256 Acuerdos bajo la mesa

Bryan y Lawrence abandonaron el Jardín de las Delicias con un sentimiento de malestar que contrastaba mucho con la euforia con que originalmente habían abandonado el subterráneo. Mientras contemplaba el paisaje por la ventanilla del carruaje, Bryan observaba a las personas caminando, completamente ignorantes del sufrimiento y el horror que acababa de desatarse en el Jardín de las Delicias por parte de uno de los hombres que quizá podría convertirse en su supremo gobernante. Quizá ni siquiera les importase, aunque lo supiesen, pues la muerte de una puta nunca llamaba mucho la atención en esa ciudad donde la violencia era la normalidad.

Los ánimos mejoraron un poco cuando llegaron a la casa de Lawrence gracias a los criados, que recibieron a su joven amo con mucha algarabía y se veían bastante aliviados de verlo. Y es que durante todo ese mes Lawrence había permanecido en su refugio subterráneo, planeando cosas y e investigando importantes documentos. Solo de ese modo Bryan pudo entrenar con el Maestro Cyrano sin ninguna preocupación.

Al ver a su joven señor por primera vez en treinta días, era razonable que todo el personal de su casa estuviese emocionado.

- ¡Hijo! - Exclamó de pronto alguien y cuando se dieron la vuelta vieron que el ministro Alan de las Égadas venía bajando del segundo piso de la mansión para recibir a Lawrence con los brazos abiertos. Pero luego sorprendentemente también le dio un abrazo a Bryan y este estaba tan sorprendido que no supo cómo reaccionar.

- ¿Por qué?... -

- ¡Muchas Gracias! - Dijo el Cuestor Imperial: - Salvaste a la hija de uno de mis mejores amigos y ayudaste a mi hijo a vengar su muerte. Si la pequeña Lisa hubiese sido vendida como esclava pudiendo yo hacer algo, no habría tenido cómo mirar a mi hermano cuando nos encontrásemos en el otro mundo. -

- Lisa también es mi amiga, solo hice lo que debía… -

- En cambio yo reaccioné demasiado tarde. - Lo interrumpió Alan: - Cuando el mensajero de los Addison se puso en contacto conmigo dudé en actuar de inmediato y por eso Lawrence casi no llega a tiempo. ¡Me has salvado de un arrepentimiento eterno! -

Álan de las Égadas

Esta efusividad tan poco propia de un aristócrata hasta entonces tan correcto como Alan de las Égadas confundió un poco a Bryan al principio, pero finalmente se dio cuenta de lo que sucedía: Lisa les contó que cuando ella se presentó en su casa por culpa de un mensaje falso, el Señor Addison había sospechado de un ataque por parte de los Ascher y se puso en contacto con sus amigos en la capital, entre ellos Alan de las Égadas, para averiguar lo que sucedía. Sin embargo, la situación era mucho peor de lo que cualquiera imaginaba y los acontecimientos se desarrollaron demasiado rápido como para que alguien hiciese algo.

Pese a todo, Alan se sentía culpable de no haber actuado un poco más rápido. Si Bryan no hubiese comprado a Lisa en el momento en que lo hizo, quizá hubiese ocurrido una tragedia.

- Hablando de eso, papá. - Intervino Lawrence sonriendo, pero su mirada adquirió un brillo serio conforme se expresaba: - Tenemos que solucionar ese asunto del Decano Deo. -

- No te preocupes. - Respondió el Cuestor Alan: - Tenía el presentimiento de que volverías hoy y por eso te estaba esperando, pero ya he despejado todo este día para ocuparme de ese asunto. -

- ¿Todo? ¡Pero si tienes que organizar una inspección general en las provincias del sur dentro de unos días! - Exclamó Lawrence sorprendido y conmovido.

- Esto es más importante, hijo. - Respondió Alan con una sonrisa segura.

Bryan mismo se sentía bastante impresionado por la forma de actuar del Cuestor Alan. Su trabajo, sobre todo cuando se trataba de una inspección, involucraba coordinar a miles de personas, planificar viajes y organizar todo tipo de trámites complejos. Después de todo, estaba organizando un reporte sobre el flujo de dinero que usaría el imperio en su conjunto para funcionar, así que no podía ser negligente en lo más mínimo y naturalmente los cuestores se pasarían semanas sin tiempo para dormir o comer.

Sin embargo, el Cuestor Alan había sacrificado doce horas de su precioso tiempo únicamente por el bien de Lisa.

- Lo que ha sucedido hasta ahora es imperdonable. Y no pienso dejar que continúe ni un segundo más. - Añadió el Cuestor.

*****

En la ciudad de itálica había todo tipo de Salones de distinto tipo que usualmente se alquilaban para realizar diversos tipos de eventos. Lo usual era celebrar festines, aunque también podía servir como lugar de reunión para celebrar acuerdos. En pocas palabras, se trataba de ambientes bastante elegantes, pero de una naturaleza… no oficial.

Los Espectros Oscuros de Bryan vieron llegar un elegante carruaje a las puertas del salón que el padre de Lawrence había reservado para esa tarde y desde ahí se apeó el Decano Deo, vestido con una elegante túnica de gala.

No deja pasar la menor oportunidad de presumir.” Pensaba Bryan con desdén.

Unos sirvientes guiaron al Decano hasta el salón principal, donde esperaba una celebración, pero se encontró con que solamente había un gran escritorio, detrás del cual se encontraba sentado Alan de las Égadas.

- ¿Es usted el nuevo Cuestor Imperial?  - Preguntó el Decano Deo mirándolo sorprendido mientras observaba la sala vacía: - Creo que me he equivocado… -

- No se ha equivocado, noble Decano Deo. - Respondió el Cuestor sonriendo: - Ocurre que necesitaba conversar con usted en privado y de tal modo que su dignidad no se vea comprometida. Le ruego me disculpe por este pequeño ardid. -

Una expresión de desagrado nada disimulada apareció en el rostro del Decano Deo, pero al final consiguió controlarse y dijo: - No hay ofensa, noble Cuestor. Pero me gustaría saber cuanto antes el motivo por el cual me ha traído aquí de este modo. -

- Por supuesto. - Respondió Alan invitándole a sentarse: - Sucede que hace poco escuché noticias un poco inquietantes… referentes a mi joven protegida, Lisa Addison, así como al resto de la Escuela Necromántica. Estoy aquí para escuchar una explicación. -

- ¿Una explicación? Por mucho que os respete por el cargo que ostenta, no me parece que este sea el modo de pedirme explicaciones. - Protestó Deo visiblemente indignado y levantándose de la silla: - Además, dudo mucho que alguien como usted pudiese entender los asuntos relacionados con la docencia, aunque se los explicase. -

- ¿Oh? ¿A qué se refiere con eso exactamente? - Preguntó Alan sonriendo, aunque era evidente que la insinuación lo estaba enojando.

- Usted ha estado concentrando todos sus esfuerzos en su carrera política, ¿no es cierto? Seguramente ha tenido poco o ningún tiempo libre como para enterarse de cómo funcionan las cosas en la Academia Babilonia y malinterpretó algunas declaraciones de su hijo Lawrence. Es algo que les sucede a muchos padres. - Respondió el Decano con una sonrisa condescendiente: - “Zapatero a tus Zapatos” como dice el viejo refrán. Por favor deje que yo me ocupe de liderar mi facultad y usted dedíquese a hacer sus cuentas, que es lo que sabe hacer. -

Después de hablar así, el Decano Deo hizo un ademán de levantarse.

- ¿Esa es su última palabra? - Preguntó Alan mirándolo ya sin sonreír.

- Lo es. - Respondió el Decano Deo con Desprecio: - Y espero que jamás volvamos a vernos de este modo. Si quiere hablar sobre los estudiantes por favor solicite una cita y ya le informaré si tengo tiempo de atenderlo. Pero no vuelva a intentar decirme cómo debo hacer mi trabajo. -

- Si esa es su postura… - Dijo Alan sacando un rollo de pergamino de aspecto oficial de uno de sus cajones: - Entonces seguiré su consejo y comenzaré a hacer mi trabajo ahora mismo. Aquí tiene usted. -

El Decano Deo lo miró extrañado, pero acepto el rollo de mala gana. Mas cuando comenzó a leer las primeras líneas escritas todo su semblante palideció.

La norma en el imperio Itálico era que no se pagaba un sueldo por desempeñar un cargo en el Estado, porque se asumía que el servicio al imperio tenía que ser puramente voluntario y honorario. Pero eso también significaba que solamente los que eran ricos podían aspirar a ser parte del gobierno, pues eran los únicos que no tenía la necesita de trabajar para subsistir. Para empeorar las cosas, no valía cualquier tipo de riqueza, pues bastaba que un aristócrata se involucrase en alguna actividad considerada inferior, como el comercio o el arte, para que los Censores tacharan su nombre y no pudiesen ser elegidos para ningún cargo Militar o Civil.

Solo los Aristócratas con antiguas fortunas familiares y tierras de cultivo que les proporcionasen rentas podían aspirar a tener poder. ¿Y cómo recuperaban luego el dinero que gastaban para ser elegidos y durante su gestión? La respuesta era: El Cohecho, los Regalos, las Dádivas, el Unto, el Soborno… En pocas palabras, la Corrupción.

Todo el mundo conocía esta realidad, aunque por supuesto nadie la decía en voz alta. Sin embargo, era cierto que toda persona importante participaba en esto en mayor o menor medida. Y ahí estaba el detalle: Uno debía ser mesurado.

No había problemas con aceptar sobornos siempre y cuando estos no fuesen demasiado evidentes. Además, las funciones desempeñadas debían cumplirse en su totalidad y el dinero de los impuestos tenía que llegarle al emperador. Si un funcionario causaba problemas o pérdidas que fuesen demasiado notorias… El Emperador ordenaba una investigación que podía terminar con la ruina política o incluso la muerte del investigado.

Después de todo, robarle al imperio, era esencialmente robarle al emperador.

Pero mientras uno fuese cuidadoso y no causase problemas, generalmente estaba a salvo. Y por eso todos los funcionarios aceptaban o hacían cosas ilegales cada cierto tiempo porque sabían que era muy improbable que alguien se pusiese a investigar cada pequeña cosa que hicieran, ya que costaría demasiado hacerlo y no saldría a cuenta.

Sin embargo, el rollo que Deo estaba leyendo tenía registrados cada uno de sus “deslices” financieros desde los últimos diez años. Cada regalo excesivo de los padres o estudiantes desesperados. Así como cada circunstancia en la que se “olvidó” de declarar cuánto estaba ganando a la hora de pagar sus impuestos. ¡Incluso estaban registradas las propiedades secretas que había comprado usando nombres falsos para no tener que pagar los arbitrios!

El rollo que Deo estaba leyendo tenía registrados cada uno de sus “deslices” financieros desde los últimos diez años...

Encontrar toda esta información mediante una investigación normalmente tomaría años, pues se tenían que revisar bibliotecas enteras de documentos, movilizar una gran cantidad de personal y pedir permisos para hacer requisas oficiales. Pero Bryan le había dicho a Lawrence dónde buscar, porque esa fue la información que solicitó en los Archivos Secretos del Manto Oscuro. Y con eso, el Cuestor Imperial Alan de las Égadas solo necesitó veinte días para reunir las evidencias necesarias y compilar este pergamino que en cada renglón tenía adjuntas las firmas de al menos tres testigos diferentes.

Pero lo peor aún estaba por venir. Porque cuando los ojos del Decano Deo llegaron al último renglón… casi se desmaya.

- ¡Quinientas…! ¡¿Una multa por un quinientas mil de monedas de oro?! - Gritó el Decano horrorizado.

- Oh, esto es solo para empezar. - Dijo Alan de las Égadas levantándose de su escritorio con una mirada amenazante: - ¡Luego de esto auditaré cada miserable pieza de cobre que usted haya gastado alguna vez para saber en qué se usó o dónde! ¡Y luego de hacer esto público, pienso reunirme con todos los padres y estudiantes graduados que se hayan resentido con su gestión para hacer una denuncia conjunta! ¡Iré contra usted con todo el poder de mi cargo y hasta las últimas consecuencias! -

Deo sintió que le fallaban las fuerzas y se sentó de forma inconsciente en la silla. En cambio, Alan de las Égadas parecía un tiburón a punto de devorar una presa y se acercó lentamente mientras sonreía de un modo muy parecido al que Bryan había visto usar a Lawrence más de una vez.

- Cuando termine con usted, Deo. - Puntualizó Alan despiadado: - Olvídese de ser Decano en la Academia babilonia… ¡Me voy a encargar de que ni siquiera puedas trabajar en una maldita taberna! La única opción que te quedará para mantener algún tipo de prestigio será volver al ejército. Entonces tendrás que vivir y trabajar en ese mismo lugar en donde la familia de mi protegida consiguió tantos honores. Estarás rodeado de personas que actualmente consideran al Señor Addison un héroe del imperio. ¡Y tendrás que explicarles a tus superiores que estás ahí porque te metiste con la hija de uno de sus héroes! -

Deo estaba completamente conmocionado y su barba elegantemente peinada al principio ahora se veía greñuda por el estrés. La perspectiva que Alan le sugería era tan espantosa que casi lo hacen perder el juicio e incluso llegó a reunir su magia de modo inconsciente, como si estuviese a punto de atacar.

En una habitación colindante, Bryan y Lawrence escuchaban en secreto todo lo que se decía. Estaban rodeados de los guardaespaldas especializados y la perilla de puerta que los separaba del lugar de la entrevista en realidad estaba rota, precisamente para poder abrirla e ingresar a toda prisa. Sin embargo, gracias a sus Espectros Oscuros, Bryan vio antes que nadie el gesto del Decano Deo y sintió que reunía su magia, así que les hizo un gesto a todos para que se preparasen.

Sin embargo, al final no fue necesario.

- ¿Oh? Que adorable. ¿Realmente quieres atacarme, Decano Deo? - Preguntó Alan sonriendo con tono burlón y se acercó un paso hacia su oponente: - Adelante. ¡Me tienes aquí! Vamos, atrévete a matar a un funcionario del Emperador. ¡Mira lo que sucede! -

Esas palabras y la forma en que Alan lo miraba, le devolvieron la cordura al Decano Deo, quien solamente podía temblar de ira en ese momento, pero no hizo nada ni pronunció palabra alguna.

- Excelente. - Dijo entonces Alan de las Égadas: - Ya que no deseas ir por ese camino te ofrezco el siguiente trato: Punto número uno, nadie molesta de nuevo a Lisa Addison y los que lo hicieron recibirán una sanción ejemplar que aparecerá en sus registros y los privará de poder acceder a cualquier condecoración. -

- ¡Pero…! - Quiso protestar el Decano Deo, pero no supo cómo continuar, pues tendría que admitir que fue él quien les ofreció protección y les dijo que no les sucedería nada si molestaban a los necromantes. Al final se le ocurrió una excusa: - ¡Algunos de ellos son excelentes estudiantes! ¡El honor de sus familias…! -

- ¿Te parece que me importan? - Lo interrumpió en seco Alan de las Égadas.

- ¡…! -

- El segundo punto. - Continuó Alan como si Deo no hubiese dicho nada: - La Escuela Necromántica recibirá un aumento de recursos para investigación, dos laboratorios nuevos y su propio campo de entrenamiento exclusivo. Y no me refiero al pequeño… ¡Le darás uno de los más grandes! -

Deo casi se atragantó con su propia lengua al escuchar esto, pero Alan continuó antes de que pudiese decir algo más.

- En tercer lugar, toda hostilidad de tu Facultad Oscura hacia los necromantes se detendrá ahora mismo. ¡No quiero ninguna excusa! Me da igual si son estudiantes actuando por su cuenta o profesores malhablados… ¡Te haré responsable por cualquier ofensa que reciba alguno de ellos! ¿Está claro?

A cambio de esto, tendrás una prórroga. Oh si, no te vas a librar de pagar la multa. Pero te permitiré pagarla en cuotas de mil monedas de oro y este pago comenzará exactamente el día en que Lisa Addison se gradúe de la Academia Babilonia. Mientras tanto podrás respirar. Por supuesto, si haces algo para retrasar su graduación o ella sufre algún percance… ¡Entonces te haré pagar todo el monto de una sola vez y con intereses! -

- Eres un maldito. - Espetó finalmente Deo con un gesto de profundo odio.

- Si, lo soy. - Respondió Alan sonriendo y extendiéndole un documento a Deo para que lo firmase: - Y si fuera tú, aceptaría el trato. Porque en todos estos años en los que, según usted, yo estaba demasiado ocupado con mi carrera política como para enterarme de cómo era la vida de mi familia en la Academia... ¡De algún modo me convertí en este “Cuestor Hijo de Puta” que no dudará en utilizar cada recurso que tenga contra los que se atreven a dañar a quienes me importan! -

Alan de las Égadas remarcó su gesto extendiéndole una pluma y tinta. El documento era un contrato oficial en el que Deo se comprometía a cumplir con todas las condiciones que se le pedían a cambio de una prórroga en el pago de “impuestos atrasados”. El Decano lo firmó con una expresión de profundo desagrado, como si estuviese tragando bilis. Cuando terminó, el papel resplandeció mágicamente, lo que indicaba que era un contrato vinculante.

- Excelente. - Dijo Alan sonriendo nuevamente con cortesía: - Espero sinceramente que le vaya bien, Decano Deo. -

Y con un gesto amable le abrió la puerta para que saliese.

*****

- Eso fue hermoso. - Susurró Bryan alegremente mientras recordaba la expresión completamente frustrada del Decano Deo.

- Fue gracias a la información que conseguiste, joven Bryan. - Dijo Alan sonriendo: - De otro modo no hubiese salido tan bien. -

- Ahora podemos estar tranquilos con respecto a Lisa y la Escuela Necromántica. Además, mi Maestro ya está tomando medidas contra Tiberio Claudio, de modo que no se atreverá a tocar el gremio de mi hermana Phoebe hasta que termine la sucesión. - Añadió Lawrence con un gesto cómplice: - De modo que ahora podemos enfocarnos en nuestros planes y tendremos un gran margen de maniobra. -

- ¡Salud por eso! - Exclamó Bryan levantando su copa.

Habían estado bebiendo en la sala de la mansión de Lawrence para celebrar el éxito de sus intrigas y también para intercambiar mucha información. Por medio del Cuestor, Bryan se enteró de muchas cosas sobre los asuntos financieros del gobierno y los problemas que tenía el Imperio Itálico. Uno de los más importantes era que muchos aristócratas habían estado desviando agua de los acueductos de forma ilegal para mantener regadas sus mansiones y sus piscinas llenas. Por ese emotivo existía una peligrosa escases de agua que tenía que resolverse.

Los Tontos Útiles eran el principal motivo de los problemas. En el imperio existían algunos aristócratas francamente estúpidos que normalmente habrían sido ejecutados o expulsados de sus cargos por su ineficiencia, pero a propósito se los mantenía en una posición de poder media. Esto era con el malicioso fin de sacrificarlos si era necesario para calmar la ira del pueblo o por motivos diplomáticos.

Por supuesto que ellos no lo sabían, por eso se los apodada Tontos Útiles.

El problema era que, debido a la crisis por la enfermedad del emperador y la falta de un sucesor claro, cada facción (consciente o inconscientemente) buscaba obtener la mayor cantidad de aliados posibles, incluso si eran políticos incompetentes. Así que en los últimos años la cantidad de Tontos Útiles se había incrementado en lugar de disminuir y eso se estaba comenzando a sentir en el funcionamiento del Estado.

- Malos proyectos, normas estúpidas y una corrupción cada vez más flagrante. Todo eso hace que el dinero peligre, joven Bryan. Te garantizo que es un terrible dolor de cabeza. - Comentó Alan acariciándose la frente como si sufriera migraña: - Ahora mismo estoy viajando a las provincias del sur, porque uno de los Tribunos Civiles ha estado aprobando obras ridículas con un valor claramente elevado. ¡El bastardo ni siquiera sabe ocultar que está robando! -

- ¡Vaya! Eso debe crear problemas. -

- ¡Bastantes! Pero si lo condenamos ahora mismo podríamos acelerar el estallido de la guerra civil y nadie quiere ser culpado por ser el iniciador de semejante conflicto. -

- Lo cual significa que el nuevo emperador tendrá que iniciar su reinado haciendo una purga de esa gente, pero eso comprometerá bastante su popularidad. -

- ¡Ese debe ser el último recurso, hijo! Recuerda que puedes arreglar una condena injusta, pero una ejecución no tiene remedio y te quita cualquier margen de maniobra. -

- Lo entiendo, Padre. -

Mientras continuaban bebiendo Bryan escuchó unos pasos que se acercaban e inmediatamente cambió el tema de conversación para dar a entender que alguien podía escucharlos. Poco después llamaron a la puerta y un criado realizó un anuncio.

- Disculpad, amo. Pero un hombre ha venido buscando al Señor Bryan para entregarle un mensaje en privado. -

- ¿Cómo se llama? - Inquirió Bryan.

- Rehusó decirlo… pero parecía ser oficial. -

Bryan pidió permiso para retirarse por unos momentos y salió a la entrada de la mansión, donde lo esperaba un individuo encapuchado que forma sutil le mostró una insignia del Manto Oscuro de la División de la Estrella.

Entonces le entregó un trozo de papel de papiro y se marchó sin decir una palabra.

Entonces Bryan leyó rápidamente el escrito, memorizándolo en apenas unos segundos e inmediatamente lo quemó con un chasquido de sus dedos, que imbuyó con el Fuego Glacial.

El mensaje era el siguiente:

PRLEOPPCEOVDLERCLEAESNOIINLLUDTÓGELSSEEN

Al principio Bryan se quedó confundido, pero entonces recordó el código militar del Imperio Itálico que Belinda había utilizado y que Emily le enseñó en la Ciudad de Valen. Así que comenzó a descifrarlo en su mente:

PRLEOPPC-EOVDLERC-LEAESNOI-INLLUDTÓ-GELSSEEN

P R L E O P P C

E O V D L E R C

Ñ E A E S N O I

I N L L U D Y Ó

G E L S S E E N

PELIGRO EN EL VALLE DEL SOL. SUSPENDE PROTECCIÓN

Básicamente las cosas se han puesto difíciles en el Valle del Sol y quieren reemplazarme temporalmente para que me asegure de que los Cancerberos sobrevivían. Bueno, tienen sentido. Ellos saben que yo soy el líder y necesitan cuidar su inversión.” Dedujo Bryan rápidamente: “Pero esto realmente jode mis planes… ¡Quería ver a Fanny y a Phoebe!

Los efectos del Elixir Juventud ya habrían terminado hacía mucho. Bryan se había quedado charlando con Lawrence y Alan por simple cortesía, pero a la primera oportunidad pensaba despedirse por unas horas para verlas a ambas. Realmente estaba emocionado con la perspectiva. También quería encontrarse con Emily cuanto antes. Sin embargo, este nuevo mensaje estaba arruinando sus planes por completo y también su estado de ánimo.

Ni modo: Primero el deber y luego el placer.” Se dijo suspirando y regresó de inmediato.

- Mis señores, hay cambios. - Informó directamente: - Me informan que van a reemplazarme temporalmente como guardaespaldas y tengo que partir de inmediato. -

- ¡¿Tan pronto?! ¡Esperaba poder ofrecerte mi hospitalidad durante unos días! - Dijo Alan.

No me interesaría en lo más mínimo en comparación con ellas… Bueno, no es culpa del Cuestor. Lo cierto es que me ha ayudado bastante. Debería ser más amable.” Se dijo Bryan a toda prisa y fingió sentir pesar: - Lo lamento. En otra circunstancia definitivamente aceptaría su gentileza, pero ahora debo partir. -

- Padre, mi estimado amigo tiene muchas responsabilidades. - Explicó Lawrence con una sonrisa de comprensión: - Pero es una pena que tengamos que separarnos ahora. Lo cierto es que tus habilidades de detección son extraordinarias y me sentía mucho más seguro contigo alrededor. -

- Ciertamente. - Contestó Bryan y se sintió un poco preocupado: “Y si intentan matarlo justo ahora. La posibilidad es mayor que cero… mejor tomar precauciones.” Entonces se le ocurrió algo: - ¿Qué te parece si te escolto nuevamente al Jardín de las Delicias? Puedes esperar ahí hasta que lleguen mis reemplazos. -

- Ciertamente, con tu Maestro ahí es el lugar más seguro en el Imperio. - Coincidió Alan.

- Sea pues. - Aceptó Lawrence y se levantó para ordenar que preparasen su carruaje.

*****

Eran bien entrada la tarde cuando llegaron a su destino y el burdel estaba lleno a rebosar con hombres que buscaban procurarse los servicios de las mejores cortesanas. Como siempre los guardaespaldas se posicionaron en sus lugares, dejando temporalmente solos a Bryan y Lawrence.

- ¿Seguro que no quieres quedarte hasta mañana? Las chicas querrán atenderte. - Propuesto Lawrence con una sonrisa.

- Me encantaría, pero ahora mismo tengo un viaje bastante largo por delante y debo preparar bastantes cosas. - Respondió Bryan.

- ¡Vamos! ¡Te lo mereces! - Insistió su amigo.

Bryan estaba a punto de negarse de nuevo y despedirse definitivamente, cuando de repente vio a un par de sujetos que llamaron su atención. Se trataban nada menos que el Barón Cameron y el Archimago Espacial Aubrey, que aparentemente habían venido como clientes.

Sin embargo, ambos eran casi irreconocibles debido a su estrafalaria apariencia. Pese a ser bien entrada la primavera, Cameron llevaba encima un enorme abrigo de invierno hecho con piel de oso que parecía estar diseñado para una dama, porque tenía muchas capas diferentes. En cambio, el Archimago era todo lo contrario, pues no llevaba puesta su lujosa túnica de mago, sino una muy delgada, sin mangas y tan corta que apenas le cubría las rodillas. Era la que generalmente usaban los soldados de la legión, aunque debajo de toda su indumentaria y principalmente como ropa interior. Aubrey la estaba llevando sola y también la había remangado tanto que ya parecía una falda corta.

La vista de ambos era de por si desagradable, pero empeoraba por el hecho de que ambos estaban caminando tomados de la mano y pegando sus cuerpos lo más posible, como si fuesen una pareja de amantes bastante cariñosos.

- Bueno, esto no es algo que se vea todos los días… Gracias a los dioses - Dijo Lawrence sorprendido y un poco asqueado cuando notó a esos dos.

- Salve, nobles señores. - Los saludó Bryan con tono burlón: - ¿Vienen a disfrutar un tiempo compartido? -

En cuanto vieron a Bryan, las expresiones de ambos se distorsionaron debido al violento enfrentamiento tanto del miedo como del odio que luchaba en sus corazones.

- ¡Eres tú! ¡¿Qué fue lo que nos has hecho, maldito necromante?! ¡Tiene que ser obra tuya! - Gritó Aubrey finalmente.

Cameron también abrió la boca para insultar a Bryan, pero algo lo interrumpió y repentinamente comenzó a sudar profusamente mientras que su cara se ponía colorada, sus ojos se desenfocaban y respiraba con dificultad. Casi al mismo tiempo todo el cuerpo de Aubrey palideció, sus dientes castañearon y sus labios se tornaron morados.

Entonces Cameron se quitó su abrigo de forma apresurada, revelando que también estaba llevando una túnica muy ligera debajo de esta. El Barón le entregó la pesada prenda al Archimago, quien procedió a cubrirse con ella a toda prisa en medio de un ataque de escalofríos.

Entonces volvieron a estrechar sus manos y pegar sus cuerpos.

Maldición de Fuego y Hielo, una técnica de la Magia Demoníaca que tenía el efecto de provocar a intervalos una sensación de calor y de frío intensos en el interior del cuerpo de sus víctimas. Bryan aprovechó para ejecutarla en el Gremio Mercante de Bootz, cuando ambos estaban distraídos porque en ese momento no podía matarlos, pero de todos modos quería que pagasen por la osadía de intentar atacar a su mujer.

Lamentablemente el efecto no era permanente, pero si bastante duradero y los torturaría a ambos durante un buen tiempo. Además, como su Magia Demoníaca no era de esta dimensión, les costaría mucho tiempo desarrollar un contra hechizo a no ser que un Gran Mago estuviese dispuesto a ayudarles y no parecían haber tenido mucho éxito encontrado a uno de esos.

Personalmente Bryan preferiría algo más doloroso, pero la vergüenza que ambos tendrían que experimentar sería un buen premio de consolación por el momento. Porque de hecho la mejor forma de luchar de algún modo contra esta maldición era que ambos estuviesen todo el tiempo juntos, preferiblemente desnudos y abrazados en una bañera. Seguramente estos dos habían venido al Jardín de las Delicias para hacer precisamente eso, porque en el Burdel sus ridículas acciones pasarían un poco desapercibidas.

- Bryan ¿conoces a estos payasos? - Preguntó Lawrence confundido, pues no los había reconocido con esa grotesca apariencia.

- Si y tú también, son nada menos que el Gran Señor Cameron y el Maestro Aubrey. - Respondió Bryan mirando a ambos como si fueran un chiste.

Por un instante la mirada de Lawrence se llenó de ira hacia ambos, pues también estaba deseando hacerlos sufrir por intentar secuestrar a Phoebe. Pero al verlos hacer el ridículo de ese modo, gran parte de su odio se vio satisfecho y no pudo evitar soltar una carcajada.

- Nobles señores, entiendo que la amistad entre aristócratas es una virtud, pero creo que lo están llevando un poco lejos. - Burló Lawrence: - Si sienten tanta lujuria por alguien del mismo sexo, por lo menos cómprense un buen esclavo eunuco para desahogarse o pregunten si en el Jardín de las Delicias tienen un servicio para personas como ustedes. ¡Aquí afuera están provocando escándalo! -

Cameron y Aubrey miraron con odio a Lawrence, pero por el rabillo del ojo podían ver como a cierta distancia sus guardaespaldas llevaban sus manos a la empuñadura de sus armas. Y en ese momento el Archimago no se sentía muy dispuesto a iniciar un conflicto.

- Maldito seas Bryan, juró que me vengaré por esto. - Gruñó Aubrey mirándolo miserablemente y quizá habría continuado, pero en ese momento la Maldición entró en acción. Así que ambos comenzaron a intercambiar prendas nuevamente.

- Me encantaría seguir hablando con ustedes, pero tengo que cosas que hacer. Estimado Lawrence, agradezco el ofrecimiento, pero las chicas tendrán que esperar a otro día. La mera visión de este par arruinó cualquier deseo en mi interior, así que me retiro. - Dijo Bryan a Lawrence e ignorando la mirada iracunda de Aubrey y Cameron.

Normalmente actuaría de un modo precavido ante la presencia de un Archimago, pero la Magia Espacial requería mucha concentración y en ese momento Aubrey no estaba en condiciones de ser su oponente. Tampoco podía matar a ambos ahí mismo, porque aceleraría demasiado el conflicto con Tiberio Claudio.

- Si, te entiendo. Yo también quiero despedirme ahora mismo solamente para no tener que verlos. - Le respondió Lawrence mirando a ese par: - Reunámonos cuando regreses. -

- ¡Espera! ¡Quítanos este hechizo y te prometo que no buscaremos venganza! - Dijo Aubrey a toda prisa y sin apenas conservar aliento.

- Bueno, déjame pensarlo. - Contestó Bryan deteniéndose tan sólo un segundo antes de decir: - Eh… No. -

- ¡Espera! ¡Te pagaré lo que quieras! - Propuso Cameron desesperado.

- Yo pagaría lo que sea para que se quedaran así. - Le dijo Bryan en respuesta: - Nos vemos, Lawrence. Mejor no te juntes con esta chusma. -

Y sin esperar respuesta, Bryan se marchó a toda prisa y tomó un carruaje que lo llevó a una de las entradas secretas hacia la Sede del Manto Oscuro. Una vez ahí, solicitó provisiones, equipos, armas y una armadura nueva, que le proporcionaron de inmediato. Cuando lo tuvo todo listo, se dirigió hacia una de las muchas matrices de transporte.

Como miembro de la Luna Oscura, Bryan tenía permiso para utilizar gratuitamente todas las matrices oficiales, pero el Manto Oscuro tenía las suyas y estaban muy bien escondidas. Esto resultaba excelente para Bryan, que siempre prefería guardar el incógnito cuando le era posible.

*****

El ambiente realmente ha cambiado.” Pensó Bryan contemplando la Ciudad de Valen desde la distancia.

Había aparecido en el mismo granero desde donde una vez Chéster y él mismo partieron para reunirse con Emily. En cuanto estuvo lo bastante lejos, Bryan comenzó a volar a toda prisa, pero no se acercó a la ciudad porque no quería ser detectado como un intruso por los Jinetes de los Grifos.

Sin embargo, con sus ojos sobrehumanos podía ver que la ciudad todavía no se recuperaba por completo de la violencia que había sufrido por la ira de Odón Ascher, aunque por lo menos las personas se movían tranquilamente, con la seguridad de quien sabe que el orden social ha sido restaurado. Esto era lo que Bryan apreciaba: La capacidad de la humanidad para recuperarse de las tragedias.

Después de reflexionar y permitirse unos minutos de descanso para comer un trozo de pan y beber un trago de vino, Bryan volvió a volar en dirección a la Cordillera de Kerlan y desde ahí partió hacia el Valle del Sol.

Volando, el recorrido le tomó 2 días en total. Pero finalmente llegó a las montañas circundantes del Asentamiento, entonces descendió para hacer el resto del recorrido a pie.

Lamentablemente el entorno había cambiado por la llegada de la primavera y comenzó a oscurecer sin que encontrase claramente el camino hacia la base de los Cancerberos. Acababa de encontrarse con un barraco y estaba a punto de volver a elevarse para orientarse, cuando le pareció escuchar el sonido de una respiración. Poco después confirmó que había personas escondidas entre las rocas por encima suyo.

Entonces se escuchó el silbar de unas flechas, pero para representar un peligro los tiradores tendrían que haber estado por lo menos a cincuenta pasos de Bryan y eso era prácticamente imposible con sus habilidades. En este caso ni siquiera necesitó invocar a sus Espectros Oscuros para esquivarlas con un movimiento desinteresado.

- Muy bien, ¿Quién tiene las pelotas? - Preguntó Bryan en voz alta.

Desde las alturas al menos treinta bandidos emergieron de distintos escondites bien direccionados. Todos ellos estaban bien armados e incluso llevaban armaduras ligeras, aunque de distinta calidad. Por sus posturas se notaba que estaban acostumbrados a pelear y la frialdad en sus miradas daba fe de que eran peligrosos.

En muy poco tiempo descendieron por las montañas, rodeando a Bryan de tal modo, que frente a él tenía una gran de arqueros apuntándole y detrás suyo el barranco.

- El que tiene bolas eres tú, por haberte atrevido a caminar por mi territorio sin consentimiento. Aunque no las tendrás por mucho tiempo si cometes un error ahora. - Dijo una voz melodiosa.

Sorprendentemente una mujer vestida con una ajustada armadura de cuero ennegrecido emergió de entre los bandidos, hablando como si fuese su jefa. Tenía un cabello de color rojo intenso y una contextura bastante delgada, que inmediatamente hacía que uno se preguntase cómo era posible que alguien con una contextura tan frágil podría ser la acompañante de unos bandidos y mucho menos su líder. Pero quizá se podría explicar si es que había Magia de por medio, pues hasta las mujeres debían entrenar su físico para dominar el Aura de Batalla. El problema era que en su delgada cintura cargaba un par de armas que se veían bastante pesadas hasta para un hombre robusto, aunque era difícil identificarlas porque estaban cubiertas por unas largas telas.

- Asumo que tú eres Janet, ¿verdad? Por lo menos no conozco a otra lideresa de bandidos en los alrededores. - Dijo Bryan tranquilamente mientras levantaba ambas manos con un gesto conciliador: - No tengo problemas contigo y simplemente estoy aquí porque me perdí un poco. Si me dejas continuar mi camino en paz, no volverás a verme por aquí. -

La Bandida Janet

- Bonitas palabras. - Contestó la bandida Janet mirándolo con desprecio: - ¿Pero acaso crees que estás en posición de negociar? ¡Vas a decirme quién eres y qué estás haciendo aquí ahora mismo o haré que lo grites después sobre en una mesa de torturas! -

Los hombres de Janet tensaron las cuerdas de sus arcos en ese momento, reforzando la amenaza de su líder.

Toda cortesía, real o fingida, desapareció de la expresión de Bryan en ese momento, realmente no le gustaba que lo amenazaran así de buenas a primeras y menos aun cuando realmente no había hecho nada para merecerlo. Los territorios en el Valle del Sol fuera del asentamiento estaban bien definidos hasta hacía muy poco y la Pandilla de Janet tenía casi ninguno. No era extraño que poca gente estuviese informada de que ellos habían conquistado nuevo territorio, sobre todo los viajeros. Pero aun así esta insolente lo estaba tratando como si fuese un prisionero de guerra.

- ¡Vaya! ¡Vaya! Señorita Janet. - Respondió Bryan poniendo énfasis en la palabra “señorita” de forma despectiva: - Esas declaraciones suyas serían más intimidantes si usted fuera… bueno, intimidante. Por suerte para usted, a mí no me gusta matar si realmente no tengo un motivo, así que le voy a dar la oportunidad para que finjas que nunca me has visto y desaparezcas de aquí junto con la chusma que te sigue a todas partes. -

Los ojos de Janet relampaguearon de ira al escuchar las palabras de Bryan, la cual era compartida por el resto de los bandidos.

- En cambio yo he matado a menos insolentes, puto bastardo. - Dijo Janet con una voz cruel y ordenó: - ¡Disparen! -

- Escudo de Hueso. -

Los hombres inmediatamente tensaron sus arcos, apuntaron y soltaron sus saetas mortales. Pero una coraza ósea similar a un caparazón se había materializado en frente de Bryan y ningún tiro pudo alcanzarlo. No es que lo necesitase, porque podría haber volado por encima de ellos. Lo que ocurría era que no deseaba revelarles esa habilidad todavía.

Justamente necesitaba probar mi nuevo estilo de combate en combinación con la necromancia… ¡Y unas cobayas maravillosas se han ofrecido como voluntarios!” Pensó Bryan sonriendo con crueldad y luego exclamó: - No se preocupen, he decido no matarlos… al menos en un principio. -

Nota del Traductor

Hola a todos, soy acabcor de Perú. Es miércoles 31 de agosto del 2022 y nuestra vida continúa a pesar de tener a un analfabeto funcional corrupto, traidor e ilegítimo de izquierda como presidente y destruyendo nuestra nación. Por fortuna el 80 % de nuestra economía es informal, así que no puede arruinarla completamente, aunque lo está intentando.

Bueno en este capítulo aproveché para arreglar un problema que me molestaba bastante en cuanto al sentido de la historia. Y es que, en el original, Bryan no hace nada concreto en contra del Decano Deo ni se preocupa el autor de decirnos si alguien (Dean Emma) hizo algo al respecto. También sucede que a Bryan se le da por irse al Valle del Sol durante 3 días sin explicación, olvidándose por completo que se supone que debe proteger a Lawrence.

La primera parte del capítulo está inspirada en uno de los episodios de la serie Shark, donde un fiscal de distrito realiza una amenaza, aunque el contexto es diferente. El resto fue improvisado y aproveché para darle una buena excusa a Bryan para poder irse recurriendo al código secreto de los antiguos romanos que ya había utilizado anteriormente. También aproveché esto para hacer que Bryan lamente no ir con Phoebe y Fanny de inmediato. Y es que en el original el tiempo ocurre de modo diferente, no hay entrenamiento y no han pasado ni siquiera 24 horas.

En el original los bandidos detectan a Bryan desde que se acerca volando y aun así intentan emboscarlo, lo cual parece ser un poco extraño porque entonces ¿por qué piensan que pueden con él? ¿acaso volar no es la marca registrada de los Archimagos? Además, en el original los bandidos son 100, pero ese número me parecía demasiado elevado para creer que realmente podrían emboscar efectivamente a alguien.

Naturalmente, también cambié todos los diálogos por unos menos infantiles.

Pero déjame saber tu opinión: ¿Qué te pareció el capítulo? ¿Te gustó el intercambio entre Deo y el Cuestor? ¿Te pareció bueno volver a sacar lo del código? ¿Qué tal los diálogos entre Bryan y Janet? ¿Qué te pareció el destino de Cameron y Aubrey?

Si te gustó este capítulo por favor dejen su opinión en los comentarios, como siempre quiero agradecer a Gabriel Morffes por ser el Beta Teaster del capítulo y Franco Herrera por sus consejos. Pueden ayudarme compartiendo esta historia con más personas, señalando cualquier error ortográfico y con donaciones a través de mi cuenta Patreon.

Nos vemos en el siguiente capítulo.