328 Un plan imposible (+ 18)

Mientras tanto, la situación en Valderán se volvía cada vez más complicada. Druso agradecía el tiempo que Bryan le había otorgado para viajar a la ciudad portuaria de Odisea en busca de cierta persona que necesitaba interrogar. Aunque la misión era teóricamente crucial, tomaría varios días ya que aún debía localizar al sujeto en cuestión.

En el interín, Druso era libre de hacer lo que quisiera. En el primer día, bebió hasta la inconsciencia en la posada de la ciudad. Al caer la tarde del día siguiente, Druso se dirigió directamente al burdel local, el mismo que Bryan le había recomendado, aunque advirtiéndole que "no era la gran cosa".

Ocurrió que su amigo también había tenido que visitar Odisea en al menos cinco ocasiones para coordinar información secreta con los agentes del Manto Oscuro. "Información que nadie más tiene permitido saber", repetía Bryan una y otra vez, sin importar cuántas veces Druso intentaba sonsacarle algún detalle. Finalmente, para distraer a su amigo con otro tema, Bryan le relató cómo descubrió el establecimiento dedicado al negocio más antiguo del mundo durante una de esas visitas, en donde aprovechó para aliviar gran parte de sus frustraciones por los últimos acontecimientos.

Druso no pensaba reprenderlo por ello. Sabía que Bryan pasaba noches enteras sin dormir, tratando de planificar sus próximos movimientos. Aunque los legionarios prácticamente no lo veían porque últimamente vivía encerrado en su tienda, los oficiales sí tenían claro que el Procónsul trabajaba más duro que nadie. Druso no veía nada malo en que aliviara un poco el estrés acumulado y para eso no había nada mejor que el vientre de una mujer. Eso lo sabía todo el mundo.

En ese momento, el Tribuno frunció el ceño recordando algo irritante. Ciertamente, las prostitutas eran una excelente distracción en tiempos de adversidad, y por eso los legionarios creían que era buena idea pedir permiso para traer algunas mujeres al campamento. ¡Una recompensa por sus esfuerzos, ni más ni menos!

En los últimos meses, tras la derrota ante los bandidos, los caminos seguros para los mercaderes en la Provincia de Valderán eran inexistentes. Esto implicaba que el ejército apenas podía abastecerse, porque mientras la V y VI mantuvieran el estado de Legiones Malditas, no recibirían cargamentos oficiales de provisiones del ejército. Bryan y los Tribunos tuvieron que mover cielo y tierra para conseguir que un único carromato con trigo llegase a duras penas, resolviendo así el problema de la comida durante aquel último mes.

Pero los legionarios querían que también les trajeran putas.

Marcio flageló a muchos hasta dejarlos en carne viva, para que entendiesen la diferencia entre asegurar alimentos para la tropa y recompensar la incompetencia de unos legionarios que acababan de ser miserablemente derrotados. Luego se burló ante todo el campamento diciéndoles: - Solo los hombres pueden follar con mujeres. Ustedes son lacras indignas hasta de la puta más barata del mundo. Cuando dejen de ser perdedores, entonces podrán pensar en rameras. ¡Mientras tanto aguántense! -

De todos modos, Druso no sentía ganas de arruinar su buen humor pensando en esa ralea de imbéciles y sacudió la cabeza para olvidar las ansias de golpearlos. En su lugar, sonrió al divisar a lo lejos el resplandor rojizo de las farolas pintadas que anunciaban la cercanía del establecimiento de las meretrices y se frotó las manos al imaginar lo que le esperaba.

En un instante de inspiración, el Tribuno soltó una carcajada al imaginarse cómo alardearía de sus proezas sexuales ante su amigo al regresar al campamento.  Consideraba ese tipo de charlas prácticamente un requisito para el compañerismo entre hombres. Druso incluso lo llamaría terapéutico: cuanto más inferiores se sintieran los demás en cuestión de virilidad, mejor se sentiría él. Y Druso se sabía un formidable contendiente, famoso desde su juventud por ser capaz de yacer en la cama con dos o incluso tres mujeres simultáneamente.

Sin embargo, su llegada desencadenó una serie de eventos completamente atípicos. En primer lugar, las prostitutas solían esperar a sus clientes en las ventanas, coqueteando en los balcones o moviéndose seductoramente en los umbrales de la casona en donde trabajaban, haciendo gestos sugerentes a los hombres para invitarlos a entrar.  Era inusual que abandonaran el perímetro de su establecimiento por cualquier motivo mientras estuvieran trabajando. Pero cuando Druso aún estaba a media cuadra de distancia, escuchó un chillido emocionado, y poco después, casi media docena de meretrices salieron del burdel para recibirlo con expresiones alegres. Algunas incluso dejaron de atender a otros clientes en el proceso. El tribuno no comprendía lo que sucedía, pero decidió disfrutar de este inusual servicio y abrió ambos brazos para recibir a las chicas.

Qué quiso decir Bryan con <<No era la gran cosa>> ¡Este es el mejor burdel del mundo!" se dijo Druso, gratamente sorprendido.

Sin embargo, en el momento en que las prostitutas distinguieron las facciones del oficial, se detuvieron abruptamente y toda la alegría desapareció de sus rostros.

- No es él, solo su armadura se parece - Dijeron algunas, y el resto suspiró de decepción, regresando rápidamente a la casa de placer.

Pero ¿qué…?

Druso se quedó desconcertado por la reacción peculiar de las meretrices, pero decidió seguir adelante. En la entrada, lo recibió una mujer de unos treinta o cuarenta años, con facciones decentes y unos pechos bastante grandes. Claramente se trataba de la proxeneta del establecimiento, pero además ella era bastante del agrado de Druso, quien las prefería mayores. De hecho, su atractivo desafiaba las expectativas asociadas con su profesión.  Y no era la única.  Mientras observaba a su alrededor, el Tribuno se percató de que todas las mujeres del burdel parecían tener cuerpos más saludables de lo habitual.

- Oficial, lamento la confusión. - Dijo la proxeneta: - Mi nombre es Licisca y soy la actual dirigente de este humilde establecimiento. ¿Cómo podemos servirlo? -

- Yo soy el Tribuno Druso. Naturalmente, busco compañía para esta noche y estoy dispuesto a pagar... - Comenzó a explicar el hombre monótonamente, pero al final no pudo aguantar la curiosidad: - Disculpe, pero ¿a quién exactamente esperaban? -

- Oh, a nadie. A nadie… - Respondió Licisca queriendo desviar la atención, pero su lenguaje corporal evidenciaba qué estaba bastante entusiasmada por algo. Finalmente, la madama le hizo una pregunta sonriendo de oreja a oreja: - ¿Por casualidad el Procónsul ha venido con usted? ¿Sabe si nos visitará pronto? -

Licisca la jefa de la meretrices

- ¿Se refiere a mi superior? -

- ¡El Procónsul Bryan! ¡Sí! - Respondió Licisca con una sonrisa: - ¡Realmente esperamos volver a atenderlo pronto! -

- Actualmente él se encuentra en la fortaleza de Valderán y no ha venido conmigo. - Explicó Druso.

- ¡Oh! - Dijo la mujer claramente decepcionada: - ¡Es una verdadera lástima! ¡Mis chicas estaban muy ansiosas por recibirlo! -

En ese instante, Druso percibió algo por el rabillo del ojo y notó que media docena de las rameras más jóvenes lo habían estado observando discretamente desde las barandillas de la escalera que conducía al segundo piso de la casa de placer. Cuando el Tribuno confirmó que Bryan no estaba en la ciudad, soltaron un suspiro de decepción, haciendo pucheros antes de marcharse a continuar con sus asuntos.

- ¿Qué está pasando? - Exclamó Druso desconcertado: - Mejor dicho, ¿qué ocurrió cuando mi superior estuvo aquí? -

- Perdón, pero los asuntos de nuestros clientes son estrictamente privados. - Respondió la proxeneta con una sonrisa profesional: - Basta con decir que todas aquí le debemos mucho al Procónsul Bryan, demasiado… - La sonrisa de Licisca adquirió un ligero tinte lascivo que hizo latir el corazón de Druso cuando añadió de forma sugerente: - En más de un sentido. -

Druso parpadeó para despejar sus pensamientos, tratando de imaginar sin éxito lo que sucedía. Desconocía el poder del conjuro de Afrodisíakos de Bryan, con el cual no solamente incrementaba el placer sexual de las mujeres, sino que también podía mejorar sus contexturas físicas. Muchas mujeres en ese establecimiento venían sufriendo enfermedades venéreas y diversos problemas de salud, pero después de una noche de cópula intensa con el Procónsul, no solamente experimentaron el sexo más placentero de sus vidas, sino que al amanecer se despertaron completamente revitalizadas.

Además, este cliente era muy generoso, pues desde su primera visita les pagaba el triple que los demás, independientemente de a cuántas chicas solicitase. También era bastante atractivo, razonablemente amable y nunca les pedía que hiciesen nada peligroso, asqueroso o doloroso. Así que todas las rameras estaban muy felices de poder servirle.

Pero lo que realmente se ganó la gratitud de aquellas mujeres fue el hecho de que interviniese para defenderlas. Este fue un evento que ocurrió durante la segunda visita de Bryan al burdel, que coincidió también con la llegada de un burgués local bastante sádico, el cual disfrutaba maltratando a las muchachas hasta dejarlas marcadas de hematomas. Todas las chicas detestaban con todas sus fuerzas a ese tipo, al que en secreto apodaron “maldito culo gordo”. Pero la anterior dueña del burdel, una vieja despreciable llamada Hiena, estaba en contubernio con él, permitiéndole abusar a su antojo y quedándose con las ganancias adicionales, sin compensar a las afectadas.

Esta situación se mantuvo así hasta que aquel sujeto tuvo la mala fortuna de toparse con Bryan por pura casualidad. El Procónsul acababa de terminar de yacer con una joven hasta dejarla inconsciente por el placer, así que salió de su habitación para solicitar a una nueva compañía. Por eso no llevaba puesta su armadura ni algún símbolo de autoridad cuando se produjo el encontronazo.

Resultó que el pervertido en cuestión estaba encaprichado particularmente con aquella misma joven con la que Bryan acababa de estar y exigía tenerla aquella noche, sin importar las circunstancias. El Procónsul no sabía lo que ocurría al principio, pero escuchó que la vieja Proxeneta estaba acordando forzar a la chica inconsciente para que atendiese inmediatamente al hombre recién llegado. Esto le hizo sentir lástima por la pobre mujer, así que intervino de la mejor manera, tratando primero de explicarle las cosas civilizadamente al cliente depravado, porque todavía no conocía su naturaleza.

Pero en el intercambio de palabras, este miserable dio a entender sus auténticas intenciones. Además, el tipo jamás pensó que el joven en frente suyo podría ser alguien con autoridad. Y cuando el Procónsul se dio cuenta de que estaba tratando con un sádico golpeador de mujeres, se enfureció tanto que lo molió a golpes en frente de todas las rameras, para su eterno deleite. Luego ordenó a la guardia que lo arrestasen para una ejecución pública, donde él personalmente se aseguraría de que le cortasen la cabeza.

Después le partió el cuello ahí mismo a la vieja Hiena, por haber sido cómplice en todo esto y finalmente les preguntó a todas las chicas a quién querían como encargada del burdel.

Así fue como la veterana Licisca se volvió la nueva madama, algo por lo que se sentía inmensamente agradecida. Y le demostró su gratitud a Bryan muchas veces, atendiéndolo personalmente en su propia cama, sin costo alguno, enseñándole todo lo que sabía sobre las artes amatorias. Aunque, a fin de cuentas, fue ella la que más disfrutó recibiendo en su vientre toda la potencia de la virilidad del Procónsul hasta el desmayo. Y luego de estos múltiples encuentros, Licisca descubrió que su belleza había vuelto a ser la que tenía cuando recién cumplió los treinta años, incluso sin maquillaje.

La nueva madama no lo sabía, pero gran parte de su nuevo estado de vitalidad se debía al propio Druso, con quien estaba hablando. El Tribuno se la pasaba alabando constantemente a las mujeres maduras y esto provocó que Bryan sintiese curiosidad por probar el cuerpo de Licisca. Por eso decidió yacer con ella en varias oportunidades en cada visita que hizo al burdel.

Volviendo al presente.

Druso seguía luchando por comprender aquella extraña influencia que Bryan parecía tener sobre las mujeres del burdel, pero finalmente se rindió y decidió que simplemente seguiría con su plan original.

- Bien, aunque no sea mi superior. ¿Habrá alguna chica que quiera atenderme? - Preguntó con un tono ligeramente irónico mientras levantaba una bolsa llena de monedas.

- ¡Pero, por supuesto, Tribuno Druso! - Respondió Licisca con una brillante sonrisa, mientras lo invitaba a seguirla por un pasillo decorado con cortinas rojas hacia una habitación íntima. Mientras caminaban, ella continuó la charla: - Nuestras chicas son expertas en proporcionar placer y aliviar las tensiones de todo aquel que esté dispuesto a pagar por ello. -

El Tribuno asintió con una mezcla de curiosidad y anticipación. Entraron en la habitación, y Licisca cerró la puerta tras ellos, aislándolos del bullicio del burdel. Ahí lo esperaba una fila de mujeres vestidas con prendas sueltas que dejaban muy poco a la imaginación. Druso seleccionó a una para comenzar la velada, e inmediatamente la ramera comenzó a despojarse de su ropa con una sensualidad que no dejaba lugar a dudas sobre su experiencia.

Entraron en la habitación, y Licisca cerró la puerta tras ellos, aislándolos del bullicio del burdel. Ahí lo esperaba una fila de mujeres vestidas con prendas sueltas que dejaban muy poco a la imaginación...

A medida que la noche avanzaba, Druso se sumergió en el éxtasis ofrecido por las habilidades de las mujeres del burdel. Sin embargo, mientras disfrutaba de su segunda dama de compañía, la mente del tribuno aún divagaba sobre la influencia de su amigo en aquel lugar y entonces recordó algo que la proxeneta le había llegado a decir, lo cual llamó mucho su atención. Así que aprovechó un breve momento, mientras hacía una nueva solicitud, para preguntarle a Licisca:

- ¿Me pareció o dijiste <<todas aquí le debemos mucho al Procónsul Bryan>>? -

- Así es. - Confirmó la proxeneta volviéndose y sonriendo de un modo bastante provocador, que hizo temblar el corazón del tribuno: - Fue gratificante en muchos sentidos. -

- ¿“Todas”? - Volvió a preguntar Druso asombrado: - ¿Eso quiere decir lo que creo…? -

- Fue durante la última visita del Procónsul Bryan, cuando la noche anterior nos anunció que tenía que regresar a Valderán. - Respondió Licisca con una mirada de ensueño, que por un instante la hizo parecer una jovencita enamorada: - Como sabíamos que no lo volveríamos a ver en mucho tiempo, aquella vez cerramos el establecimiento a todos los demás para darle un servicio completo, pero aun así él… ¡No debería entrar en detalles! - Dijo sacudiendo la cabeza para despejarla: - ¡Por favor disfrute de la próxima muchacha! -

Druso quedó boquiabierto y se juró a sí mismo que no intentaría nunca alardear de sus proezas amatorias frente a su amigo. Luego hizo todo lo posible para apartar aquel asunto de su mente, pues incluso un veterano como él se sentía incómodo si tenía sexo con mujeres sabiendo que, sin importar sus esfuerzos, no sería su nombre el que ellas gritarían en su corazón cuando acabase en sus vientres. Afortunadamente, todas las chicas de aquel burdel eran profesionales y rápidamente se dieron cuenta de las inquietudes de su cliente, así que adaptaron inmediatamente su forma de seducir para que el Tribuno pudiese disfrutar sin problemas de aquella velada.

*****

A la mañana siguiente, Druso despertó con sus impulsos masculinos aliviados. Satisfecho en ese aspecto, decidió tomar un buen desayuno y se dirigió al comedor de la posada, que ya estaba impregnado del penetrante aroma de pan recién horneado, mezclándose con la dulce esencia de miel y la cálida fragancia de las especias.

En cuanto entregó el pago correspondiente, lo condujeron a una mesa, donde un mozo llegó con una bandeja repleta de distintos platos de cerámica colmados de alimentos, los cuales depositó metódicamente frente al Tribuno. En el primero sobresalía la mitad de una hogaza tibia con corteza crujiente, ocultando una miga suave y aromática. Acompañando al pan, se disponían quesos caseros de diversos sabores: algunos intensos y ahumados, otros suaves y cremosos. El queso derritiéndose sobre el pan caliente creaba una combinación exquisita.

El segundo plato consistía en un pocillo repleto de avena recién cocida, sazonada con una pizca de canela, que le proporcionaba un olor cálido y reconfortante. La textura suave del cereal caliente se entrelazaba con la dulzura de las pasas, creando un alimento saludable y satisfactorio.

En un rincón, una pequeña cesta de mimbre contenía una selección de frutas de temporada, como bayas y rodajas de naranja, añadiendo un toque vibrante y jugoso al desayuno.

Las carnes tampoco faltaban. En el último plato, el cocinero había acomodado lonjas de tocino ahumado, salchichas sazonadas con hierbas regionales y dos trozos jugosos de cordero asado. El crujido del tocino contrastaba con la suculencia de la carne, deleitando el paladar de Druso.

Un delicioso desayuno

Esto es la gloria comparado con la basura que comemos en el campamento.” Pensaba Druso mientras engullía los manjares uno tras otro.

Para dar el ejemplo, Bryan y los oficiales comían lo mismo que los soldados. Pero como no les llegaban provisiones de Itálica, las condiciones de sus alimentos distaban mucho de ser una experiencia culinaria; las raciones eran tan escasas como desoladoras, y la calidad de los ingredientes dejaba mucho que desear.

El pan, horneado con harina de mala calidad, se mostraba tosco y denso en la boca, más similar a un ladrillo que a un alimento comestible. Su sabor era casi inexistente, carecía del aroma reconfortante del trigo fresco y se asemejaba más a una masa de cal para construcción. Cuando tenían la suerte de tener carne, esta era servida como una amalgama sin gracia de trozos indistinguibles, cocinada sin más que agua y tal vez una pizca de sal, perdiendo cualquier vestigio de jugosidad o sabor característico.

Lo más duro era la ausencia de verduras frescas, que dejaban un gran vacío en los platos de los legionarios. En su lugar, comían raíces fibrosas y secas que, aunque proporcionaban algo de textura, eran incapaces de dar vida al banquete monótono que tenían que comer todos los días.

El grueso de los alimentos eran algunas legumbres hervidas, sin sazón ni aderezo alguno. Antes de partir del campamento, Druso había tenido que comerse una ración insípida de garbanzos y lentejas para aguantar el viaje, lo cual no podía considerarse satisfactorio ni para el hambre más voraz. En general, las Legiones V y VI enfrentaban la realidad de una comida insípida, pobre y poco apetitosa, donde la escasez de ingredientes y la carencia de condimentos hacían de cada bocado una experiencia de supervivencia en sí misma.

Afortunadamente, Bryan siempre les daba una buena cantidad de su propio dinero a los oficiales para sus gastos diarios cuando los enviaba a hacer diligencias a Odisea, seguramente porque se sentía mal de tener a sus amigos viviendo en aquellas condiciones. Y el bueno de Druso tenía toda la intención de aceptar la generosidad de su comandante en jefe, así que se dispuso a disfrutar al máximo.

- ¡Traedme bebidas! - Vociferó el Tribuno al terminar de comer, golpeando la mesa con una moneda de plata para llamar la atención del mozo.

Inmediatamente le trajeron una jarra de cerámica rugosa que contenía una cerveza elaborada en la misma taberna. Su espuma burbujeante y su sabor robusto ofrecían un alivio bienvenido al paladar de Druso, que se sintió emocionado a pesar de que era la segunda vez que disfrutaría de este lujo.

Sin embargo, apenas había dado un par de sorbos cuando se abrió la puerta del comedor y una persona cubierta con una capucha marrón que ocultaba sus rasgos faciales se acercó al Tribuno para decirle: - ¡Lo hemos encontrado! -

A pesar de que ya había pagado por ella, Druso derramó inmediatamente el contenido de la jarra de cerveza, librándose de la tentación de seguir bebiendo. El sexo y el licor estaban bien, pero jamás debían mezclarse con el deber. Esa lección estaba grabada en su alma desde que vio lo que ocurrió con el prefecto Lucio Voreno, su comandante en la legión Auxiliar XIX, que acabó muriendo en la emboscada del Lago Brumoso.

Aquel gesto asustó al joven mozo, temeroso de que algo estuviera mal con la cerveza servida, pero Druso no sentía la necesidad de explicarse en ese momento y más bien puso toda su atención en el agente del Manto Oscuro en frente suyo.

- ¿Dónde estaba? -

- En los muelles, es un pescador llamado Ilmo que se dedica al contrabando. - Respondió el hombre y luego procedió a explicarle más detalles. Poco después, Druso asintió, dejó la moneda de plata al nervioso mozo y se marchó rápidamente en dirección hacia el puerto.

*****

Druso se adentró en el puerto de Odisea, escoltado por veinte legionarios escogidos meticulosamente por su eficiencia y lealtad entre los siete mil voluntarios reunidos por Silano. Atravesaron todas las instalaciones dedicadas al transporte imperial y se dirigieron al puerto pesquero de la ciudad, donde decenas de pequeñas embarcaciones amarradas de forma desordenada flotaban mecidas por el mar.

El puerto de Pescadores

Una multitud de personas transitaba entre los diversos puestos de venta de pescado. Compradores, pescadores y curiosos se apartaban del camino del Tribuno y su escolta armada. En términos generales, los pescadores etolios de la ciudad mantenían una buena relación con las tropas Itálicas, que habían convertido su antigua Ciudad Estado en algo parecido a una capital no oficial de la Provincia Imperial de Valderán. Esto último se debía a que la urbe en el interior yacía prácticamente en ruinas debido a los constantes saqueos, incursiones bárbaras y las turbas de bandidos. No obstante, en Odisea no se preocupaban por nada de eso, ya que su emplazamiento ofrecía una excelente defensa natural contra los ataques por tierra. Además, gracias a la armada militar de Itálica, siempre lista para prevenir una posible invasión marítima, también estaban completamente protegidos por mar.

Por otro lado, los pescadores comercializaban cuatro veces más pescado que antes de la llegada de los itálicos. El imperio era muy bueno para su negocio. Pese a ello, los pescadores mantenían una constante desconfianza y se mostraban distantes con respecto a los legionarios. Su interacción se limitaba a negociar con los cuestores de las legiones urbanas, con quienes acordaban las cantidades de pescado a vender y los precios de los diferentes productos obtenidos en sus salidas al mar.

Si esta era la actitud que tenían con las legiones urbanas, que ya vivían en la ciudad desde hacía mucho tiempo, uno podía imaginar las sospechas que recibiría cualquier persona relacionada con las Legiones Malditas que habitaban en el interior. Aunque en ningún momento la V o la VI fueron lo bastante osadas (o mejor dicho estúpidas) como para atreverse a atacar las murallas fortificadas de Odisea, su fama como asesinos, ladrones y saqueadores del propio pueblo al que se suponía debían proteger había llegado hacía mucho tiempo. Por ende, los pescadores ni siquiera querían cruzar miradas con el Tribuno.

Druso dejó escapar un suspiro de resignación. Bryan le había dado órdenes muy extrañas que le obligaban a romper esa distancia preestablecida entre los pescadores y las tropas itálicas. El veterano legionario avanzó entre los puestos, examinando detenidamente a los vendedores. Muchos de ellos eran los mismos pescadores que, al llegar a tierra, ofrecían el pescado capturado durante la madrugada. Generalmente vendían toda su mercancía en pocas horas, tras lo cual aprovechaban para desmontar sus puestos y retirarse a comer en sus hogares, disfrutando de un breve tiempo de descanso, antes de emprender una nueva salida al mar al caer la tarde.

Algunos desaparecían durante días, alejándose de Odisea rumbo al norte, navegando por la costa en busca de marisco y pescado, que abundaban más en los caladeros del delta de los tres ríos principales que nacían de las montañas de Etolia. Corrían rumores de que, en ocasiones, los más osados entre ellos se aventuraban a navegar con sus pequeñas barcas pesqueras por esos mismos ríos, adentrándose en secreto en los dominios de la Liga Etolia, desplazándose en la oscuridad y evitando las vigilancias y espías de los bárbaros que acechaban en la región.

Estos individuos eran una amalgama de pescadores, aventureros y contrabandistas, que regresaban con ingredientes peculiares y deliciosos, los cuales comercializaban a buen precio. La venta de estos productos a veces iba acompañada de relatos asombrosos sobre sus incursiones en las tierras del noreste de la cordillera.

Uno de estos pescadores era Ilmo: un hombre de unos treinta años, de cabello oscuro, tez bronceada por el sol y endurecida por la brisa marina. Era alto, fuerte y su potente voz destacaba sobre la del resto de los pescadores de Odisea. Cuando Ilmo arribaba con su carga, toda una multitud de jóvenes curiosos se congregaban alrededor de su barco, ávidos por adquirir sus productos y escuchar sus relatos sobre la tribu bárbara de los Uñó, los conflictos de las Ciudades Estado y extraños sucesos.

¿Qué tanto de cierto y cuánto de invención habría en los relatos de Ilmo? Era algo difícil de determinar. Las especias únicas que traía, tan distintas a las del resto, sugerían que realmente se aventuraba en territorios donde los demás pescadores no se atrevían. Pero hasta qué punto esto respaldaba sus historias, continuaba siendo un misterio por resolver.

Aquel día Ilmo estaba en el puerto vendiendo su mercancía como de costumbre. Prácticamente había terminado y recogía los cestos de pescado vacíos con su hijo, cuando Druso y su escolta se aproximaron. El oficial ordenó a los legionarios que se detuvieran, manteniéndose a una distancia prudencial, mientras él se acercaba hasta situarse frente a Ilmo, a unos escasos cuatro pasos de distancia.

Luego de una pausa, avanzó a tres pasos.

Después a dos.

Ilmo seguía ocupado con los cestos.

Un paso.

Sin inmutarse, Ilmo continuó con su trabajo. La multitud observaba la escena inusual:  El Tribuno de las Legiones Malditas en un puesto de venta de pescado. Incluso siendo el de Ilmo, al que supuestamente le acontecían tantas cosas extrañas, no dejaba de sorprender el interés de un hombre de tanto poder en aquel pescador aventurero.

- Hola, pescador. - Empezó Druso de manera cordial: - ¿Sabes quién soy? -

Finalmente, Ilmo dejó lo que estaba haciendo. Primero miró al oficial que se había dirigido a él, pero no le respondió de inmediato. En lugar de ello, se volvió hacia su hijo y le indicó con un gesto que se llevara los cestos al barco, alejándolo así del lugar. A pesar de la naturaleza aventurera de su espíritu, Ilmo era un hombre precavido y su primera prioridad siempre era proteger a su amada familia. Sólo se dirigió a Druso cuando confirmó que su hijo estaba a buen recaudo.

- ¡Sí, por supuesto! Todos aquí conocemos al Tribuno Druso de las Legiones V y VI, y a su comandante en jefe, el Archimago Ejecutor Bryan, Procónsul de los ejércitos de Valderán. También conozco al Tribuno Marcio y otros líderes de vuestras legiones. Como ves, estoy familiarizado con muchos itálicos. -

La aparente impertinencia en las palabras de Ilmo no era más que una pose para ocultar su tensión y temor, algo que no pasó desapercibido para el experimentado oficial.

- Bien, veo que estás bien informado de quiénes estamos aquí. Escucha… - Druso escudriñó el entorno; cientos de ojos observaban y cientos de oídos escuchaban aquel diálogo. Demasiados: - Ahora debes acompañarme. -

Ilmo permaneció inmóvil, con la mirada fija en su interlocutor. No era lo que esperaba en absoluto, pero si un Tribuno Militar era enviado para dirigirse a él como mensajero, desde el principio nada esperable o previsible podría acontecer. Ni nada bueno. Los itálicos mantenían relaciones amigables con la gente de Odisea y sus alrededores, incluyendo pescadores y otros comerciantes. La flota imperial no interfería con sus capturas; al contrario, las consideraba valiosos suministros para sus tropas y pagaba bien por ellas. Lo mismo ocurría con la guarnición de la ciudad. Estos legionarios urbanos habían protegido a la población, especialmente en tiempos difíciles con los bárbaros.

Ilmo el pescador desconfiado

Sin embargo, ser solicitado por un oficial no infundía confianza. Tal vez sus expediciones hacia el norte y este, por los ríos de Etolia, habían llegado a oídos de los itálicos, quienes decidieron poner fin a las mismas. Todos conocían el interés general del Imperio por controlar los pasos fronterizos y prevenir el tránsito no autorizado de personas, pero además había que tener en cuenta que las relaciones de Itálica con la Liga Etolia eran abiertamente hostiles, aunque ninguno de los dos bandos se comprometiera a lanzar un ataque total.

Ilmo no presentía nada bueno de esta situación.

Afortunadamente para el pescador, Druso comprendió el temor que sus palabras habían instigado y le dijo con tono conciliador: - Debes acompañarme; son órdenes que tengo y debo cumplir, pero te aseguro que no se te causará ningún daño. Ni a ti ni a nadie de tu familia. Hay algo que necesito preguntarte en privado, eso es todo. Quién sabe, puede que al final encuentres algo beneficioso en todo esto. -

Ilmo continuaba indeciso y rápidamente evaluó sus posibilidades: Los veinte legionarios, fuertemente armados, estaban apenas a unos pasos de distancia. Consideró la posibilidad de huir y alcanzar un barco, pero si los itálicos estaban verdaderamente decididos a capturarlo, las quinquerremes ancladas en el puerto podrían darle caza fácilmente, aprovechando tanto la fuerza del viento como la de los remeros. Además, escapar implicaría abandonar a su familia, dejándola a merced de los soldados, y los itálicos podrían tomar represalias contra ellos.

- Se me ha autorizado a anticiparte que, si colaboras... - Continuó Druso, interrumpiendo los pensamientos del pescador: - Se te recompensará generosamente. -

- ¿Generosamente…? - Los pensamientos de Ilmo variaron de curso con rapidez: - ¿Qué quiere decir “generosamente”? -

- Una bolsa con diez monedas de oro y un saco entero de sal para preservar tu mercancía en tus salidas al mar. -

Esa suma representaba más dinero del que podría ganar en varios años de trabajo arduo, y la sal para conservar la carne de sus pescados era un complemento de gran valor. Gran parte de sus ingresos se iban en adquirirla.

- ¿Tanto dinero por acompañarte? ¿A dónde? -

- Todo eso por sentarte a conversar conmigo durante un par de horas. En cuanto a donde, bueno, eso ya lo verás … - Y, rápidamente, el Tribuno añadió: - Pero decídete pronto, porque la oferta no es permanente. -

Con esas palabras, Druso se alejó del puesto de pescado para reunirse con sus hombres. Ilmo reflexionó en silencio mientras su hijo aprovechaba para regresar a su lado.

- Chico, recoge el resto de las cosas y llévalas al barco. Luego, vete a casa y dile a tu madre que volveré en unas horas. Y cuéntale que no pasa nada, que me reúno con los itálicos por negocios. ¡Vete ya! -

Ilmo vio como su hijo se alejaba corriendo rápidamente, pasando entre los legionarios sin que ninguno le obstaculizara el paso. Un suspiro de alivio escapó de los labios de Ilmo, y abandonando su puesto de pescado, se aproximó al oficial que aún permanecía allí, aguardando su respuesta.

- De acuerdo. - Dijo el pescador.

- Bien. - Respondió Druso y le indicó que lo siguiera.

Varios legionarios los rodearon, aunque no apresaron a Ilmo ni lo tocaron. Juntos, abandonaron primero el puerto pesquero y luego el barrio portuario, adentrándose en las angostas calles que conducían hasta el núcleo de la ciudad.

*****

Varios días después, en el Campamento de las Legiones Malditas.

La tienda de mando del Procónsul Bryan se erigía imponente, apenas iluminada por la suave luz titilante de las antorchas distribuidas estratégicamente a su alrededor. El cuero curtido que la conformaba, símbolo de la autoridad imperial, susurraba al encontrarse con la brisa nocturna. En el interior, el aire se impregnaba de la fragancia embriagadora de la cera de abeja que recubría las paredes del entoldado para impermeabilizarlo. El suelo estaba cubierto por una gruesa alfombra de piel, que proporcionaba un aislamiento adecuado del frío de la tierra. Un enorme escritorio de campaña se destacaba en el centro de aquella tienda de campaña, adornado con una serie de mapas meticulosamente dibujados y con marcadores estratégicos para ayudar a facilitar la orientación.

Bryan se encontraba sentado en una elaborada silla de madera. La tenue luz de una lámpara de aceite iluminaba su rostro, resaltando las líneas de preocupación y determinación en su expresión. A su alrededor, rollos de pergamino se apilaban en orden, testigos de la abundante información y órdenes que requerían su atención.

El suave crepitar de la antorcha exterior se entrelazaba con el murmullo distante del campamento, creando una sinfonía nocturna que envolvía la soledad del general en un manto reconfortante. El roce de la pluma sobre el pergamino resonaba ocasionalmente, interrumpiendo aquel silencio contemplativo. Aquella noche, Bryan estaba realizando una serie de cálculos extremadamente complejos acerca del terreno, las distancias y el objetivo que tenía en mente desde hacía mucho.

Las variables a considerar eran tantas, que por primera vez en mucho tiempo su cerebro potenciado por las distintas transformaciones mágicas no podía darse abasto por sí solo, y necesitaba la ayuda de notas para realizar las matemáticas. A Bryan jamás le gustaron los números, pese a que en su vida anterior estudió administración de empresas. En particular detestaba tener que realizar él mismo los balances o estadísticas. Sin embargo, esta vez se estaba empleando a fondo. Sabía que no tenía margen para cometer ni el más mínimo error. Incluso le prohibió a Marcio realizar ejercicios nocturnos con la tropa porque necesitaba el silencio, algo por lo que muchos legionarios le agradecían en silencio.

- Demasiado ajustado. - Murmuró Bryan dejando a un lado la pluma para examinar sus cálculos: - Llegaríamos con el tiempo justo si tenemos suerte, pero incluso eso podría significar perder la oportunidad. ¡Tengo que encontrar un modo de reducir el riesgo! -

Bryan dejó escapar un suspiro profundo y se puso de pie, dirigiéndose hacia su mesa. Sobre ella, un esclavo había dispuesto frutas frescas y una jarra de bebida. Al principio lo había rechazado tajantemente, porque estaba comprometido con ser el primero en dar ejemplo y comer lo mismo que todos los legionarios. Sin embargo, sus oficiales insistieron en la importancia de que se alimentara adecuadamente. "Si nuestro líder colapsa, todo está perdido", declaró Silano tajantemente. Bryan no podía revelarles que su cuerpo sobrehumano no necesitaba de tantos alimentos y al final accedió a regañadientes para tranquilizarlos. Era el mismo motivo por el cual ordenó encender las lámparas con el preciado aceite, aunque no necesitara luz para leer en la oscuridad. Los legionarios eran bastante supersticiosos por naturaleza y alguno podría llegar a imaginarse ideas descabelladas, como la posibilidad de que su general fuera un vampiro, si no tenía cuidado.

Con los comentarios insidiosos de Jaime Luccar y César el Breve, ya tenía suficientes problemas. No necesitaba cargar también con las tonterías supersticiosas de la tropa.

Tengo que eliminar a esos dos... pero para lograrlo, debería... ¡No! ¡Estás distrayéndote!” Se dijo Bryan, obligando a su mente a apartarse de la extensa lista de pendientes que tenía y concentrándose nuevamente en el asunto principal. Hacía días que había renunciado a intentar comunicarse con el niño misterioso en sueños, pero su último consejo aún estaba grabado con firmeza en su mente: “Ahora mismo estás en el mejor lugar. El lugar correcto. Piensa en tus opciones tranquilamente y no te preocupes por el Senado. Pronto ocurrirá un estruendo demasiado llamativo como para que alguien en Itálica te preste atención durante los próximos tres meses. ¡Tienes todo ese tiempo para conseguir una hazaña que les cierre la boca a todos tus enemigos!

Así que utilizó hasta el último de sus recursos y presionó al límite a cada espía que podía movilizar en Odisea. Bryan estaba seguro de que muchos en el Manto Oscuro lo estarían maldiciendo en secreto, pero no le quedaba otra opción si quería tener alguna esperanza de éxito.

Finalmente, luego de dos meses de investigación, parecía haber encontrado una solución. Solo que a todas luces parecía demasiado arriesgada.

Ya era más de medianoche y necesitaba un trago. Bryan apartó la jarra que el esclavo había colocado para tomar una botella de su Anillo Espacial, una pieza única que obtuvo debido a sus múltiples visitas a la ciudad de Odisea. Técnicamente le pertenecía a uno de los tres Pretores de la ciudad, los funcionarios encargados de los tribunales de justicia y que, en teoría, eran las máximas autoridades civiles en una provincia.

Este individuo tuvo la audacia de protestar cuando Bryan ordenó el arresto de aquel burgués abusivo que maltrataba a las prostitutas, argumentando que los Procónsules no tenían autoridad para ordenar detenciones dentro de los recintos urbanos, algo que legalmente era cierto: las Autoridades Militares se encargaban del ejército y las fortalezas, mientras que las Autoridades Civiles administraban los asentamientos.

A pesar de todo, un Procónsul merecía respeto por su rango. Bryan ya estaba bastante irritado por el comportamiento del burgués hacia aquellas meretrices que lo ayudaron a descargar gran parte de las frustraciones acumuladas que llevaba meses soportando. Encima, esta era la segunda vez que un Pretor le faltaba el respeto de esta manera, pues cuando salía de la capital hubo otro que trató de llevarse a Gloria, la esposa de su Tribuno Marcio, usando el mismo tono prepotente.

Para su mala suerte, este Pretor no tenía cerca a Tiberio Claudio o al Senado para defenderlo, así que Bryan usó sin reparos su hechizo de Alecto y le provocó un ataque de pánico espantoso, hasta que terminó tan sumiso como un cachorro asustado. En cuanto lo tuvo en ese estado, el Procónsul obligó al funcionario a cumplir con su deber y decapitar al burgués abusivo en presencia de toda la ciudad. Luego lo siguió hasta su oficina para que firmase un acta en la que garantizaba una protección especial para las chicas del burdel, momento en el que reparó en la colección privada de vinos importados de Etolia que el funcionario lucía para impresionar a sus invitados: un grupo de botellas cuidadosamente seleccionadas y carísimas.

Bryan decidió "aceptarlas" como regalo de buena voluntad por parte del Pretor de Odisea, quien por su parte se juró a sí mismo en su fuero interno que jamás volvería a mostrar la menor falta de respeto a ese monstruo con forma humana que comandaba a las Legiones Malditas.

Recordando la cara de estúpido de aquel funcionario, Bryan esbozó una sonrisa astuta mientras se servía una copa y probaba el vino. Era bueno. Excelente incluso. Aquella cruel tierra de Etolia, en la que tantos itálicos habían perecido, era capaz de producir manjares exquisitos. Una tierra que podía producir aquellos sabores no debía ser tan terrible ni sus gentes tan corruptas. Sin embargo, no había forma de olvidar el poderío de su liga, siempre en conflicto interno entre sus integrantes, aunque tan firme cuando se trataba de presentar un frente unido contra los invasores, que en este caso era el imperio al que Bryan servía.

Un esclavo irrumpió en la estancia.

- Amo, el hombre que esperaba ha llegado. -

- Gracias, dile que pase. - Respondió Bryan con amabilidad. En ocasiones, mostraba gestos inusuales de cordialidad hacia los esclavos, tal vez porque no olvidaba del todo que alguna vez él mismo fue uno de ellos.

El esclavo desapareció y Bryan aprovechó para servir un segundo vaso con vino para el invitado que venía. poco después la figura alta y firme de Druso ingresó en la tienda.

- Salve, mi general. Tengo que decir que esta es una hora un tanto extraña para una entrevista. - Dijo sonriendo de un modo bromista, sabiendo que estaban solos: - Por los divinos, si fuera una doncella pura y no supiera de tus hazañas con las rameras de Odisea, temería por mi honor. -

Bryan soltó una sonora carcajada. Había acostumbrado a su amigo a disfrutar de una franca informalidad, incluso en la presencia de terceros. Y en esos días saturados de tensión, verdaderamente apreciaba la posibilidad de alterar el ambiente con un toque de humor.

- Pues no, no temas por eso. Digamos que en mi última visita esas mujeres me dejaron razonablemente satisfecho. -

- Eso me tranquiliza. Por un momento temí haber pronunciado demasiado a la ligera aquella promesa que hice de seguirte en todo. -

- Bueno, en cierta forma, esta noche evaluaremos tu compromiso. - Le dijo Bryan sin entrar en detalles por el momento.

Su amigo lo miró con interés, pero no dijo nada.

- Toma algo de vino; es de la región, pero excelente. Al menos a mí me lo parece. Ya está servido. -

Druso tomó la copa que quedaba sobre la mesa y probó el vino. Lo valoró con detenimiento al igual que antes había hecho Bryan. Al primer sorbo se desataba la dulzura de las uvas maduras doradas por el sol, aunque cosechadas a la luz de la luna para que absorbiesen parte de la brisa salada que provenía del mar. El mosto además se había fermentado en tinajas hechas con tierra volcánica que le añadían un ligerísimo sabor ahumado, al que se sumaban unos tonos embriagadores de miel y pétalos de laurel.

- Sí, es bueno. Muy bueno. - Comentó Druso. Entonces el Tribuno cambió de tema por completo, haciendo algo de tiempo mientras esperaba a que su amigo se decidiera a entrar en el asunto de aquella entrevista: - Siempre me he preguntado si estás casado o si por lo menos tienes una querida. -

- Tengo algo más complicado. - Respondió Bryan suspirando: - Literalmente son tres mujeres hermosas, enamoradas de mí y esperándome ansiosamente…algo que no merezco en absoluto. -

- ¡Vaya! Pero, ¿qué tiene eso de malo? Creo que casi todos los hombres del mundo querrían estar en esa situación. Y es completamente normal que un varón excepcional atraiga a más mujeres que la gente común. -

- Ellas todavía no saben que su amor es compartido… Bueno, una de ellas sí lo sabe… pero el resto todavía tienen que enterarse. - Admitió Bryan avergonzado: - Y resulta que para sincerarme con las mujeres yo soy todo lo contrario a un “varón excepcional”. El término cobarde desvergonzado sería más apropiado para describirme en ese aspecto. -

- Ya veo, te espera una carnicería en el futuro. - Druso sonrió y añadió con indiferencia, encogiéndose de hombros como si no fuera gran cosa: - No te atormentes tanto por eso. Los hombres somos como somos. Necesitamos variedad. De hecho, a las mujeres les gusta así. Quizás nunca te lo digan directamente, pero te aseguro que prefieren que seamos de esta manera. -

- ¿De verdad crees algo de lo que has dicho? - Preguntó Bryan levantando una ceja.

- ¡Claro! Las mujeres no respetan a los hombres a menos que las engañen. - Afirmó Druso con seguridad, golpeándose el pecho para recalcar su punto. Aunque después añadió en voz baja: - Por eso es que mi madre jamás respetó a mi padre. -

Ambos rieron al unísono y continuaron haciéndolo durante un buen rato.

- En fin, no te preguntaré los detalles, pero ¿son mujeres bonitas? - Inquirió Druso.

- Las más bellas. - Asintió Bryan.

- Entonces, al final, todo habrá valido la pena. ¡No te preocupes por el futuro!  -

- No sé, estoy seguro de que más de una querrá cortarme algo más que la cabeza. -

- Mientras consigas disfrutar de sus cuerpos primero… -

- ¡Cuidado! - Le advirtió Bryan con una mirada peligrosa.

- Estoy hablando en general, ni siquiera conozco a tus mujeres. - Aclaró Druso levantando las manos en un gesto de rendición: - Pero en serio, te explicaré algo que la vida me ha enseñado sobre las hembras. -

- Déjame adivinar: Me vas a comenzar a describir tus proezas en la cama. -

- ¡No! - Exclamó Druso con un tono más tajante de lo que pretendía. Bryan lo miró extrañado por un instante, pero su amigo carraspeó y rápidamente continuó: - No. Nada tan vulgar como eso. Lo que voy a hacer es contarte un poco de la sabiduría popular que he adquirido en mi búsqueda por comprender al sexo femenino. -

- Por los divinos... - Murmuró Bryan poniendo los ojos en blanco y bebiendo vino.

- Solo escucha mi argumento. - Insistió su amigo sonriendo: - Bryan, las mujeres aman que los hombres las miremos como si fueran trozos de carne recién salidas del horno. -

- Druso… -

- ¡Es en serio! ¿Crees que se ponen ese maquillaje, las joyas y esos vestidos tan ajustados en la cintura para que otra mujer les diga: “¡Vaya, que caderas tan despampanantes tienes!”? - Luego su expresión cambió por un instante cuando dijo: - Bueno, algunas sí lo hacen, pero son las que se reúnen en los “grupos de poetisas” y aquí estoy refiriéndome a las mujeres de verdad. - Druso se bebió un trago de vino antes de continuar: - Admitámoslo, Bryan. Hay un buen motivo por el que las mujeres solo se preocupan por su aspecto hasta el día en que se casan. Las que nacieron hermosas saben que los hombres las miramos, eso les encanta y, gracias a los dioses, ellas son las que arrastran al resto de su sexo. -

- Druso, yo soy un mago erudito en múltiples temas. - le contestó Bryan con una mirada que transmitía un total desacuerdo con las ideas de su amigo, aunque luego añadió con un guiño cómplice: - ¿De verdad crees que ya no sabía todo eso? -

Ambos volvieron a reír. Era la típica conversación entre hombres que jamás revelarían a nadie que algún día tuvieron, especialmente a las mujeres en sus vidas. Y es que ese es el modo universal de llegar a vivir una larga vida.

Las mujeres, según la "sabiduría" de Druso

- Bromas aparte, es cierto que no me merezco a ninguna de ellas. - Comentó Bryan algo melancólico mientras se inclinaba en el asiento e indicándole a su amigo que hiciera lo propio: - No solamente son hermosas, Druso, sino que todas son admirables, inteligentes y de buen corazón. A veces me pregunto por qué se interesaron por un bastardo como yo. -

- Algo habrán visto en nuestro poderoso general. - Dijo Druso: - Que los demás no alcanzamos a entender. -

- Maldito… - Respondió Bryan antes de soltar otra risotada contagiosa.

Bebieron algo más de vino, esta vez en silencio y transcurrieron algunos minutos más antes de que pudieran entrar al tema en cuestión.

- Bueno… - Dijo Bryan, como despertando de un sueño: - Mi buen amigo, comprenderás que no te he hecho venir a estas horas de la noche para hablarte de mi vida amorosa. -

- Estoy seguro de que habrá algo más, pero mientras haya un vino tan bueno como éste, no me importa el tema del que se hable. Incluso si tengo que hablar yo. - Respondió Druso y se terminó de un trago el líquido que quedaba en su vaso: - Ya ves que soy un excelente conversador. -

- Si, me ha quedado claro. - Asintió Bryan sonriendo, pero dejó a un lado el vaso e interiormente hizo circular la Esencia Mágica para despejar sus pensamientos: - Pero no. Te he hecho venir para explicarte los planes que tengo para continuar esta campaña. -

Druso lo miró y parpadeó tres veces.

- Me parece que esos planes ya los compartiste en la reunión de esta mañana, con todos los Tribunos y Centuriones. Partiremos para reconocer los puntos fronterizos donde los ejércitos de la Liga Etolia o las tribus bárbaras podrían infiltrarse. El ritmo de avance será rápido, a marchas forzadas, para tomar desprevenido a cualquier explorador de nuestros enemigos, pero nuestro objetivo principal es construir empalizadas que refuercen los sectores vulnerables. Una vez terminadas estas operaciones, evaluaremos lo que haremos a continuación -

Druso recitó su respuesta como el alumno que desea demostrar a su maestro que se ha aprendido bien su lección.

- Perfecto. Es indudable que has escuchado con detalle mis explicaciones. Ahora, me intriga saber si tienes interés en lo que realmente vamos a hacer. -

Druso dejó su vaso y se pasó el pelo por la barba antes de responder: - Si, por supuesto. Me encantaría saber lo que vamos a hacer, si esto es diferente a lo que nos has explicado. -

- Si, es diferente… - Pero antes de que Druso lo interrumpiese, Bryan se anticipó a sus preguntas y explicó: - pero no quiero que nadie lo sepa, excepto tú. Confío en ti, en tu discreción, en tu lealtad y además… -

- ¿Además? -

- Además, necesito tu experiencia. - Admitió Bryan con una mirada algo complicada: - En concreto, los detalles de lo que ocurrió en Lago Brumoso con la Legión Auxiliar XIX… ¡Por eso no puedo realizar este plan sin tu ayuda! -

Druso vaciló un momento por los dolorosos recuerdos que Bryan estaba desentrañando, pero rápidamente se recuperó y dijo: - Mi lealtad y mi honor son tuyos. Sabes que puedes contar conmigo para lo que sea. Te escucho. Soy todo oídos. -

Ésa era la respuesta que Bryan estaba esperando para develar a Druso su auténtico plan de guerra.

- Todo oídos, al igual que este campamento entero. Demasiados. La última derrota demostró hasta qué punto las Legiones V y VI no son confiables. Es por ello que incluso he tenido que dejar fuera de esto a Marcio y a Silano, a pesar de que no dudo de su lealtad. Es solo que un simple rumor saliendo de este campamento bastaría para arruinar absolutamente todo y condenarnos. -

Druso tragó saliva un par de veces. El vino le había afectado un poco la cabeza, pero de repente, esa embriagadora y relajante influencia de la bebida cedió ante una pesada sensación de mareo.

- Tengo información confidencial. - Comenzó a explicar Bryan: - Nuestros espías se han enterado de un gran movimiento de tropas en Etolia. Parece que las ciudades de Helénica e Ilión han formado una especie de alianza para intentar derrotar a la líder de la Liga. -

- ¿Se están uniendo contra Micénica? -

- Exactamente. -

- Pero esa ciudad es la más militarizada de todas. - Objetó Druso: - Aunque Helénica tiene más población, sus hoplitas no son tan formidables, tú mismo lo has dicho. Incluso uniendo fuerzas con Ilión, no necesariamente saldrían victoriosos. -

- Algo ha conseguido que esas ciudades se decidiesen por una confrontación. Incluso he podido calcular la fecha aproximada en que ocurrirá el conflicto… Pero no sabíamos en dónde pelearían. -

- ¡Ilmo! - Exclamó Druso: - ¡Es por eso que querías que hablase con ese pescador! -

- Así es. - Asintió Bryan con una sonrisa: - Me enteré de que ese contrabandista logró introducir y sacar mercancía en la mismísima ciudad de Micénica. Pues bien, cuando estuvo ahí, escuchó todo tipo de rumores interesantes, pero uno solo llamó mi atención. Naturalmente podría haber obtenido la información a través de intermediarios, pero quería que tú escuchases los detalles directamente. Ahora, dame tu honesta opinión - Bryan se levantó, dirigiéndose al escritorio de campaña, donde desplegó un mapa del territorio de la Liga Etolia y con la mano indicó a Druso que se acercara. Este obedeció y se unió a la mesa: - Considerando lo que ahora sabes sobre ese lugar... ¿Crees que tenemos posibilidades de vencer a esos tres ejércitos si los emboscamos aquí? -

El dedo de Bryan señaló un punto en el mapa que decía: Monte Ida.

Druso se tomó unos segundos antes de responder: - Bryan, ese lugar está justo en medio del territorio de paso entre cuatro de las siete Ciudades Estado, que encima son las más poderosas de la Liga Etolia. ¡Es su campo de batalla preferido! Lo deben conocer como la palma de su mano. ¡Nos estaríamos metiendo en la boca del lobo! -

- Precisamente por eso sabemos que ahí tendrá lugar la batalla entre Micénica, Helénica e Ilión. - Concedió Bryan: - Pero lo que nunca esperarán es que nosotros lleguemos primero y esperemos listos para emboscarlos. -

- Tendríamos que cubrir la distancia en una marcha de seis o siete días hasta llegar a este punto... Pero, aunque lo logremos, ¿de qué serviría? ¡Nos descubrirán de inmediato! -

- Podremos aprovecharnos de aquel fenómeno en el Monte Ida que Ilmo confirmó. -

- Incluso si ese pescador tiene razón. - Puntualizó Druso recordándole que la información todavía no era segura: - Eso significa igualmente que solo tendríamos hasta unos minutos después de la tercera hora desde el amanecer. No hay tiempo para posicionar las tropas sin que nos detecten. -

- Por eso posicionaremos a los manípulos durante la noche. -

- Nos descubrirían al instante por las antorchas. -

- No si damos primero un rodeo... y prescindimos de antorchas. -

- ¡¿Dar rodeo con veinte mil legionarios, en un terreno montañoso, en total oscuridad y sin antorchas?! ¡Eso es imposible! - Exclamó Druso, incapaz de contenerse por más tiempo.

- Yo puedo hacerlo posible. - Respondió finalmente Bryan, mirándolo con seguridad.

Aunque Druso quería objetar, leyó en la mirada de su general que aquel sería el plan, le gustase o no. Lo que Bryan buscaba era su lealtad para acometer aquella empresa, con fe ciega en las posibilidades del proyecto. Druso respondió entonces con concisión: - Es una locura, pero te acompañaré y seguiré tus órdenes hasta el final. -

- ¿Cuál es tu veredicto entonces? - Preguntó Bryan mirando a Druso con mucha atención, pues sus siguientes palabras eran lo que más le interesaba saber.

- Si logramos estar ahí antes de que inicie la batalla. Y si nos colocamos en posición, en medio de la más absoluta oscuridad, en un terreno increíblemente accidentado, sin que sus exploradores nos detecten. Y si por algún motivo los etolios comienzan a luchar justo antes de que la sombra de la montaña desaparezca, cosa que no tendría ningún sentido práctico… Entonces, sí, podría funcionar. ¡Pero no veo cómo! -

- Bien, ¿me seguirás, pese a que crees que el plan es una locura? -

Druso volvió a asentir, con resignación, sin convencimiento, pero disciplinado.

- Esa respuesta te honra. - Respondió Bryan y luego agregó: - Pero quiero explicarte más cosas porque no quiero que te vayas de aquí pensando que sigues a un loco. Aún me queda algo de cordura, viejo amigo. -

- ¡Pues que bueno! -

- Hoy te revelaré cómo funcionan algunos de mis poderes. Es un secreto que muy pocos conocen, pero te ayudará a entender por qué estoy confiado en realizar esta maniobra. - Continuó Bryan: - Los hombres no deben saberlo, dado que esto será clave para que finalmente se transformen en los guerreros que necesitamos. Pero vamos a jugar sobre seguro. Si sale mal, nos vamos. -

- Por favor explícame bien esa retirada. -

­Bryan sonrió satisfecho con la lealtad de su lugarteniente y comenzó a explicarle el plan a su amigo con lujo de detalles.

- ¡Vaya! - Exclamó Druso al final: - Bueno, confieso que aun no entiendo del todo el plan de ataque. Pero he de reconocer que el plan de retirada es muy razonable. Además… -

- ¿Además? -

- Si tenemos éxito, toda Etolia temblará, Itálica se asombrará y creo que por esto se te recordará durante siglos. Aunque ahora todo me dice que esto no será así. -

- Bien, no anticipemos acontecimientos, pero bebamos por ello. - Comentó el Procónsul sirviéndole vino a su confuso amigo.

Ambos brindaron por la victoria. Y continuaron bebiendo hasta que finalmente la aurora apareció en el horizonte. Entonces Druso se marchó en silencio por una de las puertas laterales que daban acceso a la tienda del general en jefe de las Legiones Malditas. Nadie le vio salir. En sus oídos perduraban las últimas palabras del general.

- Para el resto del mundo, Druso, esta conversación no ha tenido lugar. -

Bryan en su tienda planificando

Nota del Traductor

Hola amigos, soy acabcor de Perú y es miércoles 07 de febrero del 2024.

Ahora bien, las cosas en Perú están tan mal que mis alumnos en su mayoría han cancelado sus clases de forma repentina. Oficialmente estamos en recesión económica. Por cierto, con “la mayoría”, más bien quiero decir TODOS. Así que en estos momentos esta novela es mi principal medio de sustento. Por eso quiero comenzar agradeciendo mucho a los 10 patrocinadores, sin los cuales no podría comer este mes.

¡Y pensar que comencé haciendo esto como un pasatiempo!

Pero antes de deprimirlos con mi paupérrima situación económica…

De verdad creo que hay algo malo conmigo. El último capítulo ya fue uno de los más complicados que tuve que escribir e inmediatamente decidí hacer este, que resultó todavía más complicado.

Al principio no iba a ser así. Iba a escribir un capítulo corto y sencillo, pero de pronto tuve algo tiempo libre (ironía triste). También me di cuenta que estaba dejando de lado la inmersión y decidí entrar en muchos detalles, así como añadir un montón de narración que ayudase al lector a imaginarse realmente en este mundo diferente.

La primera parte del burdel nos presenta a un Druso como protagonista. Originalmente mi idea era relatar lo que Bryan hizo directamente, incluyendo los pasajes eróticos correspondientes. Pero la última vez que dejamos a nuestro protagonista, este se estaba enfrentando a un problema bastante serio y no quería restarle importancia a esto.

Yo serví en el ejército durante 2 años, así que escuché muchas historias sobre los soldados visitando burdeles y otras que son todavía más sórdidas, pero me parece inapropiado hablar de ello con una audiencia tan educada como ustedes. Sin embargo, puedo mencionarles que hubo un par de ocasiones en los que mi batallón recibió la “visita no oficial” de una meretriz. Ahora bien, yo jamás participé en esa actividad. No era tanto una cuestión de virtud como de higiene: Yo no tenía la intención de meterme en la cama de una mujer que ya hubiese pasado por medio batallón.

Pero esto es una historia de fantasía, no de realidad, y es algo típico en estos escenarios que la auténtica situación de las meretrices no sea tan enfocada. Además, Bryan está siendo recontra infiel en el mismo capítulo donde luego se arrepiente de su cobardía para ser honesto con las mujeres que ama, lo cual es un contrasentido terrible. O sea, es verdad que en gran parte esto se debe a que la Esencia Mágica sigue influenciándolo. Y aunque gracias a la Terapia del Niño con los Extraños ha podido dominar sus instintos, sigue teniendo estos fuertes impulsos por ser malvado. Sin embargo, eso no cambia los hechos. Es precisamente para atenuar la contradictoria situación que agregué un evento en donde el protagonista protege a los prostitutas del abuso colectivo de un plebeyo rico y la madama.

Sin embargo, me pareció que incluso eso no era suficiente para conseguir que el foco central de todo el capítulo fuese la parte de la reunión estratégica. No quería que este capítulo pareciese tener dos historias separadas. Es por eso que se me ocurrió atenuar aún más esos eventos, haciendo que se contasen como telón de fondo mientras que Druso visita el burdel. Y también nos otorga un poco de comedia que siempre es necesaria, y que en este caso sirve como la base para iniciar la narración con un ritmo tranquilo.

Luego el capítulo continúa con una descripción del desayuno, la cual podría parecer excesiva, pero sirve a un propósito. Naturalmente ayuda con el realismo, pero hay otro motivo por el cual me entretuve aparentemente en hablar de los ingredientes y los platos. Lo que quería era crear una sensación de tranquilidad en el lector justo antes de que los eventos comiencen a volverse serios poco a poco, para generar anticipación. Y esta comienza cuando nos enteramos del contraste entre lo que está comiendo el Tribuno y lo que comen en el campamento, lo cual nos recuerda la problemática con la que está luchando Bryan.

La tensión comienza a ser clara con ese gesto que hace Druso de tirar la cerveza mientras recuerda el trauma del pasado, los terribles eventos que sufrió durante la emboscada en Lago Brumoso. Aquella tragedia no simplemente sucedió, sino que tuvo un efecto en el personaje. Por supuesto que no hasta el punto de ser un trauma de guerra, por qué Druso es un soldado y no tendría sentido que eso afectase su mente.

Hago una pausa para aclarar que no estoy diciendo que los soldados no puedan tener un Trauma de Guerra, de hecho, son las principales víctimas, lo que ocurre es que esta enfermedad es concepto muy moderno, que corresponde a la llega de las “Guerras a Escala Industrial”, cuando la cantidad de muertos durante los conflictos se elevaron a niveles inconcebibles. En serio, solo en la primera guerra mundial murió más gente que en todas las guerra de la historia de Europa, contando desde la Era del Bronce. Y no estoy hablando de batalla por batalla, sino de sumar todos los muertos registrados en la historia.

Generalmente en las guerras antiguas morían cientos de personas y a veces miles… ¡nunca millones! El Trauma de Guerra implica una verdadera dificultad para funcionar, con ataques psicóticos y trastornos muy severos, pero sobre todo dolorosos. Algunos de los oficiales que me entrenaron en el ejército sufrieron trauma de guerra durante el conflicto con los malditos terroristas. Uno de ellos me contó que en Año Nuevo casi mató a su familia accidentalmente, porque los fuegos artificiales lo despertaron repentinamente y creyó que estaba siendo atacado como en la zona de conflicto, así que disparó instintivamente contra la puerta de su habitación. Eso es un auténtico trauma de guerra que solo puede superarse tras mucho trabajo y esfuerzo.

Druso no se encuentra en ese estado. Está afectado, pero en un rango normal. Sin embargo, quería escribir esa escena en específico, porque se relaciona con los eventos posteriores en la conversación con Bryan. También refuerza el cambio repentino del ritmo de la historia: De comedia y tranquilidad, a una tensa expectativa.

El personaje de Ilmo también sirve a este propósito. Recordemos que la Ciudad de Odisea fue la única Ciudad Importante de Etolia que el Imperio consiguió conquistar. Y lo hizo antes de que el resto de ciudades se uniese para formar la Liga Etolia, la cual se formó como reacción a este evento. Eso quiere decir que la mayoría de sus habitantes, son etolios. Por supuesto que ya son ciudadanos del imperio, tal vez no de primera clase, pero por lo menos son vasallos importantes.

Por eso el Imperio ha colocado Pretores (una especie de gobernante/Juez, pueden consultar el Glosario de Términos del libro anterior) en la ciudad y también tiene Legiones Urbanas, lo que sería la Guardia de la Ciudad, para defenderla; aunque esos hombres están más para mantener el orden que otra cosa, porque Odisea está protegida por su ubicación.

El único punto vulnerable de Odisea es el mismo que usó el Imperio para conquistarla: El mar. Por eso el imperio tiene estacionada ahí una poderosa flota de quinquerremes para impedir cualquier invasión.

En el capítulo estoy dejando en claro que la ciudad está prosperando, por lo menos los pecadores se benefician bastante porque pueden vender su mercadería. Ahora bien, en Valderán hay una ciudad puramente itálica en el interior, la Ciudad de Valderán, construida por los emperadores para que fuese la capital de la provincia que lleva su nombre. Pero debido a los bandidos, bárbaros y las incursiones de la Liga Etolia, más el desmadre que causaron las Legiones V y VI, ese lugar debe estar en la última. Ya hice menciones de esto en capítulos anteriores, pero quería recordarlo. Es por eso que aquí menciono que Odisea se ha convertido en “la capital no oficial” de Valderán como Provincia, porque es lo más parecido a un lugar con autoridad, orden y prosperidad.

Sin embargo, a pesar de toda la prosperidad que el imperio le ha dado esta ciudad, sigue habiendo tensiones entre los pobladores y sus conquistadores. Gracias al paso del tiempo estas tensiones han ido desapareciendo, pero todavía siguen ahí. El personaje de Ilmo nos sirve como referente de esta situación, nos ayuda a meternos en la mente de los pueblos conquistados y también en el temor natural que estos sentían hacia los legionarios. También nos da otro tipo de aproximación al enorme problema que Bryan tiene que solucionar, porque necesita recuperar la confianza no solo de sus hombres como soldados, sino que después tiene que recuperar la confianza de la población civil en sus soldados. Los soldados de las Legiones Malditas.

Luego nos enteramos de que el pescador sabe algo que Druso tiene que escuchar. Y esto podría pasar desapercibido, pero es muy raro que un oficial se ha enviado directamente como mensajero. Si lo piensan bien, Bryan tiene autoridad sobre todo el Manto Oscuro, así que hay mil formas de que se entere de lo que sabe el pescador.

Pero envió a un lugarteniente en persona.

Sólo después nos enteramos de que Bryan no desea conocer este secreto, porque ya lo sabe. Lo que quiere es que Druso lo escuche sin intermediarios y luego le dé su propia opinión, pues todo esto está relacionado con sus experiencias pasadas. Solo con eso, ya pueden deducir lo que ocurrirá en futuros capítulos.

Finalmente, llegó la parte de la tienda. Confieso que es mi favorita. Al principio dude en hacer la mención de que Bryan odia las matemáticas, pero justo acabo de ver la sensacional, increíblemente bien filmada y mejor película del 2023, Oppenheimer del director Christopher Nolan. Y ahí tanto el científico Albert Einstein como el Padre de la Bomba Atómica confiesan detestar la parte de las matemáticas. No sé qué tan históricamente correcto sea eso, porque la física cuántica es complicada en todos los aspectos y eso también incluye las anécdotas históricas. Pero fue suficiente para mí. Bryan odia las matemáticas a pesar de que estudió administración de empresas en la universidad.

El ritmo del capítulo se detiene nuevamente para presentarnos una repetición del primer acto: una descripción del vino sin importancia aparente, pero que tiene un carácter simbólico porque es un producto de la Liga Etolia que ya está siendo disfrutado. Luego la conversación de 2 amigos sobre asuntos amorosos, en la que Bryan se sincera un poco, pero su amigo, viéndolo deprimido, decide animarlo diciendo bromas sobre las mujeres.

Creo que todos, tanto hombres como mujeres, nos reímos del otro grupo cuando estamos entre amigos del mismo sexo. Y me consta que las mujeres se ríen de los hombres cuando creen que no las oímos y también cuando las oímos. Así que no tuve el más mínimo reparo en hacer que Druso y Bryan hablasen de este modo tan típicamente masculino, con una sinceridad un poco sórdida. De hecho, esa vulgaridad es lo que hace creíble el momento y también nos deja ver que realmente son amigos.

Para las reflexiones en Druso, me basé en ciertos diálogos del personaje de Al Bundy, de la serie Matrimonio con Hijos, una de las mejores comedias de la historia mundial que se estrenó en 1987. Y si no la han visto, no han vivido. Créanme, es lo mejor que ha producido EE. UU en comedia, cuando todavía no estaban infectados por esa tontería de lo “Políticamente correcto”.

Y los comentarios de Druso son divertidos porque contienen una pisca de verdad: Si las mujeres no quisiesen ser vistas, no se vestirían de un modo provocador. Por supuesto que eso no exculpa a los pervertidos que se propasan con ellas, los cuales deberían ir todos presos. Pero también es cierto que, si uno decide caminar con una bolsa transparente llena de dinero por una calle peligrosa, y luego es asaltado, su imprudencia lo hace parcialmente responsable, aunque no culpable, repito, no culpable. Una cosa es responsabilidad y otra es culpa.

Señoritas, tampoco hay que ser hipócritas: No puedes vestirte como una chica fácil y luego quejarte de que los hombres asuman que eres una chica fácil. Es verdad que los hombres debemos ejercer el autocontrol y somos culpables cuando no lo hacemos; pero cuando las mujeres se visten de ese modo, lo que hacen es poner a prueba dicho autocontrol. Algunas quizá dirán: “Quiero vestirme como yo quiera” y yo les respondo “Yo quiero cabalgar sobre un león como en la película de Narnia… pero si lo intento habrá consecuencias.” En la vida rara vez consigues todo lo que quieres, esa es la realidad, fin de la historia.

Dejando de lado esa reflexión, la tensión vuelve al capítulo con la revelación de la estrategia de Bryan, que no he dejado del todo clara a propósito, para generar más expectativa. El intercambio entre los 2 amigos ya revela bastantes pistas, pero prefiero dejar un margen de duda hasta el último momento.

Y entonces llegué al final del capítulo, lo volví a leer para confirmar que todo estuviese bien, revise la ortografía antes de enviárselos a mis lectores beta… ¡Y entonces me di cuenta de lo alta que dejé la vaya! ¡¿Qué he hecho?! ¡Voy a tener que escribir como un psicópata para poder narrar un acontecimiento a la altura de este capítulo de introducción! ¡Tráiganme un tranquilizante y mis enciclopedias históricas! ¡Esta semana que viene prácticamente no voy a dormir!

¿Será que estoy siendo castigado por haber escrito cosas malas sobre las mujeres? Justo me pongo en modo reflexivo y hablo sobre las responsabilidad, pero ahora yo tengo que responsabilizarme y presentar capítulos siguientes que estén a la altura!

Por cierto, estuve trabajando bastante con las imágenes IA, y puedo afirmar oficialmente que todas las ilustraciones de este capítulo son originales hechas por este, vuestro leal servidor. Espero que le gusten y que me disculpen por cualquier error que puedan contener, después de todo recién estoy aprendiendo a utilizar esta tecnología.

De hecho, la imagen de las 3 mujeres y la serpiente no fue para nada lo que quería. Es un completo accidente. Pero al final me gustó como quedó, aunque más bien diría que me ganó todo el tiempo que pasé corrigiéndoles los ojos y también para agregar a esa maldita serpiente, que me costó mucho más horas de Photoshop de lo que creen y nunca conseguí que se viese bien. Al final decidí ponerla de todos modos para no desperdiciar el esfuerzo.

En fin, fue principalmente por esa imagen que agregué la advertencia de + 18, aunque realmente no hay una narración erótica explicita en este capítulo, sólo menciones e inferencias. Pero imaginé que podría ser incómodo que esta imagen saliese de repente si un lector justo está leyendo en un lugar lleno de gente. Lamento mucho si decepcioné a algunos, pero el erotismo no es realmente el tema de esta historia. Todos sabemos que Bryan ahora mismo está en Valderán y ninguna de sus amantes está ahí, por lo tanto, no hay realmente una excusa narrativa para que ocurra un desarrollo como ese y no pienso que esté bien forzarlo como hacen otras novelas ligeras, porque eso destruiría un poco la credibilidad de los hechos que acontecen.

Pero déjame saber tu opinión en los comentarios: ¿Qué te pareció el capítulo? ¿Te dio risa los eventos de Druso en el Burdel? ¿Qué te pareció lo que Bryan hizo para ayudar a las pobres prostitutas? ¿Qué te pareció el contraste entre las delicias de Druso y la porquería que comen en el campamento? ¿Qué piensas del personaje de Ilmo? ¿Te pareció creíble su trasfondo? ¿Qué opinas de la conversación entre Druso y Bryan? ¿Qué te pareció la filosofía de Druso? ¿Se sintió la tensión cuando explicó su plan? Y finalmente… ¡Teorías! ¿Qué es lo que crees que pasará?

Bueno, ahora sí viene la parte en la que les lloro por el crudo y frío dinero. Si les gusta esta historia, por favor, por favor, por favorcito no dejen de patrocinar usando los enlaces de mi cuenta Patreon. También puedes compartir esta historia con tus amigos y conocidos, para conseguir a más patrocinadores. Y si detectas alguna falla de ortografía o de contexto, no dejes de mencionarlo intentaré corregirlo en la menor brevedad posible.

¡Nos vemos en el siguiente capítulo!