¡Por favor patrocina este proyecto!
- Tienen que estar bromeando. - Dijo Bryan, cruzando los brazos y cerrando los ojos en un intento de contener la furia que hervía en su interior. Sin embargo, la vena inflamada en su frente era visible para todos.
En ese momento se encontraban reunidos en su tienda de campaña, donde los esclavos habían colocado apresuradamente una larga mesa. Bryan ocupaba el puesto de honor, mientras que a su derecha estaban sentados sus oficiales: los tribunos y centuriones de las Legiones V y VI. Frente a ellos, una docena de maestros artesanos, cada uno con un asistente de pie a sus espaldas, aguardaban en silencio.
Por lo general, estos líderes artesanos eran hombres de carácter intimidante. Si bien respetaban a la aristocracia, todos sabían que monopolizaban el conocimiento de la ingeniería y la arquitectura, lo que les otorgaba un estatus privilegiado. Nada podía construirse sin su colaboración, y el respaldo del poderoso Gremio Mercante de Bootz los hacía aún más influyentes.
Pero en ese momento, aquellos hombres rudos evitaban levantar la vista de la mesa. Sus cuerpos estaban tensos, y hacían lo posible por no llamar la atención del Barón Bryan de Valderán, un aristócrata recién nombrado. La razón era evidente: el aura de malevolencia que emanaba de él les erizaba la piel. Sus instintos les gritaban que, si cometían un error, el Procónsul no dudaría en arrancarles la cabeza allí mismo.
Para muchos, esta era una situación inaudita. Sobre todo porque, desde su perspectiva, no creían haber hecho nada malo al detener la obras.
- Poderoso Señor, no comprendo… - Se atrevió a decir uno de ellos, luchando por hablar a pesar del miedo.
- No, yo soy el que no comprendo. - Lo interrumpió Bryan con un tono despiadado: - Estoy organizando una campaña militar contra los enemigos del Imperio, quienes en este preciso momento deben estar planeando invadirnos. Lo único que puede evitarlo con relativa seguridad es esa muralla que bloquea el acceso a la provincia. El acceso a MI provincia. - Remarcó con furia: - ¿Acaso no es evidente lo crucial que es no retrasar el progreso de las obras ni un solo día? ¿No les he pagado el doble de salario por adelantado precisamente por eso? ¿No contraté el triple de obreros para que pudieran trabajar en dos turnos, de día y de noche, sin sobrecargarlos? ¿No consagramos un altar a los dioses e hicimos los sacrificios necesarios para evitar accidentes? -
- Todo eso es cierto, Barón. Pero lo que ocurre… -
- ¡Si, realmente quiero saberlo! - Bramó Bryan, arrojando con furia unos papeles sobre la mesa: - ¡Explíquenme por qué han detenido los trabajos en todas las obras! ¿Acaso todos se despertaron inválidos? ¿Sufren algún problema cerebral? ¡He gastado una fortuna en esto y, sin embargo, no escucho el sonido de hombres construyendo! ¡Realmente quiero entender qué es lo que pasa! -
Las últimas palabras resonaron con el tono inconfundible de un ultimátum.
Durante unos segundos, reinó un silencio absoluto. Ningún artesano quería ser el primero en hablar. Tampoco ayudaba el hecho de que los centuriones Cayo Valerio y Sexto Rufo los miraban con ojos asesinos, como depredadores listos para desenvainar sus espadas al menor gesto de Bryan.
Finalmente, uno de ellos, el más curtido y anciano, se atrevió a levantar la cabeza.
- Señor Barón, lo que ocurre no es que hayamos detenido las obras, sino que estamos realizando los preparativos. -
- ¿Preparativos? ¡¿Qué preparativos hay que hacer?! - Preguntó Bryan, confundido.
- Tenemos que coordinarnos para llevar a cabo los trabajos. - Intervino otro de los maestros.
- ¿Qué hay que coordinar? Ya les dije que trabajen en los fosos, el muro, el torreón y las paredes del laboratorio de alquimia. -
- Sí, pero primero necesitamos determinar las medidas. -
- ¿Las medidas? -
- Exactamente. - Explicó el artesano veterano: - En cualquier obra de gran envergadura siempre hay un momento en el que debemos detenernos para coordinarnos. No todo el mundo ha aprendido el oficio en el mismo territorio, así que necesitamos establecer un sistema de escalas y medidas en común que todos podamos utilizar. -
- Explíquense mejor. - Ordenó Bryan, mirándolos severamente. Aunque su ira no había desaparecido, su tono descendió algunos niveles.
Los maestros artesanos intercambiaron miradas de alivio y comenzaron a explicar. Aparentemente, en cada región se usaban distintas formas para medir distancias y pesar cargas. Algunos utilizaban el pulgar como referencia; por ejemplo, al construir escaleras, cada peldaño debía medir entre diez y once pulgares de ancho. En otras ciudades, en cambio, se usaba el dedo, similar al pulgar pero más delgado. Otros preferían la anchura de la palma de la mano sin incluir los dedos, la distancia del codo hasta la punta de los dedos, o incluso la envergadura de los brazos completamente extendidos. Estas solamente eran algunas de las diferentes formas de medir y calcular que se utilizaban.
El problema en la construcción de las trampas de los fosos era que herreros, carpinteros y armeros necesitaban trabajar en conjunto, pero mientras algunos medían en pies, otros usaban codos, lo que generaba confusión. Peor aún, existían unidades completamente arbitrarias, como las varas, que eran cañas secas cuyo largo dependía de la región donde crecieran.
Y para complicar las cosas, las medidas no siempre eran uniformes. Una persona podía tener un pulgar más largo o un brazo más grueso, por lo que incluso si dos artesanos usaban el mismo sistema, sus resultados no necesariamente coincidían.
Algo similar ocurriría con los volúmenes. Algunos usaban el puñado, que correspondía a la cantidad que cabía en la palma de la mano y, naturalmente, variaba según la persona. Otros empleaban tazas, barriles, cántaros o ánforas, cada uno con medidas distintas según la región.
Ni siquiera el tiempo se salvaba de la inconsistencia. Bryan nunca había notado el problema, ya que en la Academia y en la capital se usaban sistemas mágicos para medirlo. Sin embargo, allí, algunos artesanos utilizaban la hora de vela, que equivalía al tiempo que tardaba en consumirse una vela, pero esto variaba según el grosor y el tipo de cera. Otros medían el tiempo por jornadas, desde el amanecer hasta el atardecer, pero esto también dependía de la estación del año. También estaba el Cuenco de Flujo, que básicamente era un cántaro de cerámica lleno de agua con un orificio en la base, por donde el agua fluía a un ritmo constante. Cuando el líquido terminaba de escurrirse, significaba que había pasado una unidad de tiempo, pero esto dependía del tamaño del cuenco en cuestión.
- Tienen que estar bromeando. - Repitió Bryan, esta vez con una expresión verdaderamente exasperada: - ¡¿Por qué no tienen una unidad de medida universal?! -
Los Maestros Artesanos lo miraron confundidos, hasta que finalmente el más veterano respondió:
- Eso es imposible, señor Barón. Es natural que los artesanos usen medidas diferentes en cada región, según les convenga. Además, ¿cómo decidiría qué método utilizar? Generalmente, estos cambian dependiendo del lugar, y es normal que nos adaptemos al que usen en cada sitio. -
Bryan no podía creerlo. Todos sus planes para la reconstrucción de la base se habían encontrado con un obstáculo completamente imprevisto y, en cierto modo, él mismo era responsable. Después de todo, debió haberse informado mejor sobre las técnicas de construcción en ese mundo.
- ¿Cuánto tiempo les tomará ponerse de acuerdo y elegir un método de medida? - Preguntó, tratando de mantener su expresión bajo control.
Pero justo en ese momento, vio algo que le hizo querer golpearse la cabeza contra la mesa. Todos los asistentes detrás de los artesanos sacaron un objeto rectangular de madera, con hileras de cuentas ensartadas en varillas delgadas, y comenzaron a moverlas a toda prisa. Pronto, la habitación se llenó del sonido de la madera golpeando. Bryan tardó un segundo en reconocerlo, pero cuando lo hizo, sintió un escalofrío de desesperación: el ábaco.
"¡Por los divinos! ¡¿Necesitan un instrumento para hacer los cálculos?!" Pensó, conteniendo el impulso de gritar.
Mientras esperaba el resultado, uno de los Lictores ingresó a la tienda y anunció:
- Mi general, el mercader llamado Fabián pide permiso para verlo. Parece que ya terminó sus asuntos en la Ciudad de Valderán y ha venido a despedirse. -
Bryan miró de reojo a los artesanos. Estaba claro que no terminarían los cálculos pronto, así que asintió al Lictor para que lo dejase pasar.
- ¡Salve, Barón Bryan… - El mercader comenzó a saludarlo con efusividad, pero en cuanto notó el mal humor de su estimado socio, su tono cambió de inmediato: - ¿Sucede algo? -
- Los dioses se ríen de mí, Maese Fabián. - Respondió Bryan, invitándolo a sentarse antes de explicarle la situación.
- ¡Oh, ya lo entiendo! - Dijo Fabián tras escuchar el relato: - Pero, señor Barón, no puede enfadarse con los artesanos. De hecho, esto es un problema bastante común. -
- ¡¿Pasa todo el tiempo?! - Exclamó Bryan, frustrado.
- Me refiero a que es común en proyectos de gran envergadura como este. - Aclaró el mercader: - No sería un inconveniente si habláramos de una carretera o un puente, pero una fortaleza militar requiere el trabajo coordinado de muchos obreros especializados en disciplinas distintas. Además, garantizar la calidad es esencial. Un simple error podría costar la vida a cientos, quizás miles de personas. ¡Por eso es inevitable detenerse y unificar las medidas antes de continuar! -
- En serio ¿es inevitable? ¡Necesito que los trabajos comiencen ya! -
- Es mejor perder unos días planificando que pagar las consecuencias de un fallo catastrófico. - Asintió Fabián: - En cierto modo, es como la guerra misma. -
"Pensándolo bien, tiene razón".
Bryan recordó los meses que pasaron recopilando información y planificando cada detalle antes de arriesgarse en la emboscada del Campo de Sangre. Sus oficiales no eran expertos en construcción, pero por sus expresiones relajadas, parecía que habían llegado a la misma conclusión que él, ya que su actitud se relajó bastante.
- Con eso en mente… - Continuó Fabián, empleando un tono de voz vacilante que puso en alerta a Bryan: - Quizás sea el momento de hablar sobre los problemas con los materiales y suministros. -
- ¿Problemas? No, no, no… Se supone que los materiales ya están pagados y tenían que traerlos por adelantado. - Exclamó Bryan, volviéndose hacia el mercader con una mirada alarmada: - Compré cientos de clavos, bisagras, sogas, poleas y guarniciones de hierro. También varios toneles de arcilla y cal, además de reunir de antemano una gran cantidad de piedra y madera. ¡No debería haber ningún problema, ¿verdad?! -
- Si, por supuesto. - Asintió Fabián, reprimiendo una sonrisa: - Pero en este viaje solo trajimos una cantidad provisional porque… bueno… no hay otra forma de decirlo: necesitamos definir las cantidades exactas y hacer algunas correcciones. -
- ¿Correcciones? -
Uno de los albañiles carraspeó para llamar la atención y explicó:
- Las barras de refuerzo enviadas por los herreros del Gremio Mercante de Bootz son más cortas de lo necesario. Fueron forjadas usando "codos" como unidad de medida, mientras que en tiempos del Emperador Valderio, cuando se construyó el Torreón, se utilizaban "varas". Tendremos que modificar el pedido. -
- ¿Se están burlando de mí? - Murmuró Bryan, llevándose una mano a la frente.
- Además… - Continuó el artesano: - sobre los bloques de piedra que el Barón ha reunido tan generosamente… -
- Sí, ordené a los legionarios que los cortaran para ahorrarles tiempo. - Respondió Bryan, mirando a sus tribunos.
- Usamos medidas como codos y manos, como es costumbre. - Dijo Eumenes de Cardia, y el resto de oficiales asintieron.
- Sí, pero para el muro original se usaron pies. - Explicó el albañil: - Como resultado, los bloques no encajan correctamente y deberán ser ajustados manualmente en el sitio, lo que retrasará las obras. -
Bryan se quedó en silencio.
- También debo informarle que el mortero enviado desde otra región está formulado con proporciones basadas en "puños de arcilla" y "barriles de agua", mientras que la mayoría de los albañiles aquí presentes están acostumbrados a trabajar con "baldes" y "puñados". - Añadió apresuradamente el maestro albañil, temiendo una nueva explosión de ira: - Si no hacemos las conversiones adecuadas, el mortero podría quedar demasiado seco y no adherirse bien, o demasiado líquido y escurrirse entre las piedras. -
- ¡Suficiente! - Exclamó Bryan, golpeando la mesa con ambas manos.
El estruendo silenció a todos los presentes de inmediato. Luego, se puso de pie y comenzó a caminar de un lado a otro como un león enjaulado, irradiando la misma intención asesina que una bestia enfurecida. Nadie osó moverse; solo lo seguían con la mirada, conteniendo la respiración.
Afortunadamente, después de unos minutos, Bryan se detuvo. Soltó un largo suspiro y, con él, toda la furia se desvaneció de su rostro. Luego se volvió hacia sus tribunos con una mueca de fastidio.
- ¡Este es un problema estúpido! - Sentenció con tono resignado, aunque en seguida su voz adquirió una nueva determinación: - Pero sigue siendo un problema. La guerra no espera a nadie y no pienso permitir que las obras de mi fortaleza se detengan durante semanas por algo tan ridículo. ¡Así que ahora mismo encontraremos una solución! -
“Pensándolo bien, debería haber previsto esto...” Bryan susurró internamente: “En la antigua China también utilizaban medidas arbitrarias como el shìzhì, derivadas del cuerpo humano. El Li se definió como la distancia que una persona podía caminar en un día, aunque evidentemente variaba según la resistencia de cada individuo. Incluso en los tiempos de mi padre como pescador, lo escuché hablar de los Jin, una medida de peso que, en teoría, equivalía a lo que una persona podía cargar con comodidad… unos quinientos gramos, si mal no recuerdo. ¡Qué distinto fue todo tras la adopción del sistema métrico!”
Justo en ese momento, un recuerdo de su vida pasada acudió a su mente. Tenía que ver con las matemáticas… algo en lo que Han Shuo nunca fue bueno y, por eso, jamás lo entendió del todo.
******
Un pariente suyo, que había trabajado como ingeniero en EE.UU. Durante años, había venido de visita. En cuanto el alcohol empezó a hacer efecto, comenzó a despotricar con una intensidad que dejaba en evidencia un rencor acumulado por largo tiempo.
- Existen dos tipos de países en este mundo, pequeño Han. - Dijo el hombre con una mueca despectiva: - Aquellos que usan el sistema métrico y aquellos dinosaurios que todavía usan el imperial. -
- ¿Imperial? - Preguntó Han Shuo, frunciendo el ceño.
- Es el sistema de medición que usaban los británicos, basado en pulgadas, pies, nudos y la maldita libra. - Explicó su pariente, extendiendo su copa para que le sirvieran más vino: - Y, como todo lo británico, se fundamenta en unidades obsoletas. -
Han Shuo tomó la botella, pero lo miró con una ceja levantada. Después de todo, los chinos todavía guardaban un resentimiento histórico contra los británicos por la Guerra del Opio y la cesión de Hong Kong, así que quizá el hígado de su interlocutor era lo que estaba hablando en lugar de su razón. Sin embargo, su pariente pareció leerle la mente y aclaró:
- No me malinterpretes. Quizás el sistema imperial tuvo sentido hace un siglo, pero ya es tiempo de actualizarse. De hecho, incluso los británicos lo han abandonado y ahora usan metros, como todos los países cuerdos del mundo. Sí, todos los países… excepto EE.UU., Liberia y Myanmar. ¡El trío de idiotas! No tienes idea de todos los dolores de cabeza que he tenido que soportar mientras trabajaba en Chicago porque insisten en seguir usándolo. -
- Pero debe tener alguna ventaja para que… -
- ¡Ninguna! ¡Ninguna en absoluto! - Lo interrumpió su pariente con vehemencia: - De hecho, ocurren accidentes todo el tiempo porque cualquier ingeniero decente trabaja con metros, igual que todos los programas informáticos. Pero los operadores de maquinaria pesada aprenden a trabajar con el sistema imperial. ¡Y por eso los ingenieros estamos obligados a convertir constantemente las unidades! ¡Maldita sea, dejen de usar el imperial! -
- ¿Y qué tiene de bueno el sistema métrico? -
- ¡¿Que qué tiene de bueno?! - Exclamó su pariente, mirándolo con indignación, pero luego se calmó un poco: - Perdón, olvidaba que reprobaste tu último examen de matemáticas. -
- Sí, gracias por recordarlo. - Respondió Han Shuo con una sonrisa tensa, aunque por dentro se imaginaba escupiendo en su bebida.
- En el mundo hay tres colores fundamentales: rojo, verde y azul. Con solo esos puedes crear cualquier otro color, desde el blanco hasta el negro. Todo depende de cómo los combinen en la proporción correcta. Eso te lo enseñaron en la escuela, ¿no? -
Han Shuo asintió, era algo que todos los niños aprendían en clase de arte.
- Pues bien, el sistema métrico es similar. Se basa en siete magnitudes fundamentales que permiten calcular cualquier cosa en el universo: tiempo, longitud, masa, temperatura, corriente eléctrica, cantidad de sustancia e intensidad luminosa. -
- No comprendo. -
- La velocidad es longitud/tiempo, el volumen es longitud al cubo, la densidad es masa/volumen… Podría seguir, pero básicamente estas son las medidas del lenguaje de todo lo que existe. - Explicó su pariente emocionado, recordando sus días de estudio en física. Pero al ver la expresión en blanco de Han Shuo, suspiró y decidió darle un ejemplo práctico.
- Mira, en el sistema imperial la unidad básica es la pulgada. Supongamos que tengo que construir una barandilla para un puente de una milla de largo. Cualquier ingeniero sabe que dos pernos de media pulgada son suficientes para asegurarla. Además, los postes de la barandilla están separados por seis pies. Entonces… ¿cuántas pulgadas hay en un pie? -
- ¿Doce? - Respondió Han Shuo con cautela.
- Exacto. Así que cada 6 pies equivalen a 72 pulgadas. Hasta ahí, todo bien. -
Han Shuo asintió, aunque ya sentía que su cerebro comenzaba a sobrecalentarse.
- Ahora, cada 72 pulgadas necesitamos 2 pernos. Pero nuestro puente tiene 1 milla de largo… ¿Cuántos pies crees que hay en una milla? - Preguntó el ingeniero luego de hacer una breve pausa para beber.
En ese momento Han Shuo lo intentó. De verdad trató. Pero por más que lo pensaba ninguna respuesta vino a su mente.
- No lo sé - Admitió finalmente: - Me perdí hace rato. -
- Si, yo también. - Dijo su pariente su pariente con una carcajada amarga: - ¡Y estudié ingeniería por cinco años! Así que mejor preguntémosle a la señora Du. -
La "Señora Du" era un apodo burlesco para Baidu, el Google chino. Su pariente sacó su celular y preguntó en voz alta:
- ¿Cuántos Pies hay en una Milla según el sistema Imperial? -
- 5280 pies. - Respondió la voz de la IA.
- Muy bien. Ahora, tengo que multiplicar esos 5,280 pies por las 12 pulgadas que hay en cada pie. ¿Cuánto es eso? -
- 63,360 pulgadas. - Dijo la IA.
- Entonces, pequeño Han… - Dijo su pariente con una sonrisa burlona: - ¿Crees que hemos terminado? ¡No! Ahora tenemos que dividir las 63,360 pulgadas totales entre 72 pulgadas para obtener 880 segmentos que tendrá la barandilla, y finalmente multiplicarlo entre 2 para saber cuántos pernos necesito ordenar en total. ¡Solo para saber cuántos pernos! ¿No te parece ridículo? ¿Para qué tengo que recordar todos estos números? -
Se inclinó sobre la mesa, con un gesto exasperado.
- Lo peor es que, si en lugar de una barandilla fuera otra estructura con distintas medidas, ¡todo el cálculo cambiaría porque cada maldita unidad del sistema imperial tiene relaciones arbitrarias con las demás! -
Han Shuo no lo había entendido del todo, pero cualquier cosa que simplificara esas matemáticas y redujera su dolor de cabeza le parecía una buena idea. En realidad, lo único que quería en ese momento era irse, así que simplemente le dio la razón a su pariente.
- Ahora haré el mismo problema, pero usando el Sistema Métrico: ¿Cuántos milímetros hay en un metro? ¡Está en el puto nombre, mil! ¿Y cuantos metros hay en un kilómetro? Una vez más, está en el maldito nombre: Kilo, o sea, mil. Así que, si tengo una medida en kilómetros, pero la necesito en metros… ¡solo tengo que mover el decimal tres lugares!
Incluso si tengo un número grande, como 138,15852 kilómetros, lo único que debo hacer es desplazar la coma y listo: 138158,52 metros. ¡Ya está! ¡Sin cálculos, sin necesidad de usar Baidu! ¡No hay margen de error! ¡Es simplemente un sistema mejor! -
De repente, se puso de pie y bebió de un solo trago todo el vino restante de su copa antes de proclamar:
- Y malditos sean los norteamericanos por obligarme a trabajar durante años con el estúpido Sistema Imperial. -
Justo en ese momento, la madre de Han Shuo entró y comenzó a reprender al invitado por gritar de esa manera. Aprovechando la distracción, el joven se escabulló rápidamente hacia la seguridad de su habitación. Sin embargo, la voz de su tío y su discurso en contra del Sistema Imperial y a favor del Sistema Métrico resonaron en su cabeza durante mucho tiempo.
******
Nuevamente en el presente, el Barón Bryan de Valderán soltó una risa mientras pensaba: “En honor a aquel pobre ingeniero, obligado a realizar absurdas conversiones constantemente, haré algo para convertir su dolor en alegría para las futuras generaciones”.
En su interior, ya había tomado una decisión: haría que los artesanos de Valderán aprendieran el sistema métrico. El único problema era que no tenía idea de cómo enseñarlo.
En su mundo, gracias al avance de la ciencia, medidas como los kilogramos ya no se definían por artefactos humanos, sino en función de la constante de Planck. El metro se basaba en la distancia que recorre la luz en el vacío durante una fracción de segundo, y los segundos se basaban en una compleja frecuencia de radiación que afectaba el estado de los electrones.
Naturalmente, Bryan no tenía la menor idea de cómo obtener esas eferencias en su mundo actual. Y en cuanto a la Planck… ¿qué sería eso? ¿Algún tipo de animal? Incluso si por casualidad hubiera visto la fórmula, en ese momento solo habría reconocido unos garabatos sin sentido.
- ¡Llamen a los alquimistas! - Ordenó a los Lictores: - Necesitaré su consejo para esto. -
Los guardias asintieron de inmediato y se apresuraron a cumplir la orden. Mientras tanto, Bryan seguía meditando sobre el problema que tenía por delante.
“Al final, todo se define por el Metro. Una vez que lo tenga, podré dividirlo usando un sistema decimal. Además, luego me servirá para calcular el peso y la velocidad de las cosas.” Pensó Bryan, mientras reflexionaba: “Es cierto que no sé mucho de física, pero afortunadamente no necesito saberlo. Solo necesito un objeto inicial. Algo sencillo que pueda servir para definir mi Metro. Puede ser cualquier cosa, pero lo ideal sería algo que jamás cambie o que sea constante, para que se considere absoluto.””
En ese momento, se le ocurrió una idea brillante. No estaba seguro de que funcionase, pero al menos resistiría todo tipo de críticas.
Justo entonces, Hermes Trismegisto entró en la tienda, seguido de los alquimistas.
- Mi señor Bryan - Saludó el anciano con reverencia: - Es un honor verlo. ¡Realmente ansío saber cuándo podremos contar con el laboratorio de alquimia! -
A pesar de que Bryan había otorgado a los alquimistas un trato preferencial dentro de la fortaleza, la realidad era que aún no contaban con un laboratorio adecuado para sus investigaciones. El espacio que ocupaban se dividía en varias secciones improvisadas por toda la fortaleza, desde pequeños cuartos llenos de frascos y pociones hasta amplias salas de experimentos que apenas se sostenían por los esfuerzos de los propios alquimistas. La falta de un laboratorio adecuado no había detenido su trabajo, pero sin duda ralentizaba su progreso.
- Hermes - dijo Bryan, llamando al anciano con una mirada decidida. - Justo necesito tu ayuda con algo que acelerará la solución de todos nuestros problemas. -
- ¿Qué necesita, señor? - Preguntó Hermes con interés.
- Algo muy particular. - Comenzó Bryan. - Quiero saber si existe un método para obtener un modelo o una impresión exacta de un ingrediente mágico, uno que pueda replicarse con total precisión. También necesito que el objeto original no sufra daño alguno, pues es extremadamente valioso. -
Realmente era una petición inusual. En lugar de pedir una poción o un objeto mágico, Bryan solicitaba algo que parecía más apropiado pedir a un escultor. La única justificación para emplear alquimia era la extraña necesidad de que el modelo fuera una réplica perfecta. Sin embargo, Hermes Trismegisto sabía que Bryan nunca pediría algo inútil, por lo que reflexionó brevemente antes de responder.
- Existe un método para hacerlo, pero necesitaríamos una Mesa de Encantamientos. -
- ¿No hay una opción alternativa? - Preguntó Bryan, frunciendo el ceño: - Las he comprado, pero aún falta un poco de tiempo antes de que el Gremio Mercante de Bootz las envíe. -
- El molde debe ser creado bajo condiciones controladas, donde la magia interactúe con el objeto cuya forma se desea replicar. - Explicó Hermes, pero luego añadió: - Bueno, lo que usted busca no es una transmutación alquímica auténtica, sino que un material adopte la forma del ingrediente mágico, ¿verdad? Si es así, creo que podemos hacerlo con una matriz mágica. No habría riesgo para el objeto original. -
Bryan asintió e inmediatamente planteó la siguiente pregunta.
- ¿Y qué tan resistente puede ser el material utilizado para la impresión? Quiero algo que aguante el paso del tiempo y las inclemencias del clima, que no se deteriore con facilidad. -
- Eso no sería un inconveniente - Respondió Hermes, confiado: - Sería distinto si se tratase de un objeto o arma que fuera a ser utilizado, pero si solo se trata de una escultura no muy grande… - El anciano dudó un momento, como si sus próximas palabras le resultaran incómodas: - Tengo en mi poder un saco de Mithril en polvo que podemos usar para darle la forma que usted desee. De este modo, el modelo podrá soportar siglos de desgaste sin perder su forma ni su integridad. -
Bryan se quedó en silencio por un momento, evaluando la propuesta. Luego, con una mirada decidida, planteó la última pregunta.
- Pero… ¿cómo puedo garantizar a otros que el molde resultante sea realmente una réplica exacta del ingrediente mágico? Quiero asegurarme de que nadie pueda dudar de que es una impresión perfecta. -
Hermes reflexionó durante un instante.
- Antes de concluir el proceso, puede acercar el objeto mágico que se está esculpiendo e imbuir parte de su aura sobre el propio Mithril. Así, su esencia quedará permanentemente fijada en la impresión final. Cualquier alquimista podrá entonces confirmar que el molde realmente está replicando el objeto en cuestión. -
Bryan asintió, satisfecho con la respuesta, y se inclinó ligeramente hacia adelante.
- Entonces, por favor, ayúdame a realizar el proceso. - Luego se volvió por un momento hacia Fabián. Y viendo que el mercader asentía, Bryan le aseguró al alquimista con una sonrisa: - No te preocupes por el Mithril en polvo, porque inmediatamente ordenaré que te traigan el doble con la próxima entrega de materiales. -
Hermes Trismegisto suspiró aliviado. Realmente le dolía sacrificar algo tan valioso como el polvo de Mithril para hacer algo tan inútil como una escultura, pero afortunadamente no saldría perdiendo con este trato. Sin embargo, aún le quedaba una duda.
- Mi señor. - Dijo con calma, como si estuviera evaluando cada palabra: - Antes de proceder, necesitaré saber exactamente qué objeto deseas esculpir. Solo así podré ajustar la matriz para obtener un resultado perfecto. -
Bryan no respondió de inmediato. Sin embargo, tras un momento de silencio, activó su Anillo Espacial y extrajo un objeto que iluminó el interior de la tienda con una luz dorada, sorprendiendo a todos los presentes.
- ¡Esto es…! - Exclamó Hermes, asombrado, pues jamás podría haber imaginado que vería un objeto tan invaluable.
Entonces, Bryan declaró con voz firme:
- Este es el modelo para mi nueva unidad de medida. La Pluma de Fénix, un objeto nacido de un ser inmortal. Será la base de la medición de todo en Valderán, el principio de lo que está por venir. Su existencia misma, inalterable por el paso del tiempo, será la medida de nuestra nueva era. De aquí en adelante, todo se medirá en función de su autenticidad. -
El impacto de sus palabras se sintió en el aire. La sala se llenó de murmullos y asombro. Los alquimistas no sabían qué pensar, pero todos comprendían el significado detrás de aquella declaración. A partir de ese momento, todos usarían una única unidad de medida, que sería absoluta por estar basada en un objeto proveniente de un ser divino.
Hermes Trismegisto, después de un momento de asombro, hizo una reverencia.
- Mi señor, esta es una elección verdaderamente audaz. La Pluma de Fénix... Su uso como modelo para una unidad de medida transformará por completo la manera en que se trabaja. Será un honor ayudarle a plasmar su visión. -
Bryan asintió, satisfecho con la reacción del alquimista, y miró a los presentes con una determinación renovada.
- Comencemos entonces. -
******
Unas horas después, en el centro del campamento, la expectación era palpable. Legionarios, artesanos, los oficiales e incluso el mercader Fabián se habían reunido en un área despejada dentro de la fortaleza, donde estos últimos preparaban el encantamiento con gran meticulosidad. Bajo la supervisión de Hermes Trismegisto, los alquimistas desplegaron ingredientes de la más alta calidad y comenzaron a dibujar una gran matriz de diseño estrellado sobre el suelo, que se extendía con una simetría perfecta.
Cuando todo estuvo listo Bryan extrajo la Pluma de Fénix y la sostuvo unos instantes entre sus manos, para que todos pudiesen admirarla. Luego, con un gesto casi ceremonial, le entregó la pluma a Hermes Trismegisto.
El anciano la recibió con ambas manos, sosteniéndola con sumo cuidado. Su respiración se volvió tensa, sus movimientos cautelosos mientras la transportaba hasta el extremo derecho de la matriz. En su interior no podía creer su suerte por poder tocar un objeto tan valioso y estaba tan nervioso que se demoró mucho más de lo necesario en llevarla hasta el extremo derecho de la matriz. Una vez hecho esto, se volvió hacia Bryan y, al ver su aprobación, caminó hasta el lado opuesto del patrón mágico, donde colocó el Mithril en polvo.
- ¡Que comience el proceso! - Ordenó el alquimista con voz firme.
Los glifos tallados en el suelo brillaron con intensidad creciente hasta que la matriz entera resplandeció como un sol naciente. Un zumbido vibró en el aire cuando la energía acumulada cobró vida, formando corrientes invisibles que danzaban entre la pluma y el Mithril.
De pie junto a los alquimistas, Bryan sintió el flujo de poder y levantó una mano para verter su propia magia en la matriz. Su poder se unió al de los encantamientos, estabilizando el proceso. Los alquimistas trabajaban con precisión, guiando el flujo de poder con cánticos y gestos ensayados.
El polvo de Mithril comenzó a elevarse, girando sobre sí mismo en una espiral turbulenta. Primero flotó como una neblina brillante, luego se condensó en un remolino plateado, agitado como si una tormenta lo atrapara en su centro. La presión mágica lo comprimió más y más, hasta que la sustancia incandescente adoptó una textura viscosa, semejante a un metal líquido.
Poco a poco el Mithril fue moldeándose de diferentes maneras. La luz de la matriz se reflejaba en su superficie pulida cuando, finalmente, la magia cumplió su propósito: el Mithril adoptó la forma de un bloque rectangular perfecto. Su base plana reposó sobre la piedra, mientras que, con un detalle minucioso, la Pluma de Fénix quedó grabada en su parte superior con un relieve impecable.
Justo antes de finalizar el proceso, Hermes corrió hasta donde yacía la pluma original y la llevó junto al bloque. Con un último encantamiento, la acercó lo suficiente para imbuir parte de su aura en el Mithril. Una vibración recorrió la estructura, y un resplandor dorado quedó fijado en su superficie, la última prueba de su autenticidad.
Bryan observó el resultado con satisfacción. Se acercó, posó una mano sobre el bloque aún cálido y, con voz firme, dio la orden final:
- Graben en su base la palabra "Metro". -
Así apareció lo que, con los años venideros, acabaría convirtiéndose en el objeto que sería la base para una medida universal en este mundo.
Cuando la inscripción estuvo terminada y el brillo de la magia se disipó, Bryan dio un paso adelante y se enfrentó a la multitud. Sus ojos recorrieron los rostros de los artesanos, alquimistas y soldados, asegurándose de que todos estuvieran atentos.
- A partir de este momento, todas las mediciones en Valderán se basarán en esta unidad. -Dijo, señalando el bloque de Mithril con la Pluma de Fénix grabada en su superficie: - Este es el Metro, la medida con la que calculamos distancias, tamaños y dimensiones de ahora en adelante. -
Se giró hacia los artesanos.
- Si un objeto es más pequeño que el Metro, lo dividiremos en partes iguales: diez partes serán un Decímetro, cien partes serán un Centímetro y mil partes serán un Milímetro. Y si es más grande, haremos lo contrario: mil Metros formarán un Kilómetro. -
Los presentes asintieron, tratando de asimilar el nuevo sistema. No era complicado, pero para muchos era un cambio radical en su forma de medir las cosas.
Luego, Bryan ordenó que, usando el metro, los artesanos le fabricasen un cubo con un material que apenas tenía peso y cuya anchura y altura eran de un decímetro. Se aseguró de que todos lo vieran bien antes de continuar.
- Ahora, vamos a definir la medida de volumen. Este cubo que ven aquí tiene diez centímetros a cada lado. Cuando lo llenemos completamente con agua, diremos que su capacidad es de un Litro. -
Con un gesto, ordenó que lo llenaran hasta el borde. Cuando el agua alcanzó el nivel exacto, prosiguió:
- Y finalmente, el peso. - Continuó: - La cantidad de agua contenida en este cubo será la base para nuestra nueva unidad de peso: el Kilogramo. ¡Pero cuidado…! - Aclaró con mucho énfasis: - El agua debe estar a temperatura normal, ni caliente ni helada. -
Se hizo un silencio en el campamento mientras todos reflexionaban sobre lo que acababan de escuchar. No había números confusos ni conversiones arbitrarias. Todo tenía una base clara, fácil de entender.
Bryan observó los rostros de los artesanos y vio que muchos asentían, comprendiendo el nuevo tipo de medida.
- Con este sistema, todo será más simple y preciso. Desde la construcción hasta el comercio, la alquimia y la ingeniería, todo podrá medirse con facilidad. -
Hermes Trismegisto cruzó los brazos y sonriendo con admiración.
- ¡Este sistema es extremadamente útil! Podemos dejar de adivinar cuantas cucharadas de un ingrediente o gotas de poción se tienen que usar y simplemente utilizar… -
- Mililitros y Gramos. - Asintió Bryan.
Fabián, que había estado observando todo con gran atención, no pudo evitar contener su entusiasmo y se acercó rápidamente a Bryan, con el rostro cargado de emoción y respeto.
- ¡Mi señor Bryan! - Exclamó con un tono cargado de súplica. - Este sistema es algo revolucionario. Sería un increíble avance para el comercio, la industria, la alquimia… ¡Para todo! Déjame informar sobre el Metro al Gremio Mercante de Bootz y seguro que lo difundiremos por todo el imperio. -
Bryan lo miró con una leve sonrisa, divertido por el fervor de Fabián, pero no perdió su actitud serena.
- ¿De verdad crees que los comerciantes querrán adoptarlo? - Preguntó Bryan, interesado, mientras sus ojos recorrían el bloque de Mithril que brillaba tenuemente.
- ¡Sin lugar a dudas! - Insistió Fabián, con un brillo de esperanza en sus ojos. - Si pudiéramos ofrecerles un sistema universal, basado en algo tan sólido y confiable como lo que usted ha creado… Lo llamaremos “La medida del Barón Bryan” y todos lo adoptarán con rapidez. ¡Será el legado de Valderán para el mundo! -
Bryan levantó una mano con gesto calmado, pensando por un momento. Sabía que Fabián estaba tratando de alinear sus intereses con el poder de su nombre, pero simplemente no le parecía correcto adjudicarse la invención de algo que otras personas habían ideado, por más que no fuesen de este mundo.
- No lo llamarás así. - Respondió con firmeza, mirando a Fabián a los ojos. - Este es un sistema universal, no una marca personal. Lo llamaremos “Sistema Métrico” y será una medida común para todos. En cuanto a mi permiso para llevarlo al Gremio, no lo necesitas. Desde que Phoebe y yo somos amantes todo lo mío le pertenece a ella. Así que puedes usarlo como desees -
Fabián lo miró sorprendido. Desde que lo conoció, nunca había visto que Bryan desperdiciase una oportunidad para obtener fama o dinero, pero ya que su amigo le ofrecía este increíble sistema de medición de forma gratuita, el mercader no pensaba hacerse de rogar.
Finalmente, Bryan levantó el bloque de Mithril y se lo entregó al artesano más veterano.
- Este bloque será colocado en una pared externa de la fortaleza. - Dijo con decisión. - Para que todos puedan medirlo en cualquier momento. -
Al día siguiente, el campamento parecía haber experimentado una transformación casi instantánea. Todos los artesanos, sin excepción, tenían cuerdas, listones o trozos de madera adaptados a la medida del Metro. Unos días después, los carpinteros, al mando de un grupo de aprendices, comenzaron a fabricar reglas de un metro de largo, perfectamente divididas en cien centímetros. Pronto las nuevas herramientas de medición comenzaron a circular por toda la fortaleza.
Las obras que habían tenido que dejar desatendidas por la complejidad de los cálculos previos avanzaron a un ritmo extraordinario. Lo que antes había sido un proceso tedioso y lleno de errores, ahora fluía con facilidad. Ya no era necesario recurrir solo a los maestros y sus aprendices directos para realizar los complicados cálculos de conversión de medidas; con el Sistema Métrico, incluso el trabajador menos educado podía comprender y aplicar las nuevas unidades sin dificultad. Las interrupciones en las obras se redujeron restrictivamente, y el trabajo, tanto en la construcción como en la fabricación, progresaba con una precisión y rapidez nunca antes vistas.
La Fortaleza de Valderán comenzaba a transformarse en un lugar más eficiente a pasos agigantados. Así que por fin Bryan sentía que las cosas eran lo bastante seguras como para dejar todo en manos de sus Tribunos y marcharse al Cementerio de la Muerte.
El "Metro" de Bryan
Hola amigos. Soy Acabcor de Perú, y hoy miércoles 29 de enero del 2025.
Me quedo sin tiempo, así que haré rápidamente las aclaraciones sobre el capítulo.
El Dominio Inmensurable de Dean Emma está basado en los poderes del personaje Accelerator del anime To aru Majutsu no Index, que tiene el poder de invertir los vectores de cualquier ataque. En cuanto a la desorientación, me inspiré en el poder de Shinji Hirako, un personaje de Bleach cuya espada tiene la habilidad de manipular los sentidos de las personas.
Muchos lectores me habían preguntado: ¿Cuándo Bryan hará algo con los conocimientos de su mundo para beneficiarse? Bueno, este capítulo es la respuesta a esa pregunta. Originalmente estaba viendo un video del Sistema Métrico Vs el Imperial y me quedé indignado de que, porque USA tiene el caprichito de usarlo, todos tengamos que sufrir utilizando un sistema inferior y anticuado que ni siquiera usan los ingleses que lo inventaron. ¡Realmente es ridículo! Lo más absurdo de todo es que, cuando lees la definición legal de las medidas imperiales… ¡Todas están definidas por metros!
Aunque no lo crean, me costó bastante escribir todo este capítulo porque realmente no soy bueno en matemáticas. ¡Ojalá no haya cometido un error! Pero espero que les haya resultado divertido de leer, especialmente porque la exasperación de Bryan fue el centro de todo esto.
En fin, ya leeré su impresión en los comentarios.
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¡Nos vemos en el siguiente capítulo!