30 enero 2022: Domingo IV tiempo ordinario
Javier Agra Rodríguez
En aquel tiempo, Jesús comenzó a decir en la sinagoga: Hoy se ha cumplido esta Escritura que acabáis de oír.
Y todos le expresaban su aprobación y se admiraban de las palabras de gracia que salían de su boca. Y decían: ¿No es este el hijo de José?
Pero Jesús les dijo: Sin duda me diréis aquel refrán: “Médico, cúrate a ti mismo”, haz también aquí, en tu pueblo, lo que hemos oído que has hecho en Cafarnaún.
Y añadió: En verdad os digo que ningún profeta es aceptado en su pueblo. Puedo aseguraros que en Israel había muchas viudas en los días de Elías, cuando estuvo cerrado el cielo tres años y seis meses y hubo una gran hambre en todo el país; sin embargo, a ninguna de ellas fue enviado Elías sino a una viuda de Sarepta, en el territorio de Sidón. Y muchos leprosos había en Israel en tiempos del profeta Eliseo, sin embargo, ninguno de ellos fue curado sino Naamán, el sirio.
Al oír esto, todos en la sinagoga se pusieron furiosos y, levantándose, lo echaron fuera del pueblo y lo llevaron hasta un precipicio del monte sobre el que estaba edificado su pueblo, con intención de despeñarlo.
Pero Jesús se abrió paso entre ellos y seguía su camino.
Reflexión sobre el Evangelio
La lectura del evangelio de este domingo presenta a Jesús recordando una de las acciones del profeta Elías que narra el Primer Libro de los Reyes en el capítulo 17: La viuda de Sarepta.
El profeta Elías (significa “mi Dios es Yahvéh”) vivió en el siglo IX antes de Cristo, es el primero de los grandes profetas de Israel. Con Samuel se termina el período de los Jueces como coordinadores de la nación y comienzan los Reyes. Después de algunos profetas de apariciones breves en los grandes reinados de Saúl, David y Salomón, se divide el Reino en Israel y Judá. Elías tiene su actividad en el Reino de Judá, comienza en tiempos del rey Ajab.
Elías es un profeta al que no se atribuye ningún libro escrito. Su actividad está reflejada en los Libros de Los Reyes: 1º Reyes 17 – 21 y 2º Reyes 1- 2. Con breves momentos de desaparición su actividad es muy profunda, con notables actuaciones; además de muy importantes en el entorno religioso, también muy cuidadas por el arte y conocidas en la tradición. Terminó su actividad cuando fue “llevado al cielo en un carro de fuego”; su manto cayó sobre Eliseo, profeta que continuó su tarea.
El cuadro
El cuadro que acompaña a este comentario del IV DOMINGO del Tiempo Ordinario está pintado por DIERIC BOUTS EL VIEJO, pintor flamenco del período gótico en el siglo XV. Autor de numerosas pinturas religiosas, este cuadro forma parte del Políptico “RETABLO DE LA ÚLTIMA CENA O DEL SANTO SACRAMENTO” que se guarda en la iglesia de San Pedro de Lovaina en Bélgica.
La tabla central es una Última Cena, está rodeada de otras cuatro tablas de menor tamaño, que recuerdan personajes y episodios del Antiguo Testamento alusivas a la Eucaristía. Una de ellas, es “Elías alimentado por el ángel”. El suceso que se pinta en esta tabla, ocurrió después de que Elías mostrara la falsedad del dios Baal y sus sacerdotes. Jezabel, reina de Israel, quiere matarlo y él “huyó al desierto, se sentó bajo una retama y deseó morir” (1Reyes 19, 4). Pero el Señor le envió comida y bebida pues tenía que continuar su misión: “¡Levántate, come! El camino es superior a tus fuerzas” (1Reyes 19, 7) Con la fuerza de aquel alimento caminó cuarenta días y cuarenta noches, hasta que llegó al monte del Señor.
Nuestro pintor muestra un gusto especial por los espacios abiertos, por la luz y la claridad; la fuerza de la naturaleza y aún del vestuario con que adorna sus figuras, superan en maestría a la expresión de los rostros humanos presentes en sus obras. Dieric Bouts nos acerca la figura de Elías con la serenidad que le aporta el ángel del Señor quien ha llegado en el momento en que el espectador se fija en la escena. No es tiempo de lamentarse, ni siquiera de descansar. Cuando el profeta ha terminado una misión, el Señor lo envía a otra misión nueva, a otro trabajo hasta que toda la tierra esté sembrada de libertad, de justicia, de PAZ.
En una escena del fondo, vemos a Elías que ha escuchado la voz del Señor y camina por un sendero que asciende tortuoso entre las rocas. El desierto le aguarda, la dureza de la vida le espera cada día. Pero Dieric Bouts el Viejo quiere que mantengamos la calma, la ilusión y la fe; llena el cuadro de naturaleza, del rosicler de la luz del amanecer para que también nosotros, espectadores con dudas y miedos, nos atrevamos a orar, a escuchar al Señor, a caminar, a actuar.
Javier Agra Rodríguez
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