319 Tácticas despiadas

Comenzó a amanecer. Pese a estar viajando relativamente cómodo en una carreta, el hijo del rey de los Astados no había pegado el ojo en toda la noche para asegurarse de que la legión XXII no detenía en ningún momento el complicado proceso de armarse, preparar sus equipos, bagajes y demás enseres para combatir. Sólo cuando por fin vio que todos los manípulos de legionarios habían salido de la fortaleza y comenzaban a marchar por el camino en dirección hacia su tribu, se concedió el derecho a cerrar los ojos e incluso animó al único escolta que se había quedado acompañándolo a hacer lo propio. De ese modo, sentado sobre dos sacos de harina, reposaron juntos a pesar del molesto traqueteo de las ruedas de madera, y es que las caravanas de campaña estaban lejos de ser tan cómodas como los carruajes de las capitales civilizadas.

El príncipe se despertaba cada pocos minutos, pero volvía a dormir muy complacido consigo mismo. Todo iba a la perfección y daba por buena aquella noche en vela. Es cierto que tuvo que usar palabras muy duras con el Procónsul, pero al final aquella firmeza era la que les había abierto el camino de la esperanza. Su padre estaría orgulloso de él y su pueblo pronto dispondría de los refuerzos suficientes para sobreponerse y vencer a sus enemigos.

Por su parte, el veterano guerrero que acompañaba al joven príncipe no dejaba de mirar con asombro a aquel muchacho que había sido capaz de conseguir todo aquello. Era, sin duda alguna, merecedor de suceder a su rey y el soldado se sentía a su vez honrado de servir a alguien que era capaz de influir sobre la voluntad de un poderoso Procónsul de Itálica e incluso obligarlo a moverse según su voluntad.

Si, todo estaba saliendo a la perfección hasta que, de súbito, uno de los manípulos de la XXII Legión se detuvo y al poco tiempo lo hizo el resto del ejército. El guerrero astado se levantó y sacó la cabeza por la abertura del toldo para tratar de comprender lo que sucedía y se dio cuenta de que una especie de oficial había llegado a caballo para ponerse a gritar órdenes que no entendía. Acto seguido, la columna de legionarios del primer manípulo dio media vuelta y comenzó a regresar hacia la fortaleza. Pero nada de aquello era grave, ya que podía haber órdenes confusas y quizá los itálicos no tuviesen demasiado claro cuáles tropas debían ir al frente. Eso era un problema que les pasaba mucho a los bárbaros en sus desorganizados e improvisados ejércitos.

Por lo menos eso es lo que al principio se dijo el veterano guerrero astado.

Pero cuando el segundo y el tercer manípulo de la Legión XXII comenzaron a dar media vuelta para regresar, el guerrero comprendió que algo malo estaba pasando y rápidamente llamó la atención de su príncipe, quien de inmediato saltó fuera del carro para observar extrañado aquel extraño movimiento militar. ¿Qué estaba pasando? Fue justo en ese momento que Lawrence llegó caminando a paso ligero, escoltado por sus Lictores y el Primer Centurión que los había escoltado desde la noche anterior.

De inmediato el Príncipe comenzó a reclamar.

- ¡¿Por qué las tropas están regresando?! ¡Explícate ahora mismo! -

Por primera vez la expresión de Lawrence reveló un claro destello de ira. Hasta ese momento todavía simpatizaba un poco con ese joven, que por petulante que estuviese siendo, al final sus acciones estaban motivadas por el deseo de salvar a su pueblo. Eso era algo que entendía y podía respetar. Pero el hecho de que le hablase con ese tono, sin tan siquiera emplear el término “Procónsul” para dirigirse a él, revelaba algo más que únicamente la piedad filial o el amor por los suyos. En el interior, aquel príncipe bárbaro no respetaba realmente a Itálica y ni siquiera temía despertar la ira imperial. Eso, en un pueblo ya conquistado, no solo era inapropiado sino… peligroso.

- Están dando media vuelta porque yo, el Procónsul de Itálica y general con Imperium sobre las legiones en esta península lo ha ordenado. - Respondió Lawrence con tono gélido y entrecerrando ligeramente los ojos.

- ¿Acaso has sacado a la mitad de tu ejército para marchar durante la noche sólo para hacerlo volver al amanecer?! - Preguntó el Príncipe con una expresión en la que claramente revelaba cuan absurdo le parecía lo que escuchaba.

- Así es, joven heredero de los Astados. - Respondió Lawrence con seriedad, como quien explica que el sol se pone cada día y sale de nuevo al amanecer: - Mis soldados están agotados por el largo viaje en barco y ni siquiera pudieron cenar ayer, así que ahora regresamos para desayunar en la ciudad después de marchar durante la noche. Eso es exactamente lo que estamos haciendo. - Y Lawrence se quedó mirándolo fijamente mientras el joven procesaba la información.

- ¡Pero mis hombres ya han partido hacia el sur para informar a mi padre de que la ayuda está en camino! -

- Exactamente. Esa era la idea de toda esta noche en vela. - Respondió Lawrence: - Y no temas por su seguridad, porque te garantizo que tus hombres encontrarán todo el camino expedito hasta donde mis legionarios controlan los pasos fronterizos.

Tus soldados llegarán pronto junto a tu padre y podrán anunciarle que estamos en camino. Aunque no lo estemos en realidad, claro. -

Entonces Lawrence se permitió mostrar una de sus poco frecuentes y casi imperceptibles sonrisas tanto enigmáticas como amenazantes, las cuales eran una buena prueba de que, al final de cuentas, seguía teniendo sangre de un Emperador corriendo por sus venas.

- Pero… pero… - El joven príncipe no sabía bien qué decir.

- ¡Vaya! - Le interrumpió Lawrence y habló mirando a sus Lictores, así como un nutrido grupo de oficiales que ya estaban acercándose para reunirse con su general: - Parece que al joven príncipe de los astados por fin le faltan las palabras. Anoche parecías mucho más resuelto cuando me amenazaste, muchacho. -

Aquello fue el detonante para que el joven príncipe se recompusiera y, una vez más, firme, no tanto como la noche anterior, pero sí digno y decidido, respondiera con convicción en cada palabra que empleaba.

- ¡Si al final no envías las tropas mi padre se rebelará contra el Imperio Itálico! -

Pero Lawrence simplemente negó con la cabeza y comenzó a recitar en modo de pregunta todas las razones por las que el príncipe estaba equivocado. Y cada vez que lo hacía, su tono se volvía más despectivo.

- No, muchacho, no. ¿Cómo va a rebelarse tu padre contra quien está enviando una legión entera hacia el sur para ayudarle? No, mentecato, ¿cómo va a rebelarse tu padre contra el que le ha prometido ayuda, una ayuda que tus propios soldados han visto en formación, lista para salir, y que ha de venir de quien además retiene a su hijo como rehén? No, ingenuo príncipe. Yo te diré lo que va a pasar. - Y Lawrence se acercó despacio hacia el hijo del rey mientras explicaba a su interlocutor que, petrificado, permanecía inmóvil ante el Procónsul de Itálica: - Tu padre, joven príncipe, resistirá estos días en espera de ayuda; luego, cuando empiece a dudar de nuestra llegada, pensará que tenemos problemas o puede que empiece a dudar sobre si al final llegaremos a tiempo o no. Pero seguirá resistiendo porque (y esto es lo mejor de todo) te tenemos a ti como rehén.

¿Qué ocurrirá al final? Eso sólo los dioses lo saben. A veces el mero hecho de pensar que va a llegar ayuda es tan poderoso en los ánimos de quien lucha desesperadamente, que les da las fuerzas necesarias que necesitan. Tal vez incluso resista de tal modo que acabe derrotando a sus enemigos.

Claro que también puede ocurrir que esta falsa esperanza de ayuda sea insuficiente y tu padre perezca rodeado de todos los pueblos bárbaros que se lanzan contra él.

Pero no importa lo que ocurra, lo importante es que para entonces será demasiado tarde para que pueda pactar con ellos.

Con un poco de suerte para mí, quizá los astados y las cuatro tribus bárbaras se enfrentarán en un largo combate sin cuartel. De ese modo mi avance hacia el interior será un paseo militar porque os habréis matado entre vosotros.

Mientras tanto yo seguiré aquí con mi plan original: Adiestraré bien a mis tropas, aseguraré la región en torno a la costa y, en unas semanas, con el buen tiempo avanzaré hacia el interior. Si tu padre ha resistido, le ayudaremos. Si no, te dejaremos que lo entierres según tus costumbres. -

El Príncipe lo miraba sin poder creer lo que escuchaba. Cuando lo conoció al principio el joven Lawrence le pareció un hombre refinado e inteligente, con capacidad de mando, sí, pero nunca se le ocurrió que podría ser alguien tan despiadado.

- ¡Pero nuestra tribu ha sido una fiel aliada del Imperio! -

- Dices bien: “ha sido”. - Respondió Lawrence sin desviar la mirada: - Eso cambió en el momento en que me amenazaste literalmente con traicionarme. ¡Eres un príncipe, estúpido! Un príncipe de una tribu vasalla, pero un príncipe, a fin de cuentas. ¿Acaso no sabes que tus palabras representan a todo tu pueblo? ¿No te enseñaron lo que es ser parte de la realeza? - Entonces un destello de ira resplandeció en su mirada y todos pudieron sentir que Lawrence estaba realmente enfadado: - ¿Qué fue lo que me dijiste? Creo que era algo así como: “Estamos dispuestos a luchar por el imperio, pero no a morir por el imperio”. ¿Verdad? Miserable malagradecido. Si no fuese por el imperio ustedes serían exactamente como son sus enemigos: Una tribu subdesarrollada, sin caminos, sin comercio, sin rotación de cultivos, sin acueductos, sin nada… ¡Toda su prosperidad se la deben a Itálica! ¿Y tienes el descaro de amenazarme para que movilice una legión de mis hombres en territorio enemigo, sin darme tiempo de explorar, sin tiempo para hacer un plan de ataque… ¡Sin darle a mis soldados la oportunidad de comer! ¡Como si las vidas de ustedes valiesen más para mí que las de mis legionarios! -

El príncipe retrocedió un momento ante la furia de Lawrence y abrió la boca para responder, pero el Procónsul no le dio tiempo.

-  Ayer estaba muy cansado por el larguísimo viaje que tuve que hacer para llegar hasta este lugar, pero hoy se me ocurren muchas formas en las que podría haber ayudado a tu pueblo: Podrían evacuar todos a esta ciudad y yo los alojaría temporalmente dentro de la seguridad de las murallas hasta que recuperemos sus tierras. Podría haberles enviado suministros para ayudarlos a resistir mejor mientras preparo mis tropas. ¡Podría haber hecho muchas cosas y las habría hecho de buena gana! Pero me amenazaste a mí. Nada menos que el Procónsul de Itálica. - Lawrence entonces bajó más el tono de voz antes de continuar: - ¿Y de verdad crees que en tu desdén hacia esta investidura no puedo leer el desdén que siente tu padre hacia el propio Imperio Itálico? Después de todo él fue quién te crio. Quien forjó esa limitada forma de pensar que tienes. De tal padre tal hijo. Es una simple ecuación que cualquiera puede resolver. La Tribu Astada y su rey ya son desleales al imperio, hasta el punto en que su hijo no duda en amenazarnos para obligarnos a avanzar hacia una muerte segura cuando la seguridad de su pueblo está en peligro. ¡Cómo si nosotros fuésemos los conquistados! - Lawrence hizo una pausa para retroceder hacia sus oficiales y concluyó con un tono tajante: - No digas que yo te he traicionado. Fuiste tú, el representante de tu pueblo, quien ya nos estaba traicionando desde el primer momento en que puse un pie en esta península. -

- Pero lo prometiste. ¡Dijiste que enviarías ayuda! - Protestó el Príncipe de los astados cuando finalmente se recuperó de la impresión y todavía encontró fuerzas para dar una respuesta que molestó mucho al Procónsul y a sus oficiales: - Si nunca cumples tus promesas, Procónsul de Itálica, nadie en esta tierra pactará contigo. Y sólo los que han pactado con nosotros llegan a mandar sobre nosotros. ¡Los demás Cónsules y Procónsules murieron y seguirán muriendo en esta tierra! -

Hubo un silencio sepulcral.

- Esto es para los libros de historia. - Dijo Lawrence finalmente: - Acabo de explicar lo que sucede cuando amenazas a un Procónsul de Itálica y lo mejor que se te ocurre es volverme a amenazar. Ay, pobre de mí. - Entonces se volvió hacia uno de sus Lictores: - Mata al escolta del príncipe. -

El lictor le miró como quien no está seguro de lo que ha oído, pero la mirada fría y fija de Lawrence no dejaba lugar a duda alguna. El veterano soldado desenvainó su espada y se dirigió a por el escolta. Éste, que no entendía la lengua común y que no había comprendido nada de lo que allí se había hablado, no sabía bien qué hacer, y para cuando el príncipe le dijo que se defendiera ya era demasiado tarde.

La espada del lictor se introdujo violentamente en el vientre del leal guerrero. Cuando el lictor la extrajo, el soldado astado cayó al suelo de bruces y quedó tumbado boca abajo, retorciéndose de dolor, incapaz ni siquiera de darse la vuelta para ver por última vez la luz del sol. Entonces el lictor levantó la espada para clavarla en la nuca y terminar el trabajo, pero Lawrence levantó la mano derecha.

- No. Que sufra. Deja que se tome su tiempo en morir.  - Y luego, dirigiéndose una vez más al atónito príncipe de los astados, añadió una sentencia con voz grave y ominosa: - Eso es por haberme amenazado dos veces. A un Procónsul de Itálica, si le odias, le matas si puedes, pero nunca jamás le amenaces. ¿Has entendido? - Y añadió haciendo un gesto con la cabeza al Primer Centurión para señalar al príncipe: - Enciérrenlo por ahora, ya veremos qué hacemos con él, cuando lleguemos al territorio de su padre. -

Cuatro legionarios se llevaban medio a rastras al joven príncipe, que no dejaba de luchar para que le soltaran mientras escupía por su boca un torrente de maldiciones.

En cuanto el prisionero se fue, Lawrence se volvió hacia sus Tribunos: - Necesito que nuestra red de espías esté funcionando cuanto antes para saber qué es exactamente lo que sucede tanto dentro como fuera de nuestras fronteras.

En el instante en que sepamos con certeza que la Tribu Astada está en guerra abierta contra nuestros enemigos, y que ningún pacto entre ellos es posible, quiero que envíen un mensajero a la Tribu de los Astados. Pero que no sea ninguno de nuestros legionarios. Quiero que sea un nativo que evidentemente no comprenda del todo bien el idioma para que ni se molesten en perder tiempo interrogándole.

Díganle al rey que aceptaremos en nuestra ciudad fortificada a cualquier refugiado de su tribu, específicamente mujeres, niños y ancianos. También soldados heridos. Ellos conocen mejor que nosotros el terreno, así que tendrán métodos para conseguir que sus no combatientes lleguen hasta aquí sin ser vistos. Teniendo en cuenta esto, quiero patrullas de caballería vigilando atentamente la periferia, para detectar a estos grupos de personas y escoltarlas a salvo hasta la ciudad. Deben ser atendidos lo mejor posible.  - Entonces Lawrence se dio cuenta de que sus oficiales lo miraban sin comprender y procedió a explicar sus intenciones: - Al final de cuentas la Tribu Astada ha sido una aliada leal de Itálica. No me parece correcto que toda su población tenga que pagar con su vida por la insolencia de sus emisarios. -

- ¿Pero no habría sido mejor decir esto último en frente del príncipe para tranquilizarlo? - Preguntó uno de los Tribunos: - Así después las cosas serán mucho más fáciles cuando tengamos que negociar con su padre si este sobrevive. -

- ¿De qué me sirve tranquilizarlo? - Espetó Lawrence con un gesto irritado: - ¡Lo quiero aterrorizado y bien escarmentado para que nunca más se le ocurra amenazarme! -

- Pero definitivamente ahora te odia. -

- ¡Que nos odien, mientras nos teman! - Respondió Lawrence repitiendo la máxima militar de Itálica que se convirtió en el lema familiar de los Addison y que su prima Lisa siempre le repetía, aunque en realidad la frase era una expresión del emperador guerrero Escipión Augusto Cornelio, famoso por sus reformas militares y por su política exterior agresiva y expansionista: - No necesito la amistad de ningún príncipe vasallo, sólo su sumisión. Debe comprender de una vez cuál es su lugar, así como las consecuencias de subestimar a Itálica. Quiero que lo tenga muy claro, tanto él como su (potencial traidor) padre. - Entonces sonrió astutamente y su tono de voz se volvió más suave: - Además, al recibir refugiados la población regular del pueblo Astado, que no entiende de políticas o conspiraciones, verán únicamente que el imperio los recibe con los brazos abiertos en un momento de grave crisis y necesidad. La lealtad de los pobladores se verá incrementada por el sufrimiento que les causa la misma guerra. El rey de los astados no dirá nada contra nosotros mientras espera nuestra ayuda, pero si luego su hijo le cuenta de nuestro engaño e intenta hacerlo… también será demasiado tarde. - Lawrence señaló hacia la ciudad: - Mira nuestra próspera urbe con sus puertos, mercados y altas murallas defensivas. Después de unos meses viviendo ahí, ¿cuántos astados querrán irse a vivir de nuevo al campo? Y aunque lo hagan, ¿cuántos estarán dispuestos a enemistarse con el imperio y renunciar a la posibilidad de llegar a tener toda esa prosperidad, por más que el rey y su príncipe intenten convencerlos? -

Los Tribunos y oficiales miraban a Lawrence con admiración. Cuando aceptó ayudar a la Tribu Astada su joven Procónsul demostró sentido común al no querer hacer enemigos de sus principales aliados en el hostil territorio interior. Pero el hecho de que esto fuese el resultado de una amenaza les había sentado muy mal, especialmente porque esta vino de un príncipe vasallo. Después de todo, se sentían orgullosos de ser parte del Imperio Itálico y no les gustaba la idea de bajar la cabeza ante nadie, menos aún ante un simple caudillo bárbaro, al que consideraban inferior.

Pero, por encima de todo, se sentían desalentados, porque eran oficiales experimentados y sabían que dividir sus fuerzas nada más llegar para ir al interior de un territorio que ni siquiera conocían, era claramente el preludio de un desastre militar. Muchos de sus legionarios, y quizá ellos mismos, podrían haber estado muertos en pocos días.

Sin embargo, la estratagema con la que Lawrence consiguió engañar a los astados para que peleasen y la cruel forma en la que reprendió a su príncipe, los hizo sentirse increíblemente bien. De hecho, casi no aguantaron las ganas de reírse en la cara de ese mocoso orgulloso que los había amenazado, por más que esto fuese un gesto de gran valor que se llevó a cabo por el bien de su pueblo. Itálica era la única que podía dar ultimátums y al resto del mundo le correspondía temblar de miedo cuando esto sucedía. ¡Eso significaba ser parte del Imperio! ¡De sus legiones invencibles!

Y ahora descubrían que el Procónsul Lawrence había ido incluso más lejos. No solamente consiguió exactamente lo que quería, sino que además tuvo piedad y arrojó una cuerda de salvamento para el pueblo de los astados, de modo que nadie pudiese decir luego que Itálica los había abandonado. ¡Pero incluso esta piedad era una nueva estratagema política para conseguir más apoyo por parte de la población! Al final el príncipe y su padre tendrían que tragarse todo su odio, sonreír forzadamente y bajar la cabeza cada vez que los itálicos pasasen frente a ellos durante el resto de sus vidas.

Los oficiales corrieron a cumplir las órdenes de su general y también dirigieron a los legionarios de regreso, que marchaban mucho más alegres sabiendo que muy pronto tendrían un buen desayuno y un merecido día de descanso. Por su parte, Lawrence miró hacia el interior del territorio y cerró los ojos mientras sentía como el sol de aquella mañana calentaba su piel. Entonces soltó un largo suspiro aprovechando que sus Lictores estaban a su espalda y no podían darse cuenta.

Con esto he salvado la vida de mis legionarios y también parte de las de mis aliados. Naturalmente, varios miles de ellos tendrán que morir en vano, esperando una ayuda que no llegará a tiempo. Lo siento por ellos. No es el resultado perfecto. Para nada. Pero la vida de mis legionarios es la más valiosa. Lamentablemente esto es lo mejor que puedo hacer con tan poco tiempo y las escasas cartas que me han dado, por lo menos de momento. Lo siento también por ese príncipe. Creo que realmente se preocupa por su pueblo. Pero su forma de proceder fue muy estúpida. Y yo no tengo el menor deseo de seguir planes estúpidos. No puedo darme ese lujo.

Lawrence se alejó andando a paso ligero de aquel lugar. Tenía una campaña que dirigir, hombres inexpertos a los que adiestrar y una región que asegurar en torno a aquel puerto antes de acometer el viaje hacia el interior. Estaba cansado, pero también satisfecho. Albergaba grandes esperanzas de que, tal y como había explicado, los astados y el resto de bárbaros hostiles se enzarzaran en una cruenta guerra tribal y así, cuando finalmente marchase al interior, quedasen pocos enemigos que matar.

*****

Durante dos meses el ejército proconsular de Lawrence fue adiestrado en la lucha cuerpo a cuerpo en las afueras de la ciudad portuaria. Y durante ese tiempo acabó de configurarse la red de espías e informantes que todo ejército necesitaba para orientarse mínimamente en una frontera peligrosa, gracias sobre todo a la ayuda del ex ejecutor Fortunato. En ese sentido, era Lawrence el que querría quejarse con Bryan acerca de la “facilidad” de su situación, pues, como agente de grado Sol Oscuro tenía acceso a información mucho más precisa sobre sus enemigos y ni siquiera necesitaba pedirla, porque los agentes se la enviaban cada cierto tiempo.

Por fin Lawrence decidió empezar a forjar a sus hombres poco a poco en combates reales y para ello envió a varios manípulos juntos a distintos poblados de la región que se habían mostrado proclives a apoyar a las tribus rebeldes, entregándoles grano, ganado y otros víveres. La mayoría de sus habitantes eran parecidos a los astados: Grupos de ex nómadas que ahora se dedicaban a la agricultura en tierras que originalmente habían recibido del Imperio Itálico, después de jurarles fidelidad. Claro que esto había sucedido mucho antes de que la Alianza de Tiro se entrometiera. Y en cuanto la resistencia anti itálica se hizo más fuerte en la península, estos poblados comenzaron a servir a dos amos: Formalmente eran parte del imperio, pero por lo bajo llenaban los estómagos de sus enemigos vendiéndoles comida a muy bajo precio. Si bien no habían participado en los ataques, sus acciones claramente perjudicaban a los itálicos, porque les permitía a las cuatro tribus concentrar a todos sus hombres en hacer la guerra.

La orden del Procónsul Lawrence fue la de arrasar esos poblados rebeldes por completo, matando a todos los hombres y mujeres. También debían hacer acopio de toda la comida y de todos los animales que hubiera.

Esta forma de proceder podía parecer extremadamente cruel, y en cierto sentido lo era. Pero era una crueldad calculada, con propósito. Con esto Lawrence conseguía varios objetivos al mismo tiempo: En primer lugar, los legionarios se endurecían en el combate, pues incluso en esos pequeños poblados los bárbaros luchaban con furia y oponían una resistencia tan fiera como irracional por lo reducido de sus fuerzas. En segundo lugar, las tropas encontraban satisfacción, pues el Procónsul les permitía que yacieran con cuantas mujeres quisieran entre los poblados atacados, antes de que las ejecutaran. En tercer lugar, conseguía los recursos necesarios para autoabastecerse sin tener que pedir más suministros a Itálica.

Lo que ocurría era que, tanto Tiberio Claudio, que apoyaba al Segundo Príncipe Antonio, como la Facción Imperial, que se les oponía, habían criticado duramente al Primer Príncipe Lucio en más de una ocasión, por las innumerables peticiones de suministros y refuerzos que constantemente les hacía para sus campañas. Este era uno de los pocos puntos en común que podía unir a estas dos facciones enemigas e incluso la Facción Moderada también llegó a expresar su desaprobación en algún momento.

Así que definitivamente, Lawrence necesitaba aprovecharse de esto.

Con su estrategia, el joven patricio demostraba que uno se podía autoabastecer para hacer la guerra y que no era necesario recurrir al erario público a cada momento. Quería dejar claro a toda Itálica que él podía pelear tan bien como su hermano Lucio, pero sin reducir la cantidad de dinero en los bolsillos de su pueblo, aunque para ello tuviese que arrasar con todo el territorio.

Y es que, aunque Lawrence podía ser extremadamente leal con sus familiares y amigos, muy compasivo con su pueblo y misericordioso con sus aliados… ninguna de estas cualidades se extendía a sus enemigos. Y esto fue algo que los habitantes de esa península aprendieron muy pronto. Porque con toda esa destrucción, Lawrence dejó un claro mensaje de terror que grabó en la mente de los bárbaros las consecuencias de atacar el territorio de Itálica.

- No lo hago porque disfrute ser cruel. - Aclararía Lawrence más adelante: - En realidad detesto tener que recurrir a esos métodos. Pero los anteriores Cónsules y Procónsules ya pactaron anteriormente con esos mismos pueblos, con distintos términos para cada uno. Les entregaron tierras para que se asentaran y prosperasen. Negociaron muchas veces para que no apoyasen a nuestros enemigos. ¿Y qué consiguieron con eso? Nada. Allí estaban de nuevo enviándoles comidas a esas cuatro tribus que constantemente invaden nuestros dominios. Esos malditos poblados les siguieron mandando alimentos a pesar de saber que esto era un acto de franca rebelión. ¡Lo hicieron durante medio siglo!

Por eso, luego de averiguar la historia de la región y de cotejar lo que ocurría con mis espías. Me convencí de que solo el horror más brutal, permanente y generalizado podría doblegar al final a esas gentes que se rebelaban una y otra vez contra el poder de Itálica. -

Sin embargo, todos esos ataques al final sólo eran escaramuzas. Lawrence estaba convencido de que en algún momento tendría que internarse en territorio enemigo. El problema era primero conseguir que todas las tribus juntasen a sus ejércitos en un solo sitio, para que no pudiesen usar su estrategia favorita, que era la del ataque sorpresa. Luego, cuando finalmente se diese la batalla, era necesario llegar suficientemente preparado y derrotarles por completo.

Cierto día, en uno de esos pequeños combates en los poblados, los legionarios apresaron a algunos hombres a los que no habían dado muerte porque sus ropas y forma de hablar sugería que eran de otra región, posiblemente una de las principales tribus enemigas en el interior. Los Tribunos suponían que esos hombres eran exploradores de una avanzadilla y temían que, luego de cansarse de esperar a que el Procónsul corriese imprudentemente a rescatar a la Tribu Astada, donde seguramente estaban listos para emboscarlo, los bárbaros finalmente hubiesen decidido juntar un gran ejército con todo su pueblo para invadir el territorio imperial.

 Lawrence, siempre rodeado de sus doce lictores, decidió inspeccionar a estos prisioneros él mismo y pasó delante de ellos, analizándolos detenidamente. Varios eran usuarios de Aura de Batalla de nivel Veterano, algunos fuertes y otros no tanto, pero todos bastante resueltos. Ninguno bajó la mirada cuando Lawrence los miró y se mantuvieron firmes ante los escrutadores y fríos ojos del Procónsul de Itálica. Ninguno de aquellos hombres hablaría, aunque los torturaran durante días. Tenían el espíritu fanático de los que creen que pueden conseguir la victoria al final, incluso si debían sacrificar sus vidas por el bien de sus compatriotas, a los que no traicionarían jamás.

Pero hubo uno de entre todos que, un poco más nervioso, bajó la vista cuando el Procónsul se acercó y miró al suelo. Lawrence asintió casi imperceptiblemente. No era un gesto para los que le rodeaban, sino para sí mismo.

- Este. - Dijo Lawrence en voz alta señalando al bárbaro que no había tenido las agallas suficientes para mirarlo a los ojos.

De inmediato dos legionarios cogieron al bárbaro por la espalda y se lo llevaron a rastras mientras el guerrero profería gritos con maldiciones e insultos que Lawrence ignoró.

- ¿Qué hacemos con el resto, Procónsul? - Preguntó uno de los dos Tribunos que estaban acompañándolo.

Lawrence, que ya estaba caminando de regreso, se detuvo un segundo, pero respondió con rotundidad sin siquiera mirar atrás.

- Mátenlos. No nos sirven de nada. -

- Es una lástima. - Comentó un Tribuno que lo estaba siguiendo, aunque lo hizo en voz baja para que nadie pudiese luego decir que estaba cuestionando las órdenes de su superior al que todos ya comenzaban a temer y respetar: - Son fuertes y se venderían bien en el mercado como gladiadores o trabajadores. -

- Todavía es demasiado pronto en esta campaña para hacer acopio de esclavos. - Sentenció Lawrence sin detenerse

El Tribuno asintió y no hizo más comentarios. Hacer prisioneros implicaba tener que dedicar parte de los soldados a vigilarlos hasta que pudieran llevarlos a una ciudad importante como Itálica, Valen o Icursa, donde podrían venderlos a buen precio. Y para colmo habría que alimentarlos. Todo eso eran problemas de logística. De momento no habría esclavos. Lo inteligente, desde un punto de vista económico, era hacerlos al final de la campaña y no desde el principio.

Lawrence regresó a su tienda y se sentó a esperar que le trajeran los últimos informes de las escaramuzas que se estaban preparando. Cada mañana repasaba los poblados que se habían destruido y los que quedaban en pie. Se había marcado el objetivo mínimo de arrasar una aldea rebelde al día. Por fin los tribunos y el resto de oficiales entraron en la tienda y estaban a punto de comenzar con la ronda de reportes diarios, cuando un grito bestial llegó nítido y claro a los tímpanos de los allí presentes. Nadie dijo nada. Se trataba, sin duda, del bárbaro al que estaban torturando para sonsacarle información.

El Procónsul hizo una señal para que se acercara uno de los centuriones.

- Diles que vayan despacio con ese hombre. - Indicó Lawrence en voz baja: - Ese hombre al final hablará, pero hay que darle un poco de tiempo. Que vayan despacio. Tenemos todo el día para este asunto. -

El centurión asintió y salió con rapidez de la tienda. Los aullidos de dolor del pobre desgraciado bajo tortura bajaron un poco en intensidad y parecieron espaciarse, pero seguían allí invadiéndolo todo de forma intermitente. A pesar de esto, Lawrence parecía no oír aquellos gritos y miraba a sus oficiales esperando que continuaran con los informes que se habían interrumpido. Pero en cierto momento un temblor intermitente en su mano lo traicionó. Era un tic nervioso que no conseguía reprimir del todo cada vez que contemplaba el espectáculo horrible de personas carbonizadas en sus casas, el olor de multitudes decapitadas o escuchaba el grito de mujeres siendo violadas, entre otros tantos horrores que él mismo había tenido que desatar. Ver tanto sufrimiento humano todavía le dolía. Y en cierto modo, le dolería para siempre. Pero tenía que fingir que no le afectaba. Porque se suponía que no debía afectarle. La compasión por el enemigo era algo inaceptable.

Finalmente, no pudo más y ordenó que le trajeran una copa de vino. Detestaba mucho depender de aquello, pero era lo único que le permitía serenarse lo suficiente como para que su mano dejase de temblar. Los Tribunos se dieron cuenta, pero no dijeron nada. Era la primera vez que Lawrence dirigía un ejército completo y nunca antes había tenido que ser él quien cargase con la responsabilidad de desatar el horror de la guerra. Todos ellos sabían cómo era. Con el tiempo, se haría insensible a ello o por lo menos aprendería a ocultarlo.

Los oficiales prosiguieron con sus informes. Lawrence se levantó y se dirigió a la mesa de los mapas. Habían destruido más de la mitad de las aldeas rebeldes de la región, arrasado a decenas campos y poblados, no sin antes apoderarse del ganado de casi todas las granjas. Quizá ya fuese el momento de llevar sus ejércitos al interior para lanzar un ataque a gran escala contra las cuatro tribus enemigas, pero no estaba seguro. Necesitaba saber qué estaba pasando exactamente con sus enemigos antes de hacer un movimiento táctico de esa envergadura. Y aún no sabía nada. Se sentía ciego.

- Hoy descansaremos. Necesito más información. - Decidió Lawrence finalmente y levantó la mano indicando que todos salieran.

Lawrence pasó el resto del día estudiando los mapas de la región una y otra vez, comiendo frugalmente pasas, nueces y unas gachas de trigo. Casi sin darse cuenta se le pasó el día. Entraron unos esclavos y encendieron las lámparas de aceite que estaban distribuidas en cada una de las esquinas de la tienda. Pensó en salir un rato e inspeccionar que todo siguiera en orden y que los hombres no estuvieran ociosos sino trabajando y adiestrándose… cuando de pronto levantó la cabeza. Faltaba algo.

- ¡Ya no hay gritos! - Exclamó Lawrence temiendo lo peor por un momento, pero afortunadamente los dioses lo acompañaban, pues al momento entró uno de los centuriones.

- El bárbaro ha hablado. Ha tardado, pero ha hablado. -

Entonces no se les pasó la mano y lo mataron por error.” Pensó Lawrence aliviado y entonces ordenó lacónicamente: - ¡Dime! -

- Eran exploradores de la Tribu Melek. - Explicó el Centurión: - Están buscando un nuevo punto de acceso luego de que finalmente pactasen la paz. -

- ¿Pactar la paz? - Preguntó Lawrence extrañado: - ¿De qué estás hablando? -

- Si, mi general, es bastante difícil de entender. - Dijo el centurión: - Pero parece que las cuatro tribus han tenido algún tipo de conflicto entre ellos. Uno que acaban de resolver. -

- ¿Conflicto? -

- Parece que los bárbaros habían organizado una serie de campamentos desde donde asaltaban todos los días a la Tribu Astada. Era parte de una emboscada que realmente estaba preparada para nosotros, pues se llegaron a posicionar de tal modo que en cuanto llegásemos lanzarían cientos de ataques conjuntos… Pero se pelearon entre ellos. -

Lawrence lo miró sin comprender, pero luego preguntó para asegurarse: - ¿Estás diciendo que nuestros enemigos han estado guerreando entre ellos todo este tiempo? -

- Así es, Procónsul. -

- ¡¿Cuál es el estado de la Tribu Astada?! -

- Las cuatro tribus enemigas siguieron atacándolos, pero como no lo han hecho en conjunto parece que su situación no es tan crítica como habíamos esperado. - Contestó el Centurión y luego añadió con un tono vacilante: - Hay algo más… -

- ¡Habla! -

- Parece que los Troll del Bosque… no termino de creerlo… Pero el prisionero estaba convencido de que los troles tenían algo contra ellos, porque mientras se peleaban todas sus ciudades fueron atacadas por esos saqueadores aprovechando que casi todos sus guerreros se encontraban lejos y peleándose entre ellos. - Explicó el Centurión con cierta dificultad: - Finalmente las Tribus consiguieron rechazarlos, pero sus hombres resultaron muy lastimados. Pagaron un alto precio. Y además el prisionero dijo que, a su parecer, el suministro de armas que recibían de la Alianza Mercante de Tiro se ha cortado de pronto…. Probablemente por culpa de estos mismos troles. -

Lawrence abrió la boca por la sorpresa. Después la cerró y la volvió a abrir, mientras asimilaba lo que escuchaba. Había recibido informes raros de la ciudad portuaria, donde le confirmaban la llegada de varios grupos de refugiados de la Tribu Astada, pero curiosamente no había cantidades grandes de guerreros heridos como esperaba. Eso era raro y le llamó la atención, pero decidió dejar sus dudas para más tarde porque ni en sus sueños más salvajes imaginó nunca que los dioses lo bendecirían tanto como para provocar semejantes problemas sobre sus enemigos más temidos y que por este motivo los Astados todavía resistiesen sin ser masacrados.

 ¿O quizá no era una intervención divina sino… de otro tipo?

No puedo entrar en detalles, pero tengo un modo de “orientar” las incursiones de los troles del bosque hacia las caravanas de la Alianza Mercante de Tiro, si estas realmente pasan por el Bosque Oscuro. Lo único que tienes que hacer es ignorar cualquier avistamiento de los troles durante tu estancia ahí.

Esas palabras dichas por su amigo, mientras lucía su descarada y característica media sonrisa, resonaron en su memoria. En aquel entonces había estado de acuerdo, pero en ningún momento lo creyó realmente posible. ¿Se había equivocado?

¡¿Cómo?! ¡Él está en Valderán en este mismo momento! Eso está a casi medio año de distancia. Y no hay matrices de transporte en su provincia, ni tampoco en esta provincia. ¿Quizá el Manto Oscuro lo ayudó? No, pero incluso si lo hiciera… cómo podría controlar a esas criaturas. ¡¿Y por qué los bárbaros se pelearon entre ellos?! ¡Tengo demasiadas preguntas!

- ¡Llama a los Tribunos y a todos los Centuriones! ¡Convoca a todos los intermediarios! - Ordenó Lawrence de inmediato: - ¡Y dile a Fortunato que venga también! -

El centurión salió corriendo y al hacerlo llamó la atención de todos los legionarios en su camino. Instintivamente podían darse cuenta de que algo extraño estaba sucediendo. Algo estaba cambiando. Poco después un nutrido grupo de oficiales, desde Tribunos hasta Centuriones, entraron a toda prisa en la tienda de campaña del general dónde estuvieron discutiendo hasta altas horas de la noche y antes de que despuntase el alba, varios grupos de mensajeros salieron cabalgando a toda prisa para reunirse con los intermediarios, espías e informantes que el ex ejecutor Fortunato había preparado por toda la región.

Su única misión: averiguar exactamente qué era lo que había sucedido con la Tribu Astada y con las cuatro tribus enemigas de los dazí, melek, farid y rayan.

Poco después resonaron trompetas de guerra y los centuriones empezaron a gritar para transmitir las instrucciones de los Tribunos. Las dos legiones destacadas a la península se pusieron por fin en movimiento en dirección al interior de la península, hacia aquella región tan temida hasta ese momento y también el objetivo que tenían que someter costara lo que costara.

¡Lawrence inició una auténtica campaña de terror!

Nota del Traductor

Hola amigos, soy acabcor de Perú. Hoy es miércoles 29 de noviembre del 2023.

Continuando con la Nota histórica sobre el Socialismo, que vendría a ser la parte 3.

Para entender de dónde viene el socialismo tenemos que entender a un filósofo llamado Georg Wilhelm Friedrich HEGEL que vivió a finales del siglo 18 y mitades del 19. En su época fue una gran estrella del mundo de la filosofía y era tan importante que incluso mi abuelo tuvo que estudiar a profundidad su teoría de pensamiento, pese a que todas sus ideas ya habían sido rebatidas por completo antes de la mitad del siglo 20. Y precisamente por eso Hegel hoy en día no es estudiado tan minuciosamente como en el pasado, cuando uno tenía que conocerse su vida entera solamente para graduarse de una carrera universitaria. No, hoy en día te presentan sus ideas generales y ahí queda todo.

Pues bueno, esto es un detalle que solamente los historiadores manejan, pero nuestro amigo Hegel, era un hombre profundamente religioso. Y lo era en una época en que la religión formaba una parte bastante importante de la vida de una persona, mucho más de lo que sucede hoy en día. Pero en el siglo 19 también se vivía una fuerte corriente de ateísmo filosófico y se veía mal que alguien de esa rama hablase abiertamente sobre su religión o discutiese de teología. “No cuentes no digas” pero con tu fe.

Sin embargo, para entender a Hegel y su pensamiento uno tiene que entender sus creencias, porque estas están profundamente arraigadas dentro de su filosofía. Y la religión que Hegel practicaba, era el GNOSTICISMO. No confundir con agnosticismo, por favor.

Los gnósticos son una religión que francamente es una maldita tragedia para la humanidad y ha causado innumerables males. También es una de las más antiguas de todas, pues existe desde incluso antes de la aparición del cristianismo y tiene una gran habilidad para esconderse y mimetizarse con otras religiones, adaptando sus prácticas. De hecho, hoy en día todavía los puedes ver, pues aquellos gnósticos que se mimetizan tomando costumbres budistas o hinduistas son conocidos como el grupo de la Nueva Era. Mientras que los gnósticos que toman costumbres cristianas y se disfrazan de cristianos para meterte en su culto, suelen ser llamados Cátaros en la Edad Media y Neoplatónicos en al final de la Edad Antigua. Pero el problema de los gnósticos es todo un asunto larguísimo de discutir que no tengo tiempo, así que explicaré sus ideas más fundamentales.

Los gnósticos creen que el mundo entero provino de la violencia y el conflicto entre el Bien y el Mal. Ellos son una religión dualista, que cree que ambas fuerzas son equivalentes y constantemente luchan entre sí. Nada que ver con el cristianismo que considera al Mal como un Ausencia de Bien y no como un poder en sí mismo. El mal para el cristiano es una deformación del orden natural, mientras que el gnóstico ve el Mal como un poder de igual rango que el Bien y en cierto modo parte del orden natural. Eso debe quedarles muy claro.

En el mito de la creación gnóstico, muy resumido, el dios del Bien tuvo un hijo, que fue asesinado y devorado por un dragón que representa al Mal. Entonces el dios del Bien envió a sus arcontes para matar al dragón y estos tienen éxito al destruirlo. El detalle clave es que, de la sangre del dragón, nace nuestro mundo, que está compuesto de Bien y Mal.

Para los gnósticos, toda la materia y realidad física es malvada, porque corresponde al cadáver del dragón; mientras que lo inmaterial y espiritual es lo único bueno, porque corresponde al ESPÍRITU del hijo del dios de. Bien que fue devorado. Entonces un gnóstico debe rechazar la materia, debe despreciar todo lo físico e instintivo y buscar únicamente lo que es espiritual. Es por eso que los gnósticos creen que, en ciertos casos, el suicidio no solamente no es pecado, sino que incluso puede ser algo encomiable; creen en el aborto y en reducir las poblaciones; creen que todo placer es algo malo y que la relación sexual ideal es una en la que ninguno de sus integrante siente ningún placer; creen en el anarquismo y la caída de todo orden social… En fin, están locos. Pero lo que quiero que entiendan es que, para ellos, la violencia es una parte importante de sus creencias, porque el mundo nació de la violencia. Y también es por la violencia y la lucha que uno puede terminar liberándose del mal que lo rodea e incluso de su cuerpo, para buscar un espíritu de bondad que es invisible.

Hegel creía en esto profundamente y lo reflejó en su filosofía. Pero admitir ser creyente ya sería malo en su entorno académico y si encima revelaba que era gnóstico sería muy rechazado por las universidades, así que modificó un poco los términos para que sus creencias no fuesen evidentes.

De ese modo surgió la Dialéctica Hegeliana. ¿Han oído de ella? Es una herramienta de estudios que puede ser muy práctica. Básicamente el conocimiento surge de la siguiente manera: Primero juntamos todo lo que sabemos sobre algo y lo convertimos en una TESIS, pero inmediatamente debemos desafiar esta TESIS con una ANTÍTESIS, y del conflicto entre ellas surgirá la SÍNTESIS, que es un conocimiento que ha sido refinado y perfeccionado por el enfrentamiento de ideas. Sin embargo, la SÍNTESIS no dura mucho, porque una vez lista, inmediatamente se convierte en una nueva TESIS, a la que se opondrá una nueva ANTÍTESIS, que se enfrentarán para producir una nueva SÍNTESIS, etc. Este siclo de enfrentamientos de ideas debe continuar hasta que sepamos absolutamente todo del objeto estudiado.

El método de la dialéctica, que es muy útil para hacer una revisión de un ensayo simple, tenía una ambición mucho más grande: Hegel realmente pensaba que se podía usar esta Dialéctica para conocer la Verdad Absoluta.

Paso 1: (imagínenme con acento alemán) Usamos la dialéctica para conocer algo sobre cosas simples, como por ejemplo un árbol. Repetiremos todo el proceso del conflicto TESIS/ANTÍTESIS/SÍNTESIS hasta que estemos seguros de que conocemos todo lo que se puede saber sobre dicho árbol.

Paso 2: (imagínenme subiendo el tono de voz) No nos detenemos y aplicamos la Dialéctica a cada cosa, todas las cosas. Todo lo que conocemos debe pasar por el conflicto del pensamiento sin detenerse, para saberlo todo sobre lo que nos rodea.

Paso 3: (aquí imagíname gritando como Hitler) Entonces, si seguimos usando la Dialéctica, eventualmente… ¡la humanidad podrá entenderlo absolutamente todo sobre todo! ¡Lo sabremos todo, tendremos un conocimiento maravilloso que sobrepasa por completo cualquier cosa que la humanidad haya entendido antes y también romperemos los límites del conocimiento universal! ¡Sabremos como llegar al Bien Supremo Espiritual! ¡El Bien absoluto que mis amigos gnósticos…!

Académico del Siglo 19: ¡Alto! ¿Me parece o estas hablando de religión? ¡Soy el mocoso atorrante de la época! ¡Sabes que odio la religión! ¡La odio! ¡La odio! ¡La odio! ¡Y te odiaré a ti si no me dices que también la odias! ¡Me aseguraré de que nadie lea tus libros!

Hegel: Este… ¡No! ¡No hay religión! ¡Nada de eso!... Este (bajando la voz) … tengo que cambiarle de nombre al Bien Espiritual. Cómo carajos hago para… ¡espera ya sé! (vuelve a gritar como alemán) ¡IDEAL! ¡Mi objetivo es encontrar el Conocimiento Ideal!

Académico del Siglo 19: ¿Conocimiento Ideal? ¿Qué cosa es eso?

(DETALLE SUPER IMPORTANTÍSIMO A CONTINUACIÓN)

Hegel: Este… ¡NO LO SÉ! Tenemos que llegar ahí para saber cómo es el Conocimiento Ideal, por eso todavía no puedo decirte exactamente lo que es. Pero si sé que es mucho mejor que lo que sabemos ahora. ¡Mi lógica no tiene fallas! Además, aunque todavía no sé cómo describir este Conocimiento Ideal, estoy seguro de que, si seguimos con el ENFRENTAMIENTO de ideas, ALGÚN DÍA llegaremos a eso.

Entonces, luego de este ejemplo: ¿Qué es el IDEAL Hegeliano del Conocimiento? La respuesta: Ni el propio Hegel sabe cómo o qué es exactamente, sólo sabe que es MEJOR y cree que, si se sigue con el CONFLICTO DE IDEAS, ALGÚN DÍA llegaremos a eso.

Bueno, en su tiempo Hegel se convirtió en una super estrella para los académicos. Todo el mundo lo amaba y continuaron siguiendo sus ideas con un fanatismo casi… religioso. Algo bastante apropiado porque toda su teoría está en realidad basada en sus creencias religiosas de alcanzar el BIEN por medio de la LUCHA contra el MUNDO MATERIAL. Pero finalmente Hegel se cayó cuando otros filósofos más sensatos comenzaron a darse cuenta de que su lógica tenía un gravísimo error.

Y es que, para que la Dialéctica funcione, y finalmente nos lleve al Conocimiento Ideal, primero tiene que acabar de conocer absolutamente TODO lo que puede ser conocido sobre el objeto de estudio. Y surge la pregunta: ¿Puedes estar seguro de que ya sabes absolutamente todo sobre algo? La realidad, como ya demostraron los matemáticos del siglo 20 que formularon la Teoría de la Complejidad o Caos, es que es imposible saber absolutamente todo sobre algo. Porque la cantidad de factores que entran en juego son demasiados: Presión atmosférica, movimiento de las partículas, el efecto mariposa, etc. Incluso si consigues la mayor cantidad de datos de una manzana, el solo hecho de que transcurra un segundo quiere decir que esa fruta se ha degradado en algún nivel, ya sea por el oxígeno, la presión o algún agente externo, así que todos los datos que conoces sobre ella deben ser revisados.

¡Imagínate entonces intentar hacer esto con el Universo!

Conclusión: Es imposible conocer completamente la realidad únicamente dependiendo del pensamiento Científico Racional. Por lo tanto, llegar a un Estado Ideal en el que lo sepamos absolutamente todo… ¡ES UNA LOCURA! En realidad, no había que esperar tanto para saberlo, porque cualquier estudioso de filosofía griega te podría haber dicho que, como la mente humana es de por sí limitada, no puede contener un conocimiento ilimitado. Es sentido común, lo sé. Pero el siglo 19 fue uno bastante raro donde todos los académicos se creían la gran cosa y se alucinaban como super humanos.

Y hablando de super humanos.

Las teorías de Hegel fueron tan populares que tomó mucho tiempo para que finalmente las dejasen de lado, incluso cuando las rebatieron varias veces. Aparecieron dos filósofos que se pueden considerar Discípulos/Hijitos de Hegel, porque se enamoraron de la Dialéctica Hegeliana hasta el punto de forjar su propias filosofías.

Estos Filósofos son Friedrich Nietzsche y Karl Marx.

El pensamiento de Nietzsche funcionaba a nivel individual. El creía que el hombre debía emplear la dialéctica en su vida para luchar contra todo su entorno: Deshacerse de las costumbres, de la tradición, de la religión (bastante irónico porque la dialéctica, como ya vimos, surge precisamente de un pensamiento religioso), de la moral, de los sentimientos, luchar y luchar contra todo lo que pudiese ser considerado como herencia de la sociedad. Entonces se convertiría en un nuevo tipo de hombre, un SUPER HOMBRE, que será capaz de funcionar única y exclusivamente con su razón.

Académico del Siglo 19: ¡Genial! ¡Seré un SUPERMAN!... Espera… ¿Cómo es un SUPER HOMBRE exactamente?

Nietzsche: NO LO SÉ, porque todavía no estamos ahí. Primero hay que terminar de acabar con todas las imposiciones sociales. Pero si continuamos LUCHANDO, ALGÚN DÍA LLEGAREMOS A ESO.

Por su parte Karl Marx aplicaba la dialéctica a la sociedad entera. El creía que la sociedad solo podía mejorar mediante la LUCHA DE CLASES: los oprimidos contra los poderosos, los hijos contra los padres, los miembros de la tribu contra el cacique, los súbditos contra el rey, los vasallos contra el emperador, los obreros contra los burgueses, los pobres contra los ricos. Si seguimos luchando hasta destruir por completo la sociedad actual, podremos crear una sociedad nueva en donde no existirá la Propiedad Privada y todos seremos los dueños de todas las empresas, así que la Plusvalía (lo que expliqué en la primera parte) no se dará más. Será un nuevo tipo de país donde los obreros (proletarios) serán los únicos que realmente posean todo y por lo tanto decidirán todo… ¡Será la DICTADURA DEL PROLETARIADO!

Académico del Siglo 19: ¡Guau! ¡La Dictadura del Proletariado!... ¿Y cómo exactamente sería ese tipo de país?

Marx: NO LO SÉ, porque todavía no hemos destruido a todos los capitalistas. ¡Pero seguramente será un país mejor! ¡Mas IDEAL! ¡Si seguimos alimentando la LUCHA DE CLASES hasta que todos los obreros del mundo quieran tomar las armas y DESTRUYAN a sus gobiernos, ALGÚN DÍA LLEGAREMOS A ESO!

Esos payasos eran Marx y Nietzsche. ¿Han notado lo que tienen en común con Hegel? Todos usan la LUCHA en contra de ALGO para llegar a un estado IDEAL, el cual no pueden describir y realmente no conocen, pero están convencidos de que si siguen luchando algún día llegaran a ese FUTURO MEJOR, aunque no tienen idea de cómo es exactamente.

Por supuesto, estoy haciendo una simplificación excesiva en este comentario y quizá un filósofo de carrera tendría que hacer varias aclaraciones, pero quería que cualquier lector pudiese entenderlo. El elemento central es usar el ENFRENTAMIENTO y la LUCHA, para llegar a un futuro que teóricamente debería ser mejor, aunque nadie tiene idea de cómo es. Explicado de este modo puede sonar muy estúpido, pero esos grandes filósofos escribían muy bonito y convencieron amucha gente, incluidos políticos que quisieron hacer el experimento en sus propios países, como por ejemplo Adolfo Hitler y Vladimir Lenin.

Y así fue como nació el SOCIALISMO.

A Adolfo Hitler le gustó más la idea del SUPER HOMBRE DE NIETZSCHE y así creó el Ideal Germánico de la RAZA ARIA o la RAZA SUPERIOR. La idea de un nuevo hombre que aparecería para desplazar a la vieja humanidad y dominar el mundo, un hombre que se forjaría así mismo y controla su propio destino como si fuese un dios. Pero para crear a la Raza Aria, es necesaria la dialéctica, o sea, la confrontación. Y el tipo de conflicto que Hitler eligió, fue la GUERRA, específicamente la Segunda Guerra Mundial. Hitler era un político de izquierda que deseaba crear una nueva Sociedad y un Nuevo orden Mundial mediante un conflicto global contra el mundo entero. Y para eso tenía que provocar el odio entre los alemanes contra todo aquello que no fuese Alemania. Porque recuerden que Hitler era un “Nacional” Socialista.

¿Y cómo exactamente es esa nueva humanidad? ¿Cómo será esa Raza Aria o Raza Superior? Hitler jamás la definió con exactitud. Por eso nadie está seguro. Algunos dicen que los alemanes rubios y de ojos azules, pero el propio Hitler no cumplía con ese requisito. Lo mejor que podemos decir es que la Raza Aria sería un grupo germano parlante.

Pero si un día reviviésemos a Hitler y lo obligásemos a ser honesto de algún modo, estoy seguro de que la respuesta sería: No sé cómo será la Raza Superior, pero algún día llegaremos a eso.

En cambio, Lenin eligió la idea de Marx. Crear una sociedad controlada por los obreros en donde nadie pudiese existir como individuo sino como partes de un gran colectivo que buscaba un FUTURO MEJOR, un GRAN CAMBIO, el Ideal Revolucionario del BIENESTAR DEL PUEBLO. Pero para llegar a ese “mejor futuro” era necesario usar la dialéctica, de nuevo la confrontación. Y el tipo de conflicto que Lenin eligió, fue la REVOLUCIÓN, exacerbar el odio del pueblo contra la clase social dominante, hasta que tomasen el poder, matasen a sus gobernantes y luego él los guiaría hacia esta nueva sociedad ideal, donde todos compartirían todo y serían felices… aunque fuese a la fuerza.

Pero cuando le preguntamos a Lenin: Señor… ¿Cómo exactamente es ese “BIENESTAR DEL PUEBLO”? ¿A qué se refiere exactamente? ¿Cómo es que exactamente estaremos mejor? ¿Cómo es ese mundo en dónde todos somos iguales y hasta dónde llegará esta Revolución?

Lenin mató a todos los que le hicieron esa pregunta y se murió sin responderla. Nunca dejó claro exactamente dónde terminaba la Revolución y qué era exactamente el PUEBLO. Porque aparentemente no era una raza, una cultura o ni siquiera un grupo social. Lo único que sabemos con seguridad es que los ricos no estaban incluidos en el pueblo.

Si obligásemos a Lenin a responder, seguro que su respuesta sería: No lo sé, pero definitivamente será mejor y si seguimos haciendo revoluciones algún día llegaremos a eso.

¿Han oído la frase “el fin justifica los medios? Pues es una tremenda estupidez. La historia lo ha probado muchas veces. El fin no justifica los medios y los medios no justifican el fin.

Pero con el socialismo tenemos un problema todavía peor, porque se trata de un grupo que no le importa usar el peor medio, la violencia, para lograr su objetivo. Es un grupo que cree firmemente y están completamente convencidos de que El Fin Justifica los Medios… ¡PERO NINGUNO DE ELLOS TIENE IDEA DE CÓMO ES ESE FIN! Su respuesta siempre es: NO LO SÉ, PERO SEGURO SERÁ MEJOR, Y SI SEGUIMOS LUCHANDO, ALGÚN DÍA LLEGAREMOS A ESO.

Bueno, hasta aquí voy a dejar la Nota Histórica, que me quedó demasiado larga. Pero espero que se haya entendido. Acabaré de responder acerca del motivo por el cual los socialistas odian tanto a los cristianos en el próximo capítulo, aunque supongo que ya debe ser un poco obvio para todos.

Y hablando del Capítulo:

Este fue un capítulo muy difícil de escribir. Lo hice como 3 veces e incluso entonces no estaba seguro de si lo había hecho bien. Llegué al punto de mandar por adelantado una versión en bruto a los lectores beta, para preguntar sus impresiones al respecto. Y aunque todos me respondieron de forma positiva, yo seguía bastante inseguro y seguí haciéndole varios ajustes hasta que finalmente me pareció que estaba bien. Luego tuve que luchar con el problema de no tener casi ninguna imagen y me puse a buscar bastante para conseguir alguna que me sirviese.

El motivo principal de mi inseguridad fue que no quedé tan satisfecho con todo lo que ocurrió en el capítulo anterior, y además quería agregar un poco de realismo a la trama. Porque ustedes comprenderán qué, sí un príncipe vasallo hubiese amenazado de ese modo al imperio romano, lo habrían crucificado a él y a todo su pueblo. Y es que, para los antiguos romanos, la palabra aliado en realidad significaba sirviente. Por eso quería que Lawrence demostrase esta realidad al traicionar al príncipe de este modo y luego le dejase bien claro al joven príncipe que él no estaba en posición de amenazar o hacer demandas por ser el hijo de un pueblo conquistado.

Pero cuando terminé me pareció que el resultado dejaba Lawrence con un aura un poco demasiado cruel y fría. En realidad, esto es realista, dado que los imperios antiguos no consideraban a los extranjeros en su mismo nivel. De hecho, en el Antiguo Egipto la propia palabra “egipcio” significaba Ser Humano, porque estaban seguros de que sólo aquellos que como ellos hubiesen nacido en el divino Valle del Nilo podían ser personas y el resto de habitantes en el mundo apenas eran considerados poco más que animales parlantes.

Entonces, es completamente natural qué Lawrence pueda ser bastante leal y cariñoso con sus familiares, sus amigos y sus compatriotas, pero al mismo tiempo trate de forma despiadada a todos aquellos que no pertenezcan al imperio o que sean vasallos del imperio. Es realista… Pero quedaba mal para esta historia de fantasía. Dejaba a Lawrence casi como uno de sus hermanos o como el propio Tiberio Claudio, y esto era un poco demasiado fuerte porque entonces uno podría pensar naturalmente: ¿Y si mañana decide traicionar a Bryan con la misma facilidad? ¿Cómo sabemos que su amistad durará?

Ahora bien, nosotros ya sabíamos que el Lawrence es un personaje un poco gris, que tiene la capacidad para traicionar cuando le conviene. A fin de cuentas, él quiere ser emperador. Pero su naturaleza lo lleva a ser colocado en la posición de (y discúlpeme por usar una categoría tan fastidiosamente elemental) los “buenos” de esta historia. Necesitaba darle algún tipo de naturaleza generosa y compasiva para que el lector no deje de sentir deseos de apoyarlo en su lucha. Por eso agregué que luego de que se llevasen al príncipe Lawrence ordenase de un modo algo duro, por estar frente a sus oficiales, que recibiesen a los refugiados de la tribu Astada. Y luego también añadí pensamientos y reflexiones privadas en donde se deja implícito que a Lawrence no le gusta haber tenido que seguir ese camino.

Pero después, para no perder el realismo que había ganado, hice que Lawrence desatara una auténtica campaña de terror romano contra un grupo de aldeas que viven dentro del territorio imperial y se benefician de ello, pero los conchudos envían provisiones a las tribus enemigas que viven fuera del territorio imperial y lo están atacando. En pocas palabras, a diferencia del príncipe de los astados, quien solo amenazó con una traición en un momento de desesperación, estas aldeas descaradamente han estado traicionando al imperio durante ya bastantes años. Son enemigos. Sería demasiado ideal y fantasioso que Lawrence también sintiese algún tipo de empatía con ellos.

De todos modos, para mantener la posición de Laurence como uno de los “buenos” decidí no entrar en demasiados detalles con respecto a estas masacres para que la imaginación del lector pudiese ejercerse a placer, y al mismo tiempo sea fácil que luego se vuelva a considerar al príncipe como un aliado.

Finalmente, tras varios meses, Lawrence descubre cierta información que claramente tiene que ver con las acciones de Bryan. Las cuales no conocemos del todo, pero las podemos imaginar. Ya entraré en detalles más adelante, pero necesariamente tendré que usar el trillado truco de “# de días atrás” o el tiempo que nuestro protagonista pasa en esa península sería excesivo, realista, sí, pero demasiado excesivo. ¡Lo llevarían a juicio por tracción a la patria! Después de todo, no puede abandonar a su propio ejército por “varios meses”.

Mas no se preocupen. Yo he visto algo de The Walking Dead y no cometeré el error de las temporadas 3 – 7 de la narración bumerang, en la que las historias de personajes separadas hacen que uno tenga que esperar meses solamente para saber la conclusión de un arco. Incluso si pongo sub historias, pienso terminarlas ahí mismo o dejarlas en un punto razonable. Nada de esperar a una nueva temporada para enterarnos de que Nigan mató a Glenn.

Pero déjame saber tu opinión en los comentarios: ¿Qué te pareció la artimaña de Lawrence de hacer volver a la legión? ¿Te gustó la forma en que cuadró al Príncipe? ¿Te lo esperabas? ¿Qué piensas de la campaña de terror que desató sobre esas aldeas? ¿Te parece que sus objetivos son racionales? ¿Crees que los eventos están correctamente equilibrados y que el personaje de Lawrence sigue manteniéndose adecuadamente? ¿Te gustó cómo seleccionó al guerrero que fue torturado? ¿Y qué te pareció su lucha interna y los detalles como el hecho de que necesite beber para mantenerse tranquilo ante el horror que él mismo está desatando? Finalmente, ¿qué opiniones tienes del final? ¿Fue divertido leer su sorpresa?

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¡Nos vemos en el siguiente capítulo!