324 Ambos con sus respectivos problemas

Era bien entrada la noche ese mismo día.

Bryan se encontraba en una de las torres de la Fortaleza de Valderán, contemplando desde las almenas la sombra de aquella cordillera formidable en donde se alzaban las ciudades estado más poderosas, con ejércitos profesionales de hoplitas que se habían especializado en defender aquel territorio y que, en el mejor de los casos, lo doblaban en número. Sí, esas poderosas ciudades que en cualquier momento podrían decidir invadir la provincia que le asignó el Senado de Itálica para defenderla… usando a los mismos hombres que aquel día habían escapado como pollos aterrorizados frente a un miserable grupo de tres mil bandidos.

Detrás suyo había un brasero de metal, que los legionarios encargados de vigilar esa posición habían encendido para calentarse durante su guardia nocturna. Afortunadamente todos ellos se marcharon rápidamente en cuanto el Procónsul llegó, pues la inteligencia les alcanzó para leer en su sombrío semblante que en ese momento lo único apropiado era escapar de su presencia. Si hubiesen abierto la boca para decir algo, Bryan probablemente los habría arrojado por la cornisa hacia una muerte segura, igual que con los veinte desgraciados que esa misma tarde ordenó ejecutar por su cobardía. Bueno, no sucedió así exactamente: Primero los decapitó y luego arrojó sus cuerpos al otro lado del muro usando las catapultas. Era un final dramático en exceso, pero Bryan no tenía opción. Ellos fueron los primeros Principiantes que retrocedieron sin permiso debido al miedo y esto al final llevó al encontronazo de los Manípulos que provocó tanto caos y desorden, así que los utilizó para dar el ejemplo.

Y ahora sus cadáveres estaban pudriéndose en el foso.

Si, había dado ejemplo con aquellos hombres, aunque eso todavía era insuficiente. De eso Bryan estaba muy seguro y nada le hubiese gustado más que desatar una auténtica carnicería con los cobardes. Pero todavía tenía muy pocos soldados. Demasiado pocos. Por eso no podía diezmarlos como le habría encantado hacer. Pero saber esto no hacía mucho para mejorar su estado de ánimo, tanto era así que ni siquiera podía sentir el calor del carbón ardiendo a sus espaldas.

Bryan meditabundo

Entonces escuchó unos pasos aproximándose y no tuvo que volverse para darse cuenta de que se trataba de una de las poquísimas personas que podían acercársele en aquellas circunstancias.

Se trataba de Druso, su Tribuno y amigo, trayendo consigo una jarra con vino y dos vasos previamente llenos.

Le extendió uno de ellos.

Bryan soltó un fuerte suspiro y se giró para recibir el vino. Después procedió a beberse todo el contenido del vaso de una sola vez. Era una conducta inapropiada para un Procónsul, pero en ese momento se encontraban los dos solos. Y aunque hubiese testigos, Bryan no estaba de humor para guardar las apariencias. Por eso extendió sin vacilar el vaso vacío para que su amigo le sirviese más y se lo volvió a tomar del mismo modo. Luego, como estaba deseoso de emborracharse, se concentró en reprimir a la Esencia Mágica para que por lo menos no eliminase de inmediato los efectos del alcohol.

- ¿Cómo estás, Druso? - Preguntó por fin.

- Bastante bien, apenas me hirieron. - Respondió Druso sacudiéndose el polvo que todavía tenía en la armadura y le ofreció la jarra: - ¿Te sirvo otro? -

- Gracias. -

Esta vez Bryan se tomó un poco de tiempo de modo que los dos amigos pudieron beber juntos en silencio, mientras contemplaban el cielo nocturno.

- ¿En qué pensabas? - Preguntó Druso.

- En realidad estaba bastante desconcentrado. - Respondió Bryan sin mirarlo y fijando sus ojos en la silueta de la cordillera. Permaneció así bastante tiempo hasta que por fin comenzó a hablar: - ¿Sabes algo? Durante buena parte de mi vida he tenido que caminar casi al filo de la navaja, luchando con todas mis fuerzas en un mundo donde el más mínimo error significaba una muerte espantosa. Me vendieron como esclavo cuando era muy niño y darlo todo era la única opción para poder ganarme una oportunidad de ser libre o por lo menos de volverme más importante que un maldito caballo. -

- Ya veo. - Respondió Druso, pero no dijo nada más.

- Viví tanto tiempo al límite que se volvió algo así como mi estado natural. - Continuó Bryan tras beber otro sorbo: - Y conseguí grandes cosas, muchas más de las que ni yo mismo podría haber esperado.

Naturalmente no fue solo eso, porque tuve mucha ayuda: Mi profesora, mi amante, mi socia, mis amigos y estoy seguro de que también los dioses tuvieron mucho que ver.

Pero no deja de ser cierto que me acostumbré a luchar hasta que se me quebrasen los huesos, a llevar mis tendones al límite y forzar al máximo cada uno de mis músculos. Exprimí mi cerebro hasta las últimas consecuencias para dominar la magia y aprovechar todas las oportunidades que se presentaron en mi vida. Y me aferré con uñas y dientes a cualquier ventaja sobre la cual pude echar mano. -

- Nadie que te haya visto pelear puede dudar que mereces todos los títulos que tienes y más. - Afirmó Druso.

- Sí, conseguí muchas cosas. - Asintió Bryan: - Pero a pesar de todo el camino que he recorrido, nunca perdí del todo el miedo a la derrota. En realidad, no recuerdo un momento de mi vida en que no haya estado asustado de perder, porque eso significaría el fin de mi vida, de mis oportunidades de ser feliz o peor aún, el sufrimiento de mis seres queridos. El día en que finalmente fuese derrotado de forma abierta e indiscutible frente a todo el mundo me aterrorizaba. - Entonces apoyó los brazos contra la roca de las almenas: - Pero ahora que finalmente ha llegado, no resulta tan terrible como había esperado: la Luna y las estrellas todavía brillan en lo alto. - Miró su vaso vacío: - El vino sigue sabiendo bien. - Con un gesto le pidió a su amigo que le sirviese más y, luego de probar otro sorbo de licor, finalmente terminó de expresar su pensamiento: - La gloria está bien y es buena, pero… estar vivo es suficiente. ¿No lo crees? -

- Bueno, técnicamente no has sufrido ninguna derrota. - Señaló Druso sonriendo: - Me refiero a que, legalmente hablando, esa no era una batalla oficial ya que no se hicieron los rituales religiosos correspondientes y tampoco hubo una declaración de guerra contra esos bandidos. Siendo muy optimistas, podría argumentarse que nos retiramos exitosamente luego de sufrir un asalto desafortunado mientras marchábamos por los territorios que oficialmente están bajo nuestro control… Está bien, admito que estoy estirando demasiado ese optimismo. Pero la situación realmente no es insalvable. -

- Si quieres engañarte a ti mismo está bien, pero por favor no intentes animarme incitándome a pensar como un retrasado mental. El día de hoy veinte mil legionarios del Imperio Itálico escaparon de un modo vergonzoso ante el ataque de tres mil bandidos. Esa es la única verdad. -

- Es cierto, pero como legalmente no era una batalla el senado no tiene pruebas para… -

- ¿De verdad crees que Tiberio Claudio esperará a tener “pruebas”? -

Druso cerró la boca de golpe y se esforzó en buscar algún tipo de argumento con el que pudiese consolar a su amigo. Pero al final no se le ocurrió nada. Lo cierto era que se encontraban en una situación desastrosa y era cuestión de tiempo para que las noticias de lo acontecido llegasen a la capital. Jaime Luccar se aseguraría de ello, porque ese imbécil ya estaba demasiado podrido para que le importase el honor.

Entonces habría reacciones.

- ¿Y si matamos de una vez a esos dos centuriones traidores con la excusa de que escaparon del combate? - Propuso Druso: - Quizá de este modo la noticia no salga de aquí. -

- Fueron muchos los que huyeron. - Respondió Bryan suspirando: - Ya castigamos a los primeros para dar ejemplo, pero no podemos ir más lejos. Si los matamos a todos nos quedaríamos con medio ejército. Teniendo esto en cuenta, si ejecutamos a esos dos, sus seguidores en la VI se preguntarán el por qué solamente los matamos a ellos. ¡No necesito una sublevación en este momento! Además, tampoco tendría caso. Porque estoy seguro de que la noticia se filtrará por algún otro canal que no conozcamos. - Bryan sonrió mientras señalaba levemente hacia las luces del campamento de los soldados: - Estoy seguro de qué hay más de dos ratas escondidas entre toda esta chusma. -

Druso suspiro apesadumbrado, pero sabía bien que su amigo tenía razón esta vez. Así que le volvió a servir otro vaso y juntos siguieron bebiendo durante un buen rato sin decir nada.

- ¿Qué podemos hacer entonces? - Preguntó Druso por fin.

- Lo único que se me ocurre es conseguir algún logro militar importante. Algo tan sorprendente y espectacular, que termine acallando todas las críticas sobre el día de hoy. Tiene que resonar lo bastante fuerte como para que ningún susurro sobre esto llegue a itálica. El problema… Es que no se me ocurre nada. - Admitió Bryan finalmente.

- Entonces… ¿Se terminó? - Preguntó su amigo apesadumbrado.

- Todavía no. - Respondió Bryan entregándole finalmente el vaso: - Todavía tengo algunos trucos bajo la manga y pienso utilizarlos todos antes de darme por vencido. Mientras tanto hagamos que los hombres se ejerciten. Marchas forzadas para todos cada día. -

Druso asintió y se marchó luego de realizar un saludo militar.

Mientras tanto Bryan regresó a su tienda sin prestar mucha atención a las personas en su camino. Una vez ahí se sentó frente a su mesa y comenzó a revisar los rollos de pergamino del Arte de la Guerra de los Asturias, tratando de encontrar en las palabras de aquellos grandes generales alguna salida a su situación actual. Lo cierto era que le había mentido a Druso: No tenía ninguna idea o recurso que pudiese utilizar.

Generalmente en estos casos, dónde su reputación frente al Senado peligraba, lo primero que haría sería pedir el consejo de Emily, que era experta en política. Pero ella no se encontraba aquí, sino en alguna misión desconocida. Y pedirle más ayuda a los Asturias después de todo lo que había recibido del general Aurelio le resultaba impensable.

Teóricamente podría comprar a determinados senadores con su fortuna, pero esto sólo funcionaría si él ya tuviese una posición firme en la política de itálica. De otro modo, nada impediría que ellos recibiesen el dinero y luego simplemente lo traicionasen votando a favor de su destitución. 

Lo cierto era que, a diferencia del mundo en el que originalmente vivía, dónde la cantidad de dinero que poseyese una persona determinaba su lugar en la sociedad; en el Imperio Itálico las cosas eran diferentes, porque para escalar en la sociedad lo más importante era el tipo de actividad que la persona realizase, en conjunto con el grado de dominio que uno llegase a tener sobre otras personas y el número de “familias clientes” que podía controlar.

La Alta Sociedad en Itálica depende de la Ocupación de la persona y del Dominio que esta tenga sobre otros.

Precisamente por esto incluso alguien tan rica como Phoebe, cuyo caudal económico superaba al de algunos miembros de la Alta Aristocracia, no tenía mucha autoridad política ni capacidad para interferir con el gobierno. Y también era por eso que su padre se esforzó mucho para entrenarla como espadachina cuando ella demostró tener talento, porque sabía que en el futuro ese título podía llegar a ser más importante para su hija que ser lideresa del gremio comercial más poderoso de todo el Imperio.

Tampoco es que la riqueza de una persona pudiese ser irrelevante, porque los aristócratas disfrutaban de sus lujos y esto era parte importante de su identidad. Lo que ocurría era que no todas las fortunas eran igual de válidas en la mente de los ciudadanos, ya fuesen Patricios o Plebeyos. Y es que el imperio era una sociedad guerrera, así que el dinero obtenido mediante actividades que no fuesen la conquista militar o el trabajo de la tierra no se consideraban dignas. Por eso era ilegal que alguien se dedicase al comercio y fuese miembro de la aristocracia.

En pocas palabras, mientras que Bryan no asegurase su título como Barón, toda la fortuna que tenía no serviría para influir en el Senado.

Supongo que solamente me queda eso.” Pensó finalmente y susurró: - ¿Estás ahí? No, eso es una pregunta tonta. ¡Claro que estás ahí! ¡Siempre estás ahí! Yo necesito… ayuda. ¿Por favor? Mira, si quieres que me ponga de rodillas lo haré. Pero por favor respóndeme. -

Después de decir eso se dirigió a la cama y cerró los ojos hasta que se quedó dormido.

*****

“Bueno, esta vez por lo menos intentaste no ser insolente.” Dijo el niño misterioso sonriendo cuando se encontraron: “Así que lo contaré como un pequeño progreso.”

Nuevamente estaban en el familiar espacio de neblina.

“Por favor, necesito ayuda…”

“Si, esa parte me quedó bien clara.” Respondió el niño con un ligero rastro de ironía y añadió ya sin sonreír: “Lo que todavía no entiendo es el motivo por el cual tendría que ayudarte. Esta es tu guerra y realmente no existe razón para que yo intervenga”

“¡Me has ayudado muchas veces!”

“Si… Pero ¿acaso eso me obliga a ayudarte ahora?” Preguntó el niño mirando a un costado: “Además, no quiero que te acostumbres a depender de mí. Primero porque de ese modo crecerás para ser más fuerte. Y segundo porque, si te doy demasiadas claves, llegará un momento en que te convencerás de que yo estoy controlando tu futuro.”

“¡Vamos! ¡Por lo menos señálame la dirección correcta!” Insistió Bryan y se arrodilló: “¡Te haré una reverencia si es lo que hace falta!”

“¿Por qué estás tan desesperado?” Preguntó el niño mirándolo con curiosidad.

“¡Tú sabes por qué!”

“Claro que lo sé…” Dijo el niño con una expresión de materia de hecho: “¿Pero tú lo sabes? ¿Te has dado cuenta del motivo por el cual te has desesperado?”

“¡Obviamente…!”

“Te estoy diciendo esto porque no lo sabes.” Lo interrumpió el niño poniendo los ojos en blanco: “Crees que lo sabes, pero eso no es lo mismo que saberlo.” Soltó un suspiro y comenzó a explicarle: “Nuevamente estas asumiendo que debes controlarlo todo. ¡Cómo si pudieses hacerlo!” Hizo una pausa antes de continuar: “Recuerda todo lo que has aprendido hasta ahora y comienza a aplicarlo.”

“Entiendo que quieres enseñarme algo.” Asintió Bryan: “Pero de verdad necesito saber lo que debo hacer ahora. Cuando Tiberio Claudio sepa lo que ha pasado…”

“Estás tan concentrado en el próximo movimiento de tus enemigos en tierras lejanas que no estás viendo lo que ocurre justo delante de tus ojos.” Insistió el niño: “Piensa en todo lo que has vivido. ¡Tú sabes que es precisamente en estos momentos cuando no debes apresurar las cosas!

“¡Pero…!”

“¡Cálmate!” Repitió el niño levantando un dedo: “Si lo haces te darás cuenta de que ahora mismo estás en el mejor lugar. El lugar correcto. No necesitas preocuparte por Tiberio Claudio en este momento porque muy pronto…”

Repentinamente la expresión del niño se volvió severa y dejó de hablar. Algo había llamado su atención. Bryan jamás lo había visto de este modo. Y aunque no sabía lo que sucedía, de algún modo el hecho de que el niño estuviese preocupado provocaba un intenso escalofrío en su interior.

“¡Maldita sea!” Susurró el niño sin mirarlo y sus ojos relampaguearon: “¡¿Acaso no hay fin para tu arrogancia?!”

Bryan siguió la mirada del niño y se dio cuenta de que una inmensa figura oscura se estaba aproximando a la distancia. No sabía de qué se trataba porque la neblina bloqueaba su vista, pero parecía estar compuesta por miles de formas diversas que se retorcían demasiado sobre sí mismas, como si fuesen los tentáculos enloquecidos de un cefalópodo gigantesco o el nido de serpientes en la cabellera de una gorgona colosal.

De inmediato Bryan se sintió enfermo, mareado y sobre todo asqueado, hasta un punto en que hubiese vomitado todo lo que tenía en el estómago de no ser porque en aquel momento era básicamente un cuerpo espiritual.

Más cuando por fin estaba a punto de distinguir un poco la silueta de aquella entidad, la mano del niño apareció frente a sus ojos, bloqueando su visión.

“No lo veas, aún no estás listo.” Le advirtió el niño seriamente.

“¡¿Qué cosa es eso?!” Preguntó Bryan genuinamente asustado.

“Algo que no estás listo para ver.” Volvió a enfatizar el niño: “Todavía eres demasiado pequeño ¡Si lo ves directamente lo mejor que te podría pasar es que murieses!” Y añadió rápidamente mientras lo sujetaba por las mejillas para obligarlo a mirar en la dirección contraria y sonrió con picardía: “Esto en cierto modo te conviene o por lo menos es ilustrativo. ¿Ves ahora que otros tenemos problemas mucho más grandes que los tuyos? ¿No te tranquiliza un poco saberlo?”

Bryan no sabía muy bien que responder, sobre todo porque la presencia que se aproximaba estaba sacudiendo todo su ser con un terror helado que se incrementaba por momentos, como si succionase todo el calor de la creación.

“Descuida, yo me encargaré de este estúpido.” Dijo el niño obligándolo a mirarlo a los ojos para que no prestase atención a la oscuridad: “Tú recuerda quedarte en donde estás, piensa en tus opciones tranquilamente y no te preocupes por el Senado. Hay otras piezas en movimiento. Pronto ocurrirá un estruendo demasiado llamativo como para que alguien en Itálica te preste atención durante los próximos tres meses.

¡Tienes todo ese tiempo para conseguir una hazaña que les cierre la boca a todos tus enemigos! ¡Ahora, vete ya!”

Tras decir eso el niño lo empujó con fuerza en el pecho. Entonces Bryan sintió que salía volando a toda prisa. Apenas consiguió ver como el niño se volvía para hacer frente a aquella oscuridad que parecía hacerse más grande por momentos y se extendía como si quisiese devorarlo. Aun así, el niño permaneció firme, sin dejar ver el más leve signo de temor o incertidumbre.

El niño enfrentaba a la criatura sin el menor signo de temor...

Pero ahora Bryan sentía que caía sin control, alejándose más rápido de lo que su mente podía procesar hasta que finalmente se rindió a la inconsciencia.

*****

Cuando abrió los ojos, Bryan descubrió que estaba echado en su cama y que su cuerpo estaba lleno de un sudor frío. Esto seguramente sería el miedo que aquella entidad le había provocado. Pero a pesar de esto lo primero que hizo fue cerrar los ojos para intentar volver a dormirse y de algún modo comunicarse nuevamente con el niño. Sin embargo, todos sus esfuerzos resultaron inútiles y no volvió a encontrarse en aquel espacio de neblina, ni aquella noche ni la siguiente.

Viendo que no podía hacer nada al respecto, Bryan decidió que su mejor opción por el momento era concentrarse en el problema que tenía por delante. Y desde entonces se quedó gran parte del tiempo encerrado en su tienda, dejando el entrenamiento de los legionarios a sus Tribunos, mientras dedicaba toda su atención a decidir su siguiente paso.

Así fue como comenzó una extraña faceta en la vida de Bryan como comandante militar, donde la mayor parte del tiempo se la pasaba encerrado en su tienda, estudiando atentamente los mapas de la región y leyendo el Arte de la Guerra de la familia Asturias, sin casi hacer acto de presencia o dirigirse a sus hombres.

Poco después comenzaron a llegar extraños mensajeros de diversa índole y clase social, qué sorprendentemente habían sido capaces de recorrer a salvo la distancia entre la ciudad de Odisea y la fortaleza de Valderán sin ser notados por los bandidos que ahora, envalentonados por haber conseguido que las legiones escaparan, se dedicaban a saquear la región con un brío renovado.

Y pese a saber todo esto, Bryan seguía completamente concentrado y casi sin dejarse ver. Afortunadamente sus tribunos eran llamados de vez en cuando para las reuniones semanales en la que presentaban sus informes sobre el estado del ejército y en algunas ocasiones el Procónsul decidía comer junto con las tropas, siempre en un silencio meditabundo, pero de ese modo todos podían ver que todavía estaba vivo y saludable.

Otra cosa que llamó mucho la atención ante todos, y que decepcionó en gran medida a los centuriones Jaime Luccar y César Germánico, fue que la temida respuesta del Senado de Itálica por causa de su vergonzosa retirada ante los bandidos jamás llegó. Casi nadie podía entender esto y algunos incluso tenían miedo de que alguna terrible catástrofe hubiese ocurrido en la capital, donde todos tenían familiares y amigos. ¿De qué otro modo podría explicarse que no hubiese llegado una comitiva exigiendo la destitución de Bryan?

Un mes después recibieron una noticia que respondió todas sus dudas. Se trataba del belicoso primer príncipe imperial, Lucio Augusto Máximo, quien aparentemente había provocado un terrible escándalo de tal magnitud, que una comitiva de senadores del más alto calibre, entre los que se encontraba el mismísimo Gran Duque Tiberio Claudio, tuvo que partir para tratar de solucionar aquel enredo.

Los detalles todavía no estaban claros, pero aparentemente el príncipe había partido con un ejército para subyugar a una población fronteriza, solo que esta envió un mensaje de rendición incondicional al Senado de Itálica en cuanto se enteraron de esto y estos votaron por aceptar dicha rendición. La Paz había sido legalizada, así que Lucio ya no tenía motivos para estar ahí y el Emperador ordenó su regreso. Aun así, contraviniendo todas las leyes reconocidas por las naciones, el príncipe había lanzado a sus ejércitos contra las poblaciones vecinas al pueblo ya mencionado.

El escándalo radicaba en que ninguna de esas poblaciones había tenido conflicto alguno con el Imperio Itálico. Y lo peor de todo era que Lucio Augusto lo había hecho con la excusa de “pacificar” la región.

Desde la era del emperador Marco Augusto Asturias, el Imperio Itálico siempre se había asegurado de nunca comenzar una guerra sin tener primero un casus belli, una excusa legítima para pelear. Y cuando no la tenían, se aseguraban de inventarse una que por lo menos pareciese creíble. Todo para mantener la ilusión de que ellos siempre libraban guerras justas. Era un asunto religioso del más alto grado de honor y prestigio.

Ahora, por culpa de Lucio, la credibilidad del imperio en aquella región estaba por los suelos y también lo estaba su imagen ante los ojos del continente Vathýs. El pueblo que ya se había rendido nuevamente estaba tomando las armas y lo peor de todo era que tenían toda la razón del mundo para hacerlo. Porque ¿quién podría confiar en un imperio donde el principal heredero al trono se comportaba como un animal salvaje?

Demás estaba decir que el emperador estaba furioso y esta vez casi nadie en la facción que apoyaba al príncipe Lucio se atrevió a defenderlo abiertamente.

Normalmente Tiberio Claudio, que en apariencia apoyaba al segundo príncipe Antonio, habría estado encantado con este tipo de situación. Pero el problema era demasiado grave y corría el riesgo de convertirse en una auténtica catástrofe diplomática. Ahora el Senado tenía que moverse deprisa sino querían que toda la región se convirtiese en un hervidero incontrolable de revoluciones, que les costaría años o quizá incluso siglos reprimir. Así que el Gran Duque dejó todos los demás asuntos a los segundones de su facción y partió en persona con una comitiva para hacer el control de daño.

Como siempre, el niño misterioso resultó ser buen profeta. En esas circunstancias a nadie le importaba lo que sucediese en la provincia de Valderán y cuando los mensajeros llegaron con el informe, este fue arrojado en el fondo de un viejo arcón bajo otra pila de documentos, el cual acabó guardado en algún almacén dónde nadie se molestaría en revisarlo hasta muchos años después.

*****

Cuando Lisa levantó la tapa de su bandeja, encontró una rata muerta colocada encima de su guiso. Acto seguido, una explosión de risas se abrió paso por encima del ruido del comedor. Poco después, cinco rostros familiares emergieron de la multitud, haciendo desagradables muecas de burla con la boca y cuando Lisa los miró, los aprendices estallaron en carcajadas sin control.

Cuando Lisa levantó la tapa de su bandeja, encontró una rata muerta colocada encima de su guiso...

- Pensamos que te gustaría un poco más de carne en la comida, liberta. - Se burló Filipo Terencio que lideraba el grupo: - Durante tu tiempo como esclava estoy seguro de que comiste cosas como esta. ¡Así que ya estarás acostumbrada! -

Detrás de Filipo había otros dos jóvenes que siempre le habían servido como lacayos. Pero los que se destacaban en el fondo eran dos nuevas incorporaciones al grupo de abusivos de la Facultad Oscura y eran nada menos que sus propios compañeros, Bella y Bach. Eso si es que dicho término todavía aplicaba a aquel par de felones. Para Lisa el más patético de todos era Bach, el mismo que el año anterior se desvivía en intentos de complacerla para ganarse su amor, pero que ahora revelaba su auténtica naturaleza como un hombre patético y desvergonzado, que no dudaba en participar de este estúpido intento de acoso con tal de escalar un poco más en la jerarquía de la Academia.

Como si Filipo realmente fuese a considerarlo uno de sus seguidores de confianza cuando el curso se termine.” Pensaba Lisa mirándolo con desdén: “Espero que al menos no haya dejado que lo obliguen a él a colocar esta rata en mi comida. ¿O quizá lo hizo Bella? Siempre me pareció una puta, pero espero que por lo menos haya un límite a lo que puede rebajarse.

Aunque la situación era intolerable, Lisa no se encontraba demasiado exaltada o preocupada por lo que estaba ocurriendo. En esto consistía precisamente la nueva estrategia de Filipo Terencio: dividir a los nigromantes.

Luego de la reprimenda que sufrió por parte de la Rectora, el Decano Deo había solucionado los problemas con el presupuesto y las instalaciones de los necromantes. Pero inmediatamente después comenzó a animar el que sus alumnos reanudasen el acoso hacia los necromantes, dejándoles en claro qué, siempre y cuando no llevasen las cosas demasiado lejos, el Decano usaría su influencia sobre el personal y los profesores para que sus alumnos pudiesen salirse con la suya. Y nadie encarnaba más este favoritismo que el joven Filipo Terencio, quien era considerado la joya de la Facultad Oscura, así como el principal beneficiario de todos los privilegios que el Decano estaba dispuesto a ofrecer, en un intento rastrero para congraciarse con su familia.

Lo más sorprendente, aunque también muy molesto para Lisa, era que esta vez el joven patricio había demostrado ser mucho más inteligente que en ocasiones anteriores. Y en lugar de meterse con todos los necromantes en su conjunto, eligió concentrar todas sus burlas en el eslabón más débil entre sus miembros. Incluso aceptó en su grupo a los más lameculos y convenidos entre ellos, en este caso Bella y Bach, siempre que como ahora lo ayudasen en sus constantes acosos.

Lisa era muy conocida por su carácter explosivo y en otras circunstancias habrían sido muy pocos los que se atreviesen a fastidiarla. Pero ahora ella no tenía familia y sus mayores protectores no estaban disponibles: Alan de las Égadas enfermó gravemente, algo que Lisa sabía porque pidió un permiso a la Academia para ir a cuidarlo en persona durante su periodo más convaleciente, y sabiendo lo mal que se encontraba, lo último que quería era molestarlo en modo alguno. Por otro lado, su primo Lawrence ahora mismo estaba luchando en tierras lejanas, en donde podía morir si cometía un error, así que Lisa no deseaba ni siquiera importunarlo con una carta.

Y Bryan, el más grande de sus protectores. El corazón todavía le ardía con una mezcla de dolor y ternura cuando pensaba en aquel hombre. Lisa lo conocía muy bien y sabía que, si ella le enviaba una simple nota, Bryan encontraría el modo de regresar a Itálica solamente para protegerla, por más que únicamente la considerase una amiga. Esa era la clase de hombre que era. Una parte suya no deseaba otra cosa que ponerse en contacto con él, pero la herida que sentía al saber que su corazón no le pertenecía todavía estaba demasiado fresca y no se atrevía a hacerlo. Además, la mayoría de los estudiantes estaban convencidos de qué Bryan estaba condenado a fracasar en Valderán y que nunca regresaría con vida de aquel lugar. Así que el miedo que sentían a despertar su ira fue desapareciendo rápidamente y ahora nadie consideraba la posibilidad de que el Ejecutor Necromante regresase para darles su merecido.

Y los sentimientos de Lisa por Bryan planteaban otro problema. Porque si ella hubiese recurrido a la maestra Fanny en el momento en que comenzó el acoso, esos abusivos jamás se habrían atrevido a llegar hasta este punto. Después de todo, la hermosa profesora se había convertido en la única persona que era capaz de enfrentarse sin miedo al Decano Deo cuando se trataba del bienestar de sus estudiantes. En realidad, más de una vez Fanny le dio a entender en sus breves conversaciones qué bastaba una insinuación de Lisa para que ella comenzase los procedimientos disciplinarios necesarios y castigase a Filipo Terencio junto con todo su grupo.

Pero Lisa sentía que la idea de pedirle ayuda a la mujer que era dueña del corazón de Bryan era todavía más intolerable. Después de todo, ella seguía siendo una aristócrata orgullosa: Una cosa era mantener un equilibrio diplomático con la Maestra Fanny, en la que ninguna buscaba un enfrentamiento; pero aceptar su lástima era algo completamente diferente. ¡Lisa jamás le pediría ayuda mientras el asunto con Bryan no se resolviese en su corazón!

Naturalmente, sin el testimonio de la propia víctima, era muy poco lo qué Fanny podía hacer para acusar a quienes molestaban a Lisa. Y es que Filipo Terencio siempre tenía cuidado de que no hubiese profesores cerca cuando realizaba sus ataques, los cuales al principio eran simples chiquilladas que fueron escalando en gravedad cuando el joven se dio cuenta de que Lisa no lo denunciaba.

Ahora mismo Lisa podía oír risitas y comentarios amortiguados en todo el comedor. Pero en contra de lo que muchos esperaban, la joven apenas se inmutó. Y es que las afirmaciones de Filipo Terencio llevaban consigo algo de verdad: el último año había vivido un auténtico infierno y en comparación a eso las estupideces de estos mocosos realmente no podían perturbarla.

Mirando a su alrededor, Lisa consiguió ver por el rabillo del ojo a una figura con túnica negra que apareció por el umbral de la puerta. Se trataba de uno de los profesores de la Facultad Oscura que acababa de llegar y que claramente alcanzó a ver lo que ocurría, pero en cuanto distinguió la figura de Filipo Terencio, se dio la vuelta y se marchó fingiendo que no se dio cuenta de nada.

Así que básicamente no tiene sentido hacer un alboroto.” Decidió Lisa y simplemente colocó la tapa sobre el plato con la rata y se levantó en silencio para irse a los dormitorios.

- Oh, no. Tú no te vas. - Declaró Filipo interponiéndose en su camino: - Una asquerosa liberta simplemente deshonraría los aposentos de los aristócratas. - Señaló hacia uno de los pobres meseros, el cual trataba con todas sus fuerzas de no destacar en medio de aquella situación con la que no quería tener nada que ver: - Puedes quedarte con los sirvientes, en el lugar al que perteneces. Pero, ahora que lo pienso, eso no estaría bien. Incluso los sirvientes son mejores que los simples esclavos. -

- Eso solamente debería decirlo alguien que fuese mejor que un esclavo. - Le contestó Lisa mirándolo burlonamente: - ¿O ya olvidaste como te escondiste de Markas en el Torneo de Invierno? En cambio, Bryan lo derrotó fácilmente. Pero bueno, si algo ha demostrado la familia Terencia últimamente es que lo mejor es dejar que otras personas estén al mando durante los combates. ¿Verdad? -

Todo el comedor se quedó en silencio.

La cara de Filipo Terencio se volvió blanca como un papel y los ojos parecieron inyectados en sangre. Con esa sola frase Lisa le había recordado tanto su vergüenza personal como la que en ese momento estaba sufriendo su familia.

- ¡Cierra la boca, puta! - Espetó Filipo apretando los puños.

- ¡Si, cállate Lisa! - Exclamó Bella tratando de congraciarse: - Aquello fue un accidente inevitable que fue culpa de las tribus traidoras. ¡No te atrevas a mencionarlo! -

- El burro hablando de orejas. - Canturreó Lisa mirando a Bella con desprecio: - Tú no eres nadie para hablar de traiciones ahora, mentecata. -

- ¡Te ordené que te callaras! - Repitió Filipo levantando su mano donde claramente estaba reuniendo magia para atacar.

El comedor se volvió caótico. Demás estaba decir que utilizar la magia sin permiso de los profesores en un lugar como ese era algo terminantemente prohibido. Pero además estaba el hecho de que el estudiante más poderoso de toda la facultad oscura parecía estar a punto de desatar un conjuro ofensivo y esto definitivamente era algo peligroso para cualquiera que se encontrase cerca.

Pero a pesar de saber esto Lisa siguió mirándolo sin siquiera parpadear e incluso dio unos pasos hacia adelante, sin hacer el menor gesto para defenderse. Después de todo, ella ya había experimentado la intención asesina de casi media Legión Grifón en la ciudad de Valen cuando escapaba en la espalda de Bryan e incluso fueron atacados por un caballero que montaba a una de esas bestias. ¿Qué era la ira de un mocoso malcriado como Filipo Terencio en comparación a esto?

¿Quieres atacarme? ¡Adelante! Estoy segura de que por lo menos puedo sobrevivir a cualquier conjuro que estés pensando lanzar en ese estado tan alterado. Pero me gustaría ver cómo te libras de la expulsión luego de atacar a una estudiante mujer en pleno comedor, por más que el estúpido decano te proteja.” Pensaba Lisa.

- ¡¿Acaso estás loco?! ¡Detente ahora! ¡Profesores! ¡Profesores! -

El chillido asustado de otra estudiante rompió el que imperaba en el comedor. Y cuando todos se volvieron a mirar descubrieron que se trataba de Amy y Athena, las amigas de Lisa, que estaban corriendo hacia ella a toda prisa y haciendo un gran escándalo.

La llegada de ambas provocó que Filipo Terencio recuperase la cordura. Entonces el joven canceló su magia y sonrió de forma petulante, como si no hubiese estado hablando en serio y en realidad todo hubiese sido parte de su broma. Aunque muy pocos se lo creyeron. Incluso Bach y Bella detrás suyo lo observaban con ojos asustados.

- ¿Por qué hacen tanto ruido? - Preguntó Filipo: - Solamente estaba bromeando. - Se volvió hacia los necromantes que ahora lo acompañaban: - ¿No es verdad? ¿Bach? ¿Bella? -

- Si… eso es cierto. -

- No era más que una broma. -

Ambos respondieron reprimiendo apenas el temblor en su voz.

- ¡Eso es mentira! ¡Claramente estabas conjurando! - Objetó Athena más furiosa de lo que nunca antes había dejado ver: - Y te advierto ahora que si atacas a Lisa todos los necromantes seremos tus enemigos. - Entonces señaló a Bella y Bach: - Ustedes dos, traidores, será mejor que a partir de ahora duerman con un ojo abierto. - Luego se volvió hacia su amiga: - ¡Vámonos, Lisa! -

La pequeña Amy no dijo nada, pero lejos de mostrar temor su mirada solamente transmitía una fría determinación de atacar a Filipo Terencio, sin importarle el hecho de que ella no tenía oportunidad alguna de derrotarlo. Tal era la solidaridad que tenían estas amigas.

Originalmente todos en el comedor se reían por la ocurrencia de Filipo Terencio y la desgracia de Lisa. Pero la reacción de esas jóvenes provocó que muchos de ellos recuperasen el sentido común, especialmente los hombres, quienes cayeron en cuenta de que habían sido cómplices del comportamiento cobarde de Filipo, el cual había estado a punto de atacar no solamente a una mujer, si no a una que estaba en una terrible posición de desventaja. Esto era un golpe rastrero sin importar cómo lo viesen y al no haber hecho nada para detenerlo, todos ellos estaban quedando como hombres patéticos, sin dignidad u honor.

Naturalmente todos sabían que Filipo Terencio aún seguía protegido por el Decano Deo y no se atrevían a desafiarlo. Pero el ambiente se llenó de una intensa sensación de incomodidad, junto con una hostilidad silenciosa al causante de todo esto. Filipo entonces se dio cuenta de que las emociones a su alrededor estaban en su contra y dejó ir a las muchachas sin decir nada.

Al menos de momento.

*****

Desde aquel día Filipo Terencio cambió nuevamente su estrategia de acoso por un enfoque sutil. En lugar de insultarla directamente, organizaba a los estudiantes que lo seguían para qué realizasen actos que podían confundirse perfectamente con accidentes y solamente le dirigía la palabra a Lisa cuando ésta se encontraba sola en los pasillos o los jardines de la Facultad Oscura.

Cierto día el maestro Gene estaba en un aula preparando una sencilla lección para un grupo de repaso, cuando la puerta se abrió y Lisa entró casi veinte minutos antes de la hora acordada.

- ¿Qué haces aquí tan temprano, Lisa? - Preguntó el profesor alzando las cejas, pero entonces reparó en el estado de su túnica y exclamó: - Oh. ¿Qué ha ocurrido? -

- Filipo. - Respondió Lisa aparentemente sin darle importancia.

- ¿Otra vez? -

- A todas horas. -

Lisa dejó caer su libro de notas encima de la mesa. Emitió un ruido de chapoteo y un pequeño charco de agua comenzó a formarse a su alrededor. Lo abrió y encontró que todos sus apuntes estaban empapados y que la tinta se estaba corriendo, mezclada con el agua. Gimió al darse cuenta de que tendría que volver a escribir absolutamente todo.

En la entrada de la facultad, Bella se había abalanzado sobre ella y consiguió arrojarle un puñado de comida a la cara. Poco después Lisa se acercó a una fuente en el centro del patio con la intención de lavarse, pero al inclinarse sobre la pileta, el agua se había alzado sobre ella, calándola hasta los huesos.

Todo indicaba que Filipo ahora incluso había conseguido reclutar a estudiantes de otras facultades para acosarla.

Lisa maldijo por lo bajo, se dio media vuelta y se encaminó hacia el cuarto trasero de aquella aula que servía como almacén para el personal de mantenimiento. Ahí encontró una vieja camisa y un par de pantalones con los cuales se cambió. Después recogió la túnica empapada, la exprimió lo mejor que pudo y regresó al aula.

- ¿Por qué te cambias aquí en lugar de ir a tu habitación? - Preguntó el Maestro Gene muy nervioso por la posibilidad de que justo alguien pudiese haber entrado al aula en ese momento y confundiese la situación.

 - Porque me están esperando en el camino a mi dormitorio. - Respondió Lisa tajantemente.

- ¿En serio? - Preguntó Gene abriendo los ojos por la sorpresa.

- Hasta ahora ha sido su modus operandi. - Aclaró la joven: - No veo motivo para pensar otra cosa. -

- ¡Debes denunciar esto a los profesores! - Exclamó Gene indignado.

- Acabo de hacerlo. - Respondió Lisa con un cierto tono irónico: - Pero no pareces muy presuroso para hacer algo al respecto, Maestro Gene. -

Las palabras de su estudiante se sintieron como un baldazo de agua helada cayendo sobre la cabeza de Gene. Era la primera vez en mucho tiempo que se sentía tan mal consigo mismo y detestaba su propia cobardía. De forma inconsciente se preguntó qué es lo que habría hecho alguien como Bryan en su lugar, pero cada reacción de aquel joven genio que se imaginaba implicaba un alto grado de osadía de la cual él lamentablemente siempre había carecido. La triste realidad era que el maestro Gene no poseía ningún apellido rimbombante y tampoco tenía familiares lo bastante poderosos como para atreverse a hacer otra cosa que no fuese asentir a todo lo que el Decano Deo dijese.

La Maestra Fanny en cambio era harina de otro costal y además ella tenía una profunda relación con la Rectora Dean Emma. Si el maestro Gene tenía alguna esperanza de reclamar en contra del Decano, sin sufrir luego su inevitable venganza, era exclusivamente porque su hermosa colega era quien tomaba la iniciativa y luego atraía toda la atención sobre ella. Pensando en esto, Gene recordó aquella época en la que estaba perdidamente enamorado y ahora le parecía ridículo. Después de todo, la mayor parte de su tiempo como profesor en la Academia Babilonia se la pasó ocultándose detrás de Fanny cada vez que tenían que enfrentar un problema.

¿Qué mujer querría estar con un hombre así?

Algo del autodesprecio que sentía debió reflejarse en su mirada, porque Lisa suavizó su expresión y añadió: - No se preocupe, Maestro Gene. Esto en realidad no es algo tan grave como parece y realmente no quiero que nadie me ayude. Ya encontraré un modo de resolverlo. -

Ella me está consolando.” Pensó Gene sintiendo un retorcijón en el estómago: “Mi estudiante está sufriendo un acoso constante y yo no me atrevo a hacer nada para defenderla. No hago nada excepto autocompadecerme por mi cobardía, pero Lisa está intentando levantarme el ánimo a mí en lugar de insultarme como merecería.

- Yo soy un mal Maestro. - Admitió Gene finalmente: - No tengo ni el valor ni los medios para atreverme a hacer algo. Pero la Maestra Fanny es diferente. Estoy seguro de que te ayudará si tan solo… -

- De entre todas las personas uno esperaría que fuese usted quién mejor entendiese por qué motivos no puedo pedirle ayuda a la maestra Fanny. - Lo interrumpió Lisa con un tono cortante y dejó de hablar para acomodarse mejor la camisa.

Por su parte el Maestro Gene suspiró y se quedó un momento en silencio, mientras digería todas las emociones que estaba sintiendo. Finalmente dijo: - Lisa, las reglas dicen que debes llevar puesta la túnica todo el tiempo. No puedes ir a clase así. -

- Lo sé, pero de momento no puedo llegar a mi habitación. Tengo que esperar aquí hasta que Amy o Athena vengan para pedirles que… -

- O podrías secar la túnica tú misma. - La interrumpió Gene mientras se levantaba para tomar un cofre de los estantes cercanos, el cual estaba lleno de pergaminos: - La lección de ayer y también la de hoy es el método más seguro para que un mago pueda utilizar poderes pertenecientes a otras ramas elementales diferentes de la suya. - Le extendió uno: - Usa este pergamino de fuego para secar esa prenda mojada. -

Lisa miró el pergamino que el Maestro Gene le extendía con ciertas dudas: - Pero estos pergaminos son bastante caros. Se supone que no debemos utilizarlos a menos… -

- … a menos que te lo ordene un mago. - Finalizó Gene y río entre dientes: - Esa norma es flexible, Lisa. En general se entiende que, si un profesor te ordena practicar lo que te ha enseñado, eres libre de hacerlo fuera de clase salvo que te diga lo contrario. - Puso el pergamino en la palma de la mano de la joven: - Ahora vamos a repasar y de paso secaremos tu túnica. -

La muchacha sonrió y bajó la vista hacia el pergamino mientras lo imbuía con su magia y activaba el encantamiento que contenía. Después lo acercó hacia su túnica y muy pronto el vapor empezó a ascender de la tela como una neblina mientras la atravesaba con un flujo de calor. Cuando la túnica estuvo seca, Lisa dejó a un lado los restos del pergamino que, una vez cumplida su función, comenzaba a descomponerse y regresó al almacén para cambiarse nuevamente.

Mientras tanto el maestro Gene permaneció sentado en su escritorio mientras pensaba. Un par de años atrás jamás habría utilizado uno de aquellos valiosos pergaminos mágicos para secar su propia ropa y menos aún la de un estudiante. Pero quería hacer algo para ayudar a Lisa como su profesor. Cualquier cosa. Y eso fue lo único que se le ocurrió en aquel momento. Era apenas un gesto, pero por lo menos era un inicio.

¿Es así como siempre te has sentido por tus estudiantes, Maestra Fanny?” Pensó Gene soltando un profundo suspiro mientras se llevaba una mano a la frente: “El problema que está enfrentando Lisa es demasiado para un cobarde como yo. Pero sigo siendo su profesor. Seré un profesor mediocre y patético, pero a fin de cuentas soy su profesor. ¡Tiene que haber algo que incluso yo pueda hacer!” Entonces recordó la figura de aquel joven que, pese a tener todo en contra, consiguió graduarse de la Academia Babilonia con grandes honores, obtuvo reconocimientos increíbles e incluso se robó el corazón de la mujer más deseada por todos, incluido él: “Bryan, tú no eras más que el esclavo recadero más miserable e insignificante, pero te convertiste en un coloso al que solo podemos mirar desde abajo. ¿Cómo fue que lo conseguiste exactamente?

En ese momento no lo sabía, pero un gran cambio comenzaba a desarrollarse en el interior de aquel maestro mediocre del cual nadie esperaba nada al principio. Porque en el futuro llegaría a convertirse en un personaje mucho más importante para la educación de los futuros magos de lo que Gene podría haber imaginado en sus fantasías más delirantes.

Lisa en la Academia

Nota del Traductor

Hola amigos, soy acabcor de Perú, es miércoles 10 de Enero del 2024, el calor del verano está castigándonos con todo su poderío, los precios no dejan de subir, estoy luchando por conseguir cualquier trabajo y la economía está en completa recesión gracias a la izquierda… así que, básicamente no ha pasado nada nuevo. (¡Patrocínameeee!)

Voy a empezar con una Nota Histórica/Aclaración de la trama.

Un error que cometen muchos a la hora de realizar comparaciones históricas es juzgar a las personas del pasado utilizando los criterios del presente. Y eso es algo que nunca se debe hacer porque simplemente no tiene sentido.

Las sociedades se desarrollan hacia adelante: Si usamos a una persona normal como analogía, comparar el pasado con el presente es como juzgar a un niño que apenas acaba de aprender matemáticas porque no es capaz de calcular los impuestos como su padre.

Entonces, ¿cómo saber si una sociedad realmente se ha desarrollado para mejor si no podemos compararla con nuestra actual situación?

Bueno, en principio es un poco equivocado (y hasta soberbio) asumir que nuestros tiempos modernos necesariamente son mejores en todos y cada uno de los aspectos al de las sociedades del pasado. Por ejemplo, en la Edad Media existía una especie de sabiduría popular dónde se valoraba mucho el hecho de que los hombres defendiesen a las mujeres y respetasen a los ancianos, algo que, si lo piensan bien es demasiado elemental dado que las mujeres son el elemento fundamental de la sociedad porque producen a los nuevos ciudadanos, y la experiencia de vida de los ancianos es más valiosa que millones de enciclopedias. Sin embargo, en estos últimos años las nuevas generaciones no solamente no valoran la sabiduría de los más viejos, sino que son insolentes con ellos a un grado que a veces es intolerable y no toman en serio sus consejos. Por ese motivo se cometen tantos errores estúpidos.

Y creo que las “Feminazi” se bastan por sí solas para ilustrar todo lo que está mal actualmente en la relación entre hombres y mujeres. Así que lo voy a dejar ahí.

Pero hay muchos aspectos de nuestra sociedad actual que definitivamente son mejores, comenzando por nuestra mayor comprensión de la ciencia de la medicina y las libertades individuales que nuestras sociedades han conseguido. No les quepa duda que, en comparación con un campesino de la Edad Media, nosotros somos mucho más libres para elegir y determinar nuestro destino.

Sin embargo, en su momento el campesino medieval representó una tremenda evolución y desarrollo del estado de la sociedad frente a lo que sucedía anteriormente. Por ejemplo, en el Imperio Romano el lugar de una persona en la sociedad dependía puramente de la dominación y el esclavismo. Uno valía dependiendo del grado de poder que tenía sobre otros y esto se veía reflejado incluso en las familias, donde el patriarca tenía literalmente autoridad para matar a sus hijos si se le daba la gana o de venderlos como esclavos.

Pero en la Edad Media esta situación cambió radicalmente. Los aristócratas tenían autoridad sobre los plebeyos, pero ahora estos señores tenían también responsabilidades con respecto a sus vasallos, principalmente el de protegerlos y garantizar su seguridad. Y aunque los vasallos recibían una serie de obligaciones que debían rendir a su señor, también tenían derecho a exigir por parte de ellos ciertas cosas.

Además, la relación entre un señor y un vasallo era personal. El señor miraba los ojos al vasallo que le estaba jurando lealtad y al mismo tiempo también juraba protegerlo y defenderlo de todas las injusticias. La promesa entre ambos era lo que fundamentaba la relación. Esto era muy diferente de tiempos actuales en los que las relaciones son principalmente contractuales y uno casi nunca conoce la persona o al funcionario público que está contrayendo obligaciones con nosotros.

En ese sentido entonces, la mejor forma de juzgar el pasado es compararlo con tiempos incluso más antiguos, para que así se puede apreciar en su justa medida todo lo bueno y lo malo de aquellos periodos ancestrales.

¿Qué tiene esto que ver con la novela? Bueno, en esta sociedad imaginaria quise crear una especie de mezcla entre la edad antigua de los romanos y la edad media europea. Por eso hago mención a que lo que da autoridad política es la actividad que uno realiza (siendo esto referencia al mundo medieval), pero agregando que el grado de dominación que uno tiene sobre los clientes o familias subsidiarias también es otra parte que importa (siendo esta la referencia a la edad antigua de los romanos). Básicamente eso, perdónenme por poner tanto texto para explicar algo tan simple.

En la sección inicial vemos como el protagonista se encuentra digiriendo tanto a la derrota cómo las posibles consecuencias qué está tendrá en su imaginación. Druso aparece para consolarlo y no tiene mucho éxito a hacerlo. Toda esta escena está basada en fragmentos de la serie Roma de HBO junto con algunos extractos de otras novelas de fantasía. Lo importante es destacar aquí es por un lado la relación de amistad que tienen estos dos personajes y por otro el estado de ánimo de un Bryan bastante atribulado que finalmente no puede evitar compartir un poco de sus auténticas preocupaciones. Aunque al final le miente a su amigo diciéndole que todavía tiene algunos recursos, lo cual no es cierto.

Hay que recordar que el protagonista es un experto sobreviviendo el solo o trabajando con un escuadrón de soldados relativamente pequeño. Pero para solucionar el problema en el que se encuentra, lo que necesitaría es una fuerza política detrás suyo y la única persona que representa eso en su vida es Emily Asturias. Sin embargo, pedirles ayuda es algo que está completamente fuera de cuestión porque se supone que toda su aventura en Valderán es en sí una prueba del general Aurelio hacia él.

Y es precisamente cuando se ve completamente privado de recursos que nuestro protagonista recurre a un poder superior, le ayuda del niño misterioso. Igual que con muchos de nosotros que tenemos que sentirnos acorralados para finalmente rezar.

Pero la respuesta que tiene Dios a nuestras peticiones muchas veces no es exactamente la que nosotros esperamos, aunque siempre es la que es mejor. Esta realidad se ve reflejada un poco en la forma en que El Niño le repite constantemente a Brian que ya está en el mejor lugar donde podría estar y que lo que tiene que hacer ahora no es moverse o ir a un lugar diferente, que es lo que él piensa que es mejor, sino observar.

El encuentro será interrumpido por una criatura extraña que yo he descrito muy brevemente como si fuese una de las edades de terror cósmico de Lovecraft, dando a entender que hay otras entidades importantes y sucesos ocurriendo también en la dimensión del niño.

Un detalle que quiero recalcar es el hecho de que Bryan, a pesar de estar bastante asustado tiene el primer impulso de volver a comunicarse con El Niño. Lo cual ya comienza a dar a entender que la relación entre ambos se ha profundizado bastante.

La parte de Lisa como víctima de los acosos de Filipo Terencio están bastante inspiradas en el personaje llamado Sonea, en una novela de fantasía de Trudi Canavan, aunque con varias modificaciones. Nunca llegué a sufrir acoso escolar, así que me costó imaginar esta parte, pero quería concentrarme principalmente en el desarrollo del carácter de Lisa que ve todos estos eventos muy estresantes para cualquier otra persona como lo que realmente son, ridiculeces dignas de unos mocosos estúpidos. Si bien las travesuras de estos cobardes son molestas, no son nada en comparación con lo que la pobre Lisa ha tenido que soportar tras la muerte de su familia, así que en su mente esto no son dificultades.

Sin embargo, también quería dejar claro que el motivo principal de que sufra estos acosos, es que se encuentra en una situación política bastante precaria, en la que no solamente ya no posee influencia, sino que la persona más adecuada para ayudarla es también su rival en el amor y ella es demasiado orgullosa como para pedirle ayuda.

Y en este punto notarán que hay un ligero paralelo entre la situación de Bryan y la de Lisa, pues ambos se encuentran en una posición donde no pueden ni desean pedir ayuda de otros, aunque al final Bryan si lo hace, admitiendo que es vulnerable y recibiendo un sabio consejo a cambio. Lisa no admite su vulnerabilidad y por eso la ayuda tarda más en llegar.

Pero definitivamente el personaje que más he trabajado en este capítulo es el de Gene. Siempre lo presenté como el original lo hace: un profesor mediocre, convenido, uno que realmente no vale la pena mencionar demasiado. Pero un día me puse a pensar en qué muchas veces son estas personas las que terminan haciendo cosas que nos sorprenden a todos, cuando repentinamente tienen un cambio de actitud. Y se me ocurrió que sería bueno representar esto aprovechando este personaje que jamás fue desarrollado del todo.

Otra cosa que quiero hacer notar son las asombrosas imágenes que conseguí de Bryan meditabundo, pero sobre todo esa que edité un poco con Photoshop donde se representa al niño luchando contra el invasor. ¡¿No les pareció genial?!

Y la imagen final de Lisa… ¡Vaya! La estuve guardando por mucho tiempo y la verdad es que dudaba en ponerla porque, seamos sinceros, ¿quién se atrevería a acosar a una mujer tan hermosa? Pero es una novela de fantasía después de todo.

Pero déjame saber tu opinión en los comentarios. ¿Qué te pareció la interacción de Bryan con Druso en este momento aciago? ¿Te gustó el modo en que finalmente se tragó el orgullo y recurrió al niño misterioso? ¿Qué pensaste del diálogo que tuvo con este? ¿Qué sentiste cuando aquella entidad se manifestó como una amenaza y del modo en que el niño reaccionó ante ello? ¿Qué opinas de la situación de Lisa y su desarrollo como personaje? ¿Qué tal quedó Filipo como Bullying? ¿Te gustó el cambio de mentalidad de Gene? ¿Qué te pareció la asombrosa imagen que conseguí para el niño misterioso?

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¡Nos vemos en el siguiente capítulo!