¡Por favor patrocina este proyecto!
No sé cuánto tiempo transcurrió desde entonces, pero cuando desperté, estaba en la cama de mi habitación. Me habían arropado con cuidado, vistiéndome con mi pijama y cubriéndome con las sábanas justas para no sentir frío ni calor excesivo. Al voltear la cabeza, vi a Levienna durmiendo en una silla al lado de mi cama. Su rostro agotado dejaba claro que había pasado largas horas cuidándome con dedicación.
Volví a mirar hacia el techo, sorprendido por el asombroso contraste entre lo que sentía en este momento en comparación con la aterradora experiencia que sufrí al conocer al Marqués Baskerville. No podía recordar la última vez que alguien se esforzó tanto en cuidarme. Levienna no me debía nada, pero había sido casi tan atenta como una madre o una esposa devota. Observé su rostro dormido y no pude evitar pensar:
“¡Qué gran vasalla sería, si hubiera tenido un buen señor! Es un desperdicio que alguien tan excelente como ella esté al servicio del maldito Zenón.”
Me incorporé ligeramente para mirar a mi alrededor. Las cortinas estaban cerradas, y noté que era de noche porque la chimenea estaba encendida. Busqué el reloj que se alzaba en una esquina de mi dormitorio y vi que las manecillas marcaban las doce. Traté de moverme, pero de inmediato sentí un fuerte acalambramiento.
Gracias a la poción de Levienna, todas mis heridas físicas habían sanado, pero aún quedaba una sensación espantosa, como si tuviera varias estacas clavadas en el cuerpo. Con el tiempo, comprendí que se trataba de secuelas psicológicas; El dolor de la tortura de Garondolf superaba todo lo que había experimentado en mi vida anterior. Antes de darme cuenta, estaba sufriendo escalofríos y sudando frío solo de recordarlo.
Jamás imaginé que el padre de Zenón pudiera ser semejante monstruo, y menos aún con su propio hijo. Sabía, por el lore del juego, que Garondolf era despiadado, pero no comprendía lo que eso significaba hasta vivirlo en carne propia. Siempre había pensado que Zenón era un depravado porque lo habían criado sin disciplina, sin restricciones, dejándolo hacer lo que quisiera. Nunca se me ocurrió pensar que fuera una reacción de sobrecompensación extrema.
“Tal vez Zenón no nació como un monstruo; sino que lo convirtieron en uno.”
Me agarré el pecho con fuerza, tratando de contener los espasmos que me sacudían, apretando los dientes con fuerza para no gritar. Por fin comprendía quién era el principal responsable no solo de la locura y el sufrimiento de Zenón Baskerville, sino también del dolor de Levienna, de las heroínas, del héroe León Brave, y, en última instancia, de la destrucción del mundo.
“Garondolf Baskerville… ¡Maldito enfermo! ¡Torturaste a tu propio hijo durante años, meses y días, hasta que lo volviste loco!”
Zenón era un aristócrata, así que exteriormente podía parecer privilegiado. Pero en secreto, y pese a todos sus esfuerzos, era sometido a una tortura física y mental constante por su propio padre, viviendo en un terror silencioso en su propia casa. En cambio, León Brave era un plebeyo sencillo e inocente. Pero, gracias a la Sangre del Héroe que corría por sus venas, lograba con facilidad las proezas que a Zenón le habían costado toda una vida. Además, contaba con el amor incondicional de su amiga de la infancia, el favor de los profesores, y era la persona más popular de la escuela, eclipsando constantemente a Zenón sin siquiera proponérselo. Eso solo provocó que Garondolf lo sometiera a más torturas. Si los eventos seguían el curso de DunBrave, Zenón había soportado este tormento en silencio por al menos un año y medio. Si a eso se le suma los traumas de su niñez, no era extraño que desarrollara una envidia patológica hacia León.
El detonante debió llegar cuando León regresó tras vencer al Rey Demonio, convertido en un héroe legítimo, con un harén de las mujeres más codiciadas y admirado por todas las naciones del mundo. León tenía, en ese momento, mucho más de lo que Zenón jamás habría podido desear.
Entonces, Zenón decidió destruirlo por completo: Arrebataría a las mujeres que amaba, arruinaría su reputación, y lo torturaría hasta obligarlo a ver, impotente, cómo profanaba todo cuanto valoraba.
Tuve esta revelación cuando, de pronto, recordé las palabras de Garondolf Baskerville: - Así que hazte fuerte, Zenón. De lo contrario, te descartaré y buscaré a otro sucesor. -
“¿Descartarme? Dijo… igual que descartó a sus primeros hijos solo para enviar un mensaje a sus rivales.” Pensé con amargura, mientras un fuego de ira comenzaba a arder en mi interior, disipando poco a poco el frío que me atormentaba. “Parece que tengo un objetivo aún más apremiante que derrotar al Rey Demonio. ¡Pues que así sea!”
Hasta ese encuentro con mi padre, mi único propósito, una vez que encontrara la forma de asegurar que León Brave venciera al Rey Demonio, era vivir una vida pacífica y retirada. Pero la existencia de Garondolf Baskerville había destruido esos planes, como destruía todo lo que tocaba. Mientras él viviese, no tenía ninguna esperanza de dirigir mi destino ni de lograr un final que no fuera una muerte trágica.
¿Debía intentar huir? No, eso era imposible. Con la red criminal de Garondolf, no duraría ni un mes escondido. Tal vez menos. Me conozco bien y sé dónde están mis fortalezas. Pasar desapercibido, asumir una nueva identidad o escapar en secreto del país definitivamente no están entre ellas. Quizás en el futuro aprenda a hacerlo, pero, por ahora, no tengo idea de cómo moverme entre las sombras sin ser descubierto. Además, todas esas acciones rozan lo delictivo, y el Marqués Baskerville se enteraría de mi intento de escapar aún más rápido que si simplemente tomara un carruaje fuera de la ciudad.
Pedir ayuda a alguien más también está fuera de cuestión. En este mundo, los únicos aristócratas con más poder que un marqués serán los duques, pero no conozco personalmente a ninguno. Y dudo mucho que alguno se arriesgue a enfrentarse a la familia Baskerville para darme asilo, sobre todo sin ganar nada a cambio. La política es la ciencia de lo posible, después de todo. Rescatar a una persona común que sufre abusos es una cosa; recibir al único heredero de una familia influyente, impidiendo que su padre lo vea, es algo totalmente distinto. Zenón Baskerville, además, no tiene una buena reputación, así que no hay razones para que los demás sientan misericordia hacia mí, al menos no en el corto plazo.
Lo mismo aplica se aplica a la única otra opción para que alguien me ayude: el héroe León Brave. De por sí, León ya parece tener un fuerte antagonismo conmigo, así que es poco probable que me crea si le cuento mi situación. Pero, incluso si lo hiciera, nada cambiaría, porque todavía no es lo suficientemente poderoso como para ayudarme. De hecho, podría ser muy peligroso. Con lo noble que es, quizás León intentaría enfrentarse al monstruo de Garondolf Baskerville, y ese hombre no dudaría un segundo en matarlo. Serie el fin del juego. El mundo quedaría a merced del Rey Demonio. No, León solo tendrá el poder suficiente para ayudarme dentro de al menos dos años. Hasta entonces, debo asegurarme de que nunca se cruce con Garondolf.
Volví a mirar las manecillas del reloj, que en ese momento me parecieron espadas esperando el momento para cortar mi cabeza. Mi padre había dejado claro que, si no superaba a León Brave en el próximo examen, lo pagaría caro. Pero, debido a la Sangre del Héroe, la brecha entre nosotros solo se haría más grande. Tal vez pudiera vencerlo una vez aprovechando mi conocimiento del juego. ¿Pero qué pasaría en el siguiente examen? ¿Y en el siguiente? ¿Debía vivir esta nueva vida aterrorizado en mi propia casa?
Si las cosas iban a ser así.
- Mataré a Garondolf Baskerville. Debo hacerlo; es necesario, y sucederá. - Susurré, sintiendo una determinación que hasta ahora desconocía en mí: - Por todo el horror que ha desatado en este mundo, incluida la locura de su propio hijo, no permitiré que ese hombre se siga saliendo con la suya. Ahora que sé lo que debo hacer, obtendré los medios para lograrlo. Juro que esto no acabará hasta que atraviese su negro corazón con mi espada. -
El desdichado de Zenón Baskerville nunca tuvo oportunidad. Pero yo no soy él. Estoy aquí, estoy vivo, y puedo cambiar las cosas. Voy a destruir el patético escenario que ese supuesto padre ha construido y erradicaré hasta el último de los tentáculos de su organización maligna.
Finalmente tenía un objetivo claro, y eso era motivo de celebración. Sin embargo, aparentemente hablé con más fuerza de la que pretendía al susurrar mi juramento, porque unos segundos después escuché el sonido de alguien bostezando.
Entonces…
- ¡Joven Maestro! -
- Ah… ¡Espera!... -
Levienna se despertó y se lanzó hacia la cama para abrazarme como una leona abrazaría a sus cachorros. Y no es una figura retórica. Usó tanta fuerza que, sin querer, terminó asfixiándome, y volví a perder el conocimiento. Lo último que escuché fue su grito de pánico al darse cuenta de que me había desmayado de nuevo.
El juramento
En este capítulo, me concentré en ajustar los diálogos para que tuvieran más naturalidad en nuestro idioma. También eliminé algunas explicaciones que me parecieron largas o redundantes, como: “Zenón comenzó a experimentar un tipo de envidia intenso y obsesionado con León que se presentaba a todas horas” . En su lugar, opté por el término psicológico directo: envidia patológica . Esto ayudó a mantener el enfoque narrativo en el sufrimiento de Zenón sin saturar al lector con una segunda carga emocional que explicara sus sentimientos internos.
Creo que lo más interesante de este capítulo es cómo el protagonista realiza un análisis psicológico del personaje que tanto detesta, demostrando una habilidad aguda para juzgar el carácter de los demás. A pesar de haber tenido solo un encuentro breve, aunque traumático, con su padre, rápidamente entiende la situación. Esto destaca que su edad mental es claramente mayor que la de Zenón, y que ya no piensa como lo haría un adolescente. Además, es excelente tomando decisiones, incluso si son difíciles. Otro personaje podría haber intentado huir del Marqués Baskerville, pero él analiza su situación con criterio y asume con rapidez lo que debe hacer. Este es, sin duda, uno de sus rasgos más positivos.
Espero que hayan disfrutado de este capítulo.