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La primera en aparecer en el escenario fue una mujer rubia, de formas voluptuosas, completamente desnuda, con un collar metálico en el cuello del que colgaba una cadena de oro. El gordo subastador la presentó como una prisionera de guerra. Sin duda, era una belleza, pero estaba claro que no poseía habilidades de combate ni dones mágicos. No era más que una aldeana que no logró huir a tiempo cuando los tratantes de esclavos atacaron su hogar.
El público estalló en vítores al verla, y las ofertas comenzaron a llover de todas partes. Todos los postores eran hombres, con los ojos inyectados de lujuria, incapaces de apartar la mirada de ella. La joven, en cambio, derramaba lágrimas silenciosas, consciente del destino que la aguardaba.
Esa escena disipó por completo el calor que mis hermosas acompañantes habían despertado. En el juego, la idea de comprar una esclava atractiva parecía algo divertido; aquí, en cambio, era la realidad cruda: seres humanos comprados y vendidos como si fueran ganado. Verlo en persona resultó tan repugnante que me revolvió el estómago.
«¡Contrólate!», me ordené en silencio. «Ahora mismo no puedes cambiar nada ni salvar a nadie mientras no tengas la fuerza para sobrevivir. Debes vencer a tu padre antes de que acabe el año y, después, evitar que el mundo entero sea destruido por el Rey Demonio. Concéntrate en lo que puedes hacer. No te atormentes por lo que está fuera de tu alcance».
Ese día no tenía más opción que convertirme en uno más de aquellos animales. Para sobrevivir, debía elegir a mi compañero como quien escoge una herramienta. De lo contrario, en unos meses quizá yo mismo acabaría en uno de estos mercados, vendido por mi propio padre como mercancía defectuosa.
Aun así, no pude evitar alzar la vista hacia el techo durante unos segundos, para que las chicas en la habitación no advirtieran mi gesto de asco, mientras un suspiro de desesperación se me escapaba sin querer.
Mientras yo sufría en silencio, la subasta continuaba.
Hombres fornidos, mujeres de gran belleza e incluso niños pequeños… uno tras otro fueron exhibidos para ser vendidos a precios exorbitantes, sin excepción. Los pequeños, en particular, fueron el golpe más duro que tuve que soportar. Al verlos, estuve a punto de quebrarme y arrojar mi plan por la borda, dispuesto a gastar toda mi fortuna para comprarlos si era necesario. Me habría dado igual despertar las sospechas de mi padre.
Por suerte, todos fueron adquiridos por alguien a quien reconocí al instante.
«¡Ese NPC es el Director del Orfanato!»
En el juego existía una misión particularmente memorable en la que una Gran Bruja, asistida por todo su aquelarre, lograba debilitar temporalmente la barrera del templo y se infiltraba en el orfanato para devorar a los niños como parte de un ritual maligno.
El director del lugar era, en apariencia, un sacerdote malhumorado y estricto, el típico anciano severo que uno esperaría encontrar regañando a los más traviesos. Sin embargo, en realidad había sido un veterano de la guerra contra los demonios, un hombre cuya fuerza era legendaria en su momento, aunque también había tenido que tomar decisiones muy duras en el campo de batalla, que hasta ese día lo atormentaban.
Cuando las brujas irrumpían en el edificio, él era el único adulto presente.
Y, aun así, se enfrentaba a todas ellas solo.
No era una batalla que pudiera ganar, pero sí una batalla que podía retrasar. Y con cada minuto que resistía, más niños lograban escapar por las rutas secretas que él mismo había construido años atrás. Finalmente, el héroe León superaba todas las trampas y llegaba a tiempo para derrotar a la Gran Bruja, pero el director ya estaba mortalmente herido. En su última escena, sonreía con serenidad, satisfecho de haber protegido a los pequeños hasta el final.
Más tarde, en una de las cinemáticas más emotivas del juego, Aeris Centorea pronunciaba un discurso durante su funeral. En particular, hacía mención en cómo aquel hombre, sin hacer alarde de ello, usaba su propio salario para rescatar niños de la esclavitud, adoptarlos y enseñarles el arte de la sanación.
—Su sueño —decía Aeris con la voz quebrada—. era que esas pequeñas vidas algún día salvaran más personas de las que él mismo se vio obligado a arrebatar durante la guerra.
Siempre me pareció conmovedor, aunque una lástima que nunca le dieran nombre al personaje; para mí, siempre fue simplemente “el Director”.
«¡Juro que, en cuanto pueda, le donaré una montaña de oro!»
Gracias a él, pude seguir observando la subasta sin sentir que mi humanidad se desmoronaba por completo. Y me forcé a centrarme en lo que me había propuesto: analizar a los subastados en busca de potencial de combate. No esperaba encontrar a ningún campeón, pero sí a alguien que, al menos, no fuera inútil y tuviera posibilidades de crecer.
Por desgracia, ninguno me llamó la atención. Todos parecían gente corriente, sin habilidades reales que valiera la pena considerar.
En este punto debería hablarles de mi monóculo. Entre las reliquias que recuperé de la Sala del Tesoro había un objeto parecido a una lente que llevo en el ojo derecho: el Visor Trascendental. Con él puedo observar las habilidades y competencias de quien tenga delante.
En DunBrave no existían “niveles” como tal; uno debía desarrollar Habilidades, y estas dependían tanto de la destreza del jugador como de su estilo de juego. Por eso, poder ver las estadísticas de un enemigo antes de enfrentarlo era una ventaja enorme.
En el juego, la función del visor era comparar las propias Habilidades con las de los monstruos que aún no te hubieran detectado. No servía en NPC o Jugadores. Sin embargo, aquí no parecía existir esa restricción, así que lo saqué de mi Bolsa Mágica para analizar a los esclavos antes de que subieran al estrado.
Una elfa de orejas puntiagudas y cabello verde, de belleza frágil y cuerpo claramente desnutrido. Su postura transmitía una mezcla de orgullo roto y temor aprendido; sin embargo, su aura era débil, casi inexistente. El visor lo confirmó: sus habilidades mágicas rozaban el nivel básico, sin ningún talento innato que justificara invertir en ella.
Luego vino un bárbaro musculoso, alto como un muro y ancho como un toro. A primera vista parecía una fuerza de la naturaleza… hasta que el visor reveló la verdad: su fortaleza física era producto de trabajo manual, no de entrenamiento marcial. Tenía cero técnica, y su potencial de crecimiento era tan plano como un desierto sin oasis.
Después apareció una guerrera draconiana, cuya sola presencia arrancó murmullos de sorpresa. Sus escamas teñidas de rojo oscuro, su mirada reptiliana y su postura marcial la convertían en un espectáculo digno de temer. Pero cuando observé su esencia con el visor, la ilusión se derrumbó: tenía apenas una habilidad de combate mediocre y un dominio elemental prácticamente inexistente. Una joya bella, pero defectuosa. Un arma sin filo.
Uno por uno desfilaron ante mis ojos más soldados capturados, mercenarios endeudados y campesinos robustos. La apariencia engañaba siempre: aquellos que parecían débiles tenían habilidades sin rumbo; los que parecían fuertes carecían del potencial necesario para crecer; los que parecían talentosos estaban rotos por dentro de un modo que ninguna magia podía reparar.
Simplemente, no me servían.
«Es cierto que uno puede adquirir habilidades con el tiempo… pero contar con una buena base marca toda la diferencia en la velocidad de crecimiento».
—¡Ahora, el último esclavo será subastado! —anunció el subastador.
Mientras me quejaba en silencio, comencé a aceptar que seguramente no conseguiría encontrar a alguien útil. El plan de la subasta había fracasado, así que necesitaba pensar en otra alternativa.
«¿Dónde puedo conseguir un compañero con habilidades compatibles con las mías, que no me traicione y que soporte ir a los laberintos solo conmigo?», pensé, cerrando los ojos. Al final me encogí de hombros. «Tal vez deba darles una oportunidad a los mercenarios…»
Fue entonces cuando Leybold pronunció unas palabras que me arrancaron de mis pensamientos:
—A continuación… ¡les presentamos una raza casi tan rara como la draconiana! ¡Tal vez incluso más, si consideramos que proviene del Lejano Oriente! ¡Una hija de la tribu Kijin, del continente semihumano!
—¡Quéeeee! —exclamé sin querer, provocando que las cortesanas a mi lado se estremecieran. Quizá imaginaron que algo del servicio me había disgustado, pero no tenía intención de distraerme con ellas. Les hice un gesto para que se apartaran.
—No pasa nada, no me han ofendido. ¡Solo váyanse!
Las mujeres salieron apresuradas de la tribuna privada. Evidentemente conocían la fama de Zenón Baskerville, porque huyeron raudas como el viento. Pero, en ese momento, eso me convenía.
Toda mi atención estaba en el estrado principal.
Se trataba de una joven menuda y ligera, apenas a la altura de mi codo. Su piel y su cabello, de un blanco puro como el papel, contrastaban con un par de cuernos rojos que asomaban entre su melena ligeramente desordenada. Sus ojos dorados, intensos y afilados, proyectaban una presencia que no encajaba con su apariencia juvenil; había en ellos una ferocidad contenida, como si bajo esa figura delicada se ocultara algo capaz de desgarrarlo todo.
Pero no fue eso lo que me sorprendió tanto.
—La furia sangrienta de cabello blanco… ¡Esa es Urza, el Ogro Blanco! Pero… ¿cómo es posible que esté aquí?
Urza no era un personaje de DunBrave, ni tampoco de DunBrave II.
Hubo un tiempo en que quise variar un poco y probé un juego de combate por turnos de temática oriental llamado El Caudillo del Mar Divino, desarrollado por la misma compañía que creó la franquicia de DunBrave. Era una simulación de guerra en la que debías reclutar aliados para defender tu nación de una invasión militar, tomando territorios clave como si fuera una partida de ajedrez a gran escala. Contaba con más de cien personajes reclutables para tu facción.
Uno de ellos era precisamente Urza… pero entonces, ¿por qué estaba aquí? Ambos juegos no tenían nada que ver el uno con el otro. No compartían historia, ni género, ni siquiera mecánicas similares.
«¿Se puede saber qué demonios está pasando en este mundo?»
Permanecí de pie, aferrando con fuerza el borde del palco, intentando calmarme y ordenar mis ideas, mientras la sala de subastas hervía de emoción.
—¡Quinientos mil!
—¡Setecientos mil!
—¡Ochocientos mil!
—¡Novecientos mil!
Las voces se alzaban una tras otra, incrementando el precio sin dudar. Lo que había comenzado en cien mil ya se había multiplicado más de veinte veces.
No era de extrañar: nada encendía tanto a los compradores como la posibilidad de adueñarse de un bien único, y pocos podían presumir de algo tan exclusivo como ella.
Urza poseía una belleza singular.
Tal vez su físico recordara al de una muchacha en los primeros años de adolescencia, pero en sus ojos dorados —brillantes como la luna llena sobre un cielo sin nubes— había una intensidad que borraba cualquier sensación de fragilidad. Su piel pálida y su cabello blanco como las perlas le conferían un aire etéreo, casi como el de un espíritu antiguo del bosque o de la tierra.
A ello se sumaba el hecho de pertenecer a la rarísima raza de los Kijin, cuyo envejecimiento era tan lento que solo los Altos Elfos podían superarlos en longevidad. Su verdadera edad podía diferir mucho de lo que aparentaba. Además, la fama de los Kijin era bien conocida: fuerza descomunal, instinto guerrero y una ferocidad natural que los convertía en combatientes temibles.
No cabía duda: Urza sería la joya más cara de toda la subasta.
Mientras la guerra de pujas continuaba, me recosté en el asiento para reflexionar sobre lo que estaba ocurriendo.
«Cuando llegué, ya había notado cierta fusión extraña entre elementos de la trama de DunBrave I y DunBrave II… Quizá lo mismo sucedió con el mundo de El Caudillo del Mar Divino».
Desvié la mirada hacia Urza, que permanecía impasible ante el frenesí de quienes gritaban por comprarla.
«¿O será algo completamente distinto?»
Dependiendo de la respuesta, los escenarios que podría enfrentar más adelante cambiarían por completo.
«Es como aquel famoso juego de asesinos que, para sorpresa de todos, compartía universo con otro sobre un grupo de hackers… O como esa saga de combates con mechas que resultó estar conectada con un RPG de fantasía táctica. Ambos casos venían de la misma compañía, y al final todo formaba parte de un mismo lore. No es algo común, pero desde luego no es imposible».
—¡Un millón cien mil!
«¡Vaya, el precio subió más rápido de lo que esperaba!»
Saqué de inmediato el Visor Trascendental con forma de monóculo y entrecerré los ojos para observar las estadísticas de Urza. La joven Kijin era un monstruo de clase Berserker: un tipo de guerrero salvaje, especializado en combate ofensivo, con una fuerza bruta considerable y una defensa respetable, aunque limitada en velocidad y precisión.
En concreto, Urza contaba con tres habilidades iniciales: FORTALECIMIENTO, DUREZA y APLASTAMIENTO.
Todas rondaban los veinte puntos o menos, pero aun así resultaba impresionante ver a alguien con tantas habilidades desde el principio sin ser un personaje principal.
Yo también tengo tres habilidades, aunque una de ellas es SUJECIÓN, la cual resulta completamente inútil en combate. Urza, en cambio, posee tres habilidades especializadas para la guerra. Está mucho mejor optimizada para pelear que yo.
«Definitivamente es un prodigio para la batalla. Y también es la pieza ideal para el rol que necesito cubrir. Pero ahora la pregunta es... ¿debería comprarla?»
Gracias al tesoro que poseo, tengo dinero de sobra para competir por la Kijin. Ese no es el problema. Lo que me preocupa es la posibilidad de que este mundo esté conectado con la historia de Mar Divino… y si me llevo a Urza, entonces ella no podrá participar en esa guerra.
Según recuerdo, Urza empieza siendo la esclava de un noble en ese mundo. Pero, tras una cadena de eventos y giros de trama, acaba convirtiéndose en una de las comandantes militares más poderosas de su región. Luego, según las decisiones del jugador, puede morir en combate o terminar gobernando un pequeño territorio de Kijin como concubina del protagonista. Esta subasta podría ser, precisamente, el evento clave que la lleva a ese desarrollo.
«Si la compro aquí, podría arruinar el futuro de Mar Divino. ¿Es correcto frustrar la posibilidad de que Urza forje su propio destino, solo para asegurarme una ventaja?»
La verdad es que sus probabilidades de sobrevivir a la guerra no eran tan buenas como en DunBrave. Mar Divino es un juego con mecánicas más complejas de estrategia y administración de facciones. Además, con un elenco tan amplio, es inevitable que muchos personajes mueran en el camino. Su ventaja radicaba en que Urza era uno de los personajes MOE más queridos, y por eso los jugadores solían esforzarse en llevarla hasta el final… pero quién sabe qué pasaría en esta versión.
Tal vez estaba dándole demasiadas vueltas. Aun así, había tomado la firme decisión de mantenerme alejado de las heroínas para no activar ninguna ruta de netoreador. Urza no era de este mundo, ni una heroína de León Brave, pero… ¿y si al intervenir terminaba interfiriendo con la historia del héroe de Mar Divino?
—¡Un millón trescientos mil! ¿Alguien ofrece más? ¡¿Hay alguien más?!
Observé la subasta, todavía sin decidirme.
La cara de Leybold se había puesto roja de la emoción. La puja subía a un ritmo vertiginoso, y él —como organizador del evento— apenas podía contener su entusiasmo.
Mientras tanto, Urza permanecía inmóvil. Hasta ese momento, su expresión había sido completamente neutra, indiferente al barullo que la rodeaba. Pero entonces, cuando se volvió evidente que la puja estaba llegando a su fin, sus ojos dorados recorrieron lentamente a la multitud, como si los estuviera evaluando.
Y entonces su mirada cambió: se volvió sombría, decepcionada. Por primera vez, vi el abatimiento reflejado claramente en sus ojos. Poco después, empezó a morderse los labios. Finalmente, sus delgados hombros comenzaron a temblar levemente, como si luchara por contener el llanto.
Fue entonces cuando ocurrió.
No sé si fue obra del destino o alguna fuerza divina actuando entre bastidores, pero en ese instante, Urza alzó la mirada… y sus ojos se encontraron con los míos. Tenía que ser una coincidencia. Después de todo, la celosía debía impedir que alguien me viera desde fuera. Y sin embargo, sus pupilas doradas se clavaron en mí, el único que no estaba saltando ni gritando, el único que la observaba con atención silenciosa.
Por primera vez, vi con claridad ese tono dorado tan profundo, como si su mirada pudiera absorberme el alma. También sentí con nitidez la pena contenida que estaba a punto de estallar desde su interior, y su dolor me alcanzó como un puñal directo al corazón.
Era un rostro hermoso… congelado por la desesperación.
Y su mirada me pedía ayuda con una claridad tal, que era como si me lo susurrara al oído.
«Que así sea…», pensé, mientras mi mano se posaba sobre la placa de bronce en la que estaba grabado un círculo mágico, usado para amplificar la voz por encima del clamor de la multitud.
—¡Dos millones!
¡Hola, estimados lectores! Como siempre, estoy a favor del arte en todas sus formas y en contra de cualquier tipo de censura. Creo que cualquier obra de arte que sea legal debe ser permitida, incluso aquellas que me parecen incómodas.
Sin embargo, si hay algo que me resulta particularmente difícil de abordar es el género Loli. Aunque entiendo que en Japón la pederastia es ilegal y que el género está más relacionado con el concepto de "Moe", algunas de las descripciones me generan una gran incomodidad. Por ejemplo, en el original de Brave Soul of Evil Supremacy, la altura de Urza se describe como "apenas la cintura del protagonista". Teniendo en cuenta que el protagonista es un estudiante de secundaria, de entre 15 y 17 años, esto plantea una situación muy delicada.
En capítulos futuros, si bien no se describe directamente con lujo de detalles, si queda claro que el protagonista tiene intimidad con este personaje, y no hablo de compartir un diario. Para mi tranquilidad mental, realicé un cálculo rápido: la altura promedio de un adolescente japonés de esa edad ronda entre 165 cm y 175 cm. Su cintura estaría aproximadamente a 85 cm del suelo. Que la cabeza de la chica "apenas le llegue a la cintura" significa que mide alrededor de 85 cm, una altura que corresponde... a una preescolar o una persona con enanismo.
Reconozco que esto es fantasía, que Urza no es humana, que no se han dado medidas exactas y que estamos hablando de una cultura distinta. Yo entiendo todo eso. Pero no. Simplemente NO. Perdón, pero no puedo. Me resulta moralmente inaceptable poner a personajes pre púberes en ese tipo de situaciones. Y como esta es mi adaptación, he tomado la decisión de no incluir ese contenido.
Ahora, dejemos una cosa clara: las relaciones han cambiado con el tiempo. Mis padres tuvieron hijos a los 25, pero hoy en día muchos adultos están llegando a los 40 sin hijos. Antes, en la generación de mis abuelos, la gente se casaba a los 18 o incluso a los 14 en casos muy extremos. Por supuesto, hay que tener en cuenta que era el Perú de los 70, con el terremoto y el golpe de Velasco, cuando la supervivencia mandaba. En esos contextos, tener hijos siendo joven era normal.
En tiempos antiguos, la medicina no era tan avanzada y el embarazo era una de las principales causas de muerte. Por ello, las mujeres se casaban muy jóvenes, entre los 14 y 15 años, para tener la mayor cantidad de hijos posible antes de los 25, cuando los riesgos aumentaban. Además, se debía considerar que la mayoría de los bebés no sobrevivirían debido a enfermedades, hambrunas o guerras. Podían tener 12 hijos y solo 4 quizá llegarían a la edad adulta. Estoy hablando de aproximados sin tener en cuenta la clase social y otros factores, pero creo que entienden mi punto.
Gracias a la penicilina o las vacunas, las cosas cambiaron. Hoy, una chica de 14 años es una niña, y eso me parece bien. Me preocupa un poco la insensatez de algunos jóvenes, pero me alivia que no tengan que madurar a golpes como nuestros ancestros. En fin, todo este rollo es para explicar por qué cambié diseño de Urza para presentarla como una joven de unos 15 años, un poco más baja de lo normal, pero claramente adolescente. Esta decisión la tomé por mi paz mental y para alinear la obra con mis valores. Hice esto tan sólo por mi propia paz mental. Si alguien no está de acuerdo, le recuerdo que no apoyo la censura en la fantasía y que siempre pueden buscar la versión del autor original.
También retoqué el lore del Juego Mar Divino. En el original, el autor dice que es un juego distinto a DunBrave, pero luego lo trata como una copia. Así que ajusté esos detalles y trabajé en Urza, dándole una construcción más coherente, con estadísticas que encajan en mi visión de la historia.
Espero que les hayan gustado estos dos capítulos y las ilustraciones que preparé. Sé que no es mucho después de tanto tiempo, pero entre líos legales, mi salud y aprender a manejar redes sociales. ¡Ahora entiendo por qué existe la carrera de Community Manager! Muchos me han ofrecido ayuda con el contenido, pero lo que realmente necesito es ayuda con la gestión de las redes. Si alguien se anima, ¡adelante!
En cuanto a los cambios futuros:
Estoy pensando en reescribir los primeros volúmenes. No serán cambios drásticos, solo mejoras que ya tenía planeadas, como corregir la infame escena de Bryan y Fanny a caballo que está ahí porque se encontraba en la obra original y en ese entonces no me atreví a modificarla. Siempre me arrepentí de no hacerlo porque me parece de muy mal gusto. ¡Tengo que quitarla!
Algunos han preguntado en las redes si cambiaría el nombre del protagonista. Admito que "Bryan", no me entusiasma, pero tampoco lo odio. Como creé el nombre "Valderán" para la provincia porque rimaba con Bryan, me da pena cambiarlo. Aún no se me ocurre un nombre mejor, así que no sé qué haré.
Lo que sí quiero cambiar es el nombre Magia Demoniaca por algo más preciso que refleje su naturaleza parasitaria.
El título de GDK tiene que cambiar por motivos legales, sí. Pero esto también es una gran oportunidad para mejorar algo que ya quería arreglar, porque yo creo que los títulos de una obra tienen que resumir la trama y Bryan no va a ser un “rey de demonios”.
También voy a optimizar mi página para ocultar contenido subido de tono (con un menú desplegable) y evitar problemas de censura. A largo plazo, quiero un sitio web propio, fuera de Google, para tener más control, pero eso implica pagar un dominio. ¡Así que, patrocinadores, sus donaciones me salvarían!
Déjame tu opinión en los comentarios: ¿Te gustó el capítulo? ¿Te gustaron las imágenes? ¿Ya viste el nuevo diseño de las redes sociales? ¿Qué opinas de los planes futuros? ¿Crees que debería cambiarle el nombre a Bryan o dejarlo? ¿Crees que soy demasiado intransigente con el género Loli o apruebas los cambios?