Relatos de la Biblia

La Biblia es una colección de libros que la Iglesia considera escritos bajo la inspiración del Espíritu Santo y que contienen la palabra de Dios, una palabra que Dios dirigió y continúa dirigiendo a todos los hombres y mujeres de la Tierra.

La Biblia no es un libro cualquiera; es "el libro" por excelencia, el primero entre todos, único. A diferencia de los demás libros, la Biblia tiene un doble origen, humano y divino. La Biblia es un libro humano, hecho por hombres, en el lenguaje de los hombres. Es, además y sobre todo, un libro divino, hecho por Dios para transmitir a los hombres un mensaje de salvación.

GÉNESIS

"En el principio, Dios creó el cielo y la tierra" (Gn 1,1). Con estas palabras solemnes comienza la sagrada Escritura. El Símbolo de la fe las recoge confesando a Dios Padre Todopoderoso como "el Creador del cielo y de la tierra", "de todo lo visible y lo invisible". La creación es el fundamento de "todos los designios salvíficos de Dios", "el comienzo de la historia de la salvación", que culmina en Cristo. Inversamente, el Misterio de Cristo es la luz decisiva sobre el Misterio de la creación; revela el fin en vista del cual, "al principio, Dios creó el cielo y la tierra": desde el principio Dios preveía la gloria de la nueva creación en Cristo.

"Dios creó al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó, varón y mujer los creó" (Gn 1,27). El hombre ocupa un lugar único en la creación: "está hecho a imagen de Dios"; en su propia naturaleza une el mundo espiritual y el mundo material; es creado "varón y mujer"; Dios lo estableció en la amistad con él. Por haber sido hecho a imagen de Dios, el ser humano tiene la dignidad de persona; no es solamente algo, sino alguien. Es capaz de conocerse, de poseerse y de darse libremente y entrar en comunión con otras personas; y es llamado, por la gracia, a una alianza con su Creador, a ofrecerle una respuesta de fe y de amor que ningún otro ser puede dar en su lugar.

Dios creó al hombre a su imagen y lo estableció en su amistad. Pero el hombre, tentado por el diablo, dejó morir en su corazón la confianza hacia su creador y, abusando de su libertad, desobedeció al mandamiento de Dios. En esto consistió el primer pecado del hombre. En adelante, todo pecado será una desobediencia a Dios y una falta de confianza en su bondad.

La historia de Abel y Caín se encuentra en el libro de Génesis estos dos muchachos fueron los primeros hijos de Adam y Eva. Caín fue hombre que labraba la tierra, y Abel era un pastor de ovejas. Un dia ambos hermanos trajeron sacrificio delante de Dios, Caín ofreció de lo que tenía que había sacado de la tierra, pero Abel trajo delante de Dios lo mejor, las primicias de sus ganados. 

Dios miró con más agrado el sacrificio de Abel porque lo ofreció con todo lo mejor de su corazón y de su posesión. Esto hizo que Caín se enojara en gran manera y se llenara de celos en contra de su hermano Abel. Caín llamó a su hermano Abel en los campos donde trabajaba y ahí lo golpeo y lo mató. El Señor llamó a Caín para preguntar por su hermano pero Caín actuó como si no supiera que había sido de su hermano. Dios escucho que la sangre de Abel estaba en la tierra y descubriendo el corazón de lo que había hecho Caín lo desterró fuera del Edén. 

En su calidad de elegido por Dios para perpetuar la humanidad tras el diluvio, Noé aparece dentro de la tradición bíblica como origen de todas las razas del mundo, por medio de sus hijos Sem, Cam y Jafet, y como cabeza de la genealogía semítica.

Patriarca noble y piadoso, cuando Dios decidió eliminar la corrupción de los hombres sobre la tierra enviando el diluvio, escogió a Noé para salvaguardar el futuro de la raza humana. Tras advertirle de lo que iba a ocurrir, Dios ordenó a Noé que construyera según sus instrucciones un arca capaz de flotar sobre las aguas y que guardara en ella una pareja de cada especie animal. Cuando dejó de llover, Dios estableció una alianza con Noé y sus hijos «para que no sea exterminada ya más toda carne por las aguas del diluvio, de manera que no haya más diluvio que destruya la tierra».

Abraham constituye una parte muy importante de la historia bíblica de la salvación y es considerado el padre del judaísmo. Tanto la religión judía como el cristianismo lo consideran el depositario de la bendición para todos los pueblos. El judaísmo lo ha considerado siempre como un modelo de hombre justo y ha alabado su vida mediante numerosas tradiciones. En las épocas oscuras de la historia de Israel, los profetas hebraicos siempre intentaron devolver la confianza a su pueblo recordando a Abraham y su alianza con Dios: «Considerad la roca de que habéis sido cortados, la cantera de donde habéis sido extraídos. Mirad a Abraham, vuestro padre».

Jacob fue un patriarca israelí. Descendiente de Abraham (abuelo) y de Isaac (padre). Es uno de los personajes bíblicos más conocidos y estudiados. Se le atribuye una influencia fundante en el Pueblo de Israel, porque de sus 12 hijos surgieron las conocidas 12 tribus de Israel. Profesó una profunda fe por Dios que derivó en gozar de su gracia y predilección. Peleó con su hermano mellizo Esaú por la primogenitura. Se la compró por un plato de lentejas. Fue el preferido de su madre Rebeca. Trabajo durante 14 años para que su tío Labán le entregase en matrimonio a una de sus hijas: Raquel, de quien se había enamorado profundamente cuando la conoció. Dios premió su fe y devoción entregándole la tierra que habían acordado. En ella se estableció con su familia.

El relato tiene como protagonista a José, el primer hijo de Raquel y el preferido de su padre Jacob. Víctima de la envidia de sus hermanos, es llevado de Canaán a Egipto. Pero Dios está con él cuando es vendido como esclavo y acusado injustamente, y lo eleva a la más alta dignidad, para que pueda salvar un día a toda su familia asediada por el hambre. De esta manera, el Señor va preparando secretamente el nacimiento de su Pueblo elegido. Con la llegada de Jacob y sus hijos a Egipto, se cierra la etapa de la historia patriarcal, que sirve de preludio a la epopeya del Éxodo.

ÉXODO

El libro del Éxodo narra la salida de los israelitas de Egipto, alrededor de los años 1280-1240 a.C., bajo la guía de Moisés, a quien Dios escogió, y con quien renovó su Promesa y su Alianza de amor. Estamos en el corazón de la Biblia, pues con la salida de Egipto y la Alianza en el Sinaí, Israel nace como Pueblo, descubre quién es su Dios.

Éxodo es el segundo libro de la Biblia. Se trata de un texto tradicional que narra la historia del éxodo en la que los israelitas abandonan la esclavitud en Egipto por la fuerza de Yahveh (capítulos 1-12). Describe cómo Dios envía las diez plagas de Egipto para que el Faraón libere a los israelitas. Los israelitas viajan entonces con el profeta Moisés al monte Sinaí (capítulos 13-18), donde Yahvé les promete la tierra de Canaán (la Tierra Prometida) a cambio de su fidelidad. Allí, entran en un pacto mosaico con Yahveh, y la redacción de los Diez Mandamientos y otras normas legales (caps. 19-24). Las instrucciones para construir el Tabernáculo, el medio por el que vendrá del cielo y habitará con ellos y los dirigirá en una guerra santa para poseer la tierra, y luego les dará la paz (caps. 25-31). El episodio del becerro de oro, donde se da la ley por segunda vez (caps. 32-34). Y por último, más sobre la construcción del tabernáculo, la vestimenta del sacerdote y otros objetos rituales (capítulos 35-40).

Israel conoció la servidumbre de Egipto, pero también experimentó la acción salvadora de su Dios que lo liberó de la esclavitud. La experiencia de esta liberación dejó una impronta tan indeleble en su memoria que se convirtió en el primer artículo de su "Credo": "Nosotros fuimos esclavos del Faraón en Egipto, pero el Señor nos hizo salir de allí con mano poderosa" (Deut. 6. 21).

En esta sencilla confesión de fe, se afirma implícitamente la inquebrantable oposición del Dios de Israel a toda forma de injusticia y su fuerza para hacer valer el derecho de los débiles. El Pueblo elegido conmemoraba la liberación recibida de Dios en una de sus grandes Fiestas, la de la Pascua, cuyo rito está detallado en esta parte del Éxodo.

El término "Pascua" (cuya significación etimológica es incierta) ha sido asociado a un verbo hebreo que significa "pasar por encima", "saltar" y también "librar". Esta Fiesta estaba ligada originariamente al sacrificio que los pastores nómadas o seminómadas ofrecían en primavera para proteger sus ganados. Pero en la liturgia de Israel la Pascua adquirió una significación totalmente nueva: era el "memorial" del Éxodo, del acto salvífico de Dios que puso fin a la esclavitud de Israel y lo condujo a la libertad. Esta salvación alcanzó su pleno cumplimiento en Cristo, "nuestra Pascua" (1 Cor. 5. 7).

La alianza es una idea teológica central en el AT, que usa ese término para expresar la relación especial que Dios tiene con Israel. Es fundamental para la fe, la vida y el culto de Israel la convicción de que Dios, en un tiempo y lugar particular y libremente, ha querido entrar en comunión con Israel y constituirlo como pueblo de Dios, imponiéndole obligaciones específicas. El símbolo dominante utilizado por Israel para describir esa relación especial es el de alianza.

La legislación contenida en los capítulos siguientes codifica la vida litúrgica de Israel, el Pueblo sacerdotal, consagrado al culto del verdadero Dios. Estas prescripciones rituales son presentadas como provenientes directamente del Señor. Pero ese modo de hablar no se debe tomar al pie de la letra. Se trata, más bien, de un procedimiento literario para indicar que dichas normas expresan la voluntad de Dios y llevan el sello de la autoridad divina.

Estas leyes presuponen la tradición cultual del Templo de Jerusalén, gestada a lo largo de siglos, y fijada definitivamente por escrito después del exilio babilónico. Si su promulgación se pone en boca de Moisés, es porque las instituciones cultuales, lo mismo que el resto de la legislación, derivan del impulso dado por él a Israel en los albores de su historia.

La solemne majestad del culto israelita contrasta con las formas simples y espontáneas que parecerían caracterizar a un culto "en espíritu y en verdad" (Jn. 4. 23). Pero sería falso pensar que detrás de esta minuciosa codificación –semejante en muchos puntos a la de Ez. 40-48- no hay nada más que un formalismo ritualista. Una lectura que tenga en cuenta no sólo la "letra", sino el "espíritu" de estos viejos textos, podrá auscultar en ellos el latido de una auténtica religiosidad, dominada por el sentimiento de la infinita santidad de Dios.

Los israelitas se han quedado solos y sin guía en el desierto. Ya no sienten la presencia del Señor y Moisés tarda en bajar de la montaña. Esta ausencia momentánea les resulta insoportable, y se fabrican una imagen que les dé la sensación de tener a dios en medio de ellos, que lo haga visible y tangible, y del que puedan disponer a su agrado. La imagen elegida es la del "ternero", porque el toro joven representa, en la simbología del Antiguo Oriente, la fuerza rebosante, la vitalidad y la fecundidad.

En este momento crucial interviene Moisés. Lo hace como un profeta, denunciando y condenando severamente esa desviación del pueblo, que lo exponía a caer en la idolatría. Pero él es también el intercesor que se solidariza con sus hermanos, y así obtiene del Señor el perdón y la renovación de la Alianza.

El relato tiene en vista principalmente los terneros de oro que Jeroboám I erigió en los santuarios de Betel y Dan (1 Rey. 12. 26-33). Pero también denuncia las idolatrías de todos los tiempos: el ansia desmedida de poder, de riqueza, de bienestar material, y de todo aquello que acapara el corazón del hombre, apartándolo del verdadero Dios.

LIBRO DE JOSUÉ

El libro de JOSUÉ describe la conquista de la Tierra prometida como el resultado de la acción conjunta de todo Israel. Las campañas se suceden una tras otra, en medio de los mayores prodigios. Josué –el único jefe de todas las tribus– anima al pueblo y lo conduce a la victoria. El paso de los israelitas provoca el terror de sus enemigos, y los cananeos son consagrados al exterminio total (caps. 1-12).

Una vez conquistado el territorio, Josué procede a distribuirlo entre los israelitas. Los caps. 14-19 señalan los límites asignados a cada tribu. A modo de complemento, el cap. 20 enumera las ciudades de refugio, y el cap. 21 da una lista de las ciudades levíticas.

El final del Libro relata el regreso de las tribus de la Transjordania, presenta el testamento espiritual de Josué, y conserva una vieja tradición sobre la asamblea de Siquém y sobre la alianza sagrada concluida entre las tribus (caps. 22-24).

LIBRO DE LOS JUECES

El libro de los JUECES nos presenta a Israel en una de las etapas más críticas de su historia. Es el tiempo que transcurre entre la penetración de las tribus hebreas en Canaán y la instauración de la monarquía, es decir, entre los años 1200 y 1020 a. C. El pueblo se encuentra amenazado por todas partes. Algunos grupos cananeos, sólidamente atrincherados en sus plazas fuertes, continúan oponiendo una tenaz resistencia. Otros invasores –especialmente los filisteos, mucho mejor organizados y armados que Israel– luchan por adueñarse de los mismos territorios. Las tribus israelitas se encuentran aisladas unas de otras, sin un gobierno central que pueda asegurar una firme cohesión interna. Y la única base de la unidad nacional –la fe en el Señor, el Dios de Israel– corre el peligro de dejarse contaminar por los seductores cultos cananeos.

Profetisa y jueza, mujer de Lappidot. Dios la dotó con dones proféticos que le merecieron la veneración de las divididas tribus israelitas y obtuvo una gran autoridad sobre ellas. Mostró desde un principio su sabiduría al mediar en los litigios que le eran presentados: “Se sentaba bajo la palmera de Débora, entre Ramá y Betel, en la montaña de Efraín; y los israelitas subían donde ella en busca de justicia.” (Jc. 4,5). Débora era así una jueza en el sentido corriente de la palabra. En el caso de las otras personas cuya historia se halla en el Libro de los Jueces, parece que se le daba dicho título en calidad de “libertadores y caudillos” del pueblo elegido, sin que se haga mención a las funciones judiciales ordinarias. Fue más bien la confianza que inspiraba Débora en el desempeño de tales funciones la que le permitió promover la liberación de la patria, que sufría en aquella época bajo la opresión de los cananeos.

Gedeón fue el quinto de los Jueces del pueblo judío y era considerado como uno de los más sobresalientes por la magnitud de su «obra guerrera» contra uno de los pueblos enemigos de Israel: los madianitas. Fue hijo de Joás, de la tribu de Manasés. Los datos que se conocen acerca de su historia se encuentran relatados en el Libro de los Jueces 6 - 8.1​

Jefté es un personaje bíblico, juez de Israel por seis años,​ miembro de la tribu de Gad, hijo de Galaad. En el Libro de los Jueces se le muestra guiando a los israelitas a la batalla contra los amonitas, y como resultado de un voto, termina sacrificando a su hija.

Sansón fue un juez de Israel nazareno, dotado de una fuerza extraordinaria. Su historia se describe en Jueces (13-16) y en el Nuevo Testamento (Hebreos 11:32). Dios llamó a Sansón para liberar al pueblo de Israel, que era dominado por los filisteos.

Los dos apéndices han sido colocados aquí porque tratan de acontecimientos contemporáneos de los del libro de los Jueces. Cuentan historias de levitas y tribus del periodo inmediatamente anterior a la instauración de la monarquía. En este sentido, tienden un puente entre el libro de los Jueces y los de Samuel-Reyes.

LIBROS HISTÓRICOS

El libro de Ruth es uno de los pocos libros del Antiguo Testamento que llevan el nombre de una mujer, y presenta un ejemplo de una mujer de fe, fortaleza y bondad. El libro lleva las características de la esperanza y del optimismo, y describe el trayecto de Rut y de Noemí al pasar de la tristeza a la felicidad, así como del vacío a la abundancia.

Esther es el nombre persa de Hadasa, una chica hebrea que se convirtió en la reina del imperio persa, elegida por el rey Jerjes el Grande (Asuero). Ester era una huérfana que fue criada por su primo Mardoqueo. Después de convertirse en reina por la providencia de Dios, ella descubrió un complot contra su pueblo y los salvó de la aniquilación. Muchos judíos todavía celebran la fiesta de Purim para recordar cómo Dios los salvó en este momento.

En el Antiguo Testamento encontramos el libro de Judith, una narración que ensalza a una mujer, cuyo coraje, valor y astucia, salva una vez más al pueblo judío de sus enemigos. También nos enseña como Dios, a menudo, escoge a los, aparentemente más débiles, para conseguir los propósitos más difíciles. 

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