336 Tres eventos inesperados

Cuando un usuario de Aura de Batalla alcanzaba el rango de Caballero de la Tierra o Maestro de Espadas, finalmente era capaz de envolver todo su cuerpo con esta energía durante periodos prolongados, lo cual no solo aumentaba su resistencia y capacidades físicas, sino también el alcance de las habilidades que podía utilizar.

Los más talentosos entre ellos desarrollaban técnicas únicas, que para muchos parecían ser poderes especiales, aunque en esencia eran simplemente una forma refinada, diferente y personalizada de emplear el Aura de Batalla. Oficialmente el nombre de estas habilidades era Artes de Batalla Avanzadas, pero quienes las usaban se referían a ellas simplemente como “Las Artes”.

Las formas que podían adoptar "Las Artes" variaban mucho dependiendo de las experiencias individuales del usuario, su estilo de combate y sus habilidades. Además, obtenerlas no dependía únicamente del talento, sino que la imaginación y la inspiración también desempeñaban un papel crucial. Por ello, “Las Artes” no eran comunes entre los ya escasos Caballeros de la Tierra o Maestros de Espada, pero eran un requisito indispensable para que alguien alcanzara el grado de Gran Caballero.

Debido a sus características tan singulares, clasificar a “Las Artes” resultaba muy complicado, pero los expertos las dividían en tres grandes categorías según su enfoque: Artes de Tipo Ofensivo, Artes de Tipo Táctico y Artes de Tipo Defensivo.

Un caso clarísimo de un Arte Tipo Ofensivo sería el Sesgo Dimensional de Vlad Cerrón, mientras que la Estocada del Dragón Cautivo inventada por Trunks en el Bosque Oscuro sería un excelente ejemplo de las Artes de Tipo Táctico.

Atreo en cambio consiguió desarrollar un Arte de Tipo Defensivo que se adaptaba perfectamente a su estilo de combate agresivo, centrado en la media y corta distancia. Este Arte llevaba por nombre Coraza Leonina. Consistía en que su Aura de Batalla adoptara la forma de un manto dorado con la apariencia de un león que envolvía por completo su cuerpo, absorbiendo todo tipo de daño contundente, tanto físico como mágico.

Lo más impactante de esta habilidad era que su consumo de Aura de Batalla era considerablemente menor, a diferencia de “Las Artes” de Vlad Cerrón o Trunks. Sin embargo, mientras permanecía activa, la energía se consumía de forma constante, lo que significaba que no podía mantenerla indefinidamente. Aun así, era una habilidad devastadora, especialmente en el campo de batalla, ya que permitía que Atreo se desentendiera por completo de esquivar o bloquear ataques enemigos y, en su lugar, se concentrara puramente en el ataque.

Sin embargo, todas “Las Artes” siempre incluían alguna desventaja. En el caso de Atreo, esta se manifestaba cuando la Coraza Leonina recibía un daño superior al que podía absorber. En tales situaciones, se desencadenaba un retroceso terrible y sumía al usuario en un estado temporal de confusión.

Ilo Tros había invertido una fortuna para descubrir las características defensivas de Atreo. Sus oficiales recopilaron cientos de testimonios de soldados pertenecientes a otras ciudades, quienes habían logrado escapar con vida tras enfrentarse a Micénica y fueron testigos de su habilidad en combate desde la distancia. Además, pagó a comerciantes de información y contrató los servicios de una amplia red de espías. Todo para asegurarse de saber hasta el más mínimo detalle posible antes de su enfrentamiento.

El resultado valió cada centavo y seguramente lo salvó de morir prematuramente, ya que aunque "Las Artes" de Ilo Tros eran poderosas contra otros enemigos, coincidentemente no resultaban muy efectivas contra la de Atreo, quien ya de por sí era un mejor combatiente.

Ilo Tros se sabía en desventaja, pero tenía dos cualidades negativas que, en el contexto correcto, podían resultar útiles para lograr sus objetivos. La primera era ser un espantoso narcisista, motivo por el cual no le importaban en lo más mínimo las necesidades o problemas de otros, salvo que sirviesen a sus ambiciones personales. Y también por esa razón era que Ilo Tros no soportaba que otro que no fuese él tuviera el prestigio de ser el gobernante más grande y poderoso de la Liga Etolia.

Además, todo el mundo sabía que Atreo había mostrado un gran desprecio desdeñoso por el gobernante de Ilión en múltiples ocasiones. Así que un enfrentamiento mortal entre ambos resultaba inevitable. Solo era cuestión de que se dieran las condiciones adecuadas.

Por cierto, la principal responsable entre bastidores de que este enfrentamiento se llevara a cabo había sido naturalmente Elena Teia.

La segunda característica de Ilo Tros era su falta de escrúpulos cuando se obsesionaba por conseguir algo. No tenía reparo alguno en hacer cualquier cosa para obtenerlo. Por el bien de su capricho, no le importaba ignorar ninguna convención, principio o tabú. Sin embargo, también era un obsesivo calculador, por lo que tenía una gran habilidad para aprovechar hasta la más mínima oportunidad que le permitiese alcanzar sus objetivos.

Cuando decidió sacrificar a los corceles Aquilares, sus oficiales casi sufrieron un infarto. Pero el pulso de Ilo Tros ni siquiera había vacilado, como si su corazón estuviese hecho de piedra.

Tampoco sintió nada cuando saltó del carro de guerra en el momento exacto para evitar la onda expansiva. Después se mantuvo quieto, observando con la paciencia de una serpiente a la silueta de Atreo entre la nube de polvo, asegurándose de que este realmente hubiese perdido su Coraza Leonina.

Fue solo cuando lo vio trastabillar por el mareo que Ilo Tros se movió con la velocidad de un rayo, concentrando toda su Aura de Batalla en su gran espada. Ni siquiera protegió su propio cuerpo o el de su arma, sino que únicamente se concentró en dos cosas: acelerar al máximo para llegar al costado de su víctima desprevenida en el menor tiempo posible y potenciar el borde afilado de su arma para asegurarse de que ese único golpe fuese definitivamente letal.

Recién cuando realizó el movimiento para blandir la espada con ambos brazos, el corazón de Ilo Tros comenzó a latir con emoción desbordante y su pulso se aceleró de manera desmedida. La sonrisa maniática que lo caracterizaba desfiguró los rasgos perfectos de su rostro, mientras saboreaba la sensación de tener la más grande de las victorias a su alcance, con la que obtendría los tres premios que más deseaba: La fama de haber derrotado a Atreo, la victoria sobre Micénica y, finalmente, la cereza del pastel, que era el primer paso para asegurarse de que la hermosa Elena Teia fuese completamente de su propiedad.

La espada de Ilo Tros cortó el aire con un silbido agudo, y el impacto que desató fue tan terrible que generó una onda expansiva de viento, la cual dispersó todas las nubes de polvo que los envolvían.

Y entonces...

- ¡Me subestimaste! - Rugió la voz de Atreo.

*****

- ¡Iniciemos! - Ordenó el jefe de los alquimistas y todo su equipo asintió.

Las matrices mágicas eran el origen de toda la Magia Elemental que, a diferencia de la Magia Salvaje, buscaba siempre el orden y el control preciso del poder. Teóricamente era posible realizar cualquier tipo de conjuro, encantamiento o hechizo utilizando matrices, pero el proceso sería demasiado engorroso. Sin embargo, cuando se quería ejecutar magia demasiado grande como para que una sola persona la mantuviese, las matrices resultaban indispensables. Y es que, en esencia, las matrices servían como reemplazo tanto de la mente que formulaba el conjuro, como de los circuitos mágicos por donde se movía la magia. Era por esto que también se usaban mucho las matrices mágicas para fabricar objetos encantados o para extraer las propiedades especiales a los ingredientes alquímicos.

Los artefactos que Elena Teia había encargado construir funcionaban mediante un equilibrio perfecto de materiales especiales, junto con una serie de matrices que activaban diversos tipos de magias en secuencia. A medida que los alquimistas canalizaban su poder, los trozos de madera, metal y piedra que conformaban los carros comenzaron a flotar en el aire con magia espacial, desmontando su estructura. Luego, una sucesión de hechizos de fuego, relámpago, agua y tierra modificaron las propiedades mágicas de las piezas, que se unieron lentamente, encajando en cavidades predefinidas con pernos, cuerdas y cadenas. Algunas piezas, inicialmente diminutas, comenzaron a crecer, mientras que otras incrementaron su peso. Este proceso de transformación y recomposición era sumamente complejo incluso para los alquimistas, quienes requerían de total concentración.

Después de unos minutos, ya no se distinguían carruajes, sino seis impactantes máquinas de tamaño colosal. En el centro de cada una se erguía un largo y robusto poste de madera arqueado, reforzado con piezas de metal encantado, que evocaba el brazo de un gigante colosal, sostenido en equilibrio por los contrapesos masivos. Cuerdas y cadenas, tensas como arcos dispuestos a disparar, se enrollaban alrededor de cada máquina, listas para liberar su energía devastadora. En la base de cada una, una estructura sólida y robusta proporcionaba la plataforma desde la cual se desencadenaría la fuerza destructiva.

Eran Fundíbulos.

Estas máquinas representaban la culminación de la ingeniería mágica y la destreza alquímica. Generalmente sólo los grandes imperios los poseían, porque se necesitaba una gran cantidad de recursos y conocimientos para poder construir uno. Los fundíbulos estaban diseñados para lanzar proyectiles de gran tamaño con precisión y potencia aterradoras, a más de un kilómetro de distancia.

A diferencia de otras máquinas de asedio, como catapultas o balistas, que dependían principalmente de la fuerza de torsión, para arrojar proyectiles, el fundíbulo utilizaba un contrapeso elevado que se dejaba caer como un péndulo gigantesco, multiplicando exponencialmente su poder, velocidad y alcance. Esta capacidad lo convertía en un arma incomparable, que incluso superaba los límites de lo que cualquier Mago o Caballero podría lograr, pues cualquiera de ellos tendría que acercarse bastante para ejercer la misma cantidad de poder destructivo.

Construir estas máquinas solía llevar mucho tiempo, a menudo meses, lo que limitaba su uso principalmente a asedios contra castillos y fortalezas. Además, su gran tamaño, junto con la cantidad de materiales necesarios, hacían que fuera imposible ocultarlos en el campo de batalla. Sin embargo, Elena Teia tuvo una visión innovadora: Inventar una versión más pequeña y móvil del fundíbulo; capaz de disparar a distancias menores y con menor potencia, pero lo suficientemente versátil como para desplegarlo estratégicamente sin ser detectado por los enemigos.

La escala de un fundíbulo para asedios de fortalezas

- La Falange Hoplita presume de ser el muro de escudos definitivo. - Les dijo Elena a los alquimistas en su momento: - Quiero que ustedes encuentren un modo de usar el arma más poderosa contra fortalezas para destruir ese muro, usando la magia. -

Y ahora finalmente, después de numerosas jornadas de trabajo al límite de sus fuerzas, la visión de la Arconte de la ciudad estado de Helénica era una realidad tangible.

El jefe de alquimistas jadeaba por el agotamiento, pero a pesar de su avanzada edad, la vitalidad aún brillaba en su mirada mientras contemplaba los fundíbulos que había fabricado con una emoción casi pueril. Sin embargo, aún no era momento de celebrar. En ese momento, los fundíbulos permanecían ocultos al ejército de Micénica, gracias a su estratégica ubicación detrás de una colina. Mientras las falanges combatieran en su posición actual, los enemigos no podrían descubrirlos. Pero durante la batalla, la situación podía cambiar en un instante, por lo que no había garantía de que las condiciones permanecieran favorables. ¡Debían aprovechar cada segundo al máximo!

 - ¡Apunten! -

Los asistentes corrieron junto a los fundíbulos. En cada uno, había un artefacto adosado, similar a un dial complejo con múltiples indicadores y varias runas grabadas. Cada vez que un alquimista lo manipulaban, dos enormes ruedas dentadas giraban alrededor de unos ejes centrales, ajustando la dirección del disparo, aumentando o disminuyendo la tensión y graduando el ángulo del lanzamiento.

- Preparen los proyectiles. -

En esta ocasión, un grupo de hoplitas seleccionados por su fuerza se movió ante la instrucción del alquimista en jefe, llevando con sumo cuidado una serie de carretillas que contenían unos misteriosos objetos esféricos. Cada uno estaba hecho de metal oscuro y presentaba una abertura similar al cuello de una damajuana, pero además poseía múltiples agujeros, como si fuesen algún tipo de respiradores, aunque todos eran demasiado pequeños como para que se pudiese ver claramente su contenido. Además, los objetos eran considerablemente pesados. Fue necesario el esfuerzo conjunto de varios hoplitas, utilizando un sistema de poleas, para posicionar el proyectil en la rampa de disparo y luego arrastrarlo hasta el final, donde se encontraba el lanzador.

- ¡Ténsenlo! -

Con un crujido ominoso, las ruedas que controlaban los dispositivos comenzaron a girar al unísono, tirando de cuerdas y cadenas que fluían entre una compleja serie de engranajes, para levantar lentamente el masivo contrapeso de cada uno de los seis fundíbulos.

Al mismo tiempo, los "brazos" comenzaron a descender, arqueándose hasta su máxima capacidad para incrementar la fuerza de torsión que añadiría poder al artefacto cuando llegase el momento de lanzar el proyectil. Conforme aumentaba la fuerza contenida, cada una de esas estructuras se sacudía ligeramente hasta la base, dando la ilusión de que las máquinas estaban vivas. Parecían auténticas bestias artificiales, acumulando energía antes de su ataque.

- ¡Enciendan los proyectiles! -

Un grupo de hombres llevando antorchas se acercaron corriendo rápidamente, y con sumo cuidado, dirigieron el fuego hacia el cuello de botella de cada uno de aquellos orbes. Entonces, un sonido agudo y rápido, como miles de crepitares, resonó en el aire, y una serie de intensas llamas amarillas empezaron a brotar de todos los respiraderos, inundando el entorno con un resplandor incandescente que proyectaba sombras alargadas.

Encendiendo los proyectiles del fundíbulo

Acto seguido, seis alquimistas se colocaron en posición junto a una palanca, que daría inicio al paso final.

El jefe de los alquimistas se permitió una sonrisa eufórica al ver que todos los dispositivos funcionaban exactamente como debían. En ese instante, con la tensión y la anticipación prácticamente palpables, el anciano gritó para hacerse oír por encima del sonido de las llamas:

- ¡Disparen! -

Los alquimistas jalaron las palancas que liberaban a los fundíbulos. Durante una fracción de segundo, el tiempo pareció detenerse y todos contuvieron la respiración. Entonces, la fuerza de aquellos "brazos" se liberó de golpe al mismo tiempo que los enormes contrapesos caían y los seis proyectiles fueron arrojados hacia el cielo con una velocidad impresionante.

Los Fundíbulos de Elena en el Campo de Sangre

La fuerza de los fundíbulos era tan grande que el contrapeso pareció girar casi por completo sobre su eje, aunque afortunadamente resistió bien y volvió a columpiarse de regreso a su posición inicial. Sin embargo, los ojos de todos estaban fijos en las estelas de humo que dejaron aquellos proyectiles al alejarse, sabiendo que su impacto traería la muerte a todos aquellos que tuviesen la mala fortuna de encontrarse en su camino.

*****

Al principio Ilo Tros se quedó petrificado porque su mente no era capaz de comprender lo que sucedía. La velocidad a la que se movía era tan elevada que gran parte de lo que veía parecía una mancha borrosa, incluso con sus sentidos fortalecidos por el Aura de Batalla. Sin embargo, había sentido claramente que estaba a punto de partir a su enemigo en dos, cuando repentinamente su espada se detuvo en medio del aire.

Entonces, sus ojos finalmente recuperaron su enfoque y abrió mucho la boca por la sorpresa: ¡Su espada estaba atrapada entre el codo y la rodilla izquierda de Atreo Mikel! A pesar de no poder ver a través de la nube de polvo, el gobernante de Micénica había reaccionado para defenderse en una fracción de segundo, parándose en una sola pierna mientras doblaba su cintura para fijar el arma de su enemigo antes de que lo golpease. Ilo Tros tragó saliva. El Gran Caballero no solo había evitado el mortal golpe con una precisión asombrosa, sino que lo había hecho sin armas, solo con su habilidad y fuerza. Era un acto que desafiaba las leyes mismas de la gravedad y la lógica marcial.

Ilo Tros había escuchado hablar del increíble instinto para la batalla de Atreo Mikel, pero nunca imaginó que llegaría hasta este punto. Además, se suponía que el gobernante de Micénica debería estar sufriendo un contragolpe que dejara su mente en un estado de confusión. ¿Cómo era posible que Atreo hubiera logrado tal hazaña?

Con asombro, Ilo Tros observó mejor su espada y entonces se dio cuenta de algo: había un resplandor del Aura de Batalla de Atreo concentrado justo donde deberían estar las rótulas de su rodilla y su codo. ¡Era la Coraza Leonina! ¡Aún no se había desvanecido por completo!

Eso significaba…

- Sacrifiqué mis armas para poder reservar algo de fuerza. - Explicó Atreo sonriendo.

Naturalmente, esta explicación se dio en medio de un violento contraataque, ya que Atreo no era de los que simplemente se quedaban hablando cuando podían acabar con su enemigo. Además, quería darse prisa, pues en ese momento su Coraza Leonina estaba al límite y solo podía reforzar sus dos manos y la rodilla.

Pero eso era suficiente.

Atreo hizo un puño con su mano libre, la levantó y desató un espantoso golpe de martillo directamente contra el cuello de Ilo Tros. El movimiento ocurrió en una fracción de segundo y el arma de su oponente permanecía fija en su lugar, por lo que Ilo no pudo esquivarlo a tiempo. El ataque desestabilizó la postura de Ilo, y mientras este luchaba por mantener el equilibrio, Atreo desactivó los restos de su Coraza Leonina para protegerse del contragolpe y concentró toda su Aura de Batalla para moverse rápidamente hacia la espalda de su oponente. Allí, desató otro ataque certero con su puño izquierdo en la base del cráneo, utilizando la parte carnosa de su mano y lo hizo con tanta fuerza, que rompió en pedazos el yelmo del gobernante de Ilión.

El Aura de Batalla de Ilo Tros estaba activada y solo por eso se libró de la muerte, pero aún así el golpe de Atreo consiguió causarle una fuerte contusión. Lo peor fue que Ilo no se dio cuenta de esto al principio. Ilo Tros dio unos pasos hacia adelante para ganar distancia, se dio media vuelta y levantó su espada para lanzar un tajo a su enemigo. Sin embargo, al intentar avanzar, sintió un mareo leve que lo hizo tambalearse por un segundo.

Atreo no desperdició esa oportunidad y rápidamente se acercó con sus puños preparados para lanzar una rápida serie de puñetazos contra el rostro de Ilo Tros, quien consiguió esquivar los primeros cuatro, pero el quinto golpe impactó directamente en su barbilla, dejándolo tambaleándose. Solamente se salvó de perder el sentido porque acertó a desviar parcialmente el ataque con su espada.

- Muy bien, reconoceré que sabes esquivar. - Alabó Atreo, sonriendo mientras tomaba una ligera pausa para recuperar el aliento antes de lanzarse nuevamente al ataque. Esta vez levantó su brazo para lanzar otro golpe, aparentemente dirigido al cuello de Ilo, quien rápidamente movió la cabeza para esquivar. Pero todo era una trampa. El verdadero objetivo de Atreo era el hombro izquierdo de Ilo, específicamente el músculo deltoides. Ilo retrocedió, intentando aprovechar su Aura de Batalla para recuperar la ventaja en el combate, pero se dio cuenta con horror de que no podía mover el brazo hacia los lados ni levantarlo.

Quienes presenciaban la batalla no podían creer lo que veían. Atreo Mikel e Ilo Tros eran Grandes Caballeros y deberían estar al mismo nivel, pero era evidente que el primero estaba dominando completamente el enfrentamiento a pesar de no tener armas y haber recibido un gran daño. Cada golpe de Atreo venía acompañado de una espantosa fuerza destructiva que habría destrozado fácilmente las rocas de una fortaleza. Además, no solo era rápido, sino que sus movimientos eran precisos como los de una máquina, y podía estar exactamente donde necesitaba, realizando la mínima cantidad de acciones, sin un solo gesto innecesario.

La ferocidad de Atreo

Pero la verdadera genialidad de Atreo no residía en la pelea en sí, sino en lo que ocurrió previamente, cuando los corceles Aquilares estuvieron a punto de embestirlo. Las armas y armadura del gobernante de Micénica estaban confeccionadas con los mejores materiales disponibles, algunos de los cuales habían sido encantados fuera de Etolia e importados a un precio exorbitante. Además, eran tesoros heredados, incluso considerados reliquias ancestrales de su familia. Sin embargo, Atreo no dudó en destruirlos a propósito para generar una explosión propia que contrarrestó la que provocaron los caballos.

El truco le costó romperse algunas costillas y fue una apuesta increíblemente arriesgada que podría haber salido terriblemente mal, pero logró conservar lo mínimo de su Coraza Leonina para evitar el estado de confusión que habría sufrido si su Arte Defensiva hubiera sido destruida a la fuerza.

En cambio, Ilo Tros había consumido una enorme cantidad de su propio poder para asegurarse de conseguir cortar a Atreo y matarlo con un único movimiento. Se concentró tanto en ese objetivo que no se guardó nada y ni siquiera consideró la posibilidad de que su corte fuese bloqueado, pues estaba seguro de que su oponente estaría sumido en un estado de confusión.

Ahora sufría la más cruel de todas las ironías del destino, pues él, que lo planeó todo desde el principio para enfrentarse a un Atreo debilitado, ahora estaba peleando con desventaja. Y el astuto gobernante de Micénica no le daba tiempo de recuperar el aliento e interrumpía constantemente su concentración para que no pudiese reunir suficiente Aura de Batalla como para blandir su arma.

Por otro lado, Atreo tampoco se encontraba tan bien como aparentaba. Tenía varias heridas internas que le causaban un dolor persistente, y sus reservas de Aura de Batalla estaban agotándose rápidamente. Además, era consciente de que Ilo Tros aún conservaba un arma, lo que significaba que un ataque bien ejecutado podría cambiar el curso de la batalla. Por ello, no le quedaba otra opción que continuar presionando.

Con determinación, Atreo levantó su brazo derecho y se lanzó hacia Ilo, con la mano abierta y los dedos flexionados como garras. Ilo Tros, todavía mareado por el golpe que recibió en la cabeza, esperaba un puñetazo y se preparó para esquivarlo. Sin embargo, no se dio cuenta de que en pleno movimiento, Atreo cambió la postura de su brazo y logró agarrar firmemente al gobernante de Ilión por la garganta, levantándolo en vilo a pesar del peso de su dorada armadura.

- Te tengo. - Murmuró Atreo mientras juntaba fuerzas para aplastarle la garganta.

En ese momento, finalmente la mente de Ilo se recuperó de los efectos de la contusión y con un esfuerzo máximo logró blandir su arma con una sola mano, ejecutando un corte vertical hacia el hombro de Atreo. El gobernante de Micénica maldijo interiormente, consciente de que perdería el brazo si no actuaba rápidamente. Con un movimiento brusco, sacudió violentamente a Ilo Tros por el cuello sin soltarlo, impidiendo así que pudiera alcanzarlo con su espada. Sin embargo, no tuvo más opción que arrojarlo lejos para evitar ser apuñalado.

El cuerpo de Ilo Tros salió disparado con una fuerza espantosa, derribando a todos los mercenarios desafortunados que se interpusieron en su camino. Atreo, de inmediato, se lanzó tras él para rematarlo antes de que tuviera oportunidad de recuperarse. Sin embargo, al llegar, se encontró con que Ilo ya se había levantado del suelo y cargaba hacia él con una expresión llena de odio, desplegando Aura de Batalla con desesperación para recuperar la ventaja perdida.

Atreo comprendió que había perdido su oportunidad y optó por saltar para esquivar el corte, luego se agachó rápidamente para recoger un arma. Irónicamente, era la punta de la lanza del viejo Patros, cortada previamente por el propio Atreo con el borde de su escudo.

Ambos se detuvieron un momento para recuperar el aliento y luego dieron un paso para lanzarse a lo que sería el combate final entre ambos. Pero en ese momento un infierno se desató.

*****

Mientras los mejores guerreros de ambos bandos libraban su duelo singular, las falanges continuaban enfrentándose y los hoplones embestían unos contra otros mientras trataban de mantener la formación. Sin embargo, los que menos se esforzaban eran los hoplitas de las ciudades vasallas de Micénica, quienes simplemente proporcionaban apoyo en la retaguardia y no participaban activamente en los combates, al menos no hasta que llegase el momento de perseguir a los enemigos derrotados en su intento de escapar.

Algunos podrían considerar esta posición como privilegiada, pero era solo una ilusión. Cuando se requerían acciones con alta mortalidad, como el asalto a una fortaleza o el ataque contra una posición elevada, los micénicos no arriesgaban a sus valiosos hoplitas de élite, sino que enviaban a sus “aliados” en su lugar.

Y si por alguna razón la batalla se perdía, el deber de estos vasallos era sacrificarse para ganar tiempo y permitir que los hoplitas micénicos se retirasen con seguridad.

¿Por qué estos vasallos no traicionaban a Micénica? En primer lugar, su lealtad estaba arraigada en su crianza; durante siglos habían vivido bajo el yugo de sus amos, y cambiar de mentalidad no era tarea fácil. Además, sabían que Micénica rara vez desplegaba todo su ejército fuera de la ciudad, enviando solo un tercio o, en el peor de los casos, la mitad. Por lo tanto, si fallaban en cumplir su deber, sufrirían rápidamente la venganza de sus amos.

Por todos esos motivos, su atención estaba completamente fija en el combate que se libraba frente a ellos, pues de su resultado podía depender su destino. Muchos habían celebrado interiormente cuando creyeron que los micénicos finalmente iban a romper la Falange Aliada de Helénica e Ilión, pero al final el viejo Patros había logrado que resistiera y ahora se estaba recuperando.

Sin embargo, algo ocurrió que desvió completamente su atención. Repentinamente, se escuchó un estruendo y al menos una veintena de guerreros murieron de una forma espantosa. Había partes de cuerpos desperdigadas por doquier, mientras las llamas se extendían en una especie de círculo mortal. Algunos incluso fueron atravesados por esquirlas de metal, pero todo ocurrió tan rápido que no se dieron cuenta de lo sucedido, así que permanecieron de pie durante unos segundos, desconcertados, hasta que finalmente el dolor les hizo notar que se estaban desangrando.

Y ese fue tan solo el efecto de uno de los proyectiles.

El pánico se propagó rápidamente entre los aliados que formaban parte de las filas de la falange micénica, quienes caían como moscas. La proximidad entre ellos aumentaba el daño causado por los proyectiles. Lo peor era que nadie lograba comprender exactamente desde dónde estaban siendo atacados hasta que cayó la tercera ráfaga. Ninguno de ellos estaba acostumbrado a enfrentarse al efecto de armas con un ángulo tan elevado.

Los proyectiles que Helena Teia había fabricado estaban diseñados como cápsulas que contenían varios contenedores inflamables con diferentes efectos. Al impactar contra el suelo, explotaban como bombas. La fuerza de su caída era demasiado grande e incluso con el poder de la Falange, era muy difícil sobrevivir. Pero incluso si lo lograban, aún tenían que enfrentarse al efecto de las llamas mágicas y los minerales explosivos que se dispersaban alrededor. Este tipo de efecto no sería demasiado útil contra el muro de una fortaleza, pero era ideal para provocar daños sobre filas de soldados y para eso habían sido diseñados.

La situación había dado un giro casi completo. De repente, el miedo provocado por estos misteriosos proyectiles que caían desde las alturas como la ira de los dioses era mucho más aterrador que los propios micénicos para los hoplitas de las naciones aliadas, y la falange comenzó a desmoronarse. Los hoplitas micénicos estaban ocupados luchando contra los ilienses y los helénicos, pero se dieron cuenta de lo que ocurría a sus espaldas. El problema era que no podían hacer absolutamente nada para evitarlo. Habían sido cuidadosos en proteger sus flancos y retaguardia con mercenarios bárbaros, pero nunca imaginaron que serían atacados desde el cielo.

*****

- ¡Excelente! - Exclamó Elena Teia desde su trono, increíblemente complacida con el efecto de sus armas.

Durante aquella batalla, muchas cosas habían salido mal: el combate comenzó antes de tiempo, su falange casi colapsó debido a la maniobra de los micénicos, casi perdió a Patros mientras luchaba por mantenerla, y luego vino el ataque de Atreo Mikel. Encima de todo, Ilo Tros resultó ser sorprendentemente inútil a la hora de ganar tiempo, a pesar de haber empleado las tácticas más rastreras para obtener una ventaja. Por un instante, creyó que ese miserable se moriría antes de haber cumplido su propósito de debilitar al gobernante de Micénica. Elena tuvo que contener las ganas de vomitar y rezar a los dioses para que Ilo resistiera el tiempo suficiente para que sus fundíbulos estuviesen listos para disparar.

Pero al final, todo había valido la pena, y ahora podía ver cómo la aterradora falange de sus enemigos más acérrimos estaba al borde de ser derrotada. Patros ya estaba entrando en acción y, con la eficiencia que lo caracterizaba, se encontraba dando órdenes certeras para exprimir hasta la última gota de fuerza de sus propios hoplitas e imponer finalmente a los ejércitos aliados sobre los micénicos. Era solo cuestión de tiempo. Los fundíbulos no dejaban de disparar y ahora sus proyectiles alcanzaban incluso a la caballería bárbara de los vándala, lo que seguramente los pondría en fuga muy pronto.

Sin embargo, aún faltaba una cosa para que esa batalla acabase de un modo perfecto.

- ¡Den la señal ahora! - Exclamó Elena Teia con una sonrisa eufórica y cargada de agresividad, recordando las instrucciones que había dado a su equipo de alquimistas.

"Muy bien, quiero que coloquen estas armas más hacia el este, lo más cerca posible del Monte Ida para aprovechar la cobertura de su sombra. Y tu blanco será la retaguardia de la Falange Micénica. Luego, la caballería de los Vándalos", había instruido al jefe de los alquimistas.

"Eso lo podemos hacer desde aquí." Objetó el jefe de los alquimistas.

"Sí, pero cuando te dé la señal, quiero que apuntes todos los seis fundíbulos justo en el extremo derecho, cuando Atreo Mikel e Ilo Tros estén luchando." Ordenó Elena con una mirada increíblemente despiadada.

Al oír sus instrucciones, el jefe de los alquimistas tragó saliva y no pudo evitar murmurar: “Pero entonces…”

“¿Pero entonces…?” Repitió Elena levantando una ceja y con un tono aparentemente dulce pero que ocultaba miles de espinas.

“Podríamos acabar dándole al líder de sus aliados, Arconte Teia.” Dijo el jefe de Alquimistas, corrigiendo a duras penas lo que realmente pensaba decir, que era que definitivamente sus proyectiles impactarían contra Ilo Tros.

“Sí, quizá.” Admitió Elena. “Pero eso no es un asunto que deba preocuparte.”

“Entendido, Arconte Teia.” Respondió el jefe de Alquimistas rápidamente, consciente de que su vida correría peligro si seguía cuestionando a su empleadora.

Ahora finalmente había llegado el momento y la trompeta especial, cuyo sonido particular estaba dirigido únicamente al equipo de alquimistas, resonó. Dentro de muy poco, los seis fundíbulos dispararían al unísono, desencadenando una destrucción que acabaría con los agotados líderes de Micénica e Ilión, eliminando de un solo golpe a las mayores molestias en su vida.  Elena estaba conteniendo las ganas de levantarse de su trono por la expectativa, pero sabía que debía mantener las apariencias. No quería arriesgarse tan pronto a tener un enfrentamiento violento con sus aliados en Ilión, por lo que ya estaba preparando las lágrimas falsas que derramaría cuando, debido a un "lamentable accidente", su queridísimo pretendiente acabase consumido por las llamas.

Pero entonces, el sonido agudo de un cuerno interrumpió la concentración de Elena y desterró de su mente toda la euforia, junto con el discurso que estaba preparando. La joven Archimaga de Fuego se sentía tan tensa que su primer impulso fue ordenar que callasen al responsable del ruido, pero luego se dio cuenta de que aquel tono pertenecía a los vigilantes que observaban el entorno y tenían el deber de informar si ocurría algo inesperado. Lo más extraño era que el sonido no venía de la retaguardia de su ejército, donde era más probable que una fuerza enemiga apareciese si los micénicos intentaban un ataque sorpresa. En cambio, provenía de los exploradores que había enviado, por compromiso, al Monte Ida.

En ese instante, al dirigir su mirada hacia aquella dirección, divisó a un jinete desesperado que cabalgaba hacia ellos, soplando el cuerno con todas sus fuerzas, mientras ocasionalmente señalaba con gesto aterrado hacia atrás. Tan solo unos momentos después, la tierra tembló con violencia cuando una horda de veinte mil Guerreros Zombis emergió de la espesura, corriendo a toda velocidad y lanzándose contra los tres ejércitos en el Campo de Sangre, como una imparable marea de no muertos.

La horda de Guerreros Zombis emergieron de la espesura

Nota del Traductor

Hola amigos, soy acabcor de Perú, donde últimamente se ha generado cierto revuelo debido a la adquisición de Rolex muy costosos por parte de nuestra presidenta, mientras que gran parte de la población enfrenta una grave crisis económica. A pesar de todo, la verdad es que a mí no me importa. No porque esté bien, sino porque considero que ese es el menor de nuestros problemas.

Personalmente, no soy partidario de la ostentación sin un propósito claro. Entiendo que en ciertos contextos, como el de una princesa representando a su nación, el uso de joyas puede tener un valor simbólico importante. Estas joyas pueden transmitir un mensaje de riqueza y estabilidad a líderes extranjeros y al propio pueblo, generando un sentimiento de orgullo nacional. De hecho, en contraste con la imagen que nos muestran las películas, las vestimentas y símbolos de la aristocracia siempre tenían un profundo significado político y cultural, no es que adquiriesen riquezas únicamente por codicia.

Por otro lado, es evidente cuando la ostentación carece de autenticidad y se convierte en un simple acto de exhibicionismo. Los "nuevos ricos", que buscan impresionar a través de la opulencia, a menudo terminan siendo vistos como personas superficiales que tratan de compensar sus carencias pasadas. Esto solo confirma el dicho popular de que "el hábito no hace al monje" o "aunque la mona se vista de seda, mona se queda".

Sin embargo, aunque personalmente no voy a condenar a los magnates por comprar autos que valen más que mi casa o relojes que podrían financiar una expedición a la Luna, no creo que sea justo condenar a los ricos por adquirir artículos costosos. Aunque con respecto a estos últimos, sinceramente, entre más caros son los relojes, más feos me parecen. Es como si hubiera una correlación inversa entre precio y buen gusto.

Pero bueno, quizás es solo mi trauma de la infancia hablando. Recuerdo cuando un pariente venía de Estados Unidos y yo esperaba con ansias un regalo sorpresa, pero siempre terminaba siendo... ¡un reloj! Qué emoción, ¿eh? Aunque siempre le agradecía con una sonrisa por cortesía, en realidad sentía cierta decepción interna.

Bueno, dejando a un lado las conmovedoras historias de la infancia, tengo que decir que personalmente no estoy precisamente consternado por la adquisición de relojes de lujo por parte de nuestra querida presidenta. Por supuesto, en medio de este festín económico que estamos viviendo, es un verdadero golpe maestro de relaciones públicas, pero honestamente, ¿quién esperaba que esta mujer mostrara algún indicio de prudencia política? Dina Boluarte ha alcanzado nuevas cimas en el arte del nombramiento de ministros. Ha colocado a un ex taxista, sí, como lo oyen, a un ex taxista, al frente del Ministerio del Interior. Así es, ¡un ex taxista a cargo de la policía nacional del Perú! Y eso, mis amigos, es solo la guinda del pastel de los últimos 58 ministros que han desfilado por el Palacio de Gobierno en el último medio año.

Claro, podríamos decir que en Perú no tenemos problemas de gobierno, sino todo lo contrario: ¡gozamos del espectáculo del desgobierno más absoluto! Dina Boluarte se está dedicando a un nuevo hobby: jugar a ser presidenta. Mientras ella se va de viaje, deja a sus amigos al mando de los ministerios. Y, si tienen suerte, duran un mes antes de ser destituidos por incompetentes. En fin, ¡qué maravilloso circo político en el que vivimos!

En verdad que en Perú puedes morir de cualquier cosa, pero nunca de aburrimiento. ¡Eso se los garantizo!

Ahora sí hablemos del capítulo que he escrito.

Mis amigos que se han aventurado en escribir sus propias historias seguramente estarán de acuerdo conmigo: ¡una de las tareas más arduas es describir una pelea emocionante! No solo enfrentamos el desafío habitual de traducir las imágenes vívidas que bullen en nuestra mente en palabras, las cuales deben cobrar vida en el papel, sino que también nos enfrentamos a la difícil tarea de equilibrar qué detalles deben ser revelados y cuáles son mejor dejados a la imaginación del lector, quien desempeña un papel crucial en el arte literario.

Por cierto, ¿cuántas veces habría deseado simplemente escribir: "Ilo Tros y Atreo se enzarzaron en una lucha épica..." y dejar que ustedes imaginen el resto? Oh, la tentación de esa línea tan simple, pero la realidad es que una buena pelea requiere de una coreografía detallada, una narrativa cautivadora y una dosis perfecta de suspenso para mantener a los lectores al borde de sus asientos.

Para la pelea me he inspirado muchísimo en las coreografías del anime Fate Unlimited Blade Works, los que lo hayan visto sabrán que parte. Y el concepto de “Las Artes” lo tomé en realidad de un Isekai llamado Log Horizon, el cual por cierto recomiendo bastante por las tramas de intriga y desarrollo de los personajes.

Y ahora el suspenso lo tengo yo, porque no sabré si conseguí hacerlo bien hasta que lea los comentarios de ustedes, mis queridos lectores.

Por otro lado, tuve que sufrir el dilema de los fundíbulos. Recuerdo vívidamente la primera vez que vi un documental medieval donde exhibían la réplica de un fundíbulo, ese ingenio también conocido como trabuquete o simplemente "mal vecino". No sé por qué, pero algo en esa máquina de asedio me atrapó por completo. Me pareció un artefacto que encapsulaba todos los conocimientos sobre asedios de fortalezas antiguas, y además, tenía una especie de belleza funcional que me llevó a pensar que no había nada más viril y masculino que disparar uno de esos gigantes de madera.

¡Sin duda sería una experiencia inolvidable poder participar en una feria medieval y hacer uso de un Fundíbulo! Qué manera tan original de cumplir un sueño de la infancia. Así que ya lo saben, ¡suscríbanse a mi cuenta Patreon para que pueda comenzar a ahorrar y hacer realidad mi fantasía de lanzar un arma de asedio!

Y precisamente el dilema apareció a la hora de describir los fundíbulos y también el acto de dispararlos. Al principio escribía una explicación extremadamente detallada, que incluía todas las partes y piezas que recordaba. Pero luego recordé que yo soy yo, y que no soy el centro del mundo; así que decidí reescribirla para que fuese más sencilla, poniendo mucho más énfasis en lo que sentiría la persona encargada de manipular estos artefactos, en lugar de describir cada pieza de ellos. Espero que esta parte de la narrativa resulte emocionante y logre transmitir efectivamente los sentimientos asociados con el uso de esta arma.

A pesar de todo, y también para saciar mi propio deseo de compartir la emoción de conocer estas armas de asedio, tengo planeado subir unos breves videos de animaciones en 3D donde se utilizan estos artefactos, por si acaso mi redacción no haya quedado muy clara. Aunque el motivo principal es que tengo estos vídeos y deseo hacer algo con ellos.

En la novela original, Elena utiliza unos artefactos conocidos como cañones de cristal, que aparentemente son mágicos y disparan balas mágicas. Realmente no lo recuerdo muy bien porque nunca lo llegaron a utilizar en esa batalla. Ahora bien, el cañón realmente se inventó en la edad media, de hecho, lo utilizaron mucho en diversas batallas y asedios. Lo que pasa es que la tecnología no se perfeccionó hasta la Edad Moderna, así que había muchas mentes militares que preferían usar una confiable catapulta, la cual ya había demostrado muchas veces su efectividad, que en esta “nueva arma” muy poco precisa y que de vez en cuando estallaba en la cara de quienes intentaron utilizarla.

Así que realmente no tengo un argumento en contra de que Ni Can Tian haya querido utilizar cañones, salvo el hecho de que fue muy flojo a la hora de describirlos. Lo que pasa es que a mí me gustan más los fundíbulos.

Naturalmente me tomé muchas licencias literarias debido a que esta es una historia de magia y fantasía. Quiero aclarar que nunca nadie habría utilizado un Fundíbulo en otra situación que no fuese un asedio y específicamente contra muros. Además, también exageré la distancia, porque el mejor fundíbulo no llegaría a arrojar una piedra más de medio kilómetro. Lo que sí es cierto es que utilizan contrapesos y eso los hace mucho mejores que las catapultas.

En cuanto a la idea de que los Fundíbulos fuesen carros, pues me vino a la mente cuando trataba de imaginar un medio coherente para que esas máquinas llegasen ahí sin que nadie las viese. Y lo saqué del juego Age of Empires II: The Conqueros, donde precisamente los fundíbulos se transforman en carros para moverse.

¡Las imágenes! ¡Casi lo olvido! Me costaron muchísimo y tuve que hacerlas con IA, pero algunas eran demasiado complicadas y las tuve que sacar de internet para modificarlas en Photoshop. Al final, gasté los créditos de más de 5 páginas de IA, y por eso la del final con los zombis es un poco mediocre, porque ya no tenía recursos. Mi favorita, y que salió casi por accidente, es la de Atreo, porque la hice desde cero y creo que quedó genial.

Pero déjame saber tu opinión en los comentarios: ¿Qué opinas sobre el uso del Aura de Batalla y las Artes de Batalla en la historia? ¿Cuál crees que fue la parte más emocionante del enfrentamiento entre Atreo Mikel e Ilo Tros? ¿Qué te pareció el hecho de que los misteriosos carruajes hayan sido en realidad Fundíbulos? ¿Conocías esa arma? ¿Te gustó más que el concepto original o habrías preferido cañones? ¿Qué opinas sobre la habilidad de Atreo para anticiparse a los movimientos de su oponente durante la pelea? ¿Qué papel crees que jugaron las características de personalidad de Ilo Tros en su desempeño en la batalla? ¿Cuál fue tu imagen favorita? ¿Qué opinas sobre la habilidad estratégica de Elena Teia para idear nuevas armas de asedio? ¿Crees que Elena Teia es una líder estratégica efectiva, o crees que sus tácticas son demasiado arriesgadas? ¿Cuál fue tu reacción al enterarte de que los hoplitas micénicos enviaban a sus vasallos a la primera línea de combate en situaciones de alta mortalidad? ¿Qué parte del texto te resultó más impactante o sorprendente?

Aparte de mi sueño de viajar a Europa para disparar fundíbulos, lo cierto es que estoy con muchos problemas económicos. Por lo tanto, si te gusta la historia hasta ahora, por favor, no dejes de patrocinarme utilizando los enlaces de mi cuenta en Patreon. También he dejado mi número de cuenta del BCP y YAPE en el grupo de Facebook, para cualquier donante que desee solidarizarse con este humilde adaptador/escritor.

Por supuesto, también me ayudaría mucho que compartieras esta historia con todos los que conozcas, ya sea en tus redes sociales o en persona, para aumentar el número de lectores y también de posibles donantes. Y si encuentras algún error de concepto o una falta ortográfica que haya pasado por alto, no dudes en señalarlo para que pueda corregirlo en el menor tiempo posible.

¡Nos vemos en el siguiente capítulo!