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La imponente fortaleza, diseñada por los más grandes nigromantes de la historia, vibraba con el poder del Elemento Vacío. Bryan lo sabía, pero ahora que poseía la Astro Proyección, podía apreciarlo en toda su magnitud.
“¡Este es el mejor lugar para meditar y dominar completamente la Quintaesencia! Perfeccionaré el Dominio Necromántico mucho más rápido si entreno aquí.”
Sin embargo, antes de sumergirse en su entrenamiento, debía atender otros asuntos, y el primero de ellos era revisar el estado de su querido compañero.
Al entrar en el Laboratorio de Encantamientos, una oleada de energía lo envolvió de inmediato. De manera que activó la Astro Proyección y, con su mirada espiritual, vio cómo un auténtico torbellino de energía cubría al Desgarrador Sombrío. La fuerza mágica se extendió por toda la estancia, envolviéndola como un manto vaporoso.
Desgarrador Sombrío mejorado
Ahora su apariencia se asemejaba más a la de una Espada Larga, recta y de doble filo. La hoja era completamente negra, hasta el punto en que parecía absorber la luz en lugar de reflejarla. Sin embargo, lo más destacado era la guarnición.
La guardia parecía haber sido tallada exquisitamente para asemejarse a un par de colmillos afilados, confiriéndole un aspecto imponente y peligroso. Pero lo que realmente capturaba la atención era que, en el centro, había un cráneo esculpido con gran precisión. Sus órbitas vacías parecían mirar al portador con una expresión inquietante, mientras que la mandíbula abierta ofrecía un eterno grito silencioso. Finalmente, la empuñadura, decorada con intrincados grabados, terminaba en un pomo esférico que equilibraba aquella obra de arte.
- ¡Finalmente está reparado! Pero ahora me pregunto si su rendimiento seguirá siendo el mismo... - Murmuró Bryan para sí mismo.
Como si hubiera entendido sus palabras, la espada se estremeció. En menos de un segundo, la energía dispersa en el aire fue absorbida por la boca del cráneo esculpido en la guardia del Desgarrador Sombrío. Luego, sin que Bryan lo ordenara, el arma abandonó el pedestal donde reposaba y comenzó a flotar frente a él, emitiendo un sonido agudo y desconcertante.
Por un instante, Bryan tuvo la extraña sensación de que el Desgarrador Sombrío intentaba hablarle. Sin embargo, pronto notó que la hoja vibraba con tal velocidad que, al cortar el aire, generaba aquel sonido peculiar.
- Por un momento creí que realmente hablaba... Quiero decir, una cosa es que el Pequeño Esqueleto entienda mis palabras gracias a nuestra conexión mental, pero no hay forma de que un arma mágica adquiera conciencia… ¿verdad? - Dijo con una sonrisa.
El Desgarrador Sombrío permaneció inmóvil unos segundos, pero luego emitió una vibración vacilante, casi como si asintiera.
- Recuerdo que en filosofía nos enseñaron sobre René Descartes, que se hizo famoso por decir: “Pienso, luego existo.” - Comentó Bryan sin dejar de sonreír: - Nos reímos mucho con esa frase porque sonaba genial, aunque en realidad no la entendí hasta mucho más tarde. Resulta que Descartes intentaba demostrar que la conciencia es el rasgo fundamental exclusivo que define a un ser humano. Así que es imposible que un objeto inanimado, de repente, tome conciencia de su propia existencia… ¿cierto? -
El Desgarrador Sombrío vibró en señal de acuerdo.
- Incluso para la magia, algo así debería ser imposible… ¿verdad? -
Otra vibración de conformidad.
- Las Criaturas Oscuras están hechas a partir de retazos de almas, así que se entiende que puedan tener cierta conciencia. Teóricamente, tampoco es imposible que un objeto pueda adquirir algo parecido a la vida mediante la magia… pero de ahí a que un objeto "comprenda" mis palabras… Eso no tiene sentido. -
El Desgarrador Sombrío asintió de nuevo.
- ¡¿Acaso estás entendiendo todo lo que digo ahora?! - Exclamó Bryan de pronto.
Esta vez, la espada quedó suspendida en el aire, en completo silencio.
- ¡Oye! ¡Te estoy hablando, espada! ¡Quiero que me expliques cómo sucedió esto! - Exigió Bryan, tomando la empuñadura y agitándola violentamente: - Antes estabas vibrando como si me dieras la razón. ¿Por qué te quedaste callada de repente? ¡¿Te estás burlando de mí?! -
Bryan continuó agitando su espada por un buen rato, pero permaneció completamente en silencio. Finalmente, las implicaciones de que su arma pudiera haber desarrollado conciencia propia de algún modo que escapaba a su comprensión fueron demasiado. Decidió que lo mejor era ignorarlo… por el bien de su paz mental.
- Bueno, vayamos afuera. - Dijo tras aclararse la garganta: - Quiero ver si tienes nuevas capacidades. -
El Desgarrador Sombrío vibró con entusiasmo.
- ¿Acabas de entender lo que dije? -
Silencio.
******
“¡Maldita sea, soy asombroso!” Pensó Bryan.
Era curioso cómo, cuando se trataba de reclamar el mérito por haber enseñado el Sistema Métrico, había tenido la decencia de no atribuírselo. Pero cuando se trataba de los nuevos poderes de su espada, la historia era distinta.
Quizás el cambio se debía al trozo de oricalco que le regalaron sus amigos enanos, o tal vez ocurrió algo extraño cuando su espada destruyó el fragmento de Khilani-Veda. Fuera como fuese, en lo que respecta a las habilidades recién adquiridas por el Desgarrador Sombrío, Bryan no tenía el menor reparo en adjudicarse el crédito.
Y ciertamente, ahora su espada era mucho más poderosa.
Al principio, Bryan quería probar directamente su esgrima para ajustar sus movimientos al nuevo largo de la hoja. Usó sus poderes para colocar un trozo de hueso —quizá el fémur de algún monstruo— justo frente a él, con la intención de usarlo como objetivo. Estaba pensando en cómo destruirlo cuando, de repente, la espada se movió sola. Flotó en el aire, apuntó con precisión su punta al objetivo y, en lugar de atravesarlo, disparó una ráfaga de energía que destrozó por completo el hueso, cuyo grosor era comparable al de un tronco.
Bryan parpadeó sorprendido. Miró los restos pulverizados del hueso, luego al Desgarrador Sombrío, que seguía flotando en el aire con una tenue aura rojiza vibrando a su alrededor.
- Bueno, eso fue inesperado. - Murmuró, rascándose la barbilla: - Aunque… muy interesante. -
La emoción comenzó a apoderarse de él. Extendió la mano y, con un leve gesto, usó Control Paranormal para levantar una roca del tamaño de una cabeza humana, colocándola justo en el centro del campo de pruebas improvisadas.
- Veamos qué más puedes hacer.
El Desgarrador Sombrío respondió de inmediato, girando sobre sí mismo con gracia letal. Sin previo aviso, disparó un proyectil de energía roja que impactó la roca con un estruendo sordo. La piedra no solo se partió en dos: la mitad superior estalló en una lluvia de esquirlas.
Bryan soltó una carcajada.
- ¡Esto es increíble! -
Sin perder tiempo, recogió más objetos del entorno, como fragmentos de hueso, rocas de distintos tamaños. Luego sacó las armaduras bárbaras que había obtenido cuando ayudó a Lawrence en la península para utilizarlas como blancos. Cada vez que colocaba un nuevo objetivo, la espada reaccionaba por su cuenta, disparando ráfagas de energía con precisión quirúrgica. Algunos proyectiles explotaban al contacto, otros atravesaban la materia como si fueran cuchillas invisibles.
Pero lo más impresionante era la fluidez de sus movimientos. El Desgarrador Sombrío siempre había sido un arma asesina que obedecía su voluntad y era capaz de funcionar a distancia, pero ahora cada una de sus funciones parecían versiones mejoradas de las anteriores. No solo atacaba, sino que se desplazaba como si tuviera una voluntad propia, esquivando obstáculos en el aire o reajustando su ángulo para encontrar el punto óptimo de ataque. También parecía que su cuerpo de mayor tamaño le permitía almacenar una mayor cantidad de energía.
Después de varias pruebas, Bryan decidió dar un paso más allá. Extendió la mano y, con un movimiento seguro, empuñó el Desgarrador Sombrío. Apenas cerró los dedos alrededor de la empuñadura, la espada dejó de moverse por su cuenta. La energía que la rodeaba se disipó, como si nunca hubiera estado allí, y la vibración desapareció por completo.
Bryan frunció el ceño y giró la muñeca, probando su peso. La hoja respondía como siempre: ligera, ágil, perfectamente equilibrada. No había resistencia ni señales de autonomía. En sus manos, era solo un arma, completamente suya.
- Así que así funciona… - Susurró, asimilando la revelación.
El Desgarrador Sombrío tenía una voluntad propia cuando flotaba libremente, pero en el momento en que Bryan lo empuñaba, toda su independencia desaparecía, sometiéndose por completo a su control. No había riesgo de que se descontrolara en combate ni de que actuara en contra de sus órdenes.
Sonrió, satisfecho.
- Esto va a ser muy divertido. -
La espada vibró suavemente, como si compartiera su entusiasmo.
Bryan sonrió, listo para hacer más pruebas, cuando de repente su expresión cambió. Sus ojos se abrieron de par en par por la sorpresa, y giró bruscamente en una dirección específica. En su mente resonaba una especie de llamado, una súplica intensa que lo instaba a acudir de inmediato.
Luego, la fuerza de aquella convocatoria disminuyó considerablemente, hasta el punto en que solo podía percibir su dirección aproximada. Aun así, la energía abrasadora que emanaba de ella era inconfundible.
- ¡El Zombi Élite de Fuego por fin está listo! - Exclamó Bryan, encantado: - Y a juzgar por la fuerza inicial que transmitió… ¡Es mucho más poderoso que sus hermanos! -
Siempre había sentido la conexión con sus creaciones, pero las señales solían ser débiles debido a la gran distancia. El Cementerio de la Muerte estaba lejos de la zona más profunda del Bosque Oscuro, y aun así, podía percibir con claridad la presencia de su nuevo Zombi Elemental.
“Tenía mis dudas, pero me alegra haberme equivocado.”
En comparación con los Zombis Elementales creados hasta ahora, este había sido el que más tiempo tardó en completarse. Además, después de la Luz, el Fuego era el elemento más opuesto a la naturaleza de las Criaturas Oscuras, así que no le sorprendió que fusionarlos hubiera resultado difícil. De hecho, según las leyes de la magia que se estudiaban en el continente Vathýs, tal unión era imposible. Bryan solo lo había logrado gracias a que la Esencia Mágica y la teoría de Chu Can Lan no provenían de este mundo. Aun así, en su fuero interno temía que el Zombi Élite de Fuego resultara ser el más débil de todos.
Afortunadamente, se había equivocado.
- ¿La Magia Demoníaca es así de poderosa? - Murmuró con una sonrisa: - O tal vez se debe a ese orbe… ¿Cómo se llamaba?... ¡Ah, sí! ¡El Corazón de la Primera Llama! Bueno, sea como sea, debo ir a recuperarlo. -
Originalmente, había planeado quedarse en el Cementerio de la Muerte por un buen tiempo, no solo para practicar su magia de Dominio, sino también para entrenarse en un nuevo estilo de esgrima que se adaptará mejor a la nueva longitud del Desgarrador Sombrío. Sin embargo, la emoción de obtener una nueva criatura era demasiado fuerte como para ignorarla.
- Obtener a un poderoso aliado también es importante… Además, puedo practicar luchando contra los monstruos que se crucen en mi camino. - Decidió finalmente.
Sin embargo, antes de partir, había algo que debía hacer. Corrió hacia el sitio donde se encontraba la Cueva de los Espectros y comenzó a modificarla con sumo cuidado. Su objetivo era fabricar a los temibles Espectros Místicos, criaturas mucho más poderosas que los Espectros Oscuros.
El problema era que, para crearlos, necesitaba utilizar cuatro gotas de su preciada Esencia de Sangre.
“El resultado valdrá la pena.”
Sin dudarlo más, se puso manos a la obra.
Pero cuando activó la matriz, se dio cuenta de que había cometido un error en sus cálculos. Al hacer circular su magia por la Cueva de los Espectros, descubrió que la creación de estas entidades más avanzadas requería una enorme cantidad de su Esencia Mágica. Sumado al desgaste por el uso de la Esencia de Sangre (Un sacrificio que equivalía a perder años de su vida), el proceso lo dejó en un estado de agotamiento extremo.
En esas condiciones, no estaba seguro de poder sobrevivir si se encontraba con una Criatura Mágica de Nivel I. Así que decidió retirarse a la Biblioteca. Allí, comparó sus notas con las enseñanzas de Dean Emma y estudió más sobre los Dominios, mientras el Infante Sanguinario en su interior trabajaba rápidamente para restaurar su energía perdida.
******
El alba apenas rompía en el horizonte, tiñendo el firmamento con matices dorados y carmesíes. Bajo aquel espectáculo celeste, una densa niebla flotaba entre las copas de los árboles, extendiéndose como un mar de nubes que se resistía a ser disipado por la luz del sol naciente. Desde lo alto, las sombras aún se aferraban a los rincones más profundos del Bosque Oscuro, mientras las primeras ráfagas de viento sacudían las hojas cubiertas de rocío. El aire, cargado con la fragancia de la tierra húmeda y la vegetación silvestre, traía consigo la ominosa sensación de un peligro latente.
Y entonces, el cielo tembló.
Con una ráfaga ensordecedora, una silueta colosal emergió de entre las alturas, surcando los cielos como un titán. Sus alas, tan anchas como las velas de un navío, se desplegaron con un aleteo que dispersó la niebla en espirales caóticas. Cada pluma en su cuerpo, negra como la obsidiana y endurecida como el acero, resplandecía con un brillo siniestro bajo la luz del amanecer.
Pero lo más aterrador no era su tamaño descomunal ni la fiereza impresa en cada fibra de su ser. No. Lo verdaderamente sobrecogedor era su velocidad. A pesar de su colosal envergadura, esta enorme ave rapaz se desplazaba con una rapidez imposible, como un borrón oscuro que cruzaba el cielo con la gracia de un espectro, dejando tras de sí un rugido sordo en el viento.
Se trataba de un Ruc, una de las bestias más temibles que dominaban los cielos del Bosque Oscuro. Esta criatura de Nivel II poseía un pico curvado como la hoja de una guadaña, capaz de pulverizar la roca más dura con un solo golpe. Sus ojos dorados ardían con fiereza, y con ellos podía detectar presas a kilómetros de distancia. Sus garras colosales parecían diseñadas para desgarrar incluso a las bestias más imponentes. Se decía que estas aves podían alzar del suelo una Trirreme, la predecesora del Quinquerreme, un navío que pesaba al menos diez veces más que un elefante.
Ciertamente, los Ruc solían habitar en las cordilleras desoladas más cercanas a la costa, y era raro ver a uno tan alejado de su hábitat natural. Sin embargo, el Bosque Oscuro tenía la peculiaridad de atraer a su interior todo tipo de seres aterradores. Ya fuera porque el Ruc se sintiera llamado por las propiedades mágicas del bosque o porque simplemente intuyera que en la espesura encontraría presas lo bastante grandes para saciar su apetito, el ave colosal ahora se encontraba en plena cacería.
Y no pasó mucho tiempo antes de que descendiera en busca de un bocadillo.
El viento rugió entre las copas de los árboles cuando la gigantesca silueta del Ruc se precipitó en picada, plegando parcialmente sus alas para ganar velocidad en su descenso. Sus ojos dorados se fijaron en su presa: Una joven Tarasca que avanzaba con paso pesado entre la maleza.
Esta criatura tenía un cuerpo macizo, de más de cinco metros de largo y casi tres de alto, cubierto por una gruesa caparazón de placas óseas verdosas con vetas oscuras, similar a la coraza de una especie de tortuga. Sus patas eran cortas pero musculosas, terminadas en garras romas diseñadas para excavar más que para combatir. Sin embargo, lo más aterrador era su cabeza: un cráneo con rasgos similares a los de un dragón, con un hocico alargado y ojos rojizos brillantes que ardían con fiereza. En su mandíbula destacaban una hilera doble de colmillos afilados, entre los cuales se filtraban una serie de vapores tóxicos que emanaban desde su garganta con cada resoplido.
La Tarasca alzó la cabeza al sentir el cambio en la corriente del viento. Su instinto le advirtió del peligro justo antes de que la silueta oscura del Ruc eclipsara el cielo sobre ella. Con un bramido gutural, la Tarasca giró y alzó su cola acorazada, llena de espinas venenosas, en un intento de defenderse.
Pero fue demasiado lenta.
El Ruc se lanzó en picada con una precisión letal. Sus garras, afiladas como dagas, se cerraron alrededor del torso de la Tarasca, hundiéndose en la carne entre las uniones de su caparazón. La criatura luchó con fiereza, sacudiendo su cola en un amplio arco e intentando exhalar su aliento venenoso. Sin embargo, en el aire su peso jugaba en su contra; sus patas no tenían dónde afirmarse y su caparazón, aunque resistente en tierra, se volvió una trampa en la batalla contra un enemigo aéreo.
Antes de que pudiera lanzar un segundo ataque, el Ruc hundió su enorme pico en la base del cráneo de la Tarasca y con un solo golpe brutal le arrancó la cabeza. Un chorro de sangre oscura se esparció en el aire mientras el cuerpo de la bestia convulsionaba débilmente.
El Ruc soltó un rugido triunfal y, batiendo sus alas con fuerza, se elevó nuevamente, cargando su trofeo entre las garras. Su presa ya no era más que un peso inerte, y su poderoso caparazón, que alguna vez la protegió de otros depredadores, ahora estaba cubierto de grietas debido a la fuerza de las garras que lo apresaban.
Y entonces, cuando el ave gigante se preparaba para alejarse surcando los cielos, un destello carmesí atravesó las sombras.
Desde las profundidades del bosque, la figura de un hombre surgió con la furia de un relámpago. No hubo advertencia, ni rugido, ni preludio: solo un movimiento vertiginoso, una línea de luz roja que ascendía como una flecha desde el corazón mismo de la espesura.
El ataque fue instantáneo. El filo del Desgarrador Sombrío rasgó el aire y se hundió en la base del ala derecha del Ruc, cuya atención estaba completamente en su presa. La carne y las plumas endurecidas como acero se abrieron bajo la presión de la espada, causando que emitiese un chillido ensordecedor cuando su equilibrio se quebró. Su inmenso cuerpo osciló en el aire, luchando por mantenerse a flote con el ala herida. El súbito cambio de peso hizo que la Tarasca resbalara de sus garras por un instante, pero la bestia consiguió aferrarla de nuevo con un espasmo feroz.
Sin embargo, el verdadero golpe aún estaba por llegar.
Mientras el Ruc batía sus alas a pesar del dolor en un intento desesperado por no desplomarse, Bryan ya estaba descendiendo desde lo alto. Su figura era un borrón, un destello impulsado por su propia magia y por la voluntad implacable de su espada. El viento rugía a su alrededor, el peso de su caída sumaba fuerza al golpe final.
Y entonces, en el instante exacto en que el Ruc alzaba su pico en un grito de furia… La hoja de Bryan se hundió en la base de su cráneo.
El Desgarrador Sombrío perforó a través de la carne con un sonido seco y terrible. Los ojos dorados del monstruo se abrieron de par en par, su cuerpo se sacudió en el aire con una última sacudida frenética.
Pero Bryan no había terminado.
Con un gruñido de esfuerzo, sus manos aferraron la empuñadura de su espada y tiraron con toda la fuerza sobrehumana que poseía. La hoja se movió dentro del cuello del Ruc, desgarrando vértebras, músculos y tendones en una línea mortal. Finalmente, la cabeza de aquella ave colosal se separó del cuerpo en un tajo brutal.
El cielo se cubrió de sangre.
El Ruc ya estaba muerto antes de que su cuerpo sin vida comenzara a desplomarse. Su cabeza cayó primero, girando en el aire como el trofeo de un verdugo. Un instante después, el torso decapitado se precipitó hacia el bosque, arrancando ramas y estremeciendo la tierra cuando se estrelló contra la espesura.
Bryan flotó en el aire unos segundos más, con la respiración controlada y su espada aun brillando con destellos escarlatas. El cazador había sido cazado.
“Supongo que no está mal” Pensó Bryan mientras se apresuraba para apoderarse de los Núcleos Mágicos de ambas criaturas.
******
Durante los últimos tres días, Bryan se había dedicado a familiarizarse con su nueva espada. Su primer instinto fue intentar algo que había leído en las historias chinas de cultivadores: pararse sobre la hoja y surcar los cielos como los guerreros místicos de las leyendas.
El resultado fue un desastre absoluto.
En cuanto puso ambos pies sobre el filo del Desgarrador Sombrío y trató de impulsarse, su peso desvió por completa la trayectoria de la espada. La hoja, en lugar de elevarse con majestuosidad, osciló erráticamente y lo lanzó hacia un costado, obligándolo a saltar antes de terminar enredado en la maleza.
Pero lo que más le hizo resistir no fue el fracaso del intento, sino la vibración que emitió la espada casi de inmediato. No era una simple reacción mágica. Era casi un reproche. Un temblor sutil, como si la propia arma le estuviera dejando claro que ese no era su propósito.
- De acuerdo, de acuerdo… no lo haré - Murmuró Bryan, exhalando con resignación.
Si bien el Desgarrador Sombrío obedecía su voluntad en combate, estaba claro que no era un simple instrumento. Había una especie de instinto, una presencia latente que no aceptaba cualquier uso sin cuestionarlo.
Así que, en lugar de insistir en usar la espada como un tablero de vuelo, se concentró en lo que mejor sabía hacer: cazar.
A lo largo del bosque, todo enemigo que se interpusiera en su paso se convirtió en un blanco para sus pruebas. Lobos Cuchilla-Viento, Toros Furibundos, incluso un par de criaturas Águilas Escarcha acabaron como cultivo para malvas. Cada batalla era una oportunidad para experimentar, para comprender los verdaderos alcances de su nueva arma.
Y entonces descubrió algo interesante.
Al soltar el Desgarrador Sombrío en medio del combate y permitir que actuara por su cuenta, la espada se convertía en una especie de dron de batalla. El arma flotaba a su alrededor, lanzando pulsos de energía roja que atraían la atención de sus enemigos o apuñalándolos directamente sin necesidad de que le diese órdenes precisas.
Era la distracción perfecta para una cacería.
Mientras las bestias fijaban su atención en el resplandor escarlata, Bryan se escabullía entre la maleza, analizaba sus movimientos y los emboscaba con precisión. En ocasiones, cuando un enemigo trataba de lanzarse sobre él, el Desgarrador Sombrío cortaba su trayectoria en el aire, girando y atacando con la sincronización de un depredador entrenado.
- Esto es demasiado bueno… - Bryan, observando cómo la espada seguía hostigando a un Ogro Devora Hombres, obligándolo a encogerse defensivamente mientras él se preparaba para el golpe final: - Sin embargo, el consumo de magia también se ha triplicado. Debo poner atención a esto. -
Si bien los nuevos ataques del Desgarrador Sombrío eran increíblemente útiles, su costo mágico era mucho más alto. Ahora Bryan debía infundirle poder con más frecuencia de la que recordaba.
Un caso especialmente intenso ocurrió cuando una bandada de Águilas Escarcha se precipitó sobre él desde lo alto. Antes de que pudiera reaccionar, su espada vibró con violencia y desató una auténtica ráfaga de ataques, cubriendo el cielo con destellos carmesí durante unos instantes. Todas las criaturas mágicas cayeron, pero cuando el Desgarrador Sombrío volvió a su mano, su brillo era mucho menos resplandeciente.
Al examinarlo, Bryan descubrió que su energía estaba al diez por ciento.
Aquello fue suficiente para tomar una decisión: usar constantemente los poderes de la espada era un error. A partir de ese momento, comenzó a practicar con ella como si fuera un arma ordinaria.
El cambio no fue sencillo. Estaba acostumbrado a blandirla como un gladio, con estocadas veloces y ataques cercanos devastadores, pero la hoja alargada significaba que ahora tenía un mayor alcance. Si bien eso resultaba ventajoso en campo abierto, en espacios reducidos (como los estrechos corredores de piedra en el Mundo Subterráneo) podría volverse un problema.
Otro inconveniente era la apariencia de la espada. Su filo oscuro y la energía que desprendía la hacían demasiado llamativa. Era imposible ocultarla.
“Necesito un arma secundaria resistente que pueda usar con regularidad... de ser posible, otra espada corta.”
El pensamiento cruzó su mente, pero sacudió la cabeza y lo desechó.
“En fin, eso será un problema para otro momento. Lo importante ahora es perfeccionar el uso del Desgarrador Sombrío. Después, si tengo tiempo, buscaré otra espada. Mientras tanto, cualquier arma estándar servirá.”
Con esa resolución en mente, continuó su viaje, abatiendo cada bestia que se interponía en su camino hacia el Emplazamiento de Fuego Extremo. Solo recolectaba los núcleos y las partes más valiosas de las Criaturas Mágicas para no perder el tiempo. Sin embargo, moverse con rapidez a través de la espesa del Bosque Oscuro resultaba complicado. Fue entonces cuando decidió que lo mejor era recorrer el trayecto volando, aprovechando que podía sentir la ubicación aproximada de su nuevo zombi.
Pero pronto descubrió que las cosas no serían tan sencillas.
Al llegar al área intermedia del bosque, se dio cuenta de que incluso los cielos ocultaban peligros. Sin la cobertura de los árboles, era imposible esconderse de las criaturas voladoras que acechaban desde las alturas. La situación se volvió aún más difícil porque todavía no contaba con ningún General Espectral que explorara el terreno por él.
No le quedó más remedio que volar en intervalos cortos, descendiendo cada cierto tiempo para ocultarse entre las ramas y asegurarse de no ser detectado.
“¡Menos mal que este Ruc no fijó en mí!”
Bryan exhaló con nerviosismo, limpiándose el sudor de la frente mientras sostenía el núcleo recién recuperado.
“Aún me cuesta creer que un pájaro tan grande pueda volar a semejante velocidad... Incluso con el Arte del Noveno Diagrama Celeste no habría podido escapar.”
Lo cierto era que Bryan había sido extremadamente afortunado.
Por pura casualidad, se detuvo a descansar entre las ramas de un árbol cuando, a tan solo unos metros, divisó una criatura que le recordó a un armadillo gigante con cabeza de dragón y patas de oso. Estaba considerando atacarla, pero vaciló un momento al notar que de sus fauces brotaba un vapor claramente venenoso.
En ese instante, el inmenso cuerpo del Roc se desplomó desde el cielo, arrasándolo todo a su paso.
El impacto desató una nube de polvo y escombros que sacudió el bosque. Bryan casi salió despedido por la onda de choque, pero se aferró al árbol con todas sus fuerzas. Supo en ese momento que, de haber estado unos metros más adelante, habría muerto aplastado.
Pero también comprendió algo más.
Ese era el único instante en el que el monstruoso pájaro bajaría la guardia. No tendría otra oportunidad.
Con decisión, se lanzó al ataque, concentrando toda su fuerza en un solo golpe. El impacto fue tan brutal que algunos huesos de su mano se rompieron por la presión al hundir la espada en el duro cuerpo del Roc.
“En cualquier caso… ¡Tengo que largarme rápido de aquí!” Pensó Bryan, mientras guardaba apresuradamente los núcleos mágicos en su Anillo Espacial.
El Roc yacía muerto, pero muy pronto el olor de su sangre atraerá a toda clase de bestias peligrosas. Tal vez incluso desataría una terrible guerra por el cuerpo. Bryan quería desaparecer rápidamente antes de que eso ocurriera, así que se apresuró a marcharse, siguiendo la llamada mental de su zombi. Mientras lo hacía, sujetaba con fuerza su brazo herido, usando toda la Esencia Mágica a su disposición para regenerar sus heridas.
******
Con el paso del tiempo, la vegetación había recuperado gran parte de la cordillera montañosa que se alzaba sobre el territorio del Ifrit. Sin embargo, aún quedaban rastros de la espantosa batalla que se libró en aquel lugar: las lagunas de aguas termales habían desaparecido, el suelo todavía mostraba manchas de hollín en varias zonas y enormes rocas, dispersas de forma antinatural, evidenciaban la fuerza descomunal que sacudió el entorno.
- Puedo sentir el domo de interferencia dimensional del Ifrit… pero no veo ninguna entrada. ¿Quedará algún rastro del agujero que abrió Crisaor? - Murmuró Bryan, observando desde la distancia.
En aquella ocasión, la vieja sanguijuela de Cabiria había utilizado un Pergamino Antiguo de Magia Espacial para forzar su entrada al reino secreto del demonio. Pero ahora, Bryan no contaba con un recurso similar. Le habría encantado acercarse más para explorar, pero temía provocar a los Arcontes Ígneos, las criaturas que servían al Ifrit.
“Hay que hacer esto con cuidado... ¿Cuál sería la mejor forma de infiltrarme?”
A pesar de que su poder había crecido desde la última vez que estuvo allí, Bryan no se sentía confiado. La Ifrit que había enfrentado entonces aún estaba en el proceso de tomar forma corpórea, lo que significaba que no había utilizado todo su poder. No sería extraño que aquella criatura hubiera evolucionado. Y Bryan no tenía el menor interés en averiguar quién de los dos era más poderoso.
Lo ideal sería entrar, recuperar al Zombi Élite de Fuego y desaparecer antes de ser detectado.
“Aunque dudo que las cosas salgan tan bien.”
Podía sentir con claridad la llamada del Zombi Élite de Fuego, que se encontraba atrapado en aquel mundo subterráneo de magma. Finalmente, decidió que tenía que arriesgarse y abandonó su escondite para acercarse en silencio hasta que llegó frente una pared de rocas apiladas. El terreno aún conservaba rastros del poder dejado por aquel caballo alado durante su frenético escape.
- Es hora de trabajar… - Susurró, mientras invocaba al Zombi élite de Tierra.
La criatura apareció de inmediato a su lado. Su expresión parecía más astuta que antes, como si su inteligencia hubiera aumentado. Bryan no sabía exactamente qué le estaba enseñando el Pequeño Esqueleto, pero no había duda de que estaba funcionando.
- Aquí hay un pasaje sellado. - Explicó Bryan en voz baja: - Parece que lo bloquearon, pero no debería ser difícil despejarlo con tu poder. Necesito que lo abras para llegar hasta tu nuevo hermano… ¡Pero trabaja en silencio, no quiero que nos descubran! -
El Zombi Élite de Tierra se incorporó de inmediato y, sin perder tiempo, se puso manos a la obra. La arena que protegía su cuerpo se transformó en una corriente sinuosa que se deslizó entre las grietas de las rocas, infiltrándose en los espacios más estrechos.
Poco a poco, la arena trituró las uniones entre las piedras, aflojándolas centímetro a centímetro. Luego, el zombi extendiendo ambas manos y, con un crujido profundo, las enormes rocas comenzaron a desplazarse lentamente hacia los costados, despejando el camino.
El pasaje descendía en diagonal, perforando las entrañas de la cordillera. A simple vista, sus paredes parecían lisas, sin las irregularidades de un túnel natural, aunque aquí y allá se notaban signos de intervención: rocas amontonadas de forma torpe, grietas recientes donde la piedra había cedido bajo la presión del tiempo. Era evidente que los sirvientes de la Ifrit se habían esforzado por bloquearlo.
Bryan avanzó en silencio, con el Zombi Élite de Tierra siguiéndolo de cerca. La oscuridad era absoluta, densa como un manto que parecía devorar el sonido de sus pasos. El aire era pesado, cargado con un calor sofocante que aumentaba con cada metro que descendían. Al principio, solo era una sensación incómoda, pero pronto el calor comenzó a aferrarse a su piel como garras incandescentes.
Finalmente, Bryan chasqueó los dedos y conjuró una pequeña llama púrpura. La fría luminiscencia del Fuego Glacial iluminó las paredes con un fulgor espectral, proyectando sombras ondulantes en la roca ennegrecida por el calor. Pero más que la luz, lo que Bryan buscaba era alivio. La helada magia se expandió por el ambiente, disipando momentáneamente el calor que amenazaba con sofocarlo.
Siguieron descendiendo. El túnel parecía estrecharse en algunos tramos, obligándolo a encorvarse para avanzar. A cada paso, el aire se volvía más seco, cargado con la fragancia mineral de la piedra quemada. Por momentos, Bryan volvió a invocar la llama púrpura, sintiendo cómo su energía se consumía más rápido de lo habitual en aquel horno subterráneo.
El Zombi Élite de Tierra no parecía afectado por el calor, pero Bryan sabía que no podía confiarse. Algo lo inquietaba de la manera en que la temperatura seguía subiendo sin tregua. No se trataba solo del calor de las profundidades… Algo esperaba más adelante y Bryan podía imaginar lo que era.
El túnel se abrió de repente, dando paso a una caverna de dimensiones colosales. A pesar de la penumbra, un débil resplandor proveniente de minerales incrustados en las paredes delineaba la inmensidad del lugar. Bryan se detuvo, desconcertado. Esperaba encontrar una barrera mágica que protegiera el acceso al dominio de la Ifrit, un velo ardiente que separara este mundo del océano de fuego y lava que recordaba. Pero en su lugar, se encontró en un vacío inmenso que no existía la última vez que estuvo allí.
Se detuvo en seco. Algo no encajaba. ¿Era posible que el Reino de la Ifrit hubiera cambiado de estructura? ¿O acaso… algo más lo había provocado? Las posibilidades pasaron fugazmente por su mente, pero no tuvo tiempo de analizarlas.
El suelo tembló.
Un sonido sordo resonó en las profundidades, seguido de un estruendo telúrico que sacudió la caverna. Antes de que pudiera reaccionar, el suelo en el centro de la cámara explotó en una erupción de magma incandescente. Una ola de calor golpeó a Bryan con brutalidad, obligándolo a alzar un brazo para proteger sus ojos mientras luchaba por no ser arrastrado por la corriente de aire abrasador.
El primer instinto de Bryan fue huir. Sus músculos se tensaron, listo para impulsarse fuera del lugar antes de ser devorado por aquel infierno repentino. Pero entonces, en medio del torbellino de llamas, algo captó su atención.
Algo familiar.
Desde las profundidades de la tierra, una forma comenzaba a emerger. Al principio, parecía una esfera de magma perfecta, como una fruta nacida de aquel mismo suelo incandescente. Pero su sola presencia hacía que el aire vibrara con energía primitiva. El calor se volvió insoportable. Bryan sintió su piel arder, sus pulmones reclamaban aire más puro. Retrocedió un paso, instintivamente conjurando una llama púrpura para enfriar su entorno.
Entonces, la esfera se abrió.
Un rugido desgarrador resonó en la caverna, y en ese instante, todas las llamas de la explosión parecieron fluir en aquella dirección, obedeciendo a aquella criatura. La figura dentro del núcleo de fuego era humanoide, pero su sola presencia emanaba un poder abrumador. El calor se redujo y entonces fue posible distinguirlo mejor.
Bryan no podía creerlo. Nunca antes había ocurrido que uno de ellos saliese de su lugar de nacimiento sin que él tuviese que abrir la matriz. Pero ahí estaba, mirándolo frente a frente.
Era el Zombi Élite de Fuego.
Bryan frente al Zombi de Fuego
Hola amigos. Soy Acabcor de Perú, y hoy miércoles 12 de Febrero del 2025.
He estado sufriendo en silencio durante dos semanas y finalmente voy a hablar sobre la cosa esa dirigida por el mascador de crepes francés más insolente de la historia. Me refiero a la película, y uso ese término con reticencia, Emilia Pérez.
Creo que esta película pasará a la historia por trascender el concepto de "mala película". Es increíble porque, sin importar desde que ángulo la analice, siempre resulta ser porquería. Eso es un logro sin precedentes, porque incluso en películas basura como El dial del Destino puedes encontrar algo positivo, ya sea el soundtrack o el arte conceptual o el CGI.
Pero aquí, todo es malo. No hay nada rescatable. Todo es malvado, maligno, blasfemo, horripilante, aburrido y al mismo tiempo irritante, enfermizo y al mismo tiempo insufrible. No hay palabras para describir lo malo que es.
Tampoco puedo decir qué es lo peor en Emilia Pérez: Burlarse de las víctimas del cartel mexicano, burlarse del pueblo mexicano, burlarse de las familias de las víctimas del cartel mexicano, burlarse del cartel mexicano, burlarse de los 100 millones de católicos, burlarse del idioma castellano, burlarse de los musicales, burlarse del arte cinematográfico... etc.
Todo es malo en tantos niveles que es sorprendente. No sé lo que ese director chupador de caracoles tenía en mente o si siquiera tiene una mente, pero es algo a lo que sólo los profesionales deberían acercarse.
Así que, si tienes oportunidad de ver Emilia Pérez, por lo que más quieras, piérdela. No hay motivo para someter tus ojos y oídos a aquel coctel de locura. El hecho de que la nominasen a tantos Óscar como a Titanic es la prueba de que la Academia está completamente capturada por un montón de ideólogos delirantes que harían un bien al mundo si desaparecieran por completo para dejar de consumir el valioso oxígeno que otras personas mucho más valiosas necesitan.
Ahora sí, ventilada mi ira contra esta aberración cometida contra el séptimo arte, hablaré sobre el capítulo.
Ya desde hace mucho habíamos decidido acerca de la nueva apariencia del Desgarrador Sombrío así que no comentaré mucho al respecto. Lo que si diré es que la cómica interacción entre Bryan y su espada está inspirada en dos fuentes. La primera es al anime Tensei Shitara Slime, donde el protagonista habla con su habilidad, la cual ha adquirido conciencia de sí misma, aunque intenta no admitirlo. Así mismo es una referencia a la relación de Dante con Agny y Rudra en DMC 3
La frase “maldita sea, soy asombroso” que dice Bryan es la misma usada cuando el Pequeño Esqueleto dominó el poder de la Ley de Eficiencia de Objetos Encantados para controlar su daga de hueso en el capítulo 27.
El Ruc o Roc es un monstruo gigante de la mitología persa, pero se ha hecho más famoso por aparecer en un cuento de las Mil y una Noches, en las aventuras de Simbad el Marino. En cambio, la Tarasca o Tarasque, es una bestia monstruosa de la Edad Media en Francia, que aterrorizaba el pueblo que lleva su nombre, Tarascón, hasta que fue sometida por Santa Marta. El original tenía cabeza de león, pero creí que la IA me daría muchos problemas porque ya se estaba resistiendo a generar la cola de escorpión.
Espero que a todos les haya gustado estos dos nuevos monstruos a pesar de su corta participación en este capítulo.
Algunas de las imágenes de este capítulo las tenía reservadas desde años atrás, cuando escribía los eventos del reino de la Ifrit y pensaba en cómo sucederían las cosas dos volúmenes más adelante. La imagen del final corresponde a mi idea original de hacer surgir al Zombi en el Bosque Oscura, aunque luego este concepto quedó descartado, pero me pareció que valía la pena dejarla.
Pero déjame saber tu opinión en los comentarios: ¿Cuál fue tu parte favorita? ¿Te gustaron las imágenes? ¿Qué te pareció el evento con el Ruc o la Tarasa? ¿Conocías a estos monstruos? ¿Qué opinas de las reflexiones de Bryan? ¿Cuáles crees que serán los poderes del zombi?
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¡Nos vemos en el siguiente capítulo!