Pedro López de Montoya

Nació en 1652 en La Guardia (Alava). Estudió en la Universidad de Salamanca, primero Artes y luego Teología. En 1571 se traslada a Madrid donde desempeña por largos años el cargo de censor de libros del tribunal de la Inquisición. Aquí escribió su tratado pedagógico por excelencia llamado “Libro de la buena educación y enseñanza de los nobles”.

Aportaciones en el campo de la educación

  • Los hombres han de cultivar la idea de la responsabilidad respecto de la generación venidera.

  • Sus ideas sobre psicología infantil se sustentan en estos pilares:

  • Montoya pide en la tarea educativa mano de hierro y guante de seda. Suavidad y amor, pero con firmeza.

  • El mejor medio educativo es la “emulación”, de los grandes hombres tanto contemporáneos como del pasado.

  • El fin que se propone en la educación es la formación del hombre cristiano, dentro de la cual entra como parte fundamental la dimensión religiosa.

Pensamientos

  • Han de hacer cuenta los padres que son ellos mismos los libros que han de leer sus hijos. Quiero decir en su vida y conversación han de ver esmaltadas las virtudes para aprenderlas y vivirlas.

  • Aristóteles y Platón y Sócrates y los otros filósofos griegos y latinos que fueron maestros de príncipes griegos y de los emperadores romanos y de otros grandes señores, el principal oficio que tuvieron y en que se ocuparon fue enseñar la virtud y buenas costumbres, usando para ello la doctrina y preceptos de la doctrina natural.

  • Cierto es que lo que principalmente ha de procurar el maestro de un príncipe es ir plantando en él nobles y grandes pensamientos, sacados de la filosofía humana y de las santas escrituras y de la varia noticia de las historias.

  • Acontece al labrador que siendo poco ejercitado en la agricultura, por cortar lo superfluo de las plantas, corta los ramos por donde se encaminaba el fruto; así los que con poca prudencia son demasiado rigurosos en cercenar los excesos de los niños, por quitar un vicio incurren en otro mayor, que es hacerlos cobardes, y tan encogidos, que después no sea para cosa de provecho.

  • Ni la erudición y dextreza del maestro será de provecho para que se críen y crezcan los buenos pensamientos que plantare y pusiere en el ánimo del discípulo si no acude al favor de Dios, el cual se ha de pedir y procurar por medio de la oración y de los santísimos sacramentos, induciendo al discípulo a que los frecuente a lo que pidiere su edad y su disposición.

  • A los que fueren de complexión melancólica, convendrá darles más libertad, porque si sobre la complexión triste carga la severidad del maestro y de los estudios podrá suceder algún extremo de enfermedad y de locura. Con los otros se podrá guardar otro término, midiéndolo todo con las reglas de la prudencia. A unos será menester alentar para que jueguen y se rían y hablen, a otros ser menester detenerlos para que no se excedan en estas cosas, especialmente en lo de hablar.

  • El salmo 110 dice que el principio de la sabiduría es el temor de Dios, y no hablo del temor que llaman servil, el cual sólo huye el castigo y la pena, sino del filial, que huye cuanto en sí es la ofensa y enojo de su padre, porque nace del amor y se cría y crece en él.

  • Como Aristóteles dice muy bien, conviene que el que hubiere de aprender crea y ame, porque así como para entrar en las ciencias es menester creer al maestro, así para proseguirlas y continuarlas es menester amarle, pues naturalmente holgamos ser enseñados de los que queremos bien.

  • La mentira no sólo consiste en las palabras, sino también en los hechos, en los cuales puede un hombre ser mentiroso sin hablar.

  • Aunque es verdad cierta y conocida de Platón y otros grandes filósofos, que los hombres nacieron para ocuparse en cosas graves y en negocios de tanta importancia como conviene que sean para conseguir su fin y bienaventuranza, los sentidos y fuerzas corporales no pueden durar en la asistencia de estas cosas tan graves si no tuvieren sus vacaciones y tiempos de recreación. Pero se ha de advertir que así como la naturaleza ordenó el sueño con tasa y medida para reparo de los sentidos y fuerzas del cuerpo, así se ha de usar el juego solamente cuando fuere menester para volver con más ánimo a los ejercicios graves y dignos del hombre.

  • El camino más cierto para refrenar y reducir a moderación el ánimo altivo es la obediencia y respecto a los mayores, doctrina tan olvidada en estos tiempos cuanto recibida y guardada en los antiguos.

  • El enojarse algunas veces, será menester, pero el descomponerse nunca, porque en rindiéndose a esta pasión no se puede ejercitar el castigo como conviene. Y así en esta pasión de ira, como en las demás, han de mostrar los maestros el ánimo tan sosegado y compuesto, que sea el verlos otra lección, y la de más provecho.

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