¡Por favor patrocina este proyecto!
Continué avanzando y derrotando monstruos en el cuarto piso. Como su clase y número se mantenían más o menos constantes, la tarea se volvió tan sencilla que dejó de ser un desafío, al punto de que ni siquiera podía considerarla una práctica útil.
La única novedad fue que el número de compañeros de clase con los que me encontraba disminuyó considerablemente. Parecía que la mayoría se había rendido en el tercer piso y optaron por regresar.
- Aunque la dificultad no cambia, el verdadero problema es la resistencia en sí. Ahora entiendo por qué este Laberinto se usa como lugar de entrenamiento. El primer peligro que uno enfrenta al explorar es quedarse sin aguante o poder mágico. - Murmuré tranquilamente mientras usaba mi Filo de Sombras para partir en dos a otro Limo.
Entonces observé mis alrededores y fruncí el ceño: - A pesar de mis precauciones, creo que estoy avanzando demasiado rápido. Será mejor esperar aquí hasta asegurarme de que León termine con lo suyo en el último piso. -
Con esa idea, comencé a recoger lentamente todos los Núcleos de Limo, demorándome todo lo posible antes de continuar.
Mientras perdía el tiempo, mi mente divagó hacia la bestia oculta al final del Laberinto. Ninguno de los profesores parecía conocer su existencia, pero yo sabía que León estaba destinado a enfrentarse a ella.
Luego inspeccioné los tesoros que había reunido hasta el momento. No eran muchos, y el botín era francamente insatisfactorio. Sin embargo, me consolé pensando que esta era apenas mi primera exploración. En el futuro tendría muchas más oportunidades para conseguir recompensas más valiosas.
- ¡Aaaaaa! -
- ¿Mmmm? -
Estaba avanzando tranquilamente, sin ninguna preocupación, cuando un grito desgarrador resonó en la distancia. Provenía del mismo lugar al que me dirigía, aunque aún estaba bastante lejos.
- ¡No! ¡Ayuda! -
- ¡Maldita sea! ¡Aléjate de ella! -
- ¡Corre! -
- ¡Atrás o te mataré! -
Eran claramente voces de personas en peligro, aunque ninguna me resultaba familiar. Sin pensarlo mucho, aceleraré el paso, moviéndome lo más rápido posible sin hacer ruido. Pronto, el eco inequívoco del metal chocando contra el metal llenó el aire, resonando desde el final de aquella planta.
- ¿Quién está peleando en este lugar? - Murmuré.
No tenía sentido. En teoría, este nivel no debía presentar combates significativos. ¿Qué estaba pasando?
Finalmente, llegué a una esquina y, con extrema cautela, me oculté detrás del muro rocoso, espiando la feroz batalla que se desarrollaba delante de mí.
- ¡Maldición! ¿Por qué hay un monstruo tan poderoso aquí? -
- ¡Agáchate, Jean! -
- ¡Cuidado! -
Cuatro de mis compañeros luchaban desesperadamente contra un único monstruo. Dos de ellos yacían inertes en el suelo, su estado era incierto; no podía decir si estaban vivos o muertos. Mientras tanto, un espadachín y una maga seguían batallando con todas sus fuerzas, claramente superados y al borde del colapso.
Mis compañeros de clase luchaban desesperadamente contra un monstruo humanoide con alas que parecía esculpido directamente de una pesadilla. Se alzaba sobre dos patas poderosas, con un cuerpo cubierto de una textura pétrea que parecía más dura que el granito. Su rostro, deformado por un pico largo y afilado, irradiaba un aura de depredador primigenio. Los ojos ardían con una ferocidad bestial, llenos de una intención asesina tan pura y cruda que hacía que el aire alrededor pareciera más pesado.
Cada movimiento de la criatura exudaba amenaza, como si su misma existencia estuviera diseñada para cazar y destruir. Las alas, de un negro opaco, parecían tan robustas como afiladas, listas para lanzar un golpe letal o desatar un viento violento. Este no era un simple enemigo de entrenamiento ni algo que perteneciera a un Laberinto para principiantes; era un depredador despiadado, el tipo de criatura que se encuentra en los rincones más oscuros y peligrosos del mundo. En el juego, este ser era conocido como una "Gárgola", pero aquí, en la realidad, su presencia era infinitamente más aterradora.
En ese momento, la Gárgola surcaba el aire o se deslizaba por las paredes con una velocidad escalofriante, al tiempo que descargaba cortes implacables con sus letales garras.
- ¡Aaaahh! -
- ¡No, Arisa! ¡Maldito monstruo! -
La maga restante estuvo haciendo todo lo posible por atacar mientras su compañero trataba de protegerla con su escudo. Sin embargo, bloquear los ataques que venían desde arriba resultaba imposible. En un descuido fatal, la criatura logró alcanzarla, clavándole un zarpazo que la lanzó al suelo. La joven de apariencia delicada yacía desangrándose mientras su compañero se apresuraba para auxiliarla.
- ¡Maldita sea! ¡¿Cómo te atreves a hacerle esto a Arisa?! - Gritó con furia, blandiendo su espada en un intento de dañar a la criatura y vengar a su compañera.
Pero la Gárgola ya había escapado de su alcance, encaramándose con sus garras en las paredes de piedra. Desde allí, se preparó para atacar nuevamente.
- ¿Crees poder dañar a este, humano? ¡Yo matar a todos! - Gruñó la criatura con un sonido estridente que resonaba como un eco malévolo en la mazmorra.
El monstruo no estaba alardeando. Era un milagro que aquellos dos hubieran resistido hasta ese momento, ayudándose mutuamente. Pero ahora que la maga había caído, sus posibilidades eran nulas. Yo, por mi parte, permanecía oculto, observando la escena con una mezcla de impotencia y desconcierto. Era evidente que aquella lucha estaba perdida.
“¿Pero por qué? ¿Por qué la Gárgola está aquí? ¡Se suponía que esa cosa solo aparecía en el último nivel!”
Este monstruo era el jefe original del tutorial, así que no tenía un trasfondo profundo que explicase sus orígenes o cómo había llegado a ese lugar. Lo único claro era que se trataba de una trampa diseñada por el Rey Demonio para emboscar al héroe, que se activaba al detectar la proximidad de su poder. Supuestamente, antes de que León Brave llegase, la Gárgola permaneció inerte en forma de estatua. Esa era la razón por la que los profesores nunca habían notado su presencia en el laberinto.
En el juego, apenas uno llegaba a la última cámara, la Gárgola despertaba repentinamente de su sueño. El enfrentamiento inicial era un combate en solitario contra León, diseñado para que el héroe perdiera. Después, en el segundo acto, Ciel y Nagisa llegaban para apoyarlo, lo que permitiría luchar en grupo. Y al final, como clímax, despertaba el atributo legendario de la Sangre del Héroe, marcando el inicio de su verdadera aventura.
“… ¡Ah, ya veo! ¡Me olvidé de eso!”
Entre la primera y la segunda fase del combate contra la Gárgola, había una cinemática que los jugadores veteranos tenían la costumbre de saltarse. Era un detalle que apenas recordaba, ya que hacía mucho tiempo que no la veía. En ese evento, la Gárgola se escapó temporalmente tras el primer enfrentamiento, dejando un rastro de destrucción a su paso. Durante su huida, asesinaba a varios estudiantes antes de regresar para el enfrentamiento final.
La razón de su escape era simple: León no era lo suficientemente fuerte para detenerla en ese momento. El peso de la culpa por las vidas perdidas a causa de su debilidad era lo que finalmente desataba el despertar de la Sangre del Héroe. Esa tragedia se convertía en su mayor motivación, impulsándolo a comprometerse con todo su ser a volverse más fuerte ya no permitir que algo así volviera a suceder.
“Entonces estos cuatro… son los estudiantes que deben morir…”
De inmediato me vi abrumado por un torrente de emociones en conflicto. En el juego, estas personas no eran más que NPC insignificantes, meros decorados para la narrativa principal. Tal vez por eso olvidé por completo sus muertes. Pero aquí, en este mundo, estaban vivos. Sus gritos de dolor resonaban en las paredes, sus lágrimas caían sin control, y luchaban con desesperación, aferrándose a una tenue esperanza de sobrevivir y proteger a los suyos.
Sin embargo, su destino estaba sellado. Sus existencias no eran más que los primeros peldaños en el ascenso de León hacia su papel como héroe.
No podía evitar sentir lástima por ellos.
“¿Debería ayudarles? Pero si lo hago, la historia podría desviarse de su curso original. Mi única opción es dejar que los asesinen.”
Para que León Brave se convierta en el salvador destinado a detener a los demonios, estas personas tenían que morir. Fue sobre el horror de su sangre derramada que, en el juego, León realizó por primera vez el solemne juramento de luchar hasta el final contra todos los monstruos. Si intervenía y cambiaba ese evento, las consecuencias podrían ser devastadoras, no solo para mí, sino para el futuro del mundo entero.
Por más que detestara la idea, lo lógico era no hacer nada.
“Por favor, no me guarden rencor. Lo siento de verdad, pero debo ser pragmático en este momento. Además, no soy el héroe de esta historia, sino uno de los villanos. Saldría de mi personaje si hiciera algo tan estúpido como intervenir solo por sentimentalismo.”
Apreté los puños con fuerza y bajé la mirada mientras retrocedía hacia las sombras de donde había venido. Me moví lentamente tratando de no hacer ruido, hasta que finalmente llegué a un punto donde podía darme la vuelta y marcharme sin mirar atrás. Pero justo cuando sus voces estaban a punto de desvanecerse, un grito agudo y quebrado llegó hasta mis oídos.
- ¡Por favor, déjame aquí! ¡Te lo ruego! ¡Sálvate, Jean! -
La súplica desesperada de la maga perforó el aire, pero fue rápidamente contestada por el grito ronco del joven guerrero.
- ¡Eso jamás! ¡No te abandonaré con esta cosa! - Exclamó con una mezcla de terror y determinación, levantando su escudo frente al inminente ataque de la Gárgola.
Ella intentó replicar, con una voz que se debilitaba a cada segundo conforme sus fuerzas la abandonaban, hasta volverse casi un susurro.
- Es demasiado tarde… He perdido demasiada sangre… No voy a sobrevivir, Jean, pero… aún puedo hacer un último conjuro. Al menos quiero que tú… te salves. -
- ¡No te abandonaré, Arisa! - Gritó Jean, tambaleándose ligeramente mientras ajustaba su postura. A pesar de que estaba asustado, su voz llevaba consigo una chispa de valor. Una que brillaba más intensamente en ese instante que cualquier otra cosa: - ¡Vamos, monstruo! ¡Tendrás que matarme antes de llegar hasta ella! Si hoy voy a morir, lo haré como un aristócrata, defendiendo a mis compañeros hasta el final. -
- No, Jean… Por favor, sobrevive… - Murmuró ella, derramando lágrimas al mismo tiempo que perdía el conocimiento.
- ¡Arisa! -
La escena se había convertido en un acto final trágico y heroico. La joven agonizaba, suplicando por la vida de su compañero, mientras él, con su endeble escudo de madera, se plantaba firmemente entre ella y la muerte inminente. Era inútil. Ambos lo sabían, pero no por eso dejaron de luchar.
Sin darme cuenta, me había detenido. Algo en su determinación me paralizó.
- ¡Mueran, humanos! - Rugió la Gárgola, desplegando sus alas con un bramido ensordecedor. Usando sus poderosa patas traseras se impulsó hacia ellos con una velocidad aterradora, lo bastante rápido como para que el mero contacto con su cuerpo pudiera destrozar a cualquier hombre.
Pero Jean no era ingenuo. Con un último y desesperado movimiento, levantó su espada y la lanzó con todas sus fuerzas hacia el rostro del monstruo. Los dioses parecían haberle concedido un momento de gracia. Por pura casualidad, la hoja se incrustó cerca de uno de los ojos de la Gárgola, obligándola a desviarse en pleno vuelo.
Aprovechando el instante, el joven guerrero se arremetió contra ella con su escudo de madera. La fuerza del impacto fue suficiente para desviar a la criatura, aunque las tablas del escudo se astillaron y rompieron en el proceso. Su hazaña logró salvar a su compañera, pero a un costo terrible.
El brazo izquierdo de Jean se torció en un ángulo antinatural, roto por el impacto, y su cuerpo se desplomó de rodillas. Estaba agotado, su respiración era errática, y la sangre se filtraba por las heridas que había acumulado. A pesar de todo, intentó arrastrarse hacia donde había caído su espada, aunque era evidente que no llegaría un tiempo.
La Gárgola, tambaleándose, ya se estaba incorporando. Sus ojos, llenos de furia, se enfocaron en el joven indefenso, lista para rematarlo de una vez por todas.
- ¡Se acabó, humano insignificante! ¡Yo matarte! - Graznó con un tono que rezumaba desprecio, alzando sus garras para descargar un golpe letal. Una carcajada estridente brotó de su garganta, cargada de un deleite cruel que revelaba cuánto disfrutaba el acto de arrebatar vidas humanas.
Pero justo antes de que sus garras cayeran, un destello de oscuridad pura surcó el aire, un haz negro y afilado como una espada. Se movía con una velocidad letal e impactó de lleno en el rostro de la criatura.
La Gárgola alcanzó a percibirlo en el último instante, pero su postura desequilibrada no le permitió esquivar a tiempo. Si hubiera sido un ser de carne y hueso, su cabeza habría rodado por el suelo, separada limpiamente de su cuerpo. Sin embargo, la piel de piedra de la criatura, tan dura como la roca misma, amortiguó el impacto. Aun así, el dolor que atravesó su rostro fue evidente, arrancándole un aullido furioso mientras retrocedía, tambaleándose.
- ¡¿Quién atreverse a atacarme?! - Rugió, llevando una garra a su rostro, como si esperara encontrar algún daño visible.
Desde las sombras, di un paso adelante, dejando que mi presencia rompiera el silencio. Con un gesto tranquilo, bajé la mano que había extendido al lanzar mi conjuro.
- Supongo que al final no sirvo para hacer el papel de villano. - Dije, con una media sonrisa que no alcanzaba mis ojos.
- Tú eres… ¿Baskerville? - Murmuró el joven guerrero, abriendo los ojos con incredulidad al verme salir de las sombras. Pese a su sorpresa, su cuerpo reaccionó instintivamente, colocándose en guardia frente a mí. Su estado era lamentable: cubierto de heridas y moretones, con el brazo izquierdo colgando inerte. Y aún así, seguía esforzándose por proteger a su compañera.
- Quizá salvarte arruine completamente la trama. - Reflexioné en voz alta, sin dirigir mi mirada a nadie en particular: - Pero pensándolo mejor, alguien que necesita ver los cuerpos de sus compañeros muertos para comprometerse a una causa tan elemental como proteger este mundo… ¿realmente merece ser llamado héroe? Eso es una escritura floja. -
Mi voz resonó con un tono despreocupado, pero mis palabras cargaban un peso que parecía ir más allá de la situación inmediata. Entonces fijé mis ojos en los de Jean, y esta vez sonreí con intención.
- Además… si ahora dejo de salvarte por miedo a lo que pueda pasar mañana, ¿en qué sería diferente de una escoria? -
- ¡Humano! ¡Tu atreviste a atacarme! ¡Yo matarte! - Rugió la Gárgola, finalmente entendiendo que había sido yo quien lanzó el hechizo. Sus ojos ardían de odio mientras se agazapaba, lista para lanzarse sobre mí.
Ante su amenaza, solo sonreí con desdén y desenvainé mi espada lentamente, dejando que el sonido metálico resonara como un eco de desafío.
- ¡Deja de ladrar como si fueras algo importante! - Espeté, con una voz cargada de desprecio: - No eres más que el jefe de mierda del tutorial. -
Mis ojos brillaron con una determinación implacable mientras alzaba mi espada, apuntándola directamente a la criatura.
- Soy Zenón Baskerville, el villano más grande de este mundo, porque ni siquiera el héroe es rival para mí. Ahora cierra la boca… y prepárate para morir. -
Zenón enfrentando a la Gárgola
En este capítulo lo que más, a parte de mejorar la escritura, hice fue incrementar la intensidad de los diálogos de las víctimas de manera que uno pudiese apreciar mejor el dilema moral de Zenón. Algo que también me preocupaba mucho era describir a la gárgola de manera que fuese más aterradora, pero respetando los rasgos que dan en la novela original.
La imagen del final no corresponde exactamente con la descripción de la gárgola, pero me encantó lo amenazante que quedó. A pesar de todo, espero poder generar una mejor versión para el siguiente capítulo.
Espero que les haya gustado