321 Un camino turbulento

Los troles del bosque tenían la costumbre de buscar un refugio cercano donde podían esconderse durante el día antes de organizar sus saqueos. Si tenían suerte, utilizaban alguna cueva cercana que no estuviese habitada. Pero generalmente improvisaban una serie de refugios precarios medio excavados en el suelo y los cuales eran tan insalubres que un humano promedio estaría muerto después de vivir en ellos durante un cierto tiempo. Ahora bien, esto no les afectaba mucho a estas criaturas, de hecho, su estado de vida era generalmente uno sucio y donde la palabra higiene era completamente desconocida.

Sin embargo, Bryan seguía pensando en cierta manera que los troles ahora eran una fuerza bajo su control y que por eso tenía una cierta responsabilidad sobre ellos. Así que usó un pequeño ejército de Zombis para preparar una empalizada bastante buena, camuflada especialmente para pasar desapercibida. Luego coordinó con el Viejo Chamán sobre los robos sistemáticos que harían a toda caravana de la Alianza Mercante de Tiro, hasta que estuvo seguro de que hubiesen elegido los mejores puntos para lanzar asaltos sorpresa, maximizando el daño que podían provocar y también teniendo en cuenta varias vías de escape por las que pudiesen escapar rápidamente si algo salía mal.

Guerreros Troles en el Bosque

A partir de ese momento, todas las caravanas que intentasen utilizar las rutas secretas hacia las ciudades de las Tribus Rebeldes en la península encontrarían una muerte repentina y violenta.

Después de eso se marchó lo más rápido posible y tras algunas peripecias consiguió regresar a la Aldea Enana, donde sus nuevas puertas estaban esperándolo o por lo menos las partes metálicas. Bennet le explicó que, si las ensamblaba, su función anti mágica se activaría y sería muy difícil guardarlas en el Anillo Espacial. De modo que las forjó como piezas destinadas a ser acopladas alrededor de los listones de madera.

En cuanto al estado del Mithril Blanco, todavía tenía que mantenerse ardiendo durante al menos medio año más para poder purificarlo por completo, así que de momento Bryan decidió dejar la decisión de qué hacer con su parte para más adelante. Su regreso al Cementerio de la Muerte no le trajo mejores noticias porque, aunque notó que había un progreso en el refinamiento del Desgarrador Sombrío, era evidente que todavía quedaba mucho por delante. Así que revisó bien que el laboratorio de encantamientos estuviese funcionando adecuadamente y utilizó la matriz de transporte para regresar a Valderán.

Una vez ahí tuvo que provocar una explosión para poder salir de la cueva donde se había encerrado, pero no se dirigió directamente hacia la fortaleza o al campamento de las legiones, sino que viajó hacia la ciudad de Odisea. Después se reunió con los artesanos locales para pedirles su ayuda en el ensamblado de la puerta y mientras ellos trabajaban, Bryan visitó la sede local del Manto Oscuro para enterarse de algunas noticias importantes, sobre todo el movimiento de las ciudades de la Liga Etolia.

Pero cuando estaba coordinando el transporte y una escolta armada, ocurrió algo que lo sorprendió. La joven Gloria lo encontró repentinamente, llevando consigo una carta para su marido y se puso de rodillas para pedirle que se la enviase.

Bryan inmediatamente le pidió a la joven que se levantase y la trató con la mayor cordialidad que podía, sin comprometer la dignidad de su cargo. Pero mientras se despedía de ella, casi sudó frío, porque no entendía cómo era posible que ella hubiese sabido de su llegada pese a que tomó muchas medidas para mantener su presencia en Odisea en secreto. Y cuando le preguntó al respecto, ella sonrió risueña y respondió: - ¡Tuve un buen presentimiento! -

Lo dije en broma, pero… ¿quizá sí tiene madera de sacerdotisa?” Se preguntó Bryan mientras la veía marcharse: “Quizá deba buscarle algún puesto como augur. Uno donde le permitan unirse pese a estar casada.

Bryan sabía que el Imperio Itálico era conducido religiosamente por el Pontífice Máximo, el cual tenía que seguir una vida muy restringida, con todo tipo de prohibiciones para complacer a todos los dioses principales. El resto de sacerdotes, si bien no llegaban a ser tan estrictos, también vivían vidas bastante rigurosas. Pero existían puestos menores en la jerarquía sacerdotal que eran mucho más flexibles y quizá la joven Gloria podría ocupar alguno de ellos. De ese modo sería mucho más difícil para Tiberio Claudio atacarla.

Pero al final tuvo que descartar esa idea. La religión de Itálica, como la mayoría de religiones en los países circundantes e incluso los pueblos bárbaros, era muy exigentes con los antecedentes de sus miembros. Si uno no descendía de una familia aristócrata, por cuyas venas corriese la sangre de los semidioses ancestrales, no tenía permiso a dirigirse a las deidades directamente, porque estos podrían ofenderse si un humano inferior era elegido como intermediario entre ellos. Sólo las élites podían realizar un culto apropiado y esta creencia era mucho más fuerte en la clase sacerdotal que en la política. No era imposible usar su autoridad para torcer las reglas religiosas o falsificar un árbol genealógico para que Gloria pudiese volverse una sacerdotisa menor. Pero en ese momento la influencia de Bryan simplemente no era suficiente para mantener esa coartada.

El niño me recomendó hablar con el Pontífice Máximo.” Recordó Bryan de pronto: “¿Quizá debería intentar contactarlo ahora?” Pero luego de meditarlo un poco negó con la cabeza: “Tengo mucho en mis manos en este momento. Lo mejor será dejar ese asunto para después de que estabilice la región.

De modo que Bryan se marchó a revisar el estado de sus puertas y al día siguiente un grupo de legionarios enviados por Druso, junto con su guardia de Lictores llegaron para ayudarlo a transportarlas a la Fortaleza de Valderán. Sus guardaespaldas estaban bastante enojados porque su Procónsul, la persona que debían proteger con sus vidas, hubiese desaparecido de ese modo y sin previo aviso. Naturalmente no lo expresaron con palabras, sino con gestos bastante disimulados, aunque poco sutiles. Sin embargo, Bryan no pensaba disculparse. De hecho, pensaba que era mejor que se acostumbrasen a eso. Así que dio la orden de partir cuanto antes a marchas forzadas.

El pensamiento de reunirse con miembros de la clase sacerdotal o iniciar conversaciones con el Pontífice Máximo desapareció de su mente por completo. En ese momento no lo sabía, pero aquella decisión aparentemente de poca importancia resultaría ser un terrible error que amenazaría con arruinar todos sus esfuerzos en aquella región.

*****

- Y bien ¿dónde están los bandidos? - Preguntó Bryan en cuanto se reunió con los oficiales, deseoso de iniciar sus propias actividades militares cuanto antes.

Las puertas se habían instalado adecuadamente en los cuatro extremos correspondientes, así que por primera vez las legiones podían dejar la fortaleza con un mínimo de seguridad, dejando en su interior una guarnición de quinientos hombres para defenderla. Las defensas actuales eran suficientes para soportar un ataque de los bárbaros durante un par de días, así que las legiones tendrían un margen para regresar a toda prisa en caso de emergencia, siempre y cuando no se alejasen demasiado.

De modo que ahora Bryan estaba muy interesado en que las legiones partiesen de inmediato para lidiar con los 2 campamentos más grandes de bandidos al sur para conseguir tres importantes objetivos: Primero que nada deseaba que sus hombres adquiriesen experiencia en combate con un enemigo fácil como los bandidos; después quería asegurar el control que tenía sobre la provincia, principalmente los caminos para que las caravanas de comerciantes pudiesen volver a la región y también para recibir suministros militares; y finalmente quería obtener cualquier botín que aquellos bandidos pudiesen haber reunido tras todos esos años de saqueo. Tal vez no fuese una gran fortuna, pero Bryan quería aprovechar cualquier oportunidad que tuviese para autoabastecerse.

- Aquí, mi general. - Dijo Cayo Valerio señalando el mapa: - Nuestros exploradores lo encontraron. En este punto hay un río y tras él un valle de pinos que lleva a una montaña. Ahí detectaron a varios grupos pequeños de bandidos entrar y salir. -

- ¿Y los bandidos no los detectaron a ellos? -

- No Procónsul. -

- ¿Estás seguro? -

­- Les pregunté y dijeron que no los habían visto. -

- Quiero que los traigas. - Ordenó Bryan: - Voy a preguntarles directamente. -

Mapa de Valderán y la Liga Etolia

Cayo Valerio asintió y poco después regresó con un grupo de diez legionarios, quienes juraron varias veces que jamás habían sido detectados. Bryan los observó con su Sentido Espiritual y confirmó que no estaban mintiéndoles.

- ¿Cómo está el entrenamiento? - Preguntó Bryan mirando a Marcio cuando los exploradores se retiraron.

- Han recuperado buena parte de su condición física. Pero… -

- ¡Habla! -

- No están listos, mi general. - Admitió Marcio finalmente: - Ahora tienen vigor y gracias a usted tienen la motivación. Pero falta templarlos. -

Bryan guardó silencio mientras pasaba su mirada por todos sus oficiales, muchos de los cuales tenían miedo de que esta vez su general los reprendiese duramente. Después de todo, el estado del entrenamiento de las legiones era su responsabilidad.

- Es entendible. - Dijo finalmente Bryan y todos los oficiales suspiraron aliviados, sin embargo, el Procónsul no había terminado: - Lamentablemente no puedo seguir esperando a que estén listos. Simplemente no tenemos tiempo. - Se levantó y caminó dando una vuelta a la mesa. Luego volvió a sentarse y preguntó: - Quiero atacar a los bandidos cuanto antes porque deberían ser un objetivo fácil que nos permita acelerar ese proceso de “templarlos”. Díganme lo que piensan. Y les ordeno que sean honestos. -

- Debería estar bien. - Respondió Druso cruzado de bajos y miró a todos antes de continuar argumentando: - Al fin y al cabo, son sólo bandidos y lo más probable es que escapen apenas vean nuestro número. -

- No estoy seguro de que esto sea tan fácil porque no sabemos el número exacto. - Argumentó Silano: - Pero debería ser más sencillo que con los bárbaros y creo que una victoria ayudaría bastante a la moral de los hombres. -

- Hay algo que me preocupa. - Dijo Silano mirando el mapa: - Valerio dijo que vio un rio de camino a la montaña en donde debería estar el refugio de los bárbaros. Pero no lo veo registrado aquí. -

- Pero está ahí, los exploradores lo confirmaron. - Contestó Cayo Valerio: - Quizá sea un cauce ocasional que solamente tiene agua durante las temporadas de lluvia, pero que está seco el resto del año. Quizá por eso no lo colocaron en el mapa. -

- ¿Cuánta agua tiene actualmente? - Preguntó Silano con una mirada ceñuda.

- Es posible cruzar caminando por algunos sectores… pero es cierto que es estrecho y tomaría un tiempo dar un rodeo. - Respondió Valerio.

- ¿Por qué te preocupa? - Preguntó Bryan mirando a Marcio curioso al darse cuenta de que este también se veía ligeramente perturbado por la respuesta de Valerio.

- Una de las reglas básicas de la guerra es nunca pelear teniendo un río detrás. - Explicó el veterano Tribuno y Silano rápidamente asintió a sus palabras.

- Ya veo. - Dijo Bryan entornando los ojos y mirando al mapa, tratando de imaginar dónde estaba el cauce del río: - Para llegar al pie de la montaña primero tenemos que cruzar el río, pero si nos atacan justo al cruzar podrían presionarnos contra las aguas. Y si algo sale mal no podríamos retirarnos con suficiente seguridad porque tomaría demasiado tiempo hacer un rodeo. - Se volvió hacia Valerio: - ¿Verdad? -

- Me temo que sí, Procónsul. - Admitió finalmente el Centurión algo avergonzado.

- Quizá lo estamos pensando demasiado. - Añadió Marcio para no hacer demasiada mella en el orgullo de Cayo Valerio: - Después de todo vamos a luchar contra bandidos. -

- No, es un principio militar por algo. - Dijo Bryan negando con la cabeza, mientras recordaba que en el Arte de la Guerra de los Asturias había muchos testimonios de generales que repetían algo parecido: ¡Nunca pelear con un río detrás!

- ¿Qué podemos hacer para asegurar nuestro cruce del río y también una rápida retirada, por si algo saliese mal? -

- Lo básico es construir un puente. - Señaló Silano: - Pero carecemos del equipo. Nos faltan grúas y sobre todo los martinetes para apuntalar pilotes. -

El imperio itálico podía construir puentes militares de madera para cruzar sobre los ríos, los cuales eran bastante sólidos. Estaban hechos de madera, usando soportes hechos con vigas muy robustas, que debían ser hincados en el lecho del río. Y para eso se necesitaba una máquina llamada martinete, que servía como un gran martillo que fijaba los pilotes.

- No creo que sea necesario. - Dijo de pronto Cayo Valerio: - Si tenemos en cuenta la descripción de los exploradores, el río no es tan profundo como para necesitar construir un puente permanente. -

- Entonces hagamos algo más sencillo y fabriquemos un puente atando barcas en hilera de orilla a orilla. - Propuso Silano: - Tenemos cuerdas suficientes. -

- Podemos usar las tablas que nos sobraron para fabricar el suelo. - Añadió Druso: - Y los magos de tierra pueden colocar arena sobre las cubiertas para que le dé estabilidad. Así sería más seguro. -

Originalmente Bryan había pedido a los legionarios que comenzasen a cortar varias tablas para fabricar unas puertas provisionales. Pero cuando regresó de visitar a los Enanos, consiguió las herramientas para armar unas mucho mejores, solo que esto necesitaba de artesanos especializados y no era algo que los legionarios pudiesen hacer. Así que decidió completarlas en Odisea, aunque para eso tuvo que comprar la madera necesaria en la ciudad portuaria. Ahora las tablas que habían cortado originalmente estaban almacenadas.

- Me encanta la idea de usar esa madera. - Dijo Bryan: - Pero ¿dónde conseguimos las barcas? Creo que necesitaríamos unas cuantas. -

 - Podemos comprarlas en Odisea. - Propuso Marcio: - Saldrán bastante baratas porque no necesitamos que sean las mejores. Basta con que floten. Podemos comprar aquellas que sean viejas y de segunda mano. ¡Si todo va bien las tendremos en menos de una semana! -

- Muy bien. - Dijo Bryan complacido: - Tú te encargarás de eso Marcio. Llévate a los siete mil voluntarios, que sabemos nos son leales, para que te ayuden con el transporte y la seguridad. Y mientras todo se organiza puedes aprovechar para visitar a esa esposa tuya. -

- ¡Gracias, Procónsul! -

- Silano se ocupará del entrenamiento de las legiones junto con Druso. - Continuó Bryan después de permitirse una breve sonrisa: - Quiero que mejoren lo más posible. -

- ¡Entendido! -

- Apenas los barcos estén aquí partiremos a exterminar a los bandidos. -

*****

Una de las diferencias de este mundo con el de Bryan era que aquí prácticamente nadie sabía nadar. Incluso en los poblados pesqueros esta habilidad era rara en la mayor parte de la población. Y es que, a no ser que uno viviese prácticamente en la orilla de un río o de la playa, dedicándose a actividades que involucrasen una navegación constante, no era realmente necesario aprender a flotar. Casi todas las actividades se desarrollaban en tierra firme y aunque Itálica era una nación amante de los baños diarios, las termas y las piscinas, tendían a evitar zambullirse en aguas profundas y salvajes. Después de todo, el mar y los ríos eran el territorio de dioses muy poderosos que además eran increíblemente caprichosos e ilógicos en su comportamiento.

Nadie quería introducirse demasiado en sus dominios, arriesgándose a llamar su atención.

En cuanto a los soldados que luchaban en batallas navales. Pues ellos sí recibían un cierto entrenamiento en técnicas de flotación, con la esperanza de que pudiesen resistir el tiempo suficiente y agarrarse de algún madero o cuerda de salvamento. Pero el gran problema que tenían era que los catorce kilos de armadura que llevaban puestos para defender sus cuerpos provocaban que se hundiesen rápidamente. Contra eso no había ningún tipo de natación que pudiese ayudarlos. Así que principalmente practicaban como quitarse rápidamente la armadura si caían al agua, aunque hacer esto no era algo realista, porque habría que retirar las placas, la cota de malla y la coraza textil que llevaban debajo de todo.

Simplemente no tenían tiempo suficiente.

El principio era que, si uno no era rescatado rápidamente al caer por la borda de un barco, entonces moriría casi de seguro. Es por eso que navegar o cruzar un río no solamente era cuestión de resolver un problema logístico, sino que también representaba un obstáculo psicológico para los legionarios. Incluso si se trataba de un río como el que Bryan estaba contemplando, el cual realmente no era muy profundo. El caudal estaba un poco embravecido y el agua se veía bastante lodosa, ya que venía arrastrando muchos minerales que solamente las lluvias removían ocasionalmente, pero en lo personal él no se sentía nada intimidado porque en su colegio le enseñaron los fundamentos del Estilo Libre. Y si no fuese porque se trataba de sus legionarios, le habría divertido ver como aquellos hombres adultos y supuestamente aguerridos vacilaban al contemplar las aguas un poco como si fuesen niños nerviosos. Incluso Marcio, Druso y el estoico Silano de vez en cuando lanzaban miradas nerviosas al río mientras dirigían las obras de construcción del puente de barcos atados, que estaban armando de orilla a orilla.

Bryan también observó las obras. Aunque había conseguido ahorrar mucho tiempo usando las tablas que ya tenía, aun así, necesitó que varios grupos de legionarios fuesen a buscar madera y ahora estaban cortando grandes troncos para completar el puente. El resto estaba ocupado alineando las barcas en paralelo, fijándolas en su lugar con anclas sencillas y atándolas entre sí con gruesos cables de cuerdas tensadas para formar un camino flotante, el cual fuese lo bastante sólido como para que las tropas pudiesen cruzar el río con todos sus pertrechos de guerra cuando llegase el momento. Los hombres estaban trabajando con tesón, poniendo mucho interés en lo que hacían. En su esfuerzo se adivinaba la preocupación de todos por los riesgos de caer al río. Incluso Jaime Luccar y César Germánico parecían aliviados por la decisión del Procónsul sobre asegurar el cruce con un puente.

Puente de Barcos

Bryan sacudió sutilmente la cabeza. Lo que él necesitaba de sus legionarios era mucho más que la simple concentración. Necesitaba que sus hombres no vacilasen ante la lucha contra los bárbaros, porque tenían por delante a enemigos mucho más complicados. Después de todo, por más fieros que fuesen, eso salvajes no tenían un gran número de tácticas de combate además de la carga violenta, rápida y casi siempre sorpresiva. En cambio, los ejércitos profesionales de la Liga Etolia eran harina de otro costal.

Por eso Bryan quería que sus legionarios comenzaran a luchar cuanto antes. Debían asumir una actitud más agresiva contra sus enemigos, en lugar de limitarse a siempre pensar en estar a la defensiva. Era el momento de que superasen sus traumas y regresasen a ser los hombres de acción que se esperaba que fuesen. De ahí que quisiese un blanco aparentemente sencillo como los bandidos, que le diesen una victoria fácil y que despertase el ansia de combate en sus legionarios.

Detrás del río estaba la montaña donde se encontraba la guarida secreta de los bandidos

Soltando un suspiro, Bryan entró en la tienda de campaña que tenía reservada. Lo cierto era que, aunque había dado cada paso con prudencia, en su interior no se sentía seguro de nada. Por más que su enemigo fuesen simples bandidos, no dejaba de sentirse inquieto. Por alguna razón que no podía determinar, presentía que algo muy malo iba a tener lugar aquí, al sur. Quizá hubiera sido mejor que sus legionarios entrenasen unos meses más, pero sus enemigos en la capital ya estaban haciendo sus movimientos y no podía permitir que la Guerra Civil estallase antes de que él hubiese tenido tiempo de hacerse un nombre. Después de todo, si el emperador se moría por alguna u otra razón no habría nadie en mucho tiempo que pudiese asegurarle una posición en la aristocracia.

Y casi todas las guerras de sucesión comenzaban con el asesinato del gobernante.

En definitiva, Bryan estaba viviendo en tiempos confusos, de cambio, más aún, de crisis. Por eso era muy difícil saber qué decisiones eran las correctas cuando se encontraba ad portas de un terrible conflicto cuyo fin no acertaba a vislumbrar. Bryan tomó de nuevo un viejo rollo de pergamino que tenía en su mesa y continuó la lectura de las memorias de los antiguos generales, buscando en ellas la clarividencia que ahora le faltaba.

Sus ojos se desviaron por un instante hacia una pequeña caja donde tenía guardados tres pañuelos, los que le habían regalado Phoebe, Emily y Fanny justo antes de su duelo contra Vlad Cerrón. ¡Cómo las extrañaba en ese momento! Recordar sus sonrisas le hacía sentir una sed insaciable de cariño del cual no era del todo consciente hasta que pensaba en ellas.

*****

Las cosas habían cambiado. No es que hubiese un pronunciamiento oficial, pero Fanny podía darse cuenta y algunos de sus estudiantes también lo estaban notando. Seguían teniendo el auditorio, pero sus conferencias eran canceladas por los motivos más absurdos: Mantenimiento de última hora, noticias sobre una posible plaga de ratas, un préstamo a otro conferencista del cual nunca oyeron hablar y que luego jamás se presentó, etc. Incluso si alguna de estas cosas fuese cierta, era absurdo que la Facultad Oscura decidiese al respecto sin comunicarles, puesto que ahora era propiedad de la Escuela Necromántica.

Si con el auditorio parecía haber una excesiva atención con los detalles para cancelar sus conferencias, lo opuesto sucedía con su nuevo laboratorio. De la noche a la mañana los distintos lotes de ingredientes que debían reponerse dejaron de llegar y siempre había excusas ridículas para justificarlo. Fanny notó que algo estaba sucediendo, pero su experiencia le enseñaba que en este tipo de situaciones lo mejor era proceder usando los mecanismos de la institución, porque si de algún modo se los saltaba, se volvería un blanco de críticas y posibles represalias.

Y no tenía la menor duda de que estos ataques venían desde arriba.

Así que junto con el Maestro Gene siguieron los procedimientos y presentaron todos los reclamos correspondientes a los distintos escalafones de la Academia, siempre cuidándose de tener testigos y recopilar alguna prueba de cada solicitud.

Finalmente llegaron hasta la oficina del Decano Deo para la última reclamación y por regla general un Decano se demoraría entre tres días o una semana para decidir si el reclamo de algún profesor era justo, más sobre todo cuando le presentaban casi una docena de bien fundamentadas objeciones por recursos no obtenidos y conferencias canceladas. Además, adjuntaron cartas de los estudiantes de otras facultades que se habían vuelto muy aficionados a escuchar las conferencias de la Maestra Fanny y expresaban su descontento por todos estos impedimentos. Pero esa misma tarde les llegó una respuesta oficial por medio de un mensajero, porque el Decano ni siquiera se dignó a llamarlos de nuevo a su oficina.

Si quedaba alguna duda de quién era la persona responsable de todo lo que estaba sucediendo, ahora estaban seguros. Mientras que el Maestro Gene despotricaba contra el decano desde la seguridad del despacho privado en donde se encontraban, porque jamás lo haría si existiese el riesgo de ser escuchado, la Maestra Fanny analizaba la situación con mucho cuidado. No comprendía el motivo por el cual el trato de Deo hacia ellos había dado un giro completo de la noche a la mañana. Como hija de un gran militar, sabía que conocer las motivaciones de su enemigo era muy importante si quería vencerlo. Pero por más que lo meditaba no conseguía entender exactamente qué había sucedido.

Y es que era imposible que pudiese deducirlo, porque tampoco sabía exactamente el motivo por el cual, tan sólo unos meses atrás, Deo comenzó a hacer su trabajo y tratarlos como si realmente apreciase a los necromantes. Sabía que Bryan tuvo algo que ver, pero no conocía los detalles exactos. Lo único que sabía era que su amado no estaba en ese momento en Itálica, pero aún no conocía el papel que el padre de Lawrence jugó.

- No tiene sentido pensar en eso. - Dijo Fanny para sí misma y finalmente se volvió hacia Gene que todavía seguía enfurruñado: - ¡Vamos Maestro! ¡Es hora! -

Gene se detuvo abruptamente para mirarla confundido por unos instantes. En cuanto comprendió lo que la hermosa maestra le dijo, el miedo y la frustración se enfrentaron durante un largo rato en su semblante. Fanny esperó pacientemente, porque sabía que su colega necesitaba un tiempo para reunir su escaso valor cuando se trataba de confrontaciones directas. Pero finalmente este terminó asintiendo.

De modo que ambos se tomaron casi media hora en organizarse y solicitaron una reunión oficial con la Rectora Dean Emma.

*****

El Decano Deo se sentía bien consigo mismo. No tenía un odio particular por los necromantes al principio, sólo los despreciaba y prefería no pensar en ellos. Pero todo cambió cuando, desde su punto de vista, Bryan lo avergonzó indirectamente en el Torneo de Invierno, aquella noche en que dejó en ridículo a los mejores alumnos de su facultad al ganar él solo la competencia. Y fue por eso que pasó por alto el comportamiento ofensivo de los estudiantes de su facultad hacia los necromantes e incluso llegó a incentivarlo.

Pero cuando el padre de Lawrence lo amenazó, toda su vida se volteó de cabeza. No solamente tuvo que conceder instalaciones y recursos a la Escuela Necromántica, sino que incluso tuvo que reprender a sus estudiantes cuando estos buscaban pleitos con los alumnos de la Maestra Fanny. Esos alumnos eran personas pertenecientes a familias importantes. Familias con las que tenía una buena relación en parte porque sabían que favorecía a sus hijos. Pero esta relación se agrió bastante cuando comenzó a reprenderlos.

En su mente la Escuela Necromántica se convirtió en una especie de Espada de Damocles sobre su cabeza. Una que al mismo tiempo le recordaban la amenaza de que sus secretos financieros fuesen expuestos y el final de la buena relación que tenía con aquellos Patricios.

Así que cuando sus amigos en el ministerio le dijeron que el Cuestor Imperial había sufrido una especie de ataque y oficialmente fue removido de su cargo, quería bailar y cantar. Después de eso, lo primero que hizo fue cancelar casi todo el presupuesto de los necromantes y luego comenzó a pensar en formas de incordiarlos. Acabó descubriendo el placer de abusar de otros. Antes simplemente era injusto por indiferencia, pero ahora estaba disfrutando usando su poder para incordiar a los que lo molestaban, incluso si lo hacían de forma inconsciente. Se divirtió tanto con su malicia que terminó excediéndose, pero sólo se dio cuenta cuando le llegaron informes sobre la Maestra Fanny haciendo no solo uno, sino cada uno de los reclamos correspondientes hasta por la más mínima falta.

Deo esperaba que la Maestra Fanny viniese directo a él, pero en lugar de eso ella comenzó a proceder siguiendo estrictamente cada uno de los procedimientos, apelando primero a los profesores de mayor rango, a los prefectos y finalmente a los asistentes del propio Deo. Naturalmente esto hizo que el momento de llegar hasta el decano fuese mucho más lento, demorando al menos dos meses antes de que finalmente la profesora solicitase una audiencia con él. Esto lo tranquilizó, porque sabía bien lo tedioso que era realizar cada uno de los reclamos, repitiendo mil veces la misma historia y respondiendo mil veces las mismas preguntas. Nueve de cada diez personas se cansaban de reclamar en la primera semana y los más testarudos acababan tirando la toalla luego de un mes cuando se daban cuenta de que sin importar lo mucho que insistiesen, la respuesta final sería un rotundo NO.

La persistencia de la maestra Fanny lo sorprendió, porque fue la tercera persona que recordaba en llegar hasta el final y presentar un reclamo en su despacho. Pero cuando finalmente firmó la negativa, suspiró con alivio pensando en que todo había terminado y sonrió con satisfacción al imaginar la cara de frustración de los profesores.

Incluso se tomó unos instantes para fantasear sexualmente con la hermosa maestra, aunque a su avanzada edad tales impulsos ya casi se habían desvanecido. Ni siquiera disfrutaba mucho la intimidad con su segunda esposa, la cual era más un hermoso trofeo que disfrutaba exhibir por ser veinte años más joven que él y bastante bonita. Su primera esposa había fallecido dando a luz a su quinto hijo, así que cumplió su propósito político de forjar vínculos con otros clanes aristócratas y darle descendientes que heredaran su casa. Podía entonces permitirse el placer, pero ya estaba en un momento de su vida en que disfrutaba más del poder e influencia en el mundo académico que de los impulsos masculinos.

Deo decidió entonces comenzar a pensar en el modo en que podía recuperar su posición original. Su primer objetivo era Filipo Terencio, el alumno más talentoso de la Facultad Oscura al que solía patrocinar. Su familia era muy poderosa y como su relación se había roto, recuperarla sería bastante complicado. Pero tenía una carta a su favor.

El Desastre Militar.

Varrón Terencio era un miembro venido a menos del clan patricio Terencio, un incompetente que solamente deseaba destacar, hasta el punto en que cometió la estupidez de presentarse a un cargo proconsular que claramente era demasiado para sus limitadas capacidades.

Cuando la noticia se supo, su clan no intentó detenerlo, porque estaban seguro de que jamás obtendría el cargo. Simplemente nunca conseguiría los votos del Senado. Pero precisamente por su incompetencia era que Tiberio Claudio lo quería en ese puesto para arruinar las reputaciones de todos esos oficiales leales a la familia imperial.

Luego de la aniquilación de más de seis legiones y el destierro de los supervivientes, la reputación de Terencio Varrón era infame e inversamente proporcional a sus delirios gloriosos, una deshora que ni su suicidio pudo borrar. Lejos de embarrarla, el idiota de Terencio acabó creando un auténtico pantano de pestilencia que acabó salpicando a toda la familia y ahora la capacidad militar de todos ellos estaba siendo… cuestionada.

Un plebeyo simplemente sería incapaz de entender. Perder dinero era una cosa, perder vidas era lamentable pero aceptable, perder propiedades podía doler, pero se soportaba. Pero la sola idea de perder prestigio… era el infierno para los Aristócratas. Nada les importaba más a los Patricios de Itálica que la gloria asociada a su nombre y el hecho de que un miembro de su familia generase semejante vergüenza era tan intolerable. Por eso el mismo día de la noticia el clan de los Terencio anunció que el nombre de Varrón había sido borrado de los registros familiares y sus padres, hermanos e hijos fueron inmediatamente desterrados.

Con ese gesto cerraron la herida sangrante, pero la sanación y posterior cicatrización tomarían mucho tiempo y esfuerzo. Por eso en los últimos meses comenzaron a tomar una serie de decisiones que probaba lo desesperados que estaban los Terencio por recuperar su reputación perdida. Y en las últimas semanas toda la ciudad sabía que cada miembro de este clan estaba sumamente presionado para obtener logros, pues habría grandes recompensas para quienes tuviesen éxito y también castigos terribles para aquellos que fallasen hasta en lo más mínimo.

Filipo Terencio, el mejor estudiante de la Facultad de Magia Oscura, era uno de los jóvenes en los que su familia estaba poniendo las más altas expectativas. Debía ser exitoso. Sin importar los medios. De modo que, si Deo lo ayudaba en estos cruciales momentos, seguramente obtendría el eterno agradecimiento de este clan tan prestigioso. De hecho, el Decano ya había comenzado a mandar cartas para congraciarse con ellos y estaba a punto de escribir una nueva cuando de repente le anunciaron que la Rectora Dean Emma quería verlo.

Reprimiendo una maldición, Deo se arregló lo mejor posible y luego de poner en orden su apariencia, utilizó la red interna de matrices de transporte exclusiva, la cual únicamente los profesores podían utilizar para viajar por el enorme campus de la academia. Así llegó directamente al despacho de la rectora, pero lo que se encontró ahí superaba su imaginación.

Sentada en su escritorio dorado, la anciana estaba mirándolo por detrás de sus gafas de media luna con una expresión fría que muy pocas veces mostraba. De pie a su costado estaban los Maestros Fanny y Gene, firmes e indiferentes como centinelas. Y tras todos ellos, apilados sobre los muebles, estaban varias pilas de reclamos, testimonios, cartas firmadas por los estudiantes y listas de inventarios que fueron cuidadosamente recopilados por los dos profesores durante los últimos tres meses.

- ¿Eres consciente de tu error, Decano Deo? - Le dijo Dean Emma sin siquiera saludarlo.

Deo parpadeó nervioso y abrió la boca para decir algo, pero la Rectora lo interrumpió.

- Tu padre y yo fuimos amigos y nuestras familias son aliadas, por eso he pasado por alto muchas de tus decisiones más… excéntricas. Sin embargo, todo tiene un límite. Incluso las alianzas políticas. Y es que yo soy la Rectora de esta, la más prestigiosa Academia del Imperio, y no permitiré que nadie deshonre el prestigio de esta institución. Nadie. -

- Rectora... -

­- No te he dado permiso de hablar. -

El Decano Deo tragó saliva.

- Lo que has hecho sobra para que te descienda de rango e incluso podría ser causal de despido. - Continuó Emma con un gesto helado: - Pero afortunadamente para ti estos profesores de Necromancia que tan mal has tratado han insistido en que te dé una oportunidad y están dispuestos a destruir todos estos documentos para preservar tu reputación. No obstante, yo pienso que eso es ser demasiado generoso. Así que los conservaré. - Su mirada se volvió afilada: - Y si alguna vez vuelvo a recibir una sola queja administrativa de la Escuela Necromántica… ¿Tengo que entrar en detalles? -

- No, honorable Rectora. - Respondió Deo conteniendo apenas el temblor que sentía por la indignación: - Has sido demasiado clara. -

- Entonces no quiero que volvamos a tener esta conversación. - Dijo Dean Emma señalándole la puerta: - Puedes retirarte ahora. -

Deo los miró a todos con un gesto agrio, pero no dijo nada y se retiró.

- Lo lamento mucho. - Dijo Emma en cuanto el Decano se fue: - Debería haberlo despedido de inmediato, pero… -

- Entiendo que hay política de por medio. - Respondió Fanny antes de que la decana pudiese terminar de excusarse: - Puede que sea una apasionada de la magia, pero sigo siendo una aristócrata y no soy totalmente ajena a estas cuestiones. -

- ¿Por eso insististe en perdonarlo? -

- Sabía que la expulsión era imposible en este momento, pero espero que con eso su rencor se vea disminuido. -

- Me temo que su rencor no disminuirá, pero el que tú hayas sido la primera en dar un paso atrás le quitará muchos argumentos. - Asintió la Rectora sonriendo, pero su mirada se volvió más dura cuando continuó: - No creo que vuelva a molestarte con el inventario o las instalaciones, pero intentará hacer algo. - Suspiró con tristeza: - Sospecho que aún es capaz de un poco de maldad mezquina, aunque en menor escala. ¡Pobre! Sería realmente un mago talentoso si se hubiese concentrado más en ser realmente formidable en lugar de solo pretender serlo. - Luego miró a Fanny: - Vigila a tus estudiantes y avísame a la primera oportunidad si algo sucede. -

Fanny asintió con seriedad.

- ¡Vamos rectora! El Decano Deo puede tener muchos defectos, pero ni siquiera él se rebajaría a meterse con unos jóvenes que también son estudiantes suyos, técnicamente. - Objetó Gene con una sonrisa que pretendía ser casual, aunque no ocultaba de modo su nerviosismo. Pero todo lo que recibió de aquellas dos mujeres fue un silencio tan sepulcral que le heló la sangre y por primera vez en su vida aquel hombre generalmente cobarde y vacilante sintió una inquietud desconocida por otros, una que no lo abandonaría ni de día ni de noche durante los siguientes meses.

La Maestra Fanny estaba preocupada

Nota del Traductor

Hola amigos, soy acabcor de Perú, donde la Junta Nacional de Justicia (un grupo inventado por el Dictador Vizcarra para controlar a los jueces) está tratando de dar un Golpe de Estado usando el poder judicial para amenazar al congreso y a todo aquel que intente investigarlos.

Hoy es miércoles 13 de Diciembre del 2023. 

Bueno después de tantas “notas del traductor” que han sido larguísimas y llenas de interpretaciones históricas, pensé que una cosa corta sería más apropiada. Entonces hablaré directamente de los cambios más importantes que hice en este capítulo.

La primera sección es básicamente vidente, Bryan les deja a los troles del bosque lo que para esas criaturas debe ser un campamento militar de lujo. Además, ha planificado una serie de ataques contra las caravanas de la Alianza Mercante de Tiro, lo que significa que los enemigos de Lawrence van a tener muchos problemas para recibir armas. Quizá algunos esperaban que el desgarrador sombrío ya estuviese listo, pero lo cierto es que todavía necesito un poco de tiempo para planificar el nuevo estilo de combate que tendrá el protagonista y además este no es un punto donde él mismo quiera iniciar grandes batallas directamente, pues casi toda su atención está en el desempeño de sus legionarios y no tiene sentido que él esté constantemente ganando todas las batallas por ellos.

El que Bryan fue sea odisea para armar la puerta nos presenta una serie de detalles interesantes. Primero que nada, sabemos que el trabajo de los enanos no es poca cosa y ahora nuestro protagonista va a poder abandonar la fortaleza dejando una guarnición mínima sin tener miedo de que caiga de la noche a la mañana por el ataque sorpresa de unos bárbaros. Segundo, sabemos que Brian se ha reunido con el manto oscuro y ha obtenido información sobre toda la región, un información de lujo a la que muy pocas personas tienen acceso. Y finalmente el encuentro con Gloria, aunque ameno y risueño, también me sirve para hacer referencia a cómo eran las religiones en la antigüedad antes de la llegada del cristianismo. El que ustedes puedan tener hoy en día un derecho tan simple como el de rezar en sus casas y hablar directamente con Dios, es algo que costó 1000 años de trabajo, esfuerzo, sudor, lágrimas y literalmente ríos de sangre por parte de los curas. En tiempos antiguos solamente las élites tenían derecho a dirigirse a los dioses y a interceder ante los dioses por los miembros de la sociedad. Eso era algo absoluto y definitivo.

La clase sacerdotal era una constante en casi todas las civilizaciones humanas, aunque en algunas era más fuerte que otras. Y era muy fácil darse cuenta de esto. Un ejemplo de ello, en el imperio incaico del Perú, es que solo el inca que era considerado un dios viviente y la familia imperial tenían el derecho a vestir usando colores brillantes. El resto no tenía el lujo ni de decorar su ropa. Así que cuando ven a los paisanos de mi tierra vistiendo ponchos, gorros y mantos de vivos colores, pues eso fue gracias a la conquista de España. Antes de la llegada de los europeos a América, tal cosa no estaría permitida entre la población.

En la América prehispánica las sociedades, si bien por supuesto había variaciones entre ellas, solían tener una marcada tendencia hacia las Teocracias. De ahí que los gobernantes fuesen identificados como dioses vivientes. Y el respeto que se les tenía a estos seres era tan grande, que incluso después de muertos las momias de los incas tenían que seguir recibiendo tributos, impuestos y tener territorios con familias de servidores que atendiesen las necesidades del cadáver. De hecho, entre los muchos motivos que desataron la guerra civil entre los hermanos Huáscar y Atahualpa, en la época en que Francisco Pizarro llega al Perú, estaba precisamente el hecho de que una gran cantidad de la riqueza del imperio inca se estaba desperdiciando en el mantenimiento de las momias.

Yo quise reflejar un poquito de esta realidad al mencionar por un lado la cantidad de ritos que el pontífice máximo tiene que seguir, junto con el hecho de que Gloria no puede aspirar a ser sacerdotisa por el simple hecho de no tener sangre aristócrata. Y aquí quiero aclarar que, para las descripciones del pontífice máximo me voy a basar en algunos sacerdotes de la Roma precristiana pagana como el flamen Dialis o el Rex Sacrorum, no en el Sumo Pontífice actual.

El hecho de que haya un río que no esté registrado en el mapa no es realmente un error del manto oscuro o de los cartógrafos, es simplemente que en la antigüedad no era tan sencillo hacer mapas y lo normal era que tuviesen errores o que no se registrase todos los detalles. Quizá el que se omita un río solamente porque este únicamente lleva agua en épocas de lluvia sea un poco exagerado, pero esta es una obra de fantasía y además es creíble, porque Valderán es una provincia muy lejana y abandonada.

Pero creo que el hecho más importante aquí es mostrar por un lado lo imprevisible que pueden ser las circunstancias de una campaña militar y por otro lado la experiencia de los tribunos como Marcio, así como el buen criterio que tienen tanto el protagonista como Silano y Druso.

La idea de construir un puente flotante está basada en hechos reales. El puente flotante más famoso que yo recuerdo es el que construyó Jerjes el grande, rey del imperio persa, para la invasión de Grecia. Precisamente aquella en que Leónidas y los 300 espartanos protagonizaron aquella increíble lucha en el estrecho de las Termópilas. Para que el inmenso ejército persa pudiese llegar más rápido a Grecia y se ahorrase 10 años de marcha, Jerjes ordenó construir dos gigantescos puentes flotantes sobre el Helesponto, hoy conocido como el estrecho de Dardanelos. Y por un tiempo Asia y Europa estuvieron conectadas.

Naturalmente los romanos también podían hacer estos puentes flotantes. De hecho, al principio hago referencia a uno todavía más impresionante, el Puente de Julio César sobre el Rin. Y lo que tenía de especial es que los construyeron de forma sólida sobre un río muy embravecido, usando las maquinas llamadas martinetes. Pero al final pensé que era más realista para Bryan usar la primera versión, por ser más económica y al final no pude encontrar una imagen de fantasía, así que tuve que poner una ilustración histórica.

La parte en la Academia originalmente era un dolor de cabeza para mí, por qué no estaba muy seguro de cómo exactamente haría para mostrar la maldad del Decano Deo y los problemas que le está causando a la hermosa profesora del protagonista. Quería mostrar la mezquindad de este personaje y al mismo tiempo no quería que fuese algo demasiado obvio, porque uno se preguntaría el motivo por el cual la rectora no lo despide.

Justo cuando me estaba quedando sin ideas, mi país sufrió un escándalo de corrupción espantoso por culpa de la Junta Nacional de Justicia (la cual he mencionado en el primer párrafo). Todos los problemas que el Decano le causa a la escuela necromántica y la forma en la que la maestra Fanny se defiende, están inspirados en lo que acaba de ocurrir con la Fiscal de la Nación Patricia Benavides, quién ha sido ilegalmente suspendida por la junta cuando se enteraron de que ella los estaba investigando por sus numerosos actos de corrupción. Así que algo bueno salió de la pequeña tragedia que está viviendo mi país, ya que, aunque la democracia del Perú está en juego, por lo menos estos vergonzosos eventos sirvieron para poder crear una narrativa entretenida en esta novela de fantasía y me parece que quedó bastante creíble, salvo por la parte evidente de que en el Perú ninguna buena Rectora está haciendo nada para evitar que los corruptos se salgan con la suya.

Pero déjame saber tu opinión en los comentarios: ¿Qué te pareció este capítulo? ¿Te pareció divertida la forma en que Gloria apareció de la nada? ¿Qué piensas del modo en que Bryan se dirigió a sus Tribunos y las conclusiones que sacaron? ¿Te gustó la idea del puente de Barcos? ¿Qué opinas de la forma en que Fanny y Gene lidiaron con los problemas que les causó Deo? ¿Te pareció buena la reacción de la Rectora y los diálogos con Deo? ¿Te gustaron las imágenes que coloqué?

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¡Nos vemos en el siguiente capítulo!