134 Un encuentro incómodo

Los aposentos de Phoebe eran bastante grandes y poseía un vestidor independiente con un gran espejo empotrado en un marco de caoba minuciosamente tallado. Sobre un cómodo sofá había un conjunto de prendas lujosas: Una levita negra con cola abierta para poder montar a caballo, un chaleco gris, una camisa blanca con chorrera decorativa y manga larga, un pantalón ceñido negro y una capa negra hecha con la piel de algún animal parecido a un lobo, pero tan fina que brillaba incluso a la luz de las velas. 

Como complemento tenía unas hermosas botas de cuero negro bien decoradas, unos guantes marrones de gala, un bastón con punta y empuñaduras de plata, labrada con las imágenes de leones cazando. Finalmente, un hermoso pañuelo rojo de seda con águilas bicéfalas doradas en bordado.

Todo el conjunto era sencillo en comparación a las complejas vestimentas que muchos patricios preferían, pero ni el elegante más exquisito hubiese encontrado algo que criticar en este traje. Las ropas eran de gusto delicado y naturalmente fueron hechas por los más famosos sastres en el Imperio Itálico.

- Primero ponte el pantalón y la camisa, después te ayudaré con el resto. - Dijo Phoebe tras mostrarle las prendas. Luego abandonó la habitación rápidamente con una sonrisa en el rostro.

Bryan miró incómodo todas esas ropas lujosas que jamás en su vida había utilizado y que en su mayoría desconocía incluso el nombre. Pero finalmente soltó un suspiro resignado antes de comenzar a cambiarse. Después de un rato que le pareció eterno había terminado de colocarse las primeras prendas y cuando se miró al espejo abrió los ojos sorprendido porque le pareció que se veía bastante bien.

- ¿Ya terminaste? - Preguntó Phoebe fuera de la habitación.

- Si, ya he terminado. -

Las puertas se abrieron y lo primero que hizo Phoebe al ingresar fue mirarlo de arriba abajo con sus ojos claros. Entonces sonrió alegremente mientras decía: - Te queda perfecto. ¡Verdaderamente elegante! -

- Gracias por eso. Estoy sorprendido de lo bien que se me ve con esta ropa. - Respondió Bryan sonriendo nerviosamente

- Te ayudaré con el resto. - Dijo Phoebe y comenzó a ponerle la levita, las botas y el resto de la indumentaria sin esperar su respuesta, explicándole el nombre de cada prenda, así como el modo de lucirlas.

Mientras Phoebe lo vestía con una sonrisa, sus cuerpos se tocaban involuntariamente de cuando en cuando y los sentidos de Bryan percibieron abrumados la deliciosa fragancia que envolvía a la muchacha, el brillo de sus ojos y cabellos, la textura de su piel, así como los detalles más mínimos de cada delicado movimiento que realizaba a su alrededor.

Todo eso inevitablemente provocó que su corazón se acelerara mucho y no pudo evitar sonrojarse.

Cuando finalmente terminaron Phoebe dio unos pasos atrás para mirarlo con ojos brillantes por la emoción mientras asentía muy complacida. No era para menos, pues el propio Bryan reconocía que nunca en sus dos vidas se había visto tan atractivo.

- Muy bien, ya estás listo. Cualquiera pensará que eres un aristócrata de una antigua familia. Tu contextura se ajusta perfectamente a todo. - Dijo Phoebe suavemente con un pequeño gesto de sorpresa mientras lo miraba.

- No pensé que tuvieses tan buen juicio para elegir prendas, estás me quedan muy bien y no es necesario remendar nada. - Comentó Bryan todavía nervioso. Tan incómodo se sentía que decidió cambiar de tema, y sin que fuese su intención terminó hablando con algo de brusquedad: - Entonces, ¿cómo va mi pedido? ¿Hay alguna novedad? -

Al oírlo Phoebe puso los ojos en blanco y puso una expresión malhumorada mientras mascullaba enojada y sobre todo con tristeza: - ¿Acaso no puedes esperar un poco hasta que termine el banquete para hablar de negocios? -

 Bryan se dio cuenta de que su pregunta había sido muy inapropiada dadas las circunstancias, así que miró a Phoebe apesadumbrado. Si bien nunca fue una persona delicada, solía tener suficiente tacto como para darse cuenta de esas cosas, pero tal era su impaciencia por incrementar sus poderes que ni siquiera agradeció por las ropas.

- Lo siento. - Mascullo Bryan con dificultad. Después de todo lo que vivió desde que llegó a este mundo no recordaba bien cómo disculparse con una chica, así que miró de un lado a otro tratando de pensar en algo, lo cual lo hacía verse bastante confundido.

Debió verse realmente arrepentido e incluso algo gracioso, porque Phoebe sonrió un poco y le habló con un tono apaciguador: - Bien, bien, no te quedes ahí con esa mirada errante. Te prometo que cuando regresemos del banquete arreglaremos cuentas y te irás del Gremio muy satisfecho. -

Luego le pidió que saliera al vestíbulo para esperarla mientras ella se preparaba y Bryan no se hizo de rogar porque se sentía incómodo. Pasaron unos minutos, pero lo único que escuchaba eran los sonidos de cajones abriéndose y entonces supo que, como todas las mujeres, Phoebe iba a demorarse mucho en estar lista.

Suspirando resignado, Bryan se paseó por el vestíbulo admirando la decoración, los cuadros e incluso ojeó algunos de los libros de una estantería que trataban sobre la geografía de los países vecinos, sus leyes comerciales y los impuestos que se tenían que pagar. La lectura no le interesaba mucho, pero fue suficiente para que quedase absorto durante un buen tiempo mientras se comía unas galletas y bebía una taza de café que le trajeron los criados.

Pasaron dos horas.

Bryan ya estaba pensando que no iban a tener tiempo de llegar al banquete cuando las puertas de la recámara de Phoebe se abrieron y él… se quedó sin palabras.

La hermosura de Phoebe nunca se había visto tan acentuada como en ese momento. Estaba luciendo un hermoso vestido celeste bastante ceñido en el torso, que dejaba sus hombros y espalda descubiertas de un modo sensual pero elegante. A pesar de ello, el corte había sido hecho con tal delicadeza que todo el conjunto hacía lucir las hermosas curvas perfectas de sus senos y delgada cintura, pero sin enfatizar demasiado, de modo que su belleza se mantenía impoluta. La falda caía a su alrededor como una hermosa cascada de agua plateada que ondulaba con sus más leves movimientos, haciéndola parecer una diosa nacida del mar.

Sus cabellos habían sido peinados con maestría. Llevaba también un hermoso adorno plateado similar a una tiara para mantenerlo atado y exhibía una hermosa joya en el cuello que combinaba con todo el conjunto y acentuaba aún más sus hermosos rasgos naturales: Grandes y hermosos ojos castaños, su frente de mármol, una nariz recta, bellos labios de coral, dientes como las perlas.

Y sobre este conjunto encantador, la flor de la juventud había esparcido todo su brillo y perfume.

¡Guau! ¿Puede una mujer ser tan hermosa?” Pensó Bryan como un tonto mientras luchaba por recuperarse, pero la magnífica visión lo había dejado anonadado y no tenía idea de cómo reaccionar. Por primera vez desde su trasformación sentía que su mente se estaba adormeciendo, tampoco podía dejar de mirar los hermosos y sensuales rasgos de la hermosa muchacha a pesar de lo mucho que quería hacerlo. En ese momento ella era como un poderoso imán para sus ojos.

- ¿Qué pasa? ¿Por qué tienes esa expresión tan tonta? - Preguntó Phoebe con una sonrisa un poco arrogante, pues era evidente que estaba orgullosa y había causado exactamente el efecto que quería provocar. En ese momento Bryan la estaba mirando como si no existiera nada más en todo el mundo a pesar de sí mismo, eso la hacía sentirse muy bien, pues además de ser su amigo también lo reconocía como alguien excepcional y todas las chicas aman acaparar la atención de los hombres destacados.

- No, nada. - Dijo Bryan luchando por fingir indiferencia, pero sus labios se sentían bastante secos y necesitó humedecerlos antes de poder articular las palabras. Finalmente logró recuperarse lo suficiente como para pensar y decidió que lo mejor que podía hacer para salvar su dignidad era ser honesto: - Te vez realmente magnífica. -

- ¿De verdad te parezco hermosa? -

- Necesitaría ser un poeta para poder hacerte justicia en este momento, Señorita Phoebe. -

Phoebe se acercó lentamente y su perfume se expandió deliciosamente hacia Bryan, quien por un momento se sintió embriagado. Entonces la muchacha le tendió su mano con una sonrisa mientras decía juguetonamente: - ¿Por qué no me tratas de tú como de costumbre? ¿Acaso no somos amigos? -

- Lo somos en efecto. - Respondió Bryan sonriendo pícaramente: - Pero ahora estoy bastante más preocupado de que algún pretendiente tuyo decida ensañarse conmigo o me rete a un combate mortal por tu amor. La perspectiva me pone nervioso. Ni siquiera yo tengo tantas vidas como para resistir infinitamente ¿sabes? -

El comentario hizo sonreír a Phoebe, luego la hermosa espadachina caminó hacia la puerta principal seguida por Bryan, donde un nutrido grupo de sirvientes ya los esperaban con un lujoso carruaje, listos para viajar.

- ¡Vamos al banquete! - Dijo Phoebe en voz alta y los caballos se pusieron en marcha con un trote rápido pero relajado. A su alrededor cabalgaban cuatro jinetes que actuaban como escoltas y abrían el paso. Cada uno de ellos se destacaba bastante y era evidente que eran de grado Veterano.

- Entonces ¿dónde vamos exactamente? - Preguntó Bryan cuando finalmente pudo dejar de mirar embobado a su hermosa acompañante.

- Hace unos días uno de los Ministros de Finanzas fue galardonado por conseguir el presupuesto necesario para la construcción de un importante acueducto, también se encargó de contratar y dirigir la obra él mismo. Esto significa que los precios del agua bajarán considerablemente en los siguientes años.

Como recompensa el Senado le ha otorgado el grado de Cuestor Imperial, lo que significa un verdadero honor, porque le da autoridad para vigilar todos los asuntos relacionados con el comercio. Quizá incluso le otorguen el gobierno civil de una provincia en el interior, con lo cual también se encargará de regular la importación y exportación de productos en todas las rutas de trasporte que pasen por esos territorios.

Esta noche va a organizar un banquete para celebrar su promoción y naturalmente está invitando a los más ricos burgueses de la ciudad, así como a representantes de las más importantes familias aristocráticas. Obviamente tenemos que participar para realizar conexiones, hacer los correspondientes halagos y sobornar… digo, ofrecer regalos que sean dignos de la ocasión. -

- Ya veo. ¿Y este nuevo Cuestor Imperial no será por casualidad el padre de Lawrence? -

- ¿Eh? ¡¿Cómo sabes que Lawrence es el hijo del nuevo Cuestor?! - Pregunto Phoebe sorprendida y poniendo una expresión de asombro.

- Porque coincidimos varias veces en la Academia Babilonia, donde terminamos haciendo algunas transacciones comerciales y al final llegamos a ser amigos. Por eso conozco algunas cosas sobre su familia, aunque no demasiado. - Respondió Bryan, ocultando deliberadamente que Lisa era quien le había contado sobre su primo. Que una mujer hablase con un extraño sobre las relaciones de sus familiares podía llegar a ser considerado muy indiscreto dependiendo de la situación, así que ella se había arriesgado un poco al contarle sobre Lawrence. Naturalmente Bryan no quería corresponderle delatándola o poniéndola en una situación donde algún malvado pudiese cuestionar su honor.

Phoebe por su parte no sospechó nada y simplemente asintió: - Ya veo. No sabía que el hermano Lawrence tenía tan buena relación contigo. Eso me sorprende bastante. -

Los dos continuaron conversando sobre Lawrence durante el resto del viaje y contrariamente a lo que esperaba, descubrió que Phoebe realmente no sabía mucho sobre su hermano condiscípulo, pues además de entrenar juntos bajo el mismo Maestro de esgrima en contadas ocasiones, realmente no solían coincidir.

Aparentemente Lawrence nunca dio muestras de ser un genio militar o un brillante espadachín, aunque sabía defenderse relativamente bien. Era mucho mejor que el promedio de combatientes, pero no llegaba a superar los escalones inferiores de los más poderosos combatientes.

Su maestro no le enseñaba ninguna técnica de esgrima en específico y en su lugar parecía estar aprendiendo cosas al azar, porque Phoebe los veía pasar más tiempo conversando sobre asuntos confidenciales o estudiando mapas, que entrenando.

El resto del conocimiento de Phoebe podía resumirse en pocas frases: Lawrence era alguien muy inteligente, prudente, reservado y bastante cortés. Siempre parecía llevarse bien con todo el mundo, sin que por ello se dejase influenciar. Tenía una excelente relación con su Maestro, quien a menudo alababa su gran intelecto en frente de Phoebe. También parecía que guardaba varios secretos, pero la muchacha nunca había querido preguntarle para no arruinar su amistad, así que no estaba segura.

De este modo siguieron conversando hasta que terminaron llegando a su destino: una villa a las afueras de la ciudad.

Se trataba de una gran hacienda llena de árboles de naranjo y hermosos álamos, con una pequeña loma en el centro sobre la que se elevaba una hermosa mansión simétrica hecha con bloques de piedra y columnas de mármol que sostenían una hermosa cúpula.

El carruaje se detuvo en un patio, donde un mayordomo bien educado les dio la bienvenida mientras los criados los ayudaban a descender antes de conducirlos al interior de la mansión. Todo el decorado era un anuncio de la habilidad de los sirvientes y la profunda ciencia que únicamente los verdaderos aristócratas dominan: los primeros para servir y el Señor para hacerse servir; pues cada sala, antesala o chimenea estaba llena de adornos y flores, había cuadros hermosos en las paredes, espadas y libros al alcance de la mano, hermosos sillones y sillas bien decorados pero a la vez cómodos donde cualquiera podía sentarse si surgía la necesidad, perros en las antesalas cuyas caricias eran agradables y muchas jaulas con pájaros que divertían a los invitados con sus cantos.

Finalmente fueron conducidos al patio interior donde se celebraba el banquete principal. Descubrieron que se habían colocado todo tipo de sillas suaves y cómodas alrededor de mesas largas, cubiertas con manteles bordados con hilo de oro, sobre las cuales había muchos exquisitos manjares dulces y vino fino. Los criados iban y venían por todas partes, todos contentos y alegres, algunos hacia las cocinas para hacer llegar constantemente la comida otros hacia las caballerizas donde relinchaban los caballos respondiendo a sus cuidadores, quienes a veces los trataban con más cariño y respeto que a sus propios amos.

Al fondo podía verse un hermoso invernadero lleno de plantas raras y flores que se abrigaban en enormes macetas, así como algunos árboles frondosos que creaban un rincón secreto muy agradable para la vista y el olfato, con un billar justo en el medio que parecía haber sido abandonado dos horas antes por jugadores.

Los invitados estaban dispersos por las diferentes áreas, todos vestidos con sus mejores ropas y elegantes joyas, sosteniendo copas de cristal en sus manos y conversando con sonrisas en sus rostros. Cuando Bryan y Phoebe entraron de inmediato atrajeron la mirada de muchos caballeros que estaban deslumbrados por la extraordinaria belleza y porte de la hermosa muchacha. Tampoco faltaron las miradas celosas de algunas damas nobles hacia Phoebe e incluso más de una expresión de osada coquetería hacia el propio Bryan, cuyos atuendos lo convertían en un misterioso y seductor acompañante, que además exudaba ese ligero aire peligroso tan irresistible para muchas mujeres.

 - ¡Bienvenida a mi morada, mi querida Phoebe! Te agradezco profundamente que hayas venido a nuestro banquete, pues hubiera sentido mucho si me privases de tu compañía en esta alegre ocasión. - Dijo un hombre de unos cuarenta años de aspecto ordinario y una expresión bastante amable, que Bryan identificó inmediatamente como el señor de la casa.

- ¡Nunca me atrevería a faltar, tío Alan! Estoy agradecida de que me hayas invitado y te felicito de todo corazón, pues se lo mucho que has luchado para llegar al cargo de Cuestor. ¡Nadie merece más este honor que tú! - Respondió Phoebe acercándose alegremente.

Alan de las Égadas era originalmente de una pequeña familia noble proveniente de las islas Égadas que debían su riqueza a las actividades pesqueras. Como todos los aristócratas inició su carrera política en el ejército, donde consiguió llegar a ser el Cuestor Militar de una Legión y un importante general lo puso controlar las finanzas, los envíos de alimentos y el inventario de equipos para las tropas.

Debió haber hecho un muy buen trabajo, porque cuando terminó su servicio lo recomendaron rápidamente para que fuese edil en una ciudad, encargado de cobrar impuestos, organizar eventos y fiestas públicas; pero solamente le tomó un año antes de ser nombrado Pretor en una provincia, resolviendo juicios legales sobre casos relacionados con asuntos comerciales.

Sus logros fueron suficientes para llamar la atención de uno de los muchos Ministros de Finanzas, el cual lo nombró su asistente y finalmente llegó a ocupar el cargo tras varios años de arduo esfuerzo. Fue entonces cuando terminó teniendo contacto con el actual Emperador, quien lo envió en varias misiones para revisar las cuentas en las provincias interiores y en todo momento demostró ser un hombre honesto y un servidor leal. Con el tiempo terminó forjando una auténtica amistad con su Majestad Imperial.

Con un buen Cursus Honorum detrás suyo, el ministro Alan solamente tenía que formar una familia para culminar con broche de oro toda una vida de logros que, si bien no eran demasiado extraordinarios, tampoco eran nada despreciables. El propio emperador lo comprometió con una joven aristócrata de buenos antecedentes y unos meses después se casaron por todo lo alto. Poco después hubo noticias de que el matrimonio arreglado estaba funcionando muy bien y consiguieron cultivar una relación excelente.

Entonces ocurrió la desgracia. Pasó un año y la joven pareja todavía no concebía un heredero, luego otro año y otro; hasta que finalmente despertaron el interés de la corte.

Los plebeyos y burgueses ricos eran libres de casarse con quienes quisieran; pero no era lo mismo para los aristócratas, que eran criados para gobernar desde su nacimiento y cuyas familias representaban los pilares de la sociedad imperial. Los nobles eran “razón de estado” y tenían que producir descendencia; por ese motivo el matrimonio era obligatorio y si una pareja no podía tener hijos, por ley se verían forzados a divorciarse independientemente de cómo se sintiesen al respecto.

Podía parecer una política demasiado cruel pero realmente no lo era. Los Aristócratas recibían gratuitamente una gran cantidad de honores, pero a cambio debían comprometer toda su vida (incluso su felicidad personal) al servicio del Imperio. Un número menor de aristócratas significaba menos funcionarios estatales que pudiesen asumir papeles importantes en un mundo donde en cualquier momento podía estallar alguna guerra en la que muriesen varios nobles. ¿Quién ocuparía sus lugares de otro modo? Era muy difícil encontrar entre la gente común a personas que pudiesen dominar asuntos financieros, estatales y militares al mismo tiempo.

La excepción eran los magos que en muy raras ocasiones nacían en familias comunes, pero para ellos existía el recurso de educarlos de forma intensiva y también gratuita dentro de instituciones como la Academia Babilonia, aunque esto se permitía debido a que eran escasos en número. Conceptos como la Educación Pública era algo impensable en ese mundo donde hasta un rollo de papel podía terminar siendo más caro que un caballo.

Así que, para el cuarto año en que la pareja no concebía, los ojos de muchos miembros de la corte estaban fijos en el ministro Alan y comenzaron a aumentar las voces de quienes exigían una intervención de los Censores, los encargados de vigilar la moral pública entre otras cosas. En su desesperación, Alan de las Égadas fue con un experto médico que confirmó su fertilidad, luego se encargó de esparcir la noticia secretamente en la corte, pero esto sólo le compró un poco de tiempo y las miradas de sospecha comenzaron a caer sobre la esposa de Alan, quien durante meses no se atrevió a salir de su casa por temor a los comentarios insidiosos donde le sugerían divorciarse para no destruir la carrera de su marido junto con la suya.

Y es que el ministro Alan dejó muy claro en todo momento que no tenía la menor intención de separarse de su esposa, incluso si eso le costaba el cargo.

Fue por esas fechas que ocurrió el milagro y la familia anunció que la esposa estaba embarazada. Un año después presentaron al pequeño Lawrence ante los templos en una ceremonia pública donde lo registraron como heredero de la familia y todo el desagradable asunto desapareció como polvo arrojado al viento. La prosperidad volvió a sonreírle a Alan de las Égadas que ahora sonreía ante todos como un padre orgulloso de tener un hijo apuesto y talentoso, en quien invirtió bastante para que recibiese la mejor educación. Luego, ya sin ninguna presión, pudo dedicarse a proyectos importantes como la construcción del gran Acueducto que, tras cinco años arduos, finalmente veía completado y ahora recibía un nuevo ascenso en virtud de sus esfuerzos.

Mientras caminaban por el jardín Bryan contemplaba a este hombre con curiosidad, pues con la excepción de su fina ropa y sus maneras aristócratas, no había nada de extraordinario en él. Si vistiera de forma común era posible que pasase totalmente desapercibido entre las multitudes.

No puedo creer que un hombre así sea el padre de un joven tan apuesto como Lawrence. Supongo que habrá heredado todo el físico de la madre junto con la inteligencia.” Pensó Bryan, pero en ese momento lo mencionaron en la conversación y tuvo que volver a prestar atención.

- ¿Este joven tan gallardo es tu novio, Phoebe? - Preguntó el Cuestor Alan con una expresión de curiosidad genuina.

- Si tío. Su nombre es Bryan y también es amigo del hermano Lawrence en la Academia. - Respondió Phoebe con una sonrisa, mientras se acercaba para tomar su mano de un modo intimo con una expresión satisfecha y feliz.

Aunque Bryan sabía que todo era parte de una fachada, no pudo evitar sentirse nervioso cuando Phoebe tomo su mano de ese modo, sobre todo cuando se veía tan hermosa.

- Oh, ya veo. Sea usted bienvenido a mi casa, joven Bryan. Es un placer conocerlo. ¿Es usted Mago, Caballero o Guerrero? -

- Te saludo, noble Alan, Cuestor de nuestro Imperio. Es también un placer conocerlo. Yo pertenezco a la Escuela Necromántica de la Facultad Oscura y actualmente ostento el grado de Mago Aprendiz. -

- ¡Que interesante! ¿Quizá eres el mismo Bryan que obtuvo tan destacado puesto en el último torneo de la Academia durante el Festival de Invierno? -

- El mismo, aunque temo que mi participación haya sido un poco exagerada. - Respondió Bryan rápidamente porque no quería llamar mucho la atención sobre sus poderes. En ese momento vio dos enormes jarrones de porcelana cerca al invernadero, sobre los cuales serpenteaban vegetaciones marinas de un cuerpo y de un trabajo tales, que sólo la naturaleza pudo haber conseguido. De inmediato decidió usarlos para cambiar de tema.

- ¿Puedo preguntar qué es esta maravilla? -

- ¡Oh! - Respondió el Cuestor Alan con una sonrisa de orgullo. - Son antiguas reliquias de mi patria. Pero no preguntes cómo se hicieron, joven Bryan, pues es un trabajo de otros tiempos, una especie de obra de los genios de la tierra y del mar. -

- ¿Cómo? ¿Y de qué época data esto? - Preguntó Phoebe simulando una gran curiosidad porque se dio cuenta de que Bryan quería desviar la conversación.

- Lo ignoro - Respondió el Cuestor Alan con una sonrisa misteriosa. Era evidente que el tema le encantaba, porque adoptó todo el aire de un narrador de cuentos: - He oído decir solamente que un emperador había mandado construir expresamente un horno, donde hizo cocer doce jarros semejantes a estos; dos se rompieron, pero a los otros diez los bajaron al fondo del mar, justo en las islas Égadas. El mar, que sabía lo que querían de él, arrojó sobre ellos sus plantas, torció sus corales e incrustó sus conchas sobre la porcelana; pero todo quedó olvidado por espacio de doscientos años, porque una mujer traidora envenenó al emperador que quiso hacer esta prueba y no dejó más que una pequeña nota perdida entre miles de documentos donde contaba la fabricación de los jarrones y su descenso al fondo del mar.

Al cabo de doscientos años mis bisabuelos encontraron la nota y decidieron sacar los jarrones empelando los servicios de magos muy habilidosos. Pero de diez que eran no se hallaron más que estos dos, pues los demás fueron dispersados o destruidos por las olas. Yo aprecio infinitamente estos jarrones, en el fondo de los cuales me figuro a veces que viven monstruos deformes, horribles, misteriosos y semejantes a los que ven los marineros o también los escondites donde han dormido tantos pequeños peces que se refugiaron en ellos para huir del furor de sus enemigos. -

Alan terminó su narración con un gesto dramático y Phoebe aplaudió encantada. Bryan miró los jarrones con bastante respeto, pues la historia realmente resultó interesante. También sentía un poco de gratitud porque había conseguido evitar la conversación sobre sus habilidades.

- Bueno, tengo que atender al resto de los invitados. Por favor disfruten la fiesta ustedes dos, je je. Lawrence también está aquí, pues la Academia le concedió un permiso especial y debería unírsenos cuando termine de colocarse su traje de gala. Creo que pronto podrán saludarlo. -

Y tras hacer un gesto cordial, Alan se retiró de forma apresurada para recibir a los recién llegados, coordinar cosas con los sirvientes y otros menesteres. Bryan concluyó que era exactamente como parecía: Un sujeto bastante agradable, humilde y un excelente narrador.

Lawrence en cambio parece harina de otro costal. Realmente son demasiado diferentes.”

El Cuestor Alan acababa de retirarse cuando un hombre cetrino, considerablemente obeso y algo bajo de altura comenzó a caminar hacia ellos con una copa de vino en las manos que estaba llena a rebosar. Sus ropas estaban hechas por los mejores sastres y se notaba que eran nuevas, pero aun así se veía mal de alguna manera.

Bryan lo miró e inmediatamente pensó: “Este sujeto parece que se viste por primera vez.

El hombre se acercó de forma directa, sin realizar ninguno de los protocolos para platicar que se acostumbran cuando uno no es un conocido personal de una dama. La forma en que miraba a Phoebe era similar a la de un perro hambriento que ve por primera vez un pedazo de carne. Sobre todo, era descarado, porque no reparó en Bryan hasta casi el final de su recorrido y entonces su expresión se ensombreció de inmediato, aunque trató de ocultarlo.

- Buenas noches, Señorita Phoebe. No la he visto hace unos días, pero se ve tan bella y encantadora como siempre. Quisiera saber si ha considerado el asunto que mencioné en nuestro último encuentro. - 

Primero el tipo saludó sin ser invitado. Después resultó que no tenía el suficiente autocontrol como para disimular completamente su mirada libidinosa, que recorrió el cuerpo de Phoebe de arriba abajo. Y para colmo de males fue directamente al asunto que le interesaba, sin siquiera tener la mínima cortesía de iniciar una conversación.

Este sujeto un completo imbécil.” Pensó Bryan con desagrado. “¿Cómo consiguió ser invitado a la fiesta del cuestor?

- Buenas noches, señor Cameron. Espero que se encuentre bien y con buena salud. - Respondió Phoebe de modo político y cortesano, aunque su mirada se había vuelto gélida: - En cuanto a su propuesta, debo volver a rechazarla. Saludo su intento de construir una Alianza entre todos los gremios mercantes del Imperio Itálico, pero nosotros no tenemos intención de formar parte. -

La sonrisa de Cameron desapareció inmediatamente y su expresión se volvió fría, casi como la de un matón, cuando dijo: - Mejor piénselo bien, actualmente la Alianza Mercante de Tiró está intentando entrar en nuestros mercados internos con toda su fuerza y para ello no dejarán de financiar al Gremio McGrady. No importa lo poderosa que sea la familia Bootz, no creo que su capital pueda igualar al de varias Ciudades Estado, Señorita, así que eventualmente el gremio McGrady terminará desplazando a su Gremio. -

- Y para lidiar con esa situación hay muchos caminos, señor Cameron. - Respondió Phoebe con tono firme y algo tajante: - Formar una alianza es uno de ellos, pero no el único. Además, su propuesta implica que nosotros nos sometamos a su autoridad y eso es inaceptable; sobre todo cuando todo el poder de su hipotética alianza se basa en nuestros clientes, nuestros contactos y nuestro capital. ¿A usted le parece buen negocio asociarse con alguien que desea tener todo el control sin asumir ningún riesgo o colaborar con algún tipo de inversión inicial? -

- No es que no ponga nada. - Respondió Cameron de forma brusca: - Ustedes no tienen a ninguna familia aristocrática entre sus filas, en cambio nosotros tenemos amigos en el Senado.  -

Phoebe respondió con una indiferencia suprema: - Sabe bien que es ilegal que un aristócrata forme parte del Senado o asuma una magistratura militar o civil mientras posea cualquier tipo de negocio o fuente de ingreso más allá del que producen sus propios territorios. Los Censores inmediatamente tacharían de las listas senatoriales a todo patricio que intente involucrarse directamente en los asuntos de cualquier gremio y el Emperador tampoco querrá saber que hay alguien inmiscuyéndose en temas que sólo le conciernen a su corte. Lo que está proponiendo se acerca bastante a lo ilegal y definitivamente no es algo sólido, porque ningún contrato puede obligar a los Senadores a cumplir cualquier acuerdo al que pudiésemos llegar. -

 - No es lo mismo si el emperador… - Comenzó a replicar Cameron, pero se vio interrumpido por el saludo de un recién llegado.

- Buenas noches, Cameron. ¿Con quién está discutiendo en esta noche tan hermosa, cuando deberíamos estar celebrando en concordia? - Dijo una hermosa voz demasiado familiar para los oídos de Bryan.

Este se dio la vuelta para ver la curvilínea y sensualmente deslumbrante figura de Emily, vestida como una diosa, que se materializaba detrás suyo.

La hermosa aristócrata por su parte había estado caminando tranquilamente con una sonrisa despreocupada, pero su expresión se congeló de repente cuando vio a Bryan en frente suyo de un modo tan repentino. Un destello de alegría llegó a sus ojos, pero murió inmediatamente cuando su mirada reparo en Phoebe y en el modo en que ambos estaban sosteniendo sus manos.

Nota del Traductor

Hola amigos, soy Acabcor del Perú, donde las cuarentenas se viven con humor y a pesar de todo seguimos encontrando formas de comer rico. Es 30 de marzo del 2020, así que recuerden el toque de queda y mantener la higiene en todo momento.

Se hicieron muchos cambios en este capítulo para enriquecerlo. En principio la ropa de Bryan era descrita como un simple terno negro y eso no tiene ningún sentido porque no se ajusta al ambiente en que viven, donde hay que montar a caballo, pero tampoco quería ser demasiado medievalista así que he descrito básicamente un traje Frac de los que utilizan en los Premios Nobel junto con algunos añadidos de las vestimentas de la era de Luis XIV.

Pero el principal trabajo fue encontrar una imagen que sirviese para describir las vestimentas de Phoebe y por supuesto que no la encontré. Así que en su lugar decidí buscar una imagen que calzase con la idea que tengo de ella y luego describí ese atuendo. Finalmente parafraseé varias descripciones que leí en el Conde de Montecristo para que las descripciones de su físico quedasen mejor.

Incrementé los diálogos mucho porque necesitaba crear contexto y volver más serio todo el asunto de asistir al banquete. Una gala de aristócratas no es lo mismo que una simple fiesta de promoción. De hecho, las fiestas de los aristócratas eran en realidad como pequeñas reuniones políticas que se daban al mismo tiempo y donde se decidían alianzas, guerras, proyectos e incluso matrimonios. Estaban llenas de estrategias, intrigas y mucho simbolismo; así que tenía que crear la atmósfera apropiada para que no fuera un simple “vamos a cenar con un señor rico”.

Otro asunto que se modificó fue toda la apariencia de la residencia donde ocurre la fiesta. El original describía una “mansión preciosa con un gran jardín con montañas y ríos artificiales, había bancos para sentarse y la comida estaba sobre manteles en las montañas”. Luego de leer eso me dije: “Nop, no pienso poner eso”. Así que la trasformé en una auténtica residencia de la Edad Moderna en Europa, de los tiempos de Luis XIV, aunque lo bastante humilde como para que pasara como el hogar de un noble no muy importante.

Otra cosa que agregué fue toda la historia del pasado del padre de Lawrence. En el original se llama Eeveee ¿pueden creerlo? ¿Eso siquiera es un sustantivo real? Y encima se apellidaba Egli, que creo que es una ciudad bíblica. Nada tiene que ver con nada.

Por eso decidí cambiarle el nombre a Alan, porque es inglés y significa noble, lo cual explica también el nombre anglosajón de Lawrence. Otra referencia a Inglaterra es que el padre provenga de unas islas. Pero como esta es prácticamente la única vez que veríamos aparecer al padre de Lawrence, decidí crearle un pasado digno y una personalidad, porque al final jugará un papel importante, aunque no protagónico, así que me pareció justo. De paso aproveché para crear un contexto social.

El hecho de que el matrimonio fuese obligatorio era una realidad de la era precristiana en básicamente todo el mundo y siempre ha existido con el único propósito de asegurar la descendencia. Matrimonio viene de la palabra Matriz, que significa vientre y fue inventado en Mesopotamia como un contrato para que el Estado vigilara el nacimiento de los nuevos ciudadanos. En algunos pueblos como Esparta, era obligatorio casarse y si la madre no era fértil podía obligarse al divorcio. Solamente se comenzó a asociar la palabra matrimonio al amor hace muy poco históricamente hablando, porque es un concepto inventado por el cristianismo y que tomó mucho tiempo para que la gente lo asumiera y más aún para que lo creyera en serio; hay que agradecer a San Valentín y muchos otros Santos que tuvieron que esforzarse hasta la muerte durante siglos para que hoy en día podamos casarnos sin que primero nuestras familias hagan un contrato de compra y venta.

Yo quise reflejar parte de esta realidad pre cristiana para mostrar una sociedad más dura, pero también real. Luego agregué cargos del imperio romano que servirán más adelante: Cuestor es un tipo de contador, los Censores son básicamente la prensa, pero con autoridad para tachar políticos. Y los Tribunos son funcionarios que pueden ser más o menos importantes. El motivo de esto es crear contexto, pero también una excusa para el banquete de un noble que no es muy importante: Recuerden que en la realidad, un aristócrata medieval no tenían mucha plata realmente y no podía estar organizando fiestas sin motivo alguno, eso es más propio de aristócratas en los últimos años de la monarquía en la Edad Moderna, cuando ya no tenían un poder real.

La historia de los jarrones aparece en el Conde de Montecristo y tengo entendido que es pura ficción. Yo simplemente la he parafraseado un poco para adaptarla a la novela.

La conversación con Cameron fue alargada y enriquecida con detalles que servirán de mucho más adelante, pero también le daban un motivo a Emily para intervenir del modo en que lo hizo.

La imagen final fue un golpe de suerte después de casi 4 horas buscando.

Espero que lo hayan disfrutado y nos vemos en el siguiente capítulo. Por favor no se olviden de valorar la novela positivamente si pueden, así como escribir sus comentarios, pues son el combustible que me ayuda a continuar. Gracias a todos por sus buenos deseos, lamento si para algunos el trabajo no estuvo a la altura y espero que se encuentren bien.