303 Estandartes clavados en la tierra

Campamento de la Legión V en Valderán.

En la fría oscuridad que precedía al primer albor, un hombre caminaba tambaleándose y con los pasos irregulares. En la cintura portaba una espada oxidada y sin filo, que zarandeaba a su alrededor con los vaivenes de la canción que tarareaba, golpeando de cuando en cuando los objetos a su alrededor. Tanto el arma, como la vieja malla sucia de cuero que estaba vistiendo, daban a entender que aquel borracho era o había sido un legionario del Imperio Itálico.

Los ojos semicerrados de este hombre parecían estar tratando de encontrar algo con una mirada turbia hasta que llegó junto a dos enormes postes de madera que se alzaban inermes ante él. En cuanto se detuvo y comenzó a bajarse los pantalones, resultó obvio que estaba buscando en dónde orinar para descargar parte del licor que había ingerido.

- Éste es… un buen… sitio… - Dijo el hombre con la voz entrecortada, y soltó una carcajada que resonó absurda entre las tiendas que rodeaban el lugar.

Entonces comenzó a orinar del mismo modo en que lo haría un perro. Pero apenas había comenzado, cuando sintió que era levantado del suelo con una furia violenta e inusitada.  Confundido tanto por la sorpresa, como por el vino barato que se había filtrado en su cerebro, el hombre apenas pudo soltar un gemido inentendible mientras lo arrojaban a varios pasos de distancia. Pero sí alcanzó a soltar un grito de agonía cuando finalmente se estrelló contra el suelo y comenzó a rodar.

Cuando finalmente se detuvo, trató de apoyar sus manos empapadas de orina sobre el polvo del suelo que se le pegó a la piel como un manto de miseria. Pero todavía tenía fuerza para levantar la cabeza y vociferar con odio dirigiéndose a su atacante.

- ¡Te maldigo… por respirar… hijo de! ¡Te voy… a matar! -

Pero lejos de impresionarse, su oponente desenvainó la espada y avanzó despacio con la clara intención de ensartar al borracho como si fuese un jabalí al que luego fuesen a asar a fuego lento sobre una hoguera incandescente.

El legionario ebrio también trató de echar mano de su arma. Aunque se demoró bastante porque el óxido le impidió sacarla de la vaina durante varios segundos valiosos. Finalmente consiguió liberar la hoja y la blandió torpemente… pero un instante de lucidez le permitió reconocer el rostro de Cayo Valerio, el Primer Centurión de la V Legión desterrada en Valderán, que se abalanzaba sobre él, espada en mano y con una mirada llena de un odio asesino que le heló la sangre.

Pero ¿qué hice para provocar al Centurión?” Fue el último pensamiento consciente del legionario ebrio, mientras levantaba su espada oxidada para frenar el golpe que se cernía sobre sus maltrechos huesos.

Pero fue completamente insuficiente para detener el impulso firme de su oficial superior. El arma cedió al empuje del centurión y saltó por los aires sin siquiera desviar el golpe certero que aquel veterano combatiente asestó sobre el hombro derecho del legionario.

Un grito de dolor rasgó el amanecer en el campamento de las legiones V y VI de Itálica, que se asentaban en el campamento frente a la fortaleza de Valderán. En respuesta, una multitud de legionarios salió de sus tiendas para contemplar como el Primer Centurión apuñalaba una y otra vez a uno de los suyos, con una saña fuera de lo común, hasta que las entrañas de aquel hombre quedaron desparramadas por el suelo como si de un cerdo destripado se tratase. Finalmente, un Centurión de menor rango, se acercó a Cayo Valerio e intentó calmarlo.

- ¡Es suficiente, Valerio! ¡Por los dioses, ya lo has matado! -

Pero Valerio se revolvió como un león y miró a su colega con fuego en los ojos mientras bramaba: - ¡Este maldito ha orinado sobre los estandartes de la legión! -

Ejemplo de Estandarte

Un silencio denso se apoderó de la muchedumbre de legionarios. Cayo Valerio soltó la espada ensangrentada y comenzó a patear el cuerpo destripado sin detenerse. Los compañeros del muerto querían que al menos tuviesen piedad con el cadáver, pero el Primer Centurión tenía razón: Orinar sobre las insignias del ejército imperial era peor que un insulto. Era uno de los peores sacrilegios.

- Estaba… borracho. - Trató de explicar uno de los legionarios que conocía al difunto con una expresión asustada: - Seguro ni se dio cuenta de lo que hacía. -

El Primer Centurión de la V Legión finalmente dejó de patear el cadáver y giró sobre sí mismo, lentamente, mirando a todos los soldados que se habían arremolinado aquella mañana junto a los estandartes, en el centro mismo del campamento. No había Tribunos o Prefectos en aquel ejército desterrado, desarraigado, olvidado por todos y de todos. Nadie más que Cayo Valerio podía imponer el orden. Pero en esto se encontraba el ultimo resquicio de pundonor que le quedaba y no pensaba dejarlo pasar.

Así que continuó mirando a esos hombres, asustándolos con la presión de su sed de sangre, hasta que estuvo seguro de que todos habían entendido la gravedad de la ofensa de su compañero. Nadie se atrevió a decir otra palabra. Valerio se volvió de nuevo hacia su víctima y antes de que ningún otro oficial pudiera hablar, decapitó al borracho limpiamente, para después ensartar su cabeza en una de las picas cercanas.

El criminal había sido juzgado, condenado y ejecutado. El cuerpo inerme quedó encogido sobre el polvoriento suelo del campamento.

Los soldados, poco a poco, fueron dispersándose. Era la hora del desayuno. La indisciplina era tanta en ese campamento que las cornetas no se hacían sonar ya entre aquellas tropas, pero los estómagos de todos sabían adivinar el horario de cada escasa comida.

Cayo Valerio se quedó a solas junto al muerto sin cabeza, al lado de los estandartes. Él mismo era quien había ordenado clavar aquellas insignias de guerra en aquel lugar. Parecía que sus astas de madera se hundían hasta las mismísimas entrañas de la tierra y que nunca más volverían a salir.

Allí, varados en el destierro, llevaban las insignias militares de las Legiones V y VI desde aquella terrible derrota en los bosques de la frontera. Sí, ese era el secreto de aquel destierro y la mancha que impregnaba las almas de todos los legionarios que se encontraban ahí: Eran los malditos supervivientes de una vergonzosa derrota. Demasiado humillantes para que Itálica desease verlos vivos.

El destierro había sido su castigo por haber huido, en lugar de haberse quedado a morir peleando hasta el final, como auténticos legionarios. Un castigo dictado por el Gran Duque Tiberio Claudio, cinco veces Cónsul de Itálica y líder de una de las facciones más poderosas del Senado. Ese mismo Senado que ratificó la sentencia.

Los Tribunos supervivientes que consiguieron liderarlos hasta sacarlos de la masacre, fueron perdonados. Muchos de ellos eran hijos de importantes Patricios, así que se libraron del castigo con la excusa de que al menos habían mantenido algún tipo de orden en la retirada y una mancha en su historial que arruinaría sus carreras políticas sería toda su condena. Una ruina de la que quizá podrían librarse si de algún modo conseguían éxitos militares en otro lugar, en otra guerra.

Pero los legionarios y el resto de los oficiales fueron condenados a un ostracismo permanente: «¡Hasta que nuestros enemigos en la frontera de Valderán sean derrotados de forma absoluta!», dicen que había sentenciado el Gran Duque.

Cayo Valerio se sentó junto a los estandartes. Estaba agotado. No del esfuerzo sino en su espíritu. Cada día que pasaba veía impotente como la indisciplina se apoderaba un poco más de todos sus hombres: Vino, mujeres atraídas con dinero o a la fuerza, saqueos en las poblaciones vecinas, hombres que no cuidaban las armas o las vendían por un trago de licor, legionarios sin uniforme, empalizadas troceadas para calentarse en invierno, guardias que no se cumplían.

El Primer Centurión apenas tenía un grupo de fieles que mantenía cierto orden dentro de aquel caos de deshonra y podredumbre.

Pero al menos no era tan malo como lo que sucedía en la Legión VI. Porque ahí, Jaime Luccar y Cesar el Breve, que ejercían como centuriones al mando, hacía tiempo que habían cedido por completo a las presiones de sus subordinados y dieron permiso abiertamente al pillaje, los robos y las violaciones de mujeres en toda la comarca. Peor aún, ahora ellos mismos lideraban a los saqueadores y esparcían el terror extorsionando a los pobladores de la Ciudad de Valderán.

Incapaz de hacer algo más, Valerio se esforzaba por mantener un ápice de orden y dignidad en la V, pero aquello ya no eran dos legiones de Itálica, sino salvajes abandonados, sin esperanza ni jefes, aguardando a que el tiempo pasara, condenadas a pudrirse hasta que todos les olvidaran y sin tener la menor oportunidad de redimirse.

Únicamente el Cónsul Esteban, la Espada de Itálica, se interesó por ellos cuando pasó de camino a someter a los bárbaros. En ese momento le suplicaron que intercediese a su favor ante el emperador, y Esteban lo hizo: Un general clemente que se apiadó de la lenta tortura de estos hombres.

Pero en el Senado, la voz de Tiberio Claudio se impuso firmemente, denegando cualquier posibilidad de perdón para aquellos soldados manchados de deshonra y cobardía

Desde entonces ningún otro general se había interesado por ellos. Itálica tenía el deseo de vengarse rápidamente de aquellos bárbaros malditos que los habían derrotado y para eso necesitaba legiones urgentemente. Pero se prefirió sacar de las cárceles a los reos de muerte o recurrir a esclavos armados con la promesa de libertad o incluso enlistar a niños como legionarios. Cualquier hombre, por vil o inexperto que pudiera ser, era mejor a los ojos de Itálica que los legionarios de las “legiones malditas”.

Cayo Valerio sintió que algo le cegaba los ojos. Los primeros rayos del sol ya estaban brillando y uno de ellos había elegido caer sobre una de sus medallas. El veterano centurión sonrió con lástima. De su pecho colgaban varios discos ornamentales que servían como condecoraciones, testigos de su valor cuando luchó contra los Jinetes Wargos y los Orcos que atacaron Zajoski. Ahora parecían fuera de lugar en medio de aquel infierno. Sin embargo, él se esmeraba en sacarles brillo cada mañana para tratar de recordar que alguna vez fue un guerrero del imperio.

Pero hoy acababa de matar a uno de sus hombres que de borracho que estaba no sabía ni lo que hacía. Aquello no tenía sentido. ¿Por qué albergar esperanza alguna de redención?

En lugar de suspirar, el Primer Centurión carraspeó con fuerza y escupió en el suelo, fingiendo que todo estaba bien, que nada podía afectarle. Un legionario, dudando, se acercó a Valerio. El soldado le traía un cuenco de madera con el rancho. Valerio olfateó y percibió el intenso olor de la pasta de harina mezclada con agua que tenían para desayunar. Llevaban varios días con la misma comida cada mañana. Era alimento para animales y engrudo para pegar carteles en las paredes. Pero ningún otro suministro de alimento les llegaba desde hacía días. Por supuesto que había escrito a Itálica al respecto innumerables veces, pero ninguno de sus reclamos encontró respuesta.

El Primer Centurión abrió los ojos, tomó el cuenco que le acercó el legionario y con la cuchara de madera que venía con el tazón empezó a comer con disciplina. No tenía hambre, pero debía dar ejemplo.

*****

En los alrededores del Valle del Sol

Pasaron siete días que se sintieron eternos en la base de Los Cancerberos. El motivo era que por primera vez casi todos los 700 miembros estuvieron fuera de ella y dedicándose a una sola cosa: Obtener materiales como madera, forraje, herramientas u otras cosas. Mientras tanto, en el interior, un numero asombroso de cinco mil Guerreros Zombis estuvieron trabajando 24 horas, sin detenerse a comer, dormir o descansar, de un modo más eficiente que los mejores esclavos.

Así fue como en un tiempo increíble, el sistema de cuevas se convirtió en un auténtico conjunto de pasadizos labrados de forma muy eficiente. Y si alguien más del Manto Oscuro lo viese, sentiría que estaba en una versión miniatura de las Mil Cavernas en el Monte Ordaz, pues esta era la imagen mental que Bryan tenía en mente y constantemente proyectaba a sus criaturas.

También se encargó de ampliar la caverna natural que Trunks le había enseñado para crear un gran espacio, pero siempre asegurándose de que las paredes fuesen lo bastante gruesas como para amortiguar cualquier sonido. Además, un pequeño riachuelo alimentaba una piscina natural de agua, la cual sería bastante cómoda para la Hydra. Del resto de detalles tendría que encargarse el Cazador de Monstruos.

Cuando Bryan terminó, se moría de hambre y se organizó un banquete para celebrar la nueva mejora de las instalaciones. Los mercenarios estaban muy contentos de que sus condiciones de vida fuesen a mejorar pronto, aunque todavía tenían que encargarse de finalizar los detalles. Sin embargo, los zombis habían hecho todo el trabajo pesado y el que llevaba más tiempo.

Además, sentían un renovado respeto por su líder. Y es que verlo controlar semejante cantidad de Criaturas Oscuras los había impactado a tal punto, que todos aquellos que aún tenían un leve desdén preconcebido por los necromantes lo desterraron de inmediato. Ahora se referían a Bryan como “el ejército de un solo hombre” o “el rey de los muertos vivientes” y ni siquiera deseaban imaginarlo enfadado.

Mientras tanto, le llegaron noticias de que finalmente la vigilancia del Valle del Sol estaba relajándose, pues los poderes ya estaban resignados a que el responsable de la explosión se había escapado o se escondía entre alguno de ellos. Pero como no tenían fuerzas para una guerra, decidieron abandonar el asunto para concentrarse en reprimir a los grupos de bandidos que pululaban en los alrededores aprovechando la ausencia de orden. Y en ese momento los combates más sangrientos que se daban eran entre Falce Segador contra la Casa de Menlo, por el control de los grupos que Dalibor les había cedido.

Bryan llegó a la conclusión de que era tiempo de irse, así que se dirigió hacia donde se encontraba guardado el Mithril Blanco con la intención de llevárselo al Cementerio de la Muerte, el único lugar en donde confiaba que estaría seguro. Esto no resultó nada fácil. Porque aún en estado bruto, el mineral seguía resistiéndose a la magia de sus Anillos Espaciales y necesitó de casi cuatro horas para poder guardar todos los sacos en su interior. Por un instante casi llegó a creer que el encantamiento no aguantaría y perdería sus anillos, pero al final consiguió tener éxito.

Llegó pues el momento de despedirse.

- ¿Dónde irás ahora, Bryan? - Preguntó Gordon dándole la mano.

- La guerra. -

- ¿Guerra? - Se extrañó Nía.

- Es el siguiente paso para lograr mis objetivos. - Explicó Bryan a todos: - Y durante ese tiempo no podré venir, pero sé que Trunks hará un gran trabajo comandándolos. - Luego se volvió hacia el Cazador de Monstruos: - Mi destino es la Ciudad de Valderán, pero puedes usar al Gremio Mercante de Bootz para contactarme si necesitas algo. -

- ¡Entendido! - Dijo Trunks dándole la mano.

Bryan estaba a punto de decir algo más, cuando de pronto creyó ver algo por el rabillo del ojo. Entonces su sexto sentido se activó y percibió algo desagradable. Así que inmediatamente miró a su alrededor, a los rostros de los mercenarios que lo rodeaban y observaban con admiración. Todos ellos se sentían como personas confiables… excepto uno de ellos, que se mantenía un poco a parte del resto, quizá por su juventud.

- ¿Quién eres tú? - Preguntó Bryan señalándolo.

- ¿Yo? Mi nombre es Theron, señor. - Respondió el aludido sorprendido de que el jefe le hablase, pero se acercó rápidamente con una sonrisa en el rostro. Parecía un joven agradable e incluso tenía una cierta emoción infantil en su mirada, como si estuviese conversando con uno de sus héroes.

Pero a través de la Astro Proyección, Bryan podía ver una oscuridad desagradable en el interior de su mirada. Al principio no supo de qué se trataba, era muy difícil estar seguro cuando se trataba de su sexto sentido, pero definitivamente no era ni una persona inocente ni alguien confiable.

- ¿Cómo te uniste a Los Cancerberos? - Preguntó Bryan adoptando su máscara de cordialidad que pocos conocían, salvo el Grupo de Odiseo y Trunks. Estos se dieron cuenta inmediatamente de que algo malo estaba sucediendo, pero disimularon su sorpresa y afinaron sus oídos.

- ¡Por recomendación, Señor! - Respondió Theron con alegría.

- Es amigo mío. - Dijo entonces uno de los mercenarios más veteranos dando un paso adelante para explicar: - Lo conozco desde que comenzó a hacer misiones. Tiene talento con la espada y trabaja bien con el resto. Por eso lo recomendé. -

- Ya veo. - Contestó Bryan mirando al mercenario y se sintió aliviado de no detectar nada extraño en su mirada. Entonces se volvió hacia Theron: - ¡Sigue con el buen trabajo, joven Theron! ¡Espero muchas cosas de ti! -

- ¡No lo defraudaré, jefe! - Respondió Theron con una sonrisa brillante.

- Entonces tengo que irme. Por favor Trunks, acompáñame a la salida. -

- No hay problema. -

- Ustedes también, Odiseo. - Añadió Bryan señalando al montacargas: - Hay algo que quiero encargarles con respecto al Mithril. -

- Entendido. -

Apenas salieron al exterior, Bryan comenzó a caminar y conversó con sus amigos sobre la Ciudad de Valderán y su próximo cargo militar como Procónsul. Pero apenas estuvieron lejos, soltó a sus Espectros Oscuros para asegurarse de que no hubiese nadie más observando y habló sin rodeos.

- Ese Theron es sospechoso y creo que es un traidor. -

- ¿De verdad? Nunca nos dio ninguna señal y siempre se ha portado lealmente. - Dijo la maga Afrodita con una mirada de duda.

- Además, es amigo de varios aquí. - Añadió Trunks suspirando: - No dudo del juicio de Bryan, pero cuesta creer que precisamente él nos traicione cuando tantos de sus conocidos viven con nosotros y sabrán en dónde encontrarlo para vengarse. ¡Corre muchos riesgos! -

- Eso es lo peor de la traición, que siempre viene de tus amigos. - Respondió Bryan con un tono que no admitía réplicas: - Estoy seguro de que, si investigan su pasado con atención, encontrarán eventos sospechosos. Pero ese es el camino largo, el cual si gustan pueden seguir. Mientras tanto, yo acabo de poner una carnada. -

- ¿Por eso dijiste “Mithril” en voz alta justo antes de irte? - Preguntó Trunks sonriendo.

- Exacto. - Confirmó Bryan.

- Ya me parecía raro. - Comentó Eneas: - Nos advertiste muchas veces que no pronunciásemos esa palabra ni siquiera entre nosotros por seguridad. ¡Y de pronto la soltaste, así como así! -

 - Ahora dejaré este asunto en sus manos, porque realmente tengo que irme y todos estaremos más seguros cuando el Mithril Blanco este lejos de aquí. - Dijo Bryan explicando rápidamente: - Trunks, deberías anunciar que vas a buscar a Gilberto junto con algunos hombres. Que ambos estemos lejos de la base debería ser suficiente para que ese joven se sienta tentado a morder el anzuelo. - Luego se volvió hacia Odiseo y su grupo: - Les encargo a Odiseo, Bardo y Afrodita investigar su pasado. Mientras tanto Gordon y Eneas lo vigilarán para descubrir cualquier cosa sospechosa que haga. Lo ideal es capturarlo con vida junto con la persona a la que le reporta para poder interrogarlos.

Pero si parece que está a punto de escapar o de revelar la ubicación de nuestra base… - Añadió volviéndose a la arquera elfa: - Nía, en ese momento dispárale a matar. -

­- Puedes confiar en mí. - Respondió la elfa entornando los ojos: - La diosa del viento y de la guerra no tolera a los traidores. -

Luego de dar esas instrucciones, Bryan sonrió y se despidió de ellos. Después de eso comenzó a viajar en dirección al Cementerio de la Muerte, haciendo una escala en la Ciudad de Valen para aprovechar la Matriz de Transporte hasta Zajoski.

Durante todo el camino se dedicó a hacer experimentos con sus nuevos poderes, para mejorar al máximo la Astro Proyección. En el fondo tenía la esperanza de que, si se aplicaba lo suficiente, tal vez pudiese comenzar a dominar la temible magia de Memento Mori, pero para su gran decepción volvió a encontrarse con un bloqueo cuya solución no pudo encontrar, principalmente porque no entendía cuál era el motivo exacto que le impedía ejecutar esta magia.

Además, tenía muchos asuntos que resolver. Y si bien toda la misión de explotar la Mina de Mithril había durado menos días que las proyecciones de Cándido, tampoco es que pudiese perder el tiempo y aún tenía que hacer muchos preparativos en Itálica.

De modo que guardó los sacos de Mithril Blanco en uno de los depósitos de la fortaleza y luego comenzó a recoger sus pertenencias, principalmente el dinero, las joyas y Letras de Cambio, los cuales estaba seguro de que muy pronto necesitaría.

*****

Itálica, la capital y metrópoli principal del imperio que llevaba su nombre. Una enorme colección de edificios de mármol, granito y distintos tipos de piedra labrada. Alimentada por miles de acueductos que permitían vivir cómodamente a casi un millón de personas.

Este número era pequeño para los estándares del mundo original de Bryan. Pero ahí en el continente Vathýs, donde la mortandad infantil era elevadísima y las enfermedades desconocidas podían provocar que alguien perfectamente saludable se muriese de un día para otro, semejante ciudad con tantos habitantes era prácticamente un monstruo colosal, tanto en tamaño como en población.

Pero, mientras Bryan caminaba por las calles de aquella floreciente urbe, admirando sus hermosos templos, monumentos, tiendas y tribunales; no pudo evitar sentir que algo extraño estaba sucediendo. Tal vez fuese su recién adquirido sexto sentido o se tratase de otra cosa, pero definitivamente un cambio había ocurrido y no para bien.

Un cambio que lo involucraba personalmente.

De modo que su primer destino en cuanto reapareció dentro de su Mansión fue ir directamente hacia el Manto Oscuro. Ni siquiera se tomó el tiempo para escuchar los informes de Chéster sobre la remodelación de su casa o admirar el progreso. Simplemente se marchó a toda prisa y rápidamente encontró una de las entradas secretas.

- Volviste, Barón Bryan. - Lo saludó Cándido sonriendo en cuanto lo vio: - Escuché las noticias y estoy más que complacido con el resultado de tu última misión. No solamente destruiste la Mina de Mithril Blanco, sino que lo lograste sin exponer tu identidad.

Incluso completaste todo antes de lo previsto, lo cual ha sido una agradable sorpresa.

Ahora tendrás un poco más de tiempo antes de que tengas que salir a Valderán y podemos hablar de los hombres que llevarás contigo. Como Procónsul de Itálica debes tener una guardia personal de al menos seis lictores y… ¿sucede algo? -

Cándido estaba explicándole los próximos pasos que tenía que dar, pero entonces se dio cuenta de que Bryan había desviado la mirada rápidamente.

- No pasa nada, es un tic nervioso que me ha quedado por estar tan cerca de la explosión, pero ya está desvaneciéndose. - Se excusó Bryan a toda prisa y sonriendo alegremente.

La verdad era que no pudo resistir la tentación de usar su Astro Proyección en los ojos de Cándido, pero lo que vio detrás era un confuso laberinto de sombras y secretos tan numerosos como inentendibles, algo para lo que su mente definitivamente no estaba preparada. Así que inmediatamente se concentró en otro punto.

Por lo demás su sexto sentido únicamente le confirmó que Cándido era exactamente lo que había pensado el día que lo conoció: Una persona extremadamente peligrosa a la que no convenía tener de enemigo.

- Ya veo. - Dijo Cándido alzando una ceja con cierta duda, pero luego continuó: - En cualquier caso, te seguiré explicando. Como Procónsul, te corresponden dos legiones más otras dos compuestas de Tropas Auxiliares, pero gracias a Tiberio Claudio ahora no puedes disponer de ellos. Sin embargo, si puedes llevarte a oficiales contigo y también a una guardia personal de seis Lictores que servirán como tus guardaespaldas, símbolos de autoridad y que naturalmente se convertirán en tus portavoces oficiales cuando tengas que transmitir órdenes de emergencia. -

- Creí que el número de lictores era de doce. -

­- Eso es en el caso de los Cónsules. Los Procónsules solo tienen autoridad dentro de sus propias regiones, no en todo el imperio. Autoridad limitada, ergo, la mitad del número de lictores. - Explicó Cándido sonriendo: - Además, necesitas Tribunos Militares. Ellos serán tus oficiales en el campo de batalla y dirigirán a las legiones de manera que cumplan con la estrategia que hayas definido. Generalmente son cuatro por ejército. Además, se supone que lleves a dos Prefectos, que son el equivalente a los Tribunos, pero para las tropas Auxiliares. Sin embargo, por los motivos que ya te he mencionado, esta vez no los necesitarás. En cuanto a los centuriones… -

- A esos debo escogerlos entre los propios legionarios. - Completó Bryan: - Porque son suboficiales que comandan a las legiones en el propio frente de batalla. Conozco bien cómo funciona la cadena de mando por mi tiempo de servicio militar. -

- Sólo quería asegurarme. - Dijo Cándido: - ¿Ya sabes quienes serán tus Tribunos? Tienen que ser gente experimentada. En cuanto a tus Lictores, pues se supone que deben arriesgar la vida por ti. Más te vale escoger personas de confianza. -

- ¿La paga y el honor de un Lictor es buena? -

- Naturalmente, es casi como ser un oficial al nivel de los Tribunos en cuanto a prestigio, pero sin la responsabilidad de tener que comandar. -

- En ese caso ya tengo una idea. - Afirmó Bryan sonriendo: - ¿Qué está haciendo Cayo Silano últimamente? -

- ¿Silano? -

- Si, trabajamos muy bien juntos después de que me nombraste Ejecutor Imperial y creo que entre sus hombres podría seleccionar excelentes Lictores. -

- Bien pensado. Cayo Silano viene de una familia de la Alta Aristocracia pero que no está alineada con ninguno de los príncipes. Se verá bien que lo nombres Tribuno. -

- ¿Es aristócrata? -

- Por supuesto, pero de una rama familiar secundaria. - Explicó Cándido: - Eso quiere decir que, aunque tiene un apellido importante, solo tiene acceso a algunos recursos de su clan.  También me consta que está endeudado por culpa de su padre, así que permanece en el ejército como un modo de obtener prestigio y al mismo tiempo evitar a los acreedores. Es básicamente un sobreviviente que ha pasado la mayor parte de su vida en la legión. -

- Justo la clase de persona que necesito. -

- En cuanto a los otros tres, tendrás que convencerlos. Tu misión no es agradable, Bryan. De hecho, es todo lo contrario. Valderán representa pocas posibilidades de tener éxito, así que no abundarán los voluntarios para unirse a lo que podría ser una misión suicida. -

- ¿Incluso si soy yo quien la lidera? - Preguntó Bryan sonriendo malévolamente.

- Así es, incluso si el Ejecutor y Campeón del Gran Anfiteatro Imperial es el que la lidera. Para empeorar las cosas, todo el mundo con algo de conocimiento político sabe que esto es en realidad una trampa que ha puesto Tiberio Claudio para destruirte. Y pocos querrán enemistarse con el Gran Duque. - Asintió Cándido correspondiendo la sonrisa: - Pero esta situación tuya tan desafortunada viene con una ventaja inesperada.

Generalmente cada legión suele tener 4 Cuestores Militares, que se ocupan de la paga de los soldados y contabilizar cada moneda que usas. Además, debería haber un Legado que fiscalice todos tus actos y te vigile atentamente para que hagas todo de acuerdo a la ley.

Estos cargos sólo pueden ser asumidos por aristócratas y los nombra el Senado en lugar del general. Ahora bien, en circunstancias normales por lo menos la mitad de ellos serían de la facción del Príncipe Antonio, lo que es igual a decir “marionetas” de Tiberio Claudio que te harían la vida imposible con procedimientos e investigaciones. Pero dadas las características tan especiales de tu asignación, sumado al hecho de que ninguno quiere ir a Valderán, parece que no te los asignarán por el momento. -

- Eso es un alivio. -

- La situación cambiará en cuanto demuestres éxitos, pero por lo menos durante el primer año me aseguraré de que quienes sean nombrados pertenezcan al Manto Oscuro o por lo menos sean de la Facción Neutral. -

- ¿Qué hay de la facción de Lawrence? Si ellos fuesen los cuestores podría mantenerme en contacto con él. Y seguro que su padre conoce gente capacitada para el cargo. -

- Acerca de eso… - Comenzó Cándido y dejó de sonreír: - Lawrence actualmente ha pasado por una serie de problemas que lo han afectado mucho en lo personal y en lo político. -

- ¡¿Qué?! -

- Traté de prevenirlo en virtud de su amistad contigo, pero no sirvió de nada. Verás, lo que pasó fue… - Y Cándido comenzó a contarle de forma general los acontecimientos que se habían desarrollado: - Así que no creo que debas esperar nada de él. En realidad, prácticamente está fuera de la competencia por el trono, así que es un buen momento para que te distancies ahora que su relación de amistad todavía no es conocida. -

- ¿Quieres que abandone a un amigo? - Preguntó Bryan mirándolo con los ojos entornados.

- Esto no tiene nada que ver con la amistad. - Puntualizó Cándido: - Esto es política. El día de hoy es su ceremonia oficial en la que asume el mando de su casa familiar, pero todas las familias “clientelares” que dependían del clan Égadas saben que es la última vez que se reúnen. El padre sufrió ayer un segundo ataque que lo dejó prácticamente paralítico y ha perdido su puesto como ministro, lo que significa el final de su influencia política. La muerte de Lucio Voreno, quien iba a ser nombrado Procónsul igual que tú en las próximas elecciones del Senado, significa el final de su principal apoyo en las legiones. Muy pronto los pocos amigos que le quedan también abandonarán el barco que se hunde. -

- ¿Y el Emperador no hará nada? -

- Oh, sí. Mientras su Majestad Imperial viva Lawrence también vivirá. - Aclaró Cándido inmediatamente: - También es posible que consiga construir una nueva facción, aunque por supuesto Tiberio Claudio hará de todo para impedirlo.

Pero incluso eso sería en el futuro y tomará demasiado tiempo. Mientras tanto las facciones de los príncipes sólo se harán más fuertes, sobre todo la de Lucio que actualmente lleva la delantera. La única esperanza de Lawrence es convertirse él mismo en alguien importante… y sólo hay una forma de hacerlo. -

- Una victoria militar. - Dedujo Bryan.

- Con un Triunfo incluido. - Añadió Cándido negando con la cabeza y repitió: - Ahora es el momento de abandonarlo. No es cuestión de amistad. Es simple política. -

- Alguien me dijo una vez que “todo es política”. - Dijo Bryan sonriendo mientras se levantaba para retirarse: - ¿Acaso confiarías en mí como lo has hecho hasta ahora si supieras que soy el tipo de persona capaz de abandonar a uno de mis aliados en el peor momento de su vida? -

Cándido suspiró, pero no dijo nada ni tampoco hizo un amago de detenerlo.

- Una cosa más. - Añadió Bryan antes de retirarse: - En la Legión Auxiliar 19 tenía un amigo, el Centurión Druso. ¿Sabes si sobrevivió? -

- ¿Druso? - Preguntó Cándido y se puso a revisar unos papeles: - ¡Ah! Si, era el Primer Centurión y consiguió sobrevivir. Pero ahora está dado de baja. -

- ¿Por qué? -

- En su testimonio insistió en que el motivo de la muerte de Lucio Voreno fue por culpa de un mensaje traidor y parte de una conspiración premeditada, lo cual es cierto. Pero al no haber pruebas físicas… Se consideró que únicamente trataba de lavar su propia vergüenza de derrotado y le dieron de baja de forma deshonrosa. - Explicó Cándido con un gesto de enojo: - Es una lástima porque es un buen elemento y estoy seguro de que su destitución tiene algo que ver con la facción de Tiberio Claudio, tratando de barrer hasta con las cenizas del incendio que provocó. - Entonces miró a Bryan con un gesto agotado: - He estado muy ocupado tratando de averiguar cómo hizo el Gran Duque para introducir tantos bárbaros a través de la frontera sin que lo notásemos, así que no tuve tiempo de ocuparme de los sobrevivientes. ¿Quieres que ayude un poco a tu amigo? -

- No será necesario, mi señor. - Respondió Bryan sonriendo: - Yo mismo lo ayudaré. Sólo dime en dónde encontrarlo. -

- Ahora mismo se está quedando en una posada. -

*****

En la residencia de la Familia Égadas.

Justo antes de comenzar la temporada de guerras era costumbre que ocurriese una reunión en las mansiones aristócratas. Se trataba de una muestra de respeto por parte de los representantes de cada familia subsidiaria o dependiente de otra. La mayoría eran plebeyos ricos o nuevos nobles que buscaban mejorar siguiendo a otra familia de mayor tamaño como una especie de vasallos. Estos eran los llamados “clientes”, los cuales podían ser decenas, cientos o hasta miles, dependiendo del prestigio, antigüedad y poder de la familia Patricia que los patrocinase.

Sin embargo, las familias clientes no tenían relaciones de sangre o parentesco con el clan principal. Tampoco estaban obligados por ley a mantener la relación de subordinados. Lo que mantenía unidas a esta red de familias era básicamente la confianza que tenían en que el clan principal protegerías sus intereses a cambio de su obediencia.

De manera que estas reuniones solían ser la oportunidad perfecta para que los clientes saludaran, hiciesen regalos y básicamente adularan a sus jefes. Así que no era extraño que abundase la música, alegría verdadera o fingida, así como reverencias de todo tipo.

Pero esta reunión en la Mansión Égadas bien podría haber sido confundida con un funeral. En el jardín permanecían todos los amigos de la familia en un penoso cónclave perturbador e incómodo. Oficialmente Lawrence se encontraba en la habitación de Alan junto con un sacerdote, que era el encargado de transferir el título de Patriarca al heredero, puesto que el ex Ministro de Finanzas ya no estaba en condiciones de desempeñar ninguna función. Pero todos creían en su interior que la familia Égadas estaba terminada, porque su fuente de conocimiento y de apoyo, su sostén de vida en todo caso, había sido fulminado por la enfermedad. ¿Qué harían ahora? ¿Qué tocaba hacer ahora?

En cualquier circunstancia de crisis, los clientes solucionaban todo reuniéndose con Alan de las Égadas. Con él debatían, discutían a veces, pero siempre encontraban la mejor solución. Ahora no estaba y su hijo Lawrence era demasiado joven. ¿Qué tenía él que ofrecer a los familiares, clientes y amigos de la familia? Donde su padre ponía su cargo senatorial, sus magistraturas, él sólo era Caballero, fue Tribuno Militar durante una campaña y su mayor cargo civil fue ser Edil de Itálica. Podía organizar juegos, representaciones teatrales y regalar aceite entre los pobres de la ciudad.

Grandes glorias.” Pensaban algunos con ironía.

Y es que ninguno de ellos sabía que Lawrence era hijo del Emperador, ni la existencia de su red de espías o el hecho de que Cyrano Constantino fuese su maestro. Todo esto se había guardado en completo secreto por el bien de aparentar debilidad ante las facciones de sus hermanastros, pero ahora resultaba ser una espada de doble filo, porque los vasallos de su familia solo pensaban que esta estaba deshecha, terminada y sin destino.

Conforme pasaban los minutos, eran más los que consideraban que era momento de buscarse a otros que defendieran sus intereses.

Si un cliente abandonaba a su patrón o no lo apoyaba cuando era necesario, perdería su protección inmediatamente y se volverían enemigos. En el peor de los casos podrían ser exterminados o perder por completo la capacidad de seguir viviendo en la capital, a no ser que tuviesen a otro clan patricio dispuesto a recibirlo de antemano.

Naturalmente, ningún clan aristócrata se sentía cómodo patrocinando a desertores. Y más cuando se trataba de una familia como la de Lawrence. Pero era diferente cuando el clan principal estaba a punto de extinguirse.

Los clanes Patricios más antiguos de la capital tenían como clientes a famosas familias aristócratas, que además venían con sus propios clientes. Los Quintos en particular eran, en sentido figurado, como el centro de una galaxia entera hecha de puro prestigio, con miles de estrellas girando a su alrededor. Así que casi nunca aceptaban a nadie nuevo bajo su patrocinio, porque no necesitaban a nadie.

La Alta Nobleza solo aceptaba una nueva familia clientelar si producían un individuo excepcional como un Gran Maestro de Espadas y además este conseguía méritos impresionantes en el ejército, que sumasen gloria a sus filas.

Pero como muchos en la Media Nobleza, la familia Égadas se abrió paso hasta donde estaba desde las provincias que los vieron nacer, luchando contra viento y marea durante generaciones ya fuese en la política o el ejército, hasta que finalmente consiguieron convertirse en Mediana Nobleza. Y en su camino, llevaron en su ascenso a los padres y abuelos de todos los presentes, algunos de los cuales incluso pudieron convertirse en “Hombres Nuevos” o Baja nobleza únicamente gracias al patrocinio de los Égadas. Pues por sí solos, jamás habrían podido ni siquiera llegar a la capital.

A pesar de todo esto, la auténtica lealtad es un bien tan preciado precisamente porque es escaso. Y a pesar de que muchos les debían toda su prosperidad a los Égadas, ahora vacilaban en quedarse. Porque cualquiera entendería que la gente se distanciase de un clan aparentemente acabado y agonizante. Era cuestión de supervivencia o simple “política”, como lo había expresado Cándido.

Por fin un hombre, uno de los tantos clientes de la familia, musitó algo sobre irse y dejar a los Égadas a solas para que culminasen los ritos religiosos con tranquilidad. Esto naturalmente era una excusa descarada, porque todos habían venido sabiendo que la ceremonia se estaba realizando aquel día y que llevaría algo de tiempo.

Más cuando el hombre estaba a punto de marcharse, la voz de la madre de Lawrence, serena, seria, aunque con un vibrante timbre rasgado de dolor, estremeció a los presentes con una sugerencia que, evidentemente, era realmente un aviso para todos los presentes.

- No es correcto abandonar la casa de un aristócrata sin despedirse primero del Patriarca. A no ser que en Itálica ya no existan las tradiciones sobre las que hemos levantado nuestro poderoso Imperio. -

Viniendo de una mujer cualquiera, esas referencias a la tradición o el respeto a la figura de la aristocracia, el Padre de Familia o incluso el Imperio habrían resultado cosa de risa. Pero quien hablaba era la esposa y madre de los dos hombres de la Familia Égadas, así como una aristócrata por sí misma. No era una mujer cualquiera.

Y en otras circunstancias, las palabras de una dama noble habrían sido suficientes para disuadir a todos los presentes de cualquier conducta vergonzosa. Pero parecía que algunos clientes ya se sentían demasiado nerviosos por haber perdido a su principal aval para el adecuado devenir de sus negocios en la ciudad y en las colonias y poblaciones aliadas. Así que aquel miserable, quien en un principio había estado susurrando su despedida, se atrevió a salir de entre la multitud para decir algo todavía más osado y mirando directamente a la cara de la Señora de la Casa.

Se trataba de un hombre de treinta años y bastante gordo, precisamente gracias a la prosperidad que la protección de la familia Égadas le había dado. Su nombre era Aulo, su profesión era mercader de esclavos y gladiadores. Un hombre útil para muchos, aunque conocido por su impertinencia por todos.

-  Lo entiendo, mi señora, pero es que, lamentándolo muchísimo, el Señor de esta casa ya no tiene las condiciones de salud para que podamos ir a despedirnos de él, o ¿quizá sugerís que debamos dirigirnos a vuestra persona a tal efecto? -

Tan solo unos instantes atrás, Phoebe había salido del interior de la casa para anunciarle a la madre de Lawrence que la ceremonia había terminado. Pero inmediatamente después, el agotamiento provocó que Alan de las Égadas entrase en un coma profundo del que quizá ya no pudiese salir. Y al ver de ese modo a su padre, su hijo entró en crisis, así que necesitaba unos momentos para reponerse.

La hermosa espadachina acababa de anunciar esto cuando se produjo el incidente de Aulo y ante ese comentario tan ofensivo, Phoebe estuvo a punto de desenvainar su arma para asesinar a ese gordo insolente ahí mismo. Pero se encontró con la mano alzada de la madre de Lawrence, que se levantó de su silla y, con voz todavía más firme y controlada, dio respuesta a aquel “cliente” retador, que se atrevía a desafiar el honor de su familia en medio del dolor y el desastre personal.

- Tienes razón, Señor Aulo. Pero en medio de vuestra preocupación por dejarnos en paz y sosiego… - El tono de ironía salpicado del más hondo de los desprecios que impregnaba las palabras de aquella noble mujer resultó palpable para todos en este punto: - Usted ha fallado en analizar la situación. Pero yo se la aclararé ahora mismo, para conocimiento suyo y de todos los presentes: Mi marido está enfermo e impedido para ser magistrado, pero el Patriarca de esta casa es ahora Lawrence de las Égadas.

Mi hijo acaba de terminar los rituales necesarios para asumir la patria potestad de esta familia y ha pedido unos minutos antes de presentarse ante ustedes. Así que quizá el Señor Aulo pueda esperar un poco para enterarse de lo que desea decir el nuevo Patriarca del clan aristócrata que durante años ha estado atento a velar por los negocios de todos los presentes; o quizá no, a lo mejor usted es de la opinión de que la noticia recibida no es más importante que la compra o la venta de un nuevo esclavo para la cocina de alguien. -

La madre de Lawrence se volvió a sentar, esta vez sin reclinarse, cual si fuese una reina. Aulo, observado con desprecio por todos, inclinó su cabeza durante unos momentos y parecía que finalmente iba a quedarse callado. Pero entonces levantó la mirada con enfado y estaba a punto de abrir la boca… cuando una voz enfurecida lo interrumpió.

- Si yo fuese tú, esclavista, tendría mucho cuidado con tus siguientes palabras. De hecho, te recomiendo que ni siquiera emitas el más mínimo sonido. O nunca más volverás a decir nada, porque te arrancaré la lengua y se la daré de comer a los puercos. -

En ese momento la multitud abrió paso a un grupo de seis legionarios perfectamente uniformados que portaban unos largos objetos cilíndricos, que en realidad eran treinta varillas de madera atadas con cintas de cuero rojo. Estas eran las Fasces… ¡Nada menos que el más claro símbolo del Imperium Militar! Las fasces representaban que el magistrado en cuestión tenía autoridad para mandar a azotar como castigo a cualquier persona dentro de la ciudad de Itálica. En cambio, fuera del sagrado recinto de la capital, a las fasces se les agregaba un hacha en el medio para indicar que el magistrado podía ordenar la muerte de cualquiera bajo sus órdenes si este osaba desobedecerlo.

Las Fasces

Por cierto, sólo el emperador podía llevar una escolta que llevase las fasces con el hacha dentro de la ciudad, porque su Imperium era el único absoluto.

A pesar de todo, con o sin hacha, la presencia de soldados llevando este símbolo de poder intimidaba inmediatamente a todos los habitantes de itálica que lo veían. Porque solamente un poderoso magistrado o promagistrado podía llevarlas.

Tal como sospechaban, uno de los escoltas abrió la boca para declamar.

- ¡Abran paso al Procónsul Bryan, Ejecutor Imperial! -

En efecto, detrás de los hombres, con Cayo Silano a su costado y vistiendo la túnica necromántica de gala que Fanny le había dado, venía Bryan caminando. Detrás suyo, justo en afuera de la propiedad, podía verse una comitiva de legionarios que ya se habían ofrecido como voluntarios para acompañarlo a su próxima misión.

- Salve. - Dijo Bryan levantando una mano en un gesto de saludo y luego hizo una reverencia muy respetuosa ante la madre de Lawrence: - Disculpe la impertinente llegada e intervención de este humilde servidor público, noble señora. ¡No soy digno de estar en su presencia! Pero al escuchar hablar fuera de lugar a un insecto traicionero, mi asco natural a las alimañas me impidió guardar silencio. - Y entonces todos pudieron ver que Bryan miraba de reojo al obeso Aulo con una clara intención asesina, la cual no se molestaba en ocultar: - Si mi presencia le molesta, por favor deme la orden e inmediatamente me retiraré de este lugar y me llevaré conmigo a este cerdo, para hacer que mis hombres lo ejecuten de la forma más dolorosa posible. Aunque, naturalmente… - Dijo volviéndose a la señora Égadas, pero sin levantar la mirada, como si no se considerase su igual: - Si este perro, que ahora muerde la mano que le dio de comer, es una mascota protegida por esta noble familia, haré mi mejor esfuerzo para reprimirme y me retiraré sin hacerle daño. -

Bryan era claramente un Procónsul de Itálica y todos los presentes sabían bien quién era la estrella en ascenso que se encontraba frente a ellos: El Archimago Necromante más joven de la historia, el campeón del Gran Anfiteatro Imperial, matador de Vlad Cerrón y recién nombrado Barón. ¡Pero está persona acababa de decir que no se consideraba digno de estar en presencia de la Señora de la Casa Égadas! ¡Cuánto honor!

¡¿De verdad esta familia no tiene ningún respaldo?!” Comenzaron a pensar todos de inmediato: “Entonces… ¿Por qué el héroe de la ciudad está aquí?

Incluso se había atrevido a amenazar de muerte al insolente de Aulo, algo que claramente era un crimen porque incluso cuando un magistrado ordenaba una ejecución legal, esta se realizaba afuera de la ciudad y nunca en el interior para no contaminarla.

- ¿Deberíamos llamar a la guardia? - Susurró uno de los presentes.

- ¡Cállate, imbécil! - Le espetó inmediatamente otro: - ¡¿De verdad crees que alguien va a “arrestar” a un Ejecutor! ¡Si quieres desafiarlo y morir, por favor no nos arrastres contigo! -

Lo cierto era que el cargo de Procónsul de Bryan le daba Imperium… pero solamente en Valderán y sobre las legiones malditas. Pero muchos de los presentes eran plebeyos ricos que dependían de la familia Égadas. En este tipo de personas, los títulos militares como Tribuno, Procónsul o Cónsul eran mucho más impactantes que otros.

Pero Bryan no había amenazado en vano. Porque en su mano todavía brillaba el anillo que Cándido le había dado cuando lo nombró Ejecutor Imperial, así que literalmente tenía “licencia para matar”. Naturalmente, como Aulo no era un muriente, luego tendría que rendirle cuentas al Gran Maestre por ello, pero como no se trataba de ningún aristócrata importante, Bryan dudaba que tuviese muchos problemas si le cortaba el cuello.

Además, los plebeyos, incluso los más ricos, no sabían mucho sobre los Ejecutores o los pormenores de su oficio. En su mente ellos eran básicamente fantasmas del emperador que podían matar a placer cuando quisiesen.

Ahora el más aterrorizado era el gordo Aulo, porque no solamente sabía todo esto, sino que él había estado ahí, ese día, en el Gran Anfiteatro Imperial. Él había visto claramente lo que Bryan el Necromante era capaz de hacer con un cuasi Supremo… ¡¿Qué cosas horribles no podría hacerle a un pobre civil?! ¡¿Quién se atrevería a intentar detenerlo?!

Su única esperanza, era precisamente la misma mujer que acababa de despreciar en frente de todos. El sudor y las lágrimas se mezclaron en la cara de Aulo mientras observaba suplicante a la madre de Lawrence para pedir piedad, pero en cuanto trató de decir algo un sentimiento de terror se apoderó de él y recordó claramente las palabras de Bryan.

“¡Ni siquiera emitas el más mínimo sonido!” Bryan había enviado un ligero pulso de Alecto que tenía un fuerte efecto en personas que carecían de poderes como Aulo.

Por su parte, al principio la madre de Lawrence se sintió alarmada cuando Bryan llegó de pronto con un grupo de soldados porque no lo conocía personalmente. Pero cuando lo anunciaron finalmente pudo suspirar tranquila y luego observó sorprendida la tremenda muestra de respeto que este joven le estaba demostrando. Recordó entonces que su hijo le había mencionado más de una vez a Bryan, llamándolo amigo y aliado.

Por dentro se sintió muy agradecida, pero al ser una aristócrata lo correcto era mostrarse siempre imperturbable. Así que asintió a los cumplidos de Bryan como si fuesen la cosa más natural del mundo y dijo: - ¡Bienvenido a nuestra casa! El noble Barón Bryan es demasiado humilde, porque la voz de un amigo de mi hijo nunca estará fuera de lugar en esta casa.

Justo ahora mismo la ceremonia necesaria para que el nuevo Patriarca obtenga la patria potestad de nuestro clan ha terminado y él decidirá como tratar este asunto. Le suplico que espere con nosotros. - En ese momento Phoebe se acercó rápidamente para susurrar algo al oído de la madre de Lawrence y esta abrió un poco los ojos antes de continuar: - ¡Ah! Mi hijo dejó indicado que deseaba verlo inmediatamente si llegaba a venir. Por favor pase. -

Era imposible que esto último fuese cierto porque ni el propio Bryan sabía que vendría hoy. Pero la espadachina le guiñó el ojo cuando la miró brevemente y así supo que algo estaba sucediendo con Lawrence. Aparentemente Phoebe era la que deseaba que él se encontrase a solas con su hermano.

No era posible decepcionar a su novia. De modo que Bryan asintió ordenó a Silano que esperase con sus Lictores ahí mismo, mientras que él seguía a Phoebe al interior de la mansión.

Phoebe se arrojó a sus brazos en cuanto estuvieron solos, pero lamentablemente no pudieron estar mucho tiempo así porque había muchos criados moviéndose en el interior de los pasillos. Y sería una indiscreción que demostrasen de ese modo su amor cuando la familia de Lawrence pasaba por un momento duro.

- ¿Qué sucede? -

- Después del primer ataque la condición del tío Alan se estabilizó un tiempo, pero ayer repentinamente sufrió otro ataque. Aunque no fue tan severo como el primero, el tío ya no puede caminar y pierde el conocimiento constantemente, así que inmediatamente mandó llamar un sacerdote para realizar la ceremonia de Patria Potestad. - Explicó Phoebe rápidamente mientras lo guiaba: - Justo al terminar, volvió a desmayarse. Entonces el hermano Lawrence finalmente se quebró y rompió a llorar. -

- Tiene sentido, cada respiración de su padre puede ser la última. - Dijo Bryan suspirando.

- Sus lágrimas son fruto del dolor, de la rabia y de la impotencia entremezclados. - Añadió Phoebe apresuradamente para justificar a su hermano, porque en itálica los hombres tendían a mirar como cobardes a los que lloran. Ella no deseaba que Bryan comenzase a despreciar a Lawrence, pero observó con alivio que no había enojo o vacilación en el gesto de su amado, así que continuó: - El problema es que ahora toda esa gente está ahí congregada. Aunque me duela, hay que decirle a Lawrence que este no es momento para llorar y debe cumplir su deber como nuevo líder de la familia Égadas. Pero si lo hace una mujer podría terminar hiriendo su orgullo. Por eso pensé que quizá tú pudieses hablarle. ¿Puedes intentarlo? -

Bryan asintió y finalmente llegaron frente a dos puertas de madera tallada que daban paso a la habitación del padre de Lawrence. Ahí se encontraba Alan de las Égadas completamente inconsciente sobre su cama con dosel, atendido por Barrois, un viejo criado que llevaba a su servicio más de veinticinco años. Y frente a la cama, sentado en un sillón, se encontraba un Lawrence tan alicaído como Bryan nunca antes lo había visto: Ojos enrojecidos que contrastaban con sus profundas ojeras por el tiempo que llevaba sin dormir. Claramente temblaba por el hambre, pero no tenía apetito de nada. Solamente miraba apenas sin parpadear al hombre que estaba echado sobre la cama.

- Has venido, Bryan. - Dijo Lawrence sin dirigirle la mirada, aunque parecía que algo en su semblante se animaba: - Confieso que me sorprende tu visita. Estaba seguro de que te irías como el resto de mis amigos de la academia. Pero me temo que no puedo hacerte ningún favor en este momento, si eso es lo que buscas. Porque ahora mismo siento que no puedo ni cargar con mi propia alma. -

Las palabras del joven sonaban muy duras y hasta despectivas, pero Bryan podía sentir con su nueva habilidad que esto se debía a la profunda tristeza que lo embargaba en este momento, la cual estaba nublando el juicio de Lawrence.

- No estoy aquí por eso. - Dijo entonces sonriendo.

- ¿Y por qué estás aquí Bryan? -

- Porque hay una tormenta en el horizonte. - Respondió Bryan sin dejar de sonreír y se aproximó junto a Lawrence: - Y esta vez me gustaría ser un buen amigo. -

- ¿Esta vez? - Preguntó Lawrence confundido y levantando por fin la mirada.

­- Yo me entiendo. - Dijo Bryan negando con la cabeza y luego se fijó en Alan: - Tu padre no mejora. -

- Así es, Bryan. - Musitó Lawrence ahogando un suspiro: - En mi corta vida ya he conocido a todo tipo de hombres, pero mi padre siempre fue el mejor de todos. No es que fuese el más grande y está muy lejos de ser perfecto. Pero consiguió lo más difícil de todo: Conoció la maldad de este mundo, su podredumbre, su corrupción y su deslealtad, pero en ningún momento formó parte de ella. De algún modo, en medio de tantos políticos, puñales por la espalda y emperadores para quienes Itálica no es más que un tablero de ajedrez, mi padre consiguió conservar un buen corazón, sin volverse un iluso o un idealista.

Sólo un hombre así podría haberme amado tanto, pese a no ser su hijo biológico. Ahí estuvo siempre su sabiduría para mí en los momentos más oscuros de mi propia existencia. Todo el tiempo veló por mi bien a pesar de que no era su responsabilidad hacerlo. Nunca me faltó un lugar al cual volver gracias a la generosa gracia de su mano.

Sin embargo, tan solo hizo falta un par de instantes fatales para reducirlo a ser un viejo inmóvil, abandonado a la voluntad del ser más débil de la casa, es decir su sirviente Barrois. Mi padre se ha convertido en un paralítico que apenas puede hablar durante unos minutos antes de quedarse mudo.

Pero lo peor es que su condición irá empeorando, el mejor médico me lo asegura. Lo que fue mi padre se irá reduciendo cada día, hasta convertirse en un completo inválido que sólo vive sin dolor por dar tiempo a que la materia llegue sin tropiezo a su total descomposición.

Y no hay ni una maldita cosa que yo pueda hacer al respecto. Nada. Incluso si me vuelvo emperador, incluso si me declaran un dios viviente… ¡¿Cuál es el punto si no puedo salvar a mi propio padre?! - Y sonrió desesperadamente como si se burlase: - Ni siquiera puedo darle nietos que sean realmente su descendencia. ¡Nada! ¡No puedo hacer nada por él! Solo recibí su cariño, protección y amor. A cambio, no le he dado nada… nada… nada. -

Lawrence bajo la cabeza, apesadumbrado, y escondió el rostro detrás de sus manos.

Por su parte Bryan permaneció en silencio unos momentos observándolo mientras trataba de pensar en algo que decir y en una buena forma de decirlo, pero nada se le ocurría. De modo que decidió hablar directamente desde el corazón:

- Tu vida es tuya, pero no se trata de ti. -

- ¿Qué? -

­- Alguien me dijo eso una vez. Creo que es el secreto de la felicidad o algo así, pero aún no lo entiendo por completo. - Explicó Bryan sentándose al lado de Lawrence: - Quizá tú si le encuentres algún sentido a esa frase. “Tu vida es tuya, pero no se trata de ti”. Creo que tiene que ver con no ser egoísta, con dedicarte a otros y buscar un propósito más allá de simplemente “sobrevivir”.

Creo que eso es lo que tu padre hizo contigo. Quiero decir, si hubiese pensado únicamente en su comodidad, se habría divorciado de tu madre y nunca hubiese aceptado criar al hijo de otro hombre. Pero eligió cuidar el amor de su matrimonio a pesar de que todos lo criticaban. Y después eligió amarte pese a que, por ser un príncipe imperial, definitivamente le traerías problemas en el futuro. Sus decisiones no tienen un sentido lógico desde el punto de vista de un egoísta, pero son perfectamente normales desde la lógica del amor.

Mi propio padre no fue tan admirable como el tuyo, a pesar de que sí compartimos la misma sangre. Aunque no lo creas, él jamás me hizo sentir que estuviese orgulloso de mí, ni siquiera cuando obtuve mi primer diploma o cuando ingresé a la universidad. Pero finalmente entendí que me quería, a su manera, pero lo hacía. -

Lawrence se le quedó mirando con la boca abierta por un instante como si tratase de procesar todo lo que le había dicho. Finalmente dijo: - Bryan, yo te investigué. Tus dos padres murieron de peste y a ti te vendieron como esclavo a los cinco años… ¿Cómo querías que cualquiera de ellos te demostrase su orgullo si recién te has graduado de la Academia Babilonia hace tan poco? ¿Y qué cosa es una “universidad”? -

¡Carajo! ¡Me olvidé por un momento de que no estoy en ese mundo!” Pensó Bryan reprendiéndose interiormente: - Estaba hablando en sentido figurado. -

- No parecía que… -

- El punto es, Lawrence. - Lo interrumpió Bryan: - Que existe todo tipo de padres: Algunos son muy buenos y otros son muy malos, yo creo que la mayoría está en el medio. Y me parece que tu definición de “padre” está mal.

Un padre es el que está ahí para ti cuando más lo necesitas, con sus defectos y todo. Nadie puede ni debería pedir más. - Bryan hizo una pausa para mirar a Lawrence de reojo. El joven lo observaba sin decir nada, pero tampoco lo interrumpía, así que juzgó que iba por buen camino: - Alan de las Égadas es un buen hombre, Lawrence. Él tomó la decisión de ser tu padre, te cuidó cuando lo necesitabas y te dio todo el amor que pudo. Eso es lo que te hace su hijo. No la sangre que corre por tus venas.

Nuestro origen como humanos está escrito en nuestra alma, Lawrence. Al final el “progenitor” no es más que un medio para que lleguemos al mundo. Nosotros existimos por el bien de un destino superior que está mucho más allá de nuestra ascendencia y en el camino hacemos lo mejor posible para encontrar nuestro propósito, aún en medio de la tragedia continua que representa vivir.

De modo que deberías dejar de pensar tanto en la sangre que corre por tus venas y concentrarte en lo que realmente es importante. -

- ¿Y qué es lo importante? -

- ¿De verdad crees que tu padre te amaba? ¿Estás seguro de que no te crio con segundas intenciones? ¿No tenía motivos ocultos? -

- ¡Por supuesto que me ama! ¡Jamás puso condiciones a su afecto! - Respondió Lawrence un poco enojado por la insinuación de esas preguntas.

- Y si tú tuvieses un hijo. Si eligieses ser como tu padre fue contigo y adoptases un hijo. ¿No le darías el mismo amor? - Continuó Bryan levantando una ceja: - ¿No harías lo mejor posible, a pesar de tus defectos, para criarlo? -

- ¡Claro, es lo que mi padre hizo! -

- ¿Sin esperar nada a cambio? -

- ¡Obviamente! -

- ¿Entonces por qué pierdes el tiempo aquí lamentándote por lo que “puedes” o “no puedes” hacer por él? - Le reclamó Bryan sonriendo: - Eso no es lo que tu padre quiere, porque no decidió ser tu padre por lo que “podrías hacer por él”. Alan de las Égadas tomó libremente la decisión de usar su vida no sólo para él, sino para la felicidad de ustedes.

Tu vida es tuya, pero no se trata de ti” ¡Ése es el legado de tu padre, Lawrence! Y adivina que, ya es tuyo. Sin que ningún abogado, albacea o procedimiento legal tenga que estar de por medio. Nadie te lo puede quitar.

¡Piénsalo bien, Lawrence! ¡El verdadero legado de Alan de las Égadas, su más grande obra, podría llegar a extenderse por todo el imperio gracias a ti! Porque ser emperador es lo mismo que ser el padre adoptivo de todos los ciudadanos de Itálica.

Oh, es cierto que se necesita habilidad política y conocimientos profundos. Pero para las cosas realmente importantes has tenido al mejor maestro de todos aquí mismo. - Dijo Bryan señalando a Alan: - Si estuviese despierto… ¿Qué crees que te diría? ¿Crees que le gustaría verte triste? ¡No! ¡Te diría que dejes de llorar y hagas lo que sí puedes hacer! Tu familia necesita a un Patriarca ahora mismo y en el futuro Itálica necesitará un Emperador fuerte, aunque justo. Poderoso, aunque compasivo. Que tenga tanta fuerza para construir un futuro a su pueblo como para destruir a sus enemigos.

Y cuando finalmente te sientes en ese trono, recuerda la lección que tu padre Alan te enseñó: Enfréntate a la podredumbre del mundo, pero no dejes nunca que esa podredumbre sea parte de ti. Ama a tu nación, sin esperar algo a cambio. Y nunca olvides que, aunque tu vida sea tuya, no se trata de ti. -

Después de decir eso Bryan se quedó en silencio, esperando para ver si su discurso había tenido algún resultado.

- Es extraño, Bryan. - Dijo Lawrence después de escucharlo hasta el final: - Pero, aunque te confieso que no entendí la mitad de lo que dijiste… de algún modo parece tener sentido. - Y añadió sonriendo: - Me siento un poco mejor. - Entonces lo miró con cierta duda: - ¿Has conocido al Pontífice Máximo últimamente? -

- No, ¿por qué lo preguntas? -

- Sus sermones suenan muy parecido a lo que dices. - Contestó Lawrence frunciendo el ceño, pero finalmente se levantó de la silla: - Pero es verdad que estoy aquí llorando como si mi padre estuviese muerto, cuando debería estar cuidando su legado: Nuestro futuro. -

- Ése es el espíritu. -

- Por cierto… ¿Alguien entre los clientes ha dicho alguna cosa inapropiada? - Preguntó Lawrence que ya se encontraba completamente lúcido: - Me pareció por tu tono que algo había pasado durante mi ausencia. -

- Un cretino cabeza de cerdo se atrevió a responderle mal a tu madre. - Respondió Bryan y le explicó rápidamente los pormenores: - Ya lo he silenciado, pero si quieres puedo usar mi autoridad como Ejecutor para decapitarlo. Luego inventaré cualquier excusa. -

- No, está bien. - Dijo Lawrence abriendo la puerta para salir: - Me haré cargo de todo. - Pero se detuvo justo antes de atravesar el umbral: - Y ¿Bryan? -

- Si. -

- Gracias por haber venido… por lo que dijiste… en fin, por todo… - Añadió Lawrence sin mirarlo para no revelar sus emociones: - Nunca olvidaré que estuviste aquí, ya sabes… - Y sonrió mientras imitaba su tono: - Para “ayudarme cuando llegó la tormenta”. -

- No te preocupes. - Respondió Bryan también haciendo todo el esfuerzo posible para moderar su voz, porque las palabras que Lawrence acababa de pronunciar significaban mucho más para él de lo que el joven patricio alcanzaba a imaginar.

*****

Bryan se quedó solo en la habitación del padre de Lawrence y activó su Esencia Mágica para potenciar al máximo sus sentidos. El tiempo entonces pareció detenerse a su alrededor, mientras se levantaba a una velocidad impresionante para arrodillarse frente a la cama del inconsciente patriarca y tomarlo de la mano.

¡Era una oportunidad que no podía desperdiciar!

Desde que escuchó de Phoebe que el padre de Lawrence había empeorado, Bryan pensó que quizá podría usar sus poderes para curarlo. Después de todo, su Esencia Mágica podía sanar algunas heridas de otras personas cuando la introducía en sus cuerpos. Pero intentar esto con el padre de Lawrence planteaba una auténtica dicotomía de problemas.

En primer lugar, no tenía idea de cuán severa era la enfermedad de Alan y si le daba esperanzas a Lawrence, para luego terminar fallando, existía la posibilidad de que se ganase su odio. Pero si tenía éxito, eso le abriría un nuevo abanico de inconvenientes, porque tendría que explicar muchas cosas e incluso era posible que no dejasen de perseguirlo para que hiciese hazañas similares en el futuro.

Pero justo ahora, Lawrence acababa de salir y el fiel criado Barrois, quien casi nunca abandonaba el lado de su amo, se tuvo que ir por orden del nuevo Señor de la Casa. ¡Nunca tendría una oportunidad como esta!

En cuanto Bryan comenzó a recibir las primeras impresiones del interior del cuerpo de Alan, supo que su actitud precavida había sido la correcta. El cerebro del padre de Lawrence estaba surcado por un laberinto de venas inflamadas por la sangre coagulada y buena parte de sus células cerebrales estaban por morir. Este tipo de daños era algo que lo superaba por completo e incluso si le daba un poco de la Esencia de la Gorgona que todavía le quedaba, era posible que esta sustancia no pudiese fluir hasta la masa encefálica.

¿Debería arriesgarme a despejar sus venas? No, muy arriesgado. Puedo hacerlo con algunas, pero con las más pequeñas es imposible para mí. Quizá cuando mis poderes aumenten pueda hacer algo más, pero ahora mismo es imposible…  ¿Y el Elixir de Juventud? No, su cuerpo no resistiría la primera reacción y morirá antes de que los efectos puedan mostrarse. Mejor priorizar la seguridad, ante todo. ¡Le voy a dar más tiempo y protegeré su cerebro!” Decidió Bryan mientras extraía una única gota de Esencia de Gorgona y la rodeaba por completo con su propia Esencia Mágica para formar un capullo.

Luego lo introdujo en el cuerpo de Alan a través de sus labios y rápidamente guio esa única gota de sustancia curativa hasta su cerebro, cuidando que no se perdiese ni tan siquiera una partícula. ¡La gota no debía dejar escapar su poder restaurador antes de tiempo!

Era un trabajo laborioso, sobre todo porque debía hacerse con prisa, y nunca podría haberlo hecho antes de llegar al Reino de los Demonios Separados. Pero consiguió que esa única gota llegase hasta las venas exteriores que cubrían la masa encefálica.

Entonces puso sus dedos en las sienes del anciano y, concentrándose hasta el punto en que su frente se llenó de sudor, Bryan comenzó a usar la Esencia Mágica para retirar lentamente el tapón de sangre coagulada. Al mismo tiempo permitió que se liberase un poco del poder curativo de esa única gota de Esencia de Gorgona, restaurando el vaso sanguíneo y finalmente permitiendo que la sustancia llegase hasta su cerebro.

Alan de las Égadas soltó un carraspeo, pero Bryan lo forzó a quedarse quieto en ese momento increíblemente crucial. Las células cerebrales muertas comenzaron a revivir, aunque no todas, pero el cerebro estaba recibiendo sangre y, a través de ella, oxígeno.

Eso es todo.” Dijo Bryan respirando aliviado cuando finalmente terminó. Entonces miró tristemente las gotas que le quedaban, porque no eran muchas: “Si le doy el resto, sus venas se curarán, pero entonces sería demasiado evidente lo que hice. Ahora que el cerebro ha sido tocado por esta poderosa sustancia, adquirirá la capacidad de regenerarse… ¡Algo que ningún cerebro humano puede hacer! Así, cuando finalmente tenga el poder suficiente como para despejar el resto de sus venas, debería recuperarse completamente. Tendrá que esperar un tiempo siendo medio paralítico por culpa de la presión sanguínea, pero a cambio nunca sufrirá de demencia senil. Así que puede considerarse que le hice un gran favor.

Bryan sonrió satisfecho y justo en ese momento se abrió la puerta. El criado Barrois ingresó y lo miró sorprendido de que estuviese ahí, completamente solo.

- ¿Necesita algo, Noble señor? - Preguntó el criado entornando los ojos con sospecha.

- No, solo quería presentar mis respetos. - Respondió Bryan inclinándose ante la cama de Alan y luego abandonó la habitación, aunque antes de irse puso una mano en el hombro del fiel criado para decirle: - Es mejor que esté aquí, porque creo que tu amo se despertará muy pronto. -

El criado se quedó mirando la puerta por donde había salido Bryan y suspiró. La condición de su amo era algo que entendía bien porque él mismo tenía algunos conocimientos médicos y sabía que lo más seguro era que no volviese a despertar. Así que comenzó a revisar la habitación atentamente, pensando que Bryan en realidad había estado robando algo aprovechando que nadie estaba para vigilarlo.

Como no encontró nada fuera de lugar, el viejo sirviente se agachó debajo de la cama para ver que no hubiese nada extraño ahí.

Y en ese momento.

- ¿Barrois? - Dijo la voz de Alan de las Égadas.

El criado se sorprendió tanto que levantó la cabeza de golpe y se provocó un fuerte chichón al golpearse con las maderas de la cama.

*****

Cuando Bryan finalmente salió al patio se encontró con que Phoebe estaba esperándolo y ella le señaló en silencio hacia el balcón, donde Lawrence ya estaba en medio de su discurso.

- …impedido por un ataque de apoplejía. Tras estos… acontecimientos… asumo la condición de nuevo Patriarca y con ello… - Era evidente que a Lawrence le costaba hablar, pero continuó como si fuese un legionario agotado que sigue marchando bajo la atenta mirada de los centuriones: - asumo los intereses, negocios y propiedades de mi familia en Itálica, en las ciudades provinciales y en el extranjero. Y, siguiendo las leyes y la dignidad de mis predecesores, seré fiel a atender los asuntos… todos estos negocios… -

Bryan examinó los rostros de los clientes. Todos miraban al joven y le escuchaban. Entonces usó Astro Proyección para intentar sentir sus pensamientos. Había interés, compasión, aprecio, duda, interrogantes, amistad, desdén. Un auténtico repertorio.

- Soy Caballero, he sido Tribuno Militar y acabo de ser Edil de Itálica. - Continuó Lawrence con más aplomo: - Eso está lejos de las altas magistraturas de mi padre, pero en la medida de mis fuerzas y hasta donde llegue mi capacidad e influencia, atenderé a todos los presentes. Sé que cuento con amigos, o eso creo. - Dijo mirando con una sonrisa hacia Bryan y Phoebe.

- Tu familia fue generosa con la nuestra tras la muerte de mi padre. - Respondió la hermosa espadachina de inmediato y usando parte de su Aura de Batalla para hacerse notar: - Tu padre y tú me apoyaron muchas veces, reafirmando nuestra amistad. Por justa correspondencia y por afecto sincero, más allá del agradecimiento y la lealtad que se deben a tal alianza, puedes contar con el Gremio Mercante de Bootz para ayudarte en los intereses de tu familia y de tus amigos y clientes. -

- En cuanto a mí. - Añadió Bryan adelantándose mientras abrazaba a Phoebe por la cintura para demostrar que eran íntimos. La espadachina se ruborizó, pero no rechazó el gesto y hasta sonreía con felicidad: - Los amigos de mi novia son los míos. Y naturalmente también estoy en deuda contigo. De modo que si alguna vez necesitas de mi nombre, influencia o recursos ni siquiera debes preguntar, porque están a tu entera disposición. -

Naturalmente la intervención de ambos resultó increíblemente positiva, porque tanto Phoebe como Bryan eran muy famosos entre los clientes presentes, tanto en lo económico como en lo militar.

Lawrence asintió agradecido antes de continuar: - Bien, hay aquí más cosas pendientes - Y se volvió a mirar directamente al gordo mercader de esclavos, recordando lo que Bryan había dicho: - Creo que no soy el único en considerar la presente situación de mi familia con cierto pesimismo, ¿no es así, Aulo? -

El aludido fue a responder, pero la mano alzada de Lawrence le indujo a contenerse. Bryan no tuvo necesidad de intervenir ni pensaba hacerlo, porque esto, a fin de cuentas, era responsabilidad de su amigo, que ahora era el nuevo Patriarca de la familia Égadas.

- He de aclarar. - Continuó Lawrence: - Que cuando dije que me ocuparía de los asuntos de todos mis clientes no he sido del todo preciso, pues con ello quise decir que de todos menos de uno: Aulo Graco, sal de esta casa y que los dioses te maldigan.

Cualquiera puede dejar de recurrir a los servicios de mi familia si estima que ya no podemos ayudarlos, y que los dioses se muestren generosos con ellos en el futuro. Pero lo que nunca admitiré es que, justo cuando mi querido padre acaba de sufrir una tragedia que lo ha dejado inválido y yo me veo forzado a asumir la Patria Potestad, por deber y no por voluntad. En semejante momento de crisis, en fin. ¡Venga un desgraciado a humillar a mi madre delante de todos los que nos conocen! -

- ¡Por los divinos, estimado Edil… digo… Patriarca! - Empezó Aulo: - ¡Yo no quise decir…!

- ¡Fuera de aquí, miserable! - Gritó Lawrence desde el balcón activando su Aura de Batalla y sin dar ningún margen para una negociación: - ¡Marcha de aquí antes de que te haga arrojar como a un perro y de que pague contigo toda la furia contenida que llevo en mi ser! ¡Sal ahora que aún estás entero, imbécil! -

La multitud gritó de asombro. No eran solo las palabras de Lawrence, sino el brillante color blanco de su Aura de Batalla. Y es que hasta ese momento todos, incluso Bryan y Phoebe, habían estado seguros de que su amigo era tan solo un Sargento Caballero. Tenía sentido que lo fuese, porque sabían que se estaba preparando políticamente para ser emperador. ¡Pero para gran sorpresa suya ahora descubrían que era un Caballero de la Tierra! ¡Y uno muy poderoso a juzgar por la intensidad del color de su Aura!

Casi tan fuerte como Clark Ascher.” Juzgó Bryan examinándolo: “Todavía le falta un poco más de experiencia de combate para terminar de pulirse. Me pregunto… ¿Ya tenía ese poder cuando luchamos juntos en la Ciudad de Valen?

Mientras tanto el asombro de la multitud no dejaba de aumentar. Y la emoción que emitían en su mayoría era la de un alivio manifiesto. Todos estaban seguros de que el clan Égadas estaba terminado porque a Lawrence le faltaban los cargos políticos necesarios para defender su posición en Itálica y eso era una verdad absoluta. Pero si era un Caballero de la Tierra, no era imposible que fuese a la guerra, regresase vivo y pudiese obtener esas magistraturas.

Y el más miserable de todos era Aulo, que ahora maldecía su propio mal juicio, así como sus palabras anteriores. De la nada se había convertido en un paria sin la protección de ningún clan. ¿Quién querría recibirlo cuando las noticias se extendiesen? Pero si continuaba ahí lo matarían de seguro, porque por el rabillo del ojo podía distinguir un brillo peligroso en la mirada de Bryan que le sonreía. Así que rápidamente se escabulló entre los presentes hasta alcanzar la puerta.

La madre de Lawrence suspiró con alivio y Silano que comandaba la escolta de Bryan, hizo una señal a sus hombres para que se relajasen, porque todos tenían las manos sobre las empuñaduras de sus espadas, listos para cortar en pedazos al esclavista.

Lawrence continuó explicando su plan de acción para los próximos días.

- Las ceremonias para la trasmisión de la Patria Potestad han terminado con buenos auspicios de los sacerdotes. Mañana acudiremos al foro para poner orden en los diversos asuntos que estamos gestionando, sólo pido la consideración de unos días para reemprender los negocios que a todos os ocupan… -

A Bryan no le interesaba escuchar el resto, así que se desentendió por completo y miró en la dirección en que Aulo se había escapado mientras susurraba: - ¿Seguro que no es mejor matarlo? Sé que es una sabandija, pero conoce asuntos de la familia Égadas y podría ser perjudicial si llegan a recibirlo en un clan enemigo. -

- No podemos matarlo porque vino aquí como invitado. - Dijo otra voz detrás suyo: - Y por principio uno no debe hacer daño a quien invita, incluso si es ese miserable. -

Quien había hablado era la madre de Lawrence, que llegó detrás suyo en algún momento y sonreía con amabilidad: - Este es el primer día de mi hijo como cabeza de hogar, así que no sería bueno violar las sagradas normas de la hospitalidad o podríamos provocar la ira de los dioses. En lugar de eso, esperaremos unas semanas antes de tomar acción. -

- Eso no será necesario, querida tía. - Dijo Phoebe también sonriendo: - Puedes dejar que yo me encargue de él. Estoy pensando en ahogarlo económicamente con todo el poder de mi gremio, hasta que no tenga más remedio que venderse a sí mismo como esclavo sólo para poder comer. Ese será mi regalo para él, de parte tuya y de mi hermano. -

- Muchas gracias, querida. - Asintió la madre de Lawrence y luego se fijó en Bryan: - Joven Barón, todavía no nos han presentado oficialmente, pero quería agradecerte por tu anterior intervención. -

- Como he dicho, noble señora. Yo no soy digno de estar en su presencia y más bien me corresponde disculparme por haber hablado fuera de lugar en su propia casa. - Dijo Bryan inclinándose.

- ¡Oh! Pero qué joven tan cortés. ¿Es así como conquistaste el corazón de la pequeña Phoebe? Ella era tan altiva antes que no creí que hubiese alguien capaz de atravesar ese caparazón que construyó alrededor suyo. -

- ¡Tía! - Reclamó Phoebe sonrojándose.

- Nunca me presentaste a tu novio, así que es justo que te avergüence un poco. - Se burló la madre de Lawrence con una sonrisa traviesa y luego miró a Bryan con aprobación: - Pero me alegra ver que es un joven héroe. Tendremos que hablar largo y tendido en otro momento. -

- Como guste, señora. - Respondió Bryan inclinándose.

Aunque por dentro pensó: “Hablaremos cuando el infierno se congele.

Y es que con su Astro Proyección pudo darse cuenta claramente de que esta mujer ocultaba una enorme ambición debajo de esa expresión maternal tan afable. Era tan evidente en su alma que podía verlo a simple vista. Si era cierto que sentía gratitud y hasta un cierto cariño, pero para ella, tanto Phoebe como Bryan eran principalmente simples piezas de ajedrez que podían servirle a su hijo en el camino al poder.

Un día Lawrence va a tener que conversar con ella al respecto seriamente o va a pasarla muy mal.” Pensaba Bryan para sí mismo: “Si esta mujer recibe poder político sería terrible. Se le pueden ofrecer todos los honores y dignidades del mundo. ¡Pero nunca autoridad!

¿Qué habrá visto el padre de Lawrence en ella para quererla tanto?

*****

Después de unas horas los Clientes terminaron de presentar sus saludos al nuevo Patriarca, el cual era el motivo original de su visita. Lawrence recibió entonces la noticia de que su padre había despertado y corrió a verlo junto con su madre, dejando solos a Phoebe y Bryan en el estudio, donde tuvieron tiempo para ponerse al día.

- ¡¿Los Sardukar?! - Exclamó Phoebe asombrada: - Estaba segura de que era una leyenda de terror para asustar a los niños en las regiones de oriente. -

- Pues son bastante reales y además unos auténticos monstruos. - Respondió Bryan: - Aún no sé muy bien cómo, pero parecen tener habilidades mágicas inherentes, aunque claramente son guerreros. Es como si alguien hubiese insertado hechizos mágicos directamente dentro de sus cuerpos, pero de un modo bastante perturbador. -

- Eso suena bastante desagradable. - Dijo de pronto Lawrence entrando: - Solo escuché eso último, pero parece que no estabas en itálica hasta hace poco. -

- Acabo de llegar hoy mismo. - Confirmó Bryan: - ¿Y tu padre? -

- Por algún milagro está despierto nuevamente. - Contestó Lawrence suspirando como si acabase de despertar de una pesadilla: - El médico no tiene idea de cómo es posible, pero parece haberse estabilizado. -

- ¡Eso es maravilloso! -

- ¡Felicidades! -

- Te debo una disculpa, Bryan. - Dijo entonces Lawrence con una expresión arrepentida y apesadumbrada: - Estaba confundido y te dije cosas cuando viniste… -

- No hay ofensa, Lawrence. - Lo interrumpió Bryan rápidamente: - Si tener un padre en situación crítica no es un momento apropiado para cometer un desliz al hablar, entonces ninguno lo es. Además, partiré a la guerra dentro de unos días y no puedo permitirme ir enemistado con uno de mis amigos. -

- ¿Partes a Valderán tan pronto? - Preguntó Phoebe volteando a mirarlo: - ¡Pero si acabas de llegar! -

- Es necesario, querida. En realidad, debí partir hace mucho, pero todo se retrasó por esa misión que me asignaron. - Explicó Bryan: - Solo me falta conseguir a un par de personas más para que actúen como mis Tribunos. Mañana mismo tengo que presentarme frente al Senado para recibir el nombramiento oficial. -

- Ojalá pudiera ir a despedirte, pero me temo que también tengo que partir a la guerra. -

- ¿Tú también, hermano Lawrence? -

- No tengo otra opción. - Respondió el joven aristócrata: - Aunque mi padre recuperó el conocimiento, sigue estando inválido y no puede asumir su cargo. Así que he perdido mi principal apoyo político. Y ahora que Lucio Voreno está muerto… -

- Te quedaste sin apoyo militar. - Completó Phoebe: - Pero ¿y el Maestro? -

- Me dejó muy en claro que no piensa ayudarme de otro modo que no sea con entrenamiento o con consejos. - Aclaró Lawrence: - De hecho, es él quien me recomendó que partiese cuanto antes, porque cada día que pase mi familia perderá influencia política. Ahora sólo existe una forma de que pueda mantenerme. -

- Lawrence necesita un Triunfo. - Dijo Bryan mirando a Phoebe: - Solo puede obtenerlo siendo como mínimo un Procónsul y venciendo enemigos en una gran batalla. -

- Mi maestro moverá hilos para que obtenga el nombramiento, pero es lo único que hará. Después de eso tendré que valerme por mí mismo. - Confirmó Lawrence.

Bryan alzó una ceja porque sospechaba que Cyrano Constantino no tenía mucho que ver con ese nombramiento. Seguramente era una maniobra del emperador como un último y desesperado intento de ayudar a su hijo.

- Sabes que Tiberio Claudio estuvo detrás del asesinato de Lucio Voreno. - Comentó Bryan mirando a Lawrence: - Incluso si recibes un ejército, seguramente pondrá a gente suya entre tus oficiales. -

- Definitivamente, querrás decir. - Respondió Lawrence sonriendo con ironía: - Estoy seguro de que será el Legado y por lo menos 2 de los 4 Cuestores. -

- Lo tendrás todo en contra incluso antes de partir. - Dijo Bryan sonriendo, aunque no había alegría en su mirada: - ¿Podrás hacerlo? Yo no voy a poder ayudarte. -

- No se trata de poder. - Dijo Lawrence levantándose para servir dos copas de vino y le entregó una a Bryan: - Tengo que hacerlo o morir. -

- Compartimos el mismo predicamento. Tiberio Claudio me quiere muerto en Valderán, pero no pienso darle la satisfacción. - Asintió Bryan sonriendo mientras alzaba su copa para brindar: - Es “muerte o victoria” -

- Muerte o victoria. - Repitió Lawrence levantando la suya.

Phoebe permaneció en silencio observando a ambos hombres. Uno era su hermano desde hacía años, el otro era la persona que amaba. Los dos estaban a punto de partir en una aventura de la que quizá no volviesen, pero ella no podía hacer nada porque al final del día se trataba de una plebeya. Podía tener innumerables recursos y dinero, pero la alta política era un mundo en el que no podía moverse. En ese momento, a pesar suyo, la imagen de una hermosa mujer de cabello negro vino a su mente y la idea de que quizá ella podría ayudar comenzó a formarse en su interior, pero Phoebe la apartó de sus pensamientos con un gesto furioso. Afortunadamente Bryan y Lawrence no se dieron cuenta porque estaban ocupados brindando.

 - ¿A dónde piensas ir? -

- El único lugar en dónde podría obtener el Triunfo que necesito es en la frontera suroccidental. - Dijo Lawrence caminando hacia una mesa donde un hermoso mapa dibujado a mano representaba las fronteras del Imperio Itálico: - Ahí hay varios pueblos hostiles que se resisten a ser sometidos. -

- ¿Esa frontera es peor que mi destino? -

- Honestamente, la ciudad de Valderán a donde te envían a ti es un poco peor. Aunque ningún sitio es peor que el sur de los orcos, donde la Espada de Itálica se encuentra defendiendo la frontera de forma permanente. -

- ¿El Cónsul Esteban? -

- Ahora es promagistrado, pero sí. -

- Ya veo. - Dijo Bryan intentando que sus pensamientos no se desviasen hacia el padre de Fanny: - ¿Qué peligros abundan en la zona a la que te diriges? -

- Las tribus que viven ahí son increíblemente belicosas. - Explicó Lawrence: - Mucho más que los típicos pueblos bárbaros. Pero además la cosa empeora porque reciben el apoyo de la Alianza Mercante de Tiro. -

- ¿Cómo es eso? -

- La Alianza Mercante de Tiro es una liga de naciones marinas que comparten una cultura común y se dedican principalmente al comercio. Pero para proteger ese comercio tienen un poderoso ejército que mantienen en conjunto. - Explicó Lawrence sacando un segundo mapa que coincidía con el primero, el cual mostraba un enorme mar interior. En sus costas o islas había varios puntos de color azul que representaban ciudades: - La Alianza de Tiro no tiene grandes territorios. Pero poseen cientos de ciudades o asentamientos costeros que les sirven como puertos comerciales. Algunos de estos puertos pertenecen a colonias fundadas por ellos mismos y atacarlas sería lo mismo que declararles la guerra.

Pero naturalmente necesitan recursos en el interior del Continente Vathýs, así que forman pactos con pueblos que son algo así como sus “Vasallos no oficiales”. La Alianza tiene el permiso de llevarse todos los recursos que desee en sus territorios a cambio de darles armamentos y a veces ayuda militar. -

- ¿Por qué alguien aceptaría algo como eso? - Preguntó Phoebe parpadeando sin comprender: - ¿No es lo mismo que regalar oro a cambio de migajas? -

- Son pueblos primitivos, querida hermana. - Explicó Lawrence: - Algunos incluso pueden ser considerados seminómadas. Muchos no reconocerían la diferencia entre el Mithril y un hierro común. Pero son buenos peleando y se dedican a saquear nuestros territorios con las armas que consiguen de la Alianza Mercante de Tiro. A cambio, la alianza consigue gratis todo el oro, plata, minerales mágicos y hasta la madera con la que construyen sus barcos. -

- ¿Dónde está la frontera en la que te tocaría pelear? - Preguntó Bryan mirando el mapa.

- Aquí una especie de península, donde nosotros controlamos la costa sur. - Dijo Lawrence señalando con su dedo: - Tierra adentro están varios pueblos bárbaros que constantemente realizan saqueos en nuestros territorios. Más adentro todavía se encuentra uno de los límites Orientales del Bosque Oscuro y pasando la espesura de los árboles se llega a la costa norte de la misma península.

Esa costa está bajo el control de la Alianza Mercante de Tiro, aunque su dominio se limita a unas cuantas ciudades y fortalezas. Saben que su poder viene del mar, así que les gusta mantenerse cerca del agua. -

- Mirando este mapa parece que los bárbaros no tienen acceso al mar. Entonces, ¿cómo reciben las armas y el apoyo de la Alianza Mercante de Tiro? -

- No tenemos ni idea, pero sólo puede ser a través del Bosque Oscuro, porque tenemos una fortaleza bien posicionada en la punta de la península que bloquea el acceso por tierra y una poderosa ciudad portuaria que impide la circunnavegación de cualquier barco.

Mapa del destino militar de Lawrence

El único lugar por el cual es posible pasar sin que los veamos es el Bosque Oscuro. Imagino que deben tener alguna ruta secreta para sus caravanas. Aunque claro, no debe ser un flujo constante de suministros, sino entregas ocasionales. ¡Es imposible viajar por ese bosque sin escoltas! Dejando de lado a esos malditos Troles del Bosque, las bestias mágicas… -

- ¡Espera! ¡Espera! ¡Espera! - Interrumpió Bryan inmediatamente: - ¿Los Troles del Bosque actúan por esos lares? -

- Si, se los ha visto. - Respondió Lawrence mirándolo sorprendido: - A veces saquean nuestros territorios o incluso los de los bárbaros. Ya sabes que son pestes ocasionales para todo el mundo. ¿Por qué lo preguntas? -

- Ocurre que quizá pueda ayudarte después de todo. - Dijo Bryan con una sonrisa.

- ¿Cómo es eso? -

- No puedo entrar en detalles, pero tengo un modo de “orientar” las incursiones de los troles del bosque hacia las caravanas de la Alianza Mercante de Tiro, si estas realmente pasan por el Bosque Oscuro. - Explicó Bryan: - Lo único que tienes que hacer es ignorar cualquier avistamiento de los troles durante tu estancia ahí. -

- Eso no es problema. - Asintió Lawrence entre sorprendido y esperanzado: - De todos modos, no puedo ponerme a perseguir a esos saqueadores por la espesura cuando tengo aldeas de bárbaros enemigos en frente. ¿Pero cómo exactamente…? -

- En serio no puedo decirlo, amigo. - Insistió Bryan: - Además, incluso si te lo digo dudo mucho que lo creyeras. -

- Hermano Lawrence, si Bryan guarda secretos tiene que ser porque eso nos conviene. - Intervino Phoebe: - Por favor confía en él. -

- Entendido, confiaré en ti. - Asintió Lawrence finalmente.

- ¿Cuándo partirás? -

- Esta semana, pero el viaje me llevará por lo menos medio mes. -

- Entonces me despido. - Dijo Phoebe levantándose: - Voy a hacer rápidamente mis propios preparativos para ayudarlos a ambos lo mejor que pueda, ahora que tengo una idea clara de lo que piensan hacer. - Y después de despedirse se dirigió hacia la puerta, pero se detuvo un instante para añadir: - Vendré a verte mañana por la tarde, Bryan. Después de tu ceremonia. -

- Te estaré esperando. - Respondió Bryan sonriendo. 

En cuanto estuvieron solos, se volvió a hacia Lawrence.

- También debo dejarte. - Dijo Bryan levantándose: - Tengo que hacer mis propios preparativos para la guerra. -

- ¿Ya tienes a todos los Tribunos que necesitas? - Preguntó Lawrence acompañándolo a la puerta para despedirlo.

- Cayo Silano, quien vino conmigo, es uno. - Respondió Bryan deteniéndose un instante antes de continuar: - Tengo un viejo amigo con quien debería reunirme esta noche, y pienso pedirle que sea el segundo. -

- Te faltan dos Tribunos entonces. -

- Si… Pero imagino que en la propia Valderán podría encontrar algunos candidatos. De todos modos, el número es únicamente para cumplir porque recuerda que no llevo Tropas Auxiliares. Solamente me dejarán usar a las legiones malditas. -

- Lo estoy diciendo porque tengo un favor que pedirte. - Explicó Lawrence: - Hace poco acogí a un Tribuno veterano con experiencia que necesito sacar de Itálica cuanto antes. ¿No lo llevarías contigo? -

- ¿De quién se trata? -

- Anco Marcio, un Caballero Veterano bastante habilidoso que sabe mucho sobre instrucción militar. - Dijo Lawrence: - Era originalmente hombre de Tiberio Claudio, pero acabó desertando y ahora el Gran Duque quiere matarlo a toda costa. Así que acabó buscando refugio en mi casa. Yo acepté recibirlo, pero ahora, con todo lo que está sucediendo, dudo mucho que pueda seguir protegiéndolo. -

- ¿Dices que desertó? ¿Por qué lo hizo exactamente? - Preguntó Bryan receloso de que le recomendasen a un traidor.

- Aunque no lo creas, fue por amor a una mujer. - Admitió Lawrence con una sonrisa: - Se enamoró de una testigo que el Gran Duque quería muerta y decidió salvarla.

Después de conocer su historia decidí que valía la pena acogerlos a ambos y el me ayudó bastante para congraciarse. De hecho, me encantaría llevármelo conmigo a mi campaña debido a su vasta experiencia. Pero actualmente ni yo mismo confío en poder protegerme de las intrigas de Tiberio Claudio. Mucho menos puedo estar seguro de cuidar a otros.

Marcio ha probado ser un hombre valioso y honorable, así que no quiero que muera. Además, por la naturaleza de tu misión, creo que el Gran Duque no tendrá tantos agentes en Valderán, así que estará más seguro en la frontera contigo, que en la capital.  - Luego se acercó para susurrarle: - Naturalmente tienes que llevarte también a su esposa para que vivan juntos en tu territorio. Eso significa que si te traiciona… -

- Tendré su punto débil a la mano. - Completó Bryan asintiendo, luego añadió: - Lo siento, pero no me gusta usar esos métodos. Tampoco puedo darme el lujo de llevar a un posible traidor cuando estoy dirigiéndome a un lugar tan peligroso. -

­ - Creo que te será fiel mientras cumplas con proteger a su esposa. También creo que tú y él se llevarán bastante bien, sobre todo cuando conozcas los detalles exactos de su enemistad con el Gran Duque. - Insistió Lawrence: - Además, si los rumores que he escuchado sobre el estado actual de las legiones que van a asignarte es cierto… ¡Necesitarás la ayuda de un veterano! -

- Entonces seguiré tu consejo y lo llevaré conmigo. - Aceptó Bryan finalmente: - Pero incluso si tú lo recomiendas, dile que lo trataré justamente: Si me sirve bien, tendrá recompensas; pero si intenta traicionarme, le arrancaré la carne de los huesos. -

- Me aseguraré de dejárselo en claro. - Asintió Lawrence: - Me aseguraré de enviarlo con su esposa a tu mansión al mismo tiempo que ocurre tu ceremonia, para que de ese modo menos personas se enteren de su traslado. -

- Eso será lo mejor. - Asintió Bryan y tras darle un apretón de manos a su amigo para despedirse, abandonó la Mansión Égadas.

Colonia de la Alianza Mercante de Tiro

Nota del Traductor

Hola amigos, soy acabcor de Perú. Hoy es miércoles 09 de Agosto del 2023.

Voy un poco justo de tiempo, así que hablemos directamente de los cambios.

Bueno, para empezar en este punto todo el capítulo es diferente. El prólogo nos presenta por primera vez una introducción al estado de las Legiones Malditas, que están inspiradas en hechos reales. Las Legiones V y VI fueron las supervivientes de la Batalla de Cannas en las que Aníbal aniquiló al mayor ejército que Roma había reunido en su historia y como castigo fueron desterradas a Sicilia. Luego con ellas Escipión el Africano derrotaría a Aníbal e impondría por primera vez el dominio romano en el continente que le dio su apodo: África.

Las descripciones las obtuve de un Libro de Santiago Posteguillo llamado precisamente Las Legiones Malditas de la Trilogía de Africanus. Lo recomiendo mucho.

Luego tenemos la conversación con Cándido, donde se nos cuentan varios detalles sobre la organización del ejército y Bryan se entera de lo ocurrido con Lawrence, así como de un segundo ataque de apoplejía, algo habitual en este tipo de casos.

Finalmente, la escena más importante es la llegada de Bryan a la casa de Lawrence. Aquí estoy usando una verdadera relación que existía entre los clanes romanos, que es el clientelismo, aunque adaptándolo un poco al contexto de la novela. Básicamente funcionaban de forma muy parecida a las mafias, en la que una familia principal mantenía bajo su control y poder a pequeñas ramas secundarias de socios llamados “clientes”.

Las Fasces eran en verdad el símbolo de la autoridad de los Cónsules y Dictadores en la Roma Republicana. Más adelante muchos países han usado y todavía usan este símbolo en sus escudos, para representar la autoridad del estado. Lamentablemente uno de ellos fue Benito Mussolini, lo que dio origen a la palabra “Fascismo”, pero no tienen nada que ver la una con la otra.

En la conversación que Bryan tiene con Lawrence intento dar un sentimiento tragicómico, en el que vemos como Bryan a aprendido de sus recientes experiencias e intenta seguir aprendiendo. Las breves incoherencias que Lawrence nota es lo que ayuda a reducir la seriedad del asunto, pues todo esto es una especie de representación inversa de lo que ocurrió con Xu Xiadong: Esta vez Bryan está ahí para ayudar a un amigo en problemas.

Cuando se trata de curar al padre de Lawrence intento presentar argumentos del por qué Alan no es curado por completo, sin caer en incoherencias. Espero que eso haya funcionado correctamente.

La descripción de la Alianza Mercante de Tiro está basada en la Cultura Fenicia, la cual en efecto se dedicaba al comercio por mar y su capital era la Ciudad-isla de Tiro, que se consideraba inconquistable hasta que Alejandro Magno la conquistó.

El mapa de la península a donde Lawrence se dirige lo diseñé con un programa en línea y luego lo trabajé en Photoshop. Realmente me costó mucho tiempo, así que, si conocen una forma mejor y que sea gratuita, por favor no dejen de mencionarlo en los comentarios.

La mujer en la que Phoebe piensa es en efecto Emily, pero los celos le impiden aceptar que su presencia podría ser necesaria tanto para Bryan como para ella.

¡Y finalmente parece que Marcio se unirá a la aventura con Bryan!

En fin, quería que el capítulo no se sintiese largo y tuviese un balance entre la tragedia y la comedia. Espero haber tenido éxito.

Pero déjame saber tu opinión en los comentarios: ¿Se entendió todo lo que sucede? ¿cuál fue tu parte favorita? ¿Qué te pareció el estado de esas pobres legiones? ¿Piensas que Bryan tendrá un mal rato con ellos? ¿Te gustó la conversación con Cándido? ¿Se entendió la relación de los Clientes? ¿Qué te pareció la parte de Aulo y la intervención de Bryan? ¿Te gustó la conversación con Lawrence? ¿Sirvió el Mapa que hice? ¿Qué piensas que sucederá ahora?

Si te gustó esta historia por favor ayúdame con Donaciones a mi cuenta Patreon para que pueda pagar el internet y la luz. También puedes compartir esto en tus redes sociales para conseguir más lectores. Y por supuesto señala cualquier error ortográfico que se me haya pasado.

¡Nos vemos en el siguiente capítulo!