313 ¡Abandonen toda esperanza!

El Espectro Oscuro se desplazaba a toda velocidad por el aire, más como si estuviese siendo succionado en lugar de estar volando y así continuó haciéndolo hasta que llegó a la tienda de campaña de Bryan, quien en ese momento se encontraba durmiendo. Pero al sentir la proximidad de su criatura, este abrió los ojos y sonrió mientras se levantaba. Luego absorbió al Espectro Oscuro dentro de su cuerpo, para obtener sus memorias.

Así que esa chica se llama Astrid… es bastante inteligente, quizá demasiado para su propio bien. Afortunadamente parece que su padre no confía en ella.” Pensó Bryan mientras volvía a acostarse, aunque en esta ocasión estaba pensando: “Pero esa es la única buena noticia. Si lo que dijo ese tal Orlaf es real… ¡Son muchos más enemigos de los que esperaba!

Los Espectros Oscuros tenían el poder de poseer personas no muy poderosas sin que estos se diesen cuenta, siempre y cuando estas tuviesen la guardia baja, preferiblemente cuando estaban dormidas o desmayadas. Al abandonar el cuerpo, traían consigo todas las memorias de lo que su huésped había visto u oído durante el tiempo que durase su infiltración. También podían hacer que el cuerpo que los albergase detonase en una fuerte explosión. Además, esta también era la única forma en la que un Espectro Oscuro podría superar el límite de la distancia que normalmente podían recorrer alrededor de su invocador.

Sin embargo, esta técnica tenía sus riesgos.

Uno de ellos era que, al estar poseído, el huésped se debilitaba psíquicamente y su comportamiento se podía volver un poco errático. Si bien la mayoría de las personas simplemente asumirían que la persona estaba enferma, alguien avispado podía acabar dándose cuenta.

Además, si durante el proceso de invadir el cuerpo la víctima llegaba a estar consciente de lo que sucedía o reaccionar, el ser etéreo podía terminar lastimado.

Afortunadamente, gracias a que Bryan usó una combinación de Alecto con Mesmerismo mientras sujetaba a Erick, este quedó física y mentalmente indefenso, así que fue sencillo realizar la posesión sin que nadie se diese cuenta, porque todos estaban atentos a su despliegue de poder.

Posesión del Espectro Oscuro

Lo siguiente fue apostar que nadie en la tribu de los Uñó o los Vándala tuviese un mago lo bastante poderoso para detectar la presencia de una de sus criaturas y afortunadamente todo salió bien. Si lo hubiesen descubierto, Bryan hubiese provocado de inmediato la detonación del cuerpo de Erick para asegurar el escape de su criatura.

Al final realmente no fue necesario hacerlo, pero decidió explotarlo de todas formas, ya que Erick no podría aportarle más información y de ese modo sus enemigos pasarían una mala noche.

- Ahora todas las cartas están en la mesa… ¡veamos ahora como resulta la partida! -

Y se volvió a dormir para aprovechar las pocas horas de oscuridad que quedaban. Porque antes de que rayase el alba, tendría que despertar a todo el mundo para lo que sería una larguísima jornada.

*****

Cuando llegó la tarde, los vigías dieron las primeras señales de los exploradores bárbaros. Y al poco tiempo, aproximándose desde el paso de las montañas, todos pudieron ver desde los muros la nube de polvo que precedía al ejército enemigo. Al poco tiempo había una enorme masa de jinetes cuyo número parecía incalculable. Unos minutos después, varios grupos más pequeños se separaron de la fuerza principal y comenzaron a rodear la fortaleza de Valderán, donde se encontraban refugiadas las tropas itálicas.

- ¿Cuántos son? - Preguntó Jaime Luccar que se encontraba junto al resto de los oficiales que se habían encaramado junto al Procónsul en lo alto de la muralla.

- Varios miles. - Contestó secamente Silano.

- Cinco mil por el momento. - Confirmó Marcio.

- Si y además se nota que todos son excelentes jinetes. - Añadió el Procónsul: - Pero la caballería vale para combatir en campo abierto. Por eso nos refugiaremos aquí, dentro de la fortaleza. Además, estos que nos rodean son sólo la avanzadilla. ¡El grueso del ejército bárbaro todavía tiene que llegar! -

Marcio y Silano no entendían la actitud de su general. Era como si Bryan se regocijase en incrementar el temor ya de por sí muy grande de Jaime Luccar, un miedo que no dudaría en compartir con el resto de las tropas de la VI y, en consecuencia, un pánico que se apoderaría de todos los legionarios, en cuanto aquel centurión descendiese de la muralla y les contase lo que ocurría.

Aún no había terminado el Procónsul de pronunciar aquellas palabras cuando los rayos del sol de la tarde que se arrastraban por la tierra de Etolia iluminaron la silueta de miles de soldados más, los cuales emergían desde detrás de las colinas que rodeaban el paso.

- ¿Son la horda bárbara combinada? - Preguntó Jaime Luccar con tal expresión de terror que daba la impresión de que su alma estaba por abandonarlo.

- La coalición de los Vándala y los Uñó… No, son incluso más. Parece que han conseguido que otras tribus se les unan, aunque no teníamos ningún reporte de ello. - Confirmó Marcio al darse cuenta de que había algunos emblemas diferentes. Y es que los Vándala usaban un gallo como símbolo distintivo y los Uñó usaban un árbol. Pero incluso a esa distancia ya se podía ver que algunas banderas tenían otro tipo de dibujos. Luego Marcio miró al Procónsul como dudando sobre si había hecho bien en aseverar lo que por otro lado era evidente.

Sin embargo, el joven general no parecía estar escuchando la conversación que tenía lugar entre sus oficiales. Sus ojos se perdían en la aún lejana maraña de guerreros bárbaros que estaban descendiendo de sus caballos para armar su campamento.

- ¿Han venido con todo su ejército? - Preguntó una vez más Jaime Luccar asustado.

Marcio asintió en silencio y fue el Procónsul el que habló esta vez, pero no sobre lo que preguntaba el Primer Centurión.

- ¿Cuál es el estado de las catapultas? -

- Las tres ya están listas. - Respondió el siempre eficiente Silano: - Pero la cuarta… - Se volvió hacia Jaime Luccar con un gesto que apenas ocultaba su desdén por la incompetencia del centurión: - Todavía no está operativa. -

- Pues que las reparen rápido. Nos hará falta - Continuó el Procónsul: - Las que están bien, que las dispongan detrás de la puerta, a unos cincuenta pasos. Ése es el punto más débil de esta fortaleza. Atacarán por ahí primero y luego por todas partes. -

Mientras el Procónsul hablaba, los jinetes bárbaros, que hasta ese momento se habían limitado a cabalgar alrededor de las murallas y justo en el límite de los fosos, empezaron a aproximarse en pequeños grupos y a arrojar jabalinas hacia lo alto de las murallas, viéndose destellos de Aura de Batalla cada vez que potenciaban la fuerza de sus disparos.

Eran hábiles y la mayoría de las mismas sorprendió a los itálicos, porque pasaban por encima de las almenas cayendo sobre la ciudad como una lluvia intermitente de dardos mortales. Muchas jabalinas no daban en blanco alguno, pero unas decenas se clavaron en legionarios que no esperaban un ataque tan fulgurante. Los gritos de los que eran atravesados sobrecogieron el alma de todos en la fortificación.

César Germánico, quien hasta ese momento había estado abajo, ascendió la muralla a toda prisa, buscando al Procónsul. Llegó aullando y en tal estado de pánico, que escupió a los lictores cuando estos le impidieron acercarse hasta el general y sus oficiales.

- ¡Por los divinos! ¿Qué hacemos aquí dentro con todas las tropas en lugar de irnos rápidamente antes de que esos malditos bárbaros lleguen? -

A una señal de Bryan, los lictores dejaron pasar al César Germánico. Éste avanzó hacia el Procónsul con el rostro rojo de ira… cuando sus ojos se percataron de la magnitud del ejército bárbaro aproximándose hacia la ciudad.

Eran más de veinticinco mil hombres. Eso sin contar con los escuadrones de caballería que los acosaban en ese momento. Además, había una bandada de pájaros revoloteando en el perímetro de la fortaleza, los animales poseídos por los chamanes bárbaros que vigilaban cada uno de sus movimientos.

En la fortaleza, entre las tropas de la VI y los voluntarios desplazados por el Procónsul no habría más de quince mil hombres. César el Breve se quedó petrificado ante el ejército bárbaro, cada vez más próximo.

El Procónsul respondió al centurión con tranquilidad.

- Cuando tú quieras, César Germánico, tienes mi permiso para salir con todos tus hombres y tratar de escapar corriendo a pie de esas patrullas de jinetes o también puedes enfrentarte al ejército bárbaro directamente. Por mi parte, mis hombres y yo mismo nos quedaremos aquí dentro y esperaremos al resto de las tropas que he mandado traer del campamento. Pero si tú tienes prisa en salir, no seré yo quien te lo impida -

César Germánico tragó saliva y guardó silencio. Todos callaban. En otro momento y circunstancia, Marcio y Silano se habrían reído, pero la situación era demasiado grave para burlas, aunque el Procónsul parecía muy seguro de tenerlo todo controlado.

- ¡Que retiren a los heridos y que habiliten en el centro de la fortaleza un lugar donde cuidarlos! ¡He traído pociones curativas, vendajes de lino y miel para desinfectar, más que suficientes para todos! - Ordenó Bryan con la serenidad manifiesta de quien está acostumbrado a dar instrucciones, mientras activaba su Anillo Espacial y dejaba caer varias cajas que contenían los artículos: - Jaime Luccar y César Germánico, si no tienen interés en salir, pónganse a ayudar a la defensa desde el interior.

¡Que nuestros siete mil voluntarios asuman el deber de operar las catapultas y de defender la puerta! La mitad de ellos en esas funciones. La otra mitad que descanse refugiándose de las jabalinas y las flechas. Tendremos que hacer turnos para defendernos.

La VI - Continuó dirigiéndose nuevamente a Jaime Luccar y César Germánico: - que se divida también en dos grupos. ¡Un primer contingente a las murallas y el otro que descanse para ser el relevo durante la noche! -

Los centuriones de la VI asintieron y se alejaron rápidamente, sin sus habituales impertinencias. Rodeados por un gigantesco ejército de tantas tribus bárbaras combinadas no era el momento de mostrarse insolentes ni de promover una rebelión. Al menos no hasta ver cómo se desarrollaban los acontecimientos de aquel asedio.

Silano se acercó al Procónsul y le habló en voz baja.

- Prácticamente nos duplican en número. Además, la diferencia entre la moral y el estado físico de nuestras tropas es demasiado grande. -

Pero lo dijo sin traslucir reproche en sus palabras, como quien reflexiona entre dientes.

- Así es, Silano - Le respondió el Procónsul: - Pero la guerra siempre está llena de sorpresas. Especialmente cuando se trata de luchar contra los bárbaros, que son demasiado instintivos y por eso es difícil saber cuáles serán sus reacciones o sus movimientos.

Pero lo importante ahora es resistir su embestida y confiar en que se sientan lo suficientemente seguros por su superioridad como para no cercarnos. De esa forma podremos abrir las puertas y dejar que Druso y sus tropas se unan a nosotros en secreto. -

- ¿Llegará Druso a tiempo? - Preguntó Marcio.

- Hay un 50 % de posibilidades. - Respondió Bryan y añadió con ironía: - Pero es mayor que 0 así que… - Su expresión se endureció: - Si no, estaremos todos muertos para pasado mañana. - Y volvió a añadir medio en broma: - Sea como sea, habrán acabado nuestros problemas. -

*****

Mientras hablaban, Atíl había dispuesto a todas las tropas bárbaras en formación de ataque. Como los caballos no podían sacar su potencial tan cerca de los fosos, los grupos de jinetes que recorrían el perímetro de los muros se redujeron a la mitad, únicamente para que los itálicos no escapasen de la fortaleza. El resto desmontó para atacar a pie, colocándose en el frente aquellos guerreros que tenían mejores armaduras para resistir los proyectiles y detrás los usuarios de armadura ligera o que directamente no usaban corazas.

- ¿Qué esperan para lanzar el ataque? - Preguntó Silano.

- Nada. - Respondió Bryan, quien tenía una mejor visibilidad gracias a sus dos Espectros Oscuros que levitaban en lo alto.

Y en cuanto pronunció esas palabras, miles de bárbaros de las tribus Uñó y Vándala cargaron con un enorme vocerío. No llevaban escaleras, sino lanzas, flechas y espadas.

- ¡Tenemos que resistir este primer ataque! - Ordenó Bryan: - Atíl sólo busca desmoralizar a nuestros hombres. No ha reunido aún material de asedio. Eso lo hará en los próximos días cuando tenga tiempo de cortar los árboles con los que fabricar arietes y escalas. ¡Ahora tenemos que resistir! -

El Procónsul tuvo que terminar su comentario elevando su voz con gran potencia para hacerse oír por encima de los alaridos irrefrenables de los bárbaros que cargaban contra los muros de la Fortaleza arrojando lanzas y flechas en llamas por encima de las almenas y contra la puerta.

- ¡Asegúrense de que se apague el fuego de la puerta! - Gritó Bryan: - ¡Lo demás no importa, pero por todos los dioses, aseguren la puerta! -

*****

Los fosos realmente estaban bien excavados y atravesarlos podía representar una sentencia de muerte, porque ya se podía ver a los guerreros itálicos, esos que se llamaban a sí mismos “legionarios” o algo así, bien apertrechados en lo alto del muro y seguramente repletos de armas arrojadizas. Así que naturalmente la mayoría de los bárbaros se concentraba en el camino en frente de la puerta. Ahí también les llovieron rocas, flechas y proyectiles mágicos de los defensores, los cuales hirieron a muchos y mataron a varios, pero la puerta era un objetivo menos desmoralizante que la muralla de piedra, así que los guerreros bárbaros no cesaban en su intento por incendiarla.

Atíl contemplaba expectante aquel ataque de sus tropas. Era un tanteo. Sólo quería saber hasta qué punto pensaban resistir aquellos itálicos. Y es que, pese a que nunca lo reconocería en voz alta, las palabras de su hija Astrid sí habían tenido un efecto sobre él, sobre todo la descripción que ella hizo del Procónsul. ¿Era realmente el nuevo comandante de esos legionarios tan terrible como se figuraba su hija? Le costaba creerlo, pero Astrid tenía buen instinto. Y, además, ¿cuántos hombres habría realmente dentro de la fortaleza?

Por fin uno de sus chamanes se acercó con el informe de los pájaros exploradores.

- Tienen casi la mitad de hombres que nosotros, pero solo entre cinco a siete mil de ellos se ven como auténticos guerreros. El resto se nota que tienen miedo. Será cosa de tiempo que se rindan. - Explicó el chamán.

- Por los dioses, no tenemos tiempo para un asedio. - Respondió Atíl malhumorado: - Se suponía que esto fuese una campaña sencilla que nos permitiría saquear Valderán antes de que las ciudades de Etolia lo hagan y así poder llevarnos primero todo lo que tengan de valor. Pero si esto dura demasiado, Micénica, Helénica o Tesálica se enterarán y enviarán sus ejércitos para caer sobre nosotros cuando estemos agotados. ¡De ese modo nos harán mucho daño y al mismo tiempo se llevarán la presa que nosotros abatimos!

¡Además está Telamón! ¡Si nos quedamos mucho tiempo aquí, esa ciudad podría enviar tropas para atacar nuestro valle! -

Existía otro motivo para la prisa de Atíl, aunque se lo guardaba para sí mismo. Y era el hecho de que una gran cantidad de sus soldados eran “invitados”. Si esta empresa resultaba muy difícil, ellos se desanimarían y comenzarían a pensar en retirarse, ya que estaban ahí por la promesa de riquezas y no les había dado un pago para que luchasen a su lado. Pero además estaba el riesgo de que sus recientes aliados llegasen a enterarse de su gran mentira antes de que hubiesen muerto suficientes amortiguando el daño del ataque enemigo. Y entonces no solamente corría el riesgo de que lo abandonasen, sino de que se pusiesen en su contra.

- Tenemos que entrar en esa fortaleza antes de que ellos se pongan en movimiento. ¡Sólo entonces podremos asegurar nuestra posición! - Afirmó Atíl con premura: - La puerta parece el punto más débil. ¡Mañana nos lanzaremos sobre ella! ¡Justo al amanecer! -

Repentinamente una andanada de piedras llovió del cielo. Atíl se encontraba hablando con sus hombres a doscientos pasos de la muralla, rodeado por una docena de guardaespaldas. Varias piedras impactaron sobre tres de sus hombres, uno de los cuales estuvo parado tan sólo a tres pasos de Atíl. Aquellos guardaespaldas cayeron abatidos por el golpe mortal de las piedras. Sus cuerpos se retorcían de dolor mientras la sangre fluía por debajo de sus cascos abollados. Atíl levantó la mirada hacia las murallas, era una distancia demasiado lejana para que se tratase de un proyectil impulsado por la magia, salvo que tuviesen a un Archimago de Tierra.

Eso significaba…

- Tienen catapultas. - Dedujo Atíl, luego guardó silencio y se volvió hacia su hijo Orlaf: - ¿Se ha confirmado la presencia de su general en la fortaleza? -

- ¡Así es, padre! - Respondió Orlaf: - Los pájaros han visto un hombre que usa la armadura negra que mi hermana describió. Aquel maldito está constantemente recorriendo el perímetro de la puerta. -

Atíl se dio cuenta de que la voz de su hijo contenía un ligero matiz de odio cuando habló de Bryan, pese a que nunca antes se habían visto y no debería haber podido ofenderlo. Pero en ese momento la muralla era más importante.

- Es raro que nos dé pelea en lugar de escapar, sabiendo que sus hombres son unos cobardes y que lo doblamos en número. ¿Por qué crees que está resistiendo? -

- Quizá no esperaba que realmente viniéramos con tantos guerreros y está paralizado por el miedo. - Sugirió Orlaf.

- Debe ser eso. - Concedió Atíl mientras observaba como nuevas andanadas de piedras caían a su alrededor: - Que el grueso de nuestros guerreros se retire a cien pasos, lejos del alcance de sus catapultas. Veremos cómo de firmes se muestran después de una noche apagando los incendios y amontonando heridos. Y que todos nuestros hombres se mantengan alejados del alcance de las catapultas.

Mientras tanto quiero que organices partidas que vayan a buscar madera y todo el material propicio para escalar esos muros. Y difunde entre todas las tropas que, si mañana atrapamos al líder de los itálicos, vivo o muerto, habrá grandes recompensas para todos. -

Campamento Bárbaro por la noche

Atíl dio media vuelta y se alejó de las murallas seguido por su guardia, que había sido reforzada por nuevos guerreros que sustituían a los que acababan de caer. Orlaf por su parte se dirigió a dar las instrucciones para las partidas de jinetes que explorarían el terreno en busca del material solicitado por su padre. Se sentía muy confiado. Mañana al amanecer derribarían la puerta de la fortaleza itálica y entrarían a sangre y fuego. No les costaría mucho imponerse gracias a la veteranía de sus hombres y por su tremenda superioridad numérica. Habría bajas, eso estaba claro, en todo asalto las había, pero la idea de cazar a ese tal Bryan, el hombre que se atrevió a llamar la atención de su hermana, era un gran aliciente para él y si encima su padre prometía recompensas, todos los guerreros, especialmente los recién llegados, se mostrarían especialmente despiadados y crueles.

Cuánto se alegraba Orlaf de no ser un itálico bajo las órdenes de aquel joven Procónsul de Itálica que olía ya más a cadáver y pasto de los buitres que a general de las legiones.

*****

- ¿Se sabe algo de Druso? - Preguntó Silano mirando a Marcio.

Acababan de regresar a lo alto de la muralla, después de una desmoralizadora inspección de la puerta de la ciudad, luego del primer ataque bárbaro que se había prolongado durante varias horas.

- No, no sabemos nada. Ningún mensajero. Nada. - Respondió Marcio: - Pero no me sorprende. Aunque Cayo Valerio mantuvo en mejor forma a los hombres de la V Legión, su estado físico no es tan superior al de la VI. Es demasiado optimista pensar que llegarán en un solo día. - En ese momento miró a los bárbaros desde el parapeto: - Parece que finalmente se retiran por esta noche. -

- Nos dejarán dormir con nuestro miedo. -

Silano hablaba con frialdad, pero incluso en su voz se dejaba entrever una creciente desazón.

- ¿Y el Procónsul? - Preguntó Marcio.

- Visitando a los heridos, que son muchos. -

- Eso está bien.

- Sí, pero no resuelve nuestros problemas. - Sentenció Silano.

- ¿Y él no ha preguntado por Druso? -

- No. -

- Es extraño - Continuó Marcio: - Yo supondría que debe de estar tan preocupado como nosotros. Como todos. -

- Quizá lo está. Pero en cualquier caso se esfuerza en no aparentarlo. Lo único que les queda a nuestros hombres es la tranquilidad que da verlo caminando entre los incendios de los almacenes, dando órdenes, animando a unos, escuchando a los heridos... - Silano elaboraba sus pensamientos mientras los pronunciaba: - Es como si luchar contra estos bárbaros fuera algo normal para él. Todos estamos preocupados, tenemos un enorme ejército enemigo a tan sólo quinientos pasos. Un ejército que casi nos duplica en número. Y nuestro Procónsul se pasea por la ciudadela como si al amanecer estos muros fueran a resistir cualquier ataque. Y las puertas..., ¿has visto las puertas? -

- Las puertas están en ruinas. - Confirmó Marcio: - Los bárbaros han arrojado tantas flechas en llamas contra ellas que me sorprende que los voluntarios hayan conseguido apagar el fuego. No sé qué haremos mañana. -

- ¿Cuál será su plan? -

- ¿El de los bárbaros? -

- No, el Procónsul. -

Marcio tardó unos instantes en responder. Se giró hacia el interior de la ciudadela. Justo en ese momento Bryan caminaba hacia ellos escoltado por los lictores.

- No lo sé, Silano, pero pronto podrás preguntárselo a él mismo. -

En un minuto, Bryan ascendió la muralla para reunirse con sus dos oficiales de confianza. Una vez con ellos miró hacia el campamento enemigo.

- Se han retirado al fin. - Comentó Bryan.

- Así es, mi general... - Confirmó Silano, pero su voz quedó colgando; quería preguntar al Procónsul sobre qué hacer al día siguiente, pero no sabía cómo hacerlo sin dejar traslucir su preocupación.

- Las puertas, ¿las han visto? - Comentó Bryan a sus dos Tribunos.

Éstos asintieron.

- No resistirán ni media hora. No nos queda más remedio que salir antes de que entren. Atacaremos al amanecer. Prepárenlo todo para organizar una salida. Sólo nos queda usar el factor sorpresa. Los bárbaros no esperan que salgamos a campo abierto. Eso nos dará algo de ventaja. -

El Procónsul dio media vuelta y no hubo tiempo para hacer preguntas. Silano y Marcio se miraron entre sí. Luego dirigieron su vista hacia el campamento enemigo. La sorpresa no sería suficiente para sobrevivir a todo aquel ejército bárbaro.

*****

Bryan se dirigió a su tienda, aparentando que deseaba dormir. Estaba mentalmente agotado y sabía que sus hombres, soldados y oficiales por igual, también lo estaban. Pero, sobre todo, estaban asustados.

Eso es bueno. Eso me sirve.” Se repetía Bryan como si quisiese convencerse a sí mismo: “Lo siento mucho por Marcio y Silano, pero necesito que aguanten un poco más. Tengo que aprovechar esta oportunidad para curar el miedo de mis legiones y al mismo tiempo unificarlos. Esta es la única manera. Si no hago esto, incluso si consigo matar a Jaime Luccar y César Germánico, no lograré nada sustancial.

En ese momento abrió la caja que Aurelio Asturias le había entregado para sacar un fragmento en particular, que había sido escrito por Julio Asturias Cornelio, nada menos que el bisabuelo de Aurelio Asturias, un extraordinario militar que tuvo mucho que ver en la mayor expansión del Imperio Itálico.

Mañana es el día del destino. Mi ejército se encuentra con la responsabilidad de detener el avance de un adversario que nos quintuplica en número. Nadie espera nada de nosotros salvo una muerte honrosa, quemando nuestras vidas para detener el avance del enemigo durante uno o dos días.

Escucho el cantar del viento, pero para mí suena como los gritos de soldados muertos.

Todos mis Tribunos me miran asustados, deseando que les diga una estrategia con la cual pueda revertir esta situación.

Pero ninguno de ellos entiende que la estrategia o la táctica no son la cuestión aquí. No importa el brillante plan que desarrolle, porque me enfrento a un adversario que no puede ser detenido por los escudos, armaduras o murallas. Y no me refiero al ejército enemigo. Sino al creciente miedo entre mis hombres.

¿Cómo superamos el problema del miedo? ¿Qué ocurre si no consigo superarlo? ¿Es la única solución el aumentar los castigos y la pena de muerte? Ya he recurrido a todo eso y funcionó en su momento, pero no necesariamente funcionará el día de la batalla.

Estoy al final de mi ingenio.

Pero quizá… solo quizá… pueda utilizar ese mismo miedo a mi favor.

Después de todo, el miedo es como un veneno que se esparce dentro de uno. Pero es un veneno que no discrimina. Puede afectarnos a ambos, aliados y enemigos por igual.

Porque ellos también tienen miedo de mí, pese a mi inferioridad numérica, por culpa de todas esas veces que les vencí en combate.

El miedo no discrimina.

La cuestión entonces es encontrar un modo de transformar todo el miedo de mis propios soldados en coraje, al mismo tiempo que siembro miedo en el corazón de mis enemigos.

El coraje es el opuesto del miedo, pero comparten una misma naturaleza.

Coraje y Miedo.

Ambos no discriminan.

El coraje puede contagiarse casi tanto como el miedo.

Entonces ¿cómo consigo que el miedo de mis tropas se vuelva coraje, dado que están tan asustados?

La respuesta está en el origen de su miedo.

A mis soldados les asusta morir.

Mis enemigos en cambio, por su superioridad numérica, no tienen miedo de morir.

Así que voy a colocar a mis soldados en una situación donde no tendrán otra opción que enfrentar una muerte segura. ¡Y así superar su miedo a la muerte!

Mañana al amanecer quemaré mi campamento antes de partir al campo de batalla, para que los hombres sepan que no hay un lugar seguro al cual “regresar”.

Que sepan que no hay lugar a dónde ir.

Que sepan que no hay en dónde esconderse.

Que no hay otro escape de la muerte que no sea la victoria contra todo pronóstico.

¡Solamente así perderán el miedo a la muerte!

Todos deben comprender que, si tienen el menor deseo por escapar con vida, su único destino seguro será la muerte.

En cambio, si luchan con la disposición de sacrificar sus vidas hasta el último hombre… ¡Entonces habrá una oportunidad de sobrevivir!

Y yo debo ser el primero de todos.

Mi propio sacrificio será la chispa del valor para mis hombres.

Bryan cerró el rollo. La victoria contra todo pronóstico de Julio Asturias Cornelio era ahora uno de los temas favoritos para los bardos de Itálica y le consiguió el apodo del “dios de la guerra”. Julio Asturias colocó a sus hombres al borde de un acantilado y se dejó rodear por el enemigo, que se sentía seguro de su victoria, sobre todo cuando vieron cómo este incendiaba su propio campamento, quedando virtualmente indefenso.

Julio Augusto Cornelio"El dios de la guerra"

Pero cuando el enemigo atacó, descubrieron que el propio Julio Asturias estaba al frente de sus tropas, luchando como un demonio sin miedo y su valor se contagió como por arte de magia entre sus tropas, que pelearon como poseídos por los dioses de la violencia, porque sabían que era todo o nada.

Por supuesto que también había una estrategia bien pensada para atraer a la caballería enemiga a una trampa, la cual asustó a los caballos y estos corrieron de regreso hacia sus propias filas, arrollando a sus aliados sin importar lo que sus caballeros hiciesen para detenerlos. Pero este plan genial jamás hubiese funcionado si los legionarios de aquella batalla no hubiesen luchado dispuestos a morir hasta el último hombre.

La situación de ahora es parecida. Estamos completamente superados en número y las partidas de jinetes nunca nos dejarán escapar, porque no tenemos caballería para detenerlos. No hay escapatoria. Esta noche todos tienen que haber comprendido que no hay ninguna esperanza excepto luchar desesperadamente.

Y finalmente yo les daré la inspiración necesaria.

Todo se resolverá el día de mañana.

Que los dioses y el espíritu de Julio Aurelio Asturias me protejan.

*****

Al día siguiente, antes incluso del amanecer las VI legión estaba formando frente a la destartalada puerta de madera. Al otro lado todos podían escuchar claramente el sonido de los miles de pasos que los bárbaros producían al formar para combatir. Era imposible, no importa cómo se viese, que esa puerta tan destruida aguantase un segundo ataque. Los gozones estaban tan debilitados que incluso rechinaban por el viento de la mañana.

¿Qué pasaría cuando los primeros arietes la golpeasen?

Sin embargo, tal era el miedo que algunos sentían a los bárbaros, que se aferraban a la ilusión demente de que quizá estarían a salvo mientras no abriesen la puerta.

- ¡Abran la puerta! - Ordenó Bryan en ese momento.

Así sus ilusiones se desmoronaron.

Bryan observó a sus tropas con su Sexto Sentido. La mitad de sus hombres estaban en el estado que deseaba, hartos de tener miedo y deseosos de hacer algo, lo que fuese, con tal de escapar del enemigo. Pero la otra parte estaba claramente aterrorizada y temblaba de miedo en su sitio. Este equilibrio entre ambos sentimientos provocaba que la legión entera se mantuviese estática.

De inmediato los Tribunos Marcio y Silano se movieron para reprender a los legionarios, pero antes de que ninguno de ellos pudiese decir algo, el propio Bryan levantó una mano y usando Control Paranormal, las puertas fueron arrancadas de parte en parte.

- ¡Voy a pelear! - Dijo entonces Bryan mirando a los hombres de la VI: - Ustedes pueden quedarse aquí o formar afuera. -

Y sin esperar que ninguno de ellos hiciese o dijese nada. Bryan avanzó y salió de la fortaleza.

En una situación de tensión, es mucho más fácil moverse que quedarse quieto. Ese impulso hizo que, casi sin pensarlo, toda la VI legión saliese marchando fuera de la fortaleza, atravesaron el puente que cruzaba los fosos, para finalmente ocupar las posiciones de una formación de ataque.

A doscientos metros se podía ver la línea interminable de bárbaros, la cual era tan grande y nutrida, que hacía ver diminuta a la VI Legión, incluso con el refuerzo de los siete mil voluntarios.

Un solo pensamiento era compartido por todos.

¿De verdad el Procónsul piensa ordenarnos que ataquemos?

Jaime Luccar y César Germánico estaban parados detrás de Silano y Marcio. En su mente ellos ya sabían lo que querían hacer. En el momento en que Bryan ordenase el ataque, iban a apuñalar a los Tribunos y luego escaparían a toda prisa en direcciones diferentes. Si eran alcanzados, se rendirían. De existir la posibilidad, incluso suplicarían unirse a los bárbaros como mercenarios o como esclavos.

Lo que fuese con tal de salvar sus miserables vidas.

Sin embargo, para sorpresa de todos, la orden que dio Bryan cuando finalmente abrió la boca fue algo completamente inesperado.

- ¡Firmes en sus posiciones! -

En pocas palabras, quédense ahí, completamente quietos.

El temor de los legionarios era tan grande en ese momento, que todos escucharon la orden de Bryan sin necesidad de que las trompetas las transmitiesen. Ese mismo miedo hizo que sus cerebros se demorasen un poco en procesarlo. Pero cuando finalmente comprendieron, todos abrieron los ojos por la sorpresa, ya que vieron a su Procónsul desenvainar una espada y luego dejar a sus lictores atrás, mientras que avanzaba él solo hacia el enemigo.

Entonces vieron el resplandor de activación de un Anillo Espacial en la mano libre de Bryan y un misterioso báculo se materializó. Al mismo tiempo, la inmensa aura mágica que poseía se desbordó, abrumándolos a todos.

Bryan entonces golpeó el suelo con su Báculo Necromántico y dos gruesos pilares de hueso, que en realidad eran una manifestación de Prisión Ósea en grado avanzado, aparecieron justo en frente suyo a veinte pasos de distancia, como si formasen una especie de portada.

- ¡Basura bárbara! - Gritó entonces proyectando su voz con magia: - ¡Vengan a enfrentarme si tienen el coraje! ¡Pero aquellos que se atrevan a cruzar esos pilares, que abandonen toda esperanza de sobrevivir! -

Alegoría de Bryan con cuervo

Nota del Traductor

Hola amigos, soy acabcor de Perú. Hoy es miércoles 18 de Octubre del 2023 y he sufrido un problema bastante serio porque mi único medio de transporte tiene el radiador arruinado y el agua podría haber entrado dentro del motor… No lo entendí del todo, pero lo que sí me quedo claro es que tengo que pagar mucho dinero a un mecánico o caminar casi 50 kilómetros hasta mi trabajo… Así que, sí, estoy bastante fregado. ¿Hay algún acaudalado entre los lectores que me quiera donar unos cuantos miles? Jajajaja…. Me debato entre las lágrimas y la risa.

Sin embargo, aún es miércoles y estoy a tiempo de publicar. ¡Incluso si solo quedan minutos para la medianoche!

En la Divina Comedia de Dante Alighieri el personaje de Dante es guiado desde el Limbo hasta el infierno, luego al purgatorio y finalmente al cielo. Cuando el poeta llega hasta la entrada del infierno, lee la siguiente inscripción que es la inspiración para el título de este capítulo:  Por mí se va a la ciudad del llanto; por mí se va al eterno dolor; por mí se va hacia la raza condenada; la justicia animó a mi sublime arquitecto; me hizo la divina potestad, la suprema sabiduría y el primer amor. Antes que yo no hubo nada creado, a excepción de lo eterno, y yo duro eternamente. ¡Oh vosotros los que entráis, abandonad toda esperanza!

Y así como el poeta pasa del infierno al cielo, Bryan planea hacer que sus hombres pasen desde el infierno del terror hasta la cima del valor, mientras que los bárbaros caen desde la altura de su confianza por sus números a la desesperación del miedo. Por lo menos esa es su intención.

Como ven, me puse bastante poético en este corto pero significativo capítulo.

Al principio quería hacer un capítulo mucho más largo, con la descripción de todo el asedio. Pero son los bárbaros y realmente ellos no tendrían un gran despliegue de tácticas complejas. Además, me pareció que era mejor que el aspecto psicológico fuese el protagonista, mostrando más las dudas de los Tribunos y de Atíl principalmente, para finalmente mostrar la verdadera intención de Bryan.

En cuanto a la carta del ancestro de Aurelio y su lección sobre el miedo. Es una combinación de sabiduría occidental y oriental. El evento descrito es la batalla de Farsalia, en donde Julio César se colocó estratégicamente en una posición desventajosa para que sus hombres luchasen con todas sus fuerzas, y así derrotó a su rival Pompeyo Magno. En cuanto a las reflexiones, me basé en algunos textos del almirante coreano Yi Sun-sin del año 1598, que fue un genio militar que lamentablemente no vivió en la época correcta, de otro modo sería conocido en todo el mundo. Naturalmente escribí mi propia versión, para que fuese más sencillo de entender y al mismo tiempo más realistas, como si de verdad fuese un diario.

Pero déjame saber tu opinión en los comentarios: ¿Cuál fue tu parte favorita? ¿Te gustó como se narraron los eventos? ¿Qué opinas de las posiciones de los diferentes personajes? ¿Te gustó la historia que inventé sobre Julio Asturias? ¿Qué opinas de que Bryan se haya enfocado primero en el aspecto psicológico de que sus tropas venzan el miedo antes que en la estrategia?

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¡Nos vemos en el siguiente capítulo!