333 Maniobras durante la noche

Mientras los legionarios oscilaban entre la estupefacción, el pánico y la negación, luchando por mantener un silencio temeroso para no alertar a los ejércitos que descansaban al pie de la montaña, Bryan se retiró con sus tribunos a un lugar apartado para discutir el plan de ataque en privado. Aunque su expresión se veía mucho más tranquila y ya no emitía la temible presencia que había utilizado para impresionar a las tropas, de alguna manera parecía mucho más preocupado. Sus ojos, antes brillantes y penetrantes, ahora se perdían en el horizonte, nublados por la incertidumbre mientras observaba a la distancia las luces de las antorchas parpadeantes en los campamentos de la entrada del Campo de Sangre.

- Hace un momento hablé como si fuéramos a atacar ciegamente, pero soy muy consciente de que enfrentarnos a estos ejércitos sería suicida si no contamos con una estrategia bien definida. Honestamente, creo que un simple huevo arrojado desde este mismo precipicio tendría más oportunidad de sobrevivir intacto que nuestras legiones en su estado actual si tratan de luchar directamente contra las falanges de los etolios, especialmente la de los micénicos. - Concluyó Bryan, sonriendo irónicamente mientras señalaba hacia el barranco: - Afortunadamente, las tres potencias están a las puertas de una batalla y hemos conseguido posicionarnos en el lugar perfecto para una emboscada, sin que ninguno de ellos se entere de nuestra presencia. -

Repentinamente, Bryan los miró a todos muy seriamente e inclinó ligeramente la cabeza antes de hablar.

- Debo disculparme con todos ustedes por no haberles revelado mi plan con anterioridad. Quiero que sepan que nunca he dudado de su lealtad, pero si tan solo un rumor acerca de nuestro objetivo hubiese salido del campamento, incluso aunque solo fuese una suposición, estoy convencido de que habría encontrado su camino hasta los oídos de Atreo Mikel, Ilo Tros o Elena Teia. - Hizo una breve pausa antes de continuar: - Toda mi estrategia se basa en que nuestras tropas sean como una espada afilada, escondida en la oscuridad, lista para asestar un golpe mortal en el momento preciso. El éxito o el fracaso de esta misión dependerán por completo de nuestro sigilo y de la certeza de nuestro ataque. - Bryan sonrió sin ganas: - Existe un refrán que dice: “Para engañar a nuestros enemigos, primero hay que engañar a nuestros amigos”. Ese y no otro fue el motivo por el cual decidí ocultarles nuestro destino. Les reitero que confío en todos ustedes, pero creo firmemente que, cuando nuestras vidas dependen de ello, es mejor pecar de exceso de cautela. -

Anteriormente, cuando meditaba en la estrategia que usaría, Bryan se dio cuenta de algo crucial: la única oportunidad para el éxito de su plan era que sus tropas estuviesen en aquel preciso lugar y justo unas horas antes de que llegasen los ejércitos enemigos. No podía adelantarse ni un solo día. Si lo hubiese hecho, habría tenido que acumular provisiones adicionales antes de la partida, lo que podría haber despertado las sospechas de los espías etolios en la Fortaleza de Valderán. Transportar una mayor cantidad de comida también hubiese complicado significativamente el tránsito por el túnel subterráneo.

La confianza ciega era un lujo que Bryan no podía permitirse ni en la fortaleza ni en el campamento. Y no eran solo los legionarios, muchos de los cuales seguían corrompidos por la influencia de Jaime Luccar y César el Breve, sino que incluso los pocos esclavos y sirvientes que habían traído consigo desde Itálica eran sospechosos. Con su Sentido Espiritual, Bryan se dio cuenta de que había sombras ocultas en los ojos serviles de algunos individuos con los que intercambiaba miradas brevemente, mientras encendían los fuegos, limpiaban su tienda o traían su comida; lo que le hacía sospechar que más de uno era un espía, seguramente enviados por Tiberio Claudio. Y nada garantizaba que, además de informar a su amo, también tuviesen órdenes de sabotearlo, filtrando sus planes a los etolios.

Por lo tanto, Bryan optó por mantener en secreto sus planes hasta el último momento, para evitar cualquier filtración al enemigo. Druso fue la única excepción, ya que nadie sospecharía que el mejor amigo del Procónsul conversara en privado con su general.

Los oficiales asintieron de inmediato, pues comprendían las preocupaciones de su Procónsul e inmediatamente llegaron a la conclusión de que ellos habrían hecho lo mismo en su lugar. Marcio, el más veterano entre los oficiales, tomó la palabra primero:

 - Cualquier disculpa es innecesaria, mi general. -

- Nuestro deber es obedecer, no cuestionar la estrategia de guerra. - Añadió Silano: - Si nos pide que opinemos, lo haremos, pero eso es todo. -

- Aunque me gustaría saber quién inventó ese refrán tan bueno. - Dijo Druso sonriendo de buena gana: - ¿Cómo era? Para engañar a los enemigos…  -

- Fue Francis Bacon. -

- ¿Quién es ese? -

- ¡Ah!... No, quiero decir, fue un sabio de una tierra muy lejana que tuvo muchos problemas entre manos. - Respondió Bryan rápidamente, regresando al tema en cuestión: - La táctica que vamos a poner en práctica es sencilla y elemental: todos saben que, sin importar cuán poderosa sea la falange, su punto débil son los flancos y la retaguardia. Naturalmente, nadie entiende esto mejor que los propios etolios, por eso son expertos en posicionarse en terrenos que les otorguen ventaja. -

Los oficiales asintieron.

- Por lo tanto, vamos a esperar a que nuestros enemigos estén en plena batalla en el Campo de Sangre y en el último momento emergeremos de la espesura, atacando con todas nuestras fuerzas - Explicó Bryan pragmáticamente.

- Tengo una pregunta - Dijo Silano: - ¿No sería más seguro esperar a que el combate termine y luego ponernos a luchar contra los agotados supervivientes? -

- Me encantaría hacer algo así. - Admitió Bryan sonriendo: - No soy de los que disfrutan luchar en un escenario desventajoso solamente para obtener gloria. Más bien, mi estilo es lo contrario: prefiero tener todas las ventajas posibles, y si puedo conseguir que mi oponente esté completamente indefenso e incapacitado antes de iniciar una pelea, pues es mucho mejor. -

Entonces se volvió hacia la montaña y señaló la cima:

- El problema es ese. -

Silano parpadeó sorprendido y observó en esa dirección. Unos segundos después, supo la respuesta: - La trayectoria del sol. -

- Exactamente. -

El Monte Ida estaba estratégicamente orientado de este a oeste en relación con el Campo de Sangre. Esto significaba que, al amanecer, el sol surgiría por detrás de la imponente montaña, proyectando una sombra alargada sobre el terreno boscoso donde se ocultaban las legiones. Esta sombra actuaría como un velo protector, camuflando la presencia de las tropas mientras esperaban el momento oportuno para atacar. Sin embargo, a medida que las horas pasaran y el sol alcanzara su cenit, la sombra del Monte Ida se desvanecería gradualmente.

El Monte Ida al amanecer

Este cambio en la iluminación planteaba un desafío crucial para las legiones, porque para llevar a cabo con éxito su emboscada, las tropas necesitaban estar desplegadas en una amplia franja a lo largo de la montaña antes de avanzar contra el enemigo. Y en un terreno elevado, los exploradores etolios tendrían más probabilidades de detectar su presencia, especialmente en áreas donde la espesura de los árboles fuera reducida.

Para Bryan, lo ideal sería que el enfrentamiento entre los ejércitos de Helénica e Ilión contra Micénica se desatara al amanecer y terminara en breve tiempo, con una mutua destrucción de las fuerzas enfrentadas. Sin embargo, tal expectativa era muy poco realista. En principio, uno nunca podía saber cuánto duraría una batalla ni predecir su desenlace con certeza. Incluso el general más brillante solo podría hacer aproximaciones, pues los factores inesperados eran casi infinitos.

En ciertas ocasiones, el conflicto se resolvía a una velocidad sorprendente, en apenas unas pocas horas, con una victoria rápida y decisiva que dejaba a un bando claramente victorioso y al otro derrotado. Sin embargo, existían casos donde la lucha podía prolongarse durante varios días, sumergiendo a los combatientes en un cruel y agotador enfrentamiento que ponía a prueba su resistencia física y su determinación.

Las crónicas históricas relataban episodios épicos de batallas que comenzaban con los primeros rayos del amanecer, pero el combate se prolongaba hasta caer la noche y el resultado del conflicto permanecía incierto. Dado lo complicado que resultaba combatir en la oscuridad, las confrontaciones se suspendían forzosamente al caer la noche. Durante este receso, los soldados se dedicaban a atender a los heridos y caídos en combate, además de aprovechar para descansar y recuperar fuerzas, preparándose para retomar la lucha con el nuevo amanecer. La situación se complicaba aún más cuando las líneas de combate se extendían demasiado, creando escenarios que, al principio, comenzaban como una única gran batalla, pero terminaban convirtiéndose en múltiples combates simultáneos e independientes, que eran prácticamente imposibles de controlar. Este último caso era la pesadilla de cualquier comandante.

En resumen, la guerra se caracterizaba por su constante incertidumbre. No existían garantías ni pronósticos seguros sobre el desenlace de una batalla. Pero en general, cuando grandes potencias militares se enfrentaban, la tendencia era que la contienda se prolongara durante buena parte del día. Por tanto, era poco realista imaginar que el enfrentamiento entre la alianza de Helénica e Ilión y la poderosa Micénica llegaría a su fin antes del mediodía

- Y si intentáramos un ataque nocturno a sus campamentos…? - Comenzó a proponer Marcio, aunque se detuvo abruptamente al darse cuenta de que aquello sería imposible.

Bryan también suspiró. En su mundo original, podría ser posible, pero en el Continente Vathýs, donde no existía la tecnología para que las tropas se comunicasen en tiempo real, no había algo más complicado de llevar a cabo que un ataque nocturno: las tropas podían perderse, acabar peleando contra sus propios aliados por error, separarse sin darse cuenta, tropezarse, etc. Tal vez pudiese hacerse si tuviese tropas muy bien disciplinadas y su objetivo fuese un campamento de bárbaros improvisado, con defensas elementales y chozas desordenadas hechas de materiales combustibles. Pero Bryan tenía bajo su mando a las Legiones Malditas y los etolios eran guerreros experimentados. Sus campamentos estaban muy bien defendidos contra los ataques nocturnos con barreras físicas y mágicas.

Mientras más pensaban en ello, los Tribunos confirmaban hasta qué punto la decisión de Bryan de traerlos hasta ese lugar sin siquiera confiarles su verdadero objetivo había sido la correcta. Demasiadas cosas podían salir mal, y la única oportunidad de éxito radicaba en que nadie sabía que estaban ahí. Además, la cobardía de los hombres, otro factor a tener en cuenta, no jugaría en su contra, sino a su favor, porque no existía otra ruta de escape que no fuese la victoria.

- Ataque sorpresa, entonces. - Dijo Druso aplaudiendo: - Sólo hay dos cosas que solucionar: Primero, tenemos que posicionar a las tropas en formación de ataque ahora mismo, porque si nos movemos mañana, existe la posibilidad de que los exploradores nos vean incluso con la sombra de la montaña sobre nosotros. El problema es que no podemos encender antorchas para iluminar nuestro camino, porque sería como anunciar nuestra presencia.  -

- Yo me ocuparé de eso. - Respondió Bryan antes de que los demás oficiales pudiesen intervenir.

- Entonces nos queda por resolver…. - Comenzó a decir Marcio, aunque titubeó, consciente de lo incómodo que resultaba exponer el único punto débil del plan de Bryan.

- Estás pensando en que todo el plan se arruinará si la batalla de los etolios no comienza a primera hora. - Dedujo Bryan de inmediato. No le costó mucho hacerlo, ya que la emboscada que estaba a punto de intentar era lo que había estado consumiendo todos sus pensamientos durante tantas noches que pasó en vela, planificando cada paso: - Lo usual es que la batalla comience luego del desayuno… pero tampoco es algo obligatorio. Podría ocurrir que los etolios decidan luchar al atardecer o que simplemente algo inesperado suceda y la batalla se postergue para el día siguiente. En cuyo caso encontrarán nuestra posición o, en el mejor de los casos, nuestras escasas raciones de alimentos se habrán terminado y tendríamos que luchar con soldados hambrientos. -

- Exactamente. - Asintió Marcio.

Aunque en ese momento eran adversarias, al final Helénica, Ilión y Micénica eran ciudades líderes de la Liga Etolia, cuyo propósito era defender la región de cualquier invasión extranjera, especialmente de los itálicos. Si por algún motivo detectaban la presencia de las Legiones V y VI antes de comenzar a luchar, no sería extraño que inmediatamente dejaran de lado todas sus diferencias, uniéndose para exterminarlos. Ese era el peor escenario posible, y cada minuto que los etolios tardaran en iniciar su propio enfrentamiento los acercaba un paso más hacia aquel abismo del cual no había escapatoria.

- Es cierto que no tengo forma de controlar las decisiones que tomen los etolios. - Comenzó a explicar Bryan: - Pero tengo una manera de... motivarlos a que peleen bien temprano el día de mañana. Tal vez incluso antes del amanecer. -

- ¡¿Cuál?! - Preguntaron los tres al unísono, conscientes de que de ello dependía la supervivencia de todos.

- Nos está esperando en este momento. - Respondió Bryan sonriendo mientras los invitaba a seguirlo: - Pero antes quiero advertirles que tengan sus espadas bien guardadas y no las vayan a desenvainar sin importar lo que ocurra, ¿han entendido? -

Los tribunos asintieron militarmente, con sus rostros iluminados por la débil luz de la luna que se filtraba entre las nubes dispersas. Bryan se adelantó hacia el borde del barranco con pasos firmes, como si estuviese muy familiarizado con el entorno. Los tribunos observaban con asombro a su Procónsul, preguntándose en silencio cómo podía moverse con tal confianza en un terreno en el que todos ellos se encontraban por primera vez. El viento frío de la cima soplaba con fuerza, haciendo crujir las rocas sueltas bajo sus pies mientras ascendían por el empinado camino.

Después de unos minutos de arduo ascenso, alcanzaron una saliente rocosa oculta entre las sombras de la noche. Desde lo alto de la saliente, un arroyo de aguas cristalinas fluía con suavidad, reflejando la pálida luz de la luna. El sonido calmado de la corriente se mezclaba con el silencio de la montaña, creando una atmósfera de serenidad en medio de la oscuridad. En la pared rocosa, la entrada a una gran caverna se abría como una monstruosa boca expectante.

Con Bryan liderando el camino, los Tribunos se aproximaron lentamente a la entrada de la cavidad, cuya profundidad se perdía en la oscuridad. El eco de sus pasos resonaba en las paredes de roca, mientras sus corazones latían con fuerza en sus pechos.

- ¿Hay alguien en casa? - Preguntó Bryan con un tono ligeramente burlón, deteniéndose justo en el umbral, mientras el eco de su voz se desvanecía en el interior.

De repente, unos ojos amarillos como brasas incandescentes centellearon en la penumbra, erizando la piel de los Tribunos. El sonido de unos pasos pesados, pertenecientes a una criatura masiva, resonó en la cueva, llenando el aire con un aura de terror. Luego, vieron el reflejo de unos colmillos afilados como dagas que brillaron brevemente, iluminados por la tenue luz de la luna que se filtraba entre las sombras.

Finalmente, vieron emerger lentamente aquella forma monstruosa: una melena majestuosa ondeando con la brisa nocturna; un cuerpo robusto y musculoso, el doble del tamaño de un león normal; unas alas membranosas, oscuras y amenazadoras, extendiéndose a cada lado; y finalmente, la cola acorazada, armada con un aguijón venenoso.

Presos del pánico, los Tribunos intentaron instintivamente desenfundar sus espadas, pero Bryan, con un gesto veloz, lanzó una ráfaga de su poder mágico que les devolvió la cordura y les recordó sus instrucciones. Gracias a esta advertencia, los Tribunos se quedaron quietos, observando con terror a la criatura que se alzaba ante ellos.

La Mantícora emerge de la cueva

De pronto, una voz ronca e irritada resonó en la caverna, rompiendo el tenso silencio que envolvía a los presentes.

- ¡Al fin decides venir, por todos los dioses! ¡Llevamos tres días esperándote en este maldito agujero! Si sabías que este no es el Bosque Oscuro, ¿verdad? Aquí no abundan las presas que pueda cazar. -

Por un instante, los Tribunos imaginaron que la bestia era la que había hablado, pero luego se dieron cuenta de que un hombre salía de la cueva por detrás de la Mantícora. Tenía un semblante triste y severo, pero incluso en la oscuridad se notaba que era un hombre bastante atractivo, intrépido e inteligente. Algunos incluso pensaron que se trataba de un elfo, pero luego notaron que se trataba de un humano por la barba insipiente y la ausencia de orejas afiladas.

- Disculpe usted, su majestad. - Respondió Bryan con un tono irónico. - ¿Qué pasa? ¿Acaso tu trasero se reblandeció por tanto estar en la base del Valle del Sol y ahora te duele estar mucho tiempo sentado sobre las rocas? ¿El Cazador de Monstruos ya no puede dormir a la intemperie? -

- Vete a la mierda, Bryan. Alguien tiene que estar liderando la banda ya que nuestro ilustre líder se ha marchado al culo del mundo para jugar a los soldados. Me costó mucho tiempo llegar hasta aquí y no me gusta esperar por las puras alverjas. -

- Te costó una mierda… ¡¿Acaso no viniste volando?! En cualquier caso, le habrá costado a tu bestia, no a ti. Dinero tampoco te costó, porque estoy muy seguro de que has recibido mis cargamentos de oro mensual para el mantenimiento de Los Cancerberos. ¡Yo tuve que mamarme más de seis días de marchas forzadas por bosques, pasajes subterráneos y desfiladeros para traer a todo mi ejército hasta aquí! -

Ambos hombres avanzaron unos pasos, mirándose agresivamente como si estuviesen a punto de iniciar una pelea. Sin embargo, inmediatamente después, sus rostros se iluminaron con sonrisas y soltaron alegres carcajadas que encontraron eco en los acantilados circundantes. Acto seguido, se dieron la mano y, con un gesto amical, se golpearon levemente el hombro en señal de camaradería.

Trunks reparó entonces en la presencia de los Tribunos y se dio cuenta de que su compañero los ponía nerviosos. De modo que, con un silbido bajo, instó a la Mantícora a dar media vuelta y retroceder unos cuantos pasos. Luego, la bestia se echó de costado, ignorando por completo a las personas alrededor.

- ¿Vino alguien más contigo? - Preguntó Bryan.

- Solo una persona. - Contestó Trunks: - Mi bestia no soporta que nadie más la monte, pero aparentemente los elfos son una excepción. -

Poco tiempo después, se escucharon unos pasos y Nía, la arquera elfa, hizo acto de presencia.

- Salve, Líder. - Lo saludó Nía con una sonrisa. - Como siempre, pareces estar metido en algo bastante grande. Nunca me aburro a tu lado. -

- Es cierto, ¿para qué trajiste un ejército al Campo de Sangre? - Preguntó Trunks, visiblemente ofuscado. - Espero que no estés pensando en atacar a los hombres que están acampando abajo. Los estuve vigilando cuando llegaron y, francamente, parecen muy peligrosos.  Tus legionarios en cambio, se ven más como bandidos que como soldados -

- Precisamente por eso los traje aquí. - Explicó Bryan. - Tengo que convertir a esa ralea de sodomitas en auténticos guerreros, pero para que mi plan funcione necesito tu ayuda. -

- De entrada, te informo que, aunque estoy acostumbrado a las batallas, jamás he sido general y no tengo la menor idea de cómo ganar una en la que claramente tienes todas las de perder. - dijo Trunks.

- Despreocúpate, amigo. - Respondió Bryan rápidamente: - Lo que necesito esta vez son sus habilidades para infiltrarse. Pero, primero que nada, dime ¿lo has conseguido? -

- Sí, - asintió Trunks mientras extraía un frasco bien cerrado y se lo enseñaba. - Pero el Viejo Orco no aceptó el oro que le ofrecí. Así que tuve que darle tu segunda oferta.

Se trataba de un gran frasco lleno de Raíz de Jarrin. Bryan le había pedido a Trunks que se lo pidiese al Viejo Orco a cambio de todo el oro que quisiese. Pero si aun así se negaba, entonces Bryan le dijo que le prometiese "deberle un favor".

Estoy seguro de que esto será un dolor de cabeza en el futuro… pero por ahora me concentraré en el problema que tengo por delante.

Bryan hizo las presentaciones correspondientes, aunque no se extendió demasiado en los detalles. Después de todo, la noche no esperaría a nadie y necesitaban apresurarse. Sin embargo, para los Tribunos era evidente que aquel hombre era un individuo poderoso, que además parecía ser bastante cercano a su comandante, así que lo trataron con mucho respeto. Sus ojos se iluminaron con admiración al descubrir que se trataba de un Gran Maestro de Espadas. Les habría alegrado saber que Trunks pelearía a su lado, pero su general ya había dejado claro que tenía otros planes. Aunque, para ser precisos, deberían llamarse "malévolos planes", considerando que implicaban envenenar los suministros de un ejército.

Con sumo cuidado, Bryan explicó a Trunks exactamente la dosis de la mortal raíz que debía añadir a la comida de los etolios, basándose en su experiencia previa. Tras evaluar diversas opciones, determinó que el objetivo debía ser el ejército de la ciudad de Ilión. La razón era clara: el núcleo del poder del ejército de Micénica consistía en los 3000 hoplitas de pura sangre que habían sido reunidos, a los cuales sería demasiado arriesgado enfrentarse; los demás soldados eran acompañantes cuya pérdida no tendría el impacto deseado.

Por otra parte, el ejército de Helénica era el que contaba con una mayor cantidad de defensas mágicas, lo que aumentaba el riesgo de que detectasen a Trunks o a su mantícora. En cambio, el ejército de Ilión estaba compuesto por una amalgama de mercenarios acampando en diferentes lugares, lo que ofrecía más vulnerabilidades que podrían ser explotadas.

- Solo tienes que retirarte una vez que hayas colocado el veneno. También me ayudaría que mates a algunos. Pero asegúrate de retirarte a tiempo y luego no vayas a regresar aquí, porque lo más importante es que nadie te vea. - Concluyó Bryan: - ¡Ah, casi lo olvido! Deja esto en algún lugar visible. -

Y le entregó una pequeña bolsa que contenía muchas monedas de oro.

Cuando Trunks acercó una para examinarla, confirmó que tenían la efigie de un hombre barbudo que usaba una piel de león con la palabra ATREO grabada en el borde. El Manto Oscuro había tenido que trabajar mucho con diferentes contrabandistas para conseguírselas a Bryan.

- Quieres que ellos piensen que en realidad sufrieron un sabotaje de Micénica. - Concluyó Trunks sonriendo.

- ¡Exactamente! -

- Podemos hacer eso. - Asintió Trunks y se volvió hacia Nía. - Prepáralo todo. -

La elfa asintió y entró rápidamente en la cueva.

- ¿Cómo está el Valle del Sol? - Preguntó Bryan, alejándose un poco con su amigo para hablar en privado.

- No pasa un día sin que muera alguien. Y aunque oficialmente estamos en paz, constantemente hay pequeñas escaramuzas entre facciones. - Respondió Trunks. - Así que todo está básicamente como de costumbre. -

- ¿Quién está liderando a Los Cancerberos ahora mismo? -

- Dejé a Odiseo como sublíder, porque tiene muy buen instinto y es prudente. Luego puse a Grant como principal defensor - Contestó Trunks.

- Sí, ya veo… ¡Espera! ¿Qué hay de Gilberto? ¿No debería él encargarse de la defensa? - Preguntó Bryan con cierta sorpresa.

- Él está… Ocupado. - Respondió Trunks, desviando la mirada.

- ¿Trunks…? -

- Odiseo sabe bien que no debe meterse en problemas y Grant trabaja bien con... -

- ¡Trunks! - Lo interrumpió Bryan con firmeza: - ¡¿Qué pasa con mi Dragón?! -

Trunks soltó un suspiro exasperado y rodó los ojos.

- ¿En serio tengo que decirlo? -

- ¡…! -

- ¡Gilberto está ocupado organizando un festival de amor interminable con su pareja, ¿qué más podría estar haciendo? - Admitió finalmente Trunks con frustración: - Hemos tenido que invertir material extra para aislar completamente la guarida de esas dos bestias malditas, o simplemente no habría forma de dormir. Ahora veo que todos los rumores sobre los Dragones Negros no eran exagerados. ¡Literalmente comen, tiran y duermen! ¡No hacen nada más! -

Bryan dio un pisotón de rabia. No le molestaba que Gilberto se divirtiera, siempre y cuando no comprometiera su deber. Se suponía que él estaba ahí para mantener a salvo a Los Cancerberos, no para usar la base como su habitación privada.

- ¡Cuando regreses, dile de mi parte que le cortaré las bolas si no empieza a tomarse en serio su trabajo! - Exclamó Bryan con enfado.

- Entendido. - Respondió Trunks con una sonrisa cómplice. Ahora que tenía la autorización de su dueño, se le ocurrían muchas cosas que decirle a Gilberto.

- ¿Qué pasó con ese otro asunto? - Preguntó Bryan, cambiando el tema.

- ¿Te refieres a Theron? - Trunks adoptó una expresión más seria: - Es una larga historia y te la contaré luego con detalles… pero tenías razón.

- Ya veo - Asintió Bryan, con una mirada sombría. Sabía que Theron era bastante apreciado por todos, pero la traición era algo imposible de ignorar. Por eso no pudo evitar agregar con una nota ligeramente peligrosa en la voz: - ¿Eso está resuelto?

- Está permanentemente resuelto. - Confirmó Trunks y Bryan no preguntó más.

En ese momento, Nía salió de la caverna con una serie de paquetes y su arco completamente armado.

- ¡Todo listo! - Anunció.

- Bueno, entonces me despido. - Dijo Trunks, al mismo tiempo que daba un silbido para llamar a la Mantícora, que inmediatamente corrió a su lado y se agachó, permitiendo que tanto su amo como la elfa la montaran: - Acabaremos antes del amanecer. Luego escaparemos a toda prisa, así que no creo que nos volvamos a ver pronto. -

- Entendido. - Asintió Bryan.

- Buena suerte, líder. - Se despidió Nía: - Que los dioses de la guerra estén contigo. -

Con un estremecedor estallido de fuerza, la Mantícora desplegó sus imponentes alas, cortando el aire con un rugido apenas audible. En un instante, se elevó en un vuelo majestuoso, desapareciendo entre las sombras de la noche.

- ¿Mi general, de dónde conoces a estos guerreros? ¡Incluso tienen una bestia legendaria! - Preguntó Marcio acercándose, mientras observaba cómo la Mantícora se alejaba volando a gran velocidad.

- Son mercenarios del Valle del Sol. -

- Ya veo... Había escuchado algunas cosas de ese lugar, aunque nunca me imaginé que tuviera individuos tan talentosos. - Dijo el Tribuno, pero luego frunció el ceño con preocupación: - Pero, mi general, el Senado te prohibió terminantemente contratar mercenarios. ¿Qué pasará si filtran la noticia? -

- No pasará nada. Primero, porque confió en que ellos y también ustedes mantendrán el secreto. Y segundo, incluso alguien se entera, no estaría violando ninguna de las restricciones del Senado. Recuerda, se me prohibió “contratar” mercenarios, no simplemente asociarme con ellos de manera casual. -

- Que yo sepa, ningún mercenario trabaja gratis y menos aún de manera casual. - Comentó Druso, mirándolo con incredulidad.

- Eso es cierto… a menos que sean tu propio grupo de mercenarios. - Respondió Bryan encogiéndose de hombros.

- ¡¿Qué?! -

- Luego te explico, ahora tenemos que aprovechar las horas de oscuridad que todavía nos quedan. ¡Volvamos con los hombres! - Ordenó Bryan dándose la vuelta para llevarlos a todos de regreso.

Las Legiones V y VI lo esperaban en el claro del arroyo, todavía sufriendo por la situación crítica en la que se encontraban. Aunque el pánico inicial parecía haberse transformado en una resignación estupefacta, la desesperación aún se palpaba en el aire: Algunos se aferraban al suelo en posición fetal, mientras otros mantenían una postura erguida, luchando por conservar la apariencia de legionarios, aunque más parecían marionetas abandonadas por su titiritero.

Lo único alentador era que, aparentemente, todos habían renunciado a la negación y finalmente aceptaban la ineludible realidad de su situación. Sus miradas se posaron en Bryan, desprovistas de reproches o interrogantes adicionales. Simplemente anhelaban instrucciones claras que los guiara en medio de la incertidumbre.

- Ahora escúchenme bien, imbéciles. - Les espetó Bryan sin rodeos -. Lo que estoy a punto de decirles no son mis palabras, sino las de un descendiente directo de los Quintos, el dios de la Guerra, Julio Asturias Cornelio.  -

En ese instante, Bryan extrajo un rollo de pergamino de su Anillo Espacial y lo alzó con solemnidad. Tan pronto como los presentes avistaron el sello de la familia Asturias, un susurro de asombro se escapó de los labios de muchos. Instantáneamente, los Tribunos vociferaron al unísono "¡ATENCIÓN!", y todos los legionarios se pusieron de pie con los brazos pegados al cuerpo, la espalda recta, hombros hacia atrás, la cabeza erguida y sus rostros mirando al frente con la barbilla ligeramente alzada. El temor reverencial por la memoria de sus antepasados era algo universal en itálica, especialmente cuando se trataba de sus héroes de guerra. En sus mentes, aquel pergamino era como una manifestación física del espíritu de aquel renombrado general, que se estaba presentando ante ellos.

Una vez que vio a todos atentos a sus palabras, Bryan comenzó a leer:

Mañana al amanecer quemaré mi campamento antes de partir al campo de batalla, para que los hombres sepan que no hay un lugar seguro al cual “regresar”.

Que sepan que no hay lugar a dónde ir.

Que sepan que no hay en dónde esconderse.

Que no hay otro escape de la muerte que no sea la victoria contra todo pronóstico.

¡Solamente así perderán el miedo a la muerte!

Todos deben comprender que, si tienen el menor deseo por escapar con vida, su único destino seguro será la muerte.

En cambio, si luchan con la disposición de sacrificar sus vidas hasta el último hombre… ¡Entonces habrá una oportunidad de sobrevivir!

Bryan enrolló cuidadosamente el pergamino y lo guardó. Luego se dirigió a la tropa con una mirada despiadada: - Ustedes son los cobardes que fueron desterrados, que se convirtieron en saqueadores despreciables y a quienes vi huir aterrorizados de unos simples bandidos. No espero nada de ustedes. Pero el imperio me ha encomendado convertirlos de nuevo en hombres de verdad. ¡Por eso los he traído aquí! Para ver si aún queda un atisbo de potencial en sus almas marchitas.

¡Yo forjaré en el fuego incandescente de la guerra un correcto y firme espíritu itálico en el interior de cada uno de sus corazones! ¡Un espíritu que ya no desaparecerá nunca! Y para lograrlo, los haré pelear. Ya no tienen otra opción más que luchar. ¡Solo pueden vencer o morir! ¡Vencer o morir! ¡Vencer o morir! -

Hizo una pausa y miró hacia los cielos oscuros como si estuviese invocando a los dioses bélicos: - Al amanecer, cuando les dé la señal, avanzarán sobre ese campo y dejarán que sus espadas hablen por ustedes. Quienes no se conviertan en legionarios, no verán la luz de un nuevo amanecer. - Bryan sonrió salvajemente: - Pero primero… -

Antes de que nadie pudiese decir algo más, Bryan comenzó a levitar casi cinco metros en el aire. Después extendió sus manos y un aura ominosa de poder necromántico comenzó a tomar forma, dispersándose como una sombra invisible pero palpable, una presencia que se deslizaba sigilosa entre las rocas y los árboles retorcidos.

Bryan canalizaba su poder y recitaba con una maestría tal que incluso los legionarios sin formación en las artes mágicas podían darse cuenta. Cada hechizo tejido era una nota en una sinfonía de oscuridad, cada gesto suyo era un movimiento calculado meticulosamente para evitar alertar a las barreras mágicas de los enemigos.

A medida que su poder se extendía, una sensación de temor y asombro se apoderaba de aquellos que lo rodeaban. Un escalofrío recorría la espina dorsal de los soldados, una certeza inexplicable de que algo maligno y poderoso se estaba gestando en la oscuridad. No era solo una presencia, era el eco de la muerte misma, susurros de un pasado olvidado que se alzaba para reclamar su lugar entre los vivos.

Los legionarios retenían el aliento, observando con asombro cómo la oscuridad cobraba vida a su alrededor, manifestándose en forma de Guerreros Zombis. Uno a uno, surgían de las sombras, primero en grupos pequeños, luego en multitudes que parecían interminables. Sus ojos vacíos de algún modo reflejaban la promesa de una lealtad inquebrantable a su maestro nigromante.

Los minutos se deslizaban como horas mientras el ejército de no muertos tomaba forma, un mar de cadáveres marchando en silencio bajo el dominio de Bryan. Veinte mil zombis, igualando en número a las Legiones V y VI, un ejército oscuro que aguardaba pacientemente las órdenes de su señor, listo para la batalla que se avecinaba.

En su interior, los corazones de los legionarios se encontraban divididos entre la alegría y la consternación. Por un lado, era sentido común asumir que las Criaturas Oscuras eran demasiado débiles para representar una amenaza real. Sin embargo, nunca antes habían visto ni escuchado acerca de un necromante capaz de invocar y controlar a tantas de ellas simultáneamente.

Aún más sorprendente era la ausencia de cualquier señal de alarma en los campamentos etolios que acampaban en el Campo de Sangre, lo cual indicaba que nadie se había dado cuenta de la aparición repentina de una fuerza tan grande. ¿Fue porque en lugar de invocarlos en grandes grupos, Bryan eligió que los Guerreros Zombis apareciesen en sucesión? ¿O era simplemente que su maestría en la magia era tan grande que ya superaba los mecanismos de detección convencionales? Ninguno sabía la respuesta.

Lo único que podían confirmar era el innegable poderío de Bryan el Necromante. En los corazones de los legionarios comenzó a brotar la esperanza de que tal vez, solo tal vez, pudiera llevarlos a la victoria, siempre y cuando estuvieran dispuestos a luchar exactamente como él quería: dando todo de sí como si la muerte no importara.

Ejército Zombi

Sin embargo, las sorpresas estaban lejos de terminar. Porque Bryan descendió hasta una roca cercana y se sentó con las piernas cruzadas mientras ordenaba:

- ¡Tribunos y Centuriones! Ahora las legiones comenzarán a posicionarse, extendiendo los Manípulos al máximo, como una larga franja para la carga de mañana. No encenderemos ni una sola antorcha y nos moveremos con la mayor discreción posible; de lo contrario, nos descubrirán allá abajo. -

- ¡Pero no podemos ver en la oscuridad! -

- Ustedes no, pero mis Criaturas Oscuras sí que pueden, y los guiarán a través del terreno montañoso, asegurándose de que no se pierdan. - Explicó Bryan: - No necesitan comprender el cómo, solo obedecer mis órdenes. Hagan lo que les digo y luchen como si la muerte no les importara, entonces quizá vivirán. - Luego se volvió hacia su guardia: - ¡Lictores! La magia que estoy a punto de utilizar me impedirá moverme. Durante ese tiempo… ¡Me protegerán con sus vidas! -

Aunque se sentían confundidos como todos y no entendían buena parte de lo que ocurría, los Lictores saludaron militarmente e inmediatamente se colocaron alrededor de su procónsul. Este les había ordenado protegerlo, y ese era el principal propósito para el que habían sido seleccionados. De modo que aferraron las fasces con orgullo mientras sus sentidos se afinaban al máximo para detectar cualquier peligro qué pudiese sobrevenir a su comandante en jefe.

Bryan entonces cerró los ojos, mientras comenzaba a proyectar su poder a través de los millares de vínculos mágicos que tenía con sus Criaturas Oscuras. Un brillo carmesí comenzó a destellar entonces en los ojos de los Guerreros Zombis, el signo de la conexión entre sus mentes. La Sincronización Paranormal fluía a través del aire y con cada gesto Bryan transmitía una porción de su inteligencia a sus invocaciones, mientras que ellos le devolvían una fracción de su percepción. Los zombis, una vez meras marionetas, ahora comprendían los deseos de su maestro con una claridad muy semejante a la humana.

Rápidamente, algunos se formaron disciplinadamente alrededor de cada uno de los Manípulos para servir como sus guías, mientras que otros actuaron como fuerzas de avanzadilla para despejar obstáculos y facilitar el movimiento de los legionarios. Todo procedía con una eficiencia increíble, pues mientras Bryan compartía su inteligencia con sus invocaciones, absorbía una comprensión general del campo de batalla a través de ellas. Aunque limitada, esta visión fragmentada le proporcionaba una ventaja táctica invaluable.

Sin embargo, este poder tenía un precio. Bryan se convertía en el epicentro de la conexión, su mente fusionándose con la de sus zombis mientras su cuerpo permanecía anclado como un faro en la noche. Al ejecutar esta magia, estaba obligado a mantenerse inmóvil y concentrado. Si fuese atacado en tales circunstancias, no tendría manera de responder. Por eso, el papel de los Lictores se volvía vital de forma repentina.

Sincronización Paranormal de Bryan

Marcio, Druso y Silano comenzaron a dirigir a los Manípulos, rodeados de Criaturas Oscuras, mientras daban inicio al trayecto más arduo de aquella campaña. La Marcha Larga puso a prueba su resistencia; el Paso por el Túnel Subterráneo significó luchar contra la claustrofobia y la desorientación, mientras que atravesar El Desfiladero implicó combatir la fuerza de gravedad y sortear el terreno irregular. Pero de algún modo ahora parecía como si todos estos adversarios hubiesen regresado al mismo tiempo para atormentarlos.

La noche cubría a las legiones V y VI con una oscuridad casi total. La luna apenas se asomaba en el cielo, y ni una sola antorcha iluminaba su camino. Solo el crujir de las ramas bajo las botas y el jadeo ahogado de los legionarios rompían el silencio. Cada paso era tortuoso mientras los Manípulos descendían lentamente por la ladera montañosa, plagada de obstáculos invisibles. Los troncos de los árboles se convertían en enemigos ocultos, las rocas sueltas en trampas mortales. La gravedad los tiraba de ellos hacia abajo constantemente, amenazando con hacerles perder el equilibrio, desbaratar la operación y precipitarlos hacia una muerte dolorosa.

Los Guerreros Zombis, con sus ojos carmesí brillando en la oscuridad, actuaban como guías para los legionarios. Sus pasos eran sigilosos, casi fantasmales, deslizándose entre las sombras con una ligereza sorprendente. Aunque los legionarios dependían de su ayuda, no podían evitar sentir un escalofrío recorrerles la espalda al tener a estas criaturas tan cerca. Los ojos vacíos de los zombis parecían taladrarles el alma, generando una inquietante sensación de incomodidad imposible de ignorar.

En definitiva, cada paso era una prueba de fe. Una fe ciega en Bryan, su general en jefe, y en su plan. Fe en que aquellos seres que los rodeaban para guiarlos, a los que muchos consideraban abominaciones, realmente los conducirían a buen puerto. Fe en que la victoria era de alguna manera posible, incluso contra un enemigo tan poderoso.

Si hubiesen sabido que incluso Bryan se sentía bastante inseguro a pesar de todas las precauciones que había tomado, probablemente se habrían abandonado a la más completa desesperación.

El tiempo se dilataba en la oscuridad. Cada minuto se convertía en una agonía, una batalla contra la incertidumbre y el miedo. Los legionarios avanzaban prácticamente a ciegas, confiando en sus sentidos agudizados por la necesidad y en la guía macabra de los zombis. La tensión era palpable, como una cuerda a punto de romperse.

De repente, un sonido metálico resonó en la noche. Un legionario, cercano al borde del camino, tropezó con una roca que se desplomó repentinamente, y su cuerpo se precipitó al vacío. Sus gritos acabarían alertando a los campamentos de los etolios. Ya todos podían escuchar los sonidos de cornetas de alarma, seguidos por los rugidos de furia y el brillo de un mar de antorchas corriendo a toda prisa hacia la ladera de la montaña.

Las legiones se detuvieron en seco. El plan se había desmoronado. La emboscada estaba por convertirse en una batalla frontal. El terror se apoderó de sus corazones y la mayoría perdió toda esperanza.

Sin embargo, no se produjo ningún estruendo y poco después el cuerpo del legionario cayó en medio de la columna en marcha. Los Guerreros Zombis, obedientes a la única voluntad que dirigía sus acciones, reaccionaron automáticamente, entrelazando sus brazos para formar una cadena y se lanzaron hacia el caído, atrapando sus manos en el último momento. Luego lo levantaron y lo arrojaron con su grupo, mientras hacían gestos imperiosos para que continuasen la marcha. Aquellos hombres casi podían sentir el fuego de la mirada de Bryan en aquellos seres e inmediatamente obedecieron sin replicar.

Así fue como las Legiones Malditas continuaron su avance, en medio de la oscuridad y la incertidumbre, guiadas por las Criaturas Oscuras. A medida que se adentraban en lo desconocido, la desesperación y la esperanza seguían en conflicto dentro de sus corazones.

******

La Mantícora surcaba los cielos, llevando consigo a Trunks y a Nía sobre su lomo. Envueltos en la oscuridad de la noche y manteniendo una altura estratégica, sobrevolaron el campamento del gran ejército de Ilión. Su presencia pasaba desapercibida mientras ambos observaban atentamente en busca de la oportunidad perfecta.

Bajo ellos, entre los grupos de centinelas, se habían erigido una serie de vigas de madera extremadamente delgadas, clavadas en la tierra y coronadas por una mezcla tosca de metales entrelazados con un cristal mágico en el extremo final. Estos artefactos emanaban rayos de luz tenue que se entretejían, formando las débiles barreras detectoras que envolvían las tiendas y edificios del campamento como cúpulas transparentes. Pero resultaban bastante rudimentarios, así que los agudos ojos élficos de Nía no tardaron en encontrar un punto débil entre las defensas y se lo comunicó rápidamente a Trunks.

El Cazador de Monstruos invocó lentamente el poder de su Aura de Batalla, manteniéndolo preparado pero contenido, para evitar emitir el resplandor plateado de un Gran Maestro de Espadas. Cuando llegó el momento, se descolgó con agilidad desde una altura increíble, apuntando hacia el suelo y modificando su postura para controlar la dirección de su caída hasta el último segundo. En ese instante crítico, activó su aura, girando en el aire con la gracia de un felino antes de aterrizar sin sufrir ni un rasguño. Esta proeza habría sido inimaginable incluso para él en el pasado, pero desde que consumió el Elixir de Juventud, su velocidad de reacción se había incrementado notablemente, devolviéndolo a su mejor estado físico anterior, antes de que su cuerpo acumulara los daños severos a lo largo de su vida.

Inmediatamente Trunks puso manos a la obra y comenzó a moverse con destreza, deslizándose de sombra en sombra con la agilidad de un auténtico depredador. De vez en cuando, concentraba un poco de aura en las plantas de sus pies para propulsarse, permitiéndole correr sin dificultad por superficies casi verticales, mientras esquivaba constantemente las miradas de los guardias. Al mismo tiempo, utilizaba su agudo sentido del olfato para buscar los almacenes de comida en donde se guardaba la comida del ejército.

Trunks frente al campamento enemigo

A pesar de su sorprendente habilidad, el campamento era vasto y resultaba imposible moverse evitando a todos los mercenarios, especialmente porque necesitaba completar su tarea antes de que el amanecer llegara. Trunks tuvo que liquidar rápidamente a varios de ellos. De preferencia lo hacía directamente con sus manos, surgiendo sorpresivamente de alguna esquina y aferrando las gargantas de los pobres desdichados que tuvieron la mala suerte de interponerse en su camino. Cuando se enfrentaba a más de uno, optaba por un ataque sigiloso por la espalda con una daga letal, activando su Aura solo cuando la hoja ya estaba hundida en la carne, evitando que su resplandor fuera visto.

Esta táctica la había desarrollado después de observar el estilo de esgrima de Phoebe durante su enfrentamiento con el espadachín Marcus. Aunque inicialmente intentó imitarla, Trunks no logró replicar sus movimientos con éxito. No obstante, desarrolló un método efectivo para eliminar enemigos en secreto, similar al utilizado por Bryan con el Desgarrador Sombrío original.

Pese a sus esfuerzos, hubo dos ocasiones en las que Trunks fue avistado y no tuvo más opción que desenvainar su espada bastarda para enfrentarse a sus adversarios. Incluso entonces, tuvo que ser sumamente cauteloso para resolver el enfrentamiento en menos de tres golpes o de lo contrario todo el campamento podría haber sido alertado. La última confrontación resultó ser la más peligrosa, cuando se encontró cara a cara con cuatro bárbaros bastante hábiles que, en un primer momento, se lanzaron sobre él sin vacilar. Sin embargo, uno de ellos consiguió contener su instinto agresivo en el último momento y, dando media vuelta, escapó para dar la alarma, mientras sus compañeros mantenían a Trunks a raya. Afortunadamente, una certera flecha de Nía, quien vigilaba desde lo alto con la ayuda de la Mantícora, silenció al bárbaro antes de que pudiera alertar al campamento.

Así, tras muchas peripecias, saltos y rápidas escaladas, Trunks finalmente divisó un edificio de madera construido apresuradamente para servir como depósito de alimentos. Sin titubear, el Cazador de Monstruos escaló ágilmente hasta el techo, donde comenzó a explorar la superficie en busca de tablas lo suficientemente sueltas para abrirse paso y desplazarse sobre las vigas.

Una vez dentro del recinto, Trunks avistó desde lo alto a un par de guardias a los que no podía eliminar porque si los hallaban muertos los ilienses podrían sospechar que la comida había sido manipulada. Sin embargo, al Cazador de Monstruos no le faltaban recursos y tenía un as bajo la manga. De uno de sus bolsillos extrajo tres Semillas Oníricas, las cuales trituró entre sus palmas. Luego, mientras contenía la respiración, esparció el polvillo apenas perceptible sobre los guardias, creando una nube somnífera que los dejó inconscientes en cuestión de segundos.

- Entonces, hay que comenzar. - Susurró Trunks mientras se dejaba caer con sigilo al suelo y se dirigía hacia las canastas donde se guardaba el pan de campaña. Sin perder tiempo, comenzó a introducir rápidamente las dosis de raíz de Jarrin que Bryan le había indicado, agotando todo el contenido del frasco en menos de dos horas. Luego, se acercó sigilosamente a los guardias dormidos para colocar algunas monedas de oro en sus bolsillos, dejando el resto dentro de un armario. Aunque parecían estar ocultas a simple vista, Trunks sabía que aquel lugar sería uno de los primeros en ser revisados cuando el caos terminase.

Cuando terminó, Trunks dio un salto hacia las vigas del techo y examinó el cielo en cuanto salió del almacén, confirmando que aún le quedaba aproximadamente una hora de oscuridad. Necesitaba apresurarse, pero se sentía bastante tranquilo porque lo más difícil ya había pasado. Con su poder actual, sabía que podía enfrentarse a un Gran Caballero o, al menos, escapar sin sufrir demasiadas heridas. Sin embargo, la idea de ser perseguido por un ejército completo no le atraía en absoluto, por lo que decidió que lo mejor era mantener la cautela hasta el final.

Trunks continuó moviéndose sigilosamente, esquivando tanto las barreras como a los guardias. Sin embargo, el destino quiso que su ruta lo llevara a un lugar desde donde pudo avistar el campamento de los helénicos. De inmediato confirmó que Bryan había tenido razón al no elegir ese lugar como blanco, pues incluso desde esa distancia podía notar que sus barreras mágicas eran claramente superiores.

Ahí hay por lo menos un Archimago, y parece ser bastante poderoso…” Dedujo Trunks, cuando de pronto percibió otra presencia poderosa en aquel campamento. Algo que le provocaba una sensación muy desagradable. Por un momento consideró acercarse más para investigar, pero en ese mismo instante escuchó un chillido similar al de un pájaro, que en realidad era una advertencia de Nía.

El alba ya estaba próxima y el campamento iliense pronto despertaría, así que no podía distraerse más. El Cazador de Monstruos volvió a deslizarse entre las sombras hasta alcanzar la empalizada que marcaba el perímetro del campamento y se ocultó en un punto estratégico. Allí aguardó pacientemente a que las rondas de guardias pasaran.

Finalmente, cuando llegó el momento preciso, Trunks invocó su Aura de Batalla para potenciar su cuerpo y escaló el muro de madera. Una vez al otro lado, saltó el foso con rapidez y se precipitó hacia los árboles cercanos antes de que alguien pudiese verlo.

Tras asegurarse de estar lo suficientemente alejado, Trunks entonó un silbido peculiar, una melodía que solo la Mantícora conocía. En respuesta a su llamado, la imponente criatura alada descendió majestuosamente del firmamento, con Nía firme en su lomo.

- ¿Cómo estuvo? - Preguntó Trunks lacónicamente.

- Bien, pero no fue fácil. - Respondió la Elfa con un gesto de molestia mientras se desprendía el carcaj del hombro: - Estas flechas son realmente mediocres. -

Eran flechas típicas de los pueblos bárbaros que habían comprado en el Valle del Sol. Bryan les había solicitado que las trajeran cuando les escribió pidiéndoles que viniesen. Su propósito era sembrar la sospecha entre los ilienses de que eran blanco de un sabotaje nocturno perpetrado por los bárbaros aliados de Micénica.

- Maté a unos diecisiete, incluyendo al que me avistó y estuvo a punto de alertar... ¿Estás bien? - Inquirió Nía, notando con nerviosismo que el semblante de Trunks era muy severo.

- Mientras me retiraba, sentí... algo en el campamento de Helénica. -

- ¿Algo? -  Preguntó Nía.

- Sentí en mis huesos la presencia de una Criatura Mágica extremadamente poderosa. No tengo idea de qué pueda ser, pero estoy seguro de que es de Nivel I - explicó Trunks, suspirando con preocupación.

- ¡Nivel I! - Exclamó Nía, visiblemente alarmada: - ¡Pero eso está al mismo nivel que aquella gorgona! ¿Cómo puede una criatura así mantenerse oculta sin alterar su entorno? -

- No sé cuáles sean sus intenciones ni por qué no se manifiesta - Continuó Trunks, sumido en una profunda reflexión: - Quizás estoy equivocado, pero mi instinto me advierte que hay algo muy peligroso en ese lugar. ¡Espero que Bryan esté al tanto! -

- ¿Deberíamos regresar y tratar de advertir al líder? -

El Cazador de Monstruos consideró la sugerencia por un momento, pero al final negó con la cabeza.

- Regresar volando sería nuestra única oportunidad de alcanzar a Bryan a tiempo, pero el amanecer está a punto de llegar y pronto habrá un alboroto tremendo en el campamento iliense. Si nos descubren, podríamos echar por tierra toda la estrategia de Bryan. - Trunks esbozó una sonrisa confiada. - No te preocupes, Nía. Recuerda quién es nuestro líder. Seguramente está al tanto de todo lo que sucede en ese campamento mucho mejor que nosotros, gracias a sus increíbles poderes de reconocimiento. Lo mejor que podemos hacer ahora es retirarnos tal y como nos ordenó. -

Nía no parecía demasiado convencida, pero al final asintió y comenzó a seguir a Trunks junto a la Mantícora. Juntos se adentraron en la espesura de los árboles, sumidos en un silencio cargado de incertidumbre. Ninguno de ellos podría haber adivinado que su líder recientemente vio reducidos gran parte de esos "poderes de reconocimiento" cuando dos de sus Espectros Oscuros fueron destruidos.

Poco después, los gritos de alarma resonaron en el campamento militar del Ejército de Ilión, seguidos por los sonidos de una masacre espantosa a medida que los efectos de la raíz de Jarrin se manifestaban. Soldados enloquecidos por un frenesí asesino se abalanzaban unos contra otros en un baile macabro de violencia descontrolada. Espadas chocaban contra escudos con un estrépito ensordecedor, lanzas se clavaban en pechos desprotegidos con un crujido siniestro y gritos de agonía se mezclaban con el clamor del combate. La sangre empapó rápidamente el suelo, formando charcos oscuros y viscosos, mientras hombres desesperados luchaban por sus vidas en medio del caos total, incapaces de distinguir entre amigos y enemigos en medio de una furia ciega.

Bárbaros enloquecidos

Nota del Traductor

Hola amigos, soy acabcor de Perú y hoy es miércoles 20 de marzo del 2024.

Mi familia me envió desde Lima a Arequipa para revisar el estado de los olivos que mis familiares tienen, pues resulta que por el calor no han florecido correctamente y este año casi todas las frutas en Perú están escasas. Muy pronto subirá el precio de casi todo. La única esperanza es que el próximo año las plantas se recuperen, se adapten al calor y puedan florecer de forma normal.

Imagínense tener que hacer un incómodo viaje de 12 horas ida y vuelta por carretera, gastando casi 250 soles en pasajes solamente para confirmar… que no vas a tener dinero. ¿Hay algo más deprimente que eso? Pero tenía una deuda con mis familiares, así que asumí el desafío de hacer acto de presencia, no fuese que en realidad nos estuviesen robando las aceitunas y además tuve que partir de forma apresurada. 

La carretera fue parcialmente bloqueada, por lo cual tuve que hacer una escala de 2 días en Ica, donde “afortunadamente” un familiar me dio permiso de usar su casa desocupada. Y pongo esa palabra entre comillas, porque resultó un infierno, ya que aparentemente no ha limpiado su casa en meses, así que esta tiene inquilinos: Cientos de cucarachas. Cucarachas en las paredes, en las mesas, en fin, en todas partes. Pero no tenía dinero para un hotel, así que tuve que ponerme en plan exterminador y maté todas las que pude. Luego escapé a Nazca lo más rápido posible, pero mi suerte fue de mal en peor: Retrasos, incomodidad, precios elevados… y todo para confirmar, que en efecto no hay aceitunas.

Luego de casi cuatro días deprimentes pude regresar a Lima y entonces sufrí una crisis literaria. Así es, mi imaginación estaba seca, acabada, sin posibilidades de escribir ni media palabra. No sé si fue la depresión o qué sé yo, pero no podía continuar la historia. Afortunadamente pude encontrar algunas novelas para leer que me llenaron de ideas suficientes como para producir este capítulo, pero luego tuve que pulirlo bastante para transmitir las emociones que deseaba.

Una de las mayores dificultades cuando escribo es comprender que no puedo redactar de la misma manera que hablo y pienso, porque entonces sería muy difícil que mis ideas fuesen transmitidas correctamente. La escritura es en cierta manera su propio tipo de lenguaje. En mi cabeza tengo las ideas y no tengo problemas en expresarlas verbalmente, convertir eso en un texto que todos los demás puedan interpretar de forma universal es donde se encuentran la mayor parte de los quebraderos de cabeza. Y a veces puedo estar trabajando en un solo párrafo durante mediodía.

Es precisamente por eso que es muy importante que constantemente esté leyendo otras novelas y materiales diferentes de diverso tipo, porque no es solamente que me den ideas para representar, sino que me enseñan formas de redactar. Así de complicado es escribir. Y esto no lo aprendí de la noche a la mañana, sino que me tomó mucho tiempo de ensayo y error. Si ustedes vuelven a consultar los primeros capítulos de esta novela, verán que están salpicados de errores de redacción porque en aquel entonces todavía no había conseguido transformar correctamente en texto las ideas que estaban en mi cerebro. Todo esto, unido al hecho de que todavía no me atrevía a romper el canon original, hace que esos primeros textos sean bastante torpes.

Bueno, en este capítulo tenemos bastantes revelaciones sobre los motivos que llevaron a Bryan a tomar la decisión de movilizar a las legiones del modo en que lo hizo. Vemos que consideró claramente no solamente el lugar en donde los etolios lucharían, sino también dónde estarían los etolios en los momentos claves y dónde tenía que estar él con su ejército para poder tener alguna esperanza de victoria.

El intermedio que hice con la historia de Lisa y su duelo contra Filipo sirvió también al propósito de crear la ilusión de tiempo. Es muy difícil jugar con las fechas en este tipo de historias, pero lo que intento transmitir es que han pasado algunos meses durante los cuales lo único que Bryan ha hecho ha sido pensar en esta estrategia. Por supuesto que eso ya lo anticipaba un poco El Niño misterioso cuando le dijo el tiempo que tenía antes de que Tiberio Claudio estuviese en condiciones de atacarlo políticamente. Y aunque no se especifica, podemos asumir que fue durante este lapso de tiempo que el protagonista mandó cartas al Valle del Sol para convocar a Trunks y así adquirir más de la droga que tan buenos resultados le dio en el experimento que realizó cuando fue a ayudar a su amigo Lawrence.

Naturalmente Bryan sabe que, con un ejército profesional, no puede esperar tener el mismo éxito que en aquel entonces. Pero la idea es provocar un evento que apresure un conflicto que ya está en desarrollo, no generar un conflicto de la nada.

Ahora bien, la famosísima Emboscada del Lago Trasimeno que ejecutó Aníbal Barca para aniquilar al ejército del Cónsul Flaminio es la inspiración para muchas de mis historias de batalla y también está, porque uno de los aspectos más importantes fue precisamente que el cartaginés consiguió posicionar a su ejército en un terreno montañoso durante la noche y sin utilizar antorchas, demostrando una maestría impresionante como comandante. Bryan naturalmente no es Aníbal, pero tiene el recurso fantástico de la Necromancia y la Sincronización Paranormal, lo que permite que consiga un resultado similar. 

La escena de infiltración de Trunks era algo que quería poner desde hacía mucho, porque me gusta escribir escenarios en donde seguimos a usuarios de Aura de Batalla. Para esa parte me inspiré mucho en varias misiones del videojuego Shadow of Mordor. Al principio iba a hacer que todo un batallón de Los Cancerberos estuviese ahí, pero era incoherente que ellos pudiesen llegar sin ser detectados. La única forma creíble de que se pudiesen infiltrar era volando con la Mantícora, pero entonces no podía traer a muchos personajes y como la misión era una de infiltración, no tenía sentido que fuese nadie a parte de Nía.

La imágenes ahora son todas generados por IA, incluso la de la Mantícora, pero la más complicada fue la de Bryan conjurando Sincronización Paranormal, porque tuve que cambiarle yo mismo el rostro con Photoshop, ya que nunca salía como quería. Espero que les hayan gustado. La del final tiene varios errores, pero creo que no era necesario corregirla dado que en sí representa la matanza caótica de los bárbaros. 

Pero déjame saber tu opinión en los comentarios: ¿Qué opinas del enfoque estratégico de Bryan para la batalla y su plan de emboscada? ¿Consideras que fue una decisión acertada mantener en secreto los detalles incluso de sus Tribunos? ¿Qué te pareció la introducción de personajes como Nía y Trunks? ¿Qué aspecto del fragmento te resultó más impactante o emocionante? ¿Te gustó como Bryan usó sus poderes necrománticos? ¿Qué te pareció la forma en la que Trunks se infiltró? ¿Te gustó la forma en que lidió con los guardias y su manejo de situaciones de peligro inminente? ¿Qué opinas sobre el descubrimiento de Trunks acerca de la presencia de una criatura mágica de Nivel I en el campamento helénico? ¿Qué opinas sobre las imágenes?

Ahora, como siempre tengo que suplicar por crudo y frío dinero, así que, si alguno piensa que esta historia está quedando bien y desean colaborar para que pueda pagar la luz este mes, por favor ayúdenme a financiar mi vida de lujo y excentricidades a través de Patreon, depósitos en mi cuenta del BCP o utilizando la maravillosa aplicación de Yape. También pueden señalar cualquier error ortográfico que haya pasado por alto y por supuesto compartir esta historia con más conocidos, para atraer a más lectores.

¡Nos vemos en el siguiente capítulo!