7. Austeridad

La austeridad es la virtud que “nos independiza de las cosas, que nos lleva a conformarnos con poco, que nos mortifica nuestras ansias de poseer cosas y darnos gustos desordenadamente y nos limita a lo esencial”. La austeridad nace y muere en el espíritu de la persona.

El hombre austero se arregla con poco, tiene pocas necesidades y por lo tanto pocas cosas lo desestabilizan. El austero no se altera por la abundancia o ante la carencia.

LA VIRTUD DE LA AUSTERIDAD

Hoy hablaré La austeridad es la virtud que “nos independiza de las cosas, que nos lleva a conformarnos con poco, que nos mortifica nuestras ansias de poseer cosas y darnos gustos desordenadamente y nos limita a lo esencial”. La austeridad nace y muere en el espíritu de la persona.

El hombre austero se arregla con poco, tiene pocas necesidades y por lo tanto pocas cosas lo desestabilizan. El austero no se altera por la abundancia o ante la carencia.

La civilización greco romana dejará en herencia a la civilización cristiana al hombre de Roma, cuya virtud característica era la fortaleza, acostumbrado a las inclemencias del tiempo y con el ánimo siempre parejo.

La cristiandad tomará este modelo y le sacará brillo dándole sentido al señorío del espíritu sobre la materia. Desarrollará esta virtud interior que nace desde adentro y está relacionada con el estado de ánimo de la persona que no se altera y permanece en paz aunque las cosas le sobren o le falten. Es parte de una lucha ascética, y el tomar distancia y desapego sobre las cosas y tiene una raíz espiritual. De ahí que la austeridad sea una virtud a practicar en todas las personas, no sólo en las que tienen bienes.

La austeridad nos recuerda que no hemos nacido para poseer bienes únicamente ni para fabricarnos un mundo de bienestar, sino que la persona humana tiene un fin más alto en su existencia que es salvar su alma y por lo tanto tiene necesidades superiores a las materiales. Hay que aprender y saber vivir en la abundancia como en la carencia, con el mismo señorío sobre las cosas. Nos invita a una vida sobria, serena, medida, sencilla, con una cuota de mortificación en todos los órdenes que, aunque aparente ser desagradable, nos dará una gran libertad de espíritu. San Agustín nos dice: “Buscad lo que basta, y no queráis más. Lo demás es agobio, no alivio. Apesadumbra, no levanta”.

Como el romano, el hombre de campo, en contacto con la naturaleza y acostumbrado a soportar las inclemencias del tiempo, así como quienes tienen sus mentes en preocupaciones superiores, (como la ciencia, la investigación seria o la enseñanza), estarán mejor dotados para desarrollar la virtud de la austeridad. Los argentinos, al tener más fácil acceso a vivir rodeados de la naturaleza y la vida rural, podemos constatar que, aún siendo las mismas personas, ni bien nos encontramos en el campo, en pocos kilómetros de distancia que recorremos, nuestras necesidades bajan al mínimo.

Es real que se necesitan medios materiales mínimos para vivir dignamente y bien, pero lujos y caprichos no se necesitan. El peligro aparece cuando las lícitas necesidades se desordenan y comienza el materialismo a engendrar a su hijo desordenado: el consumismo, porque la persona busca y tiende a satisfacer su ansiedad (que no es más que su sed de Dios) adquiriendo sin parar cosas materiales y placeres. Entonces aparecen necesidades como zapatillas de deporte para un adolescente que cuestan lo mismo que gasta una familia entera para vivir un mes, lo cual es un despropósito.

No es cristiano vivir rodeados de los tesoros de Alí Babá, y los grandes almacenes a los que somos tan adictos debieran servir para facilitarnos la selección de productos, no para llevárnoslos puestos todos encima. Es por eso que, para recordarnos este principio de mortificación, la Iglesia propone dos épocas de mayor austeridad en el año: el Adviento (para prepararnos para la venida del Niño Jesús) y la Cuaresma (para prepararnos para la Semana Santa y recordar la Pasión de Cristo, su Muerte y Resurrección).

La austeridad además nos dará mayor capacidad de gozar de los bienes cuando los tengamos y de no sufrir cuando los carezcamos. Santo Tomás nos dice que un mínimo de bienestar material es necesario aún para ejercitar la virtud. El bienestar mínimo de la persona humana es una vivienda digna y buena, alimento, abrigo y educación garantizado por medio del trabajo. Más adelante se hará necesario el poder ejercitar otras virtudes que requieren intimidad. Por ejemplo, el pudor exige que varones y mujeres (aún hermanos) duerman a partir de una determinada edad en cuartos separados, y la prudencia nos indica que aún los hermanos del mismo sexo deben dormir en camas separadas. De ahí que un acceso y un consumo razonable de bienes sean necesarios y buenos para lograr cierto bienestar no solo material sino espiritual para la persona humana.

La austeridad en el modo de vivir y la necesidad y cuidado que demostramos tener sobre las cosas se manifestará además en muchos detalles de la vida diaria y cotidiana como: usar un frasco de champú a la vez y no tener varios abiertos, (aunque podamos comprarlos), utilizar la cantidad necesaria de detergente, jabón de lavar, papel para escribir y no hacer un derroche caprichoso en todo aunque podamos pagarlo. El cuidar de las cosas, el no estropearlas y el no derrochar por haraganería o descuido como: apagar las luces, cerrar las canillas, no darnos baños interminables derrochando una cantidad innecesaria de agua, aprovechar y organizar los viajes en auto, (cuando varias personas van al mismo lugar y a la misma hora), sacrificando un poco de independencia y autonomía, serán detalles que demostrarán que valoramos el tener tantas cosas que otros no tienen.

Recordemos que la austeridad es una virtud que nos ordena a utilizar lo esencial, a liberarnos de lo superfluo y frívolo, de la ostentación en todos los órdenes, de ahí que el tener acceso a comprar muchas cosas o lo que queramos no la contradiga ni la suprime, si no que debiera ordenarnos más. La cantidad de elementos a tener en una casa, de ropa en el guardarropa, aún de comida en la heladera, debe guardar siempre una cierta proporción entre las necesidades y lo que compramos o tenemos.

Es un deber de los padres el inculcar esta virtud en los hijos de tener lo justo, lo que necesitan y, sobre todo, de disfrutar de lo cotidiano y ordinario como una ducha de agua caliente en un día frío y destemplado, una cama con sábanas limpias, una frutera con distintas frutas para elegir, un buen fuego encendido en invierno, una buena charla en familia. Porque o se enseña a valorar estas pequeñas cosas o no se aprenderá a valorar nada y nos sentiremos con derecho a tenerlo todo y mucho más.

Cada persona puede tener distintas necesidades según el cargo o dignidad que represente en la vida. No es lo mismo ser la Primera Dama de un país o la señora del Embajador que la maestra de una escuela rural. Ambos puestos o trabajos son igualmente dignos, importantes y necesarios, pero una posición requerirá más elementos materiales (como vestidos, alhajas, autos, empleados) que otra. Cada cual en su puesto y en su vida puede aún guardar un orden, una proporción, una medida y una cuota de equilibrio que no ofenda a Dios y al prójimo que poco o nada tiene.

No obstante, aún dentro de lo lícito, el austero da un paso más que toca la virtud. Si en público disfrutan de los bienes porque le es debido por su estado (como el Papa, Felipe II de España o San Luis rey de Francia) en privado se privarán seguramente para mantener su equilibrio y su dominio sobre la materia. Si bien estos personajes sabemos que tuvieron y tienen disponibilidad sobre todas las cosas, se privaron y se privarán en privado (con ayunos y mortificaciones materiales y espirituales) para tomar distancia sobre ellas.

En el comer y en el beber la austeridad es un deber de justicia hacia Dios en primer lugar, y de gratitud, por tener lo que tantos carecen aún para subsistir. En segundo lugar por respeto y recuerdo de tantos millones de personas que nada tienen y mueren de hambre. Esto nos llevará a servirnos tan sólo lo que habremos de comer, a no prepararnos manjares muy elaborados y costosísimos, a cuidar que la comida no se tire y lo que sobre se aproveche. Lo cristiano es optimizar la utilización de las cosas en todos los órdenes. El no desperdiciar lo que otros necesitan abarca todos los órdenes para la conciencia cristiana, pero es en la comida donde toma mayor relevancia porque sabemos que hay millones que mueren por carecer de lo necesario.

Todo lo que digamos sobre la austeridad y el respeto que debiéramos tener sobre la comida resultará poco. En épocas más cristianas se inculcaba a los hijos en las familias no sólo a elaborar en casa la comida sino que había lemas que pasaban de generación en generación como: “la comida no se tira” y “el pan es sagrado” por respeto a quienes no lo tenían delante de sí. Ese es por último el sentido de la bendición de la mesa. El agradecer a Dios providente que tenemos los alimentos necesarios para alimentarnos que otros carecen. Tanto era así, y tan impregnado estaba este concepto cristiano en los usos y costumbres de la sociedad, que aún en ambientes pudientes nadie osaba tirar un trozo de pan al tacho de basura, mas bien se lo guardaba para que, una vez seco, se pudiera rayar y se utilizara.

Hoy en día, con el sistema impuesto a rajatabla de comprar la comida hecha, (que siempre es mucho más cara y menos sana que la casera), a veces en cantidades desproporcionadas y además tirar a la basura lo que sobra porque “se enfrió” en el trayecto hasta casa, o porque no estaba “todo lo rico” que quisiéramos, clama al cielo. Hay circunstancias especiales a veces, que es lícito hacerlo, (porque no hubo tiempo, porque nos sorprendieron con un festejo, porque se agregaron muchos familiares de improviso, porque hay días en que uno está sobrepasada de trabajo, porque queremos darle un respiro a nuestra mujer o a nuestra madre ese día y la invitamos a comer afuera etc.)

Pero este nuevo hábito del use y tire que se impone aún en el comprar como sistema la comida hecha, de criar a los niños desde la infancia comiendo en los shoppings con luces artificiales en pleno día y un ruido ensordecedor, se convierte en un estilo de vida equivocado por comodidad. Hace que finalmente uno ruede por la pendiente que hemos descripto anteriormente. Lo bueno para la persona, como regla general, será el ámbito de la casa, de lo casero, de lo elaborado, de los elementos frescos y sanos para cocinar, de la buena administración del presupuesto familiar para que, si nos sobra, lo utilicemos mejor y no lo derrochemos. Todo este desorden actual es anticristiano.

La austeridad en la administración pública, donde se manejan bienes de todos los ciudadanos es primordial. Es un delito grave en un gobernante el manejar desordenadamente los fondos públicos, sin transparencia o administración. El despilfarro y el derroche en todos los órdenes es un pecado grave, pero cuando además lo hacemos con dinero ajeno que a muchos les habrán costado enormes privaciones (con el pago de impuestos o tasas excesivas). Este es otro pecado que clama al cielo. Aún en la abundancia de bienes de una Nación es responsabilidad de los gobernantes mantener una administración austera y cuidadosa, reservando para los momentos de carencia que siempre pudieren sobrevenir.

La austeridad en la función pública y en la administración de los bienes públicos debiera ser básica entre los gobernantes, quienes en épocas más cristianas lo entendieron así. La función pública empobrecía, y servir a la Patria no era la oportunidad para enriquecerse y hacer negocios. Por eso se le llamaba “cargo” público, porque era una “carga”, un peso a llevar para el Bien Común. Gracias a Dios nuestra Argentina cuenta con una lista de hombres que pasaron por los organismos del Estado y aún por la Presidencia de la Nación y se retiraron a vivir en completa austeridad.

La cultura cristiana siempre predicó el ahorro no sólo como disciplina y auto dominio sino como un gesto de responsabilidad hacia el bienestar y estabilidad de quienes están a cargo nuestro. La Historia nos enseña que la austeridad fue la virtud propia de nuestros patriotas, y hombres como Belgrano y San Martín vivieron y murieron austeramente. Nos relata que el Gral. Belgrano tuvo que pagar con su reloj de oro al médico que lo asistió en la hora de su muerte, y que la lápida de su tumba fue extraída de su cómoda.

Uno de los vicios contrarios a la austeridad es el consumismo tan condenado por la Iglesia, ya que lanza al hombre en una carrera interminable de posesión de bienes y en un espejismo irreal que lo hace creer que las cosas y los placeres saciarán su sed de eternidad y de felicidad infinita. La persona vacía de Dios y de vida espiritual siente que al comprar y comprar, su vida “cambiará”. Se distrae al menos por unos instantes, con el placer real que genera el adquirir. Si está deprimida/o, si fracasó en el ingreso, si se rompió un noviazgo, si discutió con sus padres etc., el hombre moderno siente que la primera reacción para gratificarse es comprar… Así confesaba una paciente a su psiquiatra: “A mí me gusta comprar porque me libero, es como si mi vida cambiara en esos momentos”.

Quien haya pasado en los Estados Unidos las fiestas de fin de año, principalmente la Navidad, habrá experimentado lo que significa una sociedad consumista en acción. Comienzan a celebrarse con varias semanas de anticipación. Ya desde Noviembre todo el mundo no hace más que hablar de ellas. Es corriente oír: ¿Cómo te preparas para las Fiestas? ¿Qué planes tienes? ¿Cómo vas a decorar tu casa? ¿Has comprado los regalos? ¿Lo pasarás con tu familia o vas a tomarte unos días vacaciones y te irás a alguna parte? etc. Los negocios compiten con adornos y la decoración, entre los que sobresalen enormes árboles de varios años que han sido cortados para colocarlos y decorarlos de distintas formas. Tanto el interior como el exterior de las casas y de los negocios se transforman. Los Papá Noel compiten con las plantas y las flores, especialmente con la estrella federal y los crisantemos. Canciones navideñas se escuchan por doquier y contribuyen al “espíritu navideño”. Las personas, a su vez, decoran los frentes de sus casas según su arquitectura y colocan cientos de luces cuidadosamente distribuidas. En el interior de las casas se destaca el arbolito de Navidad que se compra en los supermercados o los viveros. Arboles naturales cultivados por millones para ser vendidos en las Fiestas. Los diarios ya en Noviembre se inundan de avisos de toda índole que incitan al consumo. Páginas y páginas están dedicadas a ofrecer con una publicidad bien organizada toda clase de artículos para comprar y vender. Como se ve, los sentimientos religiosos de la Navidad pasan a un segundo o tercer plano… siendo desvirtuados por esa actividad y ámbito festivo que en el trasfondo tiene un solo fin: vender, vender y vender… Y por ende comprar, comprar y comprar… En Enero, las estadísticas que aparecen en los diarios, revistas y la televisión demostrarán los récords alcanzados por la venta de los distintos artículos y demostrarán cuales fueron los más vendidos. Este es un reflejo más y uno de los tantos aspectos de la sociedad de consumo.

Esto, que durante años lo hemos visto como extraño a nuestra cultura, si bien nos hemos resistido, hoy también lo hemos “comprado” en nuestra Patria, y sin darnos cuenta este espíritu de consumo que “ahoga” el espíritu de Navidad y lo desplaza se ha hecho poco a poco costumbre también entre nosotros. El replanteo de vida, (que debiera ser el tema del Adviento), las confesiones anuales y el espíritu de perdón de las relaciones familiares rotas o lastimadas son dejados de lado por la febril actitud de comprar. Lo cual no está mal si viniesen después de haber hecho nuestros deberes para con Dios, Quien, en primer lugar es Quien cumple los años que festejamos. El aniversario del nacimiento de Dios es lo que en principio festejamos. Festejarlo, recordarlo y homenajearlo a Él. Esa es la Navidad.

La revolución anticristiana ha impuesto además del consumismo y junto a el, una filosofía de vida hedonista que prioriza el placer, el adquirir y el disfrutar como los mayores objetivos a lograr en esta vida, que se convierten en un cáncer para el alma del hombre. Las cosas son para el alma humana insatisfecha y alejada de Dios como el agua salada, más se toma y más sed produce. El “use y tire” de la sociedad moderna no es un concepto cristiano sino importado de la sociedad materialista y consumista del mundo desarrollado, ajeno a nuestra idiosincrasia.

En la actualidad, entre una sociedad occidental opulenta y el resto del mundo que muere de hambre, el consumismo exacerbado de los países ricos clama al cielo. El consumismo del primer mundo, (que deja enormes edificios enteros encendidos de noche porque les sobra energía eléctrica), frente a la total carencia de bienes primordiales para una vida digna del tercer mundo es un pecado de escándalo. Pero son las condiciones que el primer mundo ha decidido imponer al resto de los países, para impedir que se desarrollen y aspiren a consumir las riquezas naturales que ellos quieren conservar sólo para sí. Así de simple y así de sencillo.

El primer mundo opulento y rico no está dispuesto a compartir las riquezas que Dios ha puesto en la Tierra para todos los hombres y está decidido a mantener en la pobreza a millones de personas con tal de no tener que compartir los bienes y modificar su “estilo de vida” de pleno derroche y consumo. Pretende seguir con su nivel de vida y que el resto del mundo Subdesarrollado “ahorre” los bienes naturales para ellos después consumirlos. Lo primero que hay que hacer entonces es impedir que los hombres en esos países subdesarrollados (como nosotros) nazcan... De ahí las políticas anti natalistas impuestas por ellos.

Por el contrario, la Iglesia enseña que los bienes han sido puestos por Dios en la tierra para el bienestar de todos los hombres y aquellos que más tienen deben compartir libremente y solidariamente con los que tienen menos, para usarlos con prudencia y generar, dentro de la medida que cada uno pueda, el mayor bienestar posible a sus semejantes, generando fuentes de trabajo, que es, además, un acto de justicia.

Si bien el ahorro siempre fue enseñado en la cultura cristiana como un bien que hace a la estabilidad de la persona, de las familias y aún de los Estados, para subsistir a través de los malos momentos, ello no implica el peligro de caer en vicios o pecados opuestos. Uno es la tacañería, el usar triquiñuelas y manejos con los cuales uno se aprovecha del otro económicamente. Si vivo en el cuarto piso de un edificio horizontal cuyo sistema de calefacción esta previsto para que todos los pisos al encenderla se templen unos con otros y pudiendo hacerlo, yo no la prendo nunca porque me basta con al calor del tercero y del quinto, no seré austero sino tacaño, porque con esta “astucia” estaré perjudicando a los que viven arriba y abajo. Me estaré aprovechando de ellos para que me paguen la calefacción sin contribuir yo con nada. La austeridad por lo tanto no es tacañería (que es tener el alma mezquina del usurero). Con la austeridad me privo y me libero yo de lo material, con la tacañería perjudico al prójimo con el cual no comparto ni ayudo a aliviar sus necesidades o simplemente le quito lo debido y me aprovecho de sus bienes.

La tacañería si se agrava puede degenerar en el pecado de avaricia. Y la avaricia es querer acumular y acumular, sin compartir ni tan siquiera poder y saber disfrutar de las riquezas.

7.1. La mano de O´Neil

Cuando en cierta ocasión los normandos atacaron Irlanda, su caudillo les prometió, para instigarles a la lucha con un verdadero incentivo, que el primero que tocase con sus manos la tierra de la isla recibiría el galardón del condado más cercano.

— Uno de los guerreros — O'Neil — se propuso ser el primero.

Ya estaban muy cerca de la orilla, cuando en el momento decisivo vio que la canoa de un compañero iba a adelantarse y tocar tierra. Dicen que entonces se le ocurrió lo siguiente: puso su mano en el banquito de la canoa, la cortó con el hacha y la arrojó con fuerza, consiguiendo que la mano, después de trazar un gran arco sobre el aire, llegase a tierra. De esta suerte, fue el primero que tocó con la mano el suelo de la isla. Y suyo fue el condado de Ulster. ¿Será un hecho histórico? En otro caso, enseña que el sacrificio es pago habitual de las cosas que valen la pena.

T. Tóth. (Julio Euguí. Anécdotas y virtudes)

FICHA DE TRABAJO

Temas: Sacrificio, austeridad, esfuerzo.

Pistas para la reflexión

  1. ¿Qué hizo O´Neil para ser el primero?

  2. ¿Crees que mereció la pena?

  3. ¿Has hecho algún sacrificio para conseguir algo importante?

Vocabulario

  • Instigar: tramar o preparar con astucia algo.

  • Galardón: premio o recompensa de los méritos o servicios.

7.2. Una toalla de buen olor

Cuidar lo que se refiere directa o indirectamente al culto divino, señal de amor es. En la vida de Santa Teresa hay una buena lección aplicable al tema que nos ocupa. Es la siguiente.

Cuando no había más que unas pocas monedas en el recién fundado convento de San José, de Ávila, se comía pan duro, pero nunca faltaban velas para el altar y todo lo que se refería al culto era escogido y bueno. Un sacerdote que paró allí, yendo de paso, preguntó un poco escandalizado:

— ¿Un lienzo perfumado para secarse las manos antes de decir Misa?

La Madre, con su rostro hermoso encendido de devoción, se echó la culpa a sí misma:

— Esta imperfección la tomaron mis monjas de mí. Pero cuando recuerdo que el Señor se quejó del fariseo porque no le había recibido honrosamente, quisiera que todo, desde el umbral de la iglesia, estuviese empapado de bálsamo.

M. Auclair. (Julio Euguí. Anécdotas y virtudes)

FICHA DE TRABAJO

Temas: Amor, austeridad, generosidad.

Pistas para la reflexión

  1. ¿Qué criticaba el sacerdote?

  2. ¿Por qué Santa Teresa cuidaba los detalles de la eucaristía?

  3. ¿En qué cosas hay que ser austero y en qué cosas hay que ser generoso?

Vocabulario

  • Devoción: amor, veneración y fervor religiosos.

  • Bálsamo: sustancia aromática, líquida y casi transparente que se obtiene por incisión de ciertos árboles.

7.3. No lo veo, no lo veo

Intentaba el docto cardenal Wisseman hacer entender a un utilitarista in¬glés, la existencia de Dios, pero no había forma. A los clarísimos y contundentes razonamientos del gran sabio, respondía invariable y flemáticamente el inglés:

— No lo veo; lo siento, pero no lo veo.

Se le ocurrió entonces al cardenal una idea ingeniosa. Cogió un papel, puso su mano izquierda delante para impedir ver a su interlocutor lo que escri¬bía, escribió la palabra Dios, colocó encima una libra esterlina y retiró su mano izquierda.

El inglés, picado por la curiosidad y como adoptando una postura de defen¬sa, se puso tieso en su asiento mirando un tanto altivo y receloso al cardenal que sereno, sonriente, educado le preguntó:

— ¿Qué ve usted? — Una libra esterlina. — ¿Nada más? — Nada más.

Muy dueño de la situación, monseñor Wisseman quita la libra esterlina y dice al inglés:

— Y ahora, ¿que ve usted?

— Veo "Dios". — ¿Qué le impedía ver a Dios?

Según creo, el inglés todavía no ha respondido.

Antonio Rojas. ¡Qué sí, que puedes!

FICHA DE TRABAJO

Temas: Austeridad, pobreza, fe.

Pistas para la reflexión

  1. ¿De qué manera explica el cardenal Wisseman la existencia de Dios a aquel hombre?

  2. ¿Qué significa la moneda en esta historia?

  3. ¿Qué es el utilitarismo?

  4. ¿Qué es la felicidad para un utilitarista? ¿Y para un cristiano?

Vocabulario

  • Flemático: tranquilo, impasible.

  • Recelo: temer, desconfiar o sospechar.

1.4. ¿Qué pasa, señor Toiler?

El señor Toiler era muy trabajador y ambicioso. Orgulloso de su riqueza y de sus posesiones, la ambición que le impulsaba era llenar por fin su almacén hasta arriba. Sólo cuando estuviera lleno hasta rebosar de sacos de trigo, latas de azúcar, bidones de aceite, latas y cajas de alimentos se sentiría realmente satisfecho. Cada día se anima a sí mismo a trabajar aún más:

— Tendré lleno mi almacén pronto sólo con que trabaje duro y no afloje la marcha.

Por fin, llegó el gran día. Al señor Toiler le fue absolutamente imposible meter nada más en su almacén. Incluso le resultó difícil cerrar la puerta del local.

Pensando en un retiro bien merecido, no pudo, sin embargo, dormir en toda la noche, esperando impaciente inspeccionar de nuevo su almacén por la mañana. Por eso le pareció fácil levantarse incluso antes de lo habitual, y salió deprisa de su casa. Al llegar a la puerta del almacén, metió nervioso la llave en la cerradura, abriendo al fin la puerta de golpe. Horrorizado, se encontró con que el almacén estaba medio vacío.

«¿Qué le ha ocurrido a mi almacén?» gimió el señor Toiler. “Los ladrones deben haber entrado durante la noche, robando la mitad de mis existencias.”

Irritado, comenzó a examinar todo lo que quedaba, comprobándolo con la lista original para descubrir lo que había desaparecido. Sin embargo, todo parecía estar allí. No pudo comprobar la desaparición de un solo artículo. ¿Cómo podía entonces estar medio vacío el almacén si todas las existencias seguían allí?

“Bueno, no hay nada que hacer”, concluyó, “excepto trabajar aún más hasta que mi almacén esté lleno de nuevo hasta los topes”.

Durante muchos meses más el señor Toiler siguió trabajando aun con mayor ardor que antes, hasta que las puertas del almacén apenas se pudieron cerrar de nuevo. Después de otra noche de insomnio, volvió apresuradamente para hacer una inspección triunfal; pero, con mayor espanto aun que en la primera ocasión comprobó que faltaba la mitad de las existencias.

Una vez más contó todo lo que quedaba comparándolo con la lista original. Cosa extraña; todo parecía intacto y no podía sospechar ciertamente de los ladrones.

No quedaba más que hacer que trabajar todavía más y el señor Toiler consiguió por tercera vez llenar su almacén. Mas por tercera vez lo encontró de nuevo a la mañana siguiente lleno sólo a medias. El señor Toiler estaba lejos de caer en la cuenta de que sus riquezas no disminuían, sino que su almacén se ampliaba, dejando siempre espacio para un mayor suministro.

Raúl Berzosa. Parábolas para meditar

FICHA DE TRABAJO

Temas: Ambición, felicidad.

Pistas para la reflexión

  1. Resume brevemente la historia.

  2. ¿Por qué el almacén nunca quedaba completamente lleno?

  3. ¿Crees que la ambición humana puede llegar a saciarse completamente? ¿Qué puede suceder si una persona pone su felicidad en tener y acaparar cosas?

  4. ¿De qué manera la publicidad aprovecha las ansias infinitas del ser humano? ¿Cómo te defiendes tú?

Vocabulario

  • Rebosar: dicho de una materia líquida: Derramarse por encima de los bordes del recipiente que la contiene.

  • Ardor: viveza, ansia, anhelo.

  • Insomnio: vigilia, falta de sueño a la hora de dormir.

  • Suministro: provisión de víveres o utensilios.

7.5. Oro y ceniza

Había un comerciante rico y avaro que un día encontró su oro convertido en ceniza. Se afligió tanto que se fue a la cama, rechazando todo alimento.

Un amigo, enterado de su enfermedad, fue a visitarlo y comprendió la causa de su dolor. Le di¬jo entonces:

— No hacías buen uso de tus riquezas. Por eso cuando las amasabas no eran mejores que la ceniza. Ahora, escucha mi consejo: extiende una estera en tu bazar, pon encima de esta ceniza y finge que haces comercio.

El rico hizo como le había aconsejado el amigo, y cuando alguien le preguntó:

— ¿Por qué vendes ceniza?, — él respondió:

— Pongo en venta mis bienes.

Un día paso por allí una muchacha huérfana y muy pobre, pero sin codicia en el corazón. Vien¬do al comerciante en el bazar le dijo:

— Señor, ¿por qué has reunido aquí tanto oro y tanta plata para venderlos.

El rico comerciante le respondió:

— Si quieres puedes llevarte un puñado de oro y otro de plata, te los regalo.

Y ella tomó un puñado de ceniza, que en seguida se cambió en oro.

Para quien tiene las manos puras, la ceniza se convierte en oro; para quien tiene codicia en el corazón el oro se convierte en preocupación y amargura.

Parábola budista (José J. Gómez Palacios. Buenos días)

FICHA DE TRABAJO

Temas: Austeridad, felicidad, humildad.

Pistas para la reflexión

  1. Resume brevemente la parábola.

  2. ¿Por qué crees que se convirtieron en ceniza todo el oro del comerciante? ¿Qué representa el oro y qué representa la ceniza?

  3. ¿Por qué la muchacha fue capaz de reconocer el oro?

  4. Explica y comenta la última frase del cuento.

Vocabulario

  • Afligir: causar tristeza o angustia moral.

  • Huérfano: dicho de una persona menor de edad: A quien se le han muerto el padre y la madre o uno de los dos. espera, silencio, humildad.

7.6. Cegado por el oro

Había un hombre que deseaba poseer oro: tanto oro, todo el oro posible. Lo deseaba tan ardientemente que ya no tenía pensamiento para otra cosa, ni era capaz de desear nada más. El oro se había convertido para él en una obsesión anclada en su mente.

En las vitrinas de la joyería y en los escaparates no veía que, además de los collares relumbrantes de oro, había también otras tantas cosas bellas.

Un día no pudo resistir más: entró derecho en la tienda de los joyeros, agarró deprisa un puñado de brazaletes de oro y salió corriendo.

Naturalmente, fue en seguida arrestado, y los policías le dijeron:

— ¿Pero cómo pensabas poder escapar? La joyería estaba llena de gente.

— ¿De verdad? — dijo el hombre sorprendido. — No me había dado cuenta. Yo no veía más nada que el oro.

Cuento persa (José J. Gómez Palacios. Buenos días)

FICHA DE TRABAJO

Temas: Realidad, reflexión.

Pistas para la reflexión

  1. ¿Qué le sucedió al hombre de la historia?

  2. ¿Qué le impedía darse cuenta de la realidad?

  3. ¿Crees que a veces nuestra obsesión por las cosas nos impide ver que no necesitamos tanto de lo que tenemos o ansiamos?

Vocabulario

  • Obsesión: perturbación anímica producida por una idea fija.

  • Relumbrante: Dicho de una cosa: Dar viva luz o alumbrar con exceso. felicidad, responsabilidad.

7.7. El rubí

Un matrimonio israelita se dedicaba al servicio del Señor renunciando a los bienes del mundo. Pobres de bienes materiales, vivían al día fabricando sencillos objetos de artesanía que después vendían en plazas y mercados.

Pero un día en que la venta había resultado infructuosa, le dice la mujer al marido:

— Ven, recemos al Altísimo; quizás Él nos conceda algún beneficio que nos libre de la fatiga que tenemos que hacer para sobrevivir, ¡así nos podremos dedicar exclusivamente a servirlo!

El marido aprobó y oró al Señor en ese sentido; la mujer dijo “Amén” a su oración. Y he aquí que el techo se abrió, y del agujero descendió una piedra preciosa que con su luz iluminaba toda la casa. Con gran alegría y agradecimiento los dos dieron gracias al Señor, después se acostaron y se durmieron.

Al final de la noche, la mujer tuvo un sueño. Le parecía ver el Paraíso, y muchas sillas colocadas en fila.

— ¿Para qué son estas sillas? — preguntó.

— Son las sillas de los justos y de los buenos — se le respondió.

— ¿Y dónde está la silla de mi marido?

Le respondieron:

— Es ésta.

La mujer la miró y vio que la silla estaba agrietada.

— ¿Qué pasó con esta grieta? — preguntó.

— ¡Es el hueco hecho por la piedra preciosa que descendió sobre vosotros desde el techo de vuestra casa! — le respondieron.

La mujer se despertó llorando, y enseguida le dijo al marido:

— Marido, reza a tu Señor que ponga de nuevo en su puesto aquel rubí, porque el hambre y la miseria de pocos días son preferibles al defecto de tu silla en la gloria de los bienaventurados.

El marido rezó como ella quería, y he aquí que el rubí voló hacia el techo, mientras los dos lo seguían con la mirada, alabando a Dios por haber reconquistado de nuevo su pobreza.

Popular judío (José J. Gómez Palacios. Buenos días)

FICHA DE TRABAJO

Temas: Pobreza, sencillez, austeridad.

Pistas para la reflexión

  1. Resume brevemente la historia de aquel matrimonio.

  2. ¿Qué pretendían conseguir al pedir el rubí? ¿Qué obtuvieron y qué perdieron?

  3. ¿Crees que la riqueza supone el fin de todos los males? ¿Qué inconvenientes tiene?

  4. ¿Qué diferencia hay entre vivir pobremente y vivir miserablemente?

Vocabulario

  • Infructuoso: ineficaz o inútil para algún fin.

  • Reconquistar: conquistar una plaza, provincia o reino que se había perdido.

7.8. La corona de lata

Había un pobre sin morada fija. No poseía nada, ni casa, ni huerto, ni siquiera un asno. Sobrevivía mendigando y recogiendo frutos salvajes; vestía un sobretodo descosido y escondía su cabeza pelada en un sombrero verdoso. Pero no era infeliz. Se contentaba con vivir, contemplar el cielo, beber en la fuente. No deseaba nada. Y cuando no se desea nada se termina siendo casi feliz.

Un día, dando vueltas por las calles de una ciudad, vio en la cabeza de un chaval pobre una vieja corona de lata adornada con cascabeles.

A cada movimiento chaval las campanillas resonaban: dindán, dindán. ¡Qué maravilla!

El mendigo, aunque sabio hasta aquel día, quedó con la boca abierta. ¡Qué hermosura, poder arrojar el sombrero verdoso y ponerse en la cabeza aquella especie de anillo brillante que resonaba sin descanso!

Había nacido en su corazón inocente el primer deseo. El primero de una serie ilimitada. Había terminado la paz.

Desde aquel día el mendigo dejó de explayarse mirando las nubes, de zambullirse en el riachuelo, de coger moras y madroños. Soñaba con la corona de latón como jamás ningún príncipe ambicioso ha soñado el emblema del poder imperial. Se volvió triste, hasta huraño.

Entonces, pensó ofrecerle sus servicios al chaval de la corona. Y a cambio de un mes de gestos, muecas y piruetas, obtuvo el premio deseado: la corona de lata. ¡Qué brillante era, como sonaba alegre! Ya podía ser feliz el pobre mendigo.

Pero no lo era. Cada vez que resonaba un cascabel, un nuevo deseo se le encendía en el corazón. Deseaba todas las cosas más absurdas, todas las dulces, vanas e irresistibles bagatelas del mundo.

Entonces comprendió que su corona de lata no era más que un capricho, incapaz de darle otra cosa que no fuera intranquilidad y desorden. Y con un profundo suspiro devolvió al chaval su corona de lata. Y volvió a sentirse libre y casi feliz.

Cuento español (José J. Gómez Palacios. Buenos días)

FICHA DE TRABAJO

Temas: Austeridad, ambición, pobreza.

Pistas para la reflexión

  1. Resume brevemente el cuento.

  2. ¿Por qué ansiaba el mendigo aquella corona de lata? ¿Cómo cambió su vida en cuanto la tuvo?

  3. ¿Por qué volvió a ser libre en cuanto se deshizo de ella?

  4. ¿Qué cosas te apegan y te impiden ser libre?

Vocabulario

  • Sobretodo: abrigo o impermeable que se lleva sobre las demás prendas.

  • Emblema: bandera, tela empleada como enseña

  • Bagatela: cosa de poca importancia o valor.

7.9. Austeridad

Vivían en una misma celda dos frailes bastante conocidos por su humildad y paciencia. Poco a poco, pasando los años, habían acomodado su nido eremítico de una manera perfecta. La celda la habían hecho de mimbres y toda pintada; alrededor habían hecho un hermoso huerto con riachuelos de agua que venían de un manantial cercano, los cuales lo mantenían fresco todo el año y con tantas hortalizas y frutos que podían regalarle a los otros ermitaños. No faltaban ni siquiera pequeños macizos de flores y de hierbas olorosas que servían para adornar el pequeño altar del oratorio.

Un día un viejo monje, que había oído hablar de las grandes virtudes de estos dos hermanos, quiso cerciorarse en persona:

— Iré a ver, — dijo, — si es oro todo lo que reluce.

Recibido con mucha reverencia y hecha oración, pidió ver el jardín.

— Venga, venga, — dijeron los dos, y lo acompañaron.

— Bello, bello — decía el viejo arrugando la nariz: — Demasiado bello para unos eremitas...

Y tomando un bastón, se puso a zarandearlo con gran furia a diestra y siniestra, golpeando las berzas, la ensalada, los pepinos, las flores.

Parecía enloquecido. Los dos estaban allí, con los brazos cruzados, mirándolo, y apenas tuvieron el aliento para decir:

— ¡Oh Dios! — pero no añadieron otra cosa.

Más tarde, arrojados a los pies de aquel santo padre que, mientras tanto, se había sentado a la sombra a secarse el sudor, le dijeron:

— Padre, si te agrada, iremos a recoger algo de aquella berza que ha quedado, y así la coceremos y la comeremos los tres juntos.

El viejo no creía lo que estaba viendo: todo admirado, los abrazó y dijo:

— Doy gracias a Dios, porque verdaderamente el Espíritu de Dios que es paciente habita en vosotros.

De los Apotegmas de los Padres del desierto.

FICHA DE TRABAJO

Temas: Humildad, mansedumbre, paz.

Pistas para la reflexión

  1. Resume brevemente la historia.

  2. ¿Qué quería probar el padre de aquellos dos monjes? ¿Cómo lo hace?

  3. ¿Cómo hubieras actuado tú si estropean tu obra más querida?

  4. ¿Qué tenemos que aprender de esta historia?

Vocabulario

  • Mimbre: Cada una de las varitas delgadas y flexibles que produce la mimbrera, y que se emplean en trabajos de cestería.

  • Zarandear: Agarrar a alguien por los hombros o los brazos moviéndolo con violencia.

  • Eremita: Ermitaño. Persona que vive en soledad.

7.10. Una copa siempre a mano

Se dice que Diógenes (412? 323 a.C.), en la última etapa de su vida, acostumbraba a llevar consigo una copa para poder beber cuando le diera sed.

Una vez vio que un chiquillo bebía agua en el hueco que formaba con sus manos. Desde entonces, Diógenes se reprochó a sí mismo el haber cargado durante tanto tiempo con un objeto superfluo.

Él, el sabio que enseñó a tantos y a tantos, aprendió en su vejez de un niño. Si hubiera empezado a aprender antes... ¡Cuánto tiempo perdido!

Alfonso Francia

FICHA DE TRABAJO

Temas: Sencillez, austeridad, felicidad.

Pistas para la reflexión

  1. ¿De qué manera vivía Diógenes? ¿Qué buscaba viviendo así?

  2. ¿Qué lección aprendió de un chiquillo? ¿Por qué considera perdido, el tiempo que llevó su copa?

  3. Imagina que tienes que realizar un largo viaje y solo puedes llevar dos maletas. ¿Qué cosas tuyas meterías en ellas? ¿Qué cosas dejarías?

Vocabulario

  • Reprochar: reconvenir, echar en cara.

  • Superfluo: no necesario, que está de más.

CITAS, PROBERVIOS Y REFRANES

Austeridad

“Quien se contenta con nada lo posee todo”. Nicolás Boileau

“Haz que tu yo sea más pequeño y limita tus deseos”. Lao-Tsé

“Es más fácil reprimir el primer capricho que satisfacer los otros que siguen”. Abraham Lincoln

“El que confiesa tener todo lo que hace falta, está ya en camino de descomposición”. Gabriel Marcel

“Amo la casa en la cual no encuentro nada superfluo, y encuentro todo lo necesario”. Pitaco

“Será un perpetuo esclavo quien no sabe contentarse con poco”. Horacio

“Ningún animal tiene apetito más grande de todos las cosas que el hombre, siendo así que necesita muy pocas”. Plinio

“Cuanto menos necesitamos, más nos parecemos a los dioses”. Sócrates

“La austeridad es una de las grandes virtudes de un pueblo inteligente”. Solón

Economía

“Gasta siempre una moneda menos de lo que ganes”. Cesare Cantú

“Lo que poco cuesta aún se estima menos”. Miguel de Cervantes

“No sentir avidez de riquezas es una gran riqueza; no tener la manía de gastar es una renta”. Cicerón

“En los negocios no existen los amigos: no hay más que clientes”. A. Dumas

“Cuida de los pequeños gastos; un pequeño agujero hunde un barco”. B. Franklin

“Quien compra lo superfluo no tardará en verse obligado a vender lo necesario”. Benjamin Franklin

“La economía es la ciencia de cercenar los gastos superfluos”. Séneca

“No hay otra fuente de beneficios tan segura como la economía”. Publio Siro

“La gente escrupulosa no es adecuada para llevar a cabo grandes negocios”. Anne R.J. Turgot

Consumo

“No compréis lo útil, sino lo que es necesario”. Catón

“Buscamos la felicidad en los bienes externos, en las riquezas; el consumismo es la forma actual del summun bonum. Pero el consumidor nunca está satisfecho, es insaciable y, por tanto, no feliz. La felicidad consiste en el desprendimiento”. José Luis López Aranguren

“La sociedad de consumo es como un «tiovivo»: se nos monta en un coche, se nos hace ir pagando y no llegamos a ninguna parte”. Jaume Perich

“Compra solamente lo necesario, no lo conveniente. Lo innecesario, aunque cueste sólo un céntimo, es caro”. Séneca

“El que sepa abstenerse de todas las cosas superfluas es que el que se colocará más cerca de los dioses”. Sócrates.

Lujo

“La experiencia de los siglos prueba que el lujo anuncia la decadencia de los imperios”. Francis Bacon

“Es preferible llevar el lujo en los sentimientos que en la ropa”. Honoré de Balzac

“Si quieres destruir la avaricia, debes destruir el lujo, que es su padre”. Cicerón

“El lujo es dañoso porque multiplica las necesidades de la vida, emplea el entendimiento humano en cosas frívolas y dorando los vicios hace despreciable la virtud, que es la única que produce los verdaderos bienes y gustos”. José Cadalso

“El lujo arruina al rico y aumenta la miseria de los pobres”. Denis Diderot

“Fácilmente se contraen hábitos de lujo y difícil se hace después prescindir de ellos, cuando se han convertido en necesidad”. Fiodor Dostoievski

“El lujo no estimula al hombre a la virtud, antes sofoca todos los buenos sentimientos”. Federico II de Prusia

“Reine en vuestro vestido el aseo, más no el lujo”. Isócrates

“Apartemos el lujo y midamos las cosas por la utilidad que nos aportan”. Séneca

Pobreza

“El pobre se arruina en el momento en que deja de ser sobrio”. Concepción Arenal

“No acierto a imaginar mejor adoración a Dios que trabajar en su nombre para los pobres, como los pobres”. Mohandas Gandhi

“Las manos de los pobres llevan nuestras limosnas al Paraíso. Dar nuestra ayuda a los pobres es ponerla en manos de Jesucristo”. San Juan Bosco

“El que no se posee a sí mismo es extremadamente pobre”. Ramón Llull

“No es vergonzoso nacer pobre, lo es el llegar a serlo por acciones torpes”. Menandro

“La pobreza de bienes es fácilmente remediable, más la del alma es irreparable”. Michel E. de Montaigne

“Es natural en un hombre pobre contar su rebaño”. Ovidio

“La abundancia me hizo pobre”. Ovidio

“Mejor es morir como pobre que vivir como miserable”. Periandro

“Pobre no es el que tiene poco, sino el que desea mucho”. Séneca

“Llevo dentro de mí mismo un peso agobiante: el peso de las riquezas que no he dado a los demás”. Rabindranath Tagore

Riqueza

“No hay mayor cobardía que la riqueza”. Aristófanes

“El origen de todas las fortunas es la falta de delicadeza”. Jacinto Benavente

“La riqueza es tan peligrosa como la ignorancia y la pobreza”. Alexis Carrel

“La abundancia de las cosas, aunque sean buenas, hace que no se estimen”. Miguel de Cervantes

“Algo habrá de malo en la riqueza cuando a todo el mundo le da vergüenza confesar que la tiene”. Noel Clarasó

“¿Quieres ser rico? Pues no te afanes en aumentar tus bienes, sino en disminuir tu codicia”. Epicuro

“El hombre instruido tiene siempre la riqueza en sí mismo”. Fedro

“Si queréis ser ricos, no aprendáis solamente a saber cómo se gana, sino también cómo se ahorra”. Benjamin Franklin

“La mayor riqueza del hombre consiste en tener un ánimo suficientemente grande para no desear la riqueza”. Johann W. Goethe

“Cuanto más posee el hombre, menos se posee a sí mismo”. Arturo Graf

“Vale muy poco el oro cuando el alma se llena de tristeza”. Henri Ibsen

“El hombre ha de escoger entre ser rico en cosas o en la libertad de usarlas”. Ivan Illich

“El oro y las riquezas son las causas principales de las guerras”. Max Jacob

“Saber cuándo uno dispone de lo suficiente es ser rico”. Lao-Tse

“El mayor placer que la riqueza confiere consiste en la capacidad de ayudar a los demás”. André Maurois

“La riqueza atesorada es un hoguera maloliente. La riqueza repartida es un pasto muy fértil”. John Ray

“Engarza en oro las alas del pájaro y nunca más volará al cielo”. R. Tagore

“Cuando los ricos se hacen la guerra, son los pobres los que mueren”. Jean Paul Sartre

“Grandes riquezas, gran esclavitud”. Séneca

“Un hombre es rico en proporción a las cosas que puede desechar”. Henry D. Thoreau

“La riqueza más segura es la pobreza de exigencias”. Franz Werfel

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