323 Retirada Vergonzosa

Mil Guerreros Zombis aparecieron en una larga fila en frente de Bryan y Cayo Valerio, abriendo las bocas para soltar un espantoso rugido de ultratumba, al mismo tiempo que golpeaban sus armas para incrementar el estruendo. Esto provocó que los bandidos retrocediesen por un instante y Bryan aprovechó este momento de vacilación para decapitar rápidamente a uno de los que pretendían rematar a Valerio con su espada. Después el resto recibió una ronda de Flechas de Huesos en distintas partes del cuerpo, ya que el Báculo Necromántico permitía que su usuario ahorrase muchos procesos de conjuración, dándole aún más tiempo para apuntar.

Apenas el Primer Centurión estuvo asegurado, las Criaturas Oscuras se lanzaron a la carga y comenzó un fiero combate, el cual al principio favoreció a los Zombis por la superioridad numérica, pero poco a poco los bandidos fueron recuperándose de la impresión y contratacaron con su mayor habilidad. Pero eso no le importaba a Bryan, porque su intención esta vez era ganar tiempo para retirarse.

De modo que se volvió hacia Cayo Valerio, que estaba sangrando por cientos de pequeños cortes, pero conservaba vitalidad en sus ojos y aún de rodillas no dejaba de aferrar firmemente la empuñadura de su espada.

- ¿Qué mierda haces, Centurión? - Le preguntó Bryan mirándolo fríamente.

- Mi general… - Comenzó a decir Valerio con voz entrecortada.

- Acabo de ordenar una retirada. - Lo cortó Bryan: - ¿Por qué todavía no cumples con tu maldito deber, Centurión? - Señaló a los legionarios que escapaban: - ¿No ves que esos tontos están corriendo de forma desordenada y ni siquiera parecen capaces de encontrar el camino de regreso? ¡Hay que asegurarse de que todos lleguen ordenadamente hacia el puente de barcos y lo crucen! ¡Mueve el culo de una vez y asegúrate de que ocurra! -

- ¡Pero Procónsul! ¡La deshonra de escapar…! - Gritó desesperado Valerio.

- ¡Tú no estás escapando, imbécil! ¡Estás siguiendo mis órdenes de retirarte! ¡No recuerdo haberte librado de tu deber, ni darte permiso para que mueras! ¡Ahora haz lo que te digo o en lugar de estos putos bandidos voy a ejecutarte yo mismo por insubordinación! -

Las palabras de Bryan provocaron que una luz de cordura regresase a los ojos del atribulado primer centurión y finalmente éste soltó un poco el agarre de la espada que hasta ese momento apretaba con tanta fuerza que parecía capaz de dislocarse los nudillos. Tal era el deseo de muerte que se había apoderado de su alma hasta unos instantes atrás. Pero ahora aceptó firmemente la mano que su procónsul extendía para ayudarlo a ponerse de pie y rápidamente ambos se alejaron levitando, pese a que algunos de los bandidos trataron todavía de atacarlos con disparos de proyectiles mientras que el resto seguía peleando con los Guerreros Zombis.

Así ambos llegaron junto con un grupo de diez legionarios, los cuales se habían rezagado debido a la vergüenza que sentían por haber escapado dejando a su Primer Centurión, aunque el valor no les alcanzaba para regresar a salvarlo. Por eso miraron a su Procónsul con emociones encontradas de admiración y miedo cuando este descendió en frente de ellos junto con un herido Cayo Valerio.

- Ayuden al Primer Centurión a comandar la retirada de las tropas al otro lado del río. - Les ordenó Bryan mientras entregaba al oficial a su cuidado: - Cumplan bien esta misión y evitarán la pena de muerte que sin duda se merecen por haber escapado como cobardes. Fállenme, y entonces le sugiero que se maten ustedes mismos, porque si les pongo las manos encima desearán mil veces haber derramado su sangre el día de hoy peleando contra esos bandidos. -

Si bien las palabras de Bryan contenían una terrible amenaza implícita (y es que a esas alturas todos los legionarios sabían bien que su comandante en jefe era más que capaz de llevar a cabo lo que les había dicho) los legionarios miraron al procónsul con emoción, pues se dieron cuenta de que les estaba dando una oportunidad para resarcirse y finalmente recuperar un poco de la dignidad perdida.

De modo que Cayo Valerio apoyado por aquellos hombres comenzó a gritar órdenes y unirse al resto de centuriones que trataban de dirigir a las legiones quinta y sexta hacia el puente de barcos para cruzar el río. Sin embargo, la situación era desesperada porque en ese momento lo único que evitaba que los bandidos se lanzasen a las espaldas desprotegidas de legionarios eran las criaturas oscuras que Brian había invocado y estas no estaban reforzadas ni por la magia de Dominio Necromántico ni por Sincronización Paranormal, de modo que no aguantarían mucho tiempo. Además, el movimiento de las legiones era demasiado lento porque los hombres se estaban dispersando debido a los montículos de piedras que formaban aquel laberinto óptico y ya había varios grupos que sin darse cuenta estaban corriendo en otras direcciones en lugar de ir hacia el río.

Entonces Bryan se elevó aún más en el aire e invocó el poder de su Esencia Mágica para arrojar una serie de bolas de Fuego Glacial Místico carmesí contra los monolitos de piedra, destruyéndolos con explosiones controladas. Esto era bastante complicado porque corría el riesgo de atinarle a sus propios legionarios por accidente, pero era el método más rápido para romper la ilusión. Después se desplazó rápidamente hacia las filas de los aspirantes a triarios, donde también esperaban los tres Magos de Tierra que estaban asignados a su ejército.

- ¡Destruyan todos los montículos que puedan! -

Los magos asintieron e inmediatamente pusieron manos a la obra desatando oleadas de magia controlada con precisión para no perjudicar a los legionarios. De por sí era mucho más sencillo destruir algo que construirlo, así que no necesitaban mucha magia para desestabilizar los montículos y en muy poco tiempo decenas de ellos se derrumbaron, acabando con el efecto óptico. Mientras tanto Bryan invocó más oleadas de Guerreros Zombis y esta vez sí se concentró en dirigirlos de tal modo que los bandidos tuvieron que retroceder o arriesgarse a ser abrumados. De ese modo ganó suficiente tiempo para que los tribunos y centuriones pudiesen recuperar algo del control que tenían sobre los aterrorizados legionarios, de modo que los grupos dejaron de dispersarse inútilmente y empezaron a dirigirse a toda prisa hacia el río.

Muy bien, ya es suficiente.” Decidió Bryan y abandonó el control de sus criaturas para dirigirse volando directamente hacia el lugar más peligroso de todos. Por qué los hombres seguían en pánico, no pensaban con claridad y en ese estado podrían ocurrir terribles desgracias como por ejemplo que manípulos enteros acabasen cayendo al agua y ahogándose en su prisa por escapar.

- ¡Mantened las líneas, nos replegaremos manteniendo la formación! ¡Manteneos unidos! ¡Juntos! - Gritó Bryan con decisión. Era lo único que le quedaba: firmeza en el mando, pues la estrategia había quedado ya abandonada. Se trataba de sobrevivir.

*****

- Alguien ahí sabe lo que está haciendo. - Dijo un hombre con profundas ojeras que observaba a la distancia como sus monolitos de piedra estaban siendo destruidos: - Un comandante normal habría priorizado la retirada y no se tomaría el tiempo de romper la ilusión, sellando así su destino. Pero tampoco esperaba un ejército dispensable de Criaturas Oscuras que, aunque son débiles, resultan perfectas para ganar tiempo. Creo que debo reevaluar mi juicio inicial sobre el valor de los necromantes en la guerra. -

- ¡¿Eso que importa?! - Objetó Flynn, que era un hombre de estatura baja y piel morena, bigote y barba trenzada, mientras le daba una palmada a su interlocutor con una de sus manos ásperas, mal cuidadas y con las uñas negras por la mugre de su propio cuerpo que llevaba días sin bañar y apestaba a licor barato y mujeres aún más baratas: - ¡¿Qué esperas para destruirlos?! ¡Ataquemos con todo! -

Ya habían pasado años desde que se había visto reducido a un estado tan patético como para tener que soportar estar a las órdenes de ese esperpento, pero aún no conseguía acostumbrarse. Cada vez que ese tipo se acercaba, tenía que hacer esfuerzos para no mostrar el asco que le causaba y cuando se veía forzado a darle la mano o recibir un golpe suyo, le preocupaba que de algún modo lo hubiese infectado con su hedor.

Pero lo peor de todo era que el corazón de este hombre llamado Flynn era todavía más oscuro y asqueroso que su exterior. Además, si bien tenía un astucia maliciosa que lo hacía perfecto para ser el líder de los bandidos, no entendía nada de estrategia militar. Nunca hizo el menor esfuerzo para comprender el por qué le había pedido que acumulara aquellos miles de montículos y se quejó de esto muchas más veces que la cantidad de piedras de río que se necesitaron para construir la ilusión. 

Sin embargo, parecía que la inteligencia le alcanzaba para darse cuenta de que en efecto este era un momento táctico perfecto para lanzar un ataque total contra esos legionarios desorganizados y completamente presa del pánico.

Era cierto que las Criaturas Oscuras les había comprado algo de tiempo a las legiones y que de algún modo los Tribunos consiguieron reducir en gran medida el impacto del choque entre los Manípulos Principiantes y los Veteranos, pero el mayor fruto de su laberinto de piedras era precisamente llenar de miedo el corazón de los legionarios. Un miedo que no desaparecería rápidamente. Sobre todo, porque estaba lidiando con las Legiones Malditas e incluso en ese lugar se sabía bien el motivo por el cual habían sido desterradas.

Era en efecto el momento táctico perfecto. Táctico, pero no estratégico.

- Si tacamos ahora, les haremos demasiado daño a las legiones. - Comenzó a explicar.

- Exacto. - Respondió Flynn con marcado sarcasmo: - Esa es la idea. -

- Si destruimos por completo a las Legiones V y VI. - Continuó el hombre tratando de controlarse y no perder los estribos con aquel miserable al que no le convenía tener de enemigo: - Itálica podría enviar a otras mejor preparadas. Además, el Procónsul necromante que los lidera no parece ser una persona ordinaria. Definitivamente conseguirá escapar volando y luego vendrá personalmente a buscar venganza. -

- ¡ja! ¡Entonces lo mataremos! - Protestó Flynn escupiendo en el suelo: - ¡Solo es un miserable necromante! ¡Todos saben que son los magos más débiles! -

¡Acabas de ver algo que contradice completamente ese razonamiento, maldito retrasado!” Quería gritar el hombre, pero consiguió morderse la lengua y dijo: - Las legiones no han sufrido tanto daño como esperaba, así que todavía podrían recuperase. Es mejor que los hombres de a pie regresen y que enviemos a nuestros jinetes a acosarlos, porque podrán retirarse rápidamente si pasa algo. Después de todo, los legionarios no tienen caballería para perseguirnos. -

- ¡No entiendo por qué simplemente no los matamos! -

El hombre reprimió un suspiro de exasperación: ¿Cómo explicarle el peligro que representaba un Procónsul que había sido capaz de responder tan bien ante su estrategia del laberinto? Flynn solamente miraba lo que estaba en frente suyo y se lanzaba contra una presa sangrante como un tiburón ciego, sin imaginar siquiera que quizá esa debilidad solo era temporal. Lo peor de todo era que este bandido era incapaz de aprender la lección que acababa de ver. Pues frente a sus ojos las Legiones V y VI cayeron directamente en su trampa precisamente por avanzar sin conocer exactamente los riesgos. Extrapolar una lección de esto parecía ser demasiado para el cerebro de Flynn.

De modo que decidió hablar en un idioma que el bandido comprendiese.

- Si los dejamos escapar podremos apoderarnos de su campamento inmediatamente y también de cualquier botín que hayan dejado ahí. Además, si aseguramos el puente de barcos que han construido, tendremos una ruta excelente para poder asaltar toda la región y retirarnos a toda prisa, sin tener que hacer el largo rodeo del río durante la época de lluvias. ¡Nadie nos espera en esta época del año y podremos asaltar por sorpresa a todo tipo de presas en la región! -

- Ahora nos entendemos. ¡Sabía que terminarías diciendo algo útil, cerebrito! - Dijo Flynn sonriendo como una rata hambrienta que acabase de encontrar un trozo de queso fresco, mientras le pasaba un brazo por encima del hombro a su interlocutor, como si este fuese un mocoso al que había que premiar y le acarició la cabeza con esos dedos mugrientos.

Poco después comenzó a gritar órdenes a sus acompañantes.

- Realmente estoy en el fondo. - Susurró Eumenes de Cardia antiguo Maestro Estratega Imperial y ahora reducido a ser lacayo/consejero de un grupo de bandidos miserable sin ninguna noción de dignidad, orden u honor. La banda de Flynn ni siquiera calificaba para ser considerado un grupo de bárbaros, pues incluso estos tenían alguna noción del honor. No, Eumenes estaba atrapado en un nido de ratas donde Flynn era el rey y él era un simple gusano al que mantenían ahí porque les resultaba útil, por medio de una serie de promesas que, muy en el fondo, él sabía que jamás pretendieron cumplir.

Y no había una maldita cosa que pudiese hacer al respecto.

Eumenes de Cardia

Eumenes escupió en el suelo y su mirada se volvió perdida mientras su mano temblorosa se dirigía hacia un pequeño saco donde guardaba su pipa junto con algo que parecía tabaco, pero que no lo era. Se trataba de una sustancia alucinógena, adictiva y muy peligrosa, pero que también era el único alivio que tenía en medio de la existencia innoble en la que se encontraba, porque le permitía olvidar quién era y quién fue alguna vez, para perderse en las memorias cada vez más difusas de tiempos mejores que ya habían pasado para nunca más volver.

- Eurídice. - Susurró con un anhelo que parecía tan infinito como el dolor de su corazón.

*****

- ¡No se detengan en el campamento! - Ordenó Bryan aterrizando justo en frente de los manípulos que estaban tratando de refugiarse en la empalizada.

Apenas salieron del laberinto óptico, la mayoría de legionarios no pensaba en otra cosa que no fuese refugiarse dentro de la empalizada de madera, algo que en circunstancias normales habría sido lo correcto. El problema era que, debido al pánico y la confusión existía el riesgo de que se formase un gran aglomeramiento el cual, igual que un gran tapón, evitaría que las 2 legiones pudiesen entrar con suficiente velocidad. Y para entonces los Espectros Oscuros de Bryan acababan de detectar un escuadrón de 400 jinetes que se estaba aproximando muy rápidamente.

Si los legionarios estuviesen más calmados, Bryan podría haber ordenado que algunos manípulos adoptasen una posición defensiva para permitir que el resto entrase de forma ordenada, y luego haría que los últimos se replegasen disciplinadamente hacia el interior de la fortaleza. Pero la histeria generalizada en la que estaban sumidos no permitiría qué ocurriese algo como esto. Para empezar, llegado a este punto la mayoría de los hombres estaban demasiado entremezclados y era muy difícil saber a cuál Manípulo pertenecía cada uno.

En esas condiciones, la caballería enemiga los alcanzaría antes de que la mitad del ejército entrase. Y en su desesperación era muy posible que una gran cantidad de legionarios desesperados por entrar acabasen aplastando hasta la muerte a sus propios compañeros.

Así que Bryan eligió el camino más rápido y seguro para que sus dos legiones estuviesen a salvo.

- ¡Crucen el puente ahora mismo! - Gritó Bryan tratando de infundirles tranquilidad con su tono calmado: - ¡Estaremos a salvo al otro lado del río! -

Después de eso, Bryan se volvió hacia Marcio que se aproximaba rápidamente y le dijo en voz baja: - Asegúrate de que Valerio cruce a salvo. ¡No podemos permitirnos perderlo ahora mismo! -

- ¡Iré yo mismo con él! - Asintió Marcio.

- ¡Silano! - Llamó Bryan a continuación y en cuanto el estoico Tribuno llegó corriendo a su lado le dio más instrucciones: - En cuanto crucemos el río hay que desmantelar el puente. El puente debe deshacerse. ¡Esos bandidos no deben cruzar el río usando una ruta abierta por nosotros! -

- Así se hará - fue la rápida respuesta del oficial.

Bryan asintió con la cabeza, sin mirarle. De alguna forma el Procónsul entendió que no hacía falta más. Estaba cansado y no tenía ganas de discutir. Quizá podría haberle dicho algunas palabras para levantarle el ánimo y también a los legionarios que estaban cerca, escuchando todo lo que su comandante decía. pero en la situación en la que estaban no había tiempo para sutilezas. En lugar de eso, decidió invocar un nuevo grupo de Criaturas Oscuras, esta vez Gules, para que se abalanzasen contra la caballería de bandidos que se aproximaba. Si hubiesen sido bárbaros, habría enviado Caballeros del Mal, pero estaba convencido de que estos bandidos no intentarían proezas de valor como enfrentar a sus criaturas y en lugar de eso aprovecharían la velocidad de sus monturas, junto con el hecho de que llevaban armaduras ligeras, para retirarse constantemente y mantener en vilo a sus criaturas. Solo sería un gasto de magia inútil. En cambio, los veloces, aunque débiles Gules sí podrían darle algunos problemas, pese a que eventualmente serían derrotados.

Los gules tienen poca resistencia a los ataques contundentes, pero son rápidos y sus garras son terribles.

Llegaron al río.

El primero en pasar fue un Manípulo de la V que escoltaba al herido Cayo Valerio junto con Marcio, que miraba a todos lados para vigilar que nada sucediese. Los soldados que custodiaban el puente no podían ocultar su desolación, pues ya estaban viendo como grupos desordenados de legionarios aterrados se acercaban con la clara intención de cruzar a toda prisa. Esto era algo que no esperaban presenciar cuando se suponía que las legiones habían ido a buscar una victoria fácil contra unos bandidos. Pero Marcio no perdió tiempo dirigiéndoles la palabra. El veterano Tribuno no necesitó que Bryan le explicase el peligro de que Jaime Luccar o César el breve intentasen asesinar al leal Primer Centurión en ese momento tan confuso, así que observaba todo y se mantenía con la espada desenvainada, listo para responder a la menor señal de peligro.

Los regimientos comenzaron el cruce y la proximidad del río finalmente hizo que sus ánimos se calmasen lo suficiente como para que realizasen la operación sin demasiados incidentes. Aunque por supuesto que hubo algunos legionarios lo bastante apresurados que acabaron resbalando por la borda del puente solo para encontrar la muerte en las turbulentas aguas.

Druso entonces cruzó con los manípulos de los aspirantes a Triarios y se plantó firmemente en el extremo final junto con un grupo de cornetas que bajo sus órdenes comenzaron a tocar un ritmo de marcha pausado, infundiendo tranquilidad en los legionarios que cruzaban y asegurando así que la mayoría llegase al otro lado.

Los últimos regimientos ya estaban a punto de cruzar, pero el Tribuno Silano permanecía en la retaguardia y cuando llegó el momento, se dirigió a los soldados que custodiaban el puente.

- ¡Es orden directa del Procónsul de Itálica que el puente sea desmantelado inmediatamente! ¡Rápido! ¡Usen las espadas y corten todas las sogas que sostienen las naves sobre el río! Tienen unos minutos para soltar las naves. ¡Apresúrense! ¡Corran de una vez, por todos los dioses! -

Los legionarios se pusieron a trabajar de inmediato. Un grupo se adentró en el puente y comenzó a cortar las sogas que sujetaban a los barcos entre sí. Otros cruzaron el puente y cogieron hachas para cortar las cuerdas que sostenían a varios de los barcos amarrados a la orilla del río.

Silano vio que sus órdenes se estaban cumpliendo a la perfección y en ese momento Bryan descendió a su lado tras haber confirmado que los Gules ya estaban luchando contra la caballería de bandidos. De modo que ambos cruzaron juntos el río, observando y animando a los soldados en su trabajo.

Al llegar al otro margen, los dos recogieron sendas hachas para ir a ayudar a los grupos de hombres que se esforzaban en deshacer las cuerdas que sustentaban el puente en ese lado. No era una tarea tan sencilla porque los itálicos, en su afán por asegurar la estabilidad del puente, habían puesto un gran número de esas amarras en cada extremo. Eran sogas tan gruesas como el brazo de un soldado y habían sido untadas con aceite para protegerlas de la intemperie. Las espadas resbalaban en el óleo y apenas cortaban cuando se les infundía Aura de Batalla. Las hachas hacían más destrozo, pero en cualquier caso era un trabajo lento. Desatar los nudos era tarea imposible ya que los días de constante tensión sujetando las naves habían apretado tanto las cuerdas que sus líneas no eran discernibles allí donde habían sido entrecruzadas para formar cada atadura.

Eso está tomando más tiempo del que pensé.” Concluyó Bryan nervioso cuando se dio cuenta de que ya pasaban más de treinta minutos en aquella labor.

Como si el destino quisiese responderle, una polvareda en el horizonte anunció la proximidad de la caballería de bandidos. Los legionarios que quedaban aún en la otra orilla del río se retiraron y en su prisa por ponerse a salvo dejaron alguna espada o hacha sobre el suelo, completamente abandonadas.

Al llegar a la otra orilla inmediatamente fueron interpelados por Bryan.

- ¿Ya cortaron todas las cuerdas de ese extremo? -

Los soldados no respondían. El Procónsul leyó en sus ojos que no habían terminado de cumplir su misión. Por un momento pensó en ordenar que regresaran a la otra orilla y que, aun a riesgo de su vida, cumplieran la orden. Sin embargo, reconsideró la situación en unos segundos clave en donde sus pensamientos se apilaron unos sobre otros.

Julio Asturias Cornelio había descrito al miedo colectivo como un veneno que se esparce en el interior de uno y que no discrimina. Tenía razón por supuesto y ahora Bryan lo estaba experimentando de primera mano, pues incluso él ahora sentía miedo. Su mente racional le decía que, si en ese momento usaba todo su poder, podría exterminar él solo a todos los bandidos o por lo menos dejarlos en una situación en la que tuviesen que escapar por sus vidas. Después de todo, no eran un peligro tan fuerte como habían sido los bárbaros. Era solo que la estrategia que utilizaron con el laberinto de piedra y la inundación del terreno desbarató por completo todos los planes que Bryan tenía.

Pero si utilizaba Dominio Necromántico seguramente podría voltear esta situación incluso sin la ayuda de los Zombis Elementales. No lo hacía porque el principal objetivo de aquella campaña era preparar a sus hombres para la batalla, aunque llegado a este punto este propósito estaba prácticamente arruinado. Pero si en ese momento él mismo se ocupaba de obtener la victoria, los legionarios siempre se quedarían con la idea de que no tenían que esforzarse demasiado, porque en el peor de los casos el poderoso necromante que los comandaba siempre podía salvarlos al final.

Y esto era algo que no debía permitir sin importar el precio que tuviese que pagar.

Sin embargo, el desastroso combate, su Primer Centurión casi herido de muerte y el hecho de que estuviesen en franca retirada, también lo estaba afectando. Quizá incluso más de lo esperado porque podía sentir más vivamente el miedo de sus hombres gracias a su Sexto Sentido. En cualquier caso, Bryan se dio cuenta de que, si ahora mismo daba una orden suicida a este grupo de legionarios, no haría sino desmoralizar aún más al resto de las tropas. En ese momento sintió claramente las miradas de los soldados a su alrededor que por un instante se habían tomado un respiro en su tarea para observar de qué forma el Procónsul pensaba resolver la situación: los legionarios habían huido sin cumplir la orden, los bandidos se acercaban y el puente seguía firme sobre el río.

- ¡Tomen hachas! - Ordenó finalmente Bryan: - ¡Coged hachas todos! Y el que no tenga hachas que use su espada. ¡Ayuden a los dos grupos de esta orilla del río! ¡Entre todos hay que cortar las cuerdas y empujar las naves para que el puente se deshaga antes de que llegue la caballería enemiga! ¡El enemigo no ha de cruzar el río por este puente! -

Los legionarios que escaparon de la otra orilla comprendieron que el Procónsul les estaba dando una segunda oportunidad y se abalanzaron sobre las cuerdas. Entonces, con todas sus fuerzas ayudaron a sus compañeros en la tarea de rasgar y cortar cada una de las decenas de amarras.

Con el refuerzo del nuevo equipo de legionarios, todos concentrados ahora en una orilla, el trabajo empezó a dar frutos y las primeras cuerdas comenzaron a deshacerse. Eran dos grupos de unos veinte legionarios. Además, Bryan y Silano daban ejemplo ayudando ellos mismos con la tarea. Y gracias a la fuerza sobrehumana del primero y el Aura de Batalla del oficial, los nudos más difíciles finalmente cedieron.

En ese momento los jinetes bandidos aparecieron en la otra orilla entre la inmensa nube de polvo que habían levantado.

- ¡Sigan cortando! - Gritó Bryan mientras se apartaba para colocarse en una posición desde la cual pudiese conjurar contra los enemigos si estos intentaban cruzar a toda prisa. Esperaba no tener que revelar muchos de sus poderes, pero si era necesario estaba dispuesto arrojar una enorme bola de Fuego Glacial para incendiar el puente: - ¡No miren a los bandidos y sigan cortando! ¡Mientras no se adentren en el puente no podrán alcanzarnos con jabalinas o proyectiles! ¡Sigan cortando! ¡Por Itálica! -

Los soldados, entre el sudor de todos y la sangre de los heridos que se habían unido a la tarea, continuaron en el esfuerzo. Mientras tanto los bandidos montados llegaron junto al puente y parecían estar evaluando la resistencia del viaducto de naves. Bryan vio entonces que el que los comandaba daba una orden. Uno de los lugartenientes retrocedió y habló con un grupo de jinetes.

El Procónsul se volvió hacia sus soldados para examinar el trabajo. Ya casi todas las cuerdas estaban cortadas. Por fin, algunas de las naves empezaron a moverse. Pero, aunque el puente crujía, todavía se mantenía en su lugar.

- ¡Las naves! ¡Empujen las naves corriente abajo! - Clamó el Procónsul a voz de grito.

Las cuerdas ya estaban cortadas. Las naves se movían, pero los barcos atados entre sí aún mantenían su posición por alguna jugada de los dioses, ya que la corriente turbulenta debería ser suficiente para mover todo el puente. Los legionarios se agruparon y todos a una se adentraron en el agua hasta la cintura para empujar la nave más próxima a la orilla y alejarla de la ribera.

Eran cuarenta soldados empujando con todas sus fuerzas, pero la nave parecía encallada. Trataron de llamar a los Magos de Tierra para que los ayudasen a remover el suelo de la orilla, pero estos habían agotado casi toda su Fuerza Mental destruyendo cientos de montículos. No había nada que hacer.

Bryan entonces susurró un conjuro e invocó cuatro Abominaciones al mismo tiempo que daba una nueva orden.

- ¡Recojan cuerdas, las cuerdas cortadas, y átenlas en las Criaturas Oscuras! ¡Un extremo de la soga en la Abominación y otro en la nave! -

En ese momento los legionarios sentían tanta presión que ni se detuvieron a pensar en el aspecto desagradable de las Abominaciones. Rápidamente ataron sogas en los brazos de las Criaturas Oscuras y el otro extremo de cada cabo a diferentes puntos de la nave, desde el timón hasta las pequeñas ventanas por las que salían los remos. Veinte sogas estuvieron listas en unos minutos.

- ¡Jalen! - Ordenó Bryan tanto a los legionarios como a sus criaturas.

- ¡Empujen! - Ordenó Silano a los soldados que estaban en el agua.

Los bandidos se posicionaron en la entrada del puente y comenzaron a avanzar al trote sobre las tablas entrelazadas y las naves que formaban el viaducto. Eran un grupo de sesenta jinetes, armados con jabalinas y espadas dispuestos al ataque. Su misión era doble: comprobar la estabilidad de la pasarela y arrojar las jabalinas mortales sobre los itálicos para impedir que terminaran la destrucción del puente. Las maderas temblaban, pero resistían el peso de estos jinetes que se adentraban en formación de a seis. Al mismo tiempo, un centenar de bandidos a pie se apiñaba en torno a las cuerdas medio cortadas de la orilla que ya dominaban, y estaban tratando de asegurar estas amarras y evitar así que el puente cediera por su lado.

Por fin los jinetes bandidos alcanzaron la mitad de la plataforma y prepararon sus jabalinas. Bryan dudó entre ordenar a los hombres que se pusieran a salvo para después desatar su magia o insistirles en que siguieran con su labor. Pero justo en ese momento llegó Druso acompañado por varios legionarios dispuesto a ayudar y resolvió las dudas de Bryan en su lugar con órdenes concretas.

- ¡Empujen, malditos!¡Es una orden! -

Y así, justo al mismo tiempo que los bandidos se preparaban para arrojar su primera ronda de proyectiles, las Criaturas Oscuras y los Legionarios empujaron con renovadas energías. Entonces la nave varada en la orilla crujió y de pronto cedió, después se movió y por fin se desencalló para comenzar a flotar sobre la corriente, primero unos centímetros, medio paso, un paso, varios pasos, hasta que al fin la nave se alejaba arrastrada por la corriente.

Cayeron entonces las jabalinas sobre los legionarios que no pudieron disfrutar ni de un segundo de júbilo por haber conseguido su objetivo. Algunos fueron alcanzados y encontraron la muerte en aquella orilla. Pero las Abominaciones controladas por Bryan se adentraron rápidamente para servir como grandes escudos y muchos hombres se salvaron gracias a esto.

Mientras tanto, la nave se alejaba definitivamente y consigo arrastraba a una segunda y una tercera y una cuarta y una quinta… El puente se deshacía por segundos, pero los bandidos aún no eran conscientes de esto y avanzaron más.

- ¡Escudos arriba! ¡Protéjanse! - Ordenaron Bryan y Silano al mismo tiempo.

Una segunda andanada de jabalinas llovió del cielo, pero esta vez los legionarios, protegidos a tiempo por sus escudos, evitaron la mayor parte de las mismas. Poco después la madera comenzó a resonar furiosamente conforme las naves del extremo itálico se desarmaban y ahora el desenlace era evidente para todos.

La avanzadilla de jinetes empezó a replegarse, a volver sobre sus pasos, pero los caballos sentían la pasarela moviéndose, veían las naves del extremo de la misma separarse una a una, crujiendo las maderas bajo sus pezuñas. El desorden se apoderó de la formación y el miedo poseyó tanto a jinetes como a bestias. El comandante de los bandidos gritaba órdenes en la orilla contraria, intentando constituir una retirada bien coordinada de aquel regimiento. Pero muy pronto comenzó a mover la cabeza resignado. Todo era en vano. El río turbulento, con el infinito tesón de la corriente decidida y de sus aguas frías, fue llevándose consigo al resto de las naves primero junto con centenares de maderos sueltos y, después, a bestias y jinetes.

Los legionarios veían con asombro la facilidad con la que el río, una vez cortadas las cuerdas y empujada la primera nave, deshacía como un castillo de naipes todo el puente que les llevó tanto tiempo construir, arrastrando consigo a sus enemigos. Y por primera vez en horas respiraron con alivio. Lamentaban con profundo dolor la pérdida de sus compañeros que yacían en la ribera con las jabalinas clavadas en sus cuerpos, pero no había tiempo para el luto en aquellos instantes.

Bryan, Silano y Druso ya estaban gritando órdenes para que se ayudaran a los heridos y los Manípulos se colocasen nuevamente en orden de batalla, acabando finalmente con la maldita confusión que demoraba todos sus movimientos. El terror general que los llevó al desastre finalmente se tranquilizó en el corazón de los legionarios sabiendo que había dejado al enemigo detrás, detenido por el río, así que solo se demoraron media hora en volver a reformar sus líneas.

Pero el alivio les duró poco a todos y muy pronto fue reemplazado por la más profunda de las vergüenzas. Desde el otro margen del río podían ver a la distancia su campamento siendo ahora ocupado por los bandidos. Y como ya estaban lejos de la ilusión óptica del laberinto de piedras, por fin podían tener una clara idea de cuantos habían sido sus oponentes en realidad. Y esta revelación fue como un puñal al rojo vivo que atravesó sus corazones.

Tres mil bandidos o quizá cuatro mil.

En cualquier caso, era una fuerza muy inferior en número a los veinte mil legionarios que componían las Legiones V y VI. Una cifra ridícula de enemigos que ni siquiera eran soldados profesionales. Pero por culpa de su cobardía habían permitido qué está chusma los expulsase de su territorio como si fuesen perros asustados.

Cuando la magnitud del desastre finalmente se asentó en sus corazones muchos legionarios no podían dejar de temblar por el odio y el desprecio que sentían, no contra sus oponentes, sino contra sí mismos. Contra su propia indigna existencia. “¡Somos unos cobardes!” Pensaban. No había excusa que valiera. No era culpa del procónsul ni de los oficiales, pues las instrucciones y las órdenes fueron claras en su momento, y también se les proporcionó entrenamiento constante. Quienes habían fallado eran ellos y lo sabían. Se dejaron llevar por el pánico y una derrota incluso más vergonzosa que la del desastre militar en el que las seis legiones fueron aniquiladas era el resultado. Aquella vez por lo menos tenían la excusa de haber caído en la trampa de varias tribus rebeldes que los traicionaron repentinamente y cayeron sobre ellos en hordas. Pero esta vez había sido una cantidad ínfima de bandidos quienes los pusieron en fuga.

Bryan estaba de pie enfrente de todo el ejército, dándoles la espalda y con los ojos fijos en el campamento perdido al otro lado de la orilla. Nadie podía ver su expresión, pero se imaginaban el profundo desprecio que su mirada transmitiría si se fijase en ellos. Ahora volvían a tener miedo. Miedo al castigo merecido. Pero sobre todo un miedo a haber decepcionado al Procónsul qué había creído en ellos y a quién vieron luchando tan épicamente en solitario, frente a la amenaza de todo un ejército bárbaro.

Una duda compartida flotaba en el aire: ¿Los abandonaría el Procónsul Bryan ahora?

Pero Bryan no les dijo nada y simplemente se limitó a ordenarle a sus tribunos qué comandasen el ejército de regreso a la Fortaleza de Valderán. Por un instante alguien sugirió que volviesen a cruzar el río para atacar a los bandidos nuevamente y algunos legionarios tuvieron la esperanza de que quizás podrían resarcirse de esa manera. Pero la idea fue descartada casi de inmediato, porque el puente de barcos ya no existía y tendrían que dar un largo rodeo para atravesar el río. Además, incluso si pudiesen cruzar, ahora los bandidos eran los dueños del campamento y tenían una empalizada que los protegía, junto con toda la comida y las armas que los itálicos habían abandonado en su interior. Con semejante defensa, incluso el reducido número de enemigos podría defenderse fácilmente hasta de veinte mil hombres.

Con su retirada, les habían regalado una fortificación gratuita a aquellos rebeldes y perder más vidas solamente agravaría aún más la profundidad de su vergonzosa derrota.

De modo que dieron media vuelta y emprendieron el regreso.

Más para sorpresa de todos, en lugar de desentenderse de ellos, el propio Bryan se colocó al frente de la formación de hombres que avanzaba de modo que quedara claro quién era el que mandaba aquel contingente de tropas, vencidas y exhaustas, y con bastantes heridos. Su expresión era indescifrable, pero al menos no parecía qué fuese abandonarlos en el futuro próximo. Aquel gesto puramente simbólico fue lo único bueno que les ocurrió en aquella triste jornada en qué se convirtió la primera batalla real de las Legiones Malditas.

La marcha de la derrota

Nota del Traductor

Hola amigos, soy acabcor de Perú, es miércoles 03 de enero del 2024 y espero que todos hayan tenido un muy Feliz Año Nuevo, pero, sobre todo, una muy Feliz Navidad llena de Dios y sobre todo en Familia.

Personalmente tengo que comentarles que estuve bastante enfermo de un problema estomacal y todavía no me he recuperado del todo, pero fue terrible ver pasar el pavo de navidad y toda aquella rica comida sin poder disfrutarla apropiadamente. Y aún más triste es ver el vacío estado de mi billetera, así que… ¡Vamos queridos donantes!

Ahora bien, tanto en este capítulo como en el anterior las imágenes han sido un poco escasas. Esto se debe a que fue muy difícil encontrar aquellas que sirviesen a las escenas que describo y en realidad no encontré incluso aunque usé el buscador ruso, el chino y también Bing, que es más competente que Google. Realmente me encantaría tener un ilustrador o aprender a usar las IA, pero cuando lo intenté solamente obtuve resultados borrosos y no conozco a nadie que me ayude gratuitamente (No puedo contratar a nadie cuando apenas puedo pagar la luz).

Sin embargo, lo más importante es al final la escritura y espero que esta compense. El tema centra el miedo colectivo y el modo en que este se magnifica hasta el punto de afectar incluso al protagonista. Contra 3,000 bandidos Bryan fácilmente podría haber invocado su dominio para matarlos a todos, pero incluso sin esto no tendría por qué temer no poder retirarse él mismo con perfecta seguridad. ¿Entonces por qué incluso él tiene miedo?

La respuesta es que cuando el ser humano se mueve en grupo, las emociones se comportan de un modo diferente. Es por eso que a veces hay disturbios cuando las barras bravas de ciertas hinchadas de fútbol se reúnen, pues en grupo las personas se atreven a hacer cosas que normalmente no harían nunca en solitario y no solo porque no se atrevan, sino porque algo en la psicología cambia.

Lo mismo ocurre con el miedo. Hubo un famoso caso en el Estadio Nacional de Lima cuando alguien soltó una granada de gas lacrimógeno para detener una pelea entre un gran grupo de personas y muchas personas murieron. Objetivamente una granada lacrimógena no mataría a nadie y lo único que tenían que hacer las personas era dividirse tranquilamente alrededor de las gradas del enorme estadio. Pero todos perdieron la capacidad de pensar por el terror, todos trataron de salir por las puertas cerradas y al final 328 personas murieron y otras 500 resultaron heridas.

Bryan ahora puede intuir como se sienten las personas, pero en esta ocasión (y porque todavía tiene que aprender a controlarlo) esto le juega en contra y por eso comienza a compartir este sentimiento de impotencia.

El resto de eventos se explica por sí solo. Esto técnicamente no es una derrota militar para Bryan porque no se trata de una auténtica batalla, pero si es el fin de todos sus objetivos y por lo tanto un espantosa derrota personal que lo pone al borde del abismo.

También vemos por primera vez un breve guiño a Eumenes de Cardia, la mente maestra detrás de esta estrategia, aunque podemos constatar que no se encuentra en la mejor de las situaciones.

No diré nada más porque quiero publicar cuanto antes, pero basta decir que este evento está basado en la Batalla de Tesino de Roma contra Aníbal Barca, donde sucedieron eventos bastante similares.

Pero déjame saber tu opinión en los comentarios: ¿Qué te pareció el capítulo? ¿Te gustó como Bryan resolvió la situación? ¿Sentiste la tensión a la hora de destruir el puente? ¿Habrías hecho las cosas de otra manera? ¿Qué piensas del personaje de Eumenes en ese breve guiño? ¿Qué te parecieron las acciones de los Tribunos y Bryan en el cruce?

Si te gustó esta adaptación por favor no dejes de patrocinarme usando los enlaces de mi cuenta Patreon para que pueda pagar mi consulta de hospital. También seña cualquier error ortográfico o de concepto que se me haya escapado y comparte esta historia con todos los que puedas.

¡Nos vemos en el siguiente capítulo!