312 La llegada de los Jinetes

Al día siguiente Bryan se despertó y lo primero que hizo fue revisar el estado de la Fortaleza. Por fin las puertas viejas habían sido cambiadas de lugar estratégicamente y las que no podían repararse fueron retiradas por completo, para que sus vanos fuesen cubiertos por rocas amontonadas de las construcciones recicladas.

Mientras que examinaba las obras, una corneta sonó en una de las torres. Esto hizo que Bryan y Silano se volviesen rápidamente, pues el ritmo era uno que anunciaba un mensajero. Poco después un jinete llegó a toda prisa trayendo una nota encriptada. Cuando Bryan lo leyó, inmediatamente gritó a los soldados que triplicasen la velocidad con la que tapiaban los puntos débiles de la fortaleza. Luego le dio una mirada significativa a Silano y se retiraron para hablar en privado.

- El Manto Oscuro me ha enviado un comunicado. - Explicó Bryan en cuanto estuvieron solos: - Los caudillos Ládano y Atíl han unido fuerzas. -

Ahora que Bryan era un agente de la división del Sol Oscuro no era realmente necesario que ocultase del todo su identidad como miembro del Manto Oscuro. Y dado que estaba hablando con Silano tenía aún menos reparos en hablar sobre ello, ya que este lo acompañó durante su tiempo como Ejecutor. Y si bien la sociedad normal no tenía idea de cómo eran nombrados los mejores asesinos del emperador, los aristócratas del mayor rango sabían que el Manto Oscuro los seleccionaba, aunque no lo decían en voz alta, y los de la media aristocracia lo intuían.

Por todos estos motivos Bryan no dudó en revelarle a su oficial el contenido de la carta, que era un aviso de Cándido que auguraba peligro inminente.

En el noreste de la cordillera de etolia existían dos valles demasiado pobres que no les interesaban a las ciudades estado del territorio y por eso dos tribus bárbaras de jinetes seminómadas acabaron ocupándolos.

Generalmente estos bárbaros se dedicaban al pastoreo, pero la comida siempre escaseaba, así que en invierno comenzaron a dedicarse al saqueo. Pero, aunque su fuerza de caballería era formidable, de poco servía contra las poderosas murallas de las ciudades de la Liga Etolia. En cambio, la provincia de Valderán era una presa fácil una vez que la fortaleza defensiva dejó de estar operativa.

Mapa de Valderán y la Liga Etolia(Lo puse de nuevo porque creí que sería útil para los lectores)

Al principio, los bárbaros se dejaban contratar como mercenarios para los ejércitos de hoplitas, pero cuando crecieron en número, se convirtieron en una fuerza lo bastante capaz como para formar un reino bárbaro e incluso convertirse en una amenaza para todos los pueblos, itálicos y etolios por igual. Afortunadamente, los bárbaros se caracterizaban por su inconstancia, sobre todo en sus relaciones internas. Ni siquiera llevaban un año convertidos en la semilla de un nuevo pueblo poderoso, cuando se pelearon entre ellos y desataron una serie de masacres que los redujeron a convertirse nuevamente en dos tribus primitivas que luchaban entre ellas encarecidamente.

El único momento en que los Vándala y los Uñó dejaban de pelearse, era cuando se juntaban para saquear otros territorios en busca de comida.

Y Valderán era su blanco predilecto.

- No conocemos el número exacto, pero la última vez el líder de los Uñó, ese que llaman Atíl, fue visto en nuestros territorios, se sabía que comandaba unos siete mil u ocho mil jinetes. - Explicó Bryan: - Además, él fue victorioso en la última guerra que tuvieron con los Vándala, así que el número debe haber aumentado... -

- Nueve mil jinetes… o quizá más. - Completó Silano que era muy bueno calculando: - Si los Vándala se reúnen con ellos será una pesadilla. Además, pueden usar Magia Salvaje de exploración. -

- Posesión de animales. - Asintió Bryan.

Era una magia salvaje que les permitía a algunos chamanes formar una especie de vínculo con un animal durante un tiempo limitado, durante el cual transmitían sus sentidos. Los bárbaros lo usaban en aves para usarlas como exploradores.

- Con tres mil hombres no podremos defender esta fortaleza. - Dijo Bryan con una expresión de materia de hecho: - Hay que llamar a las legiones V y VI. Además, ¿cuántas catapultas trajimos? -

- Cuatro, pero Druso envió un mensaje diciendo que una de ellas no está operativa porque sucedió un accidente durante el entrenamiento. -

- Que las traigan todas, tendremos que encontrar una forma de arreglar la que no funciona aquí. - Ordenó Bryan luego de pensar un poco, recordando todo lo que aprendió de los asedios en el entrenamiento militar y el Arte de la Guerra de los Asturias.

- Afortunadamente conseguimos reparar los muros satisfactoriamente, gracias a su poder, mi general. - Dijo Silano señalando el aspecto positivo: - Pero las puertas… -

- Si, esperemos que no se den cuenta. - Respondió Bryan y luego sonrió: - No te preocupes. Será difícil, pero no es imposible. La caballería de esos bárbaros sería de temer en campo abierto, pero no servirá de mucho frente a los fosos. Siempre y cuando hagamos lo que sabemos hacer deberíamos poder repelerlos. -

- Así es, mi general. - Asintió Silano.

- Nuestra estrategia será la siguiente. - Dijo Bryan llevando al Tribuno junto al mapa que mostraba los alrededores de la fortaleza: - Primero traeremos una legión como fuerza principal para soportar el asedio, luego aprovecharemos el impacto psicológico trayendo a la segunda, que llegará con dos días de diferencia. -

­- Entendido. - Dijo Silano.

- Entonces ordena que Marcio se dirija hacia aquí a marchas forzadas con la VI Legión y trayendo las catapultas. - Decidió Bryan: - Asegúrate de dejarle claro que debe hacerles creer a los hombres que esto se trata de un ejercicio militar. Ninguno de ellos debe enterarse de que habrá problemas hasta que estén todos aquí. ¡Sobre todo César Germánico y Jaime Luccar! -

- ¿La VI? - Preguntó Silano confundido: - ¿Quiere usar a la VI como principal fuerza defensiva? ¿No prefiere usar a la V? son mucho más confiables. -

- No, quiero a la VI. - Confirmó Bryan con esa sonrisa suya que provocaba un escalofrío incluso en el estoico Silano cuando la veía: - Necesito a la VI para esto. -

­- Se hará como ordene. - Asintió Silano, que comprendía claramente que el Procónsul tenía en mente una estrategia, aun así, viendo lo traicioneros que eran Luccar y Germánico no podía evitar sentirse dubitativo.

Pero, aunque su expresión no revelaba nada, el Sexto Sentido de Bryan le permitió darse cuenta de la inquietud de su oficial, así que dijo: - No te preocupes Silano. Hay una razón para todo. Pero incluso si ocurre lo peor y la VI me traiciona en este momento, eso no me preocupa. Porque mientras esto sea un asedio, ninguno podrá escapar de mí. -

- ¿Qué quiere decir? -

- Hay un viejo dicho: Ten a tus amigos cerca. Y a tus enemigos… aún más cerca. - Respondió Bryan dándole una palmada en el hombro.

Y tras decir eso se dirigió a ver el estado de las puertas mientras que Silano despachaba a sus mensajeros para convocar a las legiones.

*****

Dos días después la Legión VI llegó conducida por Marcio, cuya veteranía le daba a Bryan la tranquilidad de que el desplazamiento no tendría problemas, incluso con esas sanguijuelas traicioneras que eran el Primer Centurión y su adjunto. Pero aun así la expresión del Procónsul estaba lejos de ser amable cuando los vio llegar.

El motivo era que cuando él mismo era legionario en las tropas auxiliares los hacían recorrer sesenta kilómetros al día con todo su equipamiento puesto. Esa era la velocidad esperada para todas las legiones. Pero, aunque el campamento de las legiones V y VI estaba más o menos a la mitad de esa distancia, los hombres de la VI necesitaron de dos jornadas para llegar, incluso con el entrenamiento exhaustivo que Marcio les había dado y el terror que las ejecuciones por desobediencia provocaban en la tropa. Y si bien era cierto que estaban llevando con ellos una caravana con las máquinas, provisiones y herramientas pesadas, seguía siendo demasiado tiempo.

Nadie lo entendía mejor que el propio Marcio, quien antes incluso de que Bryan dijese nada, se paró firmemente frente al Procónsul en el medio del patio de armas y gritó: - ¡Salve, mi general! ¡Este Tribuno a fallado en su misión y espera tu justo castigo! -

Aunque estaban agotados por la marcha y temían al personaje de Marcio, muchos legionarios de la VI habían llegado a apreciar el valor de su Tribuno, que les exigía bastante, sí, pero que también les estaba devolviendo la condición de soldados. Y a pesar de que Jaime Luccar y César el breve hacían de todo en secreto para mantenerlos enemistados con Marcio, no fueron pocos los que tragaron saliva y apretaron los puños por la frustración de ver a su instructor teniendo que disculparse con el general por causa de esta demora.

- Es la última vez, Tribuno. - Dijo Bryan fríamente: - Como no han pasado los tres meses reglamentarios de entrenamiento no te castigaré esta vez por la demora. Sin embargo, espero que compenses con creces tu fracaso ahora mismo. - Luego se dirigió hacia los legionarios de la VI, los cuales estaban respirando entrecortadamente por el agotamiento de haber marchado sin parar y estar de pie bajo el sol del mediodía. Y les habló con un tono suave, como si hablase con niñitos, evidentemente sarcástico: - ¿Están cansaditos? ¿Tienen hambre y sed? - Entonces su mirada se tornó cruel y su voz despiadada: - ¡Pues qué pena imbéciles! ¡Dejen de resoplar como prostitutas agotadas y pónganse a trabajar ahora mismo en reparar esta fortaleza! - Luego miró a un lado y llamó: - ¡Silano! -

- ¡A sus órdenes, Procónsul! - Respondió el aludido que había llegado corriendo.

- Dales algo que hacer a estos zánganos para que compensen la tardanza. ¡Sólo los que terminen con sus tareas podrán comer! -

- ¡Entendido! -

- Y si alguien se queja… - Susurró Bryan con un tono frío y bajo, pero que fue perfectamente audible para todos: - Que usen su cadáver como mortero o relleno para las construcciones. ¡Así de todos modos tendrá alguna utilidad! -

Silano se llevó a los agotados pero asustados legionarios y comenzó a dividirlos en pequeños grupos que trabajaban separados, evitando así que pudiesen comunicarse fácilmente entre ellos, con el objetivo de retrasar un poco las intrigas de Jaime Luccar y César Germánico, quienes naturalmente querían meter cizaña entre las tropas. Pero Silano se los llevó consigo en todo momento, fingiendo que los estaba honrando como asistentes del Tribuno, pero en realidad estaba aplicando la cita de Bryan.

Ten a tus amigos cerca. Y a tus enemigos… ¡aún más cerca!

Mientras tanto Bryan se dirigió al interior de su tienda de campaña junto con Marcio, donde ya había una gran mesa preparada con los mapas y detalles de los planes que llevarían a cabo. Que el general discutiese inmediatamente las cuestiones del asedio y hasta le pidiese su opinión fue una prueba definitiva de que realmente Bryan no estaba enfadado con Marcio. Este por fin pudo respirar aliviado ya que, después de todo, tanto su vida como la de su esposa que lo esperaba en Odisea, dependían del Procónsul.

- No te preocupes, no esperaba realmente que en tan poco tiempo siguiesen el ritmo de una legión completamente entrenada. - Le dijo Bryan interrumpiendo su explicación por un momento, en cuanto notó las preocupaciones de su oficial: - Pero al llamarte la atención les recuerdo que estoy atento a sus acciones y que estas tienen consecuencias. Además, no es malo que algunos de ellos sospechen que entre nosotros dos hay una discusión. -

- Se refiere a Jaime Luccar y César Germánico. - Dedujo Marcio de inmediato.

- Exactamente. - Asintió Bryan: - Por cierto, ¿cómo han estado ese par? -

- Son unas malditas sanguijuelas que no son recuperables para esta o ninguna legión, mi general. - Respondió Marcio inmediatamente de forma tajante: - Si pudiese personalmente los habría matado después de torturarlos, pero son lo bastante astutos y cobardes como para no dejarse atrapar. -

- Eventualmente nos desharemos de ellos. - Dijo Bryan sonriendo: - Precisamente por eso los he traído. -

- El Procónsul quiere aprovechar para comenzar a crear una brecha entre los legionarios y esos centuriones. -

- Y parece que muy pronto tendremos la oportunidad… - Confirmó Bryan sonriendo y su expresión se volvió seria: - ¡Que se preparen las defensas! -

- ¡Entendido! -

Desde ese momento la Legión VI se unió a los siete mil voluntarios y la velocidad de las obras se incrementó a un ritmo vertiginoso. Al principio los recién llegados estaban demasiado cansados para darse cuenta de lo que ocurría, pero muy pronto comenzaron a notar que había una extraña sensación de urgencia en el ritmo de la reconstrucción, pese a que los trabajos más importantes en los muros ya se habían completado.

Sabían que esto definitivamente no era un entrenamiento y que algo extraño estaba a punto de suceder.

Finalmente, un día llegó un grupo de tres jinetes solitarios que claramente no eran itálicos, pues se trataba de dos hombres y una mujer que usaban armaduras con pieles. Estos recién llegados se detuvieron un momento a cierta distancia de la fortaleza, observando atentamente los muros, claramente sorprendidos de que estos estuviesen reconstruidos. Pero unos instantes después sonrieron con desprecio y uno de ellos incluso escupió en uno de los fosos recién excavados de forma despectiva. Luego cabalgaron hacia la puerta, para llamar de forma grosera, demandando que los dejasen entrar.

- Déjenlos pasar. - Ordenó Bryan a los guardias y estos abrieron las puertas a pesar de que claramente estaban asustados.

Los bárbaros ni siquiera descabalgaron, sino que avanzaron de forma irrespetuosa con sus animales hasta la tienda del Procónsul y gritaron con voz viva.

- ¡Que su jefe salga a vernos! -

Bryan inmediatamente salió de la tienda, flanqueado por sus lictores, así como Silano y Marcio. Un poco más lejos, Jaime Luccar y César Germánico intentaban acercarse para escuchar, pero estaban asignados a supervisar la reparación de la catapulta que todavía no funcionaba y no podían marcharse en frente de todos sin ser descarados, sobre todo cuando el Procónsul parlamentaba con emisarios.

- ¿Eres tú el jefe de aquí? - Preguntó el jinete señalando a Bryan con su lanza de un modo insolente, como si estuviese dirigiéndose a un súbdito o alguien que le debiese algún tipo de obediencia.

Bárbaro con Lanza

- Yo. - Respondió Bryan con una sonrisa peligrosa, pero dejando escapar parte de su aura mágica: - Soy el Procónsul Bryan, general con Imperium sobre las Legiones de Valderán. Y harían bien en no olvidarlo. Así como… - En ese momento soltó un pulso de su hechizo Alecto, para provocar un repentino sentimiento de terror en los caballos de los bárbaros, de manera que estos se encabritaron de golpe. Y lo hicieron con tanta fuerza, que derribaron a sus jinetes, quienes no se esperaban esto, y pese a ser expertos en el arte de equitación, los tres acabaron cayéndose al suelo con fuerza: - la cortesía básica de bajarse de esos animales antes de hablar conmigo. -

Los dos guerreros y la mujer se levantaron de inmediato, con una actitud de alarma. Uno de ellos reaccionó por instinto e hizo un ademán de atacar a Bryan, pero se encontró con un muro de espadas desenvainadas por parte de los lictores. Aunque ninguna de estas armas era tan amenazante como la mirada afilada del Procónsul, que en ningún momento había dejado de sonreír, pero de algún modo les parecía tan peligroso como si fueran un grupo de polluelos apenas nacidos frente a una serpiente a punto de atacar.

- Dame un motivo, miserable salvaje. - Susurró Bryan finalmente: - Dame un motivo para matarte y te juro que lo haré. -

El bárbaro aludido tragó saliva y se quedó paralizado. Su compañero pareció querer decir algo, pero quizá la comunicación no fuese lo suyo, porque se limitó a abrir la boca sin decir nada, mirando de un lado a otro, claramente confundido.

- ¡Cálmate, primo! - Dijo entonces la mujer guerrera levantándose rápidamente para sujetar el hombro del que estuvo a punto de atacar: - ¡Recuerda a qué hemos venido! -

¡Vaya, que interesante!” Pensó Bryan observando con curiosidad a la mujer que había sido capaz de sobreponerse a su intensión asesina. Se notaba que era una superviviente. Su mirada casi felina la asemejaba a una fiera acorralada y por ello peligrosa. Sus cabellos deberían ser rubios a juzgar por sus raíces, pero se los había pintado para simular un tono ceniciento, quizá en un intento por no destacar a la distancia. Su cuerpo era esbelto y sensual, algo que se notaba incluso por debajo de su armadura ligera, aunque no llegaba a ser tan hermosa como Phoebe, y menos aún después de que esta bebiese el elixir de juventud. Aun así, era bastante agradable de ver, sobre todo su rostro, que era hermoso y simétrico, pese a las capas de pintura guerrera que llevaba puesta.

Bryan observó con su sentido espiritual. La mujer tenía miedo hacia él en su mirada, alerta y precaución. Pero también mucha curiosidad y sobre todo… interés.

Que curioso, quizá pueda sacar algo de esto. Aunque no ahora.” Pensó Bryan y retrajo su aura agresiva, mientras hacía un gesto a sus hombres para que bajasen sus armas. Entonces les dijo a los bárbaros: - Dime lo que viniste a decir de una vez, salvaje. -

El hombre que lideraba el grupo dudó un instante, pero al comprender que no lo matarían de inmediato, recuperó un poco de su actitud altanera y dijo: - Jefe de los itálicos, ustedes no han pagado. -

- ¿Pagado? - Preguntó Bryan dudando.

- Desde hace años el anterior jefe de ustedes nos ha pagado para que no ataquemos. ¡Ha pasado un año y todavía no han pagado! -

Bryan cerró los ojos y miró a un lado por un momento para que no se notase su estupefacción. Ya de por sí era bastante triste que la Provincia de Valderán estuviese tan abandonada, pero aparentemente alguno de los Pretores o quizá el anterior comandante de la fortaleza había cometido el vergonzoso acto de tratar de pagar a los bárbaros para que ellos no los saqueasen, lo cual naturalmente era arrojar por los suelos todo el prestigio militar del Imperio Itálico. Pero además de ser humillante también era inútil, porque el Manto Oscuro tenía reportes de que cada año los bárbaros realizaban los saqueos, sin ninguna interrupción. Lo que naturalmente significaba que el supuesto “pago por la paz” únicamente motivó aún más a que los enemigos invadiesen.

No sé quién fue, pero ese imbécil solo les regaló dinero.” Maldijo Bryan en su interior y entonces respondió con un tono cortante: - No pagaré más dinero a sus tribus. -

El bárbaro parpadeó un momento, confundido. Era evidente que nunca esperó una negativa, así que no tenía preparada ninguna respuesta y se demoró un rato en procesar.

- Pues entonces… - Comenzó a decir con tono vacilante.

- Pues entonces… qué - Repitió Bryan animándole a continuar.

- ¡Pues entonces nos veremos obligados a atacar! -

- Ya han atacado. - Puntualizó Bryan con una sonrisa sarcástica y añadió: - Varias veces. -

- ¡Porque interrumpieron los pagos! - Se excusó el bárbaro.

- Quizá a alguien en algún lugar le interese averiguar qué sucedió primero: Si vuestros ataques o nuestros supuestos impagos. Pero ese no soy yo. A mí me importa un comino sus circunstancias. - Aclaró Bryan cruzándose de brazos y mirándolo como si fuese una hormiga: - Lo único que me importa a mí es que ustedes entiendan que Itálica no volverá a pagar ni siquiera un grano de trigo para que no ataquen nuestros territorios. Esa práctica se terminó desde el momento en que yo puse un pie en la provincia. -

- ¡Entonces nuestra inmensa coalición arrasará con esta fortaleza en menos de dos días! - Dijo el bárbaro con un tono amenazante o que pretendía serlo.

- Eres bienvenido a intentarlo. - Respondió Bryan con una sonrisa despectiva: - Ahora puedes irte y darle mi respuesta a tu jefe. -

Entonces Bryan dio un paso adelante y avanzó con una velocidad vertiginosa, que tomó por sorpresa tanto a los bárbaros como a los legionarios. Antes de que nadie entendiese lo que pasaba, el Procónsul tenía al emisario fuertemente sujeto por el cuello con una sola mano, mientras que al mismo tiempo utilizaba Mesmerismo para mantenerlo paralizado. Sin embargo, antes de que nadie pudiese decir nada, el propio Bryan soltó al emisario y se dio la vuelta para regresar con los lictores, sin el menor reparo en darle la espalda, demostrando su total desprecio: - Y mejor vete rápidamente. - Luego añadió dándose la vuelta y con una mirada afilada: - O te cortaré la cabeza y se la enviaré a tu tribu. Quizá así mi respuesta les quede clara a tu gente primitiva. -

El bárbaro se arrastró lejos de Bryan con miedo, pero sus compañeros lo levantaron rápidamente, permitiendo así que mantuviese algo de su dignidad. Luego unos legionarios que habían capturado a los caballos desbocados, se acercaron con los animales para que los bárbaros se marchasen.

Y mientras se abrían los portones, estos no dejaron de lanzar varias miradas hacia Bryan, sobre todo la mujer guerrera, que parecía al mismo tiempo hostil y curiosa.

Se notaba que era una superviviente. Su mirada casi felina la asemejaba a una fiera acorralada y por ello peligrosa.

Ni siquiera habían pasado unos segundos desde que se cerraron las puertas, cuando de pronto escuchó la voz de Jaime Luccar, que trataba de abrirse paso entre los Lictores que le cerraban el paso.

- ¿Qué ocurre, Procónsul? ¡Tenemos derecho a saber si hay un problema! -

Aquellas palabras eran merecedoras de un castigo, pero Bryan, mientras se giraba hacia el Primer Centurión de la VI, recordó los planes que ya tenía en mente para ejecutarlos y se tranquilizó al pensar en el sombrío destino que les tenía preparados. Gracias a eso, pudo calmarse lo suficiente para asumir una actitud calmada.

- Dejen pasar a los Centuriones de la VI. - Dijo Bryan.

Una vez más los Lictores se retiraron.

Jaime Luccar y César Germánico se acercaron despacio.

Entonces el Ejecutor Bryan, Procónsul del Imperio Itálico, les explicó todo.

- No ocurre nada que sea demasiado especial en esta provincia. Las tribus bárbaras de los Uñó y los Vándala han unido sus fuerzas. Y estarán aquí esta noche o mañana con un gran ejército, teniendo en cuenta que sus emisarios acaban de llegar.

 Eso es todo lo que ocurre, Jaime Luccar. -

El general se quedó mirando a los centuriones con intensidad. Jaime Luccar tragó saliva sintiéndose confuso. Desde que Bryan llegó, su mayor deseo era que ocurriesen la mayor cantidad de problemas para que el Procónsul perdiese la mayor cantidad de prestigio, con lo cual después podría desafiar su liderazgo. Luccar debería, pues, alegrarse porque aquélla era una catástrofe aún mayor de la que nunca podía haber imaginado. Pero en lugar de alegría, sentía un frío gélido que le helaba las venas.

Los bárbaros. Venían los bárbaros. Por un segundo en su memoria recordó los terribles alaridos bestiales cuando aquellas hordas emergieron de la espesura del bosque en aquel fatídico día en que seis legiones fueron masacradas. César Germánico no estaba mucho mejor, de hecho, se lo veía temblando un poco más atrás, incapaz de pronunciar palabra.

Pese a todo, Jaime Luccar finalmente consiguió guardar la compostura y soltó aquello que tenía pensado decir.

- Por los divinos, esto no es bueno. ¡Deberíamos retirarnos ahora que estamos a tiempo! -

- ¿Retirarnos? - Preguntó Bryan lentamente mientras rodeaba a Jaime Luccar y lo miraba girando muy despacio la cabeza: - ¿Quieres decir que los hombres de la VI legión de Itálica deberían volver a retirarse ante el ataque de unas tribus bárbaras, tal y como hicieron en el último desastre militar, para luego sufrir un humillante destierro? ¿Es ésa la gran idea del gran Jaime Luccar? -

El interpelado dudó unos segundos, pero se reafirmó.

- Debemos marcharnos. No como en ese maldito bosque. ¡Debemos marcharnos antes de que los bárbaros lleguen a masacrarnos! ¡Eso debemos hacer! -

- Comprendo - Dijo Bryan con un tono muy cordial; pero repentinamente se frenó en su recorrido alrededor de Jaime Luccar, levantó la cabeza y habló a gritos y escupiendo saliva y bilis con cada palabra: - ¡Pues escúchame, miserable rata de alcantarilla! ¡Por todos los dioses que no nos vamos a retirar!

¡Mientras yo esté al mando, los hombres de las legiones V y VI de Itálica nunca, nunca, nunca volverán a replegarse ante la llegada de unos simples bárbaros! ¡Ese y no otro fue el principio de todos nuestros problemas y eso va a empezar a cambiar a partir de hoy mismo!

¡Tú no eres más que un centurión, un centurión que por cierto no cumple las órdenes con la debida disciplina y cuya incompetencia será juzgada por mí próximamente! ¡Y que los dioses se apiaden de ti el día que mi ira se desplome sobre tu estúpida cabeza! - Jaime Luccar retrocedía. Y junto con él César Germánico que le acompañaba, andando los dos hacia atrás. Bryan caminaba hacia ellos. Su rostro encendido por la furia, una furia que Silano recordaba en su general cuando éste se lanzó a luchar cara a cara contra Sigrid Bazán, una furia que el Tribuno Marcio desconocía y que le dejó perplejo. El general continuó aullando ante los cada vez más encogidos Jaime Luccar y César Germánico: - ¡Ahora lárguense de aquí y ocúpense de cumplir mis órdenes: ¡Reparen esa maldita catapulta para que podamos arrojar proyectiles a los malditos invasores! ¡Y de repeler a los bárbaros me ocuparé yo, porque por eso ustedes sólo son unos míseros centuriones de una legión maldita y olvidada por todos! ¡Y yo, sin embargo, soy Procónsul de Itálica! ¡Ya me ocuparé yo de los Uñó y los Vándala! ¡Como hice con Vlad Cerrón o con Sigrid Bazán, Guido Bellido, Fernando Mario, Colbert y todo aquellos que trataron de desafiarme!

¡Ahora desaparézcanse de mi vista, par de inútiles, y que sea rápido! ¡O por los dioses que ordenaré que los ensarten a ambos como a dos jabalíes recién cazados! -

Jaime Luccar y César Germánico se dieron la vuelta y a paso de marchas forzadas regresaron con los hombres que se supone que debían supervisar. Bryan, más sosegado de ánimo, se volvió hacia Silano y Marcio.

- Quiero que tres mensajeros estén siempre en espera. El mismo día en que veamos al ejército bárbaro ellos deben salir a toda prisa y decirle a Druso que venga con la V Legión, listo para una batalla. -

- Entendido. - Respondió Silano y se marchó a cumplir la orden.

Marcio también asintió, pero aún tenía dudas. Así que se detuvo para decirle en voz baja.

- Mi general, esto puede acabar mal. Los hombres de la V y la VI aún no están preparados para volver a enfrentarse a los bárbaros. -

Bryan no se alteró por este consejo y respondió tranquilamente.

- Eso que dices es cierto, pero tampoco puedo permitir que los hombres de la VI retrocedan ante la llegada de los bárbaros. Eso nunca volverá a ocurrir. Si han de morir, moriremos todos, pero las “legiones malditas” ya nunca retrocederán, esas palabras no son retórica. -

Marcio se llevó el puño derecho al pecho, dio media vuelta y desapareció entre los lictores.

Bryan subió a la muralla noroeste y contempló el paso que se abría entre las montañas de la Cordillera de Etolia. Tan solo unos días atrás él mismo había marchado en esa dirección para explorar el territorio y en ese momento no le parecieron la gran cosa en comparación con las de Kerlan. Pero ahora, sabiendo que en cualquier momento una horda de miles de jinetes bárbaros vendría desde ahí para intentar matarlos a todos… esas montañas parecían demasiado grandes y macizas.

Sobrevivir sólo no era un problema. Pero si su ejército era derrotado, ese sería el fin de su carrera política y cualquier esperanza de ser feliz en Itálica, así como de cumplir todas las promesas que le había dado tanto a sus seres queridos como a los miles de hombres bajo su mando.

El Procónsul de Itálica miró al cielo y cerró los ojos. Existía la penosa posibilidad de que Jaime Luccar y César Germánico, por envidia o por rencor, o por ambos motivos juntos, decidieran traicionarlos a todos. Los sabía capaces de abrir las puertas durante la noche, por alguna ridícula esperanza de que a cambio los dejasen sobrevivir, y permitiesen que los bárbaros masacrasen a las legiones V y VI y con ellos a su impetuoso Procónsul. Aunque Bryan confiaba en que el trauma sufrido durante el desastre militar, sumado a las historias que todos habían oído sobre el modo en que aquellos bárbaros masacraron a todos los prisioneros, los mantuviesen a raya durante el asedio.

Al final son más cobardes que astutos… O por lo menos eso es lo que espero.

Bryan sonrió y entonces, por primera vez en mucho tiempo, se puso a rezar sinceramente a todos los dioses que conocía en ese mundo, sobre todo a los dioses de la guerra, que siempre habían protegido a Itálica. Porque, aunque parecía ser estoico e invulnerable para quienes lo veían, por dentro se sentía desesperado y desamparado con la próxima llegada de una horda bárbara, sabiendo que su mayor esperanza eran las legiones V y VI, divididas y mal preparadas.

Nunca antes había extrañado tanto a Emily, Phoebe y Fanny.

Se sentía terriblemente solo.

*****

A unos kilómetros de distancia se encontraba el campamento temporal de las tribus bárbaras, que en ese momento estaban lideradas por Atíl, Caudillo de los Uñó, dado que su pueblo era el que aportaba la mayor cantidad de guerreros. Un número que nadie, ni siquiera el Manto Oscuro, hubiese podido haber imaginado.

Veintiocho mil jinetes.

¿Cómo era posible que los bárbaros reuniesen semejante fuerza, si la Tribu más grande de todas, que era la de los Uñó, solamente poseía unos diez mil jinetes?

La respuesta era que durante meses habían convocado a otras tribus menores que venían del norte, atrayéndolos con la promesa de compartir el “suculento” botín que consiguiesen saquear de Valderán. Lamentablemente los recién llegados no tenían idea de la realidad o habrían comprendido que esa pobre provincia nunca podría proporcionar suficientes alimentos para todos.

Las Tribus Uñó y Vándala era las que realmente obtendrían beneficios. El resto tan sólo eran peones desechables que aún no se daban cuenta de su condición.

El artífice de esta coalición de tribus bárbaras, forjada en gran parte con engaños, era el caudillo Atíl, que en ese momento se encontraba en su tienda, penetrando de forma violenta una jovencita. Se trataba de una pastora de Etolia que tuvo la mala fortuna llevar a sus ovejas por el camino que el ejército bárbaro decidió utilizar.

Uno de los exploradores la capturó sin decir nada y terminó pasando el resto del día siendo ultrajada por el jefe de los Uñó.

Uno de los exploradores la capturó sin decir nada y terminó pasando el resto del día siendo ultrajada por el jefe de los Uñó.

Atíl era reconocido por ser un lujurioso sin remedio que ya tenía doce esposas oficiales y un gran número de amantes, tantas que ni siquiera recordaba sus nombres. De hecho, nadie podía, por eso todas las mujeres de Atíl eran marcadas con un tatuaje característico en la frente. Varias de ellas se encontraban en la propia tienda, contemplando con expresión aburrida, indiferente o vacía como su “esposo” abusaba de una nueva joven.

Pero justo en ese momento alguien lo llamó a gritos para anunciarle que los emisarios que envió a la fortaleza de itálica habían regresado, cosa que lo irritó un poco, pero Atíl se dijo que ya había disfrutado bastante de esa pequeña sin nombre, así que sacó el miembro de su interior y la arrojó a un lado como si fuese un fardo, mientras se colocaba los pantalones para salir.

La pobre pastora con el cuerpo y el espíritu destrozados se acurrucó aterrorizada, incapaz de derramar más lágrimas porque se le habían terminado. Algunas de las concubinas más recientes de Atíl, que también había terminado en ese lugar de un modo similar, se acercaron entonces para consolarla. Pero la mayoría simplemente se quedaron sentadas impasibles, pues habían visto ese triste espectáculo tantas veces, que ya estaban insensibilizadas a ello.

Frente a la tienda de Atíl los bárbaros dejaron un amplio espacio descubierto y en el centro colocaron una montaña de madera para encender una enorme hoguera que duraría toda la noche, proveyéndoles luz y calor. A su alrededor se reunió rápidamente una gran multitud de guerreros para escuchar las noticias que traían los emisarios. Y también lo hicieron algunos que tenían un tipo de armadura diferente, ya que eran enviados por la tribu Vándala como “representantes” aunque en realidad eran espías.

Naturalmente Atíl lo sabía, pero no tenía más remedio que tolerarlo. Pese a que el caudillo Ládano solamente comandaba a un máximo de siete mil jinetes, tenía la capacidad de mantener a su tribu independiente, sin importar todos los intentos por someterlos tanto de sus vecinos como de las ciudades de Etolia. Esto era debido a que poseía una astucia superior a la de una serpiente y las trampas con las que llenó su territorio eran tan efectivas como maliciosas.

Incluso el propio Atíl tenía que reconocer a pesar suyo que la inteligencia de Ládano le provocaba un miedo que incluso superaba al inmenso desagrado que sentía por su rival. Este era el principal motivo por el cual no se había arriesgado a asaltar el valle de los Vándala por segunda vez, aunque técnicamente había ganado esa guerra.

Atíl sacudió la cabeza para apartar de su mente aquellos recuerdos tan molestos y en lugar de eso se esforzó por concentrarse en los tres individuos que ya estaban siendo conducidos ante su presencia.

- ¿Y bien, Erick? ¿Te dieron el dinero? - Preguntó Atíl antes de que nadie pudiese decir nada.

Contrario a lo que esperaba, Erick se quedó callado y con la mirada perdida. Uno podría pensar por su comportamiento que se encontraba sonámbulo o en estado de depresión profunda. No respondió a ninguna de las palabras de su caudillo, como si ni siquiera lo hubiese reconocido. Este comportamiento era completamente atípico de Erick, quién era famoso por su carácter impetuoso y por ponerse a alzar la voz en cada ocasión, incluso cuando las circunstancias no lo ameritaban. Todos los presentes se quedaron sorprendidos al verlo así y por eso Atíl se demoró un poco en llamarle la atención.

- ¡Oye Erick! -

- ¡¿Ah?! - El aludido se sobresaltó y enfocó la mirada: - ¡Jefe! ¡Perdón...! No, no conseguí el dinero. -

Y bajó la vista para volver a quedarse en silencio.

- ¡¿Pero qué mierda le pasa…?! - Exclamó Atíl irritado y sin comprender: - ¡Brand, ¿me puedes explicar qué demonios sucedió?! -

- jefe, Erick ha estado así desde que salimos de la fortaleza. - Respondió Brand: - Casi no ha comido e insiste en permanecer en silencio. Creo que se volvió estúpido cuando se cayó del caballo y… -

- Esperen… Me están confundiendo. - Lo interrumpió Atíl cerrando los ojos un momento mientras se llevaba el pulgar y el índice hacia la raíz de su nariz, como si tuviese jaqueca. Estaba irritado porque hubiesen interrumpido su coito y también cansado por el mismo, así que le costaba comprender: - Explícame paso a paso todo lo que sucedió. -

- Padre, yo creo… - Comenzó a decir la mujer guerrera.

- ¡Cállate Astrid! - La interrumpió Atíl con evidente irritación y un poco de hastío: - ¡Deja que Brand explique! -

La mujer guerrera soltó una palabrota por lo bajo y miró a un costado claramente enfadada, pero su padre no le prestó la menor atención. En lugar de eso el líder de la tribu Uñó se concentró completamente en lo que Brand explicaba. Pero como uno podía fácilmente deducir, el bárbaro Brand no se destacaba precisamente por su habilidad para la elocuencia y cometió muchos errores al narrar lo sucedido, desperdiciando mucho tiempo por culpa de sus malentendidos. Astrid podría haberle contado todo lo acontecido mucho más rápido y de un modo más eficiente, pero sabía que no tenía sentido insistir porque su padre claramente confiaba en cualquier otra persona antes que en ella.

Nunca me perdonará que yo recuerde todo el tiempo a mi abuelo y cuán superior era él como jefe, sobre todo en comparación a mi tonto padre.

- Bueno, lo que entiendo es que no pagaron y que Erick se quedó estúpido luego de caerse del caballo. Denle un trago de ron más tarde para que se recupere. - Dijo Atíl mientras se rascaba la cabeza: - Es una pena, pensé que podría ahorrarnos mucho tiempo haciendo que nos pagaran primero antes de iniciar nuestra incursión, pero no importa. ¡Mañana los mataremos a todos! -

La muchedumbre de guerreros bárbaros que lo rodeaba comenzó a soltar gritos de euforia y algarabía, a la vez que imaginaban el botín que obtendrían después de los saqueos. Valderán era una provincia pobre, pero para gente primitiva como ellos todavía quedaban muchas cosas valiosas de las que podían apoderarse, principalmente artículos que no sabían fabricar, como el papel pergamino o las bisagras de metal.

Además, si bien en los últimos años la actividad agrícola se había vuelto prácticamente inexistente en Valderán, todavía podría haber gente rural a la que asaltar o capturar para llevárselos como esclavos, los cuales podrían vender luego a las ciudades de etolia por buen dinero.

Pero en cuanto a la euforia de gritos inicial bajó un poco, se escuchó una voz qué fue como si cayese una lluvia repentina en el verano de todos.

- Padre, creo que no deberíamos atacar. -

Atíl casi soltó una maldición y tuvo que respirar fuerte para evitar darle una cachetada a esa hija suya, que se atrevía a interrumpir el buen humor de sus hombres y que además tenía la osadía de expresar una opinión contraria a la suya cuando sus “aliados” de la tribu Vándala estaban escuchando.

- ¡Cállate, Astrid! - Espetó Atíl sin mirarla.

Pero Astrid no podía mantenerse en silencio. Sabía que su padre estaba enfadado por escucharla, pero si esperaba más la decisión estaría tomada y entonces, aunque el propio jefe quisiera no podría cambiarla, porque era muy difícil refrenar el instinto sanguinario de los bárbaros una vez que estaba completamente desatado.

- ¡Padre, el jefe de los itálicos ha reparado completamente las murallas de su fortaleza! ¡Y los fosos a su alrededor están bien excavados! ¡Además, tiene por lo menos a ocho mil guerreros para defenderse! -

Atíl ya estaba levantando su mano para golpearla, pero consiguió procesar sus palabras justo a tiempo y entonces se volvió furioso hacia Brand, para gritarle: - ¡Escoria sin cerebro! ¡¿Cómo no me has informado de eso?! -

- Se… se me… olvidó… - Tartamudeó Brand al darse cuenta del grave error que había cometido al omitir esa información.

- Ya veo. - Respondió Atíl y sin decir nada más sacó su espada para atravesarle el cuello con una rápida estocada. Brand no alcanzó a esquivar a tiempo y se desangró en cuestión de segundos: - No te mandé para hablar o negociar. Tu único trabajo era ser escolta y abrir los ojos para observar todo lo que fuese importante. Pero si ni siquiera puedes hacer eso, entonces sólo eres una boca inútil que no pienso alimentar. -

La escena sangrienta bajó los ánimos de todos los reunidos, pero no demasiado, pues este tipo de eventos eran bastante comunes entre los bárbaros. Astrid entonces aprovechó para hacer sus recomendaciones.

- Padre, si atacamos esa fortaleza no podremos usar los caballos. Es mejor buscar otro blanco… -

- Típico de ti, hermanita. - Exclamó entonces una voz interrumpiéndola.

De entre la multitud emergió un atractivo joven guerrero, que llevaba en el cuello un collar hecho con alambres de oro retorcidos. Además, sus tatuajes y demás adornos hacían evidente que no era una persona ordinaria.

- Orlaf. - Dijo Astrid casi masticando las palabras. Orlaf era su medio hermano y ella no se llevaba bien con él.

Orlaf era el elegido por Atíl entre sus muchos hijos para sucederle, lo cual en sociedades como la de Itálica inmediatamente sería el blanco de los anhelos y muchas veces celos del resto de hermanos. Pero ese no era el motivo del desagrado de Astrid, pues en la tribu Uñó se guiaban por la regla del dominio del más fuerte.

Dejando de lado sus otros defectos, nadie podía negar que Atíl era el más fuerte de toda la tribu, eso sin ninguna discusión. Y su hermano Orlaf era el segundo en fuerza, así que Astrid no tenía problemas por eso.

Además, siendo como era, el jefe Atíl había tenido un gran número de hijos, la mayoría de los cuales ni siquiera eran reconocidos. Incluso había más cocinándose en los hornos de sus múltiples mujeres, pero oficialmente tenía cincuenta descendientes. Por lo tanto, entre el inmenso número de hermanastros no existían grandes lazos, ni de amor ni de odio. Así que, cuando alguno de ellos caía en combate, para Astrid era lo mismo que si muriese cualquier otro miembro de la tribu. Naturalmente ella pelearía para proteger o vengar a su familia, pero no lo haría con el mismo empeño que por uno de sus amigos. Y estaba segura de que sus hermanos tampoco se lamentarían especialmente por Astrid si llegaba a morir.

No, el motivo por el que Orlaf le desagradaba venía de mucho tiempo atrás. Y era algo que le repugnaba cada vez que se daba cuenta de ello.

- Mi tonta hermana Astrid, tienes la cobardía de las mujeres de afuera de la tribu. - Se burló Orlaf y entonces se dirigió a la multitud de guerreros con una sonrisa intrépida: - ¡Aquí hay tantos valientes guerreros reunidos! ¡Prácticamente los doblamos en número!

Y dices que los muros fueron reconstruidos. ¡¿Pero qué importancia tiene esto?! ¡¿Acaso no recuerdan quiénes son los guerreros que los defienden?! ¡¿No son unos patéticos perdedores que ya escaparon por sus vidas una vez?! -

- ¡Es verdad! - Dijo entonces uno de los bárbaros que precisamente pertenecía a uno de los grupos recién llegados y por eso había escuchado historias sobre el desastre militar: - ¡Son esos legendarios perdedores! -

- ¡Es cierto! ¡¿Por qué hay que temer a esos afeminados?! - Se burló otro

- Nuestros parientes los masacraron hasta que corrieron con la cola entre las piernas. ¿Acaso nosotros somos menos poderosos? -

- ¡Matemos a todos! -

- ¡Pintaremos toda Valderán con la sangre de esos cobardes! -

La euforia había regresado a la multitud de bárbaros y la idea de atacar la fortaleza volvía a estar en la mente de todos. Entonces Orlaf miró con una sonrisa a su hermana Astrid y dijo con un tono que pretendía ser ameno: - Deberías dejar de pretender ser jinete y dedicarte a otras actividades. -

Aunque lo dijo en tono de broma, Astrid sintió un escalofrío porque su instinto femenino detectó algo más, pese a que estaba muy bien escondido, en la mirada de su hermanastro. Era tan sólo un pequeño brillo, pero ella podía darse cuenta.

Lujuria.

La razón por la que Astrid detestaba a Orlaf era porque en cierto momento de su infancia, y de un modo que nunca llegó a comprender, su hermano comenzó a querer estar todo el tiempo a su lado, tanto de día como de noche.

Quizá esto no le habría molestado tanto si fuese el apego normal de un hermano menor. Pero el comportamiento de Orlaf tenía algo que la hacía sentir incómoda. Como su insistencia en querer bañarse con ella y acompañarla cuando se cambiaba de ropa.

En aquella época Astrid y Orlaf todavía tenían 14 y 13 años respectivamente, por eso ella no entendía bien lo que sucedía y por eso lo ignoró. Pero cuando creció un poco más y aprendió ciertas cosas, Astrid llegó a comprender que su hermano tenía un perverso deseo por aparearse con ella, llegando incluso a rechazar a otras mujeres osadas que intentaron seducirlo descaradamente. Además, Orlaf constantemente buscaba oportunidades para acosarla cuando Astrid estaba sola.

El incesto no era extraño en la tribu Uñó, pero generalmente se consideraba un recurso extremo para preservar la línea familiar en tiempos de grave crisis, cuando muchos hombres morían en la guerra o por una peste. No era algo que fuese usual, a no ser que estuviesen bastante borrachos, porque cuando la tribu celebraba en grande se emborrachaban tanto que a veces ocurrían accidentes. En cualquier caso, el incesto no se trataba de algo que buscaban activamente.

De modo que los avances de Orlaf le parecían repugnantes a Astrid. Sin embargo, ella no dijo nada. Primero, porque su padre nunca creía nada de lo que ella decía. Segundo, porque esperaba que eventualmente su hermano acabaría cansándose de perseguirla y después de que se follase a una esclava o dos, esas ganas perversas que tenía acabarían desapareciendo.

Pero esto no sucedió.

De modo que Astrid hizo lo que mejor sabía hacer: Matar y pelear todo el tiempo, sabiendo que su vida y su dignidad dependía de ello.

No era sencillo, porque como mujer era más débil que los hombres. Y desde el principio los bárbaros no eran muy hábiles en el dominio del Aura de Batalla, así que no tenía acceso a las técnicas que una mujer espadachín de Itálica o Etolia si podían adquirir con suficiente dinero y conexiones.

Para empeorar las cosas, su padre no aprobaba que Astrid fuese una guerrera. Eso era algo que le debía a su abuelo. En cambio, Atíl quería casarla con alguien en la Tribu Vándala como parte de un plan para unificar ambos pueblos.

Cierta noche en que Atíl estaba ebrio y en medio de una fiesta con toda la tribu, este anunció sus planes de comprometer a Astrid. Toda la multitud celebró. Todos excepto su hermano. Astrid fue la única que se dio cuenta de la mirada homicida que Orlaf le dirigió a su padre en ese momento y desde esa noche ese brillo aparecía de forma esporádica, cada vez que su hermano estaba a espaldas de Atíl.

Que imbéciles.” Se decía Astrid cuando pensaba en ellos: “Cómo fue que nacieron hombres tan patéticos de la semilla de mi abuelo.

Su abuelo había sido un gran líder y guerrero que fue el responsable de la prosperidad de la tribu Uñó. Incluso cuando tenía ochenta años seguía cabalgando a la guerra, liderando a sus tropas y montando a pelo como un buen uñó. Así era como lo recordaba Astrid. Cuando el abuelo murió, la tribu tenía diecisiete mil jinetes, lo suficiente para luchar hasta contra una ciudad estado. Y además forjó una alianza firme con los Vándala.

Pero cuando tomó el poder, su estúpido Padre decidió demostrar que era superior al abuelo, conquistando a los Vándala por la fuerza. Y realizó un desastroso ataque directo que terminó provocando una terrible cantidad de bajas.

Aunque ganaron la guerra al final, sus números se redujeron a ocho mil y necesitaron años para volverse a incrementar hasta diez mil. Y aunque Ládano de los Vándala se había “rendido”, todos sabían que en realidad se trataba de un “armisticio”. Tanto así que ahora se habían unido a ellos en esta expedición de saqueo.

Su padre atacaba sin pensar por su complejo de inferioridad con su abuelo. Y su hermano era un pervertido que estaba dispuesto a matar al jefe de la tribu y desatar una guerra interna con tal de follarse a su propia hermana. Astrid quería escupir al suelo cada vez que pensaba en ellos.

Aun así, el recuerdo de su querido abuelo la obligaba a hacer lo posible por la tribu, de modo que volvió a intentar hablar.

- Padre, los itálicos tienen un nuevo líder. ¡Ese hombre es peligroso! ¡No debes subestimarlo! -

- ¡Cállate! Sólo es una persona. ¿Qué tan complicado podría ser? - Se burló Atíl.

- ¡Tú no lo has visto! ¡Estoy segura de que es un hombre poderoso! ¡Y uno muy peligroso! - Insistió Astrid con vehemencia: - Sentí claramente que era un enemigo aterrador y claramente es un líder competente. Además, no parece la clase de persona que hace amenazas vacías. ¡No deberíamos atacar su territorio sin primero informarnos! -

Pero en ese momento, los representantes de la Tribu Vándala sonrieron de forma despectiva, dando a entender que les daba risa cómo la hija del caudillo continuaba desafiando la voluntad de su padre. Además, le pareció que algunos de sus “invitados”, esos que habían sido atraídos con falsas promesas de botín, comenzaban a meditar las palabras de su hija. Todo esto provocó que Atíl perdiese la poca paciencia que todavía tenía.

- ¡Dije que te calles! - Le espetó Atíl y luego gritó: - ¡Partiremos al amanecer! -

La coalición de tribus soltó un rugido y sus gritos resonaron en las montañas de Etolia.

Astrid suspiró con frustración. Sabía que ya no se podía hacer nada. Así que decidió marcharse, pero en ese momento sintió una mano en su hombro y al darse la vuelta se encontró con la cara de su hermano, que la observaba con una expresión desencajada.

- ¡¿Por qué has hablado tanto de ese hombre?! - Preguntó Orlaf aprovechando que los vítores de la tribu no dejaban que sus palabras se escuchasen.

Astrid estaba un poco confundida, al mismo tiempo que asqueada porque su hermano la estuviese tocando, así que se limitó a decir: - ¿Qué dices? -

- ¿Acaso te has enamorado del líder de esos cobardes? - Preguntó Orlaf con una voz que tembló un poco por la furia contenida.

- ¡¿Aaaah...?! - Astrid miró a su hermano como si fuese un pedazo de mierda y estaba a punto de insultarlo, cuando se le ocurrió una idea y habló con un tono sugerente: - No lo había pensado. Pero ahora que lo dices, sí. Ese hombre era muy atractivo. Cuando me miró, sentí que mi vientre se calentaba. - Y reforzó sus palabras bajando una de sus manos hacia su entrepierna: - Cualquier mujer querría estar con un hombre como él. ¿Por qué yo no? -

- ¡No te atrevas…! -

- Disculpa, hermano menor. - Lo interrumpió ella poniendo un énfasis especial en la palabra hermano: - Ahora tengo que afilar mis armas. -

Luego se marchó rápidamente, pero antes de adentrarse en su tienda volvió la cabeza para espiar con la comisura del ojo a su hermano Orlaf, quien se había quedado parado en silencio, temblando de ira. Pero finalmente lo vio sonreír de un modo enloquecido mientras se iba corriendo.

Al menos puede que yo consiga algo bueno de todo esto.” Pensó Astrid mientras se adentraba en su tienda: “Mañana haré feliz a mi padre haciendo lo que siempre me pide… y me mantendré alejada de las primeras líneas.

Mientras tanto los bárbaros siguieron gritando y celebrando, como si ya hubiesen ganado. Todos menos el emisario Erick, que parecía estar medio sonámbulo incluso en esas circunstancias.

- ¡Erick, vete de una vez! - Le dijo Atíl, para después regresar a su tienda y continuar con su fornicación.

Erick asintió y se marchó a descansar.

Unas horas después, cuando casi todos en el campamento estaban profundamente dormidos, se escuchó una explosión terrible, que inmediatamente los despertó. El origen era la tienda de Erick. Y cuando los primeros bárbaros llegaron, vieron que las paredes hechas con pieles gruesas e incluso el techo la tienda estaban cubiertas de sangre, como si el cuerpo entero de su ocupante hubiese sido licuado y utilizado para pintar el interior.

De ese modo, mientras todos se preguntaban cuál era el significado de esto, nadie notó al Espectro Oscuro que se alejaba invisible, en dirección a la Fortaleza de Valderán.

Los días de Astrid con su abuelo

Nota del Traductor

Hola amigos, soy acabcor de Perú. Hoy es miércoles 11 de Octubre del 2023.

Medio Oriente está en guerra abierta, lo cual no es nada nuevo ni tampoco inesperado. El problema entre judíos y palestinos comenzó cuando el Imperio Británico les prometió a ambos pueblos que les daría un país en el mismo sitio y luego decidió que no quería ocuparse de esto, así que se lo dejó a la ONU. Estos, en mi opinión, son los principales responsables de todas las matanzas que se sucedieron después. Porque si ustedes ven la forma en que estos repartieron el territorio para ambos pueblos… era simplemente imposible que luego no fuesen a la guerra. Un chocolate marmoleado tiene más sentido que esa repartición de tierras. ¿A quién se le ocurrió dividir el país como si fuese una cebra y darle una franja a cada pueblo? No había forma de que no hubiese una guerra. No existía otro desenlace posible.

Pero después Israel venció en la guerra que le declararon al mismo tiempo Egipto, Siria, Transjordania, Irak y el Líbano. En ese momento se expandieron y esa expansión es justa, pues es el derecho del vencedor. No hay nada que discutir ahí. Luego Egipto fue derrotado en la Guerra de los 6 días y se retiró completamente del conflicto, lo cual dejaba en la lucha a unas cuantas zonas de territorio Palestino, ayudados económicamente por Irán, pero sin que este se comprometiese a luchar militarmente.

En ese momento los palestinos debieron entender que no había forma de vencer a Israel en un combate directo y que la mejor opción era emigrar lo más lejos posible hasta que el estado judío tuviese un momento de debilidad.

En lugar de eso, siguieron peleando. No comprendieron que una batalla perdida no es lo mismo que una batalla que desde el principio no se puede ganar.

Y ahora finalmente han caído en realizar ataques a blancos civiles de forma deliberada. Más de 400 muertos, muchos de los cuales eran turistas de otras naciones. ¡Acaban de darle a Israel la excusa perfecta para erradicarlos a todos! ¡Y lo más triste es que la mitad del mundo entero lo celebrará! Por cierto, que mi tristeza es únicamente por los civiles inocentes del pueblo palestino, aquellos que tendrán que sufrir porque sus líderes no tienen visión. A aquellos, en cambio, no les tengo ningún tipo de respeto. Su falta de percepción acerca de la situación política es impresionante. Su único aliado, Irán, no va a ayudarlos, porque ahora mismo Rusia (el que los protegía) está ocupado con Ucrania.

En mi país vivimos el terrorismo, así que lo conocemos de primera mano. Y estos terrucos siempre tienen motivos para hacer lo que hacen: Injusticias, vejaciones, dolor, sufrimiento, deseo de venganza, etc. La lista es larguísima. Pero lo que muchos no entienden (o no quieren entender) es que, en el momento en que una persona toma un arma y ataca a otra persona inocente… todos esos motivos ya no importan un comino. Dejan de ser victimas y se convierten en victimarios. Ya no son “inocentes oprimidos” sino simples asesinos que hay que erradicar en el menor tiempo posible y sin ninguna misericordia, porque ellos no tendrán ninguna con nosotros.

Por esta experiencia personal estoy seguro de que los terroristas de “Hamas” tienen excusas para hacer lo que hicieron. Y quizá su sufrimiento sea real. Pero en el momento que mataron mujeres y niños, nada de eso importa ya. No hay forma de que defienda lo que hicieron.

Ahora llegará la venganza de Israel y lo único que puedo decir es que Hamas se lo buscó. Rezaré porque aquellos inocentes civiles palestinos e israelíes que terminarán en el fuego cruzado por culpa de la locura de estos asesinos que nunca entendieron el principio básico de luchar con honor.

Bueno, dejaré de hablar cosas tristes y comentaré sobre el capítulo.

La primera parte de este capítulo es la entrevista entre Bryan y los emisarios, donde nuestro protagonista tiene que mostrarse como alguien con quien uno no debe meterse. está inspirada en la novela “Circo Máximo” de Santiago Posteguillo, aunque claro, modifiqué algunos de sus diálogos para la ocasión.

Todos los personajes son nuevos porque en el original nunca ocurre una embajada y los atacantes son simples bandidos. Yo en cambio pensé que sería mejor introducir a las tribus bárbaras como un modo de ayudar a las legiones a enfrentar su trauma.

El nombre de la tribu de los Uñó está inspirado en la tribu bárbara de los Hunos, y el nombre del jefe Atíl es una referencia al infame Atila. En cambio, Astrid y su detestable hermanastro Orlaf son los personajes basados en los vikingos.

El incesto era un turbio asunto bastante más común en el mundo antiguo que en la actualidad y también en la Edad Media. Durante los 700 años que tomó cristianizar Europa, uno de los problemas mencionados, sobre todo en algunos de los pueblos germánicos, era precisamente el del incesto, el cual practicaban de forma cultural y que costó mucho eliminar.

Incluso cuando finalmente este fue prohibido, muchos reyes de origen alemán, como la real casa de los Hasburgo, continuaron casándose entre primos porque tenían una obsesión con preservar su sangre y por eso heredaban muchos defectos genéticos a sus descendientes.

Naturalmente el asunto de Orlaf es algo más exagerado, pero quería ponerlo porque de ese modo se siente que hay una similitud entre la perversidad de los bárbaros y la de los itálicos, cuya única diferencia es el grado de desarrollo social: Antonio representa al perverso de primer mundo, como los asesinos seriales de EE. UU; mientras que Orlaf representa el mal en el caso de los pueblos poco desarrollados, pero igualmente propensos a este. Es una cuestión de intensidad más que de cualidad.

Fue el escritor Rousseau, un personaje importante de la Ilustración, quien escribió un libro llamado “El Buen Salvaje”, en el que enaltecía excesivamente la vida de los indígenas antiguos, presentándolos como sociedades idílicas y amantes de la naturaleza.

Por cierto, que este mismo hombre golpeaba a su mujer y la obligó a dar en adopción a todos sus hijos, porque según él, si no les podían pagar el mejor colegio, entonces era mejor que alguien más los criase, porque no quería tener hijos ignorantes. Así que sí, Rousseau, como tantos otros que se autoproclamaban como “ilustrados”, era una basura. Bastante inteligente, por cierto, pero una persona basura al final de cuentas.

De ese libro salieron películas del estilo Pocahontas, Danza con Lobos y Avatar. Naturalmente todo eso es pura ficción. No existe un lugar donde todo el mundo sea bueno. Y tampoco es cierto que una persona de orígenes humildes no sea capaz de la misma crueldad que un magnate multimillonario. Es mentira que las sociedades prehispánicas fueran mejores en esencia que las de los conquistadores occidentales. Tampoco digo que fuesen peores. Mi tesis es que la historia es compleja y no existe ninguna sociedad que sea más “inocente” que otra.

El poder de invadir cuerpos de los Espectros Oscuros era algo que se mencionaba en el original, pero Ni Can Tian parece haberse olvidado de eso (al igual que yo, tengo que confesar), ya que nunca los hace usarlos. Así que por eso quise aprovechar esta ocasión.

Pero déjame saber tu opinión en los comentarios: ¿Cuál fue tu parte favorita? ¿Te gustaron los diálogos de Bryan? ¿Qué opinas del personaje de Astrid? ¿Orlaf es un personaje creíble? ¿Qué te pareció la situación de las tribus bárbaras Uñó y Vándala? ¿Te parece que Atíl hizo bien al reclutar tantos otros bárbaros para su causa usando la mentira?

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¡Nos vemos en el siguiente capítulo!