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La misión era escapar de Tiro cuanto antes. En ese momento, Asdrúbal tenía en su poder un libro bastante grueso donde creía que encontraría el código del mapa náutico, así que, en teoría, disponían de tiempo antes de que se diera cuenta de que lo habían engañado. Sin embargo, en este mundo siempre existía la posibilidad de que algo imprevisto sucediera: Asdrúbal podría descubrir la farsa y ordenar que su barco regresara; el anciano Apulio podría traicionarlos y revelar a las autoridades tirias que el cuadro de El Puerto había sido robado; o tal vez los espías de la ciudad detectarían el poder del Anillo Espacial de la Dama Cecilia y localizarían su escondite.
Esta última situación era poco probable, ya que nadie sabía que ella estaba en la ciudad y era una maestra del disfraz, pero asumir que nadie la descubriría era arriesgado. Muchas cosas podían salir mal, y aquel mapa era demasiado importante; si Itálica lo obtenía, adquiriría una ventaja naval decisiva contra la Alianza Mercante de Tiro en caso de que estallara una guerra.
Lo ideal era salir de inmediato. Sin embargo, alguien con el estatus de la Dama Emily Asturias no podía simplemente desaparecer mientras realizaba una visita oficial a un socio comercial; Un acto semejante podría causar serios problemas diplomáticos. Además, la única forma de regresar a Itálica era por mar, ya que no existía una Matriz Espacial que conectara ambas naciones.
En Tiro, todos sabían que la mejor hora para zarpar era a media mañana, cuando el viento Austro soplaba con fuerza, impulsando las velas de los quinquerremes al salir del puerto. En cambio, durante la tarde y al inicio de la noche, el viento Septentrión soplaba en contra, de modo que la nave dependía enteramente de los remeros para avanzar. Una salida repentina en plena noche, con el esfuerzo adicional y los riesgos que implicaba navegar en la oscuridad, sin duda resultaría sospechosa.
Y mientras estuvieran en el mar, no habría forma de que su barco escapara de una persecución de los quinquerremes tirios. A pesar de que la fuerza naval de Tiro había disminuido en años recientes debido a la antigua guerra y a las maniobras militares de la familia Ziran para modificar el ejército, los tirios aún contaban con siglos de experiencia como navegantes en comparación con los itálicos.
Por todos estos motivos, Emily debía tener planes de contingencia y mantener una apariencia de normalidad el mayor tiempo posible. Decidida a no levantar sospechas, utilizó sus poderes para regresar a la residencia de los Baalzar, ocultándose bajo una barrera de invisibilidad mientras levitaba hasta el balcón de su dormitorio asignado. Unos días antes, tal maniobra habría sido imposible con el pequeño ejército de espías de élite vigilándola las 24 horas, pero ahora, con su gran habilidad, le era posible burlar las defensas de la mansión principalmente porque su destino era su propia habitación, en un edificio de invitados que no estaba tan protegido como las estancias principales de la familia.
Una vez en la residencia, Emily participó en un banquete de cortesía junto al Patriarca Melcaris, quien se esmeró en que cada detalle del banquete mostrara la riqueza y el refinamiento de la familia Baalzar. Durante la cena, aprovechó para despedirse oficialmente, expresando que deseaba partir esa misma noche con el fin de supervisar la preparación de su barco y estar lista para zarpar a primera hora.
Naturalmente, su anfitrión hizo una insistente pantomima, rogándole que le permitiese brindarle su hospitalidad unos días más. Incluso se ofreció a supervisar personalmente todos los preparativos de su embarcación, asegurando que la tripulación tendría todo listo. Sin embargo, Emily podía notar la sutil impaciencia en su tono. Y es que, ahora que sabía que ella pertenecía al Manto Oscuro, Melcaris estaba deseoso de que su hermosa huésped se fuera de su casa en el menor tiempo posible.
Poco después, en la penumbra de la noche, el palanquín de la familia Baalzar transportaba a Emily y a sus cuatro criadas rumbo al puerto de Tiro. La excusa oficial era que pasarían la noche en el camarote del Quinquerreme, mientras los marineros finalizaban los preparativos para la partida al amanecer. Las linternas del palanquín arrojaban sombras alargadas sobre las calles de piedra, y el eco de los pasos resonaba en el silencio de la ciudad adormecida. Los sirvientes que cargaban la litera intercambiaban susurros inquietos, sorprendidos por la intempestiva partida a esa hora de la noche.
Al mismo tiempo, un nutrido grupo de espías de la familia Ziran se estaban movilizando para vigilar cada uno de sus movimientos. La noticia de la partida de Emily había llegado un poco tarde como para organizar una operación minuciosa, pero dos equipos fueron desplegados apresuradamente y se dividieron en dos escuadras. Uno de ellos comenzó a seguir de cerca el palanquín, manteniéndose a una distancia prudente entre las sombras de los callejones, mientras que el otro se dirigía directamente al puerto para revisar el Quinquerreme y registrar cualquier movimiento sospechoso.
Sin embargo, como todos creían que Asdrúbal ya tenía en su poder el tesoro por el que la hermosa Archimaga viajó hasta la ciudad de Tiro, su tiempo de reacción fue un poco más relajado de lo que hubiese sido en otro momento.
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En el muelle, el barco de la familia Asturias descansaba en un silencio inquietante bajo la luz de la luna. Desde las sombras en las azoteas de los edificios cercanos, los espías de la familia Ziran observaban con desconcierto que no ocurría ningún movimiento en la cubierta. Se suponía que ese barco iba zarpar con las primeras luces del amanecer, pero no había marineros preparando las velas ni revisando las cuerdas. Tampoco se escuchaban sonidos de actividad en la bodega. Esa calma les resultaba extraña. Por norma general el capitán querría tenerlo todo listo antes de que el señor del navío, que en este caso era Emily, llegase para pasar revista; así que el Quinquerreme debería estar en plena actividad, con los hombres alistando los nudos, cubriendo de brea el fondo o revisando suministros.
Tras una espera tensa sin que se presentase ninguna novedad, los espías decidieron actuar. Un grupo reducido de ellos se separó del resto y, tras asegurarse de que nadie los veía, se aproximaron al barco en silencio, listos para infiltrarse y examinarlo de cerca. Sin embargo, apenas habían alcanzado la escalinata del muelle cuando un resplandor anaranjado iluminó la noche. Sin aviso alguno, una densa columna de humo se alzó desde el Quinquerreme, y en cuestión de segundos, un fuego intenso se propagó, devorando velas y aparejos con rapidez.
Los espías se quedaron inmóviles por un instante, sorprendidos, antes de que el puerto entero entrara en alerta. Las campanas resonaron con fuerza, y los vigilantes gritaban órdenes desesperadas mientras los trabajadores y comerciantes horrorizados intentaban frenar el avance de las llamas. Un grupo numeroso de hombres y mujeres corrían de un lado a otro, tratando de organizarse para que el fuego no alcanzara las embarcaciones vecinas ni los almacenes. El caos era absoluto, con gritos, órdenes y barriles rodando por los muelles.
Finalmente, el equipo de magos de agua que la ciudad mantenía por seguridad se abrió paso hasta el sitio y, tras entonar cánticos, desataron poderosos torrentes sobre la embarcación en un esfuerzo por sofocar el fuego. Sin embargo, cuando al fin lograron apagar las últimas brasas, ya era demasiado tarde. No quedaba nada reconocible del Quinquerreme de la familia Asturias; solo una ruina humeante, cubierta de astillas y restos ennegrecidos.
Por su parte, aquel primer grupo de espías no tenía ni idea de lo que acababa de suceder.
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El segundo grupo de espías seguía al palanquín de Emily Asturias con atención, sin sospechar lo que en ese momento estaba ocurriendo en el puerto. De pronto, una distorsión en el aire se formó frente a ellos: una ondulación o espejismo que quebraba la quietud de la noche. Los hombres se detuvieron en seco y, con movimientos hábiles, desenvainaron sus armas, mostrando la pericia de quienes han vivido el combate. Pero lo que ocurrió después los tomó completamente por sorpresa.
En el centro de aquella anomalía surgió una mujer de cabellos castaños y un rostro sobrenaturalmente perfecto. Su cuerpo, de proporciones hipnóticas y sensualidad irreal, parecía superar cualquier anhelo concebible. En cierto modo, era como si su atractivo se adaptara a los deseos más íntimos de cada uno de los presentes.
La visión de semejante belleza retumbó en sus mentes como el eco de trompetas lejanas, congelando el tiempo y borrando cualquier pensamiento racional. Para desconcertarlos aún más, los rasgos de aquella mujer comenzaron a parecerles inquietantemente familiares, como si ella fuese un amor de su juventud, borrado por el paso de los años, pero nunca olvidado. Esa impresión enredó aún más sus pensamientos, hundiéndolos en una confusión inexplicable.
De pronto, la mujer activó su Anillo Espacial, y una botella de vidrio vacía apareció en su mano. Normalmente, los espías habrían reaccionado, pero todos estaban atrapados en un estado de embelesamiento. Entonces, con una sonrisa traviesa, la mujer arrojó la botella hacia el cielo. Al ver esto, algunos hombres parpadearon desconcertados y comenzaron a darse cuenta de que algo malo estaba por suceder, pero para entonces ya era demasiado tarde.
El Anillo Espacial brilló por segunda vez y, de inmediato, una pequeña ballesta cargada se materializó en la mano de aquella mujer quién, sin apartar su mirada de aquellos hombres hechizados, disparó el arma con impecable precisión. El virote impactó en la botella en pleno vuelo, haciéndola estallar en una lluvia de fragmentos brillantes.
Los trozos de vidrio se esparcieron por el aire y, mientras descendían, reflejaron fugazmente la imagen de la mujer desde múltiples ángulos. En ese brevísimo instante, Cecilia desató todo su poder: el brillo de su cuerpo se intensificó, amplificado por los reflejos de los cristales, y cuando este resplandor llegó a los ojos de los espías, la compulsión que sufrían se intensificó hasta un grado inimaginable. La luz atrapó sus mentes, sumiéndolas en un trance absoluto. La figura celestial de la mujer, multiplicada en cientos de fragmentos diminutos, se grabó con fuego en sus córneas, inundando sus sentidos, dejándolos completamente atrapados en una fascinación irresistible.
En ese estado catatónico, sus cuerpos se volvieron pesados, inertes. Sus mentes no respondían, y se quedaron allí, de pie, mirando fijamente a la mujer, sin poder moverse ni defenderse.
La Dama Cecilia, con un gesto sutil, desplegó lo que parecía un abanico de acero brillante en su mano. Pero lo que sostenía resultaron ser dagas delgadas, diseñadas con una precisión letal. Con un solo movimiento, las arrojó, y cada una voló como una extensión de su voluntad, alcanzando la garganta de cada espía con precisión mortal. La sangre brotó en silencio, y los hombres cayeron, uno tras otro, desmoronándose en la oscuridad sin que ninguno pudiese resistir.
Cuando confirmó sus muertes, Cecilia hizo un gesto ligero. Nadie podía verlo en la oscuridad, pero quizá alguien como Bryan habría notado los delgados hilos metálicos que conectaban cada daga a un anillo en su dedo anular, permitiéndole recuperar sus armas. Aquellas dagas, junto al hilo, no eran simples herramientas, sino un artefacto mágico creado específicamente para asesinatos rápidos y eficaces.
Una vez cumplida su tarea, la Dama Cecilia abandonó el callejón envuelto en sombras, y la silueta de la Gran Maestre del Manto Oscuro desapareció en el silencio de la noche.
Horas después, los gritos resonaron en aquella calle. La población había descubierto los cadáveres de doce personas alrededor del palanquín de la casa Baalzar. Todos los sirvientes cargadores estaban muertos, y la litera misma estaba destrozada. En su interior se encontraron los cuerpos carbonizados de cinco mujeres, irreconocibles por su estado, pero fáciles de identificar por los adornos que llevaban.
No pasó mucho antes de que Melcaris Baalzar recibiera la noticia de que la Dama Emily Asturias había sido asesinada, supuestamente, por espías de la familia Ziran. La confusión sumió en el caos a los administradores de la ciudad. Asdrúbal no estaba presente, pero había dejado instrucciones estrictas de que nadie debía tocar o hacer daño alguno a la representante de Itálica, y el temor a su represalia hizo que muchos perdieran el control. Las acusaciones entre los miembros de su familia se prolongaron por mucho tiempo, y finalmente alguien señaló que, con todos los espías muertos, la familia Ziran no podía ser culpada del ataque al palanquín. La discusión se intensificó, extendiéndose a toda la cúpula gobernante y envolviendo a la ciudad en un clima de paranoia y sospecha.
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- ¿Cómo lo hiciste? - Preguntó Emily, genuinamente sorprendida: - Me encantaría poder capturar mentes con esa facilidad. ¡Casi no sentí que usaras magia! -
Cecilia negó con la cabeza.
- Aunque nací con talento para la Magia de la Luz, mi cuerpo tiene una constitución especial que me impide realizar ataques ofensivos de gran potencia. Afortunadamente, o quizás debido a esa misma condición, poseo un control mucho mayor sobre los vectores de luminiscencia en comparación con otros magos de mi escuela, lo cual me permite usar varios artefactos mágicos al mismo tiempo para generar compulsiones. Sin embargo, no es una habilidad que otros puedan aprender. De hecho, tu hermano lo intentó una vez y describió mi habilidad así: “Es como disparar una flecha para acertar en la punta de otra flecha, mientras cabalgas a toda velocidad por un camino lleno de obstáculos y con los ojos vendados”. -
En efecto, la habilidad de la Dama Cecilia para provocar compulsiones de seducción requería que manipulara la luz a través de múltiples objetos mágicos, logrando así una hipnosis casi indetectable. Su último movimiento, sin embargo, era aún más complejo: empleaba superficies reflectantes para multiplicar el efecto cientos de veces en fracciones de segundo. Este nivel de control y procesamiento de conjuros simultáneos no era algo que se pudiera realizar normalmente. La propia Cecilia prefería evitarlo, ya que llevaba su mente al límite y la exponía a un posible y doloroso contragolpe mágico.
- ¿Emilio?... Perdón, quiero decir Amyes. - Se corrigió Emily de inmediato: - ¿Quieres decir que mi hermano intentó aprender tu técnica? -
- Claro que sí. - Respondió Cecilia, poniendo los ojos en blanco, como si fuera algo obvio. Luego moderó su tono: - Estaba muy interesado en la compulsión y no dejó de insistir hasta que finalmente accedí a enseñarle, pero por más que lo intentó, no logró dominarla. ¡Y ya sabes que es mucho más talentoso que la mayoría! -
- Obsesivo, querrás decir. - Repuso Emily, esbozando un gesto cansado mientras trataba de evocar el rostro de su hermano, a quien tan rara vez veía. Desde muy joven había demostrado ser un auténtico genio, capaz de lograr casi todo lo que se proponía, pero también tenía un carácter difícil. Si se hubiera enfocado en la magia, Emily estaba segura de que ya sería un Supremo. Pero Amyes nunca hacía las cosas siguiendo las reglas: se aburría con facilidad y parecía mucho más interesado en experimentar con los demás, operando tras bambalinas, que en realizar el trabajo él mismo.
Sí, era un mago muy poderoso, pero sólo había aprendido las habilidades que le servían para sus objetivos, en lugar de dominar todos los aspectos de la magia de la luz. Sin embargo, lo que sabía, lo dominaba a la perfección y era tan bueno en ello que terminó alcanzando el rango de Gran Mago a pesar de no haber dominado todo el abanico de conjuros, hechizos y encantamientos que un Archimago debería tener. Amyes era, en efecto, el tipo de persona problemática que estaría muy ansioso por aprender cualquier método nuevo para manipular o controlar a otros. Si él no había logrado reproducir la técnica de Cecilia para dominar las mentes, Emily dudaba que alguien más pudiera hacerlo.
En ese momento se desplazaban por los tejados de la ciudad, dirigiéndose al Puerto Comercial, en una zona alejada de su incendiado Quinquerreme. La tripulación había partido días antes, embarcando en varios barcos con diferentes destinos para abandonar Tiro discretamente; ningún espía los había notado, pues, en realidad, ninguno de los marineros abandonó la zona portuaria en ningún momento.
Desde el inicio, la Dama Cecilia y Emily habían planeado incendiar su nave, generando así el caos necesario para asegurar su escape. De otro modo, habrían tenido que preocuparse constantemente por la seguridad de los marineros. La verdad era que sus misiones de espionaje serían mucho más efectivas sin la carga de proteger a tantas personas. Además, con todos los espías que las perseguían muertos y todo el caos resultante, tomaría mucho tiempo para que alguien pudiese adivinar por dónde habían escapado. Fue por eso que la Dama Cecilia se esforzó tanto para asegurarse de matar a todos los testigos e incluso preparó ella misma los cadáveres que servirían como señuelo.
En cuanto a dónde los había obtenido, lo mejor era no saberlo.
Ahora se dirigían hacia un muelle donde los esperaba un barco de contrabandistas que había accedido a llevar al grupo en secreto. En ese momento, solo estaban Cecilia, Emily y las cuatro supuestas sirvientas, quienes vestían armaduras del Manto Oscuro. En realidad, todas ellas eran Espadachines Veteranas y especialistas en infiltración. Sus actitudes sumisas habían desaparecido para ser reemplazadas por miradas duras y concentradas, propias de quienes están acostumbradas al combate.
- ¡Mis Señoras, es por aquí! - Dijo una de las espadachines, quien servía como guía.
Habían llegado a uno de los distritos abandonados. Igual que en Itálica, donde las barriadas albergaban a los pobres, en Tiro también existían zonas en decadencia donde se agrupaban los más desfavorecidos, aunque con particularidades propias. Para empezar, por estar construida en una isla, Tiro sufría constantemente la escasez de espacio y recursos, lo que llevó a desarrollar tecnología para erigir edificios de entre cinco y siete pisos. Sin embargo, la cercanía al mar la mantenía bajo el asedio permanente de la humedad.
Para combatir este problema, los arquitectos de la ciudad idearon métodos de impermeabilización, aplicando brea extraída de minas cercanas entre las juntas y techos de los edificios, impidiendo así que el agua se filtrase. Aunque en un principio parecía una solución ingeniosa, también convertía a los edificios en trampas mortales en caso de incendio. Si bien había varias capas de piedra y estuco entre la brea, lo que impedía que una vela o lámpara derramada causasen un incendio, una vez que el fuego comenzaba, podía arder sin cesar durante días, independientemente de cuánta agua se usara para apagarlo.
Por ello, al inicio de cualquier incendio, se evacuaba rápidamente a los civiles en todo el distrito y se activaban mecanismos mágicos que derrumbaban los hogares circundantes al edificio en llamas, para evitar que el fuego se propagara. Era una medida eficiente, pero devastadora: quienes no tenían dinero para reconstruir terminaban viviendo entre ruinas durante mucho tiempo.
Precisamente en un lugar así se encontraban ahora: un amplio conjunto de edificios derrumbados alrededor de lo que alguna vez había sido un mercado, devastado por el fuego. Ahora estas ruinas eran escondrijos donde se llevaban a cabo transacciones ilegales, así como rutas ocultas de las autoridades civiles para transportar materiales prohibidos.
Pasada la medianoche, el grupo avanzaba por una ruta desierta y sombría. El aire conservaba un leve olor a cenizas y humedad, y el suelo estaba cubierto de escombros y vigas caídas, entre las cuales debían abrirse paso con cautela. A su alrededor, las casas derruidas se alzaban como sombras deformes, con techos colapsados y paredes ennegrecidas que amenazaban con desplomarse en cualquier momento.
Entre los restos, las figuras encorvadas de los habitantes de aquel lugar se refugiaban bajo cobertizos improvisados o en torno a braseros apagados, envueltos en su propio silencio. Apenas les dedicaban una mirada; en esta zona, todos sabían que lo mejor era ignorar a los desconocidos. El grupo avanzaba con sigilo, impidiendo llamar la atención mientras aprovechaban la oscuridad y las sombras para moverse sin ser vistos. Afortunadamente, Emily había colocado un hechizo que permitía al grupo ver mejor en la oscuridad de forma temporal, así que su tiempo de llegada no se vería afectado.
En ese momento sucedió. Mientras atravesaban la abertura de un muro, Emily sintió algo extraño. Aunque todos en el grupo, incluidas las espadachines y la Dama Cecilia, poseían sentidos extremadamente agudos, ella fue la primera en percibirlo. La razón era que la energía resultaba extrañamente familiar para Emily, aunque al mismo tiempo parecía distinta. La notó unos segundos antes que los demás, pero fue suficiente.
El ataque llegó de forma repentina.
Una serie de esquirlas grises, enormes y veloces, surgieron disparadas hacia ellos, atravesando el aire con una fuerza impresionante. Cada una era gruesa como el tronco de un árbol, poseía una textura rugosa como la de una escama y terminaba en una punta afilada. La velocidad con la que se movían era tal, que podría atravesar limpiamente el cuerpo de un toro sin dificultad. Emily reaccionó por instinto, lanzando una oleada de magia antes de que pudiera avisar a nadie. Esto impulsó a Cecilia y a las espadachines unos metros hacia adelante, mientras ella misma retrocedía varios pasos. Ese movimiento rápido marcó la diferencia entre la vida y la muerte: los proyectiles impactaron con una fuerza tan brutal que atravesaron todo a su paso, quedando hundidos hasta la mitad en el suelo. De no haberse movido cuando lo hicieron, el cuerpo de más de una habría terminado empalado o destrozado por completo.
- ¡Nos atacan! -
Inmediatamente, las espadachines activaron su Aura de Batalla y se colocaron alrededor de Cecilia y Emily, formando un perímetro defensivo, mientras las magas comenzaban a conjurar. La Archimaga Oscura alzó una barrera alrededor del grupo, pero antes de que estuviera completamente formada, una nueva sucesión de proyectiles se precipitó hacia ellos. Eran las mismas esquirlas, aunque ahora disparadas desde una dirección distinta.
Los proyectiles rompieron la barrera a medio construir, pero el hechizo de la Archimaga logró al menos desviarlos o ralentizarlos lo suficiente para que las espadachines, en un rápido movimiento, lanzaran cortes de luz para desviar las enormes púas. Sin embargo, todas notaron que las espadas, incluso imbuidas con Aura de Batalla, apenas lograban rozar la superficie de aquellas púas, demasiado densas y resistentes para ser cortadas con facilidad.
- ¡Es un material resistente a los cortes! - Avisó una.
- ¡Usen ondas de Aura y no comprometan el filo de sus armas! - Señaló otra.
Mientras observaba a las espadachines cubrir su posición, Emily continuaba conjurando y finalmente acabó de erigir una barrera defensiva. Sin embargo, las esquirlas regresaron, esta vez desde el lado opuesto y, para sorpresa de todos, parecían provenir de una posición aún más elevada. Algo no cuadraba; en esa dirección, no había ningún edificio lo suficientemente alto como para permitir un ataque desde más de veinte metros de distancia.
“¿Será un Archimago?” Pensó Emily, frunciendo el ceño: “Pero incluso con el Hechizo de Levitación, es imposible moverse tan rápido alrededor nuestro. Ni siquiera Bryan sería capaz de algo así.”
- ¡Maldición, no lo puedo localizar! - Exclamó Cecilia, frustrada.
En ese momento, la Gran Maestre del Manto Oscuro manipulaba un artefacto similar a una brújula, diseñado específicamente para detectar enemigos ocultos. Sin embargo, la aguja giraba incesantemente en un frenesí de trescientos sesenta grados, incapaz de fijarse en ninguna posición que revelase al atacante.
Una nueva oleada de púas impactó contra la barrera de sombras, que crujió amenazando con ceder. Fuera quien fuera oponente, se movía alrededor de ellos con una velocidad desconcertante. Pero no era la rapidez ni la potencia de los ataques lo que más aterraba al grupo; sino el hecho de que no podían localizarlo. Muchos magos eran especialistas en ocultación, y Emily misma estaba entre las mejores, pero atacar solía desvanecer el camuflaje, al menos por un instante. Además, alguien como la Dama Cecilia, experta en magia de detección, debería haber podido rastrear al menos una señal de sus movimientos. El hecho de que no lograra hacerlo, incluso bajo ataque, confirmaba que se enfrentaban a una amenaza fuera de lo común.
La tensión aumentaba con cada segundo. Emily estaba concentrada en reparar los fragmentos de la cúpula defensiva que se resquebrajaban bajo los continuos ataques, pero la velocidad de los impactos superaba su capacidad de regeneración. Ante la inminente posibilidad de perder la barrera, las espadachines se prepararon para interponerse como escudos humanos, cubriendo a Cecilia, quien conjuraba un hechizo de gran poder, y a la Archimaga, que estaba dando todo de sí para mantener la protección.
De pronto, un destello verdoso apareció entre las sombras, destilando una presencia aún más ominosa. Una de las espadachines alcanzó a ver una figura fantasmagórica de baja estatura, cubierta con un manto negro y que flotaba en el aire como si el viento la llevara. Entonces, aquella entidad expuso su “rostro”, que en realidad estaba compuesto por una máscara desprovista de rasgos salvo por dos ojos rojos y fantasmales. Acto seguido, una de sus manos se transformó en una cuchilla alargada y se disparó hacia la espalda de Emily con una velocidad letal. El ataque asesino era increíblemente veloz, pero lo más impactante fue como esta especie de garra atravesó la barrera mágica, como si esta no existiese. Una de las espadachines intentó interceptar la garra, empujando a Emily a un lado y levantando su espada imbuida en Aura de Batalla, pero vio con horror cómo la hoja de su arma se partía en dos, y su propio cuerpo fue atravesado limpiamente, sin importar la energía protectora o la armadura que llevaba. Inmediatamente después, aquella uña se retrajo tan rápidamente como se extendió y la criatura desapareció de la vista.
Todo esto ocurrió en menos de tres segundos.
- ¡¿Qué?! - Exclamó Cecilia, sorprendida como todos, pero fue la primera en reaccionar. Suspendió su conjuro y lanzó al aire tres esmeraldas que sacó de su Anillo Espacial. Las gemas estallaron, creando escudos resplandecientes que comenzaron a orbitar alrededor del grupo. Inmediatamente después, Cecilia se agachó para recoger a la espadachina herida que había sido atravesada en el estómago y la ayudó a beber una poción de curación.
- ¡Cuidado! - Gritó Emily, alarmada.
Cecilia escuchó un sonido de algo rompiéndose cuando la misteriosa criatura volvió a atacar. Segundos antes, el extraño ser reapareció flotando justo en el límite de la barrera. Otra espadachina lo vio y de inmediato le lanzó varios tajos de energía, pero estos simplemente atravesaron su manto sin hacerle daño, como si estuviese hecho de humo. Un instante después la cabeza de ese ser se dejó ver y la garra afilada se extendió los diez metros que los separaban directamente contra la espalda de Emily.
Afortunadamente, esta vez la Archimaga estaba prevenida, así que se hizo a un lado justo a tiempo. Pero entonces se percató de que esto dejaría expuesta a Cecilia y a la espadachín herida, por lo que generó un tentáculo de sombras para apartarlas rápidamente.
La garra fantasmagórica atravesó tanto la barrera oscura como el escudo esmeralda de Cecilia sin resistencia. Al ver esto, Emily se estremeció, porque sintió que aquel ser era en cierto modo parecido al Pequeño Esqueleto de Bryan, tanto por su habilidad para atacar desde los puntos ciegos como por su aparente inmunidad a la magia. Pero esta criatura parecía aún más peligrosa, capaz de ignorar todo tipo de hechizos, no solo los de oscuridad.
Al mismo tiempo, la ráfaga de esquirlas continuaba golpeando la barrera sin tregua, y ahora tenían que protegerse también del ataque asesino de aquella entidad espectral. Era evidente que muy pronto llegarían al límite de sus fuerzas, y la situación empeoraba cada vez más. Pero la Dama Cecilia no perdió tiempo y tomó una decisión rápida: destruir los escudos, que de todas formas no lograban protegerlos, y utilizar sus fragmentos para lanzar miles de pequeños ataques de Magia de Luz. Ninguno sería letal, pero abarcarían un área bastante extensa.
Determinada, Cecilia juntó las manos con fuerza y deshizo las barreras en un estallido de luz, creando un conjuro que se asemejaba en apariencia a la Ejecución Difractaria. Aunque el entorno no sufrió daños, el destello fue tan intenso que, por un instante, pareció amanecer de nuevo, y la luz comenzó a purificar toda la superficie que tocaba.
Fue entonces que lograron ver finalmente a su atacante, y la visión les cortó la respiración. Delante de ellas estaba un insecto gigantesco, similar a un ciempiés de al menos cuarenta metros de largo, cuyo cuerpo desprendía una densa neblina antinatural. Sus ojos eran luces rojas resplandecientes, sus aterradoras fauces tenía colmillos afilados y la forma de su cabeza parecía extrañamente similar al cráneo de un depredador. Esa monstruosa criatura las había estado rodeando, levantándose de tanto en tanto para escupir aquellas esquirlas mientras se desplazaba a su alrededor con una rapidez increíble. Parecía imposible que un ser tan colosal pudiera moverse a esa velocidad sin hacer ruido ni dañar el entorno, pero evidentemente aquella neblina tenía algo que ver con ello.
- ¡¿Qué es esa cosa?! - Gritó Cecilia, horrorizada.
Instantes después, la luz se desvaneció y el colosal insecto volvió a desaparecer en la penumbra.
- Ah, lograron ver a Ulgorak. - Se oyó una voz distante y burlona, oculta en las sombras, soltando un suspiro: - Supongo que ya no puedo hacerlo con sutileza. ¡Velka, mata al objetivo! ¡Ulgorak, devóralos a todos! -
La figura fantasmal, envuelta en su capa y suspendida en el aire, comenzó a elevarse, buscando una posición ideal para atacar. Mientras tanto, el monstruoso ciempiés dejó de arrojar esquirlas y abrió sus enormes mandíbulas, listas para lanzarse sobre el grupo como una serpiente justo antes de morder a su presa.
Parecía que el destino del grupo de Cecilia estaba sellado. Pero en ese preciso instante, Emily pareció tomar una decisión y su grito rasgó el aire:
- ¡No me subestimen! -
Con un destello de poder, un majestuoso báculo apareció en su mano, y la oscuridad comenzó a retorcerse a su alrededor, condensándose con una fuerza abrumadora. Poco después la Archimaga levantó su mano libre y decenas de lanzas negras emergieron del suelo, atravesando el entorno alrededor del grupo con una violencia brutal. Cada una de esas lanzas era capaz de atravesar roca sólida, pero el conjuro no se detuvo allí. En un segundo, las lanzas se ramificaron, dividiéndose hacia todos los puntos cardinales. Primero fueron cientos, luego miles, elevándose como un bosque de sombras vivientes, cortando todo a su paso.
El aire se volvió denso con la amenaza palpable de miles de filos afilados que se alzaban como una tormenta oscura con el único propósito de destruir al ciempiés gigante. La criatura, aunque capaz de volverse etérea, debía abandonar su forma espectral para atacar. Cada vez que lo hacía, se cubría de una neblina extraña que ocultaba su posición, pero eso no le sirvió de nada ante la magnitud de aquel alud de ataques. Los filos hechos de sombras golpearon sin piedad, atravesando la neblina y acosándolo con una lluvia de golpes que venía de todas direcciones. A pesar de su resistencia, el monstruo se retorcía bajo el torrente de ataques. Su exoesqueleto, duro como el hierro, absorbía gran parte del daño, pero su equilibrio se veía severamente afectado.
Este conjuro se llamaba Oscuridad Lacerante, una versión avanzada de Enredadera de la Oscuridad usada por Emily cuya magia había alcanzado un nivel sin precedentes, gracias al conocimiento y el Báculo de Ascanio Ítalo. La velocidad de las lanzas era como un torrente de oscuridad, un vendaval de muerte que no dejaba espacio para la evasión. Cada golpe se volvía más rápido por momentos, cubriendo un área vasta, mientras el monstruo colosal se veía temporalmente incapaz de defenderse o moverse.
Pero mientras el ciempiés se retorcía bajo la lluvia de golpes, un nuevo peligro se movía entre las sombras. La figura oscura, el asesino envuelto en su manto negro, comenzó a moverse con agilidad, deslizándose rápidamente entre las lanzas hacia Emily con la precisión de un depredador.
En respuesta, Emily desató aún más poder, multiplicando las lanzas en una explosión de oscuridad que buscaba implacablemente al asesino. Pero la mayoría de los ataques pasaron a través de su figura sin causar daño alguno.
“¿Por qué estás esquivando?” Pensó Emily, luchando por mantener el conjuro, sintiendo la presión de la concentración al límite. La respuesta llegó cuando la cabeza del asesino emergió brevemente para atacar con su garra. En ese instante, el sonido de los impactos llegó a sus oídos. Y supo en ese momento que aquel ser tenía que volverse físico por un instante para atacar.
La Dama Cecilia y las espadachinas observaban, asombradas, el despliegue de poder de Emily. Aunque sabían de su destreza, jamás imaginaron que su habilidad alcanzara tal magnitud. El conjuro que había desatado era una tormenta de sombras, una marea de lanzas oscuras que cubrían el campo con una intensidad que desbordaba la razón. Incluso Cecilia, que la conocía mejor que nadie, sintió que la fuerza de Emily superaba cualquier expectativa. Las espadachines, inmóviles por la impresión, entendieron que el control de Emily sobre ese poder superaba con creces cualquier cosa que hubieran presenciado antes.
Lamentablemente, el tiempo de Emily comenzaba a agotarse. Las sombras que rodeaban su conjuro se volvieron más inestables, su poder parecía desbordarse, y la presión de mantener tal cantidad de magia era insoportable. Mientras ella luchaba por continuar atacando, el ciempiés gigante logró acomodarse lo suficiente como para recibir la mayor parte de la lluvia de lanzas oscuras con la parte más resistente de su exoesqueleto. Con un rugido ensordecedor, el monstruo levantó su enorme cuerpo, y sus mandíbulas se abrieron con una furia asesina, listas para tragarse al grupo entero.
Emily apenas podía moverse en ese momento porque su mente estaba centrada en atacar a la sombra asesina para no darle oportunidad de usar su garra letal, pero no tuvo más opción que invocar a dos Segadores Oscuros, que se abalanzaron contra la boca de la bestia y contuvieron al Ulgorak momentáneamente con el poder de sus hoces.
Viendo una oportunidad, la figura del Velka comenzó a moverse con una rapidez aterradora, deslizándose ágilmente entre las lanzas de sombra, aprovechando que su precisión había disminuido porque la Archimaga acababa de dividir su atención. El oscuro asesino avanzaba con una precisión mortal, como si supiese que en cualquier momento tendría una abertura para atravesar en la ráfaga constante de ataques que ella había creado.
Emily observó cómo se acercaba y, por un instante, pensó en utilizar el Maelstrom de Oscuridad en su contra. Sin embargo, rápidamente desechó la idea porque, aunque pudiera ejecutar el hechizo, sus aliados estaban demasiado cerca y podrían dañarlos.
- ¡No tengo opción! - Murmuró Emily, apretando con fuerza el báculo de Ascanio. La presión en su pecho aumentaba. Estaba a punto de intentar usar una magia que superaba sus capacidades, pero no tenía otra alternativa si quería sobrevivir.
Con una mirada feroz y decidida, se volvió hacia las espadachinas y Cecilia, quienes ya se preparaban para lo peor: - ¡Todas, tómense de la mano! - Ordenó con voz tensa, pero firme, sin espacio para dudas.
Cecilia y las espadachinas no vacilaron ni un segundo e hicieron exactamente lo que ella decía. Emily, con un suspiro profundo, levantó el báculo con ambas manos y, en el último momento, golpeó el suelo con fuerza. Justo cuando la garra de Velka se lanzó hacia su pecho, gritó con toda la fuerza de su voluntad: - ¡Dominio de las Sombras! -
La magia brotó de su cuerpo como una explosión de oscuridad tormentosa, envolviendo todo a su alrededor con una violencia palpable. Las lanzas de sombras que había invocado antes desaparecieron, para ser reemplazadas por una ráfaga interminable de poder oscuro que se apoderó del entorno. El aire se volvió denso, pesado, y la sensación de calor desapareció por completo, reemplazada por un frío gélido que se colaba en los huesos. Las sombras se arremolinaban, transformándose en tentáculos oscuros que se extendían por el territorio, arrasando con todo lo que tocaban. Cualquier cosa que entrara en contacto directo con esa magia era consumida, reducida a nada más que despojos.
Con un esfuerzo titánico, Emily usó este conjuro para desmaterializarse, llevándose consigo a sus compañeras muy lejos de ese lugar. En un parpadeo, el grupo entero desapareció, convirtiéndose en sombras móviles, esquivando los ataques y la furia de los enemigos. La velocidad con la que se desplazaban parecía inhumana, ya que la tormenta oscura que rodeaba a Emily les otorgaba el poder de moverse a través del territorio con total libertad.
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Cuando el Dominio de las Sombras finalmente se desvaneció, dejando atrás solo vestigios de la oscuridad que había envuelto el campo de batalla, Emily y su grupo cayeron al suelo, exhaustas y desorientadas. Los ecos de la tormenta aún retumbaban en sus mentes mientras intentaban recomponerse, pero la sensación de vacío en el aire les hacía sentir que el esfuerzo había costado más de lo que podía soportar. Emily se tambaleó, sintiendo que la cabeza le daba vueltas y una oleada de agotamiento la arrastró. Su cuerpo estaba al borde del colapso, temblando por la falta de energía.
Cecilia la observó con preocupación, pero no había tiempo para lamentaciones. La espadachina herida, también parecía al borde de la inconsciencia. La Dama Cecilia, con un gesto resuelto, se acercó a Emily. - Necesitas descansar, pero no hay tiempo. - dijo con voz firme, mientras la ayudaba a mantenerse de pie. - ¡Espadachines, carguen a la herida! ¡Escapamos de inmediato! El estruendo de la batalla atraerá a los soldados de Tiro. Nuestro único camino hacia la supervivencia es abordar el barco de contrabandistas antes de que nos encuentren. -
Emily intentó hablar, pero las palabras no llegaban a salir de su boca. Su mente luchaba por mantenerse alerta y apenas lo conseguía. Cecilia observó su estado, comprendiendo que el agotamiento de la Archimaga podía ser el preludio de un Contragolpe Mágico. Sin embargo, no había otra opción. - Sé que te sientes mal, pero no podemos esperar más. - Insistió Cecilia, con tono decidido.
El grupo comenzó a caminar hacia la salida del distrito destruido. Querían correr a toda prisa, pero sabían que eso sólo llamaría la atención. Cecilia miró a Emily con la preocupación todavía marcada en su rostro y preguntó seriamente: - ¿Qué tan mal estás? -
Emily, casi sin fuerzas para hablar, respondió con voz rasposa, - Estoy... agotada, pero... no es nada. Apenas he comenzado a dominar la Quintaesencia. Así que usar el Dominio de las Sombras fue mucho más de lo que puedo soportar, pero me recuperaré pronto. Si hubiera intentado ir más lejos, o durar un segundo más... quizás no habría sobrevivido. -
Cecilia, aunque aliviada por la respuesta, no pudo evitar fruncir el ceño: - Aunque sé que lo hiciste para salvarnos, no debes volver a intentar algo así. -
Las mujeres espadachines avanzaban llevando a su compañera herida, mientras Emily y Cecilia se mantenían al frente. La tensión en el aire era palpable, pero continuaron forzándose a avanzar con la esperanza de llegar a su destino y lo consiguieron justo antes de ver las primeras luces del amanecer. Pero se mantuvieron en alerta y únicamente se relajaron cuando sintieron que la discreta embarcación de contrabandistas comenzaba a moverse.
- Lo que acaba de ocurrir… - Comenzó Cecilia, reflexionando en voz baja: - No fue la gente de Tiro quien nos atacó; quien quiera que controlase a esas criaturas claramente quería matarnos, no simplemente quitarnos el mapa náutico. -
Emily, con la vista fija en un rayo de sol que se filtraba por una ventana, agregó: - Yo creo que esto fue un intento de asesinato dirigido específicamente a mí. Esa criatura con el manto me estuvo apuntando todo el tiempo. El resto de ustedes simplemente era daño colateral, porque sea quien fuera no deseaba ser descubierto. -
Cecilia frunció el ceño al escuchar esto, pero finalmente negó con la cabeza: - Ahora no es el momento de resolverlo. Primero, debemos atender a nuestra compañera herida y asegurarnos de salir de aquí. -
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- Se han escapado. - Murmuró un hombre encapuchado, observando la dirección en la que había volado aquella tormenta repentina de sombras: - No recuerdo la última vez que te vi fallar, maestro. -
- Nunca imaginé que pudiera usar el Dominio de las Sombras siendo tan joven. - Respondió Nestoriano con una sonrisa: - Supongo que debería esperarlo de una amante de Bryan. -
- ¿En verdad ese joven vale el esfuerzo de infiltrarnos aquí y usar tantos recursos para espiar los movimientos de esa mujer? - Preguntó el hombre, dudoso: - ¿No sería más sencillo matarlo directamente? -
- ¡Oh, no! Lo has malentendido. Todo esto es una estrategia para lograr que se nos una. - Replicó Nestoriano.
- Fallo en entender cómo matar a la amante de un hombre puede hacer que este decida unirse a nosotros. -
- Eso es porque aún eres tan joven. - Replicó Nestoriano, adoptando un tono paternalista, aunque no se volvió para mirar a quien le hablaba: - Nuestro objetivo es llevar a Bryan al límite, que se desespere y acuda a nosotros voluntariamente. Ya sabemos que su lealtad a su nación es débil, pero el apego hacia sus seres queridos es un punto vulnerable. El dolor de perderlos, junto con el deseo de proteger a quienes le queden, será la carnada perfecta. Naturalmente, él nunca debe saber que nosotros fuimos los responsables. Por eso quería aprovechar esta oportunidad, ahora que su amante más influyente, políticamente hablando, se encontraba en una nación enemiga, lejos de su territorio. Bryan asumiría de inmediato que los culpables fueron los tirios, y nosotros estaríamos allí para “ayudarle” en su venganza. -
- Pues tu plan se ha arruinado por completo, maestro. No solo Emily se ha escapado, sino que además has revelado accidentalmente a tus invocaciones. - Dijo su interlocutor, esforzándose en mantener un tono neutral que no pareciese acusador: - Incluso si son Criaturas Oscuras tan avanzadas que casi nadie recuerda, Bryan podría deducir que fuimos nosotros. Después de todo, ¿quién más posee nigromantes tan poderosos? -
Nestoriano permaneció en silencio un momento, aunque su sonrisa no se desvaneció. Finalmente, se volvió hacia su acompañante.
- Si llegáramos a tal punto, podríamos justificarlo diciendo que atacamos sin saber que una de sus mujeres estaba en el grupo. Luego juraremos que la dejamos escapar en cuanto descubrimos su identidad. -
- ¿Realmente creerá algo así? -
- Sólo sería en el peor de los escenarios. Además, no es imposible que entre los mercenarios de Tiro haya algún nigromante desconocido. Emily o Bryan podrían no sospechar de nosotros. Y, aun si lo hicieran, tengo una estrategia de contingencia que nos librará de cualquier sospecha. -
- Ya veo. -
- Además. - Continuó Nestoriano, con un brillo cruel en la mirada: - No es seguro que esos dos amantes vuelvan a encontrarse para compartir lo que ocurrió hoy. -
- ¿Vas a intentar matar a Emily de nuevo? -
- No personalmente; Sería demasiado arriesgado. - Respondió Nestoriano.
- ¿Entonces cómo? -
- ¿Qué crees que hará Asdrúbal si alguien le cuenta que Emily consiguió robar el verdadero mapa náutico que tanto ha estado buscando, y que lo hizo justo frente a las narices de su familia? -
- Ya veo… Pero incluso si movemos a nuestros informantes, dudo que Asdrúbal emita una orden de inmediato, y esta tardará muchos días en llegar. Para entonces, ¡ya habrán escapado! Además, si realmente quieres que maten a Emily, eso será difícil. No muchos en esta ciudad podrían medirse con ella. -
- Esa es tu falta de experiencia hablando. Si pude prever que ella estaría aquí, ¿crees que no sé a dónde irá después? Puedo ver claramente que su grupo terminará encontrándose con Asdrúbal en las inmediaciones del Bosque Oscuro. Y, ¿recuerdas quién los espera en esa península? -
- ¡¿Te refieres a ese Supremo?! - El hombre se mostró sorprendido: - ¿Asdrúbal consiguió que el Domador de Dragones se moviera? -
- Tienen intereses en común: él desea ganar gloria luchando contra enemigos fuertes, y Asdrúbal necesita una ruta terrestre hacia el Imperio Itálico. Además, el druida desterrado también está por la zona. Sabes que ese tipo no necesita motivos para devorar la carne de las mujeres hermosas. -
- ¿Seguro que no tienes algo personal contra Bryan? Dices que quieres ganártelo, pero tus métodos parecen más bien los de un enemigo acérrimo. - Murmuró el hombre, entre asombrado y temeroso.
- Por el bien de cumplir nuestro anhelado objetivo, estoy dispuesto a hacer lo que sea necesario. - Respondió Nestoriano encogiéndose de hombros: - De una forma u otra, Bryan terminará uniéndose a nosotros. Es sólo cuestión de tiempo. -
Finalmente, el Liche rejuvenecido dejó de mirar el horizonte y se volvió hacia su interlocutor.
- Es mejor que regreses cuanto antes. Necesito que manipules a la Liga Etolia para que actúen como quiero antes de que las Legiones Malditas hagan su próximo movimiento. -
- Escucho y obedezco. - Respondió el hombre, inclinando la cabeza.
Unos segundos después, las figuras de ambos desaparecieron sin dejar rastro.
FIN DEL LIBRO VII
Emily fuerza todo su poder
Hola amigos. Soy Acabcor de Perú, y hoy es miércoles 13 de noviembre del 2024.
Este capítulo marca el “final de temporada” y ha requerido un enorme esfuerzo. Como saben, esta parte es completamente nueva y diferente de la novela original, así que escribir cada párrafo ha sido como caminar sobre cáscaras de huevo. Me tomé días pensando en cada aspecto: desde los poderes de Cecilia, el escenario y condiciones del combate, hasta las nuevas Criaturas Oscuras y las etapas del enfrentamiento. No les miento: hubo momentos en que consideré simplificar o dividir el capítulo, pero siendo el último del libro, sentí que debía ser uno de los mejores. Además, sentí que se los debía a ustedes, mis estimados lectores, que siempre me han mostrado un apoyo incondicional incluso cuando los capítulos se retrasaron por temas de salud, problemas de agua o falta de recursos. Su paciencia y comprensión me motivan a dar lo mejor de mí.
Naturalmente, todo esto no habría sido posible sin mis estimados patrocinadores, sin los cuales no podría seguir dedicando tiempo a esto. Son ustedes, estimados Mecenas, quienes me mantienen con vida. También quiero agradecer a mis estimados colaboradores y lectores Beta de la obra, por su invaluable ayuda con las revisiones y sus consejos. Estuve a punto de cometer un error con el nivel de magia de Amyes en este capítulo, pero afortunadamente me lo señalaron a tiempo. ¡Eso fue un gran alivio!
Lamentablemente me tomó tanto tiempo escribir esto que no tuve tiempo para generar las imágenes. Y es que en realidad lo que pedía era muy difícil de entender por parte de la IA.
Así que esta vez lo que hice fue bucear en internet para encontrar imágenes y luego las edité en Photoshop. La imagen del Velka es un villano de Devil My Cry 3 que ya tenía en mente como modelo para esta criatura; pero el ciempiés gigante si fue un descubrimiento afortunado. Originalmente estaba pensando en Centichoro, el villano de One Punch Man, pero ya saben, más horripilante, tétrico y “necromántico”, pero esa imagen resultó mucho mejor.
En cuanto al conjuro de Emily, no conseguí que la IA lo generara ni con 30 intentos. Pusiera lo que pusiera, seguía generando literalmente lanzas del suelo y luego generó rayos púrpura. En fin, al final conseguí algo “aproximado” y lo edité en Photoshop. También es cierto que para ese momento ya estaba bastante agotado mentalmente y solo quería terminar.
Bueno, así fueron las cosas y espero que este capítulo les haya gustado. Ahora, sé que quizá me odien por esto, pero la próxima semana no habrá capítulo nuevo propiamente dicho. O sea, lo que toca ahora es hacer la Lista de Personajes y el Glosario de Términos, y esta tarea es una maratón de revisión para asegurarme de que todos los nuevos personajes estén incluidos. Además, tengo que definir la carátula del próximo libro, el nuevo título, y preparar todos los elementos decorativos, como el GIF de presentación. Agradezco su comprensión por todo esto.
Pero déjame saber tu opinión en los comentarios: ¿Cuál fue tu parte favorita del capítulo? ¿Qué te parecieron los poderes de Cecilia y las nuevas Criaturas Oscuras? ¿Cómo te impactó la batalla? ¿Te sorprendió la aparición de Nestoriano y su plan para desquiciar a Bryan? ¿Qué crees que pasará al final?
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¡Nos vemos en el siguiente volumen!