¡Por favor patrocina este proyecto!
—¿Umm? ¿Un techo desconocido?
Tuve que soltar esa frase icónica en cuanto abrí los ojos. Nunca antes había tenido la oportunidad de usarla en su contexto real, y sentí una pizca de satisfacción en medio de la confusión que me embargaba. Pero poco después, un dolor espantoso me asaltó: la cabeza me palpitaba, cada músculo se tensaba, mis articulaciones se sacudían, e incluso sentía como si alguien me estuviera revolviendo los intestinos.
¡No tenía idea de lo que ocurría!
Afortunadamente, el dolor comenzó a remitir y finalmente desapareció. Aun así, la experiencia me asustó tanto que permanecí inmóvil en la cama durante varios minutos, temiendo que moverme desatara una nueva ronda de sufrimiento. Finalmente, recuperé algo de compostura y me levanté para observar mis alrededores.
—… Esperen un minuto… ¿Dónde diablos estoy? Esta no es mi habitación. ¿Acaso me desmayé y alguien me trajo al Hotel Ritz-Carlton? Porque ni con cien sueldos podría pagar este mobiliario —dije, hablando conmigo mismo mientras evaluaba la habitación.
Básicamente, parecía el lugar donde dormiría un rey. La decoración de estilo occidental rezumaba opulencia en cada detalle: desde las paredes revestidas con paneles de madera dorada, tallados con motivos florales y escenas mitológicas que relucían suavemente incluso con la escasa luz del amanecer, la cual apenas se filtraba a través de las pesadas cortinas de terciopelo carmesí, bordadas con hilos dorados y colgando en pliegues majestuosos, hasta los armarios ornamentales, esculpidos con relieves de ninfas y sátiros. Candelabros de cristal colgaban del techo, capturando los tenues rayos de sol que lograban entrar y arrojando suaves reflejos de arcoíris en las paredes.
Y la cama en la que me encontraba… ¡tenía que ser la madre de todas las camas! Era un lecho monumental donde fácilmente cabrían diez personas con comodidad, y aún sobraría espacio. Estaba enmarcada por columnas de madera tallada que sostenían un dosel de brocado carmesí, que caía como una cascada de terciopelo opulento. Las sábanas, finas como la seda y de un blanco perlado, estaban rematadas con encaje de oro, mientras que, sobre la colcha, un edredón de satén bordado con hilos dorados capturaba y reflejaba la luz en un suave brillo.
¡Y las almohadas! Jamás había visto algo semejante. Cubiertas con fundas de satén del mismo tono perlado que las sábanas, estaban rematadas con delicadas puntillas de encaje dorado. Al tacto, eran tan suaves como una nube, rellenas con la pluma más fina, ofreciendo un soporte lujoso que invitaba al descanso. Algunas estaban decoradas con bordados intrincados que reflejaban los motivos florales y mitológicos de las paredes, añadiendo un toque de armonía al conjunto.
—¡Guau! —exclamé, asombrado por todas estas magníficas decoraciones que llegaban hasta el techo, adornado con bordes de estuco dorado y hermosos frescos que representaban escenas de batallas fantásticas. Como fanático de los RPG de fantasía, así como de todo el arte conceptual relacionado, podría haberme quedado mirando ese techo todo el día, pero primero tenía que averiguar dónde estaba. Retiré las sábanas y me di cuenta de que estaba vistiendo una magnífica bata de seda en lugar del desgastado buzo con polera que normalmente uso para dormir.
Mientras me movía hacia el borde de la cama, los pliegues de la bata se abrieron y me encontré con una nueva sorpresa.
—¿Qué carajo?
Decir que nunca he sido atlético sería quedarse corto. El término “estilo de vida sedentario” definitivamente me venía como anillo al dedo. Recuerdo que la mayor parte de mi vida la pasé escuchando a mis padres decir: «¡Tienes que ponerte en forma!», a lo que siempre respondía: «¡Redondo es una forma!», en tono de broma… hasta que llegó la diabetes y tuve que elegir entre la dieta o la muerte. Recién en los últimos años había alcanzado un peso aceptable, pero mi físico siempre había sido el de una persona fofa. Ahora, en cambio, tenía un torso musculoso, bien marcado. ¡Un maldito six-pack! Podría trabajar como extra en una película de superhéroes y no necesitaría que me pusieran bíceps en posproducción.
—¡No puedo creerlo! —exclamé, saltando de alegría—. ¡Esto es fenomenal! ¡Esto es fabuloso! Esto…
La emoción en mi voz se apagó en el momento en que comprendí lo que estaba sucediendo.
—Este no es mi cuerpo, ¿verdad?
De inmediato comencé a mirar a mi alrededor en busca de un espejo, mientras trataba de recordar si en algún momento fui golpeado por un camión, si escuché la voz de una diosa diciendo «ups», si me interpuse entre un asaltante y una abuelita, o cualquiera de los clichés de transmigración que siempre suelen usar para este tipo de historias. No recordé nada en particular. Sin embargo, no tenía idea de que mis problemas apenas comenzaban, porque rápidamente encontré un hermoso espejo de más de tres metros de alto colgando de una pared de la habitación y corrí a revisar mi apariencia.
Un joven de cabello oscuro me devolvió la mirada. Era bastante apuesto, con rasgos que me recordaban a los europeos de Hungría o Rusia, unos ojos particularmente agudos y pupilas de un color tan rojo como la sangre. Si me dijeran que en realidad era un vampiro clásico en lugar de un ser humano, lo creería. De hecho, todos los elementos de mi nuevo rostro parecían diseñados para transmitir una sensación atemorizante, en lugar de resaltar el atractivo.
De más está decir que no reconocía nada de mí en aquella cara. Yo solo era un asalariado ordinario, nacido y criado en Japón, donde no somos conocidos por ser particularmente atractivos. Ahora, en cambio, parecía un hijo del jefe de la Bratva, listo para dirigir el contrabando de cosas ilegales junto a mis secuaces. Si no fuera porque vestía una bata, ya estaría buscando una pistola con silenciador o una botella de vodka.
—Bueno, definitivamente no tengo ningún anillo de la mafia rusa —comenté, mirando mis manos—. Supongo que eso es un alivio. Ya de por sí es un dolor de cabeza estar en una historia isekai...
Sin embargo, ese pensamiento bastó para que mi mente terminara de unir los cabos sueltos.
—Espera, espera… ¿mafioso? ¿Heredero mafioso? —Fue en ese instante cuando la verdad me golpeó con toda su fuerza; sentí cómo algo dentro de mí se quebraba, como si mi alma se desplomara de puro horror—. ¡Oh, no! ¡No, no, no, no! Espera. Pausa. Rebobinemos. ¡Esto no puede ser! ¡Yo no puedo ser…! ¡Oh, no! ¡Cualquiera menos él! ¡Por favor!
Mi cerebro pasó de un estado estupefacto a uno desesperado tan rápidamente que debió sobrecargarse o algo así, porque entré en una especie de estado de negación maníaca.
—Muy bien, voy a cerrar los ojos ahora —dije, realizando el gesto—. Y cuando los abra, voy a tener cualquier otra cara… —El mismo rostro me miraba desde el espejo—. ¡No! ¡¿Por qué me pasó esto a mí?!
Finalmente, tras este brevísimo episodio de locura, no me quedó otra opción que aceptar mi nueva realidad y la identidad del rostro en el espejo, que parecía una manifestación encarnada de todas las malas intenciones del mundo.
—Zenón Baskerville —murmuré con odio—. ¿A qué dios ofendí para que me hayan reencarnado en el hijo de puta de Zenón Baskerville?
Nunca fui una persona particularmente virtuosa, pero al menos era un miembro funcional de la sociedad. Jamás le hice daño a nadie e incluso ayudaba a mi vecina anciana a sacar las bolsas de basura. Sé que no soy Mahatma Gandhi, pero creo que no hice nada para merecer estar atrapado en esta situación. De hecho, si alguien se merece este destino, son los desarrolladores de mierda que arruinaron la trama de Dungeon Brave Souls, un juego que tanto amaba. Traumatizaron a miles de personas con esa maldita secuela. Creo que por eso no me di cuenta de inmediato de la identidad de este rostro; mi mente lo borró como una forma de proteger mi cordura.
—¡Maldita sea! ¡¿Por qué estoy atrapado en el cuerpo de este psicópata narcisista?! ¡Preferiría ser el NPC más patético en lugar de este amasijo de trastornos mentales! ¡Incluso formar parte de la escenografía es mejor que ser Zenón Baskerville!
Apreté los puños con furia, tratando de controlar los sentimientos de ira y frustración que brotaban de mi pecho con la fuerza de una erupción volcánica. Estaba tan enojado que comencé a imaginar cómo los rasgos de Zenón se deformaban hasta convertirse en la horrible cara de un orco.
Creo que cualquiera entendería cómo me siento. Incluso si no fuera uno de los mejores jugadores de DunBrave, la primera opción para cualquiera que imaginara ocupar el cuerpo de alguien en este mundo sería el héroe León Brave. ¡Es sentido común! Podría vivir aventuras épicas reales, hacerme fuerte rápidamente aprovechando mis conocimientos del juego, salvar al mundo como un auténtico paladín y, por supuesto —no voy a ser hipócrita ni hacerme el inocente—, también construiría un harén con las hermosas heroínas para disfrutar de su compañía.
Para aclarar, me refiero a hacer el amor con ellas. Nada de relaciones ambiguas o promesas poco claras: concretaría el negocio a la primera oportunidad. Naturalmente, también aprovecharía mi conocimiento para asesinar a Zenón Baskerville y luego destruiría a su maldita familia criminal antes de que pudieran robarme a alguna de mis mujeres.
—Espera… ahora que lo pienso… ¡mierda! ¿Qué tan parecido es este mundo a DunBrave? ¿Y en qué momento de la historia estoy? ¡Necesito información urgente!
Justo en ese momento escuché un suave toque en la puerta, lo que interrumpió mi avalancha de pensamientos. Pero antes de que pudiera responder, la persona ya había entrado en la habitación.
—¿Permiso…? ¿Eh?
—¿Quién eres…? —comencé a preguntar, pero me corregí—. Digo, ¿qué sucede?
La visitante era una joven que vestía un uniforme de sirvienta. Debía de tener alrededor de veinte años. Su cabello morado estaba recogido en un elegante moño elevado, y su rostro resultaba bastante atractivo.
La recién llegada se detuvo frente al espejo; su mirada reflejaba pánico y su rostro se volvió pálido mientras exclamaba:
—¡Por favor, perdóneme por entrar sin permiso, joven señor!
Luego inclinó la cabeza con un movimiento rápido y preciso, formando un ángulo perfecto de noventa grados. La reverencia era tan impecable que llenaría de orgullo a cualquier escuela de modales tradicionales de la corte imperial.
Esto me tranquilizó al instante, ya que la forma en que actuaba la doncella reforzaba mi teoría de que debía de estar en el mundo de DunBrave; algo que solo podría ocurrir en un RPG japonés. En un mundo medieval europeo nadie haría una inclinación así.
No era un experto en protocolo, pero como me interesaban las maids, había investigado un poco y descubrí que una auténtica doncella se inclinaría extendiendo su vestido y doblando ligeramente las rodillas. La reverencia debía hacerse mirando al suelo, sí, pero no de manera tan drástica.
Pero el alivio inicial al ver algo familiar desapareció rápidamente cuando mi cerebro empezó a procesar la situación. Era evidente que aquella hermosa mujer estaba muy asustada por algo, y aunque tenía una buena idea del motivo, necesitaba entender qué estaba pasando antes de poder hacer algo.
Afortunadamente, la doncella misma explicó enseguida la causa de su comportamiento:
—Por lo general, el amo Zenón no se despierta cuando toco la puerta, por eso no esperé a que me diera su permiso antes de entrar. ¡Por favor, perdóneme!
Ahora tenía una explicación, lo cual era un progreso. Pero eso no significaba que me sintiera cómodo con una mujer hermosa suplicando misericordia desesperadamente. De hecho, era todo lo contrario. El problema era que no tenía muy claro cómo debía reaccionar.
Al parecer, los sirvientes de este lugar estaban aterrorizados por Zenón, lo cual tenía mucho sentido dado el trasfondo de ese bastardo. Una parte de mí quería acercarme a la doncella y decirle que todo estaba bien, que no necesitaba temerme. Pero eso podría revelar que en realidad no era Zenón, y las consecuencias de eso podrían ser… bueno, no podía imaginarlas, pero no era difícil suponer que no serían nada buenas para mí.
—Oh… eh…
Dividido entre mi deseo de tranquilizar a la mujer asustada y la cautela de no revelar información, terminé torciendo el gesto y balbuceando incoherencias mientras me exprimía el cerebro tratando de pensar en qué demonios hacer para salir de esa situación.
Pero entonces la doncella hizo algo aún más impactante que me dejó sin palabras. Tal vez malinterpretó mi gesto o entendió mal mi silencio, porque de pronto levantó la mirada con una expresión decidida y dijo:
—Por favor, castigue a su sirvienta por mi falta de modales, joven amo.
—¿Eh…?
Frente a mis ojos, la doncella se quitó el delantal, se desabrochó la blusa y expuso la mitad de su cuerpo desnudo con movimientos decididos, para luego caminar y apoyar las manos contra la pared.
—¡¿Eeeeeh?!
—Por favor, azóteme como siempre, hasta que esté satisfecho. Estoy lista.
—¡Espera, espera, espera! Yo no quise decir… —comencé a soltar una serie de argumentos, pero todos murieron en mi boca cuando noté algo—. ¡Tu espalda! ¡¿Quién te hizo eso?!
La espalda de la doncella estaba cubierta de numerosos hematomas azulados. Además, tenía cicatrices que parecían causadas por un látigo y varias hinchazones dolorosas sobre su blanca piel.
«¿Ella acaba de decir “cómo siempre”? No me jodas… ¡¿ese hijo de puta de Zenón golpeaba a esta mujer casi a diario?!»
Las prendas de la doncella, ahora sin ataduras, comenzaron a deslizarse lentamente hasta caer al suelo, dejando al descubierto su cintura y la parte superior de su hermoso trasero.
Era una visión que, en otras circunstancias, podría excitar a cualquiera. Pero juro que en ese momento cualquier lujuria que pudiese experimentar se vio apagada por un sentimiento de odio tremendo hacia el personaje de Zenón, porque cada nueva franja de piel desnuda revelaba más evidencia de la violencia desenfrenada de ese miserable.
Tenía ganas de gritar de rabia… pero logré controlar mi ira. Y fue bueno que lo hiciera, porque seguramente esta pobre mujer sería la primera en notar si el maldito hombre al que servía actuaba de repente con compasión.
Aun así, no podía quedarme sin hacer nada. Así que, tras inhalar y exhalar lentamente para calmar mis nervios, me quité la bata y la coloqué sobre la espalda de la doncella, procurando que el gesto pareciera lo más indiferente posible, pero sin causarle daño.
—¿Amo Zenón? —La doncella se dio la vuelta con voz inquieta.
Yo, por mi parte, mantuve la vista hacia abajo para evitar que viera mi expresión y respondí con la voz más brusca que pude:
—…No te castigaré. Vístete rápido.
—¿Eh? Pero, por lo general, al menos diez veces…
—No me hagas decírtelo dos veces. No te pegaré por esto. ¡Vístete!
—¡Eek! ¡Entendido! ¡Me vestiré ahora!
La doncella volvió a mirarme con expresión asustada mientras recogía su ropa.
Aparté la mirada de su bien proporcionado cuerpo y busqué algo que ponerme. Afortunadamente, había un atuendo en un perchero cercano que se parecía al que el personaje de Zenón usaba en el juego.
—Perdón por hacerle esperar, joven amo. Ya estoy vestida, pero… ¿qué debo hacer ahora? —preguntó la doncella, ya uniformada nuevamente.
Con la situación más tranquila, pude apreciarla mejor. Era una mujer hermosísima y sensual, del más alto nivel. De hecho, hasta parecía un personaje principal, pero no recordaba a nadie como ella en el videojuego. No podía imaginar cómo una mujer así había terminado sirviendo a una familia tan infame como los Baskerville.
—Eh… tú, ¿qué día es hoy? —pregunté después de pensarlo un poco. Aunque realmente quería saber su nombre, decidí fingir que ya lo conocía para no levantar sospechas. En cambio, opté por arriesgarme a preguntar la fecha.
La doncella me miró un poco perpleja, pero respondió rápidamente:
—¿Umm?... Hoy es 5 de abril del año 101 luego de la fundación del Reino Slayer…
«No es el calendario gregoriano… más bien, cuentan desde la fundación del Reino Slayer. Eso básicamente me confirma que estoy en el mundo de DunBrave. Espera… ¿dijo 5 de abril? ¿Del año 101?... ¡Sí!»
Para disfrutar del videojuego no hacía falta recordar muchas fechas importantes, excepto el año en que el primer héroe selló al Rey Demonio o ciertos eventos puntuales, como el fin de una guerra o alguna festividad.
Naturalmente, existía una gran cantidad de lore para los fanáticos de la inmersión —como yo—, pero uno podía jugar y divertirse sin recordar el año en que cayó tal imperio o cuándo se atrapó a determinado monstruo.
Sin embargo, una fecha que nadie podría olvidar era el 5 de abril del año 101, porque era el día en que León Brave, el protagonista de Dungeon Brave Souls, ingresaba por primera vez en la Academia de Artes Arcanas y Bélicas de la capital del reino.
Especialmente alguien como yo, que jugué el título varias veces para desbloquear todos los trofeos, escenarios adicionales, finales individuales con las heroínas principales, sub-rutas con las heroínas secundarias que aparecieron en los DLC, cada uno de los artefactos legendarios y todas las misiones añadidas en la edición de aniversario. En cada uno de esos momentos aparecía la cinemática con la fecha de la ceremonia de ingreso.
—¿Eso quiere decir que hoy comenzaré a asistir a la Academia? —pregunté tentativamente, buscando confirmación.
—Sí, hoy es su ceremonia de ingreso, joven amo —respondió la criada obedientemente.
«Eso significa que me encuentro justo al inicio de la primera entrega del juego… la que mejor conozco. ¡Los dioses no me han abandonado! Si uso bien mi conocimiento, debería poder salir adelante de algún modo.»
Me giré hacia el reloj de la habitación, una magnífica obra de artesanía impulsada por un péndulo, cuyas manecillas marcaban las seis de la mañana. Según mis recuerdos, la ceremonia comenzaba a las nueve. Eso significaba que tenía tiempo de sobra.
—Joven amo… ¿por casualidad va a saltarse su entrenamiento matutino?
—¿Entrenamiento?
—Sí, el que hace todas las mañanas, sin falta —asintió la doncella—. Por eso siempre me encarga que lo despierte… En realidad, esta sería la primera vez que no va directamente al campo de prácticas después de levantarse.
—¿Todas las mañanas?... ¿Sin falta? —dije, parpadeando sorprendido.
«Vaya, nunca pensé que el bastardo de Zenón tuviera un rasgo positivo… en absoluto. Pero, al parecer, era constante en su entrenamiento.»
Lo cierto es que mucho de lo que sabía de Zenón lo aprendí jugando aquella infame secuela. En Dungeon Brave Souls, su personaje no era más que un NPC secundario, sin ningún trasfondo, así que no tenía idea de lo que había hecho durante la primera entrega. Luego, en Dungeon Brave Souls II, resultó ser un individuo con habilidades muy versátiles para el combate mágico y físico, capaz de modificar su estilo según la necesidad y con un altísimo rendimiento. Con el nivel adecuado, podía convertirse en uno de los seres más poderosos del mundo, justo por debajo del héroe León Brave y del Rey Demonio.
Una vez dicho esto, yo siempre asumí que Zenón era tan poderoso porque los desarrolladores decidieron que fuera un genio capaz de hacerlo todo con facilidad. Después de todo, no les importó arruinar la trama del juego que todos amábamos, así que ¿por qué les habría de importar crear un buen trasfondo para el maldito neotreador? Pero, aparentemente, al menos en este mundo, sus habilidades eran producto de un entrenamiento constante… algo que no recuerdo que se mencionara jamás, ni siquiera en Dungeon Brave Souls II.
—¿Sucede algo, joven amo? Si desea descansar hoy de su entrenamiento, le prepararé el desayuno de inmediato.
—No… entrenaré como siempre —respondí bruscamente—. Acompáñame al campo de entrenamiento… Eh, puedes caminar delante.
—¿Eh? Escucho y obedezco.
La doncella inclinó la cabeza, curiosa por un segundo, pero acto seguido comenzó a liderar la marcha fuera de la habitación. Y yo, ahora Zenón Baskerville, la seguí por los pasillos de la mansión, intentando ocultar mi nerviosismo.
Estimados lectores, soy Acabcor de Perú. Este proyecto lateral no tiene una fecha específica de publicación, pero espero que lo disfruten a medida que vaya compartiéndolo.
Me enfoqué principalmente en mejorar la narración para hacerla más fluida. Actualicé algunas referencias del protagonista y añadí otras que podrían ser más conocidas. Además, incorporé detalles al entorno para ralentizar un poco el ritmo de la historia. También revisé la mayoría de los diálogos, haciéndolos menos rígidos y agregando más expresividad.
Espero que lo disfruten.