Arte y Liturgia

San Juan Bautista muestra a Jesús

Domenichino

15 enero 2023: Domingo II Tiempo ordinario

por Javier Agra Rodríguez

Isaías 49, 3-6

Me dijo el Señor:

«Tu eres mi siervo, Israel,

por medio de ti me glorificaré».

Y ahora dice el Señor,

el que me formó desde el vientre como siervo suyo,

para que le devolviese a Jacob,

para que le reuniera a Israel;

he sido glorificado a los ojos de Dios.

Y mi Dios era mi fuerza:

«Es poco que seas mi siervo

para restablecer las tribus de Jacob

y traer de vuelta a los supervivientes de Israel. 

Te hago luz de las naciones,

para que mi salvación alcance hasta el confín de la tierra». 

Evangelio Juan 1, 29-34

En aquel tiempo, al ver Juan a Jesús que venía hacia él, exclamó:

«Este es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. Este es aquel de quien yo dije: “Tras de mí viene un hombre que está por delante de mí, porque existía antes que yo”. Yo no lo conocía, pero he salido a bautizar con agua, para que sea manifestado a Israel».

Y Juan dio testimonio diciendo:

«He contemplado al Espíritu que bajaba del cielo como una paloma, y se posó sobre él. Yo no lo conocía, pero el que me envió a bautizar con agua me dijo: “Aquel sobre quien veas bajar el Espíritu y posarse sobre él, ese es el que bautiza con Espíritu Santo”.

Y yo lo he visto y he dado testimonio de que este es el Hijo de Dios».

Reflexión sobre el Evangelio

Anteriormente, Juan ha dado testimonio sobre su misión. En el evangelio que proclamamos hoy, va a dar testimonio sobre Jesús ante un público indeterminado; de este modo comienzan unas jornadas de Jesús que concluirán en las bodas de Caná. El texto del evangelio de hoy invierte el orden temporal que sería: anuncio de una señal, visión de la señal, identificación o verificación y testimonio. 

La señal que presenta el Bautista para presentar a Jesús es el Espíritu que se posa sobre Jesús en el bautismo como había anunciado Isaías 11, 2: “Sobre él se posará el Espíritu del Señor…” También Isaías 48, 16; 61, 6 “El Señor Dios me ha enviado con su Espíritu…” “El Espíritu del Señor está sobre mí…” Espíritu en forma de paloma en alusión al Cantar de los Cantares (5, 2; 6, 9) la unión del Espíritu y la esposa del Apocalipsis 22, 17.

Jesús lleva tres títulos: Cordero de Dios que limpia el pecado del mundo, es una función expiatoria como recuerda Isaías 53, 10 – 12, también Pedro en su primera carta 1, 18 – 19. Jesús será también el que bautiza en el Espíritu Santo como desarrollará más adelante en el diálogo con Nicodemo (Juan 3, 5 – 8) porque es el Espíritu quien infunde nueva vida. El tercer título es Jesús Hijo de Dios, el Elegido como adelanta Isaías 42, 1 y que Juan en su evangelio presenta como título trascendente.

Juan lo ha visto y ha dado testimonio. La misión es inmediata a la experiencia. La acción y la oración son inmediatas e inseparables.

El cuadro                                                       

Para este domingo II del tiempo ordinario propongo “SAN JUAN BAUTISTA MUESTRA A JESÚS” del pintor DOMENICHINO (Bolonia 1581 – Nápoles 1641) que está en la Basílica de San Andrés della Valle en Roma. Lo pintó como parte de un conjunto de frescos que adornan el ábside del presbiterio dedicado al apóstol San Andrés. Lo realizó en los años en torno al 1625.

Este admirado pintor del barroco italiano, decayó en popularidad entre los siglos XIX y XX y actualmente vuelve a ser considerado con gran fuerza como lo había sido entre los siglos diecisiete y dieciocho. Destacan sus formas monumentales, la finura y delicadeza del colorido, la musical armonía de la luz que planea por su obra, el paisaje delicado y de trazos delicados.

El conjunto de este fresco da profundidad a la escena, es un magnífico trampantojo que nos sitúa en una escena en movimiento donde parece que vemos a Jesús acercarse a un primer plano en el que Juan Bautista presenta al Cordero de Dios a dos discípulos “uno de los dos era Andrés” el otro podemos ser cada uno de nosotros que estamos viviendo la escena en primera persona.

Domenichino consigue una armonía engarzada entre la luz, el color, el paisaje, las personas, el aire que rodea el momento, el misterio, el asombro… de modo que los espectadores quedamos envueltos en el instante y participamos ya para siempre de esta escena que nos impulsa a seguir al Maestro, a creer, a meditar en oración, a ser sus testigos misioneros.

Javier Agra Rodríguez

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