305 (+18) La partida

Este capítulo tiene contenido de naturaleza erótica que puede no ser del agrado de todos los lectores. Se recomienda discreción.

Se nota que realmente se ha esforzado por hacerme sentir que no pertenezco aquí.” Pensó Bryan con ironía mientras observaba lo que ocurría con sus Espectros Oscuros.

Por la mañana se vistió con sus mejores prendas y salió por la puerta principal, donde ya lo estaban esperando Silano y los seis lictores que este había seleccionado cuidadosamente de entre los voluntarios que se ofrecieron a seguirlo. En su momento, Bryan se sorprendió al enterarse de que había una gran cantidad de legionarios que deseaban acompañarlo a Valderán. ¡Más de siete mil! Naturalmente sus hazañas como Ejecutor Imperial más su victoria contra Vlad Cerrón en el Gran Anfiteatro Imperial le consiguieron una alta reputación entre la población de la capital, pero era imposible que tantos hombres se hubiesen organizado para seguirlo así de repente.

Definitivamente esto era obra de Cayo Silano. Ese silencioso ex centurión y ahora Tribuno Militar apenas reaccionó cuando Bryan le ofreció el cargo. Pero en cuanto se completaron las formalidades, Silano se puso a trabajar sin perder un solo segundo para organizar a los lictores, reunir los transportes y llamar la atención de la mayor cantidad de voluntarios posibles, muchos de los cuales eran amigos o conocidos de los hombres que lo acompañaron cuando iba a cazar a sus murientes.

Verdaderamente Cayo Silano era un militar eficiente.

Bryan eligió ir a pie rodeado por su escolta y se dirigió al Foro de Itálica, una enorme plaza rectangular rodeada de los edificios más importantes, que por un lado terminaba en el Senado de Itálica, el mismísimo corazón del Imperio, y por el otro en el Palacio Imperial.

Naturalmente las Fasces de sus Lictores llamaron la atención de todos los que lo vieron e inmediatamente se reunió una multitud a su alrededor que deseaban contemplar lo que sucedería. Al reconocer de quién se trataba, muchos comenzaron a aplaudir, saludarle e incluso gritar palabras de apoyo. Pero eso fue el final de su experiencia placentera, pues cuando llegó frente al Senado encontró las puertas cerradas y a un nutrido grupo de la guardia de la ciudad, bien plantados en la escalinata que daba acceso al edificio, para cerrarle el paso.

- Debes esperar aquí afuera al Senado. - Anunció el Centurión al mando.

Neutralmente este era uno de los peores insultos que podrían haberle hecho, ya que todos los oficiales recibían el nombramiento en el interior del Senado. Al no dejarlo entrar, Tiberio Claudio estaba gritando a los cuatro vientos que Bryan no era digno de pertenecer al grupo de los Aristócratas. Esto pese a ser un Archimago y poseer más logros en su haber que algunos de los que en ese momento estaban adentro.

La multitud comenzó a abuchear indignada por este tratamiento hacia su héroe e incluso algunos de sus Lictores hicieron el gesto de llevar sus manos a la empuñadura de sus espadas para apartar a los guardias de su camino, vivos o muertos, algo que habría sido relativamente fácil para ellos, ya que todos eran Caballeros Veteranos y con muchas batallas en su historial. En cambio, la Guardia Urbana generalmente se enfrentaba a pandillas callejeras o criminales de poca monta, por eso su comandante tenía el poder de un Caballero Sargento y era el más fuerte entre sus hombres. Pero Bryan se dio la vuelta e hizo un gesto tranquilizador tanto a sus Lictores como a los ciudadanos. Luego esperó de pie a que se abriesen las puertas.

Lo que más le encantaría a Tiberio Claudio es que mis hombres causasen un incidente. En este momento, lo mejor que puedo hacer es dejarme humillar. Cuanto más mejor. De ese modo me subestimarán y podré moverme con mucha libertad en el futuro.

Tres horas después las puertas finalmente se abrieron y la Guardia Urbana se retiró, pero en lugar de dejarlo entrar fueron los propios Senadores los que salieron a ocupar sus lugares en la escalinata, contemplándolo desde una posición elevada como si él fuese un simple lacayo. Por supuesto que no todos estaban contentos con esta pantomima y muchos en la parte trasera de la alineación lucían miradas de desagrado, dejando en claro que se sentían mal de tener que formar parte de esto y que no lo estarían haciendo si no fuese por alguna movida política. Otros, como la facción del general Aurelio Asturias lo observaban con curiosidad, evaluando cada una de sus reacciones para ver cómo se comportaba. Pero las primeras filas estaban claramente llenas con los hombres del Gran Duque, quien no se encontraba presente, pero se hacía sentir en las caras de desdén y desagrado que lo contemplaban.

- ¡Padres y Conscriptos! ¡Gloriosos descendientes de los Quintos! - Dijo el vocero del Senado, encargado de hacer los anuncios oficiales cuando los Cónsules o el Emperador no estaban presentes: - En este momento vamos a hacer el anuncio oficial de Su Majestad Imperial, Juliano Augusto Máximo, concerniente a la autoridad militar en Valderán. -

Un Anuncio Imperial en lugar del nombramiento de un nuevo Procónsul, ya veo hacia dónde va esto.” Pensó Bryan con ironía, pero su rostro no lo reflejó.

- ¡De rodillas, hombre nuevo! - Dijo el vocero haciendo énfasis en la reciente nobleza de Bryan y obligándolo a que se humillase desde el principio.

Pero lo que nadie se esperaba, era que Bryan se arrodilló inmediatamente, antes incluso de que sus hombres o la multitud tuviesen tiempo de ofenderse. Además, su expresión era tan tranquila que no solamente parecía inmune a los insultos, sino que incluso uno podría pensar que ni se daba cuenta de estos. Era como si lo que ocurría fuese lo más natural del mundo.

La multitud estaba confundida, sus hombres se lamentaban, las caras de sus enemigos en el senado se veían perdidas e interrogantes, como si no supiesen qué hacer. Incluso había un leve desdén mezclado con la sorpresa en la Facción del Emperador, que originalmente querían gritar e intervenir para apoyarlo.

Sin embargo, las cosas eran distintas en la Facción Neutral. Estos senadores eran aquellos con mayor tendencia a la observación, pues generalmente permanecían al margen de las luchas impetuosas de sus colegas para poder maniobrar mejor y mantener el Statu Quo. Fueron ellos quienes se dieron cuenta de que este Bryan, aparentemente sumiso, simplemente era como ellos: Alguien que sabía cuándo había que esperar para tener la mejor oportunidad.

Por supuesto que no solo se trataba de esto. Bryan tenía claro lo que debía hacer estratégicamente, pero tampoco es que humillarse en ese momento le resultase particularmente complicado. El Vocero no tenía idea, pero como esclavo había tenido que soportar cosas mucho peores de lo que estos ilustres senadores se podrían imaginar. Además, después de sus últimas experiencias, Bryan tenía un renovado amor propio que lo volvía bastante inmune a sufrir ataques de orgullo sin sentido, después de todo ¿quién era él? Bryan el Necromante, campeón de Itálica, alguien que había llegado hasta donde estaba luchando y aprovechando todas las oportunidades. ¿Por qué debería importarle lo que pensara o dijese de él un simple lacayo de Tiberio Claudio? ¿Acaso ese sujeto iba a acompañarlo a la guerra o moriría por él?

El león no anda por la sabana presumiendo de ser un gran depredador, simplemente lo es.” Pensaba Bryan con sorna: “Di lo que quieras de mí hasta que te quedes sin saliva. Pero si intentas matarme te mataré. Si te pones en mi camino te haré a un lado. ¿Qué importan las palabras que dices? ¿Acaso pueden hacerme daño? ¿A mí, que he escuchado los rugidos de los orcos, dragones y demonios? ¡¿Y me tengo que sentir mal por este viejo imbécil?! ¡Bah!

- Pues bien… - Continuó el vocero que estaba mirando la nuca de Bryan arrodillado en frente suyo y no sabía bien cómo sentirse al respecto: - Bryan el Necromante será nombrado Tribuno Militar con Imperium Proconsular sobre la fortaleza de Valderán. Sin embargo, su autoridad está limitada a las legiones V y VI, o sea, las Legiones Malditas. No puede hacer uso del dinero o los hombres que vivan en la propia ciudad. Tampoco tiene autoridad sobre sus Ediles o Pretores. Tiene prohibido usar su autoridad para reclutar a más soldados, ya sean caballería, infantería, magos u oficiales. Solamente puede llevar consigo a aquellos que deseen acompañarlo voluntariamente, pero deberá pagar sus sueldos con dinero de su propio peculio. También tiene terminantemente prohibido intentar algún tipo de conquista militar o la contratación de mercenarios. -

Esas condiciones eran tan ridículamente adversas que la multitud sentía la más profunda pena por Bryan. ¿Tenía que defender solo con dos legiones una ciudad fronteriza con la Liga Etolia, uno de los peores enemigos del Imperio Itálico? ¡Eso sin contar con las hordas de bárbaros y bandidos que pululaban el lugar! ¿Y encima sin refuerzos? ¿Pagando a voluntarios con su propio dinero?

¡Era prácticamente una misión suicida! ¡¿Por qué directamente no lo ejecutaban?!

Estos eran los pensamientos de todos los ciudadanos que escuchaban esto.

- ¿Has comprendido bien? - Preguntó finalmente el vocero mirando a Bryan con una sonrisa ufana y esperando que este finalmente reaccionase con ira o por lo menos asombro.

Más para su sorpresa, Bryan únicamente levantó la cabeza con una expresión aburrida y respondió: - Este servidor de nuestro Gran Imperio ha comprendido. -

Sus palabras desataron una reacción de asombro en toda la multitud. Los Senadores de la Facción Imperial y la Neutral deliberaban entre ellos. En cambio, la Facción Aristócrata que generalmente lideraba Tiberio Claudio, ahora guardaba silencio. Estaban meditabundos. Sospechaban que había algún secreto del que no sabían nada. Dudaban.

- ¿Aceptas entonces? - Preguntó el Vocero mirándolo claramente confundido.

Bryan repitió únicamente la respuesta protocolar: - ¡Obediencia absoluta! ¡Lealtad eterna a la sagrada voluntad del Imperio Itálico y sus dioses, hasta el fin de mi existencia! -

Tras decir eso, se completaron los últimos saludos ceremoniales y Bryan recibió los documentos que lo acreditaban como oficial militar al mando de las Legiones Malditas.

Con todo eso, la suerte estaba echada.

*****

El Gran Duque Tiberio Claudio estaba cómodo en su inmensa villa a las afueras de la capital, disfrutando de su victoria política, si es que anular definitivamente a ese joven necromante recién salido de las cloacas de la sociedad, pero que aun así tuvo la osadía de frustrar sus planes, podía ser considerado un triunfo. Más bien se trataba de una certeza lógica.

Era cierto que el pueblo no dejaba de sorprenderle en su afán por apoyar la aventura del joven Bryan en Valderán y que el recién nombrado Procónsul estaba consiguiendo reclutar varios miles de hombres entre ciudadanos de la capital y las ciudades cercanas. Había conseguido un ejército de siete mil almas. Siete mil. Tiberio Claudio sonreía mientras bebía un largo sorbo de vino. Siete mil locos. Siete mil cadáveres. Es verdad que ese joven era formidable por sí solo, pero eso no le bastaría para sobrevivir a lo que le esperaba en Valderán. Todos y cada uno de ellos acabarían muertos con su nuevo comandante.

Lo que le molestó fue enterarse ese mismo día que Bryan ya tenía de su lado a oficiales de confianza como Cayo Silano, un hombre que el propio Gran Duque esperaba reclutar para su facción en los años venideros. Un talentoso aristócrata que podría haber llegado lejos. Un lamentable desperdicio de talento enviado a su muerte prematura. Aunque tampoco era una pérdida tan grande y se podía permitir prescindir de él. Pero que ese tal Druso, tan plebeyo que ni apellido tenía, estuviese ahora ostentando el grado de Tribuno Militar, eso sí lo había irritado. Daba igual que fuese solo durante unos días hasta su inevitable muerte. El solo hecho de que la dignidad de semejante cargo fuese entregado a un alfeñique como él era algo lamentable. Era cierto que había sido un excelente Centurión, pero seguía siendo chusma, y aunque uno pudiese sacar a un hombre del basural en el que nació, nunca se podría sacar del hombre a la basura que lleva dentro.

Tiberio Claudio bebía y en cada sorbo saboreaba con deleite el suave dulzor de la victoria que se forja día a día, poco a poco. Por fin había destruido a los aliados de Lawrence, forzándolo a tener que buscar fortuna desesperadamente en una frontera hostil, mientras que al mismo tiempo el necromante marchaba a la muerte segura en una trampa mortal cuya profundidad no comprendía y en la más total de las autodestrucciones. Pensar en esto era un placer que le sosegaba el alma. Ahora por fin podía concentrarse en el Primer Príncipe Imperial: El joven Lucio. Lucio el guerrero. Lucio el sanguinario. Lucio el imprudente. Lucio el que tiene la inteligencia de una sardina. Pero el cerebro le alcanzaba para mantenerse vivo y popular con una gran sección del ejército. Solamente por eso no había podido matarlo. Por eso y porque no le convenía todavía. Porque si su sobrino nieto Antonio se volvía el único candidato a sucesor tan pronto, entonces comenzarían a formarse las facciones de oposición antes de que pudiese deshacerse de sus enemigos más incómodos. Para eso tenía que ocurrir una Guerra Civil. Así lo había planeado. ¡Era la oportunidad perfecta para matar sin consecuencias a todos los políticos hábiles que no se sometían a su autoridad! ¡Tenía que aprovechar ese momento para desarraigarlos a ellos y sus familias! ¡Solo entonces tendría control total sobre el Senado!

Mas todo esto podía esperar a mañana. Por hoy pensaba contentarse con otros placeres.

Tiberio Claudio sonrió mientras preparaba su látigo e imaginaba lo que estaba punto de hacer. En cualquier momento sus hombres deberían llegar trayendo al maldito traidor de Marcio junto con su joven y hermosa esposa. Entonces podría disfrutar con el inusitado placer de violar una hermosa mujer en frente de su marido, mientras azotaba su carne hasta dejarla plagada de llagas. Era algo que uno esperaría de su depravado sobrino nieto, pero Tiberio Claudio le había cogido el gusto a esta actividad no tanto por el placer sexual, sino por la satisfacción de ver a sus enemigos impotentes y desesperados, completamente a su merced. Hacía mucho que no podía hacer esto desde que no participaba en grandes campañas militares.

Entonces se abrió la puerta y Tiberio Claudio se dio la vuelta con una sonrisa maquiavélica… pero esta murió en sus ojos al encontrarse con la mirada asustada de su nuevo comandante, flanqueado por otros dos hombres, pero sin ninguna persona capturada a la vista.

- ¿Por qué no tienes a mis prisioneros? - Preguntó el Gran Duque antes de que el asustado hombre pudiese decir algo: - Te di órdenes de traerme a Marcio y a esa ramera ahora que Lawrence no está en la casa y todos están atentos a su padre inválido. ¿Has fallado en cumplir mis órdenes, comandante? -

- Excelencia… Marcio y los suyos han desaparecido de la Mansión Égadas. -

- ¿Qué? -

- Nuestros espías me han informado que ya no se encuentran en el interior. ¡Deben haber escapado usando algún pasaje secreto! Uno que el servicio regular no conoce. -

- Y tú recién hoy te enteras de esto, comandante. Eso es una segunda falla. - Respondió el Duque mirándolo con ojos fríos: - ¿En dónde están ahora? -

-… Aún, no lo sabemos. -

­- De modo que has perdido su rastro. Esa es una tercera falla, comandante. -

- Mis hombres ya iniciaron la búsqueda y me uniré a ellos de inmediato. ¡Le prometo que los encontraremos! -

- Eso no será necesario, comandante. - Respondió Tiberio Claudio mientras miraba a alguien por encima del hombro de su segundo al mando al mismo tiempo que añadía: - Me has fallado por última vez. -

Repentinamente una espada atravesó la espalda del oficial y la punta se abrió paso hasta el corazón en el acto. Poco después su cadáver se derrumbó en el suelo. Había sido asesinado por nada menos que uno de sus propios guardaespaldas.

- ¿Desea que organicemos la búsqueda? -

- Por ahora es mejor dejarlo porque llamaríamos la atención. - Decidió Tiberio Claudio después de pensarlo un momento: - Además, el único modo en que esos dos podrían escapar ahora mismo sería con las tropas de Lawrence, y nuestros espías entre sus soldados nos lo informarán de inmediato. De otro modo intentarán esconderse entre las poblaciones más pobres. Sea como sea, los atraparemos una vez que las cosas se calmen. Y entonces me tomaré mi tiempo para castigar al traidor. -

- Entendido. -

El Gran Duque repentinamente hizo una pausa y añadió: - También está la posibilidad de que Marcio intente escapar con el ejército de ese liberto… Dudo que se atreva, porque Marcio debería tener claro que Valderán es una misión suicida. Pero por si acaso avisen a uno de “nuestros” Pretores para que vigile la puerta que sus tropas usarán para partir. -

­- Así se hará. -

- Por cierto… ¿cómo reaccionó ese necromante ante su primera humillación pública? -

- Según los informes, se sometió por completo. -

- ¿No hizo ningún escándalo? - Preguntó Tiberio Claudio alzando una ceja.

- Ninguno, todos dicen que se arrodilló sin problemas luego de ser detenido en la escalinata y asintió a cada una de las cosas que el Vocero del Senado le dijo. -

- Eso es extraño. - Dijo en voz alta Tiberio Claudio y por primera vez pareció preocupado de que sus planes no fuesen los adecuados: - Ese necromante es poderoso, implacable, inteligente… todos los ingredientes para convertirse en alguien muy peligroso para nosotros en el futuro. Pero estaba contando con que tuviese la debilidad de todos los jóvenes, que es la osadía de la inmadurez.

Todos los jóvenes talentosos son irremediablemente orgullosos, creen que pueden hacerlo todo y no callan sus opiniones, aunque deban hacerlo. ¿Pero me dices que Bryan tiene la serenidad mental suficiente como para soportar hacer el ridículo frente a toda la ciudad? ¿A esa edad? Quizá… ¿no lo he evaluado correctamente? ¿Hay algo que no he visto? -

Lo que el Gran Duque nunca podría haber previsto a pesar de toda su astucia era que el alma en el interior de Bryan no era tan joven como su cuerpo aparentaba. Además, recientemente había pasado por una serie de experiencias espirituales bastante intensas, que lo hicieron madurar a pasos agigantados con respecto a su vida anterior.

- Tal vez lo estoy pensando demasiado, pero es mejor ser precavido. - Decidió finalmente el Gran Duque: - Haz que el Pretor detenga a Bryan en la puerta, incluso si Marcio no está viajando con él. Dile que se asegure de ser lo más insultante posible, para poder juzgar por su reacción si lo que hoy pasó en el Senado no fue más que una coincidencia. -

- ¡Como ordene! -

- Después ponte en contacto con nuestros hombres alrededor de Lucio para comenzar la segunda fase de nuestra estrategia. - Dijo Tiberio Claudio recogiendo la espada del lugarteniente muerto y entregándosela a su asesino: - No me falles… comandante. -

*****

- Voy en camino. - Marcio terminó de afeitarse la barba y cortarse al cabello al ras como correspondía al estilo militar y se despidió con una expresión estoica.

- Que los dioses te protejan y te traigan de regreso a mí. - Dijo Gloria cerrando ambas manos como si fuese una oración, para después saltar a los brazos de su esposo y compartir un último beso con él antes de partir. Ambos sabían que ese momento era muy importante, pues si no conseguían el beneplácito de Bryan el Necromante bien podían darse por muertos.

Marcio abandonó su tienda sintiendo un gran peso sobre sus hombros. Él, quien nunca antes había dudado a la hora de tomar decisiones. Quien dedicó su vida a la única actividad de luchar por el Imperio en la Facción de Tiberio Claudio sin temor a perder su vida. Quien había visto los horrores del mundo y los despreciaba como algo que no era problema suyo, porque en su mente aquellos que eran abusados en parte se lo merecían por resignarse a ser débiles. No es que Marcio los odiase o disfrutase con el sufrimiento de otros, pero sí creía que uno debía luchar en esta vida hasta la muerte o resignarse a ser pisoteados, como él mismo lo fue en su momento hasta que finalmente compró una nueva vida derramando su sangre en la Legión.

Pero ahora el orgulloso Tribuno Anco Marcio por primera vez experimentaba el peso de la responsabilidad… ¡La responsabilidad por una mujer!

Anteriormente había sentido lujuria y disfrutado de algunas hembras. La mayoría habían sido putas que visitaban los campamentos de legionarios de forma ocasional, otras eran las prisioneras de los pueblos sometidos que estaban destinadas a la esclavitud. Para Marcio el sexo era principalmente una forma de desahogar la tensión acumulada luego de haber pasado meses preparándose para finalmente librar una sangrienta batalla. Un modo de confirmar que estaba vivo. Jamás experimento alguna emoción por ninguna de ellas, porque nunca tuvo tiempo para las emociones genuinas. No sabía lo que era el romance y cuando pensaba sobre ello, siempre prefería gastar un poco de plata para pasar un buen rato en un burdel.

Y es que un hombre al servicio del Gran Duque no podía permitirse amar. El corazón de un hombre siempre se enreda cuando está enamorado, se vuelve distraído y comete errores. Marcio tenía claro que no podía descuidarse mientras sirviese a Tiberio Claudio. Además, tener una familia era problemático, un punto débil en su mente, pues el miedo de obtener seres queridos para luego sufrir el dolor de perderlos y volver a quedarse solo le era insoportable.

Pero con Gloria todo fue diferente. Marcio podía disfrutar viendo a una mujer hermosa o incluso coquetear un poco con ella, pero la olvidaría una vez que esta abandonase su campo visual. Mas nunca podría hacer lo mismo con su querida Gloria. Sobre todo, cuando recordaba ese momento en que por primera vez se metió con ella en la cama y disfrutó de su cuerpo joven, tierno y sin experiencia. Fue una noche bastante agradable para él, pero que quizá no habría sido tan memorable si no fuese por lo que ocurrió al día siguiente.

Marcio despertó primero, satisfecho y entonces volvió la mirada. Ahí estaba Gloria, desnuda junto a él, durmiendo todavía, pero su piel blanca estaba llena de moretones con la forma de los dedos de Marcio. Se le veía tan frágil, tan delicada y adolorida. Marció vio entonces el rastro de sangre en su entrepierna y comprendió que había sido la primera vez de la muchacha, pero él, en su inconciencia lujuriosa, la había tratado como a cualquier otra. ¿Cuánto dolor había experimentado su delicado cuerpo? ¿Cómo lo había soportado sin llorar? Y sin embargo él solo recordaba que ella le sonreía tiernamente aquella noche, invitándolo a continuar, entregándose por completo a pesar de todo el sufrimiento que implicaba.

En cuanto comprendió esto, su corazón se llenó hasta el borde con un sentimiento agudo de responsabilidad y ternura al mismo tiempo, dos aspectos emocionales a los que no estaba para nada acostumbrado. Pero no pensaba rechazarlo, por más que no lo entendiese. De hecho, aunque se trataba de unos grilletes que lo tenían atrapado, de algún modo los encontraba cálidos y hasta necesarios.

Ese fue el día en que Anco Marcio tomó la decisión de ignorar cualquier impedimento y hacer de Gloria “su mujer”, la primera que había aceptado. Por primera vez en su vida no estaba solo. Tenía una compañera que dependía de él. Y esto era una sensación maravillosa. De modo que no dudó a la hora de usar todos los medios necesarios para protegerla, incluso aunque fuese contra el Gran Duque, el emperador o hasta los mismísimos dioses.

Era por eso que a Marcio no le importaba ir a la misión suicida de Valderán, algo que anteriormente habría evitado a toda costa. Pero ahora estaba tan comprometido con Gloria, que le daba igual lo que tuviese que hacer con tal de salvarla. Incluso si tenía que lamer las botas de este joven Bryan, lo haría.

Si este no aceptaba llevárselo, entonces iría directamente a eliminar a Tiberio Claudio. Sabía que esto le costaría la vida, pero quizá podría llegar hasta ese terrible anciano aprovechando que conocía mejor que nadie sus defensas y matarlo antes de que lo mataran. Era una posibilidad entre mil… ¡pero su amada Gloria valía que lo intentase!

Tal como Lawrence planeó, ambos consiguieron escabullirse por un pasillo secreto y llegaron hasta la Mansión del nuevo Barón Bryan. En sus jardines había un campamento improvisado para dar abrigo temporal a los siete mil legionarios que lo acompañarían a Valderán. Así que era el lugar perfecto para que ambos pasasen desapercibidos.

Ahí los recibió un hombre llamado Silano, que ejercía como Tribuno, y su rostro inexpresivo lo asemejaba a un témpano de hielo. Afortunadamente, Silano había sido advertido de su llegada y les otorgó una tienda justo en el medio del campamento, fuera del alcance de ojos avizores. Entonces esperaron hasta el mediodía, hasta que finalmente les dijeron que el Procónsul deseaba verlo. De modo que Marcio abandonó su tienda y caminó entre los legionarios que apenas repararon en él de lo apresurados que estaban para ultimar sus preparativos.

Marcio se detuvo frente a la puerta de la Mansión, que ya estaba custodiada por los Lictores. De modo que les mostró una tablilla de cera que había sido escrita con el puño y letra del Procónsul. Uno de los Lictores se acercó para recibir la nota, la confirmó e hizo la señal para que lo dejasen pasar. Todos los oficiales de la legión sabían leer y escribir, aunque sólo fuera para cumplir con los múltiples trámites burocráticos de gestión tan comunes en el ejército. En cambio, en los soldados de bajo rango era más difícil encontrar personas que entendieran sobre escritura.

Otros dos legionarios salieron a su encuentro y se apostaron a ambos lados de Marcio. No era lógico que un recién llegado fuese convocado a solas por el procónsul. Quizá si hubiera una reunión antes de una batalla aquello tendría más sentido, pero en ese momento que apenas estaban preparándose para salir era algo peculiar.

De ese modo fue conducido al interior de la mansión, la cual estaba en pleno proceso de remodelación, pero aun así era fácil darse cuenta de que se trataba de un lugar bastante lujoso. Esto tranquilizó un poco el ánimo atribulado del Tribuno Marcio, porque si Bryan era en efecto tan rico como parecía, habría más posibilidades de que pudiese darle un refugio.

Finalmente llegó hasta un estudio lleno de papeles y mapas donde Bryan trabajaba en organizar los últimos detalles junto con Cayo Silano. Esa fue la primera vez que Marcio vio al Procónsul e inmediatamente sus instintos de supervivencia se dispararon.

Este hombre es peligroso.” Pensó inmediatamente.

- Anco Marcio, supongo. - Dijo Bryan levantando la vista para mirarlo mientras tomaba un documento que el Manto Oscuro le había enviado: - Viniste desde abajo, comenzaste como Decurión de Caballería y realizaste excelentes servicios en múltiples campañas, en las que tuviste sorprendentes muestras de valor, excelsos informes de todos tus superiores; los cuales te valieron tu ascenso a Centurión, Primer Centurión y finalmente Tribuno Militar.

Eres aventurado en ocasiones, pero prudente en la mayoría de tus acciones de guerra. Siempre victorioso. Alguien en quien los demás soldados confían en plena batalla. Disciplinado, no discutes las órdenes, haces que se cumplan. Te gusta el vino y las mujeres, pero esto no ha incidido en tus servicios… hasta ahora. -

Hubo una cierta frialdad en el tono de Bryan cuando pronunció ese “hasta ahora” que hizo estremecer a Marcio, porque la mirada del Procónsul se volvió intensamente fuerte, como si pudiese verlo directamente al alma. Luego Bryan sonrió y esto tranquilizó un poco el ambiente, pero sólo en apariencia. Marcio se daba cuenta de que estaba en peligro.

- No me malinterpretes. - Continuó Bryan poniéndose de pie y hablando con un tono ameno que resultaba de algún modo aterrador: - Todos tenemos que relajarnos. No me gustan los hombres que no tienen alguna debilidad, desconfío de ellos. Silano aquí presente… - dijo volviéndose un momento hacia el aludido en tono de broma: - Es una maldita esfinge que me puso nervioso los primeros días que lo conocí, porque apenas demuestra emociones. Hasta que lo vi luchar y confirmé que ahí es en donde suelta toda esa energía contenida. - Luego se volvió hacia Marcio de nuevo: - En cambio creo que quienes parecen “perfectos” en cualquier momento pueden explotar, derrumbarse al haberse creído siempre por encima de los demás.

En cambio, los que se han emborrachado o han perdido la cabeza por una mujer en alguna ocasión saben que todos somos vulnerables, y eso es importante, ser conscientes de nuestras limitaciones, ¿no compartes esa opinión, Silano? - Dijo mirando a su oficial.

­- Sí, Procónsul. - Respondió el aludido sin mostrar la más mínima emoción en particular.

Y luego ambos hombres volvieron a fijarse en Marcio como si examinaran a un caballo en busca de defectos, antes de decidir si lo compraban o lo sacrificaban.

Marcio no sabía muy bien si debía decir algo o guardar silencio, pero pensó que esto último era lo mejor que podía hacer, de modo que se limitó a asentir.

- El caso es Marcio, que necesito saber si no has perdido completamente la cabeza. - Añadió Bryan sentándose de nuevo y contemplándolo con atención: - Traicionaste al Gran Duque por amor a una mujer. Eso es algo muy estúpido. - Sentenció Bryan. Y esta sentencia cayó sobre Marcio como una tonelada de rocas, provocando que temiese lo peor. Sin embargo, el Procónsul continuó hablando y algo cambió en su tono de voz cuando lo hizo: - Pero es una estupidez con la que me identifico completamente. Yo también tengo seres que amo y que deseo proteger a toda costa. - Entonces su mirada se volvió gélida: - Y si alguien los amenaza, lo destruiré sin importar quien sea, incluso si fuese el emperador. -

Esa escandalosa declaración era básicamente traición y resonó en los oídos de todos. Pero la mirada del Procónsul no vaciló en lo más mínimo, dejando en claro que hablaba en serio y no pensaba retractarse de sus palabras.

- Te prometo esto, Marcio. Yo jamás pienso traicionar a nadie que no me haya traicionado primero. - Aclaró Bryan mirándolo fijamente: - Pero igual que tú amas a una mujer y quieres protegerla, yo también tengo gente que proteger. Por ellos, no puedo fallar ahora. Por ellos, debo minimizar mis riesgos todo lo que pueda. - Hizo una pausa antes de continuar: - Y protegerte a ti, es un riesgo, tanto porque no te conozco, como por la venganza que atraeré del Gran Duque si lo hago.

Así que necesito saber algo y te aconsejo que seas sincero al contestar. Porque si intentas mentirme, créeme que lo descubriré. Además, si tu respuesta no es lo que espero, también se acabará todo. -

El Procónsul miró a Marcio y este supo que ese era el momento decisivo. Un punto de inflexión importante en su vida, tanto para él como para su esposa.

- Si corro este riesgo por ti… Si pongo en peligro a los que yo amo para proteger a quién tú amas. Si te prometo que haré todo en mi poder para asegurarme de que tu esposa esté a salvo y contigo… ¿Qué estás dispuesto a darme a cambio? -

Marcio sonrió, las cosas no podían estar más claras. Lo que Bryan quería no era una promesa temporal, sino un compromiso total. Quería que los destinos de ambos estuviesen completamente atados, de manera que la prosperidad de uno fuese la del otro. Y es que ambos eran parecidos en ese aspecto y sabían instintivamente que sólo así se podía garantizar la lealtad de alguien como ellos. Porque los dos eran el tipo de persona que no hace lazos fácilmente, pero cuando finalmente los hacen, entonces protegerían a esas personas sin importar el costo.

De modo que dijo lo único que podría decir: - Te saludo, noble Bryan. Y por todos los dioses de mi familia, juro que si haces todo en tu poder para proteger a mi esposa y su prosperidad; tus enemigos serán los míos y tendrás mi lealtad absoluta. No solo para esta campaña. ¡Sino hasta mi último día! Del mismo modo… ¡Te odiaré hasta la muerte si le haces daño! -

Bryan observó directamente a Marcio durante un minuto entero que le pareció eterno antes de asentir como si estuviese satisfecho. Entonces le dijo: - Parece que nos entendemos. ¡Bienvenido a esta expedición al infierno, Tribuno Marcio. - Y le entregó unos documentos: - Desde ahora eres uno de mis oficiales y seguidores. Te juro que no dejaré de pagar lo que me sea dado: Lealtad con prosperidad, victoria con riqueza… - luego añadió con una nota de advertencia: - y traición con venganza. -

Entonces se dieron la mano. No era necesario decir nada más.

En ese momento la puerta se abrió detrás de Marcio y entró otro oficial, que se presentó a sí mismo como Druso. Parecía ser amigo del Procónsul desde antes, juzgando por el modo en que se saludaron. A Marcio le cayó bien inmediatamente, porque se veía como una persona honesta, del tipo que dice lo que piensa. Aparentemente no había un cuarto Tribuno, porque el Procónsul comenzó a explicar sus planes para partir a Valderán. Luego les preguntó lo que pensaban al respecto y guardó silencio mientras escuchaba atentamente las opiniones de cada uno.

Era bien entrada la tarde cuando finalmente terminaron.

- Hemos reunido la mayoría de las provisiones y preparado una cadena de suministros que llegará a la Ciudad de Valderán, desde donde podremos recogerlas. Pero esto debe ocurrir una semana después de nuestra llegada, cuando hayamos tomado el control de la situación… - Resumió el Procónsul: - Partiremos mañana al atardecer, por la puerta Este. -

- ¿No usaremos matrices de transporte? -

- Me encantaría, pero no hay ninguna cerca de Valderán, así que tendremos que viajar por mar hasta una ciudad costera y desde ahí marcharemos tierra adentro. Por fortuna mis “asociados” ya me han ayudado a reservar los quinquerremes necesarios en el Portus Magnus de Icursa con un mes de antelación o nos demoraríamos mucho más en llegar.

En fin, eso es todo por hoy. Por ahora vayan a descansar.  -

Marcio asintió junto con los otros dos Tribunos, saludó marcialmente y se retiró. Deseaba ver inmediatamente a Gloria para comunicarle las buenas noticias.

*****

Bryan se sentó agotado en cuanto sus oficiales se fueron. Por fin todo estaba listo para partir el día de mañana. No podía hacer nada más. Cualquier otra decisión requería que estuviese en el lugar de los hechos. Afortunadamente el tal Marcio había resultado ser un buen elemento. Desde que Lawrence lo recomendó, había usado su autoridad como Sol Oscuro para obtener toda la información sobre el veterano Tribuno, mucho más de lo que reveló durante su encuentro, el cual sólo sirvió para confirmar lo que ya sabía por medio de la Astro Proyección. El alma de Marcio no podía mentirle. Era un hombre capaz de ser cruel y despiadado con otros, pero amaba a su esposa y le sería leal siempre que el propio Bryan no se volviese una amenaza para su familia.

- Definitivamente su experiencia me será muy útil. - Dijo Bryan en voz baja: - Y es fácil entenderlo porque nos parecemos un poco: Mientras cumpla mi promesa, el cumplirá la suya.

Sin embargo, Marcio no es tan ambicioso como yo. Sus prioridades son únicamente la seguridad de Gloria y una oportunidad para prosperar. No desea poder político o influencia, así que es un aliado seguro. -

Lo más importante era que estaba dispuesto a ser uno de sus hombres. No es que tuviese algo en contra de Lawrence, pero no quería depender de él. No deseaba que sus oficiales fuesen en realidad leales a otra persona, por más que ese alguien fuese un amigo suyo.

- A pesar de todo, espero estar tomando las decisiones correctas. ¡Hay tanto que puede salir mal! - Dijo Bryan mirando el techo y luego pensó con ironía: “Quién hubiese dicho que alguna vez extrañaría algo de mi tiempo como esclavo. Es verdad que no era más valioso que una cosa, pero no tenía que tomar decisiones que involucraran la vida de tantas personas. Si me equivoco, esos siete mil voluntarios podrían morir. Mis seres queridos podrían morir. Incluso el imperio… ¡Cálmate! Es como dijo el niño, tratar de cargar con todo sobre mis hombros es más arrogancia que otra cosa. Lo que tenga que suceder mañana lo enfrentaré mañana.”

Luego de tranquilizarse Bryan se sirvió una copa de vino mientras contemplaba los mapas para memorizar todos los detalles del territorio al que se dirigiría. Después se dirigió al escritorio para buscar un rollo de pergamino sellado.

Aún tenía que revisar un último documento que Chéster le había traído esa mañana, luego de darle su informe detallado sobre los préstamos con la Casa Mondego. Se trataba de un resumen de la biografía de Eumenes de Cardia obtenido con mucha dificultad. Después de todo, lo solicitó a toda prisa debido al escaso tiempo que tenía antes de partir, así que todavía no había podido leerlo.

- Mi Señor Bryan. - Llamo Vincent repentinamente detrás de la puerta.

- Dime. - Contestó Bryan.

- Tiene una visita, la señorita Phoebe Bootz. -

- ¡Phoebe! - Exclamó Bryan guardando el documento en su Anillo Espacial y levantándose a toda prisa para verla mientras ordenaba: - Asegúrate de que no nos interrumpan. -

- Como guste el señor. -

En el vestíbulo se encontraba esperando la hermosa espadachina, que vestía un lujoso vestido largo de color verde con algunas placas de armadura en los hombros y portaba su espada en el cinto. Además, contrario a su estilo habitual, esta vez Phoebe se había recogido el cabello en un elegante moño que le daba una apariencia refrescantemente nueva.

Apenas lo vio, su novia se arrojó a sus brazos y ambos finalmente pudieron darse el beso largo, intenso y apasionado que llevaban esperando desde el día anterior.

- Escuché que esos malditos senadores te humillaron hoy. - Dijo ella mirándolo entre preocupada y enfadada.

- ¿De verdad? Ni me di cuenta. - Respondió Bryan conmovido por la reacción de su amada y acariciando suavemente su mejilla con la palma de una mano: - La opinión de esos sujetos no podría importarme menos. ¿O acaso alguno de ellos estará dispuesto a pelear a mi lado? En vez de eso ver tu hermoso rostro me llena de alegría. ¡Cuánto esperaba verte! -

- Yo también quería verte. ¡Todos los días! - Exclamó Phoebe mirándolo con ojos llenos de embelesamiento, luego añadió: - Por cierto, ayer no tuve tiempo de preguntarte bien por los detalles, pero ¿el Polvo Deflagrante funcionó como debía? -

- Funcionó mucho mejor de lo que esperaba. Y gracias a eso no solamente tuve éxito en mi misión, sino que alcancé un nuevo nivel de poder. - Asintió Bryan omitiendo deliberadamente que acabó medio enterrado por la explosión: - Además, gracias a los ingredientes que me has dado, he podido iniciar la transformación de una nueva Criatura Oscura completamente novedosa, que me ayudará a incrementar mucho mis opciones para combatir. -

- ¡Eso es maravilloso! -

- Es gracias a ti. - Dijo Bryan volviendo a besarla para susurrarle: - Solamente tú podrías haberme ayudado de ese modo. ¡Yo sólo nunca habría podido reunir esa cantidad de ingredientes en tan poco tiempo! -

Phoebe era toda sonrisas. Desde la noche anterior estaba preocupada con la idea de que quizá no era suficiente ayuda para Bryan, por lo menos no tanto como esa otra dama podría. Por eso, escucharle decir que sus objetivos estaban cumpliéndose gracias a ella la hizo sentir eufórica.

- ¡Enséñame tú nueva mansión! - Pidió Phoebe haciendo esfuerzos para no sonrojarse.

- ¿Ahora? Aún estamos remodelándola. -

- No importa, quiero ver la casa en la que un día viviremos juntos. -

Bryan parpadeó por un momento, pero acto seguido sonrió porque esas palabras significaban mucho. Naturalmente él quería que Phoebe viviese con él eventualmente, pero tenía miedo de que ella fuese reacia a dejar su hogar para venir a vivir en esta mansión. Ese era uno de los motivos por los que estaba invirtiendo una fortuna para convertirla en la mejor residencia de todas. Por eso, escuchar que ella misma ya estaba pensando en mudarse, era algo que lo llenaba de alegría.

Pero cuáles serán sus sentimientos cuando se entere de que no será la única mujer que se venga a vivir conmigo… Solo los dioses lo saben. ¡Por favor, niño misterioso y amigos, protéjanme ese día!” Pensó Bryan mientras el corazón le daba un vuelco.

De modo que comenzaron a caminar mientras Bryan le explicaba las partes fundamentales de la casa, la cantidad de sirvientes que vivían ahí y las defensas que tenía. De paso aprovechó para devolverle el segundo Anillo Espacial que había recibido como préstamo y confirmó la estrategia que en el futuro aplicaría contra el Conde Mondego.

Como era básicamente la reina entre todos los comerciantes, nadie sabía más de las debilidades del sistema de crédito que Phoebe, así que le dio muy buenos consejos al respecto, los cuales Bryan guardó en su memoria para aplicarlos en su momento.

- Este es nuestro orgullo. - Dijo Bryan abriendo la puerta del Gran Baño en el segundo piso.

- ¡Es magnífico! - Exclamó Phoebe agradablemente sorprendida: - Me encantará usarlo contigo. Este lugar por sí solo es una obra de arte. -

- Cada uno de estos grifos tiene un efecto mágico único y los azulejos de la pared fueron hechos por uno de los artesanos más famosos. -

- Todo hasta ahora me gusta. Pero todavía quiero ver mis aposentos. -

- Organicé algunos cambios básicos, pero no quiero hacer nada más para que tengas total libertad para decorarlos. - Dijo Bryan mientras la guiaba en la dirección de su alcoba: - Pensé que esta te gustaría. Luego te presentaré a Chéster, mi nuevo Asistente. Puedes pedirle cualquier cosa que desees, desde decorado hasta mobiliario. -

Bryan la condujo por los pasillos sin dejar de explicarle: - Los aposentos que elegí para ti tienen una de las mejores vistas del jardín, al que puedes llegar casi de inmediato mediante una escalera secundaria. Además, siguiendo por este corredor se llega una sala de entrenamiento que naturalmente es tuya para monopolizarla como quieras. - Entonces abrió las puertas dobles: - Este es uno de los cuartos más espaciosos y además está completamente insonorizado, así que puedes entrenar aquí si no deseas usar la sala. -Explicó Bryan ingresando mientras hacía un gesto con la mano para exhibir el lugar. Luego señaló el gran lecho de madera adosado al muro de piedra y añadió: - La cama es de caoba tallada a mano y es bastante bella, pero si deseas la podemos cambiar. Todo puede cambiarse según lo que desees - Luego avanzó hacia las ventanas del balcón y las abrió de par en par: - Ahora quiero que observes esto. -

Phoebe lo siguió rápidamente y sonrió emocionada cuando contempló el hermoso balcón con vista al jardín, las paredes con enredaderas florales y los pequeños chorros de agua que emitían un cántico relajador. Bryan por su parte observaba a la propia Phoebe, cuyo cabello y pálida piel reflejaban la luz de aquel atardecer como si fuese una gema, sus ojos apasionados brillaban como auténticas estrellas y la sonrisa de sus labios podría conmover hasta a las mismísimas deidades. Pero su belleza no se limitaba al plano físico, pues con la Astro Proyección Bryan podía ver más aspectos de ella en los que nunca había reparado y la encontraba todavía más hermosa que nunca, tanto en cuerpo como en espíritu.

- Es perfecto. - Sentenció Phoebe dándose la vuelta luego de haber memorizado la vista del balcón: - ¡Esta será mi habitación! -

- Me alegro de que te guste. -

- ¿Cuándo tienes que partir? - Preguntó Phoebe de pronto.

- Mañana al mediodía. -

- Entonces tenemos tiempo. -

- ¿Qué? -

- Date la vuelta un momento. - Pidió Phoebe mirándolo con una sonrisa que ocultaba varios significados.

Bryan se dio cuenta de que algo sucedía, así que se dio la vuelta. Entonces escuchó claramente el sonido de las placas de armaduras siendo soltadas y cayendo al suelo.

- ¿Sabes qué eres un hombre insensible? Me dejas tanto tiempo sola. Y apenas te veo tienes que volver a partir hacia una ciudad lejana para ir a la guerra. - Dijo la voz de Phoebe que combinaba en su tono tanto un reproche como una dulzura juguetona.

- Lo siento mucho. - Respondió Bryan sin darse la vuelta, pero avanzó unos pasos hasta la puerta de la habitación para asegurarse de que el pestillo estuviese bien puesto.

Ahora el cuarto estaba insonorizado y nadie podría molestarlos.

- Estoy muy enojada contigo. Es justo que me ayudes a sacar un poco de la frustración que llevo en mi interior. - Continuó diciendo Phoebe a sus espaldas y se escuchó el sonido de varias prendas deslizándose: - Tienes que asumir la responsabilidad. -

- ¿Estás segura? - Preguntó Bryan con un tono que aparentaba ser bromista, pero dejaba claro que estaba hablando muy en serio: - No tienes idea de cuánto deseo esto y cuando comience no creo que pueda detenerme. -

- Date la vuelta Bryan. -

Bryan obedeció y ahí estaba Phoebe completamente desnuda, exhibiendo su cuerpo atlético, tonificado por el entrenamiento, con proporciones tan excelentes que parecía una obra de arte.

El escultural cuerpo de Phoebe

Nada en ella era excesivo o carente. Su bajo vientre estaba muy bien depilado, la curva de sus nalgas se unía perfectamente con su cintura esbelta hasta llegar a unos pechos magníficos que no eran grandes, pero si apetitosos, firmes, hermosos y prietos, con pezones duros rodeados de una areola pequeña. Eran perfectos para ella o quizá esos pechos eran perfectos porque le pertenecían a ella.

Y su rostro impecable, con rasgos en los que se combinaba una inteligencia femenina fría, junto con el poder de una pasión apenas controlada y una sonrisa dulce como la miel. Phoebe en ese momento lo miraba sin una pisca de vergüenza, como si él contemplándola a ella desnuda fuese lo más natural.

Phoebe avanzó un paso con actitud grácil para emerger de entre el montículo de sus ropas caídas igual que la diosa del amor emergió de la espuma. Luego comenzó a caminar lentamente hacia Bryan y con cada paso sus ojos se volvían más brillantes, llenos de deseo, hasta que llegaron a ser semejantes a los de una leona hambrienta. Entonces se detuvo a medio camino y giró hacia la gran cama de caoba.

- Dijiste que la tallaron a mano. ¿Verdad? - Dijo con tono sugerente mientras levantaba una de sus piernas de gacela para tocar las sábanas con la punta del pie: - Probemos la calidad del colchón. - Entonces comenzó a deslizar hábilmente la sinuosa silueta de su cuerpo hasta quedar tendida sobre la cama, jugando con las sábanas como si lo encontrase divertido, pero de este modo destacaba aún más sus atributos femeninos.

La lujuria de Bryan, que ya se había despertado desde que escuchó el caer de las prendas ahora estaba galopando a toda velocidad, convirtiéndolo en una auténtica bestia.

- ¿Puedes enseñarme algo, Bryan? - Susurró Phoebe mirándolo desde la cama con una sonrisa y estirando una mano para invitarlo a venir.

- ¿Qué deseas saber? - Alcanzó a preguntar Bryan mientras desgarraba sus propias prendas para despojarse de ellas más rápido. Y las telas se rompieron fácilmente sin hacerle daño, como si en lugar de carne su cuerpo estuviese hecho de puro acero, revelando su impresionante musculatura, hasta que se sentó en la cama completamente desnudo, como la estatua de un dios griego.

Entonces Phoebe se levantó para ponerse a cuatro patas, como si fuese una gata juguetona. Y se acercó a Bryan despacio, haciendo oscilar sus caderas y sus senos con el avance de su grácil cuerpo. La hermosa espadachina cruzó así la envergadura de la cama hasta quedar de rodillas frente a su amado.

Phoebe se dio la vuelta en la cama rápidamente...

- ¿Qué debe hacer una novia cuando su prometido marcha a la guerra? ¿Cómo debo servirte apropiadamente, Bryan? - Continuó la joven alargando las sílabas y dejando que su lengua paseara por sus labios húmedos al hablar: - Porque creo que antes de irte debes dejarme muy claro que soy tu mujer, para que luego no vaya a engañarte con otro hombre. Deberías enseñarle a este cuerpo que soy tuya para todo aquello que desees y sólo tuya. -

Bryan no dijo ninguna palabra, pero entre sus piernas emergía una protuberancia que dejó muy claro las ansias que lo consumían en ese momento. Phoebe sonrió y lo miró como una madre que mira al niño que por primera vez a dicho una palabra. Luego subió lentamente hacia su amado, hasta rodear su cuello con sus manos y le susurró: - Enséñame, amor mío. Demuéstrame que a partir de ahora no habrá nada que me haga más feliz que complacerte en todo aquello que desees de mí. -

Entonces Bryan dejó de lado toda pretensión de autocontrol y antes de darse cuenta estaba presionando a Phoebe contra la cama mientras besaba sus pechos casi con violencia, al mismo tiempo que le habría las piernas bruscamente y se introducía en su interior. Entonces confirmó con una alegría casi demencial que el deseo que veía en su amada no era para nada fingido, porque la entrada hacia su vientre ya estaba lista para recibir su virilidad.

Phoebe correspondió inmediatamente cerrando sus piernas a su alrededor y agitando sus caderas con furia para invitarlo a ir más profundo. Estaban tan deseosos el uno del otro, que les costó un poco encontrar el ritmo, pero apenas lo hicieron comenzaron una intensa sesión de amor que era casi violenta. Por un instante Bryan recuperó el sentido y tuvo miedo de estar lastimando a su pareja, pero en lugar de respirar aliviada, la hermosa espadachina apretó más sus piernas mientras sonreía salvajemente y gritó:

- ¡Más profundo! ¡No te detengas…! -

Bryan rugió de felicidad y reanudó su ataque dejándose llevar por completo, liberando completamente sus instintos en ese cuerpo femenino, el único con el que podía desatar toda su fuerza sin temor a romperlo. Porque la Gran Maestra de Espadas no solamente resistía sus embates, sino que respondía presionando su cuerpo con más fuerza que cualquier otra. Incluso llevó sus manos hacia la almohada para buscar apoyo y levantar más su vientre, facilitando así que él la poseyese.

De modo que Bryan continuó embistiéndola con toda su fuerza, apoyando sus propios brazos en la cama para tener un mejor equilibrio y se deleitó contemplando como los pechos de Phoebe se sacudían violentamente ante el poder de su virilidad, hasta que finalmente vio que su compañera luchaba sin éxito para contener la respiración, mientras su cuerpo se arqueaba por un instante.

Después de eso, Phoebe convulsionó por un momento. El moño se rompió y sus cabellos se derramaron sobre la almohada como una cascada de bronce. Entonces soltó un grito frenético de puro éxtasis, mientras inconscientemente llevaba sus manos hacia el cuello de Bryan para aferrarse a su espalda y clavaba sus uñas en su carne. Pero Bryan no pensaba tener piedad alguna y continuó empujándola, prolongando el placer de Phoebe quien continuó gritando para expresar cuán intenso era el clímax al que había llegado y su hermoso rostro se ruborizó aún más con el placer, hasta que finalmente Bryan derramó toda su simiente en el interior de ese vientre femenino.

Incluso llevó sus manos hacia la almohada para buscar apoyo y levantar más su vientre, facilitando así que él la poseyese...

Bryan entonces exhaló con fuerza sin sacar su miembro del interior de Phoebe para disfrutar su hazaña, mientras reunía fuerzas para un nuevo asalto. Pero repentinamente su compañera recuperó el sentido y su cuerpo brilló con un resplandor plateado. Un instante después era el propio Bryan quién estaba echado en la cama, mientras que la hermosa espadachina lo miraba desde arriba, sentada sobre él, aún con su virilidad en su interior, y con una sonrisa embelesada.

Entonces Phoebe llevó una mano hasta los labios de Bryan y los tocó con sus dedos. Luego los movió muy lentamente y señaló con ellos justo debajo de su ombligo, hacia su bajo vientre, donde en ese momento se encontraba la virilidad de Bryan.

- Esto que es mío, ahora te pertenece. - Susurró dulcemente y movió sus caderas una vez como para recalcar su gesto: - ¡Reclámame, Bryan! -

¿Era necesario decir algo más? Bryan inmediatamente reanudó su ataque y Phoebe comenzó a gritar casi desde el principio, sonriendo de un modo salvaje mientras lo montaba, sin dejar de agitar sus caderas con más y más fuerza. Su amado no se detuvo, siguió golpeando la entrada de su vientre, haciendo que la delgada cintura de la espadachina temblase y provocando que ella soltase gemidos coquetos cada vez que respiraba. Luego la espadachina abrió los ojos mientras se reacomodaba en un instante para aferrar los hombros de Bryan con toda su fuerza, aprovechando la nueva posición de manera que sus movimientos contratacasen los de su amado, en un combate de pasión que parecía una auténtica batalla entre dos bestias.

*****

Aquélla fue una noche larga y, sin embargo, tan corta. Phoebe le acarició, le lamió, le besó, a la vez que se dejaba tocar, besar, morder, poseer, acariciar, azotar y vuelta a ser besada, tomada, disfrutada... Con el pasar de las horas la hermosa espadachina comenzó a entender algo que solamente había intuido la primera vez que estuvo con su amado, pues tenía que ver con un lado suyo que ni siquiera ella conocía.

En ese momento ella se encontraba apoyando las rodillas y las manos sobre el colchón, mientras que detrás suyo Bryan la sujetaba firmemente por sus largos cabellos con una mano, a la vez que con la otra aferraba firmemente su trasero. Su amado la penetraba sin parar como si tuviese una resistencia infinita y a ella le encantaba. Phoebe descubrió que disfrutaba de una pasión que fuese violenta, entrelazando sus cuerpos como si ambos fuesen bestias que buscaban dominarse el uno al otro.

Por supuesto que el amor de su vida era Bryan, lo cual hacía que el sexo entre ambos fuese más que carnal y alcanzase a ser sublime. Pero si ella nunca lo hubiese conocido y por algún motivo hubiera iniciado una relación puramente física con otro hombre, sabía que jamás disfrutaría de la misma manera.

Y es que cada vez que Bryan arremetía contra ella, su vientre resonaba gritándole que sólo él era capaz de proporcionarle el tipo de placer exacto que ella necesitaba, un intercambio primitivo pero preciso, que rápidamente transformaba el dolor inicial en un placer real e intenso, donde Phoebe únicamente tenía que seguir su instinto. Para ella era algo fascinante sentir que no importaba lo que hiciese, Bryan simplemente no se detendría, casi como si estuviese obligándola.

Había tantos príncipes hermosos y aristócratas de alta alcurnia con los que las mujeres soñaban, pero Phoebe estaba segura de que, si ella agitase sus caderas como en ese momento lo estaba haciendo, estos se alejarían asustados de su fogosidad e intensidad, incapaces de seguir su ritmo. Al final tendría que fingir que disfrutaba de una penetración tranquila, mientras pensaba “¿Eso es todo?” durante el resto de su vida.

En cambio, con Bryan era completamente diferente. Él entendía perfectamente su cuerpo femenino, así como en dónde estaban sus puntos débiles. Todo empuje suyo llenaba la mente de Phoebe con luces y la hacía temer que en cualquier momento se desmayaría, solo para inmediatamente desear que continuase con fuerza. Cada vez que él derramaba su semilla en su interior ella lo disfrutaba más y también experimentaba un orgullo desconocido hasta entonces. Podía sentirlo en ese mismo momento, sabía lo que anunciaba ese palpitar que subía desde la base hasta la punta en el miembro viril de su amado. Y poco después Bryan jaló sus cabellos para obligarla a arquear la espalda hacia arriba, a la vez que esa deliciosa sensación de calor inundaba su interior.

Phoebe desearía que ese momento no terminase nunca. Había perdido completamente sus inhibiciones, no, más bien, Bryan las destruyó totalmente y ahora era una mujer absolutamente libre. Y lo mejor de todo era que esto no se trataba de un placer que fuera a ser pasajero u ocasional, sino que ese hombre era su amante, el compañero de toda su vida. Aquel que la conocía mejor que nadie en mente, alma y ahora también en cuerpo.

La hermosa espadachina cerró los dientes con fuerza para contener un grito que pugnaba por salir de su garganta, mientras inconscientemente revelaba una sonrisa exultante. Luego el placer fue tanto que tuvo que abrir la boca. Pero no salió ningún sonido esta vez, debido a que no tenía aire en los pulmones. Así que tuvo que respirar para poder soltar el chillido de gozo que quería.

Bryan entonces aprovechó ese momento de debilidad suya para forzarla a sentarse en su regazo y le dio un mordisco en el hombro izquierdo, lo bastante fuerte como para que lo sintiese, pero no tanto como para hacerla sangrar. Al mismo tiempo, apretó con fuerza uno de sus pechos. Phoebe sabía que este era un gesto de dominio para reclamarla como su propiedad. Su corazón rebelde quiso contraatacar y recuperar la iniciativa, pero antes de que pudiese hacerlo las embestidas de su amado se reanudaron, ahogando nuevamente su interior en oleadas de placer que no dejaban de aumentar en intensidad, hasta volverla una hembra obediente.

Eso era lo que le encantaba. Phoebe deseaba una pasión que comenzase fuerte desde el principio. Un intercambio donde ambos se amasen de un modo casi violento en un auténtico combate de sensaciones placenteras e intensas, que al final culminasen con su amante imponiéndose sobre ella. Esto era algo que muy difícilmente podría encontrar en un compañero por el simple hecho de ser una Gran Maestra de Espadas, y una de las más poderosas que existía en el continente. ¿Quién podría enfrentarla de ese modo en la cama?

En su interior, Bryan comenzó a empujar con más fuerza, haciendo que su cuerpo reaccionase saltando cada vez más alto. Phoebe podía sentir que su cuerpo entraba en una serie de convulsiones bastante espectaculares y su rostro, que había estado mirando hacia abajo, se vio volteado bruscamente hacia el techo. Pero no podía ver nada en absoluto, solamente destellos en su mente. Quizá habría caído en ese momento si Bryan no hubiese aferrado sus pechos con ambas manos para disfrutar totalmente de ellos. Luego él deslizó una de sus manos hacia su bajo vientre, para estimular con sus dedos ese adorable botón que sobresalía por encima de su lugar más importante y el gozo que experimentó fue tanto que la abrumó por completo. Finalmente, cuando sintió el calor de su amado derramándose en su interior, impregnándola con su esencia, no pudo evitar soltar el grito erótico más fuerte que había soltado hasta el momento.

Ciertamente, se convenció Phoebe en ese momento, ningún otro hombre podría darle tanto placer y satisfacer ese lado salvaje suyo que ella misma no había conocido hasta ese momento. Bryan era el que acabó sacando esa naturaleza oculta a la luz. Bryan era el único que la conocía. Y, sobre todo, como Phoebe había llegado a aprender, Bryan era el único que podía hacer que alguien tan orgullosa como ella se sometiese así.

*****

Las horas habían dejado de tener significado y ambos continuaron amándose como un par de dementes. Cualquier necesidad de juegos previos desapareció. Se trataba de una pasión salvaje genuina que solamente se detuvo cuando los dos estuvieron completamente agotados.

Fue así como al amanecer, aún despierto, mientras Phoebe acariciaba su pecho desnudo con dulce ternura, Bryan finalmente recuperó el control de sí mismo y sonrió completamente satisfecho.

- ¿Estas complacido, Bryan? - Pregunto la espadachina sonriendo, aunque era incapaz de moverse por lo agotada que estaba y su voz temblaba por lo mucho que había gritado.

- Estoy contento. - Dijo Bryan orgulloso, porque sabía que también había conseguido complacerla y esta vez sin necesidad de usar Afrodisíakos: - Creo que esta cama ha demostrado su reputación, porque sigue aquí. -

- Me encanta la cama, la usaremos muchas veces. - Asintió Phoebe acurrucando su cuerpo desnudo contra el suyo, pero entonces su expresión se volvió seria y acomodó la cabeza sobre su hombro con tristeza para decir: - Quiero ir contigo a Valderán… pero no puedo. -

- ¿Lawrence? -

- Cuando él parta, su familia se quedará aquí prácticamente indefensa. - Confirmó Phoebe mirándolo apenada: - No puedo simplemente irme dejando al tío Alan en ese estado. -

- Comprendo que tienes que quedarte, aunque preferiría llevarte conmigo. - Dijo Bryan apesadumbrado porque realmente querría sacarla de la capital: - Pero entonces tengo que advertirte de algo. -

- ¿Qué cosa? -

- El Príncipe Antonio está obsesionado contigo. Fue él quien instruyó a Cameron para secuestrarte. - Explicó Bryan: - Por ahora lo he neutralizado, pero muy pronto Tiberio Claudio, que es su patrocinador, reforzará su facción y podría volver a intentarlo. He conseguido que el Manto Oscuro te proteja, pero si la lucha política empeora tengo miedo de que esa protección se debilite. Así que tienes que tener mucho cuidado y estar atenta para escapar a la primera señal de peligro. -

Bryan entonces comenzó a narrarle todo lo que había descubierto: La naturaleza perversa del Segundo Príncipe y lo que hacía con las mujeres, su conexión con el Gran Duque y los eventos más importantes que ella ya intuía, pero cuyos detalles todavía no conocía. Así fue como se enteró de todos los pormenores que su amado tuvo que pasar para destruir a las Quimeras Ferales y librarse para siempre del cuasi Supremo que quería hacerle daño sólo para vengarse de su maestro.

- ¿Luchaste contra Vlad Cerrón para protegerme? - Preguntó Phoebe con el corazón latiéndole aún más fuerte: - No debiste haber hecho eso… ¡Podrías haber muerto! -

- Lucharía contra el emperador para protegerte. - Contestó Bryan mirándola sin vacilar: - Tú eres mi mujer, Phoebe. No es que no tenga aprecio por mi vida. ¿Pero de qué vale la existencia de un hombre si no se levanta para defender a los que ama? -

- Pero enfrentarse al Gran Duque de ese modo tan directo, por una plebeya como yo… ¡No te conviene políticamente! - Afirmó Phoebe asustada y diciendo algo que era sentido común para las personas de ese mundo: Cualquier aristócrata habría preferido renunciar a ella, por más hermosa que fuese, con tal de evitar un enfrentamiento sin cuartel contra un miembro de la familia imperial.

Bryan la miró en silencio por un momento, pero luego giró su cuerpo sobre el de ella para colocarse encima. Luego le dio un beso con mucho cuidado, lentitud y suavidad, para después susurrarle: - No se trata de lo que conviene. Yo no soy la clase de hombre que puede echarse a dormir tranquilamente, aunque tenga todas las riquezas del mundo, cuando en el fondo sé que esa prosperidad la he obtenido sacrificando a una mujer que amo. Nunca más podría disfrutar una bebida sabiendo que la he comprado con tus lágrimas. Jamás podría volver a comer un delicioso festín sin imaginar las vejaciones y horrores que podrías estar sufriendo, ya sea que te suicides o no, sólo porque yo no fui lo bastante hombre para levantarme y defenderte. -

En ese momento Phoebe lo miraba como hipnotizada y su respiración volvió a ser entrecortada. De pronto se dio cuenta de que su amado estaba a punto de volver a penetrarla y por primera vez en todo su encuentro sintió timidez. La timidez de una doncella completamente enamorada. El miembro viril entro sin encontrar ninguna oposición y Bryan comenzó a moverse en su interior con un ritmo lento, que no era violento, pero sí firme, como si en lugar de hacerle el amor estuviese reafirmando lo que decía. Phoebe descubrió que este estilo dulce también tenía su encanto y comenzó a disfrutar de la sensación.

- Phoebe, sé que no eres una mujer débil. - Susurró Bryan mirándola fijamente sin dejar de moverse y ella sintió que se perdía en la inmensidad que parecía ocultarse detrás de los ojos de su amado: - Pero ahora me perteneces y no pienso dejarte sola, aunque tus enemigos sean todos los reyes de este mundo, aunque el mundo entero sea tu enemigo, aunque los dioses del vacío sean tus enemigos. - Se detuvo un instante presionándose al máximo en el interior de ella para agregar: - Por último, si luego de sacrificar todas mis armas, poderes, recursos e ingenio todavía no puedo salvarte… ¡Entonces te mataré yo mismo y luego también me mataré! ¡Pero nunca dejaré que tengas que pasar por la humillación de ser la esclava de nadie, sin importar de quién mierda se trate! ¡Porque para eso tienes a este hombre a tu lado! -

Bryan volvió a lanzarse al ataque, esta vez con la furia que ella disfrutaba tanto. Pero por primera vez Phoebe no pudo seguirle el ritmo. Quizá fuese por la alegría extrema que esas palabras habían provocado en su interior, al afirmarle que jamás la dejaría sin importar quien fuese el enemigo que intentase separarlos, pero su mente no pudo procesar los niveles extremos de placer que su vientre le enviaba. Así, fue llevada al clímax innumerables veces, una y otra vez, hasta que Bryan expulsó su semilla dentro de ella, impregnándola.

*****

Eran las doce del mediodía cuando los amantes finalmente se separaron. En esa última ronda Bryan si utilizó el hechizo de Afrodisíakos junto con la Esencia Mágica, para fortalecer a Phoebe ligeramente y ayudar a que su cuerpo se recuperase. Lentamente ella se haría más fuerte de este modo, así que tendría más posibilidades de protegerse si algo malo sucedía en su ausencia.

- Vuelve a mi lado seguro, Bryan. - Había susurrado Phoebe dulce y triste a la vez, antes de vestirse a toda prisa y abandonar la mansión sin ser vista, usando su habilidad de Gran Maestra de Espadas para irse saltando a grandes distancias.

Dean Emma está cuidando a Fanny, el Manto Oscuro protegerá a Phoebe, Emily se encuentra fuera de Itálica en una misión secreta y no controlo ese escenario, pero sin duda estar lejos de la capital la mantendrá a salvo… Al menos eso espero.

Afortunadamente todas las mujeres de Bryan eran poderosas a su propia manera o él constantemente viviría en tensión. Además, las elecciones de los nuevos Cónsules serían muy pronto y era casi seguro que Aurelio Asturias conseguiría uno de los escaños. Eso debería comprarles algo de tiempo antes de que estallase la Guerra Civil. En cuanto a Lawrence, realmente quería ayudarlo, pero no tenía suficiente tiempo. Afortunadamente la distancia que su amigo tenía que recorrer era mucho mayor, así que quizá tuviese tiempo de establecer las cosas en Valderán y hacer un viaje al Bosque Oscuro para hablar con los Troles del Bosque.

- Es hora de partir. -

Bryan entró a la habitación principal para llevarse la Matriz de Transporte Portátil. Después se reunió con Chester y Vincent para ultimar algunos detalles y finalmente partió junto con sus oficiales. Siete mil hombres seguidos por una larga caravana de suministros desfilaron orgullosamente hacia una de las puertas de la capital. Desde ahí tenían que marchar hasta el muelle para viajar en barco, porque no había un punto de llegada mágico en Valderán

Pero cuando estaban a punto de salir, fueron detenidos por un grupo de la Guardia Urbana encabezados por un Pretor, que era uno de los magistrados civiles encargados de enjuiciar a los criminales.

- ¡Alto ahí, ciudadano! ¡Ese hombre que monta a tu lado es un criminal buscado por el Gran Duque! ¡Debes entregarlo de inmediato! - Dijo el Pretor con una sonrisa: - Con él debería viajar una mujer llamada Gloria. ¡Nos la llevaremos también! -

Druso abrió los ojos por la sorpresa, pero inmediatamente los entornó debido al enfado que le provocó el tono irrespetuoso del Pretor. Silano no dijo nada, pero se notaba que estaba irritado. Marcio por su parte llevó la mano a la empuñadura de la espada y estaba a punto de decir algo, cuando sintió una peligrosa intensión asesina que provenía de Bryan.

Le estaba advirtiendo que no hiciese ni dijese nada.

Después Bryan se volvió con una sonrisa increíblemente amable hacia el Pretor y dijo muy cortésmente: - Perdón, pero no escuché bien lo que has dicho, magistrado. ¿Podrías repetirlo? -

El Pretor sonrió ufano. Desde el día anterior había escuchado muchas veces los rumores de que Bryan no reaccionó ni siquiera cuando el senado al completo lo humilló al obligarlo a estar de rodillas en el suelo del foro durante su nombramiento. Así que, desde su punto de vista, estaba hablando con un pelele. Y lo mismo debían pensar los hombres que lo acompañaban, porque uno de los guardias se le acercó con tono bravucón mientras gritaba: - ¡Dijo que entregues a los prisioneros! ¡¿Acaso estás sordo…? -

Pero antes de que pudiese continuar, el guardia sintió que algo invisible le apretaba la garganta, haciendo que fuese incapaz de hablar. Luego Bryan levantó una mano abierta como si le estuviese ofreciendo algo y el cuerpo del guardia se elevó casi tres metros en el aire, mientras convulsionaba como si lo estuviesen ahorcando en un cadalso. Poco después Bryan cerró la mano y la cabeza del guardia giró sobre sí misma, dislocando su cuello con un sonido espantoso que estremeció a todos los presentes.

El cadáver cayó al suelo como un fardo.

- No me gusta que me interrumpan. - Aclaró Bryan sin dejar de mirar al Pretor: - Permíteme reformular mi pregunta: ¿Cómo es que me llamaste? -

Aunque ninguno había visto antes la magia de Control Paranormal, para todos era evidente que Bryan había matado al guardia de algún modo desconocido. Pero incluso más impactante que esto era la forma en la que lo había hecho, sin la más mínima vacilación, como quien espanta a una mosca.

De pronto todos recordaron que este joven había matado a Vlad Cerrón. Y ahora estaba demostrando que la vida humana era insignificante ante sus ojos. En sus mentes comenzaron a comprender la locura que habían cometido al provocar a alguien así solamente por los últimos rumores que llegaron a escuchar.

Pero a pesar de todo, el Pretor seguía siendo un magistrado que presidía los tribunales de justicia y además sólo podían serlo aristócratas. Así que confió en que el prestigio de su cargo evitaría que Bryan lo matase y se atrevió a dar un paso adelante para exclamar mientras lo señalaba con un dedo acusador: - ¡¿Cómo te atreves a matar a un miembro de la Guardia Urbana?! -

- Oh, eso es muy sencillo. - Respondió Bryan agitando una mano para sujetar a otro guardia y lo mató de la misma manera en tan solo unos instantes, pese a que este estaba prevenido de lo que sucedería. Pero su pobre Aura de Batalla de nivel Caballero Sargento apenas pudo resistir un instante antes de que los brazos fantasmales dislocasen su cuello. Al final Bryan sonrió y dijo con un tono irónico: - Como puedes ver, no me cuesta mucho hacerlo. -

- ¡¿Acaso no conoces las consecuencias…?! - Comenzó a reclamar el Pretor asustado, pero negándose a retroceder, a diferencia de lo que quedaba de su escolta, que si dieron varios pasos atrás para alejarse lo más posible sin llegar a retirarse.

- ¡¿Y tú las conoces, imbécil?! - Replicó Bryan interrumpiéndolo y mirándolo como si fuese un insecto: - ¡¿Acaso no reconoces a los Lictores que llevan las fasces detrás de mí?! Estás frente a un Procónsul de Itálica, con mandato del Senado para defender las fronteras imperiales. ¿Quién te ha dado tanto valor como para llamarme “ciudadano” y bloquear el paso de mis tropas? Para empeorar las cosas, ese “perro” que llamas guardia se atrevió a dirigirse a mí directamente, sin usar mi título nobiliario o el de mi cargo. Y el resto de ellos tendría que haberme saludado militarmente en el momento que me vieron, en lugar de quedarse parados como unos estúpidos monigotes. ¡¿No sabes que eso es insubordinación contra la autoridad imperial?! ¡Deberías agradecer que fui considerado contigo y solamente he castigado a dos, en lugar de realizar una Ejecución Sumaria aquí mismo, que es lo que se merecen! - entonces añadió con una sonrisa cruel, que helaba la sangre al verla: - ¡¿O ya se olvidaron de quién soy yo?! -

Legalmente, Bryan no era un Procónsul, sino un Tribuno Militar con autoridad o Imperium proconsular. Pero la Guardia Urbana estaba compuesta por legionarios, así que ellos estaban sujetos al poder del Imperium y deberían haberlo saludado como si fuera un Procónsul. El Pretor en cambio era un magistrado civil y no tenía que dirigirse a él de ese modo, pero sí debió haber usado su título de Barón, por más que esta investidura todavía tuviese que ratificarse. Además, Bryan seguía siendo un Archimago y encima Ejecutor Imperial, dos títulos que le daban mucho prestigio.

Y es que mucho antes de esto, cuando aún estaba en la Academia Babilonia, Bryan ya había leído el compendio de leyes del Imperio Itálico, porque estaba seguro de que algún día le sería útil este conocimiento. También volvió a revisarlas minuciosamente durante su tiempo como Ejecutor, solamente para asegurarse de que realmente estaba protegido legalmente contra cualquier denuncia por matar a sus murientes.

Ahora su memoria eidética demostraba nuevamente su utilidad. Sabía que ninguna acusación que le hicieran por matar a esos hombres se sostendría en un Tribunal, el cual estaría conformado por varios Pretores y no uno solo. Eso siempre y cuando alguno de ellos actuase con un mínimo de justicia.

Y Tiberio Claudio todavía no había corrompido a todos los Pretores de Itálica.

- ¡Pero estas ante un Pretor…! -

- ¡Ningún oficial civil puede ordenarle nada un magistrado con Imperium Militar! ¿O acaso ni siquiera conoces las leyes de Itálica? - Dijo Bryan mirándolo fijamente y luego susurró con un tono despectivo: - ¿Así es como ejerces la justicia, Pretor? -

- ¡Ese no es motivo para ejecutar a mis guardias! - Insistió el Pretor indignado y comenzó a mover la cabeza rápidamente, de lado a lado, prueba de que estaba esforzándose para encontrar un argumento legal con el cual atacar a Bryan. Finalmente pareció pensar en algo y exclamó levantando la mirada: - ¡Menos aún dentro del sagrado recinto de la ciudad! ¡Eso es un crimen imperdonable! -

- El único crimen es “derramar sangre” dentro de la ciudad, por eso les rompí el cuello. Pero si quieres denunciarme, pues adelante por todos los dioses. ¡Realmente quisiera verte tratando de enjuiciar a un Ejecutor Imperial! - Respondió Bryan con una sonrisa burlona.

- ¿Crees que por ser Ejecutor puedes hacer lo que quieras y matar a tu antojo? ¡Tú no estás por encima del Senado y las leyes! -

- Exactamente, por eso me arrodillé ante el Senado. - Le contestó Bryan poniendo los ojos en blanco: - ¿Pero acaso tú eres el Senado? Deja de perder mi tiempo y ve al grano. ¿Dices que quieres a uno de mis Tribunos? -

- ¡Así es, yo…! -

- ¿Dónde está la acusación formal y la sentencia? - Demandó Bryan interrumpiéndolo antes de que pudiese formular su oración, como si estuviese más irritado por perder el tiempo que por su conversación con el propio Pretor.

- ¡Aquí la tengo! - Exclamó el Pretor levantando un rollo de pergamino que ya tenía preparado desde antes.

- ¿Tiene los sellos correspondientes del tribunal? -

- ¡Todos! -

- ¿Se redactó correctamente? -

- ¡Yo mismo la hice! - Dijo el Pretor entregándosela.

Bryan abrió el documento y lo leyó atentamente, luego se lo devolvió al Pretor mientras decía: - ¡Vaya! ¡Esto está muy bien escrito! ¡Te felicito! -

- ¿Ahora entregarás a los criminales? - Preguntó el Pretor con una sonrisa satisfecha.

- Oh, no. No pienso darte a ninguno. - Dijo Bryan con un tono descuidado, como si le hubiesen preguntado la hora del día: - ¡Perdona! Quizá debí decirte eso al principio de nuestra conversación… ¡Qué descuidado soy! -

- ¡¿Qué?! -

- Por mi autoridad como Procónsul los he nombrado a ambos parte de mi Personal Militar. Marcio es mi Tribuno y Gloria es Sacerdotisa Contable de Bienes Espirituales. -

­- ¿Sacerdotisa Contable de Bienes Espirituales? - Repitió el Pretor completamente confundido por el nombre de un cargo que nunca en su vida había escuchado. Luego preguntó usando un tono ligeramente histérico:  - ¡¿Pero se puede saber qué es eso?! -

- Quien sabe, quizá sea para contar las maldiciones que nos han echado las tropas del enemigo y asegurarnos de que las nuestras las superen en número antes de la batalla… - Respondió Bryan encogiéndose de hombros.

- ¡¿Acaso estás burlándote de mí?! - Exclamó el Pretor expresando lo que todos pensaban y sintiendo que iba a morirse por la indignación.

- ¡Por favor no seas ridículo! ¿Crees que bromearía sobre asuntos militares importantísimos tan sólo para burlarme de un simple Pretor? ¡¿Pero quién te crees que eres?! -

- ¡Claramente te lo estás inventando! -

- ¡No digas tonterías! ¡Ese es un cargo vital para el éxito de nuestras operaciones de guerra en Valderán! - Replicó Bryan alzando la voz como si también estuviese indignado, pero luego usó un tono calmado e indiferente para agregar: - Es sólo que todavía no sé muy bien de qué se trata. En fin, cuando lo sepa te lo diré. -

Detrás de Bryan, los Legionarios, Decuriones, Centuriones, Tribunos… ¡Y hasta el propio Silano, que se caracterizaba por ser inexpresivo! Todos ellos estaban haciendo grandes esfuerzos para mantener la disciplina militar y no estallar en carcajadas por lo que escuchaban. Era tan evidente que ese puesto no existía, pero la forma descarada en que Bryan lo estaba vendiendo como un “asunto militar importantísimo” o “cargo vital para el éxito de las operaciones de guerra” era lo más hilarante que habían escuchado nunca. Incluso Gloria, que en ese momento se encontraba escondida en una de las carretas de la caravana y todo este tiempo estuvo observando asustada lo que acontecía por una rendija en la lona, necesitó taparse la boca para que no se escuchase su suave risa.

¡El nuevo jefe de mi marido es tan valiente como divertido!” Pensaba la muchacha: “Estoy tan feliz por Marcio. No sé cómo es la guerra, pero parece que ese noble no tiene miedo de enfrentarse a otros por el bien de sus soldados. ¡Con él al mando, mi marido estará seguro!

Mientras tanto el Pretor seguía tratando de argumentar a pesar de que la excesiva rabia en su interior le impedía pronunciar bien las palabras. Pero finalmente Bryan hizo un gesto de hastío para callarlo.

- ¡Ya para con esos ridículos balbuceos! ¡Si digo que Marcio y su esposa son Personal Militar, entonces lo son y punto! Si quieres llevártelos, primero tienes que conseguir la autorización de uno de los dos Cónsules o directamente del Emperador. - Declaró Bryan con tono aburrido, como si recitar el reglamento textualmente le aburriese: - Ven a verme a Valderán cuando tengas alguno de esos sellos y conversaremos. -

El Pretor casi se atraganta por la frustración que sentía en ese momento. Y es que Bryan lo había derrotado en una discusión sobre reglamentos, que se supone eran su especialidad. ¡Encima lo hizo mientras se burlaba de él hasta dejarlo en ridículo!

Además, el Pretor ya no tenía margen para continuar. Porque una cosa era falsificar una acusación para arrestar a un par de personas y congraciarse con el Gran Duque, pero otra muy distinta era apelar a los Cónsules o al Emperador, cuando no tenía un caso real. Algo así no solamente sería muy peligroso, sino que inevitablemente atraería demasiado la atención y al final el asunto de Marcio podría salir a la luz pública.

Si esto sucedía, Tiberio Claudio se sentiría muy agraviado en lugar de agradecido.

El Gran Duque dijo que me recompensaría si capturaba a esos dos, pero también dio a entender que perdería mi cargo si fallaba. Sin embargo, sus enemigos políticos en las otras facciones definitivamente usarán este incidente para atacarlo en el Senado.

Y si ellos llegan a enterarse de esto por mi culpa… ¡Esa sería una situación mil veces peor! ¡Tal vez el Gran Duque haga que me corten la cabeza!” Pensó el Pretor desesperado e hizo un último intento desesperado: - Procónsul, es el Gran Duque de quien estamos hablando. Sin duda no querrás ofenderlo solo para conservar a dos individuos. -

- Lo que el Gran Duque sienta, quiera o necesite me trae sin cuidado y puedes decírselo de mi parte. - Respondió Bryan sin el más mínimo respeto: - Si necesita algo, que venga a pedírmelo en persona. Pero primero quiero que ponga su cabeza entre las piernas y se bese el culo, mientras me pide perdón por enviarme a esta maldita misión suicida. - Luego miró al hombre en frente suyo con total frialdad: - ¡Ahora márchate y desaparece de mi vista! ¡No sea que mi ira se desate y decida eliminar la vida de un Pretor impertinente, bajo la excusa de insubordinación e intromisión en los asuntos que sólo competen a la autoridad de un Procónsul! -

El Pretor dio un paso hacia atrás con miedo manifiesto. Aquel hombre estaba tan loco, que muy bien podía acabar haciendo lo que anunciaba. ¡Ni siquiera le importaba ofender al Gran Duque! De modo que tragó saliva, dio media vuelta y escapó a toda prisa.

- ¡Continúen la marcha! - Ordenó Bryan como si nada hubiese sucedido.

- ¿Está bien lo que has hecho? Ofender así al Gran Duque. - Preguntó Silano.

- Él y yo ya somos irreconciliables. - Explicó Bryan: - Nada de lo que haga o diga lo complacería en lo más mínimo. Incluso si lo trato con el mayor de los respetos, me matará con la misma seguridad que si lo insulto. - Y añadió en un tono más bajo: - Aunque no es por eso que lo hice. Ayer el Gran Duque intentó provocarme en el Senado. Sin embargo, yo no reaccioné como él seguramente esperaba. Eso podría animarlo a tomar medidas para asegurarse de que muera en Valderán.

Pero cuando ese Pretor le vaya con el chisme, Tiberio Claudio verá confirmadas sus sospechas de que sólo soy un joven tonto, inmaduro e irascible. Entonces asumirá que su estrategia está funcionando perfectamente. - Luego se volvió hacia Marcio: - Y no te perseguirá más por un tiempo, ya que estará convencido de que morirás conmigo en Valderán. - Bryan volvió a mirar al frente antes de concluir: - En este momento lo mejor que nos puede ocurrir a todos es que nos subestimen, cuanto más mejor, tanto nuestros enemigos fuera de Itálica como en el interior. -

- Ya veo. - Dijo Druso.

Silano se limitó a asentir.

- Procónsul, yo... - Comenzó a decir Marcio.

Pero Bryan lo interrumpió.

- No me agradezcas, desde ahora eres uno de mis hombres y no permitiré que ningún imbécil juegue con tu destino. - Y añadió mirando a los otros dos Tribunos: - Eso va para ustedes también. Me da igual de quién se trate. ¡No pienso dejar que nadie abuse de los hombres bajo mi mando! -

Los tres hombres asintieron sin decir nada, pero por dentro estaban contentos. Intuían que la vida junto a aquel joven Procónsul no sería sencilla, pero al menos podían pelear con honor sabiendo que arriesgarían sus vidas por alguien que también estaba dispuesto a morir por ellos. Y las declaraciones de Bryan fueron escuchadas por los legionarios cercanos, quienes la transmitieron por medio de susurros hasta que todos supieron que su comandante estaba más que dispuesto a dar la cara por ellos.

*****

Por fin consiguieron atravesar las puertas de la muralla de Itálica y tomaron la carretera pavimentada que en una semana los llevaría hasta la ciudad portuaria de Icursa, donde se encontraba el Portus Magnus o el Gran Puerto, que era uno de los más grandes del continente Vathýs y en donde se encontraba estacionada la mayor parte de su armada.

Bryan ya había estado en esa hermosa ciudad en una ocasión cuando partió en su primera misión como Ejecutor y quedó fascinado por sus impresionantes templos, edificios y plazas.

Icursa ya era una gran Ciudad Estado muchos siglos antes de la fundación de Itálica y se necesitaron casi trece años de asedio para conquistarla hasta volverla parte del imperio. El motivo de su poder, dejando de lado sus formidables murallas, era principalmente por su mega puerto construido en una bahía natural, con el que podían abastecerse de armas, suministros y soldados.

¡La conquista de Icursa le costó a Itálica 13 años de asedio!

Incluso ahora, el Portus Magnus siempre se encontraba repleto de embarcaciones de todo tipo, ya fuesen de carga, de pesca o militares. Cuando Bryan vio por primera vez ese número aparentemente infinito de buques, comprendió por primera vez por qué Icursa seguía siendo conocida como “La Eterna Señora de los Mares” a pesar de haber sido conquistada por itálica hacía más de doscientos años.

Pensando en que volvería a ver pronto esa hermosa ciudad, Bryan cabalgaba tranquilamente seguido por sus Tribunos y Lictores, manteniendo un paso pausado por los siete mil hombres que lo seguían a pie, junto con la larga caravana de suministros. Pero de pronto notaron que la sonrisa melancólica del Procónsul se transformaba repentinamente en una expresión seria y detenía su caballo.

Temiendo que se trataba de un ataque de Tiberio Claudio o alguno de sus esbirros, los Tribunos gritaron - ¡Atención! - para prevenir al resto de las tropas y echaron mano a la espada. Pero antes de que pudiesen desenvainar, escucharon que Bryan les ordenaba permanecer firmes y sin moverse.

Un par de minutos después se escuchó el sonido de unos cascos y un grupo de jinetes encapuchados, que vestían capas negras, avanzaron contra ellos por la misma carretera en que venían, con la clara intención de interceptarlos. Pero eran apenas una docena, demasiado pocos como para tratarse de un ataque. Y además el Procónsul Bryan se mantenía en silencio y sin moverse mientras estos hombres se aproximaban, aunque con una expresión incómoda, pero sin dar ningún signo de alarma.

Los jinetes se detuvieron a una distancia de cien metros, luego uno de ellos se adelantó al resto y recorrió la mitad de la distancia que los separaba. Incluso si no podían ver su rostro, era evidente que se trataba del personaje principal y que el resto eran sus escoltas.

- ¡Esperen aquí! - Ordenó Bryan de pronto: - Iré a hablar yo sólo con ese hombre. -

- ¡Procónsul! - Intervino Silano que rara vez cuestionaba una orden: - Por su seguridad al menos debe ir con sus Lictores… -

- ¡Dije que Iré solo y no pienso repetir mi orden! - Vociferó Bryan furioso, pero luego explicó con un tono más mesurado: - Conozco a esa persona y sé por qué oculta su rostro. Es importante que nadie más escuche lo que me viene a decir. -

Entonces espoleó a su caballo y avanzó trotando hasta que llegó al costado del individuo que lo esperaba. Luego adoptó una actitud respetuosa y dijo: - Salve, Excelencia. Es un honor que haya venido… -

- ¡Guárdate tus saludos, sabandija! - Le espetó su interlocutor: - No estoy de humor para intercambiar halagos inútiles contigo. Ya me cuesta bastante dirigirte la palabra en lugar de descuartizarte con mis propias manos. ¡Pero incluso eso sería demasiado bueno para lo que mereces! -

El jinete misterioso soltó esos improperios y uno podía sentir una furia terrible en cada sílaba que pronunciaba, pero en ningún momento subió demasiado el volumen de la voz, de modo que nadie más pudiese escuchar lo que estaba diciendo. Era impresionante el autocontrol que tenía esta persona.

Pero aún más impresionante fue que Bryan, el mismo que tan sólo unos minutos atrás no había vacilado en matar a dos guardias, solamente porque hablaron fuera de lugar, escuchó cada palabra sin que su expresión vacilase y aceptó todo lo que esta persona le decía con una actitud humilde.

- ¿Por qué ha venido a verme, Excelencia? - Preguntó Bryan al final.

- Estoy aquí únicamente por alguien que amo como si fuese mi propia hija. Una mujer a la que siempre he deseado proteger con toda mi alma. Una princesa a la que alguien de tu calaña no merece ni siquiera mirar directamente. Y a quien tú te atreviste a deshonrar, miserable malnacido. - Dijo el hombre con un tono gélido: - Y te juro que nunca te perdonaré. Si no fuera porque ella te ama, habría hecho todo en mi poder para aplastarte como a un insecto, aunque tuviese que quemar el imperio entero y vender esta alma mía a los dioses del vacío. ¿Has entendido?  -

- Si, entiendo. -

- ¿Piensas que algo de lo que he dicho es exagerado? -

- Por supuesto que no, incluso diré que es demasiado amable. - Respondió Bryan inmediatamente: - Pero también puedo jurar por tus dioses y los míos, que amo a Emily Asturias. Y si fuera por su bien haría cualquier cosa, incluso desafiar a los dioses del vacío. -

- ¿Eso incluye matarme a mí? - Preguntó el hombre con un tono irónico.

- Nunca haría eso. Antes preferiría morir. - Contestó Bryan: - Pero no porque no me sienta capaz, sino porque sé cuánto la amas. Es el mismo motivo por el que estás aquí. -

- ¡Cuanta arrogancia! - Dijo Aurelio Asturias quitándose la capucha: - ¿Acaso crees que eres invencible por haber matado a Vlad Cerrón? ¿Piensas que no puedo matarte? -

Aurelio Asturias se quitó la capucha

- Sé que puedes matarme. - Puntualizó Bryan: - Tienes mucha más experiencia y recursos de los que pueda imaginar. Tampoco me creo invencible, sino todo lo contrario. -

- ¿Entonces, por qué dices que puedes matarme? -

- Porque creo que nadie es invencible. -

- ¡Ja! Tienes pelotas, mocoso, eso lo reconozco. - Dijo Aurelio sonriendo a pesar suyo: - Pero eso no te salvará en Valderán. -

- ¿Por qué lo dices? - Preguntó Bryan, pues creía que incluso una pizca de sabiduría de un general tan afamado era invaluable para él en su situación actual, incluso si venía encerrada dentro del peor de los insultos.

- Cabalgas a la guerra, pero no a la victoria. - Explicó Aurelio: - Conozco tu historial y no sirves para la misión que tienes por delante. Oh sí, es cierto que eres un combatiente formidable y que tienes experiencia militar, de otro modo no habrías conseguido ser Primer Centurión. Pero ser general de un ejército es mucho más que eso. -

- Leí varios tratados militares en la Academia Babilonia y observé de cerca cómo operaban todos los oficiales. También he visto muchas batallas... -

- ¡Esas son estupideces! - Lo interrumpió Aurelio: - No sirves para ser general y no tienes el talento de uno. De lo contrario no habrías elegido el camino de volverte tan fuerte.

Tus habilidades están más orientadas al combate individual y el comando de una pequeña fuerza de élite. ¡Pero dirigir un ejército es diferente! -

Bryan guardó silencio.

- Lo más importante para un general es la capacidad de vislumbrar las oportunidades durante la estrategia. - Continuó explicando Aurelio: - Las batallas deben estar ganadas incluso antes de ser libradas. Hay que considerar el viento, la luz del sol, las fuerzas y debilidades de tus tropas, las fuerzas y debilidades del enemigo, las cadenas de mando, etc. Para un brillante general cada variable es una posibilidad, cada posibilidad es una incertidumbre, cada incertidumbre es una oportunidad.

¡Eso es algo que no se aprende en los manuales, sino en el campo de batalla! -

Bryan cerró los ojos con impotencia. Por supuesto que Aurelio tenía razón. Si bien había participado en muchos combates, ninguno de ellos era una auténtica batalla a gran escala, sino escaramuzas. Se había preparado lo mejor posible, pero eso es todo.

- Es cierto. - Admitió Bryan: - Pero no tengo tiempo y además puedo usar mis poderes para compensar muchas de esas debilidades. -

- Sí, eso es algo que sólo un necromante como tú tiene a su favor. - Le concedió Aurelio mirándolo fijamente: - Además, estoy seguro de que Cándido y el Emperador tienen sus propios planes para contigo: Ellos esperan que resistas en Valderán el tiempo suficiente como para justificar darte el título de Barón. En pocas palabras, eso es todo lo que tienes que hacer para complacerlos. ¿Verdad? -

Bryan asintió.

- ¿Pero crees que con eso me complacerás a mí? - Preguntó Aurelio mirándolo con actitud provocadora: - ¡Yo no pienso dejar que mi hija esté con un miserable Barón! ¡Lo que es “suficiente” para el emperador es “nada” para este padre!

Si realmente quieres tener un futuro con Emily, tienes que hacerte mucho más poderoso de lo que eres ahora. Eso significa que no basta con que resistas o tengas una victoria… ¡Necesitas una Gran Victoria! Es lo mínimo que te exijo para considerar darte mi bendición. Y ese tipo de triunfo es claramente imposible para ti, tal como estás ahora. -

Aurelio entonces sacó un cofre que llevaba oculto bajo su capa y se lo entregó a Bryan.

- ¿Qué es esto? -

- El mayor tesoro que tengo… ¡y también un desafío! - Respondió Aurelio con suma gravedad: - Estos son los diarios de guerra escritos con puño y letra por los mejores generales de mi familia. Incluyen reflexiones, pensamientos, anécdotas y estrategias que realizaron durante sus respectivas campañas. Naturalmente ahí hay secretos del arte de la guerra que sólo debe conocer el heredero de nuestra familia.

El último de estos libros es el que escribí yo mismo. Y el ultimo dueño de estos diarios fue mi difunto hijo, que los recibió de mí, el día en que fue nombrado como mi sucesor.

¡¿Entiendes lo que te estoy dando?! -

Bryan no podía creer lo que escuchaba. ¡Cuánto debía amar a Emily este anciano como para estar dispuesto a entregar semejante tesoro a alguien con quien estaba tan enfadado! Aurelio no solamente estaba dándole una herencia ancestral, sino algo que perteneció a su hijo amado, al que consideraba el legítimo esposo de Emily. Ni siquiera podía imaginar el dolor que debía significar para este venerable patriarca el hacer esto.

- No puedo aceptar… - Comenzó Bryan abrumado por la responsabilidad y el sentimiento de culpa.

- ¡Te ordené que dejases las palabras inútiles de lado! - Lo interrumpió Aurelio: - Mi hijo está muerto y no necesita esto. En cambio, tú sí. Así que, aunque me duela, te los entregaré para que aprendas todo lo que necesitas saber y así tengas una posibilidad.

Pero a cambio quiero que me jures, aquí mismo y con los dioses como testigos, que obtendrás una Gran Victoria en Valderán, sin importar los obstáculos que encuentres. ¿Has entendido? ¡No me importa lo que tengas que superar! ¡Esa es mi prueba para ti! -

­- ¡Espere! - Exclamó Bryan incapaz de contenerse más, porque veía el tremendo compromiso de Aurelio en su mirada y en el resplandor de su propia alma. Simplemente no podía soportar recibir esta gracia sin primero ser completamente honesto con este noble Senador y Aristócrata de Itálica: - ¡Antes hay algo que tiene que saber! ¡Debo decirte que Emily no es…! ¡Yo la amo! ¡Pero también... -

- Sé del asunto de Phoebe Bootz. - Lo interrumpió Aurelio antes de que pudiese continuar, dejando a Bryan mudo de asombro: - ¿Te sorprende? Es verdad que eso sólo hace que te odie más, pero no tengo derecho a reclamarte nada. No porque no te lo merezcas. Sino porque veo en esto un justo castigo que los dioses me imponen.

Yo le fui infiel a mi leal esposa innumerables veces, a pesar de saber lo mucho que esto la hizo sufrir. Ahora el destino me hace pagar obligándome a ver a mi más amada hija, la única que debía ser la esposa de mi sucesor, como parte del harén de un miserable.

Puedo estar en paz con eso, sin embargo… ¡nunca consentiré que mi hija sea una mísera concubina! No te exigiré que sea la primera esposa, porque eso tampoco es asunto tuyo para decidirlo, sino parte de una lucha que corresponde a las mujeres. Sin embargo, ¡debe ser una esposa legal! ¡Y ahora te exijo que tomes estos tesoros para que tengas la más mínima oportunidad de convertirte en un hombre digno de ella! -

Bryan estaba conmovido más allá de las palabras. Finalmente comprendía a lo que el niño se refería cuando le habló de las terribles consecuencias de tener a más de una mujer. Y supo que aún no entendía del todo hasta qué punto estaba siendo protegido de un destino funesto, sin que él lo supiese siquiera.

- Entendido. - Respondió Bryan recibiendo el cofre como si se tratase de un objeto sagrado y guardándolo en su Anillo Espacial: - Juro que tendré éxito. -

- Y si no puedes hacerlo… - Añadió Aurelio con un tono peligroso: - No te molestes en regresar con vida. Espero que tengas la decencia de suicidarte si es que pierdes. -

- Lo juro. - Asintió Bryan mientras sacaba un cuchillo para cortar la palma de su mano y derramar un chorro de sangre sobre la tierra: - Por mis dioses y los tuyos, obtendré una Gran Victoria en Valderán y regresaré triunfante o moriré en el intento. -

- He dicho todo lo que tenía que decir. - Dijo Aurelio y espoleó su caballo para irse, aunque se detuvo un instante para murmurar: - Que los dioses te guarden en tus batallas. -

Bryan se quedó mirando al anciano general hasta que regresó con los suyos y se marchó. Por dentro sentía todo un abanico de emociones complicadas, así como un respeto infinito por ese anciano patriarca que estaba dispuesto incluso a dejar de lado el ancestral orgullo de su familia por alguien que amaba. ¡Qué fácil era para los plebeyos humillarse por amor! Pero Aurelio Asturias era un descendiente directo de los Quintos, una familia que había estado en el centro de la política imperial desde hacía casi mil años. Y sin embargo estaba dispuesto a darle una oportunidad que no se merecía, únicamente por la felicidad de Emily.

Aurelio Asturias tenía mucha razón al decir que Bryan necesitaba experiencia práctica urgentemente, así que esos diarios en verdad eran un recurso invaluable que no dejaba de agradecer. Tampoco es que el juramento le asustase, porque las palabras “muerte o victoria” eran un buen resumen de lo que había sido su vida últimamente.

- Ahora definitivamente tengo que vencer. - Exclamó para sí mismo mientras contemplaba los cielos y el horizonte de atardecer: - ¡No! ¡Yo voy a vencer! ¡Los dioses son testigos! ¡Que el astro rey pase, que se disipe la noche y se oculten las estrellas! ¡Pues cuando llegue el día prometido, yo venceré! -

Como si los dioses le respondiesen un viento sopló hacia el Este siguiendo la dirección de la carretera pavimentada, animándolo a continuar su marcha. Los Espectros Oscuros ya no detectaban a nadie más en la cercanía, así que podía avanzar con seguridad.

Ahora solo falta la pieza final.” Pensó Bryan sonriendo mientras sus tropas volvían a ponerse en marcha: “Pero ¿en dónde encontraré a este Eumenes de Cardia?

El Arte de la Guerra de los Asturias

Nota del Traductor

Hola amigos, soy acabcor de Perú. Hoy es miércoles 23 de agosto del 2023.

Cuando estaba por compartir este capítulo con mis estimados lectores del Beta, les dije: “Tengo un nuevo capítulo de GDK para que lo revisen. Pero dudo mucho en compartirlo… ¡Porque es tan bueno que da asco! ¡Los desafío a encontrar algo malo con este! ¡Creo que lo único que le ha faltado es una batalla!”

Ustedes serán los jueces de si estoy siendo arrogante o si realmente tuve éxito.

La primera parte es la de las intrigas políticas, que Bryan puede superar fácilmente precisamente porque ha superado sus problemas interiores y también porque la trampa estaba principalmente diseñada para aprovecharse de su juventud, la cual es aparente. Pues para este estado de la historia, aunque nunca he dejado clara la cronometría, Bryan ya tendrá unos 45 o 48 años (recuerden que transmigró a los 33).

Además, vimos como ya tiene personal competente en Silano, que le ha conseguido siete mil voluntarios dispuesto a seguirlo a esa trampa mortal.

Y hablando de mortal, ¿les gustó Tiberio Claudio? Su forma de reemplazar comandantes está inspirada en Dart Vader, cuando en el Imperio Contrataca va matando oficiales conforme estos fracasan.

La segunda parte, que es el encuentro de Marcio con Bryan, es la única que me hace dudar. Claramente me enfoqué en el desarrollo interno de este y su relación con Gloria como motivador. Pero no sé si Bryan quedó bien, mejor dicho, sus diálogos. Tenía que hacerlo desde la perspectiva del propio Marcio, así que por eso quería que sonase un poco como si fuese un extraño, pero sin dejar de ser “Bryan”. No sé si tuve éxito. Pero al menos estos dos se han encontrado finalmente.

Después tenemos la Escena Pasional que preparé minuciosamente para darle a Bryan un desquite por el evento anterior. En realidad, como siempre, las imágenes fueron difíciles de conseguir, pero tenía desde antes la que usé para representar a Phoebe desnuda, con esos músculos que no llegan a exagerar (totalmente alejado de la vida real) y ya estaba pensando en usarla aquí. Esa parte es más profunda de lo que parece porque, sí, por un lado, nos muestra las cosas desde la perspectiva principalmente de Phoebe y nos deja claro que le gusta el sexo intenso, duro, pero sin ser masoquista. En pocas palabras, es la más “fiera” durante la pasión en oposición a Emily, quien es más técnica.

Pero también vemos una nueva perspectiva de Bryan y cómo su amor por ellas ha evolucionado. Literalmente dijo “estoy dispuesto a darlo todo para defenderte e incluso te mataría con tal de preservar tu dignidad, si el enemigo es demasiado para mí.” Esto nos muestra por un lado una recién ganada humildad, porque está reconociendo que podría haber alguien mejor que él y que no puede defenderla de todo; pero también su crecimiento espiritual, porque se ha dado cuenta de que la dignidad es más importante que la propia vida. Y es en ese momento también que Bryan comienza a dominarla durante la relación, porque demuestra que es incluso más maduro que ella. La propia Phoebe todavía está en el lado puramente sentimental y pasional de su relación, en cambio Bryan ya está comenzando a ver otros factores.

En comparación con la original… Bueno, ahí se los dejo para que comparen:

INICIO

“Hermano mayor Lawrence, hay algo de lo que quiero hablar con Bryan a solas”. Phoebe miró a Lawrence y dijo en voz baja.

Lawrence se sobresaltó pero se recuperó pronto. Sonrió de manera significativa y dijo, “Está bien. Descansa tranquilo Bryan, organizaré algunos buenos líderes militares para que lleguen a Ciudad Brettel antes de que llegues allí”.

Asintiendo, Han Shuo dijo con una leve sonrisa, “muchas gracias, realmente no soy muy bueno en estrategia militar. ¡Tú gente seguramente será de gran ayuda para mí!”

“Muy bien entonces, ustedes hablen, me retirare primero. Personalmente iré a Ciudad Brettel para hacerte una visita”. Lawrence les guiñó un ojo a los dos antes de salir de la habitación con una sonrisa.

Han Shuo se adelantó y reunió a Phoebe en sus brazos tan pronto como Lawrence se retiró, siguió con un largo y prolongado beso. Han Shuo la levantó y caminó directamente hacia la habitación. La dejó caer sobre la cama espaciosa y suave y se presionó sobre ella.

Las ropas salieron, los dos cuerpos desnudos se entrelazaron. Phoebe dejó escapar un sensual gemido tras otro, tratando desesperadamente de igualar los movimientos de Han Shuo. Ella siguió hasta que había agotado hasta lo último de sus fuerzas.

Después de una sesión tormentosa, Phoebe se apoyó perezosamente en el fuerte pecho de Han Shuo. Sus delicados dedos se deslizaron suavemente por su cuerpo mientras murmuraba satisfecha, “No puedo irme de momento contigo. La alianza mercantil de Cameron enfrenta una crisis de disolución debido a la reciente pérdida por su gran apuesta. Eso ha abierto una oportunidad”.

FIN

Aburrido ¿verdad? Parece que aquí simplemente lo puso esa parte por cumplir. Pero, en fin, quizá solo sea un punto de vista distinto.

La tercera parte está destinada a mostrarnos un Bryan implacable, que no tiene miedo de matar para defender a los suyos. Además, es una parte bastante cómica, por lo menos eso pretendía. De hecho, estuve trabajando durante mucho tiempo en ella porque quería que fuese perfecta, así que incluso me puse a estudiar términos legales como Ejecución Sumaria y los significados que puede tener dependiendo del contexto, todo para usar la frase más adecuada.

Además, el cargo que Bryan le daba a gloria debía sonar extraño, pero no tanto, para que el lector entendiese a la primera que tenía que ser falso incluso antes de leer el párrafo siguiente.

¡Ojalá haya quedado bien!

Yo iba a terminar el capítulo ahí, pero entonces se me ocurrió que agregar a Aurelio, justo al final. Y como suele suceder, a veces esas ideas de último momento resultan ser las mejores, porque creo que fue lo más sublime del capítulo. Tuvimos al principio tensión, intriga, diálogos, pasión, comedia… todo eso estaba muy bien, pero tenía que cerrar con un broche de seriedad para elevar la trama a su justo lugar. Porque Bryan está partiendo a la guerra, no a un paseo por el parque.

Y no, no debe ser fácil.

Recuerden que en el original Bryan siempre lo hace bien, aunque no tenga un plan. Es un típico personaje OP. En cambio, con esta escena tan poderosa he justificado cualquier éxito militar que tenga en el futuro, porque, primero, ahora tiene todas esas memorias y el viaje será largo, segundo, está realmente comprometido con esto al 100 %. ¡No puede fallar! ¡Se lo debe a Aurelio! ¡A todas ellas!

Pero déjame saber tu opinión en los comentario: ¿Cuál fue tu parte favorita? ¿Qué te pareció el encuentro en el Senado? ¿Te gustaron los diálogos de Tiberio Claudio y cómo mató a su “comandante”? ¿Qué te pareció el cómo Marcio ve su relación con gloria? ¿Te gustó en encuentro de Marcio con Bryan y Silano? ¿Y qué tal estuvo la sección para mayores con Phoebe? ¿Te gustó como estoy perfilándola? ¿Qué te pareció el encuentro con el Pretor? ¿Te dio risa? ¿Qué sentiste cuando Aurelio y Bryan conversación? ¿Se apreció la tensión?

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¡Nos vemos en el siguiente capítulo!