297 El Batallón Sagrado

La Mina de Mithril, que alguna vez fue derrumbada por el poder del Zombi de Tierra había sido reabierta por los mercenarios de Sorin con gran esfuerzo, sobre todo teniendo en cuenta que la mayoría de hombres trabajando en ella no tenían experiencia cavando túneles. Pero lenta e inexorablemente habían estado despejando los obstáculos de piedras y rocas para abrir las galerías en busca del preciado metal. Afortunadamente, estos trabajos los dirigía Falce Segador y no la Banda de Drakar, que eran los descubridores originales, de otro modo se habrían extrañado de no encontrar hasta ahora ninguno de los sacos de mineral ya excavado.

Sorin había ordenado reconstruir la empalizada de madera que originalmente rodeaba le entrada, pero el trabajo se hizo de un modo tan apresurado que los resultados fueron paupérrimos y el muro apenas servía para delimitar el área donde comenzaban las operaciones mineras, ocultándola de la vista. En cambio, la principal defensa consistía en varias decenas de pequeños campamentos de mercenarios repartidos alrededor de la montaña como si fuesen los nidos de una bandada de pájaros en primavera.

Los más grandes eran principalmente los de Falce Segador y la Tribu de Katar, el resto pertenecía a varios grupos de mercenarios más pequeños o incluso algunos bandidos, todos atraídos por la promesa de oro y cuotas de poder. Únicamente la Casa de Menlo, que tantas perdidas había sufrido en el anterior conflicto, siendo que desde un principio no eran un grupo particularmente numeroso, brillaba ahora por su ausencia.

La gran mayoría de tiendas estaban ocupadas por muchos grupos de mercenarios independientes, con distintas características y habilidades. Algunos tenían alrededor de diez personas, otros podían llegar a tener entre setenta o hasta ochenta miembros, pero ninguno superaba el centenar. Se les había dejado posicionar su campamento como quisiesen, siempre y cuando tuviesen en cuenta la vigilancia de la montaña, así que era muy difícil reconocer quién pertenecía a qué facción.

El ánimo de estos mercenarios era bastante incómodo en el mejor de los casos. Les ofrecieron una buena cantidad de dinero para unirse a la Triple Alianza de Falce Segador, la Tribu de Katar y la Casa de Menlo contra la Banda de Drakar. ¿Tres contra uno? Parecía una buena oportunidad de ganar dinero e incluso podrían terminar haciéndole favores a estos grupos más grandes, que luego podrían cobrar. O quizá incluso les permitirían unirse a ellos si mostraban un buen desempeño.

Tales ilusiones se formaban en su imaginación.

Pero desde el primer momento comenzaron sus decepciones, porque el primer día descubrieron que faltaba la Casa de Menlo. Además, aunque el pago era bueno, nadie había considerado para nada la línea de suministros, así que ellos tenían que financiarse la comida, lo cual naturalmente reducía sus ganancias. Sin embargo, lo peor era la decepción de conocer a estos grandes grupos, a quienes originalmente admiraban en cierta medida, solo para descubrir que los rumores más negativos sobre ellos eran ciertos.

Y es que convivir con Falce Segador y la Tribu de Katar se hacía más insoportable cada día.

El silencio era el bien más escaso en estos campamentos y la causa principal era la Tribu de Katar. Porque para poder recuperarse de las pérdidas sufridas, tuvieron que aceptar a más desterrados de los pueblos bárbaros que consiguieron llegar por esos lares. Gracias a esto incrementaron su número, pero a cambio perdieron todo rastro o ilusión de ser un grupo disciplinado. Actualmente eran una banda desorganizada en donde las rencillas estallaban a cada momento y constantemente se peleaban por cualquier motivo, salvo cuando la codicia o la necesidad los motivaban a unirse brevemente.

Y el centro de esta alianza era Falce Segador, pero un Falce Segador que era una sombra de lo que alguna vez fue. Esto era en parte por las pérdidas de valiosos miembros, pero también porque nunca había sido más evidente el papel que el difunto abuelo de Sorin jugaba en el éxito de su nieto, no solamente financiando sus actividades, sino proveyéndoles de toda clase de comodidades a las que se habían acostumbrado.

Pero la situación había cambiado. Ahora el Templo de Idramón trataba a Falce Segador como si fueran un grupo de sirvientes o lacayos de clase baja. Ni siquiera respetaban al propio Sorin, quien había sido educado por ellos, pues lo consideraban un fracasado y además un motivo de vergüenza. Y es que por más que fuesen radicales en su forma de hacer las cosas, en el Templo de Idramón se consideraban a sí mismos como los protectores de la justicia divina, de modo que veían con mucho desagrado a un personaje que se comportaba de la manera en que generalmente lo hacía Sorin, quien encima de todo era un bastardo y un motivo de vergüenza para sus altos mandos. A fin de cuentas, un mal necesario, por más necesario que fuese, seguía siendo un mal. Todavía lo apoyaban de forma nominal por su linaje, pero ahora su actitud era más bien la de “recuperar lo que habían invertido”.

Irónicamente, los más afortunados eran ahora los miembros más débiles que anteriormente eran considerados como simples reemplazos. Y es que, debido precisamente a que no eran importantes, nadie esperaba nada de ellos. Así que podían renunciar sin problemas porque al Templo de Idramón no le interesaba si estaban ahí o no. Pero en cambio los miembros más antiguos y poderosos del grupo estaban bien documentados y durante años habían recibido equipamientos de lujo (para alguien en el Valle del Sol), recursos o dinero… que ahora el Templo de Idramón consideraba un préstamo.

Y si se les ocurría escapar, los perseguirían para cobrarse esa deuda.

Naturalmente en estas condiciones el Templo de Idramón ya ni se molestaba en pretender que les importaba ni la opinión de Sorin ni mucho menos la de sus mercenarios. Solamente enviaban mensajes escritos con las órdenes que debían cumplir y no se molestaban en explicar sus motivos. La situación era tan desventajosa que ni siquiera recibían amenazas, porque no era necesario: Todo lo que tenía que hacer el Templo de Idramón para aplastar a Falce Segador era cortarle el financiamiento y luego anunciar que ya no los patrocinaban, dejándolos a merced de sus enemigos. ¿Cuánto tiempo podrían mantener la alianza con la Casa de Menlo y la Tribu de Katar si no tenían dinero para comprarlos? ¿Cuánto tiempo resistirían los ataques de Dalibor si sus mercenarios desertaban por falta de pagos? ¿Cómo evitarían que Trunks los cazase uno por uno como si fuesen ganado? Falce Segador alguna vez había sido un grupo con fuertes lazos de camaradería, pero Sorín lo convirtió en un lugar donde lo único que los mantenía unidos era el interés y el miedo.

Y cada día que pasaba imperaba más el segundo que el primero.

Así pues, en Falce Segador estaban bastante malhumorados y proyectaban su estado de ánimo a todos sus aliados más pequeños, con quienes siempre se mostraban hoscos o irritables.

Probablemente algunos grupos de mercenarios habrían decidido aceptar las pérdidas y abandonar la Triple Alianza solo para librarse de tener que seguir soportando este clima tan irritante, de no ser porque temían las represalias. Y es que Dalibor, aunque astuto, no tenía talento como político. Si tan solo el Berserker hubiese anunciado que perdonaría a todos aquellos que abandonasen a Sorin, seguramente habría conseguido que el número de sus enemigos se redujese, pero en su locura homicida el líder de la Banda de Drakar anunció que se dedicaría a vengarse meticulosa y dolorosamente de todos aquellos que no se hubiesen rendido a la primera, como un auténtico tirano haría.

El atardecer estaba terminando y los últimos rayos del sol desaparecieron detrás de los cerros, bajando la temperatura de los alrededores. Los mercenarios de la Triple Alianza se prepararon para asumir sus puestos de vigilancia, aunque no estaban tan preocupados porque se sabían bastante numerosos.

También estaban en un terreno que les ofrecía una gran ventaja. Porque antes de que todos los Magos de Tierra fueran reclutados para trabajar en la Mina, Falce Segador insistió que usaran magia para bloquear con rocas casi todas las rutas de acceso. Aún era posible llegar volando o en grupos pequeños, pero la cantidad de personas necesarias para poder tomar la mina por asalto era de varios cientos, y la única forma de que un número tan grande llegase hasta los campamentos era un desfiladero que se abría paso entre las colinas rocosas.

A esta hora del día las sombras que se proyectaban desde las estribaciones se alargaban bastante, pero en esta ocasión lo hicieron más que de costumbre. Sin embargo, este fenómeno ocurrió de un modo tan sutil y paulatino, que ninguno de los vigías se dio cuenta de que la negrura de esta oscuridad era demasiado intensa para ser natural. Uno solamente podía suspirar admirado del increíble control que tenía el Gran Mago Egon para dominar su elemento y así ocultar perfectamente, con esta ilusión suya, a los innumerables puntos de luz incandescentes de las antorchas portadas por los mercenarios de la facción de Dalibor.

Marchando a la luz de las antorchas

Mientras avanzaba por tierra, liderando la marcha de sus hombres, el Berserker no dejaba de mirar nervioso hacia arriba, donde ese terrible anciano levitaba a diez metros por encima de su cabeza, arrastrando consigo a esta sombra gigantesca que los cubría. A pesar de esta grandiosa hazaña y despliegue de poder, Dalibor no se sentía confiado sino todo lo contrario, porque todavía había una parte suya que estaba reprochándole interiormente por la locura de haber sellado un pacto con el Culto de Caelos. Constantemente se repetía a si mismo que no tenía más opción, pues sus enemigos eran muchos al final de cuentas. E incluso si ganaba esta guerra su Banda de Drakar quedaría tan debilitada que sería imposible mantener el liderazgo en el Valle del Sol. Eventualmente moriría, ya fuese porque sus enemigos lo matasen o porque algún advenedizo que ambicionase la posición de su grupo mercenario aprovechase para apuñalarlo por la espalda.

No tenía opción. Era eso o morir.

Continuó diciendo esas palabras en su mente innumerables veces después de esa reunión en que prometió entregarle la Mina de Mithril a Egon a cambio de su ayuda.

Sin embargo, había algo tan repulsivo en el brillo de los ojos de ese Gran Mago, que helaba la sangre de Dalibor. Y tan solo una breve sonrisa en la comisura de los labios de ese terrible anciano bastaba para hacerle sospechar que, aun peleando a su lado, le esperaba un destino mucho peor que la muerte si prolongaba su alianza con él.

- jefe… ¿Quién es ese Mago? ¡Es demasiado poderoso para ser alguien normal! - Preguntó Blaz nervioso mientras marchaba a su lado.

Dalibor no le había contado nada a su segundo al mando, pero incluso el obtuso capitán se daba cuenta de que algo raro sucedía con ese siniestro personaje.

Pero era demasiado tarde. Ya no podía volver atrás.

- ¡Guarda silencio y avanza! - Ordenó Dalibor sin mirarlo.

No había luna ni estrellas cuando los mercenarios de Drakar y sus aliados llegaron finalmente al pie de la montaña y comenzaron a subir. Las huestes avanzaron en silencio serpeando por la cañada, confiando en que nadie los vería, hasta llegar a menos de diez metros de los primeros campamentos enemigos. Fue recién entonces cuando estallaron los primeros resplandores de alarmas mágicas y se escucharon gritos en lo alto.

- ¡Es ahora! ¡Ni siquiera nos esperaban! - Gritó Dalibor eufórico porque vio que había llegado hasta ese punto sin sufrir la terrible lluvia de saetas o conjuros ofensivos que tanto temía: - ¡Maten a mis enemigos y les juro que habrá grandes recompensas! ¡Compartiré con todos ustedes el gobierno del Valle del Sol! -

Los alaridos y feroces gritos de guerra de los mercenarios encontraron su eco entre las rocas y casi diez mil hombres se lanzaron a la carga de forma apresurada.

Al mismo tiempo los vigías de la triple alianza también daban la alarma: - ¡El enemigo está ya sobre nosotros! ¡¿Cómo llegaron sin que nadie los viese?! -

­- ¡Deténganlos! - Ordenó Sorin mientras preparaba su magia en frente de todos para animarlos con su poder de Archimago: - ¡Cuando Drakar caiga todos nosotros seremos los únicos amos del Valle del Sol! -

De inmediato comenzaron a silbar las flechas de los defensores, pero en su mayoría caían sobre las piedras restallando y chisporroteando. Solo algunas encontraban un blanco.

El motivo era de nuevo Egon. El Gran Mago estaba escondido tras una barrera de invisibilidad, pero levantó una mano al cielo y este se convirtió en un espeso manto de negrura que hacía casi imposible ver un objetivo a más de cinco metros de distancia.

La fuerza comandada por Dalibor vaciló un momento al recibir la primera oleada de flechas, pero inmediatamente recuperaron el brío y se lanzaron al ataque salvajemente. Espadas resonaron, los escudos soltaron astillas, las lanzas golpearon y los hombres soltaron gritos de dolor. De vez en cuando la oscuridad se interrumpía con el resplandor de Auras de Batalla o Conjuros de Fuego, Agua o Relámpagos que eran disparados desde ambos bandos, aunque ninguno conseguía causar daños decisivos en ninguno de los dos grupos.

El Capitán Blaz avanzó blandiendo su enorme mandoble flamígero y varias extremidades de enemigos que fueron demasiado lentos para esquivar acabaron cercenadas con cada golpe, consiguiendo así que una gran cantidad de sus hombres ganasen terreno. Pero inmediatamente eran obligados a retroceder por las bolas de fuego de Igor, que parecía estar aprovechando la ocasión para reducir su estrés disparando su magia a diestra y siniestra. Un poco más renuente era el Archimago Dolón, que luego de perder una extremidad y reconectarla parecía tener problemas controlando su magia de relámpago y se limitaba arrojar sus ataques solamente cuando era necesario, siempre desde la seguridad de unas rocas que usaba como cobertura.

Por su parte la Tribu de Katar se lanzaba al combate de forma frenética y sus integrantes causaron graves daños inicialmente, porque corrían cuesta abajo con la fuerza de gravedad de su lado, a la vez que blandían sus espadas largas o hachas de guerra alocadamente, como si estuviesen poseídos por demonios sanguinarios. Lamentablemente su ventaja no duró mucho y muy pronto pagaron su osadía cuando los mercenarios de Dalibor comenzaron a esperarlos con sus lanzas en ristre, provocando una gran mortandad entre ellos, sobre todo en aquellos que no peleaban usando armadura.

A veces, los mercenarios contratados por Drakar vacilaban y emprendían la fuga. Pero los gritos del Berserker eran tan atronadoramente intimidantes, sobre todo cuando despedazaba con su hacha de guerra a cualquier enemigo que se le ponía en frente, que motivaba a sus aliados a volver a la carga. Así, dispersándose y atacando de nuevo cada vez, fueron avanzando como una marea creciente que en cada ocasión se detenía en un punto más elevado.

Bueno, es evidente quién está ganando esto.” Pensó Bryan que observaba todo desde un escondite cuidadosamente escogido.

La primera vez que vio pelear a los mercenarios por esta mina, la noche en que mató a Costel y usó Resurrección de Cadáveres, Bryan pensó que era un combate bastante encarnizado y hasta admirable. Ahora sin embargo se sentía decepcionado e incluso parecía incapaz de reprimir una mueca de desdén al observar la forma en que Dalibor y Sorin atacaban o defendían respectivamente sus posiciones.

El motivo era el tiempo que había pasado en las Legiones. Incluso en las Tropas Auxiliares existía un gran sentido de disciplina que caracterizaba a un ejército profesional, algo que los mercenarios no conocían. Es cierto que tenían mucha experiencia peleando, pero no podían aprovechar sus números apropiadamente, todo era confuso, todo era caótico. Los diversos grupos combatían como querían, siguiendo el objetivo general de su propio bando: Defender la posición o atacar la posición.

Pero no había una táctica bien definida.

Ahora bien, las Legiones de Itálica también enfatizaban mucho el hecho de que sus manípulos funcionasen de forma independiente cuando era necesario. Los Tribunos Militares e incluso los Centuriones podían dar órdenes en pleno campo de batalla para cambiar la dirección de su propia sección a fin de adaptarse a las diversas circunstancias inesperadas del campo de batalla, ya fuese un ataque sorpresa, un terreno accidentado, un cambio climático repentino, etc. Pero siempre era parte de un movimiento táctico bien pensado y sobre todo preparado.

En cambio, estos mercenarios parecían… penosos, esa era la palabra que Bryan pensaba al ver su forma de pelear. Eran buenos combatientes individuales, pero su ineficiencia parecía manifiesta. Lo cierto era que la magia de Egon había sido un factor decisivo para que el grupo de Dalibor estuviese ganando ahora, pues el ocultamiento les permitió subir un buen trecho de la montaña antes de ser detectados. De otro modo el cansancio de apresurarse cuesta arriba, sumado a los efectos de las flechas o los conjuros de los magos, habrían provocado daños bastante cuantiosos en ese grupo que se movía de un modo tan improvisado.

Son una chusma patética.” Pensó Bryan suspirando: “Pero Dalibor está ganando esta partida gracias al apoyo de Egon. Nadie puede hacer nada para detenerlo porque ningún mago aquí es lo bastante poderoso como para ver a través de su camuflaje.

Me da asco solo pensarlo, pero quizá tenga que ayudar un poco a Sorin solamente para prolongar el conflicto. Aunque eso sería mi último recurso.

Naturalmente le hubiese encantado ir directamente a la Mina, pero sus Espectros Oscuros ya le habían revelado que estaba llena de muchos hombres trabajando para expandir los túneles sellados, incluidos muchos magos. Además, había una especie de habitación cerca de la entrada que estaba rodeada por una barrera mágica bastante poderosa, tanto que sus criaturas no podían entrar para ver lo que había en el interior.

Era muy peligroso arriesgarse a ir en ese momento, porque podrían descubrirlo. Y para esta misión era muy importante que nadie supiese nunca que estuvo ahí.

Mientras tanto en el campo de batalla el Gran Mago Egon, que vigilaba todo desde la altura, pareció decidir que el camuflaje de su oscuridad sobre los hombres de Dalibor ya no era necesario y canceló su magia. Ahora las nubes se dispersaban rápidamente y la luna declinaba clara y luminosa.

Pero la luz trajo pocas esperanzas para los miembros de la Triple Alianza. Las fuerzas de Dalibor, antes que disminuir, parecían incrementarse por momentos; ya que nuevos refuerzos de rezagados le llegaban desde el asentamiento en el Valle del Sol y subían la montaña. En cada campamento estaban combatiendo hombres de ambos bandos que luchaban con uñas y dientes por cada centímetro de terreno. A los pies de la montaña, los cadáveres y los despojos se apilaban como pedruscos en una tormenta; este lúgubre montículo crecía y crecía, pero el enemigo no cejaba.

Los hombres de Falce Segador empezaban a sentirse fatigados. Habían agotado todas las flechas y arrojado todas las jabalinas; las espadas estaban melladas y los escudos hendidos. Tres veces Sorin e Igor combinaron fuerzas con conjuros devastadores, que consiguieron darle tiempo a su grupo para reorganizarse y recuperar fuerzas. Tres veces consiguieron rechazar cuesta abajo a los hombres de Drakar.

De pronto un clamor llegó desde atrás, desde lo alto de la montaña. Un grupo de mercenarios que seguían a Dalibor se habían escabullido como ratas entre las sombras. Allí, al amparo de los peñascos, habían esperado a que el ataque creciera y que la mayoría de los defensores estuviese en lo alto. En ese momento cayeron sobre ellos para comenzar a desatar una carnicería.

El ataque fue tan feroz como súbito y los hombres de la Triple Alianza que vigilaban esa sección perdieron terreno. Arrinconados en los angostos desfiladeros de la garganta, todos fueron muertos o cayeron aullando al precipicio frente a esta fuerza oculta de la Banda de Drakar, que los obligó a retroceder hacia la empalizada de madera.

Sorin se dio cuenta de que la situación era desesperada y maldijo mientras desataba de golpe todo su poder. Después comenzó a arrojar conjuros ofensivos contra esta fuerza enemiga, uno tras otro sin detenerse, como si supiese que su vida dependía de ello. Las explosiones que provocó fueron tan terribles que asustaron a los asaltantes y los hicieron correr montaña abajo.

Sin embargo, Dalibor no pensaba dejar que su enemigo recuperase terreno justo cuando estaba ganando, así que activó su Transformación Berserker y todos sus tatuajes comenzaron a brillar intensamente, mientras que su masa muscular se incrementaba para darle el aspecto del terrible coloso. Entonces la bestia se abrió paso blandiendo su hacha de guerra, directamente contra el mago de la luz.

Cuando Sorin vio que Dalibor avanzaba, buscándolo y cortando cabezas como un monstruo espantoso que no podía ser detenido, le entró el pánico y desató una ráfaga de conjuros ofensivos con tal fuerza, que deslumbró a casi todos los combatientes, aliados o enemigos por igual. Hubo un estallido atronador, una brusca llamarada y humo. La pelea tuvo que detenerse forzosamente hasta que los ojos de todos se recuperaron.

Todos menos Dalibor.

Gracias a su regeneración el Berserker siguió avanzando inexorablemente. Incluso sus aliados se hicieron a un lado rápidamente, pues sabían que en ese estado su líder era poseído por una sed de sangre tan intensa como para matar incluso a sus aliados, si estos cometían la imprudencia de interponerse en su camino.

Mas cuando parecía que la batalla se decidiría, un resplandor distinto iluminó la oscuridad y un golpe de energía impactó directamente contra el pecho del Berserker. Naturalmente su transformación lo salvo de sufrir daños, pero la fuerza de este ataque lo obligó a retroceder varios metros.

Se hizo el silencio mientras los mercenarios se separaban y miraban hacia la entrada de la mina, que era desde donde había salido ese misterioso resplandor. Y ahí vieron a cien individuos organizados en cinco filas de veinte hombres, que los observaban desde lo alto.

Cada uno de ellos llevaba una armadura resplandeciente de color blanco, pero que relucía con un misterioso brillo dorado. Este resplandor no era Aura de Batalla sino algo más. Algo desconocido. Misterioso. Pero definitivamente peligroso.

Los guerreros llevaban un gran escudo ovalado del mismo color y su arma principal era una lanza. Lo que más se destacaba de ellos eran los cascos, que parecían hechos de una sólida placa de metal que cubría casi todo su rostro e incluso la nariz, dejando ver únicamente sus ojos. Y encima todos lucían un hermoso penacho de crin de caballo que los hacía verse mucho más altos de lo que ya de por sí eran.

Frente a estos misteriosos guerreros había una mujer. Nadie podía ver sus facciones, porque también estaba llevando una armadura como los hombres, pero por la contextura de su cuerpo parecía una mujer. Sin embargo, estaba un poco adelantada al resto, como si no fuese parte de la unidad.

El Batallón Sagrado del Templo de Idramón

Dejando de lado sus particularidades, estos hombres armados eran una visión imponente y aterradora. Incluso Dalibor en su forma de monstruo se detuvo, como si instintivamente no supiese que hacer.

Entonces uno de ellos, que se encontraba en el extremo izquierdo de la formación y lucía un penacho trasversal, levantó su lanza y golpeó su propio escudo, desatando un sonido tan atronador que parecía imposible, y que hizo temblar a todos los que lo escucharon. La mujer se hizo entonces a un lado, dejando claro que el hombre en la formación era el comandante de la unidad, y ella en su lugar se arrodilló mientras recitaba unas oraciones, como si fuese algún tipo de sacerdotisa.

Un instante después, todos esos hombres trabaron sus escudos para formar una formidable pared y comenzaron a avanzar al unísono. Pie izquierdo, pie derecho, pie izquierdo, respirando después de dos pasos y dando un fuerte pisotón con el derecho. La forma en que se movían era absolutamente anormal, perfectamente sincronizada, como si no fuesen humanos sino máquinas hechas de carne, metal y madera. Era evidente además que tenían un gran poder, pues la tierra se estremecía conforme avanzaban, al igual que se incrementaba el misterioso resplandor dorado que los cubría.

- El Batallón Sagrado. - Susurró Bryan abriendo los ojos admirado.

Hace un momento despreciaba la forma caótica en que los mercenarios hacían las cosas por haber pasado tiempo en la legión, ahora la situación era como el día y la noche. Esos hombres que avanzaban, pese a que apenas superaban el ciento, parecían mucho más profesionales que los mejores Legionarios que hubiese visto. La forma en que se movían era el crisol de cualquier marcha militar.

Con hombres así bajo mi mando, podría conquistar el universo.” Pensó Bryan para sí mismo casi sin darse cuenta.

Dalibor, aun en su forma de Berserker, soltó un aullido terrible y se abalanzó él sólo contra ellos. Aparentemente había decidido aprovechar su invencibilidad temporal para romper las líneas de estos misteriosos atacantes antes de que consiguiesen llegar hasta sus hombres, levantando así la moral perdida.

Lejos de asustarse por el gigante bestial que se aproximaba, el Batallón Sagrado simplemente siguió avanzando sin mostrar ánimo de detenerse y ni siquiera blandieron las lanzas. El Berserker llegó frente a ellos y arrojó un terrible golpe contra el primer hombre que tuvo delante, pero no solamente fue incapaz de dañar su escudo…. ¡Ni siquiera lo hizo detenerse! Únicamente le arrancó al metal un sonido similar al de una campana muy grave.

Antes de que el Berserker pudiese hacer algo más, tres lanzas perfectamente sincronizadas emergieron por encima de los escudos y golpearon con tal fuerza, que Dalibor hubiese muerto seguramente de no ser por su transformación. El Berserker retrocedió de un salto, pero incluso en ese momento todos podían ver los agujeros que las armas de esos hombres le habían abierto limpiamente en el cuerpo de su líder, los cuales no estaban sanando con la misma velocidad de siempre, como si algún poder desconocido quisiese que se mantuviesen abiertas.

El Batallón Sagrado continuó su avance inexorablemente, igual que si fuesen una rueda de fuego trayendo la mismísima fuerza del destino. Al verlos avanzar contra ellos, varios mercenarios que habían venido a apoyar a Drakar negaron con la cabeza al mismo tiempo y dieron media vuelta para escaparse. Otros trataron de atacar, pero fueron completamente masacrados con absurda facilidad, como si estuviesen atacando una aplanadora industrial en lugar de una formación enemiga.

Cuando es imposible atacar de frente como en este caso, lo correcto sería tratar de rodear su Falange por la espalda, ya que es demasiado pequeña. Pero el terreno no permite que muchos hombres puedan moverse salvo por sinuosos senderos entre las rocas, así que en este caso es perfecto para un grupo tan pequeño.” Se dijo Bryan concentrado en lo que sus Espectros Oscuros le transmitían.

Algunos grupos de mercenarios intentaron lo mismo que Bryan acababa de pensar e hicieron esfuerzos por rodear al Batallón Sagrado, pero el terreno no se los permitió y los pocos que consiguieron acercarse sin resbalar montaña abajo quedaron completamente expuestos a las ráfagas de energía que expulsaban las lanzas cubiertas de Aura de Batalla. Porque cada vez que alguno de ellos golpeaba con su arma, la fuerza de su impacto no se limitaba únicamente a la punta, sino que se proyectaba varios metros en forma de rayos de luz difuminados pero letales, que seguían la línea del asta.

Además, los mercenarios eran guerreros bastante diversos, con distintas especialidades. Eso les daba más posibilidades para maniobrar, pero solo era posible si tenían un comandante muy hábil controlando distintas unidades, además del espacio y la distancia necesarias para aprovechar la superioridad numérica. Algo que ese terreno no les ofrecía. De modo que, tras sufrir cuantiosas bajas, los mercenarios aliados que todavía se mantenían firmes comenzaron a escapar.

Para entonces la Transformación Berserker de Dalibor se había terminado, pero igual trató de comandar a tres batallones de sus mejores guerreros y los dirigió contra el Batallón Sagrado. Naturalmente estos hombres estaban mucho mejor armados, tenían varios Veteranos e incluso un par de Maestros de Espada junto con un Archimago de Fuego. Pero ni el Aura de Batalla ni los conjuros ofensivos pudieron hacer nada frente a ese muro que avanzaba y ni siquiera pudieron ganar un palmo de terreno.

Sin embargo, sabían que tenían la mirada de todos en el Valle del Sol puestos en ellos y se estaban jugando su prestigio, así que continuaron combatiendo en lugar de abandonar como los otros mercenarios. De ese modo la Banda de Drakar siguió estrellándose contra esos escudos que no se detenían, mientras los cadáveres de sus compañeros se amontonaban a sus pies luego de ser atravesados por las lanzas. Dalibor volvió a intentar una segunda Transformación Berserker que no consiguió un mejor resultado y apenas alcanzó a escapar unos segundos antes de perder su curación sobrenatural.

Después de muchos intentos fallidos, Dalibor ordenó la retirada muy a pesar suyo, pues tenía miedo de perder de golpe a casi todos sus mejores guerreros si se empecinaba en tratar de quebrar a la Falange del Batallón Sagrado, quienes por su parte continuaron avanzando a su ritmo, sin prisas o deseo de perseguir a los que escapaban. En su mente esto era lo más natural. Ellos avanzaban y sus enemigos siempre morían. No tenía sentido acelerar lo que era inevitable.

Al final los hombres de Dalibor llegaron casi hasta el pie de la montaña, expulsados de forma humillante. El Batallón Sagrado se detuvo en ese momento. Ni siquiera habían recorrido la mitad del camino entre la entrada de la mina y la base, pero sabían que el combate estaba ganado, así que no había necesidad de continuar avanzando.

Quienes no se contuvieron fueron los de la Tribu de Katar y soltaron alaridos de guerra mientras corrían montaña abajo. Sabían que, al darles la espalda, los enemigos se volvían fáciles de matar y así tendrían en sus manos un suculento botín en armas y armaduras de calidad.

Mientras tanto, en lo alto de la montaña, los hombres de la Triple Alianza soltaban gritos de júbilo y celebraciones. Estaban eufóricos al ver como sus enemigos eran barridos por estos misteriosos guerreros. Daba igual que no supieran quiénes eran.

También los que antes habían dudado de Falce Segador ahora se reprendían sus recelos y levantaban sus armas en dirección hacia Sorin, queriendo congraciarse con él. Pero, aunque por fuera parecía estar tranquilo, lo último que quería el Archimago era sonreír, pues sabía el precio que tendría que pagar pronto.

Y es que la máxima entre todas las humillaciones que tuvo que soportar últimamente llegó unos días atrás, cuando la Asesina Elfa Miriel se presentó frente a él para darle instrucciones.

Hasta ese día Sorin seguía pensando ingenuamente que todavía podía contar con esta mujer que era su prometida, según los deseos de su difunto abuelo. Él por su parte siempre la había despreciado porque era mucho mayor que él y sabía que ya había tenido hijos con bastantes hombres, así que no deseaba ser uno más. Pero ahora que se encontraba en una situación tan desesperada estaba listo para tragarse su orgullo y acceder a casarse con Miriel con tal de tener incluso el más mínimo apoyo.

Sin embargo, la Asesina ni siquiera lo dejó hablar e inmediatamente anunció en frente de todos que ahora ella sería la encargada de trasmitir la voluntad del Templo de Idramón a Falce Segador y esperaba que todos cumplieran con sus órdenes. A Miriel le daba igual cómo lo hiciesen, pero tenían que lograr los objetivos o atenerse a las consecuencias.

Sólo con esa introducción Sorin entendió que cualquier consideración de esa elfa hacia su persona había muerto junto con su abuelo, así que no dijo nada, pero uno de sus compañeros fue lo bastante estúpido como para preguntarle a Miriel el por qué mangoneaba de ese modo a su futuro esposo.

Miriel simplemente sonrió con desdén y le respondió al mercenario sin siquiera mirar una vez al Archimago: - Hace una semana me casé con un reproductor mucho más valioso que tu pequeño jefe, quien solo valía como vínculo para emparentar con su familia. -

¿Existía algo más humillante para un comandante que ser despreciado en frente de todos sus hombres por la misma mujer que una vez rechazó? Unas horas después Sorin asesinó brutalmente al estúpido que abrió la boca para preguntar, pero en ese momento tuvo que morderse la lengua, apretar los puños y tragarse el orgullo mientras escuchaba a Miriel explicarle que llegarían algunos hombres del Batallón Sagrado.

Estos guerreros, puntualizó la elfa, no estaban ahí para ayudarlo o seguir ninguna de sus órdenes, sino para vigilarlo y asegurarse de que no arruinase con su incompetencia toda la operación de extracción de Mithril. Si el Batallón Sagrado intervenía, eso significaba que Sorin había fracasado frente a sus ojos, así que saldrían a limpiar su desastre.

Eso era todo.

Y luego serían castigados.

Sorin sabía esto, igual que sus hombres de mayor confianza. Pero no podía permitir que su reputación descendiese todavía más frente a los mercenarios de la Triple Alianza, así que saludó agitando la mano y aceptando los aplausos junto con los gritos de alegría, aunque si no fuese de noche quizá alguno podría haber notado la mirada muerta del Archimago.

Al mismo tiempo Dalibor estaba al límite de su ingenio y de sus fuerzas. Todavía le quedaba una última Transformación Berserker, pero sabía que no le serviría de nada. Estuvo tan cerca de la victoria, pero ahora esos monstruos vestidos de blanco que salieron de la nada arrasaron a sus mejores hombres y ahora la mayoría de sus aliados estaba escapando o a punto de hacerlo. Para empeorar las cosas, los codiciosos bárbaros de la Tribu de Katar ya habían rebasado la posición del Batallón Sagrado y estaban a punto de caerles encima, provocando una terrible devastación entre sus aliados.

Cuando el amanecer llegase, su Banda de Drakar perdería todo su prestigio y seguramente dejarían de ser uno de los cuatro poderes en el Valle del sol.

- ¡Maestro Egon! - Gritó desesperado: - ¡Te daré lo que quieras si destruyes a mis enemigos ahora! -

Escondido en el cielo, el Gran Mago Egon sonrió. Pensaba intervenir de todos modos, pero intencionalmente se mantuvo en silencio porque quería ver a Dalibor desesperado. Si bien era cierto que solo le interesaba la Mina de Mithril, no había motivos para dejar de incrementar la influencia del Culto de Caelos en el Valle del Sol, ganando así ojos y oídos permanentes en ese lugar en que Bryan, el objetivo más valioso para sus planes, necesariamente tenía que frecuentar para vigilar su Taberna Maldita.

De modo que sonrió y activó un conjuro que daba una señal.

Entonces todos los mercenarios de Dalibor, que en ese momento estaban escapando, se detuvieron de golpe cuando vieron que el desfiladero por el que llegaron repentinamente estaba bloqueado por un grupo de figuras oscuras que se aproximaban tan silenciosos como fantasmas.

Habían obedecido la oscura voluntad de los Dioses del Caos por cientos de años.

Tenían ojos tan negros como la noche.

Dientes afilados como los colmillos de un reptil.

Completamente desalmados y desprovistos de cualquier bondad.

La fuerza más letal entre todos los ejércitos del mal y guerreros de élite del Culto de Caelos.

Los Sardukar habían llegado.

Guerrero Sardukar

Nota del Traductor

Hola amigos, soy acabcor de Perú. Hoy es miércoles 28 de junio del 2023.

Bueno, este capítulo fue un poco corto principalmente por el estilo de narración, pero eso ayudó bastante a que pudiese establecer mejor los conceptos del Batallón Sagrado y su invencible falange. Sus poderes todavía no están del todo claros, pero creo que fue una buena primera introducción. Y si pudiera describirlos sería usando las palabras “Lanceros de Energía”. ¿Qué les parece?

Mi intensión era que se notase la diferencia entre una fuerza de élite y unos mercenarios desorganizados. Ahora, tampoco quiero decir que los mercenarios sean generalmente débiles, de hecho, en tiempos antiguos eran una fuerza muy superior en calidad debido a que los ejércitos de muchos pueblos no eran de profesionales sino de conscriptos o voluntarios. Pero en este caso se trata de mercenarios del Valle del Sol, que se especializan más en misiones de escolta que en luchas armadas contra ejércitos. Por eso tiene sentido que ni Dalibor ni Sorin conozcan suficiente de las tácticas militares avanzadas.

También quería dejar una muestra de lo importante que un mago poderoso como Egon puede ser a la hora de influenciar el resultado de un combate, en este caso el Gran Mago pudo ocultar un batallón completo, algo bastante impresionante. No solamente hablamos de las luces, sino de los sonidos y las formas.

Otro tema particular era demostrar como elegir el camino de la traición no sale a cuenta. Sorin básicamente es humillado en casi todas las formas y su destino se ve funesto. Espero que les haya divertido.

Pero déjame saber tu opinión en los comentarios: ¿Te gustó el capítulo? ¿Cuál fu tu parte favorita? ¿Qué te pareció el desempeño del Batallón Sagrado? ¿Te gustó cómo se desarrollaron los eventos?

Si deseas colaborar con esta historia por favor usa los enlaces de mi cuenta Patreon, porque cada centavo de dólar me ayuda bastante. También puede señalar cualquier error ortográfico o de concepto que se me haya podido pasar. Y por supuesto te agradeceré mucho si compartes esta historia con tus amigos, en redes sociales, en fin, con todas las personas posibles para incrementar el número de lectores.

¡Nos vemos en el siguiente capítulo!