145 Sometiendo al Dragón lascivo

Con un rugido guerrero Bryan saltó al enorme agujero de la bestia. Mientras caía desató una potente ráfaga de su Conjuro de Fuego Glacial Místico que inmediatamente congeló toda la superficie del suelo que aún seguía incandescente por el aliento de lava. De ese modo tanto él como los Troll del Bosque descendieron con seguridad.

- ¡Divídanse en 3 grupos de Cazadores con dos Chamanes para perseguir a esos Elfos Oscuros! ¡No quiero que ninguno sobreviva! - Gritó Bryan al mismo tiempo que activaba su Necromancia.

La Fuerza Mental que había perdido recientemente ya se estaba recuperando gracias la monstruosa capacidad de regeneración que adquirió durante su última trasformación. Por eso no tuvo ninguna dificultad para invocar un nutrido grupo de Gules, unas criaturas que eran poco resistentes, pero bastante rápidas, así que seguramente podrían alcanzar rápidamente a lo que quedaba del ejército de Dánae y retrasarlos lo suficiente como para que los Cazadores Troll los alcanzasen.

- Quiero que tres Guerreros Troll sigan a cada grupo de Cazadores por si necesitan ayuda. También adviértanles que no persigan muy lejos a esas elfas o podrían terminar cayendo en una de sus trampas. ¡Después de un tiempo deben regresar independientemente de que las maten o no! - Gritó Bryan: - El resto de ustedes ¡vamos a matar al Dragón! -

Los Guerreros Troll cargaron salvajemente con sus cuerpos fornidos de tres metros de altura y desataron una lluvia de golpes sobre el Dragón Negro, que no pudo verlos venir a tiempo por estar concentrado en sus heridas. A diferencia de los Elfos, los troles si poseían una fuerza física capaz de provocarle un daño considerable. Además, la mayor parte de sus armas eran del tipo contundente, como mazas, martillos y garrotes. Algunos incluso blandían las hachas de guerra que obtuvieron de sus saqueos.

Más de cincuenta de estos monstruos comenzaron a luchar contra el Dragón, que se retorcía desesperadamente mientras mordía, azotaba con su cola o daba zarpazos a diestra y siniestra. Algunos Guerreros Troll fueron alcanzados en el estómago y terminaron con sus entrañas expuestas antes de morir horriblemente, otros perdieron extremidades de un solo mordisco o acabaron con los huesos rotos por el impacto de un golpe. Pero la gran mayoría consiguió mantenerse en la lucha gracias a los refuerzos que les daban los Chamanes Troll.

Desesperado, el Dragón Negro batió sus enormes alas para elevarse un poco en un su intento de escapar, pero entonces Bryan desató todo su poder para invocar la Prisión Ósea. Entonces una serie de gruesos pilares de hueso semejantes a costillas emergieron alrededor de la bestia, sujetándolo firmemente al mismo tiempo que unas púas afiladas brotaban de su superficie.

En cualquier otra ocasión este hechizo ni siquiera habría representado un estorbo para un Dragón, pero ahora su cuerpo estaba cubierto de heridas gracias a los ataques suicidas de los Elfos Oscuros y una gran cantidad de espinas afiladas se incrustaron profundamente en su carne. Viendo lo que ocurría los Guerreros Troll retrocedieron rápidamente.

Con un grito desesperado el Dragón Negro comenzó a revolcarse de un modo enloquecido en su afán por liberarse, pero solo consiguió que las púas óseas se incrustasen aún más profundamente dentro de sus llagas, multiplicando su sufrimiento. Bryan empleó más Fuerza Mental sobre su hechizo para materializar más pilares que lo atrapasen y la sangre de la bestia empezó a manar a raudales.

Pero justo cuando parecía que el Dragón finalmente se estaba quedando sin energía, de algún modo consiguió reunir algo de fuerza para dar una frenética sacudida que le permitió liberarse de la prisión de huesos afilados, aunque el impulso le hizo perder el equilibrio y se alejó rodando varios metros. Entonces se alzó con una ira terrible al mismo tiempo que habría sus espantosas fauces.

- ¡Mierda! - Gritó Bryan que ya imaginaba lo que estaba por ocurrir e inmediatamente corrió para adelantarse a los Guerreros Troll. Unos instantes después el Dragón Negro arrojó un gigantesco chorro de magma a su alrededor, mucho mayor al que había mostrado hasta entonces, el cual se expandió con violencia hasta que terminó formando una auténtica avalancha hecha con lava. Luego la bestia alzó sus extremidades delanteras y con alguna magia desconocida dirigió toda la sustancia incandescente hacia los Troll del Bosque.

Seguramente ese hubiera sido el fin para todos. Pero Bryan entró en acción en ese preciso momento e invocó todo el poder de su Esencia Mágica para desatar su Conjuro de Fuego Glacial Místico. El Infante Sangriento en su interior despertó súbitamente, ayudándole a multiplicar sus poderes. Y entonces la llamarada púrpura se desató con una intensidad nunca antes vista.

 Ambos poderes chocaron, pero el frío logró imponerse y todo el magma se solidificó inmediatamente, como si el tiempo se hubiese detenido. Una enorme formación rocosa semejante a una ola petrificada quedó como testimonio eterno del espantoso enfrentamiento entre estas terribles fuerzas elementales.

La rodilla de Bryan tocó el suelo, pues era la primera vez en su vida que utilizaba casi todos sus poderes mágicos, tanto de su Fuerza Mental como su Esencia Mágica. Pero el Infante Sangriento ya estaba trabajando en reponer sus energías. El problema era que todavía necesitaba recuperar el aliento y ahora los restos de la lava solidificada se alzaban entre el Dragón y sus perseguidores como un muro accidental que les tomaría un tiempo superar.

El Dragón Negro también parecía estar al límite de sus fuerzas, pero consiguió darse la vuelta y serpentear lentamente hacia las paredes del campo de batalla, buscando entre los escombros la entrada del túnel para llegar a su guarida. De algún modo adivinaba que esta sería su última oportunidad de escapar con vida y ese presentimiento lo ayudaba a sobreponerse al intenso dolor que sentía.

Bryan sabía que tenía que terminar la batalla en ese momento, así que se forzó a ponerse de pie sobreponiéndose a la sensación de mareo e invocó a su Pequeño Esqueleto. Este inmediatamente corrió hacia las rocas y utilizó sus afiladas púas de hueso negro para escalar rápidamente como una extraña araña.

- ¡Datara! ¡Datara! ¡Datara! … -

Al ver aparecer a su “deidad” los Guerreros Troles entraron en un frenesí salvaje y empezaron a buscar formas de atravesar la roca para seguir al Pequeño Esqueleto. Mientras tanto la pequeña criatura ya había llegado junto al Dragón Negro e inmediatamente alzó ambas manos para controlar sus siete púas en el aire. Estas se incrustaron una y otra vez en las heridas abiertas de la bestia y con una velocidad asombrosa. El dragón rugió con furia e intentó sacudirse a la criatura, pero el Pequeño Esqueleto se movía a su alrededor con una velocidad impresionante, adaptándose fácilmente a cualquier movimiento de su presa.

El Dragón Negro se dio cuenta de que estaba en grave peligro, pero ya no le quedaban fuerzas e intentó un último recurso al enroscarse sobre sí mismo para protegerse. Pero el Pequeño Esqueleto actuó en ese momento como un sádico cirujano, moviéndose de herida en herida para incrustar y extraer rápidamente sus afiladas púas, torturando a la bestia sin cesar, hasta que finalmente tuvo que darse por vencido con un gemido agonizante y cayó de costado sin poder moverse.

Cuando los Guerreros Troll llegaron vieron que el Dragón estaba caído con el vientre expuesto, se arrojaron sobre él como una avalancha y comenzaron a golpearlo salvajemente en sus puntos débiles sin que opusiese demasiada resistencia. El cansancio, la pérdida de sangre y las heridas lo habían dejado completamente indefenso, pero aun así se demoraba bastante en morir, demostrando la impresionante resistencia de su raza.

Finalmente, Bryan recuperó suficiente de su Esencia Mágica como para volver a moverse y dio un fuerte pisotón que le permitió saltar la lava sólida de una sola vez. Para entonces el Dragón apenas podía sacudirse un poco, así que no le costó nada subir ágilmente sobre el enorme cuerpo de la bestia para pararse sobre su pecho. Luego invocó su Desgarrador Sombrío, con el que realizó un rápido pero profundo corte para exponer la carne y finalmente alzó su arma mientras la imbuía de poder para descargar la estocada definitiva que le atravesaría el corazón.

- ¡Aguarda! ¡Aguarda! ¡Me rindo! ¡tú ganas! ¡Piedad! ¡Por favor no me mates! -

- ¿Qué?... -

Al principio Bryan se quedó estupefacto, pues parecía tan fuera de lugar que un monstruo tan terrible como había sido el Dragón Negro se pusiese de pronto a suplicarle. Instintivamente creyó que se trataba de alguien más y miró hacia los costados, pero los troles debieron pensar que la bestia todavía no estaba lo bastante herida como para darle el golpe de gracia. Así que se lanzaron de nuevo al ataque, aporreándolo por todo el cuerpo con sus armas, muchas de las cuales ya se habían mellado, pero continuaban usándolas como si fueran garrotes. Algunos troles incluso recogieron piedras del suelo y comenzaron a golpearlo con ellas en la cabeza.

- ¡Ouch! ¡Ouch! … ¡Paren! ¡Me rindo! ¡Ya dejen de golpearme! ¡Me rindo! -

Bryan soltó una carcajada y alzó la mano detener a los Guerreros Troll. Luego preguntó alzando una ceja: - ¿Qué motivo puedes darme para que te deje vivo? -

 - Eh… bueno, primero que nada ¿podrías bajarte un momento? ¡Y déjame respirar un poco! ¡Me estoy desangrando! -

De inmediato Bryan pisó con fuerza la herida que acababa de hacer en el pecho del Dragón y gritó: - ¡Habla de una maldita vez! -

- ¡Arrrg! ¡Está bien! ¡hablaré!... yo, este… ¡Puedo ayudarte a reunir cosas valiosas! Yo, el gran Gilberto, conozco muy bien el mundo subterráneo. Dame unos días y… -

- Y desaparecerás en donde nunca pueda encontrarte otra vez. - Lo cortó Bryan con una mueca sarcástica: - Además, nada de lo que puedas darme será tan valioso como tu cadáver. Puedo vender tu corazón por una fortuna que me permita vivir sin preocupaciones. Tus garras y escamas serán usadas para hacer equipos de la mejor calidad. Por no mencionar que seguramente tu núcleo se subastará por tanto oro como para comprarme un pequeño palacio. -

- ¡¿De veras te atreverías a comerciar con el cuerpo del poderoso Dragón Gilberto?! ¡¿Acaso los hombres no respetan nada sagrado?! -

- En primer lugar, te diré que Gilberto me parece un nombre estúpido para un Dragón. -

- ¡Pero si mi venerado padre siempre me dijo que era…! -

- ¡Cállate! En segundo lugar, los hombres tenemos muchas cosas sagradas que respetar. ¡Pero un Dragón que suplica por su vida definitivamente no estará entre ellas! Te diré que hasta ahora no solamente has fallado en ofrecerme algo valioso, sino que incluso me dan ganas de matarte para no tener que volver a escucharte hablar de ti mismo en tercera persona. -

- Uuu… -

- ¿No tienes nada más? ¡Entonces muere! -

- ¡Aguarda! ¡Si tengo algo más!... Este, pues. Yo, el gran… -

Bryan volvió a levantar su arma.

- ¡Espera! ¡Ya entendí! ¡Hablaré normalmente!... Lo que tengo soy yo… ¡Quiero decir mis servicios! ¡Puedo jurarte lealtad y combatir a tu lado! ¡No, mejor dicho, me convertiré en tu sirviente! -

Por primera vez Bryan dudó. El dragón inmediatamente se dio cuenta y comenzó argumentar sabiendo que su vida dependía de ello.

- ¡Piénsalo! ¡Puedo volar y quemar a tus enemigos! ¡Destruir sus ciudades! ¡Y tendrás el prestigio de haber sometido a un noble Dragón! ¡Eso vale mucho más que el título de mata dragones! Además, todavía soy joven y puedo aprender más magias conforme crezca. ¡No te arrepentirás! Por tu parte sólo tienes que conseguirme tres cosas para que todos estos beneficios puedan ser tuyos. -

- ¿Qué cosas? -  Preguntó Bryan alzando una ceja.

- Pues aparte de la comida, un Dragón como yo solamente necesita una buena montaña de oro sobre la cual dormir y un harem de hermosas mujeres… creo que con cincuenta estará bien para empezar. ¡Y si pueden estar sin estrenar cuando las reciba sería aún mejor! -

- ¡Desgraciado! ¡¿No quieres también que te construya un palacio de cristal?! ¡Muérete de una vez! - Gritó Bryan enfadado, pensando que la bestia se burlaba.

- ¡No!... ¡Está bien! Podemos dejar el oro para más tarde… ¡Pero tienes que asegurarme un suministro de mujeres o podría morir! -

Bryan lo miró un momento incapaz de creer que pudiese existir alguien tan descarado. Este Dragón estaba desangrándose y a punto de ser ejecutado, pero aun así se atrevía a hacer un berrinche para obtener mujeres. Luego de unos momentos se llevó una mano a la frente mientras preguntaba: - ¿Cómo mierda es que morirías por no fornicar un solo día? -

- Mi padre siempre me decía que follar a una hembra era lo único que lo mantenía vivo y que todos los Dragones Negros tenemos que desvirgar al menos una doncella al año para mantener nuestro honor. ¡Así que ya lo vez, puedo prescindir del dinero por un tiempo, pero definitivamente debo tener mujeres! -

- Jamás habías salido de tu hogar ¿no es verdad? - Preguntó Bryan poniendo los ojos en blanco.

- ¿Eh?... ¿Cómo lo supiste? -

- ¡Eres como un campesino idiota que sale de su pueblo por primera vez! Ni siquiera yo he conseguido reunir un harem para mí ¡¿Dónde diablos esperas encontrar a tantas mujeres con su flor intacta y que además estén dispuestas a copular con un monstruo?! –

- Entonces… ¿Es muy difícil? -

Bryan comenzó a reírse sinceramente por la estupidez del Dragón Gilberto, que parecía completamente ignorante sobre cómo funcionaban las sociedades. Seguramente atacó a los Elfos Oscuros pensando que ese era el modo de conseguir un harem.

El Viejo Chamán aprovechó ese momento para acercarse y decirle: - Adalid, es mejor esclavizar dragón. ¡Ser más valioso con vida! ¡Muy útil! -

- ¿Cómo sé que no me traicionarás? - Preguntó Bryan pisando un poco la herida del Dragón.

- Hay un contrató mágico ¡El Juramento Inquebrantable! Una vez hecho no hay modo de romperlo. Yo juro por mi sangre que te serviré fielmente… ¡Pero debes prometer que tendré un trato digno! -

- Lo tendrás, lo prometo. - Respondió Bryan riéndose: - Pero de acuerdo a lo que yo considere que es digno para ti. ¡Eso dependerá de lo útil que resultes ser! -

- Esta bien, lo juro. - Prometió el Dragón Gilberto: - ¡Siempre y cuando tenga tu palabra de que algún día tendré mi harem! ¡Y también mi montaña de oro! -

- ¿Algún día? Bueno, supongo que puedo intentarlo. -

Bryan finalmente se bajó de un salto. Entonces el cuerpo del Dragón resplandeció y una bruma negra comenzó a envolverlo hasta que lo cubrió por completo. Luego se fue reduciendo de tamaño a la vez que adquiría la forma de un ser humanoide. Casi al mismo tiempo una extraña energía emergió para ingresar en el cuerpo de Bryan, conectándolo con la bestia.

Al poco tiempo un joven alto, delgado, con la piel llena de heridas y los negros cabellos chamuscados emergió de la neblina tambaleándose.

- A partir de hoy soy tu sirviente. - Dijo solemnemente el Dragón disfrazado de hombre mientras se arrodillaba manteniendo un porte digno a pesar de todo su dolor.

Sus negras vestimentas eran extrañas, pues ninguna parecía ser hecha por mano humana, sino el producto de alguna magia desconocida que trasformaba materias primas. Con todo llevaba sobre los hombros un largo abrigo decorado con plumas negras. Calzaba botas de corte bajo. Usaba un pantalón, pero su torso estaba desnudo.

Viéndolo en su forma humana, Bryan no pudo evitar sorprenderse al ver la apariencia de Gilberto. A pesar de sus heridas era evidente que poseía un porte bastante atractivo que exudaba nobleza y una dignidad propia de quienes poseen sangre noble.

- Entonces, mi Amo. ¿Cuándo podemos comenzar a reunir hembras? - Dijo Gilberto con un tono suplicante y bastante patético: - Llevo aguantado desde hace mucho. ¡Y si sigo teniendo que seguir jugando en solitario dejaré de ser Dragón para volverme un simple Pájaro Loco! -

“Y con esa frase arruinó cualquier buena impresión que pudiera haber tenido de él.” Pensó Bryan mirándolo con algo de asco. Luego le gritó enojado: - ¿Serás un Pájaro Loco o un Loco por la Paja? ¡En cualquier caso eres un imbécil! Esperarás lo que haga falta y no me vuelvas a molestar. Yo ni siquiera he solucionado el asunto de lidiar con las hembras que tengo ahora mismo, ¡no tengo tiempo para ponerme a buscar unas para un pequeño dragón lascivo! -