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Con un rugido ensordecedor, la Gárgola se lanzó hacia mí como una avalancha imparable. Sin embargo, la memoria muscular de mi cuerpo, forjada tras años de entrenamiento incansable, me permitió reaccionar de forma impecable. Justo cuando sus garras estaban a punto de cerrarse sobre mí, giré sobre mis talones con un movimiento elegante y preciso, en apenas una fracción de segundo. El cuerpo de la bestia pasó tan sólo a unos centímetros del mío, y gracias a ello conseguí esquivarlo sin apenas variar de posición o perder mi eje de equilibrio. Esta maniobra, conocida como Quiebro, me permitió situarme al flanco desprotegido de la criatura.
Era la oportunidad perfecta para contraatacar.
Aprovechando el impulso de mi giro, la espada resplandeciente de mi mano trazó un arco perfecto en el aire, cortando el viento con un silbido mortal. Con un grito de desafío, lancé mi estocada mortal y la punta del acero golpeó la espalda de la Gárgola con una fuerza implacable. La fuerza del golpe fue suficiente para hacerla tropezar, pero lamentablemente no conseguí atravesar su piel de piedra.
—¡Humano! ¡Maldito humano! ¡Solo eres basura! ¡Basura! ¡Basura! ¡Basura! —rugió la Gárgola con una voz cargada de rabia y un tono casi histérico, mientras se apresuraba a rodar y ponerse en pie de nuevo.
—Bueno, era de esperarse —murmuré entre dientes, frustrado, mientras el eco de sus gritos resonaba a mi alrededor—. ¡Qué molesto es para ser un simple Jefe de Tutorial!
El Quiebro era una maniobra excepcional para abatir instantáneamente a monstruos más grandes y fuertes que un toro en plena embestida, porque aprovechaba su propio impulso para colocarlos en una posición en donde no podían defenderse. Pero la piel dura de la Gárgola la volvía prácticamente invulnerable a las armas ordinarias, como la que sostenía en ese momento.
En circunstancias normales, una Gárgola sería un monstruo estándar que cualquiera encontraría después de completar el Segundo Acto del juego. Pero, en este punto, con nuestros niveles actuales, no existe nadie capaz de derrotar a una en un combate individual. León y sus compañeros lograron vencerla milagrosamente gracias a que este despertó la habilidad Sangre del Héroe por primera vez, lo que le otorgó un incremento de poder temporal excepcional. Algo que no volvería a suceder en el futuro.
En este momento empuño una espada recta estándar que me entregó la academia. Aunque mi arma ideal siempre ha sido una espada larga, los estrechos pasadizos de este laberinto vuelven su uso poco práctico; un solo movimiento en falso y podría golpear la pared en el peor momento, durante un ataque sorpresa. Por suerte, mi habilidad mágica me permite compensar la falta de alcance en estos espacios reducidos. Sin embargo, debo admitir que ahora mismo lamento profundamente no haber traído un arma contundente, algo capaz de quebrar la piel pétrea de la Gárgola.
La criatura rugió furiosa, extendiendo sus alas mientras daba un salto con clara intención de aplastarme. Afortunadamente, ya conocía la desventaja de este tipo de monstruos: su enorme peso los hacía torpes ante cambios bruscos de dirección.
Así que esperé sin moverme y en el último momento retrocedí una pierna para agacharme rápidamente. La Gárgola pasó literalmente por encima de mí, y en ese momento aproveché para lanzar un tajo con todas mis fuerzas hacia su torso.
Sin perder tiempo, mientras mi espada aún estaba en movimiento, extendí mi mano libre y conjuré un ataque mágico dirigido al mismo lugar donde acababa de golpear.
—¡Filo de Sombras!
El tajo de energía oscura surcó el aire hacia la bestia, golpeándola con precisión. La Gárgola soltó un grito de dolor mientras se derrumbaba en el suelo por culpa de su propio impulso y no paró hasta que se estrelló contra una pared. Antes de darme cuenta estaba sonriendo malévolamente porque todo estaba ocurriendo tal como en el juego: La Gárgola tenía un alta defensa física, pero una baja resistencia a la magia. Incluso un conjuro de bajo nivel puede causarle daño.
—¡Maldito humano!
La Gárgola estaba completamente furiosa y volvió a cargar contra mí. Esta vez, sin embargo, se abstuvo de volar o correr a toda velocidad, como si hubiera entendido que esos movimientos eran contraproducentes. Yo me mantuve firme en el centro de la estancia, respirando profundamente para controlar mis nervios. Cuando la criatura blandió sus garras, utilicé un juego de pies para girar mi cuerpo apenas lo necesario para esquivar el ataque. Entonces, aproveché para repetir el patrón de lanzar un tajo con mi espada en alguna parte de su cuerpo e inmediatamente arrojar un conjuro.
El combate continuó, llenando la cámara subterránea con el eco de nuestros movimientos. Cada vez que la Gárgola se abalanzaba, yo giraba con precisión, sintiendo el aire cortante de sus garras pasar junto a mi rostro. En respuesta, mi espada trazaba arcos brillantes en el aire antes de golpear su piel de piedra. Con cada corte, invocaba mi Filo de Sombras, lo que obligaba a la criatura a retroceder.
Sin embargo, su rabia no hacía más que intensificarse.
—¡Sorprendente! —exclamó Jean, incapaz de creer lo que veía.
El joven guerrero logró arrastrarse hasta los restos de su espada, decidido a unirse al combate. Pero no tardó en darse cuenta de que, en su estado, sería más un estorbo que una ayuda. Así que se retiró hacia su compañera herida e improvisó un torniquete usando un pedazo de tela para frenar la hemorragia. Después, reuniendo toda la fuerza que le quedaba, se llevó a Arisa junto a los otros estudiantes inconscientes, haciendo lo mejor posible para apartarlos de nuestro camino.
Durante todo ese tiempo, Jean no apartó la mirada de nuestro enfrentamiento. Su sorpresa era evidente… y no lo culpo. La misma criatura que los había aplastado sin el menor esfuerzo ahora estaba siendo contenida por un simple estudiante que apenas abandonaba su posición inicial. A sus ojos, mis pasos debían parecer una danza calculada, una coreografía precisa y desafiante que burlaba los ataques de la Gárgola con una elegancia casi ridícula, transmitiendo la ilusión de que tenía el control absoluto.
Pero la verdad era muy distinta. Aunque por fuera pareciera intocable, mis movimientos eran tan ajustados porque el espacio era demasiado reducido para permitirme pelear con comodidad. La Gárgola era masiva, y si lograba arrinconarme contra una pared, el combate acabaría de inmediato. Por eso me aferraba al centro de la estancia como si mi vida dependiera de eso… porque así era.
Y sí, usar técnicas como el Quiebro era una apuesta peligrosa. Pero también eran mi única opción viable. Su principal ventaja era permitirme esquivar y contraatacar sin consumir demasiada energía, algo crítico considerando el daño ínfimo que estaba causando. Ahí residía mi mayor desventaja: aunque mi magia sí afectaba a la Gárgola, mi nivel era ridículamente bajo. Sólo podía lanzar hechizos de Magia Oscura elemental, y para hacerle daño real necesitaría acertar al menos una docena de golpes con mi Filo de Sombras.
Si tuviera a alguien más que pudiera actuar como tanque, podría adoptar una postura defensiva y concentrar mis ataques mágicos desde la retaguardia. Pero estando solo, mi margen de maniobra era prácticamente inexistente.
Jean apenas lograba mantener con vida a sus compañeros. Con suerte, evitaba que se desangraran. Contar con su ayuda era impensable. Para empeorar las cosas, los ataques de la Gárgola cada vez rozaban más mi defensa, como si poco a poco estuviera descifrando mi ritmo… o quizá era yo quien empezaba a fallar. No sabía si era su instinto o mi agotamiento lo que inclinaba la balanza.
Solo había una certeza: no resistiría mucho más.
«En este caso… solo me queda apostarlo todo en matarlo con un Golpe Crítico».
En DunBrave, todos los monstruos tenían un instante de abertura —un momento casi imperceptible— en el que, si el jugador atacaba con precisión, podía infligir un daño devastador. El problema radicaba en que ese instante solía aparecer justo antes de que la criatura lanzara sus ataques más letales.
Cada uno de esos ataques estaba señalado por un destello fugaz y característico: si era azul, podía bloquearse, pero solo con una parada perfectamente sincronizada. Si era rojo, no había defensa posible; solo quedaba esquivar a toda costa. Justo después de cualquiera de esos movimientos, el monstruo quedaba vulnerable por una fracción de segundo. Ese era el momento del Golpe Crítico, y el daño causado dependía del punto exacto donde se impactara.
Conseguir un Crítico era complicado, sí, pero para un jugador veterano como yo habría sido pan comido… si esto siguiera siendo un juego. Había estado observando cada movimiento, analizándolo todo, pero ni una sola vez apareció alguno de los destellos que anunciaban el tipo de ataque de la Gárgola.
Eso solo podía significar una cosa: tendría que lograrlo basándome únicamente en mi memoria y en mi instinto.
«Que así sea.» pensé, suspirando mientras me enfocaba por completo en mi próximo movimiento: «¡Tendré que hacerlo con pura habilidad y cojones!».
—¡Maldito humano! ¡Cómo te atreves! —rugió la Gárgola, frustrada tras fallar en su más reciente ataque. Entonces, como si hubiera tomado una decisión, se agazapó de manera inusual, extendiendo sus alas al máximo de su envergadura.
—Por fin —susurré con una sonrisa.
Por primera vez desde que comenzó nuestro enfrentamiento, abandoné mi posición en el centro de la cámara y corrí hacia un extremo de la cámara, el más alejado de los estudiantes heridos.
Unos segundos después, cientos de plumas negras, tan duras y afiladas como navajas, surcaron el aire en mi dirección. La devastadora lluvia de proyectiles destrozó todo a su paso, levantando una nube de polvo y fragmentos de roca. Si hubiera esquivado un segundo tarde, habría terminado convertido en un colador humano. Mi movimiento no solo me salvó, sino que también protegió a Jean y sus amigos, quienes quedaron fuera del alcance gracias a la distancia.
En cuanto a mí…
—Qué pena por ti… ¡Pero he visto ese ataque miles de veces!
—¡¿Qué?! —exclamó la Gárgola, incrédula.
De repente, mi figura emergió de la nube de polvo, cerrando la distancia entre nosotros en un abrir y cerrar de ojos. La Gárgola abrió los ojos de par en par, sorprendida, incapaz de comprender cómo seguía con vida. Sin embargo, el truco había sido bastante simple. Sabía que esas plumas volaban en una trayectoria horizontal, así que corrí hacia la pared más cercana, impulsándome con toda la fuerza de mis piernas.
La Carrera Vertical, como se conoce, no es algo demasiado especial. Consiste básicamente en aprovechar el propio impulso para subir por una pared, usando su superficie como apoyo temporal. Es una técnica común en disciplinas como el parkour y el freerunning, aunque en mi caso fue mucho más sencillo gracias a que poseo el cuerpo entrenado de Zenón. Además, la superficie rugosa de la caverna subterránea me proporcionó el agarre necesario.
El resultado no fue impresionante en términos de altura; tan solo me elevé unos metros. Pero eso fue suficiente para saltar por encima de la devastadora oleada de plumas y sobrevivir al ataque.
—¡Por cierto, también conozco tu debilidad! —grité mientras llevaba mi mano hacia atrás, preparando una estocada con todas mis fuerzas.
La Gárgola intentó moverse para esquivar, pero su cuerpo quedó inmóvil, como si estuviese paralizado. Ese era el momento crítico, el instante exacto tras utilizar su ataque más devastador a distancia. No duraría ni media respiración, pero eso era más que suficiente para mí.
Sin dudarlo, lancé mi ataque.
En circunstancias normales, la punta simplemente resbalaría sobre aquella piel pétrea. Pero esta vez yo estaba apuntando justo por debajo de su mandíbula y mi acero se hundió en su carne con una facilidad irreal, atravesando su boca hasta llegar al cerebro.
La criatura lanzó un aullido desgarrador y, en un intento desesperado, trató de cortarme con sus garras. Pero ya era demasiado tarde. Solté mi espada y retrocedí varios pasos, fuera de su alcance.
Todos los monstruos de DunBrave tenían un punto débil en el cual un Golpe Crítico podía infligir un daño devastador. En el caso de la Gárgola, este punto se encontraba debajo de su mandíbula, la única zona de su cuerpo que no estaba protegida por las impenetrables escamas de piedra.
—Vaya, vaya… ¿Qué pasó con la poderosa Gárgola? —dije mientras caminaba tranquilamente hacia la enorme bestia que se retorcía en el suelo, mirándola con una sonrisa despiadada—: Parecías tan valiente cuando abusabas de los más débiles solamente para desquitarte por no haber podido matar a un simple héroe. Pero ahora, no solo has fallado en cumplir la única misión que el Rey Demonio te encomendó durante cientos de años, sino que además fuiste abatida por un enemigo mucho más débil en el nivel inicial. Solo puedo imaginar la vergüenza que debes estar sintiendo ahora, señor jefe del tutorial.
—¡Maldito seas…! ¡Humano…!
—¡Llama del Purgatorio!
La Gárgola ya estaba agonizando, pero no pensaba arriesgarme. Conjuré el hechizo más poderoso que tenía en ese momento, y unas llamas completamente negras brotaron alrededor de la herida en su cuello. El metal de mi espada comenzó a fundirse, introduciéndose en su cuerpo para comenzar a quemarla desde adentro hacia afuera.
—En este mundo hay varias clases iniciales, pero definitivamente la mejor es Caballero Rúnico —dije con un tono despreocupado, observando impasible cómo la Gárgola se retorcía de forma espantosa, incapaz de soportar el dolor—: Y solo hay dos personas que poseen esta clase en todo el juego. Uno es León, el protagonista, y el otro…
Mi cuerpo entero lanzó una oleada de poder mágico, al mismo tiempo que declaraba mi supremacía:
—¡Soy yo, Zenón Baskerville!
El más fuerte del mundo después del Héroe y el Rey Demonio.
No hay forma de que Zenón Baskerville, el Caballero de la Oscuridad que es el opuesto de León, Paladín de la Luz, no pueda derrotar a un miserable jefe del tutorial.
Finalmente, la Gárgola dejó de emitir sonidos mientras su cuerpo era consumido por las llamas negras. A pesar de que sus convulsiones persistieron por un breve instante, su resistencia era inútil. Un minuto después, se derrumbó por completo, transformada en un cadáver carbonizado.
—Rey Demonio… —murmuró con su último aliento.
Segundos después, su cuerpo comenzó a desmoronarse en partículas de luz que se disolvieron en el aire. Lo único que quedó como testimonio de su existencia fue una piedra mágica, descansando en el suelo.
Por primera vez desde mi transmigración, había librado una batalla real, poniendo mi vida en juego, y logré salir victorioso. Derroté por completo al jefe de mi primer Laberinto en mi primera incursión. ¡Una hazaña perfecta para conmemorar el comienzo de mi vida en este nuevo mundo!
Sin embargo, una incomodidad persistía en mi corazón. No podía dejar de preguntarme cómo afectaría esto al desarrollo de la trama en el futuro.
Aun así, al menos por ahora, quería celebrar esta victoria. No tanto por haber derrotado al monstruo, sino porque logré salvar las vidas de unas personas que, de no haber sido por mí, habrían muerto con seguridad.
Originalmente este capítulo tenía otro título, pero me pareció más significativo colocar el nombre del protagonista porque es la primera vez que parece aceptar completamente su nueva identidad de una forma positiva.
Después me concentré en mejorar el enfrentamiento porque el original me parecía un poco simple. Para ello me basé mucho en los movimientos de los toreros, porque como ya todos saben me encanta la Corrida de Toros y no pienso pedirle disculpas a nadie por eso. Además, creo que el resultado habla por sí mismo: Tanto el Quiebro como la Manoletina son descritos lo mejor posible para que podamos imaginar un combate contra una bestia monumental en un espacio cerrado. Finalmente, que todo terminase con una Carrera Vertical al estilo Parkour me pareció que sería un final más de película y apropiado para la situación.
Para terminar, quiero llamar su atención a las geniales imágenes que conseguí de la gárgola y de Zenón usando la IA de Seaart.
¡Espero sinceramente que les haya gustado este capítulo!