331 El sendero del agua y la roca

El sol brillaba alto en el cielo a pleno día mientras las Legiones Malditas, lideradas por Bryan, continuaban adentrándose en el territorio enemigo. Ya llevaban cinco días infernales desplazándose a marchas forzadas y se sentían al límite de sus fuerzas, aunque ahora se cuidaban de no expresar en voz alta su descontento.

De repente, percibieron a lo lejos el sonido del agua que fluía entre las rocas, indicando la proximidad de un arroyo. Esta señal llenó de alegría el corazón de los legionarios, ya que usualmente el Procónsul ordenaba detenerse en los cauces de agua para reponer el líquido en sus cantimploras. Tal vez incluso hiciesen una pausa para almorzar. En un momento de delirio temporal, algunos incluso fantasearon con la posibilidad de que les permitieran quitarse por unos minutos el ajustado calzado militar para remojar sus pies llenos de ampollas en el agua fría, algo que para aquellos hombres en la condición que se encontraban, sería recibido como el más grande de los lujos. Sin embargo, muy pronto dejaron de lado ese deseo ingenuo. El Procónsul siempre parecía tener prisa y por eso nunca se detenían más de lo necesario. No obstante, la visión del agua fresca quizás aliviaría un poco el agotamiento de su espíritu.

Al poco tiempo, llegaron a un amplio terreno plano arenoso y repleto de grandes rocas, muchas de las cuales eran cantos rodados que habían sido erosionados por el sol durante mucho tiempo. Los arbustos, aunque escasos, hallaban su lugar entre las grietas de las rocas, y algunos árboles con raíces profundas encontraron una forma de crecer abriéndose paso en aquel suelo. Todo indicaba que este lugar fue en algún momento un río con un poderoso flujo de aguas, pero que su caudal había disminuido hacía muchos años, de modo que sus orillas ahora estaban siendo reclamadas por la vegetación. Efectivamente, unos metros más adelante se encontraron con un arroyo de aguas limpias, que a pesar de su tamaño reducido mantenía suficiente profundidad y anchura como para ser navegable. Sin embargo, esta tarea requería de alguien con mucha experiencia, ya que a lo largo de la ruta se encontraban tramos más estrechos donde las paredes de roca se acercaban, creando pasajes sinuosos que exigían una navegación cuidadosa.

Los legionarios ya estaban esperando la orden para reponer el agua de las cantimploras cuando de repente notaron la presencia de un desconocido. Algunos incluso llevaron sus manos a las empuñaduras de sus armas por instinto, pero al observar la apariencia de esa persona, dudaron en atacarla. Se trataba de un hombre de piel bronceada y expresión resignada, sentado sobre las rocas y a la sombra de un promontorio. No parecía llevar consigo algún tipo de armamento, ni mucho menos tener habilidades para la magia. Además, no estaba haciendo ningún intento por esconderse y más bien parecía estar esperándolos.

Ilmo esperando a las Legiones

- Salve, Ilmo. - Dijo Bryan adelantándose para saludarlo con una sonrisa mientras ordenaba a sus Lictores que se quedaran unos pasos atrás. - Me alegra que seas puntual. -

- Salve, Procónsul. - Respondió el aludido también con una sonrisa, aunque era evidente que la suya era forzada. - ¿Nos vamos ya? –

- Veo que estás emocionado por comenzar. -

- Francamente, lo que me emociona es terminar cuanto antes. -

- Tu honestidad te honra. - Respondió Bryan alegremente. - Además, el servicio que me prestarás te hará un hombre rico. ¡Todos salimos ganando! -

- Siempre y cuando salgamos vivos. -

- Ya. - Dijo Bryan sonriendo y se volvió hacia los Tribunos. - Que los hombres descansen un rato. No es necesario que llenen las cantimploras. En realidad, pueden vaciarlas para aligerar el peso, porque dentro de poco tendremos agua de sobra. -

- Entendido, mi general. -

Los soldados suspiraron aliviados y se sentaron para recuperar el aliento. Muchos de ellos aprovecharon la orden del Procónsul para vaciar el contenido de sus cantimploras sobre sus cabezas y así limpiarse el sudor. No obstante, la curiosidad les impedía relajarse del todo, principalmente porque no entendían quién era aquel hombre y por qué se encontraba ahí. Algunos soldados se dieron cuenta de que había una piragua amarrada en el tronco de un árbol cercano a veinte pasos de la orilla, la cual estaba cubierta con ramas para camuflarla. Era una embarcación alargada y estrecha, adecuada para flotar en aquel arroyo, y parecía pertenecer a un pescador. Sin embargo, eso solamente sembraba más dudas acerca del motivo por el que esta persona había sido llamada por el Procónsul.

Por su parte, Ilmo observaba a las legiones descansando junto al arroyo que tantas veces había navegado, pero por dentro sentía que su mundo entero se tambaleaba. Unos días después de su conversación con el Tribuno Druso, recibió una nueva visita inesperada. Esta vez, para su sorpresa, se trataba del mismísimo general en jefe de las Legiones Malditas, Bryan el Necromante, quien lo saludó de un modo que daba a entender que lo había estado vigilando atentamente durante mucho tiempo, al menos lo suficiente como para conocerlo.

El Procónsul venía a ofrecerle un trato irresistible, en más de una manera. Si las cosas iban bien, quizá él se libraría para siempre de todas las penurias propias de su profesión e incluso era posible que su familia recibiese la preciada ciudadanía itálica, que solo se obtenía tras muchos años de peligroso servicio militar. Pero también podía significar una cita con el dios de la muerte, la cual sólo terminaría con su cuerpo sirviendo como pasto de los buitres en un lejano campo de batalla de una guerra que no tenía nada que ver con él.

Sin embargo, Bryan le había dejado muy claro que era un oferta que no podía rechazar.

*****

- Si me ayudas con esto y salimos victoriosos, me aseguraré de que ni tú ni tu familia tengan ningún problema en Odisea. Hablaré con el Pretor, que es uno de mis mejores amigos y jamás me negaría nada, para que inmediatamente te cedan un puesto de comercio de pescado, protegido por Itálica.

A nuestro regreso tendrás otra bolsa de monedas de oro y en cuanto haya estabilizado un poco la región, me aseguraré de usar todos mis contactos para que obtengas la ciudadanía y puedas mudarte a la capital si lo deseas o continuar aquí, como un próspero mercader. ¡Incluso te recomendaré al Gremio Mercante de Bootz! ¿Qué me dices, Ilmo? - Añadió finalmente el Procónsul durante la última entrevista que tuvieron.

Era de noche, y el atrio de la gran casa en la que se encontraban proyectaba sombras a la luz de las antorchas.

Reunión de Bryan e Ilmo

- ¿Y si me niego? ¿Y si no te ayudo con esto? - Se atrevió a preguntar Ilmo, sosteniendo la mirada del joven general: - Al fin y al cabo, esta guerra no es la mía y, aunque podría obtener beneficios al colaborar contigo, también existe el riesgo de que pierdas. Si los micénicos, los ilienses o los helénicos llegan a descubrir mi colaboración, mi vida y la de mi familia estarán en peligro. Puede que los muros de Odisea puedan detener a un ejército, pero no a un asesino. ¡Y estoy seguro de que tus enemigos podrán precio a mi cabeza! -

Bryan mantuvo la mirada del pescador, sin apartar sus ojos frente a las preguntas que le planteaba, y respondió despacio.

- “Negarte” no es realmente una opción que puedas considerar. - Dijo con calma.

Tras sus palabras, el silencio se apoderó del lugar, solo interrumpido por el crepitar de las antorchas. Bryan continuó hablando, un poco más relajado.

- Lamento, Ilmo, que te encuentres en esta situación, pero tu ayuda es crucial para nosotros. Además, si todo lo que has estado contando es cierto, saldremos victoriosos. De eso no tengas la menor duda. -

Ilmo sabía que lo que había relatado era verdad, pero no lograba visualizar cómo eso podría conducir a una gran victoria para los itálicos, menos aún cuando los que pelearían eran las infames Legiones Malditas. Sin embargo, él no era un estratega militar; sus dudas persistían. Finalmente, respondió.

- Tal vez sea mejor morir aquí que caer en manos de los cazarrecompensas y exponer a mi familia a sufrir el mismo destino... ¿O acaso amenazarías a mi familia si no coopero? -

Bryan se recostó en su asiento y cerró los ojos pensativo durante unos segundos.

- No, no amenazo a tu familia - Decidió el Procónsul finalmente, abriendo los ojos y mirando hacia el cielo estrellado con cierta nostalgia: - Tu preocupación por ellos es honorable, y comprendo tu deseo de protegerlos. Por eso te propongo lo siguiente: Ayúdame en esta empresa y acompáñame con el ejército. Si ganamos, como sin duda lo haremos, tendrás todo lo que hemos acordado. Pero si llegamos a perder, cosa que no sucederá, te garantizo que dejaré instrucciones para que toda tu familia sea llevada a Itálica o a cualquier otra ciudad dentro del Imperio, donde estarán protegidos. ¿Qué te parece? -

Ilmo reflexionó antes de responder. Conocía el poder de la Liga Etolia y todas las historias acerca de las derrotas que otras legiones itálicas sufrieron cada vez que se internaron en la cordillera, pero sabía que había llegado hasta el límite de lo razonable en las negociaciones entre un Barón con Imperium y un plebeyo como él, incluso un poco más allá. Sentía que estaba probando la paciencia de aquel joven general, quien parecía estar observándolo y leyendo sus pensamientos incluso sin mirarlo directamente.

- Está bien. Acepto. Te ayudaré, te acompañaré y cumpliré con todo lo pactado. A cambio, espero que se garantice la protección de mi familia en cualquier circunstancia, y si alcanzamos la victoria, recibiré la recompensa acordada - Prometió Ilmo con determinación.

Bryan no dijo nada, simplemente asintió con la cabeza en silencio.

Ahora mientras los legionarios hacían una pausa antes de continuar, Ilmo se esforzaba por repasar en su mente la información necesaria para cumplir fielmente su parte del trato. Aunque estaba seguro de casi todo, las dudas comenzaban a atenazarlo. No había estado tantas veces en el Monte Ida, pero su memoria excepcional le permitía recordar cada detalle del lugar. Sin embargo, nunca antes había estado en juego su vida y la de toda su familia.

Ilmo suspiró. Ya era demasiado tarde para arrepentirse. Hasta allí lo habían llevado su mala costumbre de contar historias y su deseo de destacar. Se juró a sí mismo que, si lograba salir de esta situación con vida, aprendería la lección y se mantendría en silencio durante mucho tiempo.

*****

Las legiones reanudaron la marcha, esta vez dirigidas por aquel extraño pescador que parecía bastante deprimido por algún motivo. Este los condujo siguiendo el cauce del río, que disimulaba con el murmullo de sus aguas parte del ruido de las pisadas de aquellos veinte mil hombres que luchaban para avanzar con paso firme por aquel terreno accidentado y cubierto de piedras de canto rodado, que desafiaban cada uno de sus pasos. En ciertos tramos fue necesario sortear obstáculos como troncos caídos y promontorios escarpados, pero el ritmo de marchas forzadas no se detuvo en ningún momento.

Cuando la tarde estaba avanzada, el horizonte se abrió ante ellos. Se encontraban al pie de una serie de montañas rocosas muy escarpadas, macizas, altas e inaccesibles que formaban una auténtica barrera imposible de atravesar a no ser que uno tuviese la habilidad de volar y tan altas que no se podía ver la cima, porque las nubes del cielo las cubrían. La roca oscura que las formaba, ennegrecida por el paso de los siglos, absorbía la luz del sol, creando un aura de misterio y solemnidad. Además, su extensión no parecía tener fin y no se veía algún punto por el que pudiesen escalarse.

Justo en la base de este muro natural se encontraba una laguna de aguas oscuras que parecía estar incrustada en este paisaje rocoso. Una serie de cascadas descendían desde lo alto en forma de velos blancos, llenándola de agua y creando un espectáculo impresionante. Aparentemente, estos chorros de agua habían horadado el suelo de piedra en la base de las montañas durante siglos para formar la gran piscina que ahora contemplaban. Entre las rocas y en los bordes del agua, los helechos y musgos encontraban un hogar, siendo la única vegetación capaz de sobrevivir en ese terreno tan duro.

Laguna frente al promontorio de día

- Alto. - Ordenó Bryan, alejándose un poco junto con Ilmo y su escolta de Lictores. Mientras tanto, Marcio y Silano comenzaron a organizar a las hileras de hombres que aún estaban llegando para que se formasen en la formación Manipular. Mientras tanto Druso, fatigado pero decidido, se dirigió a la retaguardia y solo regresó cuando estuvo seguro de que todos habían llegado.

Mientras tanto, el pescador Ilmo comenzó a examinar el entorno de la laguna en busca de pistas y señales. No era tarea sencilla, ya que la franja de agua entre la orilla donde se encontraban las legiones y la base de aquel muro de roca oscura medía al menos cien metros. Además, la extensión de la laguna se prolongaba bastante, transformándose en una vasta franja de agua que se perdía en la distancia en ambas direcciones. Finalmente, Ilmo se detuvo en un margen de la orilla señalando justo en el medio de dos cascadas.

- Es aquí. - Dijo Ilmo, luego miró hacia las montañas: - Pero tenemos que esperar a que anochezca primero, porque en Helénica llenan las cisternas a esa hora. -

- Entendido. - Respondió Bryan y se giró hacia Druso: - Ordena un descanso de cuatro horas y que los legionarios coman de inmediato. ¡Pero tenlos listos para partir al anochecer! -

Druso asintió e inmediatamente partió a dar las instrucciones. Los legionarios recibieron las órdenes con alegría y devoraron el rancho con avidez, luego se sentaron en el suelo a descansar durante lo que quedaba del día. El Procónsul también dispuso que todos se quitasen los cascos y los atasen a la correa de su cintura, lo cual mejoró su humor al liberar sus frentes del peso de tres kilos de hierro y bronce.

Pasaron las horas y los últimos rayos del sol desaparecieron en el horizonte occidental. La negrura de la noche devoró el cielo, desafiada tan solo por la luz de la luna y su séquito de estrellas. Ilmo entonces aguzó el oído como si estuviera tratando de captar un sonido en particular y se volvió hacia el Procónsul para llamar su atención.

Laguna frente al promontorio de noche

Bryan asintió y activó su Anillo Espacial para sacar varios rollos de cuerdas, antorchas impregnadas con alquitrán, martillos de piedra y una serie de clavijas de metal con una forma muy particular: en un extremo poseían un apunta afilada y en el otro tenían una argolla bastante grande. Luego, pidió ayuda a sus Lictores para organizar esta extraña carga en hileras ordenadas en la orilla y finalmente le susurró a Ilmo una serie de instrucciones mientras le entregaba una caja de madera completamente sellada.

Terminada la operación, Bryan se levantó y buscó entre sus legionarios a una persona en particular.

- ¡Sexto Rufo! ¡Ven aquí con tus hombres! -

Por un instante, hubo un silencio sepulcral.

- ¡Sexto Rufo! - Repitió Bryan, pero esta vez con una nota de peligro en la voz.

El Decurión pareció sacudirse como si despertase de un sueño y rápidamente dio un paso adelante, comenzando a gritar: - ¡¿Acaso no escucharon, imbéciles?! ¡A formar! ¡En frente del Procónsul! -

El veterano decurión logró tener a sus hombres listos y colocarlos en formación en menos de veinte segundos. Bryan observó con satisfacción la celeridad con la que Sexto ejecutó su primera orden directa, mientras disfrutaba de un sorbo de agua que un lictor le ofrecía, esperando a que todo estuviera dispuesto.

- Comenzaremos con un sacrificio. - Dijo Bryan mientras ordenaba que le trajeran una cabra que habían llevado consigo para tales fines: - Necesitamos la ayuda de los dioses para esta última parte de nuestra travesía. - Acto seguido, sacó la espada de su funda y decapitó al animal con un solo movimiento. Luego, recolectó la sangre en el mismo vaso del que acababa de beber y la derramó ceremonialmente en la laguna mientras pronunciaba una oración: - Dioses acuáticos y telúricos, sean propicios a nuestros designios en este día en que los honramos con la sangre de este animal. ¡Velen por nosotros en esta travesía! -

Una vez completado el rito, el joven general se puso de pie y se dirigió al Decurión.

- ¡Sexto Rufo! Debes tomar estas cosas y seguir a este pescador a través de la laguna con tus hombres. Luego, obedecerás todas sus instrucciones. - Ordenó con determinación.

Todos los legionarios que escucharon esto contuvieron la respiración. Incluso el leal Cayo Valerio tenía problemas para disimular su sorpresa y hasta el estoico Silano levantó una ceja sin darse cuenta. ¿De verdad el general acababa de dar esa orden? Todos se fijaron en la oscura franja de agua que los separaba de aquella pared rocosa y asumieron que habían escuchado mal. Seguramente el general quería que los hombres bordearan la orilla en busca de un lugar para escalar esas rocas. Eso tendría cierto sentido. No podía esperar que realmente se adentraran en el agua con las armaduras puestas para nadar esa distancia, ¿verdad?

Como si leyera las dudas de todos, Bryan señaló con la mano extendida directamente hacia la laguna, para que todos tuvieran muy claro lo que esperaba de ellos. Sexto Rufo miró a su general. Sabía que Bryan ya estaba teniendo sus dudas sobre su disposición para obedecer durante la larga marcha, y aunque no era su intención dar esa impresión, sentía la necesidad de advertir al general. Dudó por un momento, observó la laguna, después a sus hombres, y finalmente asintió. Comenzó a caminar hacia el lago, pero se detuvo repentinamente y se volvió de nuevo hacia el Procónsul.

- Mi general... - Comenzó a decir, pero su voz se apagó antes de continuar.

- ¿Y bien? - Preguntó Bryan con voz firme.

Sexto Rufo tragó saliva antes de responder con sinceridad: - No sé nadar, mi general. Y creo que la mayoría de mis hombres tampoco. -

Bryan respiró profundamente antes de responder con seriedad: - Sexto Rufo, te he dado una orden. Tú y tus hombres deben cruzar la laguna siguiendo a este guía hasta donde los lleve. Una vez allí, su objetivo es obedecer las instrucciones que él les dé. Cuento contigo para demostrar que en la VI Legión son capaces de algo más que desafiar a sus superiores y lamentarse como cobardes. -

El Decurión bajó la mirada, frustrado por la falta de comprensión de Bryan. Estaba dispuesto a dar su vida en combate, pero aquello era un suicidio para él y sus hombres. Sin embargo, antes de que pudiese decir nada, alguien más intervino.

- ¡Eso es una locura, mi general! ¡Una cosa es que nos hagas marchar sin rumbo y otra muy diferente es que les pidas a mis hombres que se ahoguen! -

- ¡Eso es verdad! -

Jaime Luccar y César Germánico, los amotinados de siempre, se atrevían nuevamente a contradecir la autoridad de Bryan, pero esta vez parecían contar con el respaldo mayoritario de toda la VI Legión. Solo que esta vez, para variar, tenían buenos motivos.

- ¿Tus hombres? - Respondió Bryan con un susurro bastante audible, al mismo tiempo que se giraba para mirar a Jaime Luccar con una sonrisa en la que la diversión y el peligro se combinaban de un modo asombroso: - Acabas de decir algo muy divertido. Todos aquí son mis hombres, mentecato. Lo único que tú debes hacer es obedecer. -

Por un segundo, la imagen de Bryan rodeado por los cadáveres descuartizados de cientos de bárbaros brilló en la mente de todos los legionarios de la VI, lo cual detuvo un poco sus ganas de dar rienda suelta a su agresividad, aunque solo temporalmente. Jaime Luccar dio un paso atrás de forma inconsciente por ser el principal objeto del instinto asesino del Procónsul, pero consiguió mantenerse firme y parecía estar a punto de continuar discutiendo. Después de todo, seguían siendo casi diez mil hombres.

La situación era muy grave y Sexto Rufo no necesitaba un Sentido Espiritual para darse cuenta de que los legionarios de la VI estaban a punto de volverse locos. Los Lictores del General también lo sintieron y llevaron sus manos a la empuñadura de sus espadas, mientras que los Tribunos comenzaban a emanar Aura de Batalla.

"No, así no" Se dijo Rufo internamente. "Yo no pienso ser la excusa para que estas dos alimañas animen al resto a rebelarse nuevamente. ¡Prefiero morir con honor!"  De modo que decidió seguir adelante y se dirigió a sus soldados con determinación, ahogando completamente las voces de los Centuriones de la VI.

- ¡Tomen las cuerdas! ¡Recojan esas antorchas, los martillos y las clavijas! ¡Ahora! ¡En columna de a dos! ¡Y sin quejarse! ¡Al primero que hable, le corto el cuello! ¡Estamos en guerra y nuestro Procónsul ha dado una orden! ¡Cruzaremos la laguna! ¡Si alguien protesta, morirá aquí mismo! - Exclamó, desenvainando su espada con un brillo desafiante.

Como la propia persona que pretendían defender ya había hablado, los Centuriones de la VI se quedaron sin argumentos para fomentar una rebelión. Naturalmente querían seguir protestando y comenzaron a pensar en algo más que decir, pero el pescador Ilmo, que ya estaba bastante nervioso sin necesidad de contemplar una lucha interna, masculló rápidamente: - Seguidme. - Y se adentró en las aguas seguido por el Decurión y luego por el resto de sus hombres.

Sexto Rufo cruzando las aguas con sus hombres

Las Legiones V y VI observaron cómo aquel grupo comenzaba a avanzar hacia las profundidades, en medio de la oscuridad de la noche. Ninguno podía comprender lo que estaba sucediendo.

Druso aprovechó ese momento para susurrarle a Bryan: - ¿Todo estará bien? -

­- Eso espero. - Respondió Bryan encogiéndose de hombros y mirando hacia el muro montañoso con una sonrisa-. Si no, todo este viaje no habrá servido para nada. -

- En cualquier caso, te admiro. - Comentó Druso también sonriendo.

- ¿Por qué? - Preguntó Bryan, volviéndose para mirarlo con curiosidad.

- Llegamos a este momento en el que se decide todo el éxito de esta campaña. - Explicó Druso, poniendo una mirada de complicidad: - Y, sin embargo, pareces tan calmado como una copa de agua. -

Bryan asintió y nuevamente fijó su mirada en los hombres que se adentraban en la laguna como si no ocurriese nada. Aunque luego añadió:  - Me alegra mucho poder aparentarlo. -

Druso lo miró sin comprender por unos momentos, pero luego se dio cuenta de un detalle. Bryan estaba parado con las piernas ligeramente separadas, manteniendo una postura erguida, pero sin rigidez y con las manos detrás de la espalda. Parecía estar relajado, pero entonces el Tribuno se dio cuenta de que su amigo estaba apretando sus manos con fuerza para reprimir un temblor de nerviosismo y supo que realmente estaba bastante nervioso.

Druso soltó un suspiro y no dijo nada. Se dio la vuelta y regresó junto al resto de los oficiales para darles instrucciones.

- ¿El general está bien? - Preguntó Marcio con el ceño fruncido.

- Está perfectamente. - Contestó Druso, haciendo un gesto con la mano para que no le diesen importancia: - En lugar de eso, sugiero que comencemos a organizar a las legiones para avanzar. -

- ¿Avanzar? - Preguntó Marcio, mirándolo con incredulidad mientras trataba de leer la expresión de Druso para comprender lo que sucedía: - ¿Está pensando en hacer que todas las legiones entren a la laguna? -

- Exactamente. -

- Con respeto, mi Tribuno. - Dijo Cayo Valerio, adelantándose: - No comprendo el sentido de todo esto y no creo que mis hombres puedan... -

- Silencio, Valerio. - Lo interrumpió Silano, adelantándose un paso, mientras lanzaba una mirada disimulada hacia Jaime Luccar y César Germánico, que escuchaban atentamente a la distancia, tratando de averiguar acerca de lo que hablaban: - Los legionarios solo tienen que obedecer lo que se les diga. Si se les dice que salten, solo pueden preguntar cuán alto. Si se les pide que ataquen, solo pueden preguntar a quién. Si se les pide que formen, solo pueden preguntar dónde. Si se les pide que mueran, solo pueden preguntar cómo cumplirán con su deber hasta el último aliento. -

- Entendido, mi Tribuno. - Respondió militarmente Cayo Valerio, pero luego añadió: - Yo cumpliré cualquier orden que me den, pero debo advertirles que es posible que mis hombres no me obedezcan. -

Silano estaba a punto de replicar y Marcio ya se estaba apresurando para mediar entre ambos, cuando de repente se escuchó un extraño clamor que venía de la tropa. Entonces todos se volvieron hacia la laguna y vieron que el grupo de Sexto Rufo había desaparecido. Sin embargo, a la distancia se podía observar un extraño resplandor que parecía volverse más fuerte por momentos y que venía por debajo del agua.

- ¿Hay criaturas mágicas en esta zona? - Preguntó Marcio.

-  Sé que hay monstruos marinos, pero nunca supe de alguno en los ríos de Etolia, por lo menos no tan al sur - Respondió Cayo Valerio.

En ese momento escucharon unos pasos y vieron que Bryan se aproximaba con una sonrisa de oreja a oreja. Todos lo miraron sorprendidos. Todos excepto Druso.

- Tuvimos éxito. - Dijo el Procónsul.

*****

Sexto Rufo avanzaba con lágrimas en los ojos, sintiendo el peso del silencio de sus hombres que reflejaba el temor palpable por sus vidas. Todos compartían el mismo pensamiento: el agua los alcanzaría en cualquier momento y con ella, su muerte. ¿Qué sentido tenía tanto sacrificio para los dioses? ¿Acaso ellos les enseñarían a nadar en un instante?

Mientras avanzaban, el pescador guía parecía seguro de sí mismo, pero Sexto creía que en cuanto el agua se volviera demasiado profunda, los abandonaría. A pesar de que inicialmente solo les llegaba hasta la rodilla, al dar un paso, vio cómo Ilmo se hundía hasta la cintura, y luego le siguió, sintiendo el agua fría de la noche apretándole el estómago donde un nudo apenas le dejaba respirar.

Maldiciendo su suerte y al general, Sexto Rufo continuó avanzando con el agua alcanzándole el pecho. Su progreso se volvió más difícil y lento, especialmente con el peso de su equipo: coraza, lanza, espada, daga, y el largo rollo de cuerda que cargaba, además de su escudo.

- ¡Espera! - Dijo Sexto al pescador mientras luchaba para no darse la vuelta para que sus hombres no notasen su expresión de pánico. - Ve más despacio. No podremos seguirte si vas tan rápido. -

Ilmo obedeció y ralentizó su marcha, pero las dudas sobre su lealtad no abandonaban la mente de Sexto. ¿Por qué el general confiaba en aquel bárbaro etolio? ¿Acaso los traicionaría? La idea de su familia cruzó por su mente; seguramente el general había asegurado la lealtad del pescador amenazando a su familia.

De repente Sexto pisó en un agujero y el agua le cubrió la cabeza. Su corazón latía con fuerza a medida que sentía cómo descendía en las profundidades frías. Tragó agua, pero logró dar otro paso, sintiendo el suelo bajo sus pies una vez más.

Con un esfuerzo desesperado, Sexto Rufo dio un par de pasos hacia adelante. El agua le llegaba hasta la barbilla, pero todavía podía seguir respirando. Tosió y escupió el agua, mientras tomaba bocanadas de aire con ansiedad. Miró a su alrededor, pero todo estaba oscuro. Dio otro par de pasos, pero repentinamente se dio de bruces contra algo.

Era el cuerpo de Ilmo, que se había detenido, aparentemente perdido en sus pensamientos.

¿Acaso él tampoco sabía nadar? Sexto temió lo peor: al final de cuentas, quizá todos perecerían en ese lugar. Sin embargo, el pescador reanudó su marcha, y Sexto lo siguió. Ahora podía oír el sonido de las cascadas que caían a ambos lados.

Unos segundos después… silencio, una oscuridad absoluta lo envolvía. Finalmente debían estar en el reino de los muertos. Afortunadamente, no había sufrido, aunque seguía sintiendo que estaba parcialmente sumergido en agua. ¡Ojalá que los dioses del averno les permitiesen secarse antes del juicio!

- ¿Quieres apurarte? - Preguntó una voz que resonaba con fuerza.

El Decurión se sintió confundido, pero hizo lo que le decían y dio otro par de pasos. Entonces sintió que comenzaba a ascender lentamente, como si subiese por una escalera sumergida. Continuó avanzando y de pronto el agua solo le llegaba hasta la rodilla. Sexto no acababa de comprender lo que sucedía, pero en ese momento escuchó el sonido de algo siendo destapado y luego vio al pescador Ilmo parado sobre una roca mientras sostenía una antorcha encendida cuyo brillo lo deslumbró por unos segundos.

Cuando sus ojos se recuperaron de la impresión, Sexto Rufo miró a su alrededor y abrió los ojos asombrado, porque se encontraba en lo que parecía un mundo completamente nuevo: Columnas de estalactitas y estalagmitas gigantes se alzaban majestuosamente desde el lecho rocoso, como guardianes silenciosos de un reino olvidado. El agua goteaba de los techos formando pequeñas cascadas que resonaban en la oscuridad, creando una atmósfera misteriosa y tensa. La flora y fauna acuática, adaptadas a la penumbra eterna, era lo único que añadía destellos de color y movimiento a este mundo subterráneo.

Columnas de estalactitas y estalagmitas gigantes se alzaban majestuosamente desde el lecho rocoso, como guardianes silenciosos de un reino olvidado...

El Decurión miró hacia atrás y vio las cabezas de sus hombres emergiendo en silencio del agua como sombras asustadas, solo para que sus expresiones se maravillasen con el descubrimiento de aquella extraña caverna. Aquello era increíble. El mundo se acababa de transformar. ¿Eran los dioses? ¿El general? ¿El guía?

- ¿Qué está pasando? - Preguntó Sexto asombrado.

- ¡Después, ahora tienen que venir rápido! - Lo urgió Ilmo y el eco de su voz resonó en aquella caverna. A sus pies estaba la caja de madera que le había dado Bryan, la cual contenía un fragmento de Cristal de Fotiá obtenido en el reino de fuego de la Ifrit: - ¡El Procónsul me dio esto para encender las antorchas, pero no durará mucho tiempo! -

Los legionarios se pusieron inmediatamente a trabajar encendiendo antorchas. El eco de sus pasos resonaba en el aire húmedo, mezclado con el murmullo constante del agua que fluía a su alrededor. No era tarea fácil moverse en aquel lugar, porque el suelo era bastante irregular y resbaladizo.

- ¿Dónde estamos? - Preguntó Sexto Rufo finalmente.

- Es una gruta subterránea. - Respondió Ilmo señalando hacia un oscuro pasadizo. De ahí salía un pequeño chorro de agua: - Todos los que pasan por esta zona creen que las cascadas son lo que mantiene llena a la laguna, pero en realidad es este río subterráneo que termina en esta misma caverna. -

- ¿Ese chorro de agua tan pequeño? -

- Es pequeño por “ahora”. - Puntualizó Ilmo: - Generalmente la corriente es tan fuerte que todo este lugar está completamente inundado y es imposible llegar hasta aquí sin ahogarse.

Pero la ciudad de Helénica construyó una larga red de acueductos para llenar las enormes cisternas de su ciudad, incluso con agua del subsuelo. Es precisamente a esta hora cuando comienzan a recolectar el agua con la que regarán sus campos de cultivo al amanecer.

Durante ese lapso de tiempo, el flujo de la corriente se reduce y es posible avanzar por este túnel hasta un desfiladero muy estrecho, que está oculto de la vista de todos. -

- ¿Cómo supiste de este lugar? -

- Los contrabandistas lo usamos ocasionalmente para meter y sacar productos ilegales. -

- Pero ¿cómo fue que llegamos aquí sin ahogarnos? - Preguntó un legionario curioso.

- ¡Es cierto! ¡¿Cómo pasó esto?! -

- Cuando Helénica activa sus cisternas, el nivel del agua en toda la laguna desciende y entonces la parte superior del umbral para entrar a esta caverna se vuelve visible. Es solo un pequeño espacio, apenas lo suficientemente alto como para que pasemos con nuestras cabezas fuera del agua. Y como esto solamente ocurre al anochecer, casi nadie lo nota.

Además, la laguna es bastante grande. Si no estás familiarizado con la ruta podrías caminar por un lugar equivocado y terminarías ahogado de igual modo. Es por eso que el Procónsul me “reclutó” amablemente para servir de guía. - Explicó Ilmo algo exasperado y luego añadió: - Ahora basta de explicaciones. ¡Tenemos trabajo! Esta ruta generalmente la usamos dos o tres personas a la vez, pero no dos legiones enteras. El túnel es muy resbaloso y hay zonas bastante peligrosas, por eso el Procónsul quiere que coloquen cuerdas para asegurar el avance del resto de sus hombres. -

Sexto Rufo soltó una carcajada. Estaba empapado, mentalmente agotado, con agua hasta por las orejas, pero vivo. Así que colocó los brazos en jarras y miró hacia el túnel: Tenía el tamaño suficiente como para que cuatro hombres lo atravesasen, por lo menos en esa sección, pero el chorro de agua sería molesto y además el pescador dijo que había secciones difíciles de escalar. De esto sí sabía él. Pisaba tierra firme y había que colocar las clavijas, poner las cuerdas e iluminar con antorchas para permitir que soldados armados escalasen. No era una merienda, pero estaba contento.

Sexto Rufo se dirigió a sus oficiales en voz baja. Ordenó que se alinearan en cinco filas y comenzaron los preparativos.

*****

Cuando Sexto Rufo emergió de la laguna, llevando consigo un largo cabo de cuerda para guiar al resto de los hombres, fue recibido primero con expresiones de asombro y luego con aclamaciones de alegría por la supervivencia de su camarada de armas. Lamentablemente no había tiempo para celebrar el acontecimiento porque el cronograma era inclemente y veinte mil legionarios tenían que atravesar un húmedo corredor antes del amanecer. De modo que Bryan comenzó a gritar órdenes junto con los Tribunos para levantar a todos e iniciar este recorrido subterráneo.

No sería una empresa sencilla. Afortunadamente los hombres de Druso ya se habían adelantado en la misión de asegurar una serie de cuerdas con las clavijas en los sectores más difíciles y también habían conseguido colocar algunas antorchas cada veinte metros para que los hombres no tuviesen que avanzar en la más completa oscuridad. A pesar de todas estas precauciones, resultaba imposible llevar todo el equipamiento por ese corredor, así que unos cincuenta hombres fueron enviados de regreso hacia el campamento de suministros. Bryan también envió a los tres magos de tierra con este grupo ya que, aunque habían demostrado gran valor al soportar la marcha hasta ese momento, el resto del recorrido era simplemente demasiado peligroso para ellos, que no tenían Aura de Batalla.

De ese modo, la larga fila de legionarios comenzó a abrirse paso por aquel túnel subterráneo con la mejor velocidad que podían, resbalando muchas veces por el camino y teniendo que luchar para dar cada paso.

El aire era muy pesado y húmedo, con gotas de agua cayendo constantemente sobre sus cabezas. No pasó mucho tiempo antes de que comenzase a sentirse viciado por la respiración de tantos hombres en un lugar sin ventilación más el oxígeno que consumían las antorchas con las que iluminaban el oscuro sendero.

Otro problema era que el murmullo constante del arroyo fluyendo por el túnel se unía al eco de sus propios pasos y al sonido distante de rocas cayendo a la distancia. Todos estos ruidos combinados perturbaban el sentido de orientación de los legionarios, a pesar de que la ruta era unidireccional, por lo que debería ser sencillo saber hacia dónde ir.

Aquel corredor era apenas lo bastante ancho como para que cuatro personas avanzasen al mismo tiempo, pero en muchos lugares se estrechaba bastante y los legionarios tenían que pasar de uno en uno, deslizándose entre las paredes de piedra con mucho cuidado para no quedar atrapados. También había que sortear formaciones rocosas intrincadas que se interponían en su camino o avanzar casi a gatas en algunas secciones donde el techo descendía bastante. Pero lo peor era tener que luchar contra el reto de ascender por un suelo resbaladizo sobre el que corría un chorro de agua de manera constante y encima con toda la indumentaria de los legionarios.

El único aspecto positivo de aquel trayecto era que la pendiente no era muy pronunciada, pero la omnipresente sensación de claustrofobia que aquel húmedo corredor provocaba era todo un desafío para su valor y muchos comenzaron a sufrir por imaginar que jamás saldrían nuevamente de aquella penumbra húmeda.

El aterrador paso por el túnel subterráneo

El momento más aterrador ocurrió luego de unas cuatro horas avanzando por ese camino, cuando los legionarios comenzaron a notar que el caudal de agua se incrementaba progresivamente, lo que significaba que Helénica ya había acabado de llenar sus cisternas. Casi estalla otro motín en ese momento. Afortunadamente ya estaban muy cerca de la salida y unos minutos después la luz de la luna volvió a brillar sobre sus cabezas.

Naturalmente, Bryan e Ilmo ya habían conversado muchas veces sobre la distancia que tendrían que recorrer, así que sabían que el trayecto era posible, pero a pesar de todas esas precauciones, el agua de la corriente ya llegaba hasta los hombros de los últimos legionarios que emergieron del túnel y si no hubiese sido por las cuerdas, lo más seguro era que todos ellos terminasen arrastrados por la corriente. También perdieron a cuatro hombres que tuvieron la mala suerte de resbalar y ser aplastados por sus compañeros en medio de la penumbra, ya que para ese entonces todos sabían que si no salían de ahí cuanto antes podrían morir ahogados y ninguno quiso detenerse.

En cuanto estuvieron afuera, Bryan ordenó que todos los legionarios llenasen nuevamente sus cantimploras con agua fresca antes de continuar. Para entonces aún era de madrugada, pero ya podía notarse algo del claror que precedía al sol. Una vez que repusieron sus raciones de líquido, Ilmo los guió a través de un sendero ascendente que se alejaba de aquella vía fluvial y terminaba en un estrecho desfiladero, casi tanto como el túnel del que acababan de salir. El hecho de saber que ahí no morirían ahogados provocó que esta segunda parte del trayecto se sintiese como una recompensa, pera esta ilusión murió cuando llegó el mediodía y llevaban ya casi dieciséis horas de dura marcha. Bryan ordenó una pausa para almorzar, pero ni siquiera la comida consiguió aliviar sus espíritus. Aun así, quedaba claro que no podían permanecer ahí, así que continuaron ascendiendo por ese estrecho desfiladero rocoso, donde solamente crecían algunos arbustos.

- Si nos atacan aquí no tendríamos forma de defendernos. - Murmuró Marcio mirando las altas paredes de piedra que los flanqueaban como guardianes: - No hay espacio para formaciones defensivas. -

- No te preocupes. - Respondió Bryan sonriendo a pesar de que su frente estaba poblada de sudor mientras lideraba la marcha con Ilmo: - Nadie sabe de este lugar y aunque lo supiesen a ninguno se le ocurriría atravesarlo con un ejército. Por eso no lo tendrán vigilado. -

- Es verdad, solo a un loco… ¡Perdón mi general! -

- No te disculpes Marcio. Tus palabras son música para mis oídos. - Respondió Bryan alegremente: - Si los etolios piensan igual que tú, será un regalo de los dioses. -

El sendero continuaba serpenteando entre formaciones rocosas intrincadas, con arbustos escasos aferrándose valientemente a las salientes entre las rocas, ofreciendo apenas un respiro de verdor en medio de la aridez del entorno. Por suerte, el aire era fresco y limpio, aunque ligeramente impregnado del olor a tierra húmeda y el musgo que crecía en las grietas de las piedras.

A medida que ascendían, el desfiladero parecía estrecharse aún más, como si las montañas se cerraran sobre ellos en un abrazo implacable. Marcio observaba con preocupación las altas cumbres que se alzaban por encima de las legiones, temiendo un posible ataque desde lo alto. La falta de espacio para formaciones defensivas los dejaba vulnerables ante cualquier emboscada que pudiese surgir. En cambio, Bryan caminaba con determinación, confiado en que el desfiladero los volvía invisibles para aquellos que desconocían su existencia. Aunque naturalmente sus dos Espectros Oscuros se encontraban levitando muy alto, vigilando atentamente los alrededores.

De repente, un destello de luz atrajo la atención de Ilmo. El pescador se detuvo y examinó una sección en la pared rocosa, revelando una abertura horizontal apenas perceptible sobre el suelo, oculta tras una maleza de arbustos. Con un gesto silencioso, indicó a Bryan y Marcio que lo siguieran mientras se agachaba para pasar al otro lado casi a gatas. Poco después, con cierta reticencia, los legionarios que marchaban detrás de ellos también se deslizaron por la estrecha abertura, guiados por Druso y Silano para asegurarse de que ningún hombre se retrasara.

Al emerger del otro lado, la luz del sol los recibió con los brazos abiertos, filtrándose a través de las copas de los altos pinos que rodeaban. Marcio inhaló profundamente, llenando sus pulmones con el aire fresco y perfumado del bosque de coníferas, mientras Bryan admiraba la majestuosidad de los árboles que se alzaban ante ellos. Poco a poco el resto de soldados acabaron saliendo, entonces Ilmo los guió con paso firme a un claro abierto donde la hierba crecía alta y exuberante bajo la sombra de los árboles. El suave murmullo de un pequeño arroyo cercano llenaba el aire, añadiendo una melodía natural al entorno sereno. Los legionarios quedaron asombrados por el hermoso lugar en el que se encontraban, que contrastaba bastante con el desfiladero del que acababan de salir.

- Hemos llegado a nuestro destino, Legionarios. - Dijo Bryan, mirándolos con una sonrisa satisfecha: - ¿Ven ese arroyo? Es agua limpia que pueden tomar. Cuando hayan repuesto las cantimploras… todos pueden quitarse el calzado y remojar los pies. También pueden comer y luego dormir hasta la tarde. Mi única prohibición es que no pueden hacer ruido ni prender fuego. - Se volvió hacia Marcio y Silano: - Repartan un vaso de vino a los hombres como recompensa y organicen un grupo para encontrar un lugar en donde aliviar sus necesidades. -

Los legionarios prácticamente saltaron de alegría y corrieron a llenar sus cantimploras. Luego se quitaron el calzado para aliviar el dolor de sus pies, comieron sus raciones y disfrutaron el vino como el elixir más exquisito. Finalmente se desplomaron sobre la suave hierba del lugar para descansar del agotamiento de aquella larguísima jornada. La mayoría estaban profundamente dormidos en muy pocos minutos.

Fue en ese momento que Ilmo se acercó a Bryan y dijo: - Estamos aquí, Procónsul. - Luego añadió: - He cumplido mi parte del trato. -

El pescador miró a Bryan y todos pudieron ver cómo luchaban en su semblante la alegría por haber terminado su tarea, la ilusión de la recompensa, pero también el miedo de que el Procónsul decidiese matarlo ahí mismo para no tener que pagar lo acordado.

- Has cumplido, Ilmo. - Asintió Bryan, acercándose para colocar una mano en su hombro con un gesto de gratitud: - Yo y mi ejército te lo agradecemos. Ahora puedes marcharte y esperar la recompensa acordada. - Sacó un rollo de pergamino de su Anillo Espacial: - Aquí están las órdenes que mencioné antes, por si ocurriese una eventualidad. Además… - Se lo llevó un poco aparte donde los hombres no podían verlo: - Quiero darte esto por adelantado. -

Entonces, le entregó una bolsa llena de monedas de oro.

Ilmo nunca había visto una fortuna semejante y casi se atragantó ahí mismo, pero Bryan lo sostuvo con firmeza para que no se notase.

- ¡Contrólate! - Le dijo Bryan con un susurro imperioso. - Mis hombres todavía no están domesticados y alguno podría decidir desertar en secreto, seguirte y matarte para quedarse con tu recompensa. - Señaló hacia el túnel por el que acababan de salir: - Sé que estás agotado, pero tienes que irte ahora mismo y rápido, porque… - Bryan bajó todavía más la voz. - Pienso bloquear la entrada del desfiladero. -

Por un instante, Ilmo lo miró sin comprender, pero luego abrió mucho los ojos por la sorpresa.

- ¡Eso los dejaría atrapados aquí! - Exclamó.

- ¡Baja la voz! - Ordenó Bryan con un gesto, asegurándose de que nadie los estuviese escuchando antes de añadir, sonriendo y con una mirada misteriosa: - ¡Eso es exactamente lo que quiero! -

Ilmo asintió sin decir nada, pero por dentro finalmente se convenció de que estaba hablando con un completo demente. Tenía que irse de ahí lo más rápido posible mientras aún pudiese, así que agradeció al Procónsul, tomó algunas raciones de comida y agua que le ofrecieron, para después escapar rápidamente de regreso a la grieta por donde habían salido. Luego siguió corriendo por el desfiladero durante unos minutos, hasta que finalmente se sintió relativamente a salvo. Entonces comenzó a pensar que el Procónsul debía estar mintiendo. Nadie podría realmente ir con un ejército a ese lugar para luego cortar la única ruta de escape. Eso no tenía ningún sentido.

Justo en ese momento, escuchó un fuerte estruendo seguido de un temblor a sus espaldas. Ilmo se atrevió a darse la vuelta para regresar sobre sus pasos y entonces vio consternado que acababa de producirse una especie de derrumbe, el cual había sellado completamente la salida de aquel desfiladero y este no podría volver a utilizarse.

El pescador se quedó mirando las rocas consternado, hasta que el peso de la bolsa con monedas de oro en sus manos lo despertó de su aturdimiento. Afortunadamente tenía suficiente comida y agua, porque ahora él estaría atrapado en aquel lugar hasta el próximo anochecer, cuando llegase la hora en que Helénica nuevamente llenase sus cisternas y el camino por el arroyo volviese a abrirse.

El desfiladero sellado

Nota del Traductor

Hola amigos, soy acabcor de Perú y hoy es miércoles 28 de febrero de 2024. Quisiera comenzar recordándoles que, mientras mis personajes están ocupados luchando contra dragones, resolviendo misterios, recorriendo rutas intrincadas y enamorándose perdidamente, yo estoy aquí, enfrentándome a un monstruo mucho más temible: mi cuenta bancaria. Sí, ese ser aterrador que parece desangrarse más rápido que un vampiro en una maratón de crucigramas.

Pero no temas, querido lector, no te estoy pidiendo que sacrifiques tu primer bono ni que hipoteques tu castillo ancestral. ¡No! Todo lo que necesito es un pequeño gesto de tu parte, como un héroe de bolsillo que aparece justo a tiempo con una moneda de oro en la mano.

¿Qué puedes hacer? Bueno, podrías donar el precio de un café (aunque, entre nosotros, no esperes que lo use para café, ¡probablemente lo gaste en pagar la luz para seguir escribiendo!). O tal vez podrías contribuir con lo que gastarías en una entrada de cine, y en lugar de ver a superhéroes en la pantalla grande, ¡estarás ayudando a que mis humildes personajes continúen cobrando vida en tu imaginación! Juntos, podemos asegurarnos de que esta historia continúe y de que mi vacía cuenta bancaria no termine siendo el trágico final de este historia.

Y hablando de la historia, conversemos sobre este capítulo.

¿Otro capítulo sobre la marcha? ¿En serio era necesario? La verdad es que sí, por una sencilla razón: creo que muchos de ustedes podrían fácilmente adivinar muchas de las cosas que están por suceder si hubiera unificado todo el viaje de las legiones en un solo capítulo. De hecho, inicialmente, todo lo que hemos relatado aquí iba a estar dentro del capítulo 329. Pero entonces ese capítulo habría sido demasiado largo, tal vez tedioso, y buena parte del suspenso se habría perdido.

Otro aspecto importante a considerar es la perspectiva. Podría resumir los capítulos 329 y 331 en una sola frase: Bryan condujo rápidamente a las legiones por el territorio de Etolia hasta un pasaje secreto revelado por el pescador Ilmo que llevaba al monte Ida.

Pero, ¿podríamos realmente apreciar la gran hazaña que fue aquel recorrido con solo eso? Una cosa es saber que se hizo un viaje y otra muy distinta es conocer todos los detalles de aquel arduo camino de varios días que llenó de llagas los pies de los legionarios mientras avanzaban sin descanso, sin entender su destino, sin que Bryan les revelara nada y sin que él mismo estuviera del todo seguro… ¡Solo para descubrir luego que la peor parte del viaje ni siquiera había comenzado!

Aunque el recorrido por el túnel espantoso y el desfiladero no duraron tanto tiempo, fue indudablemente la parte más agotadora de su viaje, tanto físico como mentalmente. Lo que esos hombres lograron, impulsados ​​por el miedo y el remordimiento, fue sorprendente y era importante que el lector pudiera de algún modo empatizar con esos guerreros.

Todo esto, que relato de manera fantasiosa, tiene un trasfondo más histórico de lo que se piensa, ya que la misma hazaña fue lograda por las legiones hispanas de Escipión el Africano durante la histórica captura de Cartago Nova, la actual Cartagena. Como habrán notado, soy un fanático de este personaje y muchas de las decisiones que Bryan toma están de algún modo inspiradas en lo que haría Escipión.

Pese a todo esto, es cierto que todo este relato podría resultar un poco extenso para los lectores que no necesariamente disfruten de estos detalles, los cuales personalmente considero importantes. Precisamente por eso se me ocurrió dividirlo en dos partes, insertando como una especie de intermedio los acontecimientos en las ciudades de Helénica y Micénica.

Quiero dejar muy claro que esto no fue un accidente de último momento, ya que planifiqué todo este segmento desde hace mucho tiempo, incluso cuando aún estaba escribiendo el Libro III. Desde entonces, comencé a hablar sobre la formación de la Falange que usaron los Enanos para defenderse de los Troles del Bosque, así como la que usó el Batallón Sagrado del Culto de Idramón.

El detalle de la Laguna fue definitivamente lo más complicado y que más veces tuve que reescribir para que fuera creíble. En la toma de Cartago Nova, hay un reflujo de aguas que permite a los legionarios atravesar una laguna a pie, pero esto se debe a que dicha laguna es de agua salada, al estar junto al mar. El reflujo se produce debido a la marea menguante durante la noche.

Aunque los ríos también menguan un poco durante la noche, el efecto no es tan evidente. Al principio, consideré hacer que la caverna fuera completamente subacuática y que los legionarios tuvieran que caminar unos minutos bajo el agua. Sin embargo, me pareció que eso resultaba demasiado irreal, sobre todo teniendo en cuenta que Sexto Rufo no sabe nada sobre el pasaje secreto (el motivo por el que Bryan no puede decírselo quedará mejor aclarado en el próximo capítulo, aunque seguramente ya pueden deducirlo).

Por todos esos motivos, tuve que reescribir todo el capítulo más de una vez para encontrar una solución adecuada. Afortunadamente, ya había establecido que Helénica es una ciudad con grandes cisternas para almacenar agua, la cual debe provenir de algún lugar. Esto me ayudó a volver a mi idea inicial y conseguí exactamente lo que quería. Aun así, tuve que investigar bastante para recrear bien el escenario: ¿Cómo impermeabilizaban las antorchas en tiempos antiguos? ¿Cómo encenderían las antorchas luego de llegar a la caverna? ¿Cómo era el equipo para escalar? ¿Cómo se llamaban los ganchos? ¿Qué tipo de embarcación podía navegar por un arroyo? ¿Qué forma debería tener el pasaje y la caverna? Espero que todos esos detalles hayan servido para enriquecer este capítulo.

La tercera y última parte del viaje en el desfiladero también está inspirada en un hecho histórico, nada menos que la Batalla de Megido del Faraón Tutmosis III, donde Egipto logró vencer a un ejército muy superior precisamente porque Tutmosis se atrevió a hacer pasar a sus tropas por un desfiladero muy estrecho. Esta ruta era tan arriesgada que sus enemigos ni siquiera la consideraron como una posible vía de ataque.

Aquella batalla es muy importante porque literalmente es la primera batalla del mundo que tiene una crónica detallada en la que se registra qué hizo cada ejército.

En cuanto a las imágenes, todas son completamente originales y fueron generadas por diversas inteligencias artificiales, luego retocadas en Photoshop, especialmente las del pescador Ilmo. La imagen más complicada de todas fue la de Bryan conversando con el pescador, ya que requería muchos trucos y un trabajo minucioso. Aunque no logré exactamente lo que quería, creo que conseguí algo bastante cercano que permite imaginar cómo fue aquella reunión.

Por cierto, no sé si notaron el detalle en el que Bryan miente descaradamente al decirle a Ilmo que “El Pretor es uno de sus mejores amigos”, ya que esta hablando del Pretor de Odisea, el mismo al que amenazó para matar al burgués que atacó los prostíbulos y a quien le robó su colección de vinos. Aunque no es mentira que ese hombre no se atrevería a rechazar una orden suya.

Los gráficos esquemáticos sobre la laguna y la forma en que el agua baja fueron una inclusión de último momento, por si mis descripciones de lo ocurrido fallaron en explicar lo que sucedió. Espero que hayan sido de su agrado.

Pero déjenme saber su opinión en los comentarios: ¿Qué les pareció el capítulo? ¿Qué aspectos de la historia te gustaron más: la tensión en la travesía por el túnel subterráneo, los giros inesperados de la trama o la descripción del entorno natural? ¿Qué opinas del desarrollo del personaje de Sexto Rufo en este capítulo? ¿Te identificas con sus emociones y decisiones a lo largo de la historia? ¿Qué opinas de la decisión de Bryan de bloquear la salida del desfiladero, dejando atrapados a los legionarios? ¿Crees que fue una medida necesaria o una acción desesperada? ¿Qué aspectos de la narración te resultaron más impactantes o memorables en este capítulo? ¿Hay algún detalle específico sobre el entorno subterráneo o el desfiladero que te haya llamado la atención o te haya sorprendido? ¿Tienes alguna teoría o predicción sobre lo que sucederá en el próximo capítulo basada en los eventos de este capítulo?

Si les ha gustado esta historia, les pido que consideren apoyarme mediante los enlaces de mi cuenta en Patreon, ya que realmente necesito mucha ayuda económica. Incluso un dólar puede ser un alivio significativo, sobre todo en estos tiempos de recesión económica en mi país. También los invito a compartir esta historia con todos los que puedan en sus redes sociales para que más personas se unan a nuestra comunidad de lectores. Y si encuentran algún error ortográfico o de concepto, les agradecería que me lo mencionen para poder corregirlo lo antes posible.

¡Nos vemos en el siguiente capítulo…! si no me cortan la luz este mes…