Arte y Liturgia

Curación del ciego

Lucas van Leyden

26 marzo 2023: IV Domingo de Cuaresma

por Javier Agra Rodríguez

Evangelio Juan 9, 1.6-9.13-17.34-38

En aquel tiempo, al pasar Jesús vio a un hombre ciego de nacimiento. 

Y escupió en tierra, hizo barro con la saliva, se lo untó en los ojos al ciego y le dijo: Ve a lavarte a la piscina de Siloé (que significa Enviado).

Él fue, se lavó, y volvió con vista. Y los vecinos y los que antes solían verlo pedir limosna preguntaban: ¿No es ése el que se sentaba a pedir?

Unos decían: El mismo.

Otros decían: No es él, pero se le parece.

Él respondía: Soy yo.

Llevaron ante los fariseos al que había sido ciego. Era sábado el día que Jesús hizo barro y le abrió los ojos. También los fariseos le preguntaban cómo había adquirido la vista.

Él les contestó: Me puso barro en los ojos, me lavé, y veo.

Algunos de los fariseos comentaban: Este hombre no viene de Dios, porque no guarda el sábado.

Otros replicaban: ¿Cómo puede un pecador hacer semejantes signos?

Y estaban divididos. Y volvieron a preguntarle al ciego: Y tú, ¿qué dices del que te ha abierto los ojos?

Él contestó: Que es un profeta.

Le replicaron: Empecatado naciste tú de pies a cabeza, ¿y nos vas a dar lecciones a nosotros?

Y lo expulsaron. 

Oyó Jesús que lo habían expulsado, lo encontró y le dijo: ¿Crees tú en el Hijo del hombre?

Él contestó: ¿Y quién es, Señor, para que crea en él?

Jesús le dijo: Lo estás viendo: el que te está hablando, ése es.

Él dijo: Creo, Señor. Y se postró ante él.

Reflexión sobre el Evangelio

El episodio que leemos hoy (Juan 9, 1 – 41) tiene una estructura fácilmente realizable en teatro, Es un milagro de aparente sencillez que desencadena una serie desproporcionada de consecuencias. Y es que los milagros de Jesús provocan sacudidas en el entorno.

Es también un estudio profundo de actitudes psicológicas, poco frecuente en las narraciones evangélicas: el ciego, los vecinos curiosos, los temerosos padres, las autoridades reacias, Jesús que guía discretamente los hechos. El ciego tiene un protagonismo parejo al de Jesús, destaca su diálogo con las autoridades en un tono casi socarrón, siempre con ironía y aplomo; conversando desde la lógica, desconcierta y desarma a las autoridades que lo acusan de pecador e inculto.

Pero los textos bíblicos tienen diferentes lecturas, por eso más al fondo del valor narrativo de la escena, resalta el valor simbólico y la profundidad teológica: la progresiva iluminación del ciego va aumentando también en iluminación espiritual, sobrenatural. Al mismo tiempo nos ilumina a nosotros sobre Jesús a quien va describiendo como hombre (11), profeta (17) que procede de Dios (33) y es el Señor (38).

Esta curación del ciego, es uno de los temas predilectos de la iconografía cristiana por lo que tiene de luz, iluminación…recordamos que el bautismo es iluminación que nos va limpiando de la ceguera hasta entregarnos la luz resplandeciente del Espíritu Santo.

Observamos, además, que Jesús actúa con las cosas terrenas y en las cosas terrenas, tierra y saliva vital, tacto de las manos en los ojos, lavatorio para entregar la luz y la salud, para transformar y salvar a las personas y a la naturaleza entera desde la iluminación definitiva.

El cuadro                                                       

Para ilustrar esta lectura y la liturgia del domingo, presento “LA CURACIÓN DEL CIEGO” de Lucas Van Leyden (1494 – 1533) realizado el año 1531. Se encuentra en el Museo EL HERMITAGE, San Petersburgo. Este pintor holandés nació y murió en Leiden de donde toma el apellido.

Estamos ante un cuadro que destaca por la monumentalidad de su presentación donde resulta difícil controlar el número de personas en tan abigarrado número, la minuciosidad de los ropajes con que los tiene ataviados, el detalle y paciencia empleados en la elaboración de su conjunto.

Jesús y el ciego, acompañado por su lazarillo, ocupan el centro de la escena; a ellos se les identifica como grupo y también individualmente aunque están como en un segundo plano. El espectador tiene la sensación de que van a ser engullidos por la multitud que seguramente quiere oír y seguir al maestro. Parece que Van Leyden hace estático ese momento como si Jesús indicara que lo que está para suceder de inmediato es necesario y urgente. Una persona necesita especial cuidado y atención, el resto de los asuntos pueden esperar.

Entre quienes contemplan el milagro está el grupo de los apóstoles, ciudadanos, soldados, monjes, niños… con vestimentas que hablan de una amplia gama de diversidad social y personal por su economía, cultura, intereses… encontramos quienes conversan unos con otros en pequeños grupos, quienes están atendiendo a la imagen central del milagro, quienes tienen la atención centrada en alguna situación ajena. También por el fondo descubrimos dos grupos de personas que acaso está llegando al lugar o siguen su camino de paso. Estamos contemplando la actitud emocional de cada persona que asiste a la curación del ciego.

Parece que asistimos al movimiento de la multitud en sus miradas, en sus rostros con diversidad de interés, en sus posturas, es un ir y venir de sentimientos y de personas. El efecto de movimiento rítmico y dinámico aumenta con las nubes que surcan el cielo, con los frondosos árboles que flanquean el espacio dibujado, con la diversidad de alturas y planos formado entre los edificios y las rocas, entre el verde suelo y la frondosidad y altura vegetal. Parece incluso que escuchamos un cuchicheo de conversaciones entrecruzadas. 

En primer plano, recostado, encontramos un joven de edad indeterminada que puede representar otra de las curaciones de Jesús “al paralítico” o puede ser un personaje que corresponde a todas las edades y tiempos a través de los siglos que nos invita a detenernos y contemplar la escena. Acaso como si Lucas van Leyden nos estuviera recordando que lo primero que hemos de hacer los seguidores de Jesús es atender a las necesidades concretas de las personas.

En esta atención a las necesidades de cada persona, nos unimos a la aspiración de toda la humanidad por construir un mundo más libre, más justo, más fraterno. Además, el pintor añade una exuberante y bellísima vegetación, un paisaje que se pierde en la profundidad más allá de las pocas edificaciones y de las montañas, entre la luz que abre el fondo hacia el infinito porque somos parte de la naturaleza entera y, por la curación y el cuidado definitivo que nos ha traído Jesús el Cristo ya estamos gustando la felicidad y la paz que anhelamos, más allá de las dificultades de cada día.

Javier Agra Rodríguez

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