318 Cumpliendo compromisos

Lawrence desembarcó sus tropas en la península que le habían asignado sin demasiada ilusión, pero consciente de que era su deber y, más importante aún, la única forma en la que podía llegar algún día a estar en situación de defender su derecho al trono frente a sus hermanos, cuyas respectivas facciones constantemente habían impedido que él pudiese asumir cualquier mando militar hasta ese momento, para impedirle exhibirse como comandante.

Naturalmente esto tenía sentido. Itálica era una nación con muchos talentos, pero ningún otro como el de la violencia. Si no tenía triunfos en batalla, daba igual que cien emperadores lo nombrasen como sucesor, porque ningún itálico lo reconocería y menos aún el senado. Lawrence ya llevaba consigo la pesada carga de ser un hijo bastardo, así que no podía sumar a eso un historial limpio de victorias.

Apenas llegó a la ciudad portuaria fortificada descubrió que esta estaba dividida en dos secciones. La primera era la más antigua, que originalmente fue una Ciudad Estado independiente conquistada por el Imperio Itálico, la cual después fue convertida en una auténtica ciudadela. Era en este lugar en donde ahora se encontraba la residencia del gobernante civil, que en este caso era un Propretor, puesto que se encontraban en la frontera. También había una torre de homenaje imponente junto con un patio lo bastante grande como para albergar al gran ejército de Lawrence y donde estaría su residencia oficial.

El segundo sector amurallado era una expansión alrededor del núcleo original, compuesto por construcciones más modernas, completamente al estilo imperial y defendidos por murallas mucho más imponentes. El comercio florecía gracias a los grandes puertos por los que se llevaban víveres y mercancías cada día, alimentando y permitiendo prosperar a una floreciente población.

La mayoría de los que vivían en este gran sector eran una mezcla de ciudadanos itálicos y los habitantes naturales de aquella península, quienes en su mayoría pertenecían a las tribus locales de la costa, una serie de pueblos agrícolas y pesqueros, los cuales estaban mucho más desarrollados económica y culturalmente debido al intercambio comercial. De más está decir que todas estas poblaciones estaban bajo la protección del Imperio Itálico y algunas incluso tenían suficiente fuerza como para ser consideradas aliadas militares.

Ciudad Portuaria con doble muralla que divide el sector más antiguo del moderno.

En cambio, las tribus del interior que vivían cerca del margen del Bosque Oscuro se resistían fieramente a cualquier tipo de dominio o por lo menos eso era lo que afirmaban, porque en cierto modo eran súbditos en secreto de la Alianza Mercante de Tiro. Sin embargo, si bien recibían productos y armas a cambio de recursos, este grado de prosperidad no era el mismo que tenían sus parientes de la costa. Así que, aunque se podría afirmar que pertenecían a una misma raza, su desarrollo era muy inferior, aunque no llegaban al punto de ser seminómadas como las Tribus Uñó o Vándala. De hecho, incluso construyeron tres grandes asentamientos que podían ser considerados ciudades, así que estaban en camino a convertirse en auténticas civilizaciones.

El problema era que ese recorrido aún tardaría demasiado tiempo en llegar de forma natural y la escasez de alimentos era un problema constante para ellos.

Ahora bien, todos estos pueblos del interior defendían su independencia de Itálica, pero en lugar de desarrollar sus propios recursos o entablar relaciones comerciales serias, preferían saquear anualmente las tierras de sus vecinos costeros en territorio imperial, en busca de riquezas y alimentos.

Naturalmente el Imperio había respondido con dureza para proteger a sus vasallos, pero el problema era que el terreno favorecía demasiado la estrategia favorita de los bárbaros, que eran los ataques por sorpresa. Después las tribus belicosas corrían a refugiarse en la espesura del Bosque Oscuro, donde incluso un elefante podría estar caminando a diez metros de una persona, pero sería imposible que esta lo viera por la intrincada maleza.

Cuando las legiones marchaban en dirección a los asentamientos bárbaros rebeldes para castigarlos, recibían ataques en todo momento por parte de múltiples y pequeños escuadrones que atacaban sorpresivamente a los manípulos en diversos puntos cuando no estaban en formación de ataque. Los guerreros bárbaros luchaban con un salvajismo frenético durante unos minutos para provocar la mayor cantidad de daño posible y luego se escapaban corriendo en todas direcciones. Los ataques se repetían de manera constante y podían ser muy letales si conseguían tomar a los legionarios desprevenidos.

Más de un general cayó en la tentación de dividir sus legiones para que cada manípulo se enfrentase individualmente con uno de estos pequeños grupos de bárbaros. Pero estos conocían mucho mejor el terreno y siempre eran más rápidos para desplazarse y reubicarse. De modo que, apenas detectaban la división de los Manípulos, todos los bárbaros se concentraban como tiburones sobre uno solo de estos grupos de legionarios, aniquilándolos por completo. Y antes de que el resto de Manípulos pudiesen ponerse al día con ellos, los bárbaros desaparecían en la espesura.

Al final, lo único que podían hacer las legiones era mantenerse muy juntas, soportando casi sin contraatacar el constante acoso de los bárbaros que no se detenía de día o de noche, hasta que llegaban a sus ciudades y las incendiaban. Eso cuando tenían éxito, porque muchas veces las emboscadas de los bárbaros evitaban que pudiesen llegar. Pero incluso cuando lo conseguían terminaban perdiendo muchos hombres en el camino.

Además, como eran pueblos poco desarrollados, no había grandes botines o recompensas de las que apoderarse en sus asentamientos. Naturalmente encontraban oro y artesanías, pero estos no valían lo suficiente como para que los legionarios estuviesen dispuestos a soportar de buena gana el constante acoso y el riesgo contra sus vidas. El costo no justificaba el beneficio.

Era un maldito dolor de cabeza.

Pero si las cosas ya eran malas antes, se pusieron espantosas cuando la Alianza Mercante de Tiro se involucró.

Naturalmente Itálica tenía un bloqueo naval y un control total de las costas, pero de algún modo esta liga de ciudades marinas había encontrado algún tipo de camino por tierra que les permitía atravesar aquella franja del Bosque Oscuro. Entonces las colonias de la Alianza Mercante de Tiro comenzaron a suministrarles armas y armaduras de calidad a los bárbaros, quienes las recibían con alegría a cambio de entregar productos extremadamente valiosos de sus territorios, pero que para sus ignorantes mentes no tenían demasiado valor.

Mapa de la Península

Y ahora Lawrence tenía la misión de poner orden en este lugar.

Lo primero que tuvo que hacer fue reunirse con Elvio, el Procónsul saliente a quién el propio Lawrence venía a reemplazar en el cargo. Y su conversación no hizo nada para mejorar su mal humor.

Durante su proconsulado, Elvio había logrado rendir a una de las tribus rebeldes más belicosas. Incluso consiguió confiscar bastante oro y plata como para al menos hacerse acreedor de recibir una ovación cuando regresase a Itálica. Pero a pesar de todo, en lo único en lo que pensaba el saliente Procónsul era en escapar corriendo de aquel maldito lugar.

- Olvídate de ir al interior, Procónsul Lawrence, lo mejor que puedes hacer es evitar la lucha contra los bárbaros. Este país es totalmente hostil a nuestra presencia y apenas avances lo suficiente como para dejar de ver el mar te encontrarás únicamente con pueblos levantados en armas contra nosotros. Si se alían unos con otros, destruirán a cuantas legiones se pongan por delante. -

- Eso no ocurrirá, Procónsul Elvio. - Respondió Lawrence con un rostro serio que mostraba su desaprobación ante la actitud derrotista de su colega saliente: - Acabo de venir de tener un encuentro con el Procónsul Esteban y vi en persona como se enfrentaba a casi trescientos mil orcos, que como sabrás resultan mucho más letales, fuertes y peligrosos que cualquier ejército bárbaro. Y en ningún momento la “Espada de Itálica” vaciló. ¿Cómo podría retirarme antes de intentarlo luego de ver esto? -

Elvio dejó de beber el vino que estaba compartiendo con Lawrence y, mientras pensaba si dar respuesta a aquel comentario, apretaba los dientes. Estaba cansado. Podría haber soltado varios improperios en la cara de este recién llegado al que consideraba un jovenzuelo impertinente. Pero había desarrollado su instinto de supervivencia desde que llegó a aquella península y, en una decisión acertada, guardó silencio y no dijo nada más.

Lawrence vio salir al Procónsul saliente justo al mismo tiempo que el Primer Centurión de la Legión XXII, una de las dos que se le habían asignado, entraba para reportar el estado del desembarco de su ejército.

- Allí va un cobarde. - Le advirtió Lawrence al Centurión mientras señalaba el umbral de la puerta por donde acababa de salir Elvio: - Por todos los dioses, sal de aquí y procura que ese derrotista no hable con ningún oficial. -

El Primer Centurión lo miró algo confuso, pero saludó a su general, dio media vuelta y partió para cumplir las instrucciones recibidas.

Lawrence se quedó a solas, meditando la mejor forma de conducir la guerra hasta la victoria final con la mayor rapidez posible. Pero de pronto las telas de la entrada volvieron a separarse para que uno de sus Tribunos entrase.

- ¿Qué ocurre? -

- Han llegado los embajadores de nuestros aliados de la tribu de los astados. -

El joven Procónsul nunca había estado en esta península, pero hizo su tarea antes de venir y memorizó los nombres de las principales tribus de la región, de sus jefes y de su mayor o menor fidelidad a Itálica. Los astados eran de los pueblos que más leales se habían mostrado durante todos aquellos años y merecían ser escuchados. Además, en esta guerra enviarían hombres para formar parte de las Legiones Auxiliares, de modo que eran muy importantes para que Lawrence obtuviese una victoria.

- Bien. Que pasen y que también entren todos mis oficiales. -

Los cuatro Tribunos entraron primero y se situaron detrás de Lawrence. Tras ellos pasaron media docena de lictores y, por fin, tres bárbaros vestidos con pieles, altos, serios, recios, muy morenos, con el pelo largo y expresiones preocupadas. Dos eran mayores, claramente guerreros veteranos, pero el que iba por delante y que parecía dirigir aquella embajada, era joven, de unos veinte años. Se le veía orgulloso pero discreto, decidido, sí, aunque controlando sus gestos. Esos hombres, Lawrence lo tuvo claro enseguida, querían algo. Venían a pedir.

¡Ni siquiera he tenido tiempo de desembarcar mis tropas!” Pensó Lawrence exasperado, aunque se cuidó de demostrarlo.

- Bienvenidos, nobles de la Tribu Astada. - Saludó Lawrence cordialmente: - Perdónenme que los reciba sin un adecuado banquete, pero acabo de llegar esta misma tarde y todavía tengo que instalarme. Si lo desean, podemos organizar un encuentro en un momento más propicio, aunque si su visita es por un asunto urgente, el Procónsul de Itálica no tendrá reparos en escucharlos ahora. Claro que… - Añadió con un tono algo frío que contrastaba bastante con su saludo inicial: - espero que no me hagan perder el tiempo. -

Al principio los embajadores se sorprendieron mucho por la cordialidad del joven frente a ellos e incluso sintieron algo de desdén porque pensaban que se trataba de alguien fácilmente impresionable. Alguien a quien podían intimidar porque, después de todo, el Procónsul necesitaría de su ayuda en la batalla. Pero la frialdad que Lawrence demostró casi al final les dejó claro que estaban hablando con un oficial del imperio que los había conquistado y que no convenía faltarle el respeto.

Los astados se miraron entre sí un poco confundidos. Pero, para sorpresa de todos y de Lawrence en particular, el joven que lideraba la comitiva le respondió sin vacilar en el lenguaje común, con algunos errores de pronunciación al momento de entonar las sílabas, pero suficientemente bueno como para entenderle.

- Soy el hijo del rey de los astados; mi pueblo siempre se ha mostrado leal a los itálicos. Eres el nuevo general del imperio. Venimos a presentar nuestros respetos. -

Guerrero de la Tribu Astada

Lawrence sabía que después de esas palabras corteses no tardaría en llegar la petición, pero no podía dejar de sentirse un poco más cercano a aquellos nativos que no sólo, como decían, habían sido leales a Itálica mucho tiempo, sino que enviaban al propio príncipe de su pueblo para que sirviese como embajador.

- Los Astados se han mostrado leales a Itálica. - Concedió Lawrence: - Su príncipe y sus súbditos son siempre bienvenidos. -

Hubo entonces una breve pausa en la que nadie parecía saber muy bien cómo proceder, pero finalmente el joven hijo del rey de los astados retomó la palabra.

- Procónsul de Itálica, mi pueblo está siendo atacado por las cuatro tribus del interior que se han unido contra tu imperio. Mi padre quiere honrar el juramento de fidelidad a tu emperador, pero no tenemos ni fuerzas ni recursos suficientes para enfrentarnos contra todos nuestros enemigos.

Necesitamos la ayuda de tus legiones. -

Ahí estaba la petición.

Lawrence exhaló aire en un suspiro largo y se reclinó hacia atrás en su asiento. El agotamiento por el viaje estaba afectándolo mentalmente y sin darse cuenta su lenguaje corporal reveló que buscaba crear un espacio entre el hijo del rey de los astados y su persona. Nada le gustaría más que despedir a ese joven de un puntapié. Después de todo, pedirle ayuda militar de un modo tan repentino, cuando acababa de llegar, rayaba en la impertinencia. Lawrence ni siquiera había terminado de desembarcar sus tropas ni tampoco tuvo tiempo de enviar espías para enterarse de la situación in situ. ¿Pero el príncipe quería que abandonase su base en ese mismo momento? ¡Sus hombres ni siquiera habían recibido la asignación de sus lugares de descanso! -

- Dices que tu pueblo está rodeado de enemigos, es posible. - Comenzó Lawrence: - Pero nosotros recién acabamos de llegar, tenemos pocos soldados y todo un país levantado en armas. Los habitantes de esta ciudad ni siquiera han tenido tiempo de enterarse que tienen un nuevo Procónsul y yo tengo que saber cuál es la situación tras estos muros antes de poder enviar un ejército fuera de ellos. Tampoco puedo dividir mis fuerzas. He de acometer cada objetivo con todos mis legionarios juntos o sucumbiré en el esfuerzo. Resistid por ahora y, más tarde o más temprano, mis ataques harán retroceder a quienes los rodean. -

El joven príncipe respiraba deprisa, como una fiera que acaba de ser apresada y busca por dónde salir. Al igual que Lawrence, resultaba obvio que el príncipe también estaba haciendo todo lo posible por contenerse y no decir lo que realmente pensaba. Pero algo tenía que decir.

- Necesitamos refuerzos, Procónsul de Itálica, y los necesitamos ahora. Mi padre y sus hombres no podrán contener por mucho más tiempo los ataques de nuestros enemigos que cada día son más numerosos. -

Lawrence consideró por un instante tomar todas sus tropas y atacar allí donde se estaban defendiendo los astados, pero ni sus hombres estaban todavía suficientemente entrenados ni disponía aún de toda la información necesaria para saber bien cómo acometer los primeros ataques. Su plan original era el de realizar una serie de escaramuzas iniciales para entrenar a sus tropas en el combate cuerpo a cuerpo y así podría, al mismo tiempo, reabastecerse con los despojos arrancados al enemigo. Acelerar aquel proceso podría resultar fatídico, sobre todo con la Alianza Mercante de Tiro moviendo los hilos tras bastidores. ¿Y si ellos se unían a los bárbaros y organizaban un ataque sorpresa? Esas malditas colonias ya les estaban suministrando armas a sus enemigos, pero bien podrían enviar a pequeños grupos de tropas profesionales, capaces de desatar asaltos cortos pero devastadores, para después desaparecer en la espesura del Bosque Oscuro. Justo como los bárbaros hacían.

¡Y unas legiones recién reclutadas como las de Lawrence, que no habían tenido tiempo de prepararse, serían un blanco perfecto!

- He dicho, joven príncipe - Insistió Lawrence con un tono más firme: - que no me es posible atender vuestra petición en este momento. Necesito dos meses y la llegada del buen tiempo antes de emprender una operación a gran escala como la que me estás proponiendo. Regresa donde tu pueblo y di a tu padre que muy pronto podré asistirle. -

El joven hijo del rey de los astados miró al suelo. Uno de los embajadores bárbaros que le acompañaban, puso una mano sobre el hombro del príncipe como queriendo sugerir al joven que era mejor retirarse y abandonar el campamento itálico donde estaba claro que nadie iba a ayudarles en ese momento. Pero el joven príncipe no era hijo de un rey por nada. En su espíritu estaban el alma de la lucha y el combate encendidos, una energía que había heredado de su padre, de modo que se sacudió la mano que se había posado en el hombro con un movimiento rápido y clavó sus ojos directamente en la mirada de Lawrence.

- Hasta ahora, Procónsul, hemos resistido para honrar un juramento de fidelidad a Itálica, pero ese juramento ata a las dos partes. Nosotros hemos de ser leales al imperio y, a su vez, el imperio debe ayudarnos cuando estemos en problemas. Hemos combatido en el pasado varias veces junto a las legiones de Itálica y volveremos a hacerlo en el futuro si Itálica sabe también honrar su parte del juramento. Pero si los itálicos nos abandonan a nuestra suerte, mi padre no dudará en pactar con nuestros enemigos actuales y cambiar las alianzas por el bien de nuestra supervivencia.

Estamos dispuestos a luchar por el imperio, pero no estamos dispuestos a permitir que nuestras mujeres y niños acaben muertos o algo peor por el imperio. Y menos por un imperio que no honra sus juramentos.

Si al amanecer no hay tropas listas para partir hacia el interior y ayudarnos, mi padre pactará con nuestros atacantes y nos uniremos a ellos. Entonces el camino que el Procónsul encuentre hacia donde quiere llegar va a resultar mucho más difícil de franquear. Es más, estoy seguro de que, si los astados se unen al resto de tribus rebeldes, el Procónsul de Itálica nunca conseguirá pacificar esta región. -

Y el joven príncipe no esperó respuesta, sino que dio media vuelta y salió de la habitación seguido de cerca por sus dos compañeros, dejando a lictores, Tribunos y al propio Procónsul de Itálica perplejos y muy preocupados. Porque si los astados también se levantaban en armas contra ellos ya no les quedaría ningún pueblo importante con quien contar para nutrir a sus tropas auxiliares.

Lo que había dicho el joven príncipe era muy cierto.

Todos callaban en el interior del puesto de mando. Lawrence permaneció con la boca abierta durante unos segundos, pero poco a poco fue cerrándola mientras su mente, ágil, como una centella fulgurante, trazaba un plan a seguir para resolver lo que parecía irresoluble: evitar la rebelión de los astados sin tener que dividir sus tropas o reducir el calendario de adiestramiento.

Por fin Lawrence se levantó de su silla y paseó entre sus soldados y oficiales. Pasó así un largo rato en el que nadie se atrevió ni a moverse de su sitio o plantear la más mínima pregunta. De pronto, el Procónsul se detuvo, se llevó la mano derecha a la barbilla y la pasó por su inexistente barba pues ésta era escrupulosamente rasurada a diario.

- Sería algo muy malo que la Tribu Astada se rebele el mismo día que llegamos. ¿Cierto? - Dijo con una sonrisa irónica que alivió algo de la tensión de los presentes. Entonces mostró una expresión de resolución: - Sea, entonces. Preparen todo para que una de las dos legiones parta mañana al amanecer con dirección al pueblo de los astados y la otra espere aquí como refuerzo, por si nuestros enemigos atacan esta ciudad. ¡No debemos perder el puerto por ningún motivo! - Luego miró al Primer Centurión y añadió una orden que en realidad detestaba tener que dar, hasta el punto en que se le revolvía el estómago por pensar en hacerlo, pero no le quedaba de otra: - Tú acudirás donde estén acampados los embajadores y le darás al Príncipe de los astados el siguiente mensaje. -

*****

Los soldados del joven príncipe de los Astados habían levantado tres improvisadas tiendas junto a la puerta principal de la ciudad portuaria fortificada. Estaban allí, en aquel frío atardecer, reunidos alrededor de la gran hoguera que habían encendido, compartiendo el calor de las llamas, sin decirse nada entre ellos. Por dentro estaban abatidos. La importante misión que tenían parecía haber fracasado completamente y, más allá de eso, su joven príncipe había amenazado al Procónsul de Itálica y aquella amenaza parecía acosarlos como un fantasma invisible que flotase a su alrededor, pues los guerreros astados presentían que esas palabras del joven príncipe no quedarían sin efecto.

Pero ¿cuál sería?

Veían de reojo como una tropa de legionarios estaban tomando posiciones alrededor de sus tres tiendas y esperaban, en silencio, por si aquel joven general recién llegado decidía matarlos ahí mismo por su osadía. Algunos albergaban la esperanza de que el Procónsul no quisiera añadir más motivos para una posible rebelión de su pueblo, ya que ejecutar al príncipe rompería los débiles lazos entre los astados e Itálica. Quizá eso salvase sus vidas, pero el joven príncipe había sido tan hostil, tan resuelto al exigir al Procónsul el cumplimiento del juramento de protección del imperio, que todo era posible.

Por fin escucharon pasos y vieron al Primer Centurión de la XXII Legión que se aproximaba despacio, pero con firmeza. El oficial se detuvo un instante para contemplarlos. Vio cómo tenían las manos en las empuñaduras de las espadas. Aquéllos eran hombres dispuestos a todo. Como legionario veterano respetaba esa templanza. Buscó y encontró rápidamente la mirada más decidida de todas, la del joven príncipe. A él dirigió sus palabras.

- El Procónsul Lawrence me ha dado un mensaje para el hijo del rey de los astados. -

- Habla, soldado, te escucho. -

- El Procónsul - Prosiguió con cuidado el Primer Centurión: - cree que el joven príncipe ha malinterpretado sus palabras. El Procónsul desea satisfacer el juramento de Itálica de proteger a todos sus vasallos. Su idea era acudir en ayuda de los astados en unas semanas, pero si la situación es tan extrema, el Procónsul corresponderá a la lealtad de la Tribu Astada en el pasado.

Mañana al amanecer la primera legión del ejército proconsular partirá hacia tu pueblo. Ya que todo requiere tanta urgencia, sugiere que salgan ya mensajeros de tu embajada para que tu padre sepa que la ayuda llegará en muy poco tiempo, apenas dos o tres días si no ocurre nada durante el camino. - Entonces su tono de voz se volvió algo vacilante: - Eso sí, el Procónsul pone una sola e ineludible condición. -

- ¿Cuál es esa condición? - Preguntó con rapidez el joven príncipe.

El Primer Centurión, sin darse cuenta, dio un pequeño paso hacia atrás antes de volver a hablar.

- El Procónsul Lawrence exige que, si envía una legión hacia el sur, el joven hijo del rey debe quedarse entre nosotros hasta que de nuevo las dos legiones estén unidas. Estamos en medio de una gran guerra y el Procónsul no está dispuesto a ceder una legión sin una contrapartida como la que exige. -

El joven príncipe asintió despacio, pero sus hombres, que no estaban seguros de lo que allí estaba pasando, le preguntaron en su lengua. El hijo del rey se explicó: Básicamente Lawrence estaba pidiendo que él se quedase como una garantía para asegurar el buen comportamiento de su padre. El Primer Centurión vio como varios de los guerreros astados sacudían la cabeza y hablaban de prisa. Era evidente que muchos no estaban de acuerdo con que el joven príncipe se quedara entre los itálicos como rehén, pero el hijo del rey lanzó un grito en su lengua y todos guardaron silencio.

- ¡Cállense todos! Se hará como pide el Procónsul. - Y volviéndose hacia el Primer Centurión añadió una petición: - Me quedaré, pero quiero ver cómo empiezan a formar los Manípulos de las legiones para partir. -

- Acompáñame y lo verás. -

El Primer Centurión, una decena de jinetes itálicos, el hijo del rey y sus dos escoltas cabalgaron en medio de la noche hasta llegar al puerto. Allí todos se quedaron asombrados del enorme bullicio que lo llenaba todo, desde los almacenes a los muelles y los innumerables quinquerremes y trirremes allí atracados.

Centenares de hombres se esmeraban en cargar fardos de todo tipo: ánforas con agua y aceite, sacos de trigo y sal, cestos de pescado y carne seca, odres con agua y centenares, millares de lanzas, flechas, espadas y escudos. Se escuchaban a varias docenas de caballos relinchar porque estaban irritados por el largo viaje en barco y ahora se negaban a bajar tranquilamente por las estrechas pasarelas que los dejarían en tierra firme, pero los soldados itálicos tiraban de las riendas con fuerza y al final todas las bestias cedían y desembarcaban de los buques, que cada vez se levantaban más por encima del agua a medida que el ejército proconsular de Lawrence descendía a la península.

Entonces los Tribunos ordenaron que todo el trabajo de desembarco se asignaría a una legión, mientras que la otra se preparaba para marchar al interior inmediatamente. Los legionarios todavía estaban mareados por la travesía en el mar y ni siquiera habían tenido tiempo de cenar, así que maldijeron en su interior a toda la línea materna de su general. Pero fieles a la disciplina militar obedecieron la orden en silencio y en muy poco tiempo estaban formando para marchar.

El joven príncipe miraba todo aquello y no cabía en sí de gozo. Se volvió entonces hacia uno de sus hombres y le dio una orden. El soldado montó en su caballo y partió de regreso hacia el resto de sus compañeros de embajada. Ningún legionario le impidió que se alejara con libertad.

- ¡He ordenado que el resto de hombres regresen al sur y le digan a mi padre que los refuerzos del imperio llegarán en poco tiempo! -

El Primer Centurión asintió sin tanta satisfacción. Él había sido veterano en varias guerras y sabía que, cada vez que Itálica dividía sus legiones en esa península, siempre había terminado en pavorosas derrotas, en masacres donde los buitres se hartaban de comer carne itálica y el Primer Centurión sentía que todo lo que estaba ocurriendo aquella tarde les acercaba tenebrosamente a ser pasto de esas malditas bestias aladas. Un final en el que prefería no pensar.

Mientras tanto los mensajeros de los Astados, tras levantar con rapidez sus tres tiendas, partieron hacia el interior de la región al galope. No estaban satisfechos de dejar a su joven príncipe entre los itálicos, pero saber que habían conseguido el apoyo de las tropas del Procónsul era tan alentador que cabalgaron veloces, sintiendo la brisa del mar soplando contra sus nucas, y, escoltados por la luna, galoparon sin descanso para alcanzar cuanto antes su destino.

Al mismo tiempo en su habitación, Lawrence se permitió una copa de vino en soledad, mientras observaba el reflejo de las llamas sobre su armadura, que estaba apoyada en su cama. En unos minutos tendría que ponérsela y marchar junto con el resto de sus tropas.

- Esto será muy difícil. - Susurró para sí mismo.

*****

- ¡Qué fácil la tiene Lawrence! ¡Esto es muy injusto! - Dijo Bryan para sí mismo haciendo una mueca burlona y añadió con ironía: - ¿Por qué él sí tiene una fortaleza con puertas que funcionan, un completo abastecimiento de suministros y encima un puerto cercano por el que siempre podría retirarse si ocurriese lo peor? ¡Qué buena vida está viviendo! -

Bryan se encontraba levitando en la oscuridad de la noche observando la ciudad portuaria fortificada en donde Lawrence acababa de estar y con sus Espectros Oscuros llegó incluso a observar, sin saber muy bien lo que veía, a los mensajeros de los astados que se alejaban cabalgando.

- ¿Me pregunto a dónde se dirigen esos jinetes? Parecen tener prisa. -

Bryan llegó sin muchos problemas a la Aldea Troll e hizo el numerito del dios Datara. Y llegó en un excelente momento porque los troles estaban inquietos por no haber robado últimamente y deseaban activamente hacer algo, cuanto más malvado mejor.

Naturalmente esto le venía a Bryan como anillo al dedo y rápidamente anunció que él mismo los lideraría en el primero de una larga serie de saqueos que deberían hacer dentro de poco, lo cual arrancó toda una ronda de vítores y gritos casi frenéticos de alegría.

Una vez concluida toda aquella pantomima, Bryan conversó con el Viejo Chamán para tratar de orientarse en el terreno y así descubrir en dónde quedaba la península en la que Lawrence debería luchar. Él ya tenía una idea general por los mapas que había leído, pero eso no se comparaba a la experiencia de alguien que conocía bien el terreno y cuando se trataba de los territorios periféricos del Bosque Oscuro, pocos sabrían tanto como los troles, pues este precisamente era su terreno de caza.

Después de eso, Bryan salió con toda la tribu de troles, que llevaban al Pequeño esqueleto en un palanquín y se demoró dos días en llegar a las inmediaciones, una velocidad inconcebible de no ser por las numerosas rutas para cortar camino que conocían los troles. Sin embargo, en cierto momento Bryan comenzó a preocuparse por el tiempo que se estaba tardando, pues no podía demorarse demasiado ahí. Así que se adelantó volando con toda la rapidez que el Arte del Noveno Diagrama Celeste le permitía y así llegó casi al mismo tiempo que Lawrence se entrevistaba con el príncipe de los astados.

En ese momento escuchó un sonido de trompetas y reconoció el ritmo: Era el llamado para que una legión se pusiese en movimiento.

- Pero si todavía no acaba de desembarcar… ¿Por qué está movilizándose tan rápido? - Se preguntó Bryan: - ¿Acaso hay un ataque inminente? -

De modo que se elevó mucho más en el cielo para aumentar su visibilidad mientras enviaba a sus dos Espectros Oscuros al máximo rango de distancia, en busca de señales de humo o el resplandor de unas llamas que pudiesen delatar un posible ataque de los pueblos cercanos, pero no vio nada que le llamase la atención.

Me encantaría ir directamente y preguntarle, pero entonces él me preguntaría cómo es que llegué hasta aquí desde el otro extremo del imperio. Y hasta podría exponer el secreto del Cementerio de la Muerte.” Pensó Bryan negando con la cabeza y esperó tranquilamente hasta que los manípulos comenzaron a salir de la ciudadela. Entonces envió un Espectro Oscuros para escuchar en secreto las instrucciones que los centuriones gritaban a los legionarios y abrió los ojos por la sorpresa al enterarse de que Lawrence estaba dividiendo sus tropas para ir en auxilio de una tribu aliada. Era claramente un movimiento peligroso, pero su amigo era todo menos imprudente, así que debía tener buenos motivos para proceder así.

- Bueno, en cualquier caso, no cambia lo que tengo que hacer. - susurró Bryan sonriendo maléficamente: - Los troles aún deberían demorarse un poco más en llegar. Así que esta noche tengo que hacer “reconocimiento”. -

De modo que dio media vuelta en el aire y partió en dirección hacia el interior, en busca del asentamiento de la tribu Astada para usarla como referencia. No fue difícil encontrarla, porque era el asentamiento más grande en la frontera del territorio imperial y sus muros de madera tenían claras señas de haber sido atacados repetidamente. Aunque en ese momento sus enemigos no parecían estar cerca.

Parece que han elegido la estrategia de realizar asaltos intermitentes en lugar de un asedio en toda regla.” Dedujo Bryan y continuó avanzando en busca de las tribus enemigas.

En el interior de la península, justo al margen del Bosque Oscuro existían muchas tribus belicosas y rebeldes, pero las más peligrosas de todas, tanto por su número como por su agresividad a la hora de combatir serían los dazí, melek, farid y rayan. Todas ellas eran parecidas y uno tendría que convivir con ellos para distinguirlos, pero existían diferencias fundamentales entre estos bárbaros y las tribus que Bryan debía enfrentar.

La primera era que estaban más desarrollados y vivían en asentamientos. Esto significaba que el estilo de guerra que practicaban era diferente al que usarían los Uñó o los Vándala. Los seminómadas de Etolia tenían una mayor tendencia a moverse juntos y si bien vivían comúnmente en un par de valles que habían hecho sus territorios, no estaban tan atados a este. En cambio, en esta península las cosas eran muy diferentes. Las cuatro tribus estaban tan ligadas a sus hogares que incluso enterraban a los muertos debajo de sus propias casas. Durante una gran emergencia eran capaces de abandonar sus respectivos asentamientos para esconderse en el Bosque Oscuro, pero no lo harían sin antes hacer pagar caro a quien se atreviese a invadirlos, incluso si tenían que sacrificar a muchos de los suyos. Además, eventualmente regresarían para reconstruir sus hogares.

Si Bryan hubiese peleado con estas tribus, su truco psicológico de matar a muchos para desanimarlos de lanzar un ataque no hubiese funcionado. Los bárbaros de la península peleaban a muerte para vengar a cada uno de los suyos.

Pero precisamente porque estaban tan atados a su tierra, su forma de pelear se había vuelto bastante astuta. Ellos se dividían en cientos de pequeños escuadrones que operaban de forma independiente, pero que mostraban una asombrosa capacidad para coordinarse entre ellos cuando era necesario. Eso quería decir que había muchos campamentos de bárbaros escondidos entre las altas hierbas que precedían a sus aldeas, esperando a los legionarios para lanzar feroces asaltos devastadores, uno detrás de otro, que podían venir de múltiples direcciones. Y, una vez que sus adversarios estaban debilitados o si cometían el error de dividirse, atacaban todos juntos al mismo tiempo para rodear por completo a sus adversarios.

En teoría era una táctica elemental, pero en la práctica era muy complicado de hacer. Sin embargo, estos bárbaros tenían la experiencia de muchas generaciones que perfeccionaron este tipo de guerra de guerrillas y encima ahora poseían armaduras y armas suministradas por la Alianza Mercante de Tiro, así que se sentían muy confiados.

Sin embargo, estos bárbaros tenían una terrible debilidad que los diferenciaba de los Uñó y los Vándala: Casi no tenían caballería. Sus capitanes iban a caballo, pero la gran mayoría de sus tropas tenían que desplazarse a pie. Por eso dependían tanto de la táctica de la emboscada, usando las irregularidades del terreno y la oscuridad.

Lamentablemente para ellos, eso los hacía presas fáciles para alguien como Bryan, pues incluso con dos Espectros Oscuros no tuvo problemas para encontrar los campamentos bárbaros incluso en la oscuridad más profunda.

Un pequeño resplandor llamó su atención de inmediato, era la luz danzante de una hoguera. Bryan inmediatamente descendió a unos diez metros de distancia y comenzó a deslizarse silenciosamente entre los altos pastos hasta llegar a un claro rocoso, que en realidad era una sección de un río seco. Ahí había diez carpas rústicas, unos simples armazones de palos entrecruzados y cubiertos de telas resistentes al viento. La mayoría de los bárbaros estaban durmiendo, pero tres de ellos montaban guardia en los alrededores y un cuarto vigilaba que el fuego no se apagase.

Campamento Bárbaro

Bryan sonrió mientras se acercaba, pero entonces algo le hizo detenerse. Era el sonido de un leve gruñido animal en las inmediaciones y entonces maldijo en su interior, pues los bárbaros tenían consigo perros guardianes, algo con lo que no había contado. Los agudos sentidos de esos animales podían detectarlo, sobre todo si no tenía cuidado de ponerse contra el viento. De hecho, uno de ellos ya estaba levantando el cuello, enfocando sus orejas y estaba claramente olfateando.

¿Debería intentar un ataque frontal? No, mejor mantener un enfoque sigiloso. Si dan la alarma el resto de grupos estará prevenido.

Bryan esperó un momento para leer el ritmo de los vigías, así como el tiempo de sus rondas. Afortunadamente eligieron un cauce seco como sitio para acampar, porque eso significaba que la orientación de sus integrantes estaba un poco alineada a lo largo de este. Pronto encontró una abertura en donde los vigías no estaban observando y saltó rápidamente, deslizándose por el aire por encima del campamento bárbaro con el Arte del Noveno Diagrama Celeste. Entonces arrojó dos Flechas de Hueso al mismo tiempo, que atravesaron los cráneos de los perros simultáneamente, matándolos de inmediato. Sin embargo, sabía que en ese momento el tiempo comenzaba a correr, porque los vigías ya estaban haciendo su ronda y eventualmente descubrirían a los animales muertos.

Inmediatamente fue por el más cercano. Era un bárbaro que lucía un casco de hierro sin visera pero que cubría su cuerpo con una túnica gruesa para protegerse del frío, lo cual hacía que fuese difícil para Bryan deducir el tipo de armadura que ocultaba debajo. Por lo tanto, decidió ir por lo seguro y rápidamente se acercó por detrás para aferrar con fuerza su garganta, mientras usaba su mano libre para inmovilizarlo. El bárbaro trató de luchar y pedir ayuda, pero un pulso de Fuego glacial Místico púrpura paralizó su aliento de forma permanente. Bryan entonces le rompió la tráquea congelada y utilizó Llamada del Vacío para desaparecer su cadáver.

Al final solo quedaron la túnica y el equipamiento. Cuando lo revisó, Bryan sonrió aliviado de ver que la armadura del difunto solo era una protección muy elemental de cuero endurecido con placas de bronce. También portaba un hacha de guerra, pero la descartó de inmediato porque no le servía para el enfoque furtivo que había elegido. Sin embargo, sí encontró una afilada daga curvada que servía muy bien a sus propósitos.

Bryan inmediatamente comenzó a deslizarse silenciosamente alrededor del campamento para matar al resto de vigías. Al primero lo sorprendió ocultándose detrás de un árbol cuando este se acercaba, saliendo rápidamente para cerrar su boca con una mano, mientras que al mismo tiempo lo apuñalaba en el bajo vientre y retorcía la daga con fuerza para extraer sus entrañas. La túnica que llevaba no le dio problemas porque ya tenía una idea de en dónde estaba el punto débil de su protección.

El tercero fue incluso más sencillo. Bryan se acercó por su izquierda y arrojó una piedra para provocar un ligero sonido que hizo mirar al vigía hacia otro lado, de modo que no vio ni tuvo tiempo de esquivar la hoja que le desgarró la garganta.

Llamada del Vacío se encargó de todos los cuerpos.

Matar al que cuidaba la fogata fue un poco más complicado porque tuvo que acercarse a una zona iluminada, pero afortunadamente el crepitar de las llamas ayudó a ocultar el leve susurro de sus pasos y además el vigía se había quitado el casco. Así que Bryan lo eliminó con una certera puñalada en la nuca.

Una vez muertos los vigías, Bryan fue de tienda en tienda, cubriendo la boca de los que dormían mientras atravesaba sus corazones con movimientos rápidos y precisos. Pero cuando pensaba que ya podría terminar con este campamento sin problemas, descubrió algo inesperado.

Oh no… ¿ése es su capitán?

Entre todas las carpas había una que era un poco más grande que las demás y en ella estaba durmiendo un guerrero bastante único. Todo su cuerpo estaba cubierto por lo que parecía una túnica muy gruesa con capucha. El problema era que cada espacio de ella estaba cubierto por completo con miles de pequeñas láminas de hierro que lo volvían completamente hermético. Afortunadamente no parecía tan resistente como la armadura de placas articuladas que usaban los caballeros, así que no era imposible que Bryan lo acabase matando, pero hacerlo con una puñalada sorpresa era imposible. El guerrero ni siquiera exponía su cara, pues esta estaba protegida con una especie de media máscara que cubría su frente, sienes y nariz; de la cual a su vez caía una cota de malla muy resistente.

Es imposible que estos bárbaros puedan haber hecho una armadura así. ¡Tiene que ser un regalo de la Alianza Mercante de Tiro!” Pensó Bryan mientras examinaba atentamente al guerrero dormido, tratando de no respirar para no hacer nada de ruido. Poco después vio la lanza y el hacha de guerra que usaba este bárbaro en particular, las cuales estaban hechas con una manufactura claramente superior a todas las demás armas que tenían en este campamento.

Sospecha confirmada. Pero ahora ¿qué hago? No sé qué tan fuerte es, pero es posible que, si peleamos, todos los campamentos cercanos escucharán el ruido de nuestra batalla. Piensa, Bryan. Piensa. Tiene que tener un punto débil… ¡Los ojos! Da igual lo blindado que esté, un guerrero que no puede ver no serviría de nada.

En efecto, cuando se acercó. Bryan confirmó que la máscara protectora había dejado aberturas para que el guerrero pudiese ver. El problema radicaba en que no era seguro que muriese de inmediato, aunque lo apuñalase ahí y sólo tendría una oportunidad. De modo que avanzó muy lentamente para acercarse lo más posible y luego se arrojó sobre el guerrero dormido para inmovilizarlo con toda la fuerza de su cuerpo, mientras que usaba sus dos manos para apuñalarlo en el ojo derecho.

¡El punto débil de su armadura eran los ojos de la máscara!

La víctima lanzó un grito y un resplandor de Aura de Batalla Blanca iluminó su cuerpo, pero el dolor de la hoja metálica introduciéndose en su cuenca ocular lo confundió demasiado y además Bryan usó toda su fuerza sobrehumana para mantenerlo en el suelo.

Sin embargo, esto no fue suficiente. El guerrero blindado se sacudió salvajemente, sabiendo que su vida dependía de ello y también comenzó a reunir aire para gritar con todas sus fuerzas. De manera que Bryan soltó una de sus manos de la empuñadura de la daga para sujetar su cabeza con fuerza e introdujo su dedo pulgar en el agujero restante, con la intención de reventarle el otro ojo. Y mientras seguía conteniéndolo de este modo ejecutó la técnica de Asimilación Vital para absorber toda la energía que le quedaba, hasta que su cuerpo desapareció en partículas de luz.

Bryan finalmente se levantó. Estaba lleno de energía por la vida que acababa de robar, pero se sentía mentalmente agotado. Sin embargo, no era el momento para detenerse, necesitaba acabar con todos los campamentos bárbaros que pudiese antes del amanecer, para que la presión sobre la legión de Lawrence se redujese lo más posible. El problema era que no quedaban muchas horas de oscuridad y el proceso le llevaría demasiado tiempo, sobre todo si en cada campamento había uno o más de estos guerreros cubiertos con estas extrañas armaduras laminares.

- Tengo que usar otra estrategia. Una que cause mayor daño. - Susurró Bryan: - ¡Lo ideal sería encontrar un modo de que se mataran entre ellos, pero… -

En ese momento sus ojos se fijaron en la fogata del campamento que acababa de destruir. Una olla de metal se encontraba cerca del fuego, donde se cocía algún tipo de estofado. Era un utensilio bastante genérico, sin mucha calidad, como si la hubiesen hecho en serie. Quizá era otro aporte de la Alianza Mercante de Tiro.

¿Todos los campamentos tendrán una así?” Pensó Bryan.

Entonces se le ocurrió una idea bastante malvada y rápidamente buscó en su Anillo Espacial un artículo muy especial, que no pensó que volvería a utilizar.

Era un pequeño saquito lleno con raíces molidas.

Armadura de Láminas importada por la Alianza Mercante de Tiro

Nota del Traductor

Hola amigos, soy acabcor de Perú. Hoy es miércoles 22 de noviembre del 2023.

Continuando con la nota histórica.

¿Por qué los nazis y los comunistas se convirtieron en enemigos acérrimos si en el fondo eran tan parecidos? Esa sería la pregunta obvia que cualquiera pensaría al enterarse de que, en esencia, ambos grupos son básicamente iguales.

En principio hay que decir que, históricamente, hay muchos casos de grupos de personas con formas de pensar bastante parecidas que, por pequeñas diferencias se convierten en enemigos acérrimos. Y un ejemplo muy bueno de ello serían los musulmanes.

Actualmente el islam está dividido en dos grandes grupos: sunitas y chiitas. Si uno los examina, descubrirá que ambos coinciden en el 99 % de sus creencias y costumbres. Usan el mismo libro sagrado, repiten las mismas Suras, recitan las mismas oraciones, piensan lo mismo acerca de la relación de Alá con los hombres y el Fin de los Tiempos. La única diferencia sustancial entre ellos es que unos piensan que el líder del mundo musulmán debería ser alguien relacionado con la familia del profeta Mahoma, mientras que los otros piensan que esto no es algo obligatorio. ¿No les parece una diferencia un poco diminuta?

Bueno, pues por esa ridícula diferencia se han estado matando en una guerra eterna que ya lleva durando 1,391 años… y contando. Por cierto, fueron los Sunitas (que pretenden ser los moderados) quienes comenzaron este conflicto asesinando a casi toda la familia de Mahoma.

Pero si quieren otro ejemplo más moderno: Puedo decirles que, en todos los países occidentales, hay grupos de personas similares que disfrutan mucho de la misma actividad, ya sea que la practiquen o solo la observen, están de acuerdo con todos los principios y leyes que la rigen, la aman con pasión y son muy parecidos. La única diferencia entre ellos sería el equipo al que apoyan. Me refiero por supuesto a los Hinchas de fútbol.

No me negarán que son muy parecidos, y que en esencia son lo mismo (amantes del futbol), pero que pueden llegar a odiarse de una forma hiperbólica por la diferencia en el equipo al que apoyan, pese a que están jugando el mismo deporte, con las mismas reglas, etc.

Así pues, el conflicto entre los nazis fascistas con los comunistas puede explicarse fácilmente cuando entiendes esta realidad. Y aunque en comentarios anteriores quise dejar claro que ambos grupos son iguales esencialmente, pues los dos son izquierda radical, eso no quiere decir que no existiesen diferencias entre ellos que los llevaron a enfrentarse.

Imaginen que caminan por la calle y ven a un Otaku textual: Está vestido con un cosplay de su anime favorito, en el cual invirtió bastante dinero, se maquilló e incluso adopta el modo de hablar de su personaje. Entonces te das cuenta de que está en plena discusión con un joven fanático de Star Wars (si queda alguno luego de que Disney termine de destruir la franquicia) que está completamente vestido como Darth Vader e incluso usa un sintetizador de voz para imitar el tono de James Earl Jones. Cuando te acercas un poco, vez que uno de ellos está acusando al otro de ser “extremo” en sus gustos, de “gastar mucho dinero en un pasatiempo”, de perder demasiado tiempo en “fantasías” que no son realidad.

¿Acaso no pensarías que tal concha… perdón, que esa acusación no tiene sentido porque ambos son esencialmente iguales? Bueno, ese es el mismo absurdo que contemplamos cada vez que un socialista acusa a alguien de ser facho. Ambos creen en lo mismo: El fin justifica los medios, está bien usar al Estado para obligar a las personas a pensar como les convenga, se debe incluso controlar con quien se pueden casar o qué les debe gustar, el Estado debe dirigir todo aspecto de sus vidas, ya sea en el aspecto público o privado, está bien usar la represión contra todo aquel que piense diferente, se debe usar activamente el aborto y la eutanasia para seleccionar a los mejores ejemplares y desaparecer a cualquiera que pudiese nacer con defectos que lo hagan poco útil para el Estado… etc. Si lo piensas bien, un progre hace esencialmente lo mismo que un nazi. Todavía no puede llevarte a un Campo de Concentración, pero si declaras abiertamente que no estás de acuerdo con sus ideas, el progre te perseguirá en redes sociales, hará campaña para que te despidan y no dejará de insultarte o hasta usar la violencia en contra tuya, si das conferencias se asegurará de asistir con carteles y gritos para que nadie te escuche (literalmente eso hacían los nazis en las Universidades antes de tomar el poder y también lo hacían los comunistas), censurarán tus cuentas de Twitter, banearan tus videos de Youtube, etc. Ustedes ya saben cómo es eso.

Pero volviendo al tema inicial: ¿Por qué los nazis se pelearon con los comunistas? Ya vimos que Partido Nazi literalmente significa Partido Nacional Socialista Obrero Alemán, así que Hitler no tenía ningún problema con que los comunistas fuesen socialistas. De hecho, le encantaba eso de ellos. El detalle clave del conflicto es que Hitler era un “Nacional Socialista”, mientras que los comunistas creían en la “Internacional Socialista”.

La famosa URSS, cuyo nombre completo es Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, pretendía que todos los pueblos del mundo se uniesen en un estado común e igualitario, pero que en realidad estaba controlado por el Partido Comunista Ruso.

¡Eso era lo que Hitler no podía tolerar! En la Alemania Nacionalista Socialista no podía haber un grupo de personas que recibiesen órdenes desde Moscú.

Por esa pequeña, aunque crucial diferencia, Hitler ordenó el encarcelamiento de todos los comunistas de Alemania, a quienes veía como traidores a la nación alemana por ser en realidad leales a los comunistas rusos. Mientras que al mismo tiempo los rusos vieron a Alemania como un peligro por presentarle al mundo una opción de socialismo que no estuviese bajo el control directo de Rusia. Ambos grupos eran TOTALITARIOS, lo que significa que aspiraban a tener todo el control… ¡No iban a permitir que alguien que no fuese ellos tuviese igual o más poder!

Aún así, ya sean Nazis, Comunistas, Progresistas, Lobistas, etc. Todos los socialistas han tenido una característica única: Odian al cristianismo. Concretamente, odiar a la Iglesia Católica. Es su enemigo universal. Cada vez que consiguen llegar a una universidad, comienzan a esparcir mentiras tras mentiras, hasta que parece inconcebible que alguien sea académico y no sea anticristiano. Cuando hacen películas se aseguran de lanzar mensajes donde acusan a los cristianos de todos los crímenes del mundo. No tienen problemas con otras religiones, pero sí con la cristiana. Incluso se infiltran en las filas de los sacerdotes para conseguir ideologizarlos con su pensamiento antirreligioso.

¿Por qué sucede esto?

Los orígenes de este odio tienen lugar en el origen mismo del Socialismo, en la filosofía que terminó dando a luz esta doctrina y forma de pensamiento. Tiene que ver con el gran filósofo Hegel y sus creencias personales, y como estas influenciaron a Karl Marx y a Frederic Nietzsche.

Pero creo que hablaré de eso en otro momento.

Ahora sí comentemos sobre el capítulo: El título está inspirado tanto en la promesa de Itálica con la tribu de los Astados como en la que Bryan hizo de ayudar a Lawrence.

Volvimos a ver a Lawrence, un Lawrence agotado, pero en cierto modo inspirado por la Espada de Itálica. Sin embargo, la situación en la península donde luchan parece ser terrible. Y es que toda esta parte está inspirada en un capítulo de la historia de Roma que a mí me gusta llamar “Hispania Indómita”. Verán, los ancestros de los españoles eran guerreros tan valientes, feroces y hábiles que los romanos sufrieron terriblemente para conquistarlos. Incluso tuvieron que alterar todo su calendario, agregando dos meses a su original año de diez, para conseguir hacer progresos y aún así, con todo el poder de sus legiones, Roma necesitó de 198 años de guerra para poder someter a la Península Ibérica.

Por eso, cuando los romanos pensaban en Hispania, solían recurrir a un parafraseo del historiador Tito Livio: ¡Hispania, la primera en ser invadida y la última en ser conquistada!

Con todo esto, pueden adivinar que el último lugar en donde un romano quería tener que ir a pelear, era en Hispania. Primero porque los Celtíberos eran muy feroces y peleaban hasta la muerte. Además, no había una o dos batallas decisivas, como ocurría en Grecia, sino que todos los días sufrían escaramuzas y asaltos terribles. En Hispania los legionarios caían como las moscas. Pero lo peor de todo, era que (en esa época) no había ciudades ricas con cuantiosos botines para saquear, así que todo ese sufrimiento no rendía casi ningún beneficio.

Esa actitud era la realidad que quería que Lawrence sintiese al hablar con el Procónsul saliente. A pesar de que Elvio tuvo algunas victorias importantes, el desánimo más absoluto se ha apoderado de él y la tensión que el joven patricio tiene que sentir debe ser tremenda.

Luego, justo cuando está asimilando lo que ocurre. Llega el problema con la tribu Astada y una potencial traición de sus aliados que lo obliga a movilizarse nada más llegar en un territorio que apenas conoce.

Ahora bien, admito que el nombre de los Astados lo puse por flojera. Lo mismo con las tribus rebeldes mencionadas. Estaba tan ocupado esta semana y además con tanta tensión para que todo el capítulo estuviese listo a tiempo, que no quise perder mi tiempo haciendo anagramas con los nombres de las tribus celtíberas famosas, como los arévacos, los belos, titos o lusitanos. Además, sería injusto hacerlo dado que la guerra de Lawrence no será un punto focal de la narración, dado que tendremos que volver a Valderán eventualmente.

Y la idea es que Valderán es el destino más peligroso de todos, salvo por supuesto el sitio en que Esteban lucha cada año con los orcos. Pero Bryan tiene que enfrentarse al mismo tiempo con pueblos bárbaros terribles, bandidos y básicamente una alegoría de Grecia. Encima tiene las manos atadas con las Legiones Malditas y una fortaleza sin puertas. Por eso quería hacer un gracioso contraste entre la tensión que siente Lawrence y la burla de Bryan, quien se da cuenta de que la situación de su amigo no es tan mala como la suya.

El resto de eventos no requiere explicación. Lawrence demuestra que puede ser bastante cruel políticamente al conservar como rehén al príncipe, pero además tiene sentido porque está corriendo un riesgo terrible al dividir sus legiones de ese modo. Bryan también se luce con sus habilidades para el asesinato. Incluso matando primero a los perros vigías, pues tiene sentido que los bárbaros los usen como alarmas. (Lo siento amigos de los animales, pero pueden encontrar consuelo en el hecho de que “ningún perro real fue lastimado durante la redacción de este texto”)

Lo que quedaría sería la armadura del capitán mencionada.

La Alianza Mercante de Tiro es quien proporciona armas a los bárbaros, pero como ocurre en estos casos, es poco probable que ellos entreguen sus mejores armas a otros pueblos, por más que sean aliados. En el mejor de los casos, les darán tecnología de segunda mano. Así que quería dejar claro que, aunque el equipo proporcionado es peligroso, no es tecnológicamente superior al que poseen los itálicos. De modo que elegí describir la armadura del Catafracto, un tipo de unidad blindada muy utilizada en muchas partes del mundo, tanto en oriente como en Europa. Generalmente iba a caballo y tanto el guerrero como el animal llevaban un traje casi impenetrable hecho con escamas de hierro. Eran muy peligrosos a distancias cortas, pero los animales se cansaban rápido debido al peso del equipo.

El Catafracto se considera una especie de precedente para la armadura medieval de placas, por eso elegí describir este equipo como aquel que la Alianza de Tiro entrega a los bárbaros.

En cuanto a las imágenes y los entornos descritos, pues me inspiré mucho en el videojuego Kingdom Come Delivarance, donde los enemigos son precisamente unos bárbaros llamados Cumanos, aunque en lo personal yo creo que el verdadero motivo de esto es que los directivos del juego no tuvieron el coraje de poner a los musulmanes como villanos, ya que el equipo que usan es muy parecido al que usaban los árabes mamelucos y los otomanos.

Pero déjame saber tu opinión en los comentarios: ¿Qué te pareció este capítulo? ¿Te gustó el modo en que Lawrence se desenvuelve pese a todas las adversidades? ¿Qué opinas del príncipe de los Astados? ¿Que sentiste al escuchar los pensamientos de Bryan? ¿Te gustó el modo en que asesinó a los bárbaros? ¿Qué te pareció la armadura blindada de placas? ¿Qué crees que será ese saquito con raíces que Bryan extrajo al final?

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