277 Oscuridad y Luz en la Ciudad de Itálica

Antonio Augusto siempre se vio a sí mismo como un joven de naturaleza compleja y una imaginación exuberante, pero en realidad sólo tenía dos cosas que realmente le apasionaban. Cuando era niño le encantaba evadirse de los sirvientes que lo cuidaban para ir al jardín, sobre todo en verano. Entonces se ponía a buscar avispas, arañas y todo tipo de insectos perjudiciales… para poder matarlos.

Antonio se complacía en ver morir o incluso en matar personalmente. Sentía una cierta alegría sádica cada vez que veía a alguien dejar de moverse y por eso el día más memorable de su vida fue cuando sentenció a alguien a la pena de muerte. Su padre y su hermano estaban ausentes por una de las interminables guerras del imperio, las cuales nunca le interesaron lo suficiente como para recordarlas; cuando de pronto alguien acusó a un noble de bajo rango de traidor y como Antonio era el único príncipe disponible le correspondía a él decidir su destino a pesar de que sólo tenía doce años. Naturalmente las pruebas presentadas le importaban muy poco y casi gritó la sentencia del condenado: Decapitación.

Antonio descubre el placer por asesinar en su infancia

Y cuando vio la cabeza caer rodando, la sangre cayendo y el olor… tuvo que retirarse inmediatamente para que no se notase la furiosa erección que tenía.

Desde ese momento Antonio se presentó en cada juicio político que pudo y en solo un año se hizo fama de intransigente con la injusticia, aunque lo que menos le importaba era la culpabilidad de sus acusados.

Pero con el tiempo, los juicios dejaron de ser suficientes. Antonio deseaba actuar más que juzgar… quería cometer el asesinato él mismo. Un deseo que en su mente trastornada se parecía al deseo de un artista por exteriorizarse.

Esta faceta de su vida coincidió con otra: El desarrollo de su sexualidad. Y es que con quince años se esperaba que tuviese por lo menos una amante. Su padre, el Emperador Juliano tenía el apodo de “toro”, aunque no por su fuerza, sino porque en su juventud siempre se iba a la cama con al menos dos mujeres al mismo tiempo. La virilidad era importante en el Imperio, porque todos esperaban que su líder no solamente fuese un gran gobernante, sino que diese ejemplo dejando muchos descendientes, cuantos más mejor.

Un eunuco, un afeminado o alguien sospechoso de ser alguna de esas cosas… no duraban mucho tiempo en el palacio imperial.

Su hermano Lucio cumplía en ese sentido con lo que se esperaba de él y desde que desarrolló sus genitales no había una esclava a salvo en todo el palacio. Habría sido un gran candidato a emperador, si no tuviese esa maldita manía de combatir irracionalmente y de vengarse como un lunático hasta de la menor ofensa. Pero cuando era joven todavía no se notaba su manía violenta, así que todos lo veían como un gran prospecto de gobernante.

En cambio, Antonio era mirado por debajo del hombro, porque cumplió los quince años y todavía no conocía el calor del vientre de una mujer. Comenzaron los rumores. En su desesperación, su padre comenzó a contratar prostitutas profesionales, pero por más que danzaban y se contorsionaban en su cama, su miembro viril simplemente no respondía. No fue hasta que le trajeron a una chica que pareció ver algo en su mirada y se ofreció a ser ahorcada. Cuando sus dedos se aferraron a su cuello, cuando su respiración pareció detenerse, finalmente consiguió lo que se esperaba de él.

Todos celebraron durante un tiempo. Parecía que el príncipe Antonio no era un desperdicio de hombre, sino que sus preferencias eran un poco sádicas. Esta era una perversión que, aunque no era popular, por lo menos era considerada aceptable siempre y cuando uno pretendiese en público que nada sucedía.

Pero un día la prostituta que se encargaba de satisfacerlo, decidió renunciar y se marchó de forma intempestiva. Con el tiempo, fueron menos las meretrices profesiones que estaban dispuestas a servir al príncipe, pero este demandaba más mujeres en su cama, así que tuvieron que recurrir a otras chicas y esclavas menos populares, quienes también renunciaban apenas podían. Nadie entendía lo que sucedía con este joven, porque incluso si sus gustos eran un poco bizarros, la oportunidad de compartir la cama con un príncipe imperial debería ser atractiva para cualquier mujer de clase baja debido al prestigio que implicaba ser la potencial amante de la realeza, mucho más en el caso de una puta.

Cuando la primera chica apareció muerta, todos asumieron que se trataba de un descuido. La segunda fue atribuida a que los juegos sexuales de Antonio eran demasiado fuertes y quizá peligrosos. Pero la cuarta y la quinta no dejaron lugar a dudas, porque en ambas ocasiones encontraron al príncipe fornicando con lo que evidentemente ya eran cadáveres.

Debió haber sido todo un escándalo, pero el momento en que esto se descubrió fue clave: Una terrible invasión enemiga, el emperador teniendo que ir al frente de batalla, la muerte del joven general Aureliano y la aniquilación potencial del ejército… todo eso mantuvo lejos la atención de aquellos que podrían haber hecho algo durante al menos tres años.

Y los que estaban ahí tomaron lo que seguramente fue la peor decisión de todas: Enviar lejos al príncipe con la esperanza de que se curara solo. Un lugar donde nadie podría controlarlo y tendría poder absoluto. Donde podría hacer lo que quisiera sin que su padre se enterase.

Cuando finalmente el Emperador regresó y descubrió en lo que su hijo se había convertido, ya era demasiado tarde. La metamorfosis de esa mantis estaba completa.

Antonio completamente convertido en asesino

Y veinte años después estos eran los resultados.

En una cámara subterránea privada, en plena capital, el Príncipe Imperial Antonio Augusto Máximo estaba sentado cómodamente en un sillón mullido colocado frente a una tarima para contemplar una función privada orquestada por el que consideraba la persona más admirable de todas: Soros el Bestiario.

Nadie sabía en dónde había nacido o como llegó, su rostro estaba desfigurado con muchas cicatrices, tanto que prefería cubrirlo con una máscara. Era cruel, despiadado y bastante loco, así que se llevaba muy bien con el Príncipe Antonio, pero su principal talento era el de adiestrar a las bestias salvajes.

Soros el Bestiario cobraba una fortuna por sus servicios y Antonio era su mejor cliente. Siempre pagaba. De hecho, habría pagado diez veces más con tal de no perderse este espectáculo único en el mundo, que solamente compartía con sus conocidos más íntimos, muchos de los cuales estaban ahora sentados en sus propias butacas frente a la tarima, formando una especie de círculo expectante de los depravados más poderosos de Itálica.

Frente a sus ojos había una especie de arena circular a la que se podía ingresar por dos puertas. Una de ellas se abrió y entonces se escucharon los gritos de dos mujeres de apenas diecisiete años. Las muchachas iban cubiertas con túnicas blancas manchadas de sangre seca, pero cuyo origen ellas desconocían; podría ser sangre de cualquier cosa, incluso podría ser vino, o eso les había dicho el monstruo con piel humana que las convenció de venir. Las ingenuas jóvenes creyeron en su momento que habían hecho un gran negocio. Soros el Bestiario las encontró en los barrios bajos del anfiteatro imperial durante una tórrida noche de verano, cuando el calor trastornaba a todos los ciudadanos y muchos hombres salían por las calles de Itálica en busca de los entretenimientos más retorcidos, esos que ni siquiera los burdeles podían satisfacer.

En ciertos lugares ocultos se podía disfrutar, para los que tuvieran estómago suficiente y nada de conciencia, el espectáculo de ver a mujeres jóvenes copulando con animales. Normalmente lo hacían con perros, aunque en ocasiones algún caballo viejo también valía para aquellos encuentros furtivos y brutales. Hasta allí habría acudido Soros el Bestiario, listo para engañar a algunas de esas jóvenes desesperadas con la promesa de que podían conseguir mucho dinero, el suficiente para escapar definitivamente de toda aquella locura: Se trataría sólo de hacer lo mismo que hacían allí, pero en un lugar diferente y para un público privado.

- Una actuación y obtendrán lo mismo que conseguirían en un año. - Les prometió Soros.

Por supuesto que la mayoría se negaba y hasta las más tontas tenían el instinto suficiente para percibir la maldad en la voz oscura o en la mirada insondable de Soros, pero otras ignorantes, sobre todo las recién llegadas a Itálica desde las provincias, donde se desconocían las pasiones más bajas que los ciudadanos ricos y pobres de esa enorme urbe podían llegar a disfrutar, sucumbían a la necesidad de obtener dinero para subsistir. A fin de cuentas, era una oferta para dejar de hacer lo que hacían: una sola vez y podrían descansar durante un año, un año en el que quizá pudieran encontrar otra forma de vida o dinero suficiente para escapar de esa maldita ciudad que las había atraído con falsas esperanzas de prosperar; un dinero que incluso podría traerles la posibilidad de regresar a sus provincias de origen. Cualquier cosa con tal de terminar con aquellas prácticas horribles al amparo de la noche y las ansias irrefrenables de los que pagaban por mirar. Una sola vez, la última vez y serían libres.

Fue una propuesta irresistible para las más ingenuas.

Ahora, el depravado Príncipe Antonio y sus amigos pervertidos sonreían mientras veían cómo salían a la arena las dos muchachas. Soros estaba a punto de poner en práctica su nuevo método, como lo llamaba él; su magia, como pensaban los pervertidos que miraban. Y es que a estos les encantaba la idea de ver como se representaban horribles escenas de sus dioses cuando estos, encarnados en algún animal bestial, como un toro, yacía con alguna joven mujer. Y hacia allí caminaban aquellas pobres jóvenes, inconscientes de que les aguardaba el más horrible de los destinos.

Hasta la fecha esas representaciones habían sido bastante desastrosas ya que los animales no mostraban ningún interés por montar a las hembras humanas, sino que o bien las embestían, en el caso de los toros, o bien las despedazaban, en el caso de las fieras. El príncipe no se lo pasaba mal del todo, pero lamentaba que el espectáculo no fuera más completo, más realista y que los animales no se excitaran sexualmente de algún modo.

Pero ahora Soros decía estar listo. Y por cierto que no era el único que se esforzaba en desarrollar nuevas ideas para satisfacer la insaciable ansia de brutalidad y horror del Príncipe Antonio y su círculo de amigos. De hecho, había decenas de sanguijuelas en cola para reemplazar al Bestiario y obtener el favor de la corte imperial. Pero únicamente Soros tenía el talento para complacer a los monstruos humanos, porque entendía cómo pensaban los monstruos, dado que él mismo era uno de ellos, quizá el peor.

En ese mismo momento, el Bestiario estaba agitando su antorcha para mantener a dos leonas a raya dentro de sus jaulas. Las felinas sangraban profusamente, pero no estaban heridas, sino que se encontraban en el celo más agudo posible. Y Soros no estaba luchando contra ellas; sólo le interesaba su sangre, sangre de leonas en celo. Ese era su nuevo método. Las fieras, los toros o cualquier animal no se excitaban con las hembras humanas, pero en sus terribles experimentos Soros había llegado a la conclusión de que, si untaba ropas de mujer con sangre de animales hembra en celo, los machos de las bestias correspondientes a su especie se excitarían e intentarían montar a quien llevara aquella maldita ropa impregnada con esa sangre, con ese olor a sexo.

Finalmente, Soros terminó con sus preparativos y salió a la arena privada, donde unos esclavos ya habían atado a las mujeres a unos postes especiales, dejándolas inmovilizadas y amordazadas. Algunos de los amigos del Príncipe soltaron unos silbidos de protesta, porque esperaban que se las desnudara por completo y los esclavos empezaron a tirar de las túnicas para desgarrarlas como era la costumbre cuando iban a ser entregadas a las fieras, pero en este caso Soros los interrumpió con un grito:

- ¡Déjenles la ropa! ¡Y no las toquen! -

Los esclavos se alejaron sin contradecir al aterrador Bestiario. ¡Que se las compusiera él con los deseos contrariados del público! Y es que, en efecto, cuando los espectadores vieron que no se desnudaba a las mujeres, empezaron a gritarle y abuchearle. Pero Soros hizo como que no oía nada y siguió con su metódico plan. Luego miró hacia el podio principal y observó a su Alteza el Príncipe Antonio, quien tampoco parecía complacido por los abucheos de sus compañeros y les exigía que se callaran hasta terminar de ver lo que su “Amigo Soros” había preparado para esa noche de entretenimiento.

De pronto, un inmenso león salió a la arena, incómodo y nervioso. El animal salvaje rugía, de puro miedo, de modo casi ensordecedor para los que se encontraban próximos a él.

Las muchachas sólo entonces empezaron a comprender que las promesas de Soros habían sido la más vil de las mentiras. Aquel animal no era ni un perro ni un caballo. Pero atadas y amordazadas no podían hacer nada más que agitarse, retorcerse de forma casi espasmódica en su vano intento por deshacerse de aquellas tensas ligaduras para poder escapar.

El león se paseaba por la arena y, de inmediato, fiel a la costumbre de las fieras, se aproximó hacia la valla protectora en un extremo del gran óvalo en un afán de encontrar algo de refugio al abrigo de aquella pared. Soros sabía que pronto esclavos e incluso guardias armados azuzarían a la bestia para que saliera hacia el centro de la arena donde sería visible para todos, pero, como si fuera un defensor de los animales, anduvo detrás del león agitando su antorcha para dar a entender que dejaran a la fiera en paz. Vio que el miembro masculino de la bestia estaba algo erecto; no en vano lo había dejado durante horas justo delante de la celda de las leonas en celo.

Repentinamente el león levantó su cabeza y comenzó a olfatear. Estaba oliendo la ropa de las mujeres jóvenes. Soros sonrió cruelmente mientras veía como la bestia, pese a estar asustada y en un ambiente desconocido, no podía resistir la atracción de aquel olor a celo y empezó a acercarse hacia una de las muchachas. El Soros el Bestiario, veloz, llegó hasta una de ellas y, dejando la antorcha en el suelo, sacó un cuchillo y cortó las ligaduras de sus manos, pero no las de los pies.

- Ponte a cuatro patas y quédate quieta. ¡Es tu única oportunidad! - Le dijo con una voz oscura como la noche.

La muchacha, aterrada, temblando, obedeció sin saber qué otra cosa podía hacer. Seguía atada por las piernas y no podía huir.

El león se acercó a la muchacha que estaba a cuatro patas y empezó a olerla. Su miembro se excitaba cada vez más. Soros ya había cogido la antorcha y se alejaba unos pasos. El público, enfervorecido, entusiasmado por el interés sexual del animal por la joven, empezó a aclamar al Bestiario, que miró de nuevo al podio principal y comprobó que el Príncipe Antonio estaba absorto por el espectáculo. Todo estaba saliendo mejor de lo que esperaba.

En ese momento la fiera, incapaz de satisfacer su ansia con la pequeña joven, sintió que quizá debía hacer lo que hacía con las leonas y mordió a la muchacha por el cabello en un intento por sujetarla. El mordisco fue brutal y la joven, incluso amordazada, desgarró los oídos de los espectadores con el más horrible de los gritos ahogados que se hubiera oído allí en mucho tiempo. La fiera, con una fuerza brutal, zarandeó el cuerpo de la muchacha que, con los ojos en blanco, agonizaba ya musitando sólo gemidos de horror.

- ¡Qué gran espectáculo! ¡Bravo! ¡Bravo! - Exclamó el príncipe Antonio levantándose de su asiento para soltar un aplauso que inmediatamente fue seguido por todos los espectadores, mientras que en la arena el león, completamente insatisfecho, pero constantemente excitado por los olores de las ropas de las muchachas, repetía la operación de morder en la nuca de la joven que aún permanecía con vida y a la que Soros también había librado de sus ligaduras de las manos.

El resultado fue similar al caso anterior. El público, no obstante, no dejaban de aplaudir a Soros el Bestiario y lo cubrían de elogios. Para ellos había sido divertido ver cómo la fiera se ofuscaba en intentar penetrar a unas jóvenes que se contorsionaban aterradas mientras eran desgarradas. Y el Príncipe Antonio era el más complacido por el sufrimiento de aquellos que se suponía eran sus súbditos, los que tenía que proteger, pero que bajo su autoridad solo sufrían horror tras horror.

*****

Después del espectáculo el Príncipe Antonio regresó a su residencia privada a toda prisa. Necesitaba aliviar la furiosa erección que tenía después de haber visto algo tan estimulante para su depravado apetito y ya tenía listo un nuevo juguete. El anterior había sido una anciana, la tía de un noble estúpido que se atrevió a criticar sus gustos y a la que originalmente sólo quería hacer sufrir, aunque luego acabó encaprichándose con la forma decrépita de la mujer y siguió con ella hasta que finalmente había muerto.

Después de eso se encaprichó con la líder del Gremio Mercante de Bootz, una tal Phoebe a quien vio desde lejos en un evento e inmediatamente le ordenó al Barón Cameron obtenerla para él al mismo tiempo que se hacía con el control de Gremio, el cual su tío abuelo deseaba; pero terminó llamando la atención de mucha gente, incluido el odioso Cuestor Imperial, lo cual a su vez llamó la atención de su tío abuelo, quien lo castigó duramente por poner en riesgo sus planes.

Comenzó entonces un terrible periodo de abstinencia, en el que solamente pudo satisfacer su lívido en contadas ocasiones debido a que lo vigilaban, así que se limitó a secuestrar jóvenes mendigas o torturar a sus esclavas. Pero naturalmente eso no era suficiente y entonces alguien le dio una información valiosísima, por la que hubiese pagado una montaña de oro: Lisa Addison, una joven aristócrata de remarcada belleza, había caído en la ruina gracias al Duque Ascher y estaba a punto de ser vendida como esclava.

Cuando se enteró, el Príncipe enloqueció de deseo porque recordaba a la muchacha, la cual era conocida por su carácter altanero y estaba seguro de que nada podría ser más placentero que verla sometida a un dolor interminable mientras la penetraba. Por este motivo decidió enviar a un pequeño ejército de lacayos para obtenerla, sin importar el precio, y luego se puso a construir la habitación donde la haría sufrir el más horrible de los destinos, uno que duraría meses o incluso años, en los que Antonio estaba seguro de que podría dar rienda suelta a todas sus bajas pasiones. Porque una esclava no tiene derechos ni tampoco importa cómo mueran, así que podría hacer cualquier cosa que imaginase.

Finalmente, la agregaría a su colección privada, una galería secreta donde Antonio se aseguraba de que sus mujeres favoritas permaneciesen eternamente como sus esposas. ¡Lisa se convertiría en un ser hermoso para toda la eternidad!

Sin embargo, para su absoluta consternación, se enteró de que la chica había sido comprada y liberada antes de que pudiese obtenerla. Antonio estaba tan furioso que mató a todos los sirvientes que envió por ella y luego ordenó a otros que encontraran el paradero de Lisa Addison y se la trajesen a cualquier costo, pero su ansiada presa entró bajo la protección de la Academia Babilonia antes de que nadie pudiese evitarlo.

Antonio prácticamente se subía por las paredes debido a la ira y juró vengarse de la persona que había arruinado sus planes, así que mandó averiguar su identidad, aunque la respuesta no lo hizo sentirse mejor: Era Lawrence, el maldito bastardo. Su nombre aparecía en el contrato de liberación de Lisa y sus hombres eran quienes la trajeron a Itálica, donde era intocable mientras Dean Emma la protegiese.

Cuando supo esto, Antonio quiso matar a su medio hermano inmediatamente, pero le dijeron que no podía hacerlo. Lo más que consiguió fue asesinar a dos putas en el Jardín de las Delicias luego de disfrutarlas, principalmente porque eso lo excitaba, pero también porque sabía que Lawrence sufriría por ello. Antonio no entendía cómo era posible, pero aparentemente su hermanastro tenía la rara costumbre de encariñarse con la plebe.

Pero ahora, Antonio había conseguido una golosina que lo aliviaría un poco de todas las decepciones anteriores: Una joven bellísima llamada Gloria, famosa por su amabilidad en los barrios bajos, donde vendía flores para alimentar a varios niños pequeños por pura caridad. Esto era algo que su difunta madre, una señora llamada Rosa, también hacía y por eso todavía era recordada con mucho cariño.

Todos decían que Gloria era igual de buena que su madre, una auténtica bendición para los demás y con un corazón de oro que los dioses debieron hacer con mucho cuidado, con el objetivo de traer algo de esperanza a este mundo gris. Por eso el Príncipe Antonio Augusto no podía esperar para ver como ese hermoso rostro se deformaba por dolor mientras la violaba hasta matarla, congelando de ese modo todo el horror posible en su expresión en lo que, para él, sería una magnífica obra de arte que luego preservaría para siempre.

Finalmente, esa noche se la habían traído.

Ahí estaba ella, encadenada sobre su cama, sollozando tristemente mientras veía impotente como Antonio se desnudaba y luego iba hacia la chimenea, donde tenía varias varillas de hierro con las puntas al rojo vivo, con los que pensaba comenzar a decorar la piel de su nuevo juguete.

- Disculpe su majestad… - Dijo un esclavo que abrió la puerta de pronto.

- ¡Te ordené que no me interrumpieras! - Gritó furioso el Príncipe Antonio.

- ¡Le ruego que me perdone! - Explicó el esclavo a toda prisa, pues su amo tenía la tendencia a no esperar respuesta y mataba en el acto a sus servidores: - ¡Usted mandó que nadie lo interrumpiese, salvo que fuese el Gran Duque… ¡Y ha venido a verlo el Gran Duque! -

-…-

Antonio tragó saliva e inmediatamente comenzó a vestirse. Sólo había dos personas en el mundo que podían asustarlo. Una era su padre, pero este ya estaba marchitándose y muy pronto desaparecería. El otro era quien se aproximaba. Porque Tiberio Claudio nunca esperaba en la sala ni pedía permiso para ingresar. Tiberio Claudio jamás pedía perdón.

Tiberio Claudio

Unos pasos pesados resonaron en la escalera que llevaba a su habitación y poco tiempo después la puerta se abrió de un golpe. Entonces entró un hombre vestido con armadura de placas, una espada majestuosa en el cinto y un casco que en ese momento sostenía bajo el brazo. Gracias a eso era posible ver su rostro rectangular con la frente arrugada en la que lucía una corona de plata que lo identificaba como Gran Duque, además, de una barba corta y unos cabellos rubios que comenzaban a volverse blancos. 

Podría haber sido confundido con un anciano venerable, pero tenía algo en su expresión que parecía enfermo, solo que era imposible saber si se trataba de un problema de salud o un síntoma del desdén que sentía por todos a su alrededor. 

Sin embargo, su rasgo más característico era una mirada fría, casi como la de un reptil, que observaba a los demás como si no estuviese viendo a iguales, sino potenciales presas o en el mejor de los casos herramientas útiles.

- Hola sobrino. - Dijo Tiberio Claudio con un tono pausado, seco, que contrastaba mucho con el que todos lo habían visto utilizar en el Senado, cuando pretendía ser un apasionado de la justicia y el castigo. Detrás de él entraron unos antiguos Tribunos Militares que le servían de asistentes, los cuales miraron con asco el espectáculo del Príncipe junto con la joven capturada y amarrada en su cama, la cual suplicaba por ayuda con la mirada.

- Tío Tiberio. ¿Cómo te encuentras? - Preguntó el Príncipe casi tartamudeando.

- ¿Cómo me encuentro? - Repitió Tiberio Claudio ingresando a la habitación como si fuera suya y sentándose en el borde de la cama: - Estaba trabajando todos estos meses, moviendo miles de hilos en la política, en el ejército y entre las familias aristócratas. Todo para asegurarme de que en el futuro tú obtengas este imperio. Luego tuve que irme de la ciudad durante unos días para intentar obtener la lealtad de más legiones, las cuales se supone que pelearán por ti cuando obtengas la corona. Por eso me sentí a gusto dejándote a cargo de nuestra facción, vigilándolo todo, mientras yo estaba fuera.

¿Te imaginas mi sorpresa cuando de repente me llegó la noticia de que mis enemigos han arreglado una auditoría en mis dominios? Y que tú hiciste… nada, para detenerlos. -

- ¡No! Tío… verás, lo que pasó…. -

- ¿Oh? ¿Mis informes están equivocados? -

- No, yo traté de detenerlos… ¡Pero me avisaron cuando ya era tarde! -

Tiberio Claudio sonrió paternalmente por un instante, pero repentinamente avanzó con el Aura de Batalla encendida y le dio un puñetazo al príncipe en el estómago. Este escupió saliva y cayó de rodillas. Entonces su rostro se llenó de lágrimas mientras sollozaba: - ¡Soy un príncipe! ¡No puedes golpearme así! -

Pero la única respuesta del viejo fue comenzar a patearlo de una forma salvaje en el estómago durante un buen rato. Luego lo recogió apretándolo del cuello y le espetó con furia: - ¡Escúchame bien, pequeña porquería! El único motivo por el que estás vivo es porque a mí se me da la gana que vivas. ¡Y sólo lo hago porque eres el hijo de mi difunta sobrina! De hecho, si Lucio no fuese un loco imposible de controlar y Lawrence no fuese un puto bastardo… ¡hace mucho que me habría deshecho de ti! -

Tiberio Claudio arrojó al Príncipe Antonio contra la pared como si se tratase de una bolsa de basura, luego sacó un pañuelo y comenzó a limpiarse las manos, dando a entender que el sólo hecho de tocar a su sobrino nieto era algo sucio en sí mismo.

- ¿Crees que no sé dónde estás, con quién te reúnes y qué haces? ¿De verdad pensaste que no sé sobre la… “colección de muñecas” que ocultas en la habitación de tu harem? - Continuó Tiberio Claudio mirando a Antonio, que en ese momento se había hecho una bola en el suelo: - ¿Crees que no sé lo que hacías cuando los senadores de nuestra facción quisieron avisarte del problema? ¡Te faltan mil años para poder engañarme a mí, pequeño monstruo!

Ahora escúchame bien: Yo, Tiberio Claudio, voy a gobernar este imperio o lo veré reducido a cenizas. Y destruiré a cada hombre, mujer o niño que se interponga en mi camino. ¡Cualquiera! ¿Has entendido?

Hasta ahora, sobrino, has sido muy útil para que logre mis objetivos, pero si sigues arruinando las cosas…  bueno, las piezas inútiles no tienen lugar en el tablero. ¡Y hay tantos senadores a los que podría ganarme si les digo que te haré devorar por esas misma fieras que tanto disfrutas ver en tus espectáculos privados! -

Al oír esas palabras, el Príncipe Antonio se estremeció. Era un cobarde ¡Le daba miedo el dolor y la muerte que tanto le excitaba ver en otros!

- Sé que estás obsesionado con la joven Lisa Addison, pero te vas a olvidar de ella hasta que obtengamos el poder. Porque los senadores que sienten simpatía por su padre muerto podrían volverse nuestros enemigos si la tocas. - Continuó Tiberio Claudio sentándose nuevamente en la cama: - También sé que quieres tener a Phoebe Bootz y le ordenaste a Cameron que averiguase cómo obtenerla en secreto, pero te vas a olvidar de ella hasta que Cyrano Constantino esté muerto.

Además, su gremio genera dinero. ¡No la tocarás mientras no tengamos su dinero! Porque sin dinero, perdemos influencia. Sin influencia perdemos control. Sin control perdemos poder. Y sin poder… el que Lawrence el bastardo se vuelva emperador en lugar tuyo se vuelve cada vez menos hipotético. -

Antonio levantó la mirada con ojos llorosos, pero el odio que sentía por haber escuchado el nombre de Lawrence era más fuerte que su miedo.

- Sí, también sé que contrataste a Sombra Fantasmal mientras yo no estaba. - Dijo Tiberio Claudio leyendo fácilmente la expresión de su sobrino nieto: - ¿Cuán estúpido puedes llegar a ser con todo aquello que no se trate de complacer tus gustos retorcidos? -

- ¡Pero si matar a Lawrence no es algo malo para tus planes! -

Tiberio Claudio soltó un suspiro e hizo una señal silenciosa a sus hombres, quienes se acercaron al Príncipe y comenzaron a patearlo con saña en lugar del Gran Duque. Luego lo arrastraron y lo soltaron en el suelo frente a su tío abuelo, quien le arrojó su pañuelo de mala gana mientras ordenaba: - ¡Límpiate! -

Mientras el joven Príncipe trataba de limpiarse la sangre de la boca, Tiberio Claudio notó a la joven atada en la cama. Entonces la miró con desagrado mientras decía: - ¡¿Cuántas veces tengo que decirte que no nos mezclamos con personas inferiores?! ¡¿Qué pasaría si una de ellas logra escaparse embarazada con un bastardo tuyo?! ¿No has aprendido de los errores de tu estúpido padre y quieres dejar pequeños “Lawrence” por ahí? -

Luego se volvió hacia los antiguos Tribunos y ordenó: - Mátenla y entiérrenla donde nadie la encuentre. -

Era una tarea desagradable, una que nadie querría hacer de inmediato. Pero entonces uno de ellos se adelantó repentinamente al grito de “¡Si, su Excelencia!” e inmediatamente se acercó la joven y se la llevó fácilmente porque ya estaba maniatada y amordazada.

Una vez que eso estuvo solucionado, Tiberio Claudio volvió a mirar a su sobrino nieto, que se estaba levantando con dificultad: - Es cierto que matar a Lawrence no sería un problema… ¡Pero intentarlo y fallar sí que lo es, imbécil! -

- ¡¿Fallar?! - Exclamó Antonio sin entender.

- Esta mañana un asesino de Sombra Fantasmal apareció despellejado en la entrada de su mansión y luego de enterarse, el resto han decidido abandonar Itálica. -

- ¡Imposible! -

- De modo que no solamente desobedeciste mis órdenes y fallaste en asesinar a tu objetivo (que ahora estará prevenido) … sino que encima perdiste a un importante grupo de asesinos que nos serían bastante útiles en el futuro próximo. -

- ¡No puede ser! ¡Me aseguraron que no tendrían ningún problema! ¡Se supone que Sombra Fantasmal podría infiltrarse sin ser vistos! -

- Aparentemente ese tal Bryan fue el responsable de detectarlos y detenerlos. -

- ¿Te refieres a ese liberto que es novio de mi… de Phoebe? - Dijo el príncipe con una expresión de incredulidad: - ¡Eso es imposible! ¡No es más que un necromante Adepto! -

Tiberio Claudio sonrió, pero la alegría no llegaba para nada a sus ojos. El príncipe cerró los ojos por miedo a ser golpeado nuevamente, pero esta vez la ira del Gran Duque no estaba dirigida a él.

- En el momento en que ese mocoso apareció en la fiesta de Alan de las Égadas y se interpuso en nuestro camino, asumí que la mayor parte de ese fracaso se debió a la estupidez de Cameron y la presencia de Aurelio. Pero de todos modos estaba pensando matarlo. Sin embargo, muchas cosas pasaron y terminé pasándolo por alto. - Susurró Tiberio Claudio: - Esto fue bueno al final, porque en su segundo encuentro con Cameron, no solamente derrotó a Aubrey y consiguió echarle algún tipo de maldición desconocida, sino que también neutralizó físicamente a todos los Espadachines Veteranos que se interpusieron en su camino. Después supe que tiene relaciones con el Manto Oscuro, quienes lo protegen celosamente. ¡Me alegro mucho de saberlo antes de desatar un golpe contra él!

Mi espías me confirman que es un joven mucho más despiadado de lo que aparenta. Ya ha matado muchas veces. Podría haber asesinado a Claude Ascher cuando sólo era un esclavo y definitivamente estuvo ahí cuando asesinaron a su hermano Clark. Consiguió resistir un ataque de Odón Ascher. Incluso escuché algunos rumores ridículos de que asesinó a un Gran Mago del Templo de Idramón… Aunque pienso confirmarlos por si acaso. -

Tiberio Claudio suspiró y comenzó a hablar más para sí mismo: - Ese joven es peligroso. Mi tonto cuñado el Emperador, Cyrano Constantino, Crispino, los Asturias, ese malnacido de Marco Cornelio e incluso el loco de Esteban… todos ellos saben en dónde están los límites. ¡Nunca irán demasiado lejos para obtener una venganza! Eso se debe a que priorizan el bien del imperio y de la sociedad por encima de sus propias vidas. Se atendrán al antiquísimo principio de “ojo por ojo” y “diente por diente”.

Pero ese tal Bryan, no lo tengo tan claro. En cierto modo se parece un poco a mí en la forma en que se relaciona con los demás: Devuelve mucho bien a quienes lo ayudan, pero se venga de forma despiadada de sus enemigos. Aunque incluso yo tengo un límite. El Imperio es mi límite. Si es por conservar el poder, por mi honor o por mi autoridad, yo soy capaz de renunciar a vengarme de Bryan… Pero, ¿y él? ¿Hay alguna forma de comprar su lealtad? ¿Hay algo por lo que dejaría de lado su odio si matamos a los que ha decidido proteger?

Grábate esto en la cabeza, sobrino. Ese Bryan no es simple ni tampoco un hueso fácil de roer. Matar a Lawrence, apoderarte de Phoebe e incluso Lisa Addison… ¡Todos ellos están relacionados con ese joven! ¡Y hacer un movimiento contra ellos es lo mismo que declararnos sus enemigos abiertamente, sin ninguna posibilidad de negociación!

Y este es un enemigo que no dudará en matarte, por más que seas un príncipe imperial. ¡Si tocas su línea de fondo, no le importará destruir al imperio o hasta al mundo entero! -

El Príncipe Antonio era un depravado, pero también un cobarde. En el momento que supo que Bryan podía ser peligroso, todo pensamiento de matarlo desapareció de su mente y en su lugar balbuceó sin atreverse a levantarse del suelo, tanto por el dolor como por los nervios: - Entonces… debemos… ¿dejarlo en paz? -

- No seas estúpido. - Espetó Tiberio Claudio: - Quiero decir que es peligroso que nosotros hagamos un movimiento contra él. No ahora, por lo menos. Bryan es alguien que sólo debemos atacar si estamos absolutamente seguros de matarlo en el primer intento. -

- Entonces, ¿qué hacemos? -

- Hacer que alguien más lo mate, idiota. En serio ¿para qué tienes esa cabeza? ¿Tanto has jugado con esas muñecas tuyas que ya se te pudrió el cerebro? ¡Piensa en alguien que no tenga nada que perder y pueda derrotar a ese monstruo! -

Antonio detestaba con toda su alma el que su tío abuelo usase el término “muñecas” para lo que él consideraba sus mayores Obras de Arte, pero fingió que no le afectaba y propuso: - ¿El Supremo del Viento?... -

- Vuelve a decir algo igual de estúpido y te juro que te mataré ahí mismo. ¡¿Escuchaste?! ¡¿Cómo se te ocurre que el guardaespaldas de tu padre nos ayudará con esto?! ¡¿Cómo quieres ordenarle a uno de los Supremos que se mueva sin que todo el Imperio se entere?! ¡Piensa en otra cosa! - Exclamó Tiberio Claudio furioso y parecía a punto de perder los estribos, pero de repente se le ocurrió algo y dijo: - Hablando de eso… ¿te acuerdas de ese tipo que ofendió a Cyrano Constantino? ¿Cómo se llamaba ese salvaje? -

- El Gran Caballero, Vlad Cerrón. - Respondió Antonio respirando aliviado: - Mató mucha gente con la excusa de que eran duelos legales y al final tuvo que irse del Imperio cuando Cyrano Constantino amenazó con desafiarlo personalmente si no se detenía. Por eso le quitaron todos sus títulos de nobleza y ahora es un asesino a sueldo. -

- ¿Dónde está? -

- Estaba trabajando en la Alianza Mercante de Tiró, pero también se metió en problemas ahí y hace poco le pusieron precio a su cabeza. Ahora se encuentra en la frontera. -

- Ofrécele asilo y un salvoconducto. - Dijo Tiberio Constantino sonriendo mientras se levantaba de la cama y se dirigía hacia la puerta: - Dile que recibirá un indulto general. También que le regresaré todos sus títulos de nobleza una vez que tú obtengas el trono e incluso incrementaré sus dominios… pero primero debe cumplir un trabajo para mí. -

- Esta bien… tío Tiberio… - Dijo el príncipe Antonio dudando.

- ¿Qué pasa? ¡Habla si tienes algo que decir! -

- Es solo que… ¿Es esto legal? -

- ¡Yo lo haré legal! - Declaró Tiberio Claudio.

- ¡Entendido Tío Tiberio! - Asintió el Príncipe Antonio.

- Ponte entonces a trabajar, sobrino. ¡Prueba que vale la pena dejarte vivir! - Dijo Tiberio Claudio sonriendo: - Cuando seas emperador y me hayas nombrado Cónsul Vitalicio, un motón de cosas dejarán de importar. Podrás tener a esa Lisa, a la tal Phoebe… ¡y a todas las mujeres que no sean necesarias, como parte de tu Harén! Quien sabe, quizá hasta esa dama de los Asturias no sea imposible de obtener, siempre y cuando no la estropees demasiado mientras su suegro vive. Pero una vez que Aurelio muera, también podrás hacer lo que quieras con ella. -

- ¡Entendido Tío Tiberio! - Respondió Antonio con una sonrisa depravada.

- Llamaré a un médico para que te cure los golpes. -

- ¡Muchas Gracias! -

Tiberio Claudio abandonó la habitación sin mirar atrás.

- Si querido Tío. ¡Muchas Gracias! - Susurró el Príncipe Antonio Augusto poniendo una expresión de odio profundo: - Por lo menos ahora, porque te necesito. Pero cuando llegue el momento… tengo una manada de cerdos que Soros está entrenando especialmente para que coman carne humana. ¡Entonces veremos si tu sangre realmente es tan diferente de la de los plebeyos! -

******

El Tribuno Militar salió de la mansión del Príncipe Antonio con la joven Gloria sobre sus hombros, quien trataba inútilmente de resistirse, pero ya había gastado casi todas las fuerzas que tenía en su delicado cuerpo y apenas podía emitir sonidos.

Tribuno Militar aterrador

Finalmente llegaron a un lugar con un terrible olor, que solamente tenían los chiqueros donde vivían los cerdos. Entonces el Tribuno Militar se dirigió a uno de los cobertizos donde vivían los animales, los cuales chillaron horriblemente, como acostumbran, aunque el soldado hizo caso omiso de ellos. Sin embargo, el sonido fue tan agudo, que devolvió sus sentidos a la joven que ya estaba a punto de desmayarse y cuando se dio cuenta de dónde estaba, sus ojos enrojecidos derramaron lágrimas.

 “¡Me trajo aquí para que el ruido de los cerdos ahogue mis gritos! ¡No puedo creer que voy a morir en este lugar!” Pensó tristemente y entonces la imagen de los niños hambrientos que siempre había cuidado en memoria de su difunta madre vino a su mente y suplicó a los cielos: “¡Divinos, por favor que al menos ellos estén seguros!

El cobertizo de los cerdos estaba completamente oscuro, así que no podía ver nada. Pero entonces sus oídos percibieron el ominoso pero inconfundible sonido de una espada desenvainándose y luego pasos que se aproximaban. Gloria suspiró desesperada y su cuerpo comenzó a temblar, mientras rogaba que por lo menos su asesino la despachase rápidamente para que no sintiese más dolor.

Se escuchó un chillido espantoso en el cobertizo.

Poco después pasos y una puerta que se abría.

Gloria abrió los ojos. No estaba herida. Pero seguía maniatada y no podía hablar por la mordaza. Aunque sí podía ver.

La puerta abierta dejaba pasar la luz de la luna y contra ella podía ver la silueta del Tribuno que se alejaba cargando algo que se parecía a un cerdo muerto. A pocos metros, Gloria vio como el hombre colocaba en el suelo lodoso el cadáver del animal y luego lo acuchillaba varias veces, hasta que la sangre salió a raudales. Luego el cuerpo del Tribuno resplandeció con un tono verde oscuro. Gloria no lo sabía, pero era el Aura de Batalla de un Caballero Veterano.

El Tribuno Militar comenzó a excavar en el suelo usando sus manos, que fortalecidas como estaban no se demoraron nada en abrir un agujero de tres metros de profundidad en el suelo lodoso. Después el hombre depositó el cerdo en el interior y rápidamente lo cubrió con tierra.

Y luego, silencio.

Gloria no comprendía lo que estaba pasando, pero podía ver que el hombre se había quedado quieto, con la espada desenvainada, como si esperase algo.

Después de un tiempo que pareció eterno, se escucharon los pasos de unos caballos y un par de jinetes se detuvieron junto al Tribuno Militar.

- El Gran Duque nos mandó a ver si ya terminaste… - Dijo uno de los recién llegados con tono monótono, pero entonces reparó en la apariencia del Tribuno Militar y exclamó mitad sorprendido y mitad burlón: - ¡Por el trueno! ¡¿Por qué estás tan embarrado y ensangrentado? ¿Acaso la niña te dio problemas? -

- No, pero me ordenaron que nadie la encontrase ¿verdad? - Respondió el Tribuno Militar con un tono de hastío: - Por eso la acuchillé en la cara un poco. Luego la enterré aquí, pero el agujero me quedó muy pequeño, así que la descuarticé para que entrase. -

Después de decir esa mentira, el hombre expuso sus manos embarradas y el filo ensangrentado de su espada.

- Siempre te lo tomas todo tan en serio… ¡Bastaba con que la echaras al río! -

- Yo no pienso sufrir la ira del Gran Duque. ¡Sus órdenes se cumplen! - Continuó mintiendo el Tribuno descaradamente: - ¿A dónde vamos ahora? -

- Nosotros nos dirigimos al Senado. - Contestó el segundo jinete con una carcajada: - Tú deberías bañarte ahora mismo. ¡Dudo mucho que el Gran Duque soporte tener a un escolta así de sucio! ¡Más aún esta noche! -

- ¿Por qué lo dicen? - Preguntó el Tribuno mirándolos confundido.

- Porque está completamente irritado con el príncipe bastardo, ese joven llamado Lawrence. - Dijo uno de ellos: - Simplemente no consigue librarse de él. -

- Además, un mago llamado Bryan es un verdadero obstáculo para sus planes y está buscando cómo asesinarlo. Pero parece que es toda una amenaza. -

- En pocas palabras, el Duque está bastante frustrado, tanto por sus enemigos como por el inútil de su sobrino nieto. ¡Y podría terminar desahogándose con nosotros si te ve llegar así de sucio! -

- Si, mejor tómate el resto de la noche. - Añadió su compañero: - Nosotros le contaremos al Gran Duque que ya terminaste aquí, pero que tuviste que ir a limpiarte. -

Después de decir eso, los jinetes se marcharon.

El Tribuno Militar esperó prudentemente y luego regresó al interior del cobertizo. Al verlo venir, el cuerpo de la joven tembló de forma inconsciente, pero entonces el hombre se arrodilló a su lado y le susurró: - ¡Gloria! ¡Presta mucha atención! -

Al oír su nombre, Gloria abrió mucho los ojos y dejó de temblar.

- Puedo sacarte de aquí con vida, pero tienes que prometerme que no harás ruido ni te moverás. ¡Si te descubren, nos matarán a ambos! - Dijo el Tribuno: - ¿Me entendiste? -

Gloria asintió desesperadamente.

- Voy a desatarte ahora y te quitaré ese mordaza. No te asustes. -

El Tribuno Militar acercó el filo de su espada y cortó las cuerdas lo más gentilmente que pudo, luego cumplió su palabra de quitarle la mordaza.

- ¿Quién eres tú? - Preguntó la joven asustada.

- Ahora no es el momento. ¡Espérame aquí, sin moverte ni hacer ruido! -

El Tribuno Militar se marchó rápidamente y Gloria se quedó quieta sin atreverse a desobedecer sus órdenes, aunque el corazón le latía a mil por hora. Entonces escuchó un ruido y vio que el hombre había regresado con un caballo y cuando se bajó, en sus manos cargaba una gran manta y una cantimplora de cuero

- Bebe esta agua para que recuperes algo de fuerza. - Susurró el Tribuno.

El líquido le dio a Gloria el primer alivio que sintió desde que la secuestraron y comenzó el infierno que había sido aquella noche. Luego el Tribuno Militar envolvió su cuerpo en la frazada para que pareciese un paquete, la subió a su caballo y se marchó tranquilamente de la mansión del Príncipe Antonio, sin que nadie se atreviese a detener, interrogar o cerrarle el paso a un hombre del Gran Duque, que además estaba armado y bastante manchado con sangre fresca.

Cuando finalmente estuvieron a una distancia segura, el Tribuno Militar se bajó del caballo. Entonces sacó pan para alimentar a Gloria, mientras frotaba las articulaciones entumecidas de la joven con un trapo mojado en vino. Finalmente, algo de color regresó a los ojos de la joven, que volvió a preguntar por la identidad de este hombre.

- Soy Marcio. - Respondió el Tribuno.

- ¿Marcio? - Preguntó la joven confundida.

- Tú quizá no me recuerdes. - Explicó Marcio con una sonrisa triste: - Pero hace muchos años la señora Rosa cuidó de mí cuando era niño e incluso siguió ayudándome cuando me hice adulto. Todos los días me regalaba un pan para comer, pese a que yo no era más que un miserable ladrón de las calles, sin ningún otro talento que pelear.

Con el tiempo me atraparon, pero eran tiempos de gran crisis y se necesitaban todos los hombres posibles, así que me dieron a escoger: Unirme a la Legión o la pena de muerte. Escogí lo primero, conseguí sobrevivir, pasaron muchos años mientras peleaba con honor y sin honor, hasta que finalmente conseguí ser Tribuno Militar y me adoptaron como guardia para la familia Claudia.

Si, ha pasado tiempo, pero nunca olvidé a la buena señora que me daba de comer cuando no era nadie ni tenía nada. Y cuando te vi esta noche, te reconocí de inmediato. ¡Tienes los mismo ojos que tu madre! -

- Gracias por salvarme. - Dijo la joven Gloria con los ojos poblados de lágrimas, aunque esta vez eran de felicidad, porque entendió que no iba a morir: - ¿Qué debo hacer ahora? -

- No puedes regresar. - Respondió Marcio suspirando con tristeza: - El Príncipe se enteraría e iría por ti nuevamente. Tienes que cambiar de nombre y esconderte. -

- ¡Pero no tengo dónde ir! - Exclamó asustada.

- No te preocupes. Ahora soy un seguidor, pero he acumulado cierta riqueza y poder. Nunca olvidé la deuda que tenía con la señora Rosa, así que pagaré esa deuda contigo, porque eres su hija.

Yo mismo no tengo hijos, ni pienso tenerlos, así que te llevaré a vivir conmigo y diré que eres mi hija. Cuando muera, te heredaré todas mis propiedades. - Respondió Marcio bastante seguro mientras ayudaba a la joven para que volviese a subir al caballo, esta vez en la silla de montar, y luego se sentaba detrás suyo, llevando las riendas: - También me ocuparé de los niños mendigos. Juré que lo haría hace mucho tiempo, pero sólo después de verte he recordado esa promesa. No tienes que preocuparte por eso. -

Gloria asintió. Nunca en su vida había estado tan agradecida con otra persona. Este hombre curtido llamado Marcio había arriesgado todo lo que había ganado tras tantos años de difíciles luchas para salir adelante desde abajo, solamente para devolverle el favor a su madre. Por los pequeños panes que le regalaba para comer. Si, el rostro de Marcio era bastante aterrador, pero a Gloria de pronto le parecía el hombre más hermoso en el mundo entero. Entonces pareció tener una duda y preguntó: - ¿Cuántos años tienes? -

- Cuarenta. -

- ¡No puedes ser mi padre! ¡Solo hay una diferencia de veintiún años! -

- ¿Sólo? Yo diría que es suficiente diferencia. Muchos de mis conocidos fueron padres a los veinte. ¡Algunos incluso antes! -

- Pero… igual me parece que no es correcto que yo sea tu hija. ¡Ni siquiera tienes canas! - Respondió Gloria con un curioso rubor en su mejilla: - ¡Mejor deberías decir que soy tu esposa! ¡Sí, diremos eso! -

- Si te molesta tanto ser mi hija, podemos decir que eres mi hermana. - Propuso Marcio mirándola avergonzado: - Igual sirve a nuestro objetivo. Pero no se vería bien que fueras mi esposa. Es totalmente inapropiado. -

- ¿Y por qué no? - Repuso Gloria mirándolo con un enfado muy curioso.

Marcio era astuto, pero había sido militar toda su vida y no entendía las sutilezas del corazón femenino. Nunca imaginó lo gallardo que se veía en ese momento a los ojos de la joven e impresionable Gloria, después de haberle salvado de las garras del Príncipe Antonio.

- Dentro de diez años yo seré un viejo y dentro de diez años, tú serás joven aún. - Dijo Marcio explicando lo obvio, pero sin entender por qué la joven estaba tan obstinada. Pero como la joven no parecía dispuesta a ceder, finalmente suspiró: - Está bien, les diéremos que eres mi esposa. ¡A ver como justifico esto! De momento te dejaré en donde me alojo y en cuanto pueda pediré un permiso para llevarte a la casa que tengo fuera de la ciudad. -

- ¡Entendido! - Asintió Gloria sonriendo y con las mejillas rosadas.

Marcio la miró sin comprender por qué Gloria estaba tan feliz. A fin de cuentas, lo único que estaban haciendo era construir una identidad falsa para poder engañar al resto. Incluso si aceptase interpretar el papel de marido, era únicamente eso, un simple papel como de obra de teatro. Pero la joven se veía tan contenta y sonreía de un modo tan adorable, que al curtido veterano le daba pena interrumpir su dicha. Así que agitó las riendas y espoleó al caballo para que se pusiesen en movimiento.

Mientras tanto, Marcio comenzó a pensar en todo lo ocurrido esa noche e imaginó lo que habría sucedido con esta joven, la hija de la persona con quien tenía semejante deuda, de no haber sido porque los dioses permitieron que él estuviese ahí. Esa fue la primera vez que sintió que Tiberio Claudio no era digno de su lealtad y en sus pensamientos aparecieron esos nombres que tanto el Gran Duque como ese Príncipe depravado parecían odiar y hasta en cierto modo temer.

Lawrence el bastardo ¿eh?... Y mis compañeros dijeron que también se quejó de un tal Bryan… Bryan… Quizá deba prestar atención a esa persona si lo veo.

Así terminó esa noche en la ciudad de Itálica donde tal y como dijo el Maestro Cándido, todo lo bueno y lo malo terminaba conviviendo, cual si fuera la desembocadura de un río.

Nota del Traductor

Hola amigos, soy acabcor de Perú, es miércoles 01 de febrero del 2023. Aparentemente hay algunos presidentes opinando sobre mi querida patria y la forma en que lidiamos con los terroristas criminales que intentan destruirla.

La figura presidencial legalmente representa a la nación, pero entiendo que en Latinoamérica en ocasiones los jefes de estado no hablan con la voz del pueblo y por eso mi siguiente crítica en ningún modo está dirigida a la maravillosa gente de nuestros países hermanos, sino a aquellos individuos que desean hacer política con nuestros asuntos. A ellos les digo: El Perú nunca ha pedido ni necesitado la ayuda de nadie para resolver sus problemas, así que esos jefes de estado harían bien en guardarse sus opiniones para ellos, sobre todo porque aquí ningún extranjero va a decirnos cómo hacer las cosas. Ocúpense de sus problemas ya que tienen tanto tiempo libre como para fijarse en otros lugares, pues tengo entendido que no son pocos.

Disculpen por arruinar el estado de ánimo, pero realmente hemos sentido lo ocurrido y no quería dejar de pronunciarme al respecto. Después de todo, soy peruano antes que escritor.

Ahora sí hablemos de los cambios.

Originalmente este capítulo debía ser la introducción el capítulo anterior. La idea de Ni Can Tian era hacer una pausa justo cuando Phoebe dice “Bañémonos juntos” y entonces vemos al príncipe malvado follándose a una mujer que suplica por la liberación de su hermano, mientras que usa drogas para “extender la duración de su desempeño”. Entonces llega el Duque, que en el original es el lacayo del príncipe y le pide permiso para todo.

Luego de eso vendría la parte pasional entre Bryan y Phoebe.

Pero este desarrollo me parecía muy simple, así que decidí cambiarlo por algo más desagradable y espantoso, que nos hable de lo terrible que sería si este loco llega al poder. Y al principio diseñé un escenario recontra Gore inspirado en las historias distópicas japonesas con violaciones, partes amputadas y otras cosas que me sugirieron tipo la Casa de los Mil Cuerpos. Pero el resultado final me pareció muy desagradable y sentí que mataba de un golpe toda la emoción que el amor de Bryan y Phoebe debía que generar luego. Así que mi primer cambio fue modificar el orden y colocarla al final.

Cuando hice la primera revisión general, me pareció que lo escrito era demasiado morboso y no mejoraba ni con los retoques que hacía, así que decidí borrar todo eso e ir por otro enfoque: El histórico.

El Príncipe está basado en el personaje del emperador Calígula y su nombre Antonio es una referencia a Marco Antonio, cuya pasión por Cleopatra resultó ser su ruina.

La idea fue crear un auténtico perturbado mental, por lo que me basé en algunos documentales que vi sobre asesinos seriales y algunos libros de misterio que recuerdo de mi infancia, concretamente Diez Negritos de Agatha Christie.

El terrible destino de las jóvenes está basado en hechos reales que ocurrían en la Antigua Roma antes de que se volviera cristiana, en especial bajo el reinado del Emperador Domiciano, de donde saqué el evento de los leones y las jóvenes que se mostraba como espectáculo en el Coliseo, así como el bestialismo, aunque esto último sucedía más en lugares oscuros y no era algo que disfrutase todo el mundo.

Para las descripciones me inspiré sobre todo en la novela “Los Asesinos del Emperador” de Santiago Posteguillo, que he parafraseado bastante en ciertas partes.

Por cierto, si les parece que esos pasatiempos romanos eran espantosos… recuerden que ellos eran los civilizados. En otras partes del mundo sucedía cosas mucho peores.

El personaje del Bestiario Soros es una referencia al millonario húngaro George Soros, que me parece un monstruo genocida de los tiempos modernos, aunque pretenda ser un filántropo.

El personaje de Tiberio Claudio fue inspirado en la interpretación que hizo el gran actor Patrick McGoohan del rey Rey Edward "Longshanks" en la película Corazón Valiente. Quería que la relación entre el príncipe Antonio y Tiberio fuese como la de Zanquilargo y su hijo.

Además, definitivamente deseaba retratar a ese príncipe como un personaje que diese miedo al principio, pero en realidad es alguien patético, que es exactamente como suelen ser los asesinos seriales en la vida real.

En esta versión Tiberio Claudio es el verdadero cerebro, lo cual tienen más sentido que el original, porque el príncipe debería ser todavía muy joven.

El nombre de Vlad Cerrón es una referencia a Vladimir Cerrón, un terrorista sentenciado por corrupción que actualmente es uno de los mayores azuzadores y responsables directos de la violencia que mi país está sufriendo.

Los personajes de Marcio y Gloria son completamente nuevos. Fueron agregados cuando decidí convertir el capítulo original en dos individuales. Su propósito es equilibrar un poco el sentido de desesperanza que dejó la muerte de las pobres mujeres y también generar un nuevo recurso argumental que más tarde usaré. Espérenlo con gran anticipación.

El que hubiese una diferencia de edad fue una referencia al final del Conde de Montecristo, cuando una joven princesa declara estar completamente enamorada de él y aunque el Conde no desea involucrarse para no privarla de la oportunidad de amar a alguien más joven, al final es conquistado por ella.

Pero déjame saber tu opinión en los comentarios. ¿Qué te pareció el personaje del Príncipe Antonio y la forma en la que se comporta? ¿Te gustó el capítulo o hubieras preferido una versión más gore? ¿Te gustó el personaje de Marcio y su arco? ¿Se entendieron las conspiraciones?

Si deseas colaborar con esta adaptación por favor usa los enlaces de mi cuenta Patreon para hacer donaciones y tal vez así pueda pagar la cuenta de mi celular, que ya me quieren cortar la línea (¡Help!). También puedes señalar cualquier error de ortografía que se me haya podido pasar y compartir este trabajo con todos los que puedas.

¡Muchas gracias a Carlos Álvarez Sánchez, Jaime Beltrán y Gabriel Morffess por toda su ayuda con la revisión de este capítulo!

¡Nos vemos!