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En cuanto emergí del Laberinto, ignoré las miradas de mis compañeros, que me reprochaban en silencio por haberlos hecho esperar hasta casi el anochecer, y le entregué la medalla a Wanko-sensei.
- Excelente. - Declaró la profesora tras examinarla: - Oficialmente declaro que Baskerville es el único alumno que ha completado El Patio de Juegos del Sabio. Y en virtud de mi puesto como tutora de la Clase A, te entrego el permiso oficial para internarte en los Laberintos de mayor nivel que estén alrededor de la capital. -
Su proclamación provocó una exclamación de asombro entre los presentes, y el más atónito de todos era el héroe.
- ¡¿Qué significa esto, maestra?! - Protestó León: - ¡Nuestro grupo fue el primero en llegar a la última cámara del Laberinto! -
“Tal como pensé, no recogieron la medalla.” Pensé, sonriendo para mí mismo.
- Llegaron, pero no revisaron correctamente. - Les explicó Wanko-sensei: - Eso es lo básico cuando se trata de explorar Laberintos. De nada sirve derrotar al jefe de un piso si luego olvidan traer la prueba de su victoria, jóvenes estudiantes. -
- ¡No puede ser! - Exclamaron varios.
- ¡Déjenos ir ahora por ella! - Pidieron otros.
- No se puede. - Negó Wanko-sensei, señalando la puerta del Laberinto, que en ese momento se cerraba mágicamente: - El Patio de Juegos del Sabio acaba de entrar en reposo y no se abrirá hasta dentro de una semana. Para volver a intentarlo, deberán llenar un formulario y esperar su turno para desafiarlo de nuevo. Eso sí, tardarán al menos una semana en obtener un cupo, quizás incluso más. Hasta entonces, concéntrense en estudiar. -
- ¡…! -
Las miradas irritadas que me dirigieron hasta ese momento se transformaron en otros donde brillaban la envidia y la frustración. Fingí no darme cuenta, pero en cuanto estuve seguro de que no me veían, me permití una sonrisa de satisfacción.
“Cuánto lo siento por ustedes (LOL).”
En cualquier caso, ahora que tengo mi permiso, puedo aventurarme en los Laberintos para aumentar mis estadísticas, lo que debería ser mi prioridad número uno. A partir de ahora, es una carrera contra el tiempo antes de que el Rey Demonio despierte.
El hecho de que la Gárgola haya aparecido en este Laberinto es una señal: fue una trampa preparada para activarse cuando un descendiente directo del último héroe llegue a la cámara. Su fracaso y muerte terminarían siendo conocidos por el bando de los demonios.
Recuerdo que, en el juego, cuando Wanko-sensei se entera de la aparición de un monstruo tan poderoso, corre de inmediato a buscar a los profesores para examinar el Laberinto, lo que pone en estado de alerta a todo el reino, tanto para vigilar las actividades de los demonios como para acelerar la búsqueda del héroe actual, que resulta ser León Brave.
Pero esta vez las cosas han sido diferentes.
No estuve presente cuando mis compañeros le dieron la noticia, pero, aunque la maestra parece preocupada, su sentido de alarma no es tan alto como debería. Y eso, en gran parte, podría ser culpa mía. Como ningún estudiante ha muerto, es posible que los profesores no investiguen El Patio de Juegos del Sabio con la minuciosidad que deberían, para detectar rastros del poder mágico de los demonios.
¡El bando humano puede tardar más tiempo en darse cuenta de que algo extraño sucede!
Rápidamente intenté hacerle entender a la profesora, por medio de indirectas, la importancia de revisar el Laberinto antes de que las evidencias desaparecieran. Creo que me comprendió, pero no estoy del todo seguro. Y con el destino del mundo en juego, no hay espacio para la incertidumbre.
“¡No puedo permitir que los demonios obtengan ventaja, o todo el conocimiento que tengo sobre los eventos futuros será inútil! ¡Tengo que ir a los Laberintos!” Pensé con decisión: “Pero esa Gárgola fue extremadamente difícil de vencer, y los jefes solo serán cada vez más fuertes. También hay muchas cosas que un jugador solitario no puede hacer, independientemente de a quién me enfrente.”
Ahora que tenía los objetos y el oro de la Sala del Tesoro, finalmente podía decir que mis problemas económicos habían terminado. También me sobran consumibles, como elixires para recuperar la salud o la magia, desde los de nivel más bajo hasta los más altos.
Sin embargo, el problema ahora era el equipamiento.
Al igual que en DunBrave, en este mundo me es imposible usar ciertos objetos mágicos sin la habilidad correspondiente. Además, es necesario haber desarrollado dicha habilidad hasta cierto grado, o el objeto simplemente no funcionará.
Por ejemplo, la Espada de Plata solo puede equiparse si se posee la habilidad de ESGRIMA en nivel 30 o superior.
Como la mayoría de los jugadores, al llegar a un nuevo escenario, lo primero que yo siempre hacía era vender o desechar los objetos de bajo nivel para no ocupar espacio innecesario. La Bolsa Mágica Ilimitada no tenía exceso de peso, pero buscar un arma específica entre un sinfín de espadas genéricas en un menú interminable podía ser un verdadero fastidio. Además, vender esos objetos era una buena forma de conseguir dinero extra.
Por este motivo, ahora mi Bolsa Mágica está llena de armas poderosísimas… y no puedo usar ninguna. Casi todas requieren habilidades que no poseen o exigen niveles absurdamente altos. Incluso Celrazor, mi espada personalizada, requiere como mínimo nivel 90 en ESGRIMA. Y hasta que no lo alcance, es como si no la tuviera.
- Eso me recuerda, debo ir a comprar las mejores armas de nivel bajo cuanto antes. -
Ahora que tengo dinero, no me importa gastar en un equipo adecuado, pero eso solo es una solución a corto plazo. Lo que tengo que hacer es subir el nivel de mis habilidades lo más rápido posible, y para eso debo explorar Laberintos.
El problema con es que, de momento, soy un jugador en solitario, lo que me limita bastante. Algunos Laberintos exigen un número mínimo de participantes para que sus puertas se abran, pero las dificultades no terminan ahí. No importa lo bueno que sea o conozca cuánto este mundo, siempre habrá desventajas si no tengo a alguien que me cubra la espalda.
Digamos que me envenenan. Si lo noto a tiempo y bebo un antídoto, no es un problema. Pero si es un veneno de acción lenta o una maldición petrificante, estaré acabado. Peor aún si ocurre en medio de un combate. Es cierto que, en niveles más altos, podré usar objetos que me protejan de los estados negativos, pero hasta ese entonces, un solo descuido bastará para que muera en el acto si no hay alguien conmigo que me cure.
“Necesito un compañero que me cubra las espaldas y compense mis debilidades con sus fortalezas.”
- Pero… ¿con quién podría formar equipo? - Murmuré mientras abandonaba la escuela.
Si fuera León, ya tendría a la hermosa amiga de la infancia, Ciel Uranus, como compañera desde el inicio. Ella es una excelente maga de ataque, así que podría partir de inmediato a conquistar cualquier Laberinto Inicial o incluso los de rango Medio sin demasiadas complicaciones.
Lamentablemente, ahora soy Zenón Baskerville y vengo lastrando desde el inicio una pésima reputación, lo que seguramente espantará a cualquiera que pueda hacer equipo conmigo a largo plazo. Basta con ver cómo me tratan en la escuela. Ni siquiera puedo usar mi conocimiento de DunBrave II para formar un grupo, porque el único método que Zenón tenía en el juego para conseguir seguidores leales era sometiendo a las heroínas luego varias rondas de intenso abuso sexual y degeneración mental. No hay ninguna opción, diálogo o escenario en el que obtenga un compañero de forma normal.
- Me encantaría pedirle ayuda a ese tal Jean, después de todo, me debe la vida. Pero todavía está muy verde… - Murmuré mientras el carruaje avanzaba suavemente hacia la mansión Baskerville: - Supongo que la única opción que me queda es contratar mercenarios o comprar esclavos… -
En DunBrave existía la opción de contratar mercenarios como compañeros temporales. Incluso había una sub-heroína con la que se podía tener un breve encuentro sexual tras contratarla repetidamente. No era una alternativa económica, ya que había que pagarles antes de cada batalla, pero al menos no hacía falta entrenarlos, pues eran luchadores experimentados. Definitivamente es una opción atractiva, sobre todo ahora mismo porque el dinero es lo que menos me preocupa.
El problema era su falta de lealtad. Si una batalla se complicaba demasiado, los mercenarios huían sin dudarlo. Otros intentaban acaparar las recompensas del Laberinto o incluso se volvían en contra del jugador si este se negaba a ceder lo que pedían. También existían criminales disfrazados de mercenarios que esperaban el momento oportuno para asaltar a sus propios clientes.
Con mi nivel actual, ese era un riesgo que no podía permitirme correr.
- ¡Cochero, haremos un desvío! - Dije mientras sacaba la cabeza por la ventanilla para mirar al conductor: - ¡A la Casa de Subastas! ¡Rápido! -
El cochero reprimió un grito de miedo, pero asintió de inmediato y fustigó a los caballos. Una de las inesperadas ventajas de mi rostro malvado era que todos me obedecían en cuanto mi voz subía unos decibeles.
Pronto llegamos a un sector exclusivo de la ciudad, donde un magnífico edificio, adornado con lujosas decoraciones, servía de escenario para todo tipo de transacciones. En su interior se celebraban subastas privadas para los aristócratas más ricos, entre los que ahora me encontraba.
Es un buen momento para aclarar que la esclavitud es una práctica legal en el Reino Slayer. Una persona podía convertirse en esclavo por diversos motivos: ser prisionero de guerra, haber cometido crímenes, endeudarse más allá de lo posible o simplemente por estar al borde de la desesperación y el hambre.
Técnicamente, existía una ley que protegía a los esclavos de ser asesinados sin motivo, pero era más una formalidad que una norma real. Para empezar, los esclavos eran automáticamente ciudadanos de tercera clase y sus testimonios no se consideraban válidos en ninguna investigación o juicio, a menos que fuesen obtenidos bajo tortura. La única manera en que un esclavo podía defenderse legalmente era si un aristócrata hablaba en su nombre. Sin embargo, dado que los jueces también eran aristócratas —y en muchos casos, unidos por lazos matrimoniales o de parentesco—, era poco probable que alguien estuviera dispuesto a arriesgarse a ofender a un pariente por alguien que no tenía ningún valor legal.
La situación era distinta para los siervos, pues existía un pacto personal con sus señores en el cual estos últimos asumían el deber de velar por ellos a cambio de su lealtad. Curiosamente, esto otorgaba una ventaja inesperada a los sirvientes de la familia Baskerville, incluso a los de rango más bajo. Ocasionalmente, ocurría que una familia de siervos tenía una hija hermosa que acababa siendo raptada por un aristócrata sin escrúpulos, o que un siervo atractivo captaba el interés de una noble, provocando la ira asesina de sus pretendientes. No era algo común, pero tampoco insólito. Sin embargo, nadie se atrevía a buscar conflictos con los sirvientes de nuestra casa por miedo a despertar la ira del infame Garondolf Baskerville, célebre por los crueles tormentos que infligía a sus enemigos. Seguramente, por esta razón, una mujer tan hermosa y problemática como Levienna no había sufrido ningún percance hasta ahora.
Pero ni siquiera la temida reputación de los Baskerville podía proteger a un esclavo del sufrimiento, pues eran considerados meras posesiones, sin más valor que un caballo. Además, su pérdida no representaba un problema, ya que a todos ellos se les imponía un hechizo de esclavitud que los obligaba a obedecer cualquier orden de sus amos y les impedía revelar secretos de la familia.
En este punto, otros señalarían con el dedo a este mundo, pero yo no pienso pretender que soy moralmente superior a nadie. Naturalmente, siento repulsión ante la idea de la esclavitud, pero tampoco voy a fingir que ignoro lo que ocurre en mi propio país, donde grupos de yakuzas tienen a miles de personas atrapadas en condiciones iguales o peores que las de los esclavos de aquí, por no mencionar otros grupos criminales. El tráfico de personas desprotegidas, en especial mujeres y niños, es una realidad que ocurre con demasiada frecuencia en el mundo de dónde vengo, aunque la mayoría prefiere no darse cuenta. Al menos en el Reino Slayer son honestos al respecto.
Sinceramente, no sé qué es peor: declarar que se considera la esclavitud inmoral, pero No digo esto para justificarme ni para señalar a nadie más que a mí mismo, porque en este momento me dirijo deliberadamente a comprar un esclavo. Sí, está mal. Me remuerde la conciencia. Pero, al parecer, mi instinto de supervivencia pesa más. Quizás, si aún estuviera en un juego donde pudiera reiniciar la partida cuantas veces quisiera, actuaría de otro modo. Sin embargo, la realidad es que puedo acabar muerto si entro sólo a un Laberinto. No quiero arriesgar mi vida, pero debo fortalecerme, y para ello necesito un compañero leal que me acompañe en mis aventuras, aunque dicha lealtad sea impuesta por un contrato mágico.
Además, incluso si no compro a este esclavo, eso no significa que lo liberarán automáticamente. Simplemente, alguien más lo adquirirá y podría sufrir un destino mucho peor. Al menos, yo puedo garantizarle un trato mucho más digno que la mayoría.
Sé que es un argumento pobre y que no justifica lo que estoy a punto de hacer, pero es lo único que puedo ofrecer. Otros podrán darse el lujo de ser idealistas, pero si quiero asegurarme de que este mundo no sea destruido mientras ocupo el cuerpo de Zenón Baskerville, no me queda más opción que ser extremadamente realista.
Así que desterré todas mis dudas y entré en el sector de la casa de subastas donde se vendían esclavos.
Esclavitud
Espero que el capítulo les haya gustado. En esta ocasión expandí un poco más todo lo relativo a la esclavitud, la diferencia entre los esclavos y los siervos. También aproveché para hacer dos cosas que siempre quise. La primera es reforzar el espíritu pragmático de protagonista, el cual es buena persona, pero tiene la capacidad de entender que necesita hacer cosas desagradables con tal de sobrevivir.
Pero al mismo tiempo quería hacer una especie de crítica, porque en la mayoría de los Isekai los japoneses transmigrados se presentan como entes de una moral intachable, incapaces de aprovecharse de otros, de mentir o beneficiarse de mal ajeno. Casi parece como si hubiesen salido de un paraíso donde el mal ni siquiera se concibe y por eso todas las chicas, incluso las esclavas, se enamoran de estos tipos tan honestos, buenos y virtuosos.
¡Si, como no! Los inventores del Hentai van a ser ejemplos de virtud.
La esclavitud es algo que, lamentablemente, pasa en todo el mundo. Solo en África del 2021 había 700,000 personas esclavizadas y esa es la cifra más baja que se maneja. Japón tampoco se queda atrás. De hecho, una de mis tías en su juventud universitaria viajó a japón durante unos días y estuvo a punto de ser capturada por los mafiosos yakuzas. Afortunadamente escapó a los Estados Unidos justo a tiempo, pero si hubiese demorado unas horas más, habría desaparecido para siempre, porque ni su cadáver hubiesen encontrado. Y eso fue en los años 90.
Así que me pareció apropiado que nuestro prota fuese un poco más honesto al respecto, en lugar de presentarnos al típico personaje inocentón que es incapaz de esclavizar a alguien y que lo tienen que obligar a ir.