216 Enfrentamiento de Opuestos

Casi toda la fortaleza, el desfiladero y un tercio de las montañas circundantes se encontraba bajo la influencia del Dominio Necromántico. Las nubes negras no solamente bloqueaban la luz del cielo, sino que incluso las hogueras o antorchas parecían incapaces de iluminar como siempre y apenas dejaban ver lo que ocurría a un par de metros más adelante. Además, el frío gélido se introducía en los pulmones de todos los mercenarios, robándoles el calor de la vida, sin que ningún fuego pareciese capaz de combatirlo.

En el centro de todo, Bryan continuaba luchando contra la Sed de Sangre que lo atacaba como una tempestad, tensando los límites de su cordura y llevándolo cada vez más cerca de la locura. Al mismo tiempo, la energía dentro de su cuerpo se descontrolaba, destrozándolo desde adentro hacia afuera.

En semejantes circunstancias, Bryan no podía dedicar ni siquiera un pensamiento a otra cosa que no fuese resistir. Sus ojos se cerraron y también lo hizo su conciencia con respecto al mundo. Si en ese momento hubiese estado solo, seguramente lo habrían matado con absurda facilidad.

Pero sin que Bryan lo supiese, el Pequeño Esqueleto había tomado el control de su ejército de no muertos, que para entonces sumaban unos quinientos. La mayoría estaba compuesta por Guerreros Zombis, seguidos por varias Gárgolas y cuatro Abominaciones. El Pequeño Esqueleto se aseguró de que dos Abominaciones se quedaran al costado de Bryan antes de volverse hacia los mercenarios que lo desafiaban.

Como si fuese un auténtico señor de la guerra, el Pequeño Esqueleto hizo un gesto con su daga para ordenar que lo siguieran y luego corrió hacia los mercenarios más rápido que el vuelo de un pájaro. Detrás suyo venía cargando el ejército de no muertos.

Los mercenarios formaron una Falange apresuradamente. Su intención era contener a las Criaturas Oscuras aprovechando el poder de un muro de escudos y destruirlas con ataques devastadores de sus lanzas. Pero Pequeño Esqueleto saltó de pronto y las siete púas levitaron en frente suyo, mientras se ponían a girar a altísima velocidad, cual si fuesen taladros. Entonces salieron disparadas horizontalmente y atravesaron muchos de los escudos, a pesar de que estaban reforzados por el Aura de Batalla de sus dueños. Cuatro mercenarios murieron con el pecho atravesado, otros tres resultaron gravemente heridos en las piernas o el estómago.

Esto naturalmente causó una conmoción en un sector de la primera fila. El Pequeño Esqueleto se aprovechó de esto y de su tamaño menudo, para introducirse rápidamente entre los mercenarios, quienes no alcanzaron a seguir sus movimientos.

Las siete púas regresaron entonces a su espalda, justo al mismo tiempo que el Pequeño Esqueleto saltaba hacia uno de los mercenarios para acuchillarlo con su daga en el cuello. Naturalmente sus compañeros trataron de atacarlo, pero las siete púas se movían como si tuviesen conciencia propia e interceptaron cada uno de los tajos afilados mucho mejor que un escudo.

El Pequeño Esqueleto volvió a saltar y esta vez se puso a levitar sobre los mercenarios, desatando ataques espantosos con sus púas o su daga. En cierto modo, la forma maliciosa en la que peleaba se parecía bastante a la de su invocador y muy pronto el miedo a este ser desconocido comenzó a abrirse paso en los corazones de los mercenarios.

Ahora bien, la Falange era una formación de combate que resultaba prácticamente invencible en la lucha frontal, pero sólo si se cumplían ciertas condiciones. Además, tenía algunas debilidades que podían destruirla. La más peligrosa de todas era que su poder dependía de que todos los hombres mantuviesen la línea. Si uno se adelantaba a los demás o no cerraba bien el muro de escudos, se creaba un hueco que los enemigos podían aprovechar. Entonces todo el poder de esta formación se volvía debilidad, porque en una Falange todos los soldados estaban bastante juntos, así que les era difícil recomponerla una vez rota.

Eso fue precisamente lo que consiguió el Pequeño Esqueleto, ya fuese o no consciente de ello. Su feroz ataque repentino permitió que un hueco se formase en el frente y las Criaturas Oscuras consiguieron abrirse paso. Las Gárgolas no dejaban de atacar desde el aire, atrayendo la atención de los magos y arqueros, motivo por el cual ninguno pudo conjurar una barrera mágica para detener el avance de los Guerreros Zombis.

Cuando las Abominaciones llegaron al lugar, la falange colapsó definitivamente y en lugar de obtener venganza, los mercenarios recién llegados comenzaron a sufrir su respectiva cuota de carnicería.

*****

- ¡Retírense al segundo nivel! - Gritó uno de los veteranos de Falce Segador.

Debido a que los refuerzos nunca llegaron, el Gólem Blindado consiguió abrumar a la fuerza conjunta de combatientes del Templo de Idramón y a los mercenarios, así que estos finalmente eligieron retroceder de forma ordenada para protegerse tras el muro Interior.

Egon y Belinda observaban lo que ocurría con expresiones cautelosas. Aunque el desarrollo de la batalla finalmente se tornaba a su favor, no podían dejar de sentirse inquietos por el misterioso atacante que estaba luchando aparentemente de su lado, pero cuya identidad todavía no discernían.

En ese momento se escucharon unos gritos de algunos mercenarios que venían del Muro Bajo e ingresaron en la torre por la puerta trasera. Esta no estaba a la vista, pero los sentidos mágicos de Egon eran increíblemente precisos y aunque no podía oír lo que decían, le bastó para darse cuenta de que algo sucedía en esa dirección.

De modo que enfocó sus sentidos mágicos en el Este y entonces detectó la presencia de Gilberto.

- ¡Belinda! ¡Hay un Dragón Negro atacando el Muro Bajo! -

- ¡¿Qué?!... - Exclamó Belinda asombrada y también se concentró en esa dirección: - Espere, ¿Dragón Negro? ¡Tiene que ser la mascota de ese tal Bryan, el Necromante que mató a Fausto! ¿Es posible que se hayan dividido y sea él quien desató el poder de la muerte que sentimos en el sur? ¡Pero no debería ser posible para alguien tan joven!  - 

- De ser así, es mucho más poderoso de lo que imaginaba. - Comentó Egon pensativo: - No sé exactamente cómo funciona la magia que está utilizando, pero está claro que es un Dominio. Se trata de una poderosa maldición que puede alterar las reglas de la propia realidad y sólo pueden utilizarlo aquellos que hayan roto o estén por romper el límite de los Archimagos. Pero cuando luché contra él… no sentí que fuese mucho más fuerte que Sorin. Sus habilidades están muy desbalanceadas y son bastante extrañas. -

- ¿Deberíamos irnos, maestro Egon? - Preguntó Belinda con fastidio: - Es evidente que ese joven nos está utilizando para desatar una carnicería sobre Falce Segador. -

- Es cierto, pero sus acciones nos convienen y siempre podemos matarlo más adelante. - Respondió Egon sonriendo: - Además, así como nos utiliza, bien podríamos utilizarlo a él. -

- ¿A qué se refiere? -

- Si resulta que tenemos que retirarnos, nos conviene dejarlo como señuelo. -

- Ya comprendo. - Dijo Belinda con una sonrisa maliciosa.

*****

Por un sendero escarpado avanzaba una compañía de personas. Se trataba del grupo sobreviviente de Falce Segador que habían atacado la Taberna de Bryan.

Eran liderados por los Archimagos, Igor y Dolón, pero quien conducía al grupo era la arquera elfa Miriel, quien cumplía la función de exploradora. En ese momento se había quitado la capucha para ver mejor, así que sus rasgos faciales perfectos, incluso para los de su raza, estaban expuestos a la luz de la luna.

Sin embargo, ninguno de los hombres a su alrededor sentía la menor atracción hacia ella, debido principalmente a la enorme crueldad y desprecio que trasmitía su mirada.

- ¿Crees que Marcus se reunirá con nosotros? - Preguntó Igor incapaz de soportar el silencio que se había prolongado durante mucho tiempo. Habían sido derrotados y lo sabían, pero la idea de tener que reportar semejante noticia era increíblemente desagradable, así que intentó distraerse hablando el Gran Maestro de Espadas.

- Lo dudo. - Respondió Dolón fingiendo indiferencia, pero incapaz de reprimir un pequeño tic nervioso: - Es un sobreviviente. Seguramente se mantendrá escondido por unos días y sólo se dejará ver cuando haya recuperado gran parte de su poder. También debe saber que lo abandonamos, así que ahora mismo no estará con ganas de cooperar. -

- “Abandonamos” es mucha gente. ¡Tú lo abandonaste y también al resto de nuestros hombres! - Le espetó Igor con tono hosco.

- Pero bien que me seguiste al final. - Respondió Dolón sarcásticamente, aunque luego añadió empleando un tono pragmático: - También soy un superviviente. No arriesgaré mi vida cuando no es necesario hacerlo. -

- ¡¿Quieren callarse los dos?! - Intervino Miriel con hastío: - Cuesta leer el terreno con sus estúpidos chillidos. -

- ¿Te cuesta o estás perdida? - Le dijo Igor con un gesto irritado: - Nos demoramos menos de un par de horas en llegar a la Taberna desde la fortaleza. Pero llevamos marchando casi el doble de tiempo. -

- Cuando partimos teníamos caballos. También fuimos por un camino directo. - Respondió Miriel con desagrado: - Ahora estamos a pie y además hemos tomado un rodeo para perder a cualquier perseguidor. -

- ¿Por qué?… - Comenzó a decir Igor, pero Miriel lo cortó de inmediato.

 - ¡Porque estamos huyendo, imbécil! Sólo nos queda un tercio de nuestros hombres y todos están con la moral baja. Si en este momento el Cazador de Monstruos nos alcanza, seguramente terminaremos en la panza de su Mantícora. -

- ¡No me hables en ese tono, elfa! - Rugió Igor indignado: - ¡Tal vez tú estés asustada de ese mocoso, pero yo no le tengo miedo! -

- Eso es porque eres un estúpido. - Respondió Miriel mirándolo como si fuese basura.

Igor estaba tan furioso, que sin querer levantó un poco su báculo como si fuese a atacar, pero inmediatamente sintió un dolor intenso que lo distrajo y casi lo hace caer en el suelo. Su hombro comenzó a calentarse como si estuviese mojándose con agua caliente, pero sabía que era su sangre.

La Arquera le había disparado con una velocidad y precisión increíbles. Su dardo le cortó limpiamente la mitad de la oreja y ya tenía otro preparado para cuando Igor entendió lo que sucedía.

- Fallé a propósito, imbécil. - Aclaró Miriel con desprecio.

 - ¡¿Crees que Sorin te perdonará si me matas?! - Exclamó Igor usando su cólera para sobreponerse al miedo: - ¡Solo eres una mujer que su abuelo eligió y no siente nada por ti! ¡Dale la excusa que necesita para matarte! -

Contrario a lo que todos esperaban, esas palabras provocaron que Miriel sonriese por primera vez y su reacción hizo que todos guardasen silencio por la sorpresa. Además, era una sonrisa chapucera, típica de una oportunista.

- ¿De verdad crees que me importa lo que piense Sorin? ¿Crees que él es quien da las ordenes en tu grupito de mercenarios? - Susurró finalmente.

- “¿Grupito?” Somos la segunda fuerza… -

- ¡Son Chusma! - Lo cortó Miriel mientras su sonrisa se hacía más pronunciada y despectiva: - Comparados con los verdaderos poderes del mundo, todo lo que hay en el Valle del Sol es basura y ustedes también. De hecho, solo son independientes del Imperio Itálico o el Imperio Kasi porque no valen la pena el esfuerzo de ocupar este maldito basurero. Y frente al templo de Idramón los todos emperadores del mundo no son más que adornos temporales a los que tenemos que tolerar. Así que mejor recuerda tu lugar. -

- Grandes palabras. - Respondió Igor sarcásticamente, pero sin atreverse a levantarse por miedo al brillo del metal en la punta de la flecha: - ¿Y qué eres tú en todo ese lienzo a parte de una ramera enviada por tu Templo para que le abra las piernas a nuestro capitán? -

- Si tengo que prostituirme por el bien del Templo de Idramón, no me importa hacerlo y ni siquiera será la primera vez. - Respondió Miriel bajando su arco como si se hubiese aburrido de jugar: - Pero al menos soy mejor que un imbécil cobarde que se escapó dejando atrás a nuestro mejor espadachín. -

- Yo nunca quise abandonarlo, fue Dolón quien... -

- A nadie le importa lo que “quisiste” hacer, lo único que cuenta es lo que hiciste. -

Igor casi se atragantó y las mejillas parecían arderle más que la oreja debido a la vergüenza. Pero hizo un último intento para ganar la discusión: - Tenemos otros espadachines… -

- No como Marcus. - Lo cortó Miriel despectivamente: - Pero tienes razón en algo, pequeño humano. NADIE aquí es imprescindible. Especialmente un par de Archimagos fracasados que no lograron vencer en un combate de dos contra uno. Créeme que cuando regresemos, tendrán que rendir cuentas por este craso error. -

Al oírla, Igor casi se atraganta y finalmente se derrumbó en el suelo. Apenas pudo reunir fuerzas para murmurar: - Nosotros no cometimos ningún error. Simplemente no llegamos a vencer. -

- ¿Hay alguna diferencia? -

Tras ese último comentario sarcástico, la Arquera se dio la vuelta para seguir liderando el camino. Los hombres continuaron marchando, ignorando por completo a Igor en el suelo.

Hubo un tiempo en que la sola presencia del Archimago Igor inspiraba respeto, un tiempo en que esos hombres no solo eran “suyos”, sino que lo consideraban un compañero de armas y habrían saltado a defenderlo aún a costa de sus vidas. Pero hacía mucho que no había auténtica camaradería en Falce Segador.

Cómo llegamos a esto.” Se preguntaba Igor por primera vez. Por supuesto que conocía la respuesta, pero no se atrevía a pensar en ello, porque hacerlo sería reconocer que Trunks tenía razón y que él no era más que un maldito traidor.

Cuando Sorin asumió el mano, rápidamente les consiguió muchos recursos, trajo nuevos integrantes y también artículos invaluables que incrementaron sus poderes a un grado inimaginable. Por eso todos lo aceptaron sin dudar en un principio.

Pero pronto descubrieron que las cosas serían muy diferentes bajo el liderazgo de Sorin.

El viejo capitán siempre se preocupó por fortalecer a todo el grupo y encontraba un modo de utilizar bien los talentos de cada uno de los miembros, ya fuesen para el combate o para la logística. Más que socios, eran casi una gran familia en la que cada uno aportaba algo y siempre se ayudaban a mejorar. Cuando Igor presumía frente a otros miembros por su habilidad, el Capitán siempre lo reprendía y eso lo molestaba.

Pero Sorin rápidamente descartó a todos aquellos que no fuesen buenos combatientes o no produjesen los resultados que quería. Además, los hizo depender de la ayuda del Templo de Idramón hasta el punto en que prácticamente no podían sobrevivir sin ellos.

Y cuando algún miembro se hartada del modo en que ahora se hacían las cosas, se quejaba abiertamente, o decidía marcharse… Todos sabían que Sorin lo mandaba asesinar para que no revelase ningún secreto, aunque nadie lo decía en voz alta.

Al principio Igor estaba encantado con este nuevo sistema, donde su habilidad superior le permitía pavonearse por todas partes. Pero con el pasar de los años, quienes anteriormente eran camaradas habían desaparecido o se trasformaron en rivales. Ya no había verdadera confianza. No se podía conversar, las órdenes se aceptaban sin cuestionar y nadie tenía idea de lo que sucedería después de que se volviesen los más fuertes en el Valle del Sol.

En semejantes circunstancias, no podían más que depender de Sorin. Solo él sabía la dirección hacia la que estaban marchando y nunca compartía sus pensamientos con nadie. Todo eran secretos u ordenes vagas. Nadie estaba realmente de acuerdo, pero tampoco se atrevían a cuestionarlo, sobre todo cuando comenzaron a llegar nuevos miembros enviados por el Templo de Idramón.

Los nuevos miembros habían empezado a contagiar un poco de su fanatismo a los demás, porque lo cierto era que la creencia ciega ofrecía una tranquilidad ilusoria que era mejor que nada. Lealtad a Sorin, lealtad al Templo, pero nunca a sí mismos o a los demás.

Ahora el Archimago Igor miraba las espaldas de los Mercenarios y se arrepentía, pero ya era demasiado tarde para hacer algo. Las cosas habían progresado demasiado. El propio Igor se había ensuciado las manos desde hacía mucho tiempo, cuando Sorin le ordenó que matase a por lo menos 3 “desertores” que anteriormente había llamado hermanos.

Igor sabía que todos en Falce Segador sabían o imaginaban lo que había hecho, aunque no pronunciaran una palabra al respecto. Y, aunque no lo supieran, ninguno de sus hombres hablaría en su favor, sino que antes preferirían verlo hundirse con tal de no sufrir un castigo. Ahora eran leales a Miriel y al Templo de Idramón, no a él. Ni siquiera el despiadado Dolón se había atrevido a mirar a la elfa a los ojos o pronunciar la menor palabra para defenderse, porque estaba demasiado asustado.

Qué más da… ya no hay vuelta atrás.” Pensó el Archimago mientras se obligaba a levantarse. Luego se atendió un poco la herida en su oreja y finalmente arrastró los pies para seguir al resto.

Después de diez minutos caminando por las montañas y un rodeo alrededor de una gran roca, el grupo llegó hasta el borde de un peñasco elevado, desde donde podían observar la fortaleza unos veinte metros abajo. Fue entonces cuando se dieron cuenta.

- ¡Están atacando la forta…! - Comenzó a exclamar Igor.

- ¡Por el trueno! ¡Cállate! - Lo cortó Miriel: - ¡¿Quieres exponer nuestra posición?! -

La elfa tenía razón por supuesto, pero era difícil contenerse ante lo que estaban observando: Un gigante de metal, tal alto como el muro, había conseguido atravesar la primera puerta y ahora estaba combatiendo con los defensores, mientras le llovían ataques a diestra y siniestra.

Desde la distancia en que se encontraban, era muy difícil distinguir lo que estaba pasando con claridad, pero parecía que los Caballeros del Templo de Idramón habían formado una Falange en conjunto con los Veteranos de Falce Segador y su muro de escudos estaba conteniendo a duras penas los ataques del Gólem Blindado mientras se retiraban de forma progresiva. Sin embargo, la armadura del gigante de metal era tan resistente, que ni siquiera los ataques combinados podían lastimarlo con seriedad, aunque algunas abolladuras ya podían verse sobre su superficie.

Un poco más allá, en donde se encontraba el muro bajo, creyeron ver los destellos de un incendio. Sólo podían rogar que no fuesen los galpones.

Mientras todos observaban la batalla, Miriel buscaba otra cosa. Con esa visión sobrenatural propia de su especie estaba examinando los alrededores de la fortaleza, en busca de la persona que controlaba al Gólem Blindado.

- Son esos dos. - Dijo después de un rato mientras señalaba en una dirección.

- ¿Qué? - Preguntó Igor confundido.

- Ahí abajo hay dos personas, uno es un ese Gran Mago Egon y la otra es una mujer con la cara cubierta. Están controlando al Gólem. -

- ¡Un Gran Mago! - Exclamó Igor mientras que la expresión de Dolón se ensombrecía.

La arquera elfa no dijo más, sino que se subió nuevamente la capucha y preparó su arco mientras daba instrucciones: - Voy a ocultarme en las montañas circundantes para cubrirlos con mis flechas, ustedes bajen lo más silenciosamente posible para atacar por sorpresa.

Igor y Dolón lucharán juntos contra el viejo monstruo. Que el resto ataque a la mujer. Seguramente ella será la titiritera y si tenemos suerte, su control sobre el Gólem se interrumpirá. Entonces los nuestros podrán rechazarlo. -

Después de decir eso, Miriel desapareció en la oscuridad mediante algún tipo de magia.

- ¡¿Quieres peleemos contra ellos?! ¡¿Estás loca?! - Exclamó uno de los mercenarios.

- Deberían alegrarse. - Respondió la Arquera Elfa invisible, cuya voz sonaba cercana, como si no estuviese muy lejos: - Ahora tendrán la oportunidad de compensar al templo por su fracaso anterior. -

- ¡Todos estamos agotados, sobre todo los Maestros Archimagos! ¡Si peleamos contra un Gran Mago en estas condiciones no sobreviviremos! - Objetó el mercenario.

- Los que mueran aquí tendrán la satisfacción de haber dado sus vidas por nuestro éxito y la gloria del gran Idramón. - Respondió la voz de Miriel con indiferencia.

- ¡No puedes ordenarnos esto! - Gritó el mercenario finalmente perdiendo la compostura, mientras el resto lo miraba sin saber si apoyarlo o quedarse callados: - Me uní a esta banda para sobrevivir, no para arremeter contra una muerte segura. ¡Tiene que haber otra alternativa! -

- ¿Quieren alternativas? Muy bien. - Dijo Miriel con un tono de voz que revelaba cierta satisfacción y entonces se escuchó el canto del arco. Inmediatamente después una flecha atravesó la frente del mercenario que se había quejado, justo en el medio de los ojos.

El cuerpo inerte cayó sin vida. Lo más aterrador para todos los que vieron esto fue darse cuenta que la flecha había venido de una dirección diferente a la del sonido de la voz, lo cual quería decir que Miriel estaba usando magia para ocultarse, no de Egon o Belinda, sino de los mercenarios.

La razón de ello fue evidente por lo que dijo a continuación:

- Estas son sus alternativas: O bajan y pelean, o los mataré yo misma. -

Un escalofrío se apoderó de todos en ese momento. Era evidente que Miriel no tenía problemas en asesinarlos a todos si se demoraban. Ni siquiera los Archimagos podían considerarse a salvo, porque la Arquera Elfa poseía esas fechas especiales diseñadas para destruir barreras mágicas. Además, ellos habían gastado gran parte de sus poderes en su batalla contra Emily y en esas condiciones estaban en desventaja contra una asesina tan talentosa.

Lo peor era que ya la habían dejado ocultarse y ninguno de ellos tenía la habilidad de detectarla, a excepción quizá de Dolón, quién podía sentir los campos electromagnéticos. Pero esté jamás se atrevería a matarla, pues era miembro del Templo de Idramón y tenía demasiado miedo de las consecuencias.

- Mierda. - Masculló Igor: - ¡Vamos! -

Creyendo que tenían más posibilidades de sobrevivir contra Egon y Belinda, que todavía nos los habían visto, el grupo descendió lo más silenciosamente posible. Conforme se acercaban, el miedo se incrementaba en sus corazones, llegando al punto de ser insoportable. Uno de los mercenarios finalmente no pudo más e intentó irse corriendo, pero antes de los demás pudiesen mirar en su dirección, una flecha de Miriel le atravesó el cuello.

¡Maldita Perra despiadada!” Pensaron todos mientras suplicaban a los dioses que el sonido del cuerpo de su compañero muerto no hubiese llegado hasta sus enemigos.

Finalmente, tras mucho esfuerzo y serpenteo, se agruparon detrás de un grupo de rocas que se encontraba a unos diez metros de la espalda de Egon. Era lo más cerca que podían llegar sin ser descubiertos. El plan que tenían era el mismo que Miriel les dio al principio y realmente no ofrecía ninguna garantía de supervivencia. Lo peor de todo era que, a esa distancia, podían sentir un poco de la terrible energía mágica que rodeaba el cuerpo del Gran Mago. Algunos tragaron saliva y más de uno se orinó, pero nadie dijo nada al respecto, pues sabían que esas reacciones no se podían controlar en semejantes circunstancias.

Cuando un par de ellos miró hacia atrás, se escuchó un pequeñísimo chirrido, que podría haber sido el viento, pero también podía ser el arco de Miriel tensándose.

Sabiendo que no tenían oportunidad, todos se comunicaron con la mirada y entonces cargaron hacia sus objetivos rápidamente. Pero antes de haber recorrido la mitad de la distancia, cientos de lanzas oscuras brotaron de la tierra con tal velocidad, que casi parecían seres vivos, y empalaron a más de la mitad de los atacantes.

Era la Enredadera de la Oscuridad, en una versión muchísimo más avanzada que la de Emily. Los pocos que quedaban vivos en las primeras filas ni siquiera tuvieron tiempo de comprender cómo habían muerto cuando el segundo conjuro de Egon los Alcanzó. Los Archimagos apenas tuvieron tiempo de construir una barrera defensiva, pero fueron arrojados varios metros hacia atrás y se estrellaron contra el suelo de un modo vergonzoso.

- ¿Qué te dije, Belinda? - Dijo Egon sonriendo.

- Tenías tanta razón al decir que había ratas escondidas. - Exclamó Belinda con alegría.

 Ahora solo quedaban vivos unos siete guerreros, más Igor y Dolón, que luchaban por volver a ponerse de pie. Era realmente patético.

- ¡Miriel, apóyanos! - Gritó Igor desesperado. Quizá si Miriel distraía al Gran Mago con sus flechas, todavía tendrían una oportunidad de atacarlo u oponer algún tipo de resistencia.

Pero solo hubo silencio.

- Parece que están pidiendo ayuda, Maestro Egon - Dijo Belinda socarronamente.

- Si, seguro es al elfo que los estaba siguiendo hace poco. - Respondió el Gran Mago.

- ¿Sabías que estaba ahí? - Preguntó Igor mirándolo incrédulo.

- Soy un mago oscuro, idiota. - Respondió Egon aburrido: - La invisibilidad no funciona conmigo. Sentí a ese arquero hace mucho, pero lamento informarte que solo los siguió hasta la mitad del camino, luego se dirigió directamente hacia el Torreón. -

- ¡¿Qué? - Musitó uno de los mercenarios como si estuviese suplicando estar soñando.

- En pocas palabras. - Intervino Belinda burlándose: - Ese arquero los usó como señuelos para poder llegar a la Fortaleza sin que lo detuviésemos. Algo totalmente innecesario, porque nos conviene más que todos ustedes estén en un solo lugar para poder matarlos. Por eso nunca les hubiésemos impedido el paso. -

 Igor, Dolón y los mercenarios que quedaban casi se atragantaron. No había suficientes palabras en el lenguaje humano que pudiesen expresar los insultos que querían darle a Miriel. Pero no tenían tiempo que perder en ese momento.

- Déjeme encargarme de estos desgraciados, Maestro Egon. - Dijo entonces Belinda y con un gesto de su mano invocó a sus artefactos que parecían espadas voladoras, pero que en realidad eran Gólems de combate.

Los artefactos volaron rápidamente hacia los mercenarios, que no alcanzaron a reaccionar a tiempo y murieron descuartizados. Igor trató de defenderse con una llamarada, pero las espadas resultaron inmunes al calor. Dolón tuvo mucho más éxito gracias a su elemento, pero no pudo obtener una ventaja y finalmente también terminó arrinconado.

- Ya veo. - Murmuró Egon alzando una ceja mientras examinaba al par de Archimagos, que trataban desesperadamente de protegerse de las espadas voladoras con sus barreras mágicas: - Seguramente estos dos acaban de tener una terrible batalla, porque claramente han consumido mucha Fuerza Mental. De otro modo, creo que podrían defenderse mucho mejor que esto. -

- Es tan triste. - Respondió Belinda con falsa ternura: - Pero cuantos menos miembros de Falce Segador sobrevivan a esta noche, será mejor. -

- Exactamente. Creo que podemos… - Comenzó a decir Egon, pero repentinamente su expresión se ensombreció. Entonces se volvió rápidamente hacia el Torreón y concentró sus sentidos mágicos para examinar la superficie de piedra. Fue entonces cuando se dio cuenta de que toda la torre estaba dejando escapar una ligera luminiscencia, casi imperceptible.

Egon sabía lo que significaba.

- ¡Maldición! ¡Es él! - Rugió Egon: - ¡Belinda, llama de regreso a tu Gólem Blindado! -

- ¡¿Qué ocurre, Maestro?! -

- Se trata de… ¡Maldición, ya no hay tiempo de que lo convoques! ¡Activa la barrera secreta antes de que sea tarde! -

Belinda quería saber más, pero comprendió que la situación era crítica. Así que cerró los ojos mientras se concentraba en el Gólem Blindado, para activar un mecanismo que activaba una defensa mágica de emergencia, que sólo se podía usar una vez al día y duraba 30 segundos. Era un recurso de emergencia que solamente debía usarse si el Gólem Blindado estaba a punto de ser destruido.

El cuerpo del coloso de metal fue rodeado por una esfera de energía pura,

Inmediatamente después, un torbellino de energía mágica brotó del Torreón hacia el cielo, como si un puente de luz estuviese conectando la tierra y las alturas. Luego esa energía se descendió como un terrible rayo dorado, que cayó sobre el Gólem Blindado.

El impacto fue tan intenso, que literalmente lo levantó del suelo al coloso y lo envió volando por encima del Muro Exterior, hasta que se estrelló muy cerca de donde estaban Egon y Belinda.

Cuando la polvareda producida por el impacto del enorme gigante finalmente remitió, todos pudieron ver que la armadura y el escudo del Gólem Blindado estaban resquebrajados en varios lugares. Además, aunque todavía se movía, cada articulación estaba chirriando de un modo bastante inquietante.

Lo más aterrador sin embargo era la fuerza de la magia que había provocado esto. De no ser por su barrera de emergencia, el Gólem Blindado hubiese sido completamente destruido.

- ¡Qué fue eso! - Exclamó Belinda mientras guardaba al gigante de metal en el pergamino de siempre.

- Juicio de Hiperión. - Masculló Egon mientras reunía sus poderes a su alrededor y preparaba su cetro: - Es un conjuro extremadamente poderoso de la Magia de la Luz, que arroja su poder hacia el cielo, para luego dejarlo caer en la forma de un ataque devastador con amplio rango y que es casi imposible esquivar. Es dificilísimo de ejecutar y toma mucho tiempo, además requiere de un catalizador. No me di cuenta de que él estaba escondido aquí, reuniendo sus poderes para realizar este conjuro. -

- No estaba escondido, es sólo que no sabía exactamente en dónde estabas. Mi intención era matarte junto con ese Gólem si era posible. Pero Miriel me confirmó que te encontrabas demasiado lejos. - Dijo una anciana voz por encima de ellos.

Todos alzaron la vista hacia el cielo y vieron a un anciano de porte majestuoso, vestido con una túnica celeste con adornos de oro, que levitaba tranquilamente como si fuese dueño y señor de todo a su alrededor.

- Costel, el Señor de la Luz Dorada. - Saludó Egon como si estuviese escupiendo cada sílaba.

- Egon el Maldito. - Respondió el recién llegado, casi con el mismo desagrado y luego agregó: - Te vez más viejo que nunca. ¿Quizá ya comenzaste a pudrirte? -

- No he cambiado realmente. Tal vez tu memoria senil se ha vuelto incapaz de recordar rostros y otros detalles. -

- Bueno, pronto dará igual si te recuerdo o no. - Dijo Costel: - Porque voy a enviarte al otro mundo. No te preocupes, no estarás solo. Antes de morir pienso acabar finalmente con la pestilencia de tu culto de una vez por todas -

- ¡Grandes palabras! - Respondió Egon desafiante: - Pero no puedes engañarme. No estás aquí para pelear conmigo sino para salvar a tu nieto bastardo de sus enemigos, de otro modo habrías venido con algunos miembros del Batallón Sagrado. -

- No los necesito para encargarme de ti. - Respondió Costel con desprecio, pero una ligera vacilación en su mirada revelaba que en realidad no se sentía tan seguro como pensaba. Sin embargo, cuando atacó, lo hizo desatando un auténtico alud de rayos de energía pura. Era el conjuro de Ejecución Difractaria, pero la versión de Costel era tan poderosa que literalmente destruyó todo el terreno circundante.

Igor y Dolón apenas escaparon con vida por pura suerte, pero los cuerpos de los mercenarios muertos se convirtieron en cenizas. Tampoco se podía ver rastros de Egon o Belinda, así que todos asumieron que habían desaparecido también, pero la expresión de Costel continuaba siendo severa y muy pronto fue evidente por qué.

El Dominio de las Sombras estallo de pronto y rodeó por completo a todos los involucrados como un torbellino de escuridad, aunque solo por unos momentos. Poco después se escuchó la voz de Egon burlándose: - No pienso enfrentarme a ti ahora, Costel. Aún no tengo el equipo necesario para matarte. Pero no puedes evitar que me vaya si lo deseo, así que me conformaré con humillarte escapando. -

Entonces las sombras desaparecieron por completo sin dejar rastro.

A pesar de la aparente desaparición de Egon, el Gran Mago de la Luz no bajó la guardia, sino que permaneció en el aire y bien alerta durante varios minutos, hasta que finalmente suspiró aliviado. Era evidente que tampoco estaba deseoso de enfrentarse en un combate a muerte con Egon en esas circunstancias, donde tantas cosas eran inciertas.

Costel descendió y en el momento en que tocó el suelo una figura encapuchada llegó corriendo a su lado.

- Miriel… eres una maldita. - Dijo Igor al reconocerla.

Sin embargo, la arquera elfa ni siquiera le dedicó una mirada, toda su atención estaba en el anciano majestuoso frente a ella.

- Cuida esa lengua, mercenario. - Dijo Costel mirando a Igor de reojo.

- ¡Ella nos abandonó! ¡Nos dejó solos!... - Objetó Igor dispuesto a recordar todos y cada uno de los “crímenes” de Miriel, pero…

- Yo le ordené que los abandonara, mercenario. Miriel es demasiado importante para mis planes como para arriesgar su seguridad por la de ustedes. - Lo interrumpió el anciano de una manera tajante: - Y harías bien en recordar que simplemente los mantenemos a nuestro lado porque nos son útiles. ¿O crees que financiamos a tu grupo por la bondad de nuestro corazón? ¡Si has decidido vivir como una espada de alquiler, hazlo hasta el final! -

- ¡Todos mis camaradas están muertos! ¡¿Cuándo ha vacilado nuestra resolución?! -

- ¡Murieron porque tú no los protegiste, Archimago! Tu magia no fue suficiente ¿verdad? ¡¿Y por qué?! Miriel me lo ha contado… ¡Te derrotó una mujer en un combate de dos contra uno! Así que no te atrevas a reclamar o presumir de tu sacrificio. ¡Porque ya te estoy favoreciendo mucho al no matarte aquí mismo por incompetente! -

Igor quería seguir reclamando, pero no tenía ni la fuerza ni el valor para continuar, así que se dejó caer en el suelo. Dolón estaba sentado a su lado, en completo silencio. Era evidente que ya conocía el carácter de Costel y sabía que solo podía perjudicarse si intentaba discutir.

- ¿Crees que haya más miembros del Culto maldito de Caelos por aquí? - Preguntó Costel volviéndose hacia Miriel y colocando una barrera para que no fuesen escuchados.

- Lo dudo, Maestro Costel. - Respondió al elfa: - Pero por si acaso trasladamos a Sorin hace muchos días, como ordenaste. Ahora mismo espera en la base secundaria. -

- Ay, ese nieto mío… Tiene tanto talento, pero su corazón está podrido. Por eso no deja de hacer enemigos inútilmente - Dijo en voz baja Costel: - Sus errores como hijo son consecuencia de los nuestros. Mi familia abandonó durante mucho tiempo a ese muchacho, por eso ahora tolero algunas de sus tonterías. Pero nuestro deber está primero. Sé que lo odias, Miriel, pero necesito que estés a su lado para controlarlo. Y si en algún momento cruza el límite, debes hacer lo que yo no puedo y acabar con su vida. -

- Escucho y obedezco. - Respondió Miriel con indiferencia: - Mi raza tiene una larga vida, y ya he tenido varios esposos que he disfrutado hasta que partieron al otro mundo. Puedo tolerar a este por el bien de nuestro dios Idramón y la purificación del mundo. -

Costel asintió y dijo: - Muy bien, entonces es momento de hacer la limpieza. ¡Ven conmigo Miriel! La base está siendo atacada en dos puntos y pienso terminar con esta amenaza de una vez por todas. -

- ¡Si, Maestro! -

*****

A muchos metros de distancia, las sombras se concentraron como un torbellino por unos momentos. De su interior emergieron las figuras de Egon y Belinda.

- ¿Está bien habernos retirado? - Preguntó la alquimista con curiosidad: - Aún tengo varios artefactos que podría haber utilizado. -

- No tiene sentido. - Respondió Egon con tono práctico: - Costel y yo tenemos poderes equivalentes, así que no podemos matarnos sin hacer primero varios preparativos. Él también puede escapar de mí si se lo propone, como yo acabo de hacer… Luchar en este mismo momento sería más contraproducente que otra cosa. Sobre todo, porque la oportunidad de matar a Sorin no se presentará. -

- ¿Cómo? -

- Costel no se habría arriesgado a utilizar el Juicio de Hiperión si Sorin estuviese realmente en la fortaleza. Deben haberlo movido a otro lugar. -

- ¿Entonces nos retiramos? -

- Todavía no. - Dijo Egon sonriendo maléficamente: - Ahora Costel va a enfrentarse a ese tal Bryan y seguramente lo matará… Pero nunca se sabe. El joven consiguió lastimarme y quizá puede lograr una hazaña semejante. Si Costel llega a sufrir suficiente daño lo mataré. -

- Ya entiendo, Maestro. - Concluyó Belinda: - ¿Entonces que hacemos mientras tanto? -

- Busquemos un lugar desde donde podamos ver todo lo que ocurre. -

*****

- ¡Esto es tan divertido! - Rugió Gilberto mientras masticaba los huesos de su última víctima, emitiendo crujidos bastante audibles a corta distancia.

- ¡Guarda silencio, eres desagradable! - Exclamó Phoebe estremeciéndose. Era cierto que los mercenarios de Falce Segador se habían vuelto sus enemigos y que usar al Dragón para devorarlos aprovechando la oscuridad era el método más eficiente para acabar con ellos, pero no disfrutaba matar a otros seres humanos y menos aún verlos desaparecer como alimento.

Phoebe podía ser fría, pero no era despiadada.

- En cualquier caso, llevamos un buen ritmo. - Comentó Emily luchando también por ignorar lo desagradable que era ver al dragón alimentarse: - Pronto los últimos almacenes se habrán consumido por el fuego. Hemos conseguido hacer un gran daño a Falce Segador, creo que es momento de que nos retiremos. -

- Oh, vamos. Solo un par más para llenar mi estómago. - Suplicó Gilberto.

En ese momento Phoebe y Emily estaban montadas en el lomo del Dragón, muy cerca del lugar donde nacían sus alas. Esto era necesario porque la bestia estaba encaramada sobre un peñasco casi vertical, como su fuese una lagartija en la pared.

El Muro Bajo de la fortaleza terminaba en las montañas, las cuales normalmente eran una barrera natural que impedía el paso de enemigos cuando estos eran ejércitos humanos o similares. Pero a Emily se le ocurrió que los mercenarios no pensarían en que el peligro estuviese ahí debido a esa costumbre, así que le ordenó a Gilberto refugiarse en las rocosas laderas después de cada ataque.

Desde lo alto, era muy fácil ver cuando un mercenario se apartaba de la protección de las barreras. Entonces el Dragón Negro se dejaba caer para extender sus alas casi en el último momento y aterrizar en el suelo casi en perfecto silencio. Solo entonces serpenteaba hacia la desafortunada víctima, dando al resto de sus enemigos la falsa impresión de que todo el tiempo había estado esperado en el suelo. Esta táctica era posible únicamente porque Gilberto realmente tenía una gran habilidad para maniobrar en el aire, pero también por el apoyo ocasional de la magia oscura de Emily, que lo ayudaba a camuflarse mejor de lo normal. Además, los ojos agudos de Phoebe siempre estaban atentos a cualquier maniobra del enemigo y eso les permitió anticipar cualquier amenaza.

Resultó que los tres eran capaces de una combinación perfecta.

Emily estaba acostumbrada a moverse en el aire gracias a su uso habitual de la magia de levitación y Phoebe era una Maestra de Espadas capaz de adaptarse a casi cualquier situación. Gracias a ello no tuvieron muchas dificultades para soportar los movimientos extremos que hacía Gilberto, quien por su parte no podía dejar de admirar el temple de las hermosas mujeres de su maestro, aunque se guardaba bien de comentarlo.

- ¡Esperen, escucho algo! - Dijo Phoebe de pronto.

- ¿De qué se trata? -

- No estoy segura, pero hay un cambio en las voces de los mercenarios. Algo ha sucedido. -

Emily estaba punto de dar su opinión, cuando de pronto sintió un enorme poder mágico. Pero antes de que pudiese advertir al respecto, todo el entorno se iluminó como si estuviesen en pleno medio día.

Era Magia de la Luz, pero de una intensidad impresionante, hasta el punto en que todos los hechizos que Emily había puesto para mantener oculto a Gilberto desaparecieron de inmediato, como si los hubiesen borrado de un plumazo. Así fue como el enorme cuerpo del Dragón fue perfectamente visible por primera vez para todos los mercenarios. Por suerte se encontraban bastante alto y lejos del alcance para enemigos normales.

- ¡Es un Gran Mago de la Luz! ¡Debemos huir! –

- ¿Sin pelear? ¡Soy un noble!... - Comenzó a protestar Gilberto, pero Emily lo cortó de inmediato.

- ¡Vuela ahora mismo Dragón! ¡A donde sea menos aquí! -

El grito de la Archimaga trasmitía tal pánico, que Gilberto no dudó más y comenzó a escalar las rocas a toda prisa, mientras extendía sus alas para elevarse. Pero Costel no pensaba darles la oportunidad de huir e inmediatamente arrojó un auténtico bombardeo de terribles conjuros.

- Triple Maelstrom de Oscuridad. - Gritó Emily para conjurar los tres orbes negros que podían absorber todo a su alrededor, incluida la magia. Gracias a su rápida reacción, todos los ataques que podrían haber herido severamente a Gilberto no llegaron a tocarlo, pero a cambio la Archimaga había tenido que gastar buena parte de sus ya mermados poderes y no podría volver a repetir la hazaña.

Gilberto entendió finalmente cuan seria era la situación, pero no se desesperó porque sabía que ni siquiera un Gran Mago podría volver a atacarlo tan rápido con conjuros lo bastante poderoso como para vencer la natural resistencia a la magia de los dragones. No debería tener problemas para alejarse mientras que no ocurriese nada terrible.

Lamentablemente ocurrió. Porque alguien les arrojó lo que claramente era una Flecha Mágica extremadamente poderosa.

El disparó fue increíblemente certero, dirigido precisamente al área donde su armadura de escamas todavía no terminaba de formarse. Pero Phoebe lo vio venir y corrió sobre el lomo de Gilberto, a pesar de estar en el aire, para arrojar un tajo con toda su Aura de Batalla.

Con mucha habilidad y bastante suerte, Phoebe consiguió atinarle a la flecha en pleno vuelo y cuando aún estaba a varios metros. Esto provocó una terrible explosión que inevitablemente distrajo un poco a sus atacantes.

Gracias a esto, Gilberto pudo alejarse lo suficiente como para salir del área afectada por el conjuro iluminador de Costel y se perdió en la oscuridad de la noche.

- ¿Debemos ir por Bryan? - Preguntó Phoebe cuando volvió a sentarse.

- Todavía no. - Respondió Emily con una expresión frustrada: - Las dos ya estábamos bastante agotadas antes de venir aquí y ahora acabamos de sacrificar mucho poder. En este estado, podríamos ser una carga para Bryan o incluso ser capturadas. Lo mejor es dar un rodeo y esperarlo. -

*****

- Perdóname, no pensé que ese Dragón estuviese acompañado por un Archimago y un Maestro de Espadas. - Dijo Miriel enfurecida. Las Flechas Mágicas que tenía no eran poderosas como las que fabricaban los Ancestrales de los Elfos, pero seguían siendo muy difíciles de conseguir y detestaba desperdiciarlas.

- Nadie podía saberlo. - Respondió Costel, aunque también parecía irritado porque un enemigo tan peligroso como un Dragón no solamente hubiese escapado de él, sino que ni siquiera consiguió herirlo.

Sin embargo, cualquier pensamiento al respecto desapareció cuando miró hacia el Sur, donde estaba el desfiladero. Desde donde se encontraba alcanzaba a distinguir el terrible poder del Dominio Necromántico y su sola visión bastaba para despertar sentimientos iracundos en el corazón del Gran Mago de la Luz.

- No sé qué o quién ha provocado esta aberración… ¡Pero voy a destruirlo! -

*****

Los mercenarios estaban siendo masacrados por las Criaturas Oscuras lideradas por el Pequeño Esqueleto. Con su Falange destruida antes de llegar a formarse, no tenían modo de compensar el debilitamiento que sentían por el Dominio Necromántico e inevitablemente comenzaron a morir en masa.

Finalmente se escucharon de voces de retirada, pero muchos continuaron peleando porque sabían que, con el frío aire y sus energías menguadas, no llegarían demasiado lejos. Después de todo, habían visto claramente como terminó el primer grupo que luchó contra el este ejército de no muertos y ellos fueron originalmente mucho más numerosos.

Pero cuando la ida de morir luchando ya se estaba por asentar en el inconsciente de todos… ocurrió algo inesperado.

- ¡Dominio Radiante! -

Fue como si un nuevo sol hubiese aparecido detrás de ellos. La luz completamente blanca era tan intensa, que dejó a todos los mercenarios ciegos por mucho tiempo y sus ojos no conseguían acostumbrarse a ello, así que necesitaron usar sus escudos para bloquear el resplandor.

- Lárguense de aquí. - Dijo la voz de un anciano que se encontraba parado detrás de ellos, aunque solo pudieron distinguir una silueta, porque su cuerpo era el que emitía ese resplandor tan terrible y poderoso, que lo hacía parecer una deidad hecha de luz pura en lugar de una persona.

Los mercenarios echaron a correr en todas direcciones. No solamente estaban asustados por esa poderosa entidad, también comprendieron rápidamente que la luz que emitía no solamente era deslumbrante, sino peligrosa. Anteriormente el frío los embargaba y el calor que sintieron los alivió, pero segundos después todos ellos sintieron claramente que la piel les escocía como si echasen alcohol sobre una herida abierta.

Tal era el poder del Dominio Radiante, una de las magias más poderosas que un gran Mago de la Luz podía utilizar. Cuando se activaba, todas sus magias se veían potenciadas, mientras que los hechizos de otros magos eran completamente anulados. Pero lo peor era que el cuerpo del usuario irradiaba un poder desconocido, frente al cual todas las armaduras eran inútiles e incluso las defensas mágicas tenían problemas para detener. Esta fuerza calórica era muy diferente a la del fuego y su poder se incrementaba constantemente conforme pasaba el tiempo.

Y por supuesto, era especialmente efectivo contra cualquier poder de la oscuridad.

Costel emitió una serie de oleadas de poder y el Dominio Necromántico de Bryan colapsó de inmediato y con facilidad, pues su invocador no estaba concentrado en mantenerlo. Las nubes negras desaparecieron, la temperatura subió y las Criaturas Oscuras perdieron el impulso extra que las fortalecía.

Además, los cuerpos de todos los monstruos de Bryan comenzaron a agrietarse al contacto con la luz de Costel y en menos de unos segundos casi todo el ejército de no muertos había desaparecido. Los pocos Guerreros Zombis que quedaron estaban sufriendo mucho, pero ninguno de ellos escapó. En cambio, todos miraron al Pequeño Esqueleto, como si temiesen más enfadarlo que ser destruidos.

El Pequeño Esqueleto había retrocedido varios metros para refugiarse detrás de unas rocas mientras analizaba la situación. De algún modo pareció comprender que las Criaturas Oscuras regulares no tenían oportunidad, así que les hizo un gesto con su daga de hueso a los Guerreros Zombis y estos finalmente comenzaron a escapar, dispersándose para encontrar refugio a la sombra de las rocas circundantes.

Sin embargo, el Gran Mago de la Luz no hizo ningún intento por perseguirlos, pues sin la protección del Dominio Necromántico, esas criaturas no representaban ningún peligro para él. En cambio, toda su atención estaba en la figura del misterioso joven que estaba sentado con las piernas cruzadas a sólo unos metros y con los ojos cerrados, aparentemente ajeno a todo lo que sucedía a su alrededor. Su piel exterior se había puesto roja por el poder de la luz y seguramente le ardía bastante, pero aun así continuaba sin moverse.

- Que curioso. - Comentó Costel más para sí mismo, mientras desactivaba su Dominio Radiante, pues el joven no parecía ser una amenaza inmediata.

Cuando el peligroso resplandor desapareció, la figura de Miriel se acercó a Costel y poco después llegó una multitud de caballeros del Templo de Idramón.

- ¡Así que este sujeto también estaba aquí! - Comentó Miriel al reconocer a Bryan.

- ¿Lo conoces? -

- Fue por su culpa que Sorin acabó tan mal herido. Aparentemente es el novio de una mujer burguesa que tu nieto desea poseer a cualquier precio. Y cuando ella lo rechazó en público, decidió matarlo. -

Costel y los caballeros del Templo de Idramón escucharon sorprendidos mientras Miriel explicaba todos los detalles de lo acontecido: Sobre como Bryan aprovechó la llegada de Egon para casi matar a Sorin, su amistad con el Cazador de Monstruos y su reciente alianza con Dalibor, sobre el ataque fallido a la taberna y la casi muerte de Marcus.

Cuando la explicación terminó, los caballeros tuvieron que hacer esfuerzos para mantener una expresión neutral y no revelar el profundo desprecio que sentían. En cambio, Costel no pudo contener su irritación: - Le dije a Sorin hace sólo unos meses que quiero que se case contigo, ¿pero ya está queriendo meterse en las faldas de otra mujer? ¡¿Y además una plebeya?! ¡Una plebeya! ¡Este nieto mío es igual de idiota que su padre! -

- No me importa demasiado, Maestro. - Comentó Miriel indiferente: - No es que yo misma no tenga uno que otro amante. -

- ¡Pero no en público! - Bramó Costel indignado: - ¡Una plebeya lo rechazó en frente de todos! ¡Y luego el imbécil decide hacer un movimiento contra su novio! ¡Como si la gente no fuese a deducir lo que pasó! ¡¿Y encima terminó derrotado?!

Sorín necesita volverse un gran líder para que pueda cumplir con el papel que yo y nuestro templo necesitamos que haga para el gran Idramón. Eso implica que sus hombres lo admiren, respeten y también que le teman. Pero la risa es el veneno del miedo. ¡No puedo permitir que siga haciendo el ridículo de sí mismo! -

El anciano respiró profundamente para tranquilizarse. Después contemplo a Bryan con una expresión conflictuada antes de decir: - Lo lamento joven valiente. Simpatizo con tu situación y normalmente te defendería. Pero Sorin es mi nieto.

Tú te has vuelto un motivo para haga el ridículo. Además, eres amigo de sus enemigos y pareces utilizar poderes malignos desconocidos. ¡Tengo que matarte por el bien mayor! -

Costel entonces hizo un gesto y diez pequeñas esferas resplandecientes comenzaron a flotar a su alrededor. Cada una contenía el poder concentrado de la Magia de Luz, suficiente como para reducir a cenizas un cuerpo humano. Más que un ataque, se trataba de un conjuro que los magos de la luz utilizaban cuando deseaban deshacerse de algo.

Con un segundo movimiento de la mano, el anciano mago envió volando a las esferas directamente contra Bryan, pero en ese momento, una pequeña figura salió de entre las sombras. Naturalmente era el Pequeño Esqueleto, que se detuvo en frente de su amo y comenzó a cortar rápidamente las esferas luminosas con sus siete púas de hueso, evitando así que ninguna de ellas llegase a tocarlo. Costel señaló a la criatura con un dedo y lo golpeó con un rayo de luz, pero este se levantó rápidamente para continuar protegiendo a Bryan.

Se hizo el silencio.

Los caballeros junto con la elfa Miriel contemplaron al Pequeño Esqueleto con extrañeza, pues no entendían exactamente qué era. Pero cuando se volvieron hacia Costel, notaron que este estaba temblando y naturalmente eso llamó su atención.

- ¡Maestro! ¡¿Te encuentras bien? -

Costel no respondió. Su respiración era irregular, sus ojos parecían desencajados. Un Gran Mago era una existencia increíblemente poderosa en ese mundo y no había muchas cosas que pudieran hacerlo sentirse amenazado. Pero ahora, por primera vez en mucho tiempo, experimentaba lo que era el miedo.

Al pelear, Costel era un verdadero genio. Sus ataques casi siempre eran certeros y normalmente tenía un segundo conjuro preparado en todo momento por si el primero llegaba a fallar. Cuando el Pequeño Esqueleto se movió, lo hizo muy rápido y el Gran Mago de la Luz no entendió inmediatamente lo que estaba viendo. El rayo que arrojó con su dedo había sido un movimiento casi automático.

Pero ahora, después de ver a la criatura levantarse, entendió lo que sucedía y eso lo conmocionó como nunca en su vida.

- ¡Destrúyanlo! ¡Pase lo que pase quiero destruyan a esa cosa! ¡Y también quiero que manten… no, capturen a ese joven!¡Lo quiero vivo para interrogarlo! - Gritó Costel de pronto a los caballeros, como si estuviese enloquecido, mientras señalaba a Bryan con un dedo tembloroso.

Todos lo miraron sin saber que hacer por unos segundos. Costel era conocido por todos en el Templo de Idramón por su gran autocontrol, sobre todo en el campo de batalla. Lo habían escuchado quejarse o reclamar, pero nunca antes gritar. Pero finalmente se recuperaron de la impresión, prepararon sus escudos y rápidamente maniobraron para rodear a Bryan en un círculo del cual no podría escapar. Miriel también estaba conmocionada por el comportamiento de Costel, pero no hizo preguntas y preparó una flecha en su arco.

Un Gran Mago de la Luz, una poderosa Arquera Elfa y casi cincuenta caballeros del Templo de Idramón, todos de rango Veterano. No parecía que fuese posible escapar.

*****

A varios metros de distancia, donde anteriormente Gilberto, Phoebe y Emily habían estado luchando, Egon y Belinda observaban todo lo que ocurría.

- ¡Qué lástima! Al final ese maldito mocoso morirá sin debilitar a Costel. - Comentó Belinda.

Pero cuando la alquimista se volvió hacia Egon, descubrió sorprendida que la expresión del Gran Mago Oscuro era muy parecida a la de Costel. Tal vez incluso más conmocionada.

- ¿Maestro Egon? ¿Estás bien? -

- ¡¿Acaso no has visto lo que ocurrió?! - Rugió Egon, más por emoción que otra cosa.

- ¿Qué? -

- ¡Ese Pequeño Esqueleto! ¡Mira al Pequeño Esqueleto! -

-…-

- ¡¿No lo ves?! ¡Soportó el Dominio Radiante, destruyó las esferas de luz y sobrevivió a un ataque directo de un Gran Mago como Costel! ¡¿Entiendes lo que esto significa?! -

Solo entonces Belinda comprendió y la conmoción de esta revelación fue tal, que por un momento se olvidó de respirar. Cuando finalmente volvió en sí, exclamó: - ¡Pero es imposible! ¿Eso significa? ¡No, no me atrevo a creerlo! ¡Pero…! -

- ¡Exactamente! - Dijo Egon y luego gritó: - ¡Es inmune a la Magia de la Luz! -

*****

- ¡Esa criatura es inmune a mis poderes! - Gritó Costel casi al mismo tiempo: - No sé quién es este joven o cómo ha producido esta… monstruosidad. ¡Pero no puede seguir existiendo ni un minuto más! -

Era irónico. Costel generalmente era un hombre justo que no lastimaba a otros cuando no le daban motivos. Pero ahora, por primera vez en su vida realmente quería utilizar todo su poder para destruir a alguien que apenas conocía.

Lejos y a la distancia, Egon respiró profundamente y luego proclamó: - Belinda, prepárate para usar a todos tus Gólems, sin reservar nada. ¡Ese joven tiene que vivir! ¡Cueste lo que cueste tiene que vivir! Olvida todo lo ocurrido. TODO. Debemos salvarlo. ¡Desde el inicio de los tiempos la Magia de la Luz ha sido la némesis para nosotros! Pero si las Criaturas Oscuras pueden volverse inmunes a sus efectos… ¡¿Te imaginas si el Culto de Caelos puede controlar ejércitos innumerables e inagotables de No Muertos, que no sientan dolor ni teman al poder de nuestros enemigos?! ¡¿Quién entonces podría detenernos?! -  

Belinda entendió de inmediato la importancia de la situación y sus ojos se llenaron de un fervor eufórico mientras exclamaba: - ¡¿Qué debemos hacer?! -

- ¡Atacar de frente! ¡Aunque nos cueste la vida debemos salvar a ese joven! -

Era irónico. Egon era un verdadero monstruo que desfrutaba con la crueldad y sufrimiento, incluso de aquellos que no le habían hecho nada. Pero ahora, por primera vez en su vida realmente quería utilizar todo su poder para salvar la vida de alguien que hasta hacía unos momentos era un enemigo declarado.

Costel, el Señor de la Luz Dorada

Nota del Traductor

Hola a todos, soy acabcor de Perú. Es 10 de noviembre del 2021 y lamentablemente tengo que comenzar con una mala noticia.

Resulta que la mitad de mis mecenas ha dejado de aportar en cuenta Patreon. Naturalmente sé que la situación es difícil para todos, pero incluso si no lo fuera, yo no tengo más que aprecio por esas personas que tan generosamente me ayudaron. Pero me temo que, en estas condiciones, tendré algunas dificultades. Es posible que el ritmo de publicaciones se ralentice por eso. Así que, si alguien quiere hacer aportes y todavía no se anima, ahora sería un excelente momento para decidirse. ¡Cada centavo es invaluable!

Bueno los cambios, han sido tantos. Esta mal que yo lo diga, pero este capítulo es uno de los mejores que he hecho, tanto que casi me dan ganas de colgar el original al costado para que vean las mejoras.

Toda la sección de Miriel es complemente nueva. Yo quería aprovechar para reflejar su naturaleza y profundizar en su personaje. ¿Qué les pareció? Quería que se viese como una auténtica mujer despiadada, pero sin llegar a ser la mujer asesina cliché de los animes, que más parecen autómatas sin sentimientos.

El intercambio mordaz entre ella e Igor sirve al mismo tiempo para entender la penosa situación de los miembros de Falce Segador, que han vendido su honor y tienen que vivir sabiéndolo. Al mismo tiempo nos ayuda a entender las relaciones que hay entre los personajes: Los mercenarios son sirvientes del Templo de Idramón, solo que no quieren admitirlo porque la realidad es vergonzosa.

El dios Idramón, en el cual profundicé en capítulos anteriores, está basado en una fusión de dos deidades reales. Mut, dios de la guerra egipcio y Helios, dios del sol griego. Hiperión es el padre de Helios y por eso le puse su nombre a ese hechizo de Costel que se parece a un rayo solar.

Todo el personaje de Costel y sus poderes están parcialmente inspirados en el comandante Yamamoto de Bleach, de ahí que su Dominio queme incluso a sus aliados con el tiempo. Pero quería que fuese un personaje justo, uno que normalmente sería bueno, si no fuese porque su nieto es una desgracia. La culpabilidad lo hace consentir los caprichos de su nieto a pesar de saber que no debería y eso es un error. Debe pues volverse un personaje algo trágico con el que podamos identificarnos un poco.

En el original, Emily y Phoebe no hacen nada, en cambio yo siempre las quiero poner interviniendo activamente y por eso me inventé toda la estrategia con Gilberto.

Por supuesto que uno de los cambios más importantes fue toda la secuencia del Pequeño Esqueleto, tanto al principio como al final del capítulo. El original es muy vago y siempre lo hace arrojar su cuchilla como una especie de bumerang mágico, matando a todo el mundo automáticamente. Yo creo que da más miedo y es más genial si interviene directamente. ¿Ustedes que piensan?

Dudé muchísimo a la hora de introducir estos cambios y por eso no tuve tiempo de buscar más imágenes, pero creo que al final todo ha resultado bien. Espero que les haya gustado.

Bueno, si les gustó este capítulo por favor dejen su opinión en los comentarios. Como ya mencioné al principio, estoy en bastantes dificultades porque este mes una gran cantidad de mecenas dejaron de aportar, así que me gustaría pedirles que por favor compartan este trabajo con más personas, para atraer posibles donantes. Y si quieren colaborar con este proyecto, por favor usen el enlace de la cuenta Patreon.

Nos vemos en el siguiente capítulo.