48 ¡Poderoso Caballero es mi amigo don Dinero!

Luego de dejar a Fabián el viaje de Bryan continuó sin ningún acontecimiento memorable y así continuó hasta llegar a las afueras del Bosque Oscuro. Tras dejar la espesura de los árboles, tomó los senderos que su grupo había recorrido en un principio.

Durante todos los días que duró su viaje, Bryan continuó practicando para dominar sus nuevos poderes. Tras haber superado el “Reino Sólido” su cuerpo había renacido y ahora podía hacer que la Esencia Mágica circulase libremente por todo su cuerpo sin que él tuviese que concentrarse demasiado en dirigirla.

Para dominar la Magia Demoníaca tenía que superar nueve niveles o “Reinos”. En ese momento había llegado al “Reino de los Pasajes Abiertos” y el entrenamiento para superarlo era ligeramente diferente al que había utilizado para el “Reino Sólido”. Ahora tenía que centrarse principalmente en expandir los canales por los que viajaba la magia dentro de su cuerpo, aumentando gradualmente su anchura y resistencia. Y como en todos los entrenamientos de magia demoníaca, tendría que sufrir por ello. En concreto, el proceso de “abrir los pasajes” llenaba su cuerpo de agonía, como si un enjambre de insectos carnívoros estuviera mordisqueándolo desde adentro.

Los primeros tres reinos de la magia demoniaca “Solido”, “Pasajes Abiertos” y “Espíritu Moldeado” eran los más fundamentales. Conforme a su progreso el entrenamiento se haría más difícil, pero con su experiencia en el “Reino Sólido” se había ido acostumbrando a sufrir de un modo inhumano cada vez que incrementaba su poder. Así que el dolor que tendría que experimentar superar el “Reino de los Pasajes Abiertos” estaba dentro de sus expectativas y todos los días utilizaba la Esencia Mágica para expandir poco a poco los canales mágicos de su cuerpo, únicamente a fuerza de pura voluntad.

Durante todo ese tiempo, Bryan no había encontrado el menor rastro de Fanny o a nadie del grupo y estaba bastante preocupado por ellos. Finalmente, tras doce días de marcha, dejó bien atrás el Bosque Oscuro y se encontró de regreso en la ciudad de Drol cuando caía el atardecer.

Durante todo el mes pasado, Bryan había superado muchas pruebas en el Bosque Oscuro. Ahora su fuerza, mentalidad y apariencia habían sufrido cambios drásticos. Su altura superaba el metro setenta, y aunque su cuerpo no era demasiado musculoso ya no era un escuálido desnutrido.

También había mejorado su astucia y conocimientos después de su último combate a muerte. En realidad, toda su presencia estaba experimentando cambios lentos y misteriosos de un modo tan sutil que ni siquiera el propio Bryan era consciente de ello.

Al anochecer, la ciudad de Drol disfrutaba de un ambiente feliz y despreocupado. Muchos aventureros habían regresado del Bosque Oscuro; algunos llevaban expresiones de dolor por haber perdido compañeros, mientras que otros lucían las sonrisas satisfechas de quienes han obtenido valiosas recompensas y se preparaban para una noche de completa depravación en los famosos burdeles de la ciudad de Drol.

Finalmente encontró la posada donde Gene y los otros habían dejado instalados los caballos. Cuando se acercó a mirar el establo, comprobó que los famélicos animales que habían arrendado seguían allí, lo que significaba que el grupo de Fanny todavía no había regresado a Drol.

Aunque habían pagado bastante dinero por esos caballos mediocres, solo eran un préstamo único para esta expedición y cuando volviesen a la ciudad fortificada de Zajoski tendrían que devolverlos exactamente como se los habían entregado o habría consecuencias. Que los animales siguieran aquí confirmaba que ningún miembro de su grupo había llegado todavía.

Bueno tampoco es de extrañar. Seguramente me adelanté a Fanny y los demás por haber estado viajado sin detenerme y libre del equipaje. Un grupo numeroso siempre se mueve más despacio y quizá se retrasaron por culpa de alguna criatura mágica. Al menos esto está dentro de mis expectativas… para variar.

Después de esta reflexión Bryan se dirigió a la misma posada en la que se quedaron anteriormente y caminó con paso decidido hasta el mostrador principal. Luego hablo con una sonrisa: - Posadero, requiero una habitación. -

El dueño estaba mordisqueando unas frutas con los ojos medio cerrados. Levantó la cabeza para echarle una rápida ojeada al que le hablaba y dijo con pereza: - Oh, eres tú. Dame diez monedas de bronce. Ese almacén está siempre vacío... puedes ir allí ahora. -

Parecía que el dueño lo había reconocido a la primera. Bryan dedujo que seguramente era por sus ropas. La última vez que se quedó aquí, el Maestro Gene había alquilado un mísero almacén para que durmiera. Seguramente el dueño lo recordaba bien y por eso asumió que ahora dormiría en el mismo lugar, tampoco imaginaba que un esclavo pudiese permitirse nada más.

Pero Bryan no se enojó, en su lugar siguió sonriendo mientras sacaba la bolsa llena de dinero que colgaba de su cintura. Hizo tintinear las monedas y depositó una única moneda de oro sobre el mostrador. Luego la hizo rodar sobre si misma mientras miraba de reojo al dueño y dijo enfáticamente: - Posadero, no quiero quedarme en un almacén. -

El dueño estaba medio dormido y no le había estado prestando atención, pero en cuanto vio el brillo del oro sobre su mostrador se apresuró a sentarse con la espalda bien recta. Rápidamente construyó una sonrisa profesional mientras respondía con mucho entusiasmo: - ¡Pero por supuesto, por supuesto! ¡¿En que estaría pensando?! ¡¿Quién pondría a un cliente tan generoso en un almacén?! Joven estimado, dígame cuál es la habitación que desea. ¡Una moneda de oro es más que suficiente para que tenga la que quiera! -

El oro había provocado un cambio de ciento ochenta grados en su forma de tratarlo. Bryan sonrió ligeramente y asintió: - Quiero tener exactamente la misma habitación que la Maestra Fanny usó anteriormente. Arregle eso por mí. -

- No hay problema. No hay ningún problema. Aquí tiene la llave. Una moneda de oro es suficiente para que la utilice por un máximo de siete noches.  - Preguntó el dueño con una expresión aduladora. Ahora era todo sonrisas. Se volvió hacia un anaquel, saco alegremente una de las llaves de su compartimiento y se la entregó con parsimonia. Finalmente preguntó: - ¿Tienes algún otro deseo, huésped estimado? -

- Nada más por ahora, posadero. Siga con sus asuntos. - Bryan tomó la llave y se dirigió directamente hacia la antigua habitación de Fanny.

Mientras caminaba se puso a pensar en un poema que recordaba de joven: “Quien lo tiene a su lado es hermoso, sin importar cuan feo sea. Le da silla al que es bajito y al más cobarde lo convierte en guerrero. Rompe todos los recatos y ablanda al juez más severo. ¡Poderoso caballero, es mi amigo Don Dinero[1]!

Cuando ingresó a la habitación, dejó todas sus cosas en un rincón, luego se desnudó y se metió en la bañera, que ya estaba preparada con agua limpia. Mientras se lavaba el cuerpo se puso a recordar el agradable desarrollo que había tenido lugar la última vez que estuvo ahí y sintió que un estallido llameante brotaba de su interior y que la “parte inferior” de su cuerpo empezaba a tener reacciones incontrolables e intensas.

Maldiciendo en voz baja, Bryan salió del agua y agarró una toalla limpia colocada a su lado para secarse. Estaba punto de salir del baño cuando vio reflejado su cuerpo atlético y escultural en un amplio espejo de bronce[2] empotrado en una pared.

Casi no podía creer lo que veía, su cuerpo tenía bien marcados todos los músculos, pero no en exceso, sino que parecía una escultura griega, una figura humana óptima. El sol había bronceado su piel durante tanto tiempo que ahora tenía el color del cobre, se veía muy sano y lleno de energía masculina, totalmente diferente de la rata escuálida que era originalmente.

Apretó los músculos de su pecho con satisfacción. Eran perfectos, no demasiado grandes ni demasiado pequeños y no pudo evitar posar un poco delante del espejo. Bryan señaló su propio reflejo en el espejo con bastante narcisismo, riéndose a carcajadas mientras se felicitaba: - ¡Te vez bien, te sientes bien, ¿eh?! -

****

Bryan salió del hotel y se dirigió directamente a una sastrería donde gastó una treinta monedas de plata para comprarse un conjunto de prendas nuevas que se veían regulares para viajar y ropa interior de buena calidad. De paso aprovechó para hacerle unos remiendos a sus prendas de recadero que le había dado la Academia.

Después, se fue a una farmacia y gastó cuarenta monedas de plata para comprarse un surtido de pociones y polvos mágicos. Aparte de unos cuantos suministros medicinales simples, como analgésicos, cicatrizantes y algunos afrodisiacos; también se procuró de una botella con veneno de acción inmediata.

Los venenos eran sustancias estrictamente prohibidas en todo el Imperio, hasta en la ciudad de Zajoski. Pero Drol era prácticamente tierra de nadie; la frontera entre la civilización y lo salvaje. Si uno tenía el dinero, podía conseguir casi cualquier cosa. Y los venenos eran muy solicitados por los aventureros, que los necesitaban para abatir criaturas muy peligrosas. Así que, aunque técnicamente existía la ley, nadie hacía nada por cumplirla y los venenos se comerciaban abiertamente. Ahora Bryan estaba aquí y tenía el dinero, también conocía cuán importante podía ser tener opciones durante un combate, así que le pareció natural comprar alguna toxina por si la necesitaba más tarde.

“Poderoso caballero es mi amigo Don Dinero” Pensó Bryan mientras suspiraba. Incluso sentía que su postura tendía más a enderezarse por el orgullo después de salir de la farmacia. “Todo es mucho más fácil cuando tienes monedas en el bolsillo.

Su última parada fue una armería y se gastó unas diez monedas de plata para comprar una daga bien forjada. Cuarenta monedas de bronce por quince agujas de acero que podía ocultar ensartándolas en las piernas de sus pantalones. Finalmente, se atrevió a gastar seis monedas de oro por una pequeña ballesta para ocultar bajo su manga. Por primera vez se sentía completamente armado.

Al costado del armero se encontraba el herrero, a quien le pagó para obtener unas hombrearas ligeras que se podían disimular muy bien con una capa, una cota de malla ligera que podía usar entre la camisa y el chaleco. También recibió unos brazales de cuero que incluían unos guantes de cazador. Y finalmente unas espinilleras sencillas. Todo el conjunto le costó setenta monedas de plata y eso que era el más barato, pero el herrero aseguró que lo protegería bien contra casi cualquier amenaza. También se lo recomendó porque sería fácil de arreglar o reemplazar si alguna de las piezas se dañaba.

Personalmente Bryan hubiese querido una armadura de acero con peto, cota de malla completa y toda la parafernalia magnífica que había visto usar a los estudiantes de la Facultad de Artes Militares… pero cuando preguntó, el herrero le dijo que esas piezas tenían que hacerse a medida para cada persona, así que necesitaría por lo menos un mes para tenerlas listas. Además, se trataba conjuntos muy caros y no había forma de usarlos disimuladamente.

- ¿Cuánto cuesta una armadura de Caballero? - Preguntó Bryan curioso.

- Joven, mis clientes suelen ser guerreros o mercenarios. Ellos usan armaduras sencillas que combinan hierro y cuero de buena calidad. Son efectivas, pero que no necesitan materiales especiales en su elaboración. Nunca he tenido una petición semejante ni poseo las habilidades para forjar el tipo de indumentaria que un Aristócrata usaría. -

- Sólo le pido un estimado. -

- Una armadura de Caballero apenas regular tiene un costo no menor de dos mil monedas de oro. Eso es simplemente hacerla. No incluyo el precio de los metales especiales que se combinan con el Aura de Batalla ni los blasones familiares en plata u oro para la decoración.  - Respondió el herrero mirándolo con una sonrisa condescendiente: - Un pariente en la capital me contó que las mejores familias pueden llegar a pagar hasta veinticuatro mil monedas de oro por un buen conjunto. No tengo idea de cuánto cuestan las armas que usan los Caballeros porque ese es otro cantar. -

Bryan: - … -

- Hay muchos buenos motivos por los que solamente los aristócratas se vuelven caballeros, joven amigo. - Dijo finalmente el Herrero mientras lo despedía: - El costo de sus armas es solamente el primero de ellos. El que tengas las habilidades para utilizar todo su potencial sería otro. Y el mantenimiento necesario que hay que darles a esas costosas armaduras después de cada batalla no baja de seiscientas monedas de oro. Mejor olvídate de tener una. -

No necesitó que se lo pidieran dos veces. Pero la conversación reafirmó su convicción de que necesitaba asegurarse de ganar una buena cantidad de dinero.

****

Cuando regresaba a su posada, el estómago finalmente comenzó a reclamarle. Bryan miró a su alrededor y vio que estaba cerca de una taberna de tres pisos adornada con luces coloridas. Decidió hacerle caso al cuerpo e ingresó.

El interior era ruidoso hasta llegar a ser ensordecedor. La luz y el calor eran provistos por una gran chimenea ayudada por algunas lámparas con efectos mágicos colgadas en el techo. Los aventureros, mercenarios y mercaderes habían formado pequeños grupos, juntando varias mesas y sillas en los rincones y presumiendo en voz muy alta de sus aventuras o contando sus anécdotas.

Los rostros de aquellas personas estaban enrojecidos y sus manos sostenían jarras de madera repletas de cerveza, pintas de hidromiel o vasos con vino. Todos hablaban medio borrachos y conversaban sin reservas. Había entremeses deliciosos colocados sobre las mesas en pocillos elegantes y algunos mozos y meseras iban desplazándose entre la multitud, sirviéndoles más licor o platos llenos de comida caliente.

Bryan se dirigió hacia la única mesa que seguía vacía en una esquina del vestíbulo y se sentó. Un tímido y joven mozo se acercó caminando rápidamente y preguntó con mucha cortesía: - Disculpe señor, ¿Qué le gustaría? -

- Buen vino y buenas carnes. Dame un poco de ambos. - Bryan sacó una moneda de oro y la deslizó sobre la mesa con el índice hacia el camarero, mientras hacía su pedido con una voz serena pero firme.

Cuando el mesero vio el brillo del oro, sus ojos inmediatamente se iluminaron e inmediatamente se inclinó aún más respetuosamente. Luego tomó la moneda sin cambiar de expresión mientras hablaba con un tono servicial: - Sí, señor, espere un momento, enseguida le atenderemos. -

Uno debe disfrutar cuando tiene dinero para gastar” Bryan se sentó perezosamente sobre la silla y se puso a observar a las personas que iban y venían por el vestíbulo con los ojos entrecerrados. Algunos parecían haber regresado del Bosque Oscuro, otros probablemente estaban por internarse en sus profundidades. Muchos acababan de escapar de la muerte, otros se dirigían directamente a ella. El peligro los esperaba más allá de la ciudad, así que todos liberaban la tensión y disfrutaban de toda la diversión y depravación que podía ofrecerles la ciudad de Drol, como si fuese su última oportunidad.

Después de un rato, el tímido mozo colocó una botella de vino, tres grandes platos llenos de carne asada o cocida y dos cuencos con frutas de estación en la mesa de Bryan.

- Este es un semiseco de Leylan, el vino más famoso en la ciudad de Drol. A los aventureros les encanta beberlo, espero que sea de su gusto. - El camarero se apresuró a explicarle todos los platos de comida y el vino por el que había pagado. Luego se inclinó y se retiró.

Bryan ya no podía esperar así que agarró un trozo de carne y empezó a masticarlo. Si bien no era tan sabrosa como la que podía preparar él, no dejaba de ser bastante buena. Quitó el corcho de la botella y apuró el vino. El sabor amargo y dulce, mezclado con los aromas de las uvas de Leylan junto con la ardiente esencia del alcohol invadieron su garganta y viajaron hasta su estómago, agregando otro tipo de disfrute para Bryan.

- Un buen vino, en efecto. - Elogió Bryan. Se disponía a continuar, cuando notó que dos personas familiares entraban repentinamente a la Taberna. Eran el Sargento Caballero Claude Ascher y la maga Irene Kamplin.

La pareja escudriñó el área en busca de un asiento vacío. Sus miradas lo notaron de inmediato en la única mesa disponible y comenzaron a caminar en su dirección por pura coincidencia.

[1] Poema parafraseado de Quevedo.

[2] El vidrio debería ser un objeto de lujo, por eso el espejo es básicamente un trozo de bronce bien pulido.

La Taberna en la Ciudad de Drol era una mezcla de todo

Nota del Traductor

Buenas a todos soy acabcor de Perú. Donde festejamos por cualquier cosa y nos demoramos en enojarnos de verdad. (Claro que cuando finalmente explotamos… ¡muerte!)

Esta es una versión reeditada el 21 de mayo del 2021.

Como siempre quiero explicar algunas cosas sobre los cambios que hice. Y es que este capítulo fue muy especial porque es el primero donde me atreví a introducir más cambios.

La traducción original que leí en inglés empleaba términos como hoteles, restaurantes… y mi favorito “vino púrpura de Leylan”. Entiendo que tal vez el autor quisiese diferenciar vino blanco de uno tinto, pero creo que pudo hacerlo mejor.

Luego está el resto. Hay quienes llaman “Oscura” a la Edad Media, pero para un historiador serio ese término es completamente absurdo en todos los sentidos: Filosóficos, culturales, políticos, religiosos, económicos, etcétera. Eso es porque el medioevo fue una era de grandes avances para toda Europa y la humanidad.

Pero hoy quiero hacer énfasis en el aspecto de la iluminación. La luz era un recurso muy valioso en la antigüedad y uno muy caro de mantener. Para el pueblo llano solo había dos lugares con luz gratuita para reunirse, comer y beber al ponerse el sol.

El primero era la Taberna, que era de uso exclusivo para la comunidad y no se permitía la entrada a extranjeros. Ahí se reunían los paisanos luego de las jornadas diarias para intercambiar anécdotas o contar historias cotidianas. Era un lugar de encuentro solamente para el pueblo, con un ambiente de familiaridad.

¿Y el viajero no tenía lugar? Sí, para los visitantes estaba la Posada, que era como una taberna, pero con habitaciones sencillas para alquilar y quizá el servicio de agua fresca para la bañera. También tenían fuego gratis, servían comida y bebida. Sin embargo, el ambiente era diferente. La Posada era la ventana al mundo exterior para los pueblos, donde la gente iba cuando quería informarse de todo lo que acontecía en los lugares lejanos, escuchar historias sobre los eventos del reino, narraciones sobre las batallas o aventuras extraordinarias. No era tan acogedor, pero si era mucho más dinámico.

En la Edad Media no existían los restaurantes como tal. No había hoteles y mucho menos el servicio al cliente. Era una época más sencilla en que muy pocas personas viajaban a no ser que fuese estrictamente necesario. El turismo no existía.

Las personas no bebían agua pura, porque en esos tiempos no había antibióticos, de modo que la disentería era una de las principales causas de muerte. Para prevenir esto, las personas siempre mezclaban su agua con algo de vino o vinagre antes de tomarla.

Quizá se pregunten ¿por qué simplemente no la hervían? Podían, pero el fuego era algo caro y difícil de tener, por no hablar de encenderlo. Todas las casas tenían un fogón donde mantenían una hoguera encendida durante todo el día y con eso cocinaban. Pero mantener esas llamas encendidas toda la noche era una invitación a la muerte por incendio, sobre todo en una época donde los bomberos no existían.

Las posadas y las tabernas eran los únicos lugares con presupuesto suficiente para mantener encendida una hoguera de día y de noche. Ahora, en la novela el protagonista sale a comer a un restaurante, pero eso nunca debió ser necesario porque su albergue ya tendría que tener este servicio. Sin embargo, esto es fantasía y tampoco quiero ser demasiado fiel a la realidad. Todo el mundo es ficticio desde el principio. Pero lo que sí hice fue reemplazar los términos del autor por otros más creíbles. Por eso al hotel lo llamé posada y al restaurante taberna.

También cambié los nombres de las tiendas por otros más probables. En la novela dice que el protagonista va a una tienda de ropa. ¿Creen que había tal cosa en esa época? Para empezar todo se hacía en casa, desde las prendas hasta las herramientas que no fuesen de metal o arcilla. Así que no había tal cosa como una “tienda de ropa”. Pero si existía la profesión de sastre, así que me dije ¿por qué no? ¡Lo mandaré a una “sastrería” para que se compre ahí la ropa y así mantenemos la atmósfera de juego RPG! Después la novela dice que va a una “tienda de armas”. En esa época los herreros se ocupaban de las forjas sencillas y había maestros armeros que se ocupaban de las armaduras. El caso es que en Drol, un asentamiento medio ilegal, no tendría que haber algo como un maestro armero, porque nadie podría pagarle. Opté por una mezcla de ambos: Lo mandé primero a una “Armería” para comprar las armas y luego a un herrero para la armadura. Luego me inventé el diálogo sobre cuanto costaba la armadura de los caballeros para explicar por qué el prota no compra nada mejor. Una vez en la taberna cambié toda la descripción del entorno y también las comidas.

El original decía que toda la tienda estaba iluminada con encantamientos mágicos, pero en la novela dejan claro que no hay una inmensa cantidad de magos, de modo que la magia no debería ser un recurso demasiado común. Mi solución fue reemplazar esto con medios de iluminación más comunes como antorchas.

Esos fueron los cambios más importantes, aunque también dejé varias cosas sin cambiar para no desviarme demasiado.

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Nos vemos en el siguiente capítulo.