caballería enemiga no termine cerca de mi puesto mientras pelean.

Conforme se dirigía a su lugar designado, Ameles sentía cómo el frío y la oscuridad se intensificaban. Las sombras se alargaban bajo los imponentes pinos y el aire estaba impregnado de un silencio premonitorio, apenas roto por el crujir de la hierba roja bajo las pisadas de Bellota. A pesar de que el amanecer había comenzado a desplegar sus primeras luces, el sol estaba completamente bloqueado por la imponente masa de la montaña, proyectando una sombra ominosa sobre toda la planicie.

Nada más llegar, un mal presentimiento comenzó a anidar en el estómago de Ameles. No podía explicar qué era, pero algo sobre la montaña le parecía inquietante. A pesar de sus intentos por ignorarlo, ese sentimiento crecía, alimentándose de cada sombra y cada susurro del viento entre los árboles. Recordó los rumores que había escuchado en el pasado sobre sacrificios humanos realizados en aquel monte, pero decidió apartar esos pensamientos de su mente. En lugar de eso, se concentró en los ejércitos que se estaban formando en el Campo de Sangre, preparándose para el combate inminente.

Mientras observaba a los soldados, un sonido sutil captó su atención detrás de él, en el monte. Antes de que pudiera girarse para investigar, una bandada de pájaros irrumpió desde la densidad del bosque, volando hacia el cielo en un frenesí de alas y plumas. Algo los había asustado lo suficiente como para que abandonaran su refugio entre los árboles.

Instintivamente, Ameles se volvió hacia el monte, tratando de discernir qué había provocado la reacción de las aves. Pero antes de que pudiera investigar más a fondo, las trompetas sonaron, anunciando el inicio del combate entre las caballerías de mercenarios. Los Vándala sorprendieron a todos con su arrojo y sus poderosos gritos de guerra distrajeron al explorador durante un tiempo.

Mientras los ejércitos chocaban con estrépito y los gritos de los hombres llenaban el aire, Ameles permaneció en su puesto, atento para alertar sobre cualquier intento de flanqueo. Pero sus ojos ocasionalmente se desviaban hacia el Monte Ida. Su instinto le decía que, aunque su rol era observar la batalla, no debía ignorar las sensaciones que aquel lugar le provocaba.

Conforme el sol ascendía, sus rayos comenzaron a disolver las sombras que el Monte Ida proyectaba sobre el campo. La batalla había escalado con las falanges enfrentándose luego del triste sacrificio de las palomas y la devastación que causó el Batallón Mágico de la Arconte Teia. El choque de los escudos marcaba el inicio del othismos, una lucha cuerpo a cuerpo donde la victoria tardaría en definirse.

A pesar de la tensión del combate, Ameles no podía sacudirse la sensación de inquietud que seguía molestándolo desde su llegada. Su mirada, una vez más, se desvió hacia el Monte Ida. Con la luz del día ahora bañando el terreno, decidió explorar más detenidamente el paisaje que lo rodeaba. Sus ojos recorrieron la espesura, intentando percibir cualquier movimiento o detalle fuera de lo común. Había algo en la atmósfera, una sutileza que lo inquietaba, que le hacía sentir que no todo era como parecía.

Decidido a explorar más a fondo, Ameles guió a Bellota hacia el límite del bosque y finalmente comenzaron a avanzar muy lentamente entre los árboles. Gracias a su tamaño reducido su caballo pudo adentrarse mucho más en la espesura que cualquier otro corcel, pero aun así Bellota luchaba mucho para avanzar entre las ramas bajas y la densa vegetación que actuaba como un obstáculo natural.

Tras varios intentos frustrados de progresar, Ameles decidió detenerse y simplemente observar. Permaneció allí largo tiempo, pensando que discernía figuras o movimientos entre los árboles, pero cada vez que intentaba concentrarse, los detalles se desvanecían en la incertidumbre.

Ameles y Bellota en el bosque de pinos

De repente, un estruendo masivo retumbó en el campo de batalla. Ameles se apresuró a regresar con Bellota y se dirigió a un punto elevado para tener una mejor vista. Desde allí, presenció el enfrentamiento singular entre Atreo Mikel e Ilo Tros. A pesar de tener la armadura destrozada y no portar ningún arma, Atreo parecía llevar la delantera, al igual que el resto del ejército micénico, que avanzaba con fuerza contra sus adversarios.

Sintiendo un miedo creciente, Ameles comenzó a considerar que quizá la batalla ya estaba perdida para su ciudad y la idea de huir comenzó a tomar forma en su mente. Pero en ese preciso instante, sin advertencia alguna, una lluvia de proyectiles incendiarios surcó el cielo, impactando violentamente en las filas micénicas. Desde su posición, Ameles observó con asombro cómo, a lo lejos, una serie de enormes estructuras lanzaban estos proyectiles ardientes. Era la primera vez que veía tales artefactos; se asemejaban a titanes de madera y metal, catapultando fuego hacia el firmamento.

Fascinado y confundido, Ameles se quedó mirando estos artefactos, tratando de entender su funcionamiento… ¡Cuando de pronto, un estallido claro y aterrador rasgó el silencio que hasta entonces había dominado el entorno del Monte Ida!

Girando horrorizado hacia la fuente del ruido, Ameles presenció una visión de pesadilla: un inmenso ejército de Guerreros Zombis emergía con furia de la espesura, lanzándose al campo de batalla sin importarles las heridas que las ramas y arbustos infligían a sus cuerpos desgarrados.

- ¡Por los divinos! - Gritó Ameles aterrorizado. Sin pensarlo dos veces, instó a Bellota a galopar tan rápido como le fuera posible, alejándose de aquella marea de no muertos que avanzaba implacablemente. Mientras huía, un pensamiento cruzó su mente: ¡Debía alertar a todos!

Aún con el corazón palpitando en su garganta, Ameles sacó su cuerno y, sin dejar de espolear a Bellota, lo llevó a sus labios para soplarlo con todas sus fuerzas. Como el caballo se sacudía al galopar, fracasó muchas veces en su intento de producir un sonido de alarma y solamente lo consiguió unos segundos antes de que aquellas criaturas que lo perseguían abandonasen la espesura para salir a campo abierto.

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Bryan estaba sentado con las piernas cruzadas sobre una roca, rodeado de arbustos que ocultaban su silueta. A su lado, Druso lo miraba con marcada preocupación, igual que el resto de los Lictores que formaban un círculo protector a su alrededor. No era para menos, porque el Procónsul sudaba profusamente y su cuerpo no dejaba de temblar; estaba claro que sufría, pero mantenía los ojos cerrados, concentrándose intensamente. Incluso había reducido sus funciones vitales, como hacía cuando ocultaba su presencia, todo para asegurarse de que la energía de su cuerpo se concentrase en su cerebro.

Durante su tiempo con "Los Cancerberos", Bryan había perfeccionado bastante el hechizo de Sincronización Paranormal. Sin embargo, nunca antes había tenido que sostener una magia tan compleja durante tanto tiempo. Solo podía lograrlo gracias a la ayuda del Báculo Necromántico que sostenía en su mano derecha, el cual en ese momento tenía el cabezal cubierto por varias telas amarradas. Bryan desconfiaba de la discreción de sus hombres y no le agradaba mostrar de esa manera una de sus cartas de triunfo, pero no tenía otra opción. Al menos pensó que si lo envolvía de ese modo, la apariencia de su báculo no llamaría tanto la atención y quizás los legionarios ni siquiera lo tendrían en cuenta. Después de todo, no era extraño que los Archimagos llevaran este tipo de artefactos.

Lamentablemente la mayor parte de su plan se vino abajo cuando el exceso de poder mágico hizo que parte de las telas se soltaran, y ahora varias tiras flotaban al ritmo de la energía necromántica desprendida de un modo casi fantasmal. Esto, naturalmente, captó la atención de muchos, quienes murmuraban asombrados ante el espectacular báculo mágico que debía poseer su general. El único consuelo para Bryan era que estas telas flotantes resultaban algo menos llamativas que las tres calaveras características del báculo, las cuales, afortunadamente, seguían cubiertas.

Pero todas estas precauciones eran necesarias. Bryan no podía arriesgarse en lo más mínimo a ser descubierto y por eso se aseguró de que cada una de sus Criaturas Oscuras estuviese en su lugar. Al mismo tiempo vigilaba que ninguno de sus legionarios hiciese nada estúpido que delatase su posición.

Al final se demostró que tenía razón, pues uno de ellos sufrió un ataque de pánico y saltó medio enloquecido, mientras habría la boca para gritar que debían rendirse. Pero inmediatamente cinco Guerreros Zombis cayeron sobre el desdichado, quien ni siquiera pudo reaccionar a tiempo para defenderse con su Aura de Batalla antes de que las uñas alargadas de aquellos seres le desgarrasen la garganta.

Lamentablemente, a pesar de su rápida reacción, el legionario consiguió hacer algo de escándalo y lo peor fue que esto ocurrió justo debajo de un árbol en donde dormía una bandada de pájaros, los cuales salieron volando e hicieron un escándalo llamativo. Por fortuna, la batalla comenzó justo en ese momento y el sonido de las caballerías galopando atrajo la atención de la mayoría.

Además, la visión de ese legionario desangrándose sirvió para que el resto entendiese lo que pasaría si no guardaban silencio.

El problema fue que alguien sí se dio cuenta de que algo había asustado a esos malditos pájaros: uno de los exploradores a caballo. Por un instante, incluso giró su montura en dirección a ellos y escudriñó la espesura varias veces, como si sospechara algo.

Este individuo se convirtió en una verdadera espada de Damocles para Bryan, especialmente porque, con el paso de los minutos, veía cómo el límite de la sombra del Monte Ida se acercaba cada vez más al bosque, aumentando la posibilidad de que algún reflejo en una armadura o la silueta de alguien fuera detectado por el explorador. Al mismo tiempo, era crucial esperar hasta el último momento para maximizar el impacto de su emboscada. ¡Pero si los descubrían antes de tiempo, todo podría fracasar!

Justo en ese momento, la situación cambió. Bryan estaba concentrado en el duelo de Atreo contra Tros, cuando de pronto vio los carruajes transformarse en aquellos impresionantes fundíbulos. Luego, el ataque de esta nueva arma comenzó a inclinar el curso de la batalla claramente a favor del ejército aliado y los vasallos de Micénica estaban a punto de escapar.

El momento había llegado.

Bryan abrió los ojos de repente, y con un gesto feroz, liberó una oleada descomunal de su Fuerza Mental, sincronizándose profundamente con sus Criaturas Oscuras. Imbuidos de su indomable voluntad, los Guerreros Zombis despertaron y, con un rugido que retumbó a través del bosque, se lanzaron en una carga implacable. Nada detenía su avance; destrozaban ramas, trituraban arbustos y pulverizaban rocas, cada paso resonaba como un trueno en la tierra, marcando el inexorable avance de la horda infernal.

Para muchos, la mayor ventaja de las Criaturas Oscuras radicaba en su incapacidad para agotarse físicamente, mientras que otros valoraban más su naturaleza de peones desechables.

Sin embargo, Bryan tenía una perspectiva distinta. Según él, lo más ventajoso de comandar Criaturas Oscuras era que estos seres carecían de miedo. No vacilaban ni un instante y jamás se detenían, sin importar la fuerza o el poder del adversario que enfrentaran.

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La horda de no muertos se abrió paso a través del bosque a toda velocidad, pero incluso antes de abandonar el límite de aquellos árboles, ya habían perdido a cientos de sus integrantes. Esto se debía a que los obstáculos en el terreno descendente jugaban en su contra: raíces, troncos, ramas bajas, rocas y arbustos los hacían tropezar, y al final acababan aplastados de forma horripilante por las Criaturas Oscuras que venían detrás de ellos.

A pesar de esto, Bryan no ordenó que se detuvieran ni redujeran el ritmo. Al contrario, los instó a avanzar aún más rápido, sin detenerse por nada, consciente de que cada segundo era crucial. Esta primera carga también serviría para abrir el camino a los que vendrían después.

Al salir de la espesura y adentrarse en el Campo de Sangre, la velocidad de los zombis se incrementó aún más. Su blanco inicial fueron los contingentes de caballería de Ilión y los Vándala, que todavía se enfrentaban sin definir un vencedor claro. La aparición repentina de los no muertos sembró el pánico tanto en hombres como en bestias. Los caballos, en particular, se asustaron en exceso, encabritándose y corriendo descontroladamente en todas direcciones. Algunos jinetes lograron dirigirlos hacia las salidas del campo de batalla, pero muchos otros corceles, en su frenética huida, chocaron contra las líneas de infantería de los mercenarios que protegían los flancos de las falanges, causando un caos absoluto de confusión y muerte.

La estampida de los animales allanó el camino para que la horda de zombis alcanzara finalmente el flanco derecho de las Falanges enfrentadas. Los primeros en su trayectoria eran Atreo Mikel e Ilo Tros, quienes, tras la interrupción causada por la caída de los proyectiles, habían cesado su combate y ahora trataban de entender la situación.

Siendo Grandes Caballeros, a ambos les bastaría con un simple movimiento de su mano para eliminar a centenares de Guerreros Zombis. Incluso si se quedaban quietos, permitiendo que la horda los atacara, era poco probable que sufriesen algún daño que mereciese ser mencionado. Sin embargo, la sorpresiva llegada de los no muertos los tomó por sorpresa, de manera que adoptaron posturas defensivas.

Cuando finalmente vislumbraron a las criaturas que avanzaban, Atreo Mikel e Ilo Tros experimentaron un breve alivio. Aunque jamás habían contemplado Criaturas Oscuras antes, estas no parecían una estampida de bestias mágicas ni desprendían Aura de Batalla, lo que podría haber indicado una amenaza mayor. Su número era preocupante, pero ambos se sentían confiados en poder repeler el avance. No obstante, antes de que pudieran lanzar un solo ataque, la horda de zombis maniobró con una sincronización impecable, dividiéndose y fluyendo a su alrededor como un cardumen esquivando a un depredador.

- ¡¿Qué?! - Exclamaron al unísono.

Los dos eran maestros en el arte de dirigir ejércitos que se movían con una precisión milimétrica, una habilidad fundamental para liderar falanges en el campo de batalla. Sin embargo, nunca antes habían presenciado a un grupo tan vasto de seres humanoides coordinarse con una fluidez tan sorprendente. Era como si estuvieran dotados de una mente colectiva, trabajando en perfecta armonía como una colmena de abejas. Además, los dos estaban agotados por su combate y por eso no pudieron reaccionar a tiempo para evitar que aquella marea se estrellase contra las falanges de Helénica, Micénica e Ilión.

Normalmente, las Criaturas Oscuras habrían tenido pocas posibilidades contra un grupo de hoplitas blindados, que además estaban protegidos por Aura de Batalla. Pero las falanges estaban demasiado enfrascadas en su violento enfrentamiento y también hay que tener en cuenta que, por la naturaleza de su formación, todos los soldados estaban muy juntos. En esas condiciones no podían responder ágilmente o maniobrar para esquivar ataques.

El ataque de los guerreros Zombis

La incapacidad para adaptarse rápidamente a ataques repentinos era precisamente una de las debilidades de la formidable formación de falange. Por eso los etolios siempre seleccionaban meticulosamente el terreno de combate, para evitar cualquier posible emboscada. El Campo de Sangre era una elección idónea para su estilo de lucha, pues estaba enmarcado por cordilleras boscosas que dificultaban el que los flanquearan. Además, las únicas rutas de acceso estaban bajo su control y siempre las vigilaban, así que parecía imposible que una fuerza enemiga pudiese llegar ahí sin que lo supieran.

¡Sin embargo, nunca imaginaron que existiese una ruta secreta que solo los contrabandistas conocían!

Otra debilidad crucial de la Falange, que estaba relacionada con la anterior, era su vulnerabilidad ante los ataques desde los costados o la retaguardia, donde el imponente escudo de los hoplitas no ofrecía cobertura. Bryan, quien comandaba la horda de Guerreros Zombis, pretendía provecharse precisamente de esto, y por eso hizo que sus criaturas se desplegasen aún en plena carrera como un inmenso par de tenazas, evitando a Ilo Tros y Atreo mientras rodeaban a las dos falanges enfrentadas entre sí. En ese momento, el poder de los zombis en comparación al de los hoplitas se volvió irrelevante: la marea de cuerpos avanzando implacablemente provocaba tropiezos y desbarataba rápidamente las formaciones mediante un efecto dominó.

Sentado en el bosque, Bryan extendió el Báculo Necromántico, canalizando al máximo su Sincronización Paranormal, mientras controlaba a los zombis para que continuasen adentrándose entre los hoplitas, escalando sobre ellos si era necesario, todo para avanzar lo más posible aprovechando los últimos instantes de confusión que le quedaban.

De pronto, notó cómo cientos de puntos de visión que controlaba empezaban a desvanecerse rápidamente. Aunque no podía verlo directamente, sabía que Ilo Tros y Atreo Mikel habían comenzado a combatir la horda. Simultáneamente, los hoplitas empezaban a recobrar su compostura y, a pesar de sus restricciones de movimiento, iniciaron violentos contraataques energizados por el Aura de Batalla. Muchos de ellos soltaron sus lanzas y sacaron sus espadas cortas, que eran muy eficaces para cercenar a las Criaturas Oscuras. Los Guerreros Zombis resistían como podían, pero incluso los hoplitas vasallos de Micenas podían enfrentarlos con facilidad una vez perdido el ímpetu inicial.

Por otro lado, los mercenarios que inicialmente se habían dispersado estaban ya volviendo al combate. Aunque no tan robustos como los hoplitas, su capacidad para maniobrar con agilidad los hacía ideales para recuperar el control de los flancos.

Los Guerreros Zombis desaparecían como polvo arrastrado por el viento. Después de todo, seguían siendo inferiores en comparación con sus oponentes, y una vez perdido el elemento sorpresa, su capacidad de combate era limitada. De los veinte mil originales, quince mil lograron llegar hasta las falanges y enfrentarse a ellas. Ahora, solo quedaban seis mil, y su número se reducía rápidamente: cinco mil, cuatro mil... ¡Pronto quedarían muy pocos!

Sin embargo, incluso eso aún estaba dentro de los cálculos de Bryan. La rapidez con la que sus enemigos se recuperaron lo sorprendió un poco, pero de inmediato levantó su báculo y comenzó a reunir toda la Fuerza Mental que le quedaba. Al mismo tiempo, canceló su hechizo de Sincronización Paranormal para dejar de compartir su mente y los Guerreros Zombis en el Campo de Sangre se quedaron quietos, privados por completo de la voluntad que los controlaba.

Los etolios se sorprendieron por este cambio repentino, pero celebraron interiormente porque ahora era mucho más fácil deshacerse de los no muertos. No tenían idea de que estaban haciendo exactamente lo que Bryan necesitaba. En ese momento, el Procónsul se sentía abrumado por el intenso estrés y el agotamiento mental que estaba experimentando. Además, se sentía preocupado por lo que podría ocurrir, ya que, aunque tenía experiencia usando este conjuro, era la primera vez que lo intentaba a tal escala sobre tantas Criaturas Oscuras y no era imposible que sufriese un terrible contra golpe, pero no tenía otra opción que arriesgarse nuevamente.

Una vez que el número de Guerreros Zombis descendió por debajo de mil, una cantidad que esperaba poder soportar, Bryan tomó firmemente el báculo con ambas manos y gritó:

- ¡Explosión de Cadáveres! -

Inmediatamente Bryan sintió cómo la mayoría de sus poderes necrománticos lo abandonaban, mientras el mundo parecía tambalearse a su alrededor, pero consiguió mantenerse consciente. Al mismo tiempo, en el desolado Campo de Sangre, todos los Guerreros Zombis restantes detonaron en un único y catastrófico momento. El efecto fue aún más aterrador debido a que estas criaturas se habían adentrado profundamente en la formación de los hoplitas, por lo que al finalizar, la situación de los etolios era desastrosa.

Los más afectados resultaron ser los mercenarios y los combatientes menos experimentados, muchos de los cuales perdieron la vida o sufrieron lesiones graves. Los hoplitas en cambio, protegidos por su equipamiento superior y su Aura de Batalla, sufrieron pocas bajas, aunque no se libraron de numerosas lesiones graves.

Pero lo más aterrador fue la desintegración total de sus formaciones, lo que llevó a que todos quedaran entremezclados sin importar su facción, dejándolos a todos en una posición en la que nadie estaba seguro de quién era amigo o enemigo. Además, el ensordecedor estruendo de la explosión dejó a los sobrevivientes aturdidos y desorientados, sin mencionar que muchos de ellos soltaron sus escudos o perdieron sus armas en la confusión.

- ¡Nuestras presas están heridas! ¡Ha llegado el momento de atacar! - Exclamó Bryan, alzándose con esfuerzo y apoyándose en sus Lictores: - ¡Marcio tomará el mando de la VI y Druso de la V! -

Hizo una pausa y, girándose hacia Silano, le ordenó con un gesto firme hacia una dirección específica: - Toma un destacamento ahora mismo... ¡Y captura esas máquinas de asedio! ¡Asegúrate de atrapar vivos a sus operadores! -

- ¡Comprendido, mi general! - Asintió el oficial.

Luego, Bryan dirigió su mirada a todos los legionarios reunidos y, con voz potente, exclamó: - ¡Llegó el momento de luchar! ¡Luchen si quieren regresar con vida! ¡Es la muerte o victoria! ¡muerte o victoria! ¡muerte o victoria! -

******

Ilo Tros estaba mordiendo sus labios, consumido por una furia que le hacía sentir la sangre hirviendo en las venas. Nada transcurría según sus planes. Había sacrificado cuatro magníficos corceles Aquilares, cada uno un tesoro costoso, con la esperanza de romper "Las Artes" de Atreo y asestarle un golpe mortal, pero el maldito había sobrevivido, sacrificando sus propias armas a cambio. Incluso le había dado una paliza en las primeras fases del combate. La sensación de humillación lo consumía, pero entonces aún confiaba en que alargar el enfrentamiento haría que el duelo se inclinase en favor suyo, porque las heridas de Atreo por el impacto de los caballos no podían ser leves.

Sin embargo, antes de que pudiera tener la oportunidad de revertir la situación, el ataque de las misteriosas máquinas, traídas por su amada Elena, interrumpió abruptamente su enfrentamiento. Esas armas eran tan formidables como la propia mujer que las había proporcionado, y comenzaron a inclinar la balanza a favor de la alianza entre Helénica e Ilión. Pero para Ilo, el problema radicaba en que eran demasiado efectivas, demasiado poderosas. ¿Qué sucedería si algún día Elena decidiera utilizarlas contra Ilión?

Inquieto por esta posibilidad, Ilo comenzó a pensar seriamente en la posibilidad de escapar en secreto para apoderarse de los fundíbulos antes de que pudieran ser utilizados en su contra, pero justo en ese momento, el ataque de los no muertos sumió al Campo de Sangre en un nuevo nivel de caos. Eran criaturas grotescas, las más desagradables que Ilo había visto jamás, con pieles azuladas, uñas largas y ojos resplandecientes. Pero cuando observó a Atreo lanzándose contra la retaguardia de aquellos seres, blandiendo su trozo de lanza rota en un intento desesperado por salvar la Falange, Ilo se vio obligado a despertar y seguir su ejemplo a regañadientes.

Habría sido tan fácil si aquellas criaturas lo hubiesen atacado, pero instintivamente lo evitaban y se concentraban únicamente en atacar a los hoplitas.

Entonces ocurrió la Explosión de Cadáveres. Ilo Tros emergió ileso, pero quedó cubierto de pies a cabeza por trozos de carne descompuesta, una capa de tierra y sangre. Esta combinación, junto con las heridas de su enfrentamiento con Atreo y su lóbulo cortado, lo dejaron con una apariencia miserable que en nada se parecía al apuesto príncipe encantador que habitualmente interpretaba.

- ¡Maldita sea, esto no podría ser peor! - Exclamó Ilo Tros, sumido en un torbellino de odio y frustración, completamente ajeno al dolor de sus propios hombres. En su mente, solo importaba la dignidad que sentía haber perdido.

Intentaba deshacerse del barro que le cubría el rostro cuando un estruendoso sonido de cornetas resonó en el Monte Ida. Ilo Tros se volteó con rapidez, con un movimiento casi mecánico que lo asemejó un poco a una máquina descompuesta por lo forzado que fue. Su rostro reflejaba la más perfecta incredulidad.

Justo delante de él, miles de legionarios aprovechaban las rutas abiertas en la espesura por los Guerreros Zombis y emergían del bosque para cargar con las espadas desenvainadas, gritando como si estuvieran poseídos por el dios de la guerra.

Así fue como las Legiones Malditas se lanzaron al ataque.

Bryan sentado con su báculo

Nota del Traductor

Hola amigos, soy acabcor de Perú, donde el clima se pone frío a pasos agigantados. Es miércoles 17 de abril, lo que significa que mi cumpleaños se acerca. Estoy un año más cerca de la muerte.

Recientemente, en una de esas charlas entre amigos, acabamos debatiendo sobre el género Isekai y su decadente gloria. Uno pensaría que, siendo yo quien está en pleno proceso de escribir una historia Isekai, me mantendría al margen. Sin embargo, con el rótulo de HIPÓCRITA bien visible en mi frente, no solo me sumé a las críticas sino que, sin piedad, me convertí en uno de los más fervientes detractores.

La conversación tomó un giro hacia "¿Pero hay algún Isekai que sí valga la pena?" Ahí fue donde salté con mis recomendaciones: Overlord y Mushoku Tensei son imprescindibles, y propuse que Arifureta (la novela, por favor, olvidemos la adaptación anime) y Log Horizon se disputaran el bronce.

Pero entonces, uno del grupo salta con Tsuki ga Michibiku Isekai Dōchū, o Moonlit Fantasy para los amigos. Varios colegas juran que es de lo mejorcito y debería estar en la punta de la lista. Eso me dejó pensando, y como justo están sacando la segunda temporada, pues dije: "Ya fue, voy a dar mi veredicto también".

Debo mencionar que he leído la novela ligera (que actualmente está pausada), he seguido el manga, y también he visto el anime hasta el último episodio disponible. Creo que el hecho de haber dedicado tiempo a explorar todos estos formatos es prueba suficiente de que esta historia tiene aspectos muy positivos. Sin embargo, a pesar de mi paciencia y esfuerzo por entenderlo en todas sus formas, no puedo recomendarlo como uno de los mejores.

El motivo es el siguiente: Aunque me gusta mucho el desarrollo de personajes, creo que la trama general y el Lore es muy vago. Es mi opinión, pero se siente como la película Avatar de James Cameron, donde la trama casi te grita que los indígenas extraterrestres son los buenos y los militares son los malos codiciosos, sin que nunca haya algún evento que lo ponga en duda.

Si has visto películas como Batman The Dark Knigth, te darás cuenta de que es muy importante para la credibilidad de una narración que las convicciones del protagonista sean desafiadas, hasta el punto en que la audiencia se pregunte en algún momento “¿quizá el Joker tiene razón?” y luego en la conclusión se demuestra que el villano está equivocado y el héroe estaba en lo correcto. Lo que da credibilidad al argumento es precisamente que ha conseguido sobrevivir tras ser confrontado por la propia trama.

Eso le falta a Tsukimichi: Los humanos son malos y punto, porque la diosa es mala y punto, así que los demás son buenos y punto.

Para poder presentar un tema controversial, uno tiene que tener, bueno, controversia.

Por ejemplo, el tema de la contaminación. ¿Cuántas veces se nos presenta la crisis ambiental en los últimos tiempos? Sin embargo, casi nunca se toman en serio. ¿Y por qué es esto? Porque so es que los humanos contaminemos debido a nuestra codicia o a la maldad… ¡Lo que ocurre es que millones se morirían de frio si dejamos de usar combustibles fósiles y no tenemos una solución para eso! Hay codicia involucrada, por supuesto, pero esa es sólo una parte de un problema muy complicado, con muchas aristas, entra las cuales se incluye a personas muy pobres que no pueden pagar por un panel solar.

Por supuesto, no hay nada de malo en una historia simple de buenos contra malos, pero entonces se siente un poco desperdiciado que los personajes sean complejos. De hecho, el desarrollo de personajes, que es lo que más me gusta, desentona cuando la trama se vuelve simple.

Además, Tsukimichi cae en uno de los clichés más cuestionables del género Isekai: la religión racista. La idea de que una religión sea intrínsecamente racista me parece un poco absurda. Si bien es cierto que los cultos pueden tener muchos problemas —algunos serios como los sacrificios humanos y otros más descabellados como creencias de que Jesús viene de Marte—, la noción de una religión exclusivamente racista no parece tener sentido histórico ni práctico. Fundamentalmente, un culto busca aumentar su número de seguidores. Por eso vemos una diversidad de adherencias religiosas, como japoneses católicos, europeos sintoístas, hindúes musulmanes y latinos seguidores de Krishna.

Aunque el judaísmo, con su concepto del "pueblo elegido", podría parecer una excepción, no busca excluir activamente a otros de convertirse si así lo desean. Históricamente, las grandes religiones han buscado expandirse más allá de las barreras étnicas o raciales.

Es por eso que este cliché no solo resulta poco convincente, sino que también se siente desubicado dentro de la narrativa. Por ejemplo, en la historia de Estados Unidos, los principales argumentos de los esclavistas no eran religiosos, sino económicos, centrados en el impacto que la abolición de la esclavitud tendría en las plantaciones al perder mano de obra gratuita. Por otro lado, los argumentos para la liberación de los esclavos eran principalmente religiosos y éticos.

La Fantasía puede ser imaginaria, pero, aunque no refleje la realidad, debe ser coherente para que funcione la narrativa. Si quieres usar el racismo está bien, pero hay que hacerlo correctamente: El racismo es un impulso que existe en todas las culturas del mundo, pero se vuelve un problema cuando es una cuestión de Estado. En pocas palabras, el racismo es un problema que aparece por motivos políticos y económicos, no religiosos.

Digo esto no para basurear la obra, sino todo lo contrario. Me gusta mucho y porque me gusta, lamento que no sea mejor. Creo que pudo haber sido mucho mejor. Como cuando vez las precuelas de Star Wars y sientes ganas de que cambiasen aquellos infames diálogos de Anakin. Tsukimichi tiene buenos personajes, pero la historia de fondo tiene muchos huecos argumentales en los la autora pudo construir narrativa y en lugar de eso decidió ir por el cliché de Avatar y el Planeta de los Simios: Los humanos son malos, porque sí y los monstruos son los buenos porque algunos son “Moe”. Por supuesto que a veces hay superposiciones, pero se pierden.

Ahora sí conversemos acerca del capítulo punto.

No voy a mentirles, esta semana ha sido extremadamente difícil para mí, llena de eventos inesperados que han consumido mi tiempo y, sobre todo, mi dinero. Honestamente, no sé cómo he logrado escribir este capítulo. En varias ocasiones estuve a punto de pedir en el grupo una semana adicional, pero con mi cumpleaños acercándose y mis planes de tomarme un tiempo libre entonces, no quería dejarles con tantas incertidumbres en un solo mes.

Además, mi salud se ha visto afectada. La mala situación económica me ha impedido continuar con mis sesiones de fisioterapia, y el dolor en mi brazo se ha intensificado. Por si fuera poco, experimenté una crisis de escritor justo cuando intentaba desarrollar este capítulo. Y, después de finalizarlo, me di cuenta de que contenía varios errores argumentales. Esto me obligó a borrarlo todo y empezar de nuevo desde cero.

El principal problema con mi primera versión fue la precipitación por abordar directamente los eventos clave, lo que generaba lagunas importantes en la narrativa. Por ello, vi la necesidad de incluir un capítulo de transición que estableciera una conexión más sólida entre los sucesos. Es así que este capítulo se estructura en tres actos, cada uno desde una perspectiva distinta: la de un explorador helénico, la de Bryan, y finalmente, la de Ilo Tros.

He introducido a Ameles, un personaje secundario cuya principal función es ofrecer una recapitulación de los eventos más significativos desde un ángulo diferente. Además, vislumbro potencial en Ameles para convertirse en un recurso narrativo valioso en futuras entregas.

Un detalle crucial que une los eventos es la bandada de aves que huye del monte Ida. Este elemento ya fue mencionado en capítulos previos, la última vez justo antes de que los jinetes Vándala cargaran al ataque. Ahora comprendemos que su partida fue provocada por la desesperación momentánea de un legionario, quien lamentablemente tuvo que ser silenciado de manera permanente. Esta conexión no solo refuerza la continuidad de los relatos, sino que también enriquece la profundidad de los conflictos que se desarrollan.

El ataque de los guerreros zombis a los ejércitos Etolios representa un momento crítico dentro de la estrategia de Bryan y, por tanto, debía ser retratado de manera épica. Sin embargo, enfrentaba el reto de mantener la coherencia con hechos previamente establecidos en la narrativa. Se había dejado claro que casi todos los hoplitas micénicos ostentan el rango de Caballeros de la Tierra, y se puede inferir que la mayoría oscila entre este nivel y el de Caballero Veterano. Los únicos combatientes de menor calibre son los mercenarios y, lamentablemente, los miembros del batallón de Las Palomas.

Aunque las criaturas oscuras de Bryan son excepcionalmente poderosas, nunca se especificó con exactitud cuánto se incrementa su fortaleza. Esto se debe un vacío de la Novela Original de Ni Can Tian, pero ofrece una oportunidad para explorar la dinámica de poder en la magia del mundo que estamos construyendo. No sería descabellado suponer que un hechizo empleado por un Archimago resulte considerablemente más potente que uno utilizado por un mago de rango menor. Así, incluso si las criaturas oscuras son de nivel inferior, la potencia de su invocación por parte de Bryan podría hacerlas significativamente más formidables. Esto no solo resuelve el vacío narrativo, sino que también añade una capa adicional de complejidad y tensión a la confrontación con los Etolios.

A pesar de todas estas consideraciones, no podía ser que en ningún momento los guerreros zombis tuviesen una gran ventaja directa contra los ejércitos de etolia. Porque si lo hacía, naturalmente uno se preguntaría para qué Bryan necesita la legiones si podría conquistar fácilmente todo el territorio simplemente invocando hordas de no muertos. Afortunadamente existe el recurso de que los Caballeros tienen el poder del Aura de Batalla que los defiende y eso permite equilibrar las cosas. En cualquier caso, tuve que tener mucho cuidado para que quedase muy claro que el impacto de los zombis es peligroso más por la habilidad que tiene Bryan controlándolos que por su poder individual.

Espero haberlo conseguido.

Finalmente, la Explosión de Cadáveres no ocurre en el original y yo tampoco estaba pensando en utilizarla porque drenaría mucho el poder de Bryan. Pero bueno, decidí arriesgarme en honor a ese estimado lector que siempre me está pidiendo que la utilice en los comentarios. Te escuché amigo, esta explosión fue en tu nombre.

Quisiera aprovechar para clarificar que el poder del Imperio Itálico supera ampliamente al de Etolia. Aunque podría surgir confusión dado que todos los integrantes de la falange micénica son de nivel Caballero de la Tierra, es crucial recordar que las ciudades-estado se especializan excesivamente en un estilo único de combate. Por otro lado, las legiones del Imperio siempre incluyen un batallón conocido como los triarios, quienes también son todos Caballeros de la Tierra. Sin embargo, es importante destacar que estos triarios eran aristócratas de alto rango que no fueron condenados al exilio junto con el resto de las Legiones Malditas.

Como siempre, todas las imágenes que acompañan este capítulo fueron generadas mediante inteligencia artificial. En esta ocasión no son muchas, ya que el capítulo tuvo que ser reescrito y mi tiempo ha sido muy limitado. Sin embargo, espero que cumplan su función y que les hayan resultado de agrado.

Pero déjame saber tu opinión en los comentarios: ¿Qué te pareció el personaje de Ameles? ¿Crees que debo usarlo en el futuro? ¿Te gustó la corta pero significativa intervención de Bryan? ¿Notaste la relación de aquella bandada de aves con el capítulo 334? ¿Te gustó la narración de ataque de los Guerreros Zombis? ¿Qué opinas del modo en que los utilizó Bryan? ¿Te gustó que usase la Explosión de Cadáveres? ¿Te dio risa la desgracia de Ilo Tros?

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¡Nos vemos en el próximo capítulo!