200 Un perro que se come al otro

En ese mismo instante una poderosa y terrible magia se desató. El cadáver de la Señora Elena estalló repentinamente, desatando una onda expansiva que destrozó todos los árboles alrededor y básicamente convirtió en un claro lo que había sido un pequeño bosque.

El Escudo de Hueso que Bryan acababa de formar, quedó completamente destruido y él mismo acabó saliendo disparado unos diez metros, hasta que se estrelló contra unas rocas. Si se hubiera tratado de cualquier otra persona y si el Escudo de Hueso no hubiese mitigado gran parte el impacto, probablemente habría acabado despedazado y ni siquiera habrían encontrado su cadáver.

Pero Bryan sobrevivió gracias a su instinto, sumado a su velocidad de reacción. También ayudó el hecho de que vistiese la armadura ligera del Manto Oscuro, que era mucho más resistente de lo que parecía. Además, su Fuerza Mental trabajaba a una velocidad muy superior a la de cualquier otro necromante y alcanzó a formar una buena capa defensiva antes de la explosión.

Sin embargo, no salió ileso. Una de sus piernas se había roto, así como cuatro de sus costillas. Sus pulmones recibieron un daño considerable y sus tímpanos reventaron. Sin embargo, la Esencia Mágica ya estaba trabajando en su regeneración acelerada. Bryan soltó una maldición mientras se obligaba a levantarse para reacomodarse bien la pierna, de modo que sanara más rápido.

Mientras esperaba que sus heridas sanaran, Bryan miró hacia donde se encontraba el cadáver de la Señora Elena y vio que no había quedado ni rastro suyo. No pudo evitar sentirse apesadumbrado por el destino de esa buena mujer que tanto los había ayudado durante su última misión y que en todo momento se comportó con gran valor y lealtad para con ellos.

- Perdón Señora Elena. Lo digo en serio. - Dijo Bryan suspirando y mirando al cielo: - De haber podido, habría intentado salvarte. -

Es peligroso quedarme aquí.” Pensó Bryan finalmente e intentó levantarse a pesar del dolor, pero entonces su visión pareció nublarse. Al principio creyó que se debía a sus tímpanos destrozados, pero inmediatamente después de perder el equilibrio sintió un espantoso ardor en la garganta y ganas de escupir. Trató de respirar fuerte para aliviarse, pero eso sólo empeoró la situación, casi perdiendo el conocimiento ahí mismo, aunque logró mantenerse consciente.

¡Es veneno!¡Alguien puso veneno en la sangre del cadáver de la Señora Elena!¡Cuando estalló, se volvió partículas y terminé respirándolo!” Dedujo Bryan aterrorizado, no tanto de lo ocurrido, como de la maldad de la persona que había puesto este tipo de trampa tan espantosa y despiadada.

Bryan se desplomó en el suelo, sintiendo un profundo entumecimiento en todas sus extremidades. Pero Infante Sanguinario despertó rápidamente de su letargo y comenzó a ayudarlo a producir más Esencia Mágica, para contrarrestar esta nueva amenaza. Segundos después tosió un poco de sangre que contenía también las toxinas expulsadas de su cuerpo e inmediatamente sintió que la parálisis desaparecía.

Esta vez no intentó levantarse, sino que permaneció en el suelo. Necesitaba sanar sus heridas lo más pronto posible si quería tener alguna oportunidad de escapar del terrible enemigo que sin duda estaba bastante cerca.

Esta persona era lo bastante poderosa como para manipular la marca de sangre que había puesto en Belinda y trasladarla al cuerpo de la señora Elena. Luego la había asesinado y utilizó su cadáver como cebo para atraerlo a una trampa de dos fases: La explosión primero, seguida por el veneno.

No había que ser un genio para deducir que semejantes tácticas brutalmente crueles tenían la firma y sello del Culto de Caelos. En algún momento desconocido consiguieron rescatar a Belinda del escuadrón profesional que el Manto Oscuro envió para trasladarla. Bryan lo sabía, porque la Alquimista nunca hubiese podido liberarse de la marca mágica que le puso usando sus propios poderes. Tenía que haber alguien más.

En efecto, al cabo de unas pocas respiraciones, los sensibles oídos de Bryan, que acababan de regenerarse, detectaron el sonido de unos pasos que se acercaban a la distancia. Eran un hombre y una mujer, a juzgar por la forma en que caminaban. Sin embargo, Bryan no se movió y continuó fingiendo estar inconsciente, llegando al punto de reducir la intensidad de sus latidos. Sabía que, para tener la más mínima esperanza de escapar con vida, primero necesitaba saber quiénes eran sus enemigos. Porque lamentablemente, el terreno a su alrededor no le ofrecía ninguna ventaja importante que pudiese aprovechar.

Los dos individuos finalmente se revelaron. Una era por supuesto Belinda, como siempre cubierta con su velo color blanco y con una única franja horizontal para sus ojos, que ahora miraban fijamente a Bryan con una malvada alegría.

La otra persona era el anciano más aterrador que Bryan había conocido desde Chu Can Lan. Su rostro se parecía más a una decrépita mascara, que una cara real. Sus cabellos blancos junto con su barba, de algún modo parecían absorber la luz de la luna en lugar de reflejarla. Las ropas que vestía eran de un negro más intenso que la oscuridad de la noche. Portaba un báculo mágico, que aferraba con manos que más bien parecían garras, debido al largo de sus uñas afiladas. Y su mirada era inexpresiva como la de una bestia de sangre fría, pero evidentemente atenta a todo lo que ocurría a su alrededor.

Un anciano aterrador

- Detente, Belinda. - Susurró el anciano con una voz rasposa, cuando se encontraban a unos diez metros del cuerpo de Bryan.

La alquimista había estado completamente concentrada en Bryan, igual que un depredador con el cadáver de una presa largamente acechada. Tanta era su emoción por tener la oportunidad de vengarse, que se adelantó unos pasos. Pero al oír al anciano, se detuvo de inmediato y lo miró confundida: - ¿Qué sucede, Maestro Egon? -

El anciano llamado Egon miró inexpresivamente a Bryan por unos instantes y luego respondió: - No puedo ver heridas evidentes o algún tipo de sangrado. Eso quiere decir que probablemente no está tan lastimado como aparenta. Quizá el veneno consiguió matarlo o dejarlo inconsciente, pero también podría estar fingiendo… Es mejor no correr riesgos innecesarios. -

- Entonces, ¿cómo desea proceder, maestro? - Preguntó respetuosamente Belinda, mientras retrocedía junto a su superior.

- Dispárale en una pierna. - Respondió Egon: - Si realmente está inconsciente, no reaccionará. De lo contrario… -

“¡Hijo de puta!” Maldijo Bryan en su interior. “¡Este viejo es más venenoso que un maldito escorpión! Seguramente debe ser un mago, a juzgar por la forma en que prefiere mantener la distancia en todo momento. ¡De ser así, podría matarlo en un ataque sorpresa! Pero el bastardo no picó el anzuelo.

Belinda soltó una alegre carcajada ante la propuesta de Egon e inmediatamente invocó un arco de su anillo espacial. - Es tan raro que pueda probar una de mis propias creaciones en el campo, así que aprovecharé la experiencia. - Susurró Belinda mientas preparaba una flecha y tensaba lentamente la cuerda. Era evidente que no estaba acostumbra a pelear usando su propio cuerpo y por eso encontraba esta situación bastante divertida.

Ambos estaban tan cerca de Bryan, que podía sentir los movimientos de Belinda, incluso con los ojos cerrados. Una parte de él quería levantarse inmediatamente y arriesgarse, pero el problema radicaba en que no conocía las habilidades del anciano. También era muy cierto que ambos estaban en guardia ante cualquier movimiento suyo.

“¡Es demasiado peligroso!¡Mi mejor oportunidad está en resistir sin moverme, por lo menos hasta que se acerquen!” Decidió finalmente Bryan.

- ¡Dispárale! -

- ¡Obedezco! - Respondió Belinda y dejó volar la flecha. Se oyó el sonido de la cuerda suelta y al astil surcando el viento, pero no hubo dolor. Para fortuna de Bryan, el tiro había fallado.

Esta estúpida es una mierda disparando. ¡Tomé la decisión correcta!” Se regocijó Bryan, aunque este sentimiento no duró mucho.

- No te preocupes, Belinda. Tenemos tiempo de sobra. - Dijo Egon con un tono casual que no revelaba ninguna emoción. En ningún momento había dejado de mirar a Bryan, en busca de la más mínima reacción: - La práctica hace al maestro. Unos cuantos tiros más y seguramente lo conseguirás. -

- Muy bien, Maestro Egon. ¡Lo volveré a intentar! -

¡Mierda!” Se dijo Bryan a sí mismo, mientras le rezaba a su diosa favorita, Fortuna, para que Belinda siguiese apestando como tiradora. Sin embargo, la deidad parecía estar ocupándose de otra cosa en ese momento, porque, aunque los siguiente tres tiros también fallaron, se notaba que las flechas caían cada vez más cerca de su pierna izquierda. Finalmente, una de ellas impactó en su pantorrilla, atravesando la parte blanda de la armadura y haciéndole sangrar.

Por suerte a estas alturas, Bryan estaba acostumbrado a todo tipo de dolor. Además, había reducido el latido de su corazón al mínimo, así que no tuvo problemas para mantener la apariencia de una persona desmayada. Aunque su irritación no fue menor.

 - Supongo que realmente está inconsciente. - Dijo el anciano Egon en voz baja al ver que Bryan no reaccionaba.

Finalmente, el dúo bajó la guardia y comenzó a caminar hacia su posición. Bryan enfocó entonces toda su concentración en lo que debía hacer, listo para desatar un movimiento asesino sobre el mago en el momento en que Egon entrase en su rango de ataque. Belinda también era peligrosa, pero sus artefactos parecían más apropiados para desatar masacres sobre grandes grupos. Además, él ya sabía lo que ella podía hacer, así que no le tenía tanto miedo.

¡Muy bien, Fortuna!¡No me falles ahora!” Pensó Bryan reuniendo su energía para el salto, pero nuevamente ocurrió algo inesperado. Sus finos oídos percibieron el sonido de un grupo de personas acercándose a la distancia. Bryan entonces detuvo sus planes mientras esperaba para saber quiénes eran los recién llegados.

- ¡Ya lo encontramos jefe! ¡Creo que está inconsciente! - Gritó alguien a la distancia. Se trataba de un explorador montaraz que estaba guiando el camino de más de una veintena de personas.

- ¡Mierda, más vale que no esté muerto! - Comentó Sorin abriéndose paso en medio del grupo: - ¡Aún tengo que cortarle los huevos y obligarlo a que se los coma! ¡Después tendrá mi permiso para morir y ni un segundo antes! -

- Capitán… hay dos personas a su lado. -

- ¡¿Y qué?! - Respondió Sorin encogiéndose de hombros. Luego se dirigió a al anciano con un tono prepotente y desprovisto de cualquier formalismo: - ¡Escúchame, vejestorio! ¡No sé quiénes sean ustedes! ¡Pero esa es mi presa! ¡Lárguense ahora mismo si no quieren morir! -

Egon continuó parado mirando a Bryan, completamente desentendido de los recién llegados, como si su sola existencia no fuese más que importante que el revoloteo de una mosca. Pero las palabras insolentes de Sorin hicieron que levantase una sola ceja, claramente irritado por ese trato despectivo al que no estaba acostumbrado.

Belinda también estaba bastante enojada y sus hombros temblaron un instante por la rabia contenida. Pero de pronto su mirada se iluminó al ver el rostro de quien les hablaba y se inclinó hacia el anciano para susurrarle: - Maestro Egon. Creo que ese idiota es Sorin, el líder de los Mercenarios de la banda Falce Segador. -

La impasibilidad en el rostro del anciano desapareció por primera vez y finalmente se volvió para mirar a Sorin con una sonrisa espantosa. Entonces habló con un tono que parecía de ultratumba: - Hola mocoso. ¿Acaso Costel nunca te enseñó a tener más cuidado al usar esa lengua cuando hablas con tus mayores? -

El comentario arrancó miradas iracundas de todos los mercenarios, sobre todo de Sorin, que estaba acostumbrado a hacer y decir lo que le venía en gana. Pero su expresión cambió a una de alerta, en cuanto se dio cuenta de algo en el contenido de la frase con que Egon le había hablado. Así que pregunto: - ¿Cómo sabes el nombre de mi abuelo? -

- Ahora mismo voy a enseñarte. - Respondió Egon y comenzó a recitar: - No puedes verla ni sentirla; ocupa todos los huecos. No puedes olerla ni oírla, está detrás de los astros. Llega primero, y se queda; mata risas y acaba vidas. Todo el mundo puede verla… ¡Y nadie puede escapar de ella! -

De inmediato se sintió un pulso de poder enorme que envolvió todos los alrededores. Y se desató una oscuridad que pareció desterrar todas las luces en el cielo nocturno. Se trataba de Magia Oscura, pero una más poderosa que ninguna otra que Bryan hubiese visto hasta el momento.

Cuando Emily desataba sus poderes, las sombras parecían cobrar vida y se volvían tan palpables como monstruos ancestrales de gran tamaño. Egon iba mucho más allá. Sus poderes se parecían a un auténtico huracán, pero en vez de vientos, desataba un alud de sombras a altísima velocidad y en tales cantidades, que la propia figura del anciano se difuminaba, como si no estuviese realmente ahí, sino que fuese el epicentro de un fenómeno espantoso que sobrepasaba la naturaleza.

El poder de las sombras avanzó con una velocidad terrible hacia el grupo de mercenarios. El montarás (que iba adelante) fue tragado del mismo modo que lo haría un trozo de papel frente al rompimiento de una gran ola contra las rocas de una peña. Ni siquiera tuvo tiempo de gritar antes de morir. Poco después, las mismas sombras expulsaron algunos restos de su indumentaria junto con partes irreconocibles de carne y huesos completamente deshechos.

Mientras tanto, y en menos de una respiración, las sombras habían rodeado por completo toda el área alrededor de Egon, atrapándolos a todos dentro un territorio de oscuridad. Uno en el que los ataques podían provenir de cualquier dirección y siempre eran letales. Lo peor era que las personas en el interior perdían el sentido de donde estaba adelante o atrás.

Ese hubiese sido el final de todos los mercenarios, pero Sorin no se había quedado quieto. Inmediatamente soltó un rugido, mientras golpeaba el suelo con su báculo y gritó con voz ronca: - ¡Amparo Conflagrante! -

Una enorme semiesfera de luz dorada se expandió violentamente, con Sorin como su centro. La defensa abarcó a todos sus mercenarios, que rápidamente se agruparon en torno a su líder de un modo bastante ordenado, como si sus movimientos fuesen el fruto de muchas horas de práctica y entrenamiento. Era evidente que, pese a los defectos de su líder, el Falce Segador merecía su reputación de combatientes experimentados. Y es que, pese a todo lo ocurrido, ninguno de ellos entró en pánico frente a este terrible enemigo desconocido.

La luz rechazó a las agresivas sombras. Sorin entonces blandió su cetro como si golpease al aire, para incrementar su poder y duplicar el radio de su barrera. De este modo su magia pasó de ser simplemente defensiva y comenzó a derrotar a los vientos oscuros, expulsándolos cada vez más lejos. Sorin volvió a golpear con su cetro, y por un instante pareció como si el dominio de Egon fuese a ser derrotado.

Pero en ese momento se escuchó la tenebrosa risa del anciano y las sombras volvieron a atacar con mayor ferocidad. Esta vez no fueron de frente como al principio, sino que comenzaron a girar rápidamente alrededor de la barrera de Sorin como un remolino de oscuridad, estrujando su resplandeciente defensa. Poco después la barrera se redujo tan rápidamente como se expandió, hasta el punto en que algunos miembros del Falce Segador quedaron fuera de la protección. La marea de sombras rápidamente se tragó a esos pobres desafortunados, expulsando sus despojos poco después.

Sorin por su parte levantó su báculo con ambas manos y volvió a emplear todo su poder, pero en esta ocasión apenas consiguió evitar que su barrera se redujese aún más.

- ¡¿Quién demonios eres tú?! - Gritó el Archimago mientras hacía esfuerzos para volver a incrementar el diámetro de su barrera y evitar que las sombras se los tragaran a todos.

Egon simplemente sonrió e invocó las Garras Sombrías, una técnica que Bryan había visto emplear a Emily. Sin embargo, la versión del terrible anciano era al menos cuatro veces más grande, casi como la cabeza de Gilberto en su forma de Dragón. Además, las uñas afiladas de estas enormes extremidades resplandecían con un ominoso tono carmesí.

Las Garras Sombrías se dirigieron hacia la defensa de Sorin, quien a pesar de todo no se veían tan desesperado. Eso se debía a que el Amparo Conflagrante era una barrera prácticamente indestructible y que reflejaba los ataques mágicos. También quemaba todo lo que entraba en contacto con su superficie.

Y en efecto, aunque el golpe de la Garras Sombrías fue espantosamente fuerte, no dañaron si siquiera un poco de su superficie. Sin embargo, en lugar de retirarse, comenzaron a ejercer una terrible presión y las uñas carmesí resplandecieron con mayor intensidad. Poco después, el diámetro del Amparo Conflagrante comenzó a reducirse poco a poco. Era como si las garras pudiesen succionar el poder mágico de la barrera.

En poco tiempo desaparecería.

- ¡Maldición! -

Los mercenarios de Sorin entraron en acción y desataron una lluvia de ataques contra el anciano Egon, para reducir la presión. Flechas, conjuros y una serie de cortes con el Aura de Batalla atravesaron limpiamente la barrera mágica; que impedía entrar, pero no salir.

Egon en ese momento no era visible sino como un cúmulo de poder oscuro concentrado del que emanaba toda la oscuridad circundante, donde uno podía adivinar que se encontraba. Sin embargo, el cúmulo vibró con más fuerza y se desplazó a un costado en menos de un parpadeo, esquivando todos los ataques. Era como si, dentro de su dominio oscuro, Egon pudiese moverse a voluntad comuna velocidad que casi parecía teletrasportación. Los mercenarios continuaron atacando, pero Egon simplemente movía a un costado esquivándolo todo. Además, a pesar de que con sus poderes le sería fácil ocultarse, Egon siempre se mantenía visible, como si quisiese retar a los mercenarios a continuar intentando sus ataques inútilmente.

Finalmente, la desesperación comenzó a notarse en los mercenarios. El único cuyos poderes podían lastimar al anciano era Sorin, pero estaba tan abrumado para mantener a raya el Dominio de la Sombras, que básicamente solo podía defenderse. Ninguno de sus hombres tenía el nivel necesario para poder atinarle un golpe a Egon y parecía que muy pronto todos estarían muertos.

- Hora de acabar con esto. - Dijo Egon de pronto desde su cúmulo de oscuridad y entonces la marea de sombras volvió a atacar la barrera de Sorín con una intensidad todavía mayor. Al mismo tiempo las Garras Sombrías también apretaron el cerco, succionando la magia que mantenía el Amparo Conflagrante.

- ¡Maldita sea! ¡No pienso morir aquí! - Exclamó Sorin, levantando su puño derecho en el aire y gritando: - ¡Resplandor Final! -

En efecto, una luz blanca e intensa rompió de golpe la oscuridad de la noche. Todas las rocas y obstáculos a diez metros de Sorin salieron volando a gran velocidad y se estrellaron con fuerza. El Dominio de las Sombras de Egon básicamente explotó como si nunca hubiese existido. De hecho, toda la magia a veinte metros de distancia dejó de funcionar.

- ¡Ahora mátenlo! - Gritó Sorin a sus hombres. Estos ya conocían bastante bien como operaba su líder y habían cerrado los ojos inmediatamente en cuanto lo vieron alzar el puño, para evitar quedar ciegos. Tampoco fueron expulsados, pues Sorin sabía cómo ejecutar este poderoso conjuro sin lastimar a sus aliados.

Pero cuando los mercenarios comenzaron a cargar, se dieron cuenta consternados de que el anciano los miraba de modo despectivo. No solamente no estaba ciego, sino que ni siquiera parecía lastimado. Cuando se fijaron bien, notaron que Egon se había mantenido todo el tiempo a once metros de distancia, justo en el límite de la fuerza repulsora. Además, había cerrado los ojos en el momento correcto.

- Tienes mucho talento, mocoso. - Dijo Egon avanzando hacia los mercenarios, que retrocedieron instintivamente, pues ahora temían al anciano: - El Resplandor Final es un potente contra hechizo, quizá el mejor que existe. En el mundo no hay muchos Archimagos de la Luz que sean capaces de ejecutarlo correctamente y menos aún aprovecharlo en combate grupal. Ahora entiendo el por qué Costel decidió financiar el entrenamiento de un bastardo como tú. ¡Menos mal que no lo pasé por alto! Pero el demérito de esa magia es que consume demasiada Fuerza Mental. ¿No es cierto? -

- ¡Tu Dominio de las Sombras también! - Objetó Sorin tratando de levantarse, pues se había caído de rodillas por el agotamiento.

- Correcto. - Respondió Egon avanzando imperturbable: - Pero eso depende del área que abarque y… de la capacidad del mago. -

Egon entonces levantó su mano y una nueva avalancha de poder oscuro emergió de todo su cuerpo. Luego señaló con uno de sus dedos hacia Sorin. Esta vez no volvió a desatar el Dominio de las Sombras o intentó rodear a los mercenarios, sino que simplemente arrojó su poder oscuro directamente, como una ráfaga de energía.

El Archimago de la Luz levantó su báculo con ambas manos para crear una barrera en forma de muro de cristal, que reflejase a este nuevo ataque. Pero descubrió con horror que el poder mágico del anciano era infinitamente superior al suyo.

Aunque técnicamente la Magia de la Luz poseía mayor poder ofensivo en el enfrentamiento directo que la Magia Oscura, la diferencia de capacidad entre ambos era tal, que superaba por completo esta condición inicial. Sorin solo podía ver impotente como su muro de cristal se volvía cada vez más delgado y supo que si esa ráfaga de fuerza oscura llegaba a alcanzarlo, moriría inmediatamente. De modo que se obligó a continuar defendiéndose.

Finalmente, el báculo de Sorin no pudo soportar la presión de ambos poderes y comenzó a deshacerse en partículas por los extremos, hasta que desapareció por completo. Egon entonces detuvo su ataque. Podría haber matado a Sorin fácilmente junto con todo su grupo de mercenarios, pero prefirió disfrutar un poco más de la desesperación del joven. Por su parte, el Archimago cayó de rodillas, incapaz de creer lo que acababa de ocurrir y sus hombres esperaban muy quietos detrás suyo, pues ninguno se atrevía ya a intentar atacar al terrible anciano de negro, que en ese momento se había vuelto su peor pesadilla.

- ¿Y bien, mocoso? - Preguntó Egon mirando a Sorin de un modo despiadado: - ¿Ya te has dado cuenta de con quién estás tratando? -

- ¡Eres un maldito monstruo! - Gritó Sorin aterrorizado, pero el decir esas palabras pareció hacerle caer en cuenta de algo y entonces exclamó: - ¡No puede ser! ¡Tú eres el Gran Mago Egon del Culto de Caelos! -

La sonrisa de Egon se volvió más despiadada, pero no respondió de inmediato, sino que se tomó un momento para volverse hacia Belinda y le dijo: - No te preocupes, la ceguera desaparecerá en unos minutos. -

- Gracias, Maestro Egon. - Respondió la Alquimista, que a pesar de su velo había llegado a mirar el resplandor por el rabillo del ojo y terminó sin poder ver temporalmente.

- Ahora mismo terminaré con esto. En cuanto vuelvas a ver, por favor ve atando a nuestro prisionero. - Dijo Egon, que evidentemente estaba de muy buen humor. Entonces volvió a mirar a Sorin y le habló como lo haría un águila a un conejo que ya tiene bien atrapado entre sus garras: - ¿Me tienes miedo, mocoso? -

Sorin estaba jadeando por el agotamiento, pero alcanzó a levantar la mirada para responderle: - Si, te tengo mucho miedo. -

- Excelente. - Respondió Egon con tono condescendiente, como si le estuviese hablando a un niñito bastante estúpido: - Eso es sentido común. El miedo es la emoción correcta frente a los miembros del Culto de Caelos. Pero el miedo no es lo que tú me debes, bastardo miserable. No. -

Entonces el anciano levantó sus manos… Y nada menos que seis Segadores Oscuros se materializaron frente a él para comenzar a asediar a los mercenarios, que vieron si poder creerlo a tantas de estas terribles criaturas de leyenda.

- Lo que tú me debes… - Dijo Egon con un susurro que de algún modo fue perfectamente audible por todos los presentes, mientras que hacía que los Segadores Oscuros levantasen sus guadañas gigantes para matar a todos: - Es terror. -

- ¡Huyamos! - Gritó Sorin de inmediato, revelando que en realidad no estaba tan agotado como aparentaba, sino que había alargado la conversación a propósito para recuperar el aliento. Los mercenarios inmediatamente echaron a correr en diferentes direcciones, dividiéndose desde el principio en pequeños grupos para que fuese más difícil atraparlos.

- Que tierno. De verdad creen que van a poder escaparse de mí. - Comentó Egon en voz alta. A él le encantaba torturar psicológicamente a sus enemigos, así que voluntariamente los dejó correr unos cuentos metros antes de enviar a sus Segadores Oscuros, para que luego su desesperación fuese aún mayor. Pero muy pronto se pusieron en movimiento. En menos de unos segundos cuatro espadachines habían sido cortados a la mitad por las enormes hoces, sin que pudieran hacer nada para defenderse.

- Se terminó. - Comentó Egon satisfecho.

- No exactamente. - Respondió una voz.

Como miembro del Culto de Caelos, Egon era una persona que disfrutaba mucho con la crueldad, la violencia y que tenía una tendencia a sumergirse a sí mismo en el placer de la masacre o de causar dolor por el simple gozo de hacerlo. Pero era un auténtico monstruo que había llegado vivo a su edad precisamente por siempre tomar las decisiones más acertadas, enfrentando de la mejor manera incluso las circunstancias más inesperadas.

De modo que al sentir que algo ocurría, reaccionó con una velocidad pasmosa. En menos de un instante dejó de lado el conjuro con el que mantenía a los Segadores Oscuros y abrazó su propio poder para defenderse, mientras que se daba la vuelta para enfrentarse a una amenaza desconocida.

El problema fue que su enemigo resultó ser incluso más rápido que eso. 

*****

Todo el tiempo que duró la batalla, Bryan fingió estar inconsciente. Tenía la corazonada de que Egon y Sorin acabarían peleando por culpa del odio ancestral que existía entre el maldito Culto de Caelos y todos los miembros del Templo de Idramón. Por suerte no lo decepcionaron y se pusieron a luchar.

Esta es una perfecta situación de usar un Perro para comerse a otro Perro o un demente para otro demente. ¡Solo tengo que esperar aquí tendido hasta que alguno de los dos muera y terminaré ganando sin esfuerzo!” Pensaba emocionado mientras miraba lo que ocurría con los ojos entrecerrados y aprovechaba el tiempo para curarse.

Pero conforme avanzaba la pelea entre Sorin y Egon, los pensamientos de Bryan comenzaron a ir en otra dirección. Y es que el poder aterrador de un Gran Mago superaba con creces todas las estimaciones que había tenido inicialmente.

¡Mierda, si no hago algo este maldito vejestorio me matará o me hará algo mucho peor!

El problema era por supuesto, que no había modo alguno de tomar desprevenido a un individuo tan poderoso como Egon.  Bryan ni siquiera se atrevió a hacer un movimiento cuando Sorin usó el Resplandor Final, porque tenía el presentimiento de que la ceguera no reduciría mucho las habilidades combativas de una Gran Mago. Y en efecto, ni siquiera llegó a afectarle.

Sin embargo, cuando vio aparecer los Segadores Oscuros, comprendió que había una oportunidad. Su tiempo con Emily le había enseñado que controlar a esos seres implicaba mucha concentración para un Mago Oscuro, hasta el punto en que no sería capaz de moverse y dirigirlos al mismo tiempo. ¡Y en esta ocasión se trataba de seis! Eso tenía que ser complicado, incluso para un Gran Mago.

Cuando tomó su decisión, Bryan activó de golpe todo el poder que había estado reuniendo secretamente y se lanzó a toda velocidad, ignorando a una Belinda cegada que en ese momento no era una amenaza. El Desgarrador Sombrío resplandeció con el intenso brillo del Fuego-Glacial Místico, justo cuando estaba a punto de acuchillar el cuello de Egon.

Nota del Traductor

Hola a todos, soy acabcor de Perú, donde saludamos y apoyamos la valentía del pueblo cubano, que lucha por recuperar su libertad luego de 70 años de dictadura totalitaria.

Estimados amigos, este capítulo es tan bueno que espero me consiga por lo menos a dos mecenas más. ¡¿Verdad que valió la pena esperar?! También es un poco irónico que me haya puesto tan detallista con una pelea en la que nuestro protagonista casi no interviene, pero eso es algo que deseaba hacer desde hace mucho.

Un campeón sólo tiene tanto mérito como su rival vencido. Si todos a parte de Bryan fuesen unos pelmazos, no habría nada que celebrar cada vez que consigue una victoria. Sorin es uno de los antagonistas más importantes en este libro, pero quedaría muy disminuido después de haber visto a Marcus o el propio duque Odón, si no lo fortalecía a conciencia.

Los poderes de Egon y Sorin en el original (cuyos verdaderos nombres son Edwing y florida, por ridículo que suene), se limitan a usar unas garras de oscuridad y tirarse espadas de luz. En pocas palabras, usan los mismos poderes que vimos usar a los magos estudiantes de la academia… ¡En el Primer Libro!

Naturalmente eso me llevó a inventarme muchas magias nuevas para compensar esta aparente escasez de poderes, pero tuve que pensarlo mucho para que no entrasen en conflicto con los eventos futuros.

Para esta batalla me inspiré principalmente en películas como el Hobbit, particularmente el combate de Gandalf contra Saurón en la versión extendida. Los nombres de los poderes fueron complicados, pero conseguí arreglármelas buscando sinónimos para fenómenos de la luz y las sombras en un diccionario.

El nombre de Resplandor Final es una referencia al ataque que Vegeta usa contra Cell en su primer combate. Aunque las naturalezas son diferentes, tienen en común que son unas técnicas espectaculares que al final resultan inútiles contra sus enemigos, por diversos motivos.

El diálogo de Egon con Sorin casi al final, está parafraseado del que tuvo el Dragon Rojo, la película con Hannibal Lecter, con el reportero capturado antes de matarlo.

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Nos vemos en el siguiente capítulo.