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La Academia Babilonia de Artes Mágicas y Militares se erguía majestuosa en el corazón de la capital imperial, ocupando uno de los terrenos privados más extensos, rivalizando en amplitud con el mismísimo palacio imperial y sus exuberantes jardines. Ni siquiera la sede sagrada donde vivía el Pontífice Máximo era tan grande, pero esta institución recibió este privilegio debido a su prestigiosa reputación como uno de los centros del saber más importantes en todos los países del mundo.
Debido a este renombre, las familias más distinguidas, tanto de la nobleza como de los plebeyos adinerados, enviaban a sus hijos desde todos los rincones del imperio para formarse en la Academia Babilonia si demostraban poseer el raro talento para la magia o el poder interno conocido como Aura de Batalla.
Para la instrucción en las Artes Mágicas, la Academia disponía de diversas facultades especializadas: Luz, Oscuridad, Fuego, Agua, Viento, Tierra, Trueno, Alquimia y Espacio. Cada facultad constaba de su propio conjunto de edificios independientes, equipados con aulas, bibliotecas, laboratorios, campos de entrenamiento y zonas residenciales donde los alumnos vivían durante su formación. Juntas, estas facultades formaban un complejo educativo tan vasto y autosuficiente que se asemejaba a una pequeña ciudad dentro de la gran metrópoli imperial.
La Academia Babilonia de Artes Mágicas y Militares no aceptaba a cualquiera; solo los mejores eran admitidos tras un riguroso proceso de selección, que muchas veces requería de una recomendación personal. La admisión no solo requería un talento excepcional, sino también una considerable inversión económica, lo que la hacía accesible principalmente a las familias más ricas y poderosas del imperio. Las disciplinas más populares, como la Magia de Fuego y Magia de la Luz, tenían una demanda especialmente alta, y solo los estudiantes más destacados lograban obtener un lugar en estas facultades. Aquellos que no podían cumplir con los exigentes requisitos se veían obligados a conformarse con asistir a una facultad menos popular, a pesar de sus aspiraciones iniciales. Esta competencia feroz y la exigencia académica aseguraban que solo los más capaces se formaran en las prestigiosas aulas de la Academia Babilonia.
Afortunadamente, la cueva y las montañas donde Bryan despertó se encontraban dentro de los terrenos de la Academia Babilonia de Artes Mágicas y Militares. Además, el cuerpo que ahora ocupaba había sido registrado como "propiedad" de la institución, un detalle crucial que resultó ser una bendición inesperada. De otro modo, su presencia no autorizada podría haber activado alguna de las poderosas defensas mágicas que mantenían a salvo la institución de intrusos. Estas barreras, diseñadas para repeler cualquier amenaza, habrían reaccionado inmediatamente ante un desconocido y quizá lo hubiesen matado en el acto.
Desafortunadamente para Bryan, ahí terminaban las buenas noticias. El dueño original de su cuerpo era un esclavo al servicio de la Escuela Necromántica, una subcategoría dentro de la Facultad de Magia Oscura. En sus inicios, esta disciplina había sido una facultad con pleno derecho, pero su constante decadencia a lo largo de varios siglos le hizo perder prestigio hasta que se vieron reducidos a una mera sombra de su antigua gloria. Además, los jóvenes Necromantes trabajaban con esqueletos, zombis y otras clases de no-muertos, las cuales eran criaturas poco agradables a la vista. Por estos motivos, la Escuela Necromántica se convirtió en la más impopular, atrayendo a aquellos que no podían permitirse algo mejor y siendo objeto de burla para los estudiantes de disciplinas más prestigiosas. Bryan ahora se encontraba en una posición desfavorable, tanto por su estatus como por la naturaleza decadente de la escuela a la que estaba vinculado.
El desafortunado esclavo sirvió durante años en la escuela mágica más débil y despreciada, realizando tareas miserables como extraer los órganos de cientos de animales muertos para experimentos, deshacerse de desechos venenosos y desinfectar todas las aulas con azufre. Además, cumplía con sus labores diarias como esclavo, limpiando orinales, pasillos, esculturas y realizando cualquier tarea que sus amos magos le exigieran, incluso aquellas que los sirvientes contratados se negaban a hacer. Se podrían escribir varios libros con la cantidad de miradas despectivas y actos de desprecio que soportó a lo largo de su vida. Cada día era un infierno para él.
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Bryan avanzaba a través del antiguo cementerio. Sus pasos eran inseguros debido a que sus extremidades todavía se sentían débiles y atrofiadas, pero continuó avanzando porque, a lo lejos, las luces de la Academia Babilonia brillaban como un faro de esperanza, prometiéndole refugio del inclemente frío, quizás unos trozos de pan mohoso y un poco de descanso antes de enfrentar sus labores. Todo lo que debía hacer en cuanto llegase era inclinar la cabeza, mostrarse sumiso y aceptar cualquier tipo de reglas, violencia e improperios que su condición dictara. No era tan diferente de lo que había hecho en su mundo durante toda su vida. Solo debía renunciar a su libertad y tendría una existencia mejor que la de aquellos desdichados que morían de hambre en las calles.
En China, las hambrunas eran sufrimientos ocultados cuidadosamente por el gobierno, que controlaba toda la información de los medios, tanto nacionales como internacionales. Pero Bryan había visto con sus propios ojos cómo era morir de hambre y era un destino que no le deseaba a nadie: cuerpos marchitos, la piel estirada como pergamino sobre huesos prominentes, ojos hundidos en cavidades oscuras y vacías, respiraciones entrecortadas y débiles, casi inaudibles. Los labios agrietados y partidos intentaban formar palabras, pero solo emitían gemidos guturales. Las extremidades flácidas y torpes, incapaces de sostener el peso del propio cuerpo, parecían marionetas rotas abandonadas en el suelo. Cada movimiento era un doloroso recordatorio de la lucha fútil por sobrevivir, mientras la vida se extinguía lentamente, devorada por la implacable inanición. Finalmente, la lengua se resecaba por completo hasta el punto de partirse, la mucosa estomacal desaparecía y los propios jugos gástricos de la persona comenzaban a deshacerla desde adentro. Lo peor de todo era que el cuerpo seguía tratando de sobrevivir, preservando el cerebro tanto como fuera posible. Así, el desdichado que moría de hambre estaba consciente durante todo el proceso.
“Sí, cualquier cosa es preferible a eso.” Se dijo Bryan con una sonrisa triste mientras avanzaba cada vez más seguro. Pero entonces comenzó a sentir algo extraño y un malestar comenzó a crecer en su interior con cada paso que daba. Al principio, no era un dolor físico, así que lo ignoró. Pero eventualmente comenzó a tener una sensación de tener un nudo apretado en el estómago y también tenía problemas para respirar. Su corazón latía con fuerza, exigiendo más oxígeno para sus órganos. Su visión comenzó a volverse nebulosa por momentos. Al mismo tiempo, una fuerte oleada de miedo o ansiedad comenzaron a embargarlo.
Bryan se detuvo un momento frente a unas escaleras que ascendían por una pendiente pronunciada. El cementerio se encontraba al pie de un acantilado y ahora debía subir. Mientras ascendía, sus rodillas protestaban. Pero el ataque de pánico se volvió mucho peor, hasta el punto en que ni siquiera notaba los otros dolores. Finalmente, se detuvo a medio camino e intentó usar la Esencia Mágica para curar lo que estuviera mal en su cuerpo. Sin embargo, aunque la sustancia negra comenzó a circular por sus órganos afectados, esta vez no pudo aliviar su malestar.
“¿Me voy a morir otra vez?” Pensó desesperanzado, incapaz de comprender lo que sucedía. Entonces alzó los ojos al cielo, donde la luna brillaba en lo alto rodeada por su corte de estrellas y exclamó:
- ¿A los cielos les gusta verme tan miserable? ¿Es mi infelicidad divertida? Porque si no lo es… ¡Entonces, por favor, díganme qué delito cometí contra los dioses el día en que nací! ¡¿Por qué me tratan así…?! -
Bryan estaba a punto de aumentar la severidad de sus reclamos hasta el punto de maldecir, pero sintió miedo de ofender a las deidades justo cuando la muerte se cernía sobre él. De modo que moderó su tono antes de continuar, mientras luchaba por arrastrarse escaleras arriba:
- Es cierto que he sido un maldito pecador, un hijo desobediente, un hermano… - Su voz tembló al recordar lo que más deseaba olvidar, pero se obligó a continuar: - traidor. Sí, les he dado suficiente causa para merecer la justicia y el rigor divino. ¡Pero aun así! -
Bryan dejó de hablar porque no estaba seguro de qué palabras podía usar para justificar que merecía otra oportunidad. Mientras tanto, continuó arrastrándose hasta llegar al alto del acantilado, donde encontró un sendero que serpenteaba entre lo que parecía un pequeño bosque. Aunque no era tan aterrador como caminar entre las tumbas, los sonidos de las ramas sacudidas por el viento resultaban desconcertantes. Sin embargo, ese era el camino que debía recorrer para volver, según las memorias del esclavo.
Luego de levantarse con dificultad y tomar una respiración profunda, Bryan comenzó a caminar con dificultad en la total oscuridad, desviándose hacia el borde y tropezando con una raíz. Por un segundo, creyó ver una luz brillante y, antes de darse cuenta, estaba tendido en el suelo. Las hojas caían suavemente sobre su rostro, desprendiéndose de las ramas y flotando en el aire, sin ataduras ni cadenas. El viento, suave y constante, acariciaba su piel, como si quisiese susurrarle secretos de mundos más allá de aquel bosque. A través de las aberturas en la copa del árbol, alcanzó a distinguir algunas estrellas, puntos de luz titilantes en la vastedad del cielo, parecían prometerle un escape, una ruta hacia lo desconocido.
En ese momento, Bryan sintió que las hojas, el viento y las estrellas eran símbolos de algo más profundo: la libertad. Las hojas, al caer, le recordaban que para otros era posible soltar sus propias cargas y dejar atrás su pasado. El viento, al rozar su piel, le susurraba que había caminos alternativos, direcciones que otros tomarían. Y las estrellas, misteriosas y lejanas, ofrecían esperanza a quienes imaginaban romper las últimas fronteras.
“¿Por qué sólo yo no tengo libertad?” Se preguntó Bryan entristecido, permaneciendo echado en el suelo. Como no pudo llegar a una conclusión, volvió a cuestionar a los dioses:
- Sólo respóndanme esto. Dejando a un lado los crímenes que cometí en mi vida, ¿cómo he ofendido a los cielos para que se me niegue la misma oportunidad de ser libre que tantos otros tienen? ¿No han pecado los demás? ¿Por qué solo yo? -
Una de las cosas más difíciles de cambiar es el hábito. En su vida anterior, Han Shuo había vivido como un prisionero en la cárcel que su país había creado para su pueblo. Sin embargo, no estaba solo en esta situación. La diferencia radicaba en que, mientras otras personas se resistían y luchaban de diversas maneras para obtener al menos un poco de libertad, Han Shuo se conformó con sus barrotes. Con el tiempo, terminó aceptándolos e incluso se acomodó tras ellos. Luego construyó aún más muros dentro de su prisión mental, dedicándose constantemente a culpar a los demás por su desgracia. Así justificaba siempre su existencia mediocre. En su mente, toda la sociedad era responsable de sus fracasos, excepto él mismo.
Ahora, renacido en el cuerpo de Bryan, se encontraba nuevamente atrapado en el papel de un miserable esclavo. ¿Y qué fue lo primero que decidió instintivamente?: Conformarse con sus circunstancias, seguir haciendo lo que mejor sabía, aceptar voluntariamente una vida de sometimiento a cambio de migajas. Esa era la pauta que siempre había seguido. Se sentía cómodo con esa forma de proceder.
El problema radicaba en que uno de los principales motivadores que contribuyeron a forjar la enfermiza mentalidad de Bryan fue el miedo a la posibilidad de morir y experimentar sufrimiento. Sin embargo, en un breve lapso de tiempo, vivió ambas experiencias. Primero supo lo que era morir de forma impotente cuando Chu Can Lan lo mató. Luego, al asimilar las vivencias del esclavo cuya existencia ahora encarnaba, sufrió un dolor mucho más intenso de lo que jamás habría imaginado. Esto sacudió los cimientos de los muros imaginarios que lo habían mantenido prisionero durante tanto tiempo, y ahora comenzaba a cuestionarlo todo. Además, el juramento que hizo justo antes de morir pesaba mucho en su interior.
“Si hoy logro sobrevivir, juro que lucharé para cumplir con todos mis deseos, los más sublimes y los más perversos. No volveré a dejar que nadie me desprecie y nunca permitiré que el miedo me impida actuar.”
En ese momento, Bryan luchaba contra dos fuerzas poderosas dentro de sí mismo. Su yo habitual buscaba cualquier forma de seguridad, incluso si eso significaba conformarse con ser un sirviente de por vida; en cambio, una parte suya completamente nueva o quizá un lado suyo tan olvidado en su interior que ya no podía reconocerlo, ahora se resistiría a volver a caer en esa vida de sumisión.
A veces, el conflicto mental puede manifestarse como una dolor físico. Pero, en este caso, el alma de Bryan, aún inestable por su transmigración, provocaba que sus dudas internas se manifestaran en severos dolores, taquicardia y problemas respiratorios. Por eso, en cuanto comenzó a expresar las preguntas que cuestionaban su forma de proceder, incluso llegando a increpar a los cielos para obtener las respuestas, su dolor comenzó a remitir lentamente, aunque su mente entró en un estado de confusión en el que no pensaba bien del todo lo que decía.
La realidad era que el estado de servidumbre no se limitaba únicamente a él ni al pueblo chino; Miles de personas, tanto en este mundo como en su tierra de origen, vivían y elegían mantener una existencia de esclavitud, consciente o inconsciente. Y eso no tenía que ver con la voluntad de los cielos, sino más bien con la codicia y el deseo de dominación de algunos seres humanos sobre otros y la cobardía de los sometidos que se dejaban dominar. Pero, en ese momento, acostado en aquel suelo desconocido, Bryan todavía pensaba que el mundo entero giraba a su alrededor. Aún no había progresado hasta el punto de entender que la libertad no es algo que se recibe por derecho, sino algo que debe ganarse. De hecho, ni siquiera comprendía la verdadera naturaleza de ser libre. Aun así, Bryan estaba dando un primer paso en la dirección correcta al comenzar a hacerse preguntas.
Finalmente, tras esperar un rato sin escuchar respuesta de los cielos, Bryan se levantó y continuó caminando en la oscuridad, usando sus manos para orientarse en los tramos más sombríos del sendero. En cierto momento, volvió a chocar contra la maleza, provocando que un pájaro saliera volando asustado de su refugio nocturno. Bryan apenas consiguió verlo por unos segundos, pero incluso a la luz de la luna, le pareció que sus plumas resplandecían como seda y exhibían múltiples colores, como un ramillete de flores. Nuevamente le pareció que aquel pájaro era una especie de burla del destino hacia su condición, así que volvió a quejarse con los cielos.
- Ahí está un ave que nace con nada más que el plumaje para engalanar su figura y sin ninguna otra vestimenta que la proteja del daño. Pero, aun así, puede abandonar libremente la seguridad del nido en que nace para batir sus alas y cortar el viento hacia donde sea que desee... - Murmuró Bryan, apretando los labios antes de alzar la mirada y cuestionar con amargura: - ¿Y teniendo yo más alma, tengo menos libertad? -
Como no obtuvo respuesta de los cielos, Bryan continuó caminando para atravesar el bosque. De repente, se encontró con algo que parecía ser los restos de una columna derruida y parcialmente cubierta de vegetación. En algún momento, había sido un adorno ceremonial que marcaba el comienzo del acceso al cementerio, pero el mismo nunca llegó a ser terminado, esta decoración quedó abandonada sin que nadie se ocupara de su cuidado. Un trozo del mármol esculpido aún conservaba parte de su hermosura original; y su superficie lustrosa reflejaba la escasa iluminación, permitiendo que Bryan distinguiese el tema representado: Un alto relieve de un Minotauro luchando contra un guerrero.
Los recuerdos del difunto esclavo, cuyo cuerpo ahora ocupaba, le indicaron a Bryan que esas criaturas consideradas mitológicas en su lugar de origen realmente existían en este mundo. Naturalmente, el Bryan original no sabía mucho al respecto, pues casi todo lo que conocía provenía de las conversaciones que escuchaba de sus amos magos, pero consiguió aprender algunas cosas. Al parecer, existía un lugar llamado Bosque Oscuro, que servía como hábitat natural para todo tipo de monstruos peligrosos y aterradores, aunque también muy valorados, especialmente para los alquimistas, ya que las partes de sus cuerpos podían usarse para crear artefactos y pociones mágicas.
"Así que el Minotauro realmente existe en este mundo. Solo que, en lugar de estar atrapado en un laberinto, parece que incluso una bestia como esta puede correr libremente por la espesura de algún bosque, a diferencia de mí." Pensó Bryan mientras contemplaba la escultura del ser con cuerpo humanoide y cabeza de toro. No pudo evitar quejarse mientras se arrodillaba para tocar el altorrelieve con sus manos, esta vez apretando los dientes para contener la furia:
- Nacen monstruos en este mundo, crueles y osados por naturaleza, buscando sangre bajo el impulso que dicta su salvaje naturaleza. Horror para quienes los encuentren por descuido. Y yo, con mejor instinto, ¿tengo menos libertad? -
Después de suspirar, Bryan se levantó y continuó caminando en la oscuridad, tratando de mantenerse en el sendero. De repente, le pareció escuchar el murmullo del agua corriendo, lo que le trajo a la memoria recuerdos de su infancia, cuando su padre todavía era un pescador al servicio de otros antes de lograse fundar su propio negocio. Después se concentró en los recuerdos del difunto esclavo y confirmó con cierto agrado que los peces también existían en este mundo, tal como en el suyo. Pero casi de inmediato, esta alegría se transformó en amargura e increpó a los cielos:
- Aquí hay peces que ni siquiera respiran, tan solo embarcaciones de escamas que se asoman sobre las olas. Pero pueden nadar a su antojo, midiendo la inmensidad del mar con la capacidad que les da el frío abismo… Y yo, con más albedrío, ¿tengo menos libertad? -
Bryan avanzó unos pasos más, siguiendo el sonido del agua, pero la espesura que lo rodeaba engañó a sus sentidos y, repentinamente, perdió el equilibrio. Acto seguido se encontró así mismo rodando por un borde lodoso hasta quedar empapado en el agua de un arroyo. El frío le despejó un poco la mente, pero sólo empeoró su mal humor, y comenzó a maldecirse a sí mismo por su propia torpeza. Luego, soltó un suspiro despectivo mientras observaba la corriente que ahora resplandecía al reflejar la luz de la luna, asemejándose a una criatura que se deslizaba entre los árboles del bosque.
- Aquí está un arroyo. ¡Un simple flujo de agua! ¡Ni siquiera es un ser vivo! Apenas parece una serpiente plateada cuando refleja la luz de los astros. Pero desde que nace serpentea entre flores y, como un músico, celebra a su paso la vida que brinda al suelo que recorre, dándole majestad mientras escapa raudamente para encontrarse con el mar... - Murmuró Bryan, cerrando los dedos bajo el agua, que afortunadamente no era profunda. Entonces levantó la mano mojada hacia el cielo, como queriendo mostrar ese líquido que se escapaba entre los espacios de sus dedos sin poder evitarlo, mientras gritaba con furia apenas contenida: - ¡Y teniendo yo más vida, ¿tengo menos libertad?! -
Pero nadie respondió a su pregunta ni desafió su reclamo. De manera que Bryan se levantó y cruzó el arroyo. En la otra orilla, se encontró con el camino que, después de varios minutos, finalmente lo condujo fuera del bosque. Ahora estaba en un sendero auxiliar que lo llevó hasta una pequeña puerta falsa reservada especialmente para los esclavos que volvían después de arrojar los desperdicios, la cual estaba fuera de la vista.
La mayoría de los habitantes de la Academia ya estaban durmiendo, pues hacía mucho que la luna había alcanzado su cenit. Como Bryan estaba utilizando una ruta aislada, no se encontró con nadie en su camino, algo que agradecía porque los recuerdos de los capataces que lo habrían castigado si lo veían deambulando por ahí eran todo menos agradables. Observó admirado la impresionante arquitectura en piedra de la Academia Babilonia. Majestuosos edificios se erguían ante él, con enormes columnas de mármol que sostenían arcos de piedra intrincadamente tallados, sobre los cuales se alzaban techos abovedados. Magníficos vitrales convertían la luz de las antorchas en un espectáculo de colores vibrantes, llenando los pasillos con un resplandor mágico. Los muros, decorados con ornamentaciones y relieves delicados, parecían contar historias de épocas pasadas.
Aquel entorno era sencillamente abrumador, y Bryan se sentía pequeño e insignificante ante tal grandiosidad. Los jardines, diseñados con una precisión estricta que solo podía describirse como geométrica, se extendían a su alrededor haciendo gala de la capacidad que los artífices de la academia tenían para domar incluso la naturaleza. Fuentes que parecían danzar al ritmo del viento, setos recortados en formas elaboradas, y flores de colores imposibles creaban un paisaje de ensueño. Todo lo que veía le recordaba a las imágenes de algunos países en la antigua Europa Occidental de su propio mundo, aunque llevadas a un nivel de esplendor que nunca había visto.
Finalmente, tras un esfuerzo considerable, Bryan logró encontrar el camino hacia la zona designada para los estudiantes de Necromancia. Sin embargo, en ese momento recordó que no poseía una habitación; en su lugar, el difunto esclavo vivía en un rústico cobertizo de madera construido en el exterior, adecuado para su condición. Lo único bueno de aquel cobertizo era que, pese a ser principalmente de madera, parecía haber sido construido apropiadamente. Pero al abrir la puerta, repentinamente fue golpeado por un desagradable aroma de aire apestoso y asfixiante, como si la podredumbre misma se hubiera adueñado del lugar. Tuvo que apartarse por un momento antes de intentar entrar de nuevo, pero el interior era tan oscuro que no lograba ver nada.
"Tal vez debería tomar una antorcha." Pensó Bryan, recordando haber visto algunas colocadas en las paredes exteriores, sostenidas por soportes metálicos. Sin embargo, negó con la cabeza, consciente de que seguramente estaría prohibido tomarlas. "¿Cómo hacía este chico para ver dentro de su habitación?" Se preguntó, intrigado.
Bryan cerró los ojos y se concentró en los recuerdos del difunto esclavo, buscando una solución a su dilema. Las velas estaban descartadas, ya que se hacían con la carísima cera de abeja, así que estaban reservadas exclusivamente para los templos y hogares de la Alta Aristocracia. Había versiones más económicas hechas con cebo de animal, pero estas desprendían un olor desagradable. Esto podía solucionarse parcialmente si durante el proceso de fabricación se les añadían hierbas aromáticas para camuflar el aroma, aunque naturalmente esto las volvía más costosas. No era algo que se le daría gratuitamente.
En cambio, para los más pobres, existían...
- Aquí está. - Murmuró Bryan, mirando hacia abajo junto a la puerta. Una jarra de cerámica rota contenía varios palillos hechos con el núcleo de juncos que crecían cerca del arroyo, recolectados, sumergidos en agua y luego secados, antes de ser recubiertos con grasa animal. Se llamaban “Luz de Juncia”. El difunto esclavo los había hecho por sí mismo usando restos de comida que aún conservaban algo de cebo y era la forma de iluminación más barata que cualquiera podía fabricar en ese mundo. Bryan tomó uno de ellos y caminó de regresó hasta la antorcha más cercana para encenderlo, pero la encontró apagada.
"Tengo que deshacerme de mi antigua forma de pensar." Se recordó a sí mismo. En las novelas de fantasía, películas y juegos, los ambientes medievales siempre aparecían iluminados con antorchas, como si esto fuese algo natural. Sin embargo, si realmente fuera así, todos los lugares estarían cubiertos de hollín y cenizas, que tendrían que ser limpiadas constantemente. Sin mencionar el riesgo constante de incendios. Además, el fuego de las antorchas no duraría más de quince minutos. Aunque había soportes en las paredes que tenían antorchas, estas estaban destinados a encenderse en caso de emergencia, no para arder de manera continua.
“Tengo que encontrar una linterna o un farol.”
Bryan comenzó a caminar en silencio por los alrededores hasta que encontró lo que parecía un lujoso farol empotrado en la pared. El artefacto era de metal pulido, con intrincados diseños en filigrana y cristales tallados en formas geométricas que permitían la salida de la luz. Incluso este utensilio tan común era una pieza elegantemente diseñada exclusivamente para la Academia Babilonia, reflejando la opulencia de esta institución.
Se acercó y examinó el farol más de cerca. El seguro que lo mantenía cerrado era un pequeño mecanismo ornamentado, y aunque parecía complejo, logró abrirlo con un leve chasquido. Al abrir la puerta del farol, se sorprendió al encontrar una pequeña roca brillante en su interior, de la cual brotaba una llama mágica dorada.
La luz que emanaba de la llama era intensa y cálida, proyectando sombras danzantes a través de los cristales tallados, creando un espectáculo de luces en las paredes circundantes. Bryan dudó por un momento, no sabía si usar este fuego mágico podía tener efectos inesperados. Sin embargo, necesitaba desesperadamente una fuente de luz y no sabía cómo encender una llama sin un encendedor. Así que decidió arriesgarse y acercó la punta de su varilla para tocar la roca y encenderla.
Afortunadamente, comprobó que el fuego era tan caliente como el de una vela normal, aunque su luz era mucho más intensa y estable. La Luz de Juncia creó una llama más fuerte de lo esperado, proporcionando una mayor iluminación, pero consumiendo rápidamente la varilla. En circunstancias normales, esto no sería un problema, pero el Bryan original había fabricado estas luces con sobras, así que eran más pequeñas de lo habitual. Por eso, regresó rápidamente, temiendo que el fuego se extinguiera.
De vuelta en el cobertizo, Bryan pudo ver el interior por primera vez. Lo que descubrió fue aún más desolador que la fosa en la que había despertado. La estancia rebosaba de objetos, la mayoría desechos o ingredientes sobrantes de experimentos, esperando a que el esclavo los organizara y desechara. Durante el día, los estudiantes arrojaban su basura a través de una trampilla improvisada en la pared, sujetada con cuerdas, para que él la eliminara antes del amanecer.
"Esto no es un almacén... ¡Es un basurero!" Comprendió Bryan, abriendo los ojos con sorpresa: "¡Este pobre esclavo literalmente vive en el basurero de la Escuela Necromántica!"
El almacén no era precisamente espacioso. Aparte de la basura esparcida por doquier, lo único digno de mención eran un par de canastas de mimbre destinadas al transporte de desechos, un banquillo al que le faltaba una pata y un pequeño camastro de madera cubierto de paja. Era el único lugar donde el esclavo podía descansar, aunque siempre terminaba sepultado bajo una montaña de desperdicios al final del día; y es que los estudiantes nunca se preocupaban por dónde arrojaban su basura.
Luego de finalizar sus agotadoras labores diarias, el joven esclavo siempre tenía que despejar la basura sobre su cama para poder dormir un poco. Luego, en la madrugada, debía que deshacerse de los desperdicios antes de que otro sirviente inspeccionara el almacén y lo reportase al capataz o se ganaría una cruel ronda de azotes.
Cuando Bryan entró en aquellos aposentos, más parecidos a una madriguera de roedores roñosos que a un espacio habitable, sus ojos se llenaron de lágrimas y sintió un profundo dolor por el desafortunado joven cuya vida ahora encarnaba. ¿Cómo había podido sobrevivir de esa manera durante años?
El aire del almacén estaba tan viciado que inmediatamente sintió arcadas, y habría vomitado de haber tenido algo en el estómago. El hedor era tan penetrante que prácticamente lo sentía adherirse a su piel. Dejar la puerta abierta no servía de nada, ya que el olor provenía de las montañas de porquería que diariamente eran arrojadas en el interior. En esta ocasión, había más basura de lo habitual, apilada de cualquier manera sobre la pequeña cama. Parecía que los estudiantes habían seguido arrojando sus desperdicios sin percatarse de que el esclavo estaba muerto, o quizá simplemente no les importaba.
Bryan intentó abrirse camino y avanzar por el almacén, pero incluso dar unos cuantos pasos resultaba una tarea ardua debido a la basura que lo cubría todo. Finalmente llegó a la cama y estuvo a punto de limpiarla, como solía hacer el difunto esclavo, pero de pronto se detuvo en seco, cerrando los puños con fuerza.
“¡Ya no me resignaré a vivir así!”
Cuando ese pensamiento se formó en su mente, un estallido de rabia emergió de su corazón, desterrando de su mente el derrotismo que hasta ese momento lo habían embargado. Al principio fue solo un enojo moderado, pero la Esencia Mágica en su interior reaccionó a su ira, moviéndose rápidamente por todo su cuerpo y magnificando esa emoción hasta que sintió como si un volcán estallase en lo profundo de su ser, queriendo arrojar pedazos de su corazón desde el pecho. Finalmente, Bryan proclamó ferozmente:
- ¡Las aves en el cielo, las bestias en la tierra y los peces en el agua poseen destinos más decentes que este! Y siendo yo un hijo del género humano... ¡¿TENGO MENOS DIGNIDAD?! ¡Ya no pienso resignarme más! ¡No toleraré esto! ¡Bryan, oh pobre Bryan! ¡Se te negó un lugar para reposar, se te negó cualquier forma de aprecio! ¡Ni siquiera tuviste un simple entierro, el más elemental de los privilegios de un ser humano! ¡¿Qué ley, justicia o razón pudieron tener estos desalmados magos para permitir esto?!
¡Pero es gracias a tu cuerpo que puedo vivir nuevamente! ¡Es gracias a tu muerte que tengo otra oportunidad de reconstruir mi destino! ¡Así que lo primero que haré en este mundo será honrar tu memoria castigando, aunque sea un poco, a quien te mató! -
En su estado actual, Bryan no podía darse cuenta de cuán anormal era su comportamiento. El Han Shuo original apenas se atrevía a rumiar pensamientos negativos, careciendo del coraje necesario para llevarlos a cabo. Su personalidad solía ser pusilánime y nunca se habría arriesgado a hacer algo tan peligroso por un impulso repentino, sin importar cuántas razones tuviera. ¡Menos aún pensaría en hacerlo por el bien de otra persona!
Pero ahora, por primera vez en mucho tiempo, dejó de pensar solamente en sí mismo y enfocó toda su indignación en el triste destino de alguien más: Aquel difunto esclavo en cuyo cuerpo ahora habitaba su alma.
Al mismo tiempo, sin que se diese cuenta, la Esencia Mágica en su interior transformaba sutilmente aquel sentimiento noble que lo impulsaba a buscar justicia, desviándolo sutilmente y pervirtiéndolo, para que se convirtiese en un deseo de venganza.
Bryan salió rápidamente del almacén y se dirigió hacia las habitaciones femeninas. En el silencio de la noche avanzó con sigilo hasta los dormitorios. El desdichado esclavo había limpiado a menudo en esos edificios, así que conocía bien la zona. Por supuesto, también sabía dónde vivía Lisa, la maga responsable de asesinar al Bryan original.
La Escuela Necromántica tenía muchos menos estudiantes que las otras disciplinas, por lo que cada uno tenía una habitación propia, espaciosa y equipada con todo lo necesario para cubrir sus necesidades diarias. Un verdadero paraíso en comparación con el cuchitril donde Bryan vivía.
Lisa se alojaba en el segundo piso, y Bryan no podía entrar en el edificio por la noche. Afortunadamente, existía un árbol particularmente grande que crecía cerca de su ventana. Bryan se pegó al tronco y comenzó a escalar usando las ramas para apoyarse como un mono flaco, hasta que llegó a un punto en el que podía mirar por la ventana si se estiraba al máximo.
Cuando Bryan vio que la ventana estaba abierta, experimentó una euforia desconocida hasta entonces: La emoción de tener la suerte de su lado para una venganza. Se levantó y se asomó. Entonces vio, para gran sorpresa suya, que la joven bruja había decorado su habitación con colores pastel que creaban un ambiente encantador. Por todas partes se veían peluches mullidos y adorables, formando montañitas sobre las alfombras o hileras en los muebles. Su nariz también captó un ligero aroma perfumado al que su cuerpo actual no estaba acostumbrado. Todo esto lo desconcertó y descarriló sus intenciones por un momento. No había previsto que Lisa, conocida por su carácter áspero y colérico, pudiera decorar su habitación de un modo tan femenino. Al mirar más de cerca, notó unas cortinas de tela rosa en una esquina de la habitación, probablemente un dosel para su cama.
"¡Concéntrate, Bryan! ¡Estás aquí para hacer justicia por Bryan... por él... por mi otro yo antes de... Como sea, ¡concéntrate!" Se dijo a sí mismo, forzándose a continuar.
Sabiendo que no podía esperar un resultado positivo en una pelea directa contra una maga, Bryan tenía un plan improvisado. Sacó una pequeña botella con la tapa rota de su bolsa, que contenía restos de sangre usada en experimentos, y rápidamente la aplicó alrededor de los bordes de sus ojos y su boca. Después, se sacudió el mugriento cabello negro para desordenarlo lo más posible. Tras estos preparativos, sacó un fragmento roto de algún espejo que el difunto esclavo había recogido de entre la basura. Al contemplar su reflejo, vio una cara aterradora, cubierta de manchas de sangre, que le devolvía la mirada.
"¡Ya que no puedo vencer a esta pequeña pendeja, al menos haré que se cague de miedo! ¡Así aprenderá la lección!"
Bryan se reía maliciosamente, bastante satisfecho con su apariencia actual. Una vez listo, se trepó sobre una rama y comenzó a balancearse cerca de la ventana de Lisa, moviéndose adelante y atrás de forma constante. Extendió su mano desnutrida para dar unos golpecitos en el borde de la ventana.
La joven maga se encontraba profundamente dormida, pero los extraños sonidos terminaron por despertarla. Se levantó medio inconsciente, abrió las cortinas de tela rosa y salió de la cama, todavía descalza. Sus pequeños pies, blancos como la porcelana, caminaban despacio sobre una alfombra de piel de animal. Bajo los suaves rayos de la luna, sus dedos parecían increíblemente adorables.
Lisa era un poco más joven que el difunto esclavo y la hija de una casa noble. Bryan no pudo dejar de notar que, a pesar de haber asesinado al dueño original de su cuerpo, se trataba de una joven extremadamente hermosa. Tenía un rostro encantador adornado con una larga y sedosa cabellera rubia. Con una altura de 162 cm, era un poco más alta que él. Sus cejas delicadamente arqueadas, su nariz elegante y sus seductores labios rojos completaban un cuadro de belleza impresionante.
Vestida con un adorable pijama, Lisa no parecía tan aterradora como el difunto esclavo siempre la había percibido, aunque eso podría deberse a que seguía medio dormida. Después de salir de la cama, la joven miró instintivamente hacia la fuente del sonido... Entonces vio un rostro familiar cubierto de sangre que la contemplaba con una mirada vacía y sin señales de vida. Trozos gruesos del nauseabundo líquido rojo, ahora medio seco, se desparramaban por sus ojos y nariz. Un cuerpo desnutrido se balanceaba de un lado a otro en la ventana.
- ¡Ahhhhh!... -
Su grito de espanto resonó por los pasillos del dormitorio de las mujeres.
En su interior, Bryan sonreía maliciosamente mientras pensaba: "Esta vez voy a asustarte hasta que te desmayes o tal vez hasta que te mueras de miedo". Su expresión se volvía cada vez más escalofriante a medida que esos crueles pensamientos crecían en su mente. Después de un rato mirando fijamente hacia la ventana, decidió completar el acto poniendo los ojos en blanco y se balanceó con más fuerza.
Con los ojos volteados hacia arriba, ya no podía ver claramente a Lisa. Sin embargo, el cuarto había quedado en silencio después del grito inicial y continuaba así a pesar del cambio en su expresión.
"Probablemente esta maldita bruja se ha desmayado." Pensó Bryan. Entonces, sus oídos comenzaron a captar los sonidos de gritos asustados junto con las palabrotas de otras estudiantes de la escuela nigromántica que se habían despertado por el escándalo y comenzaban a salir de sus habitaciones. "Mejor lo dejo mientras pueda; de lo contrario, podría sufrir un mundo de dolor si llegan a atraparme".
Justo cuando empezaba a revertir la posición de sus ojos, un dolor increíble se extendió por su cara desde el puente de su nariz. Inmediatamente después, otro dolor intenso lo sorprendió en la parte superior de la cabeza, y no pudo evitar caerse del árbol. El impacto contra el suelo fue tan fuerte que le hizo perder el aire y el sentido por un buen rato. Pero cuando se despertó, deseó no haberlo hecho, pues sentía cómo las heridas de su cuerpo, que hacía muy poco acababan de sanar, ahora volvían a abrirse.
Poco tiempo después, una lluvia de patadas y puñetazos inmisericordes cayó sobre él, mientras una voz le gritaba con furia:
- ¡Maldito esclavo, parece que finalmente desarrollaste algo de valor! ¡Pero parece que el cerebro se te pudrió! ¡Soy una necromante, idiota! ¡Me paso todos los días estudiando esqueletos y cadáveres! ¿De verdad fuiste tan estúpido como para pensar que podías asustarme fingiendo ser un fantasma? ¡Parece que tengo que recordarte quién soy! ¿Creíste que una estudiante genio como yo sería incapaz de diferenciar un cuerpo con alma de un no muerto? ¡Respóndeme, bastardo! -
Aunque la paliza le dolía, lo que más le molestaba a Bryan en ese momento era su amor propio. Aparentemente, el tonto esclavo que pasó años como recadero en la escuela de necromancia nunca se molestó en averiguar algunos detalles sobre las actividades de sus amos magos. En esta primera ocasión en la que reunía su coraje para hacer algo atrevido, había terminado haciendo el ridículo, malherido y, para mayor humillación, ahora estaba recibiendo una paliza por parte de una chica.
"¿La Necromancia puede determinar la naturaleza de los espíritus? ¡Entonces definitivamente no puede ser subestimada! Parece que tengo mucho que aprender si voy a sobrevivir en este mundo; de lo contrario, podría terminar perdiendo mi nueva vida antes de empezarla."
Mientras Lisa se desahogaba dándole más patadas, Bryan continuaba pensando a toda velocidad mientras trataba de sobreponerse al dolor. La magia maligna que Chu Cang Lan había dominado contenía la palabra "demonio" en su nombre, mientras que la Necromancia tampoco sonaba como una magia muy benévola. ¿Qué pasaría si se entrenaba en ambas disciplinas al mismo tiempo? ¿Habría conflicto entre las dos magias o se harían más fuertes juntas?
Lisa la Necromante
[1] La nigromancia, nigromancía, necromancia o necromancía (unión de necros «muerte» y mantīa «adivinación») es una rama de la magia, considerada generalmente negra.
Hola amigos, soy acabcor de Perú y hoy es domingo 27 de julio del 2024 y esta es la tercera edición de este capítulo.
Hace unos días fue la ceremonia oficial de las Olimpiadas en París, la cual se celebró por primera vez en esta ciudad. Estos eventos siempre me emocionan desde que España convirtió estas inauguraciones en un despliegue cultural asombroso. Creo que mi favorito fue el de Atenas 2004.
Finalmente, vi la ceremonia y estas son mis impresiones. Primero, los aspectos positivos: me encantó el inicio con la bandera francesa hecha con explosiones de humo y el juego de luces con la Torre Eiffel. Me dieron risa los Minions, y me gustó que trajeran a varios atletas de renombre y a otros para llevar la antorcha olímpica. También me gustó el caballo en el agua, el pebetero con un globo aerostático, y Céline Dion me emocionó hasta el punto de arrancarme una lágrima.
Ahora, todo lo demás fue... asqueroso, barbárico, blasfemo, nauseabundo, protervo y distópico. Nunca pensé que lo diría, pero Lady Gaga fue lo más decente en una presentación supuestamente artística. Todo lo demás fue un espectáculo dantesco y una vergüenza para todos los Juegos Olímpicos celebrados hasta ahora. Nunca antes había visto algo tan insultante como un grupo de Drag Queens parodiando la Última Cena, bailando obscenamente como prostitutas, y encima con una menor de edad frente a ellos. Las estatuas de supuestas mujeres importantes, cuyos principales aportes en la mayoría de los casos fue legalizar el infanticidio conocido como aborto, fueron el colmo de lo ridículo. En resumen, Francia no podría haber caído más bajo. Deberían avergonzarse por haber permitido algo así. Su lema: “Igualdad, Libertad y Fraternidad” ya no vale nada y debería ser cambiado por “Blasfemia, Libertinaje y Promiscuidad”.
Es espantoso el nivel de decadencia en la que ha caído la Europa Occidental, hasta el punto en que ninguno parece distinguir la diferencia entre “Diversidad” y “Depravación”. Lo peor es que esta locura no se limita a Francia, pues he escuchado que hace poco el parlamento español ha despenalizado el insulto a las religiones y también las faltas de respeto a su Rey. ¿Qué clase de locura es esta? Lo sagrado es lo único que literalmente es más importante que la vida y la persona del Rey encarna todo el honor de España. Eso es tan fácil de entender que hasta un infante lo comprendería. ¿Acaso no ven lo que están haciendo? Con sus abortos, sus blasfemias y la locura de recibir a todos los inmigrantes... ¡Europa se está suicidando! Inevitablemente van a ser destruidos por los musulmanes si siguen ignorando a Dios, rehusándose a tener hijos y olvidando sus principios. Y lo más triste es que nadie lo lamentará cuando ocurra si siguen expandiendo esas ideologías que más bien parecen ser locura. Espero estar equivocado. ¡Ojalá algún español me diga en los comentarios que no es verdad esto que he escuchado! Eso quizá me salve del mal sabor que me ha dejado ver esa repugnante inauguración.
Este es mi tercer intento de reescribir este capítulo y comencé directamente con el título, pues el original ("Los ignorantes son asustadizos") no parecía tener mucho sentido. Aquí quise darle al protagonista mucha más profundidad y creo que lo conseguí.
La mayor parte de la lucha interna de Bryan está basada en el monólogo inicial del príncipe Segismundo en la obra inmortal "La Vida es Sueño", del gran genio español Pedro Calderón de la Barca. Siempre me gustó mucho, pero esto resultó ser mucho más difícil de lo que podría haber imaginado. Honestamente, me sentía mal de intentarlo siquiera. Ya sabía que Pedro Calderón era uno de los más brillantes artistas del mundo, pero intentar adaptar sus altos conceptos a mi pobre escritura me hizo descubrir su grandeza en una nueva dimensión y también me di cuenta de cuán inferior soy en comparación. En presencia de Pedro Calderón de la Barca no me atrevo a llamarme escritor.
Aquí pongo el texto en el que me basé:
(¡Ay mísero de mí, ay, infelice!) / Apurar, cielos, pretendo, / ya que me tratáis así / qué delito cometí contra vosotros naciendo;/ aunque si nací, ya entiendo qué delito he cometido:/ bastante causa ha tenido / vuestra justicia y rigor, /pues el delito mayor del hombre es haber nacido. / Sólo quisiera saber / para apurar mis desvelos / dejando a una parte, cielos, / el delito de nacer, / qué más os pude ofender / para castigarme más. / ¿No nacieron los demás? / Pues si los demás nacieron, / ¿qué privilegios tuvieron / que yo no gocé jamás?
Nace el ave, y con las galas / que le dan belleza suma, / apenas es flor de pluma / o ramillete con alas, / cuando las etéreas alas / corta con velocidad, / negándose a la piedad / del nido que deja en calma; / ¿y teniendo yo más alma, / tengo menos libertad? / Nace el bruto, y con la piel / que dibujan manchas bellas, / apenas signo es de estrellas / gracias al docto pincel, / cuando, atrevida y cruel / la humana necesidad / le enseña a tener crueldad, / monstruo de su laberinto; / ¿y yo, con mejor instinto, / tengo menos libertad? /
Nace el pez, que no respira, / aborto de ovas y lamas, / y apenas, bajel de escamas, / sobre las ondas se mira, / cuando a todas partes gira, / midiendo la inmensidad / de tanta capacidad / como le da el centro frío; / ¿y yo, con más albedrío, / tengo menos libertad? /
Nace el arroyo, culebra / que entre flores se desata, / y apenas, sierpe de plata, / entre las flores se quiebra, / cuando músico celebra / de las flores la piedad / que le dan la majestad / del campo abierto a su huida; / ¿y teniendo yo más vida / tengo menos libertad? /
En llegando a esta pasión, / un volcán, un Etna hecho, / quisiera sacar del pecho / pedazos del corazón. / ¿Qué ley, justicia o razón, / negar a los hombres sabe / privilegio tan suave, / excepción tan principal, / que Dios le ha dado a un cristal, / a un pez, a un bruto y a un ave?
¡Ah, cuán magnífico!
Otro aspecto importante fue mejorar todas las descripciones de los entornos. Además, agregué detalles como la Luz de Juncia, que es un método real de iluminación medieval. También me explayé más en las descripciones de la academia y sus procedimientos de admisión. Finalmente, quiero llamar su atención a las maravillosas imágenes que he generado con inteligencia artificial para el capítulo a modo de ilustración. Espero que les hayan gustado.
Pero déjame saber tu opinión en los comentarios: ¿Te gustó cómo planteo la lucha interna de Bryan? ¿Cuál fue tu parte favorita del capítulo? ¿Cuál es tu imagen favorita?
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¡Nos vemos en el siguiente capítulo!