140 El Reino de los Demonios Verdaderos

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Hacía mucho que la noche había caído y junto con ella vino una fuerte helada que cubrió de nieve casi todos los árboles alrededor, tiñéndolo todo de un blanco misterioso en el que era difícil orientarse. Pero para la madrugada el viento se había detenido, los sonidos se atenuaban y por primera vez en mucho tiempo el cielo estaba despejado, dejando ver las estrellas en todo su esplendor.

Bryan se encontraba sentado cerca de la cima de un enorme abeto, uno de los pocos árboles cuyas hojas seguían siendo frondosas. Todo su cuerpo temblaba, apenas manteniéndose en equilibrio, mientras una oscura y ominosa bruma emergía de los poros de su piel, desafiando la blancura circundante como si un pequeño mundo aparte luchase para imponerse sobre el real. Ni siquiera la brillante luz de la luna podía abrirse paso en esta terrible oscuridad que parecía provenir de las profundidades del averno.

La primera vez que consumió la Divina Fruta de Enkéfalos sufrió un contragolpe de dolor tan espantoso que todavía seguía bien presente en su memoria. Pero esta era la tercera vez y consiguió mantenerse apenas consiente a pesar de la tortura mental. Y es que finalmente se estaba abriendo paso al Reino de los Demonios Verdaderos.

Pasaron horas. El pequeño Infante Sangriento fue creciendo rápidamente en el interior de Bryan hasta que consumió toda la Esencia Mágica y luego comenzó a absorber la propia sangre del cuerpo de su anfitrión, provocándole un dolor espantoso, así como una sensación de muerte inminente.

Aun así, Bryan no hizo nada y continuó dejándolo comer, porque sentía que su conexión con la criatura se hacía más fuerte por momentos. El infante Sangriento siguió alimentándose de él, pero justo cuando parecía estar a punto de matarlo, comenzó a liberar un aura misteriosa que restauró las energías de Bryan, permitiendo que su cuerpo produjese más Sangre y también Esencia Mágica. Después la criatura siguió comiendo y restaurándolo en un espantoso proceso que terminó durando 5 días completos con sus noches.

Durante ese tiempo el Infante Sangriento paso de tener el tamaño de una uña al tamaño de un puño cerrado y fue entonces que finalmente se detuvo. Poco después el cuerpo de Bryan cayó del árbol limpiamente, pues se había quedado inconsciente.

Cuando se despertó descubrió que había cambios fundamentales en su cuerpo. Ahora la Esencia Mágica no fluía directamente por sus circuitos mágicos y venas, sino que primero iba hacia el Infante Sangriento, que la absorbía completamente, para luego liberarla refinada con una pureza que la hacía increíblemente más efectiva y fácil de controlar. Pero este misterioso proceso incluía también a su sangre, su plasma y por supuesto su magia, como si el Infante Sangriento fuese un nuevo órgano purificador que lo mantenía todo en un estado óptimo y perfecto.

En un momento de inspiración Bryan alzó su mano e invocó el Conjuro de Fuego Glacial Místico en su variante ardiente y consiguió producir una auténtica llamarada que superaba por mucho a todo lo que había hecho hasta ese momento. Alzó otra mano y produjo la llama púrpura que podía congelarlo todo, descubriendo asombrado que por primera vez era capaz de controlar ambos poderes al mismo tiempo sin ninguna dificultad.

Emocionado, apuntó en una dirección aleatoria e inmediatamente dos bolas de fuego salieron disparadas e impactaron en árboles. Uno se redujo a cenizas instantáneamente y el otro se trasformó en una escultura de hielo que colapsó de inmediato y sus ramas se volvieron una lluvia de estalactitas que cayeron alrededor.

Bryan siguió practicando y descubrió que finalmente tenía un control completo del Conjuro de Fuego Glacial Místico, pero también entendió algunas de sus limitaciones: Era un poder perfecto para luchar estando sólo contra grupos de enemigos, pero si tenía que pelear con algún aliado corría el riesgo de matarlo por accidente, porque las energías eran demasiado intensas. Tampoco parecía ser eficiente a la hora de luchar en espacios cerrados.

Luego juntó ambas manos frente a él e invocó el Desgarrador Sombrío, que se mantuvo levitando entre sus palmas como si estas fuesen dos enormes imanes. Entonces le dio una orden mental y el arma mágica comenzó a girar sobre si misma con una velocidad pasmosa. Cuando liberó su poder el Desgarrador Sombrío salió disparado y comenzó a cortar limpiamente una docena de árboles sin reducir su velocidad en lo más mínimo, superando incluso a una sierra industrial. Anteriormente habría tenido que insertar casi la mitad de su Esencia Mágica para conseguir ese efecto, pero ahora el arma parecía imbuida de un poder propio descomunal.

Por supuesto que su cuerpo y sus habilidades físicas también se habían incrementado superlativamente.

“Ahora tengo suficiente control de mis poderes para crear a los Espectros Oscuros, que son mucho más poderosos que los Originales. El poder del Infante Sangriento me permitirá disponer de un suministro constante y eficiente de Esencia Mágica, así que podré usarla con una mayor libertad sin temor a que se me termine de pronto. También significa que puedo entrenarme en nuevas habilidades, como el “Arte del Noveno Diagrama Celeste” que debería permitirme volar de un modo mucho más rápido que el de los Archimagos, de ese modo podría escapar de cualquier situación inconveniente y cubrir una gran distancia en muy poco tiempo. Con estas dos nuevas armas y mi poder actual, la muerte de Clark será una simple cuestión de trámite.”

No es que Bryan pensase realmente que podría matar tan fácilmente a un Caballero de la Tierra, pero era cierto que en su último enfrentamiento había tenido que estar a la defensiva constantemente porque sabía que no podía ganar la pelea. Sin embargo, muy pronto podría enfrentarse a Clark en igualdad de condiciones incluso en un enfrentamiento frontal.

Con sus nuevos objetivos en mente, Bryan sonrió y finalmente dejó ese lugar para dirigirse a la aldea secreta de los Troll del Bosque. Durante todo el camino estuvo practicando constantemente el Arte del Noveno Diagrama Celeste, para dominarlo lo más pronto posible.

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Desde entonces pasaron dos días. Entonces Bryan vio algo en su camino que lo dejó muy asustado: Primero percibió un asqueroso olor a podredumbre. Luego encontró todo un sector del Bosque con árboles arrancados de cuajo, varias flechas incrustadas en el entorno, armas rotas abandonadas y muchos cadáveres inidentificables debido al avanzado estado de descomposición, los cuales estaban siendo devorados por enjambres de moscas, gusanos y otras criaturas asquerosas.

Bryan se forzó a sí mismo a examinar los alrededores a pesar del espantoso olor a putrefacción y concluyó que tenía que haber ocurrido una auténtica batalla. Las flechas indicaban que un ejército élfico probablemente estuvo combatiendo contra un adversario poderoso, pero a primera vista no tenía un modo de saber quién había ganado el enfrentamiento o si este había sido contra los Troll del Bosque. Entonces su preocupación empeoró, pues si la guerra entre ambas razas había comenzado o si los elfos se las habían arreglado para encontrar la guarida de los Troll, estaría en graves problemas. Así que contuvo la respiración y se adentró entre los asquerosos despojos.

Después de mucho revisar descubrió que no había ningún cadáver con algún arma o armadura que pudiese haber pertenecido a los elfos, lo cual significaba que ellos habían ganado la batalla y luego se tomaron el tiempo de retirar a sus muertos. Entonces Bryan invocó al Pequeño Esqueleto e inmediatamente corrió a toda prisa hacia el túnel oculto tras el cual se encontraba el valle de los Troll del Bosque.

Cuando finalmente llegó se topó con algo completamente inesperado: La aldea estaba intacta, pero no solo eso, sino que un auténtico ejército Troll se había reunido y estaban completamente armados, exactamente como el día en que los condujo a asaltar al Gremio McGrady. Además, parecía que los guerreros reunidos eran mucho más numerosos que en un principio.

- ¡Gran Datara! -

- ¡Datara! ¡Datara! ¡Datara!... -

En cuanto los Troll vieron a Bryan comenzaron a vitorear llenos de algarabía y se reunieron a su alrededor. Gracias a ello pudo confirmar que el número de Troles había aumentado de los seiscientos originales a por lo menos novecientos guerreros adultos y preparados para el combate. A ese número había que sumar el hecho de que todos los ancianos, jóvenes e incluso las mujeres que hervían los asquerosos guisos que consumían regularmente, llevaban armas en sus cinturas.

Pero, aunque a primera vista parecían un imponente e impresionante ejército, lo cierto es que los troles apenas eran capaces de fabricar armaduras y armas muy rudimentarias, por ese motivo preferían utilizar el equipamiento que robaban a sus víctimas. No era extraño que toda su indumentaria variase mucho tanto en forma como en calidad y no se ajustaba bien a sus necesidades: Por ejemplo, algunos troles particularmente grandes usaban varias piezas de al menos cuatro armaduras distintas unidas de algún modo, aunque apenas les llegaban a cubrir dos tercios de su cuerpo.

También se volvió evidente que los troles no tenían suficientes armas para todos sus miembros y gran parte de sus equipos estaban oxidados. Algunos incluso se habían tenido que contentar con palos y garrotes porque no tenían nada mejor en ese momento.

De modo que, en realidad, la mayor amenaza que poseía el ejército de los Troll del Bosque era la gran fuerza física propia de su raza y su gran tamaño, pues algunos guerreros podían llegar a medir hasta tres metros de altura. O al menos así tendría que haber sido.

Pero entonces Bryan notó que una gran parte de los guerreros parecían famélicos, como si no hubiesen comido nada en varias semanas y algunos incluso estaban mascando trozos de madera o cuero para engañar al estómago vacío, evidenciando que estaban muy necesitados de provisiones.