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En la Antecámara del Misterio el tiempo transcurría más lentamente que en el Mundo Mortal. Sin embargo, algo había cambiado. La neblina que solía envolver aquel lugar con su etérea suavidad ahora se agitaba violentamente, como si un viento huracanado intentara desgarrar su velo sempiterno. Las nubes, antes suspendidas en una calma imperturbable, se deslizaban rápidas sobre los riscos oscuros, imitando la furia de la espuma al estrellarse contra las peñas del mar.
Este caos no era fortuito ni natural. Era un reflejo, una manifestación del desasosiego que perturbaba la mente del único habitante permanente de ese lugar. Por primera vez en mucho tiempo, su tranquilidad había sido quebrantada, y el mundo que lo rodeaba respondía a su intranquilidad con una tormenta silenciosa pero palpable.
El Niño Misterioso permanecía sentado, con los brazos rodeando sus rodillas. De espaldas, cualquiera habría jurado que se trataba de un infante perdido, abatido por la ausencia de sus padres. Pero sus ojos no podían mentir: En ellos ardía un resplandor extraño, como si albergasen los ecos de épocas remotas, de un tiempo en que el cambio aún no había dejado su primera huella.
Ahora, de aquellas eras solo quedaban cenizas. Cenizas y recuerdos, esparcidos en su memoria como espectros de lo que una vez fue. Y todo ese polvo, esos fragmentos olvidados, habían sido agitados por una figura que no dejaba de perturbar su mente: Esa mujer irritante que había osado remover los escombros de su memoria, despertando fantasmas que deberían haber permanecido enterrados.
“No debería habérmela encontrado… ¡Y mucho menos que pronunciara ese nombre! ¡Qué mujer tan molesta! ¿Qué propósito tiene ya recordarlo? ¿Qué sentido tiene llorar ahora? ¡Está muerto! ¡Todos están muertos! ¡Nada puede traerlos de vuelta!”
A pesar de que la maldición había desaparecido y su brazo recién regenerado lucía tan fuerte como antes, el Niño Misterioso sintió su cuerpo entumecido. Era inevitable. No importaba que solo hubieran pasado unas horas; Lo cierto era que había cruzado el mundo mortal, enfrentado a una diosa para salvar a Bryan y usado fuerza divina desproporcionada en una dimensión que no le correspondía. Ahora, las Leyes que ni siquiera los dioses podían eludir lo alcanzaban sin piedad.
“¡Nycteris! ¡Todo es culpa de Nycteris! ¡Esa mocosa no debería haber ido con Bryan! Si no fuera por ella, nunca me habría vuelto a encontrar con esa mujer. La próxima vez que la vea, la borraré de la existencia sin dudarlo.”
Sus palabras, cargadas de un poder que habría estremecido incluso a la diosa de los muertos gloriosos, resonaron con una ira contenida, casi tangible. Sin embargo, tras un largo suspiro, el Niño Misterioso desvió su mirada hacia Bryan.
Descubrió que el joven había tenido éxito en su misión de reclutar a Eumenes de Cardia y que, pronto, la flota de Silano llegaría Odisea para entregarle su título nobiliario. Eso también significaba que el niño había permanecido enfurruñado por lo sucedido durante su visita al mundo mortal durante casi un mes, un período que era notablemente deprimente. Pero al Niño Misterioso no le importaba demasiado. ¿Qué era un mes para él? Apenas el tiempo de un latido en el corazón divino. No era difícil entender que su percepción del tiempo fuera tan distinta.
Sin embargo, de repente, su expresión se oscureció. Había algo inesperado en marcha, algo que no encajaba. Algunas entidades no se encontraban en los lugares que debían, y eso significaba que el futuro que había predicho comenzaba a cambiar.
¿Qué estaba ocurriendo?
El Niño Misterioso cerró los ojos y su mente se puso en acción, procesando millones de factores: desde las decisiones de los emperadores de aquel mundo hasta el destino del viento provocado por el aleteo de una mariposa. Las consecuencias de esos pequeños cambios se extendían como ondas, amenazando con alterar todo. Un temor helado lo atravesó. Súbitamente se puso de pie cuando finalmente terminó de calcular las implicaciones y exclamó alarmado.
“¡Emily está muerta! No… ¡Todavía no!”
Inmediatamente intentó enviar su voluntad a través del éter, aquel viento divino que separaba su dimensión del resto, pero esta vez la barrera no cedió. Siempre había logrado atravesarla sin esfuerzo, trayendo el alma de Bryan desde sus sueños, pero ahora esa corriente era como una muralla formidable, bloqueando cada intento de comunicación.
“¡Maldita sea! ¡Es por haber roto demasiadas Leyes! ¡Esta maldita cosa no se abrirá pronto!” Exclamó furioso, mientras extendía sus manos para tratar de abrirse paso: “¡Pero no es demasiado tarde! ¡Aun puedo advertirle!”
Debía poner a Bryan sobre aviso, antes de que la calamidad lo alcanzara. No podía permitir que Emily muriera ahora; Si eso ocurría, las consecuencias serían devastadoras. Nadie, ni siquiera Bryan, sabía por qué el Niño Misterioso se había esforzado tanto en que él mantuviera un lazo firme con sus amantes. La belleza, las habilidades y el prestigio de esas mujeres eran secundarias. Lo esencial era que servían como anclas, dándole una poderosa estabilidad emocional, sin la cual su voluntad mortal no sería capaz de resistir las pruebas venideras, por más formidable que fuera.
“No pienso permitir que suceda” Murmuró el Niño Misterioso con una mirada sombría, mientras comenzaba a proyectar lentamente su voluntad fuera de la Cámara del Misterio, buscando los límites de las barreras que la rodeaban. De alguna manera, él había sido uno de los responsables de erigir aquellas defensas, y sabía cómo superarlas. El problema era el tiempo que le tomaría. Sin embargo, no pensaba rendirse.
******
Era medianoche cuando por fin abrió los ojos, decidiendo que por fin había llegado el momento. La persona encargada de su vigilancia estaba dormida, así que se levantó lentamente con movimientos lentos y calculados. Avanzó en silencio, de puntillas, hasta la puerta. Un trozo de tela en la mano amortiguó el leve ruido al descorrer el cerrojo. Antes de salir, su mirada se desvió inconscientemente hacia una esquina de aquella estancia, dónde se encontraba un farol de bronce apagado que podría ayudar con la iluminación. Sin embargo, si intentaba tomarlo, podría despertar a quien dormía, así que desistió. Además, creía que no lo necesitaría.
Fuera de la habitación, el aire helado mordía la piel, inevitable en aquellos edificios de piedra, diseñados para la seguridad más que para la comodidad. No importaba; el abrigo que llevaba bastaría para protegerle del frío. La verdadera dificultad era la oscuridad. Todo se sumía en tinieblas tan densas como las profundidades de un abismo. Apenas un débil resplandor atravesaba la ventana lejana, donde las antorchas de los centinelas que vigilaban en el exterior oscilaban al ritmo de sus pasos, proyectando sombras danzantes en la noche.
Una ligera sonrisa curvó sus labios. No era profesional en esto, pero sabía lo suficiente sobre infiltración como para moverse con sigilo. A pesar de ello, la negrura absoluta hacía casi imposible evitar tropiezos. Con un movimiento deliberado, alzó un dedo, y una pequeña llama brotó de su punta, flotando como una luciérnaga. La luz apenas alcanzaba a iluminar el suelo bajo sus pies, pero era suficiente para orientarse sin atraer miradas indeseadas.
De ese modo varios metros antes de llegar a una esquina, donde descendió por una escalera de caracol que conducía a un rellano. Entonces, un sonido rompió el silencio: pasos apresurados, rítmicos, que resonaban con fuerza creciente. Reconociendo el peligro, se agachó de inmediato y apagó la llama. Permaneció inmóvil. No sentía miedo porque ya sabía que ese sonido solo podía pertenecer a las patrullas, grupos de diez o doce hombres que recorrían el lugar en intervalos regulares para garantizar la seguridad. Cuando los pasos se desvanecieron en la distancia, retomó la marcha.
A lo lejos divisó su objetivo: una escalera que descendía hacia una pequeña puerta auxiliar. Aceleró el paso, cuidando cada movimiento mientras volvía a encender la llama, esta vez con un brillo apenas mayor. Sabía que tenía unos minutos antes de que la próxima patrulla llegara. Al cruzar aquella puerta, finalmente se encontró en el exterior, más lejos de lo que jamás había logrado llegar.
Vio que ahora mismo se encontraba en lo que parecía ser un muro bajo, pero diez metros más adelante había unos cuantos escalones que podía usar para descender. El problema era que esta ruta estaba muy expuesta, así que chasqueó la lengua con irritación y decidió que saltaría ahí mismo. Total, no eran más que unos tres metros, a juzgar por lo que veía, y conocía una buena técnica para caer sin lastimarse.
De manera que retrocedió unos pasos. Corrió hacia el borde del muro y saltó con decisión, girando su cuerpo en el aire para pasar sus piernas por encima de la barandilla. Al despejar el obstáculo, estiró las piernas hacia adelante y se preparó para el impacto. Justo al tocar el suelo, flexionaría las rodillas y giraría su cuerpo hacia un costado, rodando suavemente sobre su hombro.
Eso, al menos, era lo que había planeado.
- Reconozco que esta vez has sido creativa. - Dijo la voz de un hombre justo en el instante en que el cuerpo de Elena Teia era atrapado con agilidad, evitando que se estrellara contra el suelo.
Cuando Elena alzó la vista, descubrió que estaba en los brazos de Bryan, quien la sostenía como si fuese una princesa: Con un brazo alrededor de su espalda y el otro por debajo de sus rodillas. Sus rostros estaban tan cerca que podía sentir su respiración cálida, lo que la dejó momentáneamente desconcertada.
“¿Cómo puede ser que Bryan esté aquí?” Pensó, luchando por procesar lo ocurrido: “Esto no tiene sentido... a menos que...” Miró hacia el muro en penumbras. ¿Había estado esperándola allí, oculto en la oscuridad? Pero incluso eso parecía absurdo.
- No me desagrada tener a una mujer hermosa entre mis brazos. - Bromeó Bryan, con una sonrisa descarada y una ligera risa: - Pero, si querías llamar mi atención, hay formas más interesantes de hacerlo que con estas escapadas nocturnas. -
Casi se pudo escuchar el sonido de algo rompiéndose en el interior de Elena. Su mirada de desconcierto se transformó en furia en un abrir y cerrar de ojos. Sin pensarlo dos veces, lanzó un puñetazo directo a la nariz de Bryan, quien esquivó sin mucho esfuerzo gracias a sus reflejos sobrehumanos. Pero Elena no había terminado: abrió la mano de golpe y conjuró un Proyectil Ígneo que casi impacta en su rostro.
Aunque Bryan era extremadamente resistente, un golpe directo podría haberle causado graves heridas, especialmente en los ojos. Sin embargo, mientras ejecutaba su magia, Elena olvidó que todavía la estaba cargando. Bryan simplemente la soltó, y la bola de fuego pasó rozándole la oreja antes de desaparecer en la oscuridad. El sonido de su caída resonó en el suelo, acompañado por un gruñido de dolor.
- ¡Maldito! -
Pese al dolor, Elena se levantó de un salto para descargar una poderosa ráfaga de patadas y puñetazos contra Bryan. Lamentablemente su oponente, divertido, esquivaba cada ataque con una facilidad extrema.
- ¡Siempre tienes tanta energía! - Se burló él, sujetándole el tobillo tras bloquear una patada alta, antes de empujarla ligeramente para hacerla retroceder.
- ¡Cállate, pervertido! - Espetó Elena, recuperando el equilibrio en un instante y lanzándole otro Proyectil Ígneo.
Bryan evitó el ataque con una inclinación elegante y comentó, con tono despreocupado:
- Veo que estás recuperando tu magia poco a poco. ¡Buen trabajo en ocultarlo! -
- ¡Haré que pagues por esto! - Gritó Elena, encendida de ira.
Naturalmente algunos guardias llegaron atraídos por el escándalo, pero en cuento vieron lo que ocurría se detuvieron a una distancia prudencial. Los legionarios miraron a sus superiores una vez, como si se preguntaran si debían hacer algo; pero estos simplemente negaron con la cabeza y al poco tiempo la patrulla estaba continuando su ronda.
Las primeras veces que Elena Teia intentó escapar y fue interceptada por Bryan, toda la fortaleza entró en estado de alerta. Sin embargo, estos eventos se volvieron tan frecuentes que terminaron considerándose algo cotidiano. No importaba cuál ruta eligiera o cuán elaborada fuera su estrategia, el Procónsul siempre estaba ahí, esperándola en el último momento para frustrar su intento. Esto, inevitablemente, provocaba su enojo y desencadenaba una pelea entre ambos.
Esta vez no fue diferente, salvo por un detalle: Elena había usado parte de la magia que había logrado recuperar en secreto. A pesar de ello, los legionarios no se mostraron preocupados. Sabían que, tarde o temprano, la Archimaga de Fuego se cansaría y, aunque jamás admitiría una derrota, dejaría de intentar golpear a Bryan. Entonces ambos caminarían juntos mientras discutían temas de política, magia o tácticas militares, y finalmente él la escoltaría de vuelta a su habitación.
“Si no les pido ayuda directamente, no hagan nada”. Esa fue la orden de Bryan tras el décimo intento de fuga, cuando los Centuriones de la V y la VI le preguntaron qué debían hacer en esas situaciones. Con el tiempo, todos comprendieron que intervenir solo alargaría el conflicto, probablemente porque Elena se sentía avergonzada de ser observada durante sus enfrentamientos con Bryan. Lo mejor era pues ignorarlos a ambos, y lo que en un principio fue un asunto serio se convirtió en un espectáculo nocturno habitual.
- ¡¿Por qué demonios estás aquí?! ¡¿Y cómo supiste dónde emboscarme?! - Exigía saber Elena, mientras seguía lanzando golpes con una furia incansable.
- ¿Quieres hablar o prefieres seguir intentando golpearme? - Respondió Bryan con una sonrisa despreocupada.
- ¡Puedo hacer ambas cosas! - Espetó ella sin detenerse.
- Ciertamente eres bastante atlética. - Comentó Bryan, desviando cada golpe con un mínimo esfuerzo.
Desde muy joven, el general Patros había entrenado a Elena en combate cuerpo a cuerpo, a pesar de ser una maga, como un medio para mantenerla saludable y darle una carta de triunfo. Este fue un detalle que Elena compartió con Bryan cuando él le preguntó al respecto. Por supuesto, aunque las habilidades físicas de Elena superaban las de una persona normal y podrían poner en aprietos a un guerrero poco experimentado, no representaban una amenaza contra un monstruo sobrehumano como Bryan.
- ¡Dime cómo supiste por dónde escaparía! - Seguía exigiendo Elena, aunque su respiración mostraba signos de agotamiento.
- ¡Te lo diré si me explicas cómo funciona esa fusión tuya con el Fénix! - Replicó Bryan, manteniendo su tono burlón.
- ¡Como sí fuera a decírtelo! -
- Entonces guardaré mis secretos, así como tú guardas los tuyos. -
- ¡Desgraciado! -
Elena lo maldijo entre dientes, pero finalmente dejó de atacarlo. Bryan aprovechó la tregua para recoger el abrigo que ella había perdido durante la pelea y lo colocó sobre sus hombros con un gesto calmado. La acción la tomó por sorpresa, aunque no dijo nada. En silencio, agradeció el gesto, ya que, pese a haber recuperado parte de su poder, todavía no podía protegerse por completo del frío de la noche.
- Realmente deberías parar con esto. - Comentó Bryan en tono tranquilo.
- ¡Cállate! - Gruñó Elena, indignada.
- Incluso si de algún modo logras evadirme, esquivar a las patrullas y superar el muro y el foso, no llegarías muy lejos con tus poderes debilitados. -
- ¡¿De quién cree que es la culpa?!-
- Eh… pues tuya. - Respondió Bryan tras una breve pausa: - Fuiste tú quien usó una habilidad para fortalecerte más allá de tu nivel. Ahora sufres el contragolpe mágico. -
- ¡No me refiero a eso! - Chilló Elena, apretando los puños, indignada: - ¡Me refiero a la ridícula suma que pediste por mi rescate! ¡¿Cómo no voy a tratar de escapar luego de escuchar algo así?! -
- Ah. - Respondió Bryan, desviando la mirada con cierta incomodidad.
Durante una de sus conversaciones, Elena Teia le preguntó con un tono particularmente altanero cuánto tiempo tendría que estar cautiva. Ese día, Bryan había tenido dificultades con el entrenamiento de los futuros Triarios y estaba de mal humor, lo que lo llevó a responder sin pensar. Por su parte, Elena era una mujer con una fortaleza mental excepcional que excedía su edad por mucho, pero cuando escuchó la suma de tres millones de monedas de oro, casi perdió el conocimiento en ese mismo instante. Después se desplomó en el suelo, murmurando frases incoherentes entre las que se alcanzaban a distinguir las palabras “déficit” y “bancarrota”.
- Realmente lo tomaste muy mal ese día. - Murmuró Bryan.
- ¡Cualquiera lo tomaría así, estúpido! ¡Esa suma es imposible de pagar! -
- Tu amiga inmortal me dio a entender que no habría problema. -
- ¡Es una criatura divina! - Replicó Elena, llena de frustración: - ¡No entiende el tiempo de la misma manera ni el valor que los humanos le damos a las riquezas! -
- ¡Vaya! - Exclamó Bryan, fingiendo que recién lo notaba: - ¡Eso parece un problema! -
- ¡Claro que es un problema! -
- Si, pero no es mi problema. - Se burló Bryan, soltando una carcajada, aunque rápidamente tuvo que esquivar una nueva ronda de ataques.
Cuando Elena recuperó el aliento y también se recuperó del sentimiento de indignación, lo miró fijamente mientras le proponía: - Mi hermana nunca podrá pagarte, es mejor que lo entiendas. Si me dejas ir, yo te pagaré un rescate. ¡Pero a un precio razonable! -
- ¿Cómo es que tres millones no es un precio razonable? ¡Eres la Arconte! -
- Soy “la” Arconte. ¿Recuerdas? - Replicó Elena con un tono sarcástico - Hay personas haciendo fila para deshacerse de mí. Tengo que cuidarme de los traidores en todos lados. ¡Mi ciudad puede estar al borde de una Guerra Civil en este momento! -
- Sigo sin entender cómo eso es mí problema. -
- ¡Hablo en serio! -
- Yo también. - Le respondió Bryan mirándola fijamente, ya sin ningún tipo de calidez: - Yo gané la batalla y tú la perdiste. El ganador tiene derecho a imponer las condiciones que quiera al perdedor. Te perdoné la vida, te doy comida, sirvientas para tu servicio y no he permitido que nadie disfrute de tu cuerpo. Eso es mucho más de lo que cualquier otro habría hecho en mi lugar. O acaso… - Bajó aún más el tono de su voz, hablando con una frialdad aterradora: - ¿Quieres que crea que, si yo fuera el derrotado, me habrías dado cualquier otra piedad que no fuera una muerte en llamas? -
Elena quería replicar, pero no podía. Durante su batalla, le había dejado claro en varias ocasiones que su única intención era matarlo, a pesar de que, tácticamente, su mejor opción hubiera sido retirarse en cuanto supo que la Batalla del Campo de Sangre estaba perdida. Si las cosas hubieran sido al revés, ni siquiera habría dejado su cadáver para enterrarlo; lo habría reducido a cenizas.
- ¡Pero no obtendrás el dinero! - Intentó argumentar Elena, con una mirada desesperada.
- Eso no me importa tanto. - Replicó Bryan, sin sonreír: - Lo único que espero de este trato es no enemistarme con una criatura que no puedo matar. Si consigo el dinero, excelente, pero si no, y te retengo aquí hasta que estalle una guerra civil en Helénica, también me sirve. Tu ciudad es una de las líderes fundadoras de la Liga Etolia. Me conviene que se maten entre ustedes. -
Desde el principio, Bryan no esperaba que la Fénix le pagara el rescate. Su verdadera intención era debilitar lo más posible a las ciudades-estado de Etolia para evitar que unieran sus ejércitos contra Valderán antes de que sus legiones fueran lo suficientemente fuertes. Aunque aún era improbable que Ilo Tros y Atreo Mikel enterraran el hacha de guerra debido a lo orgullosos que eran, Elena Teia quizás tendría la capacidad de hacerlo. De hecho, Helénica ya tenía una alianza militar forjada con Ilión.
Las palabras sobraban, y se formó un silencio incómodo entre ambos. Una leve brisa ondeó los cabellos carmesí de la hermosa Archimaga, reflejando levemente la luz de la luna. Ambos sabían exactamente en qué situación política se encontraban, así que no tenía sentido seguir pretendiendo. Por fin, como si le costara tragar su orgullo, Elena admitió:
- Tienes razón… Está bien… te pagaré los tres millones… y firmaré un Pacto de No Agresión con la Provincia de Valderán. -
- ¿Qué? - Preguntó Bryan, levantando una ceja.
- Si me dejas ir, firmaré contigo un Pacto de No Agresión en el que me comprometo, con los dioses como testigos, a no atacarte ni apoyar ninguna acción militar directa contra Valderán durante un período de cinco años, siempre y cuando tú no me ataques primero. - Explicó Elena, con un tono serio y firme: - Firmaré el documento con mi propia sangre, bajo el auspicio de Elenara Fecunda. Y si de alguna forma incumplo lo que prometo, puedes mostrar el documento al mundo entero, lo que me volvería culpable de perjurio. -
Bryan levantó una ceja, pensativo. Los juramentos tenían un gran peso en aquel mundo, pero uno realizado en nombre de un dios patrón era aún más vinculante. Si un gobernante firmaba algo así y luego no cumplía, era lo mismo que pedir que la ira divina cayese sobre toda la nación que gobernaba. No era algo que se hiciera a la ligera, y definitivamente servía como una garantía. Pero...
- Para que tu juramento tenga validez, debe llevarse a cabo en el templo de la deidad, con un mínimo de tres sacerdotes como testigos, en la hora propicia y con sacrificios designados. - Dijo Bryan, cruzándose de brazos.
- Es posible iniciar el juramento aquí y terminar la ceremonia en Helénica. -
- No gracias… -
- ¡Espera! Te daré mi palabra… -
- No es suficiente. - Dijo Bryan, haciéndole un gesto para que regresara a su habitación.
- ¡Te diré el problema que tiene tu magia! - Exclamó Elena, logrando que Bryan se detuviera abruptamente.
- ¿Qué? - Preguntó, con el ceño fruncido.
- Me di cuenta de que tenías un problema. - Explicó Elena, encogiéndose de hombros, como si lamentara tener que admitirlo: - No lo noté mientras peleábamos, pero después, al reflexionar, me di cuenta de que algo no estaba bien con tu magia. -
- Creo recordar que te derroté usando mi magia… - Respondió Bryan, con un atisbo de desafío.
- Te has quedado estancado, ¿verdad? - Interrumpió Elena, mirándolo con una expresión astuta.
Bryan la miró con una sonrisa despectiva, pero en su interior estaba bastante interesado en lo que Elena acababa de decir.
- ¿Estancado? -
- Me refiero a que hay magias avanzadas que no puedes realizar. - Continuó Elena: - Tienes el poder mágico de un Gran Mago e incluso posees Quintaesencia, pero apuesto a que no dominas toda la gama de conjuros que deberías. - Hizo una pausa, dejando que sus palabras calaran: - Eso fue precisamente lo que sentí en ese momento: Si bien posees un poder superlativo, todo el tiempo que estuvimos luchando sentí que me enfrentaba contra otro Archimago, no con un Gran Mago.
Y creo que sé el motivo, pero solo te lo diré si aceptas mi trato. -
Bryan no respondió de inmediato, pero activó su visión espiritual, y sintió dudas al confirmar que Elena no le estaba mintiendo. Sabía algo, o al menos creía saberlo. Podría ser una oportunidad, o tal vez solo una artimaña. Necesitaba tiempo para decidir qué hacer.
- Pensaré en lo que me has dicho. - Dijo finalmente, asintiendo: - Por ahora, por favor regrese a su habitación, Arconte Teia. -
Elena se alejó con la cabeza erguida y un paso que intentaba, sin mucho éxito, transmitir seguridad. Sus cabellos carmesí se movían tras ella como una estela de fuego, iluminando brevemente el oscuro pasillo. Una de sus esclavas asignadas ya la esperaba, con una farola de bronce en las manos para guiarla de regreso a sus aposentos.
Cuando la Archimaga desapareció de su vista, Bryan giró sobre sus talones y dejó escapar un suspiro. Apenas logró ahogar la pesada incertidumbre que había traído la oferta de Elena. Luego, hizo un gesto casi imperceptible con los dedos para que el Pequeño Esqueleto saliera del rincón oscuro donde se encontraba. La criatura comenzó a escalar con agilidad las paredes de piedra, siguiendo a Elena Teia sin ser vista. Cada noche, mientras ella dormía y el campamento caía en un silencio vigilante, Bryan ordenaba que el Pequeño Esqueleto vigilara cada uno de sus movimientos. Así había logrado anticiparse a todos sus intentos de escapar y mantenerla bajo control.
Las palabras de Elena seguían resonando en su mente: “Te has quedado estancado, ¿verdad?” Ella tenía razón, aunque le costara admitirlo. No importaba cuánto lo intentara, simplemente no podía ejecutar Memento Mori ni ninguna de las otras Magias Almáticas que seguían a ese conjuro. Algo le faltaba, algo que no estaba en los libros de magia. Si la Arconte tenía la clave para revelar aquello, tal vez valiera la pena desviar un poco el curso de sus planes para someter a la Liga Etolia.
Finalmente, Bryan decidió dejar esa idea pendiente y su rostro se endureció. La pausa duró lo suficiente. Se dio la vuelta y comenzó a caminar con paso firme hacia el campo donde los aspirantes a Triarios estaban atravesando un verdadero infierno. El entrenamiento de sus futuras tropas de élite no podía esperar. Los había dejado temporalmente sin supervisión para ocuparse de su "hermosa rehén", pero ahora era el momento de continuar formándolos.
Durante los últimos meses, sus hombres se habían acostumbrado a las competencias de cacería de monstruos por la cordillera, así que Bryan consideró que era hora de que mejoraran sus habilidades enfrentándose a enemigos racionales. Y, quién mejor que él para esta misma parte del entrenamiento, aunque el término "cacería humana" sería más apropiado. Primero, les organizaba combates puramente físicos, obligándolos a usar su cuerpo al máximo. Los dejaba exhaustos, hasta que caían desmayados en el suelo. Luego los curaba con su Esencia Mágica y se los llevaban a correr por la cordillera, buscando a propósito los lugares más escabrosos. Entonces, en algún momento Bryan desaparecía entre los riscos y comenzaba a lanzarles ataques sorpresa que debían esquivar si no querían morir. Más de una vez, invocó Criaturas Oscuras de alto nivel y los obligó a luchar contra ellas, completamente desarmados y sin armadura. Así experimentaban el terror y la desesperación de la lucha cada día.
“Creo que ahora les hará bien experimentar un ataque nocturno sorpresa.” Pensó maliciosamente mientras caminaba hacia sus barracones.
******
Cayo Silano cabalgaba al frente de una extensa caravana. Algunos de los presentes eran los legionarios voluntarios que había llevado consigo, pero la mayoría eran miembros del Gremio Mercante de Bootz, enviados para reunirse con Bryan. Entre ellos, destacaba el corpulento Fabián, que luchaba por mantener el equilibrio mientras su caballo jadeaba, agotado por el esfuerzo de transportarlo. El resto de la comitiva estaba compuesto por personal administrativo, maestros artesanos y trabajadores, todos destinados a organizar la nueva sucursal que abrirían en la ciudad de Valderán.
El camino seguía en mal estado, pero al menos estaba despejado. De vez en cuando, se encontraron con las atalayas de madera que Eumenes había colocado para controlar la ruta, y pudieron ver las patrullas de caballería que vigilaban cada trecho, buscando cualquier señal de peligro.
- Parece que la situación es muy mala. - Comentó Fabián, señalando el estado del camino.
- No, esto es el cielo en comparación con cómo estaba todo antes de que llegara el Barón. - Replicó Silano, y comenzó a enumerar: - Hordas de bandidos al acecho, granjas quemadas hasta los cimientos, ninguna vigilancia ni seguridad. ¡Antes hubiese sido imposible hacer este recorrido sin arriesgar la vida! -
- Bryan sabe cómo poner orden… ¡Perdón! El Barón Bryan, quiero decir. - Se corrigió Fabián con una sonrisa.
- En efecto. - Asintió Silano y luego preguntó: - ¿Seguro que no quiere ir primero a la ciudad? No está en el mejor estado, pero podrían descansar por lo menos un día antes de dirigirse a la fortaleza. -
- Por ningún motivo. - Fabián negó con la cabeza: - Es sentido común presentar primero los respetos al señor feudal, así como un tributo apropiado. Por más que las ciudades sean propiedad directa del emperador y, de cierto modo, legalmente independientes, es imposible que prosperen si no están en buenos términos con quien controla los territorios que las rodean. Por lo tanto, saludaremos al Barón Bryan y pediremos su permiso para transitar por sus tierras antes de tratar con cualquier autoridad civil. -
- Comprendido. - Respondió Silano.
Unos días después, estaban en la fortaleza, donde a pesar de todas las reparaciones se notaba que faltaba mucha atención a los detalles. Afortunadamente, las partes más importantes, como la puerta, el foso y los muros exteriores, se encontraban en buen estado. Los obreros, por su parte, se sintieron aliviados al ver que había grandes montículos de piedras excavadas, troncos cortados y bastante arcilla acumulada, esperando ser utilizados. Esto se debía a que, cada día, cuando no estaba entrenando con las tropas, Bryan invocaba un ejército de Criaturas Oscuras para recolectar materiales de construcción. Sabía que, cuando llegara el momento, estos recursos acelerarían el trabajo de los constructores.
Bryan los esperaba en la entrada, rodeado de su Guardia de Lictores, junto a los Tribunos Druso y Marcio. Tan pronto como estuvieron a diez metros de distancia, Silano ordenó detenerse y, con un gesto ceremonioso, avanzó hacia adelante portando un cofre que contenía unos rollos de pergamino con la voluntad del Emperador y el Senado.
- ¡Yo te saludo, noble Barón, Procónsul del Emperador y gobernante de esta provincia! - Exclamó con voz firme, extendiendo el cofre: - ¡Los dioses están con Itálica e Itálica en Valderán es el Barón Bryan! -
- ¡Salve, Gran Señor! ¡Salve, Noble Señor! - Gritaron al unísono las tropas de voluntarios, que habían sido cuidadosamente aleccionadas por Silano para ese momento.
Bryan aceptó el cofre junto con los saludos y felicitó a su Tribuno por haber cumplido fielmente sus órdenes. Luego le indicó que descansara hasta el día siguiente, cuando discutirían los acontecimientos recientes en el Senado. Finalmente, se volvió hacia Marcio para ordenarle que se encargara del alojamiento de los recién llegados.
Una vez que los Tribunos se retiraron, Fabián se acercó con una sonrisa amplia y lo saludó:
- Salve, Gran Señor, Bryan de Valderán! ¡Es un gusto verte después de tanto tiempo! -
- Salve, Maese Fabián. - Respondió Bryan, mostrando una expresión amigable. - Me llena de alegría que me visites, sabiendo cuánto te incomoda viajar tan lejos de la capital. Lamentablemente, no tengo los recursos para ofrecerte la hospitalidad que quisiera, pero te garantizan un techo seguro, comida, vino y un lecho caliente. -
- ¡Me honra, noble Barón! - Agradeció Fabián, inclinándose respetuosamente.
- Puedes llamarme Bryan. - Dijo el Procónsul con una sonrisa genuina. - Somos lo bastante amigos como para no necesitar ceremonias entre nosotros. -
- Barón Bryan, entonces. - Respondió Fabián con cierto alivio.
Algunos aristócratas recién nombrados solían volverse extremadamente arrogantes antes de que la sociedad los pusiera en su lugar, y Fabián, precavido, sabía que era mejor andar con cuidado. Sin embargo, parecía que su joven amigo no se había dejado llevar por la soberbia, o quizás era consciente de que su posición no era tan estable a pesar de haber recibido su título oficial.
De cualquier forma, en la opinión de Fabián, si alguien merecía un poco de orgullo, ese era Bryan. Todavía recordaba aquel día en el Bosque Oscuro, cuando aquel joven flacucho y aparentemente desnutrido lo había salvado del ataque de los troles, ejecutando hazañas que jamás habría imaginado. ¡Qué lejos había llegado desde entonces!
- En verdad me alegro mucho verte aquí. ¿Acaso Phoebe te ha designado para dirigir la sucursal de Valderán? - Preguntó Bryan, con un dejo de esperanza en la voz.
- ¡Oh, no, señor Barón! - Respondió Fabián con una sonrisa amplia: - Solo he venido a dar el saludo oficial del Gremio Mercante de Bootz y, después, negociaré los acuerdos legales con la ciudad. ¡Ya soy muy viejo para este tipo de empresas! -
- Ya veo. - Dijo Bryan, aunque por dentro se sentía inquieto. Sabía que la Ciudad de Valderán era básicamente una cornucopia de problemas y deseaba que alguien con experiencia se asentara allí para poner orden.
Fabián pareció percibir sus preocupaciones y se inclinó levemente a susurrar:
- No te preocupes. Entre el personal administrativo que hemos traído hay quince veteranos especializados en asentarse en territorios cercanos a zonas de conflicto. No tendrán problemas negociando con el propietario Propretor. -
- Flaminio está muerto, judicializado por la propia población. Por ahora, el poder lo ostentan los Ediles. - Murmuró Bryan, dejando entrever la gravedad de la situación.
- Será más fácil entonces. - Replicó Fabián con tranquilidad, dejando claro que no era la primera vez que enfrentaba circunstancias similares: - Nuestra gente está preparada, y te seguro que tendrás funcionando la sucursal en menos de un mes. -
- ¡Excelente! -
- Además, hemos traído muchos artesanos y maestros de obra. - Añadió Fabián, aunque luego dudó: - En cuanto al pago... sé que aún no te han enviado el dinero presupuestado... pero me gustaría saber… -
- Quiero que comiencen cuanto antes a trabajar en la fortaleza. - Asintió Bryan de inmediato: - Les pagaré lo que pidan y lo haré con mi propio dinero, si es necesario. No tendrán que preocuparse por la situación política. -
- ¡Eso es perfecto! - Exclamó Fabián, suspirando aliviado.
- Aún así, necesito a alguien que me ayude con las transacciones bancarias y que me entregue recibos detallados sobre todas las obras. Quiero poder justificar estos gastos ante los cuestores militares cuando Itálica finalmente me envíe alguno. - Explicó Bryan, haciendo un gesto que denotaba la complejidad de su posición: - No me importa gastar, pero tampoco pienso despilfarrar mi fortuna en cosas que el Estado debería pagar por mí. -
- Con respecto a eso… - Dijo Fabián, mostrando una sonrisa misteriosa mientras levantaba la mano para hacer un gesto a alguien: - Hemos traído a un joven miembro del gremio. Tiene la preparación y la autoridad necesarias para ser exactamente el asistente que necesitas. Sabe cómo preparar documentos legales, presentar números y movilizar el dinero. ¡Estoy seguro de que quedarás satisfecho! -
En ese momento, un hombre surgió de la multitud. Era imposible no notarlo, pues su presencia tenía una curiosa mezcla de jovialidad y profesionalismo. Su rostro todavía conservaba un leve rastro de redondez, evidencia de un pasado más indulgente con la buena comida y el ocio. Sin embargo, ahora su figura estaba mejor definida; el esfuerzo por mejorar su salud era evidente, aunque los años de una vida sedentaria seguían presentes en la suavidad de sus movimientos.
Vestía una túnica de lino finamente tejida, adornada con detalles en los puños y el cuello con el emblema del Gremio Mercante de Bootz. Sobre sus hombros llevaba una capa ligera, más funcional que decorativa, y portaba un pesado libro de cuentas sujeto con una correa de cuero. Su cabello, castaño claro, estaba bien peinado, y su expresión afable contrastaba bastante con la actitudes cautelosas que tenían las personas a su alrededor.
El hombre se detuvo frente a Bryan e inclinó ligeramente la cabeza, mostrando respeto, pero sin perder un aire de confianza.
- ¡Salve, señor Barón! ¿Has estado bien? -
- ¡Jack! ¿Cómo es que estás aquí? - Exclamó Bryan asombrado
En efecto, se trataba de su viejo amigo de su época en la Academia. La primera persona que tuvo como aliado desde que llegó a este mundo.
El gordito Jack
Hola amigos. Soy Acabcor de Perú, y hoy es miércoles 27 de noviembre del 2024.
¡Empezamos un nuevo volumen! Espero que les haya gustado este pequeño capítulo introductorio que nos presenta una situación completamente nueva. Ese Niño Misterioso que tanto ha guiado a Bryan hasta este momento resulta tener muchas inquietudes que lo distraen por primera vez de los asuntos en el mundo mortal y ahora parece que Emily está problemas por ello. ¿Qué pasará con eso? ¿Cómo se resolverá?
Por otro lado, vemos cómo la relación entre Bryan y Elena parece estar mejorando, aunque de una forma... peculiar. Algunos podrían llamarlo "Síndrome de Estocolmo" (LOL), pero creo que este concepto ha sido malinterpretado y usado de manera imprecisa en la ficción. El término tiene su origen en un caso real ocurrido en 1973, durante un robo a un banco en Estocolmo, Suecia. En aquella ocasión, los rehenes desarrollaron vínculos emocionales con sus secuestradores, llegando incluso a defenderlos públicamente. Aunque no es un trastorno mental oficial, se estudia como un mecanismo psicológico de supervivencia ante situaciones extremas. Sin embargo, a menudo las películas exageran este concepto, llevándolo al extremo de un enamoramiento que no necesariamente refleja la realidad.
Bueno, al final aparece un personaje que durante mucho tiempo estuvo ausente. Aunque no lo crean, fue el más complicado de generar con la IA, porque los resultados nunca eran lo que quería. No esperaba eso, pero ocurrió. Honestamente yo esperaba que lo más difícil fuese generar el rostro de Elena, porque la IA siempre quiere generar el traje de Evangelion.
En fin, no lo haré más largo para publicar el capítulo a tiempo. Espero que les haya gustado a todos y que dejen sus impresiones en los comentarios. Como siempre, agradeceré mucho que dejen sus impresiones en los comentarios. Y si pueden apoyarme con donaciones, sería de gran ayuda. Pueden hacerlo a través de Patreon, Banco BCP o Yape. Honestamente, necesito cubrir gastos urgentes, como la luz y mis medicamentos. La vida sin seguro (o con uno que no funciona) puede ser muy complicada.