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El brillo de las llamas desapareció y el magma se oscureció, sumiendo la estancia en una penumbra densa. Aun así, Bryan distinguió con claridad a la criatura que avanzaba hacia él lentamente, con pasos seguros.
Aquel ser parecía un cadáver desprovisto de toda la humanidad, una silueta esquelética de piel ennegrecida y huesos afilados que se marcaban bajo la carne tensa. En su torso, plagado de costillas deformadas, latía un fulgor rojizo, como si en su interior ardiera un fuego infernal que no consumía su cuerpo, sino que lo alimentaba.
Su cabeza estaba coronada por espinas óseas que surgían como astas afiladas. La boca no tenía labios, pero se abría ampliamente, exhibiendo unos afilados dientes irregulares para formar una mueca de muerte perpetua. De su garganta brotaba un aliento ardiente con el hedor del azufre.
Los brazos, largos y deformes, terminaban en garras curvadas, diseñadas para desgarrar carne o atrapar a sus presas en un abrazo letal. A cada paso, su figura se distorsionaba entre la bruma rojiza que lo envolvía, una niebla oscura que brotaba del suelo y se retorcía como llamas atrapadas en una tormenta de cenizas.
“Interesante, me pregunto si…”
Bryan lo analizaba cuando, de repente, el Zombi Élite de Fuego giró la cabeza en su dirección y soltó un rugido largo y agudo. De inmediato, saltó a un costado. No fue solo el estruendo lo que lo tomó por sorpresa, sino la agresividad que percibió a través de su conexión mental con la criatura. Nunca antes había experimentado algo así con un Zombi Elemental. La única vez que sintió un ataque directo de hostilidad por parte de una Criatura Oscura fue cuando el Caballero del Mal Khaal'Qtza se liberó de su control durante su examen de Archimago, aunque en ese caso se debió a la matriz de la habitación donde lo había invocado.
Esta experiencia previa y sus reflejos sobrehumanos le permitieron a Bryan apartarse justo a tiempo. Porque el rugido del Zombi Élite de Fuego ocultaba un peligro letal: una oleada de calor invisible pero mortífero, especialmente contra enemigos desprevenidos.
Y los efectos eran devastadores.
El Zombi Élite de Tierra se encontraba justo detrás de Bryan y no consiguió evadir el ataque a tiempo. En un intento de defenderse, la criatura oscura envolvió su cuerpo con la nube de arena que siempre lo rodeaba, formando un caparazón capaz de resistir incluso el acero. Pero el calor que acompañaba el grito de su recién nacido hermano no solo lo lanzó varios metros hacia atrás, sino que cristalizó su capa protectora hasta hacerla resquebrajarse. Su pecho y muslo derecho quedaron marcados por varias quemaduras.
Afortunadamente, los Zombis Élites poseían cuerpos mucho más resistentes que los de un no muerto común. Además, eran incapaces de sentir dolor físico. Las heridas, que en un humano habrían sido quemaduras de tercer o incluso cuarto grado, potencialmente mortales, no parecían afectarlo en absoluto. Más bien, todo lo contrario.
El Zombi Élite de Tierra soltó su propio rugido de furia. Las garras de sus manos se alargaron de forma amenazante mientras adoptaba una postura de ataque. La tierra a su alrededor vibró y su larga lengua se expandió hasta golpear el suelo como un látigo, produciendo una sustancia verdosa y resplandeciente.
Bryan observó el punto de impacto y se sobresaltó al ver cómo la superficie comenzaba a derretirse.
“¡No sabía que su saliva era ácida! ¿Siempre pudo hacer esto o aprendió una nueva habilidad?”
Mientras tanto, el Zombi Élite de Fuego parecía fijarse en su hermano con un odio creciente. Su agresividad aumentaba a cada segundo, como si el hecho de que alguien hubiera sobrevivido a su ataque inicial fuera un insulto imperdonable. De repente, las llamas brotaron de su interior con mayor intensidad, envolviendo su cuerpo en un resplandor ardiente. Magma líquido comenzó a rezumar de su piel carbonizada, transformando su ya aterradora apariencia en la encarnación misma de la destrucción.
- ¡No, maldita sea! - Exclamó Bryan mientras susurraba apresuradamente unos conjuros.
Incluso si el hermano mayor tenía mucha más experiencia, enfrentarse al Zombi Élite de Fuego en el mismo lugar donde había nacido era un suicidio. Bryan tenía mucha curiosidad por medir las capacidades de ambos en combate, pero no quería que fuera en este lugar. Así que envió rápidamente al Zombi Élite de Tierra de regreso al inframundo. Luego, se colocó justo en frente de su nueva Criatura Oscura para llamar su atención.
Para entonces el Zombi Élite de Fuego había terminado de cambiar. Su silueta, antes esquelética y marchita, había ganado volumen y solidez, como si las llamas en su interior hubieran fundido y reforzado su estructura. La piel ennegrecida se había transformado en un caparazón de obsidiana incandescente, surcada por grietas por las que se filtraban resplandores anaranjados y rojizos, como si cada fibra de su ser estuviera alimentada por un calor abrasador. Por encima de su cabeza, un grupo llamas danzaban con intensidad, ondulando al ritmo de su respiración.
Sobre su cuerpo, las llamas danzaban con un ritmo hipnótico, pero no de manera caótica. Se organizaban en patrones definidos, extendiéndose y replegándose como si adoptaran la forma de una armadura de escamas incandescentes. Cada movimiento del Zombi Élite de Fuego hacía que aquellas placas llameantes chisporrotearan y se reacomodaran, envolviéndolo con un fulgor protector que le confería un aire majestuoso y letal.
En la palma extendida de su mano flotaba un orbe de fuego puro, girando lentamente como el corazón de un volcán en miniatura. Su núcleo latía con un fulgor dorado y carmesí, desprendiendo un calor sofocante. A primera vista, parecía una simple manifestación de su poder, pero Bryan sintió algo más en su presencia, una energía ancestral que le resultaba extrañamente familiar.
- ¿Qué es eso…? - Murmuró, observándolo con atención.
Entonces, sus ojos se abrieron de par en par y, por primera vez, Bryan sintió un atisbo de miedo. Acababa de reconocer aquel objeto. Era el Corazón de la Primera Llama. No en su forma original, sino en una manifestación reducida. Aun así, la magnitud de su poder era innegable.
- ¡Cómo es posible…! - Comenzó a exclamar, pero de inmediato guardó silencio para concentrarse por completo. No conocía las propiedades de aquel objeto mágico, así que debía ser extremadamente precavido. Rápidamente susurró varios conjuros, invocando docenas de Apariciones que se dispersaron por toda la caverna. Mientras no tuviera a sus nuevos Generales Espectrales, esta era la mejor forma de mantener el control del entorno. Después de todo, las entidades etéreas eran inmunes a los ataques elementales.
Oh, al menos, eso se suponía.
Inesperadamente, el Zombi Élite de Fuego dejó escapar algo parecido a una carcajada, y las llamas que conformaban su extraña armadura se tornaron completamente azules. Al principio Bryan creyó que esto sería similar a lo que Elena Teia había hecho durante su combate. Pero entonces notó algo inquietante: la temperatura no estaba subiendo.
Desconcertado por aquel fenómeno, dudó entre permanecer o retirarse. Entonces, el Zombi hizo un leve movimiento y, de repente, las escamas ígneas de su armadura parecieron erizarse. Un segundo después, salieron volando como cientos de plumas ardientes, esparciéndose por toda la estancia.
Al principio, Bryan se concentró en esquivarlas mientras se preparaba para invocar un Escudo de Hueso. Sin embargo, pronto se percató de que aquellas llamas no desprendían calor alguno. Intrigado, extendió sus dedos y tocó una de ellas... No sintió nada.
Pero casi al mismo tiempo, sintió una terrible sacudida a través de la conexión mental con sus Apariciones. Entonces notó que los cuerpos espectrales de todas ellas se estaban quemando.
- ¡Es Fuego Fatuo! - Susurró, asombrado.
Solo lo había visto una vez, cuando Trunks guió a su grupo por el pantano. Supuestamente, aparecía en lugares donde alguien había muerto de manera especialmente violenta. Sin embargo, el Zombi Élite de Fuego no solo podía invocarlo, sino que además sus llamas eran capaces de dañar a entidades no físicas.
- ¡Eso será muy útil en el futuro! - Exclamó Bryan, asombrado.
En cuestión de segundos, todas sus Apariciones se habían desvanecido.
- ¡Jajajaja! ¡Magnífico! ¡Verdaderamente magnífico! -
Bryan estaba eufórico al ver que las capacidades del Zombi Élite de Fuego eran tan variadas.
- Veamos entonces qué haces con esto… - Murmuró con una sonrisa antes de susurrar un nuevo conjuro.
A su lado, la energía oscura se condensó y tomó forma. Dos Caballeros del Mal emergieron de las sombras, altos y amenazantes. Ninguno tenía montura, pero uno empuñaba un mandoble de filo letal, mientras que el otro blandía un hacha de guerra imponente.
La tierra retumbó con un estruendo ominoso cuando los Caballeros del Mal se lanzaron al ataque, sus pesadas pisadas resonando en la caverna como tambores de guerra. Sus armas destellaban con un brillo funesto bajo la tenue iluminación de los minerales, listos para cortar todo a su paso.
Frente a ellos, el Zombi Élite de Fuego sujetó el orbe flotante con su mano ennegrecida. Sin pronunciar una sola palabra, absorbió su esencia y, en un instante, la armadura de fuego pareció solidificarse, mientras que sus garras comenzaron a arder con un fulgor metálico, incandescentes como hierro al rojo vivo. Luego, con un rugido ensordecedor, el zombi se lanzó a la carga.
El primer impacto entre las Criaturas Oscuras resultó en una serie de estruendos de choque entre metal combinado con el brillo de las llamas. El mandoble descendió con una velocidad aterradora, pero el Zombi Élite de Fuego arrojó un zarpazo con su garra y bloqueó la hoja en el último instante. Una lluvia de chispas iluminó la caverna al tiempo que el hacha de guerra del segundo caballero cortaba el aire en un amplio arco descendente. El zombi giró con agilidad antinatural, esquivando la embestida por un margen mínimo antes de lanzar un zarpazo a la armadura del atacante. Sus garras incandescentes rasgaron el acero oscuro, dejando marcas fundidas en su superficie.
Los Caballeros del Mal atacaban sin descanso, encadenando estocadas y tajos con gran precisión. Cada golpe hacía temblar el suelo, y el eco de sus armas resonaba como campanadas de muerte. Pero el Zombi Élite de Fuego respondió con igual ferocidad, esquivando y devolviendo golpes con una velocidad aterradora. Sus garras eran tan letales como las hojas de sus oponentes, bloqueando el acero sin esfuerzo y desgarrando las imponentes armaduras.
Uno de los caballeros logró atravesar la defensa del zombi y hundió su mandoble en su costado. Sin embargo, en lugar de sangre, un chorro de magma derretido brotó de la herida, salpicando la hoja. En cuestión de segundos, el acero se ennegreció y comenzó a deformarse bajo el calor abrasador. El otro caballero descargó su hacha con fuerza brutal, partiendo el torso del Zombi Élite de Fuego, pero el impacto solo hizo que más lava se filtrara entre la abertura, desgastando su propia arma.
“Un mecanismo de defensa impresionante.” Pensó Bryan mientras observaba la batalla: “Nadie querrá arriesgarse a golpearlo y acabar perdiendo su propia arma.”
La batalla entre las Criaturas Oscuras continuó y parecía bastante pareja, hasta que el Zombi Élite de Fuego ejecutó un movimiento inesperado. Con un giro violento, atrapó el filo del mandoble con una de sus garras y sujetó el hacha de guerra con la otra. El metal siseó y crujió al contacto con su calor infernal, y en cuestión de segundos, las hojas comenzaron a derretirse. De inmediato los Caballeros del Mal se concentraron en recuperar sus armas, pero eso era lo que el Zombi Élite de Fuego pretendía.
Repentinamente la armadura ígnea que cubría su cuerpo volvió a erizarse. Como una explosión contenida, cientos de esquirlas ardientes se esparcieron en todas direcciones, semejantes a plumas encendidas. Esta vez no era Fuego Fatuo, sino llamas voraces que rodearon a los Caballeros del Mal.
Bryan observó con atención. Cada chispa que tocaba sus cuerpos se adhería a ellos y se extendía con rapidez. En cuestión de segundos, las llamas los envolvían por completo. A pesar del fuego consumiéndolos, los Caballeros del Mal continuaron luchando, ajenos al dolor. Pero, consumidos por el fuego, sus movimientos comenzaban a volverse más torpes, su resistencia menguaba bajo el implacable poder del Zombi Élite de Fuego.
- Bueno, creo que la victoria está decidida y no vale la pena prolongarlo. - Murmuró Bryan, mientras enviaba a los Caballeros del Mal de regreso al inframundo.
En ese momento, lo que más le interesaba era aquella extraña habilidad del Zombi Élite de Fuego, capaz de transformar las escamas de su armadura en miles de pequeñas llamas que se esparcían a su alrededor. No se parecía a ningún conjuro de fuego que hubiera visto antes y parecía especialmente difícil de esquivar. Además, le gustaba el hecho de que pudiera convertirlas en Fuego Fatuo para atacar entidades etéreas.
En cuanto a las capacidades defensivas de aquella coraza ígnea, no parecían demasiado destacables, pero quizás eso se debía a que simplemente no las necesitaba. El cuerpo de la criatura era tan duro como la obsidiana, y si llegaba a ser cortado, en lugar de sangre brotarían chorros de lava incandescente.
Sus garras eran otro asunto. No solo eran tan resistentes como el acero, sino que además podían derretir las armas de sus enemigos si llegaba a sujetarlas. Sin embargo, Bryan aún no estaba seguro de si este poder era inherente al Zombi Élite de Fuego o si se debía al Corazón de la Primera Llama, pues solo adquirió esta capacidad después de absorber el orbe dentro de su cuerpo.
También tenía dudas sobre cuánto tiempo podría mantenerse en ese estado. Al principio, la criatura había aparecido en lo que podía considerarse un estado “apagado” y solo después de generar llamas para absorberlas había adoptado esa forma robusta y poderosa. ¿Significaba eso que su estado “encendido” no era permanente? ¿Cuánto tiempo duraría? ¿Seguiría igual una vez que abandonaran aquel lugar donde había nacido?
Y, más importante aún, ¿qué relación existía entre el Zombi Élite de Fuego y el Corazón de la Primera Llama? ¿Hasta qué punto sus poderes dependían de este tesoro? ¿Qué pasaría si se separaban? ¿Podrían siquiera separarse?
- Tengo tantas preguntas... pero por ahora, aprovecharé que estoy aquí para ver qué tan bueno eres defendiéndote de ataques a distancia. - Decidió Bryan, mientras invocaba al Desgarrador Sombrío.
Mientras tanto, el Zombi Élite de Fuego volvió a erizar las escamas de su armadura para enviar miles de pequeñas llamas hacia Bryan. Pero este simplemente esperó sin inmutarse hasta que el enjambre ardiente estuvo a punto de alcanzarlo. Entonces, con un leve gesto, desató una oleada de Fuego Glacial púrpura que las neutralizó al instante.
- Si lo has visto más de una vez, puedes pensar en formas de contrarrestarlo. - Comentó con una sonrisa, mientras extendía su mano y conjuraba más de veinte Lanzas de Hueso, arrojándolas todas al mismo tiempo.
Las púas afiladas se clavaron en la criatura antes de que esta pudiese reaccionar y por un instante pareció una horrible especie de alfiletero. Sin embargo, en cuestión de segundos, las lanzas comenzaron a arder y las partes que tocaban el cuerpo del Zombi Élite de Fuego se desintegraron en cenizas.
Aquello le dio a Bryan información valiosa.
- Parece que, en su estado "encendido", su cuerpo contiene una mayor proporción de magma líquido que de materia sólida. - Murmuró para sí mismo.
En efecto, todos los agujeros que las lanzas habían abierto en el cuerpo del zombi se estaban cerrando rápidamente, sin dejar rastro de daño. Aun así, la criatura parecía furiosa, pues soltó un rugido que trajo consigo una oleada de calor invisible.
Pero Bryan ya conocía ese truco y esquivó el efecto con facilidad. Entonces el Zombi Élite de Fuego se lanzó de inmediato a la ofensiva, corriendo velozmente para intentar atraparlo con sus garras incandescentes. Su velocidad era impresionante, pero no suficiente. Bryan se movía con una agilidad inalcanzable, evitando cada uno de sus ataques con movimientos fluidos.
- ¡Me aburres! - Se mofó Bryan, aumentando la distancia entre ellos. Entonces, alzó el Desgarrador Sombrío y comenzó a dispararle ráfagas de energía en rápida sucesión, apuntando principalmente a sus extremidades.
Incapaz de defenderse, el Zombi Élite de Fuego tropezó y terminó rodando por el suelo, esparciendo brasas a su paso.
- ¡Vamos, este es tu lugar de nacimiento! ¡No debería ser tan fácil barrer el suelo contigo en este lugar! -
Como si hubiera entendido sus palabras, el Zombi Élite de Fuego se levantó con un rugido de furia. Su cuerpo ardió con mayor intensidad, y las llamas que lo envolvían se avivaron como si su propia ira las alimentara. Un calor sofocante se expandió rápidamente por aquella estancia subterránea, distorsionando el aire a su alrededor. De sus garras incandescentes comenzó a brotar un fulgor aún más intenso, un ardor sobrenatural que crepitaba con cada movimiento.
Nuevamente comenzó una ronda de ataques.
Bryan esquivó un zarpazo, luego otro. Cada golpe silbaba en el aire con fuerza abrasadora, y cuando el zombi erró su tercer ataque, sus garras impactaron contra el suelo de piedra. La roca, incapaz de resistir semejante calor, se derritió al instante, formando un charco de lava burbujeante.
El Zombi Élite de Fuego se detuvo un instante, observando la lava con atención, como si hubiera comprendido algo. Con un gruñido de satisfacción, sumergió ambas manos en el líquido ardiente y, sin dudarlo, comenzó a lanzarlo en frenéticas oleadas contra Bryan.
La primera descarga pasó rozando su costado, y el calor abrasador se hizo notar incluso sin contacto directo. Bryan tuvo que moverse con rapidez, saltando de un lado a otro para evitar las salpicaduras letales que llovían sobre él. Las gotas que tocaban el suelo se adherían como brasas vivas, expandiéndose lentamente antes de consumirse.
Pero entonces, el Zombi Élite de Fuego cambió de estrategia. Se arrodilló de golpe y golpeó el suelo con la palma de su mano, transmitiendo su poder por debajo de la tierra. En cuestión de segundos, una serie de erupciones de lava comenzaron a estallar en rápida sucesión, avanzando en línea recta hacia Bryan como una ola infernal.
Bryan no tuvo más opción que moverse a toda velocidad, saltando y esquivando en el último segundo cada explosión ardiente. El calor lo envolvía, y aunque su cuerpo era mucho más resistente que el de un humano ordinario, la presión de los ataques se volvía cada vez más intensa. Aún así, era evidente que seguía dominando la situación.
- ¡Eso es! ¡Buena improvisación! - Exclamó con una sonrisa, sin dejar de moverse.
Pero el zombi no parecía satisfecho. Gruñó con frustración y, con un movimiento inesperado, introdujo una de sus manos en su propio pecho. Un resplandor rojizo iluminó su torso, y entonces extrajo lentamente el Corazón de la Primera Llama, que apareció flotando sobre su palma, vibrando con un fulgor sobrecogedor.
Bryan entrecerró los ojos, preguntándose qué intentaba hacer. La respuesta llegó de inmediato. El zombi colocó ambas manos alrededor del orbe, como si moldeara una esfera invisible, y este comenzó a girar sobre su propio eje con una velocidad aterradora. Al mismo tiempo su tamaño se fue reduciendo hasta alcanzar las dimensiones de una bola de tenis, pero su poder se incrementaba al punto de hacer temblar el suelo.
Con un rugido, la criatura le arrojó el orbe en línea recta. Bryan saltó a un costado en el último instante, sintiendo el calor abrasador pasar a centímetros de su rostro. Pero entonces, al girar la cabeza, notó que la esfera no se había detenido: En lugar de perderse en la distancia, el orbe giró bruscamente en el aire y cambió de dirección, persiguiéndolo con precisión implacable.
- ¿Así que también puedes hacer esto? - Murmuró Bryan, asombrado, mientras forzaba la Esencia Mágica dentro de su cuerpo para incrementar su capacidad de reacción.
El Zombi Élite de Fuego lo observaba con una expresión casi burlona, disfrutando del juego. Bryan tuvo que moverse al límite de sus capacidades, zigzagueando alrededor de la criatura para evitar ser alcanzado. El calor detrás de él era sofocante, y cada vez que intentaba cambiar de dirección, el orbe corregía su trayectoria para perseguirlo.
El Zombi, lejos de mostrarse impasible, parecía… divertido.
“¿Está riéndose de mí?”
Bryan chasqueó la lengua. Había visto suficiente.
- Ya tengo una buena idea de tu capacidad - Susurró.
Sin previo aviso, arrojó al Desgarrador Sombrío, en dirección a su creación. La hoja negra cortó el aire como un relámpago y atravesó el pecho del Zombi, saliendo por su espalda. Su cuerpo de magma chisporroteó alrededor del filo, pero la espada no sufrió ningún daño.
La criatura tambaleó por un instante y, en ese mismo momento, el orbe perdió estabilidad. Privado de la concentración de su invocador, continuó su curso sin dirección hasta estrellarse contra una pared cercana, generando una explosión de calor que dejó marcas fundidas en la roca.
- Así que es necesario que te enfoques en un objetivo para que funcione… Si te interrumpen, pierdes el control - Murmuró Bryan con satisfacción, observando cómo el zombi comenzaba a regenerar la herida de su pecho.
Aprovechando la pausa, Bryan se acercó al lugar donde el orbe había impactado, esperando poder analizar el Corazón de la Primera Llama. Sin embargo, al inspeccionar el área, solo encontró un agujero humeante con lava derretida en su interior.
Frunció el ceño.
Un resplandor carmesí iluminó su espalda.
Giró de inmediato y su mirada se encontró con el Zombi Élite de Fuego, ya completamente regenerado. Sobre su hombro flotaba el Corazón de la Primera Llama, como si hubiera regresado por sí solo a su dueño.
Los ojos de Bryan se entrecerraron.
- Ya veo… No es un Objeto Mágico independiente. Te has fusionado con esa cosa. -
El Zombi Élite de Fuego rugió en respuesta, y esta vez, su cuerpo ardió con una intensidad aún mayor.
- Interesante, verdaderamente interesante. - Dijo Bryan, aplaudiendo: - Es suficiente por ahora. Sígueme afuera, tengo otros experimentos que realizar. -
Sin darle mayor importancia, Bryan se giró y avanzó hacia el túnel, transmitiendo una orden mental para que su criatura lo siguiera. Pero el Zombi Élite de Fuego no se movió. En cambio, comenzó a reunir llamas en sus garras, preparándose para atacar.
Bryan suspiró.
- He sido tolerante porque tenía curiosidad. - Susurró Bryan dándose la vuelta, mientras su mirada adquiría un brillo peligroso: - Pero será mejor que recuerdes tu lugar. -
En ese instante, desató su poder sin restricciones, inundando la estancia con la aterradora presencia de la Necromancia y la Magia Demoníaca. Su apariencia no cambió, pero en ese momento parecía un auténtico señor oscuro, un rey del inframundo que había descendido para imponer su voluntad.
Por primera vez desde su nacimiento, el Zombi Élite de Fuego titubeó.
- El único motivo por el que naciste es para cumplir con mis deseos y expectativas. - Continuó Bryan con un tono gélido: - Una criatura que ni siquiera puede obedecer a su creador... ¡no tiene derecho a existir! -
Inmediatamente la oscuridad prevaleció sobre el fuego y por un momento se pudo ver las siluetas espectrales de varios Caballeros del Mal, Abominaciones, miles de no muertos, así como los otros dos Zombis Elementales, todos en formación detrás de Bryan.
Y sobre todos ellos, en lo alto de una montaña de huesos, el Pequeño Esqueleto contemplaba la escena con furia, fijando sus ojos incandescentes en su pequeño hermano.
Finalmente, las llamas del Zombi Élite de Fuego se apagaron por completo, y su cuerpo recuperó la apariencia delgada original. Luego, como si admitiera su derrota, cayó de rodillas frente a Bryan, reconociendo su autoridad.
- Eso está mejor. - Bryan ocultó su poder y se dio la vuelta: - ¡Ahora deja de hacerme perder el tiempo y sígueme! -
Ambos caminaron hacia la entrada del túnel formado durante la huida de Crisaor, y esta vez, Bryan ya no percibía la menor resistencia en su criatura, lo que le provocó una ligera satisfacción. Sin embargo, al intentar salir, descubrió que el combate había provocado derrumbes en varias secciones del camino.
Bryan chasqueó la lengua con molestia, pero no le quedó más remedio que volver a invocar al Zombi Élite de Tierra para despejar el paso. Al llegar, el recién convocado observó a su hermano menor con algo que parecía un claro gesto de fastidio antes de concentrarse en cumplir las órdenes de Bryan.
Poco a poco, los tres avanzaron hacia la superficie.
“A todo esto… ¿qué habrá pasado con la Ifrit?” Reflexionó Bryan mientras caminaba: “No ha dado señales de vida, ni siquiera sus criaturas han aparecido, a pesar del escándalo que hemos causado. ¿Estará hibernando o algo así?”
Fuese como fuese, Bryan no pensaba quejarse por no haber tenido que enfrentarse a aquel terrible demonio. Decidió tomarlo como un golpe de suerte y agradeció a los dioses antes de seguir su camino.
Cuando finalmente emergieron, la luz del sol resultó tan intensa en comparación con la oscuridad del túnel que necesitó varios segundos para que sus ojos se adaptaran al resplandor.
Entonces, algo captó su atención de inmediato.
- ¿Qué es esto? -
Frente a él, flotando en el aire, había un pequeño pájaro del tamaño de un gorrión, compuesto enteramente de fuego. Apenas era lo bastante grande como para caber en la palma de su mano.
De cierto modo, le recordaba al Fénix, pues tenía una larga cola llameante, pero la energía que emanaba de su cuerpo era completamente distinta. Increíblemente minúscula y sin punto de comparación.
- ¿Acaso es un Elemental de Fuego? -
Los elementales eran formas de vida mágica temporal con inteligencia rudimentaria, creadas mediante conjuros. Bryan estaba a punto de usar su Astro Proyección para analizarlo mejor cuando, de repente, se dio cuenta de algo terrible.
Cientos de estos diminutos pájaros de fuego surcaban el cielo sobre él. Su resplandor cegador se mimetizaba con la luz del sol, razón por la cual no los había notado antes. Aquel enjambre volaba con un silencio perturbador, apenas provocando un susurro en el viento. La magia contenida en cada uno era tan minúscula que no habían llamado la atención de sus sentidos mágicos. Pero, aunque un solo pájaro no representaba una amenaza, la multitud sí lo era.
En ese momento, todos ellos volaban a toda velocidad en círculos perfectos, formando una cúpula infernal de varios metros de diámetro. ¡Bryan estaba dentro de una prisión llameante sin escapatoria visible!
- ¡Maldita sea! - Bramó, transmitiendo un orden mental a sus criaturas.
Un segundo después, los pájaros de fuego se detuvieron de golpe, como si fueran parte de una sola entidad. Luego, sus diminutas siluetas incendiarias comenzaron a brillar con una intensidad cegadora.
En un destello simultáneo, se lanzaron en picada hacia el suelo, formando un anillo perfecto alrededor de su objetivo.
La explosión que siguió fue devastadora. Un rugido ensordecedor llenó el aire mientras el suelo temblaba bajo el impacto. Llamas abrasadoras se elevaron en un torbellino furioso, devorando todo a su paso. El calor era insoportable. Ondas de choque golpearon con furia implacable, arrancando fragmentos de roca y escombros.
En cuestión de segundos, lo que antes había sido un tramo de bosque se convirtió en un cráter ardiente, un escenario de caos y destrucción total.
Explosión Elemental
Hola amigos. Soy Acabcor de Perú, y hoy es jueves 20 de Febrero del 2025.
Sé que los hice esperar mucho, estimados lectores, y hoy cuento con poco tiempo, así que iré directo al grano. Les presento el capítulo de esta semana, esperando que lo disfruten y compartan sus impresiones. (Y, si es posible, también sus donaciones).
¡Nos vemos en el siguiente capítulo!