Raponchigo

Jacob y Wilhelm Grimm

Ilustración de Paul Meyerheim 1893

Había en una ocasión un matrimonio que deseaba hacía mucho tiempo tener un hijo, hasta que al fin la mujer esperaba que el Señor estuviera a punto de cumplir sus deseos. En la alcoba de los esposos había una ventana pequeña, cuyas vistas daban a un hermoso huerto, en el cual se encontraban toda clase de flores y legumbres. Se hallaba empero rodeado de una alta pared, y nadie se atrevía a entrar dentro, porque pertenecía a una hechicera muy poderosa y temida de todos. Un día estaba la mujer a la ventana mirando al huerto en el cual vio un cuadro plantado de ruiponces, y le parecieron tan verdes y tan frescos, que sintió antojo por comerlos. Creció su antojo de día en día y, como no ignoraba que no podía satisfacerle, comenzó a estar triste, pálida y enfermiza.

Asustose el marido y le preguntó:

— ¿Qué tienes, querida esposa?

— ¡Oh! — le contestó—, si no puedo comer ruiponces de los que hay detrás de nuestra casa, me moriré de seguro.

El marido que la quería mucho, pensó para sí.

— Antes de consentir en que muera mi mujer, le traeré el ruiponce, y sea lo que Dios quiera.

Al anochecer saltó las paredes del huerto de la hechicera, cogió en un momento un puñado de ruiponces, y se los llevó a su mujer, que hizo enseguida una ensalada y se las comió con el mayor apetito. Pero le supo tan bien, tan bien, que al día siguiente tenía mucha más ganas todavía de volverlos a comer, no podía tener descanso si su marido no iba otra vez al huerto. Fue por lo tanto al anochecer, pero se asustó mucho, porque estaba en él la hechicera.

— ¿Cómo te atreves, le dijo encolerizada, a venir a mi huerto y a robarme mi ruiponce como un ladrón? ¿No sabes que puede venirte una desgracia?

— ¡Ah! — le contestó—, perdonad mi atrevimiento, pues lo he hecho por necesidad. Mi mujer ha visto vuestro ruiponce desde la ventana, y se le ha antojado de tal manera que moriría si no lo comiese.

La hechicera le dijo entonces deponiendo su enojo:

— Si es así como dices, coge cuanto ruiponce quieras, pero con una condición: tienes que entregarme el hijo que dé a luz tu mujer. Nada le faltará, y le cuidaré como si fuera su madre.

El marido se comprometió con pena, y en cuanto vio la luz su hija se la presentó a la hechicera, que puso a la niña el nombre de Rapunzel (que significa ruiponce) y se la llevó.

Rapunzel era la criatura más hermosa que ha habido bajo el sol. Cuando cumplió doce años la encerró la hechicera en una torre que había en un bosque, la cual no tenía escalera ni puerta, sino únicamente una ventana muy pequeña y alta. Cuando la hechicera quería entrar se ponía debajo de ella y decía:

Rapunzel, Rapunzel,

echa tus cabellos

subiré por ellos.

Pues Rapunzel tenía unos cabellos muy largos y hermosos y tan finos como el oro hilado. Apenas oía la voz de la hechicera, desataba su trenza, la dejaba caer desde lo alto de su ventana, que se hallaba a más de veinte varas del suelo y la hechicera subía entonces por ellos.

Mas sucedió, trascurridos un par de años, que pasó por aquel bosque el hijo del rey y se acercó a la torre en la cual oyó un cántico tan dulce y suave que se detuvo escuchándole. Era Rapunzel que pasaba el tiempo en su soledad entreteniéndose en repetir con su dulce voz las más agradables canciones. El hijo del rey hubiera querido entrar, y buscó la puerta de la torre, pero no pudo encontrarla. Marchose a su casa, pero el cántico había penetrado de tal manera en su corazón, que iba todos los días al bosque a escucharle. Estando uno de ellos bajo un árbol, vio que llegaba una hechicera, y la oyó decir:

Rapunzel, Rapunzel,

echa tus cabellos

subiré por ellos.

Rapunzel dejó entonces caer su cabellera y la hechicera subió por ella.

— Si es esa la escalera por la cual se sube, — dijo el príncipe—, quiero yo también probar fortuna.

Y al día siguiente, cuando empezaba a anochecer se acercó a la torre y dijo:

Rapunzel, Rapunzel,

echa tus cabellos

subiré por ellos.

Enseguida cayeron los cabellos y subió el hijo del rey. Al principio se asustó Rapunzel cuando vio entrar un hombre, pues sus ojos no habían visto todavía ninguno, pero el hijo del rey comenzó a hablarle con la mayor amabilidad, y le refirió que su cántico había conmovido de tal manera su corazón, que desde entonces no había podido descansar un solo instante y se había propuesto verle y hablarle. Desapareció con esto el miedo de Rapunzel y cuando le preguntó si quería casarse con él, y vio que era joven y buen mozo, pensó para sí:

— Le querré mucho más que a la vieja hechicera.

Le dijo que sí, y estrechó su mano con la suya, añadiendo:

— De buena gana me marcharía contigo, pero ignoro cómo he de bajar; siempre que vengas tráeme cordones de seda con los cuales iré haciendo una escala, y cuando sea suficientemente larga, bajaré, y me llevarás en tu caballo.

Convinieron en que iría todas las noches, pues la hechicera iba por el día, la cual no notó nada hasta que le preguntó Rapunzel una vez:

— Dime, abuelita ¿cómo es que tardas tanto tiempo en subir, mientras el hijo del rey llega en un momento a mi lado?

— ¡Ah, pícara! — le contestó la hechicera—. ¡Qué es lo que oigo! ¡Yo que creía haberte ocultado a todo el mundo, y me has engañado!

Cogió encolerizada los hermosos cabellos de Rapunzel, les dio un par de vueltas en su mano izquierda, tomó unas tijeras con la derecha, y tris, tras, los cortó, cayendo al suelo las hermosas trenzas, y llegó a tal extremo su furor que llevó a la pobre Rapunzel a un desierto, donde la condenó a vivir entre lágrimas y dolores.

El mismo día en que descubrió la hechicera el secreto de Rapunzel, tomó por la noche los cabellos que le había cortado, los aseguró a la ventana, y cuando vino el príncipe dijo:

Rapunzel, Rapunzel,

echa tus cabellos

subiré por ellos.

Los encontró colgando. El hijo del rey subió entonces, pero no encontró a su querida Rapunzel, sino a la hechicera, que le recibió con la peor cara del mundo.

— ¡Hola! — le dijo burlándose—, vienes a buscar a tu queridita, pero el pájaro no está ya en su nido y no volverá a cantar; le han sacado de su jaula y tus ojos no le verán ya más. Rapunzel es cosa perdida para ti, no la encontrarás nunca.

El príncipe sintió el dolor más profundo y en su desesperación saltó de la torre; tuvo la fortuna de no perder la vida, pero las zarzas en que cayó le atravesaron los ojos. Comenzó a andar a ciegas por el bosque, no comía más que raíces y hierbas y sólo se ocupaba en lamentarse y llorar la pérdida de su querida esposa. Vagó así durante algunos años en la mayor miseria, hasta que llegó al final al desierto donde vivía Rapunzel en continua angustia. Oyó su voz y creyó conocerla; fue derecho hacia ella, la reconoció. Apenas la hubo encontrado, se arrojó a su cuello y lloró amargamente. Las lágrimas que humedecieron sus ojos, les devolvieron su antigua claridad y volvió a ver como antes.

La llevó a su reino donde fueron recibidos con gran alegría, y vivieron muchos años dichosos y contentos.

FIN

Cuentos para la infancia y el hogar 1812-1857

FICHA DE TRABAJO

VOCABULARIO

Basquiña: Falda

CLAVES PARA LA REFLEXIÓN

La Cenicienta es un cuento de hadas que cuenta con varias versiones, orales y escritas, antiguas y modernas, procedentes de varios lugares del mundo; especialmente del continente eurasiático. En el sistema de clasificación de Aarne-Thompson, se adscribe al grupo de los cuentos folclóricos ordinarios con ayudantes sobrenaturales y heroína perseguida.1

La primera versión escrita y publicada es la del italiano Giambattista Basile "La Gatta Cenerentola", 1634. Posteriormente fueron publicadas las dos versiones más populares del cuento, la del francés Charles Perrault "Cenicienta o El zapatito de cristal", que escribió en 1697; y en 1812 la versión de los alemanes hermanos Grimm, que forma parte de la colección "Cuentos de la infancia y del hogar". La versión de los hermanos Grimm varía sin embargo en muchos detalles de la italiana y de la francesa, lo que no es extraño si se tiene en cuenta que cada país europeo tenía su propia tradición oral del personaje.

Disney realizó en 1950 una versión de La Cenicienta que se asemeja más a la de Perrault que a la de Basile o de los hermanos Grimm, razón por la que en Estados Unidos es la de Perrault la más conocida.

Claves del cuento

Orfandad: Al igual que en muchos cuentos la protagonista de este se queda huérfana, en este caso de madre, dando a entender que es un relato de maduración personal en el que el protagonista va a enfrentarse a las dificultades de la vida sin el apoyo de sus progenitores.

Crueldad de la vida: Esta va a estar encarnada por sus familiares más cercanos. Un padre ausente que no entiende bien a su hija (le trae como regalo una zarza), una madrastra cruel que no ve en la niña a una hija, y las burlas de quienes deberían ser sus hermanas.

La más pequeña: Con la llegada de sus hermanas, Cenicienta se convierte en la más pequeña de la casa, no solo en edad sino en consideración. El nombre que le asignan representa ese estatus al cual le relegan: Cenicienta. Su dignidad y valor se semejan a la ceniza que deja el fuego en la chimenea.

Pruebas: Cenicienta deberá ir superando una serie de pruebas que le propondrá su madrastra y hermanas, pero aun resolviéndolas, existe una injusticia inherente que no puede superar. En el relato las pruebas son domésticas, pero sería un error pensar que la valor del cuento se reduce a una mera servidumbre en la casa. Las Cenicientas y Cenicientos de nuestra vida se enfrentan a madrastras y hermanastras en la escuela, en el equipo deportivo, en sus puestos de trabajo,... Según los Hermanos Grimm, la casa-cocina actúa como un símbolo del infierno en la Tierra, y como tal ha de entenderse.

Consuelo: Cenicienta cuenta con el consuelo de la oración hacia su verdadera Madre que intercede desde el cielo. Esta es una clave muy importante que aportan los hermanos Grimm y que la distingue de las versiones anteriores. Esta intercesión se manifiesta con la rama de zarza que se transforma en un "hermoso árbol", y con la ayuda de los pájaros (palomas, tórtolas y demás pajarillos del cielo) que, símbolo del Espíritu Santo, actúan con bondad en su vida.

La llamada: Pero la situación de nuestra protagonista no es eterna, como no lo es para ninguna persona una situación continuada de injusticia y crueldad. El Rey convoca una grandes fiestas que durarán "tres días". En ellas su hijo elegirá a su "esposa". Quien entiende bien los símbolos cristianos que emplean Jacob y Wilheim Grimm en sus narraciones, el Rey está representando a Dios Padre, las fiestas son expresión de la Salvación Eterna, y el Hijo que escoge esposa, es Cristo que busca el alma humana (mi alma, tu alma) para rescatarla de la esclavitud del pecado (madrastra-hermanastras), casarse con ella (darla plenitud) y conducirla al Palacio donde vivirán eternamente. Compruebe la similitud del cuento con el pasaje evangélico de san Mateo.

"Celebró por entonces el rey unas grandes fiestas, que debían durar tres días e invitó a ellas a todas las jóvenes del país para que su hijo eligiera la que más le agradase por esposa".

"Un rey preparaba las bodas de su hijo, por lo que mandó a sus servidores a llamar a los invitados a la fiesta". Mt. 22: 1-14

La ayuda sobrenatural: En todos los cuentos de hadas, los protagonistas reciben una ayuda exterior que los salva de la situación de peligro. Esta ayuda viene al rescate y se presenta en la mayoría de las veces en forma de hecho maravilloso o extraordinario. En el caso de Cenicienta para acudir al baile-banquete, ha de llevar un vestido. En este caso los hermanos Grimm hacen referencia a la parábola del evangelio según san Mateo 22: 1-14:

Después entró el rey para conocer a los que estaban sentados a la mesa, y vio un hombre que no se había puesto el traje de fiesta. Le dijo: "Amigo, ¿Cómo es que has entrado sin traje de bodas?".

Por ello los pájaros regalan a Cenicienta un traje y unos zapatos nuevos, cada noche.

El príncipe busca a la princesa: Como Cristo busca a todo alma, el príncipe del cuento sale en busca de la joven desconocida por todo el reino. Deja su Palacio y viene a la Tierra para salvar al hombre. El signo para encontrarla está representado en el zapato que expresa su humildad. Las hermanastras ensoberbecidas tratan de hacer entrar su pie, pero estos no entran. A pesar de que sangren, las avecillas alertan de la falsedad de esa acción.

Juicio final: El cuento termina con el castigo final para el mal y el premio para los que obran bien. Algunos han querido ver crueldad en este final, pero el juicio forma parte de la estructura mítica del relato de un cuento, así como existe un premio para los que obran bien.

ILUSTRACIONES

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