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Dos días después de la fiesta, Bryan convocó a los tribunos y centuriones de las Legiones V y VI a una reunión privada. Nadie más fue permitido en los alrededores, ni sirvientes ni esclavos. La Guardia de Lictores rodeaba la tienda con órdenes estrictas: matar a quien no se retirase tras una única advertencia.
- Silano ya debería estar en el mar rumbo a Icursa. Si todo sale como esperamos, las cosas cambiarán radicalmente. - Comenzó Bryan: - Por ello, quiero discutir algunos de nuestros planes futuros. -
Todos asintieron en silencio.
- Lo que más me preocupa es garantizar que las carreteras entre las ciudades de Odisea y Valderán estén perfectamente seguras y transitables. Son las arterias por las cuales recibiremos suministros, mano de obra, recursos, armamento, y si el Senado levanta esa maldita prohibición, nuevas tropas para fortalecer el ejército. - Explicó Bryan: - He enviado mensajeros al Gremio Mercante de Bootz para contratar los servicios de un Maestro Caminero que vendrá con todo su equipo de asistentes. En cuanto llegue, se encargará del mantenimiento de las carreteras y de establecer un sistema de aprovisionamiento. -
- Pero, mi Procónsul - intervino Cayo Valerio: - Tengo entendido que el Gremio Mercante Bootz es el más grande de la capital y no negocia con cualquiera. ¿Cómo logrará que envíen artesanos y suministros? -
- Yo no soy cualquiera, Centurión. -
- ¡No quise ofender! -
- Tranquilo, no lo has hecho. - Respondió Bryan, calmándolo: - Ocurre que tengo una excelente relación con el Gremio Mercante Bootz. No necesitan saber los detalles, pero soy uno de sus principales clientes. Ya antes de llegar aquí, había cerrado un acuerdo con ellos para que se conviertan en nuestros principales proveedores. -
- ¿Eso no enojará al Senado? - Preguntó Marcio, aunque su expresión revelaba que lo que realmente temía era algún ardid de Tiberio Claudio.
- No, he revisado todas las leyes al respecto. - Aseguró Bryan: - Mientras no utilice fondos del Estado, no pueden acusarme de nada. Y no hay ninguna ley que me impida usar mi propio dinero para reparar caminos o comprar víveres. -
- Pero podrían acusarte de no haber sido honesto con el botín que obtuviste al vencer a los etolios. - Dijo Eumenes, preocupado: - Si tus enemigos difunden el rumor de que te quedaste con más de lo que te corresponde, podrían llevarte a juicio. -
- ¿Tiene sentido que lo acusen de algo así solo por invertir en la provincia? - Preguntó Druso, confundido: - ¿Qué clase de criminal roba dinero y, en lugar de quedárselo, lo usa para reparar caminos? Eso no tiene sentido. -
- La acusación sería la de haber entregado un falso reporte del botín obtenido. - Explicó Eumenes: - Naturalmente, durante el juicio los acusadores omitirán el hecho de que el dinero se usó en infraestructura que en realidad el Imperio debería estar manteniendo. -
- Supongo que los Cuestores Militares o los Legados Imperiales podrían revisar nuestra contabilidad en busca de pistas... ¡Oh, espera! ¡No hay ninguno aquí! - Replicó Bryan con sarcasmo: - No me dieron fondos militares porque no creían que sobreviviríamos más de unos meses. Y también fue por eso que no enviaron supervisores. -
Eumenes asintió con comprensión.
- Para fiscalizarte, tendrían que haber enviado funcionarios, y no lo hicieron… -
- In dubio pro reo. - Citó Bryan, invocando la ley imperial: - Sin pruebas suficientes de culpabilidad, toda sentencia debe ser a favor del acusado. Como no hay nadie que pueda reunir evidencia en mi contra, no pueden llevarme a juicio sin exponerse a quedar en ridículo. Incluso Tiberio Claudio no se atreverá a violar abiertamente la ley en un juicio público mientras no tenga todo el poder en el Senado. -
Normalmente, los encargados de administrar justicia en las ciudades eran los Pretores y, en el campo, los aristócratas con rango de Marqués o Conde. Naturalmente, el Gran Duque Tiberio Claudio tenía a varios de estos funcionarios bajo su control y podría interferir para que dictaran una determinada sentencia. Pero cuando se trataba de juzgar a un general, ya fuese Cónsul, Procónsul o incluso alguien como Bryan, que se encontraba en una especie de “territorio gris”, todo el proceso era llevado a cabo por el Senado, con la presencia del Emperador y los Censores. A fin de cuentas, el Imperium Militar, que es la autoridad para comandar ejércitos, era otorgado por ellos y, por eso, solo el Emperador y los senadores podían juzgar a un general.
Naturalmente sería muy impráctico esperar a que los rumores llegasen a la capital en caso de que un general violase la ley; por ese motivo existía la figura del Legado, un funcionario con la autoridad para denunciar cualquier crimen cometido por el general directamente al Senado y que lo acompañaba en sus campañas. También tendrían que haber al menos cuatro Cuestores Militares contando y registrando cada moneda que Bryan usase y dónde la usase. Estos puestos solo podían ser ocupados por aristócratas, así que seguramente al menos la mitad de ellos serían miembros de la facción del Gran Duque.
Afortunadamente, nadie quería acompañar a Bryan a Valderán porque lo consideraban una misión suicida. Así que aprovecharon las irregularidades en su cargo como Procónsul para excusarse de acompañarlo.
- Pero cuando se sepa de tu triunfo, ten por seguro que el Gran Duque se asegurará de que te envíen fiscalizadores. - Advirtió Marcio.
- Sí, pero para cuando lleguen, ya habré pagado por adelantado al Gremio Mercante Bootz todo lo que necesitemos. - Concluyó Bryan: - Ni siquiera sabrán de la existencia del tesoro de Flynn. -
Los oficiales suspiraron, aliviados por saber que, al menos de momento, estaban protegidos legalmente.
- En cualquier caso, necesitamos asegurarnos de que el Gremio Mercante de Bootz llegue cuanto antes. - Continuó Bryan: - He discutido los detalles con ellos y su única condición era que garantizáramos la seguridad de sus transportes, una petición más que razonable. De hecho… - En ese momento sacó un pergamino con el sello del Gremio Mercante Bootz, legalizado por la oficina del Cuestor Imperial: - Se han comprometido a construir una sucursal oficial aquí, en la Ciudad de Valderán, bajo mi patrocinio. -
Esta vez, todos los oficiales, incluso el veterano Marcio, estaban completamente asombrados. El nombre del Gremio Mercante Bootz tenía un peso inmenso dentro del Imperio Itálico, y cualquier ciudad que tuviese una sucursal suya tendría garantizada una enorme actividad comercial. Para una ciudad arruinada como Valderán, la llegada del gremio sería el equivalente a descubrir una mina de oro en su propio centro. Varias decenas de artesanos, orfebres y todo tipo de maestros productores vendrían a aquella urbe para trabajar, y aunque inicialmente lo harían para las legiones, eventualmente terminarían creando nuevos puestos de trabajo para todos los habitantes.
Por el momento, las Legiones Malditas no recibían apoyo financiero ni pertrechos del Imperio. Sin embargo, si esta sucursal se volvía una realidad, eso resolvería muchos de sus problemas. Para comenzar, podrían comprar comida de forma regular y otros artículos de primera necesidad durante un tiempo. Todavía conservaban una pequeña parte del botín de Etolia y bien podrían invertirla en eso.
Naturalmente ninguno de ellos era consciente de hasta qué punto llegaba la influencia de Bryan o lo vasta que era su fortuna. Él ya estaba planeando usar los servicios del gremio para remodelar la fortaleza entera y construirse una residencia privada.
Mientras tanto, las mentes de todos los oficiales se llenaban de preguntas: ¿Cómo lo había conseguido Bryan? ¿Cómo logró que la más grande organización comercial de Itálica quisiera venir a este lugar apartado y perdido? Era completamente antinatural. Incluso si por algún motivo el gremio tuviese el deseo de hacer negocios en esta provincia, lo lógico sería construir su sucursal en Odisea, donde ya tenían una pequeña filial. ¿Por qué habían decidido venir a una ruinosa ciudad como Valderán? Sin embargo, frente a ellos estaba desplegado el contrato con la firma de Phoebe Bootz, una prueba irrebatible de que Bryan no les mentía.
- No hace falta que les explique lo crucial que es para nuestros futuros planes que el Gremio Mercante de Bootz se establezca con éxito en Valderán. - Dijo Bryan con seriedad: - Es por eso que quiero enviar a parte de nuestras tropas por turnos, para que por lo menos comiencen a despejar los caminos. No espero que se conviertan en albañiles de la noche a la mañana, pero algo es mejor que nada. Por otro lado… -
Se detuvo un instante y luego giró hacia Eumenes.
- Ya te he contado sobre la victoria en el Campo de Sangre. ¿Cuándo crees que las Ciudades Estado nos atacarán, si es que buscan venganza? -
Eumenes cerró los ojos unos segundos, calculando mentalmente cada factor. El ambiente en la tienda se tornó tenso.
- Ilión está lejos y gran parte de su poder militar depende de la contratación de mercenarios. Considerando sus pérdidas recientes, dudo que se apresuren a invertir los recursos necesarios para atacarnos. Necesitarían máquinas de asedio y una larga cadena de suministros, lo cual no es fácil de organizar. En cuanto a Helénica, mientras Elena Teia siga siendo nuestra "huésped", no creo que hagan nada. El verdadero problema es Micénica. Son la ciudad más poderosa, y tu victoria ha herido su prestigio. Sin embargo, tras las pérdidas que han sufrido (aunque solo hayan sido sus pueblos vasallos), no podrán organizar una gran campaña a corto plazo. Creo que tenemos un buen margen de tiempo, quizá medio año, antes de que puedan pensar en devolverte el golpe. Pero incluso entonces, habrá que ver cómo deciden atacar. -
- Es una excelente noticia. - Asintió Bryan, desplegando rápidamente un mapa de la provincia sobre el escritorio para que todos pudiesen verlo: - Eso nos da tiempo para reforzar la seguridad interna. Eumenes, quiero que organices a nuestros hombres por turnos para que custodien la carretera. De momento estamos cortos de caballos, así que tendrás que ser creativo, pero necesito que esos caminos sean constantemente vigilados a cualquier precio, sin comprometer el número de defensores aquí. -
- Podemos construir plataformas de madera cada quinientos metros, vigiladas por tres o cuatro hombres en cada una. - Respondió Eumenes de inmediato. - Estos hombres usarán señales con banderas durante el día y fuego por la noche para comunicarse. Si ven algo sospechoso, como bandidos preparando una emboscada, podrán transmitir rápidamente la información a la torre más cercana, y así el mensaje viajará de plataforma en plataforma hasta llegar a la Fortaleza. Así podremos enviar refuerzos de inmediato. -
- ¡Eso es perfecto! Comienza a organizarlo hoy mismo. - Ordenó Bryan.
Eumenes asintió con determinación.
- El segundo asunto urgente que debemos tratar hoy mismo es el fortalecimiento de nuestras tropas. - Continuó Bryan: - En Odisea dejamos una buena cantidad de armas y armaduras que ahora podemos traer, gracias a que las principales bandas criminales han sido exterminadas. Eso resolverá, al menos temporalmente, el problema del equipamiento deteriorado -
- ¡Eso será excelente! - Exclamó Marcio: - Hasta ahora no puedo entrenarlos adecuadamente porque su equipamiento es demasiado obsoleto. -
- Precisamente del entrenamiento quería hablarles. -
Bryan se volvió hacia Cayo Valerio y Sexto Rufo, con un tono serio y directo:
- Nuestros hombres son demasiado débiles. - Sentenció sin rodeos, mirando a ambos oficiales. Luego se dirigió al resto: - Y no me refiero sólo a los soldados. Los Centuriones y los oficiales también son demasiado débiles.
Todos guardaron un silencio sepulcral.
- Ya han visto el tipo de enemigos a los que nos enfrentamos. - Continuó Bryan con severidad: - La próxima vez no los tomaremos por sorpresa como en el Campo de Sangre. Así que necesito que todos los oficiales, como mínimo, se conviertan en Maestros de Espada. -
Aquella afirmación cayó como un balde de agua fría para todos, excepto para Eumenes, quien ya había alcanzado ese nivel.
- He sido Caballero Veterano por mucho tiempo, y estoy cerca de alcanzar ese rango, pero no puedo forzarlo. - Comentó Marcio. Sin embargo, se dio cuenta de que no podía simplemente decirle al general que no era capaz de hacerlo. No tenía que mentir, pero como Tribuno y oficial de élite de la Legión, incluso frente a lo imposible, lo correcto era proponer una alternativa: - Existe una teoría de que entrenar mientras se está privado de uno de los sentidos puede ayudar a desarrollar más rápidamente el Aura de Batalla. Quizá, si entreno con los ojos vendados, mientras los soldados me atacan… -
- Tengo una idea mejor. - Dijo Bryan, asintiendo: - De hecho, planeo cazar dos linces en el mismo bosque y solucionar el mayor problema de nuestro ejército. -
No hacía falta que lo dijese en voz alta: la mayor debilidad de las Legiones V y VI era la ausencia de Triarios. La falta de caballería ya era preocupante, pero no contar con estos guerreros de élite, la columna vertebral de las legiones, era casi una sentencia de muerte. Los Triarios no solo representaban la fuerza con mayor capacidad ofensiva en una legión; eran la carta decisiva, los que aseguraban la victoria cuando todo estaba en juego, apareciendo en el momento exacto para inclinar la balanza, ya fuera dando el golpe de gracia o para romper un empate en la batalla. Sin ellos, las legiones quedaban peligrosamente expuestas, especialmente ante los etolios, que dominaban los terrenos montañosos, donde la infantería decidía el curso de la batalla.
Este era un tema que los hombres de las Legiones V y VI evitaban discutir por el dolor y la vergüenza que les provocaba. Generalmente, los Triarios eran aristócratas con el rango de Caballero de la Tierra, así que tenían un gran orgullo y sentido del deber. Por eso, en el caso de que una batalla estuviese irremediablemente perdida, tenían la misión de sacrificarse resistiendo hasta el final para dar tiempo al resto de las legiones de retirarse ordenadamente.
Y durante el Desastre Militar que llevó al destierro de las Legiones Malditas, los Triarios cumplieron su deber con heroísmo, luchando hasta el último aliento a pesar de la desventaja abrumadora. Casi todos perecieron, y los pocos que sobrevivieron fueron perdonados únicamente debido a su estatus.
Lo que más atormentaba a los legionarios era recordar cómo los Triarios, aun sabiendo que enfrentaban una muerte segura, no cedieron al miedo y combatieron con honor, entregando sus vidas por sus compañeros. Mientras tanto, el resto de las legiones, presas del pánico, se desmoronaron. Huyeron cobardemente de forma desordenada, solo para caer en las emboscadas que los bárbaros habían preparado entre los árboles. Aunque algunos oficiales lograron conservar la calma y salvar a cuantos pudieron, al final, solo quedaron fragmentos dispersos de lo que una vez fueron seis imponentes legiones.
Por eso, nadie se atrevía a mencionar a los antiguos Triarios, ni a sugerir la posibilidad de elegir nuevos para ocupar su lugar. Todos sentían que habían traicionado el sacrificio de aquellos que murieron para darles la oportunidad de vivir.
Sin embargo, las cosas no podían continuar de aquella manera.
- Necesitamos Triarios, y los tendremos. - Dijo Bryan, dirigiéndose especialmente a los centuriones con un tono imperativo, buscando disipar los oscuros pensamientos que se apoderaban de sus mentes como nubes de tormenta: - Para ello, he diseñado un programa especial de entrenamiento. Hoy los he reunido para escuchar lo que piensan al respecto. -
Bryan empezó a detallar su plan, basado en su experiencia de supervivencia en el Bosque Oscuro, las enseñanzas de Cyrano Constantino y las teorías que había discutido con los alquimistas. Al terminar, el silencio se apoderó de la sala. Todos meditaban sobre lo que acababan de escuchar. No sería fácil. El programa implicaba un esfuerzo descomunal y el riesgo de muerte, incluso para los oficiales. Pero si funcionaba, transformaría el destino de las legiones y la vida de todos ellos.
Finalmente, todas las miradas se dirigieron hacia el más brillante del grupo, esperando su veredicto. Fue Bryan quien rompió el silencio.
- Dime, Eumenes, ¿crees que funcionará? -
La expresión de Eumenes de Cardia era un enigma indescifrable, y los segundos que se tomó en responder parecieron eternos.
- No puedo asegurarlo con certeza, ya que algunos aspectos, como la alquimia, están lejos de mi especialidad. - Comenzó, eligiendo cuidadosamente sus palabras: - Pero creo que vale la pena intentarlo. Las posibles recompensas superan el riesgo que enfrentaríamos si nos lanzamos a una batalla directa contra los etolios sin Triarios. -
- En ese caso, mi general. - Dijo Cayo Valerio, dando un paso al frente: - Quiero ofrecerme como voluntario para intentarlo. -
- Yo también. - Añadió Sexto Rufo, con firmeza: - Mi general, hemos vuelto a ser legionarios gracias a usted, y haremos lo que sea necesario para servirle mejor. -
Bryan no pudo evitar sonreír, conmovido por la lealtad de sus hombres, y asintió lentamente.
- Entonces, está decidido. - Dijo finalmente: - Anuncien hoy mismo a los legionarios que comenzaremos la selección de nuestras nuevas tropas de élite. Incluso los Primeros Centuriones participarán. En cuanto a los oficiales, esperaremos el regreso de Silano, y luego daremos inicio al experimento. -
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Inicialmente, cuando se anunció que habría pruebas para seleccionar a nuevos Triarios, la mayoría de los legionarios ni siquiera consideró la posibilidad de participar. La vergüenza todavía pesaba en sus mentes. Naturalmente todos sabían que necesitaban tropas de élite, pero, quizá en el fondo, creían que Itálica eventualmente les enviaría dos nuevos Manípulos. ¡Qué esperanza tan ingenua! La V y la VI legiones eran dos unidades olvidadas en la frontera, manchadas por la deshonra de la cobardía y la derrota. Para empeorar la situación, los legionarios se habían entregado al malvivir durante demasiado tiempo, y solo en los últimos meses comenzaban a recordar lo que significaba ser soldados. Itálica ni siquiera deseaba enviarles comida, mucho menos tropas de élite. Si algún aristócrata acababa llegando sería como castigo, nunca de forma voluntaria. Al menos, por ahora.
Sin embargo, a veces, de forma inesperada, las peores cualidades de una persona pueden llegar a tener efectos positivos o, al menos, útiles. En esta ocasión, los restos de ese comportamiento vil y descarado que los legionarios de la V y la VI habían cultivado durante tanto tiempo entraron en acción. No es fácil cambiar los hábitos. Tal como Bryan había previsto, tras unos días, los legionarios empezaron a imaginar los posibles beneficios de convertirse en Triarios, y muy pronto la culpa fue reemplazada por la ambición. Después de todo, la mayoría eran personas de muy baja alcurnia o sin ninguna; esta era, en cierto modo, la única oportunidad que tendrían en sus vidas para obtener un puesto militar que, de otro modo, jamás habrían podido alcanzar, ya que ese rango solía estar reservado para los hijos de la Alta Nobleza, quienes, además, se contaban entre los mejores de su clase.
El día señalado, Bryan anunció que todos los candidatos tendrían que someterse a un entrenamiento especial antes siquiera de comenzar las pruebas de selección, y que él mismo se encargaría de supervisarlos personalmente. Esto último no era para nada habitual, pero el general ya había demostrado ser bastante singular en su forma de proceder, por lo que ninguno de los participantes le dio demasiada importancia.
Sin embargo, unos meses después, en Valderán nacería el siguiente dicho: “Es mejor pasar un mes en los abismos infernales del Tártaro que tener al Procónsul Bryan a cargo de tu entrenamiento.”
Si el Centurión Instructor de Druso y Bryan hubiese estado presente, incluso él habría pensado que la formación era demasiado estricta. Pero no había muchas opciones. Bryan necesitaba que sus hombres fueran capaces de cubrir todo su cuerpo con Aura de Batalla, y solo había tres formas de lograrlo.
La primera era contar con el respaldo de una familia aristócrata que los educara como guerreros desde la infancia, incluso desde el momento en que daban sus primeros pasos. Durante este periodo de formación, la familia les proporcionaría una nutrición especial, recursos únicos y técnicas ancestrales transmitidas de generación en generación por las mejores familias patricias. Al final, los más destacados entre ellos lograban convertirse en Caballeros de la Tierra.
Pero los candidatos de Bryan eran un montón de malparidos y bastardos, y en el mejor de los casos, aristócratas de ramas secundarias. Así que ese método estaba completamente descartado.
La segunda opción era haber nacido con un talento natural superlativo, como la propia Phoebe o el espadachín Marcus. Si se descubría a tiempo, uno podía desarrollar esta cualidad innata mediante un entrenamiento especializado, siempre que tuviera la suerte de contar con un buen maestro. Así surgían los Maestros de Espadas.
Pero si alguno de sus hombres tenía ese talento, lo ocultaba muy bien. Además, aunque Bryan podía entrenarlos en esgrima, no era un experto en energía interna. Por lo tanto, ese método también quedaba descartado.
Solo quedaba un último método, el mismo que utilizó Trunks (y también el propio Bryan, en cierto modo) para llegar a ser tan poderoso: llevar el cuerpo al límite entre la vida y la muerte para aprender a usar el Aura de Batalla por puro instinto, mientras empleaban métodos alternativos para acelerar su desarrollo.
Ese fue el método elegido.
- Dejemos algo bien claro. - Les dijo Bryan el primer día: - Todos ustedes son basura y siempre han sido basura. Ser un desperdicio está tallado en la mismísima esencia de su ser. No tienen ninguna oportunidad de ser más de lo que son, a menos que lleven su cuerpo al límite. Así que, desde este momento, deben asumir lo siguiente: van a convertirse en Triarios o morirán en el intento. No hay otra opción. -
Los legionarios asintieron con firmeza, aunque no se tomaron demasiado en serio las palabras de Bryan. Después de todo, ya habían escuchado y vivido algo similar bajo el entrenamiento de Marcio, cuando él los obligó a recuperar la disciplina de un soldado. Además, la reciente admiración que sentían por su general impulsaba su deseo de obedecer y destacarse en su presencia. Nadie podía cuestionar su poder después de verlo luchar solo contra tantos bárbaros y derrotar a Elena Teia.
- Van a dividirse en cuatro Manípulos. Cada uno debe tener un Primer y un Segundo Centurión, que actuarán como sus comandante y vicecomandante, respectivamente. Ustedes decidirán cómo organizarse, pero los quiero listos en menos de diez minutos. ¡¿Entendido?! - Tronó Bryan.
- ¡Entendido, Procónsul! - Respondieron los candidatos a Triarios con entusiasmo, mientras se apresuraban a organizarse. Como dicta la costumbre militar itálica, los más veteranos entre ellos fueron elegidos como líderes. Los ocho legionarios seleccionados como Centuriones se sintieron orgullosos de ser elegidos, pero su felicidad duró poco.
- Ya que están listos, anunciaré las reglas del entrenamiento para ser Triarios. - Les dijo Bryan con una mirada fría que les heló la sangre: - Primero que nada, ninguno de ustedes está exento de la práctica matutina con el Tribuno Marcio, porque deben dominar las formaciones militares de la legión a la perfección.
Pero al atardecer, en lugar de ayudar con la reconstrucción de la fortaleza o participar en las marchas forzadas, tendrán un segundo entrenamiento, diseñado específicamente por mí, para fortalecerlos individualmente. Aquel que viole esta orden será ejecutado sin excepción. -
Bryan hizo un gesto con la mano, simulando que cortaba la cabeza de alguien para dejarles saber a todos que no estaba bromeando, antes de continuar:
- ¡Todos deben llegar a tiempo al entrenamiento! Cualquier persona que se atreva a llegar tarde será ejecutada. ¡Cualquiera que se atreva a expresar descontento, será ejecutado! ¡Cualquiera que desobedezca, será ejecutado!
En cuanto a la autoridad de sus Centuriones, recuerden que ustedes mismos los han elegido, así que deberán obedecerlos y seguir sus órdenes como si fueran las mías. ¡Cualquiera que los desobedezca o muestre la más mínima falta de respeto será ejecutado! -
El Procónsul hizo una pausa momentánea para que todos tuviesen tiempo de asumir todo el peso de sus palabras. Vio cómo algunos tragaban saliva, sus rostros pálidos reflejaban el miedo que comenzaba a apoderarse de ellos. Las miradas de determinación inicial se desvanecían, reemplazadas por ojos inquietos y manos temblorosas.
- Demás está decir que no aceptaré la renuncia de nadie llegado a este punto - Les aclaró Bryan con una sonrisa maliciosa. - Es vencer o morir a partir de ahora, para todos ustedes. Lo quieran o no. -
Esto provocó nuevas reacciones nerviosas entre los legionarios, muchos de los cuales estaban a punto de retractarse. Gracias a la Astro Proyección, Bryan sabía quiénes eran y les lanzó una mirada afilada justo cuando iban a abrir la boca, silenciándolos de inmediato.
- Además, desde este momento, consideren a los otros Manípulos de Triarios como sus rivales. En tres días, habrá una competencia entre los cuatro grupos, la cual se repetirá cada quince días. Esta vez será un simple duelo, con y sin armas, pero en el futuro podrían ser misiones específicas o pruebas inesperadas. -
Los legionarios ahora escuchaban cada una de sus palabras, conscientes de que sus vidas estarían en juego si cometían algún error. Viendo que tenía la atención de todos, Bryan les dijo la siguiente pieza importante de su plan de entrenamiento:
- Los miembros del Manípulo que quede en último lugar deberán limpiar las letrinas de los otros grupos hasta la siguiente competición. Y los Centuriones del grupo que pierda tres veces seguidas tendrán que desnudarse frente a todos para que el resto de los Triarios les arroje tierra y agua hasta cubrirlos por completo. Con ese "traje de barro", deberán correr diez vueltas alrededor de toda la fortaleza. No duden que haré que todos los legionarios se suban a los muros ese día para que contemplen su vergüenza.
¿Está claro? - Finalizó Bryan.
¡Silencio! Nadie podía o quería responder por lo impactados que habían quedado ante las implicaciones de lo que significaba perder. La idea de tener que limpiar las letrinas de todos sus compañeros, una tarea denigrante que generalmente realizaban los esclavos, era aterradora.
Pero más aterrador aún era el destino de los Centuriones. Apenas habían tenido tiempo de disfrutar la alegría de ser promovidos, cuando de repente recibieron una carga que se sentía tan pesada como el cielo. Ya podían imaginar las burlas y carcajadas de toda la legión si llegaban a correr desnudos y cubiertos de barro alrededor de la fortaleza.
- Pregunté si han entendido. ¡¿Acaso son sordos además de inútiles?! - Gritó Bryan de forma imponente.
- ¡Hemos comprendido, Procónsul! - Rugieron todos al unísono.
- En cuanto al entrenamiento, para serles sincero, no tengo la menor idea de qué hacer, ya que no soy ni Caballero ni Espadachín. Al menos por ahora. - Admitió Bryan encogiéndose de hombros: - Así que los ejercicios serán decididos por sus Centuriones. Solo tengo una condición: debe ser una rutina tres veces más intensa que la que les exige el Tribuno Marcio por la mañana. -
¡Tres veces más! gritaron todos en sus mentes. Lo que Marcio ya les forzaba a hacer les parecía brutalmente estricto. ¡Y ahora el Procónsul Bryan exigía el triple! El veterano Tribuno les había vuelto a inculcar la disciplina militar en todos los aspectos de sus vidas, incluso imponiendo tiempos límite para cosas tan básicas como comer o ir al baño, castigando con la muerte a quien se retrasase.
- De momento, no me interesa saber ninguno de sus nombres. ¡Eso tendrá que esperar medio año, si es que sobreviven hasta entonces! Pero no les quepa duda de que, al final, solo los fuertes permanecerán con vida. Nadie se atreverá a dudar que merecen ser llamados Triarios. Sin embargo, ahora mismo, ninguno de ustedes cumple con las condiciones.
Si superan mis pruebas, les prometo que lo serán. En cambio, aquellos que no puedan... bueno, no tiene sentido hablar de basura muerta. -
Y así comenzó su nueva y tortuosa existencia en el camino hacia la gloria.
Mientras que en las mañanas toda la legión recibía el entrenamiento más duro que Marcio conocía, por las tardes Bryan se llevaba a los escogidos fuera de la fortaleza para entrenar con ellos en privado. Él mismo participaba en todos los ejercicios, asegurándose de aumentar la intensidad periódicamente. Además, quería dejar claro que su general estaba dispuesto a pasar las mismas penurias que ellos.
Tres días después, se celebró el primer torneo, y el Manípulo perdedor tuvo que sufrir el castigo. Quince días después, el patrón se repitió.
A medida que las semanas avanzaban, el entrenamiento se volvía cada vez más brutal. Ya no solo era la resistencia física lo que Bryan exigía de sus hombres; también quería quebrar sus mentes, eliminar cualquier vestigio de duda o temor. Los días transcurrían en interminables circuitos de combate cuerpo a cuerpo, carreras con peso bajo el sol abrasador, y ejercicios que dejaban a más de uno al borde del desmayo. Los legionarios comenzaron a comprender que no era solo su fuerza física la que estaba en juego, sino su capacidad de resistir el dolor, el hambre y el agotamiento.
Un mes después, Bryan decidió que había llegado el momento de llevarlos al límite de verdad.
- A partir de mañana. - Les anunció con su característica frialdad: - Comenzarán una nueva fase del entrenamiento. Ya no estarán bajo mi supervisión constante, pero eso no significa que las exigencias disminuyan. Se dividirán en pequeños grupos de no más de diez legionarios y tendrán que sobrevivir durante diez días en las montañas de la cordillera de Etolia, evitando la detección de nuestros enemigos, para conseguir la mayor cantidad de cabezas de Ortro, los lobos con dos cabezas. Solo se les permitirá llevar la comida que puedan cargar en sus mochilas, y, al finalizar, los equipos serán evaluados según su rendimiento. Los que no cumplan mis expectativas… ya conocen las consecuencias. -
Los hombres intercambiaron miradas llenas de tensión. Sobrevivir en la cordillera no era un desafío menor; los acantilados escarpados y los desfiladeros traicioneros no perdonaban el más mínimo error. Las montañas, envueltas en niebla y dominadas por el frío, no solo eran peligrosas por sus elementos naturales, sino que también eran territorio enemigo. Sin embargo, Bryan no les dio tiempo para procesar el miedo.
- El propósito de este ejercicio. - Continuó Bryan: - Es demostrar su liderazgo, iniciativa y adaptabilidad en situaciones críticas. No quiero ver a nadie escondiéndose detrás de los demás. Como Triarios, deben ser autosuficientes y capaces de enfrentar cualquier desafío sin depender de una gran unidad. -
Al día siguiente, bajo la pálida luz del amanecer, los aspirantes a Triarios se dispersaron en pequeños grupos, adentrándose en las escarpadas montañas de la cordillera de Etolia. El paisaje era imponente, dominado por cumbres rocosas y valles profundos cubiertos por una neblina que parecía eterna. El eco de sus pasos resonaba sobre el suelo cubierto de piedras y musgo, mientras el viento traía consigo el aroma de los pinos y las plantas silvestres. Sabían que, además de la naturaleza hostil, tendrían que lidiar con otro peligro: los ojos vigilantes de los pobladores de las ciudades-estado etolias, siempre al acecho.
Durante el día, los grupos avanzaban con una precaución extrema. Se refugiaban en las cuevas y grietas de los acantilados, evitando ser vistos por los pastores o cazadores, quienes podrían dar aviso a la Liga Etolia. Cualquiera de las siete ciudades que la lideraban reaccionarían con brutalidad si descubrían a cualquier intruso en sus tierras, especialmente esas tres que tenían un motivo personal para guardarles rencor. Para sobrevivir, debían mantenerse invisibles.
El primer día, el hambre y el frío comenzaron a hacer mella en sus cuerpos. El terreno abrupto dificultaba encontrar alimento. Algunos grupos intentaron cazar las pequeñas criaturas que habitaban los bosques, pero pronto descubrieron que los animales no eran su única preocupación. Serpientes aladas, conocidas como Drakilones, cazaban desde lo alto, camuflándose entre las rocas y lanzándose en picado sobre sus presas. Estos reptiles, con sus ojos brillantes y piel escamosa, no se atrevían a acercarse a un ejército completo, pero eran un peligro constante para quienes se movían en pequeños grupos. Sus colmillos venenosos podrían matar en cuestión de minutos si no se trataba la herida con rapidez.
Durante la noche, los legionarios avanzaban en silencio, deslizándose entre las sombras. Las antorchas apenas brillaban, lo suficiente para iluminar el estrecho camino sin atraer la atención. Encender una fogata no era una opción, pues una llama visible desde la distancia podría significar el final de la misión. El frío de la cordillera helaba hasta los huesos, pero detenerse era impensable, sobre todo porque su presa no les concedería la más mínima oportunidad.
El Ortro era una bestia imponente, de cuerpo musculoso y ágil, cubierta por un pelaje oscuro y espeso, ideal para camuflarse en la noche. Poseía dos cabezas feroces, cada una con ojos brillantes y penetrantes, capaces de ver en la oscuridad. Sus mandíbulas eran poderosas, lo suficiente para destrozar huesos con facilidad, y su saliva era venenosa, lo que la convertía en una criatura aún más letal.
Durante el día, estas bestias habitaban en cuevas y cañones de la cordillera, donde se sentían cómodos. Pero al caer el crepúsculo, salían a cazar. Eran extremadamente territoriales; Cuando dos ejemplares se encontraban, comenzaban a luchar inmediatamente. Esta era, en realidad, la mejor manera de cazarlos: atraerlos con astucia para que se enfrenten entre ellos, y luego rematarlos. Sin embargo, lograrlo era muy difícil, ya que no eran criaturas estúpidas ni cooperativas.
Al final, los legionarios no tuvieron más remedio que cazarlos uno por uno. Después de todo, el tiempo era limitado; cada día que pasaba aumentaba el riesgo de ser descubiertos por los etolios, y además Bryan había impuesto una fecha límite.
Uno de los grupos se encontró con su primer Ortro cerca de un despeñadero. Lo avistaron a lo lejos, vigilante con sus dos cabezas, y supieron que no tendrían una segunda oportunidad. Sin otra opción, se dividieron para rodearlo en completo silencio, esperando el momento justo para atacar. Sin embargo, el Ortro, al percibir su presencia, reaccionó con una velocidad inesperada. Saltó entre las rocas y desgarró a uno de los hombres con un golpe brutal de sus colmillos.
La batalla fue feroz. Mientras uno de los hombres intentaba mantener a raya con una lanza, los otros trataban de flanquearlo, pero las dos cabezas de la bestia dificultaban cualquier ataque directo. Finalmente, tras lo que parecieron horas, lograron abatirlo, y el grupo exhaló un suspiro de alivio. Aun así, la adrenalina no les permitió celebrar: sabían que había más Ortros que cazar y que el tiempo corría en su contra. Cada minuto perdido podía marcar la diferencia entre volver como vencedores o fracasar en su misión.
En las noches siguientes, los grupos se enfrentaron a la misma rutina peligrosa. La caza del Ortro no solo agotaba sus cuerpos, sino que también comenzaba a quebrar la mente de los más débiles. La tensión entre los hombres aumentaba a medida que las bestias se volvían más difíciles de rastrear, y las disputas sobre las decisiones tácticas se hacían inevitables. Aun así, comprendían que no podían permitirse un solo error: no cazar suficientes cabezas sería una deshonra para todos.
A pesar de los peligros, algunos grupos lograron destacarse, capturando varios Ortros y regresando a la fortaleza con las cabezas como trofeos. Otros, menos afortunados, volvieron heridos, exhaustos y, en algunos casos, con las manos vacías. Pero todos sabían que la verdadera prueba aún no había terminado.
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EN LAS MIL CAVERNAS DEL MONTE ORDAS:
- ¿Desde cuándo? - Preguntó Cándido, dándole la espalda a su interlocutor. Sus manos, entrelazadas a la espalda, denotaban una calma inquietante. Sin embargo, su tono de voz contenía una frialdad que helaba la sangre, provocando un escalofrío en el agente.
- No lo sé. - Respondió el hombre, la voz temblorosa.
Se encontraban en el despacho del Gran Maestre, quien en ese momento parecía estar leyendo una serie de documentos desplegados sobre su escritorio. Detrás de Cándido, arrodillado en el suelo, aguardaba un agente de la División del Sol Oscuro. Se le había encomendado una misión de máxima importancia en virtud de su rango dentro de la organización, el cual estaba justificado por sus grandes habilidades; de hecho, era un individuo bastante poderoso. Pero en ese momento, su presencia parecía disminuida, como un niño a punto de ser castigado por su padre.
De repente, Cándido se dio la vuelta, con las manos sujetas a la espalda. No era un gesto violento, pero el ambiente en la habitación pareció oscurecerse, como si las sombras mismas respondieran a su voluntad. Era un preludio siniestro, una advertencia de que algo terrible estaba por suceder. El agente sintió cómo el frío se colaba por su espina dorsal. Incapaz de sostener la mirada del Gran Maestre, bajó los ojos, consumido por un miedo que le carcomía las entrañas.
- Voy a volver a preguntar. - Señaló Cándido, con una expresión que se volvía más aterradora por momentos: - Y esta vez espero una mejor respuesta que “No lo sé”. - Dio un paso hacia adelante: - Entonces, ¿desde cuándo? -
- ¡No lo...! Unas semanas ¡Tal vez un mes! Los mensajes se detuvieron abruptamente, pero nunca pensé. -
- ¡¿“No pensaste”?! - Gritó Cándido furioso: - ¡Por supuesto que “no pensaste”! ¡Si hubieras pensado, no te habrías demorado tanto en informarme que uno de nuestros mejores Ejecutores Imperiales ha dejado de comunicarse y ha desaparecido sin dejar rastro! ¡Y precisamente el que enviamos en una misión que involucra al Primer Príncipe Imperial! -
El hombre casi se desmayó ante la poderosa ráfaga de magia que Cándido estaba emitiendo con la sola fuerza de su voz. Era bien sabido que el Primer Príncipe Lucio era un fanático de la batalla en un grado extremo. No solo disfrutaba luchar, sino que se deleitaba en infligir la mayor cantidad de dolor a sus enemigos. En lugar de resolver disputas políticas con debate, prefería arreglar todas las diferencias mediante combates a muerte, como los bárbaros que despreciaba. Esta brutalidad lo convertía en un desastre como candidato al trono, pero su locura todavía tenía un lado útil que podía ser “positivo” en las situaciones específicas y todavía se encontraba dentro de un rango manejable.
Sin embargo, de repente el comportamiento de Lucio comenzó a desbordarse, desencadenando una serie de incidentes sangrientos sin motivo aparente. El episodio en Brucora fue un ejemplo claro. El Manto Oscuro se interesó de inmediato y recopiló informes de sus espías, descubriendo que el caos coincidía con la aparición de un misterioso hombre extranjero en el círculo de amigos de Lucio. Sin embargo, la información sobre este individuo era escasa. No había detalles sobre su apariencia, origen o propósito.
Esto alarmó de inmediato al Manto Oscuro, que intensificó su investigación sobre el misterioso individuo. Sin embargo, sus espías comenzaron a desaparecer sin enviar ningún informe de regreso. Todo parecía indicar que esta persona debía estar respaldada por una potencia extranjera o al menos por una organización poderosa. Y siendo Cándido el principal encargado del contraespionaje en el Imperio Itálico, decidió actuar con rapidez. Envió a uno de los mejores Ejecutores a su servicio, un Gran Maestro de Espadas, con la misión de eliminar a este enigmático enemigo.
No obstante, algunos en la organización consideraron que la respuesta de Cándido era excesiva. Argumentaron que podría interpretarse como una intromisión del Manto Oscuro en la batalla por la sucesión, algo que debía evitarse a toda costa. Además, la mayoría creía que enviar a un Ejecutor para lidiar con un desconocido era como usar un ejército para atacar una aldea desprotegida. En su opinión, lo más apropiado sería enviar agentes de la División de la Luna Oscura para manejar la amenaza. Sin embargo, el Gran Maestre se mantuvo firme en su decisión de enviar al Ejecutor, y aquellos que dudaban suspiraron resignados.
El agente del Sol Oscuro que se encontraba en el despacho de Cándido era el encargado de supervisar la misión de eliminación. Aunque Cándido le había advertido que la misión era de máxima importancia y requería una vigilancia especial, el agente estaba tan confiado en que el Ejecutor resolvería la situación que descuidó el hecho de que este había dejado de reportarse. La falta de comunicación no levantó sospechas inmediatas, ya que los Ejecutores, siendo los agentes más autónomos del Manto Oscuro, operaban con una considerable independencia. Además, el agente enfrentó una serie de problemas personales que lo distrajeron del asunto. Cuando finalmente se percató de la emergencia, ya había transcurrido un tiempo valioso.
Desesperado, el agente Sol Oscuro utilizó todos los recursos a su disposición en un esfuerzo frenético por contactar al Ejecutor antes de que el Gran Maestre le preguntara. Sin embargo, todos sus intentos resultaron en vano. Al final, se hizo evidente que había cometido un grave error y que el Ejecutor probablemente estaba muerto o, en el peor de los casos, había desertado. Con el corazón encogido, decidió finalmente informar al Gran Maestre.
- Ahora mismo organizarás una nueva red de información para averiguar el paradero del Primer Príncipe y el destino de nuestro Ejecutor. - Ordenó Cándido, enfatizando cada palabra para dejar claro que no toleraría otro descuido: - ¡Y lo vas a hacer ahora mismo! -
El agente del Sol Oscuro se precipitó fuera del despacho, sabiendo que, si esta vez no cumplía con su misión, probablemente sufriría una muerte dolorosa.
Mientras tanto Cándido se dejó caer en su silla detrás del escritorio, y se llevó una mano a la sien, como si el peso de la situación le causara un dolor de cabeza. La furia inicial había dado paso a una fría reflexión. Se preguntó si debía dar un ejemplo contundente y eliminar al agente por su incompetencia, pero pronto descartó la idea. Aunque el hombre había fallado esta vez, en general era muy útil. Además, el Gran Maestre admitía en su interior que parte de la culpa recaía en él mismo; había confiado demasiado en que el Ejecutor cumpliría la misión sin fallos, sin vigilar de cerca el progreso.
Mientras Cándido meditaba sobre quién podría ser el misterioso hombre y su relación con la desaparición del Primer Príncipe, un mensajero irrumpió en el despacho, sosteniendo una carta. El recién llegado se inclinó, entregándole el mensaje con una expresión de urgencia.
Cándido tomó la carta y comenzó a leer su contenido. Su rostro pasó de la incredulidad a una auténtica sonrisa de asombro. Levantando la vista, se dirigió al mensajero:
- ¿Puedes confirmar el contenido de esta carta? -
- Sí, mi señor. - Respondió el mensajero, con una expresión de seguridad: - El documento lleva el sello oficial de nuestros espías, y yo también puedo dar fe de su veracidad, pues presencié personalmente los eventos descritos. -
Cándido volvió a leer el informe y no pudo evitar soltar una carcajada.
- ¿En serio derrotó a tres ejércitos de la Liga Etolia tomándolos por sorpresa? - Exclamó.
La carta contenía el informe de Bryan, detallando su impresionante victoria en el Campo de Sangre. Esta vez Cándido estaba genuinamente asombrado. Sabía que su joven protegido no moriría en Valderán como todos esperaban, sino que mostraría resultados impresionantes. Sin embargo, lo que acababa de leer excedía con mucho sus estimaciones más optimistas.
- Mi señor… - Dijo entonces el mensajero con tono de duda: - El agente Bryan también ha capturado a Elena Teia y la tiene como prisionera. Sin embargo, en el informe oficial que envió al Senado no menciona nada sobre esto. -
Era comprensible que el mensajero dudara; ocultar información sobre la captura de un gobernante enemigo no era nada trivial. Sin embargo, Cándido le restó importancia con un gesto de la mano.
- Me lo ha informado a mí, que es equivalente a informarle directamente al emperador. Así que no hay problema. - Dijo el Gran Maestre, señalando una hoja donde Bryan había detallado claramente aquella situación: - Su decisión es la correcta desde un punto de vista táctico. -
- ¡Pero omitir información al Senado...! -
- Si se los revela, las facciones del Primer y Segundo Príncipe insistirán en que Elena Teia sea enviada a Itálica para ser ejecutada. Nunca permitirán que Bryan aumente su reputación llevando consigo a esa mujer cuando regrese triunfalmente. - Explicó Cándido: - Pero si lo hiciera, se enemistaría con una criatura inmortal. En realidad, nosotros somos parcialmente responsables de esta situación. ¿Cómo es posible que nadie supiera que la ciudad de Helénica tenía un Fénix hembra como bestia protectora? ¡Voy a organizar una llamada de atención para la división de Cecilia! ¡Ella debería haber conseguido esta información! -
- No es posible evitarlo, la Dama Cecilia está completamente concentrada en los asuntos de la Alianza Mercante de Tiro. - Dijo el mensajero.
- Eso no es excusa. - Lo interrumpió Cándido con un tono mordaz. Estaba a punto de seguir con la discusión sobre los próximos pasos cuando, de repente, un desagradable presentimiento lo invadió. Con una expresión de sospecha, el Gran Maestre preguntó:
- ¿Cómo es Elena Teia? -
- A primera vista, es muy joven... casi parece una niña. - El mensajero vaciló por un momento, como si estuviera buscando las palabras adecuadas: - Pero no se deje engañar por su apariencia. Elena Teia es una Archimaga terriblemente poderosa. La forma en que Bryan logró capturarla es un misterio para mí. Su habilidad es impresionante, y su temperamento es tan ardiente como su magia. -
Cándido frunció el ceño, pero luego levantó una ceja antes de preguntar: - ¿Es hermosa? -
- Oh sí, mi señor. - Asintió el mensajero, con un tono lleno de admiración: - Elena Teia es extraordinariamente hermosa. Tiene el cabello rojo intenso, como llamas en movimiento, y unos ojos celestes que brillan con una intensidad que compite con el mismo cielo. Su piel, pálida y suave, contrasta de manera fascinante con su cabello y sus ojos. Hay algo profundamente seductor en su presencia; una mezcla de juventud, desafío y una sensualidad que resulta casi hipnótica. Aunque su aire desafiante puede ser intimidante, no se puede negar que su belleza tiene una cualidad arrebatadora. -
Estas palabras, que habrían provocado una sonrisa en cualquier otro hombre, sin importar su edad o clase, hicieron que la expresión de Cándido se tornara más agria, como si estuviera considerando una posibilidad complicada. Finalmente, el Gran Maestre expresó lo que sospechaba en forma de una pregunta directa.
- ¿Bryan ha tenido relaciones con ella?
- ¿Qué? - Preguntó el mensajero, sorprendido.
- ¡Te estoy preguntando si él ha tenido sexo con ella! - Exclamó Cándido, al mismo tiempo que volvía a revisar atentamente el informe de Bryan como si tratase de deducir algún significado oculto entre sus líneas.
- No lo creo… es decir, ¡por supuesto que no! - Respondió el mensajero, incapaz de entender lo que ocurría con el Gran Maestre.
- ¡¿Estás seguro?! - Insistió Cándido, esperanzado.
- Hubo rumores, pero… - Comenzó a decir el mensajero.
- ¡¿Rumores?! - Exclamó Cándido, llevándose una mano a la frente.
- ¡Habladurías entre la tropa! - Aclaró el mensajero rápidamente, confundido por el giro inesperado que estaba teniendo la conversación: - Nadie vio nada. Además, creo que el agente Bryan, con la reputación que tiene, es consciente del torbellino político que generaría si hiciese algo así. -
- ¡Tú no conoces a ese mujeriego! - Respondió Cándido, suspirando mientras sentía que el dolor de cabeza regresaba: - Hay que prepararnos para el peor de los escenarios e iniciar el papeleo correspondiente, así como los planes de contingencia. -
- ¡Seguro exageras! - Dijo el mensajero, intentando tranquilizar a Cándido.
- En absoluto. No sabes el tipo de mujeres que son amantes de Bryan. ¡Te juro que aún no comprendo cómo no ha sido apuñalado por ninguna de ellas! Podría crear una sección entera dentro del Manto Oscuro únicamente para vigilar y prevenir las consecuencias de sus aventuras amorosas. ¿Sabes qué? Tal vez realmente lo haga. -
Cándido se recostó contra el respaldo de su asiento, exhausto. Finalmente, decidió cambiar de tema, para alivio del mensajero.
- En cualquier caso, ahora mismo debemos aprovechar esta situación. El botín de Bryan llegará dentro de unos días, y necesitamos asegurarnos de que nadie se entere hasta el último momento, para que no tengan tiempo de planificar nada. También debemos evitar que ninguno de sus legionarios filtre información, ya sea de manera voluntaria o accidental, sobre Elena Teia y cualquier otro secreto que el Procónsul pueda tener. -
Entonces una sonrisa maléfica se formó en el rostro de Cándido.
- Ahora que lo pienso, esto me da una oportunidad para fastidiar a alguien que me desagrada profundamente. ¡Así es como voy a aliviar el estrés que siento! -
- ¿A qué se refiere? - Preguntó el mensajero, intrigado.
- Por un curioso giro del destino, el botín de Bryan debería llegar casi al mismo tiempo que Tiberio Claudio haga su propio desfile triunfal. Esto atraerá la atención de todas las facciones del Senado y me permitirá infligir un daño significativo a ese miserable. ¿Qué pasaría si la noticia de la gran victoria de Bryan y su espectacular botín se divulga justo al día siguiente del desfile del Gran Duque? ¿Qué crees que recordará más la población: la reconquista de Brucora o la heroica victoria del Procónsul contra nada menos que tres ejércitos en el Campo de Sangre? -
Con una sonrisa maléfica aún en su rostro, Cándido comenzó a convocar a todos sus asistentes para planificar los eventos futuros. Esa misma noche, se reunió con el emperador para discutir su estrategia.
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EN EL GREMIO MERCANTE DE BOOTZ:
- Ha llegado una carta del joven señor. - Anunció el fiel mayordomo al depositar una bandeja de plata sobre la mesa.
- ¡¿Bryan ha escrito?! - Exclamó Phoebe, con su voz cargada de emoción.
Hasta hacía un momento, Phoebe estaba desayunando con calma, exhibiendo la compostura de una perfecta señorita, distante como una princesa. Pero, en un abrir y cerrar de ojos, se transformó en una joven enamorada. De inmediato intentó reprimir su emoción para no llamar la atención de los sirvientes, pero fue en vano. Todos observaron con ternura mientras la joven leía la apasionada carta que su amado le había enviado desde el campo de batalla. La misiva también contenía referencias bastante intensas sobre lo que Bryan pretendía hacer con ella, o mejor dicho, a ella, cuando se reencontraran. En varias ocasiones, su rostro se tornó intensamente rojo mientras leía.
Los miembros femeninos del personal de servicio, siempre ansiosas por cualquier noticia relacionada con el romance, estaban preparadas para asediar a su ama con preguntas. El viejo mayordomo se disponía a interceptarlas y evitar que molestaran a su joven señora, cuando de repente, la expresión de Phoebe cambió por completo, transformándose en la mirada afilada de un comerciante a punto de cerrar un gran negocio.
- ¿Ocurre algo? - Preguntó el mayordomo, preocupado.
- Bryan, Bryan, cómo te amo. - Susurró Phoebe, sin responder a la pregunta.
En el segundo mensaje de Bryan, le informaba sobre sus planes para la presentación del botín de guerra cuando este ingresara en la ciudad y para generar el mayor impacto posible, solicitaba la ayuda del Gremio Mercante de Bootz. Aunque Bryan podría haber pedido este favor aprovechándose del amor que Phoebe le profesaba, en lugar de eso, le estaba enviando una propuesta asombrosamente rentable para ella.
La Ley Imperial estipulaba que, al ganar una batalla, el cincuenta por ciento del botín debía enviarse a la capital para incrementar las arcas del Tesoro Público. El general al mando recibía un diez por ciento como recompensa por su liderazgo y éxito. Los Tribunos y Centuriones obtenían entre el diez y el veinte por ciento del botín, dependiendo de su rango y desempeño. El resto, aproximadamente el veinte o treinta por ciento, se distribuía entre los soldados.
Pues bien, Bryan había enviado por adelantado su porcentaje del botín en un carro separado, destinado directamente al Gremio Mercante de Bootz. Su solicitud incluía convertir esos tesoros en monedas de plata para repartirlas entre la población. También asistir en la logística y presentación del desfile.
Naturalmente, el botín de Bryan contenía objetos valiosos que requerían tasación. Además, el valor del oro en las monedas etolias difería del de Itálica, por lo que era crucial realizar una evaluación precisa. En este importante intercambio, Bryan le otorgaba a Phoebe total autoridad para decidir cuánto valdría cada uno de los objetos y también le daba permiso para elegir deliberadamente el precio más bajo. De este modo, cuando ella revendiera estos artículos por su verdadero valor, podría obtener una gran fortuna.
Diez por ciento de un botín de guerra obtenido tras derrotar a tres ciudades... ¡Eso era una suma extraordinaria!
- ¡Llamen a Fabián, ahora mismo! - Ordenó Phoebe, levantándose de inmediato: - Quiero que se encuentre conmigo en mi despacho, y que traiga a dos Maestros Contadores. -
El mayordomo hizo una reverencia y se volvió para llamar a uno de los criados más jóvenes y rápidos para transmitir el mensaje. Mientras tanto, Phoebe se dirigió rápidamente a su escritorio, revisando las instrucciones de Bryan para confirmar lo que debía hacer. Cuando Fabián llegó, comenzó a darle instrucciones precisas: debía tomar control del carro con el tesoro del Procónsul y llevarlo a los almacenes, donde un gran grupo de tasadores trabajaría toda la noche. También era necesario reunir una gran cantidad de monedas de plata y preparar los elementos para el desfile de las tropas que escoltarían el botín de guerra traído desde Valderán.
- ¿Cómo lo está haciendo tu joven protegido? - Preguntó Phoebe de pronto.
- Lo está haciendo muy bien - Respondió Fabián. - Ya conoce casi todo lo que yo sé sobre las operaciones comerciales. Ahora lo que él más necesita es experiencia práctica. De hecho… - Su tono se volvió más cuidadoso. - Quería hacerle una solicitud al respecto, Maestra del Gremio. -
- Soy todo oídos - Respondió Phoebe con una sonrisa complacida. Estaba segura de que la petición de su confiable empleado sería exactamente lo que ella esperaba.
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EN LA MANSIÓN DE LA FAMILIA ASTURIAS.
- ¡Vuestra residencia es verdaderamente fascinante, Excelencia! - Exclamó el joven Tulio Silvano: - Se percibe la grandeza de su linaje en cada rincón. -
- Muchas gracias, vizconde. - Respondió el Duque Aurelio Asturias por décima vez, con una leve nota de tedio oculta en la voz. La verdad es que ya estaba agotado de tanta cortesía, y deseaba que aquel joven dejara de alabar su hogar y se marchara. Sin embargo, no podía ser grosero con el futuro heredero de la casa Silvana, una familia de condes que, durante generaciones, había sido parte de la Alta Aristocracia, alineada con la facción neutral que él mismo encabezaba.
Tulio Silvano era, sin duda, un buen partido. Atractivo, de linaje noble, razonablemente inteligente y, lo más sorprendente, de buen corazón. Aunque su tendencia a la pedantería lo volvía algo irritante, Aurelio estaba seguro de que esos defectos se desvanecerían con el tiempo. Al fin y al cabo, muchos jóvenes aristócratas compartían ese mismo aire de grandilocuencia. Pero lo que destacaba en él era su honestidad y su integridad, virtudes raras en la corte.
Su Cursus Honorum era intachable. Había terminado sus estudios en la prestigiosa Academia Babilonia con el rango de Caballero Veterano, ascendiendo a Decurión de caballería y luego a Cuestor Militar, un título reservado solo para los aristócratas de impecable reputación. Aunque no llegó a ser Triario ni alcanzó un puesto de oficial de alto rango, su trayectoria era más que suficiente para presentarse en sociedad como el heredero digno de la familia Silvana. En resumen, era una apuesta segura para cualquier familia noble. No era de extrañar que muchas mujeres lo vieran como la garantía de un futuro cómodo y estable.
Sin embargo, Tulio Silvano tenía un inconveniente: estaba perdidamente enamorado de Emily Asturias.
En una ocasión, los jinetes de Tulio quedaron atrapados en una encrucijada montañosa, donde fueron rodeados por orcos y estaban a punto de ser masacrados, cuando fueron salvados por la joven señora de los Asturias. En ese entonces, Emily aún no era una Archimaga, pero sus poderes ya superaban por mucho a otros magos oscuros. El destino quiso que sus caminos se cruzaran, y desde el instante en que Tulio la vio, quedó cautivado por su belleza y su fuerza. Desde entonces, no había escatimado esfuerzos para conquistar su corazón.
A pesar de sus reservas, Aurelio reconocía que Tulio Silvano era un buen partido. Su familia tenía apenas el rango necesario para que un matrimonio entre ambos fuese aceptable, pero Tulio había comenzado su cortejo en una época oscura, cuando facciones políticas atacaban el honor de Emily. Aunque jamás se atrevió a pedir su mano oficialmente, su lealtad era encomiable. Además, el joven era bastante educado. Venía cada vez que podía a visitar la mansión de los Asturias con la esperanza de ver a su amada, pero lamentablemente para él, Emily pasaba mucho tiempo haciendo misiones para el Manto Oscuro. Otros jóvenes, al no encontrarla, habrían partido de inmediato. Tulio, en cambio, aprovechaba esas ocasiones para conversar con el intimidante Duque.
“Tiene buen corazón, pero es un ingenuo.” Pensó Aurelio, suspirando por dentro.
Tulio no comprendía que Emily no lo veía como él esperaba. Para ella, no era más que un adorable hermano menor. Incluso antes de que Bryan apareciera en escena, la Archimaga jamás lo había mirado como un hombre.
Desde la perspectiva del Duque, esto era un obstáculo insalvable. Poco importaban los títulos o los méritos de Tulio. Emily tal vez aceptaría casarse con él por motivos políticos, y quizás, con el tiempo, el joven podría ganar su corazón. Pero eso no era suficiente. La experiencia de Aurelio, forjada en los campos de batalla y las intrigas de la corte, le había enseñado que el ingrediente crucial en cualquier matrimonio exitoso era la admiración. Si una mujer no admiraba a su esposo, jamás podrían ser felices.
Eso no significaba que todo hombre tuviera que ser un gran conquistador para cautivar a una mujer. Cada una era única, y lo que admiraban en los hombres variaba de una a otra. Sin embargo, todos debían poseer algo que despertara admiración en su futura esposa.
Y en Tulio, simplemente, no había nada que Emily pudiese admirar. Ella era demasiado compleja para él: una Archimaga Oscura de poder inconmensurable, miembro clave del contraespionaje imperial y heredera de una de las casas más antiguas de Itálica. Alguien como Emily jamás se sentiría atraída por "la opción segura". Necesitaba a un hombre que igualara su inteligencia y astucia, capaz de navegar las redes de intrigas políticas y espionaje en las que se movía como pez en el agua. Un hombre que no se intimidara fácilmente, que pudiera protegerse a sí mismo y a ella en los momentos más oscuros. Alguien en quien pudiera depositar su total confianza. Un hombre independiente, con ambiciones propias, pero que también supiera colaborar y trabajar en equipo con ella.
Y, para desgracia de Tulio, había alguien así en el horizonte.
“No hasta que cumpla mis condiciones.” Se recordó a sí mismo Aurelio, haciendo una mueca de desagrado: “Hasta entonces, dejaré la puerta abierta para que otros jóvenes tengan su oportunidad.”
- ¿Ocurre algo, su Excelencia? - Preguntó Tulio, notando la expresión en el rostro del Duque.
- Nada serio, vizconde. - Respondió Aurelio, buscando con rapidez un nuevo tema de conversación. Afortunadamente, el propio Tulio se lo proporcionó cuando señaló hacia un escudo cuidadosamente colocado en la armería.
- ¿Es ese el blasón de la familia consanguínea de la Dama Emily? -
- Así es. - Asintió Aurelio, fijando la mirada en el escudo ceremonial, adornado con un emblema intrincado y majestuoso: - Es el símbolo de la Familia Emiliana. -
- ¿El nombre original de la Dama…? - Tulio empezó a preguntar, pero se detuvo bruscamente al darse cuenta de que tal vez estaba cruzando un límite: - ¡Perdóneme, Excelencia! Si es un asunto privado... -
- No te preocupes. - Respondió Aurelio, soltando un suspiro mientras sus ojos permanecían fijos en el escudo: - Aquel suceso fue tan escandaloso que, aunque quisiera, no podría considerarse un asunto privado. -
- No fue ningún escándalo… - Comenzó a farfullar Tulio Silvano, algo incómodo.
- Claro que lo fue. - Lo interrumpió Aurelio, con un tono firme: - Las palabras deben usarse con propiedad, muchacho. Cuando un asunto genera rechazo e indignación pública, así se le llama, aunque esa indignación no esté justificada. -
Si bien la casa de los Emilianos no estaba al nivel de los Quintos, seguían siendo una poderosa y antigua familia aristocrática que no podía ser ignorada. Además, eran extremadamente tradicionales. Incluso mantenían la antigua costumbre originada en Albánica de nombrar a todos sus hijos mayores "Emilio" y a sus hijas mayores "Emilia". Su prestigio era inmenso, y Aurelio hizo todo lo posible por comprometer a la entonces Emilia con su hijo. Tras la trágica muerte de este, ella se sacrificó quedándose en la Casa Asturias, manteniendo su apellido en lugar del suyo para evitar que toda la Facción Neutral del Senado colapsara.
Sin embargo, la tragedia no tardó en tocar otra vez la puerta. La familia Emiliana arregló un matrimonio con una casa poderosa y exigió el regreso de Emilia para desposarla con un nuevo esposo. Aurelio aún estaba inmerso en el dolor por la pérdida de su hijo, así que no tenía cómo rechazar la propuesta y tampoco tenía la intención de hacerlo. Perder a su nuera luego de su hijo significaría un maremágnum de problemas políticos para los Asturias. Pero, en un giro inesperado, la pequeña Emilia sorprendió a todos rechazando públicamente a su familia consanguínea, y cambió su nombre a Emily, declarando la ruptura de cualquier lazo legal con su casa.
- El Patriarca de la Familia Emiliana tiene potestad sobre el destino de su hija. - Dijo Emily cuando le ordenaron regresar: - Pero yo pertenezco ahora a la Familia Asturias. Ya no soy la hija de la Familia Emiliana. Una mujer casada no tiene vínculo legal con su familia y esta ya no tiene derecho a decidir su destino. -
Naturalmente, el comunicado resonó por toda Itálica como un trueno. ¡Una niña de quince años desafiando de ese modo a su linaje! El propio Aurelio estaba consternado. Y cuando el Marqués Emilio llegó en persona para confrontar a su hija y llevarla de vuelta, Aurelio se ocultó en una sala secreta, escuchando cada palabra de la conversación.
- Padre, ¿qué soy para la Familia Emiliana? ¿Una mercancía? ¿Moneda de cambio? ¿Eso es todo lo que soy? - Preguntó Emily con frialdad cuando su padre la confrontó: - No objeté cuando nuestras familias acordaron el compromiso sin consultarme. Sabía de la reputación heroica de Aureliano, pero no tenía idea de si me avergonzaría o humillaría en privado. Aun así, no dije nada, porque creí que mi sacrificio era por el bien de la familia y la estabilidad del Imperio. -
El temple y la dignidad que Emily mostró en ese momento fueron tan impactantes que el temido Emilio, famoso por su intransigencia, quedó sin palabras. Aurelio, escuchando desde su escondite, estaba igualmente asombrado. Fue en ese instante cuando se dio cuenta de que él tampoco había pensado en consultar a Emily. No era obligatorio legalmente, pero habría sido una muestra de respeto. Estaba tan obsesionado con fortalecer la posición de su hijo que lo había pasado por alto.
Ese fue el primer momento en que Aurelio se sintió verdaderamente avergonzado por lo que le había hecho a Emily, y ese sentimiento fue clave para que comenzara a sanar de la pérdida de su hijo. Sabía que no podía rendirse sin antes pagarle a aquella joven valiente por todo lo que había sacrificado por la Casa Asturias.
- Después de ver tres veces a mi prometido, me di cuenta de que Aureliano era un hombre noble y comencé a apreciar su naturaleza. Incluso llegué a sentirme agradecida contigo por haber tomado la decisión de arreglar nuestro matrimonio. - Continuó Emily, con una sonrisa triste, luchando por contener las lágrimas: - Ahora él está muerto... ¡Pero murió como un héroe, luchando por su país! Por eso estaba preparada para pasar el resto de mi vida como la viuda de la Familia Asturias, manteniendo viva a la Facción Neutral. ¡Quería proteger el legado de mi esposo, para pagarle su sacrificio! Incluso me preparé durante mucho tiempo para convencerte de aceptar mi decisión... ¿Pero recuerdas lo que hiciste? -
Emilio soltó un suspiro y, por primera vez, desvió la mirada.
- Así es, padre. - Asintió Emily, fijando su mirada en él: - Nuevamente, sin preguntarme nada, me enviaste un comunicado ordenándome que permaneciera aquí "por el bien de la familia y el país". Pero ambos sabemos la verdad: la familia Emiliana no quería perder tan pronto el respaldo de los Asturias. -
Emily esbozó una sonrisa amarga.
- En ese momento, no te dije nada, porque quedarme era lo que yo misma quería hacer, por el honor de mi esposo muerto. Pero ustedes solo pensaban en mí como si fuese una inversión. ¡Nunca me he sentido tan humillada! ¿Acaso crees que no tengo sueños? ¿Que no deseo casarme con un hombre que me ame y ser feliz? ¿Que no quiero llorar a Aureliano como se merece? ¡Nada de eso te importó! ¡Solo querías usarme como una moneda de cambio! -
El temblor en la voz de Emily era palpable, y sus ojos, llameantes de dolor y furia, se clavaron en su padre.
- Piensa, papá, en todas las veces que te has beneficiado de la influencia de los Asturias para expandir tu poder político y económico. ¡¿Y ahora que la suerte les es adversa, la familia Emiliana quiere cambiar de bando y me piden que vuelva para venderme a otra familia?! ¿Qué clase de razonamiento es este, papá? ¿Dónde está el honor y la dignidad de los patricios? ¿No fue suficiente forzarme a casarme una vez? ¡¿Cuántas veces más planeas vender a tu propia hija?! -
La última frase de Emily estalló en el aire como un trueno. Fue un momento que cambiaría la historia del Imperio.
Emilio, el poderoso senador y veterano comandante, derramó lágrimas por primera vez desde que alcanzó la mayoría de edad. No pronunció palabra alguna, pero la devastación en su rostro hablaba por él. Las palabras de su hija habían atravesado su corazón como un puñal, rompiendo el velo de ambición que durante años había cegado su conciencia. En su obsesión por el poder y la política, había olvidado todo lo demás, incluso trató a su propia hija como una simple herramienta. ¡Y ese mismo día Emilio había estado aleccionando a su hijo mayor sobre el significado del Honor!
Cuando finalmente recuperó la compostura, miró a Emily a los ojos y dijo:
- Como bien dices, hija, la familia Asturias es nuestra aliada, y no pienso romper mi alianza con ellos. Desde este momento, reconozco legalmente que no tengo patria potestad sobre ti, y te reconoceré no como Emilia, sino como Emily Asturias. También te entregaré uno de nuestros escudos familiares, para que todo el mundo sepa que, si alguien se atreve a hacerte daño, se convertirá en nuestro enemigo jurado, y lo mataremos, aunque la familia entera caiga en el proceso. Después de todo, si una familia de aristócratas no tiene agallas, ¿cuál es el punto de que exista? -
Entonces, sonrió tristemente a su hija y añadió:
- Esta vez, hija mía, quiero actuar como debería hacerlo un padre. -
Fue como si unas cadenas invisibles se hubiesen roto, y tanto Emily como su padre biológico se abrazaron con fuerza. A partir de ese momento, la familia Emiliana luchó con denuedo para ayudar a los Astur a recuperar su posición en el Senado. En el proceso, perdieron gran parte de su riqueza e influencia, pero se ganaron el respeto de muchos. La única condición que Emilio dejó clara para mantener su alianza era que Emily fuese adoptada formalmente por la familia Asturias como una hija, para que pudiera volver a casarse algún día. Era evidente que Emilio realmente deseaba que su hija pudiese seguir su corazón cuando llegase el momento, y este deseo también era compartido por Aurelio, quien se apresuró a realizar la adopción.
Naturalmente, esto desató una nueva avalancha de indignación en la sociedad. Una cosa era que una mujer se uniese a un clan descendiente de los Quintos por matrimonio, pero otra muy distinta era que fuese adoptada como heredera. La tormenta de debates y luchas en el Senado fue espantosa.
En ese momento, ocurrió algo que parecía empeorar aún más la situación: Emilio el Joven, el heredero de la familia Emiliana, decidió abandonar su casa y su derecho de sucesión. En una ocasión en que su padre no estaba, anunció que se cambiaría de nombre a Amyes, luego abandonó su hogar, desapareciendo en la oscuridad de la noche para no volver a ser visto en mucho tiempo. Esto representó un nuevo terremoto para los Emilianos, pero, sorprendentemente, el Senador Emilio no parecía demasiado devastado por ello. Luego surgieron rumores de que Emilio el Joven, ahora llamado Amyes, siempre había sido un joven extraño y que su padre no sentía que pudiera confiarle el futuro de la familia, por lo que inmediatamente nombró a su segundo hijo, Paulo Emilio, como el sucesor de su casa.
Nadie esperaba que años después, aquel joven extraño se convirtiera en uno de los Grandes Maestres del Manto Oscuro, con el apodo de El Censor del Emperador. Su influencia resultó ser crucial para que las familias Asturias y Emiliana se mantuviera a flote y, finalmente, evitara el colapso total de la Facción Neutral, asegurando al menos cinco años de paz.
Ahora, mientras fingía escuchar los cumplidos de Tulio Silvano, el Duque Aurelio mantenía la vista fija en el escudo con el blasón de los Emilianos. Para él, ese escudo simbolizaba el valor de su querida Emily y el sacrificio que ella había hecho.
“Me aseguraré de cumplir tu sueño, hija mía.” Se prometió el anciano en silencio, mientras apretaba los puños disimuladamente.
En ese momento, un sirviente llegó apresuradamente.
- ¡Excelencia, un mensaje urgente! - Anunció.
El vizconde Tulio frunció el ceño, molesto por la interrupción en medio de su poética alabanza hacia la alianza heroica de los Astur y los Emilianos. Sin embargo, no dijo nada al ver que Aurelio recibía un rollo de pergamino que parecía de carácter oficial.
- ¡Vaya! - Exclamó Aurelio después de leer el contenido, sin poder evitar una sonrisa involuntaria.
- ¿Buenas noticias, Excelencia? - Preguntó Tulio Silvano, ansioso por saber el contenido del mensaje.
- Son excelentes noticias. - Asintió el Duque Aurelio, sin mirarlo, mientras cerraba el rollo y se dirigía hacia su despacho.
- ¿Excelencia? - Lo llamó Tulio Silvano, sorprendido por ser prácticamente abandonado en ese momento.
- ¡Ah, lo olvidaba! - Dijo de pronto el Duque Aurelio, volviéndose hacia Tulio. El vizconde pensó que el anciano lo invitaría a acompañarlo, pero para su sorpresa, Aurelio se dirigió al sirviente y ordenó: - Por favor, escolten al vizconde afuera. -
- ¡Excelencia! - Exclamó Tulio Silvano, atónito, ya que nunca antes el Duque lo había despedido de manera tan directa y tajante.
Pero Aurelio no le prestó atención; su mente estaba completamente centrada en recrear la victoria de Bryan en el Campo de Sangre. Había sido una emboscada brillante y le parecía aún mejor porque veía los ecos de las tácticas de sus antepasados en cada movimiento que condujo a la victoria. Era evidente que aquel joven había estudiado con gran atención el Arte de la Guerra de los Asturias y absorbido todas sus lecciones.
Lo más importante era que Bryan había superado todas las expectativas. Originalmente, Aurelio había previsto que el joven Procónsul solo podría lograr la misión que le dio como condición para ser pareja de Emily en aproximadamente diez años, si no era derrotado antes. Pero ahora, no era imposible que triunfara mucho antes.
- ¡Llama a mis asesores y contacta a los senadores de nuestra facción! - Ordenó Aurelio a uno de sus sirvientes de mayor confianza. Luego sonrió con la misma determinación que tenía en los días de batalla y añadió: - Tengo una promesa que cumplir. -
Aurelio leyendo el informe de Bryan
Hola, amigos. Soy Acabcor de Perú, hoy es jueves 19 de septiembre del 2024.
Sé que me tardé mucho, pero la mala salud y el estrés no son amigos de la creatividad. Es como correr con pesas en los tobillos: no es imposible, pero requiere mucho más esfuerzo. Este capítulo, en particular, es largo. Consideré dividirlo en dos partes, pero al final me pareció correcto mantener todas estas historias juntas.
Nos acercamos al final del Libro VII, y eso también significa que probablemente me tomaré un descanso. Necesito tiempo para buscar el GIF del siguiente libro, definir el nuevo título y trabajar en la portada, lo cual es más complicado de lo que parece. Espero que todo salga bien. Además, es el momento en que comenzamos a seguir las historias de personajes secundarios importantes, acontecimientos que ocurren mientras Bryan entrena a las Legiones Malditas. Por eso diseñé esta primera parte como un paréntesis clave para nuestro protagonista.
En cuanto al entrenamiento, me basé en algunas creencias sobre las ceremonias de adultez en Esparta. Los espartanos, en lugar de cazar bestias, debían asesinar Ilotas, sus esclavos sometidos. El resto lo tomé de varias novelas, especialmente de Otherworldly Evil Monarch, una novela china donde el protagonista también debe fortalecer en secreto una unidad de élite. Generalmente prefiero usar literatura occidental, pero cuando se trata de entrenamientos, la diferencia entre Oriente y Occidente es mínima; lo que cambia son las tácticas militares y el armamento.
Otra gran fuente de inspiración para esta primera parte fue la película "Nacido para Matar" (Full Metal Jacket). No puedo recomendarla del todo porque es un tanto extraña, como si dos directores hubieran filmado películas distintas y luego las hubieran mezclado. Aun así, la primera mitad destaca por la actuación brillante de Ronald Lee Ermey (que en paz descanse) como el sargento instructor Hartman, un personaje que ha inspirado a innumerables películas e historias de entrenadores duros. Los japoneses, en particular, lo adoran y siempre le rinden homenaje con referencias.
La última parte del entrenamiento, la cacería del monstruo, fue un verdadero dolor de cabeza. Necesitaba una bestia griega que no fuera muy conocida, pero resulta que todas las criaturas mitológicas griegas son famosísimas. Finalmente, elegí a Ortros, el perro de dos cabezas que custodiaba el ganado del gigante Gerión y que fue derrotado por Heracles. Supuse que muy pocas personas lo recordarían, ya que casi nadie se memoriza los 12 trabajos de Hércules. Incluso a mí se me olvidan a veces. ¿Quieres fastidiar a alguien en un juego de preguntas y respuestas? Pídeles que nombren los 12 trabajos.
Las siguientes tres partes de la historia están ahí para expandir el lore y mostrar los efectos del comunicado de Bryan en distintos personajes. Primero, vemos a Cándido enfurecido porque han perdido contacto con un Ejecutor, quien probablemente está muerto. Esto nos da una pista de cómo el Príncipe Lucio obtuvo la armadura con la que se infiltró para robar la esencia de sangre de los cadáveres de Brucora. Además, hay un momento divertido donde Cándido sufre al ser el único que está plenamente consciente de las hazañas amorosas de Bryan, algo que le genera tanto estrés que está considerando crear una oficina o viceministerio solo para lidiar con esos problemas.
Luego, tenemos la sencilla parte de Phoebe, que revela algunos detalles interesantes, como la distribución del botín y el hecho de que Bryan está considerando repartirlo entre la población, al estilo de Julio César. También se menciona a un personaje que "necesita experiencia", lo que sugiere que podría aparecer en el futuro.
Por último, la sección más difícil de escribir fue la de Aurelio, en la que profundizamos en el trasfondo de Emily y por qué su nombre no sigue las tradiciones de la alta aristocracia de sonar latino. Aunque la razón original era la falta de imaginación del autor previo, decidí crear una historia para justificarlo. De hecho, los romanos solían nombrar a todos los hijos de la familia Cornelia como Cornelio o Cornelia. Por eso tenemos tantos personajes llamados Publio Cornelio Escipión. Para diferenciarlos, a veces usaban apodos. El más famoso es Escipión el Africano, quien, después de Julio César, fue el general romano más destacado, conocido por derrotar al invencible Aníbal Barca y conquistar África.
Pero volviendo al tema, en el capítulo anterior quizá soné un poco antifeminista, como dirían mis amigas progresistas. Yo lo llamo pensar con sentido común, pero dejaré que ustedes sean los jueces. En cualquier caso, esta vez quise centrarme en el sufrimiento que las mujeres aristócratas debían soportar, y creo que lo logré bastante bien. Para esta parte me inspiré mucho en la novela Otherworldly Evil Monarch, ya que los asiáticos han mantenido más arraigada la tradición de los matrimonios por razones políticas. En Occidente, en cambio, gracias a la influencia de la Iglesia Católica, las relaciones han ido evolucionando hacia una base más centrada en el amor.
Espero haber creado una escena conmovedora y, de paso, haber añadido un destello de lore sobre Amyes.
La verdadera tragedia en esta historia es la de Tulio Silvio, el pobre joven educado que lleva persiguiendo a Emily desde hace mucho tiempo, sin darse cuenta de que está atrapado en la "friendzone". Peor aún, está en la "Zona del Hermano Pequeño", donde ni siquiera lo ven como un hombre. Aun así, podría terminar teniendo alguna relevancia en el futuro.
En cuanto a las imágenes, me esforcé bastante en generarlas y luego retocarlas con Photoshop, especialmente las de Emily cuando tenía 14 o 15 años. La única que no es original es la del Ortro, porque la IA simplemente se negó a hacerla. No entiendo por qué. Constantemente me genera, sin que lo pida, imágenes de personas con cuatro brazos, dos caras, siameses, etc. Es un desfile de horrores. ¡Pero justo cuando le pido específicamente un lobo de dos cabezas, no quiso hacerlo! ¡Quién la entiende!
¿Cuál fue tu parte favorita del capítulo? ¿Qué piensas del entrenamiento de Bryan y la manera en que lo está planteando? ¿Qué te pareció el misterio del Ejecutor Perdido? ¿Te hizo gracia la reacción de Cándido? ¿Cómo te sentiste al leer la malicia con la que el Gran Maestre planea fastidiar a Tiberio Claudio? ¿Te gustó la parte de Phoebe? ¿Qué te pareció el trágico pasado de Emily y su encuentro con su padre? ¿Sientes más pena o risa por Tulio? ¿Cuál fue tu imagen favorita?
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¡Nos vemos en el siguiente capítulo!