La historia de Isaac y Jacob
Génesis 25-37
Jacob fue un patriarca israelí. Descendiente de Abraham (abuelo) y de Isaac (padre). Es uno de los personajes bíblicos más conocidos y estudiados. Se le atribuye una influencia fundante en el Pueblo de Israel, porque de sus 12 hijos surgieron las conocidas 12 tribus de Israel. Profesó una profunda fe por Dios que derivó en gozar de su gracia y predilección. Peleó con su hermano mellizo Esaú por la primogenitura. Se la compró por un plato de lentejas. Fue el preferido de su madre Rebeca. Trabajo durante 14 años para que su tío Labán le entregase en matrimonio a una de sus hijas: Raquel, de quien se había enamorado profundamente cuando la conoció. Dios premió su fe y devoción entregándole la tierra que habían acordado. En ella se estableció con su familia.
Isaac y Jacob
El nacimiento de Esaú y de Jacob
19 Esta es la descendencia de Isaac, el hijo de Abraham. Abraham fue padre de Isaac,
20 el cual, a los cuarenta años, se casó con Rebeca, hija de Betuel, el arameo de Padán Aram, y hermana de Labán, el arameo.
21 Isaac oró al Señor por su esposa, que era estéril. El Señor lo escuchó, y su esposa Rebeca quedó embarazada.
22 Como los niños se chocaban el uno contra el otro dentro de su seno, ella exclamó: «Si las cosas tienen que ser así, ¿vale la pena seguir viviendo?». Entonces fue a consultar al Señor,
23 y él le respondió: «En tu seno hay dos naciones, dos pueblos se separan desde tus entrañas: uno será mas fuerte que el otro, y el mayor servirá al menor».
24 Cuando llegó el momento del parto, resultó que había mellizos en su seno.
25 El que salió primero era rubio, y estaba todo cubierto de vello, como si tuviera un manto de piel. A este lo llamaron Esaú.
26 Después salió su hermano, que con su mano tenía agarrado el talón de Esaú. Por ello lo llamaron Jacob. Cuando nacieron, Isaac tenía sesenta años.
Esaú vende su derecho de hijo primogénito
27 Los niños crecieron. Esaú se convirtió en un hombre agreste, experto en la caza. Jacob, en cambio, era un hombre apacible y apegado a su carpa.
28 Isaac quería más a Esaú, porque las presas de caza eran su plato preferido; pero Rebeca sentía más cariño por Jacob.
29 En cierta ocasión, Esaú volvió exhausto del campo, mientras Jacob estaba preparando un guiso.
30 Esaú dijo a Jacob: «Déjame comer un poco de esa comida rojiza, porque estoy extenuado». Fue por eso que se dio a Esaú el nombre de Edom.
31 Pero Jacob le respondió: «Dame antes tu derecho de hijo primogénito».
32 «Me estoy muriendo», dijo Esaú. «¿De qué me servirá ese derecho?».
33 Pero Jacob insistió: «Júramelo antes». El se lo juró y le vendió su derecho de hijo primogénito.
34 Jacob le dio entonces pan y guiso de lentejas. Esaú comió y bebió; después se levantó y se fue. Así menospreció Esaú el derecho que le correspondía por ser el hijo primogénito.
Capítulo 26
Isaac en Guerar
1 Luego, aquella región volvió a padecer hambre –aparte de la que había padecido anteriormente, en tiempos de Abraham– e Isaac se fue a Guerar, donde estaba Abimélec, el rey de los filisteos.
2 El Señor se le apareció y le dijo: «No bajes a Egipto; quédate en el lugar que yo te indicaré.
3 Ahora residirás por un tiempo en este país extranjero, pero yo estaré contigo y te bendeciré. Porque te daré todas estas tierras, a ti y a tu descendencia, para cumplir el juramento que hice a tu padre Abraham.
4 Yo multiplicaré tu descendencia como las estrellas del cielo, y le daré todos estos territorios, de manera que por ella se bendecirán todas las naciones de la tierra.
5 Haré esto en premio a la obediencia de Abraham, que observó mis órdenes y mis mandamientos, mis preceptos y mis instrucciones».
6 Mientras Isaac estaba en Guerar,
7 la gente del lugar le hacía preguntas acerca de su mujer. Pero él respondía: «Es mi hermana». Tenía miedo de confesar que era su esposa, porque pensaba: «Esta gente es capaz de matarme a causa de Rebeca, que es muy hermosa».
8 Ya hacía bastante tiempo que se encontraba allí, cuando Abimélec, el rey de los filisteos, al mirar por la ventana, vio que Isaac estaba acariciando a su esposa Rebeca.
9 Abimélec lo mandó llamar y le dijo: «No cabe ninguna duda: ella es tu esposa. ¿Cómo dijiste entonces que era tu hermana?». Isaac le respondió: «Porqué pensé que podían matarme a causa de ella».
10 Pero Abimélec replicó: «¿Qué nos has hecho? Faltó poco para que uno de nuestros hombres se acostara con tu mujer, y entonces nos habrías hecho responsables de un delito».
11 Y Abimélec dio esta orden a todo el pueblo: «El que toque a este hombre o a su mujer será condenado a muerte».
12 Isaac sembró en aquella región, y ese año cosechó el ciento por uno, porque el Señor lo había bendecido.
13 Así se fue enriqueciendo cada vez más, hasta que llegó a ser muy rico.
14 Adquirió ovejas, vacas y una numerosa servidumbre. Y los filisteos le tuvieron envidia.
Los pozos entre Guerar y Berseba
15 Los filisteos taparon y llenaron de tierra todos los pozos, que en tiempos de Abraham habían cavado los servidores de su padre.
16 Y Abimélec dijo a Isaac: «Aléjate de nuestro lado, porque tú has llegado a ser mucho más poderoso que nosotros».
17 Isaac se fue de allí, y acampó en el valle de Guerar, donde se estableció.
18 En seguida abrió de nuevo los pozos que habían sido cavados en tiempos de su padre, y que los filisteos habían tapado después de la muerte de Abraham, y los llamó con los mismos nombres que les había dado su padre.
19 Pero cuando los servidores de Isaac, que habían estado cavando en el valle, encontraron un manantial,
20 los pastores de Guerar discutieron con los de Isaac, diciendo: «Esta agua es nuestra». Entonces Isaac llamó a ese pozo Esec, que significa «Litigio», porque allí habían litigado con él.
21 Después cavaron otro pozo, y volvió a producirse un altercado a causa de él. Por eso Isaac lo llamó Sitná, que significa «Hostilidad».
22 Luego siguió avanzando, y cavó otro pozo más. Pero esta vez no hubo ningún altercado. Entonces le puso el nombre de Rejobot, que significa «Campo libre», porque dijo: «Ahora el Señor nos ha dejado el campo libre, para que podamos prosperar en esta región».
Renovación de la promesa hecha a Abraham
23 De allí subió a Berseba,
24 y esa misma noche el Señor se le apareció para decirle: «Yo soy el Dios de Abraham, tu padre: no temas, porque estoy contigo, Yo te bendeciré y multiplicaré tu descendencia, por amor a mi servidor Abraham».
25 Allí Isaac erigió un altar e invocó el nombre del Señor. En ese lugar estableció su campamento, y sus servidores comenzaron a cavar un pozo.
La alianza de Isaac con Abimélec
26 Mientras tanto, fue a verlo Abimélec, que venía de Guerar junto con Ajuzat, su consejero, y Picol, el jefe de su ejército.
27 Isaac les preguntó: «¿Para qué vienen a verme, si fueron ustedes los que se enemistaron conmigo y me echaron de su lado?».
28 Ellos le respondieron: «Hemos comprobado que el Señor está contigo, y pensamos que entre tú y nosotros debe haber un acuerdo, ratificado con un juramento. Por eso, queremos hacer una alianza contigo:
29 tú no nos harás ningún daño, porque nosotros no te hemos causado ninguna molestia, sino que siempre fuimos amables contigo y te dejamos partir en paz. Tú eres ahora bendecido por el Señor».
30 Isaac les ofreció un banquete, y ellos comieron y bebieron.
31 Al día siguiente, se levantaron de madrugada y se y hicieron un juramento mutuo. Luego Isaac los despidió, y ellos se fueron como amigos.
32 Aquel mismo día, los servidores de Isaac vinieron a traerles noticias sobre el pozo que habían estado cavando, y le dijeron: «Hemos encontrado agua».
33 El llamó a ese pozo Sibá, que significa «Juramento». De allí procede el nombre de la ciudad de Berseba hasta el día de hoy.
Las esposas hititas de Esaú
34 Cuando Esaú cumplió cuarenta años, se casó con Judit, hija de Beerí, el hitita, y con Basmat, hija de Elón, el hitita.
35 Ellas fueron una fuente de amargura para Isaac y Rebeca.
Capítulo 27
La bendición de Isaac a Jacob
1 Cuando Isaac envejeció, sus ojos se debilitaron tanto que ya no veía nada. Entonces llamó a Esaú, su hijo mayor, y le dijo: «¡Hijo mío!». «Aquí estoy», respondió él.
2 «Como ves, continuó diciendo Isaac, yo estoy viejo y puedo morir en cualquier momento.
3 Por eso, toma tus armas –tu aljaba y tu arco– ve al campo, y cázame algún animal silvestre.
4 Después prepárame una buena comida, de esas que a mí me gustan, y tráemela para que la coma. Así podré darte mi bendición antes de morir».
5 Rebeca había estado escuchando cuando Isaac hablaba con su hijo Esaú. Y apenas este se fue al campo a cazar un animal para su padre,
6 Rebeca dijo a Jacob: «Acabo de oír que tu padre le decía a tu hermano Esaú:
7 «Tráeme un animal silvestre y prepárame una buena comida. Yo la comeré, y te bendeciré en la presencia del Señor antes de morir».
8 Ahora, hijo mío, escucha bien lo que voy a ordenar.
9 Ve al corral y tráeme de allí dos cabritos bien cebados. Yo prepararé con ellos una buena comida para tu padre, de esas que le agradan a él,
10 y tú se la llevarás para que la coma. Así él te bendecirá antes de morir».
11 Pero Jacob respondió a su madre Rebeca: «Mira que mi hermano Esaú es velludo y yo soy lampiño.
12 Si mi padre me llega a tocar, pensará que me estoy burlando de él, y entonces atraeré sobre mí una maldición, y no una bendición».
13 Que esa maldición caiga sobre mí, hijo mío», le respondió su madre. «Tú obedéceme, y tráeme los cabritos».
14 Jacob fue a buscar los cabritos, se los llevó a su madre, y ella preparó una buena comida, como le agradaba a su padre.
15 Después Rebeca tomó una ropa de su hijo mayor Esaú, la mejor que había en la casa, y se la puso a Jacob, su hijo menor;
16 y con el cuero de los cabritos le cubrió las manos y la parte lampiña del cuello.
17 Luego le entregó la comida y el pan que había preparado.
18 Jacob se presentó ante su padre y le dijo: «¡Padre!». Este respondió: «Sí, ¿quién eres, hijo mío?».
19 «Soy Esaú, tu hijo primogénito, respondió Jacob a su padre, y ya hice lo que me mandaste. Por favor, siéntate y come lo que cacé, para que puedas bendecirme».
20 Entonces Isaac le dijo: «¡Qué rápido lo has logrado, hijo mío!». Jacob respondió: «El Señor, tu Dios, hizo que las cosas me salieran bien».
21 Pero Isaac añadió: «Acércate, hijo mío, y deja que te toque, para ver si eres realmente mi hijo Esaú o no».
22 El se acercó a su padre; este lo palpó y dijo: «La voy es de Jacob, pero las manos son de Esaú».
23 Y no lo reconoció, porque sus manos estaban cubiertas de vello, como las de su hermano Esaú. Sin embargo, cuando ya se disponía a bendecirlo,
24 le preguntó otra vez: «¿Tú eres mi hijo Esaú?». «Por supuesto», respondió él.
25 «Entonces sírveme, continuó diciendo Isaac, y déjame comer lo que has cazado, para que pueda darte mi bendición». Jacob le acercó la comida, y su padre la comió; también le sirvió vino, y lo bebió.
26 Luego su padre Isaac le dijo: «Acércate, hijo mío, y dame un beso».
27 Cuando él se acercó para besarlo, Isaac percibió la fragancia de su ropa. Entonces lo bendijo diciendo: «Sí, la fragancia de mi hijo es como el aroma de un campo que el Señor ha bendecido.
28 Que el Señor te dé el rocío del cielo, y la fertilidad de la tierra, trigo y vino en abundancia.
29 Que los pueblos te sirvan y las naciones te rindan homenaje. Tú serás el señor de tus hermanos, y los hijos de tu madre se inclinarán ante ti. Maldito sea el que te maldiga, y bendito el que te bendiga».
30 Apenas Isaac había terminado de bendecir a Jacob, en el preciso momento que este se apartaba de su padre, su hermano Esaú volvió de cazar.
31 El también preparó una comida apetitosa y la presentó a su padre, diciendo: «Levántate, padre, y come la presa que tu hijo ha cazado. Así podrás bendecirme».
32 Isaac, su padre, le preguntó: «Y tú, ¿quién eres?». «Soy Esaú, tu hijo primogénito», le respondió él.
33 Isaac quedó profundamente turbado y exclamó: «¿Quién ha sido entonces el que cazó una presa y me la trajo? Yo la comí antes que tú llegaras, lo bendije, y quedará bendecido».
34 Al oír las palabras de su padre, Esaú lanzó un fuerte grito lleno de amargura. Luego dijo: «¡Padre, bendíceme también a mí!».
35 Pero Isaac respondió a Esaú: «Ha venido tu hermano y, valiéndose de un engaño, se llevó tu bendición».
36 Esaú dijo entonces: «Sí, con razón se llama Jacob. Ya van dos veces que me desplaza: primero arrebató mi condición de hijo primogénito, y ahora se ha llevado mi bendición». Y agregó: «¿No has reservado una bendición para mí?».
37 Isaac respondió a Esaú: «Lo he constituido tu señor y le he dado como servidores a todos sus hermanos; lo he provisto de trigo y de vino: ¿Qué más puedo hacer por ti, hijo mío?».
38 Esaú dijo a su padre: «¿Acaso tienes sólo una bendición?». Isaac permaneció en silencio. Esaú lanzó un grito y se puso a llorar.
39 Isaac le respondió, diciéndole: «Tu morada estará lejos de los campos fértiles y del rocío que cae del cielo.
40 Vivirás de tu espada y servirás a tu hermano. Pero cuando te rebeles, lograrás sacudir su yugo de tu cuello».
41 Esaú sintió hacia su hermano un profundo rencor, por la bendición que le había dado su padre. Y pensó: «Pronto estaremos de duelo por mi padre. Entonces mataré a mi hermano Jacob».
42 Cuando contaron a Rebeca las palabras de Esaú, su hijo mayor, ella mandó llamar a Jacob, su hijo menor y le dijo: «Tu hermano te quiere matar para vengarse de ti.
43 Ahora, hijo mío, obedéceme. Huye inmediatamente a Jarán, a casa de mi hermano Labán,
44 y quédate con él algún tiempo, hasta que tu hermano se tranquilice,
45 hasta que se calme su ira contra ti y olvide lo que le has hecho. Después yo te mandaré a buscar. ¿Por qué voy a perderlos a los dos en un solo día?».
El viaje de Jacob a Padán Arám
46 Rebeca dijo a Isaac: «¡Esas mujeres hititas me han quitado hasta las ganas de vivir! Si también Jacob se casa con una de esas hititas, con una nativa de ese país, ¿qué me importa ya de la vida?».
Capítulo 28
1 Por eso, Isaac llamó a Jacob, lo bendijo, y le ordenó: «No te cases con una mujer cananea.
2 Ve ahora mismo a Padán Aram, a la casa de Betuel, tu abuelo materno, y elige para ti una mujer entre las hijas de Labán, el hermano de tu madre.
3 Que el Dios Todopoderoso te bendiga, te haga fecundo y te dé una descendencia numerosa, para que seas el padre de una asamblea de pueblos.
4 Que él te dé, a ti y a tu descendencia, la bendición de Abraham, para que puedas tomar posesión de la tierra donde ahora vives como extranjero, esa tierra que Dios concedió a Abraham».
5 Luego Isaac despidió a Jacob, y ese se fue a Padán Aram, a casa de Labán, hijo de Betuel, el arameo, y hermano de Rebeca, la madre de Jacob y de Esaú.
El otro casamiento de Esaú
6 Esaú vio que Isaac había bendecido a Jacob y lo había enviado a Padán Aram para que se buscara allí una esposa. Vio, asimismo, que al bendecirlo le había dado esta orden: «No te cases con una mujer cananea»,
7 y que Jacob, obedeciendo a su padre y a su madre, se había ido a Padán Aram.
8 Entonces comprendió cuánto disgustaban a su padre Isaac las mujeres cananeas.
9 Por eso acudió a Ismael, el hijo de Abraham, y tomó por esposa –además de las que ya tenía– a Majalat, hija de Ismael y hermana de Nebaiot.
El sueño de Jacob en Betel
10 Jacob partió de Berseba y se dirigió hacia Jarán.
11 De pronto llegó a un lugar, y se detuvo en él para pasar la noche, porque ya se había puesto el sol. Tomó una de las piedras del lugar, se la puso como almohada y se acostó allí.
12 Entonces tuvo un sueño: vio una escalinata que estaba apoyada sobre la tierra, y cuyo extremo superior tocaba el cielo. Por ella subían y bajaban ángeles de Dios.
13 Y el Señor, el Dios de Abraham, tu padre, y el Dios de Isaac. A ti y a tu descendencia les daré la tierra donde estás acostado.
14 Tu descendencia será numerosa como el polvo de la tierra; te extenderás hacia el este y el oeste, el norte y el sur; y por ti y tu descendencia, se bendecirán todas las familias de la tierra.
15 Yo estoy contigo: te protegeré dondequiera que vayas, y te haré volver a esta tierra. No te abandonaré hasta haber cumplido todo lo que te prometo».
16 Jacob se despertó de su sueño y exclamó» «¡Verdaderamente el Señor está en este lugar, y yo no lo sabía!».
17 Y lleno de temor, añadió: «¡Qué temible es este lugar! Es nada menos que la casa de Dios y la puerta del cielo».
18 A la madrugada del día siguiente, Jacob tomó la piedra que la había servido de almohada, la erigió como piedra conmemorativa, y derramó aceite sobre ella.
19 Y a ese lugar, que antes se llamaba luz, lo llamó Betel, que significa «Casa de Dios».
20 Luego Jacob hizo este voto: «Si Dios me acompaña y me protege durante el viaje que estoy realizando, si me da pan para comer y ropa para vestirme,
21 y si puedo regresar sano y salvo a la casa de mi padre, el Señor será mi Dios.
22 Y esta piedra conmemorativa que acabo de erigir, será la casa de Dios. Además, le pagaré el diezmo de todo lo que me dé».
Capítulo 29
Jacob en casa de Labán
1 Jacob reanudó la marcha y se fue al país de los Orientales.
2 Allí vio un pozo en medio del campo, junto al cual estaban tendidos tres rebaños de ovejas, porque en ese pozo daban de beber al ganado. La piedra que cubría la boca del pozo era muy grande.
3 Solamente cuando estaban reunidos todos los pastores, podían correrla para dar de beber a los animales. Luego la volvían a poner en su lugar, sobre la boca del pozo.
4 Jacob dijo a los pastores: «Hermanos, ¿de dónde son ustedes?». «Somos de Jarán», respondieron.
5 El añadió: «¿Conocen a Labán, hijo de Najor?». «Sí», dijeron ellos.
6 El volvió a preguntarles: «¿Se encuentra bien?». «Muy bien», le respondieron. «Precisamente, ahí viene su hija Raquel con el rebaño».
7 Entonces él les dijo: «Aún es pleno día; todavía no es hora de entrar los animales. ¿Por qué no les dan de beber y los llevan a pastar?».
8 «No podemos hacerlo, dijeron ellos, hasta que no se reúnan todos los pastores y hagan rodar la piedra que está sobre la boca del pozo. Sólo entonces podremos dar de beber a los animales».
9 Todavía estaba hablando con ellos, cuando llegó Raquel, que era pastora, con el rebaño de su padre.
10 Apenas Jacob vio a Raquel, la hija de su tío Labán, que traía el rebaño, se adelantó, hizo rodar la piedra que cubría la boca del pozo, y dio de beber a las ovejas de su tío.
11 Después besó a Raquel y lloró de emoción.
12 Entonces le contó que él era pariente de Labán –por ser hijo de Rebeca– y ella fue corriendo a comunicar la noticia a su padre.
13 Labán, por su parte, al oír que se trataba de Jacob, el hijo de su hermana, corrió a saludarlo; lo abrazó, lo besó y lo llevó a su casa. Y cuando Jacob le contó todo lo que había sucedido,
14 Labán le dijo: «Realmente, tú eres de mi misma sangre».
Las dos esposas de Jacob
Después que Jacob pasó un mes entero en compañía de Labán,
15 este le dijo: «¿Acaso porque eres pariente mío me vas a servir gratuitamente? Indícame cuál debe ser tu salario».
16 Ahora bien, Labán tenía dos hijas: la mayor se llamaba Lía, y la menor, Raquel.
17 Lía tenía una mirada tierna, pero Raquel tenía una linda silueta y era muy hermosa.
18 Y como Jacob se había enamorado de Raquel, respondió: «Te serviré durante siete años, si me das por esposa a Raquel, tu hija menor».
19 «Mejor es dártela a ti que a un extraño», asintió Labán. «Quédate conmigo».
20 Y Jacob trabajó siete años para poder casarse con Raquel, pero le parecieron unos pocos días, por el gran amor que le tenía.
21 Después Jacob dijo a Labán: «Dame a mi esposa para que pueda unirme con ella, por el plazo ya se ha cumplido».
22 Labán reunió a toda la gente del lugar e hizo una fiesta.
23 Pero al anochecer, tomó a su hija Lía y se la entregó a Jacob. Y Jacob se unió a ella.
24 Además, Labán destinó a su esclava Zilpá, para que fuera sirvienta de su hija Lía.
25 A la mañana siguiente, Jacob reconoció a Lía. Entonces dijo a Labán: «¿Qué me has hecho? ¿Acaso yo no te serví para poder casarme con Raquel? ¿Por qué me engañaste?».
26 Pero Labán le respondió: «En nuestro país no se acostumbra a casar a la menor antes que a la mayor.
27 Por eso, espera que termine la semana de esta fiesta nupcial, y después te daré también a Raquel, como pago por los servicios que me prestarás durante otros siete años».
28 Jacob estuvo de acuerdo: esperó que concluyera esa semana, y después, Labán le dio como esposa a su hija Raquel.
29 Además, Labán destinó a su esclava Bilhá, para que fuera sirvienta de su hija Raquel.
30 Jacob se unió a ella, y la amó más que a Lía. Y estuvo al servicio de Labán siete años más.
Los hijos de Lía
31 Cuando el Señor vio que Lía no era amada, la hizo fecunda, mientras que Raquel permaneció estéril.
32 Lía concibió y dio a luz un hijo, al que llamó Rubén, porque dijo: «El Señor ha visto mi aflicción; ahora sí que mi esposo me amará».
33 Luego volvió a concebir, y tuvo otro hijo. Entonces exclamó: «El Señor se dio cuenta de que yo no era amada, y por eso me dio también a este». Y lo llamó Simeón.
34 Después concibió una vez más, y cuando dio a luz, dijo: «Ahora mi marido sentirá afecto por mí, porque le he dado tres hijos». Por eso lo llamó Leví.
35 Finalmente, volvió a concebir y a tener un hijo. Entonces exclamó: «Esta vez alabaré al Señor», y lo llamó Judá. Después dejó de tener hijos.
Capítulo 30
Los hijos de Bilhá
1 Al ver que no podía dar hijos a Jacob, Raquel tuvo envidia de su hermana, y dijo a su marido: «Dame hijos, porque si no, me muero».
2 Pero Jacob, indignado, le respondió: «¿Acaso yo puedo hacer las veces de Dios, que te impide ser madre?».
3 Ella añadió: «Aquí tienes a mi esclava Bilhá. Unete a ella, y que dé a luz sobre mis rodillas. Por medio de ella, también yo voy a tener hijos».
4 Así le dio por mujer a su esclava Bilhá. Jacob se unió a ella,
5 y cuando Bilhá concibió y dio un hijo a Jacob.
6 Raquel dijo: «Dios me hizo justicia: él escuchó mi voz y me ha dado un hijo». Por eso lo llamó Dan.
7 Después Bilhá, la esclava de Raquel, volvió a concebir y dio un segundo hijo a Jacob.
8 Entonces Raquel dijo: «Sostuve con mi hermana una lucha muy grande, pero al fin he vencido». Y lo llamó Neftalí.
Los hijos de Zilpá
9 Lía, por su parte, viendo que había dejado de dar a luz, tomó a su esclava Zilpá y se la dio como mujer a Jacob.
10 Cuando Zilpá, la esclava de Lía, dio un hijo a Jacob,
11 Lía exclamó: «¡Qué suerte!». Y lo llamó Gad.
12 Después Zilpá, la esclava de Lía, dio otro hijo a Jacob.
13 Lía dijo entonces: «¡Qué felicidad! Porque todas las mujeres me felicitarán». Y lo llamó Aser.
Los otros hijos de Lía
14 Rubén salió una vez mientras se estaba cosechando el trigo, y encontró en el campo unas mandrágoras, que luego entregó a su madre. Entonces Raquel dijo a Lía: «Por favor, dame algunas de esas mandrágoras que trajo tu hijo».
15 Pero Lía respondió: «¿No te basta con haberme quitado a mi marido, que ahora quieres arrebatarme también las mandrágoras de mi hijo?». «Está bien, respondió Raquel, que esta noche duerma contigo, a cambio de las mandrágoras de tu hijo».
16 Al atardecer, cuando Jacob volvía del campo, Lía salió a su encuentro y le dijo: «Tienes que venir conmigo, porque he pagado por ti las mandrágoras que encontró mi hijo». Aquella noche Jacob durmió con ella,
17 y Dios la escuchó, porque concibió una vez más, y dio a Jacob un quinto hijo.
18 Entonces Lía exclamó: «Dios me ha recompensado, por haber dado mi esclava a mi marido». Y lo llamó Isacar.
19 Luego Lía volvió a concebir y dio un sexto hijo a Jacob.
20 «Dios me hizo un precioso regalo», dijo Lía. «Esta vez mi marido me honrará, porque le he dado seis hijos». Y lo llamó Zabulón.
21 Finalmente tuvo una hija, a la que llamó Dina.
El primer hijo de Raquel
22 Dios también se acordó de Raquel, la escuchó e hizo fecundo su seno.
23 Ella concibió y dio a luz un hijo. Entonces exclamó: «Dios ha borrado mi afrenta».
24 Y lo llamó José, porque dijo: «Que el Señor me conceda un hijo más».
El enriquecimiento de Jacob
25 Después que Raquel dio a luz a José, Jacob dijo a Labán: «Déjame volver a mi casa y a mi país.
26 Dame a mis mujeres, por las que te he servido, y a mis hijos, para que pueda irme. Porque tú sabes muy bien cuánto trabajé por ti».
27 Pero Labán le respondió: «Si quieres hacerme un favor, quédate conmigo. Yo he llegado a saber, por medio de la adivinación, que el Señor me bendijo gracias a ti.
28 Por eso, siguió diciendo, fíjame tú mismo el salario que debo pagarte».
29 Entonces Jacob añadió: «Tú sabes bien cómo te he servido, y cómo prosperó tu hacienda gracias a mis cuidados.
30 Lo poco que tenías antes que yo llegara se ha acrecentado enormemente, ya que el Señor te bendijo gracias a mí. Pero ya es hora de que también haga algo por mi propia casa».
31 «¿Qué debo darte en pago?», preguntó Labán. Y Jacob respondió: «No tendrás que pagarme nada. Si haces lo que te voy a proponer, yo volveré a apacentar tu rebaño y a ocuparme de él.
32 Revisa hoy mismo todo tu rebaño, y aparta de él todas las ovejas negras y todas las cabras moteadas o manchadas. Ese será mi salario.
33 Y más adelante, cuando tú mismo vengas a verificar mis ganancias, mi honradez responderá por mí; si llego a tener en mi poder alguna cabra que no sea manchada o moteada, o alguna oveja que no sea negra, eso será un robo que yo he cometido».
34 «Está bien, dijo Labán, que sea como tú dices».
35 Pero aquel mismo día, Labán separó los chivos rayados y moteados, todas las cabras manchadas y moteadas –todo lo que tenía una mancha blanca– y todos los corderos negros, y los confió al cuidado de sus hijos.
36 Después interpuso entre él y Jacob una distancia de tres días de camino. Mientras tanto, Jacob apacentaba el resto del rebaño de Labán.
37 Jacob tomó unas ramas verdes de álamo, almendro y plátano, y trazó en ellas unas franjas blancas, dejando al descubierto la parte blanca de las ramas.
38 Luego puso frente a los animales, en los bebederos o recipientes de agua donde iba a beber el rebaño, las ramas que había descortezado. Y cuando los animales iban a beber, entraban en celo.
39 De esta manera, se unían delante de las ramas y así tenían crías rayadas, moteadas o manchadas.
40 Además, Jacob separó a los carneros y los puso frente a los animales rayados y negros del rebaño de Labán. Así pudo formar sus propios rebaños, que mantuvo separados de los rebaños de Labán.
41 Y cuando los animales que entraban en celo eran robustos, Jacob ponía las ramas en los bebederos, bien a la vista de los animales, para que se unieran delante de las ramas;
42 pero cuando los animales eran débiles, no las ponía. Así los animales robustos eran para Jacob, y los débiles para Labán.
43 De esta manera Jacob se hizo extremadamente rico, y llegó a tener una gran cantidad de ganado, de esclavos, esclavas, camellos y asnos.
Capítulo 31
La huida de Jacob
1 Jacob se enteró de que los hijos de Labán andaban diciendo: «Jacob se ha apoderado de todos los bienes de nuestro padre, y a expensas de él ha conseguido toda esta riqueza».
2 Y también advirtió que la actitud de Labán para con él ya no era la misma de antes.
3 Entonces el Señor le dijo: «Vuelve a la tierra de tus padres y de tu familia, y yo estaré contigo».
4 Jacob mandó llamar a Raquel y a Lía para que fueran a encontrarse con él en el campo donde estaba el rebaño,
5 y le dijo: «He advertido que el padre de ustedes ya no se comporta conmigo como antes, pero el Dios de mi padre ha estado conmigo.
6 Ustedes saben muy bien que yo puse todo mi empeño en servir a mi suegro.
7 Sin embargo, él se ha burlado de mí y ha cambiado diez veces mi salario. Pero Dios no le ha permitido que me hiciera ningún mal.
8 Si él establecía: «Los animales manchados serán tu salario», todo el rebaño tenía crías manchadas; y si él decía: «Los animales rayados serán tu paga», todo el rebaño tenía crías rayadas.
9 Así Dios lo despojó de su ganado y me lo dio a mí.
10 Una vez, durante el período en que el rebaño entra en celo, yo tuve un sueño. De pronto vi que los chivos que cubrían a las cabras eran rayados, manchados o moteados.
11 Y en el sueño, el Ángel de Dios me llamó: «¡Jacob!». «Aquí estoy», le respondí.
12 Entonces él me dijo: Fíjate bien: todos los chivos que cubren a las cabras son rayados, manchados o moteados, porque yo me he dado cuenta de todo lo que te hizo Labán.
13 Yo soy el Dios que se te apareció en Betel, allí donde tú ungiste una piedra conmemorativa y me hiciste un voto. Ahora levántate, sal de este país, y regresa a tu tierra natal».
14 Raquel y Lía le respondieron diciendo: «¿Tenemos todavía una parte y una herencia en la casa de nuestro padre?
15 ¿Acaso no nos ha tratado como a extrañas? No sólo nos ha vendido, sino que además se ha gastado el dinero que recibió de nosotras.
16 Sí, toda la riqueza que Dios le ha quitado a nuestro padre es nuestra y de nuestros hijos. Procede como Dios te lo ha ordenado».
17 Inmediatamente Jacob hizo montar en los camellos a sus hijos y a sus mujeres,
18 y se llevó todo su ganado y todos sus bienes –el ganado de su propiedad, que había adquirido en Padán Aram– para ir a la tierra de Canaán, donde se encontraba Isaac, su padre.
19 Como Labán estaba ausente, esquilando sus ovejas, Raquel se adueñó de los ídolos familiares que pertenecían a su padre.
20 Y Jacob engañó a Labán, el arameo, porque huyó sin decirle una palabra.
21 Así escapó Jacob con todo lo que tenía, y apenas estuvo al otro lado del Eufrates, se dirigió hacia la montaña de Galaad.
La persecución de Labán a Jacob
22 Al tercer día notificaron a Labán que Jacob había huido.
23 Labán reunió a sus parientes y lo persiguió durante siete días, hasta que al fin lo alcanzó en la montaña de Galaad.
24 Pero esa misma noche, Dios se apareció en sueños a Labán, el arameo, y le dijo: «Cuidado con entrometerse para nada en los asuntos de Jacob».
25 Cuando Labán alcanzó a Jacob, este había instalado su campamento en la montaña. Labán, por su parte, acampó en la montaña de Galaad.
26 Labán dijo entonces a Jacob: «¿Qué has hecho? ¡Me has engañado y te has llevado a mis hijas como prisioneras de guerra!
27 ¿Por qué has huido ocultamente y me has engañado? Si me hubieras avisado, yo te habría despedido con una fiesta, con cantos y con música de tambores y liras.
28 Pero tú ni siquiera me has permitido saludar con un beso a mis nietos y a mis hijas. Realmente te has comportado como un insensato.
29 Yo tengo poder suficiente para hacerles una mala jugada a todos ustedes. Sin embargo, ayer por la noche, el Dios de tu padre me dijo: «Cuidado con entrometerte para nada en los asuntos de Jacob».
30 De todas maneras, está bien: tú te has ido porque añorabas tu casa paterna. Pero ¿por qué robaste mis dioses?».
31 «Yo estaba atemorizado, respondió Jacob a Labán, pensando que podías quitarme a tus hijas.
32 Y en lo que respecta a tus dioses, si llegas a encontrarlos en poder de alguno de nosotros, ese no quedará con vida. Revisa bien, en presencia de nuestros hermanos, a ver si hay aquí algo que te pertenece, y llévatelo». Por supuesto, Jacob ignoraba que Raquel los había robado.
33 Labán entró en la carpa de Jacob, en la de Lía, y en la de las dos esclavas, y no encontró nada. Al salir de la carpa de Lía, entró en la de Raquel.
34 Pero Raquel había tomado los ídolos, los había guardado en la montura del camello y se había sentado encima de ellos. Después que Labán registró toda la carpa sin obtener ningún resultado,
35 Raquel dijo a su padre: «Que mi señor no lo tome a mal; pero no puedo ponerme de pie ante él, porque me sucede lo que es habitual en las mujeres». Y por más que buscó, no logró encontrar los ídolos.
36 Jacob se llenó de indignación, y reprochó a Labán diciéndole: «¿Qué delito o falta he cometido para que me acoses de esa manera?
37 Acabas de registrar todas mis cosas y no has encontrado un solo objeto que te pertenezca. Si lo has encontrado, colócalo aquí, delante de tu gente y de la mía, y que ellos decidan quién de nosotros tiene razón.
38 En los veinte años que estuve contigo, tus ovejas y tus cabras nunca abortaron, y jamás me comí los carneros de tu rebaño.
39 Nunca te llevé un animal despedazado por las fieras: yo mismo debía reparar la pérdida, porque tú me reclamabas lo que había sido robado tanto de día como de noche.
40 De día me consumía el calor, y de noche, la helada; y el sueño huía de mis ojos.
41 De los veinte años que pasé en tu casa, catorce trabajé por tus dos hijas, y seis por tu rebaño, y tú me cambiaste el salario diez veces.
42 Y si el Dios de mi padre –el Dios de Abraham y el Terror de Isaac– no hubiera estado de mi parte, me habrías despedido con las manos vacías. Pero Dios ha visto mi opresión y mi fatiga, y ayer por la noche pronunció su fallo».
La alianza de Jacob con Labán
43 Labán replicó a Jacob: «Estas mujeres son mis hijas, y estos muchachos, mis nietos; y también es mío el rebaño. Todo lo que ves me pertenece. Pero ¿qué puedo hacer ahora contra mis hijas y mis nietos?
44 Por eso, hagamos una alianza, y que haya un testigo entre tú y yo».
45 Entonces Jacob tomó una piedra y la erigió como piedra conmemorativa.
46 Labán por su parte, dijo a sus hermanos: «Recojan unas piedras». Ellos las recogieron, las amontonaron y comieron allí, sobre el montón de piedras.
47 Y Labán le puso el nombre de Iegar Sahadutá, mientras que Jacob lo llamó Galed.
48 Después Labán declaró: «Este montón de piedras será siempre un testigo entre tú y yo, como lo es ahora». Por eso lo llamó Galed.
49 Además, le puso el nombre de Mispá, porque dijo: «Que el Señor nos vigile a los dos, cuando estemos lejos el uno del otro:
50 si tú maltratas a mis hijas o te unes a otras mujeres además de ellas –aunque no haya nadie entre nosotros– recuerda que Dios está como testigo entre tú y yo».
51 Luego añadió: «Mira este montón de piedras, y mira la piedra conmemorativa que yo erigí entre tú y yo:
52 una y otra cosa serán testigos de que ninguno de los dos iremos más allá de este montón de piedras y de esta piedra conmemorativa, con malas intenciones.
53 Que el Dios de Abraham y el Dios de Najor sea nuestro juez». Entonces Jacob prestó un juramento por el Terror de Isaac.
54 Luego ofreció un sacrificio sobre la Montaña, e invitó a sus hermanos a participar del banquete. Ellos comieron y pasaron la noche en la Montaña.
Capítulo 32
1 A la madrugada del día siguiente, Labán abrazó a sus nietos y a sus hijas, los bendijo, y regresó a su casa,
2 mientras que Jacob prosiguió su camino. De pronto, le salieron al paso unos ángeles de Dios.
3 Al verlos, Jacob exclamó: «Este es un campamento de Dios». Por eso dio a ese lugar el nombre de Majanaim.
Los preparativos de Jacob para su encuentro con Esaú
4 Después Jacob envió unos mensajeros a su hermano Esaú –que vivía en la región de Seír, en las estepas de Edom–
5 dándoles esta orden: «Digan a mi señor Esaú: Así habla tu servidor Jacob: Fui a pasar un tiempo a la casa de Labán, y me quedé allí hasta ahora.
6 Poseo bueyes, asnos, ovejas, esclavos y esclavas. Mando a informar de esto a mi señor, con la esperanza de que me reciba amigablemente.
7 Pero los mensajeros regresaron con esta noticia: «Fuimos a ver a tu hermano Esaú, y ahora viene a tu encuentro acompañado de cuatrocientos hombres».
8 Jacob sintió un gran temor y se llenó de angustia. Entonces dividió a la gente que lo acompañaba en dos grupos, y lo mismo hizo con las ovejas, las vacas y los camellos,
9 porque pensó: «Si Esaú acomete, contra uno de los grupos y lo destruye, el otro quedará a salvo».
10 Después pronunció esta oración: «Dios de mi padre Abraham y Dios de mi padre Isaac, Señor, que me dijiste: «Regresa a tu tierra natal y seré bondadoso contigo»,
11 yo soy indigno de las gracias con que has favorecido constantemente a tu servidor. Porque cuando crucé el Jordán, no tenía nada más que mi bastón, y ahora he podido formar dos campamentos.
12 Te ruego que me libres de la amenaza de mi hermano Esaú, porque tengo miedo de que él venga y nos destruya, sin perdonar a nadie.
13 Tú mismo has afirmado: «Yo seré bondadoso contigo y haré que tu descendencia sea una multitud incontable como la arena del mar».
14 Después de pasar la noche en aquel lugar, Jacob tomó una parte de los bienes que tenía a mano, para enviarlos como obsequio a su hermano Esaú.
15 Eran doscientas cabras y veinte chivos, doscientas ovejas y veinte carneros,
16 treinta camellas con sus crías, cuarenta vacas y diez toros, veinte asnas y diez asnos.
17 Luego confió a sus servidores cada manada por separado, y les dijo: Sigan adelante, pero dejen un espacio libre entre una manada y la otra:.
18 Y al que iba al frente le dio esta orden: «Cuando mi hermano Esaú te salga al paso y te pregunte: «¿Quién es tu patrón? ¿Adónde vas? ¿Y quién es el dueño de todo eso que está delante de ti?»,
19 tú le responderás: «Todo esto pertenece a tu servidor Jacob: es un regalo que él envía a mi señor Esaú. Detrás de nosotros viene él personalmente».
20 Jacob dio esa misma orden al segundo, y al tercero, y a todos los demás que iban detrás de las manadas diciéndoles: «Cuando se encuentren con mi hermano Esaú, díganle todo esto.
21 Y tengan cuidado de añadir: «Detrás de nosotros viene tu servidor Jacob personalmente». Porque pensaba: «Lo aplacaré con los regalos que me preceden y después me presentaré yo; tal vez así me reciba bien».
22 Y aquella noche Jacob permaneció en el campamento, mientras sus regalos iban delante de él.
La lucha misteriosa de Jacob
23 Aquella noche, Jacob se levantó, tomó a sus dos mujeres, a sus dos sirvientas y a sus once hijos, y cruzó el vado de Iaboc.
24 Después que los hizo cruzar el torrente, pasó también todas sus posesiones.
25 Entonces se quedó solo, y un hombre luchó con él hasta rayar el alba.
26 Al ver que no podía dominar a Jacob, lo golpeó en la articulación del fémur, y el fémur de Jacob se dislocó mientras luchaban.
27 Luego dijo: «Déjame partir, porque ya está amaneciendo:. Pero Jacob replicó: «No te soltaré si antes no me bendices».
28 El otro le preguntó: «¿Cómo te llamas?», «Jacob», respondió.
29 El añadió: «En adelante no te llamarás Jacob, sino Israel, porque has luchado con Dios y con los hombres, y has vencido».
30 Jacob le rogó: «Por favor, dime tu nombre». Pero él respondió: «¿Cómo te atreves a preguntar mi nombre?». Y allí mismo lo bendijo.
31 Jacob llamó a aquel lugar con el nombre de Peniel, porque dijo: «He visto a Dios cara a cara, y he salido con vida».
32 Mientras atravesaba Peniel, el sol comenzó a brillar, y Jacob iba rengueando del muslo.
33 Por eso los israelitas no comen hasta el presente el nervio ciático que está en la articulación del fémur, porque Jacob fue tocado en la articulación del fémur, en el nervio ciático.
Capítulo 33
El encuentro de Jacob con Esaú
1 Jacob alzó los ojos, y al ver que Esaú venía acompañado de cuatrocientos hombres, repartió a los niños entre Lía, Raquel y las dos esclavas.
2 Puso al frente a las esclavas con sus niños, luego a Lía y a sus hijos, y por último a Raquel y a José.
3 Después se adelantó él personalmente, y antes de enfrentarse con su hermano, se postró en tierra siete veces.
4 Pero Esaú corrió a su encuentro, lo estrechó entre sus brazos, y lo besó llorando.
5 Luego dirigió una mirada a su alrededor, y al ver a las mujeres y a los niños, preguntó: «¿Quiénes son estos que están contigo?». «Son los hijos que Dios ha concedido a tu servidor», respondió Jacob.
6 Entonces se le acercaron las esclavas con sus hijos y se postraron ante él.
7 Inmediatamente vino Lía con sus hijos, y también se postraron. Por último se adelantaron José y Raquel, e hicieron lo mismo.
8 Esaú preguntó: «¿Qué intentabas hacer con todo ese ganado que me salió al paso?». «Lograr que mi señor me diera la bienvenida», respondió Jacob.
9 Pero Esaú añadió: «Ya tengo bastante, querido hermano. Quédate con lo que es tuyo».
10 «No, le dijo Jacob; si quieres hacerme un favor, acepta el regalo que te ofrezco, porque ver tu rostro ha sido lo mismo que ver el rostro de Dios, ya que me has recibido tan afectuosamente.
11 Toma el obsequio que te ha sido presentado, porque Dios me ha favorecido y yo tengo todo lo necesario». Y ante tanta insistencia, Esaú aceptó.
La separación de Jacob y Esaú
12 Después Esaú continuó diciendo: «Vámonos de aquí, y yo te serviré de escolta».
13 Pero Jacob respondió: «Mi señor sabe que los niños son delicados. Además, las ovejas y las vacas han tenido cría, y yo debo velar por ellas. Bastará con exigirles un solo día de marcha forzada, para que muera todo el rebaño.
14 Tú sigue adelante, mientras yo avanzo lentamente, al paso de la caravana que me va precediendo, y al paso de los niños. Luego te alcanzaré en Seír».
15 Esaú dijo entonces: «Permíteme al menos que ponga a tu disposición una parte de los hombres que me acompañan». «¿Para qué?», respondió Jacob. «Basta que seas benévolo conmigo».
16 Aquel mismo día, Esaú emprendió el camino de regreso a Seír,
17 mientras que Jacob siguió avanzando hasta Sucot. Allí edificó una casa para él, y chozas para el ganado. Fue por eso que se dio a ese lugar el nombre de Sucot, que significa «Chozas».
La llegada de Jacob a Siquém
18 A su regreso de Padán Aram, Jacob llegó sano y salvo a la ciudad de Siquem, que está en la tierra de Canaán, y acampó a la vista de la ciudad.
19 Después compró a los hijos de Jamor, el padre de Siquem, por cien monedas de plata, la parcela de campo donde había instalado su campamento.
20 Allí erigió un altar, al que llamó «Dios, Dios de Israel».
Capítulo 34
El rapto y la violación de Dina
1 Dina, la hija que Lía había dado a Jacob, salió una vez a mirar a las mujeres del país.
2 Cuando la vio Siquem –que era hijo de Jamor, el jivita, príncipe de aquella región– se la llevó y abusó de ella.
3 Pero después se sintió atraído por la muchacha y se enamoró de ella, de manera que trató de ganarse su afecto.
4 Además, dijo a su padre Jamor: «Consígueme a esa muchacha para que sea mi esposa».
5 Jacob, por su parte, se enteró de que Siquem había violado a su hija Dina, pero como sus hijos estaban en el campo, cuidando el ganado, no dijo nada hasta su regreso.
6 Entonces Jamor, el padre de Siquem, fue a encontrarse con Jacob para conversar con él.
7 En ese momento, volvieron del campo los hijos de Jacob, y cuanto tuvieron noticia de lo ocurrido, se disgustaron profundamente y se enfurecieron, porque al abusar de la hija de Jacob, Siquem había cometido una infamia contra Israel, y eso no se debe hacer.
8 Pero Jamor les habló en estos términos: «Mi hijo Siquem está realmente enamorado de esta muchacha. Permítanle casarse con ella.
9 Conviértanse en parientes nuestros: ustedes nos darán a sus hijas, y obtendrán en cambio las nuestras.
10 Así podrán vivir entre nosotros y tendrán el país a su disposición para instalarse en él, para recorrerlo libremente y adquirir propiedades».
11 Después Siquem dijo al padre y a los hermanos de la muchacha: «Si me hacen este favor, yo les daré lo que me pidan.
12 Aunque me exijan a cambio de ella un precio muy elevado, les pagaré lo que ustedes digan. Pero dejen que me case con la muchacha».
13 Sin embargo, como su hermana había sido ultrajada, los hijos de Jacob resolvieron engañar a Siquem y a su padre Jamor,
14 diciéndoles: «No podemos hacer semejante cosa, porque sería para nosotros una vergüenza entregar nuestra hermana a un incircunciso.
15 Aceptaremos solamente con esta condición: que ustedes se hagan iguales a nosotros, circuncidando a todos sus varones.
16 Entonces podremos darles a nuestras hijas y casarnos con las de ustedes, vivir entre ustedes y formar un solo pueblo.
17 Si no llegan a un acuerdo con nosotros en lo que se refiere a la circuncisión, tomaremos a nuestra hermana y nos iremos».
18 La propuesta pareció razonable a Jamor y a su hijo Siquem,
19 y el joven no dudó un instante en satisfacer esa demanda, tanto era el cariño que sentía por la hija de Jacob. Además, él era el más respetado entre los miembros de su familia.
20 Entonces Jamor y su hijo Siquem se presentaron en la puerta de la ciudad, y hablaron a todos sus conciudadanos en los siguientes términos:
21 «Estos hombres son nuestros amigos. Dejen que se instalen en el país y que puedan recorrerlo libremente; aquí hay bastante espacio para ellos. Nosotros nos casaremos con sus hijas, y les daremos en cambio a las nuestras.
22 Pero esta gente accederá a permanecer con nosotros y a formar un solo pueblo, únicamente con esa condición: que todos nuestros varones se hagan circuncidar, igual que ellos.
23 ¿Acaso no van a ser nuestros su ganado, sus posesiones y todos sus animales? Pongámonos de acuerdo con ellos, y que se queden con nosotros».
24 Todos los que se reunían en la puerta de la ciudad accedieron a la propuesta de Jamor y de su hijo Siquem, y todos se hicieron circuncidar.
La venganza de Simeón y Leví contra Siquém
25 Al tercer día, cuando todavía estaban convalecientes, Simeón y Leví, dos de los hijos de Jacob, hermanos de Dina, empuñaron cada uno su espada, entraron en la ciudad sin encontrar ninguna resistencia, y mataron a todos los varones.
26 También pasaron al filo de la espada a Jamor y a su hijo Siquem, rescataron a Dina, que estaba en la casa de Siquem, y se fueron.
27 Los hijos de Jacob pasaron sobre los cadáveres y saquearon la ciudad, en represalia por el ultraje cometido contra su hermana Dina.
28 Se apoderaron de sus ovejas, de sus vacas, de sus asnos, y de todo lo que había dentro y fuera de la ciudad,
29 y de todos sus bienes. Se llevaron cautivos a todos los niños y a las mujeres, y saquearon todo lo que había en las casas.
30 Entonces Jacob dijo a Simeón y a Leví: «Ustedes me han puesto en un grave aprieto, haciéndome odioso a los cananeos y perizitas que habitan en este país. Yo dispongo de pocos hombres, y si ellos se unen contra mí y me atacan, seré aniquilado con toda mi familia».
31 Pero ellos replicaron: «Y nuestra hermana, ¿debía ser tratada como una prostituta?».
Capítulo 35
Nueva visita de Jacob a Betel
1 Dios dijo a Jacob: «Sube a Betel y permanece allí. Levanta allí un altar al Dios que se te apareció cuando huías de tu hermano Esaú».
2 Entonces Jacob dijo a sus familiares y a todos los demás que estaban con él: «Dejen de lado todos los dioses extraños que tengan con ustedes, purifíquense y cámbiense de ropa.
3 Ahora subiremos a Betel, y allí levantaré un altar al Dios que me respondió cuando estuve angustiado, y que estuvo conmigo en el viaje que realicé».
4 Ellos entregaron a Jacob todos los dioses extraños que tenían consigo y los aros que llevaban en sus orejas. Y Jacob los enterró debajo de la encina que está cerca de Siquem.
5 Cuando partieron, Dios hizo cundir el pánico entre las poblaciones vecinas, de manera que nadie persiguió a los hijos de Jacob.
6 Así Jacob llegó a Luz –o sea, Betel– en la tierra de Canaán, junto con toda la gente que lo acompañaba.
7 Allí erigió un altar, y puso a ese lugar el nombre de Betel, porque allí se le había revelado Dios, cuando él huía de su hermano.
8 Mientras tanto murió Débora, la nodriza de Rebeca, y fue sepultada bajo la encina que se encuentra antes de llegar a Betel. Por eso se la llamó «Encina del llanto».
Renovación de la promesa de Dios a Jacob
9 Cuando Jacob regresó de Padán Aram, Dios se le apareció de nuevo y lo bendijo,
10 diciéndole: «Tu nombre es Jacob. Pero en adelante no te llamarás Jacob, sino Israel». Así le puso el nombre de Israel.
11 Luego añadió: «Yo soy el Dios Todopoderoso. Sé fecundo y multiplícate. De ti nacerá una nación, más aún, una asamblea de naciones, y saldrán reyes de tus entrañas.
12 La tierra que di a Abraham y a Isaac, ahora te la doy a ti y a tu descendencia».
13 Y Dios se alejó de él.
14 Jacob erigió una piedra conmemorativa en el lugar donde Dios le había hablado. En seguida ofreció una libación sobre ella y ungió la piedra con aceite.
15 Jacob llamó Betel a aquel lugar, porque allí Dios había hablado con él.
El nacimiento de Benjamín y la muerte de Raquel
16 Partieron de Betel, y cuando todavía faltaba un trecho para llegar a Efratá, a Raquel le llegó el momento de dar a luz, y tuvo un parto difícil.
17 Como daba a luz muy penosamente, la partera le dijo» «¡No temas, porque tienes otro hijo varón!».
18 Con su último aliento –porque ya se moría– lo llamó Ben Oní; pero su padre le puso el nombre de Benjamín.
19 Así murió Raquel, y fue enterrada junto al camino de Efratá, o sea, de Belén.
20 Sobre su tumba Jacob erigió un monumento, el mismo que está en esa tumba hasta el día de hoy.
El incesto de Rubén
21 Israel siguió avanzando, y estableció su campamento más allá de Migdal Eder.
22 Mientras acampaba en aquella región, Rubén se acostó con Bilhá, la concubina de su padre, e Israel se enteró.
Los hijos de Jacob
Jacob tuvo doce hijos.
23 Los hijos de Lía fueron Rubén, el primogénito de Jacob, Simeón, Leví, Judá, Isacar y Zabulón.
24 Los hijos de Raquel fueron José y Benjamín.
25 Los hijos de Bilhá, la esclava de Raquel, fueron Dan y Neftalí.
26 Los hijos de Zilpá, la esclava de Lía, fueron Gad y Aser. Estos son los hijos que le nacieron a Jacob en Padán Aram.
La muerte de Isaac
27 Jacob llegó a la casa de su padre Isaac, en Mamré, En Quiriat Arbá –la actual Hebrón– donde también había residido Abraham.
28 Isaac vivió ciento ochenta años.
29 Al término de ellos murió, anciano y cargado de años, y fue a reunirse con los suyos. Sus hijos Esaú y Jacob le dieron sepultura.
Capítulo 36
La descendencia de Esaú en Canaán
1 La descendencia de Esaú –es decir, de Edom– es la siguiente:
2 Esaú tomó sus esposas de entre las mujeres cananeas: a Adá, hija de Elón, el hitita; a Oholibamá, hija de Aná, que a su vez era hijo de Sibeón, el jivita;
3 y a Basmat, hija de Ismael y hermana de Nebaiot.
4 Adá fue madre de Elifaz; Basmat, madre de Reuel
5 y Oholibamá, madre de Ieús, Ialam y Coré. Estos son los hijos que Esaú tuvo en Canaán.
La emigración de Esaú a Seír
6 Después Esaú tomó a sus mujeres, a sus hijos e hijas, y a toda su servidumbre, su ganado, todos sus animales, y todos sus bienes que había adquirido en Canaán, y emigró a Seír, lejos de su hermano Jacob.
7 Porque los dos tenían demasiadas posesiones para vivir juntos, y el territorio donde residían no daba abasto para tanto ganado.
8 Así Esaú se estableció en la montaña de Seír. Esaú es Edom.
La descendencia de Esaú en Seír
9 Esta es la descendencia de Esaú, padre de Edom, en la montaña de Seír.
10 Los nombres de sus hijos son los siguientes: Elifaz, hijo de Adá, mujer de Esaú, y Reuel, hijo de Basmat, mujer de Esaú.
11 Los hijos de Elifaz fueron: Temán, Omar, Sefó, Gaetam y Quenaz.
12 Elifaz, el hijo de Esaú, también tuvo una esclava, Timná, que fue madre de Amalec. Estos son los descendientes de Adá, la mujer de Esaú.
13 Los hijos de Reuel fueron: Nájat, Zéraj, Samá y Mizá. Estos son los descendientes de Basmat, la mujer de Esaú.
14 Y los hijos de la otra esposa de Esaú, Oholibamá, hija de Aná, el hijo de Sibeón, fueron Ieús, Ialam y Coré.
Los clanes de los edomitas
15 Los clanes de los hijos de Esaú son los siguientes: Los hijos de Elifaz, el primogénito de Esaú, fueron los clanes de Temán, Omar, Sefó, Quenaz,
16 Coré, Gaetam y Amalec. Estos son los clanes de Elifaz en el país de Edom, los que descienden de Adá.
17 Los hijos de Reuel, hijo de Esaú, fueron los clanes de Nájat, Zéraj, Samá y Mizá. Estos son los clanes de Reuel en el país de Edom, los que descienden de Basmat.
18 Los hijos de Oholibamá, esposa de Esaú, fueron los clanes de Ieús, Ialam y Coré. Estos son los clanes de Oholibamá, hija de Aná, mujer de Esaú.
19 Estos son los hijos de Esaú –es decir, de Edom– con sus respectivos clanes.
Los descendientes de Seír
20 Los hijos de Seír, el hurrita, que vivían en aquella región son los siguientes: Lotán, Sobal, Sibeón, Aná,
21 Disón, Eser y Disán. Estos son los clanes de los hurritas, hijos de Seír, en el país de Edom.
22 Los hijos de Lotán fueron Jorí y Hemam, y la hermana de Lotán fue Timná.
23 Los hijos de Sobal fueron Alván, Manájat, Ebal, Sefó y Onam.
24 Los hijos de Sibeón: Aiá y Aná. Este es el mismo Aná que encontró las aguas termales en el desierto, mientras apacentaba los rebaños de su padre Sibeón.
25 Los hijos de Aná fueron Disón y Oholibamá, hija de Aná.
26 Los hijos de Disón fueron Jemdam, Esbán, Itrán y Querán.
27 Los hijos de Eser fueron Bilhán, Zaaván y Acán.
28 Los hijos de Disán fueron Us y Arán.
29 Los clanes de los hurritas fueron Lotán, Sobal, Sibeón, Aná,
30 Disón, Eser y Disán. Estos son, uno por uno los clanes de los hurritas en el territorio de Seír.
Los reyes de Edóm
31 Los reyes que reinaron en el país de Edom antes que ningún rey reinara sobre los israelitas son los siguientes:
32 Belá, hijo de Beor, reinó en Edom, y el nombre de su ciudad era Dinhabá.
33 Cuando murió Belá, lo sucedió Iobab, hijo de Zéraj, de Bosrá.
34 Cuando murió Iobab, lo sucedió Jusam, del país de los temanitas.
35 Cuando murió Jusam, lo sucedió Hadad, hijo de Bedad, el que derrotó a Madián en el campo de Moab; el nombre de su ciudad era Avit.
36 Cuando murió Hadad, lo sucedió Samlá, de Masrecá.
37 Cuando murió Samlá, lo sucedió Saúl, de Rejobot del Río.
38 Cuando murió Saúl, lo sucedió Baal Janán, hijo de Acbor.
39 Cuando murió Baal Janán, hijo de Acbor, lo sucedió Hadad; el nombre de su ciudad era Pau, y el nombre de su mujer, Mehetabel, hija de Matred, que a su vez era hija de Mezahab.
Otras listas de clanes de los edomutas
40 Los clanes de Esaú –cada uno con sus familias, sus localidades y sus nombres– son los siguientes: Timná, Alvá, Iétet.
41 Oholibamá, Elá, Pinón
42 Quenaz, Temán, Mibsar,
43 Magdiel e Iram. Estos son los clanes de Edom que residen en sus propios territorios. Esaú es el padre de Edom.
Capítulo 37
1 Mientras tanto, Jacob estaba instalado en el territorio donde su padre había residido como extranjero, en la tierra de Canaán.
2 Esta es la historia de Jacob.
El sueño de Jacob. José De Ribera, 1639
El cuadro narra el sueño misterioso del patriarca Jacob, según relata el Génesis, quien aparece dormido, recostado sobre el brazo izquierdo. Detrás de él se encuentra un árbol y al otro lado la escala de luz por la que suben y bajan los ángeles.
El asunto muestra la capacidad técnica de Ribera para construir un discurso metafórico. A través de la representación de un pastor tendido a descansar en el campo describe uno de los episodios bíblicos más conocidos. La visión en primer plano del personaje sólidamente construido y los rasgos realistas de la escena sirven para hacer verídico el sueño milagroso, que se describe en un haz de luz bajo un cielo azul y gris. Ribera da aquí una de sus numerosas pruebas de su delicado sentido del color y su exquisita capacidad para la composición, al contraponer en diagonal los volúmenes del primer plano.
Jacob con los rebaños de Labán. José De Ribera, 1638
José de Ribera nació en 1591 en Játiva, trasladándose a Italia en 1620, de donde no salió más. En su personalidad artística se combinan armónicamente las grandes escuelas de la pintura europea, la italiana y la española. De esta última tiene la emotividad, la fuerza plástica y la carga religiosa, llegando hasta el misticismo. De la italiana la influencia del Cinquecento y la técnica claroscurista tomada, en principio de Caravaggio, pero que irá transformando y adaptando hasta soluciones auténticamente originales.
Esta obra representa un asunto bíblico sobre Jacob y su suegro Labán. Tras catorce años de cuidar el ganado de Labán, Jacob le pidió que le diera las ovejas con manchas blancas y negras que nacieran de los rebaños una vez separados por su color. Labán aceptó, y Jacob para que cada uno de los rebaños produjera corderos manchados, ideó ponerles en los abrevaderos unas ramas descortezadas y otras no, es decir, blancas y de color. Las ovejas se apareaban a su vista, sin mezclarse, pero concebían crías manchadas, con lo que Jacob se enriqueció mucho (Génesis, Cap. XXX).
En el cuadro del Museo se representa a Jacob sentado en la parte derecha del cuadro, con corderos con manchas a su alrededor y dos palos a medio descortezar en la mano. La estructura general es caravaggista, pero hay una mayor importancia por el paisaje que muestra un celaje con resplandor rosado que anuncia un amanecer o crepúsculo.
La primera obra creada con este tema es la que se conserva en el Monasterio de San Lorenzo del Escorial, de fecha de 1632. De ella se conocen varias réplicas entre la que destaca la del Museo Cerralbo, que es más tardía y de composición diferente a la de El Escorial, con menor espacio luminoso, y que se considera una copia, y la de la National Gallery londinense que es un fragmento del original, firmado y fechado en 1638. De todas formas, y aunque la opinión más generalizada es que este cuadro del museo es una copia, su lienzo de cuadradillo es el habitual de la escuela napolitana y usado por Ribera, además presenta la técnica de empaste peinado por las cerdas del pincel característica del maestro, por lo que al menos puede asignarse a su taller.
Isaac y Jacob. José De Ribera, 1638
Este pasaje bíblico se nos narra en el Génesis 27. Isaac ya estaba mayor y a consecuencia de ello la vista le comenzó a fallar. Por otro lado, junto a su esposa Rebeca tuvo dos hijos: Esaú, el mayor, y Jacob, el menor (en la antigüedad era el hijo mayor quien se quedaba con todo y para el menor ajo y agua). Pero Rebeca no estaba dispuesta a pasar por ello, pues como toda madre, tiene a su favorito y en este caso era Jacob.
Isaac viendo que la muerte le estaba acechando decidió bendecir a Esaú para que pudiera quedarse con todo. Pero antes, le pidió que se fuera a cazar. Rebeca aprovechó ese momento para tejer su plan. Con la ayuda de su madre, Jacob se vistió con ropa de su hermano, llevó comida a su padre y se cubrió el brazo con una piel de cordero para imitar el abundante vello de su hermano. De ese modo indujo a Isaac, anciano y ciego, a confundirle con Esaú.
En el cuadro vemos a Esaú en la ventana regresando, pero llega tarde pues Isaac ya ha bendecido a Jacob. Advertimos como Rebeca empuja a su hijo a que se aproveche de la situación y como nos mira desafiantes para que no digamos nada. Además, le señala para recalcar su mensaje. Como buena obra barroca, quiere jugar con el espectador, hacernos parte del cuadro y convertirnos en cómplices del delito. Sumado a ello, vemos un juego de luces y sombras propio del barroco. Y le añade un gran cortinaje rojizo para darle ese aspecto teatral.
Pero ahí no queda la cosa. Lejos de ser un cuadro meramente religioso esconde algo muy interesante. La obra en sí reúne los cinco sentidos, juego muy popular en este periodo artístico. Los cuatros primeros (tacto, vista, oído y olfato) los encontramos en las acciones de los personajes principales. El tacto gracias a la piel que se coloca en el brazo; la vista viene de la mano de la ceguera de Isaac; y, el oído y el olfato los emplea para cerciorarse de que es Esaú.
Presentación de Jacob a Isaac. Luca Giordano, 1634-1705
A la derecha el anciano patriarca Isaac, sentado en una cama, bendice a su hijo menor Jacob mientras su madre Rebeca, a la izquierda, contempla el acontecimiento. La escena se desarrolla en un interior oscuro. Sobre una mesa hay servido un plato de carne asada. El fondo está configurado a la derecha por un paño que delimita el espacio, en tanto que a la izquierda presenta un paisaje crepuscular con una edificación semejante a un torreón en la lejanía.
La obra ilustra el episodio del Génesis (27, 1-29) en el que el patriarca Isaac manifiesta el deseo de bendecir a su hijo Esaú antes de morir y luego de enviarlo a cazar y a preparar un plato con la presa. Rebeca, esposa de Isaac, conociendo sus intenciones, idea el plan de que su hijo preferido Jacob, estando Esaú ausente, se presente ante su padre con un plato de carne asada y un cuero de cabrito en el brazo para parecerse a su velludo hermano, haciéndose pasar por él y obteniendo así la bendición del padre.
Según A. Pérez Sánchez sería esta una obra de juventud que Giordano hizo glosando la tela Isaac y Jacob (Museo del Prado, Madrid) que realizó su maestro José de Ribera hacia 1637. Si bien Giordano mantiene la disposición de los personajes de Ribera así como la resolución espacial en un estrecho primer plano, la carga dramática de su obra es más intensa. La relación psicológica entre los personajes se establece mediante un agrupamiento compacto que define dos líneas curvas opuestas configuradas por los cuerpos inclinados de Rebeca y de Isaac quedando entre ambos el joven Jacob. Otro factor que alimenta el dramatismo de la escena es la dirección de las miradas, así mientras Isaac con la cabeza baja bendice a Jacob, este y su madre lo miran intensamente a los ojos expectantes ante el riesgo del descubrimiento del engaño. Por último, un recurso que relaciona la obra de Giordano con la de Ribera es el uso particular de la iluminación focalizada en sectores temáticamente significativos: la luz adquiere un sentido simbólico al concentrarse en la cara y el torso del anciano patriarca, en tanto que los rostros de sus intrigantes parientes permanecen en la penumbra; además los brazos de Rebeca empujando a Jacob y el de este cubierto por la piel del animal, símbolo del engaño, son intensamente iluminados en el sombrío entorno. La paleta cálida dominante y la plasmación realista de los rasgos anatómicos son características que el autor asimila de su maestro y del post-caravaggismo napolitano.
Giordano representó varias veces este tema. Es interesante la comparación de nuestra obra con otra de configuración muy similar, Bendición de Jacob (Palacio Real de la Granja de San Ildefonso, Segovia), en la cual la disposición de los personajes sigue los mismos lineamientos; sin embargo, la diferencia más relevante para comprender el rumbo artístico del autor es el desarrollo de la escena en un escenario más claramente iluminado, a diferencia de los intensos contrastes lumínicos de obras juveniles como la de Buenos Aires. En colecciones privadas de Madrid y Roma existen otras versiones de resolución semejante a la de Segovia y por ende a la nuestra. La existencia de versiones se comprende en una época en la que, según Nicola Spinosa, era común la realización de réplicas a pedido de los comitentes.
por Ángel M. Navarro - Alejo Lo Russo
Isaac bendice a Jacob. Nicolas Guy Brenet, 1768
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